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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.30 Bogotá Jan./June 2009

 

Una experiencia de conocimiento situado: la línea de Jóvenes y Culturas Juveniles del DIUC

An experience of situated knowledge: DIUC's research group on Young People and Youthful Cultures

José Fernando Serrano A.*, Ana María Arango**, Fernando Quintero*** y Leonardo Bejarano****

* Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia y MA en Resolución de Conflictos de la Universidad de Bradford. Docente de la Universidad Central desde 1992, dirigió la línea de investigación en Jóvenes y Culturas Juveniles del DIUC/IESCO entre 1998 y 2003. E-mail: josefernandoserrano@yahoo.com

** Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Hizo parte del equipo de la línea de investigación en Jóvenes y Culturas Juveniles del DIUC/IESCO entre 2000 y 2005. E-mail: anamarangoc@hotmail.com

*** Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Hizo parte del equipo de la línea de investigación en Jóvenes y Culturas Juveniles del DIUC/IESCO en varias ocasiones entre 2000 y 2008. E-mail: ferquinto@hotmail.com

****Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia y candidato a Doctor en Sociología de las universidades de Toulouse -Le Mirail- y la Universidad Autónoma de Barcelona. Hizo parte del equipo de la línea de investigación en Jóvenes y Culturas Juveniles del DIUC/IESCO entre 2000 y 2003. E-mail: leobejarano@gmail.com

ORIGINAL RECIBIDO: 23-II-2009 – ACEPTADO: 16-III-2009


El artículo presenta una mirada retrospectiva a la línea de Investigación en Jóvenes y Culturas Juveniles del IESCO (DIUC) entre 1998-2004. Para ello, se observan las preguntas de partida, los ejes de la reflexión y sus resultados. A lo largo del período observado se produce una pérdida de seguridad en la comprensión de los sujetos jóvenes desde lógicas descriptivas, y se pasa más bien a observar los procesos de subjetivación juvenil. Con base en ello, se caracteriza el conocimiento producido por la línea como una experiencia parcial, localizada, corporeizada y crítica de los estudios de juventud.

Palabras clave: jóvenes, subjetividad, investigación cualitativa, agenciamiento.

O artigo apresenta uma olhada retrospectiva à linha de Investigação de Jovens e as Culturas Juvenis do IESCO (DIUC) entre 1998 -2004. Nele, se observam as perguntas de partida, os eixos de reflexão e seus resultados. Ao longo do período observado se produz uma perda de segurança na compreensão dos indivíduos jovens desde as lógicas descritivas, e se pode observar melhor os processos de subjetividade juvenil. Com base nele, se caracteriza o conhecimento produzido pela linha como uma experiência parcial, localizada, corporalidade e crítica dos estudos de juventude.

Palavras-chaves: jovens, subjetividade, investigação qualitativa e agenciamento.

This article is a retrospective analysis of Youths and Juvenile Culture research developed from 1988 to 2004 by IESCO, former DIUC. The initial questions, subject matter axes, and their results are the study starting point. A lack of accuracy in the understanding of young subjects from the descriptive logic along this period is noticed. Instead of that, the investigations go to observe the juvenile subjectivation processes. Based on these observations, the knowledge produced by this line is characterized as a partial, local, centered on the body, and critic experience in the field of youth studies.

Key words: youths, subjectivity, qualitative research, management.


1. Incitación y resistencia

Este texto ha emergido varias veces como consecuencia de la incitación a una mirada retrospectiva sobre la producción de conocimiento de la línea de investigación en Jóvenes y Culturas Juveniles del DIUC/IESCO en el periodo 1998-2004, y se ha sumergido las mismas veces en la resistencia al recuerdo, en el cruce de sentidos y momentos, en la dificultad de su escritura. La pregunta por dónde empezar nos rondó por un tiempo. ¿Cómo hacer para que ese espacio habitado por intenciones, incertidumbres y deseos al que llamaremos desde ahora "la línea", se volviese un lugar desde el cual dialogar y con el cual hacerlo?

Empezamos, entonces, durante varios meses entre correos, recordatorios e intentos fallidos de encuentro a darle forma al texto. En algún momento, éste irrumpió motivado por una razón: dar cuenta de lo sucedido, en particular, cómo se fue desenvolviendo un modo de entender al sujeto juvenil en una experiencia de construcción de conocimiento dentro de un espacio universitario. La generalización en la región de una tendencia a ver las universidades desde modelos de gestión empresarial que privilegian nociones como pertinencia, calidad o eficiencia en aras del capitalismo académico (Sisto, 2007; Naidorf, 2007), no ha llevado consigo la incorporación en las mismas de los mecanismos para recapitular las experiencias que llevan a ciertos conocimientos, los desaciertos que generan otros, ni las prácticas de los equipos humanos que dan sentido a sus procesos. Escribir este texto era entonces también una razón para interpelar las formas como las universidades, en algunos casos en conjunción con instancias formuladoras de políticas públicas, promueven, financian e institucionalizan ciertos campos de saber y gestionan modos de producir conocimiento sobre determinados sectores o sujetos sociales. Inquietud que, sin embargo, no abandonamos y a la cual volveremos al final de este artículo.

En otro momento, el texto lo pensamos como una "sistematización de la experiencia" de la línea. La sistematización, bien en su versión latinoamericana, basada en la educación popular, la educación de adultos y la promoción social (Jara, 1994) o en su versión empresarial del knowledge management (Young, 2000), hace parte de ejercicios de seguimiento, evaluación e investigación de proyectos y experiencias y busca la producción de saberes mediante la observación sistemática de los procesos que llevan a ciertos resultados (positivos o negativos). Esta lógica de "logros, dificultades y lecciones aprendidas", si bien nos parece una forma válida de dar cuenta de prácticas organizativas e institucionales, no nos ofrecía el lenguaje con el cual queríamos acercarnos a lo que vivimos.

