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Nómadas

versión impresa ISSN 0121-7550

Nómadas  n.33 Bogotá jul./dic. 2010

 

Pospornografía: ¿vector decolonial o sofistificación de la maquinaria imperial?*

Post-pornography: de-colonial vector or the imperial machine sophistication?

Édgar Giovanni Rodríguez Cuberos**

* Se recomienda leer este texto con el acompañamiento auditivo (soundtrack): Goodnight moon de Shivaree, Hurt de Johnny Cash y Everybody knows de Leonard Cohen, con el propósito de establecer un vínculo mutimedial, y poner en juego una estética receptiva propia del performance (esta "forma y metódica" se explica en extenso en un artículo previo, publicado en esta misma revista, bajo el título "Ciencia social performativa", Nómadas, No. 29, pp. 142-154). Agradezco a la doctora Rocío Rueda Ortiz por sus comentarios al borrador.

** Licenciado en Biología. Magíster en Investigación de Problemas Sociales Contemporáneos. Profesor catedrático de la Maestría en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos del Iesco-Universidad Central, y de la Fundación Universitaria Politécnico Grancolombiano, Bogotá (Colombia). E-mail: rodriguez.edgar26@gmail.com

{original recibido: 2/08/2010 · aceptado: 28/09/2010}


El artículo propone explorar las implicaciones y prospectivas de tendencias que postulan formas de considerar la manifestación simbólica del cuerpo en su afán por liberarlo, por desplegarlo como potencia de sujetos que lo consideran un territorio, una geografía y un campo de acción. Se recurre entonces a la pornografía como lugar legítimo de análisis cultural y político desde una postura decolonial. Lo pospornográfico aparece así en la última década como lugar expresivo de respuesta a un proyecto que domina el deseo, y que instaura en baja intensidad las formas y estructuras de las sexualidades en un marco económico y cultural.

Palabras clave: pospornografía, performance social, sociología cultural, cuerpo y decolonialidad.

O artigo propõe explorar as implicações e prospectivas de tendências que postulam formas de considerar a manifestação simbólica do corpo em sua presa por liberá-lo, por mostrar como potência de sujeitos que o consideram um território, uma geografia e um campo de ação. Portanto, apela-se à pornografia como lugar legítimo de análise cultural e político desde uma postura decolonial. O pós-pornográfico aparece assim na última década como lugar expressivo de resposta a um projeto que domina o desejo, e que instaura em baixa intensidade as formas e estruturas das sexualidades em um marco econômico e cultural.

Palavras chave: pós-pornografía, performance social, sociologia cultural, corpo e decolonialidade.

The article aims to explore the implications and prospects of some tendencies that, eager to deploy the body as a potential and to set it free from subjects who consider it as a territory, a geography and action field, postulate some ways of thinking on the body’s symbolic expression. Consequently, pornography is a legitimate place of political and cultural analysis from a de-colonial perspective. Thus, in the last decade Post-pornography appears as an expressive place corresponding to a project that dominates desire and establishes in low intensity forms and structures of sexualities in an economic and cultural framework.

Key words: post-pornography, social performance, cultural sociology, body, de-coloniality.


UN BLOW JOB CULTURAL1...

El enigma reside en que mi cuerpo es a la vez vidente y visible. Él, que mira todas las cosas, también se puede mirar, y reconocer entonces en lo que ve el "otro lado" de su potencia vidente. El que se ve viendo, se toca tocando, es visible y sensible para sí mismo.
Maurice Merlau-Ponty

¿Cuál es el parásito más resistente? Una idea.
Christopher Nolan, guión de Inception

Este trabajo asume varias dificultades, quizás la principal sea asumir la pornografía2 como un ámbito de debate y de reflexión académica legítimo. En sí misma, esta dificultad es la que da cuenta de la necesidad de comprender esta manifestación cultural como un inquietante motor en la estructuración de subjetividades modernas y contemporáneas. Lo que intento mostrar (a riesgo de una consideración negativa por parte de críticos y lectores3) es la consistencia de una máquina simbólica que afecta con baja intensidad la constitución de los cuerpos y su registro concreto en las dinámicas de relación y orden social, quizá con la esperanzada intensión de proponer dentro del campo analítico decolonial (como lo llama Mignolo (2008)), un punto de entrada alterno, de carácter estético complejo. Es decir, que no puede verse reducido ni comprometido en su forma de desarrollo y consideración metodológica, exclusivamente a enfoques de carácter historiográficos, y tampoco, someterlo al debate clásico en la historia de las ciencias sociales por defender su legitimidad académica en tanto tema de conocimiento válido.

Por el contrario, quiero asumir aquí una posición un poco más coherente con los debates y discusiones actuales de los estudios poscoloniales o de modernidad/colonialidad, para que desde las propias características y desarrollos del problema, se pueda establecer o generar un lugar de enunciación propio que me permita en el terreno de la exploración empírica, dar cuenta decolonialmente del asunto (por lo menos de manera preliminar), y posibilitar en esta vía la incorporación cruzada de una serie de saberes interpretativos que supongan (muy a pesar de las escuelas radicales de investigación social) una metodología propia y una triangulación de evidencias para hablar de algo que de entrada es multivariado, complejo y extenso4.

Por supuesto, no se trata entonces de hacer de lo pospornográfico un objeto de estudio "posmoderno", sino, en primer lugar, de inquietarse desde una visión temporal de larga duración, por ¿cuáles han sido las condiciones a través de las cuales la(s) narrativa(s) pornográfica(s) ha(n) generado un(os) efecto(s) en el cuerpo individual y colectivo, referidas al espectro de las prácticas sexuales, y que pueden plantearse desde el marco de estudio de las opciones decoloniales?5 Segundo, ¿de qué forma el efecto de subjetivación adquiere un papel emancipador y cuándo de dominación?; y, tercero, ¿cómo rastrear manifestaciones decoloniales de las prácticas sexuales en el dominio de lo que recientemente se ha venido a llamar o etiquetar como pospornográfico? Es en este sentido, y a través de esta intuición de plasticidad del pensamiento en lo ético y estético, que intento enunciarme como pospornógrafo latinoamericano6.

