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Colombia Internacional

versión impresa ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.117 Bogotá ene./mar. 2024  Epub 22-Nov-2023

https://doi.org/10.7440/colombiaint117.2024.01 

Tema Libre

La sociedad contra las élites: aproximación a las bases sociales del apoyo electoral a Petro en Colombia

Society against the Elites: Approaching the Social Bases of Petro’s Electoral Support in Colombia

Sociedade contra as elites: aproximando-se da base social do apoio eleitoral da Petro na Colômbia

Gabriel Kessler** 

Gabriel Vommaro*** 

Juan Carlos Rodríguez-Raga**** 

Juan Andrés Calderón Herrera***** 

** Es doctor en Sociología de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y profesor de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad Nacional de San Martín/Eidaes (Argentina). Sus investigaciones tratan sobre la desigualdad y la estructura social, el delito y la violencia, y la polarización política en América Latina. Últimas publicaciones: “Antipopulistas reaccionarios en el espacio digital” (en coautoría), Revista Estudios Sociológicos 40 (120): 651-692, 2022, https://doi.org/10.24201/es.2022v40n120.2213; y La ¿nueva? estructura social de América Latina (en coautoría) (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2020). gkessler@unsam.edu.ar https://orcid.org/0000-0003-4204-8961

*** Es doctor en Sociología de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y profesor en la Universidad Nacional de San Martín/Eidaes (Argentina), donde dirige la Maestría en Sociología Política. Sus investigaciones tratan sobre los partidos políticos y el activismo, la polarización política, la comunicación política, y la relación entre sectores populares y Estado. Últimas publicaciones: Conservatives against the Tide: The Rise of the Argentine PRO in Comparative Perspective (Nueva York: Cambridge University Press, 2023); y El sueño intacto de la centroderecha y sus dilemas después de haber gobernado y fracasado (en coautoría) (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2023). gvommaro@unsam.edu.ar https://orcid.org/0000-0002-6582-4401

**** Es Ph. D. en Ciencia Política de la Universidad de Pittsburgh. Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). Sus investigaciones tratan sobre partidos políticos y elecciones, y cortes y política. Últimas publicaciones: “Legislative Twitter Style: Electoral Vulnerability, Social Media, and Constituency Building in Large Multimember Electoral Systems” (en coautoría), Bulletin of Latin American Research, en prensa, https://doi.org/10.1111/blar.13468; y “People Are More Engaged on Facebook as They Get Older, Especially in Politics: Evidence from Users in 46 Countries” (en coautoría), Journal of Quantitative Description: Digital Media 2: 1-20, 2022, https://doi.org/10.51685/jqd.2022.018. jotacerrerre@gmail.com https://orcid.org/0000-0002-6491-478X

***** Es politólogo y magíster en Ciencia Política de la Universidad de los Andes, Colombia. Sus intereses giran en torno a la opinión pública sobre el Congreso de la República y la participación electoral. ja.calderonh@uniandes.edu.co https://orcid.org/0009-0008-3786-9160


RESUMEN

Objetivo/contexto:

Uno de los efectos de la guerra interna en Colombia fue obstaculizar la expresión del conflicto social y de las organizaciones que movilizan a los sectores populares. El plebiscito por el acuerdo de paz que intentaba terminar con dicha guerra fue una coyuntura de polarización política canalizada por la vía electoral. El desplazamiento de la centralidad de la cuestión de la guerra interna a partir de la firma del acuerdo abrió la posibilidad de expresión del conflicto social. Sin embargo, en un país con débiles organizaciones sociales y políticas que ordenen este conflicto, este se expresa: 1) sin encuadres alineados políticamente; 2) como descontento generalizado con las élites y sentimiento de “cancha inclinada”. Por tanto, la polarización política luego de la coyuntura del plebiscito es baja. Desarrollamos este argumento a partir del análisis de las posiciones de los votantes en relación con los temas más importantes de la agenda política: acuerdo de paz, agenda redistributiva (impuestos y ayudas sociales) y gestión gubernamental durante la pandemia por COVID, y agenda de género.

Metodología:

El artículo se basa en dieciséis grupos focales realizados entre septiembre y noviembre de 2021 en tres regiones de Colombia (Bogotá, Antioquia y el Caribe), en los que participaron votantes de las dos opciones electorales principales de 2018, con equilibrio de género, con variación ocupacional, y entre clases medias y clases bajas.

Conclusión:

Los datos muestran que no existe polarización política entre los ciudadanos. En cambio, se observa un alto nivel de descontento con las élites políticas y económicas.

Originalidad:

El artículo ofrece una mirada alternativa a la percepción que tienen muchos colombianos de que viven en una sociedad polarizada y contribuye a la comprensión de los apoyos electorales a una fuerza “antisistema” en la elección presidencial de 2022.

PALABRAS CLAVE: Colombia; descontento social; elecciones presidenciales; grupos focales; polarización política

ABSTRACT

Objective/Context:

One of the effects of the internal war in Colombia was to hinder the expression of the social conflict and of the organizations that mobilize the popular sectors. The plebiscite to ratify the Peace Accord aimed at putting an end to the war was a politically polarized juncture channeled through the electoral process. The shift in the centrality of the issue of the internal war after the signing of the Accord opened the possibility of expression of the social conflict. However, in a country with weak social and political organizations to shape this conflict, it is expressed: 1) without politically aligned framings; 2) as a generalized discontent with the elites and a feeling of “tilted playing field”. Therefore, political polarization after the plebiscite is low. We develop this argument based on the analysis of voters’ positions in relation to the most important issues of the political agenda: Peace Agreement, redistributive agenda (taxes and welfare) and governmental management of the COVID pandemic, and gender agenda.

Methodology:

The article is based on 16 focus groups conducted between September and November 2021 in three regions of Colombia -Bogotá, Antioquia and the Caribbean- in which voters from the two main 2018 electoral options participated, with gender balance and variation in occupation and between middle and lower classes.

Conclusion:

The data show that there is no political polarization at the citizen level. Instead, a high level of discontent towards political and economic elites is observed, which may be at the basis of electoral support for Petro in 2022.

Originality:

The article offers an alternative look at the perception that many Colombians have that they live in a polarized society and contributes to the understanding of electoral support for an “anti-system” force in the 2022 election.

KEYWORDS: Colombia; focus groups; political polarization; presidential elections; social discontent

RESUMO

Objetivo/Contexto:

Um dos efeitos da guerra interna na Colômbia foi dificultar a expressão do conflito social e das organizações que mobilizaram os setores populares. O plebiscito pelo Acordo de Paz que buscava pôr fim à guerra foi um momento de polarização política canalizada através do processo eleitoral. O deslocamento da centralidade da questão da guerra interna após a assinatura do Acordo abriu a possibilidade da expressão do conflito social. No entanto, em um país com organizações sociais e políticas fracas para organizar este conflito, ele se expressa: 1) sem estruturas politicamente alinhadas; 2) como descontentamento generalizado com as elites e um sentimento de “campo de jogo inclinado”. E, portanto, a polarização política após o plebiscito é baixa. Desenvolvemos este argumento analisando as posições dos eleitores em relação aos temas mais importantes da agenda política: o Acordo de Paz, a agenda redistributiva (impostos e ajuda social) e a gestão governamental durante a COVID, e a agenda de gênero.

Metodologia:

O artigo é baseado em 16 grupos focais realizados entre setembro e novembro de 2021 em três regiões da Colômbia - Bogotá, Antioquia e Caribe - envolvendo eleitores das duas principais opções eleitorais em 2018, com equilíbrio de gênero e com variação ocupacional e variação entre classes médias e baixas.

Conclusão:

Os dados mostram que não há polarização política no nível dos cidadãos. Em vez disso, há um alto nível de descontentamento com as elites políticas e econômicas que podem estar na base do apoio eleitoral à Petro em 2022.

Originalidade:

O artigo oferece uma visão alternativa da percepção que muitos colombianos têm de que vivem em uma sociedade polarizada e contribui para a compreensão do apoio eleitoral a uma força “anti-establishment” na eleição de 2022.

