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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.28 Bogotá Jan./June 2008

 

Capitalismo cognitivo, trabajo informacional y un poco de música*

Cognitive capitalism, informational work and some music

Mariano Zukerfeld**

* Este artículo combina producciones enmarcadas en el grupo de trabajo Ubacyt S105, avances de una tesis doctoral financiada por la beca del Conicet y algunos años de actividad como músico, carentes –por cierto– de todo apoyo económico.

** Magíster en Sociología y Ciencia Política, Flacso. Actual doctorando en Ciencias Sociales, Flacso. Docente de la cátedra Informática y Relaciones Sociales de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Responsable del fracaso de varias bandas de jazz, blues y folclore argentino. E-mail: marianozukerfeld@gmail.com

ORIGINAL RECIBIDO: 22-I-2008 – ACEPTADO: 10-II-2008


Este artículo está organizado en torno a tres secciones. En la primera, se presenta un resumen de nuestro marco teórico para pensar el capitalismo cognitivo, centrado en el concepto de bienes informacionales. En la segunda, utilizando los datos de un estudio de campo, se aplican las categorías esbozadas para caracterizar algunos aspectos del trabajo de los músicos en la actualidad. Finalmente, se extienden las ideas surgidas de la sección anterior y se propone la noción de trabajo informacional para pensar la forma de trabajo que distingue a la presente etapa.

Palabras clave: capitalismo cognitivo, bienes informacionales, trabajo informacional, conocimiento, tecnologías digitales, música.

Este artigo é organizado em três seçãos. A primeira mostra uma apresentação breve de nosso marco teórico no Capitalismo Cognitivo, baseada no conceito de Bens Informacionais. A segunda, usando os dados de um trabalho do campo, examina as categorias propostas a fim de caracterizar alguns aspectos do trabalho dos músicos no presente. Por fim, desenvolve-se estas idéias em uma definição do Trabalho Informacional para pensar o tipo do trabalho que distingue a etapa atual.

Palavras-chaves: capitalismo cognitivo, bens informacionais, trabalho informacional, conhecimento, tecnologias digitais, música.

This paper is structured as follows. The first section shows a brief presentation of our theoretical framework on Cognitive Capitalism, based on the concept of Informational Goods. The second, using fieldwork results, examines the proposed categories in order to characterize some aspects of musicians' labor at present. Finally, these ideas are broadened into a definition of Informational Labor, given to think the type of labor that distinguishes the present stage.

Key words: cognitive capitalism, informational goods, informational labor, knowledge, digital technologies, music.


Introducción

El objetivo principal de este texto es proponer la hipótesis de que la categoría de trabajo informacional puede ser útil para pensar las actividades laborales típicas de la presente etapa del capitalismo. Sin embargo, esa hipótesis sólo puede formularse luego de dos pasos previos, que se convierten en objetivos secundarios. El primero consiste en esbozar el marco más amplio que venimos elaborando hace algunos años para pensar el capitalismo cognitivo. Como se verá, la categoría de trabajo informacional no puede presentarse escindida de las herramientas teóricas que la encuadran. La primera sección de este texto, en consecuencia, exhibe un marco teórico que integra una tipología del conocimiento, el concepto de bienes informacionales y una de las posibles formas de entender el mentado capitalismo cognitivo. Aunque se trata de un esquema que hemos publicado varias veces, seguramente resulte desconocido –y, al principio, difícil– para los lectores de la revista NÓMADAS. Pedimos paciencia: condensa cientos de páginas de avances de una tesis doctoral. Esperamos, a cambio, ofrecer ideas que puedan conducir a aplicaciones distintas de las que se abordan en estas páginas. En este sentido, cabe aclarar que el texto pretende acompañar los reparos a los conceptos existentes con propuestas alternativas. Preferimos siempre los riesgos de exponer esas propuestas –la interpretación errada o la refutación justa– a la comodidad estanca de la crítica pura: apostamos, así, a que desde Latinoamérica hagamos algo más que adicionarles parches, "peros" y datos a las teorías que importamos. Por otra parte, el segundo paso previo a la formulación de la categoría de trabajo informacional es más modesto y, a diferencia del esquema respecto del capitalismo cognitivo, es un puro insumo. Se trata de recoger algunas ideas surgidas de una investigación cualitativa respecto de las particularidades que presenta la actividad laboral de los músicos en la presente etapa del capitalismo1. A esta tarea está dedicada la segunda sección. Es importante remarcar que la utilización que se hace aquí de dicho trabajo de campo no tiene intenciones de reflejar la totalidad de los resultados obtenidos, ni de generalizar las reflexiones hechas para ninguna población, por más pequeña que ella sea. El trabajo de campo se usa aquí ante todo para poner en movimiento las categorías teóricas, para dialectizar los conceptos. Nos permite ver cómo algunos no encajan con los datos y nos invita a construir otros. Nos lleva, ni más ni menos, que a ensayar hipótesis, a pensar tendencias que vayan por debajo y más allá de los límites del trabajo de campo. En el caso de este artículo, estas hipótesis no tienen por fin narrar las penas y las glorias de los trabajadores musicales, sino rastrear aquellos aspectos de su actividad que los hermanan con otras labores surgidas o en transformación en la actual etapa del capitalismo. Lejos de describir las particularidades de los músicos, buscamos resaltar lo que hay en sus actividades presentes de inespecífico, aquello que les ha traído el capitalismo cognitivo y que nos permite apuntar algunos indicios respecto de lo que llamaremos trabajo informacional. A formalizar esta categoría hipotética consagramos la tercera sección del texto. En ella la definimos y presentamos cuatro de sus características. Así, complementamos las ideas vinculadas al material sobre los músicos con el ejemplo de un tipo de trabajo que está en sus antípodas –y hacia el cual se dirige nuestro próximo trabajo de campo–: el que realizan los teleoperadores de los call centers2. La idea obvia es que los aspectos comunes de actividades tan opuestas posiblemente nos estén hablando de rasgos profundos del trabajo en el capitalismo cognitivo.

