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Nómadas

versión impresa ISSN 0121-7550

Nómadas  no.38 Bogotá ene./jun. 2013

 

Cuerpos en venta: pinguerismo y masculinidad negociada en la Cuba contemporánea*

Corpos à venda: pinguerismo e masculinidade negociada na Cuba contemporânea

Bodies on sale: "pinguerismo" and negotiated masculinity in contemporary Cuba

Abel Sierra Madero**


* El texto se basa en un trabajo de campo realizado por el autor de manera independiente entre el 2008 y el 2009 en La Habana, llevado a cabo gracias al apoyo y los fondos brindados al autor por Moshe Morad y Arye Barak.

** Doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana (Cuba). Especialista en estudios de género, sexualidad y procesos de construcción de la nación, y miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Ensayista, profesor e investigador. En el 2012 recibió el premio Martin Duberman otorgado por City University de Nueva York, en reconocimiento a su trabajo en el campo de los estudios de género y sexualidad. Actualmente trabaja de manera independiente en Cuba. E-mail: sierramadero@yahoo.com

{original recibido: 26/06/2012 · aceptado: 26/02/2013}


El artículo da cuenta de la investigación sobre sujetos masculinos insertados dentro de la economía informal de placeres ligada al turismo en Cuba (pingueros). Se analizan los modos en que los pingueros negocian la masculinidad y la identidad en sus interacciones con los extranjeros, mediante el estudio de su desempeño en las redes homoeróticas en La Habana, así como los conceptos de género y sexualidad, por un lado, y de nación y sobrevivencia, por otro, que allí construyen. Se finaliza con la relación entre turismo sexual y las contradicciones del modelo revolucionario.

Palabras clave: prostitución masculina, pingueros, identidad, redes homoeróticas, turismo sexual en La Habana, sobrevivencia.

O artigo dá conta da pesquisa sobre sujeitos masculinos inseridos dentro da economia informal de prazeres ligada ao turismo em Cuba (pingueros). Analisam-se os modos em que os pingueros negociam a masculinidade e a identidade em suas interações com os estrangeiros, mediante o estudo de seu desempenho nas redes homoeróticas em La Habana, assim como os conceitos de gênero e sexualidade, por um lado, e de nação e sobrevivência, por outro, que lá constroem. Finaliza-se com a relação entre turismo sexual e as contradições do modelo revolucionário.

Palavras-chave: prostituição masculina, pingueros, identidade, redes homoeróticas, turismo sexual em La Habana, sobrevivência.

This paper relates the research of a kind of male subject (pinguero) inserted in the informal economy of pleasure linked to the tourism in Cuba. Studying their performance on homoerotic circuits in La Habana, the text analyses how the pingueros when dealing with foreigners negotiate masculinity and identity; it also discusses the locally constructed concepts of gender and sexuality, on one hand, and nation and survival on the other. Finally it links the sexual tourism with the contradictions inside the revolutionary model.

Key words: male prostitution, pingueros, identity, homoerotic circuits, sexual tourism in la Habana, survival.


Esta es la tierra de los mangos bajitos

Europa entera gozando en mi pueblito,
esta es la tierra de los mangos bajitos.
Agua de coco, añejo, mojito.
Esta es la tierra de los mangos bajitos,
todo barato y un clima súper rico
que esta es la tierra de los mangos bajitos.

Los Aldeanos

A sus dieciocho años, Alberto se inventa el amor todas las noches con turistas extranjeros que disfrutan la firmeza de sus músculos y su compañía, a cambio de esperanzas migratorias y unos pocos dólares. Lo conocí una noche de verano del 2008 mientras caminaba con un amigo gay que hace muchos años vive fuera de Cuba. La esquina del cine Yara, la más concurrida y popular de la ciudad, era un hervidero esa noche aunque aún era temprano. El joven nos pidió fuego para encender su cigarrillo y también preguntó por la hora, pretexto idóneo para saber qué idioma manejaba aquel al que había interpelado.

Mi amigo, efectivamente, tenía un look muy diferente al cubano medio, además de un acento raro que se adquiere cuando se ha vivido mucho tiempo en el extranjero. Empezamos a conversar y, como la noche "estaba floja", pidió que lo invitáramos a una cerveza, a cambio nos contaría su historia. Hablamos durante un par de horas y, cuando nos despedimos, él regresó a la "lucha" para tratar de levantar un "punto"1, si la competencia y la policía lo dejaban. Nunca más lo vi.

Aquella noche fue el inicio de un proyecto de investigación sobre los pingueros: sujetos masculinos insertados dentro de la economía informal de placeres ligada al turismo en Cuba, que se involucran en relaciones sexuales –fundamentalmente con extranjeros– por dinero, bienes materiales u otros beneficios.

En la jerga del mercado sexual cubano, se ha acuñado una serie de vocablos asociados con la interacción de nacionales con extranjeros, principalmente, dentro del contexto del turismo. Así, el vocablo pinguero en cierta medida es correlativo al de jinetera, que se utiliza para la negociación del estigma del término prostituta. En cambio, jinetero designa a los sujetos masculinos involucrados en actividades económicas informales con extranjeros/as no interesados en consumir la Cuba oficial que ofrecen el Gobierno y las agencias turísticas. Los jineteros gestionan –mediante el cobro de comisiones– el acceso a bienes y servicios, entre los que puede estar incluido el comercio sexual2.

Con este artículo pretendo analizar los modos en que los pingueros negocian la masculinidad y la identidad en sus interacciones con los extranjeros. Me interesa estudiar sus desempeños dentro de redes de sociabilidad como el ambiente homoerótico habanero3, y la posible influencia de estas redes en sus nociones sobre el género y la sexualidad. Asimismo, pretendo tomar en cuenta cómo se articulan estas identidades en las discusiones sobre lo nacional y los discursos de la sobrevivencia, como es el caso de la "lucha".

Durante los últimos años se ha desarrollado un campo de estudios sobre el trabajo sexual femenino y masculino en Cuba por parte de académicos y estudiosos extranjeros (O'Connell, 1996; Wonders y Michalowski, 2001; Hodge, 2001; Trumbull, 2001; Holgado, 2001; Cabezas, 2004; Fosado, 2005; Pope, 2005; Allen, 2007; Stout, 2008; Alcázar, 2009, entre otros). Algunos de éstos señalan que la reaparición de la prostitución en los años noventa está relacionada con un crecimiento del turismo sexual debido a la crisis en la isla y al desmembramiento del socialismo (Trumbull, 2001).

Dentro de Cuba, las publicaciones sobre este tema están compartidas entre el periodismo y la academia (Elizalde, 1996; Díaz y González, 1997; Díaz et ál., 1996; Jiménez, 2003). Como señala Ana Alcázar, las investigaciones sobre este tema en el país se abordan desde el análisis de la juventud, a la que se le atribuyen algunas características, como falta de conciencia revolucionaria, hábitos de consumo capitalistas, pérdida de valores y conductas desviadas (Alcázar, 2009).

Otros marcos de interpretación abordan las relaciones sexuales de los pingueros basándose en los conceptos de intercambio y relaciones de interés (Fosado, 2005: 75). Sin embargo, tal perspectiva no resulta del todo adecuada para calificar experiencias de este tipo, si tomamos en cuenta que las relaciones humanas en general están mediadas, casi siempre, por algún tipo de interés4. Sobre este particular, dice Alejandro, uno de mis entrevistados: "Lo que se está viviendo en este país me ha enseñado que el amor es cosa de novelitas o de películas, este momento es muy difícil para el amor, para mí no existe".

