Introducción
Unos 235 millones de estudiantes están inscritos en universidades, pero a pesar de la demanda, las tasas mundiales de inscripciones representan el 40% y existen grandes desigualdades entre los países y las regiones y se espera que vuelva a duplicarse en la próxima década 1.
A nivel mundial, los universitarios en su mayoría suelen presentar hábitos alimentarios inadecuados 2,3,5,6, lo que le predispone a malnutrición u obesidad. Cerca de las tres cuartas partes de esta población tienen una dieta inadecuada con bajo consumo de frutas y verduras, un 68,8% consume comida chatarra 7, y dentro de los principales motivos referidos para no realizar una alimentación saludable se reportaron los horarios de estudio, hábitos, costumbres y factores económicos 8. En Brasil encontraron que el ambiente alimentario universitario se caracterizó por proporcionar una gran oferta de alimentos ultra procesados 9, y en México los universitarios varones mencionan comer una mayor cantidad de alimentos no saludables, más que las mujeres 10, agudizándose aún más en tiempos de pandemia.
Según un estudio multicéntrico donde participaron residentes en 12 países como Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Guatemala, México, Perú, Paraguay, Panamá y Uruguay; reportaron que los jóvenes consumen bebidas azucaradas en un 13,4% y han alterado su estado nutricional con predisposición a la obesidad en un 19% 11. Además, por el confinamiento obligatorio, el acceso limitado a las compras diarias llevó a reducir el consumo de alimentos frescos, sustituidos por los altamente procesados, como comidas preparadas, comida chatarra, bocadillos, bebidas azucaradas y cereales listos para comer, que tienden a tener un alto contenido de grasas, azúcares y sal 12. Esta problemática se agudiza más en la población joven, el grado de autoestima, satisfacción corporal, asistencia a la universidad y comparación con sus pares, el compartir alimentos con amigos, el bajo estatus social, la conveniencia, el acceso a las redes sociales y su publicidad, lo que predispone el consumo de alimentos pobres en nutrientes y alto en energía que podrían determinar su comportamiento dietético y las prácticas alimentarias 13,14 dañinas para su salud.
También se resalta que en el Perú en un 39,9% de la población, se presentó sobrepeso y el 24,6% evidenció obesidad en jóvenes de 20 a 29 años y entre 15 a más años de edad fue proporcional 15. Al respecto, los estudiantes de la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas no son la excepción, ya que en su mayoría provienen de la zona rural donde existen alimentos ricos en carbohidratos como la papa, el maíz, la yuca, el camote entre otros y las dietas que consumen son predominantemente hipercalóricas e hipoproteicas y durante la pandemia COVID -19 en su mayoría se han regresado a sus hogares de origen con sus hábitos alimentarios propios aprendidos desde su infancia. Más de la mitad de estudiantes de enfermería de esta universidad pública, presentaron hábitos alimenticios inadecuados básicamente relacionado a selección y preferencia de alimentos 16,17.
En este contexto, este estudio se enmarca en la perspectiva de salud pública global, el paradigma de nutrición personalizado de precisión y el modelo de promoción de la salud de Nola Pender en las que deben armonizarse y deliberarse, ya que son complementarios entre sí y, como tales, se necesitan para alfabetizar la salud y la resistencia a la influencia de los compañeros de los estudiantes universitarios, así como establecer estrategias personalizadas, participativas, preventivas y predictivas para que de esta manera se establezca un estado saludable en el que se prevenga y controlen las enfermedades 18,19,20.
Este estudio aporta una perspectiva novedosa al explorar cómo factores conductuales, como realizar ejercicio por más de 30 minutos al día y consumir alimentos en compañía, se correlacionan con una dieta más saludable. Además, se identifica grupos de riesgo específicos, como aquellos que se alimentan solos, quienes tienen una mayor tendencia a una mala alimentación, lo que indica la necesidad de intervenciones centradas en el entorno cultural y social de los estudiantes universitarios peruanos y su contribución para elaborar estrategias de salud pública más eficaces y ajustadas a sus requerimientos particulares.
