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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.29 Bogotá July/Dec. 2008

 

Homenaje a Roberto Pineda Giraldo

A tribute to Roberto Pineda Giraldo

Ligia Echeverri de F.*

* Socióloga especializada en Antropología Social. Fue alumna de Roberto Pineda Giraldo y Virginia Gutiérrez de Pineda. Trabajó con sus Maestros como profesora investigadora del CINVA, organismo dirigido por el primero, y en la investigación "Estructura, función y cambio de la familia", con la segunda. E-mail: ligiaecheverri123@cable.net.co

Con datos proporcionados por José Fernando Pineda, hijo mayor de Roberto, la autora elaboró esta síntesis biográfica como homenaje de la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte de la Universidad Central a quien donara en el 2005 su biblioteca personal y la de su esposa, como apoyo a la gestión de sus alumnos Guillermo Páramo, Rector, y Ligia Echeverri como la entonces Decana de dicha Facultad.


El proceso que hoy se conoce con el nombre de aculturación, supera los umbrales estrechos de préstamos y adopciones simples que, de ser así, definirían la cultura como una miscelánea de instituciones, rasgos, elementos sin cohesión interna, sin correlación armónica ni interdependencia, en la cual un agregado o una supresión no alterarían su contenido esencial sino solo su inventario, en forma cuantitativa; y ésta es una pobre concepción de cultura.
(Coautoría con Virginia Gutiérrez de Pineda. Tomado de Criaturas de Caragabí, editorial Universidad de Antioquia, p. 375, 1999).

El aporte y la trayectoria académica y profesional del antropólogo Roberto Pineda Giraldo, recientemente fallecido, se enmarcan en el espíritu positivista de la política educativa y cultural de la República Liberal de los años treinta y cuarenta. También en el esfuerzo extraordinario propio y de su generación. Con estos dos elementos, él cierra la brecha de conocimiento que en la época separaba al país de sus homólogos del exterior. Su empeño en develar la realidad del país, impulsó a muchas generaciones de estudiantes a pensarla. Asimismo, permitió que una gran cantidad de personas se beneficiara con las políticas y acciones públicas que impulsó, mediante sus investigaciones pioneras y sus destrezas profesionales.

Roberto Pineda Giraldo nació en Abejorral (Antioquia). Su padre, Cayetano Pineda, era zapatero y durante muchos años, funcionario del Estanco, institución adscrita a las Rentas Departamentales de Antioquia. Su madre, María Luisa Giraldo, natural de Sonsón, venía de una familia vinculada a la arriería y a la agricultura. Él liberal y ella conservadora, debieron esperar hasta cuando el padre de ella falleció para casarse, dado que la filiación política de Cayetano era un obstáculo insalvable para su imprescindible anuencia.

El sexto y último hijo vivo del matrimonio, Roberto, cursó sus primeros años de primaria en la única escuela pública del municipio; cuando su familia cambió de residencia en busca de mejores oportunidades de trabajo y educación, fue llevado en caballo hasta la entonces poco poblada Villa de Medellín. En la carrera Sucre, entre Ayacucho y Pichincha, cerca del Teatro Bolívar, estaba su nueva casa. Y así, mientras su padre trabajaba todo el año en el pueblo de Campamento, cerca de Yarumal, lugar al cual había sido trasladado por las Rentas Departamentales de Antioquia, Roberto continuaba sus estudios de primaria en Medellín y, para apuntalar el presupuesto del hogar, ayudaba a sus hermanos en pequeñas empresas familiares.

Terminada la primaria, a principios de los años treinta, se matriculó en el Liceo Antioqueño para adelantar su bachillerato. El Liceo, un anexo de la Universidad de Antioquia, era una institución educativa sui generis en el país y en la época. Disponía de la excelente biblioteca de la Universidad, profesores de cátedra y amplio local. No tenía cerradas las puertas de entrada, ni portero, de manera que los estudiantes podían entrar y salir cuando quisieran. No se llamaba a lista y, por sobre todo, el origen social de los escolares, como lo atestiguan varias descripciones de la época, cubría la totalidad de ocupaciones y trabajos, además en una sociedad con tonos racistas, estudiantes de diferentes mezclas étnicas se encontraban. Este espíritu igualitario en la educación, contrario al de otras provincias y regiones del país de entonces y de hoy, marcó y modeló su manera de ser y de interpretar el mundo.

Al terminar el bachillerato, y con un interés marcado por la geografía, la historia y la literatura (española y francesa que leía en textos originales en la biblioteca de la Universidad), optó por la carrera de Derecho en la Universidad de Antioquia pero no sólo por ser una opción cercana a sus intereses, sino porque la podía financiar dentro de sus limitaciones.

