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Historia y Sociedad

Print version ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.20 Medellín Jan./June 2011

 

ARTÍCULO DE REVISIÓN

 

''Hacer del radio entre nosotros algo más que una entretención vulgar'' Los radioaficionados como precursores de la audiencia radial colombiana, 1928-1940*

 

''Making radio use something more than a vulgar entertainment''. Radio listeners as precursors of the Colombian radio audience, 1928-1940

 

 

Catalina Castrillón Gallego**

 

** Historiadora y estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Integrante del Grupo de investigación ''Prácticas, saberes y representaciones en Iberoamérica'', adscrito a la misma universidad y clasificado por Colciencias en categoría A. Dirección de contacto: ccastri@unal.edu.co

 

Artículo recibido el 17 de agosto de 2010 y aprobado el 10 de diciembre de 2010.

 


Resumen

El artículo pretende mostrar que el proceso de consolidación de la radio como medio de comunicación de masas dependió de la constitución y formación de su público oyente, que en Colombia inicialmente estuvo restringido a minoritarios círculos sociales de los centros urbanos y que después consiguió abarcar un espectro amplio de la población. En este asunto confluyeron diversos factores como la instalación y puesta en funcionamiento de estaciones radiales, el paulatino incremento numérico de aparatos radiorreceptores y el dinamismo de los radioaficionados. Para su elaboración se contó con la información extractada de periódicos, revistas, estudios estadísticos, guías comerciales y estudios de la época.

Palabras clave: Colombia, medios de comunicación, radiodifusión, radioaficionados, audiencia radial, siglo XX.


Abstract

The paper aims to show that the process of consolidation of radio as mass media depended on the formation and training of its audience in which Colombia was initially restricted to minority scientific community to urban centers and then managed to cover a spectrum broader population. Factors such as the installation and operation of radio stations, the increased number of radios and the associations of amateur radio have contributed to the process. The information came from newspapers, magazines, trade directories, commercial guides and statistical studies of the age.

Key words: Colombia, Mass media, Broadcasting, Amateur Radio, Audience, XX siglo.


 

 

Introducción

Los antecedentes de lo que en la actualidad conocemos como radiodifusión se remontan a la segunda mitad del siglo XIX y a las investigaciones independientes de hombres de ciencia, como Nikola Tesla, Aleksandr Stepánovich, Popov y Guglielmo Marconi, en torno a la electricidad y a la posibilidad de realizar transmisiones a través de la modulación de ondas electromagnéticas, las cuales tuvieron como punto de partida el desarrollo de la teoría electromagnética de James Maxwell; al resultado de este trabajo se le denominó posteriormente radiotelegrafía o telegrafía sin hilos1.

Hasta la década de 1920, la telegrafía sin hilos fue utilizada exclusivamente para la transmisión veloz de mensajes en código Morse, convirtiéndose en un recurso de gran utilidad para los ejércitos, las compañías comerciales y los transportes ferroviario y naval. El naufragio del transatlántico Titanic, ocurrido el 14 de abril de 1912, evidenció la utilidad y eficacia de la radiotelegrafía, el incidente se conoció rápidamente gracias a que la noticia se propagó a través de las ondas de radio que los barcos en altamar emitían y recibían; las noticias publicadas en los distintos periódicos de la época, dan cuenta de este hecho.

Durante las dos primeras décadas del siglo XX, las comunicaciones a distancia se transformaron por cuenta de dos factores, la relativa disminución del uso de la radiotelegrafía, a partir de la novedad que introdujo la radiotelefonía con la transmisión de mensajes hablados y, posteriormente, con la utilización de ésta como vehículo de entretenimiento a través de la radiodifusión. Este hecho causó una suerte de furor conocido como ''la locura de la radio'' inicialmente vivido en Estados Unidos e Inglaterra, pero que rápidamente se esparció por el mundo, impulsando la investigación, la experimentación y la construcción casera de artefactos para la emisión y la recepción de señales sonoras, a la vez que daba lugar al surgimiento de grupos de aficionados.

Para el caso de América Latina, se tiene que ya en 1922 se realizaban transmisiones radiales en lugares como Buenos Aires y Ciudad de México; en Bogotá los primeros experimentos fueron efectuados antes de 19282. Se ha señalado que los primeros años de actividad radial en Argentina suministraron novedosas posibilidades tecnológicas y culturales a sus contemporáneos, en primer lugar, porque la radio se presentaba como un recurso material que hacía posible lo imposible al realizar ficciones del momento relacionadas con la velocidad y la inmaterialidad,

Como innovación realiza fantasías que no son sólo tecnológicas: la comunicación inalámbrica a distancia, la captación de ondas invisibles, la manipulación de la recepción sobre todo en los aparatos a galena, la presencia de la voz y la música sin cuerpo, que remite a la desmaterialización y al tránsito de una cultura basada en la visión no mediada a una cultura sostenida sobre la mediación3.

Pero además, la radiodifusión emergía como un nuevo género cultural en sentido estricto, ya que permitió la conformación de espacios de intercambio y retroalimentación de experiencias tales como los clubes de radioaficionados que sumados a una compleja actividad ligada a los contenidos emitidos por las estaciones, construyeron la idea de que la radio era un gran escenario dispuesto para ofrecer selectos programas musicales y de disertación; posteriormente, se convirtió en espacio de interacción para las imbricadas relaciones entre las prácticas culturales y la masificación mediática.