PALAVRAS-CHAVE: Colômbia; descontentamento social; eleições presidenciais; grupos de foco; polarização política

Introducción

Las ciencias sociales discuten las características de la polarización política en Colombia, país en donde además ha disminuido la satisfacción con la democracia sistemáticamente desde 2012 hasta la actualidad. El Barómetro de las Américas-Lapop (BA) muestra que la satisfacción con el funcionamiento de la democracia cayó un 6 % entre 2014 y 2018, y el apoyo a esta en un 8,3 % en el mismo periodo.

La ruptura dentro de la derecha, con la aparición de una oferta electoral radical en materia de seguridad como el uribismo -institucionalizada más tarde en su partido Centro Democrático (CD) (Gamboa Gutiérrez 2019)-, y luego el plebiscito por el acuerdo de paz de 2016 dieron evidencias de que la polarización política crecía (Amador 2017; Barrios-Rubio y Gutiérrez-García 2022; Feldmann 2019; Pécaut 2022). En ese plebiscito, además, la agenda de género ahondó las divisiones en torno al conflicto armado (Serrano Amaya 2017). El surgimiento de una oferta política competitiva de izquierda dio a esta polarización un carácter programático inédito en el país. Por primera vez en las últimas dos elecciones, hubo una segunda vuelta entre opciones de derecha y de izquierda. Dado este nuevo contexto político, ¿cuán instalada está esta polarización entre los votantes?, ¿se expresa en posicionamientos polarizados en los principales temas de las agendas más representativas del debate público?

Para responder estas preguntas, en este artículo analizamos las posiciones de los votantes en relación con los temas más importantes de la agenda política colombiana: acuerdo de paz, política redistributiva (impuestos y ayudas sociales), gestión gubernamental durante la pandemia por COVID y temas de género. En línea con los clásicos aportes de Sartori (Sani y Sartori 1983; Sartori 1966 ), utilizamos una definición de polarización en un sentido ideológico. Para precisar sus componentes, nos basamos en el trabajo seminal de DiMaggio, Evans y Bryson (1996) , para quienes la categoría tiene cuatro dimensiones: tendencia a la bimodalidad (es decir, al agrupamiento de las opiniones en dos categorías), alta dispersión (lo que indica que estas dos categorías se encuentran muy distantes entre sí), alta consistencia (los posicionamientos de las personas en los diferentes temas tienden a estar alineados en cada agenda y entre agendas) y consolidación (la correspondencia de estas categorías con variables sociales y con el voto). La definición ideológica de la polarización asociada a posicionamientos en temas de agenda ha sido desarrollada ulteriormente por otros autores, en especial en el debate norteamericano sobre si la polarización es un asunto circunscripto a las élites o si alcanza a la sociedad (Abramowitz y Saunders 2008; Fiorina y Abrams 2008 ). Más recientemente, algunos estudios (Webster y Abramowitz 2017 ) muestran que las preferencias ideológicas están incluso en la base de la llamada polarización afectiva, es decir, aquella que se basa en sentimientos negativos hacia el grupo adversario.

Para captar los posicionamientos en temas de agenda, la teoría de los encuadres (framing theory) es particularmente útil. Siguiendo esta teoría,

un tema puede verse desde diversas perspectivas e interpretarse como algo que afecta a múltiples valores o consideraciones. El encuadre se refiere al proceso por el que las personas desarrollan una determinada conceptualización particular de un tema o reorientan su pensamiento sobre un tema. (Chong y Druckman 2007, 104)

Nos abocamos a identificar las similitudes y diferencias de los encuadres existentes de cada tema por voto (en la elección presidencial de 2018), así como también por clase, sexo, grupo de edad y área geográfica. Tomamos como opciones de voto las dos principales candidaturas de esa elección que disputaron el balotaje: Iván Duque y Gustavo Petro. Por tratarse además de opciones ideológicamente distintas, y alineadas una con la derecha y otra con la izquierda, se vuelve particularmente útil para establecer los alcances de la polarización en la sociedad colombiana y determinar si existen diferencias de posicionamiento en los temas principales de la agenda entre los votantes de las opciones de izquierda y derecha en esa elección.

El artículo se basa en dieciséis grupos focales realizados entre septiembre y noviembre de 2021 en tres regiones de Colombia: Bogotá, Antioquia y el Caribe. En estos grupos participaron votantes de las dos opciones electorales principales de 2018 -Iván Duque y Gustavo Petro-, con equilibrio de género, con variación ocupacional, y entre clases medias y clases bajas. Aun si no permiten sacar conclusiones generalizables, los estudios cualitativos, y en especial los grupos focales, son particularmente pertinentes para captar matices y diferencias en posicionamientos sobre temas de debate público, en especial sobre temas controversiales (Cyr 2017). En el texto nos apoyamos también en datos cuantitativos de encuestas (BA) sobre los temas indagados en los grupos.

Nuestro análisis nos permite indicar que no hay una clara polarización ideológica entre los votantes de Petro y Duque. Esto es consistente con el hecho de que, como veremos más adelante, el posicionamiento en la izquierda y la derecha por parte de los votantes es muy bajo en comparación con quienes se ubican en el centro,1 lo que se mantiene a lo largo de los años, aunque con variaciones. En términos de encuadres, los votantes de un candidato a menudo no recurren a encuadres alineados políticamente con el partido votado (o con los más clásicos de la izquierda y la derecha actuales en América Latina), sino que se valen de otros más próximos al campo contrario o sin una filiación clara; en esos casos, prevalecen encuadres morales, religiosos o de otro tipo. Este hallazgo es consistente con la tesis de Botero, Losada y Wills-Otero (2015) , quienes sostienen que, tras la reforma constitucional de 1991, surgieron nuevos actores partidarios y fraccionamientos internos de los partidos tradicionales, y que hacia fines de los años noventa el país transitaba desde el bipartidismo hacia un sistema fragmentado y con bajo alineamiento ideológico. Asimismo, es congruente con la elevada volatilidad electoral identificada en Colombia: el porcentaje de cambio de voto de una elección presidencial a otra es del 45 %, a diferencia de contextos más polarizados ideológicamente, como Argentina y Brasil, donde este porcentaje se encuentra en torno al 20 % (Kessler y Murillo 2023). En efecto, una baja estabilización de las preferencias políticas en el tiempo se asocia con una menor influencia de los encuadres partidarios en los votantes (Kessler y Vommaro 2023). En igual dirección, sostienen Botero, Losada y Wills-Otero (2015) que desde los años sesenta los temas relacionados con la seguridad, tanto el conflicto armado como los altos niveles de inseguridad y el narcotráfico, estuvieron entre las principales preocupaciones públicas, sin que los partidos tradicionales tuvieran una posición coordinada ni permanente en el tiempo.

Por lo pronto, el rasgo compartido por la mayor parte de los ciudadanos es un alto nivel de descontento con las élites políticas y económicas, que se condensa en una percepción de “cancha inclinada”, es decir, de que el diseño de las políticas públicas y de las decisiones de los Gobiernos está hecho para favorecer a las élites que han gobernado desde siempre en su provecho. En esta dirección, en nuestro estudio, la variable que mejor explica la polarización de opiniones es la clase, tomando como proxy tanto el estrato como el nivel educativo; el voto, en cambio, está menos asociado a las diferencias de puntos de vista sobre los temas indagados. En la agenda distributiva prima en nuestros entrevistados un descontento y hasta un hartazgo generalizado con las élites; en la agenda cultural, el voto no es un buen predictor de posiciones polarizadas. Ahora bien, tampoco los encuadres distributivos progresistas organizan el descontento de manera clásica: la percepción de una cancha social inclinada lleva, por caso, a un bajo consenso alrededor del aumento de impuestos, ya que se percibe que estos recaerían tarde o temprano sobre las clases medias y bajas.

En las páginas que siguen procedemos de la siguiente manera. Comenzamos exponiendo las claves del debate sobre polarización en Colombia. A renglón seguido presentamos la estrategia metodológica y luego revisamos los encuadres encontrados en los distintos temas: acuerdo de paz, cuestión distributiva y gestión gubernamental del COVID, y agenda cultural. Revisamos la mirada que los votantes de cada campo tienen sobre sí mismos y sobre los otros, para a continuación conceptualizar la idea de cancha inclinada como percepción distintiva del caso colombiano. Cerramos el texto con algunas conclusiones e hipótesis de trabajo para futuras indagaciones.

