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Colombia Internacional

Print version ISSN 0121-5612

colomb.int.  no.121 Bogotá Jan./Mar. 2025  Epub Feb 18, 2025

https://doi.org/10.7440/colombiaint121.2025.06 

Tema libre

La gobernanza regional compleja del comercio electrónico latinoamericano: una perspectiva comparada de la Alianza del Pacífico, la Comunidad Andina y el Mercosur*

The Complex Regional Governance of Latin American E-Commerce: A Comparative Perspective on the Pacific Alliance, the Andean Community, and Mercosur

A governança regional complexa do comércio eletrônico latino-americano: uma perspectiva comparada da Aliança do Pacífico, da Comunidade Andina e do Mercosul

Julissa Castro-Silva** 

**es doctora en Estudios Internacionales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso-Ecuador. Profesora e investigadora a tiempo completo por la modalidad tenure track en la carrera de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP)(Perú). Sus investigaciones se han centrado en el regionalismo latinoamericano, la economía política internacional y las redes de políticas. Últimas publicaciones: “Latin American International Political Economy: Contributions Beyond the Trasatlantic Divide” (en coautoría), International Affairs 100 (1): 61-80, 2024, https://doi.org/10.1093/ia/iiad245; y “The Deepening of the Pacific Alliance’s Commercial Agenda: The Role of Policy Networks in Regulatory Governance”, Latin American Policy 14: 91-108, 2023, https://doi.org/10.1111/lamp.12281. jcastros@pucp.pe * https://orcid.org/0000-0003-2983-8723


RESUMEN.

Objetivo/contexto:

la proliferación en número, profundidad y alcance de acuerdos sobre comercio electrónico ha sumado agendas y membresías compartidas dentro de la gobernanza regional compleja latinoamericana, lo que sitúa a la cooperación y a la fragmentación como prácticas no excluyentes. De allí que este trabajo se pregunte por las condiciones que han facilitado o limitado el desarrollo de un mercado digital latinoamericano.

Metodología:

el análisis cualitativo comparado de la Alianza del Pacífico, la Comunidad Andina y el Mercosur junto con el rastreo de procesos permitirá conocer sus avances en la materia, considerando el grado de vinculación que mantienen con tres mecanismos promotores de dinámicas de colaboración y coordinación entre distintas instituciones y actores.

Conclusiones:

el análisis muestra que, dentro de sistemas con una creciente densidad y variedad institucional, como se observa en el comercio electrónico de América Latina, la cooperación regional se puede facilitar cuando los acuerdos comerciales regionales se inscriben en un régimen comercial más amplio, en el que existe una secuenciación entre distintos acuerdos, y también ante la presencia de orquestadores y de redes de políticas. Su ausencia, en cambio, potencia la ineficacia en la implementación de acuerdos y también la fragmentación regional.

Originalidad:

este trabajo conecta los estudios sobre gobernanza regional compleja con una agenda aún poco explorada dentro de la literatura académica latinoamericana: el comercio electrónico.

PALABRAS CLAVE: Alianza del Pacífico; América Latina; comercio electrónico; Comunidad Andina; gobernanza regional compleja; Mercosur.

Objective/context: The proliferation in the number, depth, and scope of e-commerce agreements has integrated shared agendas and memberships within Latin America’s complex regional governance, making cooperation and fragmentation non-exclusive practices. Therefore, this article asks about the conditions that have facilitated or limited the development of a Latin American digital market.

Methodology:

A comparative qualitative analysis of the Pacific Alliance, the Andean Community, and Mercosur, together with process tracing, will shed light on their progress in this area, taking into account the degree of linkage they maintain with three mechanisms that foster collaboration and coordination dynamics among various institutions an d actors.

Conclusions:

The analysis shows that, within systems characterized by growing institutional density and diversity-such as the Latin American e-commerce environment-regional cooperation can be facilitated when regional trade agreements are embedded in a broader trade regime, where there is a clear sequencing among different agreements, and when orchestrators and policy networks are present. In contrast, their absence leads to ineffective agreement implementation and increased regional fragmentation.

Originality:

This work connects studies on complex regional governance with a relatively underexplored agenda in Latin American academic literature: e-commerce.

KEYWORDS: Andean Community; complex regional governance; e-commerce; Latin America; Mercosur; Pacific Alliance.

RESUMO.

Objetivo/contexto:

a proliferação em número, profundidade e alcance de acordos sobre comércio eletrônico incorporou agendas e filiações compartilhadas na governança regional complexa da América Latina, tornando a cooperação e a fragmentação práticas não excludentes. Por isso, este artigo questiona quais condições facilitaram ou limitaram o desenvolvimento de um mercado digital latino-americano.

Metodologia:

a análise qualitativa comparada da Aliança do Pacífico, da Comunidade Andina e do Mercosul, juntamente com o mapeamento de processos, permitirá conhecer seus avanços nessa área, considerando o grau de vinculação que mantêm com três mecanismos promotores de dinâmicas de colaboração e coordenação entre diferentes instituições e atores.

Conclusões:

a análise mostra que, em sistemas caracterizados por crescente densidade e diversidade institucional-como o ambiente do comércio eletrônico na América Latina-a cooperação regional pode ser facilitada quando acordos comerciais regionais se inserem em um regime comercial mais amplo, em que existe uma sequência clara entre diferentes acordos, e quando há orquestradores e redes de políticas presentes. Em contrapartida, a ausência desses elementos potencializa a ineficácia na implementação dos acordos e a fragmentação regional.

Originalidade:

este trabalho conecta os estudos sobre governança regional complexa com uma agenda ainda pouco explorada na literatura acadêmica latino-americana: o comércio eletrônico.

PALAVRAS-CHAVE: Aliança do Pacífico; América Latina; comércio eletrônico; Comunidade Andina; governança regional complexa; Mercosul.

Introducción

El desarrollo de una agenda que promueva la conformación de un mercado digital latinoamericano se ha presentado como la respuesta más adecuada al impacto económico causado por el COVID-19 (Carballo y Volpe Martincus 2020; eLAC2022 2020 y 2021; Mojica Muñoz 2020; OCDE 2021). A pesar de la notoriedad que adquirió este sector a raíz de la pandemia, el tema se viene discutiendo desde hace años en la región como respuesta a las demandas del comercio del siglo XXI (Zelicovich 2014, 16-17).

Uno de los mecanismos pioneros para abordar el desarrollo de un mercado digital en el continente fue el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) a través del capítulo sobre comercio transfronterizo de servicios y el área de servicios financieros, que exigía establecer criterios legales mínimos al respecto (ALCA 1999). Más de veinte años después, y a pesar del fracaso del ALCA, ahora se discute la interoperabilidad de las agencias aduaneras, la promoción y regulación de los pagos, contratos, firmas y certificados electrónicos dentro de lo que se denomina comercio electrónico. Los tópicos negociados han evolucionado, al igual que el creciente interés por su regulación en sintonía con los mercados internacionales (OCDE 2021, 125-126). Como consecuencia, se ha visto la proliferación en número, profundidad y alcance de acuerdos bilaterales, plurilaterales y multilaterales que han dado paso a un sistema de gobernanza compleja del comercio electrónico en Latinoamérica (el famoso spaghetti bowl) (Nolte 2014), por lo que no se espera que las organizaciones regionales hayan planteado sus estrategias de manera aislada.