Siguiendo a Amalia Cabezas, podemos decir que el trabajo sexual no se trata sólo de sexo y dinero para mantener necesidades básicas, sino que brinda otras oportunidades, como recreación, consumo, viajes, migración y matrimonio (Cabezas, 2004:992). En contextos de pobreza como Cuba, para muchos sujetos la inserción dentro del turismo sexual y el sexo transaccional ha sido no sólo una vía de consumo, sino también de adquirir movilidad social, que de otro modo hubiera sido imposible para muchos participantes de estas prácticas, si tomamos en cuenta las lógicas sociales actuales.

El texto que ahora propongo se basa en un trabajo de campo realizado entre el 2008 y el 2009 que incluyó observación, múltiples conversaciones informales con pingueros y 10 entrevistas en profundidad a jóvenes comprendidos entre los 18 y los 33 años de edad; de ellos, 8 provienen del interior del país y 2 son de La Habana. Al menos 3 están involucrados al mismo tiempo en relaciones heterosexuales estables que dependen económicamente de ellos y también tienen hijos. Mi trabajo etnográfico se concentró fundamentalmente en el área del Vedado. Para no poner en riesgo la identidad y la confidencialidad de los informantes, todos los nombres que aparecen en este texto han sido cambiados.

En un momento inicial, la investigación pretendía trabajar con una muestra amplia, sin embargo, la complejidad misma del tema y los problemas de accesibilidad pusieron algunos límites y retos metodológicos e instrumentales de trabajo. Muchos de los pingueros a los que interpelé en la calle y sitios donde se mueven, me sugerían establecer una relación económica para insertarse en la investigación, cuando no pensaban que yo era policía o agente de la seguridad del Estado. Si bien el pago de entrevistas hubiera facilitado el acceso y aumentado el tamaño de la muestra de entrevistas en profundidad, consideraciones éticas y los riesgos de posibles sesgos me llevaron a rechazarlo como estrategia metodológica5.

Para los investigadores extranjeros, el acceso a estos grupos es más fácil, porque son vistos por sus informantes como un capital social del que pueden recibir algún beneficio. Además, garantiza cierta seguridad y anonimato debido a que las autoridades cubanas tienen menos control sobre la información y las fuentes, si tomamos en cuenta que los resultados de estas investigaciones se difunden principalmente en publicaciones académicas de poca circulación en la isla y en inglés. Por lo tanto, los informantes se sienten más protegidos en un contexto tan vigilado como el cubano6.

¡Aquí, en la lucha...! los pingueros y las metáforas contemporáneas de la sobrevivencia

Las/os jineteras/os y pingueros aparecieron en la isla durante los años noventa, cuando la crisis económica generada en Cuba luego de la caída del bloque socialista provocó una apertura al capital extranjero y al desarrollo del sector turístico. En ese contexto, se generó un mercado sexual barato en el que se insertaron miles de jóvenes, unos, para paliar la crisis o salir del país, otros, como un modo de vida.

Durante esos años, la isla se vio inmersa en una de las crisis más profundas que ha atravesado desde que el gobierno actualmente en el poder desde 1959 se instaurara en la esfera política cubana. Con una situación "excepcional" en que funcionan dos economías –una en dólares estadounidenses o pesos convertibles (CUC), en la que se encuentran los bienes y servicios más importantes, y otra, debilitada e inflada, en pesos cubanos de poco poder adquisitivo–, los sectores populares han tenido que poner en práctica otras estrategias de sobrevivencia que muchas veces están en la delgada frontera de la ilegalidad.

De esta manera, surgió el término lucha. La expresión, utilizada recurrentemente por el discurso oficial, fue resemantizada por amplios sectores populares con exiguos salarios en pesos cubanos, para referirse a sus estrategias cotidianas de sobrevivencia. Estar en la "lucha" le otorga al sujeto social cubano contemporáneo una cierta libertad para moverse en un amplio campo de acciones, más allá de las leyes y de valores éticos y morales. Las identidades que recurrieron al sexo como estrategia de sobrevivencia también están planteadas de esa manera. El término luchador/ra sirve para negociar el estigma y la censura que adquieren sus prácticas en el discurso social. Así se define Reinier, un joven pinguero entrevistado para este proyecto:

    Yo soy un luchador. Eso significa que tengo una meta y voy a hacer todo lo que pueda para alcanzarlo, es no tenerle miedo a nada ni a nadie. Yo sé que hay muchas personas que ven mal lo que yo hago, que me ven como un antisocial, como un delincuente, pero me gustaría que me vieran como lo que realmente soy, como una persona que tiene aspiraciones en la vida y que lo hago por ser alguien. Yo vivo sin pena ni remordimiento de ningún tipo, lo único que siempre me ha dado vergüenza es no tener un peso en el bolsillo.

Para este muchacho la "lucha" va a estructurar y articular no sólo sus prácticas, sino su concepción del mundo, y el cuerpo, único capital que posee, es el vehículo para alcanzar sus proyectos. Aunque se acueste con hombres todas las noches, no se piensa a sí mismo como pinguero o "prostituto", sino como un sujeto "al que le ha tocado vivir momentos difíciles".

La metáfora de la lucha tiene una función instrumental y sirve para negociar la masculinidad y para tomar distancia del estigma que implica involucrarse sexualmente con hombres. El sujeto social cubano ha estado muy interpelado por el discurso de la guerra durante los últimos cincuenta años. El gobierno vigente articuló una retórica nacionalista que tuvo en el discurso de la guerra uno de sus anclajes fundamentales para el control social y el desarrollo de las políticas. En medio de la "guerra fría", con un modelo de plaza sitiada a partir sus diferendos con Estados Unidos, la isla se vio inmersa a inicios de los años sesenta, en un proceso transnacional de construcción del socialismo –liderado por la Unión Soviética y el bloque socialista del Este– que descansó en muchos sentidos en el discurso de la guerra y, especialmente, en el concepto de hombre nuevo.

Popularizado en Cuba por Ernesto Guevara en 1965, el concepto de hombre nuevo formaba parte de un proyecto político que planeaba, entre otras cosas, barrer a la burguesía como clase para poder construir un nuevo tipo de sujeto social, "superior", con una nueva mentalidad y nuevos valores. Asimismo, lo conectaba a la vez con un modelo de masculinidad tradicional y una ideología política proveniente de la teoría de la revolución y la construcción del socialismo en el bloque soviético, que llegó a ser central en la retórica revolucionaria. Este concepto se tradujo en estereotipo nacional7, al convertirse en la síntesis de una serie de representaciones y valores, y se impuso como elemento central de definición y como referencia obligada a la hora de identificar y concebir el conglomerado social.

Las lógicas que se implantaron en Cuba a partir de los años noventa, se alejaron cada vez más del marco político y los valores del socialismo, y fomentaron la emergencia de otros más ligados al consumo y a expectativas que nada tienen que ver con la retórica política actual. En ese sentido, el pinguero constituye un correlato que desmiente en gran medida el proyecto revolucionario y su aspiración de crear al hombre nuevo.

El sistema político cubano, en virtud del control ideológico, provocó por mucho tiempo que la familia se vaciara de contenido y que la educación y socialización de niños y jóvenes fuera gestionada fundamentalmente por el Estado. Con la crisis, la función de un Estado paternalista que hasta entonces había proporcionado seguridad y los medios de vida necesarios, se vio bastante resquebrajada. A partir de ese momento, y con la creciente desigualdad social creada por la economía dolarizada, se puede apreciar un resquebrajamiento también en el terreno de los valores.