El debate sobre la polarización en Colombia

El debate sobre la polarización política en Colombia ha crecido en los últimos años. Hay al menos tres temas que producen contrapunto. El primero, en línea con el debate norteamericano, refiere al alcance de la polarización: ¿es un asunto de las élites o penetra en la sociedad?

Algunos autores sostienen que la ruptura de las élites políticas, originada por la oposición de los partidarios del expresidente Álvaro Uribe al proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP) y los resultados del plebiscito para refrendar el acuerdo de paz en 2016, habría activado un proceso de polarización que se ha convertido en uno de los rasgos definitorios de la política actual (Amador 2017; Barrios-Rubio y Gutiérrez-García 2022; Feldmann 2019; Pécaut 2022). Se debería a la ruptura de las élites -entre quienes apoyaban una salida negociada al conflicto y quienes se oponían a ella- durante el proceso de paz (García y Matanock 2017; Pécaut 2022). El cambio de posición del expresidente Juan Manuel Santos frente a la forma de poner fin al conflicto armado creó una división dentro de las élites entre los leales al expresidente Uribe y los partidarios de Santos (Feldmann 2019). Así, a través de los discursos de ambos campos, que retroalimentaban la dinámica de fragmentación de la opinión pública, la polarización se trasladó a la ciudadanía. Como resultado, la oposición de los partidarios del expresidente Uribe al proceso de paz podría ser parte de la explicación del rechazo al plebiscito en 2016 (García y Matanock 2017; Rodríguez-Raga 2017). Para otros, en cambio, el sistema político atraviesa un proceso de diversificación y pluralización, lo que permite el surgimiento de una oferta política competitiva de izquierda, pero sin una ciudadanía polarizada en términos de sus opiniones (Borda 2018). En especial, Borda (2018) señala que la identificación con el centro no ha decrecido en los últimos años y que no existe un alineamiento entre preferencias por la izquierda y posiciones en la agenda cultural. En esta línea, Singer (2016) sostiene que el aumento de la polarización ideológica a nivel de las élites corresponde al fortalecimiento de los partidos de izquierda, al igual que en otros países de la región.

El segundo tema de debate es si la polarización está asociada a temas distributivos y a concepciones del Estado. Kalmanovitz (2019) y Montoya (2021) identifican una polarización entre posiciones que propugnan una intervención más activa del Estado en la economía (asociada tradicionalmente a la izquierda) y una posición que favorece más el juego del mercado (asociada con la derecha). No obstante, la evidencia pareciera mostrar que en Colombia hay un relativo consenso en materia económica (Junguito 2019) y los datos del BA ubican las preferencias de los colombianos hacia una participación más activa del Estado en la economía, sin evidencias de polarización.2

En tercer lugar, luego de que los temas de género y diversidad sexual tomaran saliencia en el debate público y tuvieran un rol algunas explicaciones de los resultados del plebiscito de 2016, existe controversia sobre los alcances de la polarización en la agenda cultural. Aguirre, Pabón y Cáceres (2018) y Maier (2018) encuentran un clivaje alrededor de los valores culturales o morales, desde una posición más progresista que aprueba, por ejemplo, el aborto o el matrimonio igualitario, hasta una postura más conservadora o tradicional que rechaza las transformaciones sociales. Sin embargo, como señalaremos más abajo, aunque los estudios de opinión pública del BA muestran posiciones distantes entre sí, el coeficiente de bimodalidad de esta distribución está lejos del umbral de polarización.3

En el marco de estas controversias, nuestro trabajo muestra las similitudes y diferencias de actitudes de los votantes de cada candidato y los matices existentes en sus posiciones, ahonda en los contenidos de los encuadres presentes en cada tema, y, de este modo, contribuye a responder el interrogante sobre los modos que asumen la (baja) polarización y el conflicto en la sociedad colombiana.

Estrategia metodológica

Los datos que sirven de base a este artículo provienen de una investigación con métodos mixtos sobre polarización y conflicto sociopolítico en Colombia.4 Entre agosto y septiembre de 2021 realizamos dieciséis grupos focales con votantes de Duque y de Petro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018. Efectuamos ocho grupos con personas residentes en Bogotá y su periferia, cuatro en Antioquía (Bello, Itagüí, Rionegro y Envigado) y cuatro en la región Caribe (Santa Marta, Cartagena, Valledupar y Montería). Los grupos se llevaron a cabo en modalidad virtual, hubo seis participantes en cada uno, y se definieron cuotas de género, edad y voto. Fueron conducidos por un investigador del equipo y contaron con la presencia de colegas observadores. En términos de clase, hicimos cinco grupos focales con votantes de clase baja (con educación hasta secundaria completa, de los estratos 1, 2 y 3) y cinco grupos focales con votantes de clase media (con educación técnica o superior, de los estratos 2, 3, 4 y 5). Aparte, se realizaron seis grupos focales con votantes de clase media y media-baja (sin importar nivel educativo, de los estratos 1, 2 y 3), y con diversas ocupaciones laborales.5 Ocho grupos fueron homogéneos y ocho, heterogéneos en relación con el voto. Esto nos permitió comparar las dinámicas conversacionales según si las personas interactuaban con quienes presumiblemente piensan de manera similar o no. En términos de edad, definimos tres cohortes: 18-35 (identificados como segmento joven), 35-55 (edad intermedia) y 55 en adelante (segmento de adultos mayores). Para realizar los grupos se contrató una empresa especializada en reclutamiento que trabajó bajo nuestra continua supervisión. Se aplicaron filtros y requerimientos de datos de cada participante para corroborar que correspondiera al perfil requerido. Todos los participantes están anonimizados, firmaron consentimiento para ser grabados y filmados, y se les otorgó un incentivo económico por la participación en el grupo.

En los grupos se pidió a los participantes que opinaran sobre los temas principales de la agenda política, económica, social y cultural del país: seguridad, acuerdo de paz, migración, ayudas sociales, impuestos, corrupción, cuestiones de género, diversidad sexual y derechos reproductivos, y el manejo sanitario y económico de la pandemia por COVID-19 por parte del Gobierno nacional y los gobiernos subnacionales. Los grupos focales fueron codificados con el software Atlas.ti y se procedió a un análisis de contenido a partir de un proceso de codificación con base en la guía de pautas, a lo que se incorporaron temas emergentes. Se tomaron en cuenta las variables estructurales, socioculturales, geográficas y de orientación política para comparar las respuestas. Se trabajó en la relación entre los contenidos para delinear los principales encuadres de cada tema (Piovani 2018).

¿Por qué elegimos esta técnica de recolección de datos? Los grupos focales tienen una larga historia en la investigación sociológica (ver Gamson 1992; Merton 1948), puesto que permiten generar dinámicas de conversación en las que es posible captar los matices y las tensiones en torno a temas controvertidos (Cyr 2017). En ellos se observa el intercambio entre los participantes, la influencia recíproca y la configuración colectiva de matrices de significado social (Archenti 2018). Dado que nuestro objetivo era captar similitudes y diferencias en las opiniones de los participantes, tuvimos que estar atentos a dos cuestiones. En primer lugar, minimizar el efecto de deseabilidad social, por el cual algunas personas se abstendrían de expresar sus puntos de vista discordantes. Al ser un número de personas limitado, podíamos preguntar a cada uno su parecer y favorecer la expresión de diferencias, para generar así un marco de debate seguro y cordial. La modalidad en línea propicia que la carga afectiva que circula sea menor que en las reuniones presenciales. También éramos conscientes de evitar el efecto contrario, que es la polarización, tal como la entiende la psicología social, esto es, que, producto de la interacción con personas con opiniones contrarias, se adopten posiciones más extremas que las comúnmente sostenidas (Sunstein 2002). A través de nuestra intervención en la conducción de los grupos, minimizamos tanto uno como otro riesgo.

