Introducción
La asociación entre el consumo de alimentos ultraprocesados y el riesgo de enfermedades no transmisibles, como hipertensión, diabetes tipo 2, depresión, sobrepeso y obesidad, es cada vez más común en menores de 18 años 1. Lo es en efecto, porque los alimentos ultraprocesados suelen tener una alta densidad energética y una baja concentración de nutrientes. Al respecto la Encuesta Nacional de Situación Nutricional ENSIN 2015 2 destaca que en menores entre 5 y 12 años, el exceso de peso se incrementó en un 18.8% en el año 2010 a un 24.4% en 2015, y en adolescentes en más de un 17.9%, siendo las principales causas, el uso de tiempo excesivo en actividades sedentarias como los videojuegos y la televisión, las características familiares con antecedentes de obesidad y sobrepeso, los modelos de aprendizaje por observación establecidos por el sistema familiar, así como la influencia destacada del marketing de alimentos, que con señuelos creativos, como el diseño atractivo de empaques, la exposición a imágenes de gran tamaño 3, las exhibiciones de productos, la interacción en línea con mensajes persuasivos 4, los patrocinios en eventos filantrópicos 5 y las máquinas expendedoras en colegios y universidades, se han convertido en la vía directa para el incremento de la obesidad infantil 6,7.
Asociado con lo anterior, el Ministerio de Salud 8, destaca que en Colombia la prevalencia del exceso de peso actual en menores de 18 años es de 17,53% que se traduce en alrededor de 2.7 millones de afectados 2,8, lo que ha venido desencadenando una serie de enfermedades no transmisibles y sus posteriores efectos psicológicos. Tan solo en la ciudad de Bogotá, algunas localidades como es el caso de Usme y Usaquén reportan un incremento del 38% en obesidad, y un 14% padece de sobrepeso 9. En línea con estas cifras, algunas investigaciones sustentan relaciones de significancia entre el Índice de Masa Corporal (IMC), el sexo y el consumo de alimentos ultraprocesados, ya que niños en edad escolar que han venido creciendo en un ambiente obesogénico, tienen más alta predisposición de padecer obesidad 10. Sin embargo en adolescentes se encontró una relación estrecha entre la edad y la ingesta de alimentos ultraprocesados 11, por lo que es predictivo que niños, niñas y adolescentes con obesidad, tienen tendencia en edades adultas a desencadenar enfermedades no transmisibles de tipo crónico, por lo que el exceso de peso deriva de factores de riesgo metabólico (obesidad mórbida preexistente, hipertensión, diabetes), psicosocial (estrés, ansiedad, depresión) y ambiental (grupo de amigos, situaciones sociales de la situación alimentaria, y mayor uso de pantallas, asociadas a una nueva realidad tecnológica) 12.
Por otra parte, Nieto-Ortiz et al. 13 destacan frente al IMC un incremento significativo en edades adolescentes, causado principalmente por la escasa actividad física, la falta de horas de sueño y los hábitos inadecuados de alimentación, especialmente en la frecuencia del consumo de desayunos, y el número de almuerzos que se consumen en la semana, observando un bajo consumo de frutas y verduras, y un incremento de comidas rápidas, fritos y bebidas azucaradas 14,15. En correspondencia, existe una importante relación entre el IMC y el comportamiento alimentario compulsivo especialmente mujeres adolescentes, debido principalmente a la influencia que ejerce la publicidad vista a través de redes sociales, en especial Facebook e Instagram, con la exposición de cuerpos delgados, musculatura tonificada, comportamientos alimentarios desordenados (exceso de micronutrientes y dietas sin control médico), así como el acceso a “comidas trampa” a través de un consumo no planificado de exceso de calorías por medio de la comida chatarra 16.
