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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.39 Bogotá July/Dec. 2013

 

Identidades en tránsito urbano: prácticas corporales en desplazados hacia Medellín*

Identidades em trânsito urbano: práticas corporais em desplazados para Medellín

Identities on urban transit: corporal practices of forcefuly displaced people to Medellín

Rubiela Arboleda Gómez**

* Este artículo es resultado de la investigación "Improntas política-motricidad y su mediación en la relación cuerpo-ciudad de los desplazados hacia la ciudad de Medellín", realizado entre el 2010 y el 2012 con el respaldo de la Universidad de Antioquia. La investigación la desarrolló el grupo de Cultura Somática del Instituto de Educación Física de la misma Universidad.

** Licenciada en Educación Física; Antropóloga; Magíster en Problemas Sociales Contemporáneos de la Universidad de Antioquia; y Doctora en Estudios Científicos Sociales del ITESO, Tlaquepaque, Jalisco (México). Docente titular del Instituto de Educación Física de la Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia). E-mail: ursula59@hotmail.com

{original recibido: 26/07/2013 · aceptado: 16/09/2013}


En este artículo se presentan hallazgos de la investigación "Improntas política-motricidad y su mediación en la relación cuerpo-ciudad de los desplazados hacia la ciudad de Medellín", realizado entre el 2010 y el 2012. se propone identificar prácticas emergentes relativas a la dimensión política en nexo con la motricidad, que favorecen la reconfiguración identitaria en el tránsito rural-urbano, producto del destierro y en el marco del conflicto armado en Colombia. se concluye con el papel de la política vinculada al cuerpo en el proceso de adaptación de los sujetos desterrados en la ciudad.

Palabras clave: cuerpo, ciudad, desplazados, identidad, política.

Este artigo é resultado da pesquisa "Improntas política-motricidade e sua mediação na relação corpo-cidade dos desplazados para a cidade de Medellín", realizado entre 2010 e 2012. Propõe-se identificar práticas emergentes relativas à dimensão política em nexo com a motricidade, que favorecem a reconfiguração identitária no trânsito rural-urbano, produto do desterro e no marco do conflito armado na Colômbia. Conclui-se com o papel da política vinculada ao corpo no processo de adaptação dos sujeitos desterrados na cidade.

Palavras-chave: corpo, cidade, desplazados, identidade, política.

This article is the result of the investigation "Improntas política-motricidad y su mediación en la relación cuerpo-ciudad de los desplazados hacia la ciudad de Medellín.", carried out between 2010 and 2012. It aims to identify emerging practices related to the political dimension in connection with mobility, which favor the identity's reconfiguration during the rural-urban transit, resulted from the exile, framed in the armed conflict in Colombia. Finally, it shows the role of body-bound politics in the adaptation process performed by individuals exiled to the city.

Key words: body, city, displaced people, identity, politics.


Este artículo es derivado de la investigación "Improntas política-motricidad y su mediación en la relación cuerpo-ciudad de los desplazados hacia la ciudad de Medellín"1, realizada entre el 2010 y el 2012, con la cual se quiso atender a la pregunta ¿cómo se evidencia en las dimensiones corporales — específicamente en la relación política-motricidad—, aspectos de la adaptación experimentada por los desplazados al llegar a la ciudad?

Los desplazados en Colombia arriban a un contexto sociocultural en el que sus patrimonios materiales y simbólicos no pueden ser desplegados conforme a sus usos y costumbres; desde sus recursos históricos, antropológicos, personales y colectivos, y sus lecturas del entorno, generan reacciones y soluciones frente a un medio amenazante como Medellín, que muchas veces no se ajustan a las expectativas de los citadinos. La corporeidad es expuesta y marcada de forma que la identidad, entendida como aquello que capacita al individuo para contestar a las preguntas por sí mismo y por los otros, se camufla en la búsqueda de la sobrevivencia. Los desterrados requieren reconfigurar sus referentes identitarios y, consecuentemente, sus prácticas corporales, lo que entraña acomodamientos poco inteligibles, tanto para sí mismos como para sus receptores; esto presupone un proceso adaptativo de doble vía cuerpo-ciudad. Interesa identificar cómo el desplazamiento afecta la cultura corporal de las víctimas y cómo activa complicidades que les permiten soportar las vicisitudes del destierro.

Nociones básicas

Con cultura corporal se hace referencia a la comprensión del cuerpo en su relación con el contexto social y cultural (Mauss, 1932; Bourdieu, 1991; Turner, 1989; Pinzón y Suárez, 1999; Montoya, 2001; Pedraza, 1999; Le Breton, 2002; Serres, 2011; Csordas, 2011). En otras palabras, este concepto se asume como las concepciones y posicionamientos con respecto al cuerpo en los diferentes ámbitos, es decir, aquellos modos en que las particulares acepciones de los sujetos y los grupos se expresan en las prácticas; como las formas en que la memoria corporal enuncia las inscripciones (Turner, 1989) de los acervos culturales que la circundan. Consecuentemente, el cuerpo se propone como un registro de la vida colectiva y como generador de ésta; en la corporalidad se exhiben las maneras en que las lógicas locales y globales relocalizadas se filtran por los intersticios de la cotidianidad hasta consolidarse como hábitos. Así, la cultura corporal refiere los contenidos materiales y simbólicos que alimentan la dialéctica cuerpo/cultura, contenidos que se "encarnan" y expresan en interacciones, imaginarios, acciones y reacciones, experiencias e idealidades.

La política se entiende como la manera de experimentar la vida juntos; zona en la que nos advertimos como sujetos; sustrato que connota dos implicaciones: el grupo y lo público. Es aquella estructura tácita que orienta la vida colectiva hacia el bien común; configura las estrategias de control, reglamentación, distribución, organización, protección y resistencia. Las posibilidades para la pluralidad, la distinción, el reconocimiento y el respeto a las diferencias son del resorte de la política. En la base de la noción se encuentra la tensión individuo/colectivo, particular/general, similar/diverso, orden/desorden, no se reduce pues a las instituciones que han instrumentalizado la vida.

La política es artífice de los términos —límites y laxitudes— de la escena social, en correspondencia con el deseo de fomentar un proyecto idealizado de ciudadanos y ciudadanía; en palabras de Lechner: "La política es la conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado [...]. La configuración de las memorias colectivas y de los sueños de futuro condiciona la concepción del orden político" (2002: 84). Esta esperanza de futuro, "horizonte de espera" (Koselleck, 1996), orden soñado, compromete al otro y así al cuerpo; un deber ser hecho carne y visible en las prácticas: íntimas y públicas, rutinarias y extraordinarias; en las demandas del diario transcurrir y en la excepcionalidad de la fiesta. En cada manifestación se inscribe pues la disposición que guía al mundo. En este sentido, la idealidad social tiene asiento en la corporeidad y es asunto expreso de las regulaciones, controles, normativas y reacciones; es ésta una deriva de la política a la biopolítica.