Agendas y encuadres

En los siguientes apartados analizamos las posiciones dominantes y las diferencias por voto y por clase entre votantes de derecha y de izquierda en tres agendas fundamentales: acuerdo de paz, cuestiones distributivas (impuestos y ayudas sociales) y su impacto en la evaluación de la gestión gubernamental durante la pandemia por COVID-19 -un tema sumamente divisivo en otros casos de América Latina (Aruguete et al. 2021)-, y asuntos culturales (derechos sexuales, reproductivos y de diversidad sexual). Con base en esto describimos cómo los votantes se miran entre sí (cómo los votantes de Petro ven a los votantes de Duque, y viceversa), y concluimos con un análisis del descontento generalizado y la percepción de cancha inclinada.

Acuerdo de paz: huellas de una coyuntura polarizada

Uno de los momentos más contenciosos de la historia reciente de Colombia fue el plebiscito para ratificar el acuerdo de paz alcanzado y firmado con las FARC-EP en 2016. El rechazo obtuvo un apretado triunfo, con un 50,2 % de la votación; en esa línea, estudios de opinión posteriores han mostrado que alrededor de uno de cada dos colombianos apoya el acuerdo (Gaviria et al. 2020). Como se dijo, dicha coyuntura ha contribuido a alimentar la percepción de profunda polarización en la sociedad (Amador 2017; Barrios-Rubio y Gutiérrez-García 2022; Feldmann 2019; Pécaut 2022). García y Matanock (2017) han remarcado que los eventos electorales para ratificar acuerdos de paz tienden a amplificar las divisiones en las élites. Efectivamente, hay evidencias de que, para evaluar el acuerdo de paz, los ciudadanos utilizan las señales de las élites políticas con las que sienten más afinidad (García y Matanock 2017). Sin embargo, datos de encuestas obligan a matizar la intensidad de esta división, así como su persistencia en el tiempo. En efecto, los datos del BA para Colombia no evidencian un nivel considerable de polarización en torno al tema.6

Ahora bien, ¿qué nos muestran los grupos focales? Nuestros datos fueron recogidos cinco años después del plebiscito, por lo cual sin duda las opiniones iniciales han sido reconfiguradas por los sucesos posteriores. En los grupos encontramos opiniones heterogéneas (a favor y en contra), pero en la mayor parte de los casos las divisiones no son tajantes; muchos participantes han adoptado posiciones híbridas y destacan elementos positivos como negativos de lo acontecido. Aún más, las posturas más tajantes se dan tanto en votantes de Duque como de Petro. Uno de estos últimos, habitante de Bogotá, mayor, de estrato 3, con estudios superiores o técnicos, manifestó:

Yo voté por el no, porque pues obvio, obvio que, pues una persona que comete un delito no va a tener un trato diferencial, sobre todo delitos de lesa humanidad, no puede tener un trato diferencial.

A la inversa, un votante de Petro de Valledupar, de edad intermedia, con educación hasta secundaria y de estrato 2, señaló:

Estoy de acuerdo con el acuerdo de paz. Yo fui militar y los compañeros que están allá la vida se les ha hecho más fácil, o sea, con el acuerdo de paz, ya no están tanto en el área de combate como lo estaban antes, ¿sí me entiende? Esto para mí ha servido, de pronto no del todo, pero sí ha bajado el índice de violencia y el trabajo de los militares en el área de combate ha sido menor.

Incluso algunos de los que votaron por el sí en el plebiscito manifestaron posiciones comprensivas con quienes estuvieron en contra, como este joven votante de Duque de estrato 2, de Bogotá, con educación superior:

Sí, yo estuve de acuerdo con los acuerdos de paz, pero entiendo la postura de los que votaron no. Normalmente todos o la mayoría quieren la paz, pero los que dijeron “no” es porque no estaban de acuerdo con ciertos puntos del acuerdo de paz, a ciertas impunidades […] por el hecho de que si se aferraban a decir la verdad de lo que ocurrió habría una reducción de penas, cómo le iban a rebajar penas a los que cometieron delitos durante todo este tiempo en las guerras.

En todo caso, el tiempo transcurrido habilita una evaluación de los resultados del acuerdo, de modo que pudo modificarse el juicio que se tuvo en tiempos del plebiscito. En esta línea, Andrés, de Envigado, de edad intermedia, de estrato 3, con educación superior o técnica, votante de Petro, considera haberse equivocado en su rechazo: “Yo voté por el no al acuerdo de paz, pero hoy me arrepiento. ¿Por qué?, ya lo decía el señor, la cantidad de soldados que han llegado a los hospitales militares ha disminuido abismalmente”.

Distintos estudios subrayan la brecha percibida por la ciudadanía entre las expectativas generadas con la firma del acuerdo y los cambios observados con posterioridad (Gaviria, Ávila y García-Sánchez 2018). En particular, desde el inicio del gobierno Duque dio señales de una ralentización de la implementación de los compromisos, en particular, en la situación agraria y el manejo de las drogas ilícitas (Instituto Kroc de Estudios Internacionales de Paz 2020). De hecho, las evaluaciones críticas de nuestros entrevistados van más allá de la afinidad política. Por ejemplo, esta votante de Petro de estrato 3, residente en Bogotá, de edad intermedia, señalaba:

Yo pienso que hubo un engaño, o sea, cuando a nosotros nos dijeron que iba a haber un tratado de paz y que iba a llegar esa paz tan anhelada para Colombia, muchos dijimos que sí, de hecho, yo fui una de las que voté que sí porque pensé que iba a haber un cambio. Siempre buscamos ese cambio, pero no, al poco tiempo ya fueron y gastaron un poco de plata por allá, y ellos vienen y otra vez uno los ve con las mismas armas, uno los ve que vuelven a esos mismos grupos, y que, aparte de todo, tienen algunos privilegios.

Por último, al igual que en otras dimensiones que abordamos más adelante, el acuerdo de paz resulta una ocasión para expresar descontento con las élites políticas. Un votante de Petro de edad intermedia, con estudios universitarios, de estrato 4, residente de Bogotá, blandía:

Vuelve este tema de que el político de siempre le mete el miedo al colombiano de que la guerrilla va a seguir, y llega y sube al poder con este presidente que tenemos ahora [Iván Duque], que lo que hizo fue desarmar totalmente todo lo que se había hecho, entonces, pues cuando yo te negocio a ti y no me cumples, era lógico que ellos volvieran a las armas porque no se les cumplió […] Si Colombia hubiera sido un país que no se deja influenciar por esa politiquería, sencillamente los guerrilleros iban a llegar al Congreso con el acuerdo que él logró, pero así mismo el pueblo colombiano lo iba a bajar, porque no lo queríamos.

La crítica a las élites puede basarse en el costo económico del acuerdo de paz, como afirma este votante de Duque de edad intermedia, perteneciente al estrato 2, de Bogotá, con educación básica secundaria:

El proceso de paz es muy bueno, pero para hacer un proceso de paz se van miles de millones de pesos. ¿Esa plata de dónde sale? Del mismo bolsillo de nosotros. Vamos a acabar de desangrar más el país, cada día nos vamos a quedar más pobres, créame, por ese proceso de paz.

En suma, tal como afirman los trabajos previos, el acuerdo de paz sigue siendo uno de los temas de mayor controversia y es aquí donde se nota la permanencia de un encuadre de derecha, presente más en estratos bajos que medios. Sin embargo, no parecía tener una saliencia central en el momento de realización de los grupos y la evaluación se centraba sobre todo en la implementación y las consecuencias actuales del acuerdo. A fin de cuentas, más que antagonismos alineados con el voto, parecería haber un desencanto extendido con su implementación, así como un sentimiento de decepción por una paz esquiva. Este desencanto es expresado por Norma, un ama de casa de Bello, Antioquia, votante de Duque: “eso [la paz] es muy difícil, al menos yo creo que mientras nosotros estemos vivos, quién sabe en cuantas generaciones más, pero esa dicha no nos va a tocar a nosotros”.

