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Historia y Sociedad

versão impressa ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.22 Medellín jan./jun. 2012

 

ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN CIENTíFICA Y TECNOLÓGICA

 

El 8 de junio y las disputas por la memoria, 1929-1954*

 

June 8 and the disputes over memory, 1929-1954

 

 

José Abelardo Díaz Jaramillo**

 

** Magister en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Docente de la Universidad de Cundinamarca, Sede Fusagasugá y de la Universidad Pedagógica Nacional. Dirección de contacto: jodiz16@yahoo.com

 

Artículo recibido el 28 de mayo 2011 y aprobado el 29 de marzo de 2012

 


Resumen

El artículo tiene dos propósitos: por un lado, mostrar de qué modo, entre 1929 y 1954, los estudiantes bogotanos rememoraron el 8 de junio, día en que de acuerdo a ciertas lecturas históricas y políticas, fue asesinado el universitario Gonzalo Bravo Pérez; por otro lado, identificar las disputas que se dieron entre distintos sectores sociales y políticos de la ciudad al pretender imponer significados a lo sucedido aquel día de 1929. Lo anterior permite observar cómo la reivindicación del 8 de junio, fecha que se convirtió en un lugar de memoria no sólo para la comunidad estudiantil, estuvo marcada por los hechos políticos del período de análisis, los cuales le imprimieron nuevos significados. A partir de este estudio de caso, se pone en evidencia cómo la memoria histórica se construye y se preserva en medio de tensiones sociales y políticas al ser convertida en objeto de permanentes disputas.

Palabras claves: 8 de junio, estudiantes, liberales, conservadores, memoria, usos y abusos de la memoria.


Abstract

This article aims two ideas: On one hand showing how in the period comprehended between 1929 and 1954 Bogota's students recalled the 8th of June, when according to some historical and political proposals was murdered university's student Gonzalo Bravo Pérez. On the other hand, identifying the struggles among different capital's social and political groups as trying to impose a signification on what happened that day of 1929. This allows noticing how the recognition of the 8th of June took a place for memory to the Bogota's society, who gave it a new signification. From this case study, it demonstrates how historical memory is built and kept in the midst of social and political struggles to be converted into the subject of constant disputes.

Key words: The 8th of June, students, liberal wings, conservative wings, memory, uses and abuses of memory.


 

 

Introducción: el interés por la memoria

Desde hace algunos años existe un creciente interés de las disciplinas humanas por el tema de las memorias colectivas. Día tras día sigue ampliándose una bibliografía ya de por sí extensa que trata de sus construcciones, características y funciones. Diversas razones, que responderían a los contextos particulares desde donde se reflexiona sobre el tema, podrían explicar dicho interés. Algunos analistas lo han asociado precisamente con una demanda de memoria histórica por parte de los grupos sociales. Por ejemplo, Peter Burke señala que esa preocupación ''constituye probablemente una reacción a la aceleración del cambio social y cultural, que amenaza las identidades escindiendo lo que somos de lo que éramos''1.

Entre los estudiosos parece existir un común acuerdo, al señalar que en una sociedad no existe, una, en singular, sino muchas memorias —incluso antagónicas — sobre un mismo suceso2. Lo cual significa, entre otras cosas, que los grupos humanos siempre están interesados en guardar o preservar —generalmente a través de la escritura y los actos colectivos —, lo que han vivido directa o indirectamente3. Sin embargo, suelen hacerlo de distintas maneras, ya que existen distinciones culturales, sociales y políticas entre ellos. En ese caso, la memoria puede ser entendida de diversas maneras, y puede tener, o mejor, se le pueden asignar múltiples funciones4. Por ejemplo, ''hay actos abiertos de memoria como ejercicio intencional, buscado, que se orienta por el deseo básico de comprensión, o bien por un ansia de justicia; se trata, en estos casos, de una decisión consciente de no olvidar, como demanda ética y como resistencia a los relatos cómodos''5. Se trata, en síntesis, de los usos políticos que se le asignan a la memoria.

Las conmemoraciones son un objeto de estudio de gran interés en el extenso campo de la memoria. Como afirma Elizabeth Jelin, las fechas públicas son escenarios especiales donde los conflictos entre diferentes interpretaciones y sentidos del pasado se muestran con claridad, en la medida en que las fechas poseen sentidos diferentes para los actores políticos6. Siguiendo a Jelin, ''Las fechas y aniversarios son coyunturas en las que las memorias son producidas y activadas. Son ocasiones públicas, espacios abiertos, para expresar y actuar los diversos sentidos que se le otorga al pasado, reforzando algunos, ampliando y cambiando otros''7.

