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Historia y Sociedad

Print version ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.21 Medellín July/Dec. 2011

 

ARTÍCULO DE REFLEXIÓN

 

El General en su laberinto de Gabriel García Márquez y Conviene a los felices permanecer en casa de Andrés Hoyos: dos visiones de la Independencia de Colombia*

 

The General in His Labyrinth by Gabriel García Márquez and Conviene a los felices permanecer en casa by Andrés Hoyos: two visions of Colombian Independence

 

 

Gustavo Forero Quintero**

 

** Doctor en Literatura de la Universidad de Salamanca y Magíster en Études Romanes de la Universidad de la Sorbona (París IV). Literato de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá y Abogado de la Universidad Externado de Colombia. Profesor Asociado del área de Literatura de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Dirección de contacto: gustavoforero@comunicaciones.udea.net.co

 

Artículo recibido el 17 de mayo de 2011 y aprobado el 7 de septiembre de 2011.

 


Resumen

El objetivo de este trabajo es comparar las perspectivas políticas que sugieren dos novelas históricas que giran alrededor del tema de la Independencia de Colombia: El General en su laberinto (1989) de Gabriel García Márquez y Conviene a los felices permanecer en casa (1992) de Andrés Hoyos. Cada una sugiere dos destinos muy distintos para la nación colombiana: uno, que busca a todo precio la unidad con la imagen de Bolívar y, el otro, que reconoce la necesaria fragmentación de los discursos y el valor de la versión de los vencidos. De este modo, las novelas dan cuenta de dos visiones de la filosofía de la historia de Colombia: una que depende de la sabiduría de ''grandes hombres'' y otra que alude a los discursos parciales de sectores sociales con objetivos difusos.

Palabras clave: Independencia, Colombia, literatura, filosofía de la historia, novela histórica.


Abstract

The aim of this essay is to compare the political perspectives put forward by two historical novels tackling the theme of Colombia's Independence: El General en su laberinto (GL) by Gabriel García Márquez, and Conviene a los felices permanecer en casa (CF) by Andrés Hoyos. Each one of these books suggests two very different destinies for the Colombian nation in accordance with its nation-founding inspiration: the first one, seeking unity at any price with Bolivar's image on the background, and the other one, that acknowledges the required fragmentation of the discourses and the value found in the version of the defeated. This way, these novels account for two visions of Colombia's philosophy of history: one that depends on the wisdom of ''important men'' and the other that refers to partial discourses by social groups with vague objectives.

Key words: Independence, Colombia, literature, philosophy of history, historical novel.


 

 

Con pocos años de diferencia, las novelas históricas colombianas El General en su laberinto (1989) de Gabriel García Márquez (Aracataca, 1927), y Conviene a los felices permanecer en casa (1992) de Andrés Hoyos (Bogotá, 1953), se ocupan de muy distinta manera del tema de la Independencia de Colombia. El hecho de que el Nobel de la literatura haga parte del boom latinoamericano —y por lo tanto de una literatura que ya posee entidad canónica en relación con la historia— y Hoyos represente una generación cercana a la posmodernidad literaria, que recrea esa historia de una manera desenfadada, puede determinar perspectivas estéticas y filosóficas diferentes1.

Para el caso, mientras García Márquez ubica su novela en 1830, año de la muerte de Simón Bolívar y, por tanto, en un momento de evaluación necesaria de la gesta libertadora; Hoyos alude al período revolucionario mismo, comprendido entre los años 1810 y 1819, fechas signadas por los hitos históricos tradicionalmente concebidos como fundacionales: el levantamiento del 20 de julio, el sitio de Cartagena de 1815 y la Batalla de Boyacá de 1819. Dentro de tales coordenadas temporales, que sugieren el campo de estudio del presente análisis, el narrador del primer texto se solidariza con un héroe histórico en decadencia que ya ha visto la ruina de su sueño, mientras que el segundo ofrece la versión de los vencidos, es decir, cuenta la historia desde la perspectiva de los españoles y se identifica con ellos en un momento de rechazo a su imaginario. Así, El General en su laberinto expone las circunstancias del fracaso del proyecto bolivariano de una Gran Colombia unida y Conviene a los felices permanecer en casa recrea irónicamente un contexto ''caótico'' donde las distintas fuerzas de la sociedad confluyen por encima de cualquier proyecto determinado2.

Aunque el segundo texto pudo ser respuesta al primero, lo que interesa aquí es determinar los efectos ideológicos de la literatura histórica y el valor contemporáneo de las opciones políticas de ambos textos. En este sentido, con Mijaíl Bajtín3 se reconoce el carácter de ideología que posee la propia literatura, máxime en el caso de la novela histórica de América Latina que como señala Christoph Singler, pone en juego ''la historia del continente, considerada en sí misma y en sus relaciones con el presente'' pues lo importante es ''la búsqueda de la identidad latinoamericana (y el punto de vista de las víctimas de la historia no les es tampoco exclusivo), [...] la historia desde el punto de vista del imaginario colectivo4.

En desarrollo de lo anterior, se comparan entonces las perspectivas narrativas de las dos novelas y, en particular, el carácter de sus personajes principales, que sirven como mediadores de una u otra visión política para la nación actual. En este sentido, se busca comprender sus voces dentro de lo que constituye la filosofía de la historia, campo epistemológico que intenta explicar las causas de esa historia, entre otras, en las acciones individuales, o bien, como producto de las transformaciones sociales, económicas o políticas que sirven de marco a los sujetos históricos. Desde el primer punto de vista, Georg Wilhelm Friedrich Hegel5 y Thomas Carlyle6, por ejemplo, partían de la base de que los ''grandes hombres'' son la fuerza determinante para entender el destino de un pueblo, mientras que Heinrich Rickert y los críticos de la Escuela de los Annales en Francia7, establecen el carácter científico de la disciplina histórica y, por ende, la necesidad de limitarse al análisis de los supuestos de diversa índole social que explican cualquier cambio considerado histórico. Ambas perspectivas se relacionan en el presente trabajo a partir de una serie de oposiciones que describen a los personajes de las novelas y que se resuelven en la evaluación que hace el narrador de la filosofía de la historia de Colombia8. Como señala Magdalena Perkowska9, América Latina ha encontrado en la voz de los escritores la manera de pensar el campo histórico, social y cultural, desde la perspectiva tradicional —con un sentido— o bien, desde otra perspectiva determinada por la realidad escueta, de hechos explicables científicamente.

 

El general Bolívar y los felices

El título de la novela de García Márquez sugiere, desde un primer momento, la experiencia de un hombre definido ante todo por su representación militar10 y por la encrucijada11. Esta última se presenta como un estado propio, asociado invariablemente a su existencia heroica: '''Carajos', suspiró. '¡Cómo voy a salir de este laberinto!'''12. Para el narrador, el general Bolívar vive el ''éxtasis'', ''[...] de alguien que ya no era de este mundo [...]''; sufre un ''hechizo''13; el ''delirio'' o ''lo que él [llama] 'mis crisis de demencia''' [aunque como en un mito] ''al día siguiente se le [ve] resurgir de sus cenizas con la razón intacta''14. Su ''confusión''15 y su destino16 se identifican con la locura y el destino de América, pues ''América es un medio globo que se ha vuelto loco''17 y ''el país que se perdía a sus espaldas, y nuevas guerras civiles lo arruinaban. Era su destino''18. Esto a pesar de que ''siempre encontraba algún culpable imprevisto de sus desgracias''19 y de que José Palacios, su ayudante de cámara, repita: ''Lo que mi señor piensa, sólo mi señor lo sabe'' 20. El espacio psicológico del héroe, su ''destino'', se identifica con el futuro incierto de la nación en medio de una puesta en escena, pues según advierte el personaje: ''Estoy condenado a un destino de teatro''21. De tal manera, héroe y Gran Colombia son uno solo, en medio del teatro de la historia.

