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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.32 Bogotá Jan./Jun. 2010

 

Jóvenes y política: las agrupaciones estudiantiles independientes
de la Universidad de Buenos Aires*

Youths and Politics: The University of Buenos Aires' Independent Students Groups

Diego Picotto** y Pablo Vommaro***

* Este artículo es una reelaboración de una investigación realizada en el marco del seminario de doctorado Biopolítica, poderes sobre la vida y fuerza de lo viviente: Foucault a la luz de tres interpretaciones (Espósito, Virno y Agamben), dictado por Judith Revel en la Universidad de Buenos Aires. A su vez, recupera elementos de investigaciones anteriores y actuales de los autores.

** Licenciado en Letras de la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigador de las universidades de Buenos Aires y Lanús (Argentina). E-mail: dpicotto@hotmail.com

*** Profesor de historia de la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires. Co-coordinador del grupo de trabajo Clacso Juventud y Nuevas Prácticas Políticas en América Latina. Becario doctoral del Conicet (Argentina). E-mail: pvommaro@gmail.com

{original recibido: 04/02/2010 · aceptado: 05/03/2010}


Para explorar el vínculo entre los jóvenes y la política en las condiciones del presente, este artículo analiza las experiencias de organización de los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires, en relación con las transformaciones políticas y sociales de fines del año 2001. Sostiene que las agrupaciones independientes pueden ser pensadas como espacios de politización y refugio para militantes partidarios desencantados, constituyéndose en territorios de experimentación política de los jóvenes.

Palabras clave: jóvenes, política, Universidad, agrupaciones estudiantiles independientes.

Com o propósito de explorar o vínculo entre os jovens e a política na atualidade, o artigo analisa as experiências da organização dos estudantes da Universidade de Buenos Aires, em relação às transformações políticas e sociais de finais do ano 2001. O autor sustenta que as agrupações independentes podem ser visualizadas como espaços de politização e refúgio para militantes partidários desiludidos, constituindo-se em territórios de experimentação política dos jovens.

Palavras chave: jovens, política, universidade, organizações estudantis independentes.

To explore the links between the youth and politics in the conditions of our time, this article analyzes the students' organization at the University of Buenos Aires, in relation with the economic and social transformation emergency that found their highest point of condensation by the end of 2001. We support the idea that independent groups can be thought of as new spaces for politicization as well as shelters for disappointed young militants, becoming territories for youth's political experimentation.

Key words: youth, politic, university, independent students organizations.


Cambiar la vida, decía Rimbaud, transformar el mundo, decía Marx. Para nosotros esos dos lemas forman sólo uno.
André Breton

Un amor, una carrera, una revolución: tantas empresas que comenzamos ignorando su resultado.
Jean-Paul Sartre

I.

U n estudio realizado por la reconocida consultora Fara & Asociados, aparecido en la prensa argentina unos meses atrás, ratifica aquello que ya se convirtió en un lugar común: la distancia entre los jóvenes y la política1. Los datos parecen contundentes: el 74% de los encuestados –jóvenes entre los diecinueve y veintiocho años– mostró desinterés por la política y un porcentaje similar no le otorgó ninguna relevancia a las últimas elecciones legislativas. De modo similar, el 68% se mostró reacio a integrarse en alguna de las fuerzas políticas existentes y sólo el 21% se evidenció entusiasmado ante esa posibilidad. El descrédito de la actividad política es socialmente alto y los jóvenes son, sin duda, quines con menos reserva lo expresan.

Los datos parecen contundentes. Sin embargo, es en la naturaleza fotográfica de las estadísticas – al presentarse como fotografías del presente– donde encuentran tanto su verdad irrefutable como su extrema debilidad. Son planas, lisas, carentes de profundidad. Congénitamente su nula densidad histórica exhorta a armar un mapa que de cuerpo, dimensión, a la problemática. Un mapa que grafique, por ejemplo, los momentos de encuentro y desencuentro entre los jóvenes y la política a lo largo de los siglos XX y XXI; un mapa cuyo recorrido articule el movimiento en torno a la Reforma Universitaria de la Córdoba de 1918 con ese momento de explosiva politización que fueron –en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo– las décadas del sesenta y setenta. Un mapa que enhebre las persistencias, las continuidades, pero, sobre todo, (como lo quería el Foucault lector de Nietzsche) que pueda revelar los bajos fondos, las zonas más opacas, no tan heroicas; que perciba "los accidentes, las desviaciones ínfimas –o, al contrario, los retornos completos– los errores, los fallos de apreciación, los malos cálculos que han producido aquello que existe" (Foucault, 1991: 42).

De ese mapa de encuentros y desencuentros entre los jóvenes y la política, el presente texto enfoca sólo un punto, un período concreto. Y no necesariamente el más glorioso. Un momento que podría parecer, al menos en obligada comparación con décadas anteriores, algo gris, desvaído; un momento en el que esta relación se vuelve distante, atascada, fangosa. Situémonos entre la posdictadura argentina –tiempo en que el miedo a ser sancionado por participar políticamente aún recorría el cuerpo social2–y la emergencia y consolidación del neoliberalismo –momento en que las prácticas de consumo se vuelven dominantes y reguladoras de la libido social–.