La motricidad es entendida como un movimiento asistido por la conciencia, la propositividad, la voluntad, un animus que desprende el cuerpo del sustrato mecánico, objetival, de la física. Esta acepción ha posibilitado desarraigar la corporalidad de la perspectiva meramente instrumental. En esta indagación se vincularon dichas manifestaciones motrices a las reacciones políticas, como estrategias de resistencia ante los quebrantamientos identitarios tramitados por el destierro.

La identidad adquiere aquí el sentido de pertenencia que inviste de significado a la persona, permitiéndole la construcción de su yo, en lo cual cooperan las percepciones de los demás en un contexto cultural determinado que genera la semejanza con el nosotros, la diferencia con los otros, y establece, desde el territorio, "un adentro" y "un afuera". Se trata de un proceso cultural y político y, consecuentemente, una forma de asumir el mundo en permanente reelaboración. No es única ni inamovible, muta en la experiencia del pluralismo cultural, de la globalización, de la relocalización y de las migraciones (Arboleda, 2009). "En el fiero y nuevo mundo de las oportunidades fugaces y de las seguridades frágiles, las innegociables y agarrotadas identidades chapadas a la antigua simplemente no sirven" (Bauman, 2005: 64).

El territorio, categoría significativa del bastimento de la identidad, se asume aquí como el espacio colectivamente construido, cargado de sentido, que más allá de los límites topográficos, desborda la materialidad tangible y ponderable. Lugar humanizado que refleja una comodidad técnica y simbólica; como Leroi-Gourhan (1971) señala, es percepción y producción reflexionada de ritmos y valores, constitución de un código de emociones que garantiza la inserción del sujeto en la sociedad. La domesticación simbólica de espacio y tiempo es repetida con producciones y términos de valoración diferentes, desde el asentamiento precario hasta la ciudad que se autoinvoca como perenne.

Una última noción básica es la de ciudad que, en sentido estratégico, se define como el escenario urbano, opuesto a lo rural, habitado por una cantidad importante de personas de diferente procedencia; polo de desarrollo de la administración, los servicios y la industria. En Colombia, la ciudad se ha conformado a partir de los años sesenta, justamente con la violencia como su sustrato fundacional; se erige como una emergencia cultural en la que se condensan tanto las prácticas "civilizatorias" provenientes del nominado mundo occidental por la vía de la colonización y el sometimiento, como la apropiación de éstas en los espacios locales, conformados por migrantes de distintas provincias, lo que le otorga un tinte polifacético, variopinto y complejo.

Apuntes metodológicos

Para avanzar en la comprensión de la función de las prácticas corporales —dimensión política articulada con la motricidad— en la construcción de dispositivos para el redibujamiento de la identidad, producto del destierro hacia el escenario urbano, se siguió una ruta ubicada dentro del marco de la etnografía reflexiva (Hammersley y Atkinson, 1994; De Souza, 2009; Guber, 2001; Galindo, 2000; Rosaldo, 1989; Arboleda, 2011). Resignificación de la etnografía en la cual el investigador está implicado en el acto mismo de investigación: una ida y vuelta del dato que anticipa las múltiples realidades factibles.

El grupo de interés fue conformado con tres perfiles de actores: veintiséis desplazados (E1) sin diferenciación étnica o de procedencia, en este grupo quedaron incluidos afrodescendientes, indígenas y mestizos; seis empleados que trabajan en instituciones vinculadas con los desplazados (E2); y cuatro personas de la comunidad receptora (E3).

Se delimitaron los siguientes lugares: Plaza Minorista (1), iglesias de San José (2), Veracruz y Candelaria (3, 4); parques de Bolívar (5), San Antonio y Berrío (6, 7); instituciones para la atención al desplazado como la Unidad de Atención al Desplazado (UAO) (8) y el albergue temporal de Villa Hermosa (9).

Empíricamente, la política se rastreó desde las siguientes categorías: organizaciones —comunitarias, redes externas— como respuesta de los desplazados ante las amenazas del destierro; normativas —legales y legítimas— generadas a partir del ingreso de los desplazados en la dinámica social hegemónica citadina; y las instituciones —instancias reguladoras de la vida (IRV), instancias gubernamentales (IG) y organizaciones no gubernamentales (ONG)— que apoyan a las víctimas del conflicto armado. Dichas categorías descriptivas permitieron observar las huellas de los dispositivos emergentes en el cuerpo —de protección, regulación o resistencia—, producto del desplazamiento rural-urbano. La motricidad se abordó como cotidianidad —doméstica, laboral, íntima— y como expresión motriz —deportes, juego, bailes, etcétera—. La motricidad se ha interpretado desde la lógica política, más que como dimensión per se.

Las estrategias de acercamiento fueron, a saber: diarios de campo y observación por escenarios y entrevistas semiestructuradas (tres guías correspondientes a cada categoría de actor). Para este artículo se privilegiaron las voces de los actores por la vía de los testimonios y se recodificaron con el número de la entrevista y el lugar de procedencia o la oficina de vinculación, mientras que el investigador emerge en el análisis e interpretaciones.

El análisis fue conducido por el siguiente itinerario: objetivación del dato (artesanal y a través de Excel), construcción de categorías analíticas, su socialización, inferencias y discusiones. Los testimonios se filtraron a partir de las subcategorías, se organizaron y registraron en nexo con los hallazgos y las inferencias.

Hacia la interpretación

Las organizaciones: el cuerpo protegido

Las redes sociales son una forma organizativa que encierra solidaridad, diferenciación y defensa. La primera noche del desplazamiento, aquel momento decisivo en el que se abandona el territorio y así la identidad para hacer parte de la masa de desterrados, representa el ingreso de los campesinos en un universo inédito, en un abanico de opciones inexploradas, en una sociedad y en una cultura ignotas; es exponerse a un sinnúmero de vicisitudes. Este panorama se manifiesta en miedo a la muerte, a lo desconocido, al otro, a lo nuevo, a los padecimientos, al no futuro. La llegada a la ciudad signa al desplazado; surgen preguntas como: ¿para dónde coger? ¿A quién acudir? ¿Qué comer? ¿Dónde dormir? ¿Qué le proveo a mi familia? ¿De qué servicios sanitarios dispongo? ¿Qué hacer? Estos interrogantes sintetizan inquietudes vitales, centradas en el cuerpo y sus afanes; se convierten en ideas fijas para quienes arriban a Medellín luego de una salida súbita, precipitada por una atmósfera amenazante y sin una planeación previa. "Al principio fue duro, me sentía como encerrada, muy mal, como derrotada. Me peguntaba ¿qué va a pasar conmigo? ¿Qué voy hacer? ¿Qué va a pasar con mi familia? ¿Qué voy a hacer con esta gente?" (E1 Campamento).