Por el contrario, el título de la obra de Hoyos sugiere desde el principio una ironía frente a la época de independencia que se recrea en la novela, pues una comunidad de hombres —los ''felices''— debe permanecer en la casa, que es la imagen misma de la seguridad y el resguardo natural (por lo menos en la lectura religiosa de la palabra, que se adecúa bastante bien a la perspectiva cristiana de la novela que determina su división22). Sin embargo, lejos del valor semántico de la idea del hogar, esta felicidad es mentira, pues en la conversación que sostiene la criolla Pastora Obando con su hermano Tadeo, se advierte:

–A todas éstas, quizá tú me puedas decir qué se fizo el rey MacBride; un día no me escribió más.

– ¿Yo qué sé? Si no lo fusilaron los españoles, lo cual no es imposible en tratándose de un mercenario, a lo mejor entonces... se lo llevó el diablo. O de pronto se hizo esclavo.

–Buen chiste, aplaudo, pero ¿qué significa?

–Ser esclavo significa querer serlo y no significa sino eso; a quien tiene alma de esclavo, para ser feliz le basta con meterse en la primera merienda de negros que le abra la bocota por ahí. [...]

–Mi buen amigo, Juan Crisóstomo Arriaga, el de la sonata23, también escribió una ópera llamada Los esclavos felices; traigo el libreto... ¿te interesa?

–Pues tenía que ser un amigo tuyo para creer en esa patraña... Los esclavos no son felices –dijo y le volvió la espalda—. Ah –agregó—y si me preguntas a mí, yo no estoy de acuerdo con que se arme este bochinche... francés en la casa de mis padres24.

En este diálogo se explica la ironía del título de Hoyos. Contrario a lo que sugiere con sorna Tadeo —apoyándose en el nombre de la ópera de Arriaga—, para Pastora el esclavo es el que quiere serlo y, ante todo, es el feliz en cualquier lugar. Desde su punto de vista, la apariencia de felicidad que da la ''casa'' no es más que parte de un engaño. El feliz es sólo el inconsciente, el que no tiene pleno conocimiento de la situación que vive, supuesto que se desarrollará en la novela cuando se definan los personajes sin conciencia social.

Por su parte, en la primera novela, GL, en medio de la América/teatro en que se ha convertido su destino, Bolívar tiene un lugar epistemológico y a la vez político que supone una consciencia no sólo personal sino social. De este modo, el personaje afirma: ''La verdad es que aquí no hay más partidos que el de los que están conmigo y el de los que están contra mí, y usted lo sabe mejor que nadie''. Y añade: ''Y aunque no lo crean, nadie es más liberal que yo''25. En este contexto ideológico, el general Montilla, que hace parte de los seguidores de El Libertador, teme lo peor si Bolívar abandona el país, pues —afirma— en este caso vendrá la hecatombe:

Los bolivaristas cartageneros estaban resueltos a no jurar una constitución de compromiso ni a reconocer un gobierno endeble, cuyo origen no se fundaba en el acuerdo sino en la discordia de todos. [...] 'Y no les falta razón, si Su Excelencia, el más liberal de todos, nos deja a merced de los que se han apropiado el título de liberales para liquidar su obra'26.

De este modo, se reconoce así en el personaje su carácter excepcional e imprescindible para el país. Su discurso liberal se suma a la utopía de una Gran Colombia unida y de nuevo el destino personal se identifica con el nacional. Desde esta perspectiva, la obra del Nobel colombiano expone cómo en sus últimos días el General persiste en este sueño, que es a la vez el sueño nacional. Por eso, dice el narrador: ''Su ilusión final era extender la guerra hacia el sur, para hacer cierto el sueño fantástico de crear la nación más grande del mundo: un solo país libre y único desde México hasta el Cabo de Hornos''27; y afirma Bolívar en Mompox: ''No hay otra alternativa'', dijo: ''unidad o anarquía''28.

Por tal razón, de acuerdo con la novela, Bolívar critica los peligros de la fragmentación, pues desde su punto de vista: ''Dieciséis millones de americanos iniciados apenas en la vida libre quedaban al albedrío de sus caudillos locales''. ''En suma'', concluye El General, ''todo lo que hemos hecho con las manos lo están desbaratando los otros con los pies''29; y además advierte: ''Cada colombiano es un país enemigo''30 y ''Todas las ideas que se le ocurren a los colombianos son para dividir''31. En este sentido, en GL se plantea, además, la determinación de un enemigo en el norte, los Estados Unidos, que puede dar al traste con este proyecto político de la unidad grancolombiana. Bajo este supuesto, temiendo ese peligro, el General advierte a Itúrbide: ''No se quede con Urdaneta [...]. Ni tampoco se vaya con su familia para los Estados Unidos, que son omnipotentes y terribles, y con el cuento de la libertad terminarán por plagarnos a todos de miserias''32.

El Libertador construye de esta manera todo un entramado ideológico que es su laberinto. Desde este punto de vista, la anarquía y los Estados Unidos surgen como los enemigos al acecho. Así, en lo que atañe a la economía marítima, Bolívar se opone a entregar el monopolio de la navegación a los alemanes, pues afirma: ''Si les dejamos el monopolio a los alemanes terminarán traspasándolo a los Estados Unidos''33. Como se ve, el delirio psicológico del personaje es un delirio que se identifica con los proyectos políticos de todo un país que lo apoya como su pro-hombre.

Por el contrario, en la novela de Hoyos, dado que el hombre ''consciente'' no puede en efecto ser feliz en cualquier lugar, el topos fundamental no está amparado por una ideología política, menos aún si se toman en cuenta las expresiones ''primera merienda de negros que le abra la bocota por ahí'' o ''bochinche... francés'' con que se alude al proceso de emancipación. Ambas declaraciones dan cuenta de la perspectiva escéptica que mantienen —de acuerdo con Hoyos— ciertos grupos sociales respecto de la Independencia. Para este contexto, los españoles asumen la voz privilegiada de la novela pues son los vencidos del conflicto (como sugiere Michel Foucault en su perspectiva de lo que debe significar la historia en Hay que defender la sociedad)34.

Desde este punto de vista, si bien en un momento dado Pastora lucha por la libertad –''yo no nací para criada tuya ni de nadie''35—, para ella, después de todo, las nuevas ideas llegan a ser parte de un ''bochinche francés'' que, identificándose con el discurso español, se le antojará molesto. La revolución termina por ser ese alboroto que no se quiere en la casa [''...de mis padres'', dice], con lo cual parodia la felicidad de los que se quedan en ella, es decir, la felicidad de los ''independientes'', que no son más que los inconscientes respecto del proceso político que se vive. Con esto se advierte la lectura paródica y escéptica del narrador de la novela de Hoyos frente al proyecto libertario de los criollos y, en general, frente a la Independencia como discurso fundador de otro sistema político. Contestando la novela de García Márquez, el escritor da la palabra a los derrotados (los españoles) y de esta manera relativiza la llamada Independencia de unos cuantos ''renegados''.

Hasta aquí, resulta clara la diferencia de posturas planteada en GL y en CF con respecto a la Independencia y al proyecto bolivariano de unificación. Estas perspectivas, sin embargo, ofrecen aún otras fuentes de análisis, a partir de otros discursos antagónicos presentes en cada narración.

