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Nómadas

versión impresa ISSN 0121-7550

Nómadas  n.33 Bogotá jul./dic. 2010

 

¿Quién imagina la independencia? Apropósito de la celebración del bicentenario en Colombia*

Who imagines the independency? About the Colombia’s bicentennial independence celebration

Eduardo Restrepo**

* Este artículo es resultado de la investigación "Genealogías de la negridad", inscrita en el Grupo de Estudios Culturales del Instituto Pensar, de la Pontificia Universidad Javeriana.

** Antropólogo. Doctor en Antropología con énfasis en Estudios Culturales de la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill. Profesor asociado del Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar, de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia). E-mail: restrepoe@javeriana.edu.co

{original recibido: 9/08/2010 · aceptado: 15/09/2010}


El artículo se pregunta por tres aspectos relacionados con las políticas de la ignorancia y los silenciamientos que operan en las retóricas y agendas celebracionistas del Bicentenario de la Independencia en Colombia. El primer aspecto subraya que la colonialidad no terminó en el siglo XIX, sino que se mantiene fuertemente hasta hoy. El segundo, que se hace indispensable una deselitización de las genealogías de la colombianidad, incluyendo lo que aparece como Independencia. Finalmente se comprende cómo este tipo de eventos responden más a las preocupaciones e historicidad de quienes celebran, que a aquello supuestamente celebrado.

Palabras clave: políticas de la representación, colombianidad, bicentenario, colonialidad, independencia.

O artigo pergunta-se por três aspectos relacionados com as políticas da ignorância e dos silenciamentos que operam nas retóricas e agendas de celebrações do Bicentenário da Independência da Colômbia. O primeiro aspecto destaca que a colonização não terminou no século XIX, mas que se mantém fortemente até os dias de hoje. O segundo, faz-se indispensável uma deselitização das genealogias da colombianidade, incluindo o que aparece como Independência. Finalmente pode se compreender como este tipo de eventos respondem mais às preocupações e historialidade daqueles que celebram, do que aquilo que é supostamente celebrado.

Palavras chave: políticas da representação, colombianidade, bicentenário, colonização, independência.

This article questions about three aspects related to the policies of ignoring and silencing present in the celebrating rhetoric and agendas of Colombia’s Bicentennial of independence. The first aspect highlights that coloniality did not end in the 19 th century but it strongly remains nowadays. The second affirms that it is indispensable de-elitizing the genealogies of the Colombianity, including what is appearing as Independence. Finally, it is clear that rather than responding to what is supposedly celebrated, this kind of events meet the concerns and historicity of those who celebrate.

Key words: policies of representation, colombianity, bicentennial, coloniality, independence.


INTRODUCCIÓN

El intelectual indio Partha Chatterjee (2008) ha problematizado la conocida tesis de Benedict Anderson de la nación como comunidad imaginada, preguntándose: "¿La nación de quién?, ¿quién imagina la nación?". La pregunta de Chatterjee pone en evidencia las tecnologías y políticas de la imaginación de la nación desde los sectores dominantes que, en términos generales, tienden a instaurar una retórica que los legitima como agentes y sujetos privilegiados de la historia de la emergencia y despliegue de la nación. El corolario es que se obliteran una serie de acciones y procesos históricos articulados esencialmente por los sectores subalternizados que escapan al principio de inteligibilidad propio de las élites. Frente a cierta ola celebratoria del Bicentenario de la Independencia en escenarios oficiales, surge una pregunta análoga: ¿quién imagina la Independencia?, ¿en qué términos y bajo qué silenciamientos es imaginada?, ¿cuáles son las retóricas y las políticas de tal imaginación?, ¿cómo se materializan estas retóricas y políticas en los actos y agendas celebracionistas?

En aras de explorar estas preguntas, en el presente artículo es pertinente llamar la atención sobre tres aspectos estrechamente asociados con las retóricas y agendas celebracionistas. El primero, el efecto de reducir el colonialismo a una relación de subordinación político-administrativa con España, desdibuja la posibilidad de examinar y discutir otras dimensiones de la relación colonial que fueron mantenidas (e incluso reforzadas) por las élites criollas independentistas. Debe tomarse en consideración seriamente el hondo calaje de la relación colonial, que pasa por la producción de sujetos y subjetividades.