La naciente literatura sobre la economía política del comercio electrónico coincide con las distintas visiones que se han plasmado desde la región acerca de la proliferación de acuerdos y organizaciones regionales. Por un lado, una pesimista que enfatiza en la fragmentación normativa y en los intereses particulares de estados poderosos (Bouzas 2017; Gómez-Mera 2015; Gómez-Mera y Molinari 2014; Malamud y Gardini 2012), como aquella que observa el tipo de regulación sobre comercio electrónico que es promovido por los tres mayores referentes sobre la materia en el mundo: China, Estados Unidos y la Unión Europea (Aaronson y Leblond 2018; Willemyns 2020). Otra optimista que la observa como un modo de gobernanza en el que confluyen una diversidad de membresías y mandatos superpuestos que operan dentro de una variedad institucional y que inciden en la acción estratégica de distintos actores (Corning 2023; Nolte 2014; Quiliconi y Salgado Espinoza 2017; Riggirozzi y Tussie 2012). Dentro de esta última posición, la cooperación y la fragmentación no son prácticas excluyentes, pero ubicarse en uno u otro lado depende de una respuesta empírica (Nolte 2014). De allí que en este trabajo se pregunte: ¿bajo qué condiciones el sistema de gobernanza compleja latinoamericano ha facilitado o limitado la cooperación regional para el desarrollo de un mercado digital regional?

El análisis comparado entre la Alianza del Pacífico (AP), la Comunidad Andina (CAN) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) representa un estudio interesante para responder esa pregunta. Por un lado, Chile, Colombia, México y Perú forman parte de la AP; a excepción de Colombia, los otros miembros pertenecen también al Foro de Cooperación Económica del Asia Pacífico (APEC) y firmaron en 2018 el Acuerdo Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP), todos con mandatos sobre comercio electrónico. Además, Chile junto a Singapur y Nueva Zelanda también firmaron el Acuerdo de Asociación para la Economía Digital (DEPA) vigente desde el 2021. Chile es el campeón latinoamericano de los acuerdos de libre comercio (en total 27), luego le sigue Perú (22 acuerdos vigentes) y México (15 acuerdos vigentes). México forma parte del Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (T-MEC) que contempla un capítulo sobre comercio digital. Chile y México tienen acuerdos bilaterales de libre comercio con la Unión Europea (UE) en los que también han contemplado un capítulo específico sobre comercio digital, y tres miembros de la CAN (Colombia, Ecuador y Perú) han firmado un acuerdo comercial con la UE. Por su parte, el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) alcanzó junto con el bloque europeo un acuerdo “en principio” en el 2019 pendiente de ratificación, pero que incluyó una sección sobre comercio electrónico en el capítulo sobre comercio de servicios. Además, Chile ha incluido en la profundización de un TLC vigente con China un apartado sobre la materia, así como Perú ha planteado el mismo objetivo en su búsqueda por actualizar el acuerdo preferencial que mantiene con el país asiático. Por su parte, Ecuador -que, a diferencia de los mencionados países sudamericanos, no cuenta con un TLC con los Estados Unidos ni se ha suscrito al CPTPP- logró finiquitar las negociaciones de un tratado con China que incluye un capítulo sobre comercio electrónico.

Por el otro, se trata de tres bloques regionales que muestran diferentes grados de institucionalización. La AP tiene una estructura institucional mucho más ligera que la CAN y el Mercosur, y a diferencia de estos bloques no ha perseguido el establecimiento de una unión aduanera. A pesar de sus diferencias, los tres esquemas regionales han planteado como objetivo el desarrollo de un mercado digital regional para lo cual le han prestado un interés creciente a uno de sus componentes centrales: el comercio electrónico. La Organización Mundial de Comercio (OMC) ha definido al comercio electrónico como “la producción, distribución, comercialización, venta o entrega de bienes y servicios por medios electrónicos” (OMC 1998), dentro de lo cual, la gobernanza de los datos y la interoperabilidad de las Ventanillas Únicas de Comercio Exterior (VUCE) -como un medio central para unificar digitalmente los requerimientos relacionados con la importación, exportación y tránsito de mercancías- constituyen medidas óptimas para impulsar el comercio sin papel (Chen y Gao 2022; Sidorova y Sidorov 2021).

En este trabajo se aborda la gobernanza regional del comercio electrónico en América Latina desde la literatura sobre sistemas complejos para destacar no solo la superposición de esquemas y acuerdos regionales, sino también la variedad institucional que la conforma. De esa manera, no solo se ofrece una visión general de las normas que rigen el comercio electrónico en la AP, la CAN y el Mercosur para conocer hasta qué punto se ha desarrollado un mercado digital latinoamericano, sino también las condiciones que explican ese proceso. En esta línea, se propone un estudio comparado de los tres esquemas regionales para mapear sus avances en la regulación del comercio electrónico y en la facilitación de ese tipo de comercio durante el siglo XXI (2000-2023). Las categorías escogidas para la comparación son sus interconexiones intrarregionales y extrarregionales, y la identificación de quienes han sido promotores de su agenda de trabajo con el objetivo de evaluar las condiciones previas surgidas dentro de las organizaciones regionales de referencia al respecto de los resultados obtenidos.

Para complementar el análisis cualitativo comparado, se plantea el rastreo de procesos para aumentar la validez interna de la inferencia causal (Blatter y Haverland 2012) y de esa manera elaborar una explicación mínimamente suficiente para un resultado específico (Beach y Pedersen 2013). Según Van Evera, “el investigador explora la cadena de eventos o el proceso de toma de decisiones mediante el cual las condiciones iniciales del caso se traducen en resultados” (1997, 64), ello implica la identificación de aspectos relevantes del contexto o de las entidades sociales involucradas (Aguirre 2017, 150). En lo que respecta al estudio, se propone una lógica deductiva a partir de la identificación de mecanismos teóricamente especificados que han sido clave para potenciar la cooperación regional (Castillo Castañeda 2022).

Con base en lo anterior, se argumenta que, dentro de sistemas con una creciente densidad y variedad institucional, como se observa en el comercio electrónico de América Latina, la cooperación regional se puede facilitar cuando se activan tres mecanismos promotores de dinámicas de colaboración y coordinación entre distintas instituciones y actores, como la diferenciación jerárquica y el manejo de la complejidad, que han impulsado importantes avances en la AP y la CAN. Incluso, fortaleciendo posibles interconexiones. Por el contrario, su ausencia potencia la ineficacia en la implementación de acuerdos y también la fragmentación regional, lo que se ve con mayor claridad en el caso del Mercosur.

Este artículo se divide en cuatro partes. En la primera, la introducción. En la segunda, se aborda el marco conceptual procedente de la literatura sobre sistemas de gobernanza regional compleja para situar el análisis dentro de una visión latinoamericana. En la tercera parte se desarrollan los avances de la AP, la CAN y el Mercosur en la regulación y facilitación del comercio electrónico. Finalmente, en las conclusiones, se abordan las perspectivas que plantean los casos estudiados para la conformación de un mercado digital latinoamericano.

1. La gobernanza regional compleja del comercio electrónico en América Latina

Dentro de la variada literatura que aborda la manera como las relaciones internacionales han adquirido una complejidad distinta a la observada en el siglo anterior, se tiene consenso que ello ha implicado un incremento en el número de actores, instituciones, temas e incluso de autoridades (Alter y Raustiala 2018). Sobre esta base común, el concepto de gobernanza regional compleja se ha enfocado en las distintas organizaciones regionales intergubernamentales que generan normas y reglas para contribuir a la solución de problemas colectivos y a la realización de beneficios mutuos (Eilstrup-Sangiovanni 2022; Nolte 2014, 14); pero no de manera aislada, pues estas se conectan con otras instituciones formales y de bajo costo, que pueden ser públicas o privadas, y que operan a nivel internacional o transnacional dentro de un sistema en el que distintas formas de autoridad, acuerdos y actores se reconocen para gestionar un área de política específica (Eilstrup-Sangiovanni 2022; Eilstrup-Sangiovanni y Westerwinter 2021). Bajo este planteamiento, no solo prima la densidad de las interacciones en términos de superposición de mandatos y membresías, sino también la variedad institucional que configura un sistema regional de gobernanza compleja (Abbott y Faude 2020; Haftel y Lenz 2021).