En ese marco, focalizaremos sobre un hecho singular: la emergencia en distintas universidades de Argentina de un conjunto de formas de organización que, bajo el calificativo común de independientes, constituyeron una potente experiencia de politización para jóvenes estudiantes universitarios. Dicha experiencia se fundó, principalmente, en la puesta en cuestión de los sentidos comunes constituidos en torno de lo político; sentidos encarnados por los agrupamientos estudiantiles que respondían a lógicas partidarias. Estos cuestionamientos, sostendrá el texto, se fueron masificando hasta cobrar, a fines de 2001, una forma destituyente.

Así, estudiaremos las agrupaciones independientes –también denominadas autónomas– de la Universidad de Buenos Aires como expresiones de un proceso de agotamiento de un modelo de militancia partidaria y organización política (de prácticas y de formas de pensar lo político) que se quebrará, finalmente, en 2001. Las agrupaciones independientes funcionaron en aquel contexto como nuevos espacios de politización que, por un lado, sirvieron como refugio para militantes partidarios desencantados que no encontraban un lugar en las estructuras políticas clásicas y, por otro, se constituyeron en espacios de creatividad y experimentación de nuevas prácticas y formas de organización políticas.

II.

Es un lugar común en el análisis sobre las ciencias sociales en Argentina, señalar la importancia que tuvieron los trabajos de Touraine (1987 y 1990) y Castells (1986) en torno a la emergencia y constitución de los nuevos movimientos sociales durante la década del ochenta. Gran parte de la eficacia de esta noción residió en que posibilitaba pensar una multiplicidad de acciones colectivas que escapaban a los esquemas teóricos disponibles hasta el momento. La emergencia de nuevos actores sociales, de nuevas formas de expresión política posguerra fría –tanto por sus identidades como por sus formas de organización, tanto por sus reivindicaciones como por sus formas de lucha–, solicitaba el surgimiento de nuevas miradas, de nuevas herramientas conceptuales: los movimientos de mujeres, de migrantes, de indígenas, de ecologistas, de campesinos, de homosexuales eran imperceptibles para miradas que buscaban al Estado y al movimiento obrero como principales referentes de la dinámica del conflicto social.

O, a la manera de Clauss Offe (1987), el concepto de nuevos movimientos sociales permitía aprehender teóricamente la emergencia de un conjunto de fuerzas sociales que se hacían visibles en el espacio público con reclamos novedosos y bajo formas de constitución no clasistas.

También Melucci (1994 y 2001) piensa en el mismo sentido la emergencia de los nuevos movimientos sociales en relación con

[…] la necesidad de superar la imagen de los movimientos como actores históricos unificados que desempeñan un papel central en los conflictos estructurales. He subrayado el hecho de que, debido a razones estructurales, la ubicación y los actores implicados en conflictos sociales pueden ser más variables, centrarse más en temas específicos y asumir un papel simbólico frente al resto de la sociedad (Melucci, 2001: 166).

Desde otra perspectiva, incluimos también al pensador francés Alain Badiou, quien, en dos conferencias dictadas en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) en abril de 20003, analizó de manera muy lúcida la emergencia del movimiento social como espacio de producción de lo político, en detrimento de la desgastada forma partido, clásica del siglo XX. Allí, Badiou sostenía la necesidad de reinventar la política más allá del Estado, más allá del voto, más allá de la forma de organización que la había vehiculizado a lo largo del siglo XX. "El partido [afirmaba en la primera conferencia] es el modo de organización al que el Estado le reconoce el derecho de ocupar ciertas funciones dentro [de] él, es decir, representa algo para el Estado y dentro del Estado" (Badiou, 2000: 7).

Proponía, en cambio, una noción de movimiento social ligada a

[...] una acción colectiva con capacidad de crear sus propios tiempos y espacios no subordinados a la lógica estatal y que, por ello, no está prevista ni regulada por la potencia o el poder dominante y sus leyes. Esta acción colectiva tiene algo de imprevisible (dado que) rompe con la repetición, produce un acontecimiento (Badiou, 2000: 8).

Y, agrega, "no hay política sin acontecimiento". O, mejor dicho, no hay política que no emane de una situación concreta, pero, al mismo tiempo, "no hay política sin ese elemento suplementario que la situación no nos permite prever" (Badiou, 2000: 8). Por último, agregaba el filósofo, esta acción colectiva imprevisible, que inventa trayectos nuevos allí donde había mera repetición, sólo puede ser producto de la creación y, ese sentido, la organización política no es un instrumento ni un aparato sino que es un grupo creador. Creación de nuevas relaciones, creación de nuevos vínculos, creación de tiempos y espacios alejados de la repetición de lo mismo que encarna el Estado (Badiou, 2000).