Este artículo quiere mostrar el dinamismo de los grupos de aficionados en el proceso de consolidación de la radio como medio de comunicación de masas y como precursores de la audiencia radial en el país, asunto en el que confluyeron factores como la instalación y puesta en funcionamiento de estaciones emisoras y la disponibilidad de aparatos de recepción radial. En todo esto fue fundamental el dinamismo de los radioaficionados que pueden ser considerados como la base de la actividad radial en el país.

Plantear una investigación histórica sobre la radiodifusión en Colombia pone en evidencia un problema metodológico capital, que se hace mayor cuando se trata de reconstruir los primeros años de actividad radial en el país: el acceso a las fuentes. A pesar de la popularidad de la que goza la radio dentro de la población en general, las emisoras tradicionales carecen de archivos que permitan al investigador acceder a información que dé cuenta de sus actividades4. No obstante, al plantear preguntas por la audiencia en los momentos iniciales de la radiodifusión, los registros sonoros y los archivos de las emisoras pueden dejar de ser imprescindibles, ya que al hablar desde este punto se está haciendo alusión a problemas relacionados con la aceptación del medio, como el aumento en el número de emisoras, la paulatina ampliación de las horas de transmisión, con la aceptación o no de sus contenidos, y con el hecho de que los radios pasarán de ser artefactos de lujo, propiedad de unos pocos, a ser un objeto como cualquier otro, presente en la mayoría de los hogares. Se está planteando entonces, un problema de apropiación que dirige la mirada hacia otras fuentes en las que es posible identificar huellas de este proceso.

 

1. Inicios de la radiodifusión en Colombia

Durante los primeros años de la década de 1920, muchos de los hombres, pertenecientes a privilegiados sectores intelectuales y económicos de las principales ciudades del país, presentaron un vivo interés por los asuntos relacionados con la radiodifusión. En junio de 1928, el gobierno colombiano expidió un decreto en el que se establecieron las condiciones para la concesión de permisos para la instalación y puesta en funcionamiento de ''estaciones transmisoras de perifonía''. Sin embargo, podría decirse que la actividad radial propiamente dicha se inició el 5 de septiembre de 1929, fecha en que, después de no pocos percances, fue inaugurada en Bogotá la HJN, radioemisora concebida como órgano de difusión del gobierno central5; con el ánimo de poner a disposición de gran cantidad de ciudadanos el acontecimiento, se determinó instalar altoparlantes en distintas partes de la ciudad. La prensa local reseñó así el suceso:

Un público numeroso y entusiasta escuchó anoche en la Plaza de Bolívar el primer concierto de radio dado por la estación oficial de Puente Aranda que tuvo el más completo éxito. También se oyó con absoluta nitidez el discurso inaugural del nuevo servicio pronunciado por el señor ministro del ramo y una interesantísima exposición del director del Observatorio Nacional, R.P. Sarazola, en la cual explicó el desarrollo del nuevo medio de comunicación y las enormes ventajas que tiene como vehículo de cultura y adelanto espiritual y material [...]6.

La emisora era propiedad del gobierno, y en sus primeros años el tiempo de transmisión era de aproximadamente 120 minutos; después de las 8 de la noche, se arrendaba a particulares. En diciembre de 1929, fueron puestas en funcionamiento dos estaciones más de carácter privado, una en Bogotá y otra en Barranquilla.

Inicialmente la radiodifusión fue ejercida a la manera de un pasatiempo, los propietarios de las distintas emisoras hacían las veces de directores, locutores y operadores; las temáticas de los programas dependían de las preferencias e intereses de éstos a la vez que los horarios de transmisión ocupaban sus horas de ocio. Así por ejemplo, el 8 de diciembre de 1929, cuando tuvo lugar la inauguración de la primera emisora de Barranquilla, se desarrolló el siguiente programa:

1º ''El espectro de oro''. Obertura por la orquesta dirigida por Emirto de Lima.

2º Conferencia sobre el deporte por el grupo de ''Los Gavilanes''.

3º Aria de Bach, ejecutada en el violoncello por Guido Perla acompañado al piano por Emirto de Lima.

4º ''Cuentos de Hoffman'' por Cipriano Guerrero y su grupo de orquesta.

5º Serenata de otros tiempos solo de mandolina por Hugo Perla.

6º Égloga del mar'' pasillo de Emirto de Lima ejecutado en el violoncello por Guido Perla y acompañado por el autor.

7º Procesión nupcial de Cinderella de S. Dicker, intermezzo por la orquesta de la estación dirigida por Emirto de Lima.

8º Crónica de Paco Lince, leída por Eduardo López Cabrales.

9º Perseverancia por Cipriano Guerrero y su orquesta.

10º Salmo de amor pasillo de Emirto de Lima, ejecutado al piano por Carlos M. Zagarra.

11º Himno Nacional de Colombia, ejecutado al piano por Carlos M. Zagarra, acompañado por la orquesta7.