Injusticia distributiva y abandono estatal

Las posiciones sobre la agenda distributiva están débilmente alineadas con el voto. Por ejemplo, hay escasas referencias tanto a la reducción de desigualdades -encuadre típicamente progresista- como a la crítica a los que prefieren vivir del “asistencialismo” -encuadre típicamente conservador que encontramos en países como Argentina y Brasil (Kessler y Vommaro 2023)-. Más aún, los (pocos) críticos de las ayudas, porque la gente “quiere todo regalado”, eran tanto votantes de Petro como de Duque, en particular de clase media. Ahora bien, encontramos dos acuerdos generalizados: en la necesidad de que existan ayudas sociales, en especial entre los estratos más bajos, y en que los programas sociales existentes son insuficientes. El apoyo a las ayudas sociales moviliza en general, sin importar las preferencias electorales, un encuadre asociado con la “necesidad”. Es posible resumir esta posición con las palabras de Laura, de edad intermedia, de estrato 2, de Montería, con educación media y empleada de comercio, votante de Duque: “para mí, [las ayudas sociales] deben ser permanentes, porque sé que muchas personas, no solamente aquí en Colombia, estamos con necesidades y eso se ve a diario”.

En cuanto a la propuesta de subir los impuestos para los más ricos, como se planteó en varios países durante la pandemia, casi todos los participantes, votantes de uno y otro campo, en especial los de sectores más bajos, desaprobaban esta idea porque consideraban que, en última instancia, la élite se las arreglaría para evitar pagar los costos y el peso recaería en los que menos tienen. No es entonces extraño el rechazo masivo al proyecto de reforma tributaria que intentó llevar a cabo el Gobierno de Duque en 2021. Veamos las opiniones sobre el tema:

Pues los impuestos son necesarios para un país, pero lo que sucede es que en Colombia la mayor parte de las personas que pagan impuestos es la población, y los impuestos a las empresas son muy pocos. (Eduardo, joven, estrato 3, de Bogotá, formación terciaria, empleado, votante de Petro)

Yo no estoy de acuerdo que el tema sea de más impuestos, no, porque va a haber impuestos y entonces, mientras haya más impuestos, pues va a tener más plata para robar los que siempre han robado. (Jorge, edad intermedia, estrato 3, de Bogotá, trabajador en área de servicios, votante de Petro)

No, no debería haber impuestos, en este momento no, porque nos vamos a ver afectados, los estratos medios, bajos, nos vamos a ver afectados, no aguanta el bolsillo, no. (Elina, edad intermedia, estrato 3, de Bello, educación media, modista, votante de Duque)

Esta mirada negativa tiene su epítome en la opinión generalizada de abandono por parte del Estado durante la pandemia por COVID-19 que manifestaron la mayoría de los entrevistados, tanto los que votaron por Duque como los que lo hicieron por Petro (44 de 63 referencias al COVID-19 codificadas siguen este patrón). Prima la convicción de que los más pobres y vulnerables fueron los que sufrieron las consecuencias de la pandemia. En rigor, algunos de nuestros entrevistados votantes de Duque (y hasta de Petro) fueron más benévolos con la gestión gubernamental de la pandemia dado su carácter inesperado. En palabras de Joaquín, de edad intermedia, de estrato 3, de Envigado, con educación técnica o superior, votante de Petro, “no criticamos a Duque por la pandemia porque eso no lo sabía nadie”.

La mirada indulgente con el Gobierno termina ahí. Para los entrevistados, los impactos de la pandemia sobre las poblaciones más vulnerables evidencian tanto la situación estructural de desigualdad como la agencia de las élites políticas y económicas. La respuesta del Gobierno nacional y la de los gobiernos locales fueron consideradas exiguas, por carencia de ayudas y por problemas de distribución: se afirmaba que las ayudas se habrían entregado a quienes no las necesitaban, por la corrupción y complicidad con las élites, o por desidia y desorganización a escala municipal.

“Los beneficios fueron más para ellos y al pueblo no se le ve […] Ellos fueron los que sacaron la mayor parte del beneficio, porque llegaron ayudas, llegaron mercados. Pero en su momento el Estado cogió eso y lo repartió y le dio a los de la rosca”, sostuvo Ester, de edad intermedia, de estrato 2, recicladora de Bogotá, con educación media, votante de Petro. Otra residente de Bogotá, de edad intermedia, de estrato 2, con estudios secundarios y votante de Duque, subraya esa percepción de inequidad:

Esas ayudas que mandaban… por ejemplo muchas aquí… vea, mandaron varias ayudas de varios países con mercados y mire que por noticias, muchas por redes sociales, esos mercados se pudrieron en muchas bodegas, se dañaron porque no los entregaban o se los robaban para otra gente, por allá para otros lados, pero nunca lo entregaban a la gente que realmente sí lo necesitaba. Lo mismo en plata, en plata el Estado estaba dando una ayuda en plata que nunca nos llegó, o sea, llegaron, pero se fueron para los grandes oligarcas, son los que cogen eso, uno no.

Ni el Gobierno central ni los locales estuvieron a salvo del juicio de abandono estatal. Tanto participantes de los grupos de clase baja como de clase media manifestaron que recibieron escasa o nula asistencia durante la pandemia, en parte por no calificar como población-objetivo de las transferencias condicionadas previamente existentes. Las desigualdades territoriales también cuentan: la sensación de abandono era particularmente fuerte fuera de Bogotá, entre los entrevistados del departamento de Antioquia y sobre todo en el Caribe. Para estos últimos, el relegamiento histórico de la región por parte del Gobierno central se profundizó durante la pandemia.

Aun los votantes de Petro fueron críticos de la actuación de la alcaldesa de Bogotá, como sostiene este testimonio de Adela, de edad intermedia, de estrato 2, de Bogotá, desempleada, con educación media, votante de Petro:

Al Gobierno simplemente fue para ellos, con que mi familia esté bien, que tenga un alimento y todos los insumos necesarios, el resto me valía. Esta señora Claudia López para mi concepto fue como “yo apoyo a las personas, pero desde acá y ustedes desde allá, nadie sale de su casa, pero yo me voy de viaje”. Necesito salir a vender unos dulces o un tinto y a muchas personas que vendían en la calle les pusieron multa, muchas personas perdían sus ingresos; entonces, digamos que lo que hizo el Gobierno viene siendo lo mismo de lo mismo. Entonces, uno escucha que el señor que tiene el supermercado lo decía a boca llena, que le llegó un subsidio. Entonces, lo que decían antes, para qué dar un subsidio para que los reciban siempre las personas que tienen plata. Para mí ningún gobierno ayudó, a muchas personas incluso nos tocó tratar de buscar los mecanismos para hacernos un tapabocas.

En síntesis, la percepción generalizada de profunda inequidad se ha manifestado en forma flagrante por una experiencia de abandono estatal durante la pandemia. En tanto, el juicio subyacente de que toda medida con algún costo, tarde o temprano, recaerá sobre la espalda de los más pobres lleva a que hasta encuadres propios de la postura más crítica a las élites, como el apoyo a mayor tributación a los ricos, susciten temor y rechazo. Los datos del BA y de nuestros grupos sobre el respaldo a una mayor intervención estatal se ven en parte contrariados por el temor a que, en lugar de beneficiarlos, eventuales medidas con sentido redistributivo, como nuevos impuestos, finalmente perjudiquen a los sectores medios y bajos.

Agenda cultural: la debilidad de los encuadres progresistas

Desde principios del siglo XXI Colombia experimentó profundos cambios sociales vinculados a los derechos de género, sexuales y reproductivos. El aborto fue parcialmente despenalizado;7 se reconoció la igualdad para el matrimonio de parejas del mismo sexo y su derecho a adoptar; la definición de la familia como categoría legal se modificó para abarcar, por ejemplo, a las familias homoparentales, y las personas transgénero pudieron modificar su nombre y género en el documento de identidad sin requerir intervención judicial. Asimismo, se penalizó la discriminación por identidad de género y orientación sexual, y las personas LGBTIQ+ pueden ser reconocidas como víctimas del conflicto armado y, por tanto, recibir una compensación económica (Rodríguez Rondón 2017, 136 ). Buena parte de la élite política no apoyó estos cambios, sino que ha sido la Corte Constitucional la que, ante la negativa del Congreso a legislar sobre estos temas, ha desempeñado un papel activo en el proceso reformista. Al mismo tiempo que se extendieron los derechos de las minorías, se generó una fuerte resistencia local de sectores conservadores. Al igual que en casi toda América Latina (Biroli y Caminotti 2020), activistas conservadores, especialmente grupos católicos y evangélicos, construyeron en torno a la llamada “ideología de género” un encuadre común para identificar la amenaza a sus valores (Rodríguez Rondón 2017).