Para los desplazados los lugares más frecuentes de arribo a Medellín son, a saber: las terminales de transporte Norte y Sur, las plazas de mercado Mayorista y Minorista y los parques centrales, en tanto hay "techo", servicios sanitarios y comida, y en cierto modo están asegurados; estos espacios están permanentemente habitados y significan un primer encuentro con la población receptora, no siempre amable, confiada o confiable.

Los receptores portan distintas adscripciones sociales: familia, amigos, conocidos o transeúntes, "gente de buena voluntad" que tiene a bien colaborarles a las familias desplazadas. En ocasiones estas gentes son las primeras en asistir al desterrado y a su parentela. "Muy duro. Llegué con lo que tenía puesto; hasta llegué todavía mojada. Los niños en pantaloncillos, descalzos, no me traje nada. Primero llegué a Belencito, a la calle, y ahí me quedé dos días y luego una señora nos recogió y nos fuimos para Caicedo" (E1 Carupia).

Los rostros, las posturas, los atuendos, los aperos, la manera de estar —el rictus corporal— dejan en evidencia al desplazado recién llegado, lo señalan de tal forma que se le reconoce a distancia, y es allí donde se empiezan a tejer las redes sociales de apoyo e inserción urbana:

    Uno los identifica porque se siente que no hacen parte de la ciudad; se sienten como perdidos, tienen una actitud de pedirle al otro, e incluso en la misma disposición corporal como esperando algo de no sé qué, como esperando que de la ciudad les caiga algo... Me ha llamado mucho la atención un asunto que tiene qué ver con el cuerpo y es por ejemplo cuando uno sube a Chococito [asentamiento de afrodescendientes], la actitud de los viejos desplazados, o sea un viejo que ha vivido sesenta años en cualquier corregimiento o vereda, y llegan a una ciudad de éstas donde no tienen el río, no pueden ir a pescar, no pueden cantar, no conocen a nadie y la actitud es como "agachar la cabeza", y son como esperando la muerte, por así decirlo (E3 Diversidad Étnica).

La familia sigue siendo una instancia reguladora de la vida, protectora y demandante. De ésta dirá Arendt:

    En la medida en que se construyen cuerpos políticos de la familia y se los entiende a imagen de ésta, se considera que los parentescos pueden, por un lado, unir a los más diversos y, por otro, permitir que figuras similares a individuos se distingan las unas de las otras [...]. Las familias se fundan como albergue y fortificación en un mundo inhóspito y extraño en el que uno desea establecer parentescos [...] (1997: 45-46).

Los lazos de consanguinidad median en la toma de decisiones e invisten el desplazamiento de un carácter biopolítico, por cuanto obedece a disposiciones involuntarias, forzadas por los hechos, y someten al cuerpo a los acontecimientos impredecibles que le depara la salida, tal como lo narran las víctimas:

    Uno no decide ser desplazado, a uno lo hacen venir. A mí me dieron unas horas contando desde el mismo momento que estábamos en la reunión. Por ejemplo, haga de cuenta que aquí estamos en una reunión liderada por malos. Va uno a decir las cosas y le dicen "andate"... ¡Hágame el favor! A mí me pareció, dentro de la ley de Dios, que era lo más... entonces el comandante me dijo lo siguiente: "Para usted no tener que ser abono de la tierra o comida de los peces, le doy veinticuatro horas para que me desocupe la región, y a partir desde ya" (E1 Samaná).

Una condición básica en la formación de un sujeto político es la autonomía, la capacidad de optar, la posibilidad de acercarse al consenso y de aceptar el disenso. La dimensión política de la cultura corporal implica velar por sí mismos, asumir la vida y "tomar el propio cuerpo entre las manos"; estos atributos son absolutamente vejados por el conflicto en el proceso de desplazamiento.

La parentela juega un rol destacado al iniciar el proceso de inserción en la nueva vida, pero los desplazados no siempre tienen familiares o no pueden acudir ellos, y si lo hacen es temporalmente, por las propias condiciones económicas de éstos. Como quiera que sea, los parientes representan una alternativa importante ante esta emergencia y, paradójicamente, es el cuidado del hijo/a, del esposo/a, padres y demás, lo que empuja a la huida. "Yo me vine con la niña, mi nieta, la mamá de ella es hija mía, allá lo único que quedó fue un cuñado" (E1 Miraflorez). "Con mis cuatros hijos y mi mamá. Un hermano que se quedó allá con ocho hijos que se regaron y se fueron a otro pueblo" (E1 Santander).

La noción de familia se resemantiza según el sustrato étnico. Para las negritudes, la genealogía se conforma más allá de la consanguinidad, y esto garantiza mayor seguridad como grupo; para los indígenas, el sistema de parentesco se enlaza con el de creencias; las interacciones pasan por las concepciones de lo sagrado y del gobierno. Para todos, la familia se ha revalorado como esquema de protección. El siguiente testimonio ilustra esta experiencia en los indígenas: "En Medellín es de la única parte que yo he escuchado del Cabildo Chibcariwak que está en el área metropolitana, y tengo unos familiares, pues, que llevan quince, dieciséis años acá y están en el Cabildo Chibcariwak, y por eso me han ayudado" (E1 Campamento).

Otro hilo significativo en la red social son los amigos y conocidos, quienes encarnan un soporte inicial fundamental:

    Una amiga me dijo que llamara a un teléfono y le dije que yo me había desplazado con toda mi familia y ella nos recogió y nos fuimos para Caicedo (E1 Mutatá). Acudí a unos amigos que tengo acá. Pasé todo el tiempo con mi amiga. Ellos me ayudaron mucho; me daban mucho ánimo, muchas veces me decían: "Pues para pagar servicios" (E1 Campamento).

Pero los amigos no pueden adjudicarse la carga emocional, económica y social que arrastra la presencia de los desplazados en el espacio privado, entonces estos últimos optan por aprovechar al máximo las oportunidades que obtienen al llegar para avanzar hacia sus propias búsquedas; una especie de acomodamiento a un sitio que se intenta domeñar por la senda de la cotidianeidad.

La mendicidad es otra manera de percibir el apoyo solidario de las redes sociales: pedir limosna y recibir donativos, en todas sus versiones. Esta relación de pedir-recibir se torna en una forma de sobrevivencia en Medellín: "A veces me voy para la Minorista. Busco, pido limosna [...]" (E1 Mutatá). "Es que aquí uno no consigue trabajo. Aquí si uno no sale a pedir como lo estamos haciendo, básicamente uno no consigue" (E1Samaná).