Ante la crisis, muchas familias, sobre todo las más pobres, tuvieron que readecuar sus expectativas educacionales y formativas y "hacerse de la vista gorda" sobre las acciones de sus hijos, porque ellos mismos tuvieron que involucrarse en las dinámicas de la lucha para poder sobrevivir. Al respecto, Alejandro, un joven pinguero de veinte años, comenta:

    Mis padres no saben nada de esto, no saben en lo que ando, mi mamá sospecha pero no me dice nada, parece que siente vergüenza. Y tampoco le dice nada a mi padre para no disgustarlo. Él piensa que yo vengo a La Habana a hacer negocios, a traer queso y carne para vender, y que estoy enamorado por acá, pero yo creo que es porque no quiere saber, no quiere ni enterarse, porque el queso no da para tanto y yo cuando voy llevo bastante dinero y con ropa nueva y cara.

Para algunos pingueros, el discurso de la lucha no sólo es un instrumento de (des)identificación homoerótica y de negociación de la masculinidad, en ocasiones es también un modo de evitar la categoría de trabajador sexual. Entre mis entrevistados no encontré consenso respecto a los términos que sirven para describir sus prácticas. Algunos no se sienten cómodos dentro de la categoría de trabajador sexual, porque ven la "lucha" como algo temporal y alternan con otros oficios y actividades. En cambio, otros sí quisieran ser considerados trabajadores "normales". Tal es el caso de Roberto, quien me dijo:

    Esto es un trabajo como otro cualquiera; lo que pasa es que para la sociedad yo soy otra cosa. Si algunos trabajan en la agricultura y otros en la construcción yo no sé por qué yo no puedo pinguear, yo ni sé sembrar ni poner un ladrillo, hago lo que sé hacer para salir adelante y no le hago daño a nadie. Después de todo cada quien hace con su cuerpo lo que quiere y a mí nadie me da un plato de comida. En mi pueblo no hay casi trabajo para los jóvenes, sólo me queda ir pa' la agricultura, la construcción o meterme a policía, y eso ni muerto, prefiero seguir así.

Durante todos estos años, la población cubana residente en las regiones del interior del país se ha visto presionada a migrar a otros sitios para sortear la situación. La crisis ha sido más fuerte en las áreas rurales que en La Habana o que en ciudades con sectores emergentes como el turismo. Las cifras apuntan a que, en provincias como Guantánamo y Las Tunas, los salarios en pesos cubanos son más bajos que en otros lugares (ONE, 2008). A esto se suma que alrededor de 100.000 trabajadores azucareros fueron despedidos en el 2001 debido a la restructuración de esta industria (Uriarte-Gastón, 2004).

Para el discurso revolucionario, las prácticas y las dinámicas que acontecen dentro del fenómeno del sexo transaccional constituyen un reto y un desafío al proyecto y a la moral socialistas. Si durante muchos años la erradicación de la prostitución se ostentaba como uno de los logros y conquistas revolucionarias, con su resurgimiento se evidencia que ese marco ha quedado sin respuestas a la crisis y sin herramientas para entender las múltiples intersecciones y variables que se conjugan con este fenómeno.

Los pingueros no sólo son mirados con reservas por el discurso oficial, sino también por muchos homosexuales, que los ven como jóvenes a los que no les gusta trabajar, sin una configuración homoerótica genuina y sin una clara definición de identidad basada en la sexualidad (Sierra, 2006; Stout, 2008). El pinguero está siempre bajo sospecha, no sólo por su ambigüedad y opacidad identitaria, sino también porque significa un reto a la estabilidad de las categorías de trabajo, deseo, placer e identidad con las cuales la cultura ha operado tradicionalmente.

El pinguero y la discusión sobre el cuerpo nacional

Al tiempo que el pinguero ha estado incluido en los debates relacionados con el turismo sexual y la prostitución, también ha pasado a formar parte de las discusiones sobre la nación y el nacionalismo. En un texto polémico, "Colonization of Cuban Body. The Growth of MaleSex Work in Havana" ("La colonización del cuerpo cubano. El crecimiento del trabajo sexual masculino en La Habana"), el investigador Derrick Hodge (2001) asegura que el pinguero no constituye una categoría de preferencia sexual, sino que es ante todo un concepto económico sobre el que se ha acomodado la sensibilidad nacionalista cubana. Para este autor, el pinguero está inmerso en un proceso de "mercantilización del deseo", y su construcción como categoría económica es producto de la "mercantilización de la identidad" (2001: 27).

Al nacionalismo cubano –señala– le resulta más difícil aceptar la penetración a través del cuerpo femenino; eso explicaría que las jineteras sean más perseguidas y controladas por las autoridades que los pingueros. De este modo, los pingueros simbolizarían "el poder del falo cubano conquistando y penetrando cuerpos extranjeros como cualquier buen revolucionario, lo que hace que el cuerpo masculino cubano no se sienta herido" (Hodge, 2001: 23).

Ciertamente, el nacionalismo revolucionario estableció una conexión de los discursos de la sexualidad con determinadas nociones sobre la soberanía y la colonización imperial. A partir de una analogía entre el cuerpo humano sexuado y el corpus nacional, se teorizó la colonización como un acto de penetración (Sierra, 2006), a partir de un modelo tradicional de comprensión de los homoerotismos8 y de la sexualidad en general. De este modo, la nación fue pensada en términos femeninos y como un espacio vulnerable y susceptible a la penetración del Otro foráneo.

La joven Revolución llegó al poder con una idea, inscrita en el imaginario insular y norteamericano, del cuerpo nacional como "traspatio" de placeres ligado al turismo. Cuba fue durante la primera mitad del siglo XX –afirma Louis Pérez– reinventada desde los gustos e intereses norteamericanos y se construyó como "un lugar de placeres no disponibles en casa" (Pérez, 1999: 183). Para el turista, señala Pérez, Cuba existía específicamente para el placer de los norteamericanos, un lugar para experimentar con alcohol, drogas y sexo (Pérez, 1999). La isla era "el lugar del sexo con las mujeres del 'Otro', exótico y misterioso, primitivo y carnal, pasional y gobernado por impulsos libidinales y con matices raciales explícitos" (Pérez, 1999: 189).

No resulta extraño entonces que una de las primeras intervenciones del nacionalismo revolucionario cubano estuviera encaminada a la "rehabilitación de prostitutas" y a regular el turismo para borrar la imagen de la nación como espacio penetrado, colonizado, de juegos, vicios y placer. A inicios de los años sesenta y como parte de una operación secreta llevada a cabo por el Ministerio del Interior, miles de prostitutas fueron objeto de intervención estatal y se las ubicó dentro de programas de "rehabilitación". Sería el inicio de una serie de políticas encaminadas al control de los cuerpos femeninos y su sexualidad, que, articuladas en el marco de la respetabilidad, perseguían no sólo la incorporación de la mujer como fuerza de trabajo, sino también como reproductora de la ideología y la moralidad socialista9.

Los homosexuales, al igual que las prostitutas, simbolizaban la decadencia burguesa y la penetración colonial. En ese sentido, se diseñaron varias estrategias encaminadas a su eliminación; una de las más conocidas fue la creación de las unidades militares de ayuda a la producción (UMAP)10.

En la actualidad, el pinguero representa un quiebre en los procesos de construcción de la masculinidad nacional como una unidad cerrada y constituye un desafío a la "tradición inventada" cubana, mambisa y guerrera. En ese sentido, constituye una fisura en el cuerpo nacional que contrasta con las imágenes de héroes y hombres nuevos, exportadas durante mucho tiempo por el nacionalismo revolucionario. Dentro de las lógicas nacionalistas, el pinguero no sería rechazado en virtud de su potencial homoerotismo, si tomamos en cuenta que la homosexualidad ha sido eventualmente cooptada y asimilada dentro del marco "políticamente correcto" de la diversidad sexual. Sin embargo, las mediaciones socio-económicas que intervienen en sus configuraciones y prácticas, al parecer, imposibilitan que el nacionalismo pueda integrarlo a la "comunidad imaginada".