Así, la tesis principal que trataré de exponer aquí, considera que dentro del campo de los estudios decoloniales que giran sobre la naturaleza y consecuencias de las expansiones económicas (Mercantilismo del siglo XVI, Revolución Industrial del XIX y revolución tecnológicocibernética subsiguiente y continua, siglos XX y XXI) y su relación con la subalternización y las manifestaciones de borde, entre éstas, afro, caribeñas, asiáticas, latinoamericanas, que se contraponen a la retórica de la modernidad, se requiere de manera urgente una comprensión del carácter estético que dichas transformaciones han generado con dispositivos heterogéneos en esas comunidades imaginantes, y que actúan como vectores de fuerza o bien para la decolonización, o bien para la continuidad de la subsumisión de la creatividad y el mantenimiento de otros poderes imperiales renovados o estratégicamente sofisticados. Asumiendo que en últimas, es a través de los cuerpos que dichas condiciones pueden verse reflejadas y/o puestas en la escena de la constitución de la realidad, por medio de relaciones e imaginarios de conducta y visión de sí mismos y de los demás (una lógica del habitar y del existir en particular).

En la actualidad, considerar el cuerpo como categoría de análisis en los estudios sociales, supone que podemos comprenderlo como condición y función simbólica expresiva, y como lugar de diferencias posibles en oposición a la tradición higienista y medicalizada o de división cartesiana entre pensamiento/espíritu y cuerpo/materia. La pugna concreta donde se hacen visibles los procesos de desterritorialización, de deslocalización, de conocimiento, etcétera, atraviesa, como distintos tipos de fuerza y con distinta intensidad, por el cuerpo social e individual. De allí que las subjetividades se construyan, se generen o se transformen como consecuencia de este evento expresivo, en donde el cuerpo sirve como soporte y como plataforma.

ENSAYO VISUAL: BUKAKEE POSPORNOGRÁFICO7

En consecuencia, las relaciones constituidas por estas subjetividades y los andamiajes de la realidad que éstas establecen, pasan por una economía diferencial entre el conocimiento, las emociones y los afectos. En esta relación, la visión que pueden definir los individuos sobre su propia sexualidad adquiere un carácter fundamental, pues las opciones para devenir son múltiples en este sentido, y pueden ser fácilmente capturadas y estandarizadas.

De tal suerte, el fenómeno de la pornografía8 se entiende no como un lugar de enunciación de una historia social, sino como esa extraña manifestación estética compleja y paradójica que involucra aspectos relevantes en la relación colonial subalterna, que adquiere visos culturales precisos para problematizar desde su producción, circulación y recepción, miradas sobre lo étnico, lo racial, lo genérico y lo sexual, entre otros aspectos. Esta construcción del "Otro social" funciona de forma permanente en una compleja trama de encuentros/desencuentros de las potencias diferenciales entre las personas, en la que se ponen en juego diversos mecanismos de sujeción y control. Frankfurter afirma en este sentido que:

La construcción del Otro social como caníbal-salvaje, demonio, brujo, vampiro o una amalgama de todo ello, se basa en un repertorio coherente de símbolos de inversión. Los relatos [...] que narramos sobre los pueblos de la periferia juegan con su salvajismo, sus costumbres libertinas y su monstruosidad. Al mismo tiempo, es indudable que el placer y el horror que sentimos al contemplar esa "Otredad" –unos sentimientos que influyeron en la brutalidad de los colonos, los misioneros y los ejércitos que entraron en las tierras de esos Otros– también afecta en el nivel de la fantasía individual (cit. Zimbardo, 2008: 25).

Es en este lugar de la fantasía que la sujeción permea la conciencia tanto de colonos como de colonizados, y es natural que la imaginación en una etapa adulta se oriente fundamentalmente hacia lo sexual.

En este último punto, en lo sexual, se considera ampliamente el efecto psíquico y pragmático de una suerte de biopolíticas que históricamente han condicionado nuestra posición como subalternos, así como las miradas que tenemos sobre nuestro propio cuerpo y nuestras prácticas sexuales. Es en el cuerpo, entonces, en sus gramáticas de representación, donde fluye la condición política necesaria para pensarnos diferente. En palabras de Preciado, la pornografía

[...] se constituye en una política del espacio y de la visibilidad que genera segmentaciones precisas de los espacios públicos y privados [...] de cómo cubrir lo descubierto y cómo destapar lo oculto, de separar las mujeres limpias de las sucias, el animal comestible de la carroña, lo útil de la basura, la cama heterosexual de la calle y sus perversiones (2009a: 45).

Si el cuerpo es, entonces admitimos que las formas de representarlo funcionan como vectores de fuerza que consolidan lenguajes y poderes resultado de la proyección sensible que tenemos de una época o una situación. La fotografía, por su parte, bien sea en su versión clásica o como repetición de una secuencia de imágenes con apoyo sonoro (cine) hace parte de la herencia de la modernidad y vehiculiza percepciones de mundo y mediaciones con nuestro cuerpo, desde, para, hacia y en éste. Tal es la importancia del cuerpo, que la forma de representarlo como ordenamiento de lo social, ha sugerido diferentes estrategias de ocultamiento, censura9, dominio, manierismo, a todo lo largo de la historia de la humanidad. La visión del cuerpo se articula con los preceptos morales y a las concepciones de intimidad, de civilidad, del decoro, de la decencia y del asco10. En este sentido, la antropología de lo asqueroso define en gran parte nuestra cultura sexual, y ha sido tema central en las apuestas judeocristianas y, por supuesto, también, de la obra psicológica, precisamente porque de su consideración aparecen las prohibiciones y los vicios. Al respecto, considera Miller:

Los seres humanos son probablemente la única especie que experimenta asco y parece que somos los únicos capaces de sentir aversión por su propia especie [...] somos el fundamento de todo asco: el hecho de que vivimos y morimos, y de que este proceso es sucio y desprende sustancias y olores que nos hacen dudar de nosotros mismos y temer a nuestros semejantes (1998: 16).

Curiosamente, el sexo y las prácticas sexuales operan y conducen en algunas ocasiones a la supresión del asco. La pornografía se ubica en este juego en el nivel psíquico y cultural.

Tratar de hablar acerca de pornografía en clave decolonial (pos), supone un recorrido denso por un tema que hasta hace unos años atrás resultaba por lo menos incómodo para aquellos que trataban de ver el asunto de la pornografía como ámbito de atención académica (en varios trabajos "clásicos" en el tema los autores inician con prólogos a manera de "disculpa moral" para asumir la entrada al espinoso asunto y salvar su "posición" para poder hablar sin que se planteen sarcasmos ulteriores). La turbidez del tema implica una suerte de tamices analíticos que desde diversas disciplinas intentan decodificar el tabú propio que involucra la sexualidad implícita en "el porno", y que la cultura alimenta desde órdenes inimaginables. Para quienes no son especialistas en el tema (o dicen no serlo), la pornografía, como campo de trabajo, carece de una significación homogénea, varía histórica y culturalmente, pero se constituye en muchas ocasiones como principio regulador de las conductas, como un vector de fuerza cultural que con baja intensidad va tejiendo y definiendo política, económica, moral y éticamente las representaciones de los imaginarios que sobre el sexo tenemos.

