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Historia y Sociedad

Print version ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.20 Medellín Jan./June 2011

 

ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y TECNOLÓGICA

 

Paisajes, experiencias e historias en las dos primeras expediciones de la Comisión Corográfica. Nueva Granada, 1850-1851*

 

Landscapes, experiences and stories in the first two expeditons of the Chorographic Commission. Nueva Granada, 1850-1851

 

 

Álvaro Villegas Vélez*

 

* Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín y Candidato a Doctor en Historia en la misma universidad. Profesor adscrito al Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Integrante del Grupo de investigación ''Prácticas, saberes y representaciones en Iberoamérica'', adscrito a la misma universidad y clasificado por Colciencias en categoría A. Dirección de contacto: aavilleg@unal.edu.co

 

Artículo recibido el 9 de diciembre de 2010 y aprobado el 11 de abril de 2011.

 


Resumen

La Comisión Corográfica (1850-1859) fue el proyecto geográfico de mayor envergadura desarrollado en el actual territorio colombiano en el siglo XIX. Este artículo se concentra en las dos primeras expediciones realizadas entre 1850 y 1851, desde una perspectiva que parte de que la comprensión integral de esta empresa y de los paisajes que formó, requiere dar cuenta no solamente de sus componentes políticos y científicos, como se ha acostumbrado, sino también de su dimensión estética. A través de este acercamiento se plantea que la descripción de los paisajes remite a un cúmulo de experiencias, en las cuales éstos se vuelven acontecimientos, una sucesión de paisajes vividos, sentidos y narrados, que se suman a otros recordados pero pasados y a otros más por venir.

Palabras clave: Comisión Corográfica, Nueva Granada, paisajes, expediciones científicas, sentidos, estética, siglo XIX.


Abstract

The ''Comisión Corográfica'' was the largest geographical project developed in the Republic of New Granada (Colombia currently). This article focuses on the first two expeditions conducted between 1850 and 1851, from a perspective that assumes that a comprehensive understanding of this enterprise and landscapes that formed, required to account for their constituents, political, scientific and aesthetic. Through this approach it is argued that the description of the landscape refers to a body of experience, in which they become events, a succession of vivid landscapes, feelings and narrated, in addition to other remembered past and others but future.

Key words: Comisión Corográfica, New Granada, landscapes, scientific expeditions, senses, aesthetics, 19th century.


 

 

Introducción

El saber geográfico fue una preocupación constante de los letrados neogranadinos1. No obstante, la importancia que se le otorgaba hizo que su consolidación fuera irregular al estar sometida a los vaivenes provocados por la inestabilidad económica y los intereses políticos en pugna. Alexander von Humboldt (1769-1859), quién recorrió algunos parajes del Nuevo Reino de Granada poco antes de la independencia, y el criollo Francisco José de Caldas (1768-1816), fueron los principales referentes cuando se discutía sobre el territorio patrio.

Caldas editó entre 1808 y 1810 el Semanario del Nuevo Reyno de Granada, en el cual se publicaron artículos de carácter político, económico y científico, a través de los cuales se buscaba producir y divulgar conocimientos útiles para el buen gobierno, la prosperidad y la felicidad del país de nacimiento2. El interés por el clima, la población, la economía y la historia fueron centrales en esta publicación, la geografía reunía estos intereses, por lo que no es de extrañar que el primer artículo publicado en el Semanario fuera ''El Estado de la Geografia del Virreynato de Santafé de Bogotá con relacion á la economia y ál comercio'', de autoría del propio Caldas, quien advierte allí sobre la necesidad de crear una expedición geográfica y económica conformada por un astrónomo, un botánico, un mineralogista, un encargado de la parte zoológica, un economista y dos o más diseñadores que recorrieran el territorio del virreinato y publicaran los resultados de sus pesquisas3.

La lucha por la emancipación, los conflictos internos y las dificultades económicas entorpecieron el llamado de Caldas retomado décadas más tarde a través de una ley aprobada en 1839 que autorizó al ejecutivo a contratar dos ingenieros geógrafos que recorrieran el territorio nacional y elaboraran una carta general de la república y mapas corográficos de cada provincia. Sin embargo, como era común, esta ley no obtuvo resultados prácticos sino diez años después con la conformación del equipo que integraría la Comisión Corográfica que inició labores en 1850 y funcionó hasta 18594.

La Comisión estuvo conformada por Agustín Codazzi (1793-1859), geógrafo e ingeniero militar de origen italiano, que dirigió las labores de un grupo integrado por Manuel Ancízar (1811-1882), quien fue sustituido por Santiago Pérez (1830-1900), los pintores Carmelo Fernández (1809-1887), reemplazado por Henry Price (1819- 1863) y éste a su vez por Manuel María Paz (1820-1902)5, el naturalista José Jerónimo Triana (1828-1890), el peón José del Carmen Carrasquel y un grupo de baquianos que variaba constantemente, además, Codazzi se hacía acompañar con frecuencia por su hijo Domingo.

Este artículo se ocupa de los dos primeros años de trabajos de la Comisión en los cuales se efectuaron dos expediciones. La primera, realizada por Codazzi, Ancízar y un séquito de peones, partió de Santafé de Bogotá el 21 de enero de 1850, recorrió las provincias de Vélez, Socorro, Tundama y Tunja y regresó a su punto de partida en el mes de septiembre. El primero de enero de 1851 salió, nuevamente de la capital de la República, la segunda expedición que viajó por las provincias de Soto, Ocaña, Santander y Pamplona. El equipo de ésta se había engrosado con la presencia de Domingo Codazzi y de los recientemente nombrados miembros adjuntos, Carmelo Fernández y José Jerónimo Triana.

Las responsabilidades asignadas a la Comisión fueron amplias y complejas y cada miembro firmó un contrato en el cual se especificaban sus labores. El contrato firmado el 1 de enero de 1850 entre Agustín Codazzi y el Secretario de Relaciones Exteriores, Victoriano de Diego Paredes, contemplaba en su primer artículo que el contratado se comprometía a realizar una descripción completa de la Nueva Granada, elaborar una carta general de ésta y un mapa corográfico de cada una de las provincias, con sus respectivos itinerarios y descripciones particulares, en un plazo de seis años contados a partir de la fecha6.