Precarios modos de "producción" son frecuentes en los lugares del centro de Medellín visitados para este estudio. Allí la mendicidad se asocia automáticamente con la situación del destierro; se trata de una identidad imputada por los receptores, correlato del ser desplazado, a veces contradictorio con los propios principios de los desterrados: "A nadie le pido ni pa' un tinto... me da pena pedir hasta doscientos pesos" (E1 Betulia).

Ubicar al desplazado en el lugar de la mendicidad y al receptor en el lugar de la caridad es una manera de "evitar el contagio", y un modo específico de ese "experimentar la vida juntos". "El desplazamiento es algo feo, algo aterrador, se siente uno como ya discriminado. En el momento en que le dicen a uno, 'sos desplazada', yo no podía como asimilar esa palabra: 'Sos desplazada'" (E1 Campamento).

Esta identidad-estigma adquiere matices políticos al "pintar" una línea imaginaria entre esos extranjeros que llegan a la ciudad y "nosotros", es decir, los que se declaran nativos. Sobre los primeros sobrevuela la sospecha: "Por algo pasan las cosas", y se yerguen como amenaza; sobre los segundos, la identidad del desplazado deviene en certeza sobre la propia identidad: "El que nada debe nada teme", "mantra" que protege a quien no ha padecido el destierro, que le asegura no ser eso que no quiere ser y que teme llegar a ser: "Hermano, el sentimiento que yo pienso es sentirme rechazado de la sociedad. Como los derechos violados, discriminados, y pienso que es como lo peor de ser desplazado... a uno lo miran como bicho raro donde llega uno" (E1 Samaná).

Con la mendicidad, el cuerpo es expuesto a los acaecimientos de la calle: el tránsito, el tráfico, los cambios de clima, la contaminación medioambiental (ruido, basuras, imágenes, olores, etcétera) y el ritmo acelerado de los que cruzan y habitan el centro, ello contrasta con el territorio abandonado y con las características rurales.

Una estructura organizacional que resulta primordial para los desplazados son las juntas de acción comunal (JAC), las cuales permiten la identificación de las necesidades básicas, establecer un orden distributivo de los escasos recursos y apelar a la grupalidad como salvaguarda.

En los asentamientos, el líder comunitario, elegido democráticamente, encarna la autoridad, la equidad y la alternativa. Son investidos más de deber que de poder: mitigar la angustia de la transitoriedad que habita a los desterrados, sensación insufrible para el ser humano que pone el cuerpo en vilo al evocar su condición efímera.

Las JAC conectan con la elaboración y apropiación de normativas, lo que es fundamental para los desterrados; consecuentemente, los líderes comunitarios son investidos de una "máxima autoridad" para su promoción y cumplimiento. Éstos favorecen las negociaciones y median en la repartición de los espacios ocupados (o invadidos) por los migrantes forzados; hacen cumplir la regla distributiva habilitada por los lugareños, que es la más relevante en tanto la vivienda, como resguardo y protección de una corporeidad asechada por el frío, el hambre, la noche, la intemperie y los otros, entraña la mayor preocupación en el proceso de acomodación urbana. En palabras de un presidente de la JAC:

    Soy presidente porque desde que llegué aquí al barrio me ha interesado mucho colaborarle a la comunidad... No, aquí no se puede llegar a meter cualquier particular, en caso de que hayan espacios se ubica la gente misma de acá que hay muchos que están viviendo inclusive de arrimados o pagando arriendo por ahí donde un vecino, y hay muchos que no tienen donde vivir, entonces se le daría prelación a la misma comunidad de acá, para particulares en el momento no hay espacio, lógico que uno no le puede negar el derecho a nadie pero en el momento no hay dónde ubicar más gente (E1 Tolima).

Los escenarios se establecen paulatinamente con quienes van llegando, ello demanda mediaciones para la aceptación de un nuevo integrante de la colectividad; las disputas y negociaciones son connaturales a la adaptación a la ciudad y al grupo, que muchas veces no se elige. Y esa tensión entre pugnas y alianzas es lo que finalmente se legitima para devenir comunidad.

Los asentamientos recuerdan que el gregarismo ha sido una estrategia política de primer orden en los grupos humanos, afinada por siglos. El sentido de pertenencia suscitado por la inscripción al colectivo deviene vínculo protector. La comunidad, en el sentido de Bauman (2003), se erige como posibilidad vindicativa de intereses corporativos dirigida hacia el bien común. Los nexos que proporcionan las búsquedas y los afanes de la colectividad garantizarían una mayor probabilidad de logro; las necesidades básicas se perfilan como rasgo compartido, trazos de la "común unión" que caracteriza a sus portadores. "Mundo común, comunidad de cosas, que nos une, agrupa y separa, a través de relaciones que no supongan la fusión" (Arendt, 1997: 21). Ahora bien, también hay un "tiempo urbano" en torno al cual se realizan ajustes, como los denominados recorridos, voz acuñada para describir las rutas utilizadas para pedir limosna:

    Nosotros mismos le pusimos ese nombre porque es que uno camina todo el día... usted no se sienta para nada. Usted empieza el recorrido y es dele, dele, hasta que llega acá a la plaza y ahora sí descansa... Ahora me estoy engordando porque yo estaba más seca, yo estaba más flaquita y... me estoy engordando... Los recorridos los acordamos entre quienes salimos a pedir... para no quitarle a nadie lo que le vaya a tocar. Y pues, yo sí me voy más lejos. Entonces no molesto a los otros que piden más cerquita... (E1 Soruco).

Organizar los "recorridos" conlleva la distribución de horarios, fechas, días, calles y recesos para cada quien; este trato debe ser respetado para su funcionalidad y en atención al principio de equidad en lo relativo a las alternativas de sobrevivencia propias de Medellín. El recorrido se convierte en forma de producción legítimamente reglamentada con la cual se intentan satisfacer las necesidades vitales.

Caminar largos tramos, ir de puerta en puerta, llevar la carga de lo obtenido, batallar con los rigores del clima, además de soportar la mirada sospechosa del otro que obra desde la seguridad de su territorio, recae sobre la corporeidad del desplazado y afecta su integridad. El cuerpo de quienes realizan "el recorrido" es marcado por las inclinaciones de las calles, las escaleras, las aceras, el tráfico, el peso de su equipaje, las vías y direcciones y, más aún, por las miradas, los comentarios, las experiencias e interacciones con los nativos; a su vez, la ciudad es "cincelada" por el andar de estos nuevos mendigos, por los pasos que los llevan hacia rumbos desconocidos que, sin embargo, engraman con sudor, necesidades y sueños:

    [...] la única parte de Medellín que yo no he conocido es [...] porque haciendo los recorridos ya conozco a Rionegro, a Santafé de Antioquia, a Marinilla, a Barbosa y no, no veo más... Al Hueco, al parque Berrío, al parque San Antonio, a La Playa, o sea que todo eso ya. Yo conozco muchos pueblos, conozco aquí en Medellín, siempre he recorrido bastante (E1 Soruco).

