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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.28 Bogotá Jan./June 2008

 

Movimientos sociales: TIC y prácticas políticas

Social movements: ICT and political practices

Carlos Eduardo Valderrama H.*

* Sociólogo. Doctorando del programa sobre la sociedad de la información y el conocimiento de la Universidad Abierta de Cataluña. Docente/investigador del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos de la Universidad Central, IESCO. E-mail: cvalderramah@ucentral.edu.co

ORIGINAL RECIBIDO: 29-I-2008 – ACEPTADO: 27-II-2008


Este artículo destaca ciertas dimensiones de la relación entre los movimientos sociales con la constitución de una esfera pública cualitativamente diferente de la que hasta hace unas décadas existía en el espacio político de las sociedades modernas, así como con algunas prácticas políticas que toman como referencia la constitución de redes y el uso de tecnologías de la información y la comunicación.

Palabras clave: movimientos sociales, tecnologías de la información, redes sociales, prácticas políticas, esfera pública.

Este artigo destaca certas dimensões da relação entre os movimentos sociais com a constituição de uma esfera pública qualitativamente diferente à que faz umas décadas existia no espaço público das sociedades modernas, assim como em algumas práticas políticas que tem como referência a constituição de redes e o uso de tecnologias da informação e da comunicação.

Palavras-chaves: movimentos sociais, tecnologia da informação, redes sociais, práticas políticas, esfera pública.

This article highlights some dimensions of the relation among social movements, the constitution of a public scenario qualitatively different from that that existed until a few decades ago in the political space of modern societies, and some political practices that take the constitution of networks and the use of the communication and information technologies as a reference point.

Key words: social movements, information technologies, social networks, political practices, public scenario.


No pretendemos otra cosa que aprovechar todas estas herramientas comunicacionales que se metieron sin permiso en los Tambos, Kankuruas, Malokas y asambleas, para el fortalecimiento de cada proceso local, regional, nacional, y así globalizar nuestro pensamiento y nuestras apuestas, de la mano con otros sectores, porque en este maravilloso país la lucha de la Colombia marginada es por la SOBERANÍA DE TODOS LOS COLOMBIANOS1.
SICO-ONIC2

D esde que Manuel Castells (1999) nos mostró – in extenso – la estrecha relación entre la transformación de los movimientos sociales, el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y las estructuras sociopolíticas de una nueva sociedad, es muy común encontrar hoy relatos académicos –y otros un poco más anecdóticos– sobre la acción política en el nuevo escenario informacional y comunicacional. Desde los diversos análisis del ya paradigmático uso político de la Red por parte del EZLN, pasando por la manera como se organizaron ciertas protestas antiglobalización (Seattle, Génova, etc.), por las acciones colectivas contra los atentados del 11 de marzo en Madrid y el manejo político que el gobierno español quiso darle al insuceso, por el uso de los mensajes de texto vía celular en las marchas contra la guerra en Irak, hasta la forma como ciertas comunidades de los países del Tercer Mundo se organizan políticamente aprovechando nodos tecnológicos (como los telecentros en Latinoamérica), los estudios abundan apelando a las más variadas perspectivas teóricas y políticas.

Sin embargo, abordar los movimientos sociales en el marco de la sociedad informacional (Castells, 1999) significa empezar a desenmarañar la intrincada y compleja red de interdependencias que resultan de entrecruzar dos cuestiones fundamentales: el papel mediador que las TIC (y los medios masivos de comunicación tradicionales) juegan en los procesos comunicativos –de diverso espesor y alcance–, y las profundas transformaciones de las dinámicas políticas de la sociedad, las cuales pasan por la crisis estructural de la legitimidad de las formas del ejercicio político tradicional y del correspondiente descentramiento de las prácticas políticas de los espacios institucionales también tradicionales (Beck, 1993; Giddens, 1995; Martín- Barbero, 2000; Hopenhayn, 2001).