Los pingueros no conforman una unidad homogénea, sino que existen diferentes tipos de experiencias y gradaciones que influirán notablemente en los modos de interacción con los extranjeros. El tipo de relación dependerá, en gran medida, de la situación económica por la que estén atravesando en cada momento, de los proyectos de vida que tenga cada sujeto, del modo de encarar la sexualidad y de la procedencia social.

El testimonio de René, un joven holguinero con una configuración genérico-sexual adscrita a una masculinidad más tradicional, contrasta con la idea sobre los pingueros como sujetos activos, "penetradores" de cuerpos extranjeros. De este modo señala:

    Todos quieren penetrarme, hasta la más loca quiere penetrarme, no sé por qué. Los pingueros aunque se dejen penetrar dicen que son activos, siempre buscan una justificación para no decir que son pasivos, aceptar eso es decir que son homosexuales. A veces me canso de esto porque ellos vienen a mí a penetrarme o a que yo los penetre, todo se basa en eso.

René es un mulato de veinte años que nació en Santiago de Cuba, "la tierra caliente", como se le conoce en la isla. Este muchacho asegura que el color de su piel ha sido una ventaja en el giro de la lucha. En ese sentido agrega: "Ellos vienen con el morbo de estar con los negros y los mulatos, porque dicen que somos más bonitos y calientes que los blanquitos y que un mulato como yo no se encuentra en Europa. Uno me dijo a la cara que quería tener la experiencia de penetrar a un negro cubano".

El testimonio de René se enlaza con una serie de prejuicios que conectan la raza con procesos de "exotización" y mitologización de la masculinidad caribeña (Allen, 2007; Pruitt y LaFont, 1995). Los procesos de endogamia social que tienen lugar en otros países determinan que, efectivamente, mucha gente no tenga relaciones con personas fuera de sus círculos de clase. Sin embargo, en contextos de turismo, estos sujetos experimentan un cambio de actitud. Amalia Cabezas señala que –aunque la industria turística esté montada a partir de hoteles, comidas, entretenimiento, souvenirs, entre otras cosas– los turistas pagan sobre todo por una "experiencia", por un juego de sentimientos. El turismo, dice, es la mercantilización de la experiencia que permite a las personas ejercitar sus fantasías y dejarse llevar en muchos casos por los placeres corporales (Cabezas, 2009).

Si bien es cierto que el discurso de la penetración funciona muchas veces como resorte y herramienta de distinción entre los pingueros, y la clasificación a partir de roles sexuales apegados al marco binario de penetrador/ penetrado influye en las prácticas y en las interacciones con los extranjeros, la sexualidad de estos sujetos es más fluida y compleja de lo que parece a simple vista. Al respecto, resulta interesante lo que dice Andrés:

    En esta vida he aprendido mucho de este mundo y de la calle y también de mí mismo. Antes yo me creía más macho que nadie y me apartaba de todo lo que me oliera a homosexuales, pero para sobrevivir hay que relacionarse con travestis, gais, lesbianas porque los yumas11 van a buscarnos en esos lugares, donde está ese ambiente. Por mucho que los discriminé tuve que evolucionar para poder sobrevivir.

Lo anterior apunta a que si restringimos al pinguero a una categoría económica, corremos el riesgo de dejar fuera una serie de negociaciones y discusiones sobre el género y la sexualidad que son fundamentales para entender quiénes son estos sujetos y cómo operan sus subjetividades. De este modo, un grupo en extremo complejo y diverso se nos presenta como una unidad homogénea y predecible de antemano.

Derrick Hodge sugiere que las jineteras son más hostigadas por las autoridades cubanas que los pingueros en virtud de un sentimiento nacionalista. Aunque reconoce que la persecución hacia ellos es constante, dice que esto responde más a una actitud machista individual de los oficiales de policía, que a una política oficial. Sin embargo, algunas de las narrativas que recolecté durante el trabajo de campo en este proyecto y una lectura más profunda del contexto mismo, contrastan con su argumento. Uno de mis informantes, Alejandro, señala:

    Las mujeres que se dedican al jineteo tienen más posibilidades de sobrevivir que nosotros. A las mujeres les pagan más y son mejores vistas porque son heterosexuales, aunque algunas las pongan a pegarse de vez en cuando12. A nosotros siempre nos van a ver como delincuentes que damos el culo, como hombres que pudiendo trabajar dan el culo. Es tan así, que las mujeres logran en esta jugada las cosas mucho más rápido y con menos trauma que nosotros.

La mayoría de los itinerarios y rutinas de estos sujetos están marcados por su relación con la policía. Esto va a incidir no sólo en sus modos de actuar, de moverse, sino también en cómo negocian su masculinidad con los clientes. Muchos prefieren permanecer tiempos largos con sus clientes para estar menos expuestos a redadas e interpelación policial y para ganar más dinero. Si bien es cierto que no existe ningún reglamento legal que regule explícitamente la actividad de los pingueros, las autoridades, amparadas en otras leyes –al igual que sucede con las jineteras–, establecen un férreo control sobre los sitios de alta circulación turística.

Así, el Decreto 217 de 22 de abril de 1997 sobre las regulaciones migratorias internas para La Habana ha servido de cobertura para multar, encarcelar y deportar a aquellos pingueros y jineteras que no poseen "residencia legal" en la capital. Este Decreto, además de imponer una serie de requisitos burocráticos para las personas con interés en residir en esta ciudad –independientemente del lazo de parentesco que hubiera entre el interesado y el propietario de la vivienda–, proponía una especial vigilancia en aquellas "zonas especiales o declaradas de alta significación para el turismo".

La ley estipulaba que para todo aquel que "proveniente de otros territorios del país se domicilie, resida o conviva con carácter permanente en Ciudad de La Habana, sin que se le haya reconocido ese derecho, 300 pesos y la obligación de retornar de inmediato al lugar de origen". Asimismo, los ciudadanos de otras zonas establecidos en la capital sin la inscripción correspondiente en la oficina del Carné de Identidad debían pagar 200 pesos y estaban obligados a "retornar de inmediato al lugar de origen"13.

Este Decreto respaldaba las acciones de las fuerzas policiales asignadas para el control y vigilancia de áreas de circulación turística, quienes interpelaban a los sujetos que no poseían "residencia legal" en La Habana y sociabilizaban en esos sitios. En ese sentido, comenta Yamel:

    Siempre tengo una reservita de dinero para la policía [...]. Ellos se cuidan bastante, aunque nos extorsionan se cuidan de no recibir ni un peso de la mano nuestra. Están en combinación con los dependientes de los lugares como el BimBom y me han dicho que el dinero se los deje con ellos, que después van a buscarlo. Te amenazan constantemente para llegar a un arreglo y se hacen los difíciles para que uno les suba la parada.

Un sistema altamente burocratizado como el cubano, en el que los funcionarios públicos son muy mal pagados, es propenso a la corrupción y a la informalidad. Apuntan muchos de los pingueros entrevistados, sobre todo aquellos que provienen del interior del país, que existe un mercado informal donde por 30 CUC pueden comprar los permisos de residencia temporal y renovarlo cada 3 meses.

No solo el Decreto 217 otorgó legitimidad a la policía para realizar detenciones, existen además otras figuras delictivas sancionadas por el Código Penal cubano, entre éstas, el "asedio al turismo" y la ley sobre proxenetismo14, así como la del "estado peligroso"que definida como "la especial proclividad en que se halla una persona para cometer delitos, demostrada por la conducta que observa en contradicción manifiesta con las normas de la moral socialista"15.