Por fuera de las transmisiones especiales, el programa habitual de las estaciones constaba de datos meteorológicos, información bursátil, noticias tomadas de algún diario local, reporte de la hora oficial, todo amenizado con un ''magnífico repertorio musical'' usualmente interpretado en vivo, ya que la transmisión de piezas musicales grabadas se tenía como un insulto para los artistas locales y para el público oyente8. A partir de la década de 1930, los horarios de transmisión comenzaron a hacerse cada vez más amplios, al principio, una emisora podía funcionar en promedio dos horas diarias, especialmente al final de la tarde y en la noche, así por ejemplo, la radiodifusora HKO operaba entre las 6 de la tarde y las 8 y quince de la noche, y los viernes ofrecía programas especiales que se extendían hasta las 10 de la noche. En contraste, esa misma estación que posteriormente se llamó Voz de Antioquia, operaba en 1940 aproximadamente doce horas, comenzando a las 10 y 30 de la mañana9.

Paulatinamente, las estaciones dieron cabida a la transmisión de espacios informativos, concursos, programas de radioteatro y radionovelas, audiciones que contaban con la participación de orquestas de baile y artistas cómicos, así como eventos de carácter deportivo, cívico o religioso. Así mismo, las diferentes radiodifusoras comenzaron a poner en acción criterios de organización en los que cobraron importancia aspectos como la administración, la producción técnica de los programas y la vinculación de personal (locutores, técnicos, operadores y guionistas) para desempeñar funciones específicas dentro de las estaciones.

El interés de las emisoras por hacer llegar sus programas más reputados a sectores amplios de la población y la íntima relación que se estableció entre éstas y las agencias de publicidad, llamadas por ese entonces oficinas de propaganda, que veían en la radio el escenario perfecto para promocionar los productos de sus clientes, estimularon al finalizar la década de 1930, la realización de transmisiones en cadena, modelo que tuvo como objetivo incentivar las ventas de artículos como radios, discos, alimentos, telas, productos farmacéuticos y cosméticos, entre otros, que evidenciaban el auge económico por el que atravesaba el país en ese momento10. Entre los primeros programas de este tipo estuvieron ''Alfombra Mágica'', ''Cadena Bedout'' y otros patrocinados por compañías internacionales como Cadena Kresto y Cadena Azul Bayer.

Desde finales de la década de 1920, distintos periódicos y revistas de circulación nacional y local, comenzaron a dedicar algunas páginas a asuntos relacionados con la actividad radial dentro y fuera del país; en ellas el lector encontraba comentarios y recomendaciones sobre la instalación, funcionamiento y reparación de radiorreceptores, además de anuncios publicitarios de emisoras, programas radiales y, por supuesto, radios. Posteriormente fueron puestas en circulación revistas especializadas, algunas de ellas desarrollaron temas relacionados con la farándula radial, otras en cambio, hicieron énfasis en el aspecto técnico y el componente científico de esta actividad. Pero unas y otras proporcionaron al público lector y radio-oyente información acerca de las emisoras y los programas transmitidos por éstas, los artistas nacionales y extranjeros que pasaban por sus micrófonos y, sobre todo, buscaron delimitar los estándares de buen gusto y moralidad que debían imperar en el ambiente radial11.

Es importante señalar que durante las décadas de 1930 y 1940, la radio fue parte fundamental de la ''política cultural de masas'', ambicioso proyecto de alfabetización de la población colombiana, especialmente de la que estaba asentada en los campos, pero que en un sentido amplio puede considerarse como el primer esfuerzo real por parte del Estado colombiano por democratizar el acceso a los bienes culturales, ya que estaba cimentado en el aprovechamiento de recursos convencionales como la biblioteca, la escuela, el museo, pero también de dispositivos tecnológicos novedosos para la época como lo eran el cinematógrafo y la radio12. Desde este momento se puede trazar una línea que marca la importancia de la radiodifusión para la educación de las clases populares colombianas, especialmente de su población rural; este aspecto tuvo su mayor auge a partir de 1949 con el proyecto de las Escuelas Radiofónicas y su posterior institucionalización en la Acción Cultural Popular (ACPO).

 

2. Los clubes de radioaficionados

Los grupos de aficionados a la actividad radial, también denominados clubes de radio, eran agrupaciones en las que sus miembros compartían conocimientos técnicos y experiencias relacionadas con la sintonización de estaciones de otras latitudes; esta forma de sociabilidad que en algunos países fue incipiente, pero que en otros tuvo proporciones considerables, fue la precursora de la audiencia radial. En Colombia, los clubes de aficionados estuvieron conformados mayoritariamente por hombres pertenecientes a privilegiados sectores intelectuales y económicos de las principales ciudades del país, que se sintieron motivados a conformar instituciones en las cuales se fomentaran el gusto y el desarrollo de la radio. La idea era facilitar los conocimientos de la ''novísima ciencia de la Radioelectricidad'' y permitir que los afiliados realizaran experimentos de manera práctica y económica13. Su conformación se justificaba al invocar el conjunto de dificultades a las que debía enfrentarse un aficionado en los años iniciales de esta actividad, pero que de alguna manera se perpetuaban en el tiempo si el interesado no poseía la instrucción necesaria para aprovechar todos los beneficios que le podía proporcionar el aparato radiorreceptor:

[...] en aquel tiempo era muy difícil conseguir un receptor debido a su alto precio. El afortunado que lo poseía no disfrutaba de él sino a título de ensayo experimental, pues no recibía sino fuertes ruidos y señales imperceptibles de estaciones extranjeras que, por otra parte, transmitían programas sin interés alguno14.