 

El general Santander y el caos

En relación con las circunstancias que rodean al Libertador, en primer lugar se debe subrayar el hecho de que el narrador del GL acompaña a su personaje, Bolívar, en el laberíntico cumplimiento de un destino, desde principios del año 1830 hasta el 17 de diciembre del mismo año, cuando el General muere en la ciudad de Santa Marta36. En este tránsito a la muerte, Santander encarna en la obra de García Márquez las fuerzas de oposición —y obsesión— al proyecto bolivariano de la Gran Colombia unida. Como sucede con Bolívar, el héroe, Santander tiene el carácter excepcional necesario para hacerle el contrapeso ideológico pues también es un ''gran hombre'' que determina la historia. Esta perspectiva se suma a la reflexión conflictiva que se hace de lo que significa ser liberal, adjetivo con el cual se pretende calificar en un momento dado a Santander por oposición a Bolívar, que se ve a sí mismo como el verdadero liberal:

Lo único que le indignó de la carta fue que el propio encargado de la presidencia de la república incurriera en el abuso de llamar liberales a los partidarios de Santander, como si fuera un término oficial. 'No sé de dónde se arrogaron los demagogos el derecho de llamarse liberales', dijo. 'Se robaron la palabra, ni más ni menos, como se roban todo lo que les cae en las manos'37.

De tal manera, los héroes y las ideologías determinan entonces el destino de la nación. Así, esta división entre demagogos y liberales que presenta García Márquez es la que determina la tensión ideológica del texto puesto que en uno u otro vórtice personalista se debate la República independiente. Además, el discurso ambiguo en torno a lo que significa ser liberal se aúna al hecho de que, desde el punto de vista dEl General, Santander no admite la idea de la unidad continental —que es el sueño/destino de Bolívar/Colombia—: '''La verdadera causa fue que Santander no pudo asimilar nunca la idea de que este continente fuera un solo país', dijo el general. 'La unidad de América le quedaba grande'''38. Por tal motivo, desde la perspectiva del narrador de la novela, esta oposición ''Fue un riesgo inmenso, pues según los servicios confidenciales dEl General, Santander tenía dispuesta una conjura para quitarle el poder y desmembrar a Colombia''39. Para Bolívar, entonces, Santander ''es avaro y cicatero por naturaleza'', decía, ''pero sus razones eran todavía más zurdas: el caletre no le daba para ver más allá de las fronteras coloniales''40. Los adjetivos utilizados son apenas una muestra de la evaluación del proyecto político que encarna el contrincante y la confirmación del proyecto de Bolívar. Así, frente al liberalismo del Libertador, en el GL se produce la identificación entre el proyecto ''conservador'' de Santander y la persistencia de las estructuras coloniales. Apodado ''Casandro'' por el General41,

su grande amigo de otro tiempo y su más grande contradictor de todos los tiempos, jefe de su estado mayor desde los principios de la guerra, y presidente encargado de Colombia durante las duras campañas de liberación de Quito y el Perú y la fundación de Bolívar [...] [Santander] Fue sin duda el segundo hombre de la independencia y el primero del ordenamiento jurídico de la república, a la que impuso para siempre el sello de su espíritu formalista y conservador42.

De esta manera, la oposición entre los dos próceres está determinada tanto por su personalidad como por sus ideas y la resolución de la novela no hará más que confirmarla. Es tanta la inquina contra Santander, conservador e hispanófilo, que en un momento dado el General Bolívar afirma:

Las oligarquías de cada país, que en la Nueva Granada estaban representadas por los santanderistas y por el mismo Santander, habían declarado la guerra a muerte contra la idea de integridad, porque era contraria a los privilegios locales de las grandes familias. [...] 'Ésa es la causa real y única de esta guerra de dispersión que nos está matando', dijo el general. 'Y lo más triste es que se creen cambiando el mundo cuando lo que están es perpetuando el pensamiento más atrasado de España'43.

De este modo, en el GL la identificación de ambos discursos, el conservador y el colonial, se logra con las figuras de Bolívar y Santander. Con ella se da cuenta del proyecto desmembrador de la Gran Colombia y por lo tanto de la causa del fracaso personal de Bolívar. En esta misma lógica, contra la política económica de Santander, el General Bolívar advierte de una manera anacrónicamente profética: ''Aborrezco las deudas más que a los españoles. [...] Por eso le advertí a Santander que lo bueno que hiciéramos por la nación no serviría de nada si aceptábamos la deuda, porque seguiríamos pagando réditos por los siglos de los siglos. Ahora lo vemos claro: la deuda terminará derrotándonos''44. En este sentido, como un ''verdadero'' liberal, pero a la vez como un adivino del porvenir económico de la República, el Libertador propone su teoría de rechazar la deuda externa con el fin de que el proyecto continental triunfe en América. De nuevo, la oposición al imperialismo norteamericano es en este caso el motivo que separa a los dos próceres y, más aún, un elemento que hace inconciliables sus modelos políticos para Colombia.

En esa misma línea, desde el punto de vista del narrador del GL, Santander y sus amigos acusaban a Bolívar ''de querer la presidencia vitalicia para dejar en su lugar a un príncipe europeo''45; por esta razón,

La prensa adicta al general Francisco de Paula Santander, su enemigo principal, había hecho suyo el rumor de que su enfermedad incierta pregonada con tanto ruido, y los alardes machacones de que se iba, eran simples artimañas políticas para que le rogaran que no se fuera. [...] La verdad era que aun sus amigos más íntimos no creían que se iba, ni del poder ni del país [...] En los años siguientes volvió a renunciar tantas veces, y en circunstancias tan disímiles, que nunca más se supo cuándo era cierto46.

Desde esta perspectiva de la enfermedad del Libertador y su presidencia vitalicia, nuevamente Santander encarna en la novela la oposición. El narrador del GL da cuenta del episodio de una manera tan objetiva que incluso reconoce la duda histórica en torno suyo. Esto a pesar de que luego el General afirme su más célebre frase relativa a Santander: ''El no habernos compuesto con Santander nos ha perdido a todos''; y que, de una manera autocrítica agregue: ''No fue la perfidia de mis enemigos sino la diligencia de mis amigos lo que acabó con mi gloria''47. En este balance, si Santander es el ''enemigo'', lo que acaba efectivamente con la gloria del Libertador es la ''diligencia'' de sus amigos, con lo cual, desde la perspectiva del narrador, el héroe y la patria, juntos, han perdido.

Según Pablo García Dussán, ese balance en relación con la resolución de la Independencia y, en particular, respecto de Santander tiene que ver con la paradoja (histórica) que encierra el epígrafe de la novela de García Márquez: ''Parece que el demonio dirige las cosas de mi vida'', tomado de una carta de Bolívar a Santander fechada el 4 de agosto de 1823. Según este autor, ''la 'nueva propuesta' que puede construirse con base en esta última frase, es: Superar las diferencias nos salvará a todos''48, planteamiento que podría significar -desde el punto de vista de la novela- la superación misma de las diferencias entre Bolívar y Santander en pro de un proyecto continental y anti-imperialista como la Gran Colombia. Por su parte, para Alicia Ríos este discurso conciliador de la novela no transforma la evaluación de la figura de Bolívar, ni mucho menos la perspectiva tradicional de la historia:

Indudablemente el autor puede hacer lo que le plazca con su personaje, es su privilegio; mi objeción tiene que ver sin embargo con una insatisfacción –personal y teórica— ante el héroe descrito: demasiado similar al de los libros de historia y que no cuestiona (o siquiera complejiza) absolutamente nada de lo que estos han propuesto. [...] Las últimas líneas de la 'novela' nos anuncian la muerte de un personaje divino [...]. Sin duda el culto a Bolívar en una de sus más altas elaboraciones49.

En realidad, desde una perspectiva hegeliana, la novela de García Márquez consolida la perspectiva de que son los grandes hombres los que determinan la historia. Desde esta perspectiva romántica, el proyecto de una Gran Colombia unida, fruto de la voluntad del Libertador, hubiera sido posible si las demás fuerzas lo hubieran comprendido. Esta lectura se opone justamente a aquellas que consideran que la historia no es construida por grandes hombres sino por la acción de distintos grupos humanos en niveles temporales amplios, como precisa Fernand Braudel para una historia moderna50. Dentro de esta misma tónica, Pablo Montoya afirma que ''la novela de García Márquez es un homenaje, dueño de un eximio dominio del oficio novelístico, que el espectro de Bolívar y otros militares latinoamericanos del siglo XX estaban esperando desde hacía años''51, con lo cual critica la perspectiva personalista de la novela en perjuicio de visiones de la sociedad más generales. Y, respecto de CF, el mismo autor señala: ''Pastora y José Trinidad en la novela de Hoyos, en cambio, son figuras esperpénticas y, con su final -ambos se echan `a rodar por los despeñaderos que la vida va abriendo por ahí'-, simbolizan una negación rotunda de esa manera frecuente en que las protestas populares son tratadas por los escritores militantes de un bando u otro de la política''52.