La "mecánica", el romance y la negociación de la masculinidad

Existen algunas metáforas populares que recrean las interacciones de los pingueros con los extranjeros, entre las más interesantes se encuentra "la mecánica", advertida por la investigadora Gisela Fosado (2004) durante su trabajo de campo a fines de los años noventa. La mecánica conjuga una serie de estrategias que hacen que muchas veces, los pingueros no pidan dinero de antemano a los turistas, sino que desarrollen narrativas que los hagan parecer ante ellos como víctimas del sistema, con proyectos de emigrar o encontrar el amor verdadero.

Asimismo, la mecánica influye en las relaciones sexuales y servirá también para negociar la masculinidad. En ese sentido, los pingueros utilizan la penetración como un capital para pedir más dinero o para obtener mejores beneficios. El consentimiento a ser penetrado por el otro foráneo, tiende a empoderar al extranjero de turno, y al mismo tiempo es una estrategia "para ablandarlo y sacarle más dinero". Sobre esto comenta Andrés:

    Yo siempre digo que soy activo y cuando dejo que me penetren les invento una película...que es la primera vez y que lo hago porque de verdad es importante, que es una prueba del afecto. Finjo estar nervioso y hasta los rechazo, me doy un poco de lija para tenerlos ahí. Si no, todo es muy fácil y pierden el interés. La idea es mecanicearlos pa' que te paguen más y sean más espléndidos. Les hago saber que es que son especiales y que han sido los primeros, que yo nunca lo había hecho antes y así los voy ablandando. Y al final ellos piensan que están acabando.

En este testimonio hay varios elementos que merecen atención. Resulta interesante la noción de ablandamiento que utiliza este sujeto en su interacción con los extranjeros. De este modo, un acto que pudiera ser leído desde la subalternidad, se traduce en empoderamiento y "control" sobre el otro. En ese sentido, se describe una acción consciente en la cual la penetración tiene un valor de uso y la masculinidad es "cedida" en virtud de intereses concretos.

Insertarse en una relación de "amistad" en la que el dinero no sea el centro de las mediaciones, aseguran algunos, genera mejores dividendos porque los turistas son más "espléndidos". Esto concuerda con algunos de los testimonios de mis entrevistados. Alejandro, por ejemplo, me comentaba:

    [...] es mejor enganchar un yuma por la semana o por los quince días que va a estar que estar rodando todas las noches. Con un turista, se alquila una casa en la playa, andas en carro, vas a discotecas, se te pegan más cosas, después cuando se va, se queda una relación de amistad y te puede mandar regalos y dinero con otros amigos que vengan después. Lo otro es cobrar y ya. Yo siento que cuando ellos pagan directamente, lo ven a uno como más objeto y el trato es diferente. Yo casi nunca pido dinero, sino pido que me ayuden con algo, porque tengo una situación difícil. Hablamos de proyectos, les cuento un poco de lo que ha sido mi vida, las carencias y necesidades que tengo. Trato de esmerarme en el trato, de ser cariñoso, y dar la idea de que soy de mente abierta. Esto no lo hago siempre, sino cuando sé que el yuma tiene dinero, yo voy explorando en qué trabaja, si la ropa que tiene es de marca, el carro en el que anda, los lugares adonde me lleva a comer o a bailar.

Estas dinámicas han sido advertidas también por otras investigaciones en República Dominicana, entre los sankypankys16, término de similar significado al de pingueros en Cuba. Según Amalia Cabezas, esto se debe a que una transacción comercial directa cerraría otras posibilidades como matrimonio, viajes, regalos, y confirmaría una identidad como prostitutos que ellos no desean (Cabezas, 2004). Por otra parte, se debe tener en cuenta lo que los clientes esperan de estos sujetos en términos afectivos y de seducción. Al parecer, existe entre pingueros y turistas una especie de "contrato tácito" en el que los primeros deben desplegar una serie de herramientas y códigos de romance para no hacer sentir a los extranjeros que están pagando por sexo.

Sin embargo, el romance no siempre resulta una estrategia factible, sobre todo, para los que proceden de otras provincias. Para éstos, la llegada a La Habana parece ser un momento difícil, como le sucedió a Mario:

    Yo vine para acá sin nada, tenía sesenta pesos cubanos nada más. Vine en la parte de atrás en un camión como si fuera un animal, llegué negro de churre, vine con unos zapatos prestados y directo pal' Malecón. Ahí hice treinta dólares y ya empecé a respirar, pero tuve que ahorrar mucho, dejaba de comer, alternaba, si almorzaba hoy no comía, si comía no almorzaba, para tratar de ahorrar un poco y no estar tan presionado.

Estos muchachos, sin redes de amistad creadas, debido a la necesidad de dinero rápido, instauran relaciones más comerciales y tienen tarifas más bajas que perjudican "el negocio". Andrés explica la diferencia del siguiente modo:

    Hay pingueros y pingueros. Están los baratos, los que se van con cualquier cosa, hasta por tres dólares se acuestan con cualquiera, pero esos son mayormente los palestinos17 que en su vida han visto treinta dólares juntos. No se dan su lugar y nos afectan a nosotros, porque los yumas después quieren coger mangos bajitos, quieren pasar una noche de lujo y pagar una miseria. Pero también los entiendo porque hay quien llega a La Habana sin un medio en el bolsillo y necesita dinero rápido, eso también me pasó a mí. Eso depende mucho del momento que esté viviendo, si debo una semana de alquiler, si debo dinero, me voy por lo que sea con tal de saldar todas las deudas.

Otros, en cambio, aseguran que casi siempre establecen una tarifa previa para interactuar con turistas y que el romance lleva implícita una incertidumbre que ellos no están dispuestos a correr. Algunos, como Ramón, no son tan estrictos en sus demandas y se contentan con determinados artículos, a los que atribuyen un gran valor:

    A veces negocio con la ropa que tienen los extranjeros, les cobro algún dinero y les pido alguna ropa. La ropa también tiene su valor, si es de marca yo lo veo como una inversión, y cuando esté atacado la vendo, si es de Dolce&Gabbana o de Diesel o Levi's aquí esas marcas tienen mucha demanda y más pal' campo, cuando yo llego a Camagüey con esos trapos los guajiros se vuelven locos, y a lo mejor no saben si es o no una imitación, yo se las vendo como si se los estuvieran comprando en una boutique exclusiva.

El modelo de éxito creado a partir de los altos niveles de consumo y de acceso a bienes y servicios, vedados en gran medida a la mayoría de la población, despierta en muchos jóvenes el deseo de imitar a aquellos que, involucrados en este tipo de actividades, hacen ostentación de su poder adquisitivo. Así lo confiesa Alejandro:

    Llegué a La Habana en el 2000, tenía diecisiete años. No había estudiado, sólo italiano con la ilusión de poder trabajar en el turismo. Mis padres eran obreros y no podían darme lo que yo necesitaba. Como todo joven quería salir, divertirme. Conocía a socios míos que estaban en el mundo del jineteo, los veía con dinero, comprándose motos, ropa buena, manteniendo varias mujeres y yo quería ser como ellos, tener lo que ellos tenían.