El ejercicio que proponemos apunta a establecer de qué modo los estudiantes bogotanos construyeron y preservaron la memoria en torno a la muerte del primer universitario en la historia colombiana del siglo XX, en el período comprendido entre 1929-1954. Se quiere demostrar que ese proceso se dio en medio de tensiones, en la medida en que estuvo sujeto a los vaivenes de distintas situaciones políticas, así como a la presión de actores diferentes a los estudiantes (partidos tradicionales, Iglesia, prensa, gobiernos). De igual modo, se quiere evidenciar que la memoria social construida por los estudiantes sobre el 8 de junio se convirtió en un referente identitario que estimuló procesos de organización y movilización durante el período de estudio, y aún después de 1954.

El artículo está estructurado en cinco partes: en la primera, se reconstruye brevemente la participación de los universitarios en las protestas de junio de 1929 y las circunstancias en que murió Gonzalo Bravo Pérez; en seguida, se detallan los primeros pasos para preservar la memoria de lo sucedido, planteando dos tipos de miradas: la oficial y la estudiantil; posteriormente, se describen los usos que distintos sectores políticos hicieron del 8 de junio entre 1929 y 1954, incluyendo los intentos de las autoridades para evitar recordar en ciertas coyunturas; posteriormente, se muestra la transformación de los relatos sobre el 8 de junio, a raíz de la masacre estudiantil de 1954; en la parte final se establecen algunas conclusiones.

Para el desarrollo del texto hemos acudido a las siguientes fuentes: periódicos oficiales (liberales en gran medida, uno conservador) y uno estudiantil, escritos de la época e investigaciones académicas sobre la participación de los estudiantes en la vida política del período que se analiza.

 

1. Las jornadas contra la rosca y la participación estudiantil8

En tiempos de la Hegemonía Conservadora (1886–1930), diversos grupos políticos afines al régimen se habían apropiado de los puestos burocráticos y manejaban a su antojo los presupuestos públicos, construyendo de ese modo clientelas de gran utilidad para garantizar los ''triunfos'' en los certámenes electorales que se realizaban. A ese sistema, promotor del nepotismo, la corrupción y el robo en las administraciones departamentales y municipales del país, se denominó ''rosca''. Bogotá desde luego no permanecía ajena a esa calamidad. Por el contrario, como en ninguna otra ciudad, allí reinaba una poderosa ''rosca'' patrocinada por el propio presidente Miguel Abadía Méndez, quien promocionaba descaradamente a familiares y amigos en puestos oficiales.

En los primeros días de junio de 1929, el alcalde Luis Augusto Cuervo destituyó a los gerentes de las empresas del acueducto y el tranvía, quienes hacían parte de ese engranaje y venían manejando esas dependencias a su antojo. El gobernador de Cundinamarca, Ruperto Melo, algunos ministros y el propio presidente Abadía mostraron una profunda molestia por la decisión de Cuervo, quien fue rápidamente destituido. El 5 de junio, al conocerse la noticia de la salida del alcalde, los bogotanos reaccionaron indignados. En las calles del centro de la ciudad se realizaron nutridas manifestaciones que exigieron el regreso de Cuervo y condenaron a muerte a la ''rosca''. Especial protagonismo tuvieron en esos primeros momentos —y a lo largo de las jornadas — los estudiantes, quienes se encontraban organizados en el Centro Departamental de Estudiantes de Cundinamarca y en la Asociación Nacional de Estudiantes.

Las protestas duraron cinco días y en ellas fueron frecuentes los enfrentamientos con la policía, así como la oratoria y el cierre del comercio. Durante las jornadas los manifestantes ejercieron una fuerte presión sobre Miguel Abadía Méndez, quien pretendió ablandar los ánimos destituyendo a figuras menores de la ''rosca''. Sin embargo, la intención de muchos bogotanos era librarse del ministro de Guerra, Ignacio Rengifo y del director de la Policía, general Carlos Cortés Vargas, funestos personajes comprometidos en la masacre de los trabajadores de la zona bananera en diciembre de 1928, acontecimiento que a pesar del tiempo transcurrido, seguía presente como duelo en la memoria colectiva de los colombianos.