En CF, por el contrario, parece no haber solución a las disyuntivas políticas de la Independencia, pues la novela da cuenta del período de la Primera República –''bautizada justamente por don Francisco Javier Caro con el mote de la Patria Boba''53— como un período de caos y fragmentariedad. Así, esta época es descrita con las palabras ''anarquía''54, caos55, ese caos ''rey verdadero''56; espacio de ''barbarie'' atávica, pues ella es y será siempre su ''razón de ser''57; laberinto y círculo vicioso, ese ''laberinto de las revoluciones'' de Vargas Tejada que parafrasea el narrador58; el lugar del desorden y la confusión; en síntesis, el espacio abierto que produce pavor, una ''agorafobia espiritual''59. Aunque esta perspectiva del caos se reitera y sustenta en toda la novela, hay que decir que no responde a una circunstancia social que el autor critique. En este ambiente apocalíptico, el doctor Margallo, uno de los líderes intelectuales de la tertulia de los críticos del proceso de la Independencia, afirma que ''cada época de anarquía y desorden tiene un orden oculto que es preciso descifrar''60; o bien, Simón Trinidad, español protagonista de CF, llega a la conclusión de que ''la cuarta y enigmática persona de la Trinidad [tiene] un atributo de trueque y de caos''61. En general, ''la realidad es que nada hacía presagiar el desorden que se desató en el virreinato a comienzos del siglo XIX''62 y esto parece ser el material objetivo de la historia. Tanto es así que, en un momento dado, el narrador afirma respecto de Trinidad (personaje que con su nombre parodia el propio Bolívar):

Por supuesto que a estas alturas José Trinidad no solía permitirse recaídas en el 'espíritu del siglo', pero involuntariamente se puso en la situación de sus contertulios de antaño y los entendió: la anarquía había terminado por parecer tanto un remedo caótico del pasado, que los viejos realistas de seguro se sentían a gusto en ella. Pero él no, él buscaba algo que no se encontraba en la impasibilidad del nuevo caos63.

De este modo, desde la contraperspectiva del hecho revolucionario, que es la de los españoles vencidos o algunos criollos conservadores, para el narrador de CF no hay un cambio efectivo respecto de una situación dada: ''La verdad es que cuando se ha perdido el hilo del laberinto, por desvanecimiento de su sutileza intangible o porque al fin el caminante se entera de que el hilo era imaginario, lo único digno es olvidarse de la ilusión de los regresos''64. En este sentido, justamente el laberinto da paso aquí a la certeza de que el orden mismo o el regreso a un orden es sólo ilusión política. Tanto es así que,

en esos primeros años de la revolución los oráculos sombríos no pasaban de ser focos aislados y como por lo pronto no se vislumbraban huestes de realistas belicosos en los alrededores inmediatos de la vieja capital virreinal, la situación paradójicamente permitió que se generalizara un federalismo primario, muy del gusto de aquellos criollos que se consideraban inmejorables 'hijos de don Pelayo'; no obstante, vino un federalismo secundario, populachero y audaz, que pedía la independencia de todas y cada una de las provincias del país y ahí sí fue Troya; muchas familias neogranadinas, ya divididas entre realistas confesos y criollos independentistas, se subdividieron en un maremágnum irreconciliable de regentistas encubiertos, federalistas 'decentes', centralistas 'demagógicos', y la confusión llegó al punto que en ocasiones únicamente era posible diferenciar los bandos por el vestido con que iban a misa65.

En este contexto, a diferencia de la tensión real entre liberales y conservadores del GL, en CF las distintas formas de federalismo y centralismo, así como los diferentes grupos de regentistas o demagógicos, llegan a depender más de la apariencia que de las ideas. La situación política durante el período de la Independencia se parangona así a una tradición religiosa común que se ha banalizado al punto de encarnarse en uno u otro atuendo. Las distintas fuerzas políticas no encuentran su fundamento en una ideología o un modelo político y, por el contrario, se disuelven en el discurso común de la religión; los bandos sólo son perceptibles ''por el vestido con que iban a misa''. En este ambiente, la novela recrea la mirada atónita de los españoles frente a un proceso extraño que, en principio, no tiene ni pies ni cabeza. Así, para Fernando Eliseo Pascual, esposo de Pastora, el 20 de julio de 1810:

había comenzado como un día cualquiera; criollos y españoles fueron temprano a la misma misa. Ya en la tarde don Fernando estaba por pura casualidad en la Plaza Mayor a la hora del zafarrancho y tuvo que presenciar de lejos cuando un criollo alevoso de apellido Morales vapuleaba sin piedad a don José González Llorente, su buen amigo, colega y compatriota. [...] A primera vista la cosa había parecido espontánea, pero reflexionando mejor a don Fernando no le quedó la menor duda de que estaba premeditada [...]66.

Precisamente, en ese ambiente de misa temprana se produce el presunto ''zafarrancho'' (denominación peyorativa de la revolución), que desde la perspectiva consciente del español, es evaluado como un hecho premeditado; aunque no por eso debidamente estructurado, pues en general responde a la lógica del caos fundamental que se expone a lo largo de la novela como base de la historia. Así, luego,

Como no parecía imposible que su mujer estuviera involucrada en ese desorden, al regresar Pastora después incluso de los sirvientes [...] don Fernando le dirigió un inconfundible gesto de reproche. No esperaba sin embargo el comentario.

–A lo mejor los patriotas están en su derecho —dijo ella.

–Patriotas son quienes defienden a su patria, no quienes la atacan; esos se llaman renegados— replicó don Fernando en tono seco67.

Con esta afirmación queda clara la identidad entre el orden y los patriotas (españoles) y entre el desorden y los renegados que se enmarca dentro del discurso de los vencidos en la historia; y en esta dinámica de la ''patria'', la cuestión de liberales o conservadores, de centralistas o federalistas, regentistas o demagógicos, pierde importancia. Por su parte, el narrador evalúa el episodio y dice:

los amigos de Pastora parecían resueltos a inculcarle una idea que con el tiempo iría constituyendo el punto cardinal de enfrentamiento con su marido: no discutían la justicia, conveniencia, capacidad o necesidad que tenían los criollos de insurreccionarse, no, para estos muchachos, posesos de la eterna manía formal de ciertos espíritus latinos, el problema residía en el derecho 'legal' que tenían de hacerlo68.

Esta evaluación del narrador de la novela de Hoyos, que es preferiblemente la de los españoles, se enmarca dentro de la concepción de caos que se desarrolla en toda la obra: la ''legalidad'', es decir, el orden que supone la ley que surge con la Independencia está por encima de la justicia, la conveniencia, la capacidad o la necesidad de autonomía. Esta contradicción formal (de espíritus latinos) es la que, desde la perspectiva irónica de la novela, perdurará en las discusiones entre Pastora, la criolla, y su marido, el español; la misma que, según el narrador, tanto inquietó a los próceres de la Independencia y que se desvela en su inquietante ''bobada''. Con ello se describe la perspectiva de Hoyos, que se contrapone al discurso ortodoxo de la novela de García Márquez. Además, de una manera también irónica, se expresa cuando Simón Trinidad Romano, el ''irreductible'' español de CF 69, tiene la oportunidad de matar a Bolívar en Puerto Cabello en 1811:

Al verlo, José Trinidad descubrió para su sorpresa que reconocía al gallito fino que tenía a sus pies: era el mismo señorito exaltado que tres meses atrás viera poner sus sacrílegas manos sobre un cura en el vecindario del derruido templo de San Jacinto, sólo que ahora el señorito no profería frases altisonantes, no, ahora el señorito guardaba silencio en su hamaca, o sea que seguramente estaba fundido. José Trinidad supo que no era sino, zas, degollar al tenientillo y tomar de inmediato el camino de regreso al puerto sin correr el menor peligro. Sin embargo, sintió un recelo súbito o como una leve repugnancia, -¿temor tal vez?- y pensó que él no había venido de tan lejos para mancharse las manos de manera tan vil; además aquel hombrecillo a no dudar acabaría por sucumbir a su ridícula gloria [...]70.