El contrato de Manuel Ancízar estipulaba que éste debía acompañar a Codazzi en sus viajes, pasar en limpio los itinerarios, cálculos y observaciones. Además, Ancízar se comprometía a realizar dos obras; en primer lugar, un diccionario geográfico-estadístico que contuviera la posición de todos los lugares con su temperatura, población, producciones, comercio, vías de comunicación, rentas, obras públicas, nociones generales sobre la organización política, militar, estadística, judicial, crediticia y educativa; y en segundo lugar:

Art. 3o. También escribirá Ancízar una obra acompañada de diseños, describiendo la espedicion jeográfica en sus marchas i aventuras, las costumbres, las razas en que se divide la poblacion, los monumentos antiguos i curiosidades naturales, i todas las circunstancias dignas de mencionarse. Esta obra esencialmente dramática i descriptiva, deberá combinarse con la del Diccionario jeográfico-estadístico, de tal modo que ambas den a conocer el pais en el esterior en todas sus faces i especialmente en las que sean adecuadas para promover la inmigración de estranjeros industriosos7.

La obligación de escribir una obra esencialmente dramática y descriptiva, acompañada de la contratación de pintores, ilustra la importancia que tenía, dentro de la geografía decimonónica, la dimensión estética del paisaje gracias a la calurosa acogida de los trabajos de Alexander von Humboldt8. Desafortunadamente, salvo excepciones9, este tema no ha despertado mayor interés en los investigadores. Este artículo parte de que una comprensión integral de esta empresa y de los paisajes que formó, requiere dar cuenta de su dimensión estética y no solamente de sus componentes políticos y científicos, como ha sido la costumbre.

En las últimas tres décadas (1980-2010) el paisaje como representación y como práctica ha dejado de pertenecer exclusivamente al reino de la naturaleza para transformarse en un fenómeno complejo, históricamente contingente y propio sólo de algunas sociedades10. A diferencia de los acercamientos, hegemónicos, que enfatizan el carácter desinteresado y contemplativo de la mirada sobre el paisaje, se plantea aquí que éste es un fenómeno estético, definido por el énfasis en la aprehensión y la comprensión del mundo por medio de la percepción sensible, la cual involucra todo el sensorium11 y no únicamente la visión, aunque ésta pueda ser privilegiada por el régimen sensorial moderno.

De esta forma, el paisaje no es exclusivamente el producto de una contemplación pura, por fuera de las preocupaciones mundanas, de aquellos sujetos capaces de tomar la actitud adecuada. La experiencia estética del paisaje es sensibilidad focalizada y, por ende, interesada12, lo que exige comprenderlo de una manera que no lo reduzca a espacio puro, a una res extensa controlada por la res cogitans; por el contrario, el encuentro de los seres humanos con el paisaje es una apertura a las cualidades sensibles del mundo: ''El paisaje es ante todo, en este caso, una experiencia. Pero en sentido general, esta experiencia paisajera o, mejor dicho, este paisaje que se presenta como experiencia, no remite a nada más, para el ser humano, que a una determinada manera de estar en el mundo''13.

En el caso neogranadino, las investigaciones de Alexander von Humboldt marcaron una discontinuidad en la experiencia del paisaje, y en ellas se apoyó la Comisión Corográfica. A diferencia de la Expedición Botánica (1783-1808), el mayor proyecto científico en el Nuevo Reino de Granada, en el cual la naturaleza era representada dentro del catálogo que aislaba el espécimen vegetal al extraerlo de su medio como única posibilidad de conocerlo, Humboldt integra los seres vivos a su ambiente a través de múltiples asociaciones con otros seres vivos y con elementos inertes14.

El geógrafo prusiano inaugura la experiencia moderna de los paisajes, pero no rompe con los argumentos que naturalizan a América y relegan a los seres humanos a un segundo plano. Los relatos y las imágenes asociadas a éstos, publicadas por Humboldt, hacen de América un continente dominado por la naturaleza. Las relaciones paisajísticas que se destacaron fueron aquellas que vincularon las plantas con las condiciones de su crecimiento y distribución espacial, mientras los seres humanos yacían en las sombras o eran apabullados por un paisaje aterrador y atrayente. Los viajeros decimonónicos británicos, posteriores a Humboldt, aprovecharon estas representaciones para argumentar la necesidad de explotar los recursos americanos bajo la égida del imperio y los intereses comerciales que representaban15. Los miembros de la Comisión Corográfica se apropiaron de estas ideas de forma creativa y acorde a sus posibilidades; para ellos, el paisaje neogranadino era complejo y en él se presentaban poblados de cierta grandeza, bellos y productivos campos de cultivo, zonas que estaban siendo paulatinamente conquistadas por los hombres y, por supuesto, desiertos que dificultaban el progreso de la nación.

A la complejidad señalada se enfrentaron Agustín Codazzi, Manuel Ancízar y sus compañeros el 21 de enero de 1850. El primero publicó rápidamente sus informes en la Gaceta Oficial, parte de éstos fueron reimpresos posteriormente en la Jeografía física i política de las provincias de la Nueva Granada. Entre el 21 de marzo de 1850 y el 21 de diciembre de 1851 salió a la luz pública, en el periódico El Neo-Granadino, un conjunto de textos publicados bajo el pseudónimo de Alpha, se trataba de esa ''obra dramática y descriptiva'' a la que se había comprometido Ancízar. En 1853 estos apuntes fueron recopilados y publicados como libro, con el elevado tiraje para la época de 2000 ejemplares, bajo el título de Peregrinación de Alpha (M. Ancízar) por las provincias del norte de la Nueva Granada, en 1850 i 1851. Los editores de esta última obra señalaron que el plan original que Ancízar pensaba completar en el futuro, aunque hoy sabemos que nunca lo hizo, consistía en una publicación ilustrada con más de 400 láminas de tipos de poblaciones, trajes, paisajes raros y monumentos antiguos.16 La mayoría de las acuarelas permanecieron inéditas durante un siglo; por su parte la cartografía de las ocho provincias recorridas en las dos primeras expediciones tampoco fue impresa en su momento, aunque Manuel Ponce de León y Manuel María Paz publicaron el Atlas de los Estados Unidos de Colombia en 1865 basándose en los trabajos de Codazzi.