Finalmente, quisiéramos hacer referencia al artículo "Protesta social en la Argentina de 2001: entre la normalidad y la ruptura", de Scribano y Schuster (2001), en el que examinan las transformaciones que se fueron produciendo en la década del noventa y que desembocaron en las jornadas de 2001, principalmente en lo que respecta a la emergencia de nuevos actores colectivos y a la diversificación de las formas de lucha; emergencia correlativa a la dificultad que encuentran los sindicatos para canalizar el conflicto social. Estas transformaciones y estas emergencias –evidenciadas de distintas maneras y a partir de matrices teóricas disímiles por los distintos autores citados– serán, entonces, nuestro punto de partida, los supuestos desde los cuales leeremos la irrupción de las agrupaciones independientes de estudiantes universitarios.

En síntesis, a lo largo de las últimas tres décadas del siglo XX –pero, fundamentalmente, en la última– estos diversos niveles de conceptualización se transformaron en herramientas fundamentales a la hora de ensayar modos de abordaje del conjunto de interrogantes que se abrían ante la emergencia de múltiples acciones colectivas radicalmente novedosas. Y, en ese marco, ¿cómo pensar ya no un sujeto histórico esencial y un conflicto central como motor de la conflictividad social y política, sino una multiplicidad de sujetos y de conflictos, de identidades heterogéneas? ¿Cómo pensar prácticas sociales y políticas no directamente ligadas a la acumulación para un partido, ni cuya meta cardinal sea la disputa con el Estado? ¿Cómo pensar formas de organización que discuten en la práctica el autoritarismo, el verticalismo y el machismo inscriptos en las formas de organización tradicionales? ¿Cómo pensar formas de acción que ya no se dejan aprehender bajo categorías clásicas de lo social, lo cultural, lo económico, lo político? ¿Cómo pensar configuraciones de lo político donde ya no es lo ideológico o lo programático –en su sentido más duro– el modo de cohesión interno, ni es un telos determinado lo que otorga sentido a las prácticas, sino que parecen, más bien, encontrar en lo cotidiano, en lo territorial, en lo situacional, en la producción del vínculo mismo, en la valorización de la amistad y los afectos el sentido de sus prácticas?

Por último, ¿cómo pensar el vínculo entre los jóvenes y la política en una década que para algunos estuvo signada por la despolitización y la apatía?4¿Es posible abordar este vínculo desde el surgimiento de otras formas de vivir y experimentar la política?

En las líneas que siguen no intentaremos encontrar respuestas a estos interrogantes, sino más bien acercarnos a una experiencia –la de las agrupaciones de estudiantes independientes– que de modo singular se constituyó y transitó en medio de estas transformaciones, en medio de estas cuestiones.

III.

1989 es un año clave de la Argentina posdictadura. 1989 sintetiza un conjunto de acontecimientos cuya conjunción hace implosionar el campo de lo político, de lo social: el modo de ser de lo político y de lo social. 1989, en tanto cristalización de un proceso, reordenó de manera radical el campo de las organizaciones sociales y políticas argentinas. 1989 –al decir del filósofo francés citado líneas arriba– nombra un acontecimiento que, como tal, hace emerger un conjunto de posibles no previsibles en la situación dada. 1989 es, entonces, un buen punto de inicio para empezar a pensar las agrupaciones de estudiantes universitarios independientes.

1989 no implica necesariamente un comienzo: toda la década del ochenta o, más específicamente, desde el fin de la dictadura, se vuelven visibles formas de organización de estudiantes universitarios que encuentran en el calificativo de independientes un modo de distanciarse de los grupos que en la Universidad responden a orgánicas partidarias. Es el caso de la CUT de derecho, de la AEI (Agrupación de Estudiantes Independientes) de ciencias exactas, de Quantum de ingeniería o del FANA de agronomía, todos de la UBA. Valiosos ensayos de lo que pocos años después se multiplicaría por cientos a lo largo del territorio nacional.

Pero 1989 tiene un sentido muy propio que rompe y resignifica cualquier continuidad: es el momento en el que múltiples acontecimientos desestructuran de un modo decisivo ciertos modelos y prácticas políticas, evidenciando una crisis profunda de la militancia partidaria.

En 1989 cae el Muro de Berlín. Y junto con éste se desploman no sólo los llamados "socialismos reales", también se agudiza la crisis de las distintas variantes de la izquierda en América Latina, en general, y en Argentina, en particular5.

En 1989 entra en debacle el sandinismo por el triunfo electoral de Violeta Chamarro. Los sueños de una izquierda latinoamericana democrática que ensaya cambiar las armas por los votos se despedazan.

En 1989 se realiza el Asalto al Cuartel de La Tablada que simboliza un final –más o menos grotesco– para las vanguardias armadas y sus proyectos de toma de poder político (toma del Estado) en la Argentina. El discurso "democrático" ligado a la eficacia de la "teoría de los dos demonios" evidencia el "anacronismo" de todo intento de guerrilla armada y toma violenta del poder.

En 1989, con el triunfo/traición de Carlos Menem, la esperanza de que el partido justicialista se reconstituya en movimiento nacional y popular se ve aniquilada por su opuesto: la imposición "democrática" (a diferencia de los gobiernos militares) del neoliberalismo, y con él un cambio profundo en la estructura productiva del país. 1989 remite también a las privatizaciones, la ley de convertibilidad y los "ajustes" económicos.