El segundo aspecto que quisiera resaltar se refiere a ciertas borraduras que el grueso de las retóricas y agendas celebracionistas introducen con respecto al lugar de lo que, retomando a Fanon, podemos denominar los condenados de la tierra. Visibilizar realmente sus presencias y trayectorias significaría una deselitización de las genealogías de la colombianidad, pero también un descentramiento de lo que aparece como la Independencia. Más que celebrar se estaría entonces de luto por lo que significó para muchas poblaciones y sus condiciones de existencia que las élites criollas eurodescendientes y eurófilas se hicieran con el poder político y agenciaran el proceso de formación de la nación en los términos en los que lo hicieron.

Finalmente, en un rápido contraste de la celebración del Centenario con la del Bicentenario, se comprende cómo este tipo de eventos responden más a las preocupaciones e historicidad de quienes celebran, que a aquello supuestamente celebrado. Esto me permite insistir sobre las políticas de la representación de la colombianidad que están en juego con las intervenciones oficiales o de los expertos a propósito del Bicentenario.

COLONIALIDADES PERSISTENTES, EMANCIPACIONES POSTERGADAS

Muchos de los actos y narrativas de la celebración del Bicentenario asumen una concepción de la historia y del colonialismo que ha sido problematizada por diferentes vertientes de la teoría social contemporánea, especialmente por diferentes vertientes del debate poscolonial. Una visión más densa de los alcances de las relaciones coloniales y el descentramiento de las lecturas lineales de los procesos históricos son dos contribuciones de esta teoría para redimensionar lo que supuestamente habría que celebrar, pero también sería un indicador de los diversos procesos de emancipación que todavía faltan por ser consolidados, y que están más allá de lo pensable para los sectores de las élites y de las clases medias en Colombia.

En general, cuando se examinan las retóricas celebracionistas se asume que la Independencia consiste esencialmente en la ruptura con las relaciones de dominación colonial impuestas por España en el territorio americano. Desde esta perspectiva, el colonialismo es tajantemente superado con la Independencia. Un pasado colonialista entendido como anterioridad rechazable que legitima política y moralmente las gestas independentistas. La Independencia se identifica con la expulsión de las autoridades coloniales españolas y la apropiación del aparato de Estado por las élites criollas. La Independencia aparece, entonces, como un hecho consumado, como una clara ruptura con el colonialismo europeo.

No obstante, esta imagen del colonialismo reducido a las relaciones de dominación político-administrativas es muy limitada. La dominación colonial europea no se agota en la dimensión político-administrativa de control directo sobre unos territorios, riquezas y gentes. Hay otros componentes, más de orden epistémico y ontológicos, que han sido constitutivos del colonialismo europeo (no únicamente del hispano o del lusitano), y que no sólo fueron reproducidos por las élites independentistas, sino que también fueron profundizados una vez éstas tomaron el control sobre el aparato político-administrativo en nombre de la emancipación.

El eurocentrismo es un claro ejemplo1. Con los sucesos y procesos que llevaron a la Independencia, algunos sectores de las élites criollas argumentaron su derecho a gobernarse a sí mismos y cuestionaron los fundamentos legales de la dominación española, pero mantuvieron una posición abiertamente eurocéntrica en gran parte de los aspectos de la vida social, estética, política e intelectual agenciados por ellos. No es difícil, incluso, encontrar que estos sectores de las élites criollas asumían posiciones que paradójicamente pueden ser más eurocéntricas que las de los propios europeos, más puristas e idealizadas. Parte de su poder se derivaba de ser los legítimos herederos e intérpretes de lo que se pensaba como el legado europeo, asumido como universal. El colonialismo como relación social y como posición epistémica sobrevive a la terminación del colonialismo como relación política con Europa. De ahí que la emancipación no puede ser sólo circunscrita a esta relación política. Las emancipaciones son múltiples, y muchas son las independencias aún por lograr.