Pero como ese esfuerzo excede los propósitos y el aliento de este ejercicio, aquí únicamente vamos a presentar algunas ideas en torno a la relación de estas dos cuestiones que hemos llamado fundamentales. Nos referiremos a la constitución de redes y esfera pública, y a la dimensión política de las tecnologías de la información y la comunicación. En la primera parte, entonces, mostraremos la relación existente entre la emergencia de nuevas prácticas políticas y la configuración de una esfera pública cualitativamente diferente de la que hasta hace dos o tres décadas habíamos conocido. En la segunda parte, analizaremos algunos aspectos de la dimensión política de la tecnología que merecen ser destacados en relación con el uso que de ella hacen algunos movimientos sociales.

Movimientos sociales, redes y esfera pública

Antes de abordar este primer punto, debo aclarar que para el efecto de este artículo, consideramos las prácticas políticas como un tipo particular de prácticas sociales3. Es decir, como un conjunto de acciones de agentes colectivos (en este caso los movimientos sociales y los grupos que los constituyen), que involucran acciones rutinarias, se relacionan con objetos tecnológicos (ciertas dimensiones materiales y digitales de las tecnologías de la información y la comunicación) y despliegan una práctica discursiva que contempla diversas dimensiones, las cuales van desde el conocimiento tecnológico hasta el posicionamiento ideológico, pasando por las lecturas del contexto sociopolítico en el cual y con el cual definen sus actuaciones.

Hecha esta aclaración –evidentemente esquemática–, podemos comenzar afirmando que sin duda alguna hemos venido presenciando en las últimas cuatro décadas una paulatina transformación tanto de las prácticas políticas de los movimientos sociales4 como de las prácticas discursivas que sobre ellos ha elaborado la academia. De hecho, y en relación con este segundo aspecto, uno de los tantos debates álgidos es sobre si realmente existen "nuevos" movimientos sociales o si es el mismo "vino viejo en odres nuevos" (Mees, 1998). Aquí asumimos con precaución esta diferenciación, para seguir puntualizando la perspectiva, pues para algunos especialistas esta distinción es a todas luces inconveniente y lo que más bien se presentan son condiciones nuevas para la acción social colectiva. Mess (1998: 317) afirma que la distinción entre viejos y nuevos movimientos carece de utilidad analítica básicamente por tres razones: no existe comparabilidad, no existen argumentos sólidos que demuestren el cambio cualitativo, y porque todos los movimientos son viejos y nuevos a la vez, en tanto recogen la experiencia y se adaptan a las nuevas condiciones. Otros autores le otorgan importancia a dicha distinción en tanto sugieren que gracias a la incorporación de las TIC en el seno de los movimientos sociales, ha cambiado la práctica, la organización y el discurso en niveles profundos y no meramente en el nivel instrumental u organizacional (Rodríguez, 2002: 6).

Sea como fuere, y más allá de su denominación, no podemos negar que frente a un cierto agotamiento de la política tradicional5 y de los modos de organización interna clásica de los colectivos políticos, hoy estamos ante la presencia de unos movimientos sociales que exhiben en sus prácticas políticas una serie de rasgos que representan un quiebre con respecto a formas de saber hacer en el pasado. Siguiendo a Castells (2001), podemos caracterizar esta nuevas prácticas a partir de varios elementos: a) se organizan y movilizan en torno a valores culturales, es decir, amplían sus reivindicaciones más allá de intereses de clase o intereses de carácter sectorial y llevan sus luchas a planos de interés incrustados en modos de vida y construcciones de sentido o visiones de mundo. Diríamos que los movimientos sociales luchan hoy por la configuración de nuevas prácticas sociales en las cuales cada vez más la cultura deviene en política (Escobar, 1999; Hopenhayn, 2001). b) Reemplazan el vacío dejado por la crisis de las organizaciones políticas verticalmente integradas: los partidos tradicionales operan como maquinarias clientelistas en función de los tiempos electorales y otras organizaciones (sindicatos, asociaciones formales de ciudadanos, etc.) se tornan ineficientes en términos de la participación ciudadana en la medida en que persisten en mantener una organización y un modelo de comunicación vertical, burocrático y rígido. c) Asumen un carácter global –o por lo menos lo pretenden–, especialmente a través de las tecnologías de la comunicación y la información.