 

1.1. La muerte de Gonzalo Bravo Pérez

El gobierno no dudó, a través del general Carlos Cortés Vargas, entonces director de la Policía Nacional, en emplear la represión para dispersar a los manifestantes. Por eso, en distintos momentos utilizó la caballería9, que sin consideración alguna, atropelló a los bogotanos que se concentraban en las calles, sin importar que allí hubiera adultos, jóvenes o niños10. De las atrocidades cometidas resultaron varios heridos, algunos por disparos con arma de fuego. También hubo un muerto: el estudiante de Derecho, Gonzalo Bravo Pérez (Figura 1), quien en la noche del 7 de junio recibió un tiro mortal por la espalda, justo en el momento en que caminaba rumbo a su lugar de residencia, cerca del palacio presidencial. El asesinato del estudiante aceleró el desenlace de las protestas, toda vez que el suceso —y su cuerpo — se empleó para aumentar la presión sobre el presidente Abadía.

Gonzalo Bravo Pérez nació en Pasto y era el cuarto de los cinco hijos de don Julio Bravo, una destacada figura liberal de Nariño y exitoso empresario de la luz eléctrica. Su madre, doña Leticia Pérez, era hermana del ex magistrado de la Corte y diplomático en función, don Gonzalo Pérez, que a su vez era amigo personal del presidente Miguel Abadía Méndez. Uno de los hermanos de Gonzalo Bravo Pérez, Luis Alberto, se encontraba estudiando ingeniería en Estados Unidos y su hermana mayor, María, estaba casada con el hijo de un diplomático ecuatoriano. En Bogotá, Gonzalo Bravo —de tendencia liberal, como su padre — tenía como acudiente a su tío materno, el conservador Gonzalo Pérez. Por esa razón, el joven tuvo que vincularse a la Asociación Nacional de Estudiantes, de filiación conservadora, para no importunar a su tío y, debido a la salida del país en misión diplomática de éste, el propio presidente Abadía Méndez ofició como acudiente y profesor del joven estudiante, encargo que cumplió hasta cuando este fue asesinado11.

El 9 de junio fue enterrado Gonzalo Bravo Pérez en el Cementerio Central. Las exequias fueron un verdadero acto público12. Cerca de cuarenta mil bogotanos se dieron cita para despedir al universitario, que inmediatamente fue convertido en el símbolo de las jornadas contra la ''rosca'' de la ciudad.

 

1.2. El 8 de Junio como lugar de memoria

Tras la muerte de Gonzalo Bravo surgió el interés de distintos sectores por preservar su nombre y las circunstancias en que murió. En este punto, llama la atención el hecho de que los estudiantes, inducidos por sectores de la élite bogotana que salió victoriosa en las jornadas contra la ''rosca'', terminaron asumiendo sin ninguna objeción el 8 de junio y no el 7, día en que fue asesinado Bravo Pérez, como la fecha de conmemoración13. De cualquier modo, desde ese momento el 8 de junio de cada año sería recordado el asesinato de Gonzalo Bravo Pérez, con actos que contemplaban concentraciones en la Ciudad Universitaria y peregrinaciones a su tumba en el Cementerio Central, en donde afloraban discursos de estudiantes. Esos actos se inscribían en el proceso de construcción y preservación colectiva de la memoria, que se mantendrá —con evidentes modificaciones — hasta nuestros días.

Pero no fueron los estudiantes los únicos que mostraron interés en mantener viva en la memoria colectiva los hechos de junio de 1929. De hecho, es posible establecer por lo menos dos procesos sociales paralelos que buscaron preservar de distintas maneras lo sucedido. Por un lado, aquel que fue promovido desde arriba, es decir, desde la institucionalidad y los sectores políticos y económicos oficiales. Por otro lado, el promovido desde abajo, ligado a las iniciativas de los propios estudiantes —sin que de ninguna manera se desconozca aquí la articulación de aquellos con los partidos tradicionales —. En cada proceso, como ya se advirtió, se acudió a dinámicas y rituales claramente diferenciados, que respondían a intereses específicos. A continuación, se hará un acercamiento a esas dos formas de preservación de la memoria social.