Repensando el concepto de capitalismo cognitivo: una propuesta

Desde mediados de la década del setenta el sistema capitalista mundial exhibe de manera nítida un conjunto de profundas transformaciones. Junto con ellas, van ganado visibilidad aparatos conceptuales destinados a interpretarlas. De manera tímida, primero, y abrumadora, después, comienzan a surgir nombres para la nueva etapa3. Nombres sumamente dispares en relación con la sistematicidad de las formulaciones que los sustentan, con las vocaciones políticas que los insuflan y, especialmente, con los aspectos del nuevo período que enfatizan. Pero a partir de mediados de los años noventa se estabiliza como hegemónica la perspectiva asociada con una noción: la de s ociedad del conocimiento. Y lo hace al menos en cuatro campos semánticos decisivos: la economía, los medios de comunicación, los organismos internacionales y las políticas públicas. No tenemos espacio aquí para caracterizar tal noción y repasar las cuantiosas críticas que merece4. Basta mencionar que algunas de ellas se desprenden del violento carácter ideológico –en el sentido más tosco del término– que la anima: en cualquiera de sus versiones oculta la especificidad capitalista de la etapa actual, naturalizando una circunstancia histórica y silenciando los conflictos que la constituyen. Por eso, una de las bases más poderosas del concepto de capitalismo cognitivo5 (Boutang, 1999; Rullani, 2000; Blondeau, 1999; Corsani, 2003) radica en su capacidad de ejercer una fuerte crítica a la pretendida neutralidad de categorías como sociedad del conocimiento. Sin embargo, pese a la fertilidad que posee, varias de las formulaciones conocidas de la noción de capitalismo cognitivo presentan sus propias limitaciones. La primera de ellas, sorprendentemente, la hermana con la de sociedad del conocimiento: al definir el momento presente en relación con la centralidad económica asumida por el conocimiento, ambos términos permanecen ciegos al hecho de que todas las formas de organización productiva a lo largo de la historia de la humanidad podrían caracterizarse de ese modo. Que en los últimos años se haya comenzado a prestar atención al papel que ocupa el conocimiento en los procesos productivos, no quiere decir que la eficacia empírica de éste se haya puesto en marcha al compás de ese interés. En la agricultura neolítica, el artesanado medieval o la fábrica fondista, el conocimiento tenía efectivamente una función tan importante como la que se le concede en la actualidad6. Para decirlo de manera simplificada, uno de los errores de algunos de los autores que impulsan la noción de capitalismo cognitivo (continuadora de una tendencia proveniente de Marx y los economistas neoclásicos) es soslayar la importancia de los infinitos conocimientos que subyacen a los procesos productivos manuales, reiterativos y/o físicos. Las manos hábiles del albañil, la cocinera o el músico, no tienen otro timón que el enorme conjunto de saberes hechos carne con los años de labor. De hecho, detrás de la apariencia cosificada de las herramientas, sean éstas palas, ollas o pianos, no sólo se esconde el trabajo que las produjo –y que los marxistas saben reconocer–, también lo hacen, a través de él, astronómicas e ignoradas cantidades de conocimientos colectivos. Esto nos lleva a la segunda limitación de la noción de capitalismo cognitivo, que es la causa de la primera: no conceptualiza con claridad el conocimiento interviniente en los procesos productivos ni sistematiza los diversos tipos que presenta7. Se habla de conocimiento como un ente único y homogéneo, sin distinguir sus variedades y, por ende, sin ver que lo novedoso de la presente etapa es el papel que asume un tipo de conocimiento muy particular. Para intentar superar esas limitaciones, nos abocamos a continuación a presentar una reconstrucción sistemática del concepto en cuestión8. En ella conviven tres operaciones vinculadas a lo anterior: distinguir esa forma particular de conocimiento que entendemos característica del período actual, sistematizar las formas restantes, cuya relevancia para el sistema no es menor por ser añeja y analizar la relación entre una y otras. Pero, empecemos por el principio.

Proponemos definir el conocimiento en su calidad de insumo productivo –en el sentido más amplio posible de este último término– como un tipo de ente que tiene la característica distintiva de que su uso no lo consume, no lo desgasta. Por caso, mientras cualquier rueda en particular tiene una vida útil inexorablemente ligada a la magnitud del uso que se le dé, la idea de rueda (una forma de conocimiento) puede usarse infinitamente sin que su utilidad merme. Llamamos a este rasgo distintivo perennidad del conocimiento9. El desgaste, así, opera sobre los soportes del conocimiento –sobre el objeto que llamamos rueda, sobre el libro en el que el diseño de la rueda ha sido codificado, sobre la mente de los individuos que atesoran tal idea, etc.– y no sobre el conocimiento mismo. Esta idea de soporte, implícita en la noción de perennidad del conocimiento, nos lleva a realizar tres consideraciones. En primer lugar, salta a la vista que el conocimiento sólo puede existir apoyado en algún tipo de soporte. No existe la idea de rueda sin asiento en la conciencia subjetiva, el artefacto giratorio o la representación codificada. De modo que el soporte, en tanto forma corrompible de un contenido perenne, es un mal necesario. En segundo lugar, resulta evidente que el soporte de cualquier conocimiento determina varias de las propiedades que tal conocimiento asume. En este sentido, y siguiendo con el mismo ejemplo, que la idea de rueda exista subjetivamente como representación mental individual, como objetivación en un artefacto determinado o como codificación en un texto, confiere a ese conocimiento posibilidades muy disímiles de, por ejemplo, difundirse, ser considerado eficaz o caer en el olvido. Finalmente, y como consecuencia de lo anterior, parece conducente utilizar los soportes10 como línea divisoria para conformar una tipología de los conocimientos. En cierta medida, pueden verse los distintos tipos como diferentes niveles de agregación del conocimiento, que interactúan entre sí de manera no necesariamente jerárquica o evolutiva. Intuimos que existen cuatro de esos niveles, que exponemos simplificadamente a continuación11.

1. Conocimiento biológico (CSB12): El nivel más elemental en el que existe el conocimiento es el de los flujos de datos codificados que circulan como información genética, nerviosa o endocrinológica en todos los seres vivos. Distinguimos entre los flujos naturales u orgánicos (como la información genética que porta una semilla proveniente de un fruto natural) y los sociales o posorgánicos (como la información genética de una semilla surgida de la manipulación biotecnológica).

2. Conocimiento subjetivo (CSS): es aquél en el que el soporte es la individualidad humana, conciente e inconciente. Cabe distinguir entre conocimientos subjetivos procedimentales (aquéllos que se desenvuelven en un hacer corporal o intelectual) y declarativos (aquéllos que pueden expresarse verbalmente)13. De este modo, la habilidad mental de un carpintero para concebir una mesa o su destreza manual para realizarla son ejemplos del primer tipo, mientras que el recuerdo de las medidas de una mesa dada o de las virtudes y defectos de cierto tipo de madera lo son del segundo. Una categoría resultante de diversas dimensiones de los CSS es la de técnica, que definimos como una forma de conocimiento subjetivo procedimental adquirido de manera instrumental y ejercido de manera implícita.

3. Conocimiento intersubjetivo (CSI): refiere a los conocimientos que se apoyan sólo en las relaciones sociales humanas; que descansan únicamente en la trama de significaciones esencialmente colectivas. Incluye el conocimiento codificante, (respecto de la fundación y uso de códigos lingüísticos), el conocimiento axiológico (las normas/valores que pautan toda organización social) y, especialmente, el reconocimiento (el conocimiento-de-otros que conforma las redes sociales14).