En el marco de estos tres rasgos, queremos resaltar un aspecto que nos parece muy potente porque de alguna manera sintoniza con una tendencia de la constitución emergente del tejido social. Difícilmente podemos negar que hoy buena parte de este tejido y la acción de los sujetos en diferentes ámbitos se estructuran a partir de una organización en red (Castells, 1999; Held et al., 1999; Carnoy, 2000). Este tipo de organización es también una dimensión fundamental de algunos de los movimientos sociales emergentes y de la transformación de algunos colectivos que habían venido operando bajo esquemas más tradicionales. En efecto, la red es una de las maneras como tanto desde el punto de vista organizativo como desde el punto de vista comunicativo funcionan la mayoría de estos movimientos (Castells, 1999 y 2001; Finquelievich, 2000; León, Tamayo y Burch, 2001 y 2005; Finquelievih y Kisilevsky, 2005)6. A partir de la configuración de nodos locales conectados y apoyados por las TIC, los colectivos adquieren dimensiones regionales, nacionales y globales.

Sin embargo, es necesario aclarar que si bien es cierto que las TIC se constituyen en una especie de plataforma tecnosimbólica; que son un medio esencial de comunicación y organización en todos los ámbitos de la práctica social; y que en esta medida los movimientos sociales y los agentes políticos lo utilizan como una herramienta para actuar, informar, reclutar, organizar, dominar y contradominar (Castells, 2001); también es cierto que las TIC no juegan un papel meramente instrumental y la relación de los movimientos sociales con ellas se enmarca, entre otras cosas, en la propia apuesta y en las mismas prácticas políticas de los movimientos sociales. Es decir, el mapa de la relación TIC y movimientos sociales se configura entre lo que las tecnologías permiten hacer, la manera de apropiarlas y usarlas (incorporándolas y rutinizándolas) y el discurso o práctica discursiva, es decir, el sentido propiamente político de los colectivos. De esta manera, las apuestas organizativas (jerarquías, redes, lugar y función de los nodos, flujos y producción de información, etc.) y las apuestas participativas (sentidos y lugares otorgados a la otredad, niveles de decisión y empoderamiento, etc.), son el resultado de la tensión entre estos tres elementos: TIC, apropiaciones y prácticas discursivas.

Ahora bien, el uso y apropiación de las TIC y la configuración de redes por parte de los movimientos sociales ha contribuido, junto con otros factores7, al surgimiento de una esfera pública cualitativamente diferente. Frente al hecho de que hoy ya no existe una esfera pública ni unificada, ni atada a los medios de comunicación del Estado (Keane, 1997: 57 y ss.), es necesario resaltar que la nueva condición de la comunicación global, y especialmente la presencia de las TIC, ha generado una esfera pública más global y autónoma, en la cual se reconfigura la información política y se ejerce cierta soberanía en la medida en que no obedece directamente a las regulaciones estatales. En este mismo sentido, se puede constatar la existencia de una serie de condiciones tecnosimbólicas para el surgimiento de esferas públicas radicalmente más desprendidas del referente territorial y nacional, propiciando la circulación de información política entre las partes más alejadas del planeta. Sin embargo, lo más importante para resaltar es la emergencia de una serie de intersticios de lo público-comunicativo desde los cuales no sólo se pueden expresar las nuevas formas de hacer política sino que ellos mismos se constituyen en prácticas políticas desinstitucionalizadas y con alto potencial contrahegemónico. Estos intersticios son espacios como las llamadas bitácoras (weblogs en inglés), las listas de discusión, los foros temáticos en Internet, etc., en los cuales el liderazgo tiende a difuminarse entre los participantes en tanto cada uno, en la medida de su participación (debatiendo, enviando a sus contactos correos electrónicos, etc.), se convierte en un pequeño líder que construye su propio nodo8. Como dicen Jara y Baumann (2001:s/p), "los ciudadanos pueden participar activamente en la difusión de sus opiniones, debates y cuestiones de interés y podríamos decir que se trata de opinión pública sin mediaciones aunque no por ello menos socialmente elaborada".