Al tiempo que los pingueros participan activamente en una economía de placeres ligada al turismo, también forman parte de la venta de ropa y otros artículos electrónicos como celulares que les dejan los turistas, y luego ellos los llevan a sus pueblos para venderlos en momentos de apuros. Del mismo modo, existe en La Habana una economía subterránea encaminada a hospedar y alimentar a aquellos que provienen del interior del país y que no tienen mucho dinero. Algunos sitios de la capital como el barrio de Colón en La Habana Vieja, que durante el periodo prerrevolucionario formaron parte de las rutas de la prostitución, están volviendo a tener en la actualidad un papel importante. En esa barriada popular, caracterizada por grandes concentraciones de población y hacinamiento, vive Alejandro, quien describe sus rutinas y el lugar de esta manera:

    Me estoy quedando en el barrio de Colón, me despierto a la hora que pongan la música en el solar de al lado, eso es a las diez de la mañana. Vivo en una casa antigua junto con diez pingueros. La dueña es una vieja sin dientes, dicen las malas lenguas que fue dueña de un prostíbulo antes de la Revolución y que la intentaron reformar. Ella nos vende comida ahí mismo, hace unas cajitas de congrí con bistec de puerco, a veces espaguetis, depende, y eso es más barato que salir a comer pa' la calle. De día no salgo mucho a la calle para no estar gastando dinero y no toparme con la policía. La idea es que pase el tiempo, me pongo a hacer ejercicios, duermo bastante para reponer fuerzas, eso hasta las siete de la noche en que me baño y me hecho crema y perfume por todas partes, hay que oler bien. A eso de las diez ya voy saliendo pa' la calle y puedo regresar o no, depende del punto que levante.

Los pingueros son jóvenes con un marcado interés en las marcas y tienen un culto al cuerpo a partir de referentes transnacionales difundidos por estrellas globales del mundo del espectáculo. Usan ropas apretadas para resaltar sus músculos, y su imagen está inscrita en una estética global translatina que se reinventa frecuentemente a través del contacto fluido con extranjeros y la exposición a los productos culturales del entertainment difundidos por Hollywood y las transnacionales de la música.

El impacto de la globalización en la isla no sólo se ha traducido en el desarrollo de una economía emergente ligada al turismo que aporta grandes dividendos a algunas élites y estratos sociales, en complejos procesos de desigualdad social y descapitalización de la mayoría de la población cubana, sino también ha generado una economía de placeres para turistas gais, ajustada a diferentes posibilidades económicas. Paralelamente a la existencia de un mercado sexual barato y callejero en La Habana Vieja y en El Vedado, se ha desarrollado uno exclusivo de pingueros que asisten a fiestas privadas y aparecen en catálogos clandestinos para un público gay internacional con mayor poder adquisitivo. Ángel es un joven capitalino que no "hace la calle", su actividad es personalizada y restringida a una reducida clientela de empresarios, intelectuales o artistas extranjeros que desean una experiencia homoerótica con jóvenes cubanos. Sobre estas dinámicas me comentó:

    Mi tarifa empieza a partir de cien dólares y en un mes puedo llegar a ganar mucho dinero. A veces hay temporadas flojas pero con lo que gano no necesito marcarme en El Vedado ni en ningún lugar. Eso es mejor porque en mi barrio nadie sabe que yo estoy en esto. Yo voy a esas reuniones o fiestas privadas de empresarios y de personajes que no te puedo ni contar. Me llaman al móvil y ya está.

"A veces [agrega Ángel], soy como una dama de compañía, y me llevan a restaurantes, a la playa, a las discotecas, depende de cada cual". En ese escenario, la relación puede variar dependiendo de las expectativas del cliente, pero siempre se espera de él un despliegue de códigos ligados al romance, la seducción y al consentimiento del otro. Resulta interesante el modo de nombrar los desempeños por parte de estos sujetos y sus implicaciones simbólicas. Al parecer, la negociación de género se estructura a partir de cuotas de masculinidad que se ceden o se ostentan en dependencia del tipo de relación. En este caso, se utiliza el término dama de compañía para describir una posición simbólica "feminizada", subordinada, sin embargo, como hemos visto, adscribirse a estos roles genera mayores dividendos y ganancias entre los pingueros.

Muchos de mis entrevistados se consideran heterosexuales y ostentan la masculinidad como una entidad inmutable y estática sobre la que no habría ningún cuestionamiento, a partir de establecer una dicotomía en entre la conducta sexual en la "lucha" y el deseo sexual. De hecho, algunos vinieron primeramente a La Habana como chulos de sus propias novias, antes de establecer ellos mismos relaciones sexuales con turistas, mujeres u hombres. Luego, las cosas no funcionaron como esperaban y las novias se fueron de la isla casadas con extranjeros o bien los dejaron solos en "la lucha" por otras razones. Esta es la experiencia de Reinier:

    Yo tenía una novia y decidimos venir para La Habana a luchar. Ella tenía más necesidades que yo, andaba siempre con una faldita hecha por su abuela, ella y la hermana no podían salir juntas porque sólo tenían un par de zapatos de vestir y había que compartirlos. Entonces vinimos, nos alquilamos en K y 17 en el Vedado, pagamos $1,50 diarios, por cada uno, porque nos quedamos en cuartos diferentes para poder luchar los dos.

La idea inicial era que él vendría no sólo con el in de acompañarla, sino también para tratar de seducir a turistas maduras interesadas en "comer carne fresca" y que ella haría lo mismo con hombres extranjeros. El sexo con extraños formaba parte de los inconvenientes de la "lucha", pero estaba en función de un bien común, al menos ellos pensaban eso. Cuenta el muchacho que una vez instalados, fueron esa misma noche a la discoteca El Johnny en Miramar y:

    Ella levanta a un italiano y se va con él pa' la casa. Yo esa noche no pude hacer nada y estaba esperándola cuando llegaron. El cuarto quedaba pared con pared al mío y lo sentí todo, el chirrido de la cama me volvió loco, los gemidos de ella, los gritos del yuma. Le pagó como setenta dólares y ella vino contentita a enseñarme el dinero; no sabía cómo iba a mirarla, le sentía un olor rancio, tenía asco, sólo le pedí que se bañara. Al otro día se compró ropa nueva para seguir luchando y me compró un par de tenis y un pantalón [...].

Las cosas se complicaron cuando la familia de la muchacha comenzó a minar sus relaciones,

    [...] porque ellos al principio la veían como una puta, pero cuando empezaron a ver correr el dinero cambiaron de actitud y yo empecé a convertirme en un estorbo y me hicieron la guerra, hasta que la convencieron para que se casara con un yuma y así lo hizo. Después empecé a luchar solo hasta ahora.

Dice que no tuvo suerte seduciendo a mujeres porque la mayoría de las extranjeras, señala, "vienen a Cuba a buscar negros y mulatos y yo no era ni lo uno ni lo otro, estaba embarcao". La falta de dinero y el proyecto de salir del país por cualquier vía lo llevaron al Malecón, al ambiente homoerótico habanero, donde jamás pensó que entraría. Sobre esto reflexiona:

    Nunca imaginé que tendría que acostarme con hombres y mucho menos que iba a vivir de eso. Para mí todo era muy extraño, los hombres besándose, yo no estaba adaptado a esa vida ni a esas formas, fue un impacto muy fuerte, hasta que me acostumbré. Si la homosexualidad no existiera yo me muriera de hambre.

Asegura Reinier que el sexo con hombres no cambió en nada su modo de concebir la homosexualidad, porque la ve como algo ajeno a sus deseos y sentimientos más íntimos, pero, sobre todo, porque sus ideas sobre la homosexualidad están asociadas con la adquisición de una identidad y no con el terreno exclusivo de lo sexual. Esto sugiere otra lectura más allá de lo genital como punto nodal para calificar la experiencia y las prácticas. Para él, la adquisición de una identidad homoerótica lleva implícito un rechazo al sexo con mujeres y está asociada con un proyecto común con un hombre:

    Para mí ser homosexual es otra cosa, hay que tener una relación, vivir con un hombre ¿me entiendes? Me acuesto con hombres por necesidad; no por eso soy homosexual porque a mí me gustan las mujeres y en algún momento quisiera formar una familia y tener hijos. Hay amigos míos que sí, que descubrieron en la lucha esa parte y tienen sus compromisos, pero yo no.