Para América Latina, el cambio de milenio marcó una evolución drástica de su estructura institucional, al pasar de cincuenta acuerdos suscritos en la década de 1990 a aproximadamente trescientos para el 2019 (Fuentes-Sosa 2022, 1) y, además, al sumar una serie de organizaciones con un variado diseño institucional. Entre ellas se ubican aquellas formalmente constituidas bajo un tratado internacional y aquellas que, además de no contar con uno, evitaron la formación de burocracias estables, parlamentos e, incluso, secretarías técnicas para reducir de esa forma los costos internos que implican los diseños institucionales más formales (Nolte 2019, 143; Sanahuja 2008). A estos esquemas se les denomina organizaciones de bajo costo porque pueden operar sin un mínimo de delegación de autoridad. A estas se les cuestiona su falta de eficacia en la implementación de acuerdos y que se manejan adheridas a los intereses presidenciales de turno por lo que sus resultados son inciertos frente a un cambio gubernamental (Sanahuja 2008).

Dentro de esta variedad institucional, la superposición de miembros y mandatos se incrementa, creando potenciales inconsistencias legales, promoviendo la competencia entre distintos actores y regímenes, así como intereses propios, y el de Estados más poderosos que impulsan su propia agenda (Gómez-Mera 2015, 504-505 ; Haftel y Lenz 2021). Tales perspectivas se enfocan en la ineficacia y fragmentación regional para gestionar problemas comunes. Sin embargo, una visión más optimista plantea que la cooperación regional también puede surgir dentro de sistemas con una creciente densidad y variedad institucional. Eilstrup-Sangiovanni y Westerwinter (2021) han identificado tres mecanismos que posibilitan dinámicas de colaboración y coordinación entre distintas instituciones y actores: diferenciación jerárquica, horizontal y manejo de la complejidad. En el primer caso, la figura de Estados más poderosos que persiguen sus propios intereses se ve menguado cuando los acuerdos comerciales regionales se inscriben formalmente en un régimen comercial más amplio, como la OMC, así como la secuenciación entre acuerdos permite reducir las potenciales inconsistencias legales generando ajustes en los procedimientos según lo estipulado en regulaciones anteriores. Esta última perspectiva se ve potenciada cuando existe una afiliación transversal en diversos acuerdos, ya que las normas pueden difundirse de un acuerdo u organización a otra (Nolte 2014). El segundo mecanismo disminuye las posibilidades de competencia entre distintos actores e instituciones promoviendo su diferenciación funcional con tareas que los hacen menos sustituibles. Finalmente, bajo el tercer mecanismo, la fragmentación institucional se puede reducir por la acción deliberada de un actor o un grupo de ellos para mejorar la interacción institucional. Aquí se observan prácticas de orquestación y también la presencia de redes de política que se conciben para potenciar la implementación de acuerdos (Merke, Stuenkel y Feldmann 2021). La identificación de estos mecanismos dentro de un sistema regional de gobernanza compleja permite tomar en cuenta la forma en la que se potencia la cooperación regional y se espera, en consecuencia, una reducción de la fragmentación institucional.

En suma, prestarle atención a los referentes intrarregionales y extrarregionales con que cuentan las organizaciones regionales para definir sus regulaciones, ya sea estados poderosos, acuerdos más amplios o anteriores, puede llevarnos a conocer bajo qué condiciones se facilita o limita la cooperación regional. Del mismo modo que lo hace la identificación de quienes impulsan la agenda de trabajo en busca de su implementación efectiva. De esa forma, se produce una relación de ida y vuelta en la que el todo afecta a las partes y estas al mismo tiempo son factibles de transformar la complejidad a la que se suman (Kim 2020, 903-904).

Desde la década de 1990, pero con mayor fuerza durante el nuevo milenio, el impulso que se generó en América Latina por regular el comercio electrónico se convirtió en una prioridad dentro de agendas abocadas a lidiar con las demandas del comercio del siglo XXI (Meza Grillo 2021). Como consecuencia, se ha visto la proliferación en número, profundidad y alcance de una serie de acuerdos que han propiciado avances sobre su regulación, pero no de manera aislada (OEAP 2017). La importancia de la influencia externa en la región se ve reflejada, sobre todo, a través de los múltiples acuerdos extrarregionales que configuran la gobernanza regional compleja del comercio electrónico latinoamericano (Rebolledo 2021a). El anexo 1 identifica siete acuerdos intrarregionales y treinta extrarregionales vigentes al 2023.

A pesar del creciente interés por la regulación del comercio electrónico en la región, algunas críticas que surgieron al respecto evidencian que estos acuerdos parecen ajustarse a las prioridades de sus contrapartes más poderosas.

Así, por ejemplo, Chile, México y Perú (tres de los miembros de la AP) asumieron obligaciones muy exigentes sobre acceso a los mercados en el contexto del CPTPP (México también, y en mayor medida, en el T-MEC), otras menos ambiciosas en sus respectivos acuerdos con la UE, y -en el caso de Chile- un conjunto minimalista de compromisos en su acuerdo con China. (Herreros 2019, 38)

Estados Unidos, la UE y China, tres de los socios económicos más relevantes para los países latinoamericanos, han promovido modelos distintos de una gobernanza de los datos. Hasta antes del giro en la política regulatoria sobre comercio electrónico de los Estados Unidos en el último trimestre del 2023,1 las diferencias entre los dos primeros se ubicaban en las garantías a la libertad que deben primar en la regulación, principalmente, de protección de datos personales y la transferencia transfronteriza de datos. Sin embargo, los mayores contrastes se han dado con China (Corning 2023, 916). China se ha mostrado muy abierta a trabajar sobre temas como la facilitación del comercio; los certificados digitales; las firmas electrónicas; la autenticación electrónica y la protección al consumidor y a su privacidad como una tendencia general en los acuerdos bilaterales que ha suscrito, como los firmados con Chile y Ecuador. No obstante, ha sido reticente a establecer compromisos sobre el flujo transfronterizos de datos; el acceso abierto al internet; la prohibición de requisitos de localización; la transferencia forzosa de tecnología; y la prohibición de transferencia de código fuente. Todas las anteriores han sido disposiciones esenciales para la UE y los Estados Unidos, pero no para China (Vila 2022). A pesar de esa línea de desacuerdos, se emprendió en 2019 una negociación plurilateral que involucraba tanto a China, los Estados Unidos y la UE dentro de la OMC para suscribir un acuerdo sobre comercio electrónico. Dado el cambio en la política regulatoria de los Estados Unidos en la materia, las discusiones se centraron en definir áreas como la autenticación electrónica; la protección del consumidor online; la ciberseguridad y la protección de datos personales, aunque este último punto manejado bajo una mayor discrecionalidad doméstica. De esa forma, aun si el acuerdo lograra introducirse a la normativa de la OMC2 y propiciara una diferenciación jerárquica con otros acuerdos más acotados, temas como la localización de datos, el código fuente y el flujo transfronterizo de datos quedarían sujetos a los intereses y orientaciones que las economías parte alcancen en el marco de una negociación asimétrica.

De acuerdo con Herreros (2019), la regulación importada desde países más desarrollados imposibilitaría, dada la fragmentación de sus compromisos normativos, la conformación de un mercado digital latinoamericano entre países con similares niveles de desarrollo. Latinoamérica, en ese sentido, se presenta como un escenario en el que confluyen una serie organizaciones formales y de bajo costo que abordan el comercio electrónico bajo una fuerte influencia extrarregional, como se muestra en el gráfico 1 en relación a la AP, CAN y Mercosur. Allí se observa la complejidad institucional en la que operan los esquemas de referencia.

Nota: las flechas unidireccionales indican membresía; las flechas bidireccionales indican un acuerdo bilateral.

Fuente: elaboración propia

Gráfico 1. Conexiones extrarregionales. 