Entonces, sorpresivamente asuntos como la raza, las luchas políticas por la cuestión del género, las reivindicaciones culturales, etcétera, tienen en el fondo mucho que ver con la pornografía. En esta se fijan y mutan múltiples percepciones legales, institucionales y demás, que políticamente las personas usan alrededor del mundo como escaparate de sus fantasías y su concreción en las relaciones cotidianas. En otras palabras, el hecho pornográfico hace parte de una matriz más compleja que tácitamente se encarga de filtrar el deseo, actúa en las sociedades como máquina de captura, pero a veces también de fuga, juega hábilmente con las proyecciones de la sexualidad, del cuerpo, de los géneros y de las razas, excluye e incluye, etcétera. Es, quizás, una de las funciones más exacerbadas del capitalismo tardío, reflejo cultural inmanente. Por supuesto, no hay aquí una defensa del fenómeno, sino una puesta en tensión de su significado: ¿qué produce la pornografía? ¿Qué impactos genera? ¿Qué tipo de conocimiento alimenta o reproduce?

Mignolo afirma con referencia al conocimiento en general y al estatus del debate actual sobre lo colonial o decolonial:

Una distinción epistémica y geopolítica debe ser realizada entre el proyecto de los estudios de la subalternidad y el proyecto de los estudios postcoloniales, en tanto que el primero se origina principalmente del impulso y la furia de la herida colonial, mientras que el segundo se origina principalmente del impulso y las condiciones de la academia occidental y el concomitante mercado de publicaciones. Estoy hablando de la geopolítica del conocimiento y la dependencia histórico-estructural entre la metrópolis y las colonias, entre el imperialismo y el colonialismo en todos los planos: económico, político, epistémico y en la formación de subjetividades (2005: 49).

Esto significa que la mirada "académica" de la pornografía, en principio puede ser considerada como una reflexión elaborada también en el centro y no en la periferia, en la que al igual que otros fenómenos y condiciones, se ha expandido de forma exponencial en las regiones limítrofes y en las que se manifiestan en extenso coletazos e interpretaciones diversas de los discursos hegemónicos. La pospornografía podría devenir en este sentido en otra vía, siempre y cuando como elaboración propia adquiera de forma situada su propia condición de legitimidad discursiva, para ubicarse en una cartografía del poder y de su propia localización, y visibilizar lugares de enunciación de lo sexual.

En este orden de ideas, se identifica aquí uno de los ejes problemáticos si quisiéramos asumirla como una tendencia que se reafirma y que se reclama como vector decolonial. Es decir, el análisis dependería de una consideración amplia sobre la dependencia académica y la geopolítica del conocimiento en tanto lo sexual se constituye como lugar de prácticas de dominación y de reiteración de construcciones simbólicas y referenciales sobre el cuerpo, que ya de entrada suponen una multiplicidad de efectos prácticos y conceptuales. ¿Hasta qué punto entonces lo pospornográfico se aleja de una condición eurocentrada moderna?

Esta pregunta resulta importante si se considera que el discurso pospornográfico resulta ser una consecuencia contemporánea de los movimientos feministas y de su interpretación de los efectos de la pornografía en la representación de la mujer11, de lo que coligo que la pospornografía tiene pendiente como centro de reflexión incluso su locus de enunciación de la mirada reflexiva, para sortear precisamente su lugar dentro de las formas de conocimiento que disputan la independencia hermenéutica y metodológica, y que por ello, su extensión no sólo debe darse en el plano de la expresión artística, sino en el eje estético referencial del mundo cotidiano de las personas, dada su naturaleza invasiva. De tal suerte, la genealogía de la pospornografía está imbricada en la consolidación y cambio de la biopolítica que Mignolo describe:

En los años 1970, el cambio sucedió cuando los indígenas, los negros y las mujeres, blancas y de color, tomaron su destino en sus propias manos. Esto es, el cambio bio-político. El cambio geo-político tomó lugar en los mismos años en Latinoamérica y África, y vino de la conciencia crítica del Tercer Mundo en la distribución global del conocimiento [...]. Brevemente, el dominio entero del conocimiento ha sido apropiado y manejado por las instituciones europeas y estadounidenses operando en lenguajes imperiales (2005: 55).

Así, es conveniente asumir que el movimiento pospornográfico permite a los individuos reconocer y problematizar su condición sexual, su economía del placer, que desde la maquinaria pornográfica (como lenguaje imperial) prefija unas determinaciones y supone una acción centrada en las demandas contraepistémicas y políticas. De nuevo, ¿cuándo es esto posible?

El cuerpo en esta condición se nos presenta como algo angustiosamente inestable, propio y ajeno a la vez, reflejo de una gramática imperial de dominación y sujeción a los modelos dados que, como afirma Pérez, son:

Unos modelos en los que el cuerpo –ya sea su vertiente publicitaria o "pornográfica"– es presentado como referencia desproblematizada y productiva. Vivimos, pues, entre múltiples cuerpos. O mejor aún, entre numerosos fantasmas. Los mismos no son más que metáforas de una sociedad agotada: reflejos estereotipados de un modelo social que oculta su debilidad en la hiperproducción de un exceso que sólo conduce a la nada (2004: 37).

Esta hiperproducción excesiva de lo pornográfico es lo que llamo aquí el blow job cultural, una constante felatio codificadora de experiencias que instaura a fuerza de multiplicación de la imagen, comportamientos que tienen efecto directo sobre el cuerpo. En otras palabras, la enajenación de la vida misma, si por sexo consideramos la expresión poética libre de los individuos a través del encuentro/desencuentro de sus cuerpos.