En 1989, también el Movimiento al Socialismo –partido trotskista argentino con gran presencia en la década del ochenta– comienza a estallar en diferentes agrupamientos.

En 1989, hasta la misma Juventud Radical6entra en crisis ante la inoperancia política de un gobierno que no logra contener la hiperinflación y la revuelta social.

En ese sentido, 1989 no sólo marcará las crisis puntuales de estas diversas formas políticas, sino que el quiebre será aún mayor: será todo un modelo de militancia partidaria (sea "burguesa" y "democrática", o sea "proletaria" y "revolucionaria") lo que entrará en profunda crisis. O en otro plano –tal vez como lo entendería Badiou (2000)– es el modo en que se configuró "lo político" en el siglo XX –sustentado en la "representación", en la existencia de la forma partido como mediación entre los sujetos y las prácticas políticas y sociales– lo que evidencia su disfuncionalidad.

Así llegamos a los años noventa, con una militancia, primero destrozada por la dictadura militar y, luego, desilusionada y en crisis, sin espacios estables para militar y sin "modelo revolucionario" al que recurrir. Muchos abandonarán la militancia activa y se mantendrán a la espera de nuevas configuraciones políticas. Otros, en cambio, se refugiarán en múltiples militancias de base (en los barrios, en los sindicatos, en la Universidad) desde las cuales, "a la defensiva", intentarán resistir un proyecto neoliberal cada vez más sólido y excluyente.

"A la defensiva" implica, en principio, concebir sus nuevos espacios de militancia como refugio, como trinchera, como un espacio que ofrece resguardo mientras se espera un nuevo "modelo" y un nuevo "espacio orgánico-partidario" de militancia. Pero el quiebre ha sido profundo y, lentamente, se evidencian nuevas condiciones que será necesario asumir. Serán algunos de esos militantes de la década del ochenta –ex Juventud Universitaria Peronista, ex Juventud del Partido Intransigente, ex Federación de la Juventud Comunista, ex Movimiento al Socialismo– los que desde el principio de los noventa comienzan a formar las agrupaciones universitarias de estudiantes independientes.

IV.

Moscato, Pizza y Faina, El Malón, Miseria Académica, Rebeldes Primitivos, La Naranja, EIG (Estudiantes Independientes de Geografía), La Mariátegui, El Boquete –todas de la facultad de filosofía y letras–; El Mate, El Viejo Topo, La Cullen –en ciencias sociales–; Impaciencia –en ciencias exactas–; TNT (Tontos pero no Tanto) –en ciencias Económicas–, el EVET (estudiantes de veterinaria) son algunas de las agrupaciones que, entre 1989 y 1992, emergen masivamente en la Universidad de Buenos Aires como espacios académico-gremiales.

¿Qué indica esta masiva emergencia? En principio, el agotamiento de ciertas prácticas y de ciertas formas de pensar lo político. Tal como delineábamos en el punto III de este trabajo, para los movimientos sociales surgidos a mediados de los ochenta, la forma-partido –que implicaba en la Universidad la formación de núcleos de militantes dependientes de estructuras nacionales que determinaban tanto sus enunciados como sus formas de acción– se evidenciaba como un espacio anacrónico que no lograba aprehender los deseos y expectativas del estudiantado. En el envés de la trama, en antagonismo con estas prácticas y discursos "extrasituados", extraterritoriales, los grupos de estudiantes independientes comienzan a pensar formas "situadas" de lo político, es decir, prácticas, enunciados, proyectos, formas de vínculos que emergen nítidamente de su propia condición de estudiantes universitarios, que se vinculan sólidamente con la lógica del territorio concreto que transitan. En ese sentido, las agrupaciones independientes fueron un gran espacio de experimentación, un espacio creativo desde el cual repensar la propia potencia de lo político.

Experimentación y creatividad, tal vez todas las prácticas de las agrupaciones independientes podrían ser pensadas a partir de estos dos conceptos. Y no tanto porque necesariamente todas sus prácticas sean creativas o impliquen altos niveles de experimentación, sino más bien porque pareciera que es a partir de estas dos variables que se vuelve pensable una práctica política no anacrónica, una práctica política diferente a la de los partidos. Experimentación y creatividad, en tal caso, como exigencia y como horizonte de un conjunto de prácticas que asumían que el modo hegemónico de lo político a lo largo del siglo XX –organizado a partir de nociones como las de partido, conciencia, ideología y Estado– se evidenciaba agotado.

Experimentación y creatividad, entonces, que pueden leerse en cada una de sus prácticas, en cada uno de sus enunciados, no como definición ideológica o como proceso cristalizado, sino como tensión, como problema, como apertura ante lo singular de su situación y, sobre todo, como apuesta permanente por diferenciarse de lo constituido.

¿O qué otra cosa indican muchos de los nombres de las agrupaciones que listamos al comienzo de este apartado? ¿Qué resuena tras Moscato, Pizza y Faina o Tontos pero no Tanto sino una apuesta por desestructurar el ademán adusto y sacrificado a partir del cual se constituye la política partidaria? Creatividad, sin duda, aunque roce lo ridículo. Experimentación en torno a los efectos de esa desestructuración y de esa diferencia. Incluso en su nombre genérico retorna este ademán diferenciador: agrupaciones en lugar de partidos, independientes en lugar de dependientes de estructuras nacionales. Pero, ¿qué implicancias políticas tiene cada uno de estos conceptos diferenciadores?