Se tiene noticia de iniciativas de este tipo en varias ciudades colombianas, por ejemplo, en 1928 se conformó un club en Barranquilla integrado por 23 miembros varones, que se reunían en torno al intercambio de información y nociones de electricidad, electrónica y ''tecnología radial'' en general, lo que contrastaba con el hecho de que cada miembro se reservaba sus secretos para la sintonización de emisoras15. De igual forma se procedió en Bogotá; revistas y periódicos de la época registraron detalladamente las iniciativas y actividades de los vecinos de la ciudad durante los últimos años de la década de 1920:

Los suscritos, deseando fomentar el cultivo y desarrollo de la Radio en Colombia, estiman necesario reunir todos los elementos interesados en este fin, y tienen la idea de iniciar la fundación de un Club de Radio en Bogotá, similar a los que existen en Europa y otros lugares de América, para facilitar la adquisición de conocimientos en la novísima ciencia de la Radioelectricidad y realizar experimentos de la manera más práctica y económica posible16.

El capitalino barrio Chapinero, fue uno de los sectores de la ciudad donde se reportó mayor actividad durante esos años, fueron reiteradas las quejas relacionadas con asuntos como el alto volumen de los radios y la poca pericia de sus propietarios para el manejo de estos artefactos: ''Nuevamente suplicamos a los aficionados de Chapinero que arreglen bien sus aparatos, porque las constantes oscilaciones perturban la recepción de los que si saben sintonizar sin molestar a los vecinos''17.

Con la conformación de la Liga Colombiana de Radio Aficionados (LCRA) en 1933 se puso fin a la serie de intentos fallidos por establecer clubes que congregaran radioaficionados, todas las tentativas precedentes tuvieron que enfrentar una suerte de hostilidad contra la actividad radial, producto del desconocimiento que tenía la población sobre la materia, incluida la oficialidad del país, y que en parte fue causa del estigma que hacía ver a la radio como potencial amenaza para los demás medios de información, especialmente para la prensa escrita. Este organismo se congregó en torno al fomento de la actividad radial en el país y en ella fueron acogidos, en calidad de socios, las estaciones radiales, los comerciantes de aparatos radiorreceptores y de repuestos, los técnicos, los aficionados y todo aquel que sin ser experto tuviera simpatía por la actividad radial18.

Inmediatamente después de la constitución de la Liga se procedió a poner en circulación su órgano de difusión: la revista Radio, que a pesar de tener sede en Bogotá, se nutría de colaboraciones de todo el país. En cada número la publicación entregaba a sus suscriptores, secciones fijas como las notas editoriales que invariablemente abrían la discusión sobre temas neurálgicos, como la persecución a los aficionados, la falta de una legislación para el ramo y la incompetencia de los funcionarios del Ministerio de Correos y Telégrafos para el manejo de lo concerniente a la radiodifusión; otras secciones eran la de correspondencia, la tabla actualizada mes a mes de la emisoras que funcionaban en el país, el seguimiento a los decretos expedidos mensualmente que conferían licencias para la instalación y el funcionamiento de estaciones radiodifusoras por el Ministerio y reportes de sintonía de estaciones extranjeras. Además de estas secciones, la revista publicaba artículos tomados de publicaciones similares originarias de otros países como L'Antenne, Onda corta, Short Wave Reporter, Corriente Continua, Radio Magazine, Communicatios and Broadcast Engineering, World Radio, Le Haut-Parleur y colaboraciones de los socios de la Liga.

Este organismo estaba afiliado a agremiaciones como la American Radio Relay League y la International Amateur's Radio Union, además, sostenía fluidas relaciones con los organismos representantes de ellas en América Latina tales como el Radio Club Venezolano, el Radio Club Uruguayo y el Radio Club Argentino, lo que da cuenta de la existencia de una comunidad transnacional unida por una pasión técnica.

Aunque los propósitos de la Liga y la revista inicialmente fueron ''[...] crear opinión y una efectiva afición a la radio'' y buscar que estas se extendieran ''no sólo a los profanos, sino también con quienes debieran apreciar en su verdadero valor este trabajo [...]''19, desde 1934 sus miembros se embarcaron en la tarea de elaborar una reglamentación que controlara su actividad. Ese año fue presentado al Ministerio de Correos y Telégrafos un documento preliminar en que se le encomendaba la explotación del servicio de radio-difusión comercial, radio-telegrafía y radio-telefonía para servicio terrestre, fluvial y marítimo, mientras se encargaba al Ministerio de Guerra la explotación de los servicios radio-militares y el control de las estaciones de aficionados. Además, señalaba que las estaciones experimentales o de aficionados, eran aquellas dedicadas únicamente al estudio de la radio-técnica, sin intereses comerciales o fines lucrativos.

En julio de 1935 el gobierno colombiano expidió el decreto 1365 por el cual se reglamentaba la concesión de licencias y el funcionamiento de las estaciones radiodifusoras y desde ese momento la Liga se comprometió con la vigilancia por su exacto cumplimiento:

Como fuimos tenaces en la exigencia de estas medidas, seremos ahora incansables defensores de ellas, e invitamos para satisfacer este propósito, a todos los radioescuchas colombianos, y de manera especial a nuestros socios y corresponsales dentro y fuera del país, para que nos informen sobre cuantas irregularidades anoten en el servicio, de acuerdo con su nueva reglamentación [...]20.

Sin embargo, lo concerniente a las disposiciones legales que autorizaran la concesión de licencias de experimentación técnica y científica para las llamadas estaciones de aficionados quedó pendiente por algunos años, pese a que las leyes internacionales las respaldaban como cruciales para la formación del personal de radio.