 

Paisajes sensoriales y estratos temporales

Los materiales de la Comisión Corográfica se constituyeron en una oportunidad para que sectores de la población, más o menos amplios, re-conocieran su patria. Los escritos, las acuarelas y los mapas apelaban a los sentidos y a las emociones de quienes habitaban los territorios descritos, dentro de un proyecto nacionalista que buscaba que las personas se identificaran con sus provincias y con la nación en su conjunto. Para quienes no habitaban en éstas, era la oportunidad de representárselas y compararlas con sus propios paisajes de experiencias. Para unos y otros, era la oportunidad de leer, ver, comentar y disfrutar simultáneamente la más completa y detallada descripción de un fragmento de la nación, parte fundamental de ese proyecto siempre incompleto de transformar el Estado-nacional en una comunidad imaginada17. A la par, los trabajos de la Comisión también tenían como propósito explícito el dar a conocer a la Nueva Granada en el extranjero con el fin de atraer inversión e inmigrantes.

Deseosa de llegar a varios públicos, operando en varios medios (la escritura, la cartografía y la pintura), atravesando la más diversa y sinuosa topografía, la Comisión se enfrentó también al despliegue de múltiples estratos temporales en las provincias recorridas en sus dos primeras expediciones; estas provincias estaban sobre la cordillera oriental, la cual se caracterizaba por ser la más densamente poblada desde tiempos prehispánicos. Las huellas de las diferentes experiencias del paisaje hacían de éste un palimpsesto por descifrar en el cual la espesura temporal emergía por doquier.

La Comisión Corográfica apeló frecuentemente al pasado a través de variadas y en ocasiones extensas anotaciones y citas de conquistadores, cronistas e historiadores aficionados como Gonzalo Jiménez de Quesada, Juan de Castellanos, Lucas Fernández de Piedrahita, Basilio Vicente de Oviedo y Joaquín Acosta. No es para nada extraño que el primer párrafo de la Jeografía física y política de las provincias de las provincias de la Nueva Granada18 comience afirmando que la provincia del Socorro, antiguo país de los indígenas guanes, había sido tradicionalmente conocida por el carácter belicoso y resuelto de sus habitantes; esta mención a acontecimientos históricos es constante en los primeros párrafos de la descripción de cada provincia.

Ancízar por su parte, al relatar los primeros momentos de la expedición y cuando aún recorrían la provincia de Bogotá de la cual habían partido, menciona un accidente geográfico localizado cerca al poblado de Tausa conocido como el ''Boquerón'', a la izquierda de éste, el autor de la Peregrinación observa en la profundidad los fragmentos confusos de la barbarie, estos fragmentos no son otros que los restos mortales de hombres, mujeres y niños indígenas que en 1540 se rebelaron contra la cruel sujeción y aprovecharon el Boquerón para fortificarse y resistir, aunque sin éxito ya que sufrieron la misma suerte de cientos de miles de chibchas que perecieron en las primeras décadas de dominio ibérico:

El recuerdo del sangriento suceso me hizo pasar el desfiladero con cierta veneracion por la memoria de los vencidos, defensores de su patria i hogares i de la santa libertad, por entónces perdida. Al pié del Peñon detuve el caballo, procurando imajinarme la situación de los asaltados i el tranze del combate, que sin duda fue recio i peligroso mientras los pertinazes conquistadores trepaban aquellos peñascos i laderas verticales. El viento, encajonado en el desfiladero, mujia contra las concavidades i ángulos salientes de la roca, i en la cumbre ajitaba con sordo i prolongado rumor los árboles enanos que la coronan. [...]. Hoy los sucesores i deudos de tantos mártires pasan por el Peñon de Tausa, sin saber lo que significa, i humildes i abatidos piden la bendicion al hijo de españoles que paga allí su tributo de respeto a la desgracia inmerecida. 'Nuestro Señooor le corone de gloria!' esclamó con efusion un pobre indio de Tausa, al recibir de mí el pequeño don que pidió, con el roto sombrero en la mano, sobre las mismas rocas regadas con la sangre de sus abuelos, ¡Oh ignorancia! me dije entristecido, i me apresuré a dejar aquellos lugares [...]19.

El viaje le permitía al peregrino patriota conectar dos experiencias del paisaje, una anclada en el pasado, la otra en el presente. La vista de la profundidad y el sonido del viento, aunado a los relatos conocidos hacían posible marcar con sangre un hito, fijar la memoria nacional20 y luchar contra el olvido que se apoderaba incluso de los deudos de las víctimas, quienes sin ningún reparo agradecían a Manuel Ancízar, hijo de los españoles José Francisco de Ancízar y Juana Bernarda Basterra y Abaurrea, su gesto caritativo.

A pesar de que la provincia de Bogotá no era el objeto de esta expedición, el autor de la Peregrinación, dedicó varias de sus páginas a resaltar a sus antiguos habitantes, los chibchas21, en éstas se destacaba su carácter pacífico y su relativa civilización como era común en la historiografía liberal; otros grupos que eran considerados bárbaros o salvajes, como los agataes, cocomes y tunebos, también fueron motivo de una representación parcialmente positiva que resaltaba su valentía y orgullo que los llevó a preferir el suicidio colectivo a la esclavitud, aunque ni así encontró descanso esta raza, ''nuestros antepasados la saqueaban i atormentaban en vida; nosotros la perseguimos en los sepulcros para saquearla después de muerta!''22.