La idea de que la civilización y el progreso pretendidamente universales eran la encarnación de las formas de gobierno o de los modelos de conocimiento, de subjetividad y esteticidad propias de Europa, hizo que las élites gobernantes se identificaran profundamente con una lógica e historicidad eurocéntrica, que reprodujera (e incluso profundizara) los supuestos desde los cuales se soportaba la dominación colonial: la superioridad moral, intelectual y civilizacional de los europeos sobre las gentes y los territorios colonizados. En este discurso se han parapetado desde entonces las élites para gobernar en nombre de la construcción de un proyecto de nación, excluyendo simbólica y físicamente a amplios sectores y regiones, como lo ha demostrado el historiador cartagenero Alfonso Múnera (1998). De ahí que asumieron frente a otros sectores sociales marginalizados y pueblos como los indígenas o los afrodescendientes, una posición que replicaba en términos generales y sin mayor examen los términos de la dominación colonial a la que habían sido sometidos por los españoles.

BORRADURAS DE LOS "CONDENADOS DE LA TIERRA"

Condenados de la tierra es una conocida categoría de Franz Fanon (1963) para indicar la racialización e inferiorización de los subalternos coloniales, corolario de las narrativas de legitimación moral de la empresa colonial, y de las violencias derivadas de sus tecnologías de dominación. Para Fanon, los condenados (damnés) de la tierra están situados en una experiencia de miseria y muerte, agenciada por el colonialismo que los condena a una proverbial deshumanización. Así, su existencia individual (y, en ocasiones, la de colectividades enteras) es dispensable en la reproducción de las relaciones coloniales entre los colonizadores europeos y los sujetos colonizados. Los sucesos y procesos de la Independencia de lo que hoy es Colombia, ponen en evidencia que las élites criollas hasta cierto punto se desmarcan como sujetos coloniales, pero articulando el lugar de condenados de la tierra en su relación con sectores poblacionales urbanos y rurales más desposeídos, entre los cuales negros e indios son ubicados en los márgenes del proceso de formación de la nación.

Hacia principios de los años ochenta, la antropóloga colombiana Nina Susana de Friedemann sugirió un par de conceptos para dar cuenta de la borradura y la caricaturización de la gente negra en la construcción de la colombianidad. El par de conceptos que operan conjuntamente son los de invisibilidad y estereotipia. Invisibilidad como borradura de las trayectorias, presencias y aportes de la gente negra: "La invisibilidad que como estrategia de dominio se ha proyectado en tiempo y espacio a lo largo de casi cinco siglos [...]. Se apoya en una negación de la actualidad y de la historia de los africanos negros y sus descendientes en América" (Friedemann, 1984: 510).

Por su parte, la estereotipia se refiere a las imágenes caricaturizantes, descontextualizadas y simplificantes del negro: "Imágenes pasionales más que racionales y menos científicas que reales, son las que aparecen cuandoquiera que la presencia del negro es visible en el análisis socioeconómico, en la narrativa histórico-cultural o en el relato literario" (Friedemann, 1984: 512). Ambas nociones operan desde las modalidades de expresión del pensamiento eurocentrista dominante: "Invisibilidad y estereotipia, como parte de un proceso de discriminación socio-racial del negro, son herramientas de un sistema de comunicación e información hegemónico, dominado por el pensamiento europeo" (Friedemann, 1984: 511).

Invisibilidad y estereotipia son dos términos útiles también para pensar el lugar de otros sectores subalternizados como las poblaciones indígenas en las articulaciones de la colombianidad. Tanto los negros como los indígenas encontraron que la Independencia no significó la supresión del pensamiento racializante que se expresaba en el período colonial en las prácticas de discriminación en lo que ha sido denominado la sociedad de castas (Jaramillo, 1963) con sus tecnologías de limpieza de sangre. Estas prácticas sirvieron de sedimento a la racialización de los cuerpos y las regiones hacia finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, que mantendrían subordinadas a la narrativa de la blancura o del mestizaje las presencias y trayectorias de indios y negros2.