De acuerdo con lo anterior, el objetivo principal de este artículo es describir los factores sociodemográficos y conductuales asociados a las prácticas alimentarias durante el confinamiento COVID-19, en estudiantes universitarios, lo cual permitirá tener una referencia de base para posteriores estudios en la población universitaria.
Métodos y materiales
Estudio cuantitativo, descriptivo, relacional y transversal, con un universo muestral de 561 estudiantes de la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas, cuyas edades oscilaban entre los 18 y 34 años (M=20,6 y DE=2,8), quienes fueron invitados a través del correo electrónico y WhatsApp para responder un cuestionario en la plataforma Google Forms, previa aceptación mediante el consentimiento informado virtual; se recolectó la información durante los meses de julio y agosto del 2021, para lo cual se empleó el muestreo no probabilístico por conveniencia 21.
El formulario Ad Hoc se elaboró con base en las Guías alimentarias para la población peruana publicadas por el Ministerio de Salud 22, que incluyó 18 ítems relacionados con las prácticas alimentarias y cinco alternativas de respuestas en escala de Likert, valorados de 1 a 5 puntos respectivamente; obteniendo una puntuación mínima de 18 y un máximo de 90 puntos, considerando alimentación buena (ingesta calórica equilibrada con el gasto calórico corporal equivalente a 66- 90 puntos), regular (ingesta desequilibrada sin gasto calórico 42-65 puntos) y mala (consumo insuficiente, desequilibrada y excesivo de los macronutrientes correspondiente a 18-41 puntos). Se incluyó como factores asociados: sexo, edad, si realiza actividad física diaria (+ de 30 minutos, < de 30 minutos, no ejercita) si come solo o acompañado, si su alimentación varió por el confinamiento (si/no), subió de peso debido al confinamiento (si/no), contrajo COVID-19 (si/no). El cuestionario de prácticas alimentarias fue sometido a la opinión de tres expertos en el área: un nutricionista, una enfermera docente universitaria con cátedra en nutrición y un estadístico, obteniendo la validez en sus 18 ítems propuestos y posteriormente con una prueba piloto a 58 estudiantes de otra universidad con similares características, se determinó la fiabilidad a través del alfa de Cronbach con un valor aceptable de 0,703 23.
Análisis estadístico
El análisis estadístico se realizó a través de la prueba no paramétrica de Chi-cuadrado, con un nivel de significancia p<0,05 (95% de confianza) y realizando el análisis de correspondencia simple para determinar los factores asociados a las prácticas alimentarias; los datos fueron procesados en el software IBM SPSS versión 26.
Aspectos éticos
En todo momento se respetó los principios bioéticos de autonomía, justicia, beneficencia y no maleficencia, así como los principios éticos fundamentales establecidos en el Informe Belmont 24. Para la aplicación de los instrumentos se envió previamente la hoja del consentimiento informado virtual. También se tomó como referencia la Declaración de Helsinki 25, que constituye un conjunto de principios éticos que orientan la investigación médica en seres humanos.
Resultados
El 48,4% de los estudiantes fueron del sexo femenino y presentaron prácticas alimentarias regulares, el 53,3% son de 18 a 20 años y presentaron prácticas alimentarias regulares, el 53,5% fueron del ciclo de 1er nivel y tuvieron prácticas alimentarias regulares, el 36,7% realizan actividad física diaria menos de 30 minutos y tienen regulares prácticas alimentarias, el 27,3% casi siempre come acompañado y tiene prácticas alimentarias regulares (p=0,001), el 28,9% a veces come mirando la Tv, el celular, la computadora o la tablet y tiene prácticas alimentarias regulares, el 62,9% cambió su alimentación por el confinamiento y presentaron regulares prácticas alimentarias, el 46,7% menciona que incrementó el peso por el confinamiento y tiene regulares prácticas alimentarias, el 53,8% no padeció de COVID-19 y tuvieron regulares prácticas alimentarias (Tabla 1).