Los argumentos sobre la crueldad ibérica servían simultáneamente como crítica a la conquista y como rechazo a la influencia hispánica en la República, influencia que debía quedar atrás si se quería completar la independencia. Si la conquista fue caracterizada por la historiografía liberal como un período de violencia sin límites, la colonia fue considerada la era de la ignorancia, como lo demostraba el afán de los ilustrados clérigos por destruir toda evidencia cultural indígena bajo las acusaciones de idolatría. La mitad del siglo XIX es justo un momento clave en el surgimiento de los estudios sobre las antigüedades neogranadinas23, si bien Ancízar no marcó un hito al respecto, si son frecuentes sus exhortaciones a preocuparse por éstas y en sus labores como miembro de la Comisión no perdió ocasión de estudiar los monumentos antiguos que se le presentaban.

Al llegar a la laguna de Fúquene se hizo acompañar de un labriego para abrir una sepultura ubicada en un islote de ésta. Allí encontró varias esmeraldas imperfectas, cuentas de piedra muy gastadas, una olla de barro cocido y los restos de un esqueleto, que sin embargo, no le fue útil a sus investigaciones ya que el cráneo estaba en tan malas condiciones que no se podía hacer ninguna conjetura frenológica que era lo que le interesaba24.

No contento con este fracaso, Ancízar y sus compañeros visitaron Piedrapintada en el cantón de Chiquinquirá, provincia de Vélez y la piedra de Gámeza en el cantón de Sogamoso, provincia de Tundama, ambas con jeroglíficos que, a su juicio, testimoniaban el desagüe intempestivo de grandes lagunas que darían origen a los extensos altiplanos de la zona. Otro de los monumentos antiguos que llamó la atención de los miembros de la Comisión fueron las ruinas de El Infiernito en el cantón de Leiva, provincia de Tunja, se trataba de poco más de tres decenas de columnas sin cornisas ni pedestales, de una construcción que nunca fue terminada:

¿Sería un cementerio de los indios principales, como el que se descubre en una isla de la laguna de Fúquene? Procuré estimular la curiosidad del estanciero, explicándole lo que se conjeturaba de las ruinas i animándole a practicar una escavación. 'Quién sabe, señor, lo que será: yo no tengo barra i eso esta mui duro,' contesto señalando el suelo. Era inútil insistir, i hube de partirme de allí sin adelantar nada. Los venideros resolverán el problema; i al espresar este aplazamiento no puedo ménos de recordar lo que me observaba una vez cierto amigo yankee: 'su bello pais tiene muchas cosas que investigar; pero sobre cada una de ellas hai siempre un maldito letrero que dice: '¡Mañana!', i en boca de casi todos los naturales, está una frase todavía mas maldita: ¡Quién sabe!'25.

Los miembros de la Comisión se encontraron, pues, con una nueva dificultad en su tarea de dotar a la nación de un mayor espesor histórico dentro de un proyecto nacionalista que por vez primera se preocupaba por llevar su pasado más lejos que la conquista. A pesar de la importancia dada a las antigüedades y la crítica a la barbarie hispana, ni Codazzi ni Ancízar pueden ser considerados indigenistas avant la lettre, puesto que si bien rechazaban abiertamente a quienes asesinaban a los indígenas, los explotaban o manifestaban que eran incapaces de civilización y de progreso, también es claro que la Peregrinación de Alpha puede ser leída como un relato del blanqueamiento de la cordillera oriental de la república26. El indígena valiente y valioso era, ante todo, el indígena muerto, mientras los indígenas vivos cercanos estaban destinados a desaparecer como una huella indeseable del pasado que el viento borraba del paisaje presente. En definitiva, los indígenas eran útiles como antecesores más no como antepasados.

A la par del interés por dotar de espesor temporal los paisajes, también estaba el deseo de hacer del viaje una aventura estética, en la cual la sensibilidad se desplegara en sus dos acepciones: los sentidos y los sentimientos, no debe extrañar, por tanto, que Ancízar empiece su obra de la siguiente manera:

Era la mañana, i los primeros rayos del sol derramaban copiosa luz sobre Bogotá i la estensa planicie que demora al frente de la ciudad andina. Leves vapores se alzaban desde el pié de la cordillera inmediata, escalando lentamente las majestuosas cimas de Monserrate i Guadalupe, cuya sombra se proyecta bien delante de sus bases contrastando la suave oscuridad de estas con la brillante iluminación de las crestas i picachos salientes de la parte superior. El ambiente puro, lijero i perfumado con los innumerables olores de los arbustos de la ladera i de los rosales i campánulas que crecen silvestres a orillas de los vallados i alamedas, producía en todo mi ser una impresión indefinible de bienestar, sintiéndome vivir desde el fácil movimiento del pulmon, vigorizado al aspirar aquel aire diáfano i fresco, hasta la palpitación de las más pequeñas arterias de mi cuerpo. Una brisa tenue mecía los flexibles sauces de la 'Alameda vieja', por entre los cuales se veía a intervalos la vecina pradera, verde-esmeralda, matizada de innumerables flores de achicoria, i poblada de reses que pastaban la menuda yerba cubierta de luciente rocío de la noche. Todos los sonidos misteriosos de la naturaleza, al despertar, el balido de las ovejas, el mujir del ganado vacuno, la voz de los campesinos y el sordo murmullo de la ciudad, llegaban a mí claros i distintos con la vibración peculiar que adquieren en medio de la atmósfera enrarecida de las altas regiones de los Andes.27

A través de la combinación de los sentidos, Ancízar integró la naturaleza y la cultura, las palabras y las cosas, el ritmo de la sangre y la circulación del aire. La experiencia del paisaje vaciaba al sujeto de sí, pero no lo arrojaba a los objetos, la experiencia radical del paisaje era la de un sujeto fuera y un fuera sin objeto, en la cual, entre la sensación del mundo y la sensación de sí mismo se instauraba un vaivén, una relación de continuidad entre la densidad material del paisaje y la densidad de la carne, una interacción entre los sentidos y el sentido social.

Experimentar los paisajes neogranadinos es reconocer su diversidad, que tal y como lo había mostrado Humboldt tenía como modelo privilegiado las cordilleras andinas28, en las cuales el viajero estudioso dejaba caer de sus manos las obras de los geólogos europeos, ante la evidencia de que los minúsculos sistemas y clasificaciones no atrapaban el carácter sublime y singular del paisaje en el que está participando29.

