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Nómadas

versión impresa ISSN 0121-7550

Nómadas  n.34 Bogotá ene./jun. 2011

 

Memorias del trabajo ante los procesos de privatización en Argentina*

Labor memories in the Argentinean privatization processes

Hernán Palermo** y Cynthia Rivero***

* Una versión preliminar de este artículo fue presentada como ponencia en la 27ª Reunión Brasileña de Antropología (RBA). Asimismo, este trabajo se enmarca en las líneas de investigación que se desarrollan de forma articulada desde el Ceil-Piette del Conicet de Argentina y la Universidad de Buenos Aires.

** Doctor en Ciencias Antropológicas. Investigador del Ceil-Piette del Conicet. Docente-investigador de la Facultad de Filosofía y Letras y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Forma parte del Grupo de Antropología del Trabajo (GAT) de la misma Facultad. E-mail: hernanpalermo@gmail.com

*** Licenciada en Ciencias Antropológicas. Coordinadora del área Calidad de Vida en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Docente-investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Forma parte del Grupo de Antropología del Trabajo (GAT) de la misma Facultad. E-mail: cynrive@gmail.com

{original recibido: 14/12/2010 · aceptado: 06/03/2011}


El objetivo del artículo es analizar de qué modo los procesos de privatización en Argentina implicaron la desestructuración de un orden sociolaboral y simbólico, que organizaba la vida de dos colectivos de trabajadores vinculados con la extracción de petróleo y la producción de acero. Realiza una reflexión sobre los sentidos y valores que se diputan en los procesos de construcción de la memoria, rastreando continuidades y rupturas. Como común denominador encuentra que el proceso privatizador, así como la conversión de los trabajadores en emprendedores, representa un punto de ruptura que dificulta y complejiza la transmisión de la experiencia.

Palabras clave: procesos privatizadores, trabajo, trabajadores, disputas de memorias, petroleros, siderúrgicos.

O objetivo do artigo é analisar de que modo os processos de privatização na Argentina implicaram a desestruturação de uma ordem social trabalhista e simbólica, que organizava a vida de dois coletivos de trabalhadores vinculados com a extração de petróleo e a produção de aço. Realiza uma reflexão sobre os sentidos e valores que se disputam nos processos de construção da memória, rastreando continuidades e rupturas. Como denominador comum encontra que o processo privatizador, assim como a conversão dos trabalhadores em empreendedores, representa um ponto de ruptura que dificulta e torna complexa a transmissão da experiência.

Palavras chave: processos privatizadores, trabalho, trabalhadores, disputas de memórias, petroleiros, siderúrgicos.

This article is directed to analyze the way in which the privatization processes in Argentina led to the des-structuring of a socio-laboring and symbolic order that used to organize the life of two worker collectives linked to the oil extraction and steel production. it also thinks over the meanings and values struggling into the process of construing memory, tracking continuities and ruptures. it was found that the privatization process as well as turning workers into entrepreneurs represents a rupture point that makes it difficult and more complex to broadcast the experience.

Key words: privatization processes, labor, workers, memory disputes, oil workers, iron and steel workers.


Introducción

En Argentina, la denominada Reforma del Estado acontecida durante los años noventa, dinamizó una serie de políticas de carácter neoliberal1, las cuales iniciaron una metamorfosis de las formas de organización del trabajo, signada por la precarización y la tercerización laboral (Figari y Palermo, 2008), la desocupación y la reconversión del rol de los sindicatos, que retrocedieron sobre derechos históricamente adquiridos por los trabajadores. Los cambios en el modelo de acumulación capitalista implicaron también profundas modificaciones en las estructuras productivas nacionales y en la distribución de la riqueza, aumentando exponencialmente la desigualdad social y, con ello, la precarización de las condiciones de vida. En tal sentido, la política de privatización que ejecutó el gobierno de Carlos Menem2 durante la primera parte de la década del noventa, fue posible, entre otras razones, por la disgregación social y el debilitamiento de la organización sindical producidos durante la última dictadura militar a mediados de los años setenta.

Las medidas económicas impuestas por los funcionarios de dicha dictadura generaron una fuerte caída en el salario real, lo que afectó de manera negativa el nivel de vida que habían alcanzado los trabajadores asalariados. Numerosos empresarios en complicidad y organicidad con las fuerzas armadas dictatoriales y en algunos casos también con las cúpulas sindicales, arremetieron contra los derechos históricamente adquiridos por los trabajadores. En este sentido, Victoria Basualdo afirma que

    [...] la política de desindustrialización que constituyó la contracara de la valorización financiera, no fue consecuencia de una crisis endógena del sector industrial. Por el contrario la industria evidenció un crecimiento continuo entre 1964 y 1974, que fue brutalmente interrumpido mediante un cambio radical en la política económica. El golpe militar implicó, desde esta perspectiva, una revancha clasista a favor del capital y en contra de la clase obrera (2006: 21).

De este modo, la desaparición sistemática de activistas y militantes sindicales, políticos y sociales, comisiones internas y cuerpos de delegados provocaron un acallamiento de las acciones de protesta y resistencia en un contexto en el que era prioritario para algunos sectores del poder económico generar mecanismos para la reestructuración del modelo de dominación. La persecución y desaparición de los sectores populares, así como la desindustrialización, constituyeron las dos caras de una misma moneda.

Esta perspectiva nos permite establecer líneas de continuidad entre los efectos que ocasionó la política económica y represiva de la dictadura sobre la organización de los trabajadores, y las condiciones creadas para la instalación extendida de la flexibilidad y la precariedad, que prevalecen actualmente como atributos característicos en la condición de vida de gran parte de la clase trabajadora.

El terror y persecución de los sectores populares, junto con la desindustrialización implementada por la dictadura, el terror económico aplicado por el proceso hiperinfacionario3 de los ochenta, elaboraron las bases para que las políticas neoliberales se consolidaran en los noventa y generaran la ficción de que se avanzaba hacia el capitalismo del "primer mundo". En tal sentido, consideramos necesario analizar a partir de las narraciones de los trabajadores cómo se desarrollaron los procesos sociales que condujeron a la construcción de diversas memorias como colectivos de trabajo estatales, y qué marcas o huellas imprimió sobre ésta la pérdida traumática del trabajo.