Así, lo que aquí tenemos es la presencia de una esfera pública absolutamente novedosa, que convive conflictivamente con otras de carácter más tradicional gestadas principalmente en y por los medios masivos de comunicación de carácter privado.

Pero esta esfera pública adquiere sentido en la medida en que encuentra solución de continuidad con el ejercicio del poder. En este sentido, vale la pena resaltar que la mayoría de las prácticas políticas de estas redes se realiza en un espacio sociopolítico que es una mezcla entre lo virtual y lo presencial, en tanto es a través de relaciones tanto virtuales como presenciales que se generan, mantienen y proyectan las acciones políticas y su incidencia sobre los centros de toma de decisiones. Es en la continuidad entre lo virtual y lo presencial en donde las prácticas políticas de los movimientos sociales le dan cuerpo a los lazos entre lo local y lo global. Consideramos que las relaciones sociales en línea no se encuentran aisladas de las interacciones fuera de línea ni de las mediaciones culturales del mundo presencial; más bien, pensamos que ambas son el resultado de una mutua afectación, inscritas ambas en el campo amplio de la cultura y entre las cuales podemos encontrar tanto continuidades como rupturas9.

Para finalizar este apartado, y en relación con el caso específico que nos ocupa, podemos decir que viejas prácticas políticas y de configuración de esfera pública se encabalgan sobre nuevos dispositivos sociotécnicos, soslayando muchas de sus características técnicas que podrían potenciar novedosas prácticas democráticas y participativas. En efecto, no basta con tener una tecnología que posea unas características potentes en términos de rapidez, interactividad, multimedialidad, hipertextualidad; que cuente con espacios para la creatividad y la argumentación como chats, listas y foros de discusión, entre otros; si no existe simultáneamente tanto una voluntad política de democratizar los procesos de configuración de una esfera pública como las condiciones socioculturales para que los públicos políticos puedan participar cualificadamente en ella. En este sentido, es muy importante saber que la introducción y uso de las TIC en la esfera pública no necesariamente significa más democratización, que el acceso a más información tanto global como local no implica automáticamente más poder político o mayor cualificación o calidad en la participación pública. Simultáneamente lo que está en juego son los procesos de democratización de los medios y la democratización a través de ellos. Las luchas no aluden solamente a la conexión, al acceso físico a los aparatos, a la formación en tecnología y al desarrollo de ciertas competencias, sino también al control, especialmente de contenidos, y a la apertura y perpetuación de ciertas prácticas democráticas de participación.

De instrumento a tecnología inherentemente política

Partimos del supuesto de que las TIC no son meros instrumentos o herramientas de transmisión de información que pueden ser usados de manera uniforme e indiferenciada por parte de los diversos usuarios. Tampoco creemos que sean escenarios y plataformas tecnológicas neutras en las cuales se desarrollan dinámicas comunicativas de diverso orden e intensidad. Por el contrario, como lo afirma Escobar (1999: 331), toda "tecnología inaugura un mundo, una multiplicidad de rituales y de prácticas. Las tecnologías son intervenciones culturales que crean, ellas mismas, nuevas culturas y demarcaciones del campo social".

Ahora bien, en el nivel político, que es lo que ahora nos interesa, y basándonos en Langdon Winner (1987), podemos decir que la relación entre los artefactos y la política se encuentra constituida a partir de dos dimensiones. La primera hace referencia a la forma en que la tecnología –su diseño, producción, uso y apropiación– puede utilizarse para incrementar "el poder, la autoridad y el privilegio de unos sobre otros". Utilización que va más allá de sus propósitos y usos aparentes para los que fue diseñada y producida. Muchas disposiciones físicas de tecnologías de la comunicación, el transporte o de otra índole, contienen propósitos políticos implícitos o explícitos, conscientes o inconscientes.