El comportamiento alimentario compulsivo se traduce en atracones de comida, caracterizado por un deseo abrumador de comer en episodios recurrentes, por lo que la prevalencia en adolescentes obesos de 12 a 17 años es de más del 30% 17. Controlar estos deseos de comer de manera compulsiva es muy complejo en la infancia y la adolescencia, debido principalmente a la inmadurez cognitiva 18, siendo factores de riesgo potencial los asociados con la familia, con estados de depresión y ansiedad por parte de padres o cuidadores, así como factores personales, conectados con una baja tolerancia a la frustración frente a comentarios asociados con el peso, la forma y el estilo de alimentación (comida ultraprocesada), lo que conlleva a una sobrevaloración del peso, así como la carencia de estrategias de regulación emocional, estrés, ansiedad y depresión, desencadenando trastorno por atracones de comida (BED) 19.
Algunos modelos explicativos, como el de Herman y Polivy en 1980, a través de la Teoría de la Restricción Alimentaria, explican que el involucrarse en dietas con cierto grado de restricción, hace que esta se rompa, conllevando a un consumo en exceso de calorías, dependiendo del estado emocional del sujeto (ansiedad o depresión); en línea con ello, otras posturas teóricas como la de Saldaña 20 sustenta la relación entre la ingesta emocional y la externalidad, de ahí que un sujeto con peso normal, tiende a regular mejor la ingesta alimentaria, dada por factores internos, como la saciedad fisiológica y el hambre, mientras que en sujetos con sobrepeso hay un déficit de autorregulación emocional, por lo que los episodios de atracones de comida suelen presentarse cuando los niveles de ansiedad se encuentran disparados 21,22. Al respecto es muy común la presencia de sentimientos disruptivos entre un gusto placentero de corto plazo y sentimientos de disgusto y ansiedad intensa en el transcurrir acelerado del consumo alimentario, confidencialidad u ocultación de la situación, debido a la vergüenza que esta genera, especialmente por la amplitud de la ingesta (entre 15.000 a 20.000 calorías), asociado con una sensación de conciencia alterada, son sus características principales 23.
El objetivo de este estudio se enfocó en establecer el análisis del Indicador de Masa Corporal (IMC), el sexo y el comportamiento compulsivo de alimentos ultraprocesados en menores de edad de la ciudad de Bogotá, Colombia. Se platearon las siguientes hipótesis: (a) el comportamiento compulsivo es determinante en el incremento del consumo de alimentos ultraprocesados en niños, niñas y adolescentes menores de 18 años; (b) el sexo es determinante en la variación del Indicador de Masa Corporal IMC en niños, niñas y adolescentes menores de 18 años; y (c) Las condiciones económicas de las localidades de Usme y Usaquén de la ciudad de Bogotá influyen en el Indicador de Masa Corporal en niños, niñas y adolescentes.
Materiales y métodos
Diseño del estudio y muestreo
Se realizó un estudio de tipo analítico y comparativo 24, ya que se buscó analizar y comparar diferentes variables, fenómenos o grupos para identificar similitudes, diferencias y patrones de consumo de alimentos ultraprocesados. Con base en lo anterior, el universo identificado fueron la población infantil y adolescente de la ciudad de Bogotá, Colombia. El muestreo empleado fue estratificado, atendiendo a la ubicación geográfica de las localidades estudiadas: Usme y Usaquén, ya que estas cumplían con criterios importantes de inclusión determinados para este estudio: niños, niñas y adolescentes con edades entre 8 y 17 años, escolarizados, residentes en las zonas mencionadas, de estratos 1, 2, 3, 4 y 5, así como el debido permiso por parte de sus padres de familia y el asentimiento de los menores de edad, de acuerdo con lo estipulado por el CEBIC (Comité de Ética, Bioética e Integridad Científica, Acta 21 de 29 de Octubre de 2021) de la Universidad Santo Tomás y lo establecido en la Resolución 8430 de 1993 del Ministerio de Salud de Colombia. Dentro de los criterios de exclusión se determinó: el que no se encontraran dentro de los rangos establecidos de edad, no pertenecieran a las localidades estudiadas, no se encontraran escolarizados, no contaran con la autorización de los padres o no aceptaran la participación en el estudio. Ambas localidades tuvieron un tamaño de la población de 959.601 habitantes, con un tamaño muestral estimado de 385 individuos, teniendo un nivel de confianza de 95% y un error de 0.05.