Se crea así otra cartografía de Medellín, otra división política, se dibuja otro paisaje y se hace circular otra mercancía. Justo es reconocer el valor ecológico del recorrido en lo relativo al reciclaje de ropa, zapatos y otros artículos, por lo general archivados en las casas. Cuerpo y ciudad interactúan en una estrecha dialéctica de mutua afectación.

Otra alternativa organizacional son las comunidades lúdicas, un "nosotros" redefinido por el espacio y las prácticas motrices que brindan al desplazado la posibilidad de diversión, entretenimiento, juego y deporte: "Voy al Jardín Botánico, estuvimos en una actividad y lo pasamos todo rico... y al Parque Norte. Nosotros hemos ido a muchos lugares... ese grupo sí, a mí sí me gusta, uno la pasa muy rico, uno se divierte mucho, con juegos y de todo tipo de ejercicio" (E1 Soruco).

Las prácticas motrices devienen en texto y pretexto: contienen una motivación por el placer del "cuerpo en movimiento", y se dibujan como una vía de acceso al otro, al grupo, y como posibilidad de la "reparación" (Blanchard y Cheska, 1996), de redibujamiento de la "distinguibilidad" (Giménez, 2000). Para las negritudes, la danza representa lo propio, lo nativo, lo que ellas se reconocen y lo que les reconocen; al respecto, dice el líder afrocolombiano de Diversidad Étnica en Medellín:

    En los asentamientos afro es tradicional ver los bailaderos; puede ser una casa que la adaptan para bailar en las noches y en el día es zona de juegos de azar... Las mujeres acuden mucho a los bailaderos. Hicimos un diagnóstico rápido en la comuna ocho donde hay más población afro y se encuentra muy fuerte [...] en el Pacífico lo tenían y aquí hacen uso de eso... muy fuerte la danza en los jóvenes, la música... (E2 Diversidad Étnica).

La danza, como "rumba" y como ritual, exalta el potencial de la motricidad en la reconfiguración identitaria: la etnomotricidad, esto es, el cuerpo en movimiento que denota las singularidades y significaciones del sujeto y del grupo. He ahí un acento político del baile (Martín-Barbero, 1986).

    Estuvimos con un grupo de mujeres... eso era una rumba con música de tambora como toda del Chocó. Ahí sí bailamos porque la música es muy chévere y vino mucha gente... de Bucaramanga, de Cartagena, y los pusieron [a] hacer la comida de las negras; yo hice las panelitas con coco, otras el arroz con coco, otras el pescao con coco, otras los tamales de arroz... la mayoría hicimos algo (E1 Soruco).

Políticamente, estas formas de organización, propias y apropiadas, se pueden leer como estrategias de autocontrol y de resistencia, una reacción del cuerpo desplazado ante la ciudad.

Normativas: el cuerpo reglado

Una expresión de la política en su más tradicional sentido es la norma como posibilidad de la comunidad. Las sociedades modernas tienen un aparato estatal con leyes prescriptivas y proscriptivas avaladas por la estructura gubernamental. Sin embargo, todas las sociedades, simples y complejas, han creado una base elemental de interacción en los códigos de vida compartida. En ocasiones esos "manuales de comportamiento" se originan en la lógica de la cotidianidad, no pasan por lo legal instituido, pero sí cumplen una función reguladora legitimada en el escenario de intervención. Son acciones de facto con consecuencias también fácticas que, dadas las circunstancias, imponen al desplazado un modo de construcción de lo social, lo que para Martin-Barbero (2002) constituiría una socialidad: la propia sociedad haciéndose, lo que demanda normativas legales y legítimas, ambas insustituibles.

En Colombia, el carácter de desplazado se define por la Ley 387 de 1997, la cual explicita que los desterrados son responsabilidad del Estado2, no obstante, esta condición no sólo la otorga cumplir con las características allí definidas: algunos migrantes se sienten desplazados por factores económicos.

Los beneficios legales que podrían obtener los desplazados están limitados por el tiempo y por la estabilidad socioeconómica alcanzada, aun así, hay quienes asumen permanentemente esta condición, por motivaciones como las siguientes: recibir la ayuda prometida por el Estado; aprovechar los intersticios de la ley para obtener alguna ventaja; no lograr un autosostenimiento; no articularse a la lógica productiva de la ciudad; no tolerar ser abandonados; negarse a aceptar sus pérdidas impunemente, sin una instancia que asuma el encargo de resarcirlas; y porque la larga estancia en Medellín no es garantía de logros. El estigma del desplazamiento transita hacia identidad como consecuencia de la misma Ley de Desplazados.

Las personas abordadas en este estudio llevan entre dos y quince años como desplazados porque, además de la estabilidad económica obtenida por permanecer en esta condición, requieren de otras características que les permitan mudar, una vez más, de rol. Un testimonio, luego de trece años de llegar a Medellín, enseña que aquello que se "mueve" en un cambio de territorio va más allá de la posibilidad de tener comida y techo.

    Extraño bañarme en la boca toma del río... El clima de aquí de Medellín es muy parecido al de allá. Quisiera ser agricultor o manejar gente, porque la vida en la ciudad es muy acosada. La falta de trabajo... lo mantiene a uno muy agotado. Uno se mantiene "asado y comiendo", adagio del Tolima, mi tierra. Llevo trece años y no me adapto... hasta dejé de ir a fútbol porque el equipo al que le voy es de otro lado (E1 Tolima).

La necesidad de declaración de lo vivido y el requerimiento de un otro que lo avale y dé paso al reconocimiento como sujeto del desplazamiento, implica recurrir a componentes básicos de la identidad. Como categoría política, la ley, en la figura del Registro Único de la Población Desplazada (RUPD), opera como estrategia para el control. ¿Qué hay que demostrar para ser aceptado?, ¿no basta la experiencia, el padecimiento, el miedo registrado en el cuerpo?, ¿o es menester exponer las heridas tangibles de la violencia?, ¿demostrar que hubo muertos en la familia? El procedimiento lo sintetiza una persona que ha trabajado en la UAO:

    En la Acción Social tienen por ley quince días para valorar. Para esto hacen rastreos, usan base de datos, van a los sitios de donde es la persona. Y esa indagación tiene dos resultados: queda incluido como población desplazada en una base nacional de datos, que la llamamos Redes (RUPD), o no queda incluido, porque su versión es contradictoria (E2 UAO).