Es preciso anotar que durante estos años el país vivía un intenso ambiente de polarización política en el que convivían el creciente miedo por ''la amenaza comunista'' con la persecución y el silenciamiento por parte del gobierno a cualquier asomo de oposición. Durante el año de 1936 se presentaron varios episodios de decomiso de equipos, detención y multa de radioaficionados bajo pretextos confusos e injustificados. En mayo de ese año se presentó el siguiente incidente por parte de la Fuerza Pública ante la presencia de una presunta estación clandestina que funcionaba en Cali ''[...] La policía [...] encontró que en una de las piezas estaba montado un aparato transmisor de radiotelefonía con todos los accesorios correspondientes'', y procedió a efectuar el decomiso de los equipos y la detención de sus propietarios aduciendo en un primer momento motivos de protección al comercio en cumplimiento con lo dictado por el decreto 1365, sin embargo, el periódico El Colombiano al publicar la noticia dijo:

A última hora hemos sabido que la investigación sobre la estación clandestina decomisada anoche, continuará muy severa, pues hay indicios de haberse hecho comunicaciones que pueden ocasionar graves perjuicios al buen nombre del país en el exterior21.

Este hecho puso en evidencia la reiterada incompetencia de los funcionarios del Ministerio y la situación de caos que generaban sus contradictorias disposiciones en las radiocomunicaciones del país. Por otro lado, propició un fuerte enfrentamiento entre el Ministerio de Correos y Telégrafos y la Liga como representante de los aficionados y defensora de una legislación completa sobre la materia, no solo sobre radiodifusión ya que ''el uso de ondas y aparatos de radio, para fines diferentes científicos e industriales, está entrando paulatinamente en casi todos los campos de la actividad humana''22, también alegaba que la reglamentación de radio era necesaria ante su inexistencia y que todos estos aspectos habían sido incluidos en el desestimado anteproyecto de legislación presentado por ella al Ministerio de Correos y Telégrafos, en 1934.

Después de estos incidentes, los miembros de la Liga reafirmaron su compromiso con la expansión de la radiodifusión, a través de la renovación de sus estatutos, en los que aparece como objetivo fundamental de la entidad:

Hacer del radio entre nosotros algo más que una entretención vulgar, cuando se ha convertido en todo el mundo en una necesidad cotidiana con las prerrogativas y responsabilidades de un servicio público que está llevando los orígenes y las demostraciones de la cultura de los pueblos hasta donde nunca pudo suponerlo la aventurera imaginación del hombre23.

Al plantear esta urgencia de hacer ver la radiodifusión como un asunto serio y fundamental para el progreso del país, a pesar de la incomprensión y la ocasional persecución de las instancias oficiales, los radioaficionados colombianos, al igual que los de otros lugares, mostraron su convencimiento de que estaban ante una herramienta a través de la cual era posible realizar la promesa de la civilización.

 

3. La audiencia radial

Dentro de los estudios de la comunicación, las audiencias son definidas como el grupo de individuos al que se dirigen las comunicaciones masivas24. Al hablar de audiencia radial durante la primera mitad del siglo XX se está haciendo alusión al número de personas que tenían acceso a los contenidos transmitidos por las estaciones radiales, ya fuera por una escucha íntima y familiar con aparatos de recepción dispuestos en espacios domiciliarios o, a través de la amplificación de las audiciones por medio de alto parlantes dispuestos en plazas públicas, teatros, o cualquier otro lugar acondicionado para que los programas pudiesen ser escuchados por todos aquellos que no disponían de este tipo de artefactos en sus lugares de residencia.

Ni la audiencia, ni las emisoras existen por sí solas sino que ambas hacen parte del proceso de consolidación de la actividad radial en el país, en el que se articulan cuatro asuntos: la instalación y puesta en funcionamiento de estaciones radiodifusoras, la definición de sus criterios de programación, la masificación de la oferta de aparatos radiorreceptores y, finalmente, la implementación de una legislación para el medio. El surgimiento del mercado de aparatos radiorreceptores importados, y su consecuente pero lento abaratamiento, permitió la extensión de la ''locura de la radio'' a sectores amplios de la población y, por ende, el crecimiento de la audiencia radial.

Los radioaficionados pueden ser considerados como precursores de la audiencia radial en el país, ya que su principal interés se concentró en dos frentes, el ''pescar'' ondas en el éter y el propiciar la aparición de formas de sociabilidad en las que se compartiera todo el acumulado de conocimientos técnicos y experiencias relacionadas con la sintonización de emisoras, del que eran dueños sus miembros y que paralelamente contribuyó a la formación de un público oyente, congregado en tertulias en torno a distintos tipos de audiciones. Un artículo publicado en la revista de la LCRA en 1935, ilustra este asunto, al hacer referencia a la aparición de nuevos espacios para el esparcimiento social y familiar en los que se reelaboraban prácticas pre-radiofónicas como las veladas y los juegos de salón que comenzaban a entrar en desuso (como los de prendas, la gallina ciega y las adivinanzas), para dar lugar a otros organizados en torno a la radiorecepción25:

Tenemos ahora, pues, un juego de sociedad ultramoderno, digno de los tiempos, singularmente castizo, muy interesante y divertido tanto para grandes como para niños, y que llama también la atención de las personas serias, militares, políticos, deportistas, literatos, etc.