Así, por ejemplo, un documento histórico ampliamente resaltado en las retóricas celebracionistas (conocido como El Memorial de Agravios), escrito en 1809 por Camilo Torres, uno de los más venerados "próceres" de la Independencia que terminó fusilado en la campaña de reconquista española, es muy revelador en términos de la obliteración de la presencia de indígenas y negros en el continente americano. Sobre la población escribe:

Las Américas, Señor, no están compuestas de estrajeros à la nacion española. Somos hijos, somos descendientes de los que han derramado su sangre por adquirir estos nuevos dominios à la corona de España; de los que han exendido sus limites, i le han dado en la balanza politica de la Europa, una representacion que por si sola no podia tener. Los naturales conquistados, i sujetos hoy al dominio español, son mui pocos ò son nada en comparación de los hijos de europeos, que hoy pueblan estas ricas posesiones (Torres 1832 [1809]: 8-9)3.

Esto es sólo una muestra de la discriminación socioracial agenciada por las élites criollas independentistas que invisibiliza y estereotipia a las poblaciones indígenas y negras en la configuración de la colombianidad, la cual se hace escandalosamente evidente mediante hechos como el mantenimiento del tutelaje de las primeras (que no dudaban en denominar en su mayoría como salvajes) y la esclavitud de las últimas (con todas las imágenes racistas que esto implicaba).

Incluso en la Constitución Política de 1886, después de varias generaciones de haberse consolidado la Independencia (y que se mantendrá vigente hasta 1991), las élites ratificaron el estatus jurídico de menores de edad de aquellos pueblos indígenas considerados salvajes. Así, se les sancionaba a estos pueblos como todavía-no-ciudadanos que se entregaban a la Iglesia católica para que fueran moralizados y educados, es decir, para que los "redujeran a la vida civilizada". Un proyecto de colombianidad a imagen y semejanza de élites eurocentradas y racialistas (donde el catolicismo y el idioma español eran la única articulación posible de la nación), que intervenía sobre una serie de poblaciones imaginadas como anomalías o anterioridades, como exterioridades por ser incorporadas por la fuerza de la conversión y la educación en el cuerpo de la nación.

El haber mantenido la esclavitud hasta mediados del siglo XIX a través de una serie de artilugios legales (como lo fue la Ley de Manumisión de Vientres) es también otro ejemplo de cómo los sucesos y procesos de la Independencia no significaron una dignificación de las condiciones de existencia de los esclavizados, para no hablar la de otros sectores de afrocolombianos que ya eran libres. Incluso a los ojos de algunos miembros de las élites criollas4 era obvia la contradicción entre la legitimidad de argumentar la Independencia de la dominación colonial española en nombre de la supresión de la tiranía, la injusticia y la opresión, pero manteniendo la esclavización de los afrodescendientes en el país. No obstante, la esclavitud fue sostenida en Colombia hasta 1851 cuando se sancionó en el congreso la Ley de Emancipación de los Esclavos. Esto no se dio sin la oposición de ciertos sectores de las élites que derivaban ciertos beneficios económicos o simbólicos de la esclavitud (como el prestigio), y quienes encubrían sus argumentos en el sagrado derecho de propiedad o la inminente amenaza de caos económico y social por las hordas desenfrenadas de libertos. La propiedad y la riqueza de las élites criollas, defendidas en nombre del bienestar de la República, fueron talanqueras para la emancipación de la esclavitud. El mensaje era claro: la Independencia no era para todos.

Otra borradura de la agencia histórica de los sectores subalternizados por parte de las élites criollas independentistas, consistió en que procesos de emancipación de la dominación española adelantados por indios y negros no fueron objeto de referencia ni como antecedentes ni como proyectos paralelos a la Independencia. San Basilio de Palenque, por ejemplo, es uno de los innumerables poblados construidos por los esclavos fugitivos (conocidos como cimarrones), algunos de estos defendidos por empalizadas (de ahí el nombre de palenques), que pusieron en aprieto a las autoridades coloniales. San Basilio de Palenque ha sido el más famoso porque ha pervivido hasta nuestros días (reconocido por la Unesco como obra maestra del patrimonio intangible de la humanidad) y, sobre todo, porque logró que se le reconociera su independencia en un tratado de paz firmado con la Corona española en el siglo XVII5.