Aunque Reinier se distancia de la homosexualidad, reconoce que el ambiente homoerótico ha sido fundamental para su desempeño y sobrevivencia, y que tanto tiempo en esas redes ha cambiado sus juicios sobre este fenómeno. Si bien ha tenido que "hacer cualquier cosa", tiene determinadas preferencias sexuales: "Me gustan más los jóvenes y más femeninos, y prefiero a los internacionales, porque los cubanos, aunque tengan dinero son muy habladores. No me gustan los besos de hombres, son muy ásperos, por eso me gustan los clientes más femeninos, más suaves".

La relación que tienen los pingueros con sus cuerpos es muy compleja y contradictoria. Para algunos, el cuerpo es sólo una herramienta, un capital con valor de uso que garantiza el acceso a la "buena vida". En sus narrativas, la buena vida está asociada con la solvencia económica, vestir y comer bien, y con el consumo en discotecas y la capacidad de ayudar a la familia.

Aunque tengan relaciones con hombres dentro o fuera del espacio de la "lucha" y en muchos casos se definan como homosexuales, en los pingueros no operan las nociones tradicionales acerca del comingout, como un acto visible y de orgullo individual, al estilo norteamericano y europeo. De hecho, en Cuba, por razones históricas y culturales, la cuestión del closet ha estado más asociada con un "secreto abierto" (Sedgwick, 1990) que con la adquisición de una identidad pública basada en la sexualidad. Reza un viejo proverbio yoruba que "lo que se sabe no se pregunta", de este modo, se da cuenta de lo que no puede ser enunciado de manera explícita.

Las percepciones que tienen sobre la homosexualidad varían entre estos sujetos. Para algunos, los prejuicios no sólo están expresados en términos de género, sino también de competencia económica. Yamel siente una especial aversión hacia los travestis:

    A los travestis sí no los soporto, yo pienso que son unos payasos, eso no lo entiendo. Se puede ser homosexual, pero no loca. En este mundo hay mucha competencia y no sé qué le ven a los travestis los yumas, pero lo cierto es que levantan un montón de extranjeros. Los pingueros no soportan a los maricones en general, pero a los travestis los quisieran borrar18.

El rechazo a lo femenino parece estructurar los discursos de algunos pingueros. Lo femenino parece constituir un sitio de diferenciación y de cotejo de la masculinidad. En otro momento de la entrevista, Yamel agrega: "Yo vine aquí a luchar, no a estar con mujeres como hacen otros; las mujeres son unas chupadoras, te quitan todo el dinero y cuando se te acaba, te la dejan en los callos".

Muchas de las narrativas que se han recolectado para este trabajo, apuntan a diferentes modos en que los pingueros se autoconstruyen como sujetos. En algunos casos, las prácticas efectivamente están más asociadas con procesos de hipermasculinización, y los sujetos estructuran sus configuraciones genérico-sexuales, a partir de estereotipos que reproducen el marco binario activo/pasivo dentro de una economía de roles. Para estos, los juicios y nociones que tienen sobre el género y la sexualidad parecen corresponder a un modelo tradicional de "macho cubano", no sólo como estrategia de desidentificación homoerótica, sino como un modo relacional en sí mismo.

Sin embargo, existen entre los pingueros otros modelos más fluidos que apuntan a un cambio en las maneras en que los varones se identifican con la categoría hombres y ven al "macho" como algo viejo y arcaico. Para algunos de mis entrevistados, el significado del término hombre está más adscrito a una ética que a la sexualidad en sí misma. Por tal motivo, tratan de distanciarse de los pingueros y establecer otras redes y conexiones. "Muchos homosexuales son más hombres que muchos pingueros", señala Ángel, y agrega:

    Los pingueros malean el ambiente y relacionarse con ellos es malo porque en un lugar te pueden saludar y el extranjero puede pensar mal de mí, que me relaciono con delincuentes. A mí no me gustan los pingueros, tienen la mente muy sucia, les dan las pastillas a los yumas para dormirlos, para robarles o para que no se les pare la pinga y no tener que hacer nada. El peor enemigo de un pinguero es el propio pinguero. Yo he andado con algunos que creía que eran mis amigos y cuando me he descuidado ya le estaban dando el teléfono al yuma que estaba conmigo. Para mí la hombría es tener una ética...

Algunas de las narrativas que he recolectado para este trabajo ponen en crisis y desestabilizan la categoría hombres, que hasta hace muy poco parecía inmutable. "Yo soy un hombre independientemente de lo que haga en la cama, no me gustan esas definiciones, eso me parece cheo19, anticuado", subraya Arturo, otro de mis entrevistados. Reflexiones similares han sido recogidas por Carlos Ulises Decena (2011) en su trabajo con inmigrantes dominicanos en Estados Unidos, para quienes el macho no sólo significa una falta de modernidad y representa relaciones menos equitativas en lo sexual, sino que es visto sobre todo como un obstáculo para la movilidad social.

De acuerdo con los testimonios que me ofrecieron, al parecer, el contacto con extranjeros, así como la socialización dentro del "ambiente", han influido en que las nociones de estos sujetos sobre la sexualidad sean más abiertas y modernas. Sin embargo, aunque traten de distanciarse de la configuración del macho, reproducen un modelo "feminizado" de dependencia económica, anclada a una visión del hombre como proveedor. "Imagínate [me dice Ángel], él es el que tiene el dinero y me mantiene. Todo lo que tengo se lo debo a él. Yo trato de complacerlo en todo y la verdad es que no me puedo quejar".

Para algunos de los pingueros con los que trabajé, la idea del triunfo se traduce básicamente en ser mantenidos por extranjeros desde el exterior, o salir del país a través de ellos. Otros, en cambio, aspiran a reunir lo más pronto posible el dinero suficiente para montar un negocio que les permita salir de la "lucha". Sin embargo, la mayoría de mis entrevistados son jóvenes anclados al presente, con altos niveles de consumo y sin planificación, lo que hace que no puedan subvertir los procesos de subalternidad en los que se encuentran inmersos, porque los resultados económicos de "la lucha" rara vez se traducen en proyectos de vida que puedan cerrar los ciclos de pobreza e inmovilidad social.

Epílogo

El contexto cubano contemporáneo se ha convertido en un escenario postsocialista neoliberal muy a tono con las políticas globales de recortes de presupuestos en el sector estatal, incluso en sectores como salud pública y la educación, que han sido pilares fundamentales de legitimación política. Con la intención de "actualizar" el modelo económico para preservar la continuidad del socialismo en Cuba, el Estado cubano comenzó "un reordenamiento laboral", eufemismo estratégico para designar la política de despidos masivos20. Aparejado a esto, se ha promovido la emergencia del sector privado en el área de los servicios y la legalización de determinados oficios fuera del mercado de trabajo estatal. Sin embargo, la mayoría de los negocios no están en manos de los sectores excedentes del sector estatal, sino de determinadas élites asociadas con el turismo o con personas que han recibido el capital de sus familiares emigrados. El salario medio, de 450 pesos cubanos, alrededor de USD$20, no ha variado en años21 y se estima que el costo de la vida ha subido en un 20% en los últimos tiempos.

En un panorama donde el turismo se ha convertido en un sector económico clave, y se fomentan políticas internas de desarrollo limitado, basadas en la austeridad y en el ahorro, no es de extrañar que muchos de los jóvenes más descapitalizados, económica y culturalmente, sigan recurriendo al sexo no sólo como un modo de satisfacer sus necesidades básicas, sino de acceder a otros bienes y servicios.

