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 issue88Presentación: Crisis migratorias y concepciones políticas del movimiento humano author indexsubject indexarticles search
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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.88 Bogotá Sep./Dec. 2016

 

Carta a los lectores

Carlo Nasi*

* Editor Colombia Internacional


Agradezco a mi colega Ángela Iranzo por haber aceptado la invitación a editar este número de Colombia Internacional, dedicado a las crisis migratorias en un mundo globalizado. Como Ángela introduce los diversos artículos, me limito a resaltar la importancia de este tema en la política internacional contemporánea. Las migraciones, tanto forzadas como voluntarias, se han convertido en un signo de nuestro tiempo. Cada vez hay más personas que huyen de sus lugares de origen, a veces por cuenta de tragedias humanitarias relacionadas con conflictos armados y hambrunas, otras veces por falta de oportunidades o por ilusiones de cambio. Las aspiraciones de los migrantes de construir un proyecto de vida mejor se han estrellado de manera frecuente con las ambivalencias de los gobiernos de los países de tránsito y destino, con las dificultades de integración cultural y económica, y (cada vez más) con la reactivación de nacionalismos xenófobos. Por ello, son más que oportunos los estudios incluidos en el presente número, que exploran distintas preguntas relacionadas con las crisis migratorias actuales, en el marco de una globalización incompleta, selectiva y con un lado oscuro que no se puede —ni debe— ocultar.

Además, en la sección de Tema libre María José de Rezende propone una mirada crítica con relación a los informes de Derechos Humanos de la ONU. La autora expone cómo se construye un vínculo indisociable entre Derechos Humanos y Desarrollo Humano que al no tener en cuenta los contextos socio-históricos, tiende a generar contradicciones.

Por otro lado, quisiera referirme brevemente a la coyuntura del país. Al cabo de más de cincuenta años de conflicto armado interno y casi cinco años de diálogos con las FARC, parece materializarse el fin de la guerra. Si no se descarrila el proceso de paz en su etapa final, pasaremos una página dolorosa de nuestra historia colectiva para entrar en el llamado post-conflicto.

Me ha desconcertado la postura francamente miope de muchos de los opositores al proceso de paz. Aunque no esperaba un apoyo unánime a las negociaciones con las FARC (ni mucho menos), tenía la expectativa de un debate público racional y sereno sobre los pros y contras del proceso de paz. Lamentablemente no ha habido tal. En particular, sectores afines al Centro Democrático reemplazaron la crítica basada en argumentos, análisis e información objetiva, por la vociferación aleve, las calumnias, la desinformación y los señalamientos infundados. Dichos sectores han buscado instrumentalizar las emociones de los colombianos para lograr fines políticos. Ello se compaginó con una pedagogía insuficiente y una defensa relativamente débil del proceso de paz por parte del Gobierno, por razones que no amerita detallar aquí. Lo anterior ha exacerbado la polarización y confusión de los ciudadanos. Muchos compatriotas tienen un entendimiento pobre de lo que se ha negociado y poco discernimiento de lo que está en juego.

Nótese que los que han atacado sistemáticamente el proceso de paz han posado de "defensores de la verdadera paz", "gente de principios", "guardianes de la moral pública" y similares. Y desde esa (supuesta) "superioridad moral" han vendido la fantasía de que, o bien podemos alcanzar la paz sin pagar ningún costo, o bien que lo que ha hecho Santos es "entregar el país a la guerrilla". Se trata de dos falacias. Por un lado, toda paz tiene un costo. Si al cabo de más de cincuenta años de guerra no logramos derrotar militarmente a las FARC, pretender que los guerrilleros firmen un acuerdo de paz para luego ir a la cárcel raya en el absurdo. Sólo desconociendo los principios delógica más elemental puede alguien creer que si no derrotamos a las FARC en el campo de batalla, todavía podríamos "ganar la guerra mediante una negociación de paz que culmine con los guerrilleros metidos en prisión y marginados de la política". Eso no ha pasado en ningún proceso de paz exitoso en el mundo.

Es igualmente falaz la letanía de que Santos ha entregado el país a la guerrilla. ¿Que el gobierno ha hecho concesiones a las FARC? ¡Por supuesto que sí! Toda negociación implica transar, ceder algo para obtener algo más a cambio. Pero las concesiones de Santos a las FARC han sido pocas y sensatas, y no representan ninguna amenaza para el país. Basta hacer un breve inventario de lo que no se ha negociado con las FARC, para desmentir de tajo cualquier acusación de entreguismo a la guerrilla: no se negoció la democracia, tampoco la estructura del Estado, ni la separación de poderes, ni el sistema de partidos, ni cambios de fondo en la fuerza pública, mucho menos el modelo económico, tampoco la política monetaria, o una reforma al sector financiero, no se negociaron los tratados de libre comercio, ni la libertad de prensa… la lista puede seguir.

Cerrar para siempre el capítulo de la guerra en Colombia es un logro importantísimo que traerá múltiples beneficios para todos. Ojalá que eso lo entienda la mayoría de compatriotas, y no se dejen llevar por los cantos de sirena de algunos políticos que, posando de redentores y con argumentos populistas, de hecho defienden la continuación de la guerra. Más allá de la antipatía que algunos sientan por Santos, hay que apoyar el proceso de paz: esta tragedia de destrucción y muerte debe terminar.

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