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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.28 Bogotá Jan./June 2008

 

La diáspora mexicana online: una lectura en torno al capital social*

Mexican diaspora online: A reading on the social capital

Rodrigo González Reyes**

* La investigación de la que parte el presente trabajo ha sido financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), por mediación del Programa Nacional de Posgrados de Excelencia, México.

** Licenciado y maestrante en Comunicación Social (Iteso/Universidad de Guadalajara). Investigador de la asociación Televidencias, Comunicación, Educación y Cultura A.C. E-mail: mamiferoparlante@yahoo.com.mx

ORIGINAL RECIBIDO: 14-I-2008 – ACEPTADO: 20-II-2008


Las diásporas online han sido casi exclusivamente abordadas desde enfoques culturalistas, hecho que ha oscurecido la necesidad de explicar su existencia como producto y determinante de estrictos modelos de acción colectiva. Así, el presente trabajo propone aproximar a su estudio el enfoque del, tendencia teórica atenta a ver el papel de los principios conectivos y asociativos de la redes sociales en la consecución de fines individuales y colectivos.

Palabras clave: diasporidad online, redes, Internet, acción colectiva.

As diásporas em linha foram sido quase exclusivamente abordadas desde aproximações culturalistas, fato que escureceu a necessidade de explicar sua existência como produto e determinante de estritos modelos da ação coletiva. Assim, o presente trabalho propõe aproximar a seu estudo a aproximação do, tendência teórica a ver o papel dos princípios conetivos e associativos das redes sociais na realização dos fines dos indivíduos e seus grupos.

Palavras-chaves: diasporidade online, redes, Internet, ação coletiva.

Online diasporas have been almost exclusively approached from culturalist visions, fact that indeed has darkened the necessity to explain its existence as product and determinant of strict models of collective action. Thus, the present work proposes to approximate its study to the social capital approach, theoretical tendency to see the paper of the conective and associative principles of social networks in the attainment of individual and colective aims.

Key words: online diaspory, social capital, networks, Internet, colective action.


Introducción

La pobreza, los conflictos bélicos, las persecuciones políticas y los desplazamientos forzados, entre otros factores, impulsan hoy en día a millones de personas a abandonar sus lugares de origen para buscar mejores condiciones de vida en sitios distantes. Muchos de ellos logran establecerse, y con ellos llegan también otros que comparten su misma condición, origen y cultura. Cuando estos establecimientos son masivos y sistemáticos, entonces se habla del nacimiento de una diáspora.

Como es fácil imaginar, los grupos diaspóricos siempre han intentado mantener vivas las relaciones con quienes quedaron atrás y sostener la fuerza de los lazos entre aquellos que migraron. Esta labor nunca ha sido fácil, pero hoy en día, gracias al desarrollo de la plataforma Internet y el surgimiento de un espacio público en la Red1, muchos de estos grupos han encontrado la posibilidad de ampliar sus modelos de acción y socialización a través de un nutrido grupo de sitios virtuales, dando lugar con ello a las llamadas diásporas online (Karim, 2003).

Este hecho, por lo demás, se presenta ante los estudios de migracióncomunicación y comunicación y redes, entre otros campos, como una importante situación testigo para reflexionar sobre cómo abordar un fenómeno asociativo en este espacio desde los principios teóricos y conceptuales del.

Entender el capital social: los principios productivos de las redes sociales

Problemas teóricos y conceptuales tales como la naturaleza de los nexos empáticos entre los sujetos, la creación de redes de confianza o las dinámicas de participación y cooperación interpersonales (Ostrom, 2003) no son nuevos para las diversas disciplinas sociales, sino que, al contrario, han dado lugar en el último siglo a un ingente cuerpo de generación y revisión teóricas. Desde muy distintas perspectivas y respondiendo a intereses muy diferentes, pensadores sociales como Homans (1961), Emerson (1972) o Blau (1964), han tenido en cuenta que las relaciones sociales no sólo producen nexos, sino que los nexos en sí mismos están cargados de un importante y subjetivado valor, y es a partir de esta intuición que se proyecta y modela el concepto de capital social, heredero de las teorías de segunda generación de la acción colectiva y la teoría general de la acción racional (Ostrom, 2003).

Este enfoque, a diferencia de otros que le precedieron en su misma línea, se caracteriza por entender el papel que tienen las redes sociales como posibilitadoras en el intercambio y consecución de recursos sociales, y a su vez, cómo estos intercambios son origen y consecuencia de la acción colectiva.