El turismo ha sido descrito como un reciclaje de determinados modos de dominación colonial, por algunos estudiosos como Antonio Benítez Rojo (1992) y Amalia Cabezas (2009). Señalan estos autores que el modelo de plantación establecido en el Caribe durante el siglo XIX ha sido suplantado en la actualidad por el turismo, el cual ha tenido serias consecuencias en las culturas y las economías locales. Apunta Cabezas que bajo el modelo de "todo incluido" implementado en el Caribe, muchas playas fueron privatizadas y las comunidades cercanas fueron excluidas de la entrada a estos enclaves (Cabezas, 2009).

Hasta hace muy poco, los cubanos –a menos que fueran funcionarios del Estado, militares, vanguardias sindicales o "héroes del trabajo"– no podían entrar a los hoteles ni gozar de las facilidades del turismo. Antes, las prohibiciones formaban parte de la política oficial orientada al control ideológico y al ocultamiento de las diferencias de acceso y de oportunidades. Ahora, con la restauración de ese derecho en virtud de necesidades económicas y de ofrecer una imagen de cambio, el Estado cubano le ha otorgado al mercado una función reguladora, que excluye a una amplia gama de sectores sociales. De este modo, se han abierto muchas brechas dentro del modelo "igualitario" sobre el que descansaba la legitimidad revolucionaria, lo que ha generado fricciones y resentimientos con respecto al Estado.

Aunque el gobierno cubano ha tratado de proponer modelos turísticos alternativos no ligados al sexo, como el turismo de salud, el ecoturismo, así como el turismo académico, no ha podido subvertir las nociones globales de la isla como un territorio para el placer y el sexo. Incluso, muchos de los extranjeros que han visitado Cuba por razones ajenas al sexo, se han visto eventualmente incluidos en lo que O'Connell Davidson llamó "turista sexual situacional" (1996: 42), porque no vinieron a Cuba con ese propósito pero en algún momento tuvieron relaciones con hombres y mujeres cubanas a los que compensaron de algún modo.

Hasta aquí, he tratado de desestabilizar algunas de las nociones que han presentado al pinguero como una categoría estable y esencialmente económica asociada con el turismo sexual. No he privilegiado una lectura de índole moral, sino que he intentado de indagar en las múltiples intersecciones sociales de raza, género y sexualidad que confluyen en estos sujetos. Quedan pendientes para próximos proyectos, otras rutas de análisis y la exploración de otras áreas. En ese sentido, sería interesante una investigación destinada a los turistas con quienes estos individuos se relacionan, lo que pudiera enriquecer y complementar las lecturas sobre este fenómeno.

Notas

1 Este término tiene varias acepciones en el habla popular cubana. Aquí se utiliza para referirse a los extranjeros.

2 También en círculos ligados al turismo y a los extranjeros se mueven los fogateros, este vocablo recrea la identidad de sujetos masculinos urbanos insertados en un mercado de mujeres europeas que vienen a Cuba a consumir el mito de la sexualidad negra y mulata. Este término está articulado a partir de estereotipos de raza, como la hipersexualidad.

3 En Cuba no debe hablarse de una comunidad homosexual, sino de un ambiente homoerótico habanero (Sierra, 2006).

4 Algunas de las investigaciones foráneas sobre este tema han definido las interacciones entre cubanos y extranjeros a partir de los años noventa, como relaciones "instrumentales". De esta manera, no sólo se tiende a idealizar el periodo anterior a la crisis, sino también, a producir un conocimiento que nos construye desde una otredad desprovista de los valores más elementales.

5 Aunque siempre se corre el riesgo de que los informantes puedan fabular, simular y decir muchas veces lo que el investigador quiere oír, en este caso, el conocimiento situado y profundo del contexto y de la comunidad estudiada pueden servir para contrastar la información aportada por los sujetos entrevistados.

6 En los últimos tiempos se ha hecho muy común en Cuba que el turismo intelectual –con altas dosis de clientelismo político y disfrazado de un perfil académico serio–, genere conocimiento y discusión sobre determinados asuntos y temas. Muchos de estos trabajos se publican, incluso, en peer review journals, y se encuentran anclados en bases de datos de connotado prestigio y credibilidad. Otras veces, en cambio, muchos académicos serios prefieren no ir más allá de lo "políticamente correcto" para no perder los permisos de entrada al país y el acceso a las instituciones cubanas.

7 Tomo el concepto de estereotipo nacional ofrecido por el investigador mexicano Ricardo Pérez Monfort (2003).

8 Según Guillermo Núñez Noriega (2001), este modelo ha servido para organizar las relaciones sexuales entre varones según el papel erótico. En ese sentido, el papel "activo" sería desempeñado por un sujeto "masculino" y el papel "pasivo" por un sujeto "afeminado" o "menos masculino".

9 El control sobre sexualidad de las mujeres estaba a cargo de toda la colectividad, incluso del Partido Comunista y de las organizaciones de vigilancia como los comités de defensa de la Revolución (CDR). A los militantes comunistas se les conminaba a abandonar las filas partidistas si estos no dejaban a sus esposas en casos de adulterio o infidelidad.

10 Centros de trabajo que existieron en Cuba, de 1966 a 1968, para la "reeducación" de ciudadanos y su integración al marco de los valores socialistas. A estos campos fueron enviados homosexuales, religiosos y otros sujetos que se salían del marco simbólico establecido por el paradigma del "hombre nuevo".

11 Yuma es un vocablo que proviene de la jerga callejera y del habla coloquial cubana, y se utiliza para referirse a los extranjeros, sobre todo estadounidenses, aunque también se emplea con otras nacionalidades europeas que hablan el idioma inglés. También se utilizó el vocablo pepes para designar a los extranjeros, fundamentalmente españoles, y es el hipocorístico del nombre propio hispánico José, muy extendido en España.

12 Esta expresión se utiliza para describir relaciones sexuales lésbicas.

13 En el 2011, el Ministerio de Justicia publicó en la Gaceta Oficial de la República, un modificativo del Decreto 217 que exceptúa de esos trámites al cónyuge, a los hijos, padres, abuelos, nietos y hermanos del titular de la vivienda, que hasta entonces no podían residir en la capital sin atenerse a los requisitos que ya he comentado.

14 Aunque en Cuba no existe una ley que prohíba el trabajo sexual, en 1999 se hizo ley el artículo 17 de la Ley 87 de 1999 que modificó las penas para los individuos que promovieran la prostitución. Con esta modificación, las condenas para quienes de algún modo promovieran a personas a entrar en la prostitución o en el comercio sexual.

15 Ley 62 (Código Penal), modificada por la Ley 87, Título XI, Capítulo I, artículos 72, 73, 74, 76 y 86.

16 Chicos de playa, son gigolós que tienen relaciones exclusivamente con turistas extranjeros, y proveen servicios sexuales y compañía tanto a hombres como a mujeres.

17 Definición racista que se utiliza en Cuba para referirse a las personas que provienen de la región oriental del país.

18 Para más información sobre las identidades trans en el contexto cubano, véase Abel Sierra Madero (2006).

19 Término bastante utilizado dentro del "ambiente" para describir a sujetos heterosexuales con posturas machistas y homofóbicas.

20 El gobierno del general Raúl Castro inició en el 2010 un proceso de despidos masivos mediante el cual debieron quedar excedentes 500.000 trabajadores hasta marzo del 2011, que constituyen el 10% de la fuerza laboral.

21 Según Carmelo Mesa-Lago, aunque hubo un pequeño incremento en el salario nominal y en las pensiones, sus valores reales están, respectivamente, 73 y 50% por debajo de los niveles de 1989 (2011: 27).


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