Dentro de este escenario de ambigüedad en las reglas que rigen el comercio electrónico internacional, en América Latina se han generado distintas interconexiones institucionales propiciadas con el objetivo de superar tal fragmentación y avanzar en la armonización regulatoria e interoperabilidad del comercio regional. Aquí funciona el mecanismo sobre manejo de la complejidad. Se reconoce que además de los presidentes y figuras gubernamentales que ostentan una autoridad política en la toma de decisiones, quienes han promovido, identificado, diseñado e implementado las reglas que rigen el comercio electrónico en la región han sido los organismos internacionales. Estos se manejan bajo un modo de autoridad indirecta que ejercen a través de intermediarios para alcanzar bienes públicos regionales, lo que la literatura denomina orquestación (Abbott et al. 2015; Krasner y Risse 2014; Legler 2021; Palestini 2020). Entre ellos se encuentra la Comisión Económica para América Latina (Cepal), el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID), el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y la Organización de Estados Americanos (OEA), las cuales han buscado superar la fragmentación económica regional promoviendo la armonización de reglas e iniciativas que faciliten el comercio electrónico, a través de la vinculación de distintos grupos regionales y promoviendo la conformación de redes de políticas, de reconocida experiencia y conocimiento técnico sobre la materia que funcionan por dentro y fuera de organizaciones regionales (ver anexo 2). Las redes de políticas hacen referencia al conjunto de interacciones, relativamente estables e interdependientes, entre actores gubernamentales y no gubernamentales que pueden presentar intereses diferenciados, pero que comparten recursos para la resolución de problemas compartidos (Börzel 1997, 1 y 4; Stone y Nesadurai 1999, 6-7).

Todos estos actores se articulan en la búsqueda por generar bienes públicos regionales, un proceso que empieza con la puesta en agenda de problemas comunes (‘agendación’), seguido por el diseño e implementación de políticas regionales. No obstante, tal como lo advierte Kingdon (2014, 3) , el éxito en una etapa del proceso de toma de decisiones no implica, necesariamente, el éxito en las siguientes. De allí que los avances en la regulación sobre comercio electrónico no hayan significado, necesariamente, una rápida implementación de su normativa, al igual que la facilitación de este tipo de comercio mantenga los altos costos de envío y el excesivo papeleo entre sus principales desafíos (Díaz de Astarloa et al. 2021, 91-92; OCDE y OMC 2017, 315-316; OEAP 2017, 32).

Dentro de un sistema de gobernanza regional compleja como el que configura el comercio electrónico latinoamericano, la implementación de políticas juega un papel importante para determinar qué acuerdos son los que prevalecen (Corning 2023, 921). La siguiente sección identificará los avances que se han generado tanto en la regulación del comercio electrónico como en la interoperabildiad de las VUCE, este último como un componente central para la facilitación del comercio, observando, especialmente, su implementación.

2. Perspectiva comparada: AP, CAN y Mercosur

a. La Alianza del Pacífico (AP)

Desde el lanzamiento de la AP en abril de 2011, sus miembros evitaron crear una nueva unión aduanera o fijarse como objetivo la conformación de un mercado común tal como lo hicieron, en su momento, la CAN y el Mercosur. En cambio, han preferido concebirse como una marca regional de países que busca ampliar sus posibilidades de proyección dentro de la gobernanza económica mundial (Nolte 2016). Más allá de los cambios de gobierno que se han suscitado entre sus miembros, el bloque ha mantenido un alto índice de apertura comercial3 a diferencia de los otros esquemas sudamericanos (gráfico 2). Esto se debe a la amplia red de acuerdos comerciales que sus integrantes han mantenido vigentes entre ellos y con actores extrarregionales, sin que el diseño institucional de la AP haya limitado la posibilidad de impulsar sus interconexiones, en términos de membresía y mandato, bajo otras alternativas institucionales.

Fuente: elaboración propia considerando datos del IMF Data, WEO y BID4.

Gráfico 2. Índice de apertura comercial: AP, CAN y Mercosur (2011-2022) 

El diseño institucional de bajo costo que presenta el bloque ha marcado un claro contraste con aquellos modelos regionales surgidos en el siglo XX con mandatos y compromisos definidos dentro un tratado con alcance jurídico internacional (Legler, Garelli-Ríos y González 2018, 143). La AP no está constituida como una organización intergubernamental y, en sintonía con ello, tampoco presenta órganos bajo delegación de autoridad, sino una presidencia anual rotativa a cargo de los jefes o jefas de Estado; carece de un parlamento, de una secretaría técnica y de una burocracia internacional establecida como la que opera en la CAN y el Mercosur (Nolte 2020). Sin embargo, fija como prerrequisito para alcanzar una membresía plena la firma de un acuerdo bilateral con todos sus miembros originarios, lo que desde ya ofrece indicios de la importancia que le da el bloque a la secuencialidad de los acuerdos. Ello ha permitido que en esta organización de bajo costo se establezcan mandatos sobre una base común regulatoria y que no se han limitado a una zona de libre comercio (Cuestas y Thoene 2020, 146), sino que han sido permanentemente ampliados y profundizados en función de las demandas que el momento requería. Las repetidas reuniones y experiencias de negociación compartida en múltiples espacios internacionales por parte de los servidores públicos y del sector privado han forjado redes de políticas que han operado con flexibilidad y pragmatismo siempre que sus negociaciones han partido de acuerdos ya existentes entre las partes (Castro Silva 2022). Una de ellas, las negociaciones paralelas que se produjeron entre el TPP y el Protocolo Comercial de la Alianza del Pacífico (2012-2014) facilitaron que las redes de políticas identificaran el desarrollo de una agenda de integración profunda (Briceño-Ruiz, Legler y Prado-Lallande 2021). Aquí se observa no solo que la secuenciación entre acuerdos ha permitido reducir potenciales inconsistencias legales, sino que este mecanismo de diferenciación jerárquica se ha visto potenciado al existir una membresía compartida en ambos acuerdos. Al respecto, uno de los negociadores sostuvo:

La AP tiene disposiciones de última generación en temas como comercio electrónico y eso se debe a que no era en esa época un área que estaba muy abordada en los acuerdos comerciales de la región. Los equipos negociadores de la Alianza del Pacífico estaban trabajando también en el TPP donde el tema de comercio electrónico tenía una presencia muy importante. Eso llegó a la AP y permitió que el bloque incorpore una posición en esa materia. (Entrevista con un funcionario internacional del BID, 26 de junio de 2020)

El capítulo “Comercio Electrónico” presente en el Protocolo Adicional al Acuerdo Marco de la Alianza del Pacífico (Alianza del Pacífico 2014) se empezó a negociar en 2012. Fue suscrito en 2014 y está vigente desde 2016. El documento estableció reglas sobre derechos aduaneros; cooperación con las pymes; protección de los consumidores; protección de la información personal; flujo transfronterizo de información; comercio sin papel y regulación de mensajes electrónicos no solicitados. Pero fue recién con la adopción del Primer Protocolo Modificatorio al Protocolo Adicional al Acuerdo Marco (Alianza del Pacífico 2015a) que se profundiza sobre uno de los tópicos controversiales en la gobernanza de los datos referido a la transferencia transfronteriza de información por medios electrónicos, con un contenido casi idéntico al trabajado en el CPTPP, en el que Estados Unidos fue el principal referente para su elaboración.

Al igual como sucedió con el capítulo sobre comercio electrónico, el artículo 4.30, referido a la Facilitación del Comercio y Cooperación Aduanera del mismo documento se trabajó tomando como referentes los debates multilaterales sobre la materia,5 de manera particular, el acuerdo sobre Facilitación del Comercio negociado en el marco de la OMC que empezó el año 2004 y se extendió hasta el 2013,6 teniendo como una de sus principales disposiciones la creación de una ventanilla única de comercio exterior (VUCE). Los miembros de la AP no solo cuentan con una, sino también han logrado su interoperabilidad de acuerdo a la Recomendación n.° 36 de la United Nations Centre for Trade Facilitation and Electronic Business (ONU/CEFACT 2017). Según la Cepal, “el uso de estándares internacionales representa un factor clave para la implementación de una Ventanilla Única, al permitir la comunicación eficiente entre las entidades participantes y con los sistemas de otros países” (Gálvez 2024, 12). La diferenciación jerárquica como mecanismo para reducir la fragmentación institucional en la que gravita el comercio electrónico latinoamericano se ve reflejado no solo porque el artículo 4.30 sobre facilitación del comercio y cooperación aduanera de la AP se inscribe formalmente dentro de un régimen comercial más amplio, sino también porque se plantea una secuencia en las negociaciones que permite reducir las potenciales inconsistencias técnicas.