Esas movilizaciones tuvieron un pico en 2016, en torno al plebiscito por el acuerdo de paz. A inicios de ese año, había habido intensas manifestaciones contra la “ideología de género” a raíz de una iniciativa del Ministerio de Educación de introducir materiales didácticos en las escuelas para reducir la homofobia y la transfobia, luego del suicidio de un joven estudiante de secundaria acosado por su condición de homosexual. Líderes políticos y religiosos denunciaron un complot del movimiento LGBTQ+, Naciones Unidas, el Ministerio de Educación y la Corte Constitucional para imponer la homosexualidad a los niños del país y capacitarlos en ideología de género. Con la perspectiva de la campaña por el plebiscito, Uribe encontró en la incorporación de los sectores conservadores a su coalición por el no una oportunidad de crecimiento (Muelle 2017; Vigoya y Rodríguez Rondón 2017). La movilización conservadora, en cierta medida, se superpuso con el activismo a favor de una posición de línea dura en el conflicto armado propiciada por Uribe (Rodríguez-Raga 2017). Tanto fue así que, para los partidarios del no, además de permitir condiciones favorables para las FARC, el acuerdo de paz escondía reconocimientos en derechos de género (Serrano Amaya 2017).

Si durante el proceso de plebiscito la agenda cultural formó parte de los asuntos polarizados y estudios muestran un clivaje en torno a estos (Aguirre, Pabón y Cáceres 2018; Maier 2018), no fue el caso al momento de realizar los grupos y, en línea con lo demostrado por Corredor (2021) , la estrategia conservadora durante el plebiscito no necesariamente revirtió ni desaceleró los cambios societales en curso. Por cierto, hubo claros puntos de división, pero no necesariamente alineados con el voto ni asociados con encuadres políticos nítidos: aun nuestros entrevistados más conservadores nunca hicieron referencia explícita al concepto “ideología de género”. A modo de ejemplo, de las 21 citas codificadas sobre el aborto, 10 son parcialmente a favor (es decir, solo en casos de violación o peligro de vida de la gestante), 6 aprueban sin condicionantes y 5 son en contra. Las 6 citas a favor se distribuyen en partes iguales entre votantes de Petro y votantes de Duque. En tanto, de las 5 citas en contra, 3 corresponden a Petro y 2 a Duque. Algo similar sucede con el apoyo a los derechos LGBTQ+: también son temas divisivos, pero las posiciones no están alineadas con el voto.8 En cuanto al apoyo a la igualdad de género, el consenso es mayoritario, salvo entre los ultraconservadores religiosos: de las 49 citas codificadas, 44 son a favor de la ampliación de igualdad entre hombres y mujeres, 4 son parcialmente a favor y 1, en contra.

Los marcos interpretativos más identificables están asociados con convicciones religiosas. Así, en el caso del aborto, la mayoría de las personas apela a motivos religiosos para manifestar su oposición y, cuando están parcialmente a favor, expresan que lo hacen a pesar de que contraría los principios cristianos. Tampoco advertimos una avanzada progresista “desde abajo” -identificable a partir del uso de encuadres progresistas en esta materia- entre los votantes de Petro, excepto en los pocos casos de personas abiertamente militantes o que exhibían un nivel de politización más alto. A modo de ejemplo, entre quienes apoyan el aborto sin condicionantes no aparece la idea del “derecho a decidir” -encuadre central de los movimientos en favor del aborto (Abracinskas y López Gómez 2007; Tarducci 2018)-, sino un encuadre asociado con la libertad individual, pero sin referencia a un marco legal que lo garantice: “que cada quien haga lo que quiera”.

En esa misma dirección, el encuadre principal para apoyar los derechos de la población LGBTQ+ está asociado a la “tolerancia” más que a la idea de derechos: es una población que existe, que se ha hecho visible y, por ende, hay que aceptarla. Asimismo, una mayoría está a favor del matrimonio igualitario, pero no de la adopción por parte de parejas del mismo sexo porque temen que sus hijos/as adquieran las mismas orientaciones sexuales. Iván, de edad intermedia, de estrato 1, de Montería, desempleado, con educación media, votante de Petro, sostiene en esa línea:

Yo soy de mente abierta, sí estoy de acuerdo [con el matrimonio entre personas del mismo sexo], si miramos de pronto los principios bíblicos, pues no, pero sí estoy de acuerdo. Pero en cuanto a la adopción, no.

También identificamos discursos en apariencia contradictorios: a favor de la adopción por parte de parejas del mismo sexo para que los niños no estén sin hogar, pero en contra del matrimonio de esas parejas, ya que se trata de una unión que debe realizarse exclusivamente entre hombre y mujer, “como marca la ley de Dios”. También encontramos participantes de los grupos que decían carecer de una opinión al respecto. Patricia, de edad intermedia, de Montería, de estrato 1, empleada, con educación media, votante de Petro, expresa sus dudas:

Con respecto a la adopción, pues estoy de acuerdo, puesto como... una persona que se encuentre en estado, de pronto de carecer de una familia, pues tiene derecho a crecer en ese vínculo, estoy de acuerdo con el derecho al amor […] y con respecto al matrimonio de personas del mismo sexo, pues todavía estoy indecisa respecto a eso, pues no puedo opinar porque no, de verdad no sé mucho sobre el tema.

Es probable que las dudas o la ausencia de opinión sobre el tema expresadas por Patricia y muchos otros sirvan como indicador de la debilidad de encuadres ligados a coaliciones sociopolíticas progresistas estabilizadas, como encontramos en la Argentina, Brasil o Uruguay.

Por último, el escaso peso de los encuadres progresistas en las diferentes agendas se advierte en otro tema nodal: la intensa xenofobia contra los migrantes venezolanos, transversal a todos los perfiles y a los votantes de las dos opciones principales. En efecto, una gran parte de los participantes de los grupos focales sostenían fuertes prejuicios y estigmatización de los migrantes de Venezuela, a los que atribuían responsabilidad en delitos y consideraban una amenaza para la cultura colombiana, en particular porque podían influir negativamente con sus hábitos de “cómodos” sobre la mística de una sociedad emprendedora, como lo expresa una mujer mayor, ama de casa, con educación primaria, votante de Petro y habitante de estrato 2 en Bogotá: “Porque aquí hay mucho venezolano, ellos no están acostumbrados ni a pagar arriendo, ni a pagar ni estudio, ni nada, ellos todo lo tenían allá y aquí llegaron con esas ideas”.

Mirada sobre los otros

Como se dijo, los datos provenientes de encuestas indican que no existe polarización ideológica entre los votantes, pese a que los niveles de polarización de la élite podrían ejercer un efecto significativamente fuerte en la clasificación ideológico-partidista de los ciudadanos (Borda 2018; Davis y Dunaway 2016). La figura 1 muestra histogramas de las respuestas de los encuestados entre 2004 y 2018 a la pregunta sobre autoubicación ideológica, en una escala de 0 (izquierda) a 1 (derecha). Aunque para algunos años -especialmente desde 2012- parece crecer la frecuencia de quienes se ubican en los extremos del espectro ideológico, en todas las mediciones el centro es el lugar de la escala más elegido por las y los colombianos.9

Figura 1. Distribución de la autoubicación en la escala de izquierda a derecha (2004-2018) 

¿En qué medida puede hablarse de polarización afectiva? En los grupos indagamos la mirada sobre los votantes contrarios y, por lo general, no advertimos ni sentimientos intensamente negativos ni descalificaciones político-ideológicas. Si bien se reconocen como diferentes, también mencionaron rasgos similares, como la confianza en un líder carismático y el descontento. Por ejemplo, Jaime, votante de Duque, de estrato 2, con educación hasta secundaria completa, señaló que, “si lo miramos bien, un votante de Petro a lo mejor se parece un poco a uno de Uribe, en el sentido de que ven una solución en una sola persona, como en el mesianismo”. Otro rasgo que comparten votantes de ambos campos es el profundo descontento con las élites políticas y con el manejo que estas han dado a los principales problemas del país. Incluso, parece que el descontento político llega a desdibujar las diferencias entre uribistas y petristas, como lo explicó una votante de Duque, de estrato 2, de edad intermedia, con educación hasta secundaria completa:

Yo pensaría que no es que seamos diferentes, sino que nosotros creemos que el uno es mejor que el otro, pero, a la hora del té, yo pienso que todos los presidentes son iguales, cuando ellos llegan al poder, todos terminan iguales.