Esta escena, que es apoyada por otras de semejante tono, deconstruyen la imagen heroica del Libertador y refuerzan la idea de que en medio del caos su importancia personal y su discurso sucumbirán con el tiempo. En adelante, para confirmar su intuición, Trinidad tendrá conocimiento de esa gloria y de la decadencia de Bolívar. Desde cuando ''se rumoraba que la delación interesada del tal Bolívar había conducido al apresamiento del generalísimo Francisco Miranda, todo un veterano del ejército napoleónico, y claro, una rebelión que cambiaba gavilán por pollo era un rebelión que no tenía futuro''71, hasta que lo ve en una caravana rumbo a Santa Marta: ''ese hombre de cabellos grises y ojeras profundas al que José Trinidad no reconoció, en vista de lo cual se dijo: 'en fin, dignatarios moribundos como los hay cientos' [...] ahora, diecisiete años después, lo veía al borde de la muerte''72.

Por su parte, Pastora, prima de José María Obando, ''temible guerrillero realista [que] al fin cambia de bando en 1822 [y] llegó a ocupar la Presidencia dos veces''73, se transforma al punto que, luego de su apoyo a los ''renegados'' y su experiencia con MacBride, uno de los renegados que era además extranjero y mercenario,

[...] se dijo que en el futuro por lo pronto era mejor no pensar. El raudal revolucionario la había arrojado a ese ominoso año de 1819 y de ahí en adelante todo prometía ser una continua bacanal de constituciones, exaltaciones, restauraciones y demás 'ciones' con las que son dadas a rociar su vida pública las naciones jóvenes y latinas que se han contagiado del morbo liberal. En 1819 sus ojos de viuda valetudinaria veían cómo la tradición padecía lo indecible a manos de gentes de pasiones rastreras, en tanto Dios se hallaba en lo profundo del destierro74.

Así las cosas, muy lejos de la perspectiva de García Márquez, en el libro de Andrés Hoyos, Pastora transforma su visión política ya en 1819, como consecuencia de sus propios desengaños personales. Crítica del liberalismo de la naciente república, este personaje femenino dice a Simón Trinidad, el falso padre: ''Soy viuda, padre [...] es decir amigo, y la verdad es que llevo nueve años tratando de despertarme de un mal sueño [...] pero cada vez me hundo más''75. Se confirma así que en la nueva situación ''es mejor no pensar'' o que la realidad parece un ''mal sueño'', pues Pastora llega a la conclusión de que es necesario retractarse de sus antiguas ideas libertarias. De tal modo, si el inconsciente era el feliz -como lo anunciaba el título-, ahora ella quiere, al fin, ser feliz olvidándolo todo. Tal evaluación la lleva a identificarse entonces con los ideales monárquicos del español y atacar la Independencia. Bolívar se erige entonces como el líder de ese bochinche que no se comprende y, con su beneplácito, el doctor Margallo lo define así en la tertulia de José Trinidad: ''lo que nuestro Simón busca no es exactamente poder, no, quiere, anhela, exige de la gente ese aromático fruto denominado amor, y no nada más exige que lo amen, sino que lo amen sin razón, porque sí''76; tanto es así que, en Bogotá,

muchos decían que las facultades extraordinarias y la abominada Constitución de Bolivia, antiguo Alto-Perú bautizado así en honor del Libertador, le irían a servir a éste para proclamarse rey, y que un rey de Venezuela que por ahí derecho nombrara virrey al levantisco general Páez era algo que no aceptarían jamás en la Nueva Granada77.

La desmitificación de Bolívar, como de los discursos políticos liberales o conservadores vigentes a principios del siglo XIX, se configura así en la novela. En el contexto del caos, donde persiste la lucha de españoles monárquicos, liberales, conservadores, centralistas, federalistas, regentistas y demagógicos, el Libertador/nuevo Rey y un probable Páez/Virrey, de nuevo Margallo emite su juicio de valor y encuentra un eco significativo en el narrador de la novela de Hoyos que se solidariza con los españoles de esta manera:

Ya va siendo hora de que se entere que no somos longaniza, la longaniza es él. ¿Y qué duda cabía? Bolívar era cada día un hombre más 'cualquiera', al propio tiempo que estaba investido de una autoridad suprema, ante todo desusada en un país cuyos habitantes desde siempre se habían acostumbrado a que el portaestandarte de la autoridad estuviera a seis mil leguas de distancia78.

La tensión entre el nuevo y el viejo orden se produce de este modo en CF alrededor de un hombre y en la discusión en torno a ''Quién es longaniza''. Frente a la autoridad legítima del Rey de España, este ''cualquiera'' surgía como un ''pedazo de tripa''79, y según el narrador, que se identifica otra vez con los españoles,

A primera vista la trayectoria de Simón Bolívar no era para nada la del gobernante ejemplar: en su juventud había sido un azaroso habitué de los salones del Imperio Francés, víctima de lo que en ellos se conocía con el nombre de spleen; luego había sido un viudo andariego que se embriagaba incluso a sí mismo con su tremenda facilidad de palabra y que raramente encontraba razones para perdonarle a una mujer el delito del deseo; de regreso a América se había convertido en un conspirador fogoso e imprevisible, dispuesto desde un principio a exigir obediencia a órdenes que incluso podían obligar al subalterno a bailar con la muerte80.

A diferencia de la dinámica del orden liberal que se opone al conservador del GL, la novela de Hoyos establece así la perspectiva colectiva del conflicto vivido durante el período de la Independencia, de la sensación de caos que se apoderó de ciertos grupos de la época. Al final, desde el punto de vista de CF, la revolución de Independencia hace parte del caos y éste no encuentra más contrapeso que el ''orden'' racional de las fuerzas regresivas (que representa el matrimonio de Pastora y Von Chulav en la Sierra Nevada del Cocuy, origen de los chulavitas) o el orden seudomítico del extraño ''Home-sapo'' que, concluyendo una teología del gato, se ha perdido en la Sierra Nevada de Santa Marta. Así, el orden constituido -el de los criollos- no es tal y las otras resoluciones rayan en lo ridículo. Desde esta perspectiva, Jaramillo Zuluaga señala que justamente el propósito de una novela como CF:

[...] consiste en desmantelar la idea misma de origen o de fundación y, en vez de oponer a la historia 'oficial' una historia subversiva, entiende que una y otra no son sino versiones igualmente discutibles de eso que ningún lenguaje alcanza: la prolijidad de lo real. Sólo cuando se ha entendido que la historia es un fenómeno esencialmente textual, se la ha podido considerar como una provincia más en el vasto territorio de la imaginación81.

En efecto, como texto literario, la novela CF ha dado cuenta de las múltiples perspectivas que pueden configurarse en un momento dado respecto de un hecho que sólo por el poder textual de los historiadores posteriores se considera fundacional. Desde el punto de vista de la narración, la ''prolijidad de lo real'' impide dar cuenta de éste -por lo menos en un tiempo coetáneo a su ocurrencia- de una manera unilateral. En este sentido, anecdóticamente la Independencia como los demás hechos sociales conforman lo que en su retórica se ha dispuesto como caos: el mundo real, que no ha llegado aún a ser el texto oficial de la historia fidedigna. Se puede evaluar, así, el significado de esta novela que, a diferencia del texto de García Márquez, revalúa el culto a Bolívar y plantea la Independencia desde la visión de los vencidos.