4. Conocimiento objetivo (CSO): es el conocimiento social que se halla solidificado por fuera de la subjetividad individual y coagulado más allá la intersubjetividad colectiva. Apelando a la paciencia del lector, en él nos dentendremos. Se divide en dos tipos. En primer lugar, el CSO objetivado, que se manifiesta cuando el conocimiento que está en juego se cristaliza en la forma del objeto soporte. Esa cristalización puede a su vez ser no-instrumental (como el objeto lúdico construido por un niño o la escultura modelada por un artista) o instrumental (como un papel, una herramienta o una computadora). En este último caso estamos frente a una tecnología, definida como conocimiento instrumental materializado en un objeto determinado. De la enorme variedad de tecnologías producidas por la humanidad, nos interesa destacar las tecnologías digitales, que son aquellas que procesan, transmiten, almacenan o generan información digital. Para entender este último término, pasemos al segundo tipo de conocimiento objetivo, el codificado. En éste, el conocimiento involucrado se refugia en el contenido simbólico del objeto soporte y la mayor parte de él puede pensarse como información: textos, imágenes, audio. En particular, distinguimos la información digital (ID) como un conocimiento instrumental codificado binariamente mediante señales eléctricas de encendido-apagado. Llegados a este punto debemos señalar que así como el conocimiento tenía como característica definitoria su perennidad, el rasgo distintivo de la ID es que puede clonarse (es decir, reproducirse de manera idéntica) con un costo cercano a cero (Varian, 1995; Cafassi, 1998; Boutang, 1999; Rullani, 1999). Es decir, la particularidad de la codificación digital como soporte es que permite que el conocimiento que ha sido traducido a él se multiplique con costos marginales casi nulos. Llamamos a esta característica, cuya importancia creemos difícil sobreestimar, replicabilidad de la ID.

Hasta aquí, entonces, un vuelo rasante y atemporal por nuestra tipología del conocimiento. Volvamos con ella a la historia. Los distintos estadios en el desarrollo de las fuerzas productivas se corresponden con la primacía de determinados tipos de conocimiento y con determinadas configuraciones de cada uno de ellos. Marx y Levis Strauss, verbigracia, podrían discutir respecto de si el parto de la raza humana, 100.000 años atrás, se asocia con la conquista del conocimiento objetivo (tecnología) o del conocimiento intersubjetivo (axiológico). Mucho más adelante, hace tan sólo 6.000 años, una nueva cumbre fue alcanzada con la escritura: la objetivación codificada del lenguaje verbal, el nacimiento de la información. Pero la historia de la relación entre los seres humanos y el conocimiento no es sólo la de la conquista de nuevos soportes, sino, ante todo, la de las batallas por la traducción entre los soportes existentes. En efecto, las traducciones –pasajes de un conocimiento desde un soporte hacia otro– son operaciones que hacen tambalear las relaciones de poder preexistentes (tanto en el sentido de potestas, como en el de potentia. Cfr. Holloway, 2002), conflagraciones silenciosas tras las cuales las nuevas geografías del saber decretan victorias y derrotas. En este sentido, un ejemplo mentado –sobre el que volveremos más adelante– es el del taylorismo/fordismo. Los conocimientos subjetivos de los obreros más hábiles (técnicas) fueron, en varias situaciones, codificados en manuales de procedimientos (información). En otras, objetivados en los movimientos de la maquinaria (tecnología). En los dos casos, los trabajadores perdieron el control de sus saberes. En ambos, la traducción fue un medio decisivo que el capital utilizó para domesticarlos.

Ahora bien, como es sabido, en los últimos años se vienen dando una serie de transformaciones alrededor del surgimiento y la difusión de la información digital. Una de ellas consiste en que distintos procesos productivos comienzan a tenerla como un insumo decisivo. Esos procesos tendrán como resultado lo que llamamos bienes informacionales (BI). Esto es, bienes obtenidos en procesos cuya función de producción está signada por un importante peso relativo de los gastos (en capital o trabajo) en la generación de o el acceso a la ID. En todos los casos se trata de bienes en cuya producción los costos de las materias y de la energía son despreciables frente a los de los conocimientos involucrados. Entendemos que hay tres tipos de BI. a) Los BI1, que son los bienes informacionales en sentido más estricto. Tienen la característica de que están hechos puramente de información digital. Se trata de software, música, imágenes, textos, etc. b) Los BI2 presentan como rasgo distintivo que procesan, transmiten o almacenan ID. Se recortan como BI2: los chips (y las computadoras, que dependen de ellos), las fuentes de almacenamiento –como, por ejemplo, discos compactos–, y las de transmisión –como los semiconductores de silicio– de ID. c) Los BI3, que sólo tienen el rasgo general de que la ID es su insumo decisivo, carecen de las características de los BI1 y BI2. Es el caso de todos los productos que resultan de la aplicación de biotecnologías: industria farmacéutica, aplicaciones vegetales o animales de la genética, etc. Es importante notar que si bien la información digital es el tipo de conocimiento- input que caracteriza a los tres tipos de BI, cada uno de ellos porta un tipo de conocimiento- output propio. Así, en los BI1 es también la ID. En los BI2 se trata de las tecnologías digitales (conocimiento objetivo) y en los BI3 de la información posorgánica (conocimiento biológico).

Entre otros factores, la perennidad del conocimiento, la replicabilidad de la información digital, la tendencia descripta por la Ley de Moore15 y la reticularidad de Internet16 llevan a que los BI ocupen un lugar cada vez más importante en la producción, la distribución, el intercambio y el consumo de las sociedades de la actualidad. Por fin, llamamos capitalismo cognitivo (CC) a la etapa del modo de producción capitalista signada por la contradicción entre relaciones sociales de producción orientadas a realizar los tres tipos de bienes informacionales como mercancías, y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas asociado a la ontología replicable de la información digital, que amenaza el estatus mercantil de esos bienes. Por eso, las batallas jurídicas y políticas alrededor de los nuevos cercamientos –materializados en la extensión de las diversas formas de propiedad intelectual sobre los tres tipos de conocimientos que constituyen los BI–, el crecimiento exponencial de esferas públicas no estatales y su captura por parte del capital son algunas de las características bien conocidas de esta etapa. Otra, no menos importante, es el tipo de trabajo que la distingue. A ella dedicamos lo que queda del artículo. Pero ahora, hablemos de música.