1.2.1. Desde arriba

Se ha dicho que la caída de la ''rosca'' fue, entre otras cosas, un triunfo de y para aquellos sectores políticos y económicos que se encontraban marginados de la burocracia y del manejo de los negocios que se promovían desde la Alcaldía de Bogotá. El rápido desenlace de los hechos, favorable a los propósitos de los miembros de la denominada Junta de Notables, fue posible gracias a la muerte de Gonzalo Bravo, que fue aprovechada desde el primer momento, para ejercer una mayor presión sobre Miguel Abadía Méndez14. Finalmente, éste no tuvo más remedio que acceder a las presiones de los miembros de la Junta, y el 8 de junio procedió a destituir a dos de sus ministros, al director de la Policía y a otros funcionarios menores, y nombrar en su reemplazo a personas adscritas o cercanas a la referida Junta.

Precisamente, fue el 8 de junio, es decir, el día en que se resolvió por arriba la crisis política, la fecha que terminó por instituirse y convertirse en el referente para las nuevas generaciones de estudiantes. En otras palabras, no fue el 7 de junio, día en que fue asesinado Gonzalo Bravo, sino el 8 de junio, cuando salió victoriosa la Junta de Notables, la fecha que terminó por convertirse en el referente histórico. ¿Qué explica que las cosas se hayan dado de esa manera? ¿Cuál fue la actitud de los estudiantes ante ese hecho? ¿Asumieron pasivamente la determinación de la fecha? ¿Fueron conscientes de eso?

Las respuestas a los interrogantes probablemente podamos encontrarlas en los sucesos que siguieron al 8 de junio de 1929. Específicamente, a las iniciativas de sectores políticos que buscaron establecer significados a lo sucedido en las jornadas de junio y promover formas particulares de preservación de la memoria. Por ejemplo, a pocos días de concluidas las jornadas de junio, el Concejo de Bogotá aprobó en primer debate un proyecto que contemplaba destinar a perpetuidad el lugar del Cementerio Central donde habían sido depositados los restos del universitario muerto15. Además, en el mismo proyecto se estipuló la construcción de un monumento al estudiante, para lo cual y ''por iniciativa particular''16 se comenzó a recolectar el dinero necesario para ello.

También, y por iniciativa del concejal liberal Calixto Torres Umaña, se presentó y aprobó en primer debate un proyecto que proponía denominar ''Avenida 8 de Junio'', al trayecto comprendido entre la Calle 26 y la Avenida Chile por la Carrera Séptima. De igual modo, en el mismo proyecto se contempló declarar ''fiesta municipal'' el 8 de junio de cada año17.

Además, se debe indicar que estos sectores políticos —especialmente de filiación liberal — no sólo promovieron medidas para preservar la memoria del universitario sacrificado, sino que también, y esto es muy importante, construyeron un discurso que ligaba la vida del estudiante con el ideal de república y sociedad que esos sectores precisamente defendían. Así, se pretendió mostrar a Gonzalo Bravo como un ''héroe'', un ''símbolo de la juventud'' y un ''amante de la libertad dentro del orden''18. De ese modo, parecía cerrarse el círculo: a la imposición de una fecha como lugar de memoria, se agregaba un discurso ideológico que hablaba de un estudiante amante del orden, que con su sacrificio había contribuido ''al triunfo de la República''19. Precisamente, era esa la razón que justificaba la realización de un monumento que debía servir de ''lección objetiva y elocuente a las generaciones que sucedan a la actual''20. Un columnista del Mundo al Día de Bogotá, describió con claridad lo que aquí se quiere decir:

La memoria del estudiante arrancado prematuramente a la patria y a los suyos, debe ser sagrada y digna del respeto y la consideración del pueblo colombiano. Su honrosa muerte es un símbolo gallardo que debemos recordar siempre. [...] Al monumento que la gratitud bogotana se promete erigirle para guardar sus cenizas y perpetuar su gloria, debemos acudir en toda grave emergencia, no sólo a depositar las flores del cariño, sino a templar y a fortalecer el espíritu cuando quiera que los fueros de la justicia y el imperio de las normas republicanas, sufran el insano ataque de la vil concupiscencia21.

1.2.2. Desde abajo

Los estudiantes tanto de filiación liberal como conservadora, desde luego tuvieron un vivo interés por inscribir a Gonzalo Bravo en los registros de la historia y para eso acudieron a diferentes mecanismos de preservación de la memoria. A pocos días de la muerte del universitario, la Asociación Nacional de Estudiantes emitió una resolución en donde además de recordar que Gonzalo Bravo había hecho parte de la misma y participado de ''sus beneficios'', celebró la iniciativa de la prensa y del Concejo Municipal referida a la construcción de un monumento en honor del estudiante asesinado. De otro lado, en la resolución, la agremiación estudiantil determinó colocar el retrato de Gonzalo Bravo en el salón donde realizaba sus sesiones22.