En este artículo, nos proponemos analizar las experiencias de dos colectivos de trabajo, durante el proceso de privatización de empresas públicas en Argentina: por un lado, los trabajadores siderúrgicos de la exempresa estatal Somisa (Sociedad Mixta de Siderurgia Argentina) en San Nicolás, Provincia de Buenos Aires, y los trabajadores petroleros de la exempresa estatal YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) emplazada a lo largo y ancho del país. Ambos colectivos de trabajo reivindican su experiencia en la fábrica e identifican el proceso de privatización como evento traumático que transformó profundamente las condiciones de existencia. En esa vía, es de nuestro interés indagar, desde una perspectiva etnográfica, acerca de los sentidos que se disputan en los procesos de construcción de las memorias, para explorar las continuidades y rupturas que se establecen en el devenir de la experiencia de los trabajadores.

Sabemos que si bien las memorias se despliegan en un tiempo presente, necesariamente evocan un pasado. Por ello, la pregunta acerca de los procesos sociales de construcción de las memorias estará orientada a explorar las relaciones que se establecen entre el devenir de los acontecimientos políticos y económicos que atravesaron la vida de ciertos grupos de trabajadores, y la configuración de sus memorias e identidades a partir de los sentidos otorgados al pasado.

Con el objetivo de investigar este proceso hemos definido el concepto de memoria como un entramado intersubjetivo complejo, selectivo y con una temporalidad propia, que se sitúa en el presente, para comprender el pasado de los procesos sociales que han intervenido en su construcción. Así, Henry Rousso afirma que "la memoria humana no es acumulativa, recordar es siempre olvidar algo, es desplazar la mirada retrospectiva y recomponer un paisaje distinto del pasado" (2002: 88).

Retomando esta perspectiva, afirmamos que la memoria puede ser imaginada como un rompecabezas incompleto por definición, cuyos fragmentos se componen en la certeza de que las figuras creadas son siempre contingentes pero necesarias. Esas contingencias se definen en coyunturas políticas e históricas específicas que no obstante requieren de la articulación de un grupo social, en nuestro caso los colectivos de extrabajadores de YPF y Somisa. Sin ellos, sin sus recuerdos y olvidos, sería imposible intentar pensar y combinar los variados fragmentos que componen esas memorias. No obstante, es preciso destacar que si bien cada grupo social reconoce una memoria común que lo constituye como tal, y a su vez es condición de posibilidad en la reconstrucción del recuerdo, esta memoria no existe como un objeto abstracto, singular y exterior por encima del recuerdo, sino que, dadas ciertas relaciones intersubjetivas, se entraman memorias múltiples y relativas al posicionamiento ideológico y a los intereses de quienes las han constituido. Tal como sostiene Schmückler,

    [...] cada grupo se reconoce con sus propias memorias, pero no hay una memoria que nos espere fuera de nuestra propia historia, de nuestra propia voluntad, de nuestras propias convicciones, anunciando su verdad; sino que hay "memorias", porque los distintos grupos tienen distintas memorias (2007: 3).

Por último, nos interesa analizar cuáles son las memorias que se disputan en un escenario marcado por un diagnóstico neoliberal que pone énfasis en la categoría del trabajador como "emprendedor" en detrimento del trabajador como "productor". Dado que hemos podido rastrear a través de los discursos que esgrimían diversos sectores político-gubernamentales, comunicacionales, empresariales, etcétera, un desplazamiento de sentido que afirmaba la necesidad, y por qué no, la ventaja de convertir al trabajador en un "emprendedor". Por tal razón, nos preguntamos qué significa pensar un sujeto como "productor", y qué significa pensar un sujeto como "emprendedor", en términos de otorgar legitimidad a un proceso privatizador que articuló una compleja vinculación entre memoria, experiencia y trabajo.

Estatalidad y nacionalismo: las experiencias de los colectivos de trabajo de YPF y Somisa

La promoción e instalación de empresas estatales en Argentina marcó intensamente las experiencias de gran parte de la clase trabajadora Argentina. Tal es el caso de los colectivos de trabajo en YPF y Somisa, dos empresas estatales de producción estratégica para el desarrollo y crecimiento del sector industrial. La primera dedicada a la explotación petrolera, y dada la particularidad de la industria, localizada en toda la extensión del territorio argentino, de norte a sur, de este a oeste. Mientras que la segunda se concentra en una sola localidad, focalizada en la producción siderúrgica.

YPF fue creada el 19 de octubre de 1922 por el general Enrique Mosconi, quien fundó la primera empresa estatal de exploración y producción de petróleo en América Latina. Detrás de la idea de un Estado "empresario", que debía actuar como propietario, operador y regulador del sistema energético, se encontraba una facción del Ejército que tenía una fuerte vocación industrialista y nacionalista (Rouquié, 1986; Potash, 1985). Esta facción manifestó la fragilidad Argentina ante una potencial situación de guerra, particularmente contra Brasil y Chile, pugnando por la creación de industrias estratégicas que asegurasen la autonomía en la defensa nacional. Bajo esa misma perspectiva, en 1947 se decide impulsar la construcción de Somisa en la localidad de San Nicolás, Provincia de Buenos Aires. La ley que posibilitó la creación de la siderúrgica llevó el nombre de "Ley Savio"4 en honor al general Manuel Nicolás Savio, quien dedicó gran parte de su vida a la instalación de Somisa y su constante expansión. El general Savio fue el heredero y continuador de las tesis esgrimidas y materializadas por las facciones del Ejército que representó el general Enrique Mosconi para transformar una economía nacional agropastoril exportadora en otra que tuviera a las industrias de base como motor del crecimiento.