Igual pudiera decirse de los indígenas tules que habitaron las riveras del río Atrato, que desemboca en el mar Caribe y que se constituye en una importante vía de acceso a los territorios auríferos del Chocó (los más importantes durante la Colonia en lo que se ha conocido como el segundo ciclo del oro) y, más allá, a través del Arrastradero de San Pablo con el río San Juan y el océano Pacífico. Las autoridades coloniales nunca pudieron reducir a los tule militarmente, ni a través de los misioneros. En repetidas ocasiones, durante siglos, los tule se aliaron con holandeses e ingleses haciendo que, por ordenaza del mismo rey, se prohibiera la navegación por el río Atrato durante más de cien años.

La mentalidad de las élites criollas que marginó con tecnologías de estigmatización como el tutelaje y la esclavitud, pero también la que ha sido ciega a otros procesos y gestas de la emancipación adelantadas por sectores populares, indígenas o negros, es la misma que durante gran parte del siglo XIX y XX ha considerado que la "gente de bien" (o sea ellos) es la que en realidad hace la historia (a veces con los aplausos –o la sangre– de las muchedumbres, pero evitando demasiado alboroto o caos "populistas"), los llamados a gobernar el país y a imaginar los términos y contenidos de la colombianidad.

POLÍTICAS DE LA REPRESENTACIÓN DE LA COLOMBIANIDAD

El 15 de febrero de 2008, mediante el Decreto 446, el presidente Álvaro Uribe crea la Alta Consejería Presidencial para el Bicentenario de la Independencia. La creación de esta Consejería, como de los programas sobre el Bicentenario adelantados por diferentes entidades gubernamentales como el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Comunicaciones y Colciencias, entre otros, evidencia que esta celebración es un asunto de Estado. Las fijaciones de los sentidos de las lecturas del Bicentenario y, sobre todo, sus precisas articulaciones con un proyecto de colombianidad no se han dejado sueltas6. Esto no sorprende de un Gobierno que ha intentado hegemonizar los imaginarios sociales y el sentido común, con la clara concepción de que las disputas políticas más profundas se dan en el terreno de lo que no se piensa pero desde donde se piensa: los resortes mismos del famoso "Estado de opinión" y su primacía sobre el "Estado de derecho".

La página oficial de la Alta Consejería es una rica cantera en estas fijaciones, en particular en el enlace bajo una pequeña bandera estadounidense donde se presenta en inglés la concepción sobre el Bicentenario del Gobierno y de esta Consejería7. En esta sesión, que no aparece en español, lo cual es bastante diciente, se afirma:

Esta conmemoración será un grandioso foro público sobre valores, ideas y temas que soportan nuestro proyecto colectivo nacional, el cual comprende libertad, autonomía, democracia, descentralización, ciudadanía, diferencia, diversidad, multiculturalismo, desarrollo sostenible e historia. Nosotros los colombianos debatiremos desde escenarios locales, regionales y nacionales lo que somos y los sueños de ser como una nación. El Bicentenario nos lleva a pensar sobre nuestro pasado y Pintura mural. Detalles con fauna de la región. participar abiertamente en un "diálogo nacional" real [...]. De esta forma, los ciudadanos reescribirán, repensarán y reinterpretarán la historia y la transformarán a la luz de nuestros valores fundadores, los cuales son la democracia y la libertad [...] (Alta Consejería Presidencial para el Bicentenario de la Independencia)8.

Se tiene, entonces, un discurso donde el abierto ejercicio de la democracia y la participación de todos los ciudadanos en la construcción del proyecto de nación multicultural es el propósito esgrimido explícitamente por parte del gobierno nacional para la promoción de la conmemoración del Bicentenario. Por la arquitectura de la página y por las actividades concretas, parece que el fragmento citado expresa adecuadamente el encuadre del Gobierno en relación con la celebración del Bicentenario.