Otro mecanismo empleado por los estudiantes fue la promoción de publicaciones que tenían como referencia lo sucedido aquel día de junio. Nos referimos específicamente a la revista 8 de Junio, cuyo primer ejemplar apareció el 27 de junio de 1929, y de la cual llegaron a editarse más de diez números. La revista fue impulsada por universitarios y profesionales, y en la nota editorial del primer número se consignaron ideas en torno a la fecha evocada (Figura 2):

El 8 de junio de 1929 marcó nuestra fecha definitiva. A partir de ese día, todo el panorama que presentaba la nueva generación ha cambiado totalmente [...]. El día en que habíamos de levantarnos, recogidas en un solo haz las voluntades para dar el grito de alarma. Un incidente sin trascendencia considerable determinó el movimiento. La juventud, sacudiéndose en su sueño, súbitamente adoptó una posición resuelta. Y para mostrarlo, decidió, si era llegado el momento, ir hasta el sacrificio. La fuerza incontrastable del espíritu nos animaba. Y esa fuerza nos condujo, como un rebaño rebelde y apasionado, al triunfo. De entonces, la generación de la boina vasca, estaba ya gloriosamente salvada23.

Sin embargo, fueron las concentraciones en la Universidad Nacional y las peregrinaciones a la tumba de Gonzalo Bravo en junio de cada año, los mecanismos más sobresalientes para conmemorar su muerte, y la ocasión perfecta para que los estudiantes y profesores se refirieran a los hechos de la vida política nacional. Para la realización de los actos los estudiantes acudían a la ayuda no sólo de las autoridades académicas de la universidad, sino además de las emisoras de la ciudad.

Generalmente, las concentraciones empezaban desde tempranas horas del día, y estaban constituidas por distintos actos previos a la peregrinación al cementerio. En la mañana se realizaba la Asamblea Estudiantil, donde participaban no sólo estudiantes sino además, profesores e incluso el propio rector, como sucedió en junio de 195024. Este acto se convertía en el escenario adecuado para que los estudiantes mostraran sus cualidades discursivas25.

También era la oportunidad para la elaboración y difusión de proposiciones donde los estudiantes expresaban sus opiniones sobre hechos relacionados con la vida universitaria, la ciudad y el país. En junio de 1950, emitieron una proposición:

[...] por la cual el estudiantado se une al dolor que hoy embarga al pueblo colombiano con motivo de la muerte del E. señor Arzobispo Primado. Otra por la cual se honra la memoria del universitario Gonzalo Bravo Pérez y también se aprobaron saludos especiales al rector, a los ex rectores y a la Radio Nueva Granada por su eficaz cooperación en la Semana Universitaria.

Y desde luego, había espacio para hacer denuncias:

Se dejó también una constancia de protesta por la manera que se ha procedido, por parte de algunos sectores oficiales con la Semana Universitaria, al ofrecer, y luego negar, el Teatro de Colón y la Biblioteca Nacional para desarrollar algunas de las actividades culturales que se tenían programadas26.

En horas de la noche, y para cerrar el programa conmemorativo, se realizaban disertaciones radiales sobre el significado del 8 de junio, entre personas vinculadas a la vida universitaria. Por ejemplo, el 8 de junio de 1951, se realizó en la Radio Continental una audición ''con la participación del profesor de la Universidad doctor Carlos Lozano y Lozano, y de los estudiantes Carlos Holmes Trujillo, Luis Armeyo y José Félix Castro''27.

En lo referente a las peregrinaciones, estas comenzaron a realizarse desde 193028, configurando un ritual que, sin duda, contribuyó a que con el tiempo se denominará esta fecha el Día del Estudiante. Sin embargo, sobre este asunto no es posible establecer con propiedad desde cuándo comenzó a dársele a aquel día esa denominación. De hecho, la primera referencia que encontramos en la prensa data de junio de 194729, aunque es bastante probable que haya surgido antes.