La diferencia entre estas dos resoluciones se puede analizar, finalmente, a la luz de la filosofía de la historia y, como señala Braudel, podría partir de la base de que en la realidad histórica existen numerosos discursos que impiden hablar de un momento en particular en el que todo cambie radicalmente por la acción de un solo hombre. Esto se puede establecer a partir de los discursos políticos que comportan las dos novelas analizadas que, a la vez, sugieren una filosofía de la historia.

 

Los discursos políticos y la filosofía de la historia

Aunque no se puede afirmar que la literatura posee los mismos propósitos de la filosofía de la historia ni que la historia se pueda comparar ya biológicamente con la vida de un hombre, justamente las novelas el GL y CF dan cuenta de dos maneras opuestas de entender lo sucedido en torno a la consolidación de un proyecto de nación colombiana en los albores de la República. Así, de las diferentes perspectivas de las novelas se deduce el espíritu peculiar que ha marcado el destino de ese pueblo que es hoy Colombia: bolivariano o santanderista, ordenado o anárquico, un pueblo inmerso en un proyecto supranacional o, bien, aislado en regionalismos oligárquicos o reaccionarios.

Este ejercicio inductivo, que es en principio de carácter historiográfico, no resulta extraño, sin embargo, a la teoría literaria. En La novela histórica (1936-1937), por ejemplo, Georg Lukács señalaba que desde el siglo XIX el género hacía alusión, justamente, a los momentos fundamentales de la historia del pueblo y, más aún, que la diferencia entre los escritores que lo practicaban radicaba en su percepción de estos hechos vinculándonos de una u otra manera con un héroe o con un proyecto de nación. Esta perspectiva anti-hegeliana -derivada sin duda de su perspectiva marxista de la historia- subyace en teóricos posteriores del tema aunque no lo expresen con tal claridad82. Así, de acuerdo con el romanticismo, algunos escritores daban cuenta de la experiencia de un individuo privilegiado que cumple su destino y se identifica carismáticamente con el pueblo, en tanto otros, de acuerdo con el realismo, registraban en la novela histórica los movimientos sociales que permitieron el logro de conquistas de ese pueblo. Este hecho percibido por Lukács permite a Juan Ignacio Ferreras83 clasificar la novela histórica en progresista o reaccionaria, pues puede identificarse o no con los movimientos sociales de carácter progresista que le sirven de marco:

[...] la novela histórica es la novela del universo voluntario, la novela que intenta escapar, para salvaguardar su ruptura, por el camino de la historia pasada. [...] esta ruptura puede ser regresiva o progresiva (para evitar los términos de reaccionaria y progresista, demasiado políticos, y mantenernos al nivel teórico). Una novela histórica regresiva, intentará recrear un universo pasado en el que los valores, que la sociedad ha desplazado o destruido, continúan vigentes. Por el contrario, una novela progresiva utilizará el pasado como universo libre y voluntario, donde libre y voluntariamente el protagonista se escapará del mundo presente84.

Desde ambas perspectivas, el GL y CF pueden ser, cada una a su modo, novelas regresivas o progresistas: lo primero porque dan cuenta de discursos reaccionarios en medio de revoluciones liberales; lo segundo porque ofrecen perspectivas más complejas de la realidad política colombiana que las que postulaba el Lukács comunista: el proyecto de una América unida o la crítica a los discursos retardatarios de defensa de los privilegios de líderes regionales. Aunque no se trata hoy por hoy de juzgar los textos literarios o la cultura de acuerdo con nociones de pueblo, raza o progresión histórica -como lo pretendieron en su momento Herbert Spencer y Arthur Gobineau-, o bien, apoyarse en la división lukácsiana entre novelas románticas y realistas o regresivas o progresistas -superada por la crítica literaria moderna o por la riqueza posmoderna del género85-, se puede decir que la diferencia fundamental entre las novelas históricas analizadas es su propósito: el GL da cuenta de la experiencia individual e histórica de un héroe excepcional, un ''gran hombre'' en la perspectiva de Hegel, identificado con un proyecto aún vigente, liberal, de unidad americana; en tanto CF muestra la evolución de un conglomerado humano hacia nuevas formas de organización social, acaso más justas que las anteriores, pero polarizadas aún por discursos reaccionarios y seudomíticos -conforme a la historiografía contemporánea-. Una u otra perspectiva permitiría evaluar, desde su configuración histórica, los hechos fundadores para la nación colombiana y a partir de esta lectura inferir una postura ante la contemporaneidad, es decir una filosofía de la historia de Colombia.

De este modo, se debe advertir que en el marco de los años 1989-1992 -correspondientes a sus publicaciones-, cuando un nuevo ideal de nación colombiana busca encarnarse en la Constitución Política de Colombia de 1991, ambos discursos tendrían efectos muy distintos. Así, cuando la crisis política derivada de la inaplicabilidad del Tratado de Extradición durante el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) apenas sugería reformas constitucionales, García Márquez propone el modelo del ''verdadero'' liberalismo, es decir, del proyecto bolivariano de la unidad, incluso continental y el anti-imperialismo como ejes fundamentales de dirección de la República moderna de Colombia. En tal caso, el legado del Libertador, del General Bolívar (la insistencia de la novela en su categoría militar es bastante significativa, pues supone la prelación de un orden) y el presupuesto de la unidad política a toda costa, en perjuicio incluso de las entidades territoriales, podía sugerir la configuración del Estado contemporáneo sobre bases integristas, centralistas y presidencialistas. Por el contrario, cuando ya se ha promulgado la Constitución Política de Colombia, para Hoyos los discursos políticos tradicionales deberían relativizarse a partir de la teoría del caos. En efecto, como señala Montoya: ''Para los antimilitaristas de todo tipo, para los que se sienten hostigados por las cursilerías de la patria marcial y para quienes desconfían de las versiones oficiales de la historia colombiana de las primeras décadas del siglo XIX, CF es una novela fundamental''86. En su propuesta, tales discursos deberían considerar que el objetivo de un proceso legal o constitucional debería ser, más que ajustarse a una doctrina política como el liberalismo o el conservatismo -que se mantuvieron como líneas políticas dominantes en la Asamblea de 1991-, reconocer la heterogeneidad real de los grupos y prevenir modelos de organización social regresivos como los de la familia Chulav (Pastora y Simón Trinidad) o seudomíticos como los del ''Home-sapo'' y la teología del gato, que son parodias de la organización social. Una u otra perspectiva, ''racional'' o carnavalesca, canónica o posmoderna, son respuestas muy distintas frente a las utopías que se construyan en torno a la idea de nación. La indagación en las diferencias doctrinarias entre precursores como Bolívar y Santander o en la ''prolijidad de lo real'' que determinó los juicios del siglo XIX en torno a la Independencia y el presunto origen de la nación se ven, entonces, desde la perspectiva contemporánea, como discursos complementarios de la filosofía de la historia de Colombia.

 

Conclusión

Las novelas analizadas responden a dos proyectos políticos muy distintos para la nación de acuerdo con su inspiración fundacional: uno liberal-socialista, artificialmente conciliador de las diferencias y, en este sentido, demagógico o aun dictatorial, que da cuenta de cierta nostalgia del autor de que el proyecto bolivariano no haya cuajado; y el otro, apoyado en la teoría del caos/nuevo orden, crítico de toda reducción política, que reconoce las distintas opciones vigentes en la cultura y la libertad (incluida la del antiguo grupo dominante). Uno que busca a todo precio la unidad -incluyendo aun los devaneos militaristas, el presidencialismo, el centralismo, el reduccionismo de un modelo económico o el desconocimiento de las diferencias-, y el otro que reconoce un supuesto caos, la necesaria fragmentación de los distintos discursos y la peligrosa polarización de las fuerzas regresivas en torno a héroes míticos. Como afirma en CF Simón Trinidad, ya en el ocaso de su vida, luego de haber visto la decadencia de Simón Bolívar, cuando la realidad le ha mostrado sus múltiples matices: ''En cambio la estirpe de Simón el Mago, con su estela de magdalenas corrompidas y con su trueque impuro, era un constante y creciente atributo del mundo y su sorda e infatigable labor de disolución no se detendría nunca, o al menos no mientras hubiera seres humanos en necesidad [...] de ser distintos''87.