Luego, sostenidos aún por la idea de la línea como un "proceso", nos dimos a la tarea de encontrar algún "hilo conductor", y tentados por la posibilidad de establecer un "sentido", buscamos un punto de partida desde el cual marcar una secuencia. Así, pensamos, podríamos disponer en un escenario los textos producidos para que, a modo de objetos expuestos, el espectador/lector pudiera darse un panorama de cómo se desenvolvieron las ideas generadas en la línea. Camino errado que inevitablemente nos hubiera llevado a donde no queríamos: releer el proceso de la línea como si se tratara de dar "orden" a un "caos", como en las narrativas de los modos imperiales de escribir la historia que, para legitimar cierto orden colonial, reducen el espacio a un escenario de hechos ordenados desde un mito fundacional (Carter, 1987).

Aclarando aquello que no deseábamos que el texto fuera, iniciamos una mirada a algunos de los procesos que sustentaron los modos de elaborar conocimientos en torno a lo juvenil en la línea. Desde hoy, la mirada que hacemos resiste una única descripción lineal y asume varios ires y venires en los que nos acercamos y distanciamos de aquello que nos afectaba, de los intereses que teníamos, de las apuestas ético-políticas buscadas. A partir de estos recorridos, entramos en diálogo con una producción de conocimiento íntimamente ligada con nuestras biografías personales, con encuentros para compartir modos de entender y aproximarse a lo juvenil y a los jóvenes mismos.

Como ejercicio de memoria, escribir este texto es un pretexto para recordar y construir algo nuevo, incluso insospechado, desconocido. Rememorar se convierte entonces en ocasión para que algo aparezca otra vez, el texto es también un post-texto, oportunidad de releernos, de escucharnos otra vez. Así surgieron las pistas para escribir este artículo una tarde de sábado en la cual nos encontramos los autores, luego de varios años, otra vez con la pregunta por lo juvenil como excusa. Sobre una tela azul que cubría buena parte de la pared y con pilas de libros y revistas, fuimos recordando lo que habíamos hecho. En la parte superior, había círculos de cartulina con los años. Llenando la tela, piezas de papel de diversos colores diferenciaban los proyectos ejecutados y diseñados, los eventos organizados y a los que asistimos, los productos obtenidos, las metodologías usadas, las preguntas surgidas. El resultado: una maraña de palabras, nombres y lugares sólo comprensible para quienes la habíamos llenado. Tomado un respiro, empezamos a preguntarnos, ¿y esto qué nos dice?

2. Autores en busca de personaje

En 1921, Luigi Pirandello escribió la obra de teatro Seis personajes en busca de autor. En ella, un grupo de personajes (el Padre, la Madre, la Hijastra, el Hijo, el Muchacho y la Niña) busca un autor que escriba el drama en el cual puedan actuar. El director de una compañía, una vez encuentra interesante la historia que el Padre cuenta, decide ponerla en escena pero con sus propios actores. Los personajes reaccionan indignados ante tal hecho pues consideran que quién sino ellos que han vivido el drama, son los más adecuados para interpretarlo; finalmente, para ello han sido creados. Unos y otros, actores y personajes mezclados, inician variadas interpretaciones del drama con miras a mostrar la veracidad de su actuación, mientras que el Director y el Padre, cada uno a su modo y con su versión, hacen su propia dirección. Así, los tiempos y espacios del drama que sirve como referencia, se mezclan con los tiempos y espacios de la actuación: actores y personajes se confunden y cambian de lugares, voces y autorías se mezclan, hasta que sobre el hecho final de la historia (un disparo) queda la duda de si era parte de la actuación o en efecto sucedió.

La referencia a esta obra surgió en algún momento, observando el Estado del arte que sobre jóvenes en Bogotá elaboró en 2003 el grupo, y sirvió como metáfora de lo que allí estaba contenido. Sin embargo, leímos la historia en otro sentido: tal vez lo que había enunciado era más bien una serie de autores buscando a sus personajes y creando un drama al cual conectarlos. Las frecuentes menciones de las ciencias sociales a la crisis del sujeto, su inestabilidad, la imposibilidad de su aprehensión o incluso su negación (Boyne, 2001), se parecen a esta situación en la cual los autores se dan cuenta de que sus personajes se han ido y salen en su búsqueda. Así nos parece que sucede en buena parte del conocimiento sobre jóvenes y juventud en el cual el sujeto al que se alude, con frecuencia escapa, rehúsa, se escabulle de las tipologías, clasificaciones, descripciones e institucionalizaciones de quienes como autores, buscan al sujeto que de sentido a su escritura.

Con esta idea en mente, podríamos entonces leer de otra forma aquel argumento con frecuencia reiterado por quienes participamos en la producción de conocimiento sobre lo juvenil en la ciudad y el país, y que políticas e instituciones instrumentalizaron bien para legitimar sus intervenciones; argumento según el cual, los estudios de juventud surgen a mediados de los ochenta por efecto del lugar de los jóvenes en hechos asociados con la violencia del narcotráfico y la delincuencia urbana, y la necesidad de atención social e institucional que ello generó. Como la historia de Pirandello, a la inversa, una cierta narrativa naturalizada de la violencia o de las violencias que vivía el país, armada con elementos de la sociología de la educación (Parra y Ausencia de futuro: la juventud colombiana (1985)), de la investigación periodística urbana (Salazar y No nacimos pa´semilla (1990)), el cine NÓMADAS 121 (Gaviria y Rodrigo D: no futuro (1990)), y conectada con la larga tradición de la psicología que veía al sujeto joven como el que "adolece" de adultez y con las imágenes de lo juvenil producidas por las industrias culturales, sirvió como el drama al cual los autores articulamos las historias de unos personajes y les hicimos existir como sujetos de conocimiento.