Las peregrinaciones variaban cada año, de acuerdo a las circunstancias políticas del país, de la Universidad Nacional y al nivel de motivación de los estudiantes bogotanos. Con el paso de los años, se unieron a las peregrinaciones profesores y decanos de facultades, e incluso el propio rector de la Universidad Nacional. La conmemoración del 8 de junio de 1951 se registró así por la prensa liberal:

Una vez concluida la reunión de la Facultad de Derecho, se inició una imponente peregrinación presidida por el rector de la Universidad, doctor Julio Carrizosa Valenzuela desde la Ciudad Blanca por la calle 26 y que desembocó en el Cementerio, frente a la tumba de Gonzalo Bravo Pérez [...]. En su orden pronunciaron sus discursos los universitarios Héctor Charry Samper y José Joaquín Arrazola y el doctor Pedro Gómez Valderrama. Las intervenciones de los universitarios tuvieron momentos de gran fortuna y aludieron a la misión que le corresponde a la juventud en los momentos actuales30.

Antes de dar inicio a los discursos, o en medio de ellos, se procedía a colocar sobre la tumba del estudiante muerto las ofrendas florales. Y en algunas ocasiones, como en la del 8 de junio de 1950, los estudiantes liberales aprovechaban la presencia en el cementerio para colocar coronas ''ante las tumbas de ilustres hombres desaparecidos, como Rafael Uribe Uribe'', cuyo monumento estaba ubicado ''exactamente frente al de Bravo Pérez''31.

Sin embargo, con el paso de los años la fecha pareció ir perdiendo el carácter luctuoso que tuvo en los primeros momentos, lo cual se deduce al observar cómo en ocasiones se realizaban conmemoraciones de forma alegre y divertida. Por ejemplo, para el sábado 7 junio de 1947 los estudiantes de la Universidad Libre y del Instituto Universitario organizaron un ''gran baile'' con ocasión del 8 de junio, el cual fue amenizado por la orquesta ''Ritmo Costello''. Para los preparativos se conformó una comisión de estudiantes y se emitieron boletas que tenían un descuento especial para aquellos que al momento de comprarlas en la Secretaria de la Universidad Libre, mostraran el carnet estudiantil32.

 

2. Disputas por los significados del 8 de junio

Desde luego, el asunto no se remitió únicamente a cómo mantener en la memoria social los hechos que dieron origen al 8 de junio. También, y prácticamente desde el mismo momento en que concluyeron las jornadas de protesta de junio de 1929, se iniciaron disputas entre distintos sectores sociales —incluidos los estudiantes — por dar sentido a lo acontecido aquel día. Liberales, conservadores, socialistas, en fin, muchos actores tenían cosas que decir sobre lo sucedido. De modo que es posible identificar la construcción de distintos sentidos sobre el 8 de junio, que se cruzaron alimentando permanentemente las disputas por la fecha. Aquí se hará referencia específicamente a dos.

2.1. El 8 de junio liberal

Desde un comienzo fueron los liberales los que mayor interés tuvieron en construir una interpretación de los hechos del 8 de junio, de acuerdo a sus intereses y aspiraciones políticas. Puede decirse que prácticamente se apropiaron de la fecha —apoyándose en gran medida en la prensa33 —, desconociendo que en las afamadas jornadas de junio de 1929 no sólo habían participado liberales, sino además conservadores, como Silvio Villegas, Miguel Jiménez López y el propio Luis Augusto Cuervo, e incluso militantes del Partido Socialista Revolucionario34.

En síntesis, el partido liberal se refería al 8 de junio como un hito fundamental en la historia de esa agrupación, planteando que lo sucedido aquel día había significado el fin de la Hegemonía Conservadora y el inicio de una nueva etapa en la historia nacional, caracterizada por la llegada del liberalismo al poder. Desde el 8 de junio de 1930 el liberalismo promovió abiertamente esa lectura35, desconociendo aspectos particulares de las jornadas de junio y de la política nacional de 1929. El siguiente cuadro muestra las referencias a los hechos del 8 de junio de 1929, aparecidas en los diarios liberales que circulaban en Bogotá, entre 1930 y 1945.

Pero no sólo a través de la prensa el liberalismo ajustaba su discurso interpretativo sobre el 8 de junio y sacaba provecho del mismo. Desde las corporaciones públicas del orden departamental y municipal, donde había una clara mayoría liberal, se ponían a circular pronunciamientos sobre el 8 de junio. La Asamblea de Cundinamarca en 1937, acudiendo a los códigos interpretativos elaborados por el liberalismo, emitió una proposición a raíz de un nuevo aniversario del 8 de junio:

La asamblea de Cundinamarca, teniendo en cuenta que hoy se cumple el octavo aniversario de los grandes acontecimientos históricos iníciales de la más fecunda, trascendental y benéfica transformación que haya registrado la república en los últimos tiempos, se complace en presentar a la ciudadanía de Bogotá —principal factor determinante — un mensaje fervoroso de congratulación por sus brillantes y valerosas actuaciones del 8 de junio de 1929 en defensa de las libertades públicas; señala dicho día como fausto en los anales del país; consagra los hechos que con él se efectuaron y sus consecuencias como hermosas páginas republicanas que honran la historia de Colombia36.