Para los extrabajadores tanto de YPF como de Somisa, la importancia de ambos militares reside en que a través de sus biografías se pueden rastrear cuáles fueron los conceptos que fundamentaron la creación de ambas empresas: defender el país ante un posible ataque militar, así como afirmar la soberanía nacional y la independencia económica, a través de una planificación industrial indispensable para el desarrollo económico y social de Argentina. El fundamento ideológico que sustentaba la creación de ambas empresas se hallaba cimentado sobre las ideas de nacionalismo, estatalidad e industrialismo. Son estas nociones las que caracterizan las narraciones de los extrabajadores respecto a sus adscripciones subjetivas como colectivo de trabajo en las fábricas.

Actualmente, dichas ideas constituyen los fragmentos de una memoria que no cesa de transformarse en función de las tensiones sociales y políticas donde se disputan los sentidos contemporáneos que tales nociones expresan, generando continuidades y rupturas entre diferentes temporalidades. De este modo, el carácter contingente de las memorias se trasforma en necesario cuando surge una voluntad común de preguntar, indagar y repensar aquellos fragmentos y sentidos que formaban parte de las experiencias de los extrabajadores, y que han permanecido ocultos o difusos bajo el discurso de legitimación de los procesos privatizadores.

Tanto para los extrabajadores petroleros como para los siderúrgicos, la fábrica aparece en la reconstrucción de las memorias como la que sustentó, desarrolló, organizó, impulsó y ordenó sus vidas y las de sus familias durante décadas. Ambas empresas contribuyeron a la urbanización de los territorios en los que se instalaron, con lo cual crearon un universo social y económico vinculado con su crecimiento, ya que representaban la principal fuente de empleo directo o indirecto en los territorios. La posibilidad de trabajar allí significaba prestigio social, una condición económica favorable derivada del alto poder adquisitivo, junto con una movilidad social ascendente y previsible, sobre todo para quienes no habían podido obtener un título universitario que les permitiera desarrollar una carrera profesional.

Estos significados aparecen recurrentemente en la caracterización de los procesos sociales que forjaron las memorias de los extrabajadores en consonancia con los elementos de una política que dinamizó el orden fabril, tendiente a constituir colectivos de trabajo disciplinados frente a los intereses empresariales (Palermo y Soul, 2009). El orden fabril en ambas empresas desbordó el control dentro del espacio de trabajo hacia todos los intersticios de reproducción de la vida, a través de la construcción y distribución de las viviendas, la garantía de acceso a la atención de la salud, el fomento de la educación mediante la construcción de escuelas e institutos técnicos, el ocio y la recreación, etcétera5. Dicha política generó y consolidó una relación asimétrica entre la empresa y el colectivo de trabajadores que fue percibida por estos últimos en términos unidireccionales: unos aparentemente podían dar todo, mientras los otros sólo se limitaban a recibir. Esta lógica, ciertamente ficticia, operó durante largas décadas forjando un estrecho vínculo entre los trabajadores y la empresa, que luego se condensaría en la autoadscripción de "ypefeanos" y "somiseros". De esta manera, se tejieron las relaciones de dominación entre el capital y el trabajo en estas dos empresas estatales, modelando dos colectivos obreros profundamente identificados con los intereses de las empresas.

Al analizar la cuestión de la memoria y la identidad, Michael Pollak explicita que "la memoria es un elemento constituyente del sentimiento de identidad, tanto individual como colectiva, en la medida en que es también un componente muy importante del sentimiento de continuidad y coherencia de una persona o grupo en su reconstrucción de sí" (2006: 38). De este modo, podríamos conjeturar que hallamos una coherencia en la reconstrucción de sí mismos como "somiseros" e "ypefeanos", y aunque no se reconocen como grupos homogéneos, ya que existían diferencias según las tareas que desempeñaban y los puestos que ocupaban dentro de las fábricas, recuperan aquellos sentidos, valores y experiencias comunes que, aun hoy, fundan una identidad compartida. De este modo, la noción de ypefeanos y somiseros no refere a una categoría naturalmente dada, sujeta a un conjunto de atributos, sino que puede ser analizada como "un constructo abierto, dinámico y ambiguo que representa un 'momento' identificatorio en un trayecto nunca concluido" (Archuf, 2002: 11). Ese momento identificatorio se encuentra vinculado con la vida dentro de la fábrica, y en el proceso de construcción de las memorias permanece en constante resignificación, provocando un desajuste respecto de cualquier intento totalizador. El nosotros de YPF y Somisa sugiere un colectivo de personas que instituye una memoria compartida. Los "ypefeanos" y "somiseros" no eran semejantes en todos los aspectos; tal como dijimos anteriormente, existían diferencias en el nosotros a pesar de los rasgos comunes, pero esas diferencias se tornaron insignificantes en el transcurso del tiempo, y, sobre todo, después de atravesar el proceso de privatización, fueron compensadas o a veces disueltas en la evocación del recuerdo.

Ahora bien, dadas las diferentes temporalidades en la evocación de los recuerdos, es preciso definir el contexto social que enmarca los procesos de construcción de las memorias. De este modo, Elizabeth Jelin afirma que "quienes recuerdan y olvidan son seres humanos ubicados en contextos grupales y sociales específicos, por lo que es imposible recordar o recrear el pasado sin apelar a esos contextos" (2002: 20). Por ello, no es fortuito que los trabajadores en la actualidad señalen aquel aspecto de las memorias en el que todos eran iguales, más allá de las diferencias e incluso de las disputas internas que pudieran existir. Ante la desolación, precarización e individualización que impera en el presente del mundo del trabajo, el pasado retorna idílico, armónico y estable, ya que sobresale, incluso con cierta nostalgia, el sentido de pertenencia que les otorgaba trabajar tanto en Somisa como en YPF, así como un conjunto de relaciones sociales concebidas de manera solidaria y una identidad común. Las privatizaciones llevadas a cabo durante la década de los noventa impusieron rupturas en las memorias de los colectivos de trabajo a la luz del avance de la hegemonía neoliberal y de la consolidación de un diagnóstico que dinamizó una profunda deslegitimación de todo aquello que fuera propiedad estatal.