Y como lo sucedido con el Director o el Padre de la historia de Pirandello, diversas versiones del drama se fueron armando. Como pudimos observar en el Estado del arte de 2003, es necesario señalar que dichas producciones de conocimiento sobre lo juvenil no tenían los mismos objetivos. Unas buscaban brindar orientaciones y lineamientos para enfrentar la vinculación de los jóvenes a las situaciones de violencia; otras intentaban cuestionar la creciente estigmatización de las prácticas juveniles, bien desde la observación de sus variadas formas de acción política (a partir del movimiento de la Séptima Papeleta, fenómeno político que desencadenó la reforma constitucional de 1991, hasta las actividades barriales y comunitarias) o desde la irrupción de las culturas juveniles en el espacio urbano. En este escenario de creciente interés académico, social e institucional por lo juvenil, el entonces DIUC fue creando un espacio para el tema mediante la publicación en 1996 del número 4 de la revista NÓMADAS sobre jóvenes, cultura y sociedad, la realización del seminario internacional "Qué sabemos sobre los jóvenes", cuyas memorias conforman el libro Viviendo a toda: jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades (1998) y la investigación "Culturas juveniles de Bogotá, vistas desde la cultura rock", realizada por Germán Muñoz y Marta Marín, basada en trabajos previos de los autores en el tema de identidades culturales.

3. Sujetos en fuga

A los ojos de hoy, escarbando en textos producidos para el trabajo de la línea o por efecto del mismo durante el periodo cubierto, encontramos tres motivos que, como sucede en una composición musical tipo fuga, operan a manera de líneas instrumentales reiteradas o repetidas a lo largo de la obra con diferentes énfasis. Una de estas líneas se acerca a lo juvenil desde aspectos o temas que permiten caracterizarlo contextualmente o que describen algunas de sus condiciones: jóvenes y culturas juveniles; jóvenes, territorios y sensibilidades; jóvenes y consumos culturales; jóvenes y violencias; jóvenes y religiosidades; jóvenes, géneros y sexualidades, entre otros. Otra línea mira lo juvenil desde las formas como los discursos, particularmente los discursos expertos sobre el tema y sus expresiones institucionales, generan una serie de representaciones e imágenes que le construyen social y políticamente. Una línea más, en resonancia con las inquietudes y desarrollos del DIUC/IESCO en los temas de subjetividad, indagó por los procesos de sujeción como por los de singularización de lo juvenil.

El bajo profundo, sobre el cual estas líneas iban apareciendo y desapareciendo, de manera similar a una fuga musical, fue una pregunta constante por la cultura; pregunta que pasó de ser una referencia a los objetos que caracterizan a los sujetos, a convertirse en una interpretación de procesos y condiciones socioculturales que configuran los modos de ser joven. Veamos esto en detalle.

Un primer recurso a la noción de cultura aparece en "La investigación sobre jóvenes: estudios de (y desde) las culturas" (Serrano, 1998), en donde al revisar un conjunto de literatura "sobre" lo juvenil se cuestiona la "naturalidad" del mismo presente en las perspectivas que lo definen con base en un dato biológico o generacional, o una búsqueda de identidad intrínseca al momento vital. Culturizar lo juvenil, en este uso del concepto, permitiría, por una parte, observar la construcción histórica de la categoría joven y los resultados de los conocimientos especializados al respecto y, por otra, una cierta ubicación en el contexto social más amplio. Esta idea de culturizar estaba sin duda impulsada por la distancia que sentíamos tanto en relación con las habituales asociaciones de lo juvenil a la búsqueda de identidad, como frente a las miradas sobre las culturas juveniles desde nociones tribales o a manera de enclaves secretos y casi esotéricos, imposibles de conocer por los no iniciados. Al término del periodo observado, encontramos que la inquietud por la cultura la hacíamos más desde la producción de conocimiento sobre lo juvenil como una práctica social que organiza y regula las relaciones entre los sujetos y que, por ende, incide en sus condiciones de existencia (Serrano et al., 2003: 27). Esto, en medio de la generalización en nuestro contexto de ideas venidas tanto de las diferentes corrientes del constructivismo (Berger y Luckman; Bateson y Watzlawick; Morin) como de teorías sobre los procesos de subjetivación (Foucault; Deleuze y Guattari), entre otras.

Los resultados de cada una de las mencionadas líneas, soportadas por la pregunta por la cultura, fueron diversos. La primera, en su lógica de adjetivar lo juvenil con ciertos temas, generó una serie de descripciones que terminaron creando meta-narrativas propias de los objetivos comprensivos de los estudios de juventud, y cuyo ejemplo estaría en la publicación Menos querer más de la vida. Concepciones de vida y muerte en jóvenes urbanos (Serrano, 2004). La segunda línea inició una revisión de las formas de nominar lo juvenil que permitió una interpelación a las políticas públicas y los discursos institucionales desde los cuales se enmarca a los sujetos. La tercera, surgida de la inquietud por los cursos vitales y las biografías de los jóvenes con que terminó la investigación sobre concepciones de vida y muerte, llevó a una pregunta por la subjetividad que quedó expresada en el hilo conductor del número 13 de la revista NÓMADAS: "¿Qué hay de singular en lo juvenil?"

Esta pérdida de seguridad en la caracterización del sujeto experimentada al término del periodo revisado, fue explorada a partir de diversos caminos. Uno de ellos siguió a autores que cruzaban los estudios de Bourdieu con la sociología de la juventud (Martín, 1998) con quienes se elaboró una propuesta conceptual que diferenciaba la "construcción de la juventud" de la "producción de lo juvenil" como procesos constitutivos de dicha subjetividad (Serrano, 2002: 15), con miras a diferenciar prácticas discursivas y de representación de ubicaciones en sistemas productivos y de capitales. Otro camino exploró perspectivas de la sociología y la antropología centradas en la condición espaciotemporal de la vida cotidiana (Léon, 1995; Zemelman, 1997) para desde allí proponer un acercamiento a la subjetividad como composición móvil, permanente y en el presente, a partir de fragmentos de lo social; como decía uno de estos autores,

una cosa es ver la construcción de un sujeto social como el punto de llegada de una serie de determinaciones, y otra cosa es considerarla como un proceso inacabado en que hay flujos y reflujos, continuidades y rupturas, puntos de llegada y de partida en que se dibujan y desdibujan sus contornos (León, 1995: 51).