La AP puso a interoperar sus ventanillas únicas con la emisión de certificados de origen y fitosanitarios entre los cuatro países en tan solo un año (2016-2017). En ese proceso, la orquestación del BID ha sido clave como un mecanismo de manejo de la complejidad. Dado que la AP no cuenta con una secretaría técnica que dé continuidad y prioridad a sus iniciativas de cooperación, ha sido el BID el que promovió que el tema se mantuviera como una prioridad en la agenda de trabajo del grupo desde su creación. El organismo internacional no solo le ha proveído de financiamiento económico al grupo, sino también de asesorías técnicas dada la alta especialización requerida sobre la materia y un plan operativo que ha propiciado la intervención del sector privado.

El desarrollo del tema sobre comercio electrónico en el Protocolo Adicional fue solo el principio para su posterior ampliación en la agenda del grupo (Alianza del Pacífico 2015b y 2016). Primero, se consideró la creación de un órgano operativo de los mandatos del bloque a través del Sub Grupo Agenda Digital, creado el 2016, luego, con el impacto que originó el COVID-19 en el comercio regional, la AP planteó una hoja de ruta para la creación de un mercado digital regional, sumando nuevos tópicos del CPTPP, como los asuntos ligados a la ciberseguridad para explorar mecanismos de prevención del riesgo y mitigación del impacto ante ciberataques en sus sistemas financieros y mercados de capitales (Alianza del Pacífico 2021).

La progresiva ampliación y profundización de la agenda digital de la AP en general y del comercio electrónico de manera específica, en interconexión con la gobernanza global de datos, ha llevado a que el bloque funcione como un laboratorio de políticas digitales para América Latina. A través de la Red de Gobierno Electrónico de América Latina y el Caribe (RedGEALC), que funciona bajo la secretaría técnica de la OEA, el asesoramiento técnico del BID, y la Red Interamericana de Ventanillas Únicas de Comercio Exterior (RedVUCE) que opera bajo la orquestación del BID, el bloque ha socializado sus avances y retos en la materia como una manera de manejar la complejidad institucional de la región. El gráfico 3, a continuación, muestra la conexión regional de la AP, la CAN y el Mercosur circunscrita a redes de políticas.

Nota: las líneas indican vinculación; las flechas unidireccionales indican membresía.

Fuente: elaboración propia.

Gráfico 3. Conexiones regionales  

Nosotros somos vistos como un programa piloto…La idea es que, si funciona en el bloque, entonces podemos comenzar a establecer la interoperabilidad con el Mercosur, la RedGEALC y la Unión Europea, un objetivo que plantea la interconexión del comercio electrónico latinoamericano, sin descartar su asociación con bloques externos. (Entrevista con un funcionario público del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, 23 de mayo de 2022)

A pesar de los avances alcanzados por la AP para conformar un mercado digital, cuando esa perspectiva se traslada al ámbito latinoamericano, la realidad enfrenta diversos desafíos.

Si bien el traslape de agendas y membresías de la AP con el T-MEC por la presencia de México en ambos bloques no ha representado un reto para impulsar el comercio electrónico dado que comparten las reglas seguidas por el CPTPP, la membresía de Chile en el DEPA lo ha hecho parcialmente. Aquí no se hace presente el mecanismo de diferenciación horizontal a partir del cual se disminuyen las posibilidades de competencia entre actores o instituciones cuando manejan una distancia funcional. Aunque el Acuerdo no ha planteado diferencias sustantivas con los estándares regulatorios manejados por la AP, su proyección está orientada hacia el Asia Pacífico y no para Latinoamérica (Rebolledo 2021a). Eso implica que el objetivo del DEPA, y particularmente de Chile, se centra en generar un marco adecuado para que las empresas puedan exportar sus servicios y productos digitales hacia mercados que no necesariamente formen parte de la región; tal es así que Corea del Sur se adhirió al Acuerdo en 2023, mientras que Canadá y China solicitaron su incorporación. Adicionalmente, teniendo en cuenta que la AP no posee una burocracia internacional establecida en una sede propia, quienes se encargan del diseño e implementación de los acuerdos del grupo no desarrollan con exclusividad esas tareas. De esa forma, la conformación de un mercado electrónico del Asia Pacífico mediado por el DEPA a partir del ingreso de otro de los socios de la AP, como en el caso del Perú que ha solicitado formar parte del acuerdo, podría propiciar una competencia con su símil latinoamericano por la concentración de recursos humanos. Tanto el “Módulo 7. Identidad digital”, como el “Módulo 8. Tecnologías y tendencias emergentes”, el “Módulo 9. Innovación y la economía digital”, el “Módulo 10. Cooperación entre las pequeñas y medianas empresas” y el “Módulo 11. Inclusión digital” manejan principios de cooperación entre las economías signatarias del acuerdo, al igual que la AP dentro de esos mismos ámbitos (Rebolledo 2021b). En conclusión, las que finalmente llevarían adelante esa tarea serían las mismas agencias gubernamentales enfocadas en el comercio y política exterior de los países miembros.

b. Mercado Común del Sur (Mercosur)

El Mercosur no constituye una organización de bajo costo con las características que posee la AP, pero tampoco se ha establecido como una entidad supranacional como la CAN. Es una unión aduanera imperfecta que opera desde 1991 bajo decisiones que deben tomarse por consenso dentro de sus órganos superiores y con una Secretaría Administrativa con funciones operativas y técnicas de acompañamiento, lo que constituye un secretariado débil; a diferencia de la CAN, cuya Secretaría General tiene un rol más ejecutivo, por lo que es considerada como un secretariado fuerte (Filadoro 2008).

Ha sido constituida como una organización intergubernamental, por lo que ha dependido del interés de sus jefes y jefas de Estado para impulsar sus interconexiones con la gobernanza regional y global digital. De esa forma, no ha sido de interés para sus miembros formar parte de las negociaciones del CPTPP ni tampoco de APEC dado que su principal proyección económica internacional se orienta hacia el Atlántico y no hacia el Pacífico. Sin embargo, sí manifestaron interés, en su momento, por formar parte de las negociaciones del ALCA, desde donde se empezó a forjar una red de actores especializados en comercio electrónico (ALCA 1999). El fracaso del ALCA en 2005, así como la paralización de las negociaciones que de manera paralela mantuvo el bloque sudamericano con la UE a principios del siglo XXI, limitaron las posibilidades de forjar una red de actores especializada en comercio electrónico que contribuyera al manejo de la complejidad institucional regional y también el desarrollo de una propuesta articulada sobre la materia. A pesar de ello, algunos avances se gestaron, pero de manera desarticulada. En 2004 el grupo estableció un acuerdo de intercambio de información relacionado con el tránsito de mercaderías a través de sus fronteras denominado Sistema Informático de Tránsito Internacional Aduanero (SINTIA), pero que no fue usado de manera integral por todos sus miembros. Asimismo, impulsó el Sistema de Intercambio de Información de los Registros Aduaneros (INDIRA), un mecanismo informático que sirve para que sus aduanas compartan información de manera automática, accediendo a sus bases de datos en línea y en tiempo real. Además, asuntos como los derechos a la información del consumidor, validez de certificados de origen digital, eficacia de los contratos electrónicos y la firma electrónica avanzada se mantuvieron vigentes, pero desconectados entre ellos, hasta la creación del Grupo de Agenda Digital (GAD) en el año 2017 (Thorstensen y Delich 2021, 244).