DEL CUM SHOT12 AL BODY ART: DECOLONIALIDAD SEXUAL A TRAVÉS DEL ARTE

El performance ya dejó de tener un carácter espectacular o radical, la mirada del artista sobre el cuerpo consiste ahora en extrapolar y revelar las simultaneidades ocultas de la experiencia banal. El retrato situacional que se busca, desborda la experiencia en la medida en que refleja descarnadamente una acción cotidiana: "El modelo se convierte en un estándar sin afecto, desmultiplicado, uno cualquiera; tanto el modelo como el colectivo están, a partir de este momento, clonados: la experiencia colectiva ya no es una experiencia fundacional" (Perrin, 2004: 311). El arte, entonces, se vuelve más sistemático y obsesivo en la búsqueda de aquello que en su demostración inquieta, posee como apuesta una estética indicial (el producto devela sus propias reglas y sentidos). Resulta notable la cantidad de secuencias de vida que han sido incorporadas como normales y que disfrazan la esquizofrenia, la ridiculez y el absurdo del sistema completo, ese mismo que retiene lo corpóreo y que sólo lo deja expresar por repeticiones y capturas, cuerpo subsumido.

La crudeza se transforma en una gramática para poder decir-hablar de la realidad, ya no maquillada por lo ligth del proyecto económico, donde se nos antoja todo como realizable. El éxito nunca antes se había problematizado tanto, nunca antes se nos había mostrado tan extraño y bizarro, incluso gozando de él en sus parámetros aceptados socialmente. "El hombre nuevo no tendrá lugar, ya que el propio humanismo se ha ausentado, programado de nuevo por una tecnología que teje tanto una nueva piel como un nuevo estado de conciencia" (Perrin, 2004: 321).

Como sabemos, durante los últimos quinientos años hemos asistido globalmente a una hegemonía científica y cultural. Parte de esta hegemonía está determinada por el control de la representación y, particularmente, de la visualidad. Dado que como reitera Buck-Morss,

Las posibilidades tecnológicas de los nuevos media se inscriben en un marco de relaciones globales que son violentamente desiguales respecto a las capacidades de producción y distribución. Su desarrollo está sesgado por intereses económicos y militares que nada tienen que ver con la cultura en el sentido global, humano (2005: 146).

Por ello, desde las nuevas perspectivas de aproximación a la realidad, y particularmente desde el performance y los nuevos estudios visuales, se propone la posibilidad de acercarnos de una manera diferencial a productos concretos que afectan nuestra relación con el entorno13.

En este sentido, el discurso que se está elaborando en torno a la pospornografía, puede convertirse en un estilo de producción audiovisual performático que desafía la producción de la imagen sexualizada tradicional, y que tiene efectos sobre nuestros afectos, las narraciones identitarias de género, la construcción del otro, la inclusión, entre otros asuntos. Algunos autores, por ejemplo, ya han detectado que la pornografía convencional posee un papel relevante en las prácticas sexuales, y actúa como dispositivo educativo en el campo sexual y en la construcción del género como impronta cultural14. Así, las posibilidades y las oportunidades de ampliar un "giro visual" en términos metodológicos y estratégicos, implica una posición renovada frente a las maneras en las cuales nos asumimos como sujetos frente a una paradojal democratización de los medios visuales y tecnológicos. No se trata exclusivamente entonces de la divulgación extensiva de las apuestas visuales, sino de lo que son capaces los espectadores en sus propias potencias para que develen las distintas hegemonías actuantes sobre sus propios cuerpos y su sexualidad.

Las nuevas tecnologías de la información han posibilitado que la experiencia pornográfica se convierta de facto en algo habitual y han eliminado algunas de las inhibiciones morales tradicionalmente impuestas a su consumo para muchas personas que de otro modo serían "decentes" (McNair, 2004: 69).

Estas nuevas políticas y posibles agenciamientos de la mirada aún en ciernes, anuncian un terreno de trabajo hermenéutico que nos pueda ayudar a comprender las alteraciones del espacio y el tiempo que generan todos los mensajes por sobreexposición. En nuestra sociedad actual, la lógica de poder actúa a través de una penetrante difusión de automatismos cognitivos. Lo sexual no escapa a ello. Entonces: "En lugar de represión y disciplina, esta forma de poder crea ‘interfaces tecno-sociales’ que preestablecen patrones cognitivos de una manera que no podría ser producida de ninguna otra forma" (Bernardi cit. Graziano, 2005: 175). Se trata, según Valeria Graziano (2005), del despliegue de un "semiocapitalismo" que se adapta, cambia y muta dentro de la lógica del mercado, y termina por invisibilizar otras opciones que no se encuentren adscritas a su estructura. Es en este sentido que el cuerpo se vuelve simulacro, dado que dentro del mecanismo semiocapitalista, terminamos por asumir una abundancia de significantes vacíos, prefijados, que nos impulsan a actuar y no a vivir las situaciones en el afán por parecernos al objeto que se comercializa simbólicamente (la identidad, el éxito, la imagen, etcétera), a partir de lo cual, fortalecemos nuestra ilusión de ser partícipes y dueños de nuestro destino (falsa "democratización" definida por el acceso masivo a la reproducción de la imagen).

Las mercancías deben expresar las ideas que emergen constantemente de la interacción compleja y caótica de las personas unas con otras y con su medio y corresponder a ellas. Al hacerlo, se convierten en vehículos para la propagación y la transformación de estas ideas; los motores meméticos de su evolución en curso [...] las declaraciones de rebeldía y oposición son, en esta economía, igual de vendibles, si no más, que el sometimiento a las cosas tal como son (McNair, 2004: 27).

Entonces, el poder de la imagen que se describe aquí propone una desterritorialización más sofisticada en el dominio de la geografía de las mentes y las conciencias, se encamina al locus de la potencia de todos los individuos.

Quizá desde esta perspectiva, la pospornografía pueda asumirse como vector decolonial, si en su ejercicio se enfoca en involucrar formas distintas que nacen como expresiones plásticas que reiteran la libertad de las personas en imaginar sus propios tiempos y espacios para sus cuerpos, y se consolidan distintas formas de relación. Por otra parte, se corre el peligro, como en cualquier otra alternativa, de que estas visiones se coopten y terminen haciendo parte del repertorio de mutación que el semiocapitalismo domina, y se termine por capturar su expresión.

Si no sabemos de que es capaz un cuerpo, entonces del mismo modo desconocemos casi todo acerca de lo que es capaz una obra. Tanto una reflexión sobre el cuerpo como sobre el cuerpo de la obra plantea también una reflexión sobre sus funciones y sus usos. En lugar de fetiches, el cuerpo invita a hallar funciones y a reencontrar actos artísticos (Perrin, 2004: 316).

Por demás, la opción aquí sería la creación continua, acelerada, independiente y vertiginosa, propia de un espíritu noble que tenga como deseo principal la consolidación de una estética representacional crítica y políticamente centrada en la reinvención de lo cotidiano, que permita saberse en los flujos de la cultura y en la agitada inmaterialidad propia de la época en la que existimos: dentro de la pornosfera y la cultura del striptease.