La dimensión espaciotemporal en la cual la subjetividad juvenil se construye, se fue convirtiendo en motivo constante de discusión y fue abordada por el equipo también desde varias dimensiones: en una de ellas, se la entendió como desplazamiento de una noción de las generaciones como estratos de poblaciones que se sobreponen unos sobre otros, hacia una idea de éstas como apropiaciones por parte de los sujetos de una cierta ubicación espaciotemporal (Serrano, 2002). En otra, la pregunta por lo temporal llevó a plantear la juventud como una "construcción con el tiempo, una forma de organizar, controlar y transformar las temporalidades en que se mueve la subjetividad", en sentido similar a como el género es una construcción con el cuerpo (Serrano y García, 2004: 197). En una más, la pregunta por la temporalidad permitió observar cómo desde la modernidad se naturalizan ciertas ideas sobe el tiempo social e individual que permiten la regulación de los cursos vitales y las biografías de los sujetos (Arango, 2007).

Así, ya en los últimos productos del periodo comprendido, lo juvenil aparece descrito desde nociones como las de coordenadas, redes, circuitos, fluidos y una serie de ideas relacionadas con lo espaciotemporal en movimiento y con un intento por cartografiar lo juvenil, distanciado del ejercicio comprensivo descrito antes y más bien realizado desde su dimensión de composición y ubicación. En un texto de 2004 de Arango y Serrano, y con base en trabajos de Pinzón y Garay (1997), se proponen nuevos distanciamientos frente a las nociones de lo juvenil construidas desde sus funciones (anomia/orden) o sus lugares en la estructura social (grupos de edad, generaciones, sectores excluidos), en beneficio de la cartografía de las tensiones y fuerzas en pugna en medio de las cuales surge, desaparece y se transforma la subjetividad (Serrano y Arango, 2004: 135). Tensiones y fuerzas que en su momento caracterizamos en cuatro tipos de circuitos: los de las memorias, los de las producciones culturales, los de lo mágico-religioso y los de las socialidades, y de cuyos cruces surgiría lo específico juvenil (Ibíd.).

Finalmente, habría que aplicar esta misma inquietud por los movimientos y traslapes espaciotemporales a los textos mismos: si bien iniciamos este escrito con un cierto corte temporal, revisando nuestro quehacer observamos que algunas ideas se montaron en otros momentos de la pregunta por lo juvenil en el DIUC/IESCO y se movilizaron a otros terrenos y espacios, como veremos al final. En el espacio que la institución define como una línea de investigación en Jóvenes y Culturas Juveniles, lo que observamos son más bien varios trazos con ritmos, cadencias y quiebres particulares, de los cuales aquí apenas hemos señalado algunos.

4. El hacer

Hasta aquí, el texto ha tomado la forma de una cierta genealogía del sujeto joven y de lo juvenil en la línea, que llega hasta el momento en el que ésta se acerca a la juvenilización de los procesos de subjetivación, cuando el trabajo de este equipo va terminando. Ahora queremos proponer otra retrospección, orientada por una caracterización de los modos de producir conocimiento. Caracterización con tres facetas: las prácticas (el cómo), las relaciones con los sujetos jóvenes (con quiénes) y los sentidos (para qué).

4.1. Prácticas

Observando algunos textos producidos, borradores de proyectos no finalizados, marcos teóricos y metodologías, encontramos tres modos de actuar que nos permiten un acercamiento a lo que fue nuestro quehacer en su momento.

El primero, opera como movimiento en intersticios: nociones como cartografías y mapas vitales, reflexividad, performatividad, aparecen tanto a manera de entradas conceptuales como de apuestas metodológicas frente a modos de relacionarse con lo juvenil. Decidimos hoy llamar "conceptos bisagra" a estas nociones que nos permitieron tanto desarrollos teóricos y diálogos con autores, como aplicaciones en las metodologías usadas. Muy posiblemente, si en ese momento hubiéramos conocido los trabajos de Anzaldúa, habríamos visto también en estas nociones su condición de "frontera/borderland". Ideas como la mestiza, mencionada por la autora, aluden a modos de pensar flexibles y susceptibles de moverse de un lado a otro, de cambiar sus formaciones habituales hacia pensamientos divergentes, alejados del establecimiento de patrones y objetivos (Anzaldúa, 1987). La conciencia mestiza de Anzaldúa, con sus movimientos y fluidez, con su pluralidad de identidades, rompe la dualidad sujeto/objeto y la trasciende. Así, en el proyecto "Estrategia reflexiva sobre las subjetividades juveniles" que elaboramos entre los años 2000 y 2002, la noción de reflexividad nos permitió una interpretación del sujeto joven como agente y, a la vez, nos abrió la posibilidad de un acercamiento a los mundos juveniles como textos vivos y cambiantes, tanto del sujeto que enuncia como del que escucha. Por ello su sentido estratégico.

El segundo modo de actuar opera como torsión: algunos temas que en el momento eran habituales en la compresión de lo juvenil, se convertían en nuestros textos en otras cosas, en una operación que al enrarecer la mirada de quien hacía la pregunta, generaba una respuesta inesperada. Así, la indagación por las razones del "embarazo precoz", cuya respuesta nos demandaban desde la alarma social a partir de nuestro supuesto lugar de "expertos", se nos convirtió en excusa para hablar del cuerpo y la sexualidad adolescente, desde actos de agenciamiento de los procesos de cambio en las biografías vitales (investigación "Construcción de lo materno y lo paterno en madres y padres adolescentes"). La permanente pregunta por la caracterización y la explicación de la violencia juvenil, aparece transformada en propuestas como el proyecto "Enfrentamientos limpios", escrito con jóvenes que habían participado en investigaciones anteriores, en una indagación por las formas de tramitar y transformar los conflictos y por los modos de relacionarse en la norma y con la norma. Idea que continuó en otra propuesta, resultado en parte de la participación de algunos miembros de la línea en un trabajo pedagógico realizado con jóvenes en zonas atravesadas por la guerra, denominada "Jóvenes y conflictos: cursos vitales, reflexividad y estrategias de vida", y que buscó evidenciar las prácticas a través de las cuales las/os jóvenes enfrentan las violencias y facilitar su reelaboración y circulación en nuevos contextos y lugares.