Incluso el propio presidente Alfonso López Pumarejo estableció en 1943, la fecha del 8 de junio como fiesta nacional, a través de un decreto presidencial que expresaba en su artículo único: ''El día de mañana, ocho de junio, será de fiesta cívica nacional''37. También el liberalismo sacó provecho de la fecha para realizar movilizaciones políticas en las calles de Bogotá, como ocurrió el 8 de junio de 1936. En esa ocasión se trató de una marcha de antorchas que partiendo de la Plaza de Bolívar y tomando la Carrera Séptima, se dirigió hacia el Cementerio Central. La prensa liberal, al referirse al acto, lo definió como ''un homenaje a la memoria de los caudillos populares Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Tomas Uribe Márquez, Luis Tejada y Gonzalo Bravo Pérez''38.

Todo lo anterior se dio en el contexto de lo que se conoció como la República Liberal, un período —otra hegemonía, afirman algunos investigadores — durante el cual ese partido gobernó por dieciséis años seguidos. Sin embargo, el sentido de la evocación liberal del 8 de junio cambió radicalmente a raíz de la salida del partido liberal del poder en 1946. En efecto, al perder las elecciones presidenciales en 1946, el discurso del partido liberal sobre el 8 de junio sufrió una evidente transformación. Y tenía que ser así, ya que era la primera vez desde 1930, que el partido liberal debía referirse al 8 de junio, estando por fuera del gobierno. Precisamente, 1946 marcó el final de la República Liberal, y en esa nueva condición el diario El Liberal, al referirse al 8 de junio, advirtió: ''Este nuevo aniversario del ocho de junio sorprende al liberalismo en vísperas de entregar el poder que ha mantenido durante diez y seis años. Y es en el contraste que ofrecen las dos situaciones donde se aprecia su opuesto significado. [...] El liberalismo deja el poder sin sufrir ningún ocho de junio''39.

En 1947, El Tiempo se refirió a lo sucedió el 8 de junio de 1929, retomando la vieja idea de que ese acontecimiento hacía parte de la historia del liberalismo. Y lo hacía creyendo que podía encontrar en ese ''glorioso pasado'' aquellas coordenadas de sentido40, necesarias para replantear su futuro político:

Precisamente ahora que el liberalismo, por un accidente electoral, ha dejado de ser partido de gobierno, debe repasar con amorosa dedicación los signos de su historia para reentender de dónde emana ese aliento vital que le destina a las jerarquías de la república. Porque uno de los factores que definen su vigor y hablan de su inmarcesible capacidad renovadora arranca de las épocas legendarias41.

De ese modo, el 8 de junio de 1929 hacía parte de aquellas ''épocas legendarias'' del liberalismo colombiano:

El movimiento del 8 de junio que hoy conmemoramos es uno de esos episodios gallardos. Hubo entonces un recio despliegue del pueblo fatigado con los pecados de la Hegemonía que sacudió lo más íntimo del alma colombiana y sirvió de prólogo al derrumbe de los desestimados sistemas. El cambio de régimen se verificó materialmente en 1930, pero el 8 de junio quedó protocolizada la inestancable crisis de unas costumbres, de unos hombres y de unos estilos de mando inferiores a las urgencias del momento42.

Y también había tiempo para referirse a Gonzalo Bravo, a quien se consideró uno de los ''muertos ilustres'' del liberalismo: ''Bravo Pérez fue el mártir adolescente de la represión. Símbolo claro de la jornada. Su imagen martirizada, su holocausto generoso deben por ello ser guión meritísimo para las nuevas generaciones del liberalismo''43.