Las montañas hacían de la Nueva Granada un territorio privilegiado en el cual todas las industrias y todas las experiencias paisajísticas eran posibles. El trabajo de la Comisión, consistía, en parte, en hacer un inventario de los diversos productos acorde a categorías como agricultura, manufacturas, crías, minas, tintes, maderas, plantas preciosas y animales silvestres, a la par se identificaban las diferentes poblacionales que podían explotar estos recursos y los caminos por los cuales se movilizarían a los mercados nacionales e internacionales30.

Ninguno de esos tres componentes: recursos, población y vías, se encontraba equitativamente repartido por las provincias. La Comisión intentó describir bajo las mismas categorías todas las provincias, dentro de estas categorías tenemos el aspecto del país. La mayoría de provincias recorridas poseían tres aspectos o paisajes claramente diferenciados: los valles interandinos que concentraban la mayor parte de la población, las montañas o grandes cerros con alguna población dispersa y los desiertos conformados por breñas, bosques tupidos, páramos helados o ardientes valles ribereños. La tríada valles interandinos –montañas– desiertos, se transformaba frecuentemente en una oposición entre las tierras altas, prefiriendo por supuesto las altiplanicies, y las tierras bajas; las primeras serían generalmente asociadas a las zonas pobladas (salvo los páramos) y parcialmente civilizadas y, las segundas, lo serían con los desiertos y el atraso.

El carácter de desierto no tenía, por supuesto, relación directa con la pluviosidad, sino que hacía referencia a aquellos paisajes representados como deshabitados o más exactamente sin presencia de personas que ocuparan y explotaran la tierra bajo parámetros considerados adecuados por los miembros de la Comisión, básicamente la posesión reconocida jurídicamente de la tierra y la producción para el mercado. Los desiertos en estas provincias se caracterizaban por estar habitados, principalmente por la población negra. Ancízar señaló al respecto:

La repentina transicion de una rejion a otra hace muy notables sus contrastes, tanto en la configuración del suelo i en la vejetacion natural, como en las habitaciones, los vestidos y las sementeras. En la rejion subandina todo es gigantesco, excepto el hombre; los desiertos se suceden apenas interrumpidos por algún pueblecillo, y las sementeras visibles se reducen a la caña, el maíz i el plátano, sembrados a trechos y rodeados del bosque al cual parecen disputar el terreno. En la región alta se extienden los amenos valles entapizados de menuda yerba o cuidadosamente divididos en pequeñas heredades sembradas de todo linaje de frutos menores i animadas por la humilde casita y la robusta familia del feliz propietario; ningún bosque interrumpe la vista del pais, ni se andan muchas cuadras sin hallar habitaciones i ventas de chicha. Allí los vestidos son lijeros, desapareciendo casi enteramente la ruana, el hablar es voluble i en alta voz, los movimientos sueltos y las fisonomías despabiladas. Aquí los vestidos de bayeta, la eterna ruana, el hablar pausado con insistencia sobre algunas consonantes que suprimen los calentanos, y las fisonomías inmóviles y reservadas de la raza indíjena. Finalmente, a los senderos quebrados, sinuosos i fatigadores de la rejión baja, se suceden los caminos anchos nivelados i naturalmente firmes de la rejion alta, por los cuales las jornadas se acortan, haciéndose sin molestia del jinete ni cansancio de la bestia. Paisaje, industria, poblacion, clima, todo es diferente, todo ha variado en el breve espacio de tres horas de marcha31.

Se trataba, entonces, de identificar diferencias sensibles que permitieran distinguir los diversos paisajes, no en vano la Comisión fue corográfica. La corografía, desde Ptolomeo estuvo encargada de crear imágenes reconocibles de los rasgos sensibles de determinadas partes de la ecumene; como tal era un conocimiento analítico y no totalizante, cualitativo y no cuantitativo. La geografía era, por su parte, generalmente concebida como superior a la corografía, en tanto saber intelectual y matemático en contraposición al saber sensual y pictórico de la corografía32. La Comisión combinó ambos acercamientos desde una posición que intentó acercarse a la unidad a través de la diversidad paisajística.

Si como se ha planteado el paisaje no es sólo la naturaleza desde afuera, sino la experiencia que la une a los seres humanos que la recorren y se la apropian, señalar la diversidad paisajística es, por supuesto, enfatizar la diversidad poblacional. La Comisión establece una relación de correspondencia entre la población y el paisaje, el desierto estaría atado, entonces, a cierto tipo de población que no ha sido capaz de profundizar su impronta en éste y que, por el contrario, se encuentra dominada por el carácter desértico de su paisaje33. Ancízar señalaba:

El habitante de las cordilleras crece musculoso i ríjido como las aristas de los cerros que se oponen a su libre movimiento: es grave i lento, porque sus caminos atraviesan precipicios sobre los cuales la carrera le está vedada; es taciturno, porque desde la infancia se encuentra su voz sobrepujada por el ruido bramador de los torrentes, o amedrentada por el solemne silencio de los desiertos páramos; la grandeza del teatro le hace audaz i al mismo tiempo reflexivo: domina el espacio, i es dominado por las cosas; su vida, como el ensueño de Jacob, es una lucha permanente, de la cual sale victorioso con la frente bañada en sudor, pero modificado según lo que lo rodea. El habitante de nuestras llanuras i tierras cálidas se mueve con facilidad de una parte para otra; el frío no le acobarda, i la noche no le retrae dentro del hogar para resguardarse del pungente hielo; antes le llama al campo con sus calladas brisas i con la espléndida iluminacion del cielo; canta i se hace locuaz para formarse un ruido viviente donde todo, hasta las aguas, murmura apenas; su jenio es confiado, imprevisivo, su carácter inconstante, sus costumbres muelles i perezosas. ¿Para qué afanarse, ni meditar en el día de mañana, cuando los árboles le brindan i con sobra frutos espontáneos, los ríos le ofrecen fácil pesca i la caliente tierra, le abruma con sus cosechas?34

A pesar de las diferencias abismales que separaban una modalidad de paisaje de la otra, el problema era el mismo, la pasividad que hacía de los seres humanos vasallos del paisaje y no sus dueños. En las tierras altas, la inmovilidad de la raza indígena se hacía presente e impregnaba incluso a mestizos y blancos que se acobardaban ante el espectáculo sublime de las montañas. En las zonas bajas, la pasividad cobraba la forma de la indolencia y de la energía desperdiciada en la parte maldita, el gasto, el exceso y la dilapidación35.