La segunda se refiere a lo que el autor denomina las "tecnologías inherentemente políticas", las cuales son "sistemas hechos por el hombre que parecen requerir o ser fuertemente compatibles con los tipos particulares de relaciones políticas". Este tipo de tecnologías están ligadas a maneras propias e institucionalizadas de ejercer poder. Para el autor, se trata de procesos que tienen la posibilidad de modificarse o apropiarse de manera diferente según los contextos o según los usos dados; conllevan en sí mismos dimensiones políticas en el sentido de que adoptarlos significa así mismo adoptar una forma de vida, una forma de sociedad, una forma de establecer determinado tipo de relaciones sociales.

Para el caso de las TIC, ambas dimensiones son relevantes y ambas se implican directamente con las prácticas políticas de los movimientos sociales, sus rutinas, las interacciones entre los colectivos, sus prácticas discursivas, etc. La primera dimensión, que ha sido ampliamente documentada, alude a la manera como los movimientos sociales las usan políticamente. Algunas investigaciones (Khan y Séller, 2004; Tilly, 2005; Grillo, 2007) han analizado cómo se conforman redes para protestar en contra de intervenciones militares (en Irak, por ejemplo), para mostrar cómo una gran cantidad de medios independientes y de fuentes de emisión no controladas o manipuladas por los grandes medios de comunicación, fueron capaces de autogestionar información (caso Indymedia, verbigracia), dar puntos de vista diferentes a los amañados por las comunicaciones oficiales, reportar las opiniones y acciones antibélicas de todo el mundo, y para mostrar cómo algunos líderes y personas interesadas usan Internet o la telefonía móvil (desde las movilizaciones antiglobalización, hasta las protestas en Filipinas, pasando por las movilizaciones de los mapuches) como herramientas eficaces para la coordinación operativa en la organización de grandes o medianas movilizaciones.

Con respecto a la segunda dimensión, podemos afirmar que en tanto los movimientos sociales no son productores de tecnología10, la relación que se construye pasa principalmente por la experimentación y la creatividad en los procesos de transferencia, uso y apropiación de la misma. Es decir, está en los propios movimientos definir la manera como las TIC se incorporan en sus rutinas, en el seno mismo de sus prácticas políticas.

Pueden optar por acogerse plenamente a las plataformas tecnosimbólicas que las TIC proponen, las cuales desde su diseño mismo se encuentran generalmente atravesadas por los intereses del mercado y por hegemonías de diverso tipo, o pueden por el contrario re-diseñarlas vía la apropiación misma, la adaptación cultural o la transferencia tecnológica crítica en función de su propio proyecto político. Por esta razón, sin que las TIC sean instrumentos neutros, encontramos usos y apropiaciones con proyectos que van desde la más extrema derecha (movimientos xenófobos, por ejemplo) hasta la más extrema izquierda, pasando por toda la escala de tonalidades entre estos dos polos –si es que aún este topos (derecha- izquierda) nos sirve para comprender la actual complejidad política de los movimientos sociales–.

Pero como insistimos en el carácter inherentemente político de las TIC y en el hecho de que las tecnologías "inauguran mundos nuevos" (para retomar la anterior cita de Escobar), estos usos y apropiaciones (instrumentalmente o no), transforman las prácticas de los movimientos sociales. Sus rutinas; sus formas organizativas; su relación con los otros, con los objetos mismos y con su entorno; sus prácticas discursivas, se ven transformadas.

Para mencionar sólo un ejemplo, llamamos la atención sobre lo que posiblemente ha sucedido –y debe estar sucediendo– con los cambios del lugar de la comunicación en la acción colectiva de algunos movimientos sociales. A través de una investigación realizada a 87 organizaciones usuarias de la red telemática española Nodo 50, los autores encontraron cómo algunas de ellas, gracias al uso de las nuevas tecnologías, comenzaron, por una parte, a centrar de manera decidida su trabajo político en torno al mundo de la comunicación y la información, y por otra, a transformar ciertos aspectos organizacionales, como es el caso del tipo y clase de tareas cotidianas y el lugar que ocupa el espacio físico en su organización operativa (López, Roig y Sádaba, 2003).