¿Por qué interesa vigilar los cuerpos desplazados?, ¿qué es lo que evidencian? Tal vez esa vergüenza de ser Colombia el país con más desplazados y refugiados internos en el mundo3, o la inoperancia, la propia culpa de un Estado desplazador; pero a despecho de cualquier razón que se esgrima, en cada cifra alterada se busca reducir el número de personas desplazadas: se redondea la cantidad de víctimas. Esto hace del RUPD un dispositivo más de la biopolítica: regulación y constricción del cuerpo y sus contingencias.

    Nosotros clasificamos en 3 tipos los núcleos familia res: A, grupos de 1 o 2 personas; la pareja o uno solo, o padre e hijo o madre e hija. Estas familias reciben $650.000; $644.000 para 3 meses... El tipo B, son los que tienen de 3 a 5 personas y reciben $1.044.000 trimestral. El tipo C que es de 6 miembros o más, recibe $1.426.000 (E2 UAO).

En esta singular taxonomía de las necesidades de los grupos desplazados se acentúa la práctica biopolítica ejecutada mediante leyes y estatutos; se calcula en pesos por personas el drama vivido ante el destierro: "Yo le pregunto a usted respetable caballero. ¿Usted cree que es justo? Hoy hace tres meses coloqué un derecho de petición en la Acción Social, para que la Acción Social me diga a mí, que mi vínculo familiar era tipo B... y me correspondían $975.000 pesos" (E1 Samaná). Y, de esta manera, se valoran tanto las necesidades básicas como los correlatos emocionales, sociales e identitarios, el cuerpo es ponderado a partir de las lógicas económicas.

El cuerpo del desplazamiento: entre esperanzas y desencantos

Las instituciones simbolizan la consolidación de la política en la modernidad. Intervienen en las dinámicas que establecen la vida con otros y entre otros, cumplen la función de andamiaje desde el cual se posibilitan diferentes maneras de movilidad según los requerimientos y demandas de quienes lo utilizan; la sociedad y sus instituciones son una especie de telar en el cual se hilan diferentes entramados: sistemas de creencias, recursos artefácticos, creaciones estéticas, tradiciones, costumbres, interpretaciones del mundo y universos de sentido.

El Estado es la instancia protectora de la cual han de emanar edictos que permitan salvaguardar la dignidad y la vida. Los entes gubernamentales representan las estructuras que harán efectivos los dictámenes legislativos. Lamentablemente, el Estado colombiano no cumple como guardián benévolo de los derechos de los ciudadanos, por el contrario, en relación con el desplazamiento, parece obrar en contra de éstos (Arboleda, 2009). Vale destacar las funciones originales de la UAO y su protagonismo frente al problema: "Se da asistencia humanitaria, tenemos gente desde el 2000 que todavía coloca su cédula para que se les entregue la asistencia humanitaria..." (E2 UAO).

Las prácticas corporales vitales de los desplazados pasan por una categorización previa que determina cuánto, cuándo y de dónde recibir una ayuda económica determinada, la que, como se verá, es mínima para Medellín:

    Cuando vienen los recursos nacionales de Acción Social —lo reciben todas las secciones desde el Banco Agrario— entonces los desplazados aparecen en un listado y aquí les dicen que vayan a cobrar el dinero. Pero cuando es con recursos del municipio de Medellín, sí les damos en sustentos los alimentos y los kits. El dinero para el arriendo sí se los damos en efectivo, porque eso nos ha ayudado a controlar un poquito el personal. Esos $644.000 son para todo. El subsidio de arrendamiento para dos personas es de $90.000 por tres meses; $270.000 para el mercado. Cuando es para una persona, vale ciento y piquito, y el otro restico es para empezar con dos colchoneticas. Ellos salen a buscar arriendo... una piecita (E2 UAO).

La UAO recoge acciones interinstitucionales e intersectoriales con respaldo gubernamental e interviene con criterios de solidaridad, responsabilidad y compromiso social, no obstante, el flagelo del desplazamiento desborda todos los afanes, y al indagar por los beneficios que reciben los desterrados, la respuesta es desalentadora: las promesas no se cumplen, son llevadas a la práctica a medias o no obedecen a las necesidades más sentidas de los desplazados: "He venido tres veces acá a la UAO. Tengo un papel que me dieron en el Banco Agrario y eso es mentira" (E1 Santander). "No me han dado nada, nada, entonces me tocó entutelar y vea, aquí estoy esperando el desacato" (E1 Betulia).

De otro lado, los albergues para desplazados instalados en Medellín representan una especie de "asilo de urgencias" mientras se "valora" la condición de aquellos. En palabras de su coordinadora:

    El albergue es subcontratado por la Secretaría de Bienestar a través de un operador, en este momento es la corporación de ayuda humanitaria, que garantiza 250 cupos diarios, por los picos, hemos tenidos 258 personas que permanecen aquí durante el tiempo que se demore la valoración. Al llegar a Medellín declaras tu desplazamiento frente al Ministerio Público y Acción Social que es la entidad competente que hace la valoración y tienen quince días por ley. Llegan a la ciudad y no conocen absolutamente a nadie, ahí es donde intervenimos brindándoles un albergue, un alojamiento en tres sitios: en el 2007 teníamos uno, a mediados del 2008 dos, y en este momento tenemos tres albergues, pero con un cupo gigantesco (E2 Albergue).

Antes de ser "evaluados" para la inclusión o la negación de los derechos que les otorga la ley, los desplazados pueden llegar a los albergues:

    Las personas llegan permanentemente, quedan incluidas e inmediatamente pasan a recibir la asistencia humanitaria de emergencia a la que tienen derecho por tres meses. Es lo básico para vivir: un subsidio de arrendamiento para tres meses, un subsidio de alimentos, paquetes alimentarios para tres meses, un kit de camas, vajilla, son cositas... son colchonetas, sábanas, cobijas. Eso es como lo básico (E2 Alberque).

Respecto a la relación cuerpo-política y la identidad, la experiencia en el albergue resulta bastante ambigua para las personas que lo utilizan. Estos refugios significan una alternativa de recibimiento y solidaridad ante el agobio de los primeros momentos del arribo, pero también connota unas condiciones habitacionales limitadas, los cupos son excedidos y el hacinamiento es inevitable. Estar allí implica convivir con desconocidos; habitar un cuarto sobrepoblado; compartir áreas de aseo, alimentación y los servicios sanitarios con extraños; y someter la intimidad de la pareja y de la familia a la observación y control de vida colectiva.