Dialogando con el campo: un poco de música

Hace algunos meses desarrollamos una investigación empírica orientada a las categorías sugeridas más arriba en el campo del arte sonoro. Intentamos dar cuenta con ellas de las mentadas esferas de intercambio no capitalista, los problemas de la escasez intrínseca de atención humana, las batallas entre usuarios y compañías discográficas en torno a los MP3, los precios diferenciales, etc. (Zukerfeld, 2007b). Abordamos, así, algunos a los fenómenos típicos del capitalismo cognitivo en relación con la distribución y el consumo de música grabada, un BI1, buscando pistas para pensar lo que ocurre con otros bienes informacionales. Es una historia interesante, aunque conocida y ampliamente elaborada desde distintas perspectivas (Oberholzer-Gee y Strumpf, 2007; Liebowitz, 2003 y 2007; Perrone, 2007). Mucha menos atención se ha prestado a los cambios en la producción de música. En particular, las mutaciones en el proceso de trabajo del músico han tenido poco estudio. Así, nuestro esfuerzo más reciente consistió en preguntar, observar y, ciertamente, participar de las enormes transformaciones que los músicos en tanto trabajadores están viviendo en la actual etapa del capital. Nuestro interés en este punto no estaba tanto en completar el panorama respecto del campo de la música, como en buscar indicios que quizás nos permitieran pensar el trabajo en otros ámbitos del capitalismo cognitivo. Por eso, a la hora de interpretar el material empírico, la categoría de trabajo inmaterial, (Lazzaratto, 1996; Lazzarato y Negri, 2001, etc.) y otras de Hardt, Negri y Virno, parecían ser una referencia estimulante por donde comenzar. Ellas dan cuenta de numerosos aspectos del trabajo en la presente etapa e incluso utilizan metáforas extraídas directamente de la música (Virno, 2003 y 2004). Sin embargo, nos encontramos con varias dificultades. Algunas tienen que ver con la operacionalización de los conceptos. Cada noción es utilizada de manera tan diversa entre estos distintos autores17, y aún entre diferentes textos de un único autor18, que la definición operativa se vuelve escurridiza. En el mismo sentido, el pasaje del discurso filosófico a la contrastación sociológica presenta sus propias asperezas: teorizar sobre algún ejemplo elocuente es más elegante que lidiar con la hostil multiplicidad empírica. Sin duda, la primera tarea es sumamente valiosa –e ignorada por la sociología sumisa–, pero no debe alejarnos de la segunda. Más allá de todo esto, el problema principal al aplicar la noción de trabajo inmaterial a nuestro estudio de campo con músicos –quizá por nuestras falencias al hacerlo–, consistió en la imposibilidad de detectar en modo alguno las novedades del capitalismo cognitivo. Para decirlo simplificadamente, los músicos ya eran productores inmateriales, ya laboraban en el sector de servicios y nunca lo hicieron de acuerdo con los patrones fordistas. Sus tareas profesionales, de ocio y de estudio, siempre presentaron fronteras difusas: la inseparabilidad de vida y trabajo les resulta a los músicos lo más natural del mundo. Así, podría parecer que este campo venía anunciando, ille tempore, rasgos del posfordismo y, por ende, no habría tenido mayores modificaciones con su advenimiento. La primera afirmación es cierta, la segunda no. Todos los músicos entrevistados notan profundos cambios en su actividad, todas las observaciones participantes lo confirman. Entonces, sin desdeñar los valiosos aportes de los autores mencionados, tratamos de complementarlos con dos ideas que surgen de nuestra experiencia de campo.

1. La estratificación de los músicos: propiedad de medios de producción y acceso a conocimientos19

Durante casi todo el siglo XX la divisoria de aguas que el capital operaba sobre los músicos estaba en la posibilidad de grabar. En efecto, el costo prohibitivo de las consolas, grabadoras de cinta abierta, material virgen y demás elementos, hacía que sólo con el apoyo de una empresa discográfica una banda pudiera acceder a un estudio, a los medios de producción para inmortalizar su música y transformarla en mercancía. La propiedad de las tecnologías (conocimientos objetivos) constituía una barrera infranqueable. De esta manera, uno de los cambios más bruscos que los músicos perciben y narran en relación con la difusión de BI1 y BI2 radica justamente en el proceso de grabación. Todos los entrevistados pueden efectuar registros en su casa con un alto nivel de calidad, en general utilizando un computador personal (BI2) y algún programa descargado gratuitamente (BI1). Los conocimientos objetivos ahora son accesibles. La explicación de este fenómeno es sencilla. Surge de la combinación de tres factores que ya hemos analizado más arriba: a) el costo decreciente de los BI2, por la mentada Ley de Moore, b) la replicabilidad de los programas informáticos de grabación y mezcla (como SoundForge o Vegas) en tanto BI1 y c) la reticularidad de Internet que permite el florecimiento de esferas no capitalistas (legales e ilegales) donde estos programas se obtienen. De este modo, los músicos saben que no necesitan, genéricamente la firma capitalista para acceder a los medios de producción. Pueden grabar sus discos, e incluso imprimirlos en casa. Sin embargo, esto no quiere decir que compositores e intérpretes sean necesariamente más autónomos frente al capital. Solamente sugerimos que la frontera trazada por este último ya no está alrededor de los medios de producción, sino respecto otro recurso. Uno típicamente escaso en un contexto de sobreabundancia de información digital: la atención humana (Goldhaber, 1997). Esto es, ante la pregunta respecto de qué esperarían los músicos de una empresa que los contratara, las respuestas son: "un manager", "propaganda", "que nos escuche el periodista X", "que pasen nuestro disco en la radio Y", etc. Cuando las producciones discográficas estaban poco extendidas, la inaccesibilidad a la grabación operaba como un regulador de la oferta de música y de la atención humana disponible. Grabar era casi imposible, pero una vez que el registro se lograba, cierto cúmulo de atención estaba asegurado. En la presente etapa, grabar es mucho más fácil, pero conseguir atención, bajo cualquiera de sus formas, es mucho más difícil. Así, la masa enorme de capital que marcaba la diferencia entre el grupo aficionado y la gran banda a través del acceso a la grabación, se ha ido volcando a capturar flujos de atención humana. Las compañías multinacionales destinan ahora el grueso de la inversión en un grupo a publicidad, marketing, espacios en radio y televisión para las canciones, etc. El punto clave es que todas esas inversiones apuntan a asegurar un cúmulo de atención para los músicos mediante el acceso a redes sociales, a un reconocimiento (conocimiento intersubjetivo). Los gastos de capital de las compañías crean y capturan redes sociales e insertan a sus trabajadores musicales en ellas. Por su parte, los músicos que no cuentan con el impulso del capital para acceder a esas redes, buscan el reconocimiento a través de espacios de la Red como YouTube o MySpace, que les permiten difundir sus producciones y construir nexos con pares y oyentes. Hasta aquí, entonces, hemos hablado de dos dimensiones importantes para entender el estatus de los trabajadores musicales: el acceso a CSO (en la forma BI1 y BI2 como medios de grabación) y al reconocimiento (redes sociales que estabilicen un cierto cúmulo de atención). Hay, sin embargo, un tercer elemento que los entrevistados mencionan, aunque sin concederle la importancia que intuitivamente se podría suponer que tiene. Se trata de la habilidad técnica del músico individual, de sus conocimientos subjetivos: su capacidad como ejecutante, su talento como compositor, su nivel de lectura musical, su dominio de diversos géneros, etc. Evidentemente, el estatus de los trabajadores musicales tiene una relación con su nivel técnico. Pero lo que surge de las entrevistas – y coincide con numerosas observaciones– es que a partir de cierto umbral mínimo de profesionalismo, lo determinante no es la técnica, sino los "contactos". Una y otra vez se oyen frases del tipo ¨yo toco mejor que A, pero él trabaja en la banda de B porque conocía a C¨. En términos de nuestra tipología del conocimiento, esto expresa la supremacía del CSI de reconocimiento, las redes a las que se pertence –ya no de oyentes, sino de pares– frente a los CSS.