Quiebres y fragmentaciones: las privatizaciones de las empresas del Estado

El diagnóstico neoliberal fue construyéndose desde los años setenta, tras el golpe de Estado, en virtud de los lineamientos ideológicos liberales de la dictadura. Estas ideas retomaron nuevos aires en los ochenta, y hegemonizaron toda la década de los noventa, a partir de un amplio consenso social. Este consenso no sólo alcanzó a sectores medios de la sociedad, sino también a sectores que estaban marginados a partir de la implementación de las políticas neoliberales. Atilio Borón y Mabel Thwaites Rey argumentan que

    [...] aunque la bonanza no fue compartida por todos los sectores, lo más destacable es que permeó como valor al conjunto de la sociedad [...] una parte significativa de los argentinos tuvo acceso al crédito para adquirir viviendas, autos, electrodomésticos u otros bienes de consumo. Este fue, sin lugar a dudas, un sustrato material fundamental para entender la construcción de la prolongada hegemonía del menemismo (2004: 149).

En este contexto, la hegemonía neoliberal dinamizó la "demonización" del Estado, definido como un conjunto de instituciones burocráticas costosas, ineficientes y corruptas que impedían el desarrollo de la economía. Este proceso expresó una dinámica de concentración y centralización de capitales que pugnó por expandirse hacia sectores que se habían vuelto rentables -y que vieron detenida su competitividad- merced a la intervención estatal. De este modo, el proceso de ajuste estructural que se llevó a cabo durante la década del noventa, tuvo un eje central en las privatizaciones. Las estrategias políticas se orientaron hacia la adecuación de los marcos jurídicos6 en aquellas empresas sujetas a privatización. Simultáneamente, en los espacios de trabajo se desarrollaron distintas estrategias de racionalización de trabajadores que llevaron al vaciamiento y desorganización de los procesos productivos, lo cual generó un quiebre en las experiencias de los colectivos de trabajo.

En YPF este proceso comenzó en 19907 y culminó en 1999 con la compra de la mayoría accionaria de la empresa por la española Repsol8. En el caso de Somisa, el proceso fue iniciado con una primera intervención en diciembre de 1990 y finalizó en noviembre de 1992 cuando fue transferida al consorcio del que formaban parte el Grupo Techint, entre otros9. Entre 1990 y 1994 el gobierno nacional ejecutó el plan racionalizador para la petrolera estatal, desvinculando a 35.689 trabajadores en todo el país10. Del mismo modo, en Somisa fueron desvinculados 6.500 trabajadores, sobre una población de 120.000 habitantes. Las consecuencias económicas y sociales de los procesos privatizadores fueron devastadoras para ambos colectivos de trabajo en términos de organización y resistencia.

Contrariamente a la retórica privatizadora de los funcionarios de gobierno, quienes exaltaban las "virtudes" del presente en detrimento de los "vicios" del pasado en las empresas recientemente privatizadas, para los extrabajadores de YPF y de Somisa la vuelta al pasado no significaba de ningún modo "sufrimiento" sino más bien "plenitud". Es decir, si el pasado se anclaba en las décadas anteriores, ellos señalaban aquel momento en términos de estabilidad laboral, ascenso social, posibilidad de planificar el futuro, etcétera, mientras que el presente de los años noventa aparecía bajo el signo de la incertidumbre y la inestabilidad. El acontecimiento de ruptura entre estas dos temporalidades fue impuesto por el proceso de privatización. La temporalidad de los procesos privatizadores son significados por ambos colectivos de trabajo como tiempos críticos o "coagulados" en la memoria, como momentos de largas agonías vinculadas a las estrategias de despidos, en donde se jugaron negociaciones y tensiones entre los dirigentes gremiales, los sucesivos interventores y los funcionarios políticos, así como la permanente contradicción entre las declaraciones públicas y las acciones políticas efectivamente ejecutadas, las cuales desgastaron enormemente al colectivo de trabajadores11.

Las privatizaciones como acontecimientos traumáticos

La racionalización de trabajadores consistió en un paquete de estrategias que se implementaron, con la anuencia de las dirigencias sindicales respectivas, sin mediación, contención o una planificación en relación con el futuro de quienes ya no formarían parte de las empresas después de la privatización, pero que habían trabajado ininterrumpidamente por más de veinte o treinta años. En este sentido, los trabajadores "ypefeanos" y "somiseros" se vieron inmersos en un proceso de transformaciones sin precedentes ni en la empresa, ni en la historia Argentina, que lo tornaba inconmensurable e inexplicable, de acuerdo con sus propias trayectorias y experiencias.

Por estas razones, y por lo que significaron los procesos de privatización en la experiencia de los colectivos de trabajadores, es preciso detenernos a considerar su dimensión como acontecimiento traumático en la reconstrucción actual de la memoria. De acuerdo con la perspectiva de Rousso, la memoria colectiva no puede entenderse solamente en términos de las invariantes que imponen los marcos sociales, sino a través de acontecimientos singulares y relevantes, que son vividos y reconocidos como tales por los sujetos, en tanto constituyen "puntos de referencia, límites fundadores para la representación, reapropiación y reconstrucción permanente del pasado que hacen los actores sociales" (1991: 5).

Bajo este horizonte nos interesa plantear que los procesos de privatización tanto en YPF como en Somisa constituyeron, cada uno con sus temporalidades y características específicas, un acontecimiento traumático y un punto de referencia ineludible en tanto provocaron no sólo la pérdida del trabajo, sino también la desorganización de las familias, así como los sentidos, valores y experiencias que los identificaban como colectivo de trabajo. Asimismo, el proceso de privatización es significado como un tiempo de sufrimiento prolongado cargado de presiones, "aprietes" y continuos rumores que sembraban la desconfianza entre quienes habían trabajado juntos durante muchos años. Frecuentemente se instalaban dentro y fuera de la fábrica todo tipo de sentencias inverosímiles respecto a los posibles despidos e indemnizaciones, que acentuaban la incertidumbre y hacían imposible la vida cotidiana de los "ypefeanos" y "somiseros" en el espacio de trabajo. Los rumores acerca de "a quien le tocará hoy", "dicen que ya no van a pagar los retiros", "me cambiaron de lugar", "nos sacaron las herramientas", etcétera, tornaban agobiante la vida dentro de las fábricas e imposibilitaron, entre otras muchas cuestiones, la construcción de una alternativa colectiva, circunscribiendo la decisión de continuar o no dentro de la fábrica a la opción falaz de los retiros "voluntarios".

