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Hacia la Promoción de la Salud

Print version ISSN 0121-7577

Hacia promoc. Salud vol.28 no.1 Manizales Jan./June 2023  Epub Oct 12, 2023

https://doi.org/10.17151/hpsal.2023.28.1.1 

Editorial

Imagen social del talento humano en salud

Social image of human talent in health

Javier Amado-Canillas1 

1 Doctor en Enfermería y Doctorando en Comunicación Audiovisual por Universidad Complutense de Madrid. Profesor y supervisor de Enfermería, actualmente jubilado. Madrid, España.


Todas las profesiones sanitarias se conforman en torno a dos paradigmas básicos: curar y cuidar. Y todas las mujeres y hombres que han decidido formarse y dedicar su vida a las distintas disciplinas creadas bajo estos dos principios (ya sean enfermeros, médicos, técnicos sanitarios o terapeutas en cualquier disciplina sanitaria) son herederos de aquel fémur fracturado y soldado que (como ha recalcado la antropóloga Margare Mead) supuso el primer signo evidente de humanismo y civilización. Ese hueso con “callo” es la evidencia palpable de que alguien de la tribu decidió dedicar su tiempo y su esfuerzo a proporcionar todo lo necesario al ser desvalido, abocado a ser devorado o morir por inanición, hasta estar en condiciones de volver a valerse por sí mismo. La primera evidencia (dicen los paleontólogos) de que nuestra animalidad evolucionó hacia un estadio superior; hacia ese lugar que nos humaniza, ese lugar donde los hombres empezaron a comprender que solo tendrán futuro como especie si se ayudan y protegen los unos a los otros. Por tanto, nosotros, los sanitarios actuales, herederos de aquellos primeros cuidadores, tenemos el compromiso y la obligación de mantener vivo este paradigma básico de la condición humana. Y también, y aquí enlazo con el objetivo de este escrito, el conjunto de la especie humana debe tomar conciencia que es imperativo categórico conocer, valorar, respetar y cuidar a los profesionales que les cuidan. Y, con esta reflexión, las preguntas surgen de inmediato ¿Son así las cosas? ¿Es esto lo que está sucediendo?

Para analizar y contestar a estas preguntas no puede haber un momento mejor que el de máxima exigencia. Y esto es lo que ha ocurrido y hemos podido comprobar durante estos últimos años con esta inesperada y terrible pandemia. La conclusión, ahora que ha pasado lo peor, es unánime y generalizada en cualquier rincón del mundo: los profesionales de la salud han estado a la altura; han dado lo mejor de sí mismos, han arriesgado su vida por salvar la de los demás y han sido fieles a su compromiso con la comunidad: estar cuando hace falta, poner a disposición todo tu saber y no escatimar esfuerzos.

¿Y cuál ha sido la reacción de la ciudadanía con los sanitarios? Si nos atenemos a la respuesta mediática y social ocurrida durante la pandemia (en la que los sanitarios han sido considerados los héroes del pueblo, los abnegados y valerosos defensores de la vida y preservadores de la especie), sin duda sí, el reconocimiento ha sido unánime. Y si escuchamos todo lo que los dirigentes políticos han hablado durante estos dos últimos años sobre la prioridad absoluta de preservar y potenciar los sistemas sanitarios de salud, sobre la necesidad de aumentar la inversión, de apuntalar la salud pública; de poner en valor a los profesionales, pues también. Pero, ¿cuántos de estos halagos, cuántas de estas promesas de potenciación, inversión, consideración e incluso retribución y premio se llevan luego, ahora mismo, a la práctica? Los profesionales de la salud no están satisfechos con los resultados prácticos de esta manifestada admiración. No lo están con las inversiones en mejoras estructurales y funcionales del sistema de salud, ya sean estas locales o mundiales (¿Cómo es posible que una sociedad solidaria permita que la vacuna frente al COVID-19 no haya llegado, o lo haya hecho tarde, mal y nunca a tantos millones de seres humanos?), y tampoco lo están, en el ámbito personal, con el estatus, la consideración social y retributiva que se merecen (¿Cómo es posible que un futbolista gane más dinero en un año que toda la plantilla de un hospital?).

¿Son demagógicas estas preguntas? ¿Están fuera de contexto? ¿Acaso no ha debido la pandemia hacernos reflexionar sobre estas cuestiones? ¿Ha cambiado la imagen social de los sanitarios?