Se trata de una variación del juego de la gallina ciega, pues también en el nuevo juego se necesita saber buscar, coger y adivinar [...], pero no es absolutamente indispensable tener los ojos vendados; mas bien es conveniente tener en perfecto buen estado las trompas de Eustaquio, mejor dicho no ser sordos. Se necesita además un radio-receptor de onda larga y corta, preferiblemente de buena calidad26.

En sus inicios, la radiotelefonía fue considerada un pasatiempo relacionado casi en su totalidad con el ensamblaje de equipos destinados a la recepción de señales sonoras, mayoritariamente procedentes de otros países. La idea actual de un radio convencional no se corresponde exactamente con lo que fueron estos primeros receptores, ya que se asemejaban más a un gabinete o espacio de trabajo en el que estaban a la vista cables, tubos, válvulas, baterías y demás accesorios que permitían la sintonización de las distintas estaciones radiodifusoras.

Las radiocomunicaciones eran aceptadas como triunfo de la ciencia. Los interesados en la materia, además de salvar las barreras del idioma, debían tener pleno dominio de sus conocimientos en física, electricidad y electrónica. Posteriormente, con la proliferación de casas fabricantes como Westinghouse, RCA Victor, General Electric, Pilot, Philips, Philco, Atwater Kent, Emerson, Zenith, Scott y Stewart Warner, los aparatos de radio recepción se hicieron cada vez más sencillos de manejar, permitiendo que personas no muy instruidas pudiesen manipularlos de manera fácil.

A pesar de la dificultad que representa acceder a datos estadísticos sobre la primera mitad del siglo XX en Colombia, que den cuenta de este asunto, no es arriesgado afirmar que era muy reducida la cantidad de radios disponibles en el país, aún en las ciudades y poblados de relevancia económica o administrativa; al finalizar la década de 1920 alguien llegó a equiparar esta cifra con el número de aficionados a esta actividad:

He dicho que en Colombia la afición a la Radio es casi nula, teniendo en cuenta el número reducido de aficionados que hay con respecto a la población total. Yo supongo que en el país no existen aun mil aparatos receptores, lo que representa un aparato por cada 7,000 habitantes, mientras que en los Estados Unidos, por ejemplo, hay un receptor por cada 7 habitantes27.

Catorce años después, se calculaba que en todo el país podía haber cerca de veinte mil aparatos receptores, con la firme esperanza de que rápidamente aumentaría ''pues el público, las alcaldías, los colegios, los clubes, etc., etc., se encargarán por cuenta propia de proveerse de aparatos receptores donde todavía no existan''28. En 1935 el Ministerio de Educación encomendó a la Biblioteca Nacional realizar el ''Censo de las poblaciones de los Departamentos''; con sus resultados, el gobierno buscaba hacer un diagnóstico de los recursos humanos y materiales disponibles en cada jurisdicción con miras a su aprovechamiento en pro del acrecentamiento cultural de sus habitantes. Entre otros asuntos de muy variada índole, se preguntaba por el número de escuelas, colegios, teatros, cines, bibliotecas y, curiosamente, de radios. De ahí se tiene que para esa fecha Colombia contaba con 201 radiorreceptores29.

Años más tarde, en 1948, la Dirección Nacional de Estadística publicó los resultados de un estudio que indagaba por las condiciones sociales, económicas y el costo de vida de la clase obrera de tres ciudades de importancia comercial, en el que se encuentra información relativa a las características del grupo familiar, el grado de escolaridad de sus integrantes, los ingresos y gastos, las características de la vivienda y del mobiliario; en éste último, entre otras cifras, se revela que entre la clase obrera de Barranquilla, Honda y Mariquita se podían contar en promedio 63 radios30.

Es claro que la disponibilidad de radios está relacionada de manera directa con el precio y la oferta de estos artefactos; a través de la publicidad que aparece en los distintos periódicos y revistas es posible tener una idea del asunto, pero es pertinente hacer claridad en dos aspectos. En primer lugar, la Colombia de inicios del siglo XX, muy a pesar del título de ''Atenas suramericana'' que ostentaba su capital, estaba lejos de contar con índices amplios de alfabetización, ésta se concentraba en los sectores privilegiados y, en consecuencia, las publicaciones periódicas estaban dirigidas a ellos. En segundo lugar, dado que los radios eran símbolo de novedad y modernidad, es apenas lógico pensar que los altos precios que estos aparatos podían alcanzar, los hacían inaccesibles para la mayoría de la población de un país que para ese entonces era mayoritariamente rural, con unas condiciones materiales limitadas y precarias.

Aunque se carece de información estadística que dé cuenta de la cantidad exacta de almacenes especializados en radiocomunicaciones establecidos en Colombia entre 1930 y 1950, es posible inferir algunos datos de acuerdo a la cantidad de anuncios que publicitaban las distintas marcas de radios y los almacenes en que éstos podían comprarse, los cuales aparecen en las publicaciones seriadas de la época. Durante la década de 1930 se evidenció el paso de anuncios esporádicos y menciones circunstanciales sobre la ''radiotelefonía'' a un nutrido número de anuncios de talleres de radio y almacenes especializados que también aparecen registrados en las guías comerciales de las ciudades y departamentos del país.