VINTAGE BONDAGE15 CULTURAL

La novedad no es la atadura sino el nudo. La sujeción imperial fluctúa por hilos y fuerzas que son sutiles pero efectivas. Más cuando la sujeción es ampliamente deseada. En este sentido, las tramas de conflicto en las teorías de la dependencia se expresan ampliamente por vectores culturales donde los dispositivos no buscan vencer sino convencer; la extensión e intensión del modelo económico transnacionaliza y desterritorializa la mirada sobre éste y los cuerpos, a través de una sofistificación y captura del propio desear: lo pornográfico domina la imaginación sobre el cuerpo y las formas fantasmáticas de las prácticas sexuales (vinculadas con el placer), constituyéndose así en el producto de comercio más efectivo, pues sugiere una instauración moderna de la mirada. Curiosamente, lo pornográfico entra en tensión con una primera modernidad que busca distanciarse del relato de cuerpo de la hegemonía cristiana, y posteriormente de un pensamiento ilustrado como segunda modernidad. En esta cruzada por el deseo se define la figura del cuerpo por exportar dentro del inconsciente colonizador.

La masculinidad propia de un pensamiento teológico y luego egológico determina para la pornografía su sesgo patriarcal y de extenso dominio sobre el rol de la mujer. Basta con estudiar el desarrollo de la fotografía antropológica de finales del siglo XIX y comienzos del XX16, para tejer en el clandestino inconsciente de quienes están deseosos por conocer el cuerpo del salvaje, obligándolo a asumir posturas que más que antropológicas resultan ser altamente sugestivas para los coleccionistas. Subalternizar una cultura pasa en primera instancia por doblegar sus sistemas de referencia simbólicos, para subsumir su cuerpo y sus relaciones sexuales, luego las maquinarias imperiales y colonizadoras trabajan a doble jornada para cooptar el deseo del otro e implantar incluso la forma dominante de la construcción social al filtrar de forma altamente efectiva la mirada sobre las propias perversiones, las nociones de vulgaridad, de decencia, de asco, etcétera. Es en este punto que la periferización no sólo opera en el campo de lo económico, sino que sutil y efectivamente constituye una biopolítica del deseo.

Este campo es problemático porque la mayoría de los estudios afirman que la pornografía se vuelve problema social por la sordidez a la que arroja a quienes la consumen; la preocupación por lo pronto se condensa en los centros hegemónicos (Europa y Estados Unidos) y trata de estructurar políticas sobre sus uso, reproducción y tratamiento.

El contenido de la pornografía (la que tiene éxito) debe reflejar lo que se denomina estructura de deseo del consumidor. La pornografía solo puede funcionar eróticamente –esto es, actuar como medio de excitación sexual– en la medida en que consigue reflejar este deseo. El deseo del consumidor a su vez, está estructurado por la psicología de su sexualidad individual (McNair, 2004: 77).

Si esto es así, la pornografía puede terminar siendo un excelente dispositivo para el mapeo de la psicología del consumidor y de las masas deseantes y sus preferencias, que por el momento se mueven en máximo dieciséis categorías17 de preferencia sexual... un mundo erótico demasiado cerrado y poco creativo, diría yo.

Para nuestro caso, la delgada línea entre lo científico y lo pornográfico se quiebra y aporta evidencia para hablar de una simultaneidad en la colonialidad/modernidad. El discurso pornográfico en este sentido, muestra las relaciones directas para ubicarlo como vector de fuerza en el aparato mental deseante, individual y colectivo; pasa por una preocupación por la manifestación frente al valor cristiano del sexo sólo para reproducirse, y luego, por una higienización de las prácticas sexuales, específicamente en el manejo urbano del oficio de la prostitución.

Se entiende por pornografía un escenario ficticio de peligro y redención, un constante y pequeño melodrama en el que, si bien nuevos vectores han reemplazado a los antiguos, los papeles permanecen más o menos iguales a como lo fueron en un principio: la amenaza que comunicaron, las víctimas que cobraron, los redentores que galvanizaron y como ellos mismos se asignaron esa tarea (Kendrick, 1995: 16).

De este modo, en la condición de colonialidad-poscolonialidad en términos históricos de larga duración, se manifestó una variación psíquica bastante sugestiva: el proceso involucraba un proyecto de acumulación capitalista y de subalternización de bárbaros, ignorantes e inferio- res, pero además esta variación psíquica expandía también el proyecto pornográfico como consecuencia de la circulación más abierta de materiales simbólicos propios de la imaginería de la modernidad. Luego, en fenómenos como el "blanquiamiento" o la limpieza de sangre, de los cuales habla Castro-Gómez (2005) en la Nueva Granada, por ejemplo, no sólo trae como consecuencia la legitimización de un poder, sino también la adquisición de nuevos órdenes de distracción "más europeos" en la conciencia psíquica oculta de las élites criollas.

La pornografía es un diseño maquetado de una actividad sexual que depende del ojo creador y su nivel de perversión pero que al masificarse expande el deseo simplemente por la ilusión de algo aceptado por los demás. Lo obsceno es entonces un sentimiento variable e inconstante (Arcand, 1993: 27).

De nuevo, en este proceso de larga duración de la modernidad, la circulación de materiales en este sentido, no sólo implicaba la interiorización de un discurso ilustrado o científico, sino también la adquisición de nuevos regímenes de entretenimiento. El dominio de la imagen ya no pertenecía exclusivamente a las élites, sino que incluso el vulgo podía exponerse a su influjo, de modo que en la pugna entre la racionalidad ilustrada y la superstición, existía otro factor oculto: la imagen y el relato pornográfico. Ejemplos concretos saltan a la vista, como la aparición del Aretino, libro del renacimiento de amplia circulación que recoge imágenes y relatos eróticos y pornográficos, o las descripciones puramente sexuales que ilustraban los repertorios de prácticas asociadas con la brujería en el Malleus maleficarum, o las caricaturas sexuales que desprestigiaban a la monarquía francesa y que intensificaron el odio de la plebe hacia esa clase dominante "corrupta y libidinosa".

SEXED UP: ¿DEVENIR SEXUALIDADES DECOLONIA LES COMO EVIDENCIAS SOCIALES POSPORNOGRÁFICAS?