Las iniciativas de algunos ministerios (como el de cultura, educación y comunicaciones) evidencian esfuerzos por que los colombianos de las diferentes regiones participen en esta conmemoración. El punto sobre el que quisiera llamar la atención no es hasta dónde esta participación se logra o es un asunto más retórico, sino el propio discurso. Obviamente, este es un discurso que el gobierno nacional pretende presentar ante la "comunidad internacional" (específicamente a los Estados Unidos y Europa), utilizando como pretexto la celebración del Bicentenario: el multiculturalismo, desarrollo sustentable, la democracia, la posibilidad de reescribir la historia, el "diálogo nacional", la nación de todos9...

El examen de las páginas electrónicas, de las agendas y de los discursos enunciados por el Estado, evidencia que las celebraciones del Bicentenario tienden a resaltar ciertos hechos y actores, presentan una serie de imágenes de lo que significó la terminación del periodo colonial y el inicio de lo que luego sería la República, el posterior nacimiento de la nación. La imaginación histórica en los albores de la colombianidad encuentra un insalvable anclaje en la Independencia: no pocas veces reducida ésta, en el sentido común de los sectores medios y urbanos, a un listado de héroes de la nación, representaciones pictóricas de batallas y sobrios generales. En estas celebraciones se articula la escenificación estatal del acto fundador de la colombianidad, pero también la expresión de los imaginarios de los más diferentes sectores sociales.

Es en este sentido que las celebraciones del Bicentenario dicen más de nuestro presente, de cómo es representada Colombia y quiénes lo hacen, que de lo que "realmente sucedió" hace doscientos años o de quiénes de múltiples formas estuvieron involucrados, directa o indirectamente, en los sucesos y procesos que hoy se resaltan o que se han arrojado al silencio. Por tanto, la Independencia no debe ser pensada como una serie de sucesos y procesos cronológicamente delimitados con un sentido unívoco que se encuentran al alcance de todos, desde el primer día hasta hoy sin mayor modificación. Los sucesos y procesos indicados como pertinentes en las ceremonias o narrativas, suponen borraduras de otros que se ignoran o consideran como irrelevantes; los protagonistas son unos, relegando a un lugar secundario o marginal a otros.

Al igual que la celebración de hace un siglo, los actos y la agenda responden más a las preocupaciones e historicidad de quienes celebran, que a aquello supuestamente celebrado, y menos aún en nombre de quienes se celebra. Como bien lo anota Garay en su estudio, la forma en la que se celebró el Centenario "se convierte, entonces, en el mejor escenario para analizar lo que las clases dirigentes consideraban nacional y aquello que rechazaban como tal; en otras palabras, la manera como se quería representar a la nación colombiana" (s/f: 3).

Hace un siglo, las preocupaciones e historicidad de la élite criolla no era aparecer ante los ojos de los estadounidenses y europeos como un país participativo que respeta el multiculturalismo. Las élites políticas querían mostrarse como modernas y agentes del progreso. Para esto diseñan una gran exposición en Bogotá con los avances de la ciencia, la técnica y diversas expresiones de las artes. "El ideal de progreso y la noción de civilización presentes en los innumerables discursos se hacen tangibles en la adecuación y construcción de los pabellones en el parque de la Independencia" (Garay, s/f: 5). La Exposición del Centenario, como también lo muestra Santiago Castro-Gómez (2008: 236), constituye una articulación racializada de la imaginada superioridad civilizacional de las élites criollas que encarnaban los ideales universalistas del progreso, cuyo referente se anclaba en la ciencia, la tecnología, la política y la estética europeas.

A pesar del toque multiculturalista y del intento de descentramiento para que participen las regiones y los diferentes sectores sociales, los escenarios oficiales mantienen una retórica de la colombianidad como proyección de los imaginarios e historicidad de las élites políticas e intelectuales. Élites que, por lo demás, siguen siendo predominantemente eurodescendientes y eurocentradas. La exclusión de negros e indígenas es muy distinta hoy que hace doscientos años. El discurso de la modernidad y del progreso de principios del siglo XX ha dado paso al de la democracia y el multiculturalismo. Por tanto, hoy se convoca a negros e indígenas, así como a sectores populares y de las regiones, para que aparezcan incluidos de acuerdo con las prédicas multiculturalistas y de la participación, pero se hace para legitimar un proyecto de colombianidad agenciado por las élites. El proyecto eurocéntrico de la interpretación de la Independencia sigue vigente, aunque en otras vestiduras. Y, como hace doscientos o cien años, en los procesos y los sucesos de lo que se registra como la Independencia y que se vuelve objeto de celebración, muchos son los escandalosos silencios.