Luego de siete años de paralización, la reactivación del tema alcanzó el establecimiento de una agenda digital. Ello se produjo en el marco del diálogo establecido entre el Mercosur y la AP y el impulso que tomó el relanzamiento de las negociaciones de un Acuerdo de Asociación Estratégica entre el Mercosur y la UE que contempla disposiciones sobre comercio electrónico, pero que se mantuvo sin ratificación al finalizar el 2023.

La AP y el Mercosur iniciaron la búsqueda de acciones de cooperación en 2014, a partir de lo cual se firmó un Plan de Acción Conjunto (Alianza del Pacífico 2018) que incluyó la interoperabilidad de las VUCE entre los dos bloques. La iniciativa orquestada financiera y técnicamente por la Cepal y el BID se planteó como un mecanismo para el manejo de la complejidad con el objetivo de mejorar la interacción institucional regional, pero perdió fuerza luego del inicio del gobierno de Alberto Fernández en Argentina en 2019, quien descartó que el fortalecimiento de los vínculos entre ambos grupos sea una prioridad en su agenda (a diferencia del acuerdo con la UE). A pesar de ello, el objetivo de poner a interoperar las VUCE del Mercosur ya se había introducido en la agenda del bloque no solo por el referente que se estableció con la AP, sino también porque la idea de una ventanilla única global se consideró en el acuerdo entre la UE y el Mercosur dentro de un diálogo que se forjó al amparo de un amplio debate multilateral sobre la materia,7 no ajeno a los miembros del Mercosur. Ello permitió que los avances alcanzados en el Mercosur se vinculen jerárquicamente a un régimen comercial mayor y se reduzcan las posibilidades de inconsistencias legales e influencia de estados más poderosos que persigan sus intereses propios.

Poco antes de la asunción de Fernández a la presidencia argentina, el bloque suscribió el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio del Mercosur. Dentro de esa línea, se han alcanzado algunos avances bilaterales, como el intercambio de certificados de origen digital entre Paraguay y Uruguay (el plan piloto empezó en 2019), así como la primera versión del documento “Definición del concepto de interoperabilidad de las VUCE para el Mercosur” en 2021. Otro avance ha sido el lanzamiento de la plataforma BConnect a fines de 2020 que conectó las aduanas de los países miembros para el intercambio de información de Operadores Económicos Autorizados (OEA), que hace referencia a una red de empresas certificadas a nivel nacional aptas para gozar de beneficios en trámites aduaneros. Sin embargo, al finalizar el 2023, el grupo aún no había ratificado el acuerdo de facilitación y tampoco alcanzaba la interoperabilidad de sus VUCE (ALADI 2023).

La regulación del comercio de datos también ha presentado problemas de implementación. Si bien uno de los pasos clave que ha dado en esa materia fue la aprobación del Acuerdo sobre el Comercio Electrónico del Mercosur (Mercosur 2021), solo había entrado en vigor para Paraguay y Uruguay al finalizar el 2023. El texto contiene una serie de disposiciones en materia de la transferencia transfronteriza de informaciones; la protección de datos personales; la no imposición de aranceles a las transmisiones electrónicas; la localización de instalaciones informáticas; la protección al consumidor en línea; el libre acceso y uso de internet, así como las disposiciones para celebrar contratos por medios electrónicos y a la firma electrónica. Se trata de ámbitos compatibles con los modelos regulatorios impulsados por los Estados Unidos y la UE, con excepción de los dos primeros puntos. Para el Mercosur, en sintonía con la regulación europea y alejada de las normativas del CPTPP, la transferencia transfronteriza de información y la protección de datos personales debe partir del principio general del consentimiento previo por parte de los usuarios en cuanto a la recolección, tratamiento y almacenamiento de sus datos. Aunque el Acuerdo de Asociación Estratégica entre el Mercosur y la UE no estableció esos compromisos, formó parte de sus discusiones de una agenda no tradicional desde el 2016. Aquí no se presenta una secuenciación de acuerdos, pero sí de negociaciones que ha podido ayudar a generar una menor fragmentación institucional entre el bloque sudamericano y el referente europeo. Sin embargo, al no seguir la misma secuencia normativa registrada por la AP, pone límites entre ambos bloques.

Si bien el documento cumplió con el objetivo de establecer un marco jurídico común entre los socios del Mercosur, una futura armonización regulatoria con la AP se vería limitada por las incompatibilidades que se generan en lo que respecta en el tratamiento a los datos personales: el primero ligado a la gobernanza europea y el segundo al modelo impulsado por los Estados Unidos a través del CPTPP.

c. Comunidad Andina (CAN)

Colombia y Perú, dos miembros de la AP, también lo son de la CAN, en la que comparten el espacio con Ecuador y Bolivia. Aunque no descartaron su permanencia en el grupo andino para conformar un nuevo esquema regional a principios de la segunda década del siglo XXI, optaron por cambiar de escenario para agendar nuevas iniciativas aún poco reguladas en la gobernanza del comercio internacional, entre ellas, el comercio electrónico. De esa manera, se estableció una diferenciación funcional entre ambos bloques; considerado necesario por Colombia y Perú debido al contexto de crisis institucional que atravesó el bloque andino a principios del nuevo milenio. Algunas de las pocas iniciativas impulsadas por la CAN durante ese periodo se produjeron bajo la orquestación técnica y financiera de la UE; estas se enfocaron en la promoción del uso de firmas digitales o electrónicas, así como la emisión de certificados digitales como medidas para facilitar el comercio.8

Aunque la Decisión 571 instruyó a la Comisión de la Comunidad Andina la aprobación de normas para facilitar el comercio aduanero en 2003, la Decisión 770, emitida ocho años después, recién estableció la necesidad de elaborar un plan estratégico que diera respuesta a las demandas de facilitación que requería el comercio en materia aduanera. Dada la nula participación del sector privado en la agendación e implementación de iniciativas regionales enfocadas en la facilitación del comercio y la limitada presencia de cuadros técnicos al interior de la CAN, dentro de lo que implicaba la conformación de redes de políticas, ha sido clave para el grupo contar con la orquestación de la UE para identificar las principales problemáticas y sumar avances durante un contexto de crisis institucional interna. Recordemos, además, que ello se vio potenciado debido a las negociaciones que en paralelo ocurrían en la OMC (2004-2013) para fijar un acuerdo de facilitación del comercio.

La suscripción de la iniciativa de cooperación INTERCAN I suscrito con la UE en 2009 tuvo como objetivo fortalecer las capacidades institucionales de la CAN en la implementación de la normativa comunitaria. Bajo una figura de orquestación, el bloque europeo no solo proveyó financieramente a la CAN para mejorar la interconectividad de las administraciones aduaneras, sino también a nivel técnico para la identificación y diseño de los temas a gestionar e, incluso, operativo a través del Centro Andino para la Implementación de Políticas de Integración Regional (CAIPIR). Ante los problemas de implementación normativa por parte de la Secretaría General, se creó un grupo de trabajo compuesto por cuatro expertos, cada uno actuando en representación de los miembros de la CAN, cuya principal función fue la elaboración y aplicación, en coordinación con los gobiernos nacionales, de las decisiones alcanzadas por el grupo andino (Cortázar 2012, 153). De esa forma, no se formó una red de actores, sino un grupo de expertos que operaba de manera ad hoc y por tiempo limitado para alcanzar sus objetivos. Mayores avances en la facilitación del comercio electrónico se produjeron diez años después de la primera iniciativa, superada su etapa de crisis institucional.