¿Nos interesa devenir sexualmente? ¿Qué puede significar en clave decolonial? No obstante, la realidad "pornochic" que describe McNair (2004) es un asunto inmediato, es decir, hemos devenido bajo la captura de una idea previa de lo sexual. Ser sexual hoy por hoy, no descansa en la tradición normativa que dicta pautas de comportamiento sobre "la fidelidad" o sobre el sexo como valor de cambio, sino que se recorre como modo de existencia matricial y en pliegue. Nuestra imaginación esta explotada en lo pornográfico. Para McNair

[...] vivimos en un mundo de sexualidades plurales y perversidades polimorfas, de que esta diversidad de identidades sexuales existe junto con muchos otros elementos de la vida moderna que se apartan mucho del estado humano "natural" tal como pudo haber sido en un pasado prehistórico remoto, y de que no obstante la valoramos y protegemos como parte obvia de la vida contemporánea (2004: 17).

Sin saberlo, la sexualización de la cultura habita nuestros cuerpos y voluptualiza nuestra mirada del mundo, donde la pornografía actúa como catalizador de dicha voluptuosidad. En ello se establece un interesante debate, pues, ¿qué puede antojarse ahora como obsceno o más obsceno? En el periodo de escritura de este ensayo, en una prestigiosa cadena radial anuncian con exaltación que próximamente uno de los íconos sexuales de nuestra sociedad "posará totalmente desnuda" en una revista de amplia circulación, al tiempo, el auditorio, apenas con una semana de antelación, se escandalizaba (y con razón) de las barbaridades confesas por un paramilitar mientras amenizaba, "suavizaba", su confesión con el tema musical Nunca más18. Al inicio del texto, en el ensayo visual se contrasta, por ejemplo, la imagen de la cacería del amo y de su bestia junto con otras imágenes sexualmente explícitas. ¿Qué resulta entonces más obsceno o más morboso? ¿Qué tipo de perversión de la mirada se pone en juego para su interpretación? ¿Toda representación del cuerpo implica culpas? ¿Qué cuerpos cuentan? ¡¿Quién es mi cuerpo?!

Si bien es cierto, el negocio de la pornografía es altamente rentable19 y genera fuentes de trabajo (presencial y virtual) en consonancia con la desmaterialización y la flexibilidad del último capitalismo, su estabilidad se ve enfrentada a la posibilidad de los consumidores en transformarse en productores, e incluso ser nueva competencia. "El porno ofrece un ejemplo típico de cómo los mercados libres pueden estimular y responder a la demanda del consumidor" (McNair, 2004: 81).

En Colombia, por ejemplo, el fenómeno que se ha afianzado en las grandes capitales (las que además gozan de mayores beneficios de conectividad) ha permitido a algunos precursores de la industria porno nacional explorar mercados internacionales (Bustamante, 2010) y vender sus productos a compañías más grandes (ver, por ejemplo, la expansión del canal Kamasutra en Medellín, la explosión de negocios de digitación en línea de contenidos por webcam o el éxito de actrices porno colombianas como Esperanza Gómez en la industria norteamericana).

Los llamados amateurs, gente del común que decide por iniciativa propia "subir" sus contenidos a repositorios virtuales, genera una competencia para las grandes productoras. Este fenómeno contrasta con la forma en que circulan en la red fotografías y/o videos de contenido sexual entre los usuarios más convencionales, o con las fotografías utilizadas en los avatares de redes sociales que muestran unos cuerpos altamente sexuados en situaciones donde la premisa es comunicar a los asociados y amigos cuánto disfrute puede ser posible como condición o estado permanente de la vida (por ejemplo, es más frecuente encontrar situaciones en redes sociales como Facebook que apelan al disfrute permanente como reflejo de una ontología del éxito y la felicidad tanto en lo que se describe visualmente por medio de la fotografía o el video, como en lo que se escribe). "[...] la pornografía se convierte en un medio para reflejar y articular estos deseos cuando los expresan comunidades sexuales que cuentan con recursos económicos y culturales para constituir un mercado, sea legal o clandestino y ocupar un lugar en la pornosfera" (McNair, 2004: 78).

El amateur porno puede encontrar aquí varias vías: hacer de sus contenidos una forma de exhibicionismo, una forma de trabajo, una manifestación artística o incluso una forma de agresión (matoneo virtual). Esto hace parte de la compleja pornotopía como trama contemporánea de la circulación de la imagen sexual.

"La pornotopía es un estado y un tiempo más que para el sexo, una eliminación progresiva del marco social, deslocalización, en un estado permanente de vergüenza" (Arcand, 1993: 30). Como biopoder de la intimidad, como una colonización del deseo y la intimidad, se trata entonces de producir nuestros propios deseos, de reconocer en el hecho de la fantasía otros tipos de estímulo... subvertir el fenómeno del webcam y del actor o actriz porno amateur en un agenciamiento creativo de la sexualidad.

La retícula de lo visible entonces se encuentra en pugna. Para Beatriz Preciado (2009b), por ejemplo, el asunto de la pospornografía implica un lugar en el cual acomodar expresiones artísticas que antes no tenían repercusión (verbigracia el trabajo de artistas como Marina Abramovic, Andrés Serrano, Juan Hidalgo, Annie Sprinkle, entre otros) y que ahora buscan reconocimiento pensando en que el lugar de la pornografía como "detritus cultural" exige una hermeneútica para hacer de sus consumidores sujetos críticos, reflexivos y disidentes en sus propuestas de creación y empoderamiento de lo sexual en las minorías, es decir, constituir una micropolítica que estudia el porno como mecanismo de normalización del cuerpo y de la mirada (Preciado, 2009a: 47).

Pero frente a esta posición minoritaria y molecular, el flujo de pornografía pasa por los microrelatos de personas que en este momento plasman su singularidad sexual de forma consciente o inconsciente a través de los aparatos de distracción y espectacularización tanto del cuerpo como de la mirada, las redes sociales y las tecnologías, en este sentido, se configuran como fuentes y soportes de unas significaciones multivariadas que transitan de pantalla en pantalla, y donde es difícil establecer qué tipo de narración identitaria se pone en juego y de qué manera. Por lo tanto, es en este espacio de producción donde lo pospornográfico podría caracterizarse como línea de fuga, en tanto el espectador produce y reproduce y, algunas veces, en esta convergencia estética genera innovación en la práctica misma.

Por ejemplo, la tesis de Kaite Berkeley (cit. Arcand, 1993: 112) establece que: "La pornografía son signos que connotan al pene y que vendrían de este modo a invitar al mirón a olvidar el suyo, para dejarse penetrar por la mujer de la pantalla y luego vivir la experiencia suprema de la feminidad".