El tercer modo de actuar opera como puesta en escena del conocimiento: la incomodidad que nos producía la ubicación tradicional de investigador sentado tras una mesa en el momento de dar cuenta de su trabajo, nos llevó a explorar otros modos de presentar el ejercicio investigativo y, más allá, de poner en escena el conocimiento producido. A la escena autoritaria y jerárquica del saber (experto sin cuerpo-escritorio que protege-relato críptico) propusimos una puesta en escena polifónica (sujetos con cuerpos-voces múltiples-conocimientos anclados en varios soportes). Así, el informe final de investigación se convirtió en una intervención del espacio de la Universidad, con objetos, fragmentos de relatos, música producida por los jóvenes y escenificaciones de momentos del trabajo investigativo. Entrevistas y talleres empezaron a ser vistos como escenarios experienciales, creativos y expresivos que permitieron encuentros y diálogos en múltiples direcciones, como se propuso en el proyecto "Cuerpos y temporalidades: procesos de subjetivación de hombres y mujeres jóvenes desmovilizados en el marco de la guerra en Colombia", elaborado por Ana María Arango y Fernando Quintero en 2005. La pregunta por lo performativo que hacíamos en ese momento desde su dimensión de escenificación, nos conecta hoy con nuevas prácticas investigativas que permiten la proliferación de interacciones y modos de dialogar y significar, en las cuales deseo, pasión, emoción están en el centro de la acción investigativa y no en sus márgenes, como lo describe Rodríguez (2008).

4.2. Relaciones

Cómo relacionarnos con las/os jóvenes con quienes interactuábamos en los ejercicios investigativos hechos, fue una inquietud que rondó permanentemente el trabajo del grupo en el periodo señalado. Venidos principalmente de las carreras de Antropología y Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, compartíamos ciertas inquietudes y apuestas sobre los modos de relacionarnos con los sujetos con quienes elaborábamos y respondíamos preguntas que a veces eran tanto "nuestras" como de "ellos". El paso por la Nacional nos había permitido observar una gama de modos de relación con aquellos sujetos que a veces aparecían tanto como unos "otros" aludidos en los conocimientos producidos, como unos "nosotros" para aquellos integrantes de la línea que aún se consideraban parte observante y actuante de dicho sujeto social.

Así, mientras algunos habíamos entrado en contacto con las apuestas de la investigación acción participativa, planteadas por Fals Borda, sobre la necesidad de un conocimiento ubicado social y políticamente en los procesos de transformación, otros habíamos aprendido en el trabajo etnográfico con Jaime Arocha (1999), la sistematicidad en las descripciones, la riqueza de detalles, las contradicciones del observador como sujeto en el contexto observado. Las experiencias de vida de algunos de los integrantes de la línea que, en tónica con las corrientes de educación popular habían decidido hacer de los lugares que inicialmente fueron espacios vitales, espacios para el trabajo de campo, contribuyeron aún más a cuestionar los lugares en los que nos ubicábamos (Bejarano, 2002).

El relato visual que se produjo como parte de la investigación "Concepciones de vida y muerte en jóvenes urbanos", concebido y realizado por Betty Sánchez entre los años 1998 y 2000, se propuso como texto paralelo de las historias de vida elaboradas en el relato escrito. La condición de los jóvenes participantes como escritores, autores y actores de sus relatos, permitió que el recurso a lo visual pasara de ser el registro que un actor externo hace de un contexto observado, a ser un mecanismo a través del cual, las/os jóvenes elaboraban y transformaban sus propias experiencias. Desde el principio estaba claro que el relato visual no iba a ser "más cercano a la realidad" o a "dar mejor cuenta de las voces de los jóvenes" por ser ellos los autores. La ilusión de la transparencia que subyace a algunos ejercicios de investigación participativa la habíamos perdido desde el momento en el que asumimos la condición dialogal y ficcional de los relatos investigativos. En esta medida, nuestro recurso a lo visual no era a manera de explicitación y puesta en cuestión de la experiencia, como se puede dar en otros usos de lo audiovisual (ver, por ejemplo, Espitia, 2008), sino como creación ficcional de relatos, incluidos tanto los de los investigadores como los que los propios sujetos implicados construyen.

En ello, las prácticas reflexivas que las/os jóvenes realizaban sobre su singularidad, se volvieron el texto del relato visual: las letras de las canciones de rap que interpelaban a la ciudad y sus violencias; los ejercicios constantes de los jóvenes cristianos para dar testimonio de cómo actúa la divinidad en su vida cotidiana; los diarios y relatos ficcionales escritos por los jóvenes para la investigación. Las diferencias en estos actos reflexivos, unos impulsados por la experiencia religiosa, otros resultados de la apropiación de las industrias culturales, llevaron también a que cada relato visual tomara una coloratura propia, un ritmo particular. No hubo aquí entonces por parte del equipo de investigadores un acto de "reconocer" el conocimiento que los/as jóvenes producían sobre sí, como si tal saber requiriera para existir de nuestra legitimación. Más bien, ese saber desde la experiencia entró en el relato visual como un actor más con otros, en un agenciamiento colectivo donde había experticias diferenciadas. Cuestionado el tema de autoría y autoridad en el relato, no fue difícil tampoco que los propios investigadores apareciéramos como otros actores más, como otras voces, con nuestras historias, miedos y sentires.

En el diálogo de este texto con otros, podríamos decir que se trataba entonces de una experiencia de "coinvestigación" o "investigación colaborativa" como algunos autores proponen (Valenzuela, 2008); sin embargo, no lo vemos así pues no llegábamos a tal experiencia desde un mismo lugar de partida o con objetivos consensuados, sino con intereses parcialmente compartidos y con una claridad permanente sobre los lugares diferenciados desde los cuales partíamos y que, sin embargo, podían cruzarse en el relato visual. Siendo todos sujetos-actores del relato, no éramos sujetos en las mismas formas, como no era igual el "estar con" desde nuestro lado y desde el de ellos, ni la negociación sobre los procesos de creación del relato y sus usos posteriores. Sin embargo, sí compartíamos una cierta implicación, un involucramiento y una empatía con las/os jóvenes que nos llevaba a preguntarnos desde el inicio cómo el acto investigativo, y en particular el relato visual, podía hacer parte de sus procesos de agenciamiento.

