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Nómadas

Print version ISSN 0121-7550

Nómadas  no.41 Bogotá July/Dec. 2014

 

Editorial

Cuando en 1995, Immanuel Wallerstein presentó su informe sobre la reestructuración de las ciencias sociales, el cual denominó Open the Social Sciences, no sólo aportó elementos para comprender la constitución histórica de este campo de conocimiento y el papel de los académicos en su institucionalización, sino que propuso interrogantes sobre los caminos que debería tomar en relación con la comprensión de lo social y las nuevas coniguraciones de la sociedad. ¿Abrirse hacia dónde y abrirse para qué? Algunas pistas se plantearon en aquel extenso informe que de manera muy general invitaba a eliminar, o por lo menos a transformar, los límites y barreras puestas por el conocimiento occidental: las disciplinas, la separación entre el tiempo y el espacio, la división seres humanos/naturaleza, y otras. En realidad, todos estos límites los planteaba Wallerstein como una oportunidad para debatir sobre las maneras de producir conocimiento.

Conocimos con detalle cómo se llevó a cabo el proceso de institucionalización de las ciencias sociales en Occidente y cómo esa institucionalización privilegió no sólo algunas disciplinas sobre las demás, sino cómo se constituyeron en dominantes ciertos saberes sobre otros. Como lo señaló en su momento el mismo Wallerstein, lo que identiicamos como conocimiento occidental no sólo es aquél que se produce en cinco países (Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y Estados Unidos), sino que esta relexión es sobre sí mismos, legitimando desde allí una forma de operar de las sociedades. Sin embargo, fue evidente que en esos países no se agotaba el mundo, y para mantener la hegemonía fue necesario controlar lo que se producía en otros contextos. Así, la antropología se erigió para dar cuenta y hacer estudios sobre las culturas primitivas (que incluían a América Latina) lo que permitió cimentar una relación de dependencia. También aparecieron los estudios orientales que desde una mirada occidental trataron como congeladas y ahistóricas a las sociedades de Oriente para justiicar la no legitimidad y expansión de sus saberes. De esta forma, no sólo se decidió quién producía conocimiento y sobre qué producirlo, sino que se dictaminó desde qué lógicas debía producirse. Es decir, el proceso de institucionalización hegemónica de las ciencias sociales se llevó a cabo sobre el presupuesto de lo que Boaventura de Sousa Santos ha denominado como epistemicidio.

Desde esta perspectiva, se advierte que hay una sistemática invisibilidad de los saberes no occidentales y que además se han aplicado lógicas de producción de ese conocimiento como estrategia para acallarlos. Como consecuencia de ese proceso de occidentalización del conocimiento, al parecer, buena parte de las ciencias sociales en América Latina concentraron sus esfuerzos en adecuar teorías surgidas en otras espacialidades y temporalidades y para éstas, pretendiendo con ello explicar y comprender las realidades latinoamericanas. El músico y antropólogo quiteño Patricio Guerrero se reiere a ello como un saber ventrílocuo que, además, generó otras colonizaciones internas en los sujetos subalternos a quienes se les consideró objetos de conocimiento y no productores de éste. Sin embargo, desde el mismo momento de su silenciamiento, el de las voces y saberes subalternos no hegemónicos, se generaron procesos de resistencia.

Han pasado ya diecinueve años desde que Wallerstein proponía "abrir las ciencias sociales" y su propuesta sigue haciendo eco, ahora desde otros centros de producción de conocimiento. Efectivamente, los saberes silenciados no se mantuvieron pasivos, por el contrario, fueron surgiendo investigadores/as, grupos e instituciones enteras que, en diversas áreas del saber de las ciencias sociales en América Latina y el Caribe, han intentado interpretar los recientes fenómenos sociales ediicando complejos constructos teóricos que superan la división de las disciplinas y, en algunos casos, incluso promueven comprensiones que posibilitan escapar a las fuertes dicotomías históricas entre las llamadas ciencias duras, las ciencias humanas, las ciencias sociales y políticas y las artes. De paso, tales construcciones han desnudado el paradigma cientiicista, revelando de manera crítica su pretensión universalista y totalitaria, reduccionista y excluyente.

Así entonces, ¿qué clase de ciencia social se constituye en América Latina? ¿Hacia dónde se mueven las fronteras de las ciencias sociales en la región? ¿Qué procesos han permitido esos movimientos? Estas fueron algunas de las preguntas iniciales que animaron esta edición de NÓMADAS y que convocaron a diversos investigadores/as para que, a través de sus artículos, se presentara un panorama de los caminos y trayectos por los cuales se han organizado y consolidando las ciencias sociales en la región, y por las posibilidades que en ese trasegar se han abierto y se siguen abriendo para pensarnos a nosotros mismos.