Tabla 1 Relación entre las variables demográficas con las prácticas alimentarias.

Fuente: elaboración propia.
Asimismo, se muestra el valor Chi-Cuadrado y su valor “p” o significancia menor que 0,05 y se continúa con el análisis de correspondencia simple; además que en “la proporción de inercia” se observa que la primera dimensión contribuye con 80,5% (Tabla 2).
Tabla 2 Resumen de análisis de correspondencia simple.
| Proporción | de inercia | Valor singular | de confianza | |||||
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| Dimensión | Valor singular | Inercia | Chi cuadrado | Sig. | Correlación | |||
| Contabilizado para | acumulado | Desviación estándar | 2 | |||||
| 1 | 0,098 | 0,010 | 0,805 | 0,805 | 0,016 | 0,203 | ||
| 2 | 0,048 | 0,002 | 0,195 | 1,000 | 0,028 | |||
| Total | 0,012 | 46,592 | 0,046a | 1,000 | 1,000 |
Fuente: elaboración propia.
Además, se observa el diagrama de dispersión biespacial con las puntuaciones fila y columna se evidencia que la alimentación buena tiene relación con ejercicios físicos diarios de 30 minutos a más, el no variar la alimentación durante el confinamiento, sexo varón y edad de 18 a 20 años. En cuanto a la alimentación regular los factores que se asocian son: comer acompañado, ser mujer, edad de 21 a 23 años, no ejercitarse, subida de peso y ejercitar menos de 30 minutos. La alimentación mala se asocia a comer solo (Figura 1).
Discusión
Esta investigación ha demostrado que la buena alimentación se relaciona significativamente con la práctica de ejercicios físicos en un periodo de tiempo mayor de 30 minutos a más; también se revela que la alimentación no ha variado durante el confinamiento, a diferencia de Machado et al., quienes encontraron que la alimentación si ha variado, se ha incrementado el consumo de aperitivos y comida rápida lo que ha ocasionado que el 70% de universitarios, cambien su Índice de Masa Corporal (IMC) 26. Sin embargo, la regular alimentación se asocia con comer acompañado, ser mujer y fluctuar entre 21 a 23 años, subir de peso y ejercitarse menos de 30 minutos. Deyer et al. encontraron que comer acompañado (comedor universitario), es muy relevante para las interacciones sociales, lo que difiere con la presente investigación 27. Esta diferencia puede deberse a que Deyer et al. especifican el comedor universitario, mientras que en la presente investigación es en general, ambos resultados tienen lógica debido a que en cualquier lugar pueden comer comida “chatarra”, no así en un comedor universitario donde se cuenta con profesionales de la salud (nutricionistas, enfermeros, asistentes sociales, médicos, entre otros) trabajando de forma articulada en beneficio de la población estudiantil 27.
La alimentación es una necesidad básica de todo ser humano y cumple una función social primaria ya que implica estructuras, valores culturales e incluso es considerada como un evento compartido que refleja bienestar social y colectivo 28.
En un estudio realizado en Argentina con 164 estudiantes de la Universidad del Litoral de tres carreras de Bioquímica, nutrición y biotecnología el 79,3% realizaba actividad física y de ellos 59,8% alcanzó los 30 minutos diarios recomendados 29.