Una oportuna conversación con Antonio Panesso Robledo, entonces su amigo de barrio, sobre el programa de becas que ofrecía la Escuela Normal Superior en Bogotá bajo la dirección del médico costeño José Francisco Socarrás, lo convenció de cambiar de idea. Así, en 1940, se matriculó en el programa de la ENS de Ciencias Sociales y Económicas y se graduó en 1944.

Su presencia en la ENS, que contaba con excelentes catedráticos del viejo continente llegados al país después de la conflagración europea y de muchos analistas nacionales que adquirieron renombre posteriormente, posibilitaron que Roberto adquiriera una formación de primer orden, como etnólogo y experto en temas sociales. Desde Paul Rivet hasta Rudolff Hommes (padre), pasando por Urbano de la Calle, Francisco Sirre, Pablo Vila, José de Recasens, el vasco Abrizqueta, Ernesto Guhl, Antonio García, el sacerdote jesuita Félix de Bedout, entre otros, le proporcionaron una educación con estándares europeos, hasta entonces ausente en nuestro medio. También le proporcionaron contacto de carácter universal con la literatura sobre temas sociales. La biblioteca de la ENS, celosamente apoyada por su director, facilitó igualmente esta tarea.

Sus compañeros de promoción seguirán siendo figuras decisivas en el desarrollo de las ciencias sociales en el país, personas como Darío Mesa, Alicia de Reichel, Blanca de Molina, Jaime Jaramillo Uribe, Miguel Fornaguera, Edith Jiménez de Muñoz, Carlos Trujillo Latorre, Milciades Chaves, Luis Duque Gómez y Aristóbulo Pardo, con quienes Roberto mantuvo –hasta el final de sus días– una hermosa amistad y un cariño fraternal.

Pero lo más relevante en su vida, fue la presencia entre sus condiscípulos de la socorrana Virginia Gutiérrez Cancino, quien venía del Instituto Pedagógico Nacional. Fue su amor de toda la vida, la conoció en 1940 y en 1945 contrajo matrimonio con ella en una relación que duró más de 54 años, hasta su muerte en 1999. Virginia fue también su par profesional, su crítica más profunda y su fuente de apoyo en las empresas personales y en su carrera académica.

Ambos realizaron viajes y expediciones, apoyados por el profesor Paul Rivet y el director de la ENS, bajo el imperativo de conocer y explicar la realidad social, cumpliendo el principio de que se debían atener a los hechos. Sus trabajos etnográficos incluyeron diversas travesías y visitas a la Guajira, al Chocó, al territorio del Opón, de las cuales quedan varios trabajos ahora publicados: Aspectos de la magia en la Guajira, Criaturas de Caragabí, Los motilones, y Vocabulario Opón Carare, en coautoría con Miguel Fornaguera.

Incorporados al Instituto Etnológico Nacional, colaboraron con Andrew Whiteford en el estudio comparativo de estratificación y clases sociales en Popayán (Cauca) y Querétaro (México) junto con otros investigadores, como Raymond Christ y James J. Parsons. Los programas de apoyo del gobierno y la academia norteamericana a la investigación científica, facilitaron la difusión del saber y el contacto de los estudiosos norteamericanos con sus colegas en Latinoamérica.

La persecución gubernamental de los años cincuenta, llevó a Roberto a buscar trabajo en la revista Semana como redactor internacional. La opción de una beca de la Fundación Guggengheim, para él y para Virginia, les permitió romper el cerco económico y ocupacional y viajar, en 1953, a la Universidad de California en Berkeley. Allí, Roberto tomó clases con figuras emblemáticas de la antropología norteamericana como Alfred Kroeber, Goerge Foster, Robert Lowie y maestros de la geografía cultural como Carl Ottin Sauer y su discípulo, James Parsons. El acceso directo a estos autores le representó un cambio en su perspectiva antropológica, que se reflejó en los trabajos posteriores.

A su regreso al país, en 1954, se vinculó al equipo de Ernesto Guhl en el Instituto de Seguridad Social Campesina. De ese período de tres años, data su estudio sobre El tabaco en Santander, uno de los mejores estudios sobre la economía tabacalera del departamento y del sistema de aparcería que la sustentaba. Producto de sus trabajos, fue la modificación del régimen prestacional en la región, introducida por el gobierno del General Rojas Pinilla y, de paso, ser declarado persona non grata por compañías tabacaleras y algunos gremios de la región.

Los estudios y atlas históricos de los departamentos de Caldas, Nariño y Cauca son también resultado de su aporte como miembro del equipo de Ernesto Guhl. Fue entonces llamado por la Corporación de Servicios Públicos. Allí adelantó, entre otros, el trabajo sobre la situación laboral y social en el departamento de Córdoba y del ingenio de Berástegui, estudio aún sin publicar pero del que hay copias manuscritas bajo el título "Berástegui".