    [...] fue un retiro obligatorio, más que voluntario. O sea, si te dicen "mirá [...] no hay lugar para vos, vos te vas a ir. Podes elegir como hacerlo. Te retiras con una buena plata o te vas sin plata". Bajo esta alternativa la gente qué hacía: firmaba el retiro voluntario (exoperador de campo de YPF, Comodoro Rivadavia, Provincia de Chubut).

    Era más como una cuestión de rumor, que no sabés de dónde sale, que te comentan y que se percibe en el ambiente. Antes de la privatización se escuchaba "dicen que Somisa va a cerrar", después venían y te decían: "Dicen que van a echar 1.500", "dicen que ahora echan 20", "dicen que ahora echan 200", "dicen que" [...] nunca nadie podía decir quién lo decía pero esto pasaba. También decían "si no privatizan quedan todos en la calle" con esta cuestión se jugó mucho. La cuestión era quién era el afortunado que se iba a quedar y después la cuestión fue, quién era el afortunado de acogerse al retiro voluntario que no era más que un despido encubierto, obviamente (extrabajador de Somisa, San Nicolás, Provincia de Buenos Aires).

En particular, los extrabajadores de Somisa invocan las condiciones fraudulentas y engañosas que caracterizaron la venta de la principal fábrica nacional de producción de acero, y cómo ello significó, entre otras cuestiones, abandonar y regalar el proyecto que fuera impulsado por el general Savio para consolidar una industria de base. Si bien ellos reconocen que había falencias en la gestión estatal dentro de la fábrica, ello no constituía un argumento suficiente para renunciar al objetivo de alcanzar un autoabastecimiento siderúrgico y, menos, para despedir a miles de personas12. Cabe mencionar que durante el proceso de privatización fue muy dificultoso, aun para quienes estaban luchando por defender la fábrica, articular un discurso y una práctica común, más allá de las dirigencias gremiales, que les permitieran oponerse a la política de privatización. Uno de ellos lo interpreta del siguiente modo:

    Ahora nosotros lo podemos ver desde otro lugar, pero antes toda esa gente no tenía percepción de la catástrofe de la falta de trabajo, no había sentido de la pérdida del trabajo, no había despidos en Somisa, había progreso automático y sueldos fantásticos. Había beneficios tremendos que daban una confianza enorme en el futuro, entonces no había sentido o percepción de lo que significada perder, o de la catástrofe que se venía (extrabajador de Somisa, San Nicolás, Provincia de Buenos Aires).

Este sentido de catástrofe que también puede extenderse a la experiencia narrada por los trabajadores de YPF, se expresaba como consecuencia del impacto que produjeron los retiros voluntarios. El "retiro voluntario" formaría parte de una estrategia política que lejos de expresar una elección "voluntaria", mostraba el artificio, la tergiversación de sentidos por sus opuestos. El carácter "voluntario" disimuló lo obligatorio, lo forzoso, lo inevitable, la coerción encubierta, en definitiva, el despido constituido como única alternativa. Fue entonces el contexto de caos en el proceso productivo, vaciamiento, desorganización, desequilibrios financieros e irregularidades de diverso tipo, lo que generó una profunda desorientación e incertidumbre para que la mayoría de los trabajadores decidieran voluntariamente abandonar las fábricas.

Si bien significaron despidos encubiertos, no fueron nom brados de esta manera, y esto nos parece que tiene una explicación más allá de lo discursivo. Por ello, es importante remarcar el pasaje que se dio desde lo público a lo privado tanto en el plano económico y objetivo, es decir, en lo que hace a la venta de las empresas públicas a capitales privados, como en el nivel antropológico y subjetivo, lo que debilitó el campo de la lucha colectiva de los trabajadores.

Las huellas que hoy aparecen en esas memorias interrumpidas como consecuencia de las privatizaciones son, al decir de Michael Pollak, "un pasado que permanece mudo, menos como producto del olvido que de un trabajo de gestión de la memoria según las posibilidades de comunicación" (2006: 31). Fue muy difícil para quienes aceptaron los retiros voluntarios hablar y transmitir a otros esa experiencia traumática de la privatización que provocó la pérdida del trabajo, cuando lo que se reponía por parte de quienes escuchaban era: "[...] los trabajadores se quejan pero en su momento cobraron un monto importante de dinero que luego no supieron invertir adecuadamente" (periodista de San Nicolás, Provincia de Buenos Aires). Este enunciado ilustra claramente de qué modo la implementación de las políticas de retiros voluntarios significó un arma decisiva en la desarticulación de las acciones comunes, tanto durante el proceso de privatización, como posteriormente, cuando debieron decidir en qué invertirían el capital obtenido por el retiro. Muchos pensaron que era más conveniente, en última instancia y dadas las condiciones de presión e incertidumbre, aceptar el dinero y buscar un nuevo camino fuera de la fábrica. Pero los resultados que obtuvieron de esta elección no los favorecieron, en tanto fracasaron la mayoría de los emprendimientos que impulsaron los trabajadores de manera individual13. De esta forma, la política de retiros voluntarios no sólo silenció las voces de protesta, sino que tergiversó el sentido de las responsabilidades. La responsabilidad ya no era del empleador que despedía, sino de los trabajadores que no sabían invertir el dinero, omitiendo incluso las condiciones en las que debieron tomar esa decisión.