La excepción a esta escasa polarización afectiva la constituyen algunos votantes identificados intensamente con Uribe o con Petro. Algunos uribistas, en particular hombres, describían a los partidarios de Petro como “jóvenes que ven en él una oportunidad de cambio, de oportunidades, pero pues realmente no se informan mucho de, bueno, ¿esto que está diciendo Petro sí es plausible?” (hombre joven, votante de Duque, estrato 2, secundaria completa). Asimismo, la mayoría de los entrevistados uribistas adultos, tanto hombres como mujeres, consideran que los partidarios de Petro son personas de todos los estratos sociales que están “inconformes” con su realidad socioeconómica, pero que les gusta vivir del presupuesto público. Juan Carlos, votante de Duque, de estrato 3, con educación técnica o superior, describe al votante de Petro como: “Una persona que le gusta que todo le den. Yo lo veo a él [Petro] y ha sido muy dado a los subsidios para una cosa, para la otra. Alguien que vote por Petro es porque le gustan las cosas fáciles”.

En el otro campo, para las y los petristas jóvenes, los partidarios de Uribe son “personas mayores”, y muy poco dadas a la argumentación y el debate. Al respecto, Magdalena, votante de Petro, de estrato 3, con educación técnica o superior completa, señalaba que los uribistas son “personas que suelen ser poco críticas y reflexivas, para las cuales el fin justifica los medios”. Otro rasgo definitorio de los uribistas sería un nivel socioeconómico alto. Samuel, votante de Petro, de estrato 2, con educación hasta secundaria completa, lo describió de la siguiente forma:

Si nos ponemos a mirar desde un punto de vista entre ricos y pobres, obviamente la población pobre, por querer un nuevo cambio, por querer salir adelante, va a querer votar por Petro, mientras que la gente rica, como ya tienen el poder y muchos ya están comiendo, no hay una persona de estas que vote por Petro.

En pocas palabras, en los grupos focales no observamos un grado de división entre los partidarios de Uribe y Petro en los mismos niveles encontrados por otros autores entre las élites políticas en las contiendas electorales más recientes (Marcos 2018). De acuerdo con los grupos, si bien existe distancia entre las preferencias políticas de uribistas y petristas, la polarización ideológica de los votantes es baja y el nivel de hostilidad o aversión entre los partidarios de los dos principales campos políticos, reducido. Por el contrario, el rasgo común que posiblemente permita morigerar una potencial enemistad es que la mayoría de los participantes está más preocupada por el futuro del país y, sobre todo, por encontrar nuevos líderes alejados de la “clase política tradicional”.

Hartazgo con las élites en una sociedad de cancha inclinada

Más allá de las divisiones y la heterogeneidad de opiniones, el rasgo principal de las posiciones en las diferentes agendas es un sentimiento antiélites y de abandono del Estado, transversal a todas las clases y orientaciones políticas. Las élites rechazadas son los distintos Gobiernos que siempre han provenido de las clases altas y gobiernan para sus propios intereses. Ese hartazgo se debe a que faltan oportunidades para estudiar, para vivir dignamente, a que se gana poco y se gasta mucho y a que, en momentos de emergencia como durante la pandemia por COVID-19, el Estado los abandonó. En esto coinciden votantes de ambos candidatos: el país no avanza, no hay oportunidades, ni de estudio ni laborales. Ana María, joven con estudios secundarios, de Bogotá, ayudante de ventas en un comercio y votante de Duque, sostiene en esta línea:

Ha sido demasiado decepcionante cómo el país en vez de avanzar retrocede cada vez más, sobre todo para nosotros los jóvenes. Sentimos que, o bueno, en lo personal siento que no tenemos oportunidad ni laboral ni de poder estudiar. Entonces, los que somos bachilleres solamente es una lucha diaria para poder adquirir o pensar si vamos a poder tener un mejor futuro.

La falta de oportunidades y la mirada negativa de las élites genera una percepción de cancha inclinada, no en relación con ventajas institucionales de los oficialismos, sino con el aprovechamiento de las élites de su acceso al Estado para diseñar políticas públicas en su beneficio. La idea que sobrevuela es que todo está armado -la estructura impositiva, el funcionamiento de las ayudas sociales, la corrupción, el clientelismo- para el beneficio de las élites. La percepción de cancha inclinada lleva a la rabia y la desesperanza; percibimos una sensación de hartazgo con “los mismos de siempre”. Ciertamente, el descontento se dirige en especial a la “clase política tradicional” en general y se focaliza menos en los empresarios o en la élite económica, pero muchas veces ambos tipos de élites aparecían confundidos como parte de los mismos grupos e intereses.

Entretanto, pocos entrevistados señalaron alguna identificación partidaria; entre quienes manifestaron alguna identidad, prevalecían los que se consideraban uribistas. Sin embargo, igualmente criticaban al Gobierno. Como hemos señalado, advertimos en todos los grupos una baja presencia de los encuadres políticos en las agendas clave, como la distributiva o la cultural. Esto impacta tanto en el desconocimiento o la ausencia de posiciones en algunos de esos temas como en la recurrencia a encuadres religiosos o morales. El escaso interés por la política no es motivo de vergüenza, sino que, por el contrario, muchos lo reivindicaban atribuido a que siempre “nos han gobernado los mismos”. La debilidad de encuadres progresistas en materia distributiva y cultural vuelve difusa esta demanda de nivelación de cancha. Asimismo, si bien el descontento es generalizado, hay un marcado sesgo de clase en casi todos los temas. En efecto, la particularidad observada en el análisis cualitativo -reforzado por un análisis computacional de la conversación10- es que la polarización más importante es por clase en ciertos temas, mucho más que por voto, por edad u otras variables. De modo que el descontento generalizado tiene bases divididas socialmente.

Conclusión

Este artículo se propuso indagar los puntos en común y las diferencias entre votantes de Duque y de Petro sobre los principales temas de la agenda política y social colombiana. El principal acuerdo es el profundo descontento con las élites políticas por el manejo de los principales problemas del país, cuyo epítome fue el abandono sentido durante la pandemia de COVID-19. Tal descontento generalizado morigeraba diferencias entre votantes, puesto que todos nuestros entrevistados compartían un sentimiento de cancha inclinada, entendida como el aprovechamiento de las élites de su acceso al Estado para diseñar políticas públicas exclusivamente en su beneficio, ya sea en la estructura impositiva, el funcionamiento de las ayudas sociales, la corrupción o el clientelismo.

Ahora bien, en cada una de las agendas debatidas encontramos en los grupos focales coincidencias y variaciones, pero pocas veces posiciones alineadas claramente con el voto por uno u otro candidato. Así, transcurridos cinco años de los acuerdos de paz, advertimos posiciones matizadas sobre ese punto y, en ciertos casos, modificaciones de la posición que los participantes de los grupos tuvieron en ese momento. Entre lo positivo, algunos destacaban que se alcanzó un grado de pacificación general, si bien menor a lo esperado, pero que benefició tanto a la población civil como a las fuerzas de seguridad. Lo negativo es el costo económico de las reparaciones y, más en general, que la realidad estuvo por debajo de las promesas. Con todo, hay una aceptación de que la paz es un objetivo muy difícil, que requiere mucho tiempo y que las élites políticas no están a la altura de tamaño desafío.