    Tenemos horarios para los alimentos, ver la televisión, lavar la ropa, igual hay unos horarios para lavar la loza. Otras normas tienen que ver con los hábitos. Por ejemplo, al que se sorprenda consumiendo droga o robando es expulsado automáticamente. Surgen líderes a través de los cuales se hacen los reclamos y las protestas respecto a asuntos que no les gusta, como en muchas ocasiones la alimentación (E1 Samaná).

    Al llegar realicé un paneo y sentí desolación. Todo estaba limpio, frío y gris; no había ninguna decoración o planta o mueble cómodo, sólo había mesas de plástico, un televisor pegado a la pared, prendido y sin audiencia. Las habitaciones se encerraron al sentirnos llegar, por la única puerta entreabierta observé a una señora morena "jugando" automáticamente con un bebé. La mirada perdida hasta que me interrogó con los ojos. Vi un cuarto amplio y repleto de literas hasta triples, y en el extremo opuesto otra mujer intentaba vestirse haciendo contorsiones para lograr "invisibilizarse", miraba con recelo y no se cruzaron una sola palabra. Los demás, nos dijeron, estaban en el "rebusque", casi todos los hombres salían temprano; otras mujeres hacían fila para bañar a otros niños y algunas más, cada una por su lado, intentaban lavar o calentar o servir algo en la cocina. Otros niños jugaban en una sala, con dos pelotas, dos cuerdas, una muñeca y algunos carritos (Diario de campo, enero, 2011).

Los alberques son emblemáticos de la experiencia biopolítica, por la que se transita hacia otra identidad-estigma, que trae consigo constricción, regulación, opresión y miedo. El sueño, la alimentación, el vestuario, las necesidades fisiológicas, la sexualidad y hasta las interacciones padres-hijos están atravesadas por la circunstancia del destierro.

    En el alberque hay habitaciones y en mi habitación hay cinco familias, más o menos veinticinco personas (E1 Samaná).

    Cuando yo llegué aquí me tenían durmiendo en un colchón porque había mucha gente; entonces llegó un señor de la UAO y le dije que después de la trombosis a mí me daba muy difícil dormir en el piso y le dije que era por lleno. Entonces cuando ya lo desocuparon me pasaron para una cama. Llevo dos días durmiendo en cama (E1 Miraflorez).

Los albergues significan "aterrizar en lo ajeno" y muestran el drama existencial de una expulsión territorial sin mediaciones. Allí, como lo ha recogido un testimonio, se reduce el cuerpo y la vida a lo "más básico". Otras instancias también cumplen funciones significativas en lo relativo al desplazamiento y las minorías étnicas: el Cabildo Chibcariwak, organización indígena que obedece a sus propios estatutos, regida por un gobernador electo, acoge indígenas —desplazados o no— y lucha por sus derechos, como miembros de comunidades originarias (Díaz, 2011). En contraste con la población indígena, un líder afrodescendiente señala:

    Los indígenas son una población más pequeña; en la ciudad habrá más o menos unos tres mil, tienen unas formas claras de atención: existen los cabildos, el Chibcariwak; pero con la población afro hay más problemas porque en Medellín hay unos 500.000 y el drama se agranda, todos los días crecen los asentamientos de población afrodesplazada; y no hay una forma clara para brindarles los requerimientos para que puedan suplir sus necesidades. Los indígenas son más organizados políticamente, ahí existe la autoridad tradicional que facilita la cohesión social. Para entender lo que está pasando con el desplazamiento, es clave saber todo lo que pasó en la coyuntura de la Constitución de 1991; hasta ese momento los afro se reunían en una asamblea nacional de comunidades negras y había posiciones más unificadas, más de movimiento social, y desde que se decidió participar en el parlamento con las dos curules eso dividió el movimiento afro por completo; entonces usted puede ver que cada familia, en lo urbano, o dos o tres afros tienen una organización social de papel, es la única forma que les ha permitido la urbe de hablar con el Estado en términos contraactuales de concertación; a nosotros nos pasa: reuniones con cincuenta líderes y hay treinta y cinco organizaciones; es una división muy difícil (E2 Diversidad Étnica).

De otro lado, la institución de la Iglesia ha cumplido con una función redentora, con un liderazgo que la caracteriza como paninstitución. Los desplazados acuden a la Iglesia como templo, grupalidad, ideario, para la solución de problemas como falta de alimentos, enfermedad, disputas, violencia familiar y vecinal, distribución de terrenos, etcétera.

    ¿Sabe por qué me gustó? porque cuando yo fui a la iglesia tenía muchos problemas. Tenía problemas por mis hijos y por ahí muchas circunstancias. Había muchas peleas, se oían muchas cosas. Entonces fui a la iglesia y le comenté lo que sentía al pastor, fui con un dolor de cabeza que me quería enloquecer y cuando salí de la iglesia no salí más con el dolor, y hasta ahora no me ha dolido más. Entonces es lo que uno ya busca. Uno va enfermo y sale sano. Debe buscar a Dios (E1 Soruco).

Los representantes de la Iglesia —católica, evangélica, cristiana, mormona— han asumido el reto y abanderan diferentes procesos, desde la denuncia en los mismos lugares de origen del desplazamiento, así como la defensa y conquista de derechos, bienes y servicios de los recién llegados a la urbe (Diócesis de Quibdó et ál., 2000; Diócesis de Apartadó, 2003). Los grupos de oración y la evangelización han encontrado en los desplazados un lugar de cultivo; Dios, cualquiera sea, está allí para socorrerlos, señalarles el camino, ofrecerles un sino y permitirles soportar lo que les ha sucedido.

    Me convenció una "hermana". Ella ya hace seis años que va a esa iglesia, pero es una iglesia de sanación. Usted tiene un dolor y el pastor ora y ese dolor se le sana. Ya hace tres meses que voy y estoy muy amañada. Estoy sola en esto pero si Dios quiere y permite que me resulte otro empleo... (E1 Soruco).

    El que está arriba es el que manda y si hay algo bueno pa' uno, pues hay que esperar... Dios sabe por qué hace las cosas (E1 Betulia).

Para algunos estas narrativas religiosas han significado la posibilidad de adaptación a la vida urbana y el sacrifico, por lo menos aparente, de sus propias creencias y prácticas rituales, tal como lo expresan algunos: "He sido católica a morir, pero pues voy a otra Iglesia porque me ayudan mucho, me enseñan el camino, lo que no me gusta es que no creen en la Virgen y pues yo sí... bueno intento dejarla, pero no puedo" (E1 Tolima). Esta nueva "lectura mística" de lo que acontece origina la transformación de prácticas cotidianas: dieta, consumos, recreación, etcétera:

    Fui un hombre que rumbeé mucho pero ahora mi religión no me lo permite, no bailo tampoco, bailé mucho, anteriormente era un hombre muy extrovertido, me gustaban las parrandas, el trago, era muy mujeriego... entonces escuché ese llamado y me entregué a esa congregación Iglesia pentecostal y ahí fue donde conocí a Dios y ya no bebo, ni fumo, ni bailo (E1 Cristóbal).