Al respecto se destacó que el 54.1% corresponde al género femenino, y el 49.5% al género masculino del total de encuestados. Así también, frente a la edad, el 0.9 % corresponde a la edad de 8 años, el 4.1% corresponde a la edad de 9 años, el 6.3% a la edad de 10 años, el 10.8% corresponde a la edad de 11 años, el 14.4% corresponde a la edad de 12 años, el 13.5% corresponde a la edad de 13 años, el 14.4% corresponde a la edad de 14 años, el 17.6% corresponde a la edad de 15 años, el 13.1% corresponde a la edad de 16 años, y el 5% corresponde a la edad de 17 años. Con referencia a su talla y peso, en el caso de las mujeres el promedio de la talla es de 1.52, siendo el peso promedio de 47 kilos; así también para el caso de los hombres el promedio de la talla es de 1.56, siendo el peso promedio 47 kilos, por lo que no hay evidencias significativas al respecto.
Para la recolección de la información, se empleó el Cuestionario de Conductas Alimentarias de Riesgo de Malnutrición por Exceso (CARME), adaptado de Carrasco-Marín et al 25, con un nivel de confiabilidad del 0.90 a través del Alpha de Cronbach, dirigido a niños, niñas y adolescentes. Al respecto, se buscó reconocer algunas percepciones por parte de la población infantil frente a su consumo alimentario hipercalórico (Tabla 1).
Tabla 1 Constructos y variables cuestionario CARME.
| Constructos | Definición del Constructo | Variable |
|---|---|---|
| Peso percibido | Se entiende como la apreciación que tiene el niño con respecto a su condición de peso (Keller, Pietrobelli, Johnson, y Faith, 2006). La alteración de la percepción del estado nutricional es un factor importante a analizar, ya que estas percepciones erróneas del estado de peso podrían disminuir las oportunidades para cambiar conductas y estilos de vida que contribuyan en la reducción y tratamiento del sobrepeso y la obesidad (Dowd et al., 2015) | Indicador de Masa Corporal. Peso percibido frente al hábito nutricional. Peso percibido frente al cambio de conductas |
| Alimentación sin control | Aluden a la pérdida de control de la ingesta de comida en ausencia de sensación de hambre, que se ve incentivada por el placer que provocan los alimentos o por estímulos externos | Control de porciones alimentarias. Rutinas alimentarias. Pérdida de control de la ingesta de la comida |
| Respuesta frente a los alimentos | Determina la susceptibilidad a preferir alimentos de mejores propiedades organolépticas, consumiendo alimentos altamente apetecibles en contextos habituales | Propiedades organolépticas. Contextos habituales de consumo. Estrés. Estados de tensión |
| Consumo de alimentos hipercalóricos | Conjunto de métodos para hacer los alimentos crudos más comestibles y agradables, o para preservarlos para el consumo posterior. Son la mayor causa de obesidad infantil | Consumo de bebidas y alimentos azucarados. Consumo de alimentos altos en grasa o sodio. Consumo de alimentos saludables. Ocasión de consumo |
| Alimentación emocional | Consiste en la ingesta de alimentos con la finalidad de buscar equilibrios psicológicos, lo que puede derivar en aumento de la misma, picoteo, supresión de la saciedad y atracones | Estado emocional. Picoteo. Supresión de saciedad. Atracones |
Fuente: adaptado de Carrasco-Marín et al. 21. Cuestionario de Conductas Alimentarias de Riesgo de Malnutrición por Exceso (CARME).
Análisis de los datos
Se realizó el análisis de los resultados a través de la Teoría de Respuesta al Ítem (TRI) especificando la probabilidad de un resultado discreto, como una respuesta a una pregunta en términos de parámetros asociados al ítem 26, denotando la severidad de la condición alimentaria en el niño, niña y adolescente, así como el factor “dominante” que influyó significativamente en las respuestas dadas en la escala 27 expresado en términos del IMC y el comportamiento compulsivo alimentario.