Así, se puede definir el capital social como un recurso de producción de beneficios que opera en función de los intercambios y las relaciones sociales del sujeto, presentándose como un principio conectivo y concentrador de recursos personales (Coleman, 1994: 306). A partir de él, los actores de una red combinan los efectos de sus distintas acciones individuales para obtener un resultado en términos de acción colectiva (Friedman y Hetcher, 1988: 203).

Vale puntualizar que ésta última, como parte de la acción social, se define en este enfoque no como la mera suma de acciones individuales, sino como una forma de actuación donde la acción individual, combinada con otras, es el recurso productivo de la estructura que posibilita el logro de ciertas metas que serían imposibles de alcanzar en su ausencia (Coleman, 1994: 302).

Con este trasfondo y tal como lo percibiera Coleman (1994: 302), primer re-fundador del enfoque del capital social, éste se puede entender también como la posibilidad de los sujetos de acceder a beneficios, en términos de recursos sociales diversos y posibilitados por la acción colectiva, que sólo son asequibles por mediación de sus redes sociales.

Desde aquí se asume que, si no todos, al menos una determinada cantidad de actores dentro de una red intuyen que los beneficios producto de esa cooperación voluntaria o involuntaria serán superiores a los que se pueden obtener por medio de actos aislados e individuales.

En este sentido, el espacio público de la Web, desde su estructura reticular, permite una serie de intercambios y acciones colectivas que anteriormente estaban casi limitadas a las interacciones presenciales, en tiempo real y cara a cara, perfilándose así como un fenómeno particularmente interesante para los distintos ámbitos teóricos y empíricos que tienen como centro la interacción social.

"Comunidades a larga distancia": Red, redes y capital social

Es interesante que si uno de los argumentos fuertes en el debate sobre Internet ha girado en torno a los niveles de compromiso y responsabilidad como factores de cohesión en la agregación virtual (Hine, 2004: 31; Lin, 2003: 212), las intuiciones hayan recaído hasta ahora en el inestable concepto comunidad y no en el de capital social. Con todo, existen precisos y útiles cruces teóricos entre ambos constructos, tal como el que ha operado Barry Wellman.

Pionero en el estudio de redes sociales de base telemática, Wellman ha explicado de distintas formas que una de las consecuencias de la Revolución Industrial fue traer la percepción de que el hecho comunitario había desaparecido como elemento de cohesión en las sociedades contemporáneas (Wellman, 2001), cuando este hecho, hoy claramente falso, únicamente obviaba que las formas de convivencia, de mantener redes sociales activas y productivas, sólo se había transformado al utilizar los recientes medios de comunicación como nueva base de vinculación entre sujetos ampliamente dispersos. Este episodio histórico dio lugar, como consecuencia, a las "comunidades a larga distancia" (Wellman, 2001: 5), es decir, a nuevas formas de asociación que se sustentan más en la existencia de prácticas compartidas entre sujetos que en sus condiciones físicas y localizadas de convivencia (Hine, 2004: 31).

Justamente la Red de redes, a través de sus posibilidades técnicas, potenciadas por cada vez más y mejores dispositivos de intercambio de información y la aparición de cada vez más nodos, se ha impuesto como el eje de esta emergente forma de socialidad mediada (Rheingold, 1994: 7; Delanty, 2006: 173), obviando a gritos lo ya insoslayable: estamos en red, interconectados con un número cada vez mayor de articulaciones que crece a una frecuencia acelerada (Da Costa, 2004).

Retomando todo lo anterior, se debe explicitar que un principio axiomático del es aquel que dicta que todo fenómeno asociativo, tanto en la virtualidad como en la vida real (IRl) (Rheingold, 1994: 16), tiene siempre un componente que determina económicamente la acción con base en los intercambios. Éstos, si bien no tienen que encajar forzosamente en las posturas clásicas del actor racional (en la que el sujeto siempre busca acceder con sus posibilidades y recursos al mejor resultado posible), al menos sí buscan acceder a recursos que no obran en su poder a través de la inserción en las redes de intercambio de terceros.

En términos reduccionistas, los sitios diaspóricos online, tal como otras agregaciones sociales públicas en línea, pueden ser entendidos como una red humana de intercambios. Allí, una indeterminada cantidad de sujetos "amarran" sus recursos a una red de intercambios informales en espera de que sean capitalizados, al tiempo que éstos procuran los que ofrecen muchos otros individuos. Esta dinámica, justamente, se vuelve nodal al evaluar las interacciones sociales en el espacio público de la Web como proveedoras de capital social.