Recapitulando, cabe insistir en que la propiedad de medios de producción no aparece como una línea jerarquizante –entre quienes ya son músicos20 –. De hecho, entendemos que el análisis de la estratificación de los trabajadores musicales puede hacerse a partir del nivel de acceso que ellos tienen a tres tipos de conocimientos, a saber: conocimientos subjetivos (sus habilidades técnicas ejecutorias o compositivas), conocimientos objetivos (especialmente a BI1 y BI2) y, decisivamente, conocimientos intersubjetivos (en particular el reconocimiento, en dos tipos de redes sociales: las de músicos y las de oyentes). Mientras el primer tipo de conocimiento juega en el capitalismo cognitivo un papel similar al de etapas anteriores, hemos intentado mostrar que el segundo y el tercero presentan cambios que son propios del momento presente.

2. La ambivalencia de los BI

Durante mucho tiempo, la tarea del músico de estudio mantenía ciertos privilegios que el obrero manual había perdido con la llegada de la maquinaria. Para grabar música hacían falta músicos, aun cuando para fabricar mesas ya no hacían falta carpinteros. Así, el carácter artesanal de la tarea del sesionista (músico contratado regularmente para grabaciones de estudio) resistió indemne los embates del fordismo. Sin embargo, una visita a un estudio de grabación de hoy en día nos hace ver que esto ha empezado a cambiar en el capitalismo cognitivo. El observador participante se encuentra con dos mecanismos, de importancia creciente, a través de los cuales la combinación de BI1 y BI2 compite con los ejecutantes humanos. Uno lo constituyen los sintetizadores (digitales) y otro los samplers. Los primeros crean sonidos artificiales mediante algoritmos que emiten ondas de determinadas frecuencias y amplitudes. En muchos casos, intentan imitar los timbres de los instrumentos acústicos. Un ejemplo son los órganos electrónicos, y su búsqueda de la sonoridad del piano. Los samplers, por su parte, son una amenaza mucho más importante. No consisten en la generación artificial de sonidos, sino en la captura de pequeñas unidades de sonido ejecutados acústicamente y su posterior combinación digital. Por ejemplo, para el sampleo de un piano se graba a un ejecutante tocando todas las notas de su instrumento, con diversas intensidades, duraciones, ataques, etc. Luego, el sampler permitirá combinar esos sonidos en la forma que quien lo utilice guste. Si efectuáramos una comparación con el mundo de las artes visuales, podríamos decir que los sintetizadores efectúan dibujos, que los samplers toman fotos y que quienes los utilizan elaboran películas. Más allá de la diversidad de formatos que presentan, digamos que ambos (sintetizadores y samplers) suelen presentarse como un conjunto de programas informáticos (y sus respectivos bancos de sonidos como archivos complementarios) vinculados a determinado hardware de un computador personal común. Aunque el reemplazo masivo de ejecutantes por estos mecanismos se da hasta ahora sólo en algunos géneros musicales y en ciertos instrumentos, la tendencia ascendente es clara.

A la hora de interpretar el efecto de tal tendencia sobre el trabajo del músico con las herramientas de nuestro marco teórico, el primer impulso es a homologarla con la reflexión respecto de la traducción típica del fordismo-taylorismo que presentamos más arriba. En ella, el pasaje de los CSS técnicos de los obreros al CSO tecnológico representaba la pérdida del control de los saberes por parte de los trabajadores y su privatización bajo el capital. En efecto, también los CSS técnicos del músico toman forma objetiva bajo la iniciativa de empresas que buscan prescindir de los costos de la mano de obra. Sin embargo, hay una diferencia crucial. Mientras la máquina industrial que reemplazaba al carpintero tenía una ontología que favorecía la aplicación efectiva de la propiedad privada sobre ella, los bienes informacionales primarios, signados por la replicabilidad, se muestran escurridizos ante los intentos de restringir su circulación.

Comienza a emerger, así, la ambivalencia de los sustitutos informacionales de los músicos. Por un lado, a través de ciertos BI el empresario musical logra reemplazar mano de obra por capital en una actividad que, durante el capitalismo industrial, había podido esquivar en buena medida ese desplazamiento. Pero, por otro lado, esa operación implica serias dificultades para tal empresario a la hora de cercar su propiedad privada. En efecto, más y más samplers se ponen a disposición del público en la Red de manera gratuita. Archivos de audio, pistas y otras herramientas que suplen la ejecución ad hoc del músico circulan de manera creciente en Internet. De este modo, el precio de la apropiación objetivada del conocimiento subjetivo musical, de la prescindencia del trabajo vivo, se paga aumentando las posibilidades productivas de otros capitalistas musicales. Pero también, y esto es lo que nos importa aquí, las de músicos independientes. En efecto, el músico perjudicado por los BI a través de la pérdida de alguna de sus fuentes laborales, puede ser a la vez beneficiario directo de ellos. Antes dijimos que todos los entrevistados pueden grabar en su hogar. Agreguemos ahora que, en esas grabaciones, utilizan los BI que tradujeron a bits el alma sonora de otros músicos expulsados de los estudios. Sampleos y sintetizaciones de las tímbricas de quienes fueran sus compañeros (genéricos) de trabajo ahora están a su disposición. Pero los músicos desplazados de los estudios no sólo utilizan a los BI que los apartaron para grabar música. Todos los entrevistados usan samplers, sintetizadores y otros tipos de programas obtenidos ilegalmente para las clases particulares que constituyen una fuente importante, sino la principal, de sus ingresos en la actualidad. De cualquier forma, estas posibilidades productivas del músico sesionista no necesariamente compensan la merma en sus ingresos que le significa la disminución de su trabajo en el estudio. Por eso no apuntamos, en modo alguno, a señalar que la situación de los músicos esté mejorando en el capitalismo cognitivo, sino a remarcar la particular relación entre el trabajador reemplazado por los BI y éstos, que resumimos con la expresión de ambivalencia de los BI: a) el capital extrae el CSS técnico del músico, b) pero sólo puede hacerlo objetivándolo en un conjunto de BI cuyo cercamiento mercantil es improbable y c) por ende el músico expoliado (entre otros sujetos sociales) puede y debe utilizar a las herramientas con las que compite.