Esta tesis, a manera de ejemplo, entra en contraste con el movimiento feminista radical, y entiende el rol del hombre de una manera totalmente distinta frente a la tipificación de la pornografía como discurso puramente masculino, de hecho va más lejos cuando afirma: "Tal vez, la rabia de esas mujeres viene del riesgo de sentirse atrapadas entre dos modelos de la feminidad tan inaceptables uno como el otro. El que propone la pornografía y el que propone la tradición en el límite de la seducción y las formas pudorosas de la misma" (Arcand, 1993: 122).

TO BE SEX

Después de casi medio siglo de discusiones que se iniciaran con el debate feminista, los estudios queer y las búsquedas identitarias de visibilización y legitimización de algunas minorías, el cuerpo que se quiere mostrar y busca constituirse por diferentes vías discursivas y plásticas como "otro posible" se encuentra reducido aún a la incertidumbre propia de su fragmentación. Las opciones artísticas que afanosamente quieren utilizarlo como soporte de micropolíticas a través de los estudios visuales y el performance, lo ubican como imaginario de tensión, de texto inconcluso y de plataforma de algo sublime que lucha entre la desmesura que lo trivializa generalmente en lo publicitario. Como territorio y geografía, la piel del y los cuerpos se mantiene en un continuum de colonización tanto por estructuras convenientemente saturadas de materialismos como de subjetividades atrapadas en la dicotomía cartesiana mente/cuerpo.

Si como afirma McNair: "La pornografía es un contenido explícito que no tiene otro propósito que inducir a la excitación sexual. La pornografía se define así en primera instancia por su función, que es excitar al consumidor, lo que conduce a una actividad sexual como el coito o la masturbación" (2004: 72); entonces vale la pena preguntarse si ¿son posibles otras finalidades de la pornografía en términos pos, es decir, de lo político, lo artístico, lo irreverente, más allá del coito o la masturbación? ¿Existe algo por conocer?

La territorialización del cuerpo como espacio de producción particular, como vía para otros aprendizajes y formas de conocimiento, aún se deja velar por estructuras morales conservadoras que terminan por instrumentalizar las sensaciones y los afectos. Lo que "pueden los cuerpos", su potencia significante como estructuras de relación humana, como reflejo de una ipseidad aún está por verse. Una pospornografía entonces deberá proponerse como marco de coordenadas para problematizar de forma individual y colectiva las diferentes vías para emprender una afirmación de lo que somos como organismos del deseo, de reflexionar sobre nuestras libertades, responsabilidades y autonomías (Attwood, 2006: 17).

La administración, el control del deseo, en este sentido, tendrá que ubicarse en este marco de coordenadas para establecer los nodos de encuentro y negociación entre lo que el aparato de sofistificación de la voluptuosidad nos ofrece, y lo que en últimas puede revelar nuestra esencia cuando reconocemos hasta qué punto cada nodo domina el campo de la decisión. La finalidad de una política sexual, dice, Mc Nair, "que merezca recibir el adjetivo de ‘democrática’ es que ganemos y ejerzamos el derecho a encontrar, expresar y celebrar nuestra propia sexualidad, mientras mostramos el debido respeto por los gustos, deseos y sensibilidades de los demás" (2004: 325).

Pensar que lo pospornográfico puede asumirse como contracultura o como vector decolonial, implica igualmente dimensionar que el arte y lo que este sugiere como forma de conocimiento, no puede ser en estos tiempos de convulsión asumido exclusivamente como responsabilidad de los artistas y lo que sus obras y apuestas generan en sí mismas, sino ampliar y desplegar su potencia en lo colectivo20. La estética, en esta perspectiva, se transforma en la posibilidad cierta de hacer de la experiencia de vida, de lo cotidiano, un terreno realmente creativo y de alteración, modificación y elaboración de nuevos órdenes de lenguaje que nos acerquen quizás a la extrañeza que ofrece la sensación efímera de emancipación, cada vez que nos atrevemos a pensar y actuar de forma diferente. Lo sexual y lo estético pueden constituirse como una experiencia límite en la cual la imaginación favoresca planos de producción no hegemónicos ni en lo expresivo, ni en lo simbólico, ni en lo existencial.

En lo sexual, particularmente correspondería a la deliberación permanente de nuestras pasiones y el trabajo para decodificar su significado y sus alcances. Esta idea sostiene unos alcances definitivos sobre la construcción de relaciones y los esquemas en los cuales las sociedades, los grupos y las comunidades minoritarias y las personas en general, reiteran sus luchas y reivindicaciones personales y colectivas, y se mantienen alerta frente a la amplia gama de dispositivos económicos, políticos y culturales que buscan cooptar colonialmente su singularidad y su capacidad creadora, plural e irreverente. Se trata de configurar una actitud pospornográficamente ética, intercultural y utópica en la que rescatemos el valor del humor, del juego, del sarcasmo, como dinámicas de alteración de pliegues del cuerpo críticamente sexuado dentro de la burbuja de la pornosfera actual.

NOTAS

1. El término blow job hace parte del "léxico" de uso contemporáneo en el panorama pornográfico, y corresponde a una práctica sexual particular: la felatio. Por su parte, bukakee, utilizado en el acápite del ensayo visual, hace referencia a una felatio múltiple en la que sólo participa sumisamente un único individuo. Nótese que incluso un análisis meramente discursivo y terminológico supondría por cuenta de la hegemonía del lenguaje una dependencia cultural en el uso de extranjerismos, y particularmente de lo que se denomina como slang (uso ofensivo de términos que hacen parte de los modos expresivos de un grupo social en particular). En adelante, usaré esta terminología en los acápites para mostrar el efecto que tiene el uso del lenguaje y su impacto representacional, dado que en su dominio se expresa no solo la inserción de los términos en el lenguaje, sino también el flujo de significados que permean el tránsito de los sujetos hacia formas de representación de lo sexual y sus prácticas (e incluso, las formas legítimas de usar dichas expresiones como parte de un discurso seudocientífico). El blow job cultural debe comprenderse aquí además como herramienta sugestiva para proponer la discusión; la felatio cultural constituirá, como veremos, la manifestación de una interpretación de la relación colonial o decolonial de la pornografía... un irreverente juego de palabras.

2. "[...] la palabra pornografía aparece casi siempre entre comillas para significar que aquello de lo que se habla no es una cosa sino un concepto, una estructura de pensamiento que ha cambiado asombrosamente poco desde que apareció hace ya un siglo y medio" (Kendrick, 1995: 16). Por otro lado, vale la pena resaltar que este artículo sólo aborda el asunto de la pornografía "convencional", y no la que refleja parafilias o la pornografía infantil; el tratamiento de estos casos desbordaría el propósito planteado y hace parte de ulteriores reflexiones.