En este sentido, compartimos las inquietudes de Riaño (2006) sobre los retos que implica la investigación etnográfica con jóvenes en contextos urbanos y en situaciones de exclusión y violencia. Como resultado de un trabajo de campo de más de diez años con jóvenes de diferentes lugares de Medellín y con una variedad de organizaciones comunitarias, gubernamentales y no gubernamentales, Riaño (Ibíd.) señala las tensiones entre aquello que es significativo preguntar para el investigador en relación con sus objetivos y con sus instrumentos, y aquello que los actores quieren olvidar en el curso de sus existencias y en el momento en el que se encuentran. Así mismo, indaga por los diferentes sentidos que el ejercicio investigativo tiene para quienes desde prácticas educativas o de intervención actúan en los territorios y quienes forman las agendas de los investigadores, y 126 NÓMADAS por las implicaciones que tiene provocar discursos y acciones sobre la memoria. Con esto, plantea que el ejercicio investigativo se sitúa en el campo de la experiencia y la praxis, sin posiciones centrales desde las cuales hablar, situar a los sujetos y ubicarse como observadores (Ibíd. p. li).

4.3. Sentidos

Volviendo a aquella tarde de sábado, observando la maraña de nombres de artículos, eventos e investigaciones, nos preguntamos esa producción, ¿para qué? ¿Qué queríamos lograr con ella? ¿A qué respondíamos? ¿Queríamos algo? Otra vez la mirada retrospectiva nos llevaba a conectar datos sueltos del ayer con palabras y argumentos de hoy. Así, rearmamos el pasado con nociones como diálogo, renegociación, interlocución, incidencia, que encontramos en algunos productos y proyectos de la línea.

Uno de ellos, el Estado del arte de la investigación sobre juventud en Bogotá, realizado en el 2002 y preparado como insumo para la formulación de la política pública sobre el tema en el Distrito, se nos ocurrió como ejemplo de ello. Pedido a modo de ejercicio de identificación de conocimiento, análisis crítico del mismo y oferta de lineamientos para la política de juventud (Serrano et al., 2003: 17), la realización de este Estado del arte se ofrecía como una oportunidad para interpelar a las instituciones "desde adentro". Apuesta que en ese momento, sin duda nos resultaba contradictoria en la medida en que sabíamos de la relación saber/poder en las instituciones sobre lo juvenil y los riesgos de cooptación y utilización del conocimiento producido, pero a la vez, se nos presentaba atractiva como puerta de entrada, bajo la aparente legitimidad de la experticia académica.

Si bien señalamos antes cómo una parte de la producción de la línea en el periodo observado pareciera estar marcada por una disolución del sujeto juvenil, esto no quiere decir que hubiéramos abandonado la pregunta por cómo se producen subjetividades juveniles desde las instituciones y el saber experto. El Estado del arte mencionado propuso que el conocimiento producido giraba en torno a tres ejes (normalización, transgresión y producción y consumo cultural) que generaban imágenes de lo juvenil asociadas con la vulnerabilidad y el riesgo, la búsqueda de identidad o el cambio social. Imágenes con las cuales el mundo adulto, las instituciones y las políticas públicas legitimaban sus intervenciones. En este sentido, efectuamos el llamado a una "vigilancia epistemológica" sobre las nociones de juventud que subyacen a la formulación de las políticas públicas y los lugares y modos en que plantean sus intervenciones (Ibíd.: 138-152).

Dos proyectos que no recorrieron el camino legitimado para su reconocimiento institucional, y que en esa medida podrían ser vistos como actos fallidos, pero que produjeron, sin embargo, un cierto desarrollo conceptual y metodológico dentro de la línea, nos permiten con los ojos de hoy ver otras formas de exploración de la relación con la interacción y con la transformación social. "Estrategia reflexiva sobre las subjetividades juveniles" y "Jóvenes y conflictos" se proponían desde lugares diferentes un mismo fin: cómo lograr que el ejercicio investigativo fuese a la vez una acción provocadora de transformaciones en las formas como los sujetos involucrados se veían a sí mismos. En esto, trabajos de campo en los cuales las distancias entre observador y observado se habían confundido (sin que se borraran), la experiencia de haber estado a la vez dentro y fuera de los contextos investigados, y la participación en procesos de organización comunitaria, nos llevaron a proponer ejercicios en los cuales la "estrategia reflexiva" era a la vez producción de conocimiento y acto subversivo con miras a lograr lo que llamábamos el "salto cualitativo" como acción transformadora.

Con los ojos del presente, vemos en estos proyectos formulados el planteamiento irresuelto de dos temas de constante preocupación por la línea en su momento, y que no podían ser respondidos de una sola manera: uno, la relación entre teoría, método y práctica política, y otro, el papel dado a la producción discursiva en la conformación de sujetos. La distancia que Riaño (2006) experimenta con una explicación de la violencia per se o una "escritura contra el terror" en la cual el relato investigativo hace las veces de crónica de guerra, nos parece similar al extrañamiento que sentíamos con las miradas que medios, instituciones y expertos hacían sobre lo juvenil, y que nos llevaban a proponer experiencias investigativas en las cuales fuera posible explorar modos diversos de conocer, de situarse y de relacionarse. Siguiendo a Riaño (2006), en su trabajo con jóvenes en contextos de violencia, resuelve los dilemas éticos y políticos que enfrenta mediante el recurso a una noción del ejercicio investigativo como praxis, entendida a manera de tensión dialéctica entre teoría, práctica y postura política.