Se vio la necesidad de impulsar todo el tema de comercio electrónico, digitalización, trámites aduaneros, medidas sanitarias o reconocimiento de instituciones de lado y lado, dados los avances que se venían generando en la gobernanza global y regional del comercio electrónico. (Entrevista con un Parlamentario Andino (2016-2021) y promotor de la agenda digital andina, 13 de mayo de 2022)

El papel de orquestador ejercido por la CAF ha sido clave en ese proceso. El apoyo técnico y financiero que proveyó este organismo -y que tuvo como base operativa fundacional a la propia CAN- ha sido central para establecer las bases de un mercado digital andino e impulsar su proyección latinoamericana. En noviembre de 2021, la Secretaría General de la CAN y la CAF firmaron un convenio para implementar el proyecto “Interoperabilidad Comunitaria Andina-INTERCOM”, el cual ha planteado facilitar y digitalizar el comercio exterior entre los países miembros a través de la interoperabilidad de las VUCE. El acuerdo, que propone el intercambio de información entre las administraciones aduaneras de sus países miembros en tiempo real, incluye la implementación de una infraestructura digital, estandarizada y unificada, con la que se buscan reducir los costos de transacción, simplificar los trámites de comercio exterior e incrementar y agilizar el intercambio comercial de las pymes. La iniciativa adopta las recomendaciones emitidas por la OMA, UN/CEFACT y el Acuerdo de Facilitación del Comercio de la OMC (OMC 2017), al igual que lo hizo la AP y el Mercosur, manteniendo en línea una diferenciación jerárquica bajo un régimen comercial más amplio. Fue impulsada por la Secretaría General de la CAN desde 2019 como un asunto prioritario para facilitar el comercio electrónico y en menos de dos años se aprobó su implementación, contemplando finalizar en diciembre de 2024.

A pesar de los avances en la facilitación del comercio electrónico en la CAN, el establecimiento de su marco regulatorio presenta un progreso lento. El tema fue agendado en 2019, a partir del relanzamiento del Consejo Presidencial Andino que estableció una agenda prioritaria de trabajo, pero ha sido recién en 2021 que se instaló el Grupo ad hoc de Comercio Electrónico que tiene como objetivo armonizar lineamientos entre sus miembros considerando las distintas regulaciones que cada uno de ellos mantiene vigente, con lo cual se maneja como criterio la idea de respetar la secuenciación de acuerdos como mecanismo para reducir las potenciales inconsistencias legales que se puedan producir con los acuerdos suscritos previamente por sus miembros; sobre todo, para los casos de Colombia y Perú que también forman parte de la AP. Si bien para finales de 2023 no existía un acuerdo concreto sobre la materia, se pueden observar las distintas aproximaciones que el grupo ha generado con la gobernanza mundial de datos.

Por un lado, existen acuerdos vigentes entre la UE y tres de los miembros del grupo andino (no incluye Bolivia) que contemplan un capítulo sobre comercio electrónico, pero el controversial tópico sobre protección de datos personales no ha sido plasmado bajo compromisos concretos ni incluyó el flujo transfronterizo de datos. No obstante, sí consideró asuntos como reconocimiento de certificados de firmas electrónicas y promoción del comercio sin papel que están más ligados a la facilitación del comercio. Por el otro, Colombia y Perú mantienen una regulación vigente que proviene del CPTPP, debido a su membresía en la AP. Finalmente, en cuanto al modelo chino, no se ha producido competencia. El gigante asiático adoptó en 2021 una ley de protección de la privacidad en internet que sigue parcialmente el modelo trabajado por la UE, y dos años después suscribió un TLC con Ecuador que dejó libre los criterios de aplicación de ese tema a la normativa doméstica de los países firmantes. En cuanto al controvertido tópico sobre flujo transfronterizo de datos, que no ha estado presente en la actualización del TLC Chile-China (2019) y sí en el acuerdo adoptado con Ecuador, su implementación depende de la colaboración en proyectos que establezcan las partes. Con ello, Ecuador no tendría problemas para cumplir con las disposiciones que alcance la CAN. Dentro de esta complejidad institucional, un eventual acuerdo sobre comercio electrónico en la OMC permitiría un cierto manejo de esta bajo la secuencialidad de acuerdos; pero no necesariamente una diferenciación jerárquica para reducir la influencia de estados poderosos, ya que los tópicos más controversiales se han excluido de su documento final.

En la tabla 1 se identifican los marcos regulatorios que operan en los tres bloques. En la tabla 2, a diferencia del campo anterior, para la interoperabilidad de las VUCE se ha identificado la presencia de orquestadores como impulsores de esa iniciativa.

Tabla 1. Avances en la regulación sobre comercio electrónico en la AP, la CAN y el Mercosur 

Tópico AP CAN Mercosur
Marco regulador del comercio electrónico No
Agendación 2012 2019 2016
Implementación efectiva 2016 - 2023 (parcial)
Referentes extra o intrarregionales* Estados Unidos - Unión Europea
Principal impulsor - - -

Nota: *Se ha considerado el tratamiento al principio de libertad en las regulaciones sobre protección de datos personales y transferencia transfronteriza de datos para establecer la orientación de los bloques.

Fuente: elaboración propia.

Tabla 2. Avances en la interoperabilidad de las VUCE en la AP, la CAN y el Mercosur  

Tópico AP CAN Mercosur
Interoperabilidad de las VUCE No No
Agendación 2012 2019 2014
Implementación efectiva 2017 2024 (proyección) No vigente
Referentes extra o intrarregionales OMA, UN/CEFACT OMA, UN/CEFACT OMA, UN/CEFACT AP/UE
Principales impulsores BID Secretaría General / CAF Secretaría Administrativa/ BID/Cepal

Fuente: elaboración propia.

Conclusiones

El estudio ha mostrado el creciente interés entre los países latinoamericanos por desarrollar una agenda sobre comercio electrónico a nivel regional, de manera particular por parte de la AP, la CAN y el Mercosur. Ante la pregunta, ¿bajo qué condiciones el sistema latinoamericano de gobernanza compleja ha facilitado o limitado la cooperación regional para el desarrollo de un mercado digital regional?, el análisis comparado de los tres esquemas de referencia demuestra que, dentro de sistemas con una creciente densidad y variedad institucional, como se observa en el comercio electrónico de América Latina, la cooperación regional se puede ver facilitada cuando se activan tres mecanismos promotores de dinámicas de colaboración y coordinación entre distintas instituciones y actores. Frente a su ausencia, se potencia la ineficacia en la implementación de acuerdos y también la fragmentación regional.

La diferenciación jerárquica, la diferenciación funcional y el manejo de la complejidad han sido planteados como mecanismos que ayudan a reducir la fragmentación institucional en la que opera el comercio electrónico latinoamericano. En términos generales, se evidencia que uno de los principales impedimentos para la conformación de un mercado digital latinoamericano es el fraccionamiento de reglas sujetos a referentes extrarregionales, particularmente proveniente de Estados Unidos, la Unión Europea y en menor medida de China. Si bien el acuerdo sobre comercio electrónico negociado en el marco de la OMC puede constituir un mecanismo de diferenciación jerárquica al reducir la influencia de Estados más poderosos en temas como la autenticación electrónica, protección del consumidor online, ciberseguridad y protección de datos personales, esta investigación no puede plantear con certeza que tales regulaciones logren integrar la normativa de la OMC dado que excede su marco temporal. Incluso, si se lograra ese objetivo, aspectos centrales como la localización de datos, el código fuente y el flujo transfronterizo de datos que no son contemplados en ese acuerdo podrían quedar sujetos a los intereses manejados por países más poderosos potenciando la fragmentación regulatoria.

Por el contrario, dentro del ámbito de facilitación del comercio, en lo que respecta al componente sobre VUCE, los estándares planteados en distintas normativas internacionales han activado el mecanismo de diferenciación jerárquica de dos maneras; primero, al inscribir dentro de un régimen mayor los acuerdos adquiridos en el ámbito regional y bajo una secuenciación entre las negociaciones y acuerdos que permitió adquirir referentes comunes para los casos estudiados. Asimismo, la complejidad institucional en la que se ubica el comercio electrónico latinoamericano se vio reducida cuando se evidenció la presencia de orquestadores y redes de políticas que han impulsado no solo una mayor armonización regulatoria, sino que también han potenciado la implementación de las iniciativas adquiridas.