3. Mientras algunos grupos feministas radicales solo contemplan el asunto de la pornografía como una forma de degradación y deshumanización violenta hacia las mujeres victimizadas desde un marco falocéntrico (Soble, 2002: 195-197), otras vertientes feministas asumen el lugar de la pospornografía como mecanismo de liberación y de expresión (Preciado, 2009: 46).

4. "Al tratarse un fenómeno como ‘lo pornográfico’, es casi imposible aportar una definición lo suficientemente sólida como para lidiar con la gran diversidad representativa y las fronteras constantemente cambiantes de este discurso, articulado con tan disímiles propósitos y desde posiciones tan diferentes, que con dificultad alguien se atrevería a aventurarse en sus intrincados vaivenes" (García, 2001: 135).

5. En particular, aparece otra oportunidad de trabajo académico pues no son frecuentes los trabajos que desde lo decolonial asuman directamente esta perspectiva temática.

6. En contraste, para ser o ubicarse en lo pornográfico, dice Arcand: "[...] en principio hay que poder volverse marginal. No pertenecer más que al mundo del ocio frívolo y de la distracción ociosa, a menudo malsana y grosera" (1993: 216).

7. El ensayo visual es una metodología de análisis hermenéutico utilizada por primera vez por John Berger en su texto clásico Modos de ver. Implica la ausencia de la palabra para dar rienda suelta a lo que puede llegar a la vista de forma directa. Inicio este documento con un ensayo visual como apuesta performativa que da cuenta de nuestra relación inmediata con el ámbito posporno, tema que discutiré en extenso en la parte final. Por ahora, esta "introducción" generará en el lector muchas preguntas que lejos de ser resueltas en lo escritural, implicarán, como dice Berger, un proceso de reinventar lo visible, pues "no es más que el conjunto de imágenes que el ojo crea al mirar" (2007: 7).

8. Es preciso que se consulte en extenso la revisión genealógica que realiza Walter Kendrick (1995), que ubica la emergencia de la noción de pornografía en los años 1755 y 1857, debida, entre otros aspectos, a la controversia que suscita en los académicos el descubrimiento de las ruinas de Pompeya y Herculano y el culto a Priapo (dios menor de la fertilidad), para poder nombrar y clasificar secretamente imágenes antiguas que exaltaban la sexualidad al límite de la moralidad de la época.

9. Particularmente en la censura, la pornografía "ha generado climas de intolerancia que se usan para oprimir a las mujeres y obstaculizar su búsqueda de información acerca del control de la natalidad y del aborto; las prostitutas y demás profesionales del sexo suelen ser arrestadas y perseguidas como consecuencia de las cruzadas antipornografía; minorías sexuales como lesbianas y gays han visto catalogados de obscenos los materiales por ellos producidos" (Osborne, 1993: 289).

10. La construcción del asco sugiere también el desdeño por lo "otro", y funciona estratégicamente para consolidar la condición de bárbaro o de "no ilustrado" y las dualidades sucio/limpio, decente/indecente, normal/anormal, hetero/homo, etcétera., con claras implicaciones clasificatorias y normativas en la colonialidad de los cuerpos.

11. Consultar en extenso la obra de Soble (2002) y de Osborne (1993), por ejemplo.

12. Tomar (beber) una eyaculación.

13. Es importante revisar en profundidad los trabajos de artistas como Sophia Calle, Cindy Sherman, Sally Mann, Nan Goldin, Lorna Simpson, Nobuyoshi Araki, Andres Serrano, Pierre et Gilles, Humberto Rivas, Beatriz Preciado, Robert Mapplethorpe, Jeff Koons, entre otros, para comprender visual y estéticamente de qué forma sus diferentes obras (fotografías, instalaciones, performances) han sido hasta ahora precursoras de un discurso pospornográfico.

14. Resultan interesantes en este sentido, los trabajos sobre la masculinidad y la homosexualidad en clave decolonial que propone Fernando Zarco Hernández (s/f) y las investigaciones de Carlos Eduardo Figari (2008).

15. Vintage: antiguo, clásico, en desuso. Bondage: atadura, forma de sumisión de la pareja sexual.

16. Aunque son escasos los estudios, sobre este aspecto existen algunas investigaciones como el trabajo que realiza Gastón Carreño (2002).

17. La codificación del lenguaje de lo pornográfico genera unas categorías de clasificación que hacen parte de una gramática y de un "sistema" de taxonomización de las preferencias sexuales que codifican el deseo masivo. En este sentido, dichas categorías agrupan en los repertorios físicos o virtuales lo que se desea consumir como imagen: rubias, morenas, lesbianas, gays, orgías, etcétera.

18. Entrevista a alias "Diego Vecino". W Radio, julio de 2010.

19. Aunque sólo existen datos y estadísticas aproximadas, la pornografía, que desde mediados de los ochenta se consolidó dentro del flujo de información presente en la Web, mueve 4.000 millones de euros cada segundo, 12% de los cibersitios de Internet son pornográficos (alrededor de 25.000), 35% de las descargas tienen que ver con pornografía, 25% de las búsquedas están relacionadas con contenidos pornográficos, uno de cada tres usuarios de pornografía en Internet es una mujer. Información disponible en: <http://www.onlinemba.com/>. Por otro lado, Salazar (s/f: 3) afirma que: "Las grandes compañías de comunicación ocupan la cabeza controladora de esta estructura, una estructura que da forma a un sistema dirigido a la adquisición por las grandes multinacionales de unos beneficios desorbitantes. Hugues Electronics, brazo mediático de la General Motors; el imperio comunicativo generado por el magnate Rudolp Murdoch (News Corp.) incluyendo un sistema global vía satélite encabezado por Sky Global Network y la reciente incorporación de la operadora DirecTV; Echostar Communications Corporation; AT&T, y otros grandes titanes de la comunicación, controlan, de distintas maneras y formatos, gran parte de la difusión de pornografía en el mundo y mayoritariamente en EE.UU".

20. "Lo pospornográfico [sic] producirá una mutación en este régimen de visibilidad amplificada, operará una torsión al interior de los códigos de representación pornográfica, retomará la panoplia de signos del sexo –sus verdades eréctiles y eyaculatorias– y las hará evidentes de otro modo, trazando nuevas líneas de visibilidad al interior del dispositivo pornográfico" (Giménez, s/f: 99).


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Fuentes de las imágenes

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