Tensión que no implica la dicotomía teoría/práctica o el privilegio de la una sobre la otra, sino reconocer que no son lo mismo en el momento de preguntarse por la transformación social. Butler (2004: 205), al preguntarse por la relación entre la producción teórica y la transformación social, señala que si bien la teoría es ya transformadora, ésta no es suficiente para la transformación social y política, pues se requiere además actuar en los niveles que involucran las acciones, soportan el trabajo e institucionalizan las prácticas sociales y políticas. Niveles, en los cuales, por supuesto, está ya involucrada la teoría (Ibíd.).

El otro dilema que encontramos enunciado pero no resuelto en nuestros trabajos investigativos, tiene que ver con el valor dado a la producción discursiva en la constitución del sujeto juvenil, las tensiones entre teorías y prácticas y los usos sociales del conocimiento y, en particular, lo que McNay (2000) caracteriza como un "paradigma negativo" en la comprensión de los procesos de subjetivación. De acuerdo con ella, hay en la producción reciente sobre identidades un énfasis en la dimensión de sujeción y una sobrevaloración de las prácticas discursivas sobre las relaciones materiales en la conformación de los sujetos. De ello, resulta entonces, una comprensión parcial de los procesos de agenciamiento, pues aunque se mencionen las dimensiones de realización y libertad en las subjetividades, éstas se observan principalmente desde la resistencia y la reacción a los discursos (Ibíd.: 3). Ante esto, McNay propone un "paradigma generativo" en los procesos de agenciamiento, que observe no sólo los acumulados de relaciones de poder que, como sedimentos forman los sujetos, sino también las temporalidades de las mismas, los ejercicios reflexivos independientes de las instituciones, la multiplicidad de posiciones en que pueden movilizar los sujetos y que establecen un substrato creativo e imaginativo para la acción.

Es posible hoy, ver que los dos dilemas mencionados se podrían resolver encontrando una conexión entre un ejercicio investigativo como praxis emancipadora (Truman, Mertens y Humphries, 2000) y una compresión del sujeto juvenil desde sus procesos de agenciamiento tanto generativos como negativos. Conexión que permitiría una lectura crítica de los procesos de formación de sujetos, no para negar su existencia o para facilitar su invisibilización, sino para proponer nuevas formas de ser. Diferentes razones llevaron a que a partir del 2003, el equipo que integró la línea en este periodo siguiera otros cursos vitales y profesionales, dejando muchas de estas ideas apenas enunciadas y sin posibilidad de articulación en un nuevo momento productivo.

5. Trazando líneas desde hoy

Cuestionada la narración de temporalidades acumulativas o fundacionales en la línea y de espacios demarcados y definibles, desde hoy ella nos parece menos un lugar de llegada o un entorno al que pertenecíamos, y más un punto de partida, un cierto espacio extraño del cual nos alejamos en diáspora. Y aquí no nos referimos tanto a una migración en sentido geográfico, resultado del desarrollo de nuestras carreras profesionales, sino en la forma de conocer y de relacionarnos con lo juvenil. Modos de producir conocimientos que cruzaban varios tiempos y espacios, creando no una sino varías líneas de reflexión, que iban y venían entre unos productos y otros, generando paralelismos y sentidos múltiples.

La noción de diáspora tiene un amplio uso en los estudios culturales, los llamados estudios poscoloniales y las discusiones actuales sobre etnicidad e identidad para hablar de lo multilocal, la multiplicidad de movimientos de identidades y poblaciones y los sentidos de pertenencia (Brah, 1996). Sin embargo, autoras como Fortier (2001) se distancian de las miradas a la diáspora que enfatizan los movimientos de exilio, desplazamiento o migración, como una "salida del hogar" hacia un sitio extraño, para ver más bien casos en los cuales la diáspora se da hacia destinos en los que se encuentra la pertenencia. Partiendo de relatos biográficos de sujetos queer, de disidentes y resistentes a las normas del género y la sexualidad, que se movían de sus familias y puntos de origen hacia lugares donde se desarrollaban comunidades homosexuales o enclaves de personas transgeneristas, Fortier examina los diferentes sentidos que tiene el "hogar" que se deja atrás y el "hogar" hacia el cual los sujetos parten. Para ella, el movimiento implica fijar y desfijar algunos de esos hogares, reimaginar y reconstituir a través de memorias, los sentidos de familiaridad, tanto desde donde se parte como hacia donde se va. Para nosotros, revisitar lo juvenil implica hacer del espacio recorrido otra vez un lugar habitable mediante este ejercicio de escritura. Sin embargo, se trata de un recorrido que no añora lo que fue ni queda atrapado en lo que pudo ser, y que habita el lugar sin sentidos de pertenencia o propiedad; propiedad entendida a manera de posesión, apropiación y comportamiento adecuado al lugar.

Revisando tanto lo producido por la línea como este texto, encontramos una multiplicidad de referencias a lo espacial, a lugares y posiciones. Bien porque se hablara de investigación "sobre", "de", "con" jóvenes, con las respectivas implicaciones en cuanto a jerarquías y distancias que cada uno de estos posicionamientos señala; bien por las referencias a tránsitos "de", desplazamientos "hacia", movimientos permanentes, usadas para dar cuenta de las simultaneidades en la producción de conocimiento; hay a lo largo del texto, una insistencia sobre la relación conocimiento y lugar que permite explicar el sentido de su título: la línea como una experiencia de conocimiento situado.

Entendemos la idea de conocimiento situado no tanto en el sentido popularizado de la noción, como la naturaleza condicionada y moldeada de todo conocimiento por las diferentes formas de posicionamiento social en que éste se produce, sino más en el sentido de la definición inicial de Haraway (1988), a manera de conocimientos parciales, localizados, corporeizados y críticos que permiten la posibilidad de redes de conexiones y conversaciones compartidas en comunidades (Haraway, 1988: 584-590). El potencial de la idea inicial de Haraway se puede desarrollar aún más enfatizando el tema de lo situado como no fijación o encapsulamiento del conocimiento, sino como lugar cruzado por nodos, circuitos e inflexiones, lugar que no es habitado por el investigador como si uno y otro tuvieran una existencia previa o separada. Por esto, no nos servía la metáfora del panorama o la exposición, como eje para armar este artículo, pues los textos producidos no estaban allí para ser vistos, como un paisaje de conocimiento. Más bien, los textos nos sirvieron para reescribir, escribir encima de ellos, otra historia.