A partir del cálculo del factor dominante, dado a través del comportamiento compulsivo, se empleó un Modelo de Regresión Beta para explicar el comportamiento de esos ítems en términos del IMC, el sexo y la localidad. El anterior análisis se llevó a cabo, con el debido soporte del software estadístico R 4.1.3, apoyado en el paquete MIRT (Análisis de Respuesta al Ítem) y el paquete GAMLSS, versión 5.4.3 (para el Modelo de Regresión Beta).
Resultados
Es importante destacar que entre los indicadores principales frente al comportamiento compulsivo alimentario se encuentra el deseo constante de querer estar comiendo de manera desregulada, con presencia de atracones de comida, así lo constata los resultados evidenciados a partir del análisis de la Teoría de Respuesta al Ítem (Figura 1), ya que del total de respuestas generadas con referencia a los ítems del Cuestionario de Conductas Alimentarias de Riesgo de Malnutrición por Exceso (CARME) aplicado a niños, niñas y adolescentes, se identificó frente al ítem “me pongo ansioso (a) cuando debo esperar la comida” un factor de dificultad del b10.753 en la población infantil para establecer prácticas de alimentación saludable, a partir del control alimentario y del control emocional.
Así también, existe un factor de dificultad del b20.729 para el ítem “me dan ganas de comer cuando siento olor a comida”, siendo las propiedades organolépticas un rasgo atractivo, generador de placer en los niños, niñas y adolescentes. Comportamiento similar se presenta para los ítems “me dan ganas de comer cuando veo comida” con un factor de dificultad del b30.728, “continúo comiendo, aunque me sienta satisfecho”, con un factor de dificultad del b40.726, y “como grandes cantidades de comida”, desde donde se puede evidenciar cómo la falta de control en la ingesta de comida, sumado a los atracones y la supresión de saciedad, se convierten en un factor de predisposición para el incremento del sobrepeso.
Por otra parte, se identificó frente a los ítems “me levanto dos o más veces a comer durante la noche” un factor de dificultad del β:50.699; “me cuesta conciliar el sueño de noche y debo levantarme a comer para poder dormir” un factor de dificultad del b60.695; “como con la sensación de no poder parar” un factor de dificultad del b70.676; “cuando como, lleno la cuchara o como grandes trozos de comida” un factor de dificultad del b80.675; evidenciándose falta de control en el manejo de las porciones alimentarias, así como en las rutinas diarias de alimentación dentro y fuera del hogar, indicadores de hábitos no saludables.
Así también se evidenció, frente a los ítems “como cuando estoy aburrido o no tengo nada más que hacer” un factor de dificultad del β:90.654; “tengo más hambre durante la noche” un factor de dificultad del β:100.649; “incluso si estoy satisfecho, puedo comer mi comida favorita” un factor de dificultad del β:110.642; “como hasta sentirme mal” un factor de dificultad del β:110.631; “deseo comer cuando veo comer a otros” un factor de dificultad del β:120.625 y “como a pesar de no tener hambre” un factor de dificultad del β:130.611, evidenciándose factores motivacionales, de estado de ánimo y a nivel emocional, que intervienen en el consumo de alimentos con alto contenido calórico, así como en el incremento del peso.

Fuente: elaboración propia.
Figura 1 Ítems de respuesta frente al comportamiento compulsivo alimentario, sustentado en el cuestionario CARME.
Con respecto al Indicador de Masa Corporal (IMC), los resultados demuestran que hay mayor incremento del IMC, de manera paralela en las localidades estudiadas (Usaquén y Usme), siendo β: 0.30-0.35, convirtiéndose en factores elicitadores de sobrepeso y obesidad en la población infantil y adolescente estudiada (Figura 2); así también, con referencia al sexo los resultados evidencian que a mayor incremento del IMC β: 0.50-0.75 (Figura 3) se registran diferencias significativas por genero con respecto a este indicador, lo que demuestra que hay mayor consumo de alimentos hipercalóricos en hombres, más que en mujeres, con una dieta menos saludable por parte de los primeros.

Fuente: elaboración propia.
Figura 2 Análisis de regresión beta entre IMC y localidades estudiadas de Bogotá, Colombia periodo 2021.