Para el caso de América Latina, León, Burch y Tamayo (2001 y 2005), en unas recientes investigaciones sobre este tema, hicieron un seguimiento al equipamiento y acceso a las redes electrónicas, a la utilización y la apropiación tecnológica e informativa, al funcionamiento en red y a las políticas y estrategias de comunicación de ciertas organizaciones agrupadas en la Comunidad Web de Movimientos Sociales. Algunas de las constataciones de los autores hacen referencia a que el uso de las tecnologías ha dinamizado y fortalecido las prácticas políticas en dos áreas: el trabajo en red y las actividades de comunicación e información. En este sentido, resaltan las confluencias entre colectivos y redes sociales plurales y diversas que se benefician de los acumulados organizativos y propositivos de cada uno de ellos, y "las posibilidades de comunicar, acceder a información, desarrollar y compartir conocimientos, con severas implicaciones en el convivir social". A través de la experiencia de articulación y confluencia de agrupaciones,

los movimientos sociales han venido procesando la importancia de apropiarse de tales recursos, en particular de la Internet, lo que implica no sólo ser usuarios, sino también profundizar en el entendimiento de sus lógicas para poder sacar un provecho pleno. Pero además se va perfilando que tienen un rol a jugar en la defensa de los intereses populares, de cara a la orientación del desarrollo e implementación de las NTIC, lo cual implicaría no sólo incidir en las instancias de decisión respectivas, sino incluso reconceptualizar el discurso dominante y tomar cartas en la disputa de sentidos [sobre la tecnología y las TIC] (León, Burch y Tamayo, 2001).

De lo anterior se desprende una especie de hipótesis: la comunicación se comienza a volver concientemente política. Podríamos estar asistiendo a una especie de "giro comunicativo" que va del informacionismo a la construcción conjunta de sentidos. Esta construcción semiótica de lo político no sólo define agendas públicas, participación, empoderamientos, etc., además redefine las propias prácticas: rutinas de acción, dinámicas organizacionales, incorporación de hábitos, relación con el entorno, relación con el otro, prácticas discursivas. Esto es lo que puede estar sugiriendo tanto la comprobación de que los movimientos políticos y ciertas organizaciones se consideran, a partir del uso de Internet, medios de comunicación, como la situación inversa: colectivos o medios de comunicación virtuales que devienen organizaciones sociales inscritas en un movimiento (López, Roig y Sádaba, 2003: 56). Igualmente es lo que nos puede estar señalando que, por ejemplo, la Comunidad Web de Movimientos Sociales esté, en su propia práctica de trabajo en red, rescatando el histórico vínculo entre comunicación y acción que "ha venido rompiéndose paulatinamente desde hace un siglo y medio con la irrupción del telégrafo y las posteriores tecnologías de la comunicación, que –para decirlo en palabras redondas– establecieron el mundo de los 'mass media' y la consecuente 'sociedad del espectáculo'" (León, Burch y Tamayo 2001).

Hacia la soberanía

Tienen razón los indígenas colombianos cuando afirman que la actuales TIC se nos metieron sin pedir permiso en las malokas, en los tambos y en las asambleas. Pelearon con otras TIC y vencieron: el chasqui y el maguaré son un recuerdo del pasado. Un folklore para delicia de no pocos ministerios de la cultura de los países latinoamericanos. No hay duda de que hoy las TIC son un campo de lucha, de que la esfera pública que de allí está emergiendo alberga una infinidad de utopías y que su control se vuelve estratégico. La puja del mercado y la puja por el control de la propiedad intelectual y la libre circulación de las ideas no es en vano.