La agrupación estudiantil, a diferencia del brazo partidario en la Universidad, ponía la forma de organización –y las relaciones de jerarquía y autoridad que estas suponían– como problema central: cómo organizarse, cómo discutir, cómo decidir serían, nuevamente, campos de experimentación, de ensayo y de error. En ese sentido, la forma partido y la lógica piramidal, vertical, serían el referente negativo desde el cual crear nuevas formas de organización7.

Pero sería reducir el problema plantearlo sólo como la búsqueda de una forma más democrática y menos autoritaria de decisión: lo que se encontraba tras esta búsqueda era la intuición de que lo político mismo se jugaba en la forma del vínculo: ¿cómo crear, cómo experimentar formas de vínculo que no supusieran una lógica instrumental ni meramente ideológica? ¿Cómo hacer de la "amistad" –y de la gratuidad que supone la amistad– un vínculo político? ¿Cómo hacer de la existencia compartida, de lo común el fundamento de lo político? ¿Cómo politizar nuestra existencia en la Universidad? Raúl Zibechi –reflexionando sobre la dinámica y forma de organización de la agrupación Hijos– ensaya aprehender este fenómeno a partir del concepto de grupo-comunidad, es decir, grupos cohesionados por variables afectivas más que políticas o ideológicas, grupos que encuentran en la horizontalidad y en la voluntad de consenso toda una forma de ser común (Zibechi, 2003).

En ese sentido, las formas del vínculo y de la existencia nos remiten, sin duda, a un problema que supera –aunque incluye– al de las formas de organización: es la pregunta por los modos de lo político lo que subyace a estos conceptos, es la necesidad de repensar formas de politización que vayan más allá de las nociones tradicionales que organizaban dicho campo. Para los grupos partidarios, no era sino una pregunta absurda: lo político estaba garantizado por su pertenencia a un partido político y por el proyecto de éste en el nivel nacional. La lógica de la acumulación resolvía rápidamente la cuestión: lo político en la Universidad era indistinguible de esta lógica (cantidad de fuerza, cantidad de votos, cantidad de militantes para el partido). En los hechos, sus prácticas universitarias no eran políticas –a lo sumo sociales o culturales–, eran "trabajos de base" que sólo cobraban sentido si eran totalizados por el partido.

Pero no parecía haber totalización alguna en las agrupaciones independientes que otorgara sentido a sus prácticas (aunque sí búsquedas reiteradas de encuentro y articulación, sea entre éstas en una misma universidad, sea entre agrupaciones independientes en el nivel nacional, es decir, entre éstas y diferentes organizaciones sociales). O, dicho de otro modo –y tal como adelantamos líneas arriba– las prácticas de las agrupaciones independientes parecen definir su sentido y significado en el propio territorio, en la propia situación. De ahí que lo gremial o lo académico (que en la lógica partidaria eran sólo mediaciones hacia lo político), adquirieran inmediato estatus de problemas políticos. Desde esta perspectiva, no parece haber una real jerarquía entre problemas tan disímiles como la falta de borradores o sillas en las aulas y la necesidad de una guardería para estudiantes-madres, entre la discusión de los planes de estudio y la creación de cátedras libres y paralelas: para los partidos eran instrumentos hacia otra cosa, para las agrupaciones independientes eran parte constitutiva de su cotidianidad politizada en la Universidad.

Lo político, lo social, lo gremial, lo académico, lo cultural, entonces, no parecen ser para las agrupaciones independientes esferas distintas relacionadas jerárquicamente. Más bien, es en el dispositivo singular que se configura allí donde estos campos se confunden, que comienza a emerger una política propia de las agrupaciones independientes. No obstante, esta indistinción, junto con la ausencia de totalización y la apuesta por elaborar sentido desde la práctica concreta y territorial, traslucía un problema de compleja resolución para las agrupaciones independientes: la relación adentro/afuera de las facultades (un problema, en un punto, ajeno a los partidos dada la linealidad y el mecanicismo, arriba expuestos, con que lo resolvían). Nuevamente, ante un problema de este tipo no parecían servir las recetas, las fórmulas preconcebidas, sino, más bien, una lógica de resolución ligada al ensayo y al error, una lógica sustentada en la experimentación.