La utopía americana, desde Bello hasta Germán Espinosa88, pasando por José Martí y José Enrique Rodó, no puede ir finalmente en perjuicio de la singularidad, la autonomía y la libertad, incluso de la civilidad o la democracia. Es necesario, por una parte, desmilitarizar las respuestas políticas y, por otra, construir una unidad real de Colombia y de América Latina que respete el orden interno de los diferentes Estados y el equilibrio y la equidad dentro de cada uno de ellos a través de sus localidades. No otro es el sueño posible hoy de una América en búsqueda de la paz.

 

Notas al pie

* Este artículo hace parte del proyecto de investigación ''La novela histórica en América Latina'', realizado por el autor en el Grupo Estudios Literarios, (Categoría A en Colciencias), adscrito a la Universidad de Antioquia.

1. Aunque, ambas obras harían parte de una ''crítica a las fundaciones'', como señala Eduardo Jaramillo Zuluaga, nuestro interés es hacer un contraste entre ambas novelas en el campo de la filosofía de la historia de Colombia. Eduardo, Jaramillo Zuluaga, ''El héroe, el gato y la mujer de Lot'', Boletín Cultural y Bibliográfico Vol: XXVIII No. 31 (1991), http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep//lot.htm (Consultada el 18 de abril de 2007).

2. De aquí en adelante se utilizarán las siglas GL para El General en su laberinto y CF para Conviene a los felices permanecer en casa para simplificar el texto en su exposición.

3. Mijaíl Bajtín, Teoría y estética de la novela (Madrid: Taurus, 1989).

4. Christoph Singler, Le roman historique contemporain en Amérique Latine, Entre mythe et ironie (Paris: L'Harmattan, 1993), 15. Traducción del autor. En el original: ''ce qui est en jeu n'est que l'histoire de ce continent-ci, considérée en elle-même et dans ses rapports avec ce présent-ci, [lo importante es] la recherche de l'identité latinoaméricaine (et le point de vue des victimes de l'histoire ne leur est pas non plus exclusif) [...] l'histoire du point de vue de l'imaginaire collectif''.

5. Hegel impartió lecciones de filosofía de la historia universal en la Universidad de Berlín recogiendo los postulados de la llamada filosofía especulativa de la historia, de Inmanuel Kant (1724–1804) principalmente. Esta buscaba ordenar los hechos a partir de un sentido. Hegel, G.W. Introducción a la historia de la filosofía (Madrid: Aguilar, 1975).

6. Este autor expone sus ideas en Cartas y discursos de Oliver Cromwell (1845) e Historia de Federico II de Prusia (1858 y 1865).

7. Respecto de esta última línea de la filosofía crítica de la historia, se deben mencionar otros precursores como Leopold von Ranke, Wilhelm Windelband y Fernand Braudel, que se menciona posteriormente. Esta filosofía aplica la reflexión filosófica a la historia y comienza a determinar el campo de la historiografía contemporánea.

8. Al respecto, precisa Andrés Bello, que ''sólo por los hechos de un pueblo, individualizados, vivos, completos, podemos llegar a la filosofía de la historia de ese pueblo''. Andrés Bello, ''Temas de historia y geografía'', en Obras completas (Caracas: Ministerio de Educación, 1957), 42. Bello fue maestro de Bolívar y participó en el proceso revolucionario que llevaría, entre otras cosas, a la Independencia de Venezuela. Se interesó por Voltaire, considerado justamente como precursor de la llamada Filosofía de la Historia, ''Dogmas'', ensayo aparecido en la tercera edición del Philosophical Dictionary (Amsterdam, 1765), al punto que tradujo su tragedia Zulima (1740).

9. Magdalena Perkowska, Historias Híbridas. La nueva novela histórica latinoamericana (1985-2000) ante las teorías posmodernas de la historia (Madrid: Iberoamericana-Vervuert, 2008).

10. Uno de los postulados del realismo mágico fue su crítica a las dictaduras de América Latina (Miguel Ángel Asturias, El señor Presidente, 1946; Juan Rulfo, Pedro Páramo, 1955; Augusto Roa Bastos, Yo, El Supremo, 1974; García Márquez, El Otoño del patriarca, 1977). Aunque El General en su Laberinto no abandona del todo esta crítica, creo que, como se señala al final, a partir de este elemento su propósito se aleja de ella.

11. Hago alusión aquí a la definición tradicional de laberinto como espacio ''formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él, de modo que no pueda acertar con la salida''; en todo caso, un medio que se presta para la ''confusión'' y el ''enredo''. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española. http://buscon.rae.es/draeI/ (Consultada el 12 de marzo de 2009). Sobre este tema me parece notable el curso ''El laberinto como metáfora y como tema en las obras de José Luis Borges, Octavio Paz y Julio Cortázar'', dictado por Martha Canfield en el marco de la V Escuela de Poesía de Medellín, del Festival Internacional de Poesía de Medellín, entre el 4 y 9 de junio de 1991. Andrés Hoyos también hace su interpretación del laberinto en esta novela, como se mencionará más adelante.

12. Gabriel García Márquez, El General en su laberinto (Bogotá: Oveja Negra, 1989), 266.

13. Gabriel García Márquez, El General, 11.

14. Gabriel García Márquez, El General, 18.

15. Gabriel García Márquez, El General, 66.

16. Gabriel García Márquez, El General, 72, 87, 99, 118.

17. Gabriel García Márquez, El General, 77.

18. Gabriel García Márquez, El General, 118.

19. Gabriel García Márquez, El General, 17.

20. Gabriel García Márquez, El General, 22, 181.

21. Gabriel García Márquez, El General, 87.

22. Además de un prefacio que sirve de advertencia, de un ''Epílogo del anticristo o mutaciones en la teología del gato'' y de la Cronología. La novela se divide en cuatro partes que describen una curiosa bendición: ''En el nombre del padre''; ''En el nombre del hijo''; ''Y del espíritu que temía ser santo'', y ''Así sea''. En el texto se explica que el botánico y músico Tadeo Obando, hermano de Pastora, uno de los personajes principales de la obra, lleva el primer piano a Santafé e interpreta para su hermana la sonata Del Padre, del Hijo y del Espíritu que temía santo, escrita, según dice, por ''un español amigo [suyo] pensando en las tribulaciones de nuestra América'' (188).

23. Se refiere a Del Padre, del Hijo y del Espíritu que temía ser Santo, la sonata presuntamente escrita por el compositor español Juan Crisóstomo Jacobo Antonio de Arriaga y Balzola (1806-1826). Según Tadeo, Arriaga escribió esta pieza ''pensando en las tribulaciones de nuestra América'' (188). Esta sonata da título a cada una de las tres primeras partes en que se divide la novela. Aunque no figura entre sus obras, en efecto Arriaga y Balzola escribió Los esclavos felices, una ópera en dos actos (1820).

24. Andrés Hoyos, Conviene a los felices permanecer en casa (Bogotá: Altamira, 1992), 190.

25. Gabriel García Márquez, El General, 79.

26. Gabriel García Márquez, El General, 152-153.Es interesante el juego de voces de este apartado: al principio el narrador da cuenta de las ideas que expone Montilla y luego lo cita textualmente, con comillas. En el intermedio, además, incluye este juicio de valor que responde a la propia ideología del texto: ''Era típico de la política local, cuyas divergencias habían sido la causa de grandes tragedias históricas'', 152.