Discusión
A partir del análisis de la Teoría de Respuesta al Ítem, se logra comprobar la hipótesis acerca del comportamiento compulsivo de alimentos ultraprocesados como determinante en el incremento del Indicador de Masa Corporal (IMC) en niños, niñas y adolescentes de Bogotá, siendo dichos resultados consistentes con lo planteado por Waltmann et al. ya que los atracones de comida, el deseo recurrente de comer, y el consumo en exceso de alimentos con alto contenido hipercalórico, son rasgos predominantes de un potencial riesgo de trastorno por atracones de comida (BED) 19. Este tipo de comportamientos en población infantil y adolescente, tiene en la mayoría de los casos, un componente emocional que lo elicita, asociado principalmente con la búsqueda de compensación entre el alimento consumido y el equilibrio psicológico momentáneo, derivado entre otros aspectos, con la carencia de estrategias y habilidades de regulación emocional 18,28,29,30, y de adaptación a los cambios externos 20,21.
En esa misma línea, rasgos comportamentales asociados con la ansiedad que genera la espera de la comida por servir, o la presencia de las características organolépticas de la misma (olor, sabor), así como el estrés percibido y la planificación de comidas al azar durante dichos periodos de estrés, hacen que el consumo de alimentos ricos en azúcares y grasas se incremente, lo que influye en el IMC 13,15,16. En correspondencia, comer aun cuando haya efecto de saciación por el alimento consumido; comer a altas horas de la noche; comer aun cuando haya satisfacción con la ingesta del alimento; no poder parar de comer; comer grandes porciones alimentarias, o comer aun cuando se sienta culpabilidad por ello, en palabras de Nieto-Ortiz, et al. 13 favorecen el desarrollo del sobrepeso y la obesidad, y trastornos de la conducta alimentaria ligados con el comedor compulsivo 19,20,31.
En correspondencia con la Teoría de la Restricción Alimentaria, los hallazgos permiten constatar que a mayor control de la dieta por parte de los padres de familia en los menores de edad, menor regulación emocional, sobre todo en niños, niñas y adolescentes con riesgo de sobrepeso o de obesidad, ya que el medio externo, tiene un papel determinante en la formación de gustos que luego suelen ser displacenteros convirtiéndose en una ansiedad intensa y sentimientos de culpabilidad prolongada, especialmente en el consumo excesivo de azucares, grasas y sodio, incentivados principalmente por la publicidad, el ambiente obesogénico de crianza y el grupo de amigos, por lo que el estado de ánimo es determinante en el consumo de alimentos ultraprocesados y por ende en el desarrollo de trastorno compulsivo por atracones de comida 21,22,23.
Del mismo modo se pudo comprobar, que el sexo es determinante en la variación del IMC en la población estudiada, ya que, según los hallazgos, son los hombres, quienes consumen con mayor frecuencia alimentos no saludables, asociado principalmente con la ingesta de comida chatarra y las grasas saturadas 11. Sin embargo, frente a las mujeres adolescentes Cunningham, et al. 16,19 refiere que existe relación entre el IMC y el comportamiento alimentario compulsivo, al respecto los hallazgos permiten entrever que algunos cambios emocionales en la ingesta alimentaria se asocian con la edad, especialmente en la etapa de la adolescencia 17,19,13, siendo notorio sus cambios hormonales.
Por otra parte, de acuerdo con el Análisis de Regresión Beta, no se evidencia que las condiciones económicas de las localidades de Usme y Usaquén influyen en el IMC en la población estudiada. Sin embargo, el tipo de alimentación consumida es muy similar. Al respecto es importante precisar que de acuerdo con SaluData Bogotá 33, tanto las localidades de Usme, como Usaquén, evidencian mayor prevalencia de consumo en sales (90%), derivados cárnicos, como embutidos (63%), consumo de harinas refinadas, panela y bebidas azucaradas (100%). La diferencia en dicho consumo está más en su intencionalidad, ya sea por temas de distribución del gasto o por aspectos hedónicos asociados 10,12,14.