Un ejemplo algo extenso puede permitirnos vislumbrar esta dinámica. Este ejemplo articula tres experiencias similares –llevadas a cabo por tres agrupaciones independientes distintas y en tres momentos distintos– que evidencian notablemente este dispositivo, esta configuración que funde campos diversos a partir de crear –tal como señalaba Badiou (2000)– tiempos y espacios propios, tiempos y espacios ajenos a la lógica de lo constituido. Estas tres experiencias desarrolladas en la Universidad tomaron forma de cátedra libre, lo que indica, en principio, una búsqueda por articular formas propiamente universitarias (la forma cátedra) con dinámicas, contenidos y modos de organización bastante diferentes de los experimentados en las asignaturas curriculares (hacia allí apunta, sin duda, el adjetivo libre). Hacemos referencia a la Cátedra Libre de Derechos Humanos (creada a mediados de 1994 en la facultad de filosofía y letras de la UBA, impulsada por La Mariátegui y encabezada por Osvaldo Bayer), a la Cátedra Libre Che Guevara (impulsada por El Mate a principios de 1997 en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA) y, finalmente, a la Cátedra experimental sobre producción de subjetividad (creada después de 2001 por un conjunto de estudiantes de la Universidad Nacional de Rosario en la Facultad de Psicología)8. Los tres espacios en sus diferentes momentos, podríamos decir, tuvieron la sensibilidad de divisar un conjunto de discusiones y problemas e intervenir sobre éstos de manera novedosa (al menos, hacia el interior de las facultades).

En los primeros dos casos, se constituyeron como foros abiertos a la comunidad, cuyo objetivo declarado era posibilitar y sistematizar discusiones que carecían de espacio tanto adentro como afuera de las facultades, al tiempo que –en palabras de un ex militante de El Mate– se ensayaba "sacar a la Universidad de su rutina y anquilosamiento participando en las luchas políticas y sociales"9. Y, en ese sentido, ambas se instauraron como territorio activo para el testimonio y reflexión de miles de militantes, intelectuales, organizaciones y movimientos sociales de todo tipo. No obstante, con el objeto de evidenciar el vínculo entre la dinámica social y política y la dinámica de las cátedras, se podría hacer una distinción: en la primera –que, tal como anotamos, surge en 1994, momento de sólida hegemonía del menemismo– los discursos son predominantemente testimoniales (de la represión durante el proceso a la dinámica actual de los derechos humanos, de la narración de las prácticas militantes de los setenta al cierre producido por la teoría de los dos demonios); en la segunda, en cambio, el testimonio deja su lugar a la reflexión y a la búsqueda: surgida tres años después –momento en que la hegemonía menemista comienza a agrietarse y se configura un nuevo ciclo de luchas con nuevos actores y prácticas–, repensar la figura del Che Guevara será la excusa para repensar colectivamente nuevos modos de intervención política acordes con las nuevas condiciones. Aquí los militantes ya no narran una historia en pasado (en donde el presente aparece como un efecto de la derrota), sino que presente y pasado se funden en función de interrogar las formas vivas de construcción y lucha que comienzan a abrirse y a extenderse.

El tercer caso, la tercera cátedra evidencia el quiebre producido por el 2001: en la Cátedra experimental sobre producción de subjetividad ya no hay testimonio ni pasado: el problema concreto es interrogar las condiciones del presente. Constituida como un laboratorio teórico basado en la autoformación continua y en la coinvestigación, la pregunta sobre cómo se construyen las formas de vida en la actualidad, cruzará cada uno de los problemas de investigación (el trabajo, el Estado, el mercado, la comunicación y la Universidad). Las diferencias con las anteriores, como se ve, son notorias. Pero también lo son sus continuidades: no sólo por la formalización de un espacio desde la Universidad que articule lógicas universitarias con dinámicas y contenidos que le son extraños, sino sobre todo por el tipo de problemas planteados: cómo es posible configurar –desde la creación y la experimentación de tiempos y espacios ajenos a la lógica de lo constituido– nuevas formas de lo político.

V.

Ya no 1989 sino 1995: bajo los primeros signos de apertura de un nuevo ciclo de luchas ligado al debilitamiento del menemismo, una nueva camada de agrupaciones de estudiantes independientes comienzan a emerger. En principio, su surgimiento se distancia de la anterior por un hecho significativo: no eran militantes partidarios que "escapaban" de organizaciones nacionales en decadencia, sino conjuntos de estudiantes que encontraban allí su primera militancia política. Pero en otros puntos continúan (y muchas veces radicalizan) varias de las características propuestas líneas arriba.

SLM! (Salvemos los Muebles, ciencias exactas), NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas, derecho), PDI (Punta de Iceberg, psicología), y un tiempo más tarde, Síntesis (medicina) son algunos de los nombres que identifican a estas nuevas agrupaciones estudiantiles universitarias en la UBA. Salvo su origen (en general, la totalidad de sus militantes tenían una edad que los distanciaba de la militancia de los ochenta), y, por lo tanto, sus escasos vínculos con la "vieja política", casi no hay diferencias con la camada anterior. Las lógicas de experimentación y creatividad, de consenso y horizontalidad, de rechazo e interpelación a las formas constituidas de lo político, se radicalizan.

Nuevamente, tomemos un ejemplo que evidencie –creemos que de un modo bastante singular– estas características que venimos relevando de las agrupaciones estudiantiles independientes en su ensayo por intentar pensar una nueva política.