De este modo, hemos expuesto apenas dos ideas respecto de la situación de los músicos en el capitalismo cognitivo21. Hay bastante más que decir sobre ellos, pero hacerlo nos impediría entroncar esas ideas en una reflexión más general sobre las actividades productivas de la presente etapa. Eso es lo que intentamos en la sección siguiente con el concepto de trabajo informacional.

El trabajo informacional

Pensar una categoría general para el trabajo en el capitalismo cognitivo nos obliga a partir de una aclaración. La primera mención acerca de la fuerza de trabajo en este período debe ser siempre respecto de la profunda escisión que la signa. La forma que asume la acumulación de capital en esta etapa revierte el proceso de homogeneización fordista y genera una dicotomización entre dos tipos de subjetividad productiva (Iñigo, 2003): la de los incluidos y la de los excluidos. Estos últimos, a los que no se les brinda siquiera el nivel educativo y sanitario mínimo como para poder ser explotados en los procesos productivos, son absolutamente prescindibles para el funcionamiento del capitalismo global. Así, el hambre y las guerras ejercen su efecto derrame –aunque no sea exactamente el que nos anunciaron hace algunos años– sobre la mitad de la humanidad que le sobra al capital. Estas consideraciones obligan a dudar de los conceptos filosóficos que pretenden aplicarse por igual a toda la fuerza de trabajo. El "éxodo" de los europeos de clase media que desertan de sus empleos aburridos no es muy parecido al de los mexicanos que cruzan la frontera con EE.UU. La "manipulación de afectos" que realiza un gerente de mercadeo no es precisamente la misma que la que se le impone a una niña prostituida en Tailandia. "Poner a trabajar las facultades lingüísticas" de los ejecutivos en una reunión de brains-torming no resulta del todo homologable a los gritos de los inmigrantes africanos que ruegan por sus vidas. Por respeto a esos miles de millones de excluidos debe quedar claro que cuando hablemos de trabajo informacional nos referiremos sólo a una tendencia creciente en el universo de los incluidos.

Ahora bien; ¿por qué hipotetizar el concepto de trabajo informacional? ¿Para qué seguir añadiendo términos? Empíricamente, para abarcar las ideas que presentamos más arriba y otras de las que no dan cuenta las nociones existentes. Teóricamente, para indagar respecto de cómo lidian las relaciones sociales de producción capitalistas con procesos productivos en los que el output es un producto replicable y los medios de producción son BI1 y BI2. Así, si se acepta que la tensión fundante del capitalismo cognitivo es la que se da entre la ontología replicable de la información digital y la voluntad capitalista de mercantilizar los bienes informacionales, parece lógico ver cómo se expresa ella en el ámbito del trabajo.

De forma provisional, definimos el trabajo informacional (TI) como aquél en el que:

a. Los medios de producción son BI1 (software, datos) y BI2 (computadores personales y otros artefactos basados en la transmisión y procesamiento de información digital).

b. El producto del trabajo es un BI1 (comunicaciones digitalizadas, software, documentos, música, imágenes, etc.).

Dos comentarios. En primer lugar, ni en la caracterización del capitalismo cognitivo ni en la del trabajo informacional, la definición en relación con los bienes informacionales supone nada parecido a un "determinismo tecnológico". De lo que hablamos, en ambos casos, es de la objetivación de particularidades del desarrollo de las fuerzas productivas en bienes. Obviamente, no entendemos las fuerzas productivas como capacidades económicas. Por el contrario, nuestro esquema supone diluir la frontera entre cultura y economía en la tipología del conocimiento. De hecho, como señalamos más arriba, una idea central de la propuesta que intentamos vertebrar es reconocer no sólo el trabajo humano que se aloja en los bienes, sino las múltiples formas de conocimiento que lo hacen a través de este trabajo y más allá él. Desfetichizar no sólo al objeto, sino también al sujeto del trabajo para reconocer flujos de conocimientos biológicos, subjetivos, intersubjetivos y objetivos. Así, aunque el concepto de trabajo informacional esté definido en relación a los BI, buscará analizar las relaciones entre estos y las múltiples formas de conocimiento que se ponen en juego en los procesos productivos de la actualidad. En segundo lugar, hay que decir que TI es una categoría de tipo ideal weberiana, en el sentido de que su utilidad radica en ver cuánto se aproximan a ella los casos concretos. Diferentes actividades son trabajos informacionales en mayor o menor medida. Los músicos, de quienes obtuvimos las ideas con las que vamos a esbozar la categoría que proponemos, sólo son trabajadores informacionales en ciertos casos. Algunos de ellos no lo son en absoluto, otros lo son en algunas de sus labores. Sin embargo, lo que nos interesa aquí es que cada vez más tenderán a serlo. En cambio, en otras actividades ya es fácil observar trabajadores informacionales en un ciento por ciento. Una de ellas es la de los operadores de los call centers. Estos trabajadores realizan una actividad dramáticamente opuesta a la de los músicos: sus tiempos de trabajo están rígidamente estipulados, su labor social es poco reconocida, su tarea nunca es elegida por vocación, etc. Por eso, enseguida los utilizaremos de ejemplo. Si la categoría de TI permite dar cuenta a la vez de dos realidades fenoménicas tan disímiles, quizás esté aludiendo a alguna unidad subyacente. A continuación, entonces, presentamos a modo de hipótesis cuatro características básicas que tendría el trabajo informacional. Las dos primeras surgen del trabajo de campo con los músicos y fueron desarrolladas en la sección anterior. En cambio, no hemos podido explayarnos aquí sobre la tercera y la cuarta. En cualquier caso, las enunciamos apenas como premisas para futuras indagaciones.

1. Medios de producción: acceso a conocimientos contra Propiedad de bienes

El lugar que un grupo de trabajadores informacionales ocupa en la estratificación social depende cada vez menos de la propiedad de activos físicos. Lo que importa es su nivel de acceso a tres tipos de conocimiento: a) conocimientos objetivos: información digital (datos, software) y tecnologías digitales, objetivadas en los BI1 y BI2 respectivamente; b) conocimientos subjetivos: principalmente técnicas y saberes procedimentales respecto de como producir; y c) conocimientos intersubjetivos: especialmente el llamado reconocimiento, acceso a redes de consumidores y demandantes del trabajo en cuestión. Es notable que si los trabajadores de la call centers quisieran organizar la producción de manera independiente del capital, los medios de producción no serían en modo alguno un obstáculo: el acceso a los BI1 y BI 2 no representaría mayores problemas. La barrera infranqueable está en el CSI reconocimiento: en el ingreso a una red de empresas capitalistas que demande sus servicios. A su vez, es claro que lo que distingue a los trabajadores de los call centers de quienes ocupan posiciones peores y mejores en la escala ocupacional, es la particularidad de los CSS que poseen: estudiantes universitarios, que saben manejar algunos programas informáticos y suelen hablar inglés.

