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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.31 Bogotá July/Dez. 2009

 

EDITORIAL

En julio de 1969, el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda envió un mensaje a un grupo de amigos, profesores y estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, en el que les comunicaba que, a su regreso al país, cuando dejara el cargo de director de investigaciones del Instituto de Naciones Unidas para el Desarrollo que ocupaba en Ginebra, en lugar de continuar como profesor de esa Universidad, quería promover, por fuera de los claustros universitarios, un proyecto intelectual en el cual se usara el conocimiento como puente para enlazar la acción política y el "pueblo". A su regreso, Fals Borda y otros intelectuales constituyeron la fundación La Rosca y dieron vida a la empresa anunciada, que denominaron "ciencia popular" y caracterizaron como "una sociología nacional y comprometida".

Convidaron a las disciplinas humanísticas modernas a tomar partido por el "pueblo" y a virar de la neutralidad al compromiso. Con tal objeto convocaron a universitarios del país a que se unieran con la gente que había luchado y continuaba luchando por transformar a Colombia. Invitaron a las nuevas generaciones de historiadores, sociólogos y economistas a conocer modos de vida de viudas, hijos y nietos de quienes habían muerto en las confrontaciones armadas, tan anónimos que ni siquiera aparecían en los anales o en las estadísticas. Estimularon a los jóvenes psicólogos a interpretar los deseos de multitudes que no hacían parte de grupos de élite y eran manipuladas al antojo de quienes formaban parte de ellos. Incitaron a antropólogos y filósofos a vislumbrar puntos de vista de descendientes de los esclavos y de los indígenas que habían sido desdeñados por próceres, hombres ilustres, gobernantes, terratenientes, comerciantes, intelectuales y hasta por el "pueblo", e ignorados siempre como actores sociales.

Estos intelectuales se propusieron vivificar el oficio del científico y, partiendo de técnicas de reconstrucción de la memoria, quisieron utilizar la historia y la ciencia social como medio para alcanzar un presente más "digno". A medida que la consolidaban como armamento de combate –no militar sino intelectual–, convirtieron la ciencia en un mecanismo terapéutico para devolverle al "pueblo" el orgullo arrebatado y la fuerza sustraída. Estimularon, por una parte, a comunidades marginadas y, por otra, a intelectuales universitarios a desplazarse del lugar en el que se habían acomodado, como víctimas los unos y como expertos los otros, y, mediante la apropiación de técnicas científicas y de las historias de los rituales tradicionales de lucha, a combinarse y fortalecerse para rehacer lazos deshechos y vínculos desbaratados, y reconfigurar la memoria.

Algunos analistas han señalado que del proyecto de la "ciencia popular" solo sobrevivió una metodología usada para el despliegue de políticas asistenciales y pastorales. Achacan ese fracaso al estilo de mando promovido por el grupo de gestores, quienes, se dice, animaron a los líderes a asumir el papel de profetas y redentores de las muchedumbres y a imponer dogmas para hacer ciencia y enrumbar la acción política. También culpan del fracaso a la guerra popular, que, al enredarse con la "ciencia popular", terminó por permitir que esta última se impusiera.

Los articulistas de este número de Nómadas formulan otras maneras de examinar el papel y los efectos de proyectos como el de La Rosca. En vez de conformarse con el dictamen del fracaso, que da cuenta de la fragilidad de estos proyectos, usan instrumentos propios de la pragmática con miras a afirmar la potencia que aquellos desplegaron, porque constatan que las herramientas empleadas para juzgarlos se derivan de la razón crítica y están hechas, en consecuencia, de sustancias de la dirección de la ciencia que esas experiencias quisieron combatir. Convencidos de que la potencia de insumisión no se agota sino que se comunica por relevo, es inesperada y espontánea y salta en cualquier lugar y momento para aferrarse al medio donde revive, los articulistas se disponen a reinventar a su manera experimentos como la "ciencia popular".

Comparten el deseo de La Rosca, y de proyectos semejantes, de trastrocar la suposición dominante sobre las funciones que los países periféricos deben asignarle al conocimiento social, tales como trasmitir lo verdadero, reproducir el orden establecido por la élite y asesorar y capacitar a las instituciones en las tareas de formular e implementar políticas que conduzcan al "progreso" de los pueblos. También están de acuerdo con boicotear los cánones de neutralidad, promovidos por las agremiaciones disciplinares que, al instituir el punto de vista sobre el pasado de quienes llevan siglos administrando la memoria colectiva, se apoderan del presente. Creen, como lo hacían los intelectuales insumisos de La Rosca, que el conocimiento debe usarse para romper ataduras e inventar nuevos modos de existencia.

Los articulistas aquí convocados quieren relacionar el conocimiento con su afuera y, para cumplir este deseo, se proponen despertar a las muchedumbres adormecidas que pueblan el pensamiento, y entrever así las diferencias que la pretensión de totalidad, propia de la verdad, acapara e invisibiliza. Ajustan sus pinzas para diseccionar aquello que suele dejarse de lado porque está "apachurrado" por los sistemas de homogeneización. Preparan medios que estimulen conexiones insospechadas con las cuales darles vuelta a centrismos y jerarquías. Ensamblan relojes y vehículos desbocados que resquebrajan temporalidades y rutas sostenidas en inicios y finales preestablecidos. También acoplan máquinas interpretativas que liberan signos apresados en los códigos de los aparatos de moralización de la metafísica científica y experimentan con fórmulas alquímicas que avivan los compuestos de las fuerzas creativas de las muchedumbres y les sacuden el hastío que las hace obedecer y complacer.

Tomando partido por lo afirmativo, los articulistas proponen que el conocimiento se constituya mediante compuestos de la filosofía, el arte y la política que impidan actuar a los universales que lo parasitan. No buscan su subordinación para volverlo filosofía, arte o política, sino abrir circuitos de comunicación entre estos ámbitos, manteniendo su singularidad particular. Para obligar al conocimiento a adquirir especificidad, hacen uso de estrategias de cartografía, de crítica y de genealogía con las que escapan a las trampas de la obviedad y la claridad.

Las cartografías dejan entrever las singularidades de las fuerzas multitudinarias que pueblan el conocimiento y que usualmente se nivelan en sentido común; desde regiones marginales, inventan conceptos o nociones que, en lugar de acudir a la verdad universal, vuelven general lo específico. Las críticas, por su parte, están guiadas por el ánimo de evidenciar las tentaciones que debe sortear el pensamiento afirmativo de la diferencia; en virtud de ello, dan cuenta de las complacencias de proyectos intelectuales de vanguardia con direcciones imperantes, que convierten sus experimentos en finalidades, despiertan la vanidad de sus gestores y los incitan a abandonar su papel como agentes para volverse, en cambio, profetas de las muchedumbres. Las genealogías, por último, delimitan rutas minoritarias para que las transiten los elementos menores de los sistemas mayores; a través de estas se conforman dominios subrepticios surcados por túneles imperceptibles que comunican heterogeneidades entre sí.

Nuestros autores introducen en sus propuestas al personaje del "inventor", con el cual intentan combatir otros personajes –profetas, jueces, cantinflas y narcisos– que viajan por los territorios del conocimiento de las minorías. Mediante este personaje pretenden perturbar la orientación imperante de sentido y hacer estallar las fuerzas de dominación que, al imponer su tóxica interpretación, capturan lo real. Y así, a través de él, se disponen a producir valores nuevos y a propiciar sentidos en los que reine la potencia de la vida, incitando a las muchedumbres a romper las cadenas que las atan y a recorrer rutas desconocidas donde engendrar los pueblos del futuro.