Desde aquí y como punto de partida para entender el papel del ciberespacio en este hecho asociativo, es necesario decir que para autores en la línea de Wellman existen al menos dos niveles paralelos de participación colectiva de las que se desprenden y mantienen las principales formas de, las cuales son el contacto social (tal como las visitas, las reuniones sociales, la llamadas por teléfono, etcétera) y el compromiso (actividades organizativas con miras a lograr un objetivo) (Wellman y Quan-Haase, 2004: 115), ambos observables en distintos planos del espacio virtual.

La clave, en objetos como el aquí trabajado, consiste en asumir epistemológicamente el ciberespacio como producto y determinante de formas puntuales de este tipo de acción colectiva, situación que, debido a la inercia empírica que entiende la acción social en Internet no como una acción colectiva sino como la suma de las acciones individuales (Hine, 2004: 25), ha fracasado a excepción de unos cuantos aunque importantes intentos (Lévy, 2004).

Esta inercia cobra sentido cuando se verifica que, fuera del debate micro-macro (Ritzer, 2002: 443), una tendencia en ciencias sociales ha sido ver lo social ya sea en términos de acción o de estructura, pero pocas han sido las intuiciones acerca del papel que la estructura juega en los cauces de la acción, es decir, que la estructura puede ser también entendida no sólo como una mera disposición que cataliza la acción, sino en sí misma como una forma particular de aquélla.

Así, es posible entender que los sujetos en el ciberespacio, al igual que en el espacio físico, no sólo son o están, sino que también actúan, y en la actuación reside la posibilidad de lograr acceder a determinados recursos o posibilitar a otros la consecución de un objetivo dado; precisamente, cuando desde este filtro teórico se observa Internet como un escenario de múltiples y concurrentes interacciones colectivas, se obvia su importante papel histórico como posibilitadora y generadora de distintas formas potenciales de capital social. Esto se puede entender a partir de exponer ocho premisas sobre sus características estructurales y su relación con distintos principios asociativos:

1. Los vínculos sociales no se generan solamente donde los sujetos se encuentran, por causas ajenas a ellos mismos (Wellman, 2001 y 2004).

2. Por el contrario, los nexos con otros se buscan y se construyen en la medida de lo posible (Oldenburg, 1999; Berger y Luckmann, 1997).

3. Esto efectivamente se hace pues los vínculos están subjetivamente cargados de sentido y expectativas productivas (Coleman, 1994; Berger y Luckmann, 1997).

4. Todo fenómeno asociativo puede leerse en términos de capital social (Wellman, 2001).

5. A todo fenómeno asociativo corresponden diversas formas de producción o inhibición de (Coleman, 1994: 305).

6. Los medios técnicos, tales como las tecnologías de la comunicación y sus plataformas, sólo son posibilitadoras y/o potenciadoras de todas las anteriores disposiciones sociales (Wellman y Quan-Haase, 2004).

7. La Web, desde su estructura de red y a partir de sus posibilidades de reestructuración espacio- temporales (Hine, 2004: 15), potencia y facilita las propiedades reticulares de otras estructuras de organización social que la utilizan (Lin, 2001).

8. Los usos sociales que privilegian esta propiedad, potencian también la actuación y los beneficios de las formas de acción social reticular, tales como el compromiso grupal y la cooperación (Lin, 2001; Wellman y Quan-Haase, 2004).

Tomando en cuenta este contexto y las últimas premisas que tienen una orientación mediática, también es necesario aclarar que otros medios, como la televisión, han sido vistos como potentes inhibidores de positivo, entendiendo, por ejemplo, que los sujetos que ven más televisión suelen evitar "información útil" en el proceso de comprometerse cívicamente, al tiempo que el consumo televisivo, solitario y unidireccional, impide la colaboración en tareas ciudadanas y el fortalecimiento de lazos cercanos entre sujetos (Putnam, 2000: 231).

Por otro lado, y atendiendo a la imparcialidad, es justo exponer que tampoco todas las visiones sobre redes y han visto con buenos ojos la plataforma Internet; caso sorprendente de esta postura ha sido el mismo Putnam (2000), quien ha afirmado que, lejos de ser una forma que abra la base constructiva del capital social, la acota. El argumento de Putnam parte del razonamiento de que las personas puntualmente interesadas en algo tienden a relacionarse no con "cualquier otro", sino con aquellos que más estrechamente se apeguen a sus intereses, cerrando así la densidad de las redes (closure) e impidiendo el desarrollo de actividades cívicamente comprometidas. Esta afirmación, obviamente, tiene más que ver con prejuicios intelectuales de nuestro autor que con hechos empíricos, puesto que existe una pléyade de estudios serios que han demostrado, con base en su propia teoría, todo lo contrario (Halpern, 2005: 307).