NOTAS

1. Para los propósitos de este artículo, por eurocentrismo se entiende la serie de concepciones y prácticas que suponen a Europa como el centro-fundamento de la historia, y como el referente paradigmático de la imaginación política y social, así como de lo que aparece como conocimiento. Para profundizar sobre la articulación histórica del eurocentrismo (junto con el universalismo y el racismo-sexismo) como uno de los pilares ideológicos del sistema mundo moderno, véase Wallestein (2007).

2. Cuando me refiera a indios y negros, estoy pensando en mujeres y hombres. No voy a empezar a escribir recurriendo a las/os o a signos como la @ para supuestamente evitar el lenguaje sexista. Entiendo y comparto la importancia de las políticas del nombrar y de que existe una estrecha asociación entre el discurso y el poder. Comparto igualmente la necesidad de desmontar el patriarcalismo y, en general, otras formas de dominación basadas en privilegios naturalizados de sexo, clase, raciales, culturales, étnicos, de lugar. Pero como lo ha argumentado contundentemente Stuart Hall (1994), las purgas lingüísticas del políticamente correcto caen fácilmente en los totalitarismos que supuestamente pretenden desmontar, al imponer una forma de escritura o de habla desconociendo que el problema es más profundo cuando se trata de disputar la hegemonía (en el sentido gramsciano). Así, al igual que con los actos de caridad la élite no problematiza las relaciones de poder que la constituyen, con imponer por la fuerza una forma correcta de hablar/escribir no se transforman las relaciones de dominación de los machos heterosexistas blancos eurocéntricos de clases privilegiadas.

3. Transcrito fielmente del documento original, sin modificar lo que hoy serían errores ortográficos.

4. Véase, por ejemplo, posiciones como las de José Félix Restrepo en el debate abolicionista. Ante el Congreso en 1821, en un pasaje de su discurso en favor de una ley de libertad de vientres, Restrepo se preguntaba, contrastando la opresión de los criollos por los españoles con la de los negros esclavos: "Todos los días se grita (y con razón) que aquel Gobierno nos trataba como manadas de bestias, monopolizaba el comercio, nos mantenía en la ignorancia, y nos negaba los empleos lucrativos que se daban a los Europeos. ¿Pero qué tiene que ver esta esclavitud con la de los negros? Nosotros teníamos tribunales donde se administraba, bien o mal, la justicia: gozábamos de seguridad en nuestras personas; las propiedades eran respetadas y disponíamos de ellas; teníamos derecho a solicitar destinos, y se nos daban los de inferior clase [...] Comparece ahora nuestra suerte con la de los miserables esclavos. La imaginación apenas puede concebir tan inmenso cúmulo de crímenes y desgracias" (1935 [1821]: 84-85).

5. De ahí que, a principios de la década del setenta, el historiador Roberto Arrázola haya titulado su libro sobre las sublevaciones de los esclavizados en Cartagena de forma sugerente como Palenque, primer pueblo libre de América (1970).

6. Una investigación interesante por realizar que resaltaría por contraste las políticas de la representación del Bicentenario, consiste en examinar los discursos y performances estatales que los diferentes gobiernos en América Latina han efectuado.

7. Disponible en: <http://www.bicentenarioindependencia.gov.co/Es/Consejeria/Paginas/Bicentennial.aspx>.

8. Traducción mía. La página que refiere a la Alta Consejería en español se limita a una escueta presentación que enfatiza fragmentos del Decreto presidencial de creación de la Alta Consejería y un enlace a éste.

9. Ahora bien, hechos como cabalgatas con políticos y militares por la "ruta del libertador", congresos de expertos o cenas en la embajada de Colombia en los Estados Unidos también hacen parte de la efervescencia celebracionista que no es difícil compaginar con el anterior discurso.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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