Volvemos, entonces, desde este acercamiento a la condición situada y temporal del conocimiento, a la inquietud inicial por el encuadre de nuestro trabajo en un área de conocimiento dentro de una institución universitaria. Más de catorce años de trabajo constante sobre lo juvenil en la Universidad Central, hacen pensar en si se ha conformado un modo propio de construir conocimiento al respecto, si se hace parte de una comunidad académica identificada como par experta en el tema y si se puede hablar ya de los estudios de juventud como un área de estudio definida en la cual enmarcar la contribución del trabajo realizado. La reflexión que hemos propuesto elude tanto la lectura acumulativa que sustentaría la definición de una contribución, como la lectura direccionada hacia una inscripción del trabajo realizado en un área de estudio particular, cuyos contornos nos parecen indefinidos. En lo que sigue, para continuar con la inquietud por los conocimientos situados, daremos la vuelta a la pregunta por la pertenencia a un área de estudio sobre lo juvenil, como el lugar-hogar seguro desde el cual partimos, para más bien, como Fortier, desfijarlo y ponerlo en otro lado. Exploraremos de ese modo, lo que significa ver el área de estudio a manera de estudios de área, con el riesgo que tiene de comparación con una tendencia globalizada (los area studies), pero con la idea de seguir desarrollando la metáfora espacial (área, situación).

Si bien no es el objeto de este texto una caracterización de los estudios de juventud en la región, el país o la ciudad, sí nos parece importante señalar que no vemos en la producción local de conocimiento sobre juventud una lógica como la que caracteriza a los llamados "estudios de área, area studies" en la academia anglosajona. Estos estudios, en particular los que tienen como eje un cierto actor social (mujeres, poblaciones afroamericanas, latinos/as, chicanos/as, gays y lesbianas, entre otros), surgieron no sólo como campos trans o interdisciplinares, sino en relación con los movimientos sociales y políticos de estos sujetos y su impacto en la producción académica. No vemos en los estudios sobre juventud, al menos en la región o el país, una tendencia similar, aunque compartan en algunos casos el venir de diversas disciplinas, de la influencia de estudios de culturas contemporáneas o de los estudios culturales de la comunicación. Como hemos señalado en otros análisis (Serrano et al., 2003) los estudios de juventud siguen siendo áreas adultocéntricas y de interés institucional desde donde se define la relación con los sujetos de conocimiento, por lo cual, carecen de ese referente de autonombramiento, construcción de historia propia y sustento de la acción política que tienen los area studies.

Lo anterior no implica que no haya un conocimiento y un saber producido desde las/os jóvenes sobre sí mismos que pudiera servir de base a un proyecto como el de los area studies, sino que ese conocimiento no está legitimado en los mecanismos institucionales de la producción de conocimiento, particularmente en los universitarios e institucionales. La experiencia de campo nos indica que este "conocimiento de lo juvenil desde lo juvenil" se encuentra más bien en organizaciones comunitarias, organizaciones no gubernamentales de acción local, grupos y asociaciones juveniles, y no se define desde los sentidos dados por la academia a la producción de conocimiento, sino desde modos de actuar y transformar los contextos de vida (Jiménez, 2006) sin que por ello sean "práctica asistemática".

Sin embargo, tampoco proponemos que los estudios de juventud en la región o el país, o incluso en una universidad, deban tomar el estilo de los area studies anglosajones. Estos estudios han encontrado también sus propias limitaciones y sus crisis por el riesgo de esencializar, globalizar o estandarizar a los sujetos a los que aluden. Así, los women studies se caracterizaron por una noción generalizada de la mujer desde la academia anglosajona que se aplicaba y replicaba a mujeres de contextos socioculturales muy diversos, generando lo que otras mujeres llamaron una nueva colonización académica desde ciertos feminismos (Mohanty, 1984). Entre tanto, los gay and lesbian studies, cuya contribución fue fundamental para los movimientos por la diversidad sexual y de género, generalizaron tanto histórica como culturalmente ideas sobre la identidad de los sujetos homosexuales, que terminaron invisibilizando diferencias internas de clase, etnicidad u origen, tanto o más fuertes incluso que la propia discriminación sexual y de género (Jagose, 1996).

La disolución del sujeto joven como sujeto de conocimiento especializado que experimentamos en nuestro trabajo y describimos en este texto, nos llevó entonces a explorar otras formas de relacionarnos con los sujetos de conocimiento, con los sujetos políticos, con los procesos de subjetivación desde las instituciones y las políticas públicas y con nosotros mismos en ello. Exploración y experiencia han sido también substratos profundos sobre los cuales construimos este relato. Relato que mira desde un hoy particular, un momento en el cual los temas escogidos, las apuestas conceptuales y metodológicas, las formas de trabajo, no eran sólo agendas académicas sino que estaban también en relación con el momento vital que experimentábamos algunos como jóvenes investigadores o como sujetos interpelados por las inquietudes expresadas en el trabajo investigativo. Momento en el cual, como ya dijimos, "nosotros" y "otros" se conjugaban y distanciaban, y la experiencia vital se hacía también línea de investigación. Terminando el texto nos queda una sensación extraña que, tal vez, una referencia literaria nos ayude a expresar:

En todo este tiempo en el que me he detenido a hacer disquisiciones sobre la acción, he experimentado la constante sensación de que hay algo en todo esto insuficiente. En efecto, lo que sucede es que la acción no puede expresarse con palabras. La acción, como tal, jamás podrá reflejarse con algún discurso. Cuando se intenta exteriorizarla con palabras la acción se diluye como el humo, sin dejar rastro, y cualquier intento de construir un discurso lógico sobre ella parece absurdo y ridículo.
Yukio Mishima Lecciones espirituales para los jóvenes samuráis


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