Por otro lado, muchas han sido las preguntas acerca de la duración y fuerza de los vínculos construidos desde el ciberespacio y en él, por lo cual es importante revisar las insoslayables enunciaciones formuladas hace más de treinta años por Granovetter, tesis que se han revelado como centrales en la teorización social contemporánea del espacio Web.

Si bien este autor no habló propiamente de capital social (Granovetter, 1973) ni en su tiempo pudo prever la existencia de la Red, su proposición central es que las relaciones sociales más informales (redes de conocidos, weak ties) suelen comportar una importante fuente de recursos sociales, incluso mayores que aquellos provistos por las relaciones formales, fuertes y estrechas (strong ties). De la proposición de Granovetter se deduce que en tanto que las relaciones débiles son una fuente importante de, es imposible que algún tipo de red exista sin producir al menos una determinada forma de este capital. En este sentido, Internet, a través de sus distintos niveles de socialización e interacción, que van desde los cerrados tejidos de comunidades virtuales con fuerte sentido de pertenencia (Rheingold, 1994; Wellman, 2001) hasta los sitios de interacción fugaz y anónima (Hine, 2004: 28), abre el abanico de posibilidades para tejer vínculos débiles y fuertes, situación que, con relación al renovado interés generado por la telemática de segunda generación, comienza a llamar la atención no sólo de estudiosos de redes sociales y modelos vinculativos, sino de toda una pléyade de científicos sociales procedentes de muy distintos campos disciplinares.

Migración y tradiciones teóricas de la asociatividad

Una vez expuesto cómo opera teóricamente la idea de capital social y la forma en que allí se asume el concepto de acción colectiva, es necesario pasar a revisar su interés por los fenómenos migratorios y su relación con la diáspora online que nos servirá de ejemplo.

En primer lugar, hay que tomar en cuenta que los fenómenos migratorios, por sus procesos de movilidad y sus complejas dinámicas de conexión y desconexión social, han sido un gran fetiche en los estudios sobre redes sociales (Herrera, 2007: 191), y por goteo, de los estudios sobre capital social.

El cruce de estas tradiciones teóricas ha tenido como centro fenómenos empíricos tales como la denominada "migración en cadena" y otros mecanismos de movilización migratoria similares (Portes, 1997); fenómenos donde el flujo migratorio se verifica como producto directo de las interacciones regulares y circulares mantenidas entre no migrados, inmigrantes y emigrados (Arango, 2003). Esta articulación de perspectivas no es casual, pues encuentra su explicación en el hecho de que mientras el concepto de reticularidad funge como punto de llegada en los enfoques de redes, en los del capital social se prefigura como el de partida.

Las preguntas tras el fenómeno han sido en relación con ¿cómo se conectan los sujetos emigrados e inmigrantes con sus pares? ¿Se concertan alianzas entre migrantes de distintos grupos nacionales, étnicos y culturales? ¿Qué papel juega en el proceso de asimilación al nuevo entorno el conocimiento de determinados personajes de una red ya establecida?

Desde ahí, las líneas de investigación que aprietan la agenda del capital social y la migración tienen especial interés en entender cómo estas redes de conveniencia implican, por medio de la acción conjunta, la minimización de costos globales frente a la riesgosa empresa de migrar y el papel de la generación y revitalización de vínculos sociales en el proceso de asimilación a un nuevo entorno geográfico y sociocultural (Arango, 2003). Con ello se viene a obviar la importancia inmediata de estudiar cómo algunos usos sociales del espacio Web posibilitan el papel de la acción colectiva en diversas diásporas online, si bien el interés de los estudios de capital social y migración, hasta hoy, parece radicar en las situaciones asociativas geográficamente localizadas, dejando ver que el interés por Internet como un espacio social virtual ha sido un interés casi exclusivo de ciertos estudios de redes sociales.

Esto ha limitado las posibilidades de producción y acumulación de conocimiento en torno a este fenómeno, hecho que resulta particularmente interesante cuando se constata que los principales continuadores teóricos de este enfoque han hablado sobre el potencial del ciberespacio en la construcción y acumulación de (Halpern, 2004: 307; Lin, 2003: 125; Ostrom, 2003: 206; Wellman y Quan-Haase, 2004).

Los sitios WEB de la diáspora mexicoamericana

A diferencia de las diásporas procedentes de otros circuitos migratorios, la mexicoamericana, debido a su intensa migración circular y la consecuente presencia de siempre nuevas "primeras generaciones", es concebida ante todo como parte de una comunidad transnacional, es decir, donde las dinámicas sociales de los migrantes transcurren simultáneamente en el país de origen y en el de destino. Esto quiere decir, en términos prácticos, que los sujetos que forman parte de la diáspora pueden estar establecidos o en continuo tránsito a ambos lados de la frontera mexicoamericana, lo cual implica, respecto de otros grupos diaspóricos, un importante cambio de usos socializadores del espacio público de la Red.