Ese tipo de reflexiones que el liberalismo ponía a circular sobre el 8 de junio, continuó en los años siguientes, incorporando directrices para recuperar lo que se consideraba había perdido el país en ese momento. Por ejemplo, en junio de 1953 nuevamente El Tiempo, al referirse a la fecha, destacó lo que consideraba era su significado histórico, planteando la necesidad de hacer memoria de los hechos de junio de 1929, para gloria de las ideas liberales:

No conviene echar en olvido las jornadas cívicas que hicieron de Colombia país rotundamente adicto a los ideales democráticos y habituado a emitir su veredicto final sobre funcionarios y conductores. El martirologio mismo que consagró en aquella ocasión el nombre del estudiante Bravo Pérez, inmolado a impulso de su generosa decisión republicana asigna a esta fecha un doble carácter de reivindicación civil y de fecundo sacrificio en aras de principios que siempre fueron caros a la juventud y al pueblo colombiano. Hoy, como nunca, es procedente hacer memoria de estos sucesos y renovar nuestra fe en los postulados indeclinables del espíritu y en la fuerza inmanente de las ideas44.

En junio de 1952 el mismo diario se había referido al 8 de junio, evocando la muerte de Gonzalo Bravo Pérez:

Ayer revivió en la memoria de los colombianos la juventud gallarda de Gonzalo Bravo Pérez. Transcurridos veintitrés años de su holocausto, su nombre es un símbolo y su tumba un santuario. Un santuario a donde acuden los peregrinos del ideal. Porque eso es Bravo Pérez: el emblema de la juventud consagrada al ideal. No importa que ese ideal sea quimérico o fantástico [...]. La juventud debe ser la cruzada del espíritu imponiéndose sobre los apetitos y las pasiones rastreras. Y esa es la juventud de Gonzalo Bravo Pérez, que todos evocamos ayer agobiados por la emoción y acicateados por la esperanza45.

Por su parte, los estudiantes liberales también acudían a la fecha del 8 de junio para realizar sus reuniones políticas. El 8 de junio de 1947 se realizó en el Teatro Colón la Convención Universitaria Liberal46; dos años después, también universitarios de filiación liberal organizaron una manifestación en el marco de la conmemoración de un aniversario más de la muerte de Gonzalo Bravo. La noticia que registraba el acto refería lo siguiente:

Los universitarios liberales están organizando una manifestación para conmemorar los acontecimientos del ocho de junio, que marcan la caída de la hegemonía conservadora. Se congregaran frente al Palacio de Comunicaciones a las tres p.m. del día sábado. Llevarán la palabra varios oradores, que harán el recuento de los actos cumplidos en esa memorable jornada de las fuerzas democráticas. Participaran los barrios y numerosos sectores del partido. El ministerio de gobierno y la alcaldía han concedido los correspondientes permisos47.

2.2. La revancha conservadora: protestas estudiantiles en mayo y junio de 194548

El partido conservador tuvo que soportar cada año las frecuentes referencias que hacía el liberalismo al 8 de junio de 1929. Como ya lo anotamos, al recordar año tras año la fecha, la prensa liberal señalaba que lo sucedido aquel día había dado inicio a una nueva etapa histórica en el país, estableciendo una relación estrecha entre el 8 de junio de 1929, la caída de la Hegemonía Conservadora y la llegada al poder del liberalismo. Ante eso, los conservadores parecían no tener otra alternativa que evadir con el silencio las referencias de su contrincante y esperar a que se diera una oportunidad política para poder equilibrar las cosas. No obstante, hubo una ocasión en que los conservadores, molestos con la recordación que hacía la prensa liberal del 8 de junio, salieron a la ofensiva a través de las páginas del diario El Siglo. Fue en junio de 1937. En esa ocasión, comparando el 13 de marzo de 1909 con el 8 de junio de 1929, dos ''fechas que los diarios liberales no dejan pasar inadvertidas'', desde el diario El Siglo se intentaba minimizar el significado que los liberales le atribuían al 8 de junio: ''De menores proyecciones en la política nacional fue la jornada del 8 de junio de 1929, así pretenda dárselas 'El Tiempo' en su editorial de ayer, estableciendo un paralelo entre lo que fue la última administración conservadora y lo que es esta República liberal que vivimos''49.(Figura 3)

Y la ocasión se dio. O, mejor, fue estimulada por los mismos conservadores en la coyuntura de mediados de 1945, cuando el liberalismo en el poder debió manejar una profunda crisis de gobernabilidad, alimentada en gran parte por el líder conservador Laureano Gómez, y que terminó finalmente con la salida del presidente Alfonso López Pumarejo. Parecía que los hechos se repetían, pero en sentido contrario a como se habían dado en junio de 1929. Esta vez quienes se sentían amenazados eran los liberales y su proyecto de república. Para lograr la salida del liberalismo del poder, los conservadores motivaron a los estudiantes de instituciones religiosas a