2. Ambivalencia del producto y de los medios de producción

Los BI que utilizan el capital en contra del trabajador informacional son usados por éste para fines diversos de los de la empresa, fuera del tiempo que pasa bajo el mando de ésta. Eso significa, en la mayoría de los casos (software, imágenes, música, textos), que el trabajador que produce BI1 no se ve alienado del producto de su trabajo: siempre se queda una copia22. En otros casos, (como los de los empleados de los call centers) lo que ocurre es que los trabajadores utilizan las mismas herramientas que los subyugan en su jornada laboral por fuera de ella y, de hecho, como instrumento fundamental en la organización de las luchas contra las empresas. Evidentemente, se trata de un vínculo impensable entre un trabajador fordista y un torno. Una apostilla. Sería interesante ver trabajos de campo que indaguen en el tipo de subjetividad que este tipo de vínculo humano-BI produce23. Quizás hallarían que no se trata sólo de una ambivalencia instrumental, sino que ésta reposa en la otredad ontológica de la ID, no reductible al mundo de los sujetos ni al de los objetos. Esto no haría sino reflejar la idea de Sloterdijk (2000), según lo cual, la información representa un tercer tipo de ente que nos obliga a dejar de lado la ontología que nos gobierna desde Platón.

3. Bienes contra servicios

Contrariamente a lo que suele suponerse, el producto del trabajo informacional es siempre un bien y no un servicio. No es una "actividad sin obra", ni es "inmaterial", si por ello se entiende que no se objetiva. Por el contrario, el trabajo informacional en todos los casos se materializa como ID. Eso nos lleva a dos opciones. La primera es la de los trabajos que nacieron con la digitalización (software) o producían bienes culturales sin ella (música, imágenes, textos). En estos casos, los bienes sencillamente se transforman en bits. La segunda opción es más interesante. Es la de actividades que antes, efectivamente, se diluían en el tiempo, pero que hoy cristalizan en bits cada palabra, cada inflexión. Claro ejemplo es el de los operadores telefónicos de treinta años atrás y de los trabajadores de los call centers de hoy. Aunque suele decirse que cada vez más los bienes se transforman en servicios, en este caso, la situación es exactamente la opuesta. Lo que antes eran servicios, comunicación que sólo se imprimía en las subjetividades intervinientes, ahora se vuelve conocimiento objetivado como BI1. Esa transformación no es un detalle: los dispositivos de control que hoy concitan el interés de varios autores sólo pueden ejercerse en virtud de ella.

4. Multiespecialización flexible

Nada de nuevo hay en esta idea. La enunciación más clara es de Coriat (1992). Sin embargo, aparece tan confirmada empíricamente que no podemos dejar de mencionarla como uno de los rasgos del trabajo informacional. Alude, por un lado, a que el trabajador debe tener los CSS que le permitan realizar varias tareas diferentes. En algunos casos esas tareas deben hacerse, además, simultáneamente. Por ejemplo, los trabajadores de los call centers tienen al mismo tiempo que atender al cliente, leer varios mensajes en la pantalla, reportar al supervisor, etc. En otras ocasiones, la diversidad de tareas es realizada por un mismo individuo, pero en una sucesión temporal. Es la situación del músico-PC (Zukerfeld, 2007b) que reúne en su persona las funciones de compositor-arreglador-ejecutante de varios instrumentos-ingeniero de grabación- productor, etc.

En ambas modalidades, el contraste se da con la especialización única del trabajador fordista. Pero la multiespecialización flexible también refiere a la maleabilidad de los CSS del trabajador. La obsolescencia de los BI2 (proveniente de la mentada Ley de Moore) y los veloces cambios en la organización de la producción obligan a incorporar permanentemente nuevas técnicas, a que la habilidad principal de estos trabajadores sea la de aprender a recomenzar y a olvidar una vez tras otra.

Conclusiones

a. Intentamos presentar de manera condensada un conjunto de ideas que venimos trabajando hace algunos años, orientadas a sistematizar la noción de capitalismo cognitivo. En este sentido, delineamos nuestra tipología del conocimiento con base en sus soportes e introdujimos el concepto central de bienes informacionales. Estas ideas sugieren tanto conflictos como complementariedades con otros enfoques sobre la presente etapa –que no hemos podido desarrollar aquí–.

b. Mostrar la aplicación del esquema propuesto en un trabajo de campo realizado con músicos de la ciudad de Buenos Aires. Particularmente, tratamos de abordar algunos cambios en la situación laboral de éstos. Encaramos esta tarea, en parte, por tratarse de un tema algo descuidado cuando se relacionan tecnologías digitales y música, pero, sobre todo, para buscar pistas que nos permitieran reflexionar sobre otras formas de trabajo dentro del capitalismo cognitivo.

c. Hipotetizar el concepto de trabajo informacional y cuatro de sus características. Si bien varios autores han propuesto nociones para pensar los procesos laborales de la presente etapa, nuestro estudio de campo arrojó resultados que no pueden ser asimilados por ellas. En este sentido, finalizamos este artículo proponiendo la idea de trabajo informacional como reunión del marco teórico presentado, el trabajo de campo realizado y algunas hipótesis para futuras investigaciones.

Hemos, entonces, esbozado varias ideas polémicas. Ellas ansían hermanarse en el debate con otras ideas, con otros argumentos. Pero sobre todo, con otras voluntades deseantes que se sientan tanto desgarradas ante las injusticias del capital como necesitadas de la más auténtica pluralidad de opiniones para enfrentarlas. Contamos para ello con las/os lectoras/es de la revista NÓMADAS.

CITAS

1 El trabajo de campo consistió en treinta entrevistas semiestructuradas a músicos (sobre la definición operacional de músico, cfr. Zukerfeld, 2007) de distintos géneros de música popular (principalmente jazz, pero también tango y folclore argentino) residentes en la ciudad de Buenos Aires, siguiendo criterios de muestreo intencional y saturación teórica, realizadas durante el año 2007. Tanto o más importantes fueron las notas surgidas de la observación participante en ensayos –en la E.M.P.A–, conciertos –del Mariano Gianni Trío, Jazztá, y otras bandas–, estudios de grabación –especialmente en los estudios 440 producciones y Charles Cross-, jam sessions –particularmente las de Libario– y un sinnúmero de diálogos informales con músicos.

2 Nuevamente aclaramos que no intentamos caracterizar la totalidad, la especificidad del trabajo en los call centers, sólo tomamos algunos elementos para pensar tendencias del trabajo informacional.