La experiencia del paisaje estaba codificada culturalmente, las sensaciones no se plasmaban en un lienzo en blanco ni en una tabula rasa, sino en seres cuya sensibilidad estaba modelada por una historia y unas interpretaciones previas. En la República de la Nueva Granada, las ideas sobre el carácter miasmático de numerosas enfermedades, en especial de las fiebres, fueron centrales a la hora de experimentar las tierras bajas, sobre todo las riberas del río Magdalena, columna vertebral de las comunicaciones nacionales36. La sensación del propio cuerpo en las tierras altas estaba impregnada de las ideas sobre el bienestar que producía el aire de esta zona, mientras en las tierras bajas primaba una sensación de opresión y agobio37.

El cuerpo sensible del viajero experimentaba el paisaje y hacía de esta experiencia una situación desagradable. Los olores y el calor que hacían hervir en putrefacción, configuraban la percepción del paisaje y del propio cuerpo. El juicio del viajero científico, es un juicio formado por su cuerpo, por los sentidos, un juicio estético, los sentidos derraman al viajero en el paisaje, lo hacen confundirse con éste, la sensibilidad se transformaba en un pliegue entre lo exterior y lo interior38. Los paisajes se experimentaban como afección, como lo narraba Manuel Ancízar a Rafael E. Santander en una carta escrita en 1850:

Pepe querido.

En la exploración de los desiertos del Carare y del histórico Opón sufrí mucho, y tuve la vida en inminente riesgo por habérseme sumergido la mula por un barranco abajo, en cuya desusada evolución la acompañé, pues aunque me arrojé de la silla se me quedó una espuela enredada en el pellón, y el tal pellón tenía sobrecincha! Después de esto, de regreso a Vélez, me abrumaron unas calenturas cual yo no tenía idea de que las hubiese. Catorce horas duraba cada ataque: los huesos se me tronchaban y un delirio rabioso me enloquecía. Seguíanse cuatro o cinco de descanso y volvía la fiebre! Doce días de cama en esta divertida situación me dejaron como el caballo de Ginela [...]. Pero al fin pasó la borrasca y volvimos al trabajo los dos convalecientes, pues Codazzi tuvo las mismas fiebres no obstante ser hombre de hierro39.

Sin embargo, no estamos ante un caso de determinismo ambiental como se ha afirmado con frecuencia en la historiografía iberoamericana sobre el tema. Si bien es cierto que se consideraba que el medio influía notablemente en los seres humanos, no lo era menos que éstos estaban en capacidad de modificar su entorno y, por ende, modificarse a sí mismos. De esta forma, se podía escapar del sino tropical a través de la educación, el trabajo, las iniciativas civilizadoras privadas y la buena administración estatal.

La mención al trabajo es central, ya que a diferencia de la percepción de los paisajes ingleses del siglo XVIII que tenían como condición de posibilidad, de acuerdo a Raymond Williams40, la separación entre los espacios de producción y los espacios de contemplación; para los liberales neogranadinos, incluyendo a los miembros de la Comisión, la belleza del paisaje dependía de su productividad, el trabajo y sus huellas hacían parte inseparable de los paisajes deseados para la nación.

Pero esta productividad, si bien estaba ya presente en algunos lugares, es ante todo una prosperidad futura, pertenece a los paisajes virtuales, en potencia, que dependían de la transformación de la población. La utopía propuesta en la Peregrinación de Alpha era la de una nación conformada por pequeños propietarios y productores, artesanos independientes y agricultores a pequeña escala. Esto correspondía a una idea de la población conformada por individuos que produjeran para el mercado capitalista y consumieran en él; se trata del homo oeconomicus, en definitiva.

En la creación de este nuevo tipo de sujeto individual y colectivo debían confluir toda una serie prácticas que pasaban por la disminución de la mortalidad, el control de la morbilidad, el estímulo del matrimonio formal y la creación de escuelas que no sólo alfabetizaran sino que también proveyeran a los jóvenes de las provincias de instrucción aplicada. A la par de éstas, la homogeneización de la población a través del mestizaje era considerada un proceso fundamental pero espontáneo:

En este canton, como en los otros, la raza indíjena forma el menor número de los habitantes, siendo admirable la rapidez con que ha sido cruzada y absorbida por la europea, pues ahora medio siglo la provincia de Tunja presentaba una masa compacta de indios i mui contadas familias españolas. Hoi mismo se nota en la jeneracion nueva el progresivo mejoramiento de las castas: los niños son blancos, rubios, de facciones finas e inteligentes y cuerpos mejor conformados que los de sus mayores41.

La Peregrinación de Alpha relata como en las ocho provincias recorridas entre 1850 y 1851 este mejoramiento de las castas se realiza ineluctablemente. Sin embargo, en algunos casos parece que no se tratará de una simple absorción de una sobre otra, sino de la creación de una tercera:

Los moradores de la provincia [de Vélez] son todos blancos, de raza española pura, cruzada con la indíjena, e indíjena pura; la primera i la última forman el menor número, i cuando la absorcion de la raza indígena por la europea se haya completado, lo que no dilatará mucho, quedará una población homojenea, vigorosa i bien conformada, cuyo carácter será medianero entre lo impetuoso del español i lo calmudo i paciente del indio chibcha42.