Al dividirse la Corporación en tres entes y surgir el Instituto de Crédito Territorial (ICT), Roberto fue nombrado, en 1957, jefe de planeación, responsable de las operaciones y programas de vivienda de interés social, cargo en el que permaneció hasta 1960, cuando aceptó ser asesor de la OEA, en temas de vivienda.

Es posible que su desempeño en el ICT sea uno de los aspectos menos conocidos de su trayectoria, pero desde la óptica de su familia y sus allegados, el más relevante y con mayores repercusiones para su fértil y creativa trayectoria como antropólogo. Bajo la dirección de dos gerentes del ICT, Robledo Jaramillo y López Trujillo, su oficina multiplicó por algo más de 14 el número de soluciones de vivienda originales y de bajo costo, ofrecidas en propiedad a hogares de escasos ingresos en varias ciudades del país, utilizando solamente recursos del presupuesto, capitalizados y con una cartera sin morosidad. Las viviendas públicas contribuyeron a disminuir el déficit habitacional y a proporcionar orden y estructura al desarrollo urbano.

Con el equipo del ICT, conformado por figuras como Rafael Machado, Carlos Varona, Ernesto Merlano, Lucio Cabal y René Caballero, Roberto logró, por otro lado, introducir nuevos criterios de diseño (en altura y una mayor escala) para cada proyecto, como lo atestiguan, entre otros, los arquitectos del Centro Urbano Antonio Nariño y Ciudad Techo (posteriormente Ciudad Kennedy) en Bogotá.

En una de sus visitas al departamento del Tolima para diseñar programas de vivienda, adelantó investigaciones en el municipio de El Líbano, situado sobre las estribaciones de la cordillera oriental, y víctima de la violencia política. Su ensayo "El impacto de la violencia: el caso de El Líbano", publicado por el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional bajo la dirección de Orlando Fals Borda, sirvió de base para indagaciones posteriores sobre el tema.

Bajo la dirección del antropólogo Ángel Palerm en la división de asuntos sociales de la OEA, Roberto fue asesor de varios gobiernos latinoamericanos en temas de vivienda, antes de ser nombrado director del Centro Interamericano de Vivienda (CINVA) de la misma organización, con sede en Bogotá. Entre 1964 y 1972 fue su coordinador. Allí se formaron varias generaciones de viviendistas latinomericanos que trabajaron en sus países en el diseño, planeación y aplicación de programas de vivienda popular.

En 1972, convencido de que la limitante principal de los programas de vivienda para grupos de escasos recursos en América Latina no era la carencia de personal calificado, sino los problemas del desarrollo urbano y el acceso a información relevante en la región, transformó el CINVA en el SINDU (Servicio Interamericano de Información sobre Desarrollo Urbano) del que fuera director hasta 1977. En 1978 fue nombrado por la OEA como especialista del Programa de Desarrollo Rural en Áreas Prioritarias, dentro de las secretarías de Asentamientos Humanos, Programación y Presupuesto en México, cargo en que se desempeñó hasta 1981.

A su regreso al país, fue nombrado en 1982 director del Instituto Colombiano de Antropología (hoy ICANH), donde estuvo hasta 1986. Desde entonces, trabajó durante un año en el Proyecto Urbanístico Ciudad Salitre, en Bogotá, con la firma Arturo Londoño y Cía. y con el Banco Central Hipotecario.

En los dos años siguientes, regresó por segunda y última vez en su vida a trabajar en una investigación conjunta con su esposa y colega, denominada Misceginación y cultura en la Nueva Granada: 1750-1810 y publicada en dos volúmenes en 1989. Entre 1988 y 2005, fue miembro de la Junta Directiva de la Comisión para el Intercambio Educativo, Programa Fulbright del gobierno norteamericano en Colombia y dio asesoría informal a varias instituciones no gubernamentales, interesadas en la vivienda popular.

Además de su labor directiva y docente en el CINVA, en varias oportunidades fue profesor de los departamentos de Sociología y de Antropología de las universidades Nacional, Gran Colombia, Externado y de la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander.

He ahí, pues, la trayectoria silenciosa de un valor nacional. Quizás muchos no alcancen a darle la dimensión social a sus aportes. Pero si ahondan en la validez de sus investigaciones, tendrán que reconocer que en la Colombia de hoy, aún ondea sobre el asta de sus escritos esa "llama al viento" que fue Roberto Pineda Giraldo. Por ello, y en honor a su esfuerzo y a su capacidad de penetración en los fenómenos sociales, nos hemos permitido hacerle este homenaje al iluminante profesor y al amigo entrañable.