Sin embargo, en otros estudios la mayoría de los y las estudiantes reconocieron tener comportamientos y practicas alimentarias poco saludables y más de la mitad desarrollaron bajos niveles de actividad física e incrementaron el sedentarismo encontrándose cambios en los hábitos dietéticos, incluido el aumento de las comidas en el hogar, el consumo de alcohol y la disminución del consumo de frutas 29,34. Asimismo, en el trabajo realizado por Shaun et al. encontraron que después de la cuarentena, el 26,7% de los estudiantes aumentaron de peso, mientras que el 47,5% de los encuestados nunca participaron en ningún trabajo físico 35. Estos resultados coinciden con los encontrados por Vanoh y Juanis a menos actividad física mayor aumento de peso corporal 36. Hubo asociaciones estadísticamente significativas entre el IMC y los diferentes entornos de consumo de alimentos (es decir, cenar en una mesa (o) al estilo islámico: ponerse en cuclillas en el suelo) (p <0,001)). El IMC también se asoció con los hábitos dietéticos de los estudiantes con respecto a consumir alimentos, refrigerios y consumir bebidas carbonatadas mientras miran televisión (p <0.001), juegan videojuegos en teléfonos móviles u ordenadores (p <0,001) 37.
En este aspecto se enfatiza la importancia de adoptar un estilo de vida saludable en la comunidad universitaria, debido a que en algunos casos con el término de la pandemia se han quedado algunos malos hábitos como el sedentarismo entre otros, lo que podría conllevar a una población universitaria en ciencias de la salud con sobrepeso y obesidad predispuesta a desencadenar enfermedades no trasmisibles difíciles de tratar y con una serie de consecuencias irreversibles para los profesionales en potencia teniendo capacidad mínima de productividad con limitaciones para contribuir al servicio de salud y cuidado integral a la ciudadanía. Para minimizar lo mencionado, los huertos familiares, la agricultura urbana y la mejora del transporte podrían abordar los desafíos en la disponibilidad y el acceso a alimentos de origen vegetal más saludables y de menor impacto ambiental 38.
El confinamiento por la COVID-19, impuesto por los gobiernos de manera obligatoria por más de dos años, ha modificado los hábitos de alimentación de todos y todas y en este caso específico en los estudiantes universitarios lo que motiva a buscar alternativas de cuidado personal y colectivo bajo la modalidad híbrida, dando prioridad a la programación de menús (dieta variada y equilibrada) de forma diaria o semanal, hidratación adecuada, disminución de los alimentos ultra procesados que le permita al cuerpo evidenciar homeostasis y sincronía saludable.
A pesar que en esta investigación reporta que no hubo cambios entre varones y mujeres, algunos hallazgos evidenciaron que los hombres consumían una mayor cantidad de alimentos no saludables, mientras que las mujeres demuestran automonitoreo y consumo de alimentos saludables 31,39. Asimismo, el 44,7% de los participantes no había realizado ejercicio físico durante el confinamiento con diferencias por sexo (p < 0,05), por edad (p < 0,05) y por IMC) (p < 0,05) 40, este estudio atestigua que una alimentación de mala calidad se asocia significativamente a comer solo. Al respecto, un aumento en la frecuencia de comer juntos se asoció con una disminución de las probabilidades de tener problemas en los subdimensiones de cuidado personal, actividades habituales y ansiedad o depresión; p de tendencia < 0,005 41. Similar hallazgo es que un factor que predice una peor alimentación es vivir solo con angustia psicológica e insomnio 39. Sin embargo, se necesitan más estudios para identificar si una intervención para aumentar la frecuencia de comer juntos mejoraría la calidad de vida relacionado con la salud de las personas que habitualmente comen solas.
Conclusiones
Se encontró que los factores que se asocian significativamente a las prácticas alimentarias de los estudiantes universitarios son el comer acompañado y realizar actividad física diaria más de 30 minutos; por lo tanto, no deben pasar desapercibos, invocando a las autoridades universitarias a través de la dirección de bienestar universitario a implementar estrategias de información, educación y comunicación en prácticas alimentarias saludables con enfoque intercultural para estudiantes provenientes de zonas alejadas que viven solos, no sólo en tiempos de pandemia sino para los ingresantes a la universidad que les permita afrontar de manera positiva el proceso de adaptación a la vida universitaria.