A mediados del siglo XIX el mestizaje era ya un asunto privilegiado en los proyectos nacionalistas neogranadinos. La mezcla racial, era representada, sin dejar de ser motivo de controversia, como un proceso moralizador y civilizador que abría la posibilidad de integrar la población y los territorios disgregados. Primaba, entonces, la idea de que el mestizaje era ante todo una fusión de razas, entendidas como poblaciones con una filiación común y, por ende, historias específicas que se modificaban en interacción con el ambiente y con otras poblaciones43. La homogeneidad poblacional, las vías de comunicación, la instrucción pública y la integración al mercado eran indispensables para crear provincias que fueran ''[...] el asiento de la verdadera democracia cimentada en la igualdad de las fortunas''44. El papel del Estado era aprovechar el saber proporcionado por la Comisión Corográfica para hacer vivir de mejor manera las poblaciones medianeras y dejar morir a las poblaciones cuyos vicios morales y taras raciales las transformaban en lastres para el organismo nacional45.

 

Reflexiones finales

Las dificultades financieras, las disputas políticas y militares, los reiterados abandonos de sus miembros y finalmente, la muerte de Agustín Codazzi en 1859 en una de sus correrías, entorpecieron notoriamente el proyecto inicial de la Comisión Corográfica. Sin embargo, sus resultados atestiguan su importancia en el ámbito neogranadino e iberoamericano. Síntesis de esfuerzos e intereses geográficos, políticos y estéticos, los escritos, las acuarelas y los mapas de la Comisión imaginaban una nación que se construía tanto en el espacio como en el tiempo, dimensiones que confluían en el paisaje que sólo podía y puede ser comprendido en medio de la acción de atravesarlo, de volverlo acontecimiento, espacio-tiempo realizado.

Peregrinacion de Alpha particularmente, es la descripción de una experiencia del paisaje, en la cual éste se vuelve un acontecimiento, una sucesión de choras vividos, sentidos y narrados; pero también es un relato utópico, de paisajes recordados pero pasados, de paisajes (del) porvenir. En definitiva, un palimpsesto en el que se superponen las resistencias indígenas, las crueldades de la conquista, las dificultades para construir una nación civilizada en los trópicos y un deber ser que es necesario inscribir en el paisaje. De forma similar a lo hecho por Agustín Codazzi en el Resumen de la Geografía de Venezuela y el Atlas Físico y Político de la República de Venezuela editado en 184146, Ancízar produjo tres tipos de paisaje, el primero vinculado a la memoria y que se fundaba en la interacción entre crónicas, relaciones e historias con lo que percibía, el segundo vinculado a la sensibilidad y a la experiencia, y el tercero virtual, proyectado.

En ocasiones, un solo golpe de vista bastaba para transformar al paisaje actual en un continuum de lugares y de tiempos, verdadera iluminación en la que lo sublime permitía vislumbrar la época siguiente, mientras se avanzaba soñando hacía ella:

Los golpes de vista grandiosos, los paisajes enteramente nuevos, jamas representados sobre lienzo alguno, son frecuentes en nuestros Andes; pero los que se disfrutan desde los parajes en que colindan las dos rejiones que llamaré superandina y subandina, cuando uno se halla en la cumbre de la cordillera, es decir, en tierra fria, teniendo a los pies repentinamente las selvas, rios i llanuras de la tierra caliente, no son comparables con nada de lo que estamos acostumbrados a ver, ni hai acaso pincel que pueda representar este conjunto sublime i tumultuoso de dos naturalezas tan diversas, que solo en la pujanza y variedad de formas se asemejan. El observador se encuentra oprimido, i cuando puesto en pié sobre el borde de la insondable cima penetran las miradas en el espacio inferior, surcado calladamente por el tardo vuelo de los buitres, un estremecimiento involuntario se difunde por el cuerpo, i casi pudiera decirse que se siente allí la presencia de Dios.

Tiempo vendrá en que todo esto se halle utilizado i vivificado por la poderosa civilizacion de pueblos libres. Entónces las miras del Creador al haber puesto aquí en escalones todos los climas i todas las riquezas del mundo, serán cumplidas; i la América escribirá en su historia pájinas que nada tendrán de comun con los sufrimientos del viejo hemisferio, ni con las ruines crónicas de sus reyes47.

Así, dialéctico a su particular manera, Ancízar opuso paisajes diversos a modo de tesis y antítesis para llegar a la síntesis de la nación futura y deseada, la cual pasaría de lo virtual a lo actual sólo a través de su inscripción en el paisaje a través del esfuerzo mancomunado del Estado y la sociedad.

 

Bibliografía

 

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31. Williams, Raymond, El campo y la ciudad, Buenos Aires, Paidós, 2001.         [ Links ]

 

Referencias

* Este artículo es resultado de la investigación ''Configuraciones estéticas, paisajes y diversidad en la Comisión Corográfica (1850-1859)'', realizada gracias a la financiación de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, a través de la Convocatoria Nacional de Investigaciones 2009.

1. La actual República de Colombia recibió entre 1834 y 1858 el nombre de República de Nueva Granada.

2. Nieto Olarte, Mauricio, Orden social y orden natural: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2007; Sánchez, Efraín, Gobierno y geografía. Agustín Codazzi y la Comisión Corográfica de la Nueva Granada, Bogotá, Banco de la República y El Áncora Editores, 1998; Silva, Renán, Los ilustrados de Nueva Granada 1760–1808: genealogía de una comunidad de interpretación, Medellín, Universidad Eafit, 2002.

3. Caldas, Francisco José de, Semanario de la Nueva Granada: miscelánea de ciencias, literatura, artes é industria, París, Librería Castellana, (1808) 1849, p. 31.

4. Sánchez, G., Gobierno y geografía.

5. Generalmente, las cerca de 200 acuarelas oficiales que se presume fueron realizadas, han sido atribuidas a estos tres pintores; sin embargo, Efraín Sánchez (1998) ha argumentado que 22 de estas obras fueron realizadas por el pintor francés Léon Gauthier y diez más fueron dibujadas por Paz, y la acuarela fue aplicada por Gauthier.