Dentro de los avances alcanzados por cada uno de estos esquemas, se observó que prestarle atención a los referentes intrarregionales y extrarregionales, así como a los impulsores de las agendas, ha sido útil para explicar los resultados mostrados por cada uno de los casos de estudio. De los tres esquemas regionales latinoamericanos, la AP es la organización que presenta mayores interconexiones extrarregionales, lo que se condice con su alto índice de apertura económica. Ello presenta resultados mixtos al respecto del caso. Por un lado, la AP ha requerido de un tiempo más corto para implementar un marco regulatorio sobre comercio electrónico que los otros casos de estudio debido a que el TPP funcionó como un fuerte referente extrarregional -esto debido a la red común de negociadores que se estableció entre ese acuerdo y el Protocolo Comercial de la AP-, lo que facilitó que la secuenciación de normativas funcionara como un mecanismo de diferenciación jerárquica. De esa forma, el traslape producido entre ambos acuerdos impulsó que la AP genere avances en el desarrollo de su agenda de manera temprana en la región. Por el otro, la superposición entre la AP y el DEPA por la membresía de Chile e intención del Perú para su ingreso podría limitar la conformación de un mercado digital en América Latina debido a la ausencia de una diferenciación horizontal en las funciones adquiridas. La AP, constituida como una organización de bajo costo, carece de una burocracia internacional establecida por lo que, de seguir ampliándose las membresías compartidas, las agencias gubernamentales domésticas encargadas de gestionar esos temas tendrían que tomar decisiones sobre qué agendas priorizar y en qué espacio hacerlo. Dentro del ámbito de facilitación del comercio, para la AP, con un diseño de bajo costo y sin una secretaría técnica en su organigrama que garantice la continuidad de un tema dentro de su agenda de trabajo, el papel orquestador del BID ha sido fundamental para lograr una implementación efectiva de la interoperabilidad de sus VUCE en tan solo un año. Ha funcionado como un mecanismo de manejo de la complejidad institucional que se vio potenciado con la presencia de la RedVUCE. Además, un importante facilitador de la cooperación regional fue la diferenciación jerárquica que se estableció con la normativa internacional competente en la materia.

Sin embargo, se presenta como un desafío un posible vínculo entre la AP y el Mercosur. No solo porque el acuerdo sobre comercio electrónico del Mercosur ha planteado una secuencia jerárquica con las regulaciones establecidas en la UE y no con el CPTPP, sino también porque la ausencia de mecanismos facilitadores de la cooperación regional ha limitado la implementación de su acuerdo sobre comercio electrónico. Si bien el BID y la Cepal orquestaron una mejor interacción institucional entre ambos bloques, este tema perdió relevancia frente al cambio presidencial en Argentina, lo que refleja la fragilidad del diseño institucional del grupo conosureño frente a los giros políticos.

Aunque el impulso a la interoperabilidad de las VUCE se mantuvo dentro de la agenda de trabajo del Mercosur y formó parte de un acuerdo sobre facilitación del comercio que tomó como referentes extrarregionales las recomendaciones y compromisos adquiridos de la normativa internacional bajo un mecanismo de diferenciación jerárquica, no se tiene previsto el inicio de sus operaciones dado que el acuerdo no ha sido ratificado por sus países signatarios. El Mercosur, a diferencia de la AP, no ha contado con un mecanismo de manejo de la complejidad, como redes de políticas o la orquestación sostenida de un organismo internacional que impulse la interacción al interior del grupo. En cambio, ha manejado su agenda a través de la gestión de una Secretaría Administrativa que se mantiene bajo una directriz política. Por lo contrario, para la CAN, la presencia de una Secretaría General fuerte con funciones de ejecución de decisiones comunes, junto a la orquestación proveída por la CAF, ha logrado avances sustantivos en la facilitación del comercio en lo que respecta al desarrollo de su proyecto INTERCON.

Sobre la regulación de su comercio electrónico, es difícil definir el referente extrarregional que adoptará la CAN, ya que aún no tiene una fecha previsible para concluir el diseño de ese marco regulatorio, ni mucho menos su implementación efectiva. Por lo pronto, no se prevé que el acuerdo firmado por Ecuador con China interfiera con los compromisos vigentes que los otros dos miembros de la CAN, Colombia y Perú, mantienen dentro del marco de la Alianza del Pacífico (bajo una regulación similar a la del CPTPP), esto debido a las reglas minimalistas establecidas en el acuerdo bilateral suscrito con el país asiático. De esa forma, la diferenciación jerárquica bajo acuerdos secuenciales y membresías compartidas abren mayores perspectivas para que la AP y la CAN logren en el futuro armonizar sus regulaciones en pro de un mercado digital latinoamericano. De la misma manera que existen mayores facilidades para que la AP y la CAN avancen hacia una previsible interoperabilidad de sus VUCE una vez que la CAN alcance la implementación efectiva de su iniciativa.

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* Me gustaría agradecer a Detlef Nolte por sus valiosos comentarios y el papel que tuvo en el desarrollo de esta investigación. Mi agradecimiento también a Amy Below y a los revisores anónimos por sus acertadas observaciones para la mejora de este manuscrito. Una versión preliminar de este documento fue presentada en The Emerging Latin American and Caribbean Scholar Forum, ISA Annual Convention, Montreal, 14 de marzo del 2023, a partir del cual se obtuvo el premio “Latin American and the Caribbean Early Career Scholar Award 2024”, ISA-LAC Region. Una versión revisada también se expuso en la ISA Latin America & Caribbean Region Conference, Bogotá, 13 de septiembre del 2023, que mereció una subvención económica proveída por el Fondo de Apoyo a la Investigación (FAI) 2023 de la PUCP.

1En octubre de 2023, Estados Unidos planteó un giro en torno a su política regulatoria sobre comercio electrónico con respecto a tres componentes presentes en las negociaciones impulsadas por la OMC desde el 2019 para suscribir un Acuerdo sobre Comercio Electrónico: prohibir los requisitos nacionales para la localización de datos y las revisiones al código fuente, así como permitir el libre flujo transfronterizo de datos. Según la representante de Comercio de ese país, Katherine Tai, su Gobierno requería generar una revisión interna para establecer, posteriormente, una posición internacional.

2La definición del acuerdo se alcanzó en julio del 2024. A pesar de haber participado de las negociaciones, Estados Unidos no lo suscribió al igual que los otros ocho miembros que estuvieron presentes en la etapa de deliberación. Para que el acuerdo ingrese a la normativa de la OMC, se requiere el consenso de todos sus miembros.

3El índice de apertura comercial se calcula como el cociente entre los flujos comerciales (la suma de las exportaciones e importaciones) y el producto interno bruto.

4La elaboración de este gráfico contó con el apoyo de Álvaro Zárate, economista de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

5La Organización Mundial de Aduanas (OMA) y el Centro de las Naciones Unidas para la Facilitación del Comercio y el Comercio Electrónico (UN/CEFACT) han abordado el tema desde principios del siglo XXI.

6Se trata del Acuerdo sobre facilitación del comercio de la OMC que incluye el compromiso de todos sus participantes de establecer una VUCE. Se encuentra vigente desde el 2017.

7OMA, UN/CEFACT, Acuerdo sobre Facilitación del Comercio de la OMC (2017).

8La Decisión 571 de 2003 y la Decisión 775 de 2012 ofrecen algunos avances al respecto.

CÓMO CITAR: Castro-Silva, Julissa. 2025. “La gobernanza regional compleja del comercio electrónico latinoamericano: una perspectiva comparada de la Alianza del Pacífico, la Comunidad Andina y el Mercosur”. Colombia Internacional 121: 155-186. https://doi.org/10.7440/colombiaint121.2025.06

Recibido: 22 de Junio de 2024; Aprobado: 01 de Octubre de 2024

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