Tampoco las posiciones sobre la agenda distributiva estaban claramente divididas según la preferencia electoral. Antes bien, las críticas eran generalizadas por el escaso monto y la pobre cobertura de la ayuda social durante la pandemia. Reprochaban tanto al Gobierno nacional como a las autoridades locales la inequidad de la distribución: ayudas que se habrían entregado a quienes no las necesitaban, por corrupción, o por desidia y desorganización. Más allá de los auxilios durante la pandemia, hay consenso, sobre todo en los estratos más bajos, de la necesidad de más ayudas sociales porque estas han sido siempre insuficientes. Por lo demás, es un tanto sorprendente el extendido rechazo en los estratos más bajos a la implementación de nuevos impuestos a los sectores más altos, puesto que, producto de la cancha inclinada, primaba la convicción de que, finalmente, el costo recaería siempre sobre los más humildes. Los encuadres de la cuestión distributiva no hacían casi referencia ni a la reducción de las desigualdades -encuadre típicamente progresista- ni a la crítica al “asistencialismo” -encuadre típicamente conservador que encontramos en Argentina y Brasil-. Quienes rechazaban las políticas sociales eran sobre todo votantes de clase media de uno y otro candidato que invalidaban moralmente a la gente que “quiere todo regalado”.

En cuanto a la agenda cultural, no percibimos que fuera de las preocupaciones más importantes de nuestros entrevistados. La despenalización del aborto sigue siendo un tema divisivo sin un claro clivaje entre votantes. Los oponentes se basaban sobre todo en principios religiosos y quienes estaban a favor no argumentaban mayoritariamente sobre el “derecho a decidir”, sino que sostenían que era necesario dejar a cada uno la libertad de hacer lo que bien quisiera. En relación con la cuestión LGBTQI+, primaba una idea de “tolerancia” o aceptación de una población que existe y no puede ser negada y, si bien el apoyo al matrimonio igualitario era mayoritario, muchos de quienes lo aceptaban se oponían a la adopción por parte de parejas del mismo sexo por reparos a que inculquen en los niños su orientación sexual. Un tema muy presente en los grupos fue la intensa xenofobia contra los migrantes venezolanos, a los que se acusaba de cometer delitos y de erosionar la cultura del trabajo de los colombianos.

En cuanto a la mirada sobre los votantes contrarios, salvo algunas excepciones de uno y otro campo, no expresaron fuerte animadversión ni descalificaciones político-ideológicas. Se reconocen como diferentes, pero también se ven similares en la confianza a un líder carismático y, sobre todo, en el descontento con las élites. Ahora bien, cuando se marcan contrastes, los votantes más intensos de Petro describen a los uribistas como conservadores, de clases más altas y personas mayores y, de su parte, los uribistas más intensos perciben a los votantes típicos de Petro como jóvenes que quieren un cambio, pero a menudo sin la información suficiente y engañados por su líder.

Hasta aquí los principales hallazgos de nuestros grupos focales. El trabajo tiene, por supuesto, las limitaciones propias de un estudio cualitativo y las conclusiones son solo válidas para nuestro corpus. Por ello, para concluir, quisiéramos dejar planteadas algunas reflexiones que debieran ser probadas por trabajos posteriores. En general, nuestros datos parecen sugerir que la debilidad de las tradiciones partidarias con alineamiento ideológico en Colombia se ve reflejada en la escasa presencia de encuadres políticos en las posiciones de los votantes. Esto parece ser más notorio en los países en los que no se constituyó en las últimas décadas una coalición sociopolítica de izquierda. Estas coaliciones proveyeron encuadres que alinearon a sus seguidores, tanto dentro de cada agenda como entre agendas. Ello favoreció un alineamiento ideológico de la oferta y de la demanda político-electoral. De este modo, el descontento se organizó de un modo más horizontal (distribuyendo preferencias entre los adversarios) que vertical (la sociedad contra las élites), como pareciera suceder en Colombia. Nuestros grupos parecen sugerir que, en un país con baja tradición programática de los partidos, con escasa identificación partidaria reciente y con un crecimiento del descontento con las élites políticas, es menos probable que una división política de ese nivel se traslade a la sociedad. No obstante, el cambio en la oferta política y el proceso que se ha abierto en Colombia con la presidencia de Petro pueden activar una dinámica política diferente a la encontrada hasta ahora. Futuras investigaciones continuarán sin duda brindando nuevas pistas para dar cuenta de estos nuevos tiempos y de cuánto de lo que hemos aquí presentado perdura y cuánto se transforma.

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2De hecho, el cálculo del coeficiente de bimodalidad para esta dimensión confirma que en ninguno de estos años se observa polarización. En efecto, para un índice construido con base en seis preguntas del BA acerca de rol del Estado en la economía entre 2008 y 2018, este coeficiente alcanza un máximo de 0,29 en 2009, valor que está muy por debajo del umbral de 5/9 (aproximadamente, 0,56) por encima del cual se considera que la distribución está polarizada (Lelkes 2016).

3El coeficiente de bimodalidad para un índice de progresismo-conservadurismo —construido a partir de cuatro preguntas del BA acerca de las actitudes de los ciudadanos frente a la eutanasia, el divorcio, el sexo prematrimonial y el matrimonio igualitario— está alrededor de 0,20 entre 2010 y 2018.

4El trabajo de campo se realizó en el marco del proyecto “Polarización, derechos y democracia en América Latina” (Polder) que estudia, a través de métodos mixtos, las formas que adquiere el conflicto político en la región en el ámbito de los votantes. En el proyecto se estudian, además de Colombia, los casos de Argentina, Brasil, El Salvador y México. Más información en www.polarizacion.net.

5El detalle de los grupos es el siguiente: Bogotá (dos por clase por tres segmentos de edad: joven, intermedia y mayor) y dos grupos homogéneos según voto (uno de votantes de Petro y otro de votantes de Duque en segunda vuelta de 2018) con clase media/media-baja, de 35 a 55 años. En Antioquia y Caribe se realizaron en cada zona dos grupos homogéneos según voto de igual perfil que aquellos de Bogotá y dos grupos heterogéneos según voto (50 % de cada tipo de voto), uno de clase media y uno de clase media-baja entre 35 y 55 años.

6Medimos el nivel de polarización en función del coeficiente de bimodalidad de la distribución de las respuestas a una pregunta del BA acerca del nivel de apoyo al acuerdo de paz de los encuestados. En ninguno de los tres estudios del BA entre 2016 y 2021 dicho coeficiente supera el valor de 0,22, lejos del umbral de 0,56 que indica polarización (Lelkes 2016).

7En 2022, la Corte Constitucional despenalizó totalmente el aborto hasta la semana veinticuatro.

8En este asunto, 17 de los 34 registros están a favor de la adopción por parte de parejas del mismo sexo, y 8 de ellos corresponden a votantes de derecha. De los 13 registros en contra, 3 son de votantes de Petro; 6 de 12 registros se manifestaron en contra o parcialmente a favor del matrimonio de personas del mismo sexo, 5 de ellos votantes de Petro.

9De hecho, el coeficiente de bimodalidad para la pregunta del BA sobre autoidentificación en una escala de izquierda a derecha alcanza, entre 2004 y 2018, un pico de 0,20 en 2005, muy por debajo del umbral de polarización.

10Realizamos un análisis computacional exploratorio para detectar si había polarización en los distintos tópicos debatidos en los grupos y, en ese caso, según qué variables (voto, clase, sexo, grupo de edad, Bogotá vs. resto del país). Este procedimiento está basado en trabajos previos de informáticos con los que colaboramos (Kessler et al. 2020; Ortiz de Zárate y Feuerstein 2020; Ortiz de Zárate et al. 2020), creados inicialmente para cuantificar la polarización de las discusiones en las redes sociales mediante el texto, que extendimos a grupos focales. Dicho método permite establecer un puntaje que represente el nivel de polarización de una conversación grupal.

CÓMO CITAR: Kessler, Gabriel, Gabriel Vommaro, Juan Carlos Rodríguez-Raga y Juan Andrés Calderón Herrera. 2024. “La sociedad contra las élites: aproximación a las bases sociales del apoyo electoral a Petro en Colombia”. Colombia Internacional 117: 3-32. https://doi.org/10.7440/colombiaint117.2024.01

Recibido: 22 de Marzo de 2023; Aprobado: 24 de Mayo de 2023

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