Disputas de sentidos en la transmisión de la memoria: de productores a emprendedores

En este contexto, surcado por la incertidumbre y la inestabilidad, dado que desaparecía la estructura de Somisa e YPF como garantes de la relación salarial y como marcos de referencia de los proyectos y expectativas de los trabajadores, aparece un nuevo énfasis en las responsabilidades y obligaciones de los individuos respecto del deber de tomar iniciativas para asegurar su bienestar. El discurso y las acciones que impulsaron ciertos sectores del gobierno nacional y local durante los años posteriores a las privatizaciones para afrontar los altos índices de desempleo14, fue exaltar las virtudes de conceptualizar el trabajo bajo el signo del "emprendedorismo". Estos principios atravesaron tanto las escasas implementaciones de políticas públicas orientadas a la capacitación y reinserción de la fuerza de trabajo, como los ámbitos más nucleares de la familia o los círculos de amigos. La nueva filosofía que impusieron ciertos organismos del Estado en sintonía con algunos sindicatos, fue la promoción de diversos emprendimientos productivos a cargo de los trabajadores que cobraron el dinero de los retiros voluntarios. Así, la nueva fórmula del éxito consistía en reconvertir trabajadores en emprendedores, ya que la nueva empresa privatizada aseguraría para algunos la contratación de los servicios. Esta política impulsada desde las empresas, con un particular interés por parte de los sindicatos, otorgaba a ciertos trabajadores la posibilidad de vender su fuerza de trabajo en forma mercerizada. En el caso de YPF este esquema consistía en el otorgamiento por parte de la empresa, de una licitación durante uno o dos años para quienes formaran emprendimientos productivos, con maquinaria comprada a la propia compañía. Bajo esta nueva condición, los emprendedores brindarían el mismo servicio que antes realizaban dentro de la empresa como trabajadores asalariados. Estos emprendimientos adquirieron distintas formas jurídicas, tales como sociedades anónimas, cooperativas o SRL, que les permitieron trabajar durante un lapso de tiempo, pero que no pudieron mantenerse frente a la competencia con otras empresas históricas del sector. En este contexto, la responsabilidad por el fracaso de los "emprendimientos" no fue asumido por quienes los impulsaron, sino trasladada a quienes habían sido expulsados durante el proceso de privatización. El resultado de ese fracaso fue atribuido por algunos sectores del gobierno nacional y local, a la ausencia de una "actitud empresarial, visión de negocios y capacidad" de quienes habían formado parte de las empresas. Así, resulta sintomático de esta nueva época, los modos en que se instala progresivamente y en diferentes ámbitos un vocabulario que emerge, en este caso, de los discursos legitimadores de las privatizaciones15.

Dentro de esta lógica que subvierte valores y transfiere responsabilidades, el trabajador debe convertirse en un emprendedor para advertir que la pérdida del trabajo es una oportunidad para desarrollar, desde su saber y capacidad individual, nuevas formas de autosustentarse y, por supuesto, debe hacerlo de manera rápida y exitosa. Pareciera entonces que la condición de posibilidad para permanecer en el mundo del trabajo y, en consecuencia, huir de la categoría de desempleado, fuera cumplir con esa difusa normativa que depende casi exclusivamente de la capacidad de los individuos para emprender la propia vida. En tal sentido, Nikolas Rose reflexiona acerca de las nuevas racionalidades y técnicas de gobierno que ha denominado liberales avanzadas, en tanto promueven una gestión de gobierno a partir de las elecciones realizadas por actores singulares y autónomos, en el contexto del compromiso particular con sus familias y comunidades. Sin duda se repite lo mismo en el intento de regenerar las economías locales: según el autor, "el declive económico ha de ser superado a través de una serie de dispositivos que fomenten la acción de individuos emprendedores con habilidades, flexibilidad y aspiraciones de autopromoción" (2007: 129).

Frente a este escenario de profundos cambios y transformaciones, las memorias discurren como procesos en construcción, pero también como recursos a los que apelar en la recuperación y resignificación de ciertos valores, sentidos y experiencias de los colectivos de trabajo. Existen, por lo tanto, disputas de memorias acerca de lo que significó para los trabajadores su trayectoria y experiencia en Somisa e YPF.

    Nos decían que hagamos emprendimientos con otros compañeros. De hecho nos dieron cursos de cooperativismo. Te decían que tenía que ser SRL o S.A. Después que te dejaban sin trabajo te quedaba el emprendimiento. Era una buena idea al principio, dejabas de ser empleado y eras dueño, te manejabas vos mismo. Pero hay que reconocer que nos peleamos entre todos, no sabíamos nada de empresa (extrabajador de YPF, formó parte de un emprendimiento al que no le renovaron el contrato, Comodoro Rivadavia, Chubut).

Por una parte, este fragmento nos expresa la imposibilidad para los trabajadores (históricamente vinculados a la empresa bajo una relación de dependencia) de llevar adelante los emprendimientos de manera exitosa. Ellos colisionaron frente a nuevas actividades y saberes para los que no estaban preparados, tampoco disponían de los recursos materiales y simbólicos para enfrentar la nueva situación. Por otro lado, reconocen, a partir de sus propias experiencias, una memoria que se focaliza en la producción, en la generación de valor, en la reivindicación de una identidad común en torno a la fábrica y en la interpretación de sí mismos como productores, y no como emprendedores.