Por ejemplo, para el caso de Manizales, que participaba del auge económico producto de la bonanza cafetera, entre los 67 almacenes que aparecen registrados para 1945, sólo cuatro vendían radios; además de los cinco talleres que funcionaban en la ciudad, dos estaban especializados en la materia31. Resulta interesante establecer comparaciones con otras ciudades como Bogotá, en la que funcionaban cuatro establecimientos especializados para 194832; Barranquilla contaba con siete establecimientos de reparación y venta de radios y accesorios para 194733, y Medellín, donde se encontraban veinticinco locales dedicados a la radio entre talleres, laboratorios y almacenes de radios en 194534.

 

Reflexiones finales

Los importantes cambios tecnológicos acaecidos en la primera mitad del siglo XX, entre ellos la radiotelegrafía y en especial la popularización de la radiodifusión, su rama más aceptada, además de introducir paulatinamente entre la población el uso de aparatos para la emisión y recepción de señales sonoras, e impulsar el interés por la investigación y la experimentación, dieron lugar al surgimiento de círculos de aficionados que pueden ser considerados como precursores de la audiencia radial, ya que a partir de ellos y sus actividades se jalonó el fragoso proceso de establecimiento de la actividad radial en el país.

Es significativo resaltar el papel de los círculos, impulsores de la radiodifusión como una actividad comercial privada en la que era posible conjugar las inquietudes técnicas con la rentabilidad económica; así mismo, fue relevante su participación en la definición de la legislación nacional sobre el tema y ayudaron a perfilar la radio como un espacio privilegiado para el ocio en el que era posible conjugar educación con esparcimiento.

Es relevante destacar el papel activo de las audiencias y la importancia del contexto en las relaciones de producción, circulación y apropiación de sentido que se establecen entre los diferentes grupos de una sociedad y, entre éstos y los contenidos que los medios de comunicación ponen a su disposición. La relación de las audiencias y los medios de comunicación constituye un campo de circularidad cultural donde son constantes las hibridaciones entre cultura de elite, cultura popular y cultura de masas que a la vez ponen de manifiesto la erosión y porosidad de las fronteras sociales, culturales y económicas35.

En el presente artículo nos detenemos en el papel desempeñado por algunos miembros de las elites económicas e intelectuales colombianas involucradas en la introducción y expansión de la radiodifusión en el país, desde sus actividades como miembros de clubes de radio, responsables en buena medida de la aceptación de este medio entre la población por cuenta del establecimiento de emisoras y de la adopción y tutela de la legislación que regía esta actividad. Sin embargo, es necesario mencionar que precisamente lo anterior, sumado a factores de índole económica como el abaratamiento de los aparatos receptores y la consecuente ampliación de las capas poblaciones que podían acceder a éstos, contribuyeron a la formación de la nutrida audiencia radial que lentamente se constituyó entre las décadas de 1930 y 1940 de la mano del fortalecimiento de la radiodifusión colombiana.

 

Bibliografía

 

Fuentes primarias

 

Publicaciones periódicas:

1. Chapinero. Revista quincenal ilustrada (1928-1929), núm. 8, 17, 18, 26, Bogotá         [ Links ].

2. El Colombiano (1936, 16 de junio), Medellín.         [ Links ]

3. El Espectador (1929, 6 de septiembre), Bogotá         [ Links ].

4. Micro (1940), núm. 1, Medellín.         [ Links ]

5. Radio. Órgano de la Liga Colombiana de Radio Aficionados (1933- 1936), núm. 1, 12, 14, 19, 22, 26, 2, Bogotá         [ Links ].

6. Senderos (1935), núm. 12, 13,14, 15, 18 y 19, 20, 21- 22- 23, Bogotá         [ Links ].

 

Libros

7. Controlaría General de la Nación – Dirección Nacional de Estadística, Condiciones económico- sociales y el costo de la vida de la clase obrera en la ciudad de Barranquilla, Bogotá, Imprenta Nacional, 1948.         [ Links ]

8. Controlaría General de la Nación – Dirección Nacional de Estadística, Condiciones económico- sociales y el costo de la vida de la clase obrera en la ciudad de Honda, Bogotá, Imprenta Nacional, s.f.         [ Links ]

9. Controlaría General de la Nación – Dirección Nacional de Estadística, Condiciones económico- sociales y el costo de la vida de la clase obrera en la ciudad de Mariquita, Bogotá, Imprenta Nacional, 1948.         [ Links ]

10. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa-Calpe, 1934.         [ Links ]

11. Guía comercial e industrial de Caldas, Manizales, s.n., 1945.         [ Links ]

12. Guía comercial e industrial de Medellín, Medellín, s.n., 1947.         [ Links ]

13. Guía comercial e industrial del Atlántico, Barranquilla, s.n., 1945.         [ Links ]

14. Guía comercial, industrial y profesional de Bogotá, Bogotá, s.n., 1948.         [ Links ]

15. The Encyclopaedia Britannica: a dictionary of arts, sciences, literature and general information, London, New York, Encyclopaedia Britannica, 1926.         [ Links ]

 

Fuentes secundarias

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Referencias

* El artículo hace parte de la investigación doctoral titulada ''La formación de la audiencia radial en Colombia, 1929-1954'' que contó con recursos de la Convocatoria Nacional de Investigación 2008 (modalidad 6, apoyo a tesis de programas de posgrado) de la Universidad Nacional de Colombia.

1. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, 1934, tomo 32, p. 1370; tomo 61, p. 19. La historia de la radio es compleja ya que en ella confluyen las inquietudes, intereses, investigaciones y desarrollos de muchos inventores y empresarios. Flinchy, Patrice, Una historia de la comunicación moderna. Espacio público y vida privada, Barcelona, Gustavo Gili, 1993.

2. Existen datos que indican que para 1922 las ventas de aparatos y repuestos de radio supusieron en Estados Unidos un total de 60 millones de dólares, para 1923 la cifra fue de 136 millones de dólares y para 1924 era de 358 millones de dólares. Susan J. Douglas dice que este boom pareció tan repentino porqué entre 1915 y 1922 la radio había sido despreciada de mala manera por los periódicos y revistas, además, porque se había prestado poca atención al periodo de gestación de esta actividad durante los veinte años anteriores. Ver, Douglas, Susan J., ''Comienza la radiodifusión'', Crowley, David y Paul Heyer, La comunicación en la historia. Tecnología, cultura, sociedad, Barcelona, Bosch, 1997, pp. 288-297. Briggs, Asa y Peter Burke, De Gutemberg a internet. Una historia social de los medios de comunicación, Madrid, Taurus, 2002.

3. Sarlo, Beatriz, La imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina, Buenos Aires, Nueva Visión, 2004, p. 16-17.

4. Aunque en Colombia la situación es patética, no es un caso aislado; las circunstancias son similares al menos en la mayoría de los países latinoamericanos. Investigaciones recientes han mostrado que es posible hacer una historia de la radio prescindiendo de los archivos sonoros y utilizando como fuentes distintas publicaciones seriadas. Ver, Matallana, Andrea, ''Locos por la radio''. Una Historia social de la radiofonía en la Argentina, 1923-1947, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006 y Castellanos, Nelson, ''La radio colombiana, una historia de amor y de olvido'', Signo y pensamiento, 20 (39), Bogotá, Facultad de Comunicación y Lenguaje, Pontificia Universidad Javeriana, 2001, pp. 15-23.

5. Vizcaíno, G., Milcíades, La HJN: precursora de la radio colombiana y soporte en la construcción del Estado-Nación, Bogotá, Universidad del Rosario, 2002.

6. El Espectador, Bogotá, septiembre 6 de 1929, s. p.

7. Téllez B., Hernando, Cincuenta años de radiodifusión en Colombia, Medellín, Bedout, 1974, p. 14-15.

8. El Colombiano, Medellín, junio 16 de 1932, p. 2.

9. Micro, Medellín, febrero 15 de 1940, p. 4.

10. Kalmanovitz, Salomón, Economía y nación. Una breve historia de Colombia, Bogotá, Norma, 2003, pp. 241-361. Bejarano A., Jesús A., ''La economía entre 1930 y 1945'', Tirado M., Álvaro, Nueva Historia de Colombia, Bogotá, Planeta, 2001, pp. 115-148.

11. Castrillón G., Catalina, ''La radio educadora: solución para una patria inculta. La actividad radial en Colombia, 1930-1940'', Ceballos Gómez, Diana Luz (ed.), Prácticas, territorios y representaciones en Colombia, 1849-1960, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, 2009, pp. 129-145.

12. Silva, Renán, República liberal, intelectuales y cultura popular, Medellín, La Carreta, 2005, pp. 59-86.

13. Chapinero, Bogotá, noviembre 12 de 1928, sp.

14. Radio, Bogotá, noviembre de 1933, p. 16-17.

15. Urreta C., Mike, Historia de la radiodifusión en Barranquilla, Barranquilla, Ediciones Uniautónoma, 1994.

16. Chapinero, Bogotá, noviembre 12 de 1928, s.p.

17. Chapinero, Bogotá, marzo 15 de 1929, s.p.

18. Radio, Bogotá, noviembre de 1933, p. 7.

19. Radio, Bogotá, enero de 1936, p. 7.

20. Radio, Bogotá, septiembre de 1935, p. 7-8.

21. El Colombiano, Medellín, mayo 15 de 1936, p. 10.

22. Radio, Bogotá, junio de 1936, p. 6.

23. Radio, Bogotá, agosto-septiembre de 1936, p. 9.

24. O'Sullivan, Tim, et al., Conceptos clave en comunicación y estudios culturales, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1995, p. 40.

25. Monsivais, Carlos, Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina, Barcelona, Anagrama, 2000, pp. 214-216.

26. Radio, Bogotá, febrero-marzo de 1935, pp. 17-19.

27. Chapinero, Bogotá, noviembre 15 de 1928, s. p.

28. Radio, Bogotá, diciembre de 1934, p. 24.

29. La cifra corresponde a los departamentos de Cundinamarca, Atlántico, Huila, Valle, Cauca, Caldas y Santander; vale la pena resaltar que la encuesta no tuvo en cuenta los datos correspondientes a Bogotá, Senderos, (12-23), Bogotá, 1935.

30. Controlaría General de la Nación – Dirección Nacional de Estadística, 1948a, 1948b, s.f.

31. Guía comercial e industrial de Caldas, 1945, pp. 5, 7, 8, 14, 53.

32. Guía comercial, industrial y profesional de Bogotá, 1948, pp. 186-187.

33. Guía comercial e industrial del Atlántico, 1947, pp. 140-141.

34. Guía comercial e industrial de Medellín, 1945, pp. 162-165, 195.

35. Certeau, Michel de, La invención de lo cotidiano. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana, 1996; García C., Néstor, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Grijalbo, 2003.