Una limitación importante de este estudio, estuvo enfocado en las fuentes de información asociadas con el tipo de alimentos ultraprocesados consumidos, la cantidad de alimentos consumidos y la exactitud en términos de talla y peso suministrados, donde el padre de familia hubiese tenido una participación más activa, que pudiera demostrar sus efectos con referencia al IMC, ya que la encuesta indagó por aspectos asociados a la percepción frente al riesgo de malnutrición por parte de niños, niñas y adolescentes y los rasgos de comportamiento compulsivo 21,25,32. Así también, la dificultad en el acceso a la población menor de edad de las localidades estudiadas, asociado con la autorización de los padres de familia y el acceso a internet en los estratos bajos.
Este estudio contribuye en la comprensión del sobrepeso y la obesidad infantil como problemática de salud pública, con un incremento exponencial en los últimos diez años 10, siendo influyente el marketing de alimentos, y el incipiente desarrollo de políticas educativas encaminadas en su prevención. En esa misma línea, la comprensión integral del IMC y el comportamiento compulsivo alimentario no solo desde la perspectiva clínica, sino sociocultural, permite entender que son múltiples los factores que inciden en el comedor compulsivo infantil, ya que variables emocionales, sociales y situacionales (asociadas con el tamaño de la porción, ansiedad, depresión, sobrevaloración del mismo peso y la cultura de consumo hipercalórico) determinan dicha relación.
Futuras investigaciones, deben indagar por variables asociadas con el estrato, las condiciones socioeconómicas de las familias, el nivel educativo de estas, y el contenido persuasivo de los anuncios de los comestibles ultraprocesados, ya que son aspectos predisponentes en el Incremento del IMC y el comportamiento compulsivo alimentario en la población infantil, influyendo en los procesos de elección, compra, preferencia alimentaria y de la salud en general.
Conclusiones
Los resultados de este estudio, aportan en la comprensión de la relación, entre el IMC, el sexo y el comportamiento compulsivo alimentario, siendo los alimentos ultraprocesados el factor elicitador, para el desarrollo de sobrepeso, obesidad y enfermedades crónicas no trasmisibles, que están incidiendo en la calidad de vida y en los hábitos saludables de la población infantil bogotana, ya que la desnutrición no solamente es por déficit en la ingesta de alimentos, sino por déficit de nutrientes que contribuyan a una salud física y mental equilibrada en la población infantil y adolescente, por lo que en los sectores de la ciudad de Bogotá estudiados, el factor económico no es un aspecto determinante en el consumo de los alimentos ultraprocesados, más si aquellos de tipo cognitivo, conductual y de conocimiento de la población.
En ese sentido el estudio es determinante en comprobar que las características organolépticas de los alimentos ultraprocesados y los señuelos del marketing de alimentos son influyentes en dicho comportamiento compulsivo en la población infantil, con un manejo desregulado desde el punto de vista emocional, asociado con factores como la ansiedad, la expectativa social, sobre todo en los adolescentes, la depresión y el rol ambivalente que cumple el adulto en la familia, así como en los contextos donde hay un ambiente obesogénico ampliamente reforzado. Por lo anterior, son las cogniciones y creencias aprendidas dentro del contexto familiar y social, las promotoras de respuestas condicionadas, pensamientos, afectos displacenteros e imágenes impulsivas que incentivan el consumo de alimentos ultraprocesados, lo que incrementa el IMC, así como otras comorbilidades asociadas.
Estos hallazgos son un llamado de atención a las instituciones sociales principales: el Estado, la familia y las escuelas y colegios, ya que asociado a un incipiente desarrollo de políticas públicas en materia de control y consumo de alimentos ultraprocesados, están las condiciones socioeconómicas que no permiten la ingesta de alimentos saludables y una cultura mediatizada por las redes sociales y los canales digitales que conllevan a la adopción de prácticas alimentarias inadecuadas, por lo que en la base de la educación se sustentan las bases para que tanto niños, niñas y adolescentes se desarrollen de manera integral. La educación desde la base familiar se convierte en un pilar fundamental para futuras investigaciones, trabajando creencias erróneas frente al consumo alimentario, hábitos y conocimientos, ya que son el eje socializador primario por excelencia.