De este modo, para ambos colectivos de trabajo la figura del emprendedor corresponde al periodo posterior a la privatización, y se vuelve significativa como vestigio de una memoria interrumpida, donde es más dificultoso construir una trama, es decir, una narrativa a través de la cual definir una identidad anudada a un colectivo de trabajo más amplio. Los trabajadores han recordado que en los años posteriores a la privatización fue muy arduo articular redes sociales que excedieran el ámbito de la familia. Por eso, se torna recurrente en los testimonios aquella frase que alude a "una vez que se terminó la plata de los retiros voluntarios mucha gente no supo qué hacer", es decir, cómo desarrollar nuevas estrategias de supervivencia no individuales sino colectivas, a pesar de la ausencia de YPF y Somisa. Esa carga de frustraciones, angustias y ansiedades que vivieron individualmente los trabajadores, tuvo un efecto doble y complementario: por un lado operó en términos de idealizar el pasado y eliminar de las memorias los padecimientos en la fábrica. Un padecimiento que tuvo su correlato en la realidad de un proceso de trabajo altamente riesgoso e insalubre como es la actividad petrolera y siderúrgica. Por otro lado, y en complementación con lo anterior, para algunos trabajadores hubo un impedimento de transmisión de la experiencia, es decir, se volvió muy penoso hablar de lo que representó la privatización en sus vidas porque aún no habían podido recuperarse de esa pérdida. Incluso algunos han expresado la dificultad de realizar el duelo correspondiente, lo que provoca el retorno permanente de ese acontecimiento traumático que, de algún modo, obstaculiza la posibilidad de tender puentes para la construcción de las memorias entre diferentes generaciones.

Sin embargo, el devenir de los "ypefeanos" presenta algunos matices diferentes respecto de los "somiseros" que es necesario destacar. En algunos territorios donde se desarrolló la petrolera estatal, los trabajadores pudieron transformar ese duelo en organización y resistencia. Tal es el caso de los extrabajadores "ypefeanos" de la localidad General Mosconi en la Provincia de Salta, autodenominados Unión de Trabajadores Desocupados (UTD). Esa pérdida del trabajo, producida por la privatización de YPF, pudo ser transformada a partir de un proceso de lucha en una organización colectiva que genera trabajo y sentidos de pertenencia para sus miembros. Fortalecida sobre los cimientos de las experiencias obreras en YPF, la UTD recupera el orgullo de ser petrolero, transitando ambiguamente entre la valoración positiva que permite la acción colectiva en el presente y la nostalgia del pasado. De este modo, una de las acciones que despliega la UTD es intentar erigir puentes entre las memorias de las diferentes generaciones: la de los extrabajadores de YPF y la de sus hijos y nietos que forman parte de una gran mayoría de jóvenes que no lograron trabajar en la empresa, e incluso poseen una escasa o nula experiencia laboral. Así, no resulta nada sencillo para quienes se constituyen como "referentes" y conductores de la organización, advertir cómo y cuáles podrían ser los procesos de formación entre los jóvenes, tendientes a recuperar un saber obrero aprendido en el oficio petrolero. Por otro lado, para quienes nacieron en un territorio surcado por la ambivalencia entre la presencia y ausencia de YPF, es necesario comprender los sentidos de las antiguas lógicas de sociabilidad laboral, en consonancia con un presente laboral sumamente incierto, inestable y comparativamente precarizado.

Conclusión

A la luz de lo dicho, es interesante retomar lo que plantea Andreas Hyussen respecto de cómo se produce en la actualidad un giro hacia la memoria, impulsado por el deseo de anclarnos en un mundo que no nos inspira confianza, en el cual la memoria aparece como la búsqueda de aquello estable y permanente a lo cual apelar en términos de consuelo. En la reconstrucción de las memorias que realizan los extrabajadores, el presente es caracterizado a partir de una fuerte incertidumbre en oposición a la proyección de futuro que existió durante los años de trabajo y esplendor en las fábricas. Así, las memorias se constituyen a través de la idealización de un pasado cristalizado.

No obstante, y paradójicamente, algunos extrabajadores han manifestado que la repetición de ciertos acontecimientos negativos se deberían a la "falta de memoria" de la sociedad. Ante este diagnóstico, ellos proponen que deben recordarse los hechos que sucedieron en el pasado para evitar la repetición en el futuro. Pero la dificultad que evidencia este enunciado, según Eduardo Grüner, es que se nos dice: "[...] recuerden... recuerden pero no perciban. No perciban que todo eso que se nos demanda recordar lejos de representar una ruptura con el presente, constituye una y -no la menor- de las condiciones para que el presente sea lo que es, sea este y no otro" (1998: 48). De esta forma, se torna necesario pensar una y otra vez de qué manera los acontecimientos que han sucedido en el pasado tienen una profunda y estrecha relación con el presente, e incluso se constituyen en su condición de posibilidad. Ya no se trataría de un pasado al cual apelar en la restauración de una memoria perdida, sino más bien en recomponer aquellos fragmentos que permiten iluminar cuánto hay de repetición en aquello que hoy aparece como novedad, tal como mencionamos respecto de las lógicas de invención sobre "emprendimientos" y "emprendedores".

Asimismo, es preciso comprender, según afirma Elizabeth Jelin, que

    [...] el espacio de la memoria es un espacio de lucha política y no pocas veces esta lucha es concebida en términos de "lucha contra el olvido". Nuevamente, recordar para no repetir: "La memoria contra el olvido o contra el silencio esconde lo que en realidad es una oposición entre distintas memorias rivales (cada una de ellas con sus propios olvidos). Es en verdad "memoria contra memoria" (2002: 6).

Tal como planteamos en nuestro último apartado, es posible que los nuevos vocabularios, dispositivos y técnicas desarrolladas para generar diversos emprendimientos y emprendedores, más allá de lo económico, esté vinculdo con ciertos grupos sociales que pretenden construir una memoria, desconociendo la historia de Somisa e YPF y la trayectoria de sus trabajadores. En consecuencia, se establece una disputa con aquellos que aspiran a reedificar una memoria en la que sea reconocida tanto su experiencia de trabajo en la fábrica, lo que significó Somisa e YPF en sus vidas, así como el proceso de privatización y el devenir como organización y resistencia en el caso de la UTD en Mosconi, Salta. Así, la memoria serviría no solo para que no se repita el pasado sino para que el presente sea otro.

Notas

1 La "triunfante" economía capitalista elabora un recetario, creado desde los Estados Unidos y los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), para ser aplicado en los llamados países en vías de desarrollo. Parte de estas políticas se relacionaron con la disciplina presupuestaria, cambios en las prioridades del gasto público, reforma fiscal, apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas, privatizaciones, desregulaciones, etcétera. En esta línea de pensamiento, uno de los pilares impulsado por el Consenso de Washington, postulaba que el crecimiento económico, más tarde o más temprano, acabaría beneficiando también a los de abajo, en consonancia con la teoría del derrame.