En este sentido, mientras otras diásporas online agrupan sujetos que tienen como común denominador una misma identidad nacional, en el caso mexicoamericano los sitios genéricos de migrantes son inexistentes, aunque las páginas llamadas por el autor de este trabajo como de "oriundos", que agrupan a sus miembros y participantes en torno a la población o pueblo de origen, se cuentan por decenas en la gran Red (González, 2007).

Esto sucede pues los migrantes mexicanos, en medio de un proceso de inmigración globalizado, han entendido en términos de economía de redes el potencial asociativo que facilita la "matria", por oposición a aquella más débil y desarticulada que ofrece la "patria".

Estos sitios, en términos generales, pueden definirse como sitios virtuales de orientación no institucional, ideológica ni comercial que tienen como interés principal servir de vías de intercambio informal y alternativo de distintos tipos de información entre sujetos impactados por el fenómeno migratorio con un origen regional compartido.

En su inmensa mayoría, estos espacios virtuales están relacionados con municipios o poblaciones pequeñas de las entidades históricamente consideradas como expulsoras, tales como Oaxaca, Jalisco, Michoacán y Zacatecas, aunque prácticamente existen sitios vinculados a todos los estados de la República. En este punto debe indicarse que son inexistentes los sitios relativos a poblaciones grandes, tales como las capitales o ciudades principales, y esto se debe a que las redes de socialización de los sujetos procedentes de este tipo de poblaciones son más diversas y, a la vez, tienden a funcionar en torno a mecanismos de redes personales uno a uno entre otros modelos similares (Wellman, 2001).

En términos de, es necesario observar, también a diferencia de otras diásporas online y con base en otras geografías y lógicas migratorias, que estos sitios son construidos no por inmigrantes recién llegados y desconectados de sus redes, sino por sujetos bien establecidos, ya en territorio norteamericano o al otro lado de la frontera, en busca no de información de primera mano sobre el proceso y el tránsito migratorio, sino en busca de integrar una comunidad de sentido (Berger y Luckmann, 1997).

Esta búsqueda incluye la expectativa de encontrar a otros que, catalizada la experiencia migratoria, ofrezcan una orientación compartida de vida y el acceso a beneficios afectivos, tales como la posibilidad de mitigar la nostalgia a través del sistemático contacto con familiares o conocidos, o bien, satisfacer el deseo, por medio del chisme y el cotilleo, de sentirse incluidos en el aquí y ahora de quienes han quedado lejos.

Por lo demás, la exploración empírica preliminar permite afirmar que gran parte del secundario que se promueve y moviliza en estos sitios está en función de atender al menos cinco necesidades, a saber:

1. Renovar contacto entre familiares o amigos de la juventud o la infancia con distintos fines de socialización.

2. Generar o movilizar recursos económicos en la localidad de origen.

3. Promover políticas públicas a ambos lados de la frontera.

4. Denostar a un personaje público o conocido por la comunidad, ya sea de un lado o a ambos de la frontera.

Es necesario decir que la presencia de estos sitios, tal como se ha llegado a plantear en más de una ocasión, no sustituye a otro tipo de comunidades o redes sociales (grupos de inserción, conveniencia, etcétera), antes bien, en éstas últimas se potencian y se fortalecen los procesos de socialización e inserción en redes más amplias, modificando importantes aspectos de movilidad y cooperación tanto en los sujetos migrantes como entre aquellos que siguen en sus comunidades de origen.

A modo de cierre, insistimos en mencionar que el enfoque del capital social indudablemente tiene mucho que aportar a la comprensión de fenómenos comunicativos, migratorios y asociativos contemporáneos, mientras que la metáfora de las diasporidades aparece, en este escenario de cambios, como un valioso ejemplo para comenzar a pensar en lo que en un futuro cercano podríamos llamar estudios de la migración mediada.

CITA

1 En este trabajo se asume que Internet es la plataforma tecnológica y que su consecuencia social es el ciberespacio o espacio de la Red. Éste, al igual que cualquier otro espacio social, puede ser dividido en un espacio público y otro privado. El espacio público, objeto de este estudio, es aquél al que se puede acceder sin otra condición que poseer una conexión electrónica activa; el privado, por el contrario, es en el que el acceso es restringido, por diversos medios y dispositivos, por parte de los administradores y/o usuarios del recurso en cuestión. Algunos ejemplos comunes de este espacio lo conforman el correo electrónico o el tablero de mensajes privados (Hine, 2004).


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