3 Sociedad postindustrial (Bell), post-capitalismo (Drucker), knowledge based economy (OCDE), era de la información o informacional (Castells), turbocapitalismo (Luttwalk), sociedades de control (Deleuze), sociedades de riesgo (Beck), posfordismo (escuela de la regulación y otros), alta modernidad (Giddens) son sólo algunos ejemplos de enfoques sumamente divergentes, aunque no en todos los casos mutuamente excluyentes.

4 Esta tarea, sin embargo, es una importante batalla política que quienes dudamos del concepto debemos librar, al menos en dos frentes. Evidentemente, uno es el de los medios de comunicación y la opinión pública. Otro, más opaco y que quizás nos esté preocupando menos de lo que debería, es el de la conformación de indicadores estadísticos. Mientras las agencias gubernamentales e internacionales efectúen relevamientos que naturalicen las dimensiones de la sociedad del conocimiento, quienes estructuramos nociones alternativas hallaremos serios límites a nuestros esfuerzos.

5 Por cuestiones de espacio utilizamos la noción de capitalismo cognitivo para referirnos también a la idea de capitalismo informacional –que, cabe recordar, fue originalmente propuesta por Castells (1997, Tomo I)–, soslayando diferencias.

6 Algo similar ocurre con los intentos de Deleuze, Negri, Hardt, Lazzarato y otros autores de asociar la manipulación de afectos a la etapa actual. Para que esa idea tuviera sustento habría que demostrar –y no sólo declamar– que en etapas anteriores del capitalismo (y aún en otros modos de producción) los afectos ocupaban una función cualitativamente menos importante en el funcionamiento del sistema. Nos permitimos dudar de los argumentosos en favor de esa idea, aunque no de la necesidad de encarar investigaciones en este sentido que trasciendan la especulación filosófica.

7 No lo hace más allá de la necesaria pero insuficiente y remanida división entre información y conocimiento. Por otra parte, hay que reconocer los trabajos de los economistas evolucionistas y neoshumpeterianos (Nelson, Winter, Cowan, Foray, David, Lundvalll, Johnson, etc.) alrededor de la distinción entre conocimientos tácitos y explícitos, que más próximos a la idea de sociedad del conocimiento, han aportado elementos que debemos recuperar críticamente desde la perspectiva del capitalismo cognitivo. Para una discusión de estos términos, cfr. Zukerfeld, (2007a).

8 Esta presentación es un resumen. Un análisis más extenso de la tipología del conocimiento puede verse en Zukerfeld (2007b).

9 Una antigua referencia para esta idea, aunque lateral, puede encontrarse en una carta de Thomas Jefferson de 1813. Dice, en un bello pasaje y refiriéndose al conocimiento: "Its peculiar character, too, is that no one possesses the less, because every other possesses the whole of it. He who receives an idea from me, receives instruction himself without lessening mine; as he who lights his taper at mine receives light without darkening me" (Koch y Peden, 1972: 629). Otra referencia, mucho más antigua e indirecta, está en la ontología dualista de Platón.

10 Esta propuesta de tipologizar el conocimiento desde sus soportes está influenciada indirectamente por las ideas de Chartrand (2005).

11 Cada uno de ellos está basado en una disciplina o conjunto de disciplinas determinados: la primera toma elementos de la biología molecular, la segunda se apoya en la psicología cognitiva y las neurociencias, la tercera hace lo propio con la sociología y otras formas de teoría social y la cuarta está amparada en desarrollos económicos. En pro de la brevedad hemos quizá debilitado la argumentación eliminado casi todas las referencias que explican el origen de los conceptos utilizados.

12 La S intermedia en las cuatro siglas indica "soporte".

13 Esto se basa en el concepto de memoria implícita y explícita de las neurociencias. Cfr. Schacter (1987).

14 El CSI reconocimiento es equivalente al capital social de Bourdieu (1985). Para una discusión respecto de por qué utilizar el primer término y no el segundo, cfr. Zukerfeld (2007 c).

15 La producción y reproducción de ID requiere de artefactos que cuentan entre sus componentes a uno o más chips. Desde mediados de la década del setenta se observa que aproximadamente cada 18 meses la capacidad de estos procesadores se duplica, manteniéndose su precio de venta constante. Por ende, para un chip de una velocidad determinada, su precio tiende constantemente a la baja. Este comportamiento de las fuerzas productivas en el área de la microelectrónica suele denominarse Ley de Moore, y constituye una de las causas de la difusión del computador personal y, con ella, del crecimiento del stock de ID.

16 Si bien los soportes magnéticos (como diskettes o discos rígidos) u ópticos (como los discos compactos) ya permitían un cierto grado de circulación de la ID, es con la aparición de Internet y la ampliación permanente del ancho de banda, que la cantidad de ID circulante aumenta exponencialmente. Este crecimiento vertiginoso no se debe sólo a la replicabilidad de la ID sumada a un medio de intercambio, sino también a dos rasgos particulares de Internet: por un lado, su reticularidad, dado que la forma red en sí misma potencia la cantidad de ID disponible. Por otro, su ascentrismo, dado que la ausencia de un centro dificulta la limitación de la ID circulante.

17 Por ejemplo, Hardt y Lazzaratto no definen del mismo modo el trabajo inmaterial, aunque el segundo remita al primero.

18 Cfr. Negri (1999) y Hardt y Negri (2004) respecto del trabajo inmaterial, para seguir con el ejemplo de la nota anterior.

19 Sobre el concepto de acceso, su diferencia con el de propiedad y su relación con los tres tipos de conocimientos que se analizan a continuación, cfr. Zukerfeld (2007 c).

20 La propiedad de medios de producción sí tiene importancia para dividir a quienes logran ser músicos de quienes no. Evidentemente, un músico tiene que acceder a los instrumentos que utiliza para serlo. Pero es notable que entre profesionales no haya divisiones de acuerdo con la calidad de los instrumentos poseídos, con el capital con que se cuenta. Incluso suele ser una práctica común el préstamo de costosos instrumentos entre distintos músicos.

21 Cabe insistir en que este no es un trabajo descriptivo. No nos preocupa aquí conocer qué porcentaje de los trabajadores musicales de una ciudad, un país o del mundo, laboran bajo estas modalidades. Del mismo modo que no nos hubiera interesado en la Inglaterra del siglo XIX contar cuantos trabajadores comenzaban a sujetarse a la maquinaria. Lo que importa, en los dos casos, son las tendencias de cada etapa del capitalismo. Nuestro trabajo con músicos (y su generalización a la idea de trabajo informacional) busca auscultar tendencias, no medir superficies.

22 Aunque esto vaya en contra de la idea central del hermoso primer manuscrito de 1844 de Marx.

23 Quiero reconocer en esta idea a Emilio Cafassi, quien en una de sus clases de grado solía decir respecto de las computadoras algo así como: "El mismo aparato que de día hace sufrir a una oficinista cuando trabaja, a la noche la hace delirar de amor cuando chatea".


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