27. Gabriel García Márquez, El General, 54.

28. Gabriel García Márquez, El General, 11.

29. Gabriel García Márquez, El General, 25.

30. Gabriel García Márquez, El General, 240.

31. Gabriel García Márquez, El General, 251.

32. Gabriel García Márquez, El General, 225.

33. Gabriel García Márquez, El General, 89.

34. Al respecto, afirma Foucault: ''La ley de la historia siempre es más fuerte que la ley de la naturaleza. Esto es lo que sostiene Boulainvilliers cuando dice que la historia llegó finalmente a crear una ley natural de antítesis entre la libertad y la igualdad, y que esta ley natural es más fuerte que la ley inscrita en lo que llamamos derecho natural. [...] Entre naturaleza e historia hay una relación de fuerza, que se inclina definitivamente en favor de la historia. Por lo tanto, el derecho natural no existe, o sólo existe en la condición de derrotado: es siempre el gran derrotado de la historia, es el otro. [...] En consecuencia [...]: la guerra recubre siempre la historia, en lugar de ser simplemente su sacudida y su interrupción''. Michel Foucault, Hay que defender la sociedad (Madrid: Akal, 2003), 138.

35. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 48. Esto se lo dice Pastora a su marido Fernando Eliseo Pascual, ''próspero comerciante gaditano'', 28.

36. En términos de Georg Lukács, la novela de García Márquez se identifica en principio con la corriente histórica ''progresista'', pues da cuenta de la línea liberal-ilustrada de Bolívar que busca, siguiendo las pautas de la revolución, constituir una gran nación americana. No obstante, desde esta misma perspectiva resulta contradictorio su propósito romántico de presentar a un ''gran hombre'' como centro de los acontecimientos históricos, supuesto ''regresivo''. El hecho de que en la novela el personaje histórico sea el centro de la narración le da a la obra un sesgo historicista y acaso pedagógico o moralizante que impide hablar de novela moderna. Georg Lukács, La novela histórica (Barcelona: Grijalbo, 1976).

37. Gabriel García Márquez, El General, 78.

38. Gabriel García Márquez, El General, 123.

39. Gabriel García Márquez, El General, 120. En este sentido, de acuerdo con la novela, la pretensión desmembradora de Santander es la causa del atentado contra la vida del Libertador. Esta perspectiva anti-santanderista del texto de García Márquez está de acuerdo con Rafael Gutiérrez Girardot, quien en su libro Tradición y ruptura (Bogotá: Random House Mondadori, 2006), comparte, además, la tesis de que fue Santander el responsable del atentado de 1828.

40. Gabriel García Márquez, El General, 191.

41. El apodo puede vincularse, en primer lugar, con el personaje Casandra de la mitología griega, que tiene el don de la profecía pero a la que nadie le cree; o, en segundo lugar, con el célebre Rey de Macedonia (354 a 297 a. C.) que llegó al poder por un golpe de Estado y se encargó de eliminar a todo aquel que pudiera ponerlo en peligro.

42. Gabriel García Márquez, El General, 58.

43. Gabriel García Márquez, El General, 204.

44. Gabriel García Márquez, El General, 222.

45. Gabriel García Márquez, El General, 20.

46. Gabriel García Márquez, El General, 21-22.

47. Gabriel García Márquez, El General, 236.

48. Pablo García Dussán, ''El papel de la ironía y la metaficción en El general en su laberinto'', Espéculo, Revista de Estudios Literarios (2005), http://www.ucm.es/info/especulo/numero26/general.html (Consultada el 15 de septiembre de 2008).

49. Alicia Ríos, ''Otro bolívar. Relecturas del héroe patrio'', en Literatura, prácticas y transformación cultural, eds. Carmen Elisa Acosta, Carolina Alzate et al., (Bogotá: Universidad Javeriana, 2008), 74 y 76.

50. Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001). La Méditerranée et le Monde Méditerranéen a l'époque de Philippe II de 1949.

51. Pablo Montoya, ''El caso Bolívar'', Revista Cronopio No. 12 (2010), http://www.revistacronopio.com/?p=2237 (Consultada el 8 de octubre de 2010).

52. Pablo Montoya, Novela histórica en Colombia 1988-2008. Entre la pompa y el fracaso (Medellín: Universidad de Antioquia, 2009), 41.

53. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 83.

54. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 164.

55. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 278.

56. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 201.

57. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 272.

58. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 272.

59. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 284. El hecho de que la novela plantee un origen confuso según su presentación (no se sabe de su autor, el manuscrito es de 1901, etc.), determina el distanciamiento literario del autor -la ironía- respecto de estos discursos. Sobre esto, Pablo Montoya señala: ''quien escribe se sitúa en los finales del siglo XIX o en los inicios del XX, en plena Guerra de los Mil Días. Aunque muchas de las demoledoras consideraciones frente a la Independencia son dichas por personajes afectos a la causa española, es posible creer también que este narrador es exponente de una mirada crítica marginal colombiana, sesgada de pesimismo y sarcasmo, sobre los primeros años de vida republicana''. Pablo Montoya, Novela histórica, 41.

60. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 173.

61. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 279.

62. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 81.

63. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 268.

64. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 272.

65. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 37.

66. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 41.

67. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 42.

68. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 48.

69. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 9, 57, 292. Parodia de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, nombre acaso ''reductible'' (es decir que se puede reducir) de Simón Bolívar.

70. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 26.

71. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 27.

72. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 276-277.

73. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 184.

74. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 59.

75. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 77.

76. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 175.

77. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 267.

78. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 268.

79. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, buscon.rae.es/drael (Consultada el 12 de marzo de 2009).

80. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 202.

81. Eduardo Jaramillo Zuluaga, ''El héroe, el gato y la mujer''. En lo que atañe a su crítica a los discursos de la fundación, Jaramillo Zuluaga ha desarrollado su tesis en ''Los felinos del canciller: una crítica de las fundaciones'', en De ficciones y realidades: perspectivas sobre literatura e historia colombianas, comp., Álvaro Pineda Botero y Raymond L. Williams (Bogotá: Tercer Mundo, 1989), 255-268.

82. Aludo especialmente a Seymour Menton (1993) que no precisa cuáles son las características internas de la novela histórica y sólo sugiere la narración de eventos anteriores a la vida del escritor, la presentación de algunas ideas filosóficas, la distorsión de la historia o la ficcionalización de sus personajes, con lo cual deja de lado la discusión en torno a la relación que existe entre movimientos literarios e ideología. Seymour Menton, La nueva novela histórica de la América Latina, 1979-1992 (México: FCE., 1993), 34.

83. Juan Ignacio Ferreras, El triunfo del liberalismo y la novela histórica, 1830-1870 (Madrid: Taurus, 1976).

84. Georg Lukács, La novela histórica, 30.

85. Sobre todo por los últimos aportes de Claudia Montilla, ''La novela histórica: ¿Mito o realidad?'', Texto y Contexto No. 28 (1995): 47-66; Lucía Ortiz, La novela colombiana hacia finales del siglo veinte: una nueva aproximación a la historia (Nueva York: Peter Lang, 1997) y María Cristina Pons, Memorias del olvido. Del Paso, García Márquez, Saer y la novela histórica de fines del siglo XX (México: Siglo XXI Editores, 1996).

86. Pablo Montoya, Novela histórica en Colombia, 42.

87. Andrés Hoyos, Conviene a los felices, 289.

88. Gustavo Forero Quintero, ''El mito del mestizaje en la novela histórica de Germán Espinosa y el concepto de nación en Colombia y América Latina'', en A.V. Literatura, prácticas críticas y transformación cultural: JALLA (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2008), 409-423. Gustavo Forero Quintero, ''La culpa en la novela histórica de Germán Espinosa'', Germán Espinosa: Señas del amanuense (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2008), 77–94.