Los cuatro ejes propuestos: tensiones epistemológicas, construcción de las ciencias sociales en América Latina, formación en y desde las ciencias sociales y nuevas coniguraciones analíticas, corresponden a una manera de organizar los artículos recibidos de acuerdo con las discusiones que proponen. Sin embargo, no entraremos en el detalle de cada tema, pues nos interesa más resaltar algunas ideas que son transversales, si no en todos, sí en la gran mayoría de los textos.

Efectivamente, a lo largo de esta edición, ya sea que se hable sobre una disciplina particular o desde la generalidad de las ciencias sociales, que se haga referencia a la experiencia de uno o varios países o se amplíe la mirada sobre la región, que se parta de un problema especíico o de procesos generales, los/as autores/as nos proponen repensar posturas, localizar el conocimiento e inventar nuevas maneras de producir y de decir.

Un aspecto que es común a la mayoría de artículos es la discusión crítica de los principios sobre los cuales se estableció el conocimiento dominante, tanto en sus bases epistemológicas como en sus lógicas políticas. En tal sentido, las relexiones que se encuentran en este número provocan una primera tensión entre esa mirada universal y totalizante para explicar los fenómenos sociales y las dinámicas particulares de la cultura, la política y la historia, que dan contexto y especiicidad a la institucionalización de las ciencias sociales y a las formas de producir conocimiento en la región.

En este mismo sentido, nuestros/as autores/as plantean una segunda tensión entre el conocimiento hegemónico y los saberes acallados o invisibilizados, y al tiempo tejen puentes entre éstos, buscando el mismo lugar de legitimidad que permita diálogos plurales entre diversas epistemes. Aquí podría haber una apertura de las ciencias sociales desde la región: romper con dicotomías que pueden llevar a la reproducción de las mismas lógicas deslegitimadoras que se critican.

De otra parte, la producción de conocimiento occidental se construyó principalmente desde la autoría individual, aquella del investigador solitario que ve y explica el mundo. Los artículos de esta edición de NÓMADAS nos proponen, al contrario, recuperar el sentido de la producción colectiva. Siete de los doce artículos que componen el número monográico están escritos a cuatro, seis, ocho y hasta dieciséis manos; con ello, no sólo nos muestran la posibilidad de articular varias voces y visibilizarlas en un texto académico, sino, y lo que es más importante, trabajar conjuntamente, compartir experiencias, poner en diálogo saberes diferentes, intercambiar prácticas de conocimiento y producir colectivamente, lo que podría constituir un segundo lugar de apertura en la producción de conocimiento en ciencias sociales.

Finalmente, y derivado del aspecto anterior, la escisión que se produjo a partir del siglo XVIII entre ciencias naturales (como aquellas que eran capaces de dar cuenta empírica de la realidad) y la ilosofía (como el conocimiento especulativo), trajo consigo también la distancia entre el investigador y el conocimiento mismo, lo cual se tradujo en un lenguaje frío, aséptico, objetivo, impersonal: académico. Alejándose de esa lógica, varios de nuestros/as autores/as nos proponen recuperar la fuerza de la escritura literaria-poética para producir conocimiento. Algunos/as de ellos/as nos entregan en sus escritos experiencias de cómo escribir académicamente recuperando la calidez y belleza del lenguaje; otros/as nos acercan a la construcción de metáforas para resigniicar procesos y prácticas, y varios/as se preguntan por la necesidad de transformar nuestras formas de decir y de argumentar, desmarcándonos de ese lugar impersonal de la producción de conocimiento. En tal sentido, nos abren la posibilidad de explorar en nuevas escrituras (y lenguajes) que además de explicitar los saberes permitan dejar ver quiénes los producen.

Así, NÓMADAS 41 es una contribución para volver sobre nuestros pasos y reconocer los procesos que han dado lugar a las maneras en que se han conigurado las ciencias sociales en América Latina desde las luchas, los sometimientos, las violencias y las resistencias. No es un panorama exhaustivo, en tanto ni abarca todos los países, ni todas las épocas, ni todas las disciplinas; en cambio, es un paisaje rico en particularidades y posibilidades para abrir las ciencias sociales a partir de una resigniicación de los objetos tradicionales de investigación, de una visibilización de problemas que desde otras miradas carecen de importancia, de la exploración a partir de metodologías que recuperan las voces diferentes, del deslinde con la lógica disciplinar y desde la maravillosa posibilidad de la producción de conocimiento en colectivo.