2 Carlos Menem fue presidente de Argentina por el Partido Justicialista durante dos períodos consecutivos: 1989-1994 y 1995-1999.

3 Durante los años ochenta la economía Argentina se caracterizó por un profundo proceso de infación. Perry Anderson (2003) argumenta que estos proceso infacionarios en América Latina, fueron el equivalente funcional a los traumas de las dictaduras, como mecanismo para inducir "democráticamente" y no a través de la coerción, las drásticas políticas neoliberales.

4 El Congreso Nacional sancionó la Ley 12987 a través de la cual aprobó el Plan Siderúrgico Nacional, que otorgó el marco jurídico para la creación de Somisa (Sociedad Mixta de Siderurgia Argentina). Esta Ley fue conocida posteriormente como "Ley Savio". Dicha industria fue considerada estratégica tanto desde el punto de vista militar como económico en términos de impulsar un fuerte proceso de industrialización tendiente a la sustitución de importaciones.

5 Leite Lopes (1978, 1979, 1987) y Federico Neiburg (1988) han analizado las distintas estrategias empresarias, y las formas que adquiere el proceso de dominación en el espacio de la reproducción de los trabajadores. Así, las representaciones y prácticas sociales de los trabajadores se ven atravesadas por los intereses empresarios que desbordan el espacio de la fábrica y se sitúan en todos los aspectos de la vida cotidiana. En esta línea de análisis, también June Nash (1989) ha realizado aportes de relevancia al analizar la conformación de la hegemonía corporativa empresaria en el nivel de las localidades para el caso de la empresa General Electric en Estados Unidos. La autora se pregunta cómo se incorporan los trabajadores en la dinámica de la hegemonía corporativa, y cómo esto moldea las instituciones de la localidad y la vida cotidiana.

6 El programa de privatizaciones en Argentina fue implementado a partir de dos leyes centrales: la Ley de Reforma del Estado (23696 de 1989), que estableció la posibilidad de privatizar las empresas estatales, declarándolas "sujetas a privatización", y la Ley de Emergencia Económica (23697 de 1989), que reestructuró el gasto estatal, suspendiendo todo tipo de subsidio y reglamentando la igualdad de tratamiento entre el capital nacional y el extranjero. Ambas leyes fueron aprobadas tanto por el partido Justicialista que se encontraba en el poder, como por el radicalismo que era oposición.

7 El Decreto 2778 de 1990, firmado el 31 de diciembre de 1990, denominado Plan de Transformación Global, disponía la transformación de YPF Sociedad del Estado (S. E.) a una Sociedad Anónima (S. A.) abriendo la posibilidad de la venta accionaria de la empresa. De este modo, se abrían las puertas al desembarco del capital privado y a la posibilidad de compra de la empresa.

8 En junio de 1999 y previo pago de 13.000 millones de dólares, Repsol pasó a controlar casi la totalidad del paquete accionario de YPF. De esta manera, en los días finales de 1999 Repsol concretó la adquisición del 83,24% de las acciones de YPF S. A.

9 El grupo accionario estaba formado por la Organización Techint, la cual poseía la mayoría accionaria; el banco Chartered West Ltd. (que pronto vendería su participación a Acindar, el otro grupo siderúrgico de origen argentino); Usiminas y Vale do Río Doce de origen brasileño; y la Compañía de Aceros del Pacífico de Chile.

10 En 1989 la dotación total de YPF era de 37.046 trabajadores, y se redujo en 1994 a 5.839 agentes. La cifra de 35.689 trabajadores despedidos se obtiene teniendo en cuenta la reducción de personal y adicionando los ingresantes durante ese período (datos obtenidos a partir del análisis de los anuarios estadísticos de 1980-1982, 1984 y 1986, y de la Memoria y Balance General de YPF, ejercicio No. 14).

11 Para más información, véase Cynthia Rivero (2008) y Julia Soul (2002).

12 De los cinco planes de retiro voluntario instrumentados a instancias de la intervención de Jorge Triaca y hasta octubre de 1992, tres fueron especialmente importantes, dada la magnitud de personal que se acogió a éstos, a saber: el primero de los regímenes (Plan "A") vigente a partir de julio de 1991, con 1.469 trabajadores inscriptos; el segundo (Plan "B") puesto en vigencia en octubre de ese año, con 2.063 retirados, y el quinto (Plan "F") inaugurado a mediados de noviembre de ese año, y en virtud del cual se fueron de Somisa 2.391 de los 6.244 asalariados retirados "voluntariamente" de la empresa (Hardoy, 1994: 52).

13 Producto de las indemnizaciones de los retiros voluntarios que percibieron los trabajadores se produjo un crecimiento exponencial de las actividades cuentapropistas, tales como apertura de kioscos, taxis, etcétera. Es así que se generó una situación caótica y una saturación de las actividades llevadas a cabo por los extrabajadores de las empresas que no pudieron ser absorbidas por el mercado de trabajo cada vez más restringido, producto de las altas tasas de desocupación de la Argentina posterior a la privatización.

14 La desocupación en Argentina alcanzó los índices más altos de su historia. En aquellas regiones donde se privatizó YPF ascendía a niveles inéditos, comparativamente a la desocupación general del país. Por ejemplo, en Comodoro Rivadavia, Provincia de Chubut, el desempleo alcanzaba en 1993 el 14,8%, siendo el índice más alto en el país en ese momento. En 2001 los índices de desocupación generales de Argentina aumentaban, y en aquellas zonas donde se había llevado adelante la privatización de YPF alcanzaban niveles inéditos. La región que mejor ilustró esta situación fue General Mosconi y Tartagal, en la Provincia de Salta, con 42,8 % de desocupación para 2001.

15 Véase: Cynthia Rivero y Juan Manuel Gouarnalusse (2007).


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