Pero tampoco hay duda de que si bien al acceso a las tecnologías de la información y la comunicación es fundamental para no pocos millones de personas de los países del Tercer Mundo, la cuestión de fondo es el sentido de las prácticas políticas en los procesos de uso y apropiación –y si es del caso producción– de dichas tecnologías. Es claro, como lo hemos tratado de decir, que el sólo acceso a las TIC, o su uso instrumental, no significa inmediatamente democratización. Esta pasa por el respeto a la diferencia en los entornos políticos tanto virtuales como presenciales, por el hecho de que el poder ejercido on line tenga solución de continuidad off line, por la transformación de ciertas prácticas políticas aún ancladas en jerarquías y exclusiones de diverso tipo, por la posibilidad de globalizar los procesos locales y regionales, y pasa, en fin, por el ejercicio de la soberanía de todos los marginados.

CITAS

1 Mayúsculas en el original.

2 SICO: Sistema Indígena de Comunicación de Colombia. ONIC: Organización Nacional Indígena de Colombia.

3 De manera general, podemos decir que las prácticas sociales se configuran en campos de actividades humanas entretejidas, que son incorporadas y rutinizadas, y que se organizan alrededor de conocimientos compartidos o prácticas de entendimiento compartido (Schatzki, 2001). Siguiendo a Reckwitz (2002), una práctica social es un tipo de comportamiento rutinizado que comprende varios elementos interconectados entre sí: formas de actividades corporales, formas de actividades mentales, los objetos y su uso, un conocimiento de contexto en la forma de entendimiento compartido, conocimientos técnicos, estados emotivos y conocimiento motivacional.

4 Para efectos de una mejor comprensión de nuestro punto de vista, de manera breve diremos que los movimientos sociales son una red de relaciones que conecta colectivos heterogéneos. Dicha heterogeneidad está dada por la diversidad de formas de acción, por los alcances, por el número de agentes, por las formas organizativas y, en cierto nivel, por el tipo de intereses. Pensamos también que parte de esta heterogeneidad se inscribe en una tensión entre la tradición y el cambio en términos de las prácticas sociales y el ejercicio de lo político, es decir, entre lo que se ha denominado viejos y nuevos movimientos sociales.

5 Entendida como aquélla que se ejerce en los escenarios tradicionales (partidos políticos, parlamento, etc.)

6 Dice Castells (2001: 165): "Los procesos de cambio social conflictivo en la era de la información giran en torno de los esfuerzos por transformar las categorías de nuestra existencia a base de construir redes interactivas como formas de organización y movilización. Estas redes, que surgen de las resistencias de sociedades locales, se proponen vencer al poder de las redes globales para así reconstruir el mundo desde abajo. Internet proporciona la base material que permite a estos movimientos movilizarse en la construcción de una nueva sociedad". Añadiríamos hoy la telefonía móvil, habida cuenta de los desarrollos tecnológicos que están permitiendo una convergencia mediática y la multiplicación de funciones en estos pequeños aparatos.

7 Concentración mediática en grandes corporaciones, privatización de los medios y consecuente dominio de éstos sobre aquéllos de carácter nacional.

8 La experiencia más reciente para el caso colombiano fue el proceso de la organización de la marcha del 4 de febrero del presente año contra las Farc y el que se está llevando a cabo, en el momento de la elaboración de este artículo, para organizar una manifestación el 6 de marzo contra los crímenes de los paramilitares, el desplazamiento de los campesinos y en homenaje a las víctimas de la desaparición forzada, ambos procesos usando intensivamente el portal de red social Facebook y el correo electrónico.

9 De hecho, el concepto de cibercultura ha sido utilizado para la teorización sobre las nuevas formas de sociabilidad que surgen en torno a los usos de Internet, "tanto para explicar la emergencia de patrones culturales en línea como para hacer referencia a grupos y movimientos sociales que toman Internet como el centro de sus actividades e incluso como factor esencial de su misma existencia como colectivo" (Ardèvol, 2002).

10 Con mucha mayor razón para los movimientos sociales latinoamericanos, pues la región no es ni mucho menos líder en la producción de tecnologías asociadas a la información y la comunicación.


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