La salud es un derecho universal y una responsabilidad del Estado que centrado en el cuidado del bienestar de sus ciudadanos, debe buscar la mejor forma de cumplir con el compromiso global al 2030 de (ODS 3) “Garantizar - para su población - una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades”1. Con un conjunto de nueve indicadores los sistemas de salud del mundo deberán evitar muertes, controlar y erradicar enfermedades, dar acceso universal a servicios de salud, pero sobre todo procurar una vida saludable en un contexto de bienestar2. ¿Cuáles son las implicaciones para avanzar en la consecución de estas metas?, es la cuestión que quisiera desarrollar en este corto texto.
Pasar de resolver la enfermedad a cuidar la salud: una responsabilidad compartida
Sin duda la forma como entendemos la salud hoy en día nos lleva a reconocerla como el resultado de un proceso histórico-social concreto que determina las condiciones de salud y vida de las comunidades. Sin embargo, persisten “diferencias injustas, evitables o remediables entre grupos de personas definidos social, demográfica, geográfica o por otras dimensiones de desigualdad como sexo, género, etnia, discapacidad u orientación sexual OPS 2010” como una expresión directa de la inequidad en el mundo. Un 70% de los casos de muerte materna a nivel global para el 2020 ocurrieron en el África subsahariana y además, las niñas de 15 años en este continente sufrían mayor riesgo en el curso de la vida (1 de cada 40), aproximadamente 400 veces más que sus pares de Australia y Nueva Zelandia3. En Colombia, mientras Bogotá tiene la esperanza de vida más larga del país (78,9 años), un colombiano en Caquetá, Chocó o Casanare vivirá en promedio ocho años menos que un bogotano y “la fracción de niños y niñas indígenas con retraso en el crecimiento, es casi el triple del promedio nacional4. Abordar estas diferencias injustas y evitables requiere buscar condiciones de bienestar que conduzcan a una vida saludable. Esto señala la necesidad de salir del espacio restringido del sector salud hacia el campo de la intersectorialidad. También es necesario pensar la salud en el marco del desarrollo y la protección social como política de Estado, donde la salud sea un factor clave, pero no el único. Cepal plantea que “Los sistemas universales, integrales, sostenibles y resilientes de protección social cumplen un papel fundamental para superar la pobreza, reducir las desigualdades y responder a situaciones de emergencias y riesgos. Crisis, como la de la pandemia, abren oportunidades únicas para repensar el lugar estratégico que tiene la protección social para avanzar hacia Estados de bienestar y garantizar derechos fundamentales5” La salud en esta perspectiva, no es una tarea aislada de los actores de la salud, de hecho, es imposible revertir desde los servicios de salud más sofisticados las consecuencias de la exclusión y el abandono. La salud es una tarea compartida por todos los sectores que en conjunto definen la calidad de vida y los niveles de bienestar para las poblaciones.
La condición de salud de la población: una demanda compleja en continuo cambio
Para el 2019 el 80% (5,5 millones) de las defunciones en la región de las Américas (6,9 millones) fueron atribuibles a enfermedades crónicas, específicamente; las cardiovasculares, el cáncer, la diabetes y las enfermedades respiratorias. Todas estas, enfermedades que resultan de la exposición a factores de riesgo como consumo de tabaco, alcohol, alimentación poco saludable y sedentarismo, pueden ser detectadas y tratadas oportunamente6. Junto con las ENT (enfermedades no transmisibles), los problemas de la salud mental, el suicidio, incrementados en forma importante en el curso de la pandemia Covid 19, constituyen para la salud pública un tremendo desafío tanto por su gravedad como por el tipo de demanda de servicios de salud para patologías a largo plazo y con abordajes complejos. Qué decir de los problemas de violencia doméstica, especialmente, para el caso de Colombia el confinamiento, prácticamente el secuestro de poblaciones enteras en territorios de alta vulnerabilidad7.
Hay un amplio rango de patologías que se dan en el curso de la vida, las enfermedades transmisibles mantienen altas tasas de prevalencia yqué decir del Covid 19 que acaba de incorporarse en este conjunto de afecciones para el ser humano. La necesidad de incorporar el enfoque de Una Salud, considerando no solo al ser humano sino a todas las especies que habitan un planeta en riesgo.
En síntesis, la condición de salud de la población y sus circunstancias, demandan más que nunca un abordaje integrado, políticas públicas efectivas, sistemas de salud cercanos a la población, capacidades de cuidado y respuesta dinámica y evolutiva que pueda a más de resolver la enfermedad promover la salud.
La respuesta de la salud: el bienestar y el acceso universal
Con amplia aceptación de las autoridades sanitarias, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanza en el 20188 la Visión al Siglo XXI para la APS y luego en el 20209 el Marco operacional de APS para transformar la visión en acción, ratificando el rol agregador de los sistemas de salud en el cuidado de las comunidades. Plantea la necesidad de realizar un cambio fundamental en la forma en la que se financian, gestionan y prestan los servicios de salud, reconociendo “los cambios en la naturaleza de los problemas de atención a la salud, la dificultad de responder estos problemas con modelos de atención curativa basados en hospitales, en enfermedades y en “silos” autónomos que disminuyen la capacidad de los sistemas de salud para brindar atención universal, equitativa, de alta calidad y financieramente sostenible” y, puntualizando la importancia la voz de población con incentivos y mecanismos vinculantes para que los proveedores de servicios y cuidados de salud respondan efectivamente a sus necesidades.
Tres son los elementos claves para implementar la APS a) servicios de salud integrados con énfasis en atención primaria y pública (mejorando acceso, uso y calidad); b) política y acción multisectoriales (impactando los determinantes de la salud) y c) personas y comunidades empoderadas (participación, conocimientos en salud y utilización de servicios y cuidados).
Los desafíos presentados en esta corta reflexión ratifican la necesidad de explorar mecanismos de acción social integradora alrededor de la salud, de revisar procesos, practicas e inclusive lógicas que determinan las respuestas que hoy por hoy los sistemas de salud continúan ofreciendo de igual manera, pese a los veloces cambios de la realidad.
¿Cuál es la capacidad de la salud pública para comprender y actuar frente a este escenario?, sin duda esta pregunta nos remite a la centralidad de los procesos del Recurso Humano en Salud, el único “recurso” capaz de construir sus propias trayectorias ante a los problemas que enfrenta (ROVERE). ¿Cuáles serán estas respuestas?, animamos a los lectores y generadores de conocimiento a sistematizar sus prácticas, a cuestionar las existentes y a construir opciones para los desafíos aquí planteados.