6. Sánchez, G., Gobierno y geografía, pp. 238-240.

7. Sánchez, G., Gobierno y geografía, p. 246.

8. Castrillón Aldana, Alberto, Alejandro de Humboldt, del catálogo al paisaje, Medellín, Universidad de Antioquia y Universidad Nacional de Colombia, 2000.

9. Rozo, Esteban, ''Naturaleza, paisaje y sensibilidad en la Comisión Corográfica'', Revista de Antropología y Arqueología, 11 (1-2), Bogotá, Universidad de los Andes, enero-diciembre de 1999, pp. 71-116.

10. Berque, Augustin, ''Cosmofanía y paisaje moderno'', Maderuelo, Javier (dir.), Paisaje y pensamiento, Madrid, Abada Editores, 2006, pp.187-207; Mitchell, W. J. T., ''Introducción'', Mitchell, W. J. T. (ed.), Landscape and Power, Chicago y Londres, The University of Chicago Press, 1994, pp. 1-4; Le Breton, David, El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos, Buenos Aires, Nueva Visión, 2007.

11. Bull, Michael et al., ''Introducing Sensory Studies'', Senses & Society, 1 (1), Londres, Berg Publisher, marzo-junio de 2006, pp. 5-8; Le Breton, D., El sabor del mundo.

12. Kessler, Mathieu, El paisaje y su sombra, Barcelona, Idea Books, 2000.

13. Besse, Jean-Marc, ''Las cinco puertas del paisaje. Ensayo de una cartografía de las problemáticas paisajeras contemporáneas'', Maderuelo, J. (dir.), Paisaje y pensamiento, p. 161.

14. Castrillón Aldana, A., Alejandro de Humboldt.

15. Pratt, Mary Louise, Imperial eyes: Travel writing and transculturation, Londres y Nueva York, Routledge, 1992.

16. Ancízar, Manuel, ''Advertencia'', Peregrinación de Alpha por las provincias del norte de la Nueva Granada en 1850 i 1851, Bogotá, Echeverría, 1853, p. 3.

17. Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, FCE, 2006. Para el caso específico que ocupa este artículo, véase: Arias Vanegas, Julio, Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano. Orden nacional, racialismo y taxonomías poblacionales, Universidad de los Andes, Bogotá, 2005; Restrepo, Olga, ''Un imaginario de la nación. Lectura de láminas y descripciones de la Comisión Corográfica'', Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 26, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, enero-diciembre de 1999, pp. 30-58. Rojas, Cristina, Civilización y violencia: la búsqueda de la identidad en la Colombia del siglo XIX, Pontificia Universidad Javeriana y Norma, Bogotá, 2001. Dentro de este artículo, véase más adelante las consideraciones acerca del mestizaje y de la población.

18. Comisión Corográfica, Jeografía física y política de las provincias de la Nueva Granada, Bogotá, Imprenta del Estado, 1856, p. 1.

19. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, pp. 16-17.

20. Sobre las relaciones entre el paisaje y la memoria véase: Schama, Simon, Paisagem e memória, São Paulo, Companhia das Letras, 1996.

21. En la actualidad, los chibchas son conocidos como muiscas y la designación chibcha hace referencia a una familia lingüística y no a un grupo étnico.

22. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, p. 95.

23. Botero, Clara Isabel, El redescubrimiento del pasado prehispánico en Colombia: viajeros, arqueólogos y coleccionistas 1820-1945, Bogotá, ICANH y Universidad de los Andes, 2007; Restrepo, O., ''Un imaginario de la nación...''.

24. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, p. 29.

25. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, p. 342.

26. Véanse las notas 43 y 44.

27. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, p. 5-6.

28. Castrillón Aldana, A., Alejandro de Humboldt.

29. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, p. 15.

30. Comisión Corógrafía, Jeografía física i política...

31. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, pp. 69-70.

32. Nuti, Lucia, ''Mapping Places: Chorography and Vision in the Renaissance'', Cosgrove, Denis (ed.), Mappings, Londres, Reaktion Books, 1999, p. 90.

33. Villegas Vélez, Álvaro y Catalina Castrillón Gallego, ''Territorio, enfermedad y población en la producción de la geografía tropical colombiana, 1872-1934'', Historia Crítica, (32), Bogotá, Universidad de los Andes, julio-diciembre de 2006, pp. 94-117.

34. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, pp. 419-420. (Las cursivas son nuestras).

35. Bataille, Georges, La parte maldita, Barcelona, Icaria, 1987.

36. García, Claudia Mónica, Las fiebres del Magdalena: medicina y sociedad en la construcción de una noción médica colombiana, 1859-1886, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2006; Villegas Vélez, Á. y C. Castrillón Gallego, ''Territorio, enfermedad y población...''.

37. Rozo, E., ''Naturaleza, paisaje y sensibilidad...''

38. Pardo, José Luis, Las formas de la exterioridad, Valencia, Pre-textos, 1992.

39. Loaiza Cano, Gilberto, Manuel Ancízar y su época. Biografía de un politico hispanoamericano en el siglo XIX, Medellín, Universidad de Antioquia, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín y Universidad Eafit, 2004, p. 195.

40. Williams, Raymond, El campo y la ciudad, Buenos Aires, Paidós, 2001.

41. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, pp. 369-370.

42. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, p. 113.

43. Arias Vanegas, J., Nación y diferencia en el siglo XIX colombiano; Villegas Vélez, Á., ''Nación y alteridad en Colombia: la población negra y la colonialidad del poder'', Revista Colombiana de Antropología, 44 (1), Bogotá, ICANH, enero-junio de 2008, pp. 71-94.

44. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, p. 523.

45. Se trataba, pues, del ejercicio, expansión y consolidación del biopoder: Foucault, Michel, Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, México, Siglo XXI Editores, 1991.

46. Rojas López, José J., ''Agustín Codazzi y los paisajes de una geografía imaginaria en Venezuela'', Revista Geográfica Venezolana, 48 (2), Mérida, Universidad de los Andes, julio-diciembre de 2007, pp. 299-308.

47. Ancízar, M., Peregrinación de Alpha, pp. 162-163.