Corría octubre de 1999. Unas nuevas elecciones presidenciales se avecinaban. La oferta no era precisamente seductora: Eduardo Duhalde-Ramón "Palito" Ortega (por el partido justicialista10), Fernando de la Rúa-Carlos "Chacho" Álvarez (por la Alianza11), Domingo Cavallo- Antonio Caro Figueroa (por Acción por la República12) encabezaban los sondeos. En ese marco, de marzo a octubre, un grupo que luego pasó a llamarse Colectivo 501 y que estaba nutrido en gran parte por estas agrupaciones independientes, comenzó a reunirse buscando el modo de pensar una "política más allá del voto". Luego de múltiples discusiones, surge la idea: hacer uso de la ley del Código Electoral Nacional que exime de la obligación de votar a quienes se encuentran a más de quinientos kilómetros de su domicilio, tomándose un tren que los sitúe más allá del acto eleccionario, más allá del voto, en el kilómetro 501.

Esta experiencia –hoy poco recordada–, condensa un conjunto de elementos que vale la pena analizar, en este caso, no por la experiencia propia (significativa e interesante, sin duda), sino porque atestigua características capitales de las agrupaciones estudiantiles independientes, y estaba integrada por miembros de estos grupos universitarios. Por lo tanto, cada vez que en los próximos párrafos se diga Colectivo 501, léase –sin mayor inconveniente– varios integrantes de agrupaciones independientes.

El principal elemento por destacar –retomando a Badiou (2000)– es que el Colectivo 501 produce un acontecimiento. Un acontecimiento que "crea sus propios tiempos y espacios más allá de la lógica estatal", que muestra posibles allí donde sólo había opciones dadas, que indica un camino allí donde todo parecía cerrado, que evidencia alternativas allí donde todo parecía chantaje democrático. En ese sentido, el problema ya no era lo electoral, ya no era estar a favor o en contra, participar o no participar, apoyar a un candidato, proponer a otro o incitar al voto en blanco o nulo. No hay una pedagogía tras el acontecimiento 501, sino la evidencia de que donde todo parecía cerrado era posible abrirse a una situación nueva.

Con el fin de evidenciar la singularidad de este acontecimiento podríamos, en este caso, contraponerlo a la idea de lucha. Tal como Raúl Zibechi expone en la introducción a su libro Genealogía de la revuelta (2003), el conjunto de organizaciones que se hicieron visibles a lo largo de los años noventa produjeron una interpelación a la tradicional noción de lucha a partir de la cual se configuraban las políticas de resistencia de la izquierda. Y más allá de la clasificación y valoración de aquel respecto de la relación entre lucha y construcción (o lucha y autoafirmación) lo concreto es que el Colectivo 501 (experiencia harto cercana a la que Zibechi analiza en su texto) produce un replanteamiento práctico y profundo de esta noción. Como decíamos líneas arriba, ya no era la lucha electoral (sea participando o no, sea apoyando a un candidato o proponiendo uno o incitando al voto en blanco) ni tampoco la "lucha" a secas lo que estaba en juego en la práctica política de 501: era, más bien, un modo de desobediencia no sustentado en la confrontación sino en la desafección, en el éxodo, en un correrse de una situación dada rompiendo las asimetrías, las dualidades que ésta propone.

Entonces, a la tristeza, a la escasa intensidad de lo político-electoral (personificado de manera sublime por el triunfador de la contienda, Fernando de la Rúa) y al sacrificio de la lucha de los partidos de izquierda, 501 opone un éxodo alegre, festivo, intenso, juvenil. Pero no es la impúdica fiesta menemista. Tampoco la fiesta automatizada (y previsiblemente apática) de la Rave: aquí la fiesta parece fundirse con una sensación de libertad, de ruptura subjetiva del dominio. En clave de Espinoza, una liberación ética evidenciada en el pasaje de las pasiones tristes a las pasiones alegres. O en clave nietzscheana, la fiesta pagana que sigue al enunciado "Dios ha muerto", que sigue a la liberación subjetiva del dominio del cristianismo.

Y no hay duda de que el éxodo festivo e intenso emanado de esta sensación de libertad tiene un vínculo estrecho con lo que líneas arriba llamábamos lo experimental y lo creativo: no es posible pensar nuevos caminos, abrir aquello que se evidencia cerrado, si no es con una apuesta por lo creativo, por lo experimental.

Finalmente, mencionemos de manera rápida (tal vez para ser retomadas y profundizadas en otra ocasión) algunas características más antes de cerrar este trabajo.

Una línea de continuidad y de radicalización respecto de las prácticas de las agrupaciones independientes que este acontecimiento evidencia se vincula con el modo de organización: ya no es sólo la apuesta por el consenso, por la discusión horizontal, por erradicar los autoritarismos, sino, sobre todo, la apuesta por poner entre paréntesis lo ideológico, lo partidario, lo identitario, en función de poder pensar (y pensarse) a partir de una práctica común. Lo común, lo colectivo (devenir comunidad alegre, festiva, libre) será el fundamento que cohesionará y guiará el espacio. Continuidad y superación, entonces, de los postulados de las agrupaciones independientes.