La imagen social del talento (definido talento por la RAE como la capacidad de entender y la capacidad de desempeño) humano en salud, es decir, la percepción que la sociedad ha conformado de sus sanitarios ha recibido en estos más de dos años que llevamos de pandemia una avalancha de nuevos estímulos, de imágenes, de datos y de informaciones lo suficientemente amplia, variada y reiterada como para poder potenciar, en algunos casos, los valores supremos que representan, y modificar en otros, algunos de los estereotipos anacrónicos que aún permanecen instalados en el imaginario colectivo e iniciar así la reconstrucción de una imagen social de los profesionales más acorde con el actual desempeño de todos los sanitarios, pero muy especialmente de los profesionales de la Enfermería. Y ponemos el foco más potente en el colectivo de enfermeras, por dos razones fundamentales: la primera, porque la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2 no ha podido ser curada, pero ha tenido que ser muy cuidada; de modo que durante la expansión de esta nueva enfermedad, sin tratamiento específico y curativo, el talento sanitario se ha tenido que volcar en dos actividades prioritarias: encontrar la vacuna cuanto antes y en cuidar al paciente con esmero y rigor hasta que sus capacidades inmunitarias consiguieran superar la enfermedad. Y si hablamos de cuidados, hablamos de todos los sanitarios, pero con un énfasis especial en aquellos profesionales que han hecho de ellos el paradigma conceptual de su formación y de su razón de ser: las enfermeras. La segunda razón tiene múltiples explicaciones que no podemos desarrollar en este escrito, pero, que al final, han dado como resultado un menor estatus del cuidar frente al curar, un menor estatus de lo femenino frente a lo masculino y, en definitiva, un histórico desconocimiento y olvido de los profesionales de la Enfermería (mujeres la mayoría) frente a los profesionales de la Medicina (hombres, aún, la mayoría).

Una avalancha de nuevos inputs han podido remover y tal vez modificar en el imaginario colectivo esta realidad. Este tsunami de estímulos ha llegado tanto por vía directa como por vía indirecta. Nunca, en tan corto periodo de tiempo, un número tan alto de ciudadanos ha tenido contacto directo con una enfermera.

La imagen directa, de tan alto peso en la conformación de conceptos, ha tenido un aumento exponencial. El protagonismo de las enfermeras en las conversaciones diarias de la ciudadanía tampoco ha tenido parangón. El efecto “bola de nieve” en la transmisión de opiniones sobre los sanitarios es incuestionable. Las imágenes indirectas también. A los medios de comunicación con más peso en la inmediatez de los acontecimientos y que han seguido diariamente la evolución de la pandemia: radio, prensa, televisión (el cine, que por sus propias características necesita más tiempo y más poso, apenas ha representado todavía imágenes de enfermeras en la pandemia) se le han sumado las nuevas vías de divulgación e interconexión entre personas (las redes sociales). Y lo han hecho en las más diversas manifestaciones: Instagram; Facebook; Twitter; plataformas grupales, YouTube, etc. A estos medios se ha unido también una fuente de representación menos habitual hasta ahora, el arte y el imaginario urbano: el dibujo, el mural y los grafitis. Formas de representación en muchos casos espontáneas y singularmente utilizada por los colectivos más jóvenes con gran impacto emocional y generalmente precursoras de tendencias.

Entonces, nos preguntamos: ¿Está modificando esta nueva avalancha de imágenes la imagen social de la Enfermería? En mi opinión, solo parcialmente y solo de forma superficial se ha reafirmado y potenciado el vínculo emocional de la sociedad con la profesión de enfermería, haciendo público un sentimiento de agradecimiento y también de deuda con su abnegación, generosidad, valentía y capacidad de sacrificio. Se han puesto en valor conceptos esenciales de la profesión, como son el “estar”, el “acompañar” y el “consolar”. La sociedad considera y valora la actuación de la enfermería durante la pandemia como sobresaliente. Y, sin embargo, todo este reconocimiento no se ha traducido, al menos por ahora, en cambios sustanciales sobre los aspectos que más necesita mejorar esta profesión en el imaginario colectivo y en su estatus social. Nos referimos a cosas tan esenciales como un mayor conocimiento de sus competencias, de su autonomía profesional, del peso real que ocupa en los sistemas sanitarios; en un aumento de su presencia y poder de decisión en todas las instituciones y organismos donde se gestionen temas relacionados con la salud, en un reconocimiento activo de su liderazgo en su disciplina específica; en una remuneración adecuada a la responsabilidad de su trabajo y en un control científico y gestor sobre la organización de sus profesionales.

Hasta que estos aspectos fundamentales no se conozcan y reconozcan, el talento humano en salud del que nuestra sociedad dispone no será debidamente aprovechado, y como el Evangelio de Mateo refiere en su parábola sobre los talentos, si no se utilizan bien, corremos el riesgo de perderlo.

Madrid. Octubre de 2022.

Citar esta editorial así: Canillas JA. Editorial. Imagen social del talento humano en salud. Hacia Promoc. Salud. 2023; 28(1): 13-15. DOI: 10.17151/hpsal.2023.28.1.

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