    No es que sea evangélica, pero me gusta escuchar la palabra del señor y por eso ya no rumbeo... El caso es que yo hace años no sé lo que es baile; pasan los diciembres, el 31, 24 y no me muevo de la casa, no me da por salir, no me da cómo pa' andar por ahí... la gente se quedan aterrados porque yo bailé mucho... todo el mundo se arregla y yo cojo mi cobija, me acuesto a dormir (E1 Soruco).

Los grupos de evangelización se han ido incrementando en las zonas de habitación de los desplazados y tienen una acogida importante entre ellos; logran penetrar las esferas tanto íntimas como sociales y, de alguna manera, empiezan a dirigir las prácticas y las decisiones con las cuales los desterrados van armando su vida diaria.

Una breve referencia a la institución de salud

En los desplazados, la percepción de la salud ha mutado en lo relativo a sus indicadores, y lo que valoran como amenaza ha variado en función de las posibilidades efectivas de sanación. Pese a esta estrategia ocultadora de los síntomas negativos, requieren de asistencia médica y hospitalaria por lesiones causadas, ocasionalmente, por el desplazamiento mismo. De tal manera que el Sisbén es la figura institucional de atención en salud a la que pueden acudir, y ha representado la mejor opción, aunque no cumple con las expectativas de quienes recurren a ésta: "El Sisbén todavía no me ha salido, pero ya estoy en la lista, ya tengo esperanzas, pero pa' uno nada es fácil. Nada" (E1 Soruco). "Pues pa' salud uno espera el Sisbén. ¿Qué más puede esperar uno?" (E1 Mutatá).

Ahora bien, Medellín geográficamente integra el Valle de Aburrá y está rodeada de montañas. Esta virtud la "pinta" de verde y le brinda una atmósfera hasta cierto punto rural. Adversamente, este conglomerado está saturado de edificios y con habitantes señalados por la violencia; es una ciudad superpoblada por los propios inmigrantes, lo que implica densificar las laderas con el riesgo que esto acarrea. Este contexto urbano genera una carga adicional en la corporeidad de los desplazados, a quienes afectan las denominadas condiciones medioambientales peligrosas. Algunos lo manifiestan así: "El centro de Medellín es horrible por la bulla, la contaminación, la inseguridad. Es que le roban a la gente las bandas de cosquilleros, y uno no puede hacer nada, porque así uno quiera denunciar no se puede, se siente impotencia" (E1 Tolima).

El cuerpo se ve sometido, en principio, a los padecimientos que genera el destierro derivados de la violencia y el miedo, y en el intermedio y el final, de las contingencias de la cotidianidad en un entorno que afecta la salud, leída a partir de sus indicadores biológicos, así como entendida en su esfera integral como bienestar pleno.

    Muy aburrido, me siento acongojado, triste, con momentos muy amargos... mi niño que se murió. Aquí es muy bravo, mucha inseguridad, mucho peligro con los carros; en la noche, que lo van a robar; el ruido... todo es duro aquí... Que lo coja un carro o una bicicleta, que lo levantara a uno o a uno de los niños... uno no tiene vida. Yo no duermo, no como (E1 Betulia).

Aquí es posible ver una relación entre el desplazamiento como hecho político y Medellín como hecho urbano. En los desplazados se escucha una crítica permanente ante la respuesta institucional a sus demandas. Lamentan la infracción y manipulación consuetudinaria de las leyes, la vejación de sus derechos, el incumplimiento de las promesas. El desamparo del Estado los conduce a la desmotivación y desesperanza y, a su vez, los mueve a la conformación de las estrategias propias para resistir la obstinación social que los invisibiliza.

Corolario

Los atributos de la formación política se desdibujan con el desplazamiento por las imposiciones vía amenaza y violencia, lo que deja en jaque los idearios, alternativas, proyectos, y la existencia misma de los desterrados, quienes pasan de ser un sujeto político a ser objeto de la política.

Medellín, como nuevo hábitat, demanda emergencias organizativas, instancias corporativas tramitadoras de los afanes sociales más íntimos —individuales y públicos—. La llegada a la ciudad marca la "mutación" de una identidad conocida a otra a la que se ingresa forzosamente. El proceso de adaptación a las dinámicas urbanas intenta el ocultamiento de los rasgos propios definitorios del sujeto; empero, los desplazados son reconocidos y distinguidos por los receptores en la peculiaridad de las estrategias mismas de supervivencia y, muy relevante, por el rictus corporal que imprimen en su estar. Los nuevos perfiles fungen como detonantes de las redes sociales de apoyo.

Las redes sociales simbolizan un puente entre la experiencia del desplazamiento y la adaptación a la ciudad. Este proceso compromete las prácticas corporales por medio de las cuales los desterrados buscan adaptarse y, "de paso", reconfigurar referentes identitarios posibles. Las propuestas solidarias soportadas en la religión se plantean como la guía más efectiva por seguir. "La luz al final del camino" de la mano de Dios y sus pastores.

La política, como dimensión de la cultura corporal, adquiere una relevancia insoslayable en la preocupación por el lugar del cuerpo en batalla para responder por el sí mismo, el nosotros y los otros, en el afán de reconfiguración identitaria de los desplazados por el conflicto armado.

La política cumple tareas esenciales en el proceso de adaptación a la ciudad de los desterrados: crear la congregación, promover escenarios de decisión, instalar normativas de convivencia —vivir bien y dejar vivir—, estimular la quimera de la determinación autónoma, consolidar un colectivo que avale al sujeto y a un otro que admita la pertenencia y reconozca la particularidad. El cuerpo representa un ducto para comprender las improntas en los sujetos desterrados y forzados a habitar la ciudad.


Notas

1 En la investigación marco conté con la Magíster Gloria Vallejo como coinvestigadora.

2 Véase artículo 1.

3 Diferentes fuentes ofrecen este dato: "[...] en el 2011, el desplazamiento alcanzó la cifra de 259.146 personas" (Codhes, 2012). "El total de desplazados internos por conflictos armados, violencia y abusos de los derechos humanos alcanzó una cifra récord de 28,8 millones en el 2012, según datos difundidos por el Centro de Seguimiento para los Desplazados Internos" (IDMC). "Sólo en el 2012, 230.000 personas huyeron de sus hogares a causa de la violencia" (El Espectador, 16 de agosto del 2013).


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