Y vinculado con esto, lo efímero: la lógica de la política moderna, de la política partidaria, parece estar estrechamente vinculada con una idea de la durabilidad, de continuidad. Gran parte de sus prácticas políticas parecen perseguir el objetivo de la persistencia, de la autoperpetuación: desvanecerse, desaparecer, es indicio de fracaso, de derrota, de olvido. La temporalidad de 501 parece ser otra. No aspira a durar, a permanecer: no es desde allí que un acontecimiento es mensurable. Su valor, en cambio, parece sólo ser apreciable a partir de los tiempos y espacios que produce, en sus efectos, en sus resonancias aquí y ahora. Su tiempo es, tal vez, el de la fiesta. La luz se apaga. Una experiencia termina. Y ya otra, singular, comienza. Continuidad y superación, nuevamente, de los postulados de las agrupaciones independientes.

Con sus potencialidades y sus límites, con sus prácticas de experimentación y creación, sospechamos que la interpelación que las prácticas y concepciones de las agrupaciones independientes, en general, y que el Colectivo 501 en particular, implicaron para los saberes constituidos sobre lo político –no sólo en el plano universitario– no es en absoluto ajena a la interpelación social que sacudió a Argentina el 19 y 20 de diciembre de 2001.

VI.

2001. Finalmente, 2001. 2001 es el nombre de la cristalización, de la visibilización pública, de la perturbadora generalización de muchos de estos rasgos de las agrupaciones independientes que venimos indagando. 2001 hizo natural a la noche, lo que a la mañana era ajeno, extraño. No creemos estar equivocados si afirmamos que las agrupaciones independientes –como tantos otros colectivos, grupos, organizaciones– funcionaron como "anticipadoras" de ciertas discusiones y prácticas que quedaron ligadas al 2001.

En ese sentido, 2001, con su poder destituyente, evidenció el agotamiento de lo político en términos modernos. Los partidos (de izquierda, de centro, de derecha), así como los sindicatos y el Estado mismo, no supieron qué hacer, cómo actuar. 2001 inutilizó las recetas, los modelos. 2001 se sabía acontecimiento, y en cuanto tal, se abrió a diversas formas de la experimentación y de la creación. 2001 creó un nuevo espacio y una nueva temporalidad. 2001 fue una fiesta, como 501, de la desobediencia. En cada asamblea barrial, en cada fábrica recuperada, en cada movimiento de trabajadores desocupados resonaban los mismos temas: lo horizontal, el consenso, lo territorial, la producción del vínculo, de los afectos. Lo efímero.

Pero 2001 y, sobre todo, los años posteriores, también sirvieron como cierre, como clausura: pareciera que aquello que lo anticipó no logró resistir su fuerza, su intensidad. Pareciera que el "qué se vayan todos" comenzó por devorar a quienes lo enunciaban. Quedará para futuros trabajos probar si esta tesis abriga sentido alguno.

Al mismo tiempo, quedará para futuras labores examinar el modo en que las agrupaciones independientesautónomas de estudiantes se reorganizaron en los años posteriores al 2001, particularmente, luego de 2003, momento en el que, tras el anuncio de "la vuelta de la política" (es decir, una "vuelta" tanto de la intervención del Estado en lo social y lo económico como de las grandes discusiones ideológicas y políticas que se habían diluido en los noventa) se produce una radical despolitización de lo social.

NOTAS AL PIE

1 Ver <http://www.sifara.com.ar/>.

2 Y la sanción cobró en la Argentina formas realmente trágicas.

3 Las conferencias fueron dictadas por Badiou el 24 y 25 de abril de 2000 en el marco de la preparación del Tercer Encuentro Nacional por un Nuevo Pensamiento, Instituto de Estudios y Formación, Central de Trabajadores Argentinos, bajo el título "Movimiento Social y Representación Política".

4 Para esta perspectiva ver, por ejemplo, Sidicaro (1998).

5 En palabras de Hobsbawm: "Entre agosto de 1989 y el final de ese mismo año el poder comunista abdicó o dejó de existir en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y la República Democrática Alemana sería muy pronto anexionada por la Alemania Occidental; en Yugoslavia estallaría pronto una guerra civil" (Hobsbawm, 1998: 482).

6 Juventud de la Unión Cívica Radical, partido al que perteneció Raúl Alfonsín, presidente entre 1983-1989.

7 Ver, entre otros textos, el análisis sobre estos ejes realizado por Raúl Zibechi en el capítulo 3: "El desborde juvenil de los `90. Experimentar la diversidad" (2003).

8 Si bien esta experiencia es de la Universidad de Rosario, la consideramos para nuestro trabajo, por su significado, dentro del conjunto de experiencias estudiadas, además por sus estrechos vínculos con agrupaciones de la UBA.

9 Entrevista realizada por los autores de este texto el 22 de junio de 2005.

10 El mismo partido al que pertenecía Carlos Menem (presidente entre 1989 y 1999). Sin embargo, Duhalde y Ortega eran de fracciones distintas del PJ y estaban enfrentados a las políticas sostenidas por aquel.

11 Coalición política conformada por la UCR y el Frepaso, un nuevo partido de perfil centroizquierdista.

12 Partido político de orientación centroderechista. Domingo Cavallo fue Ministro de Economía de Carlos Menem e impulsor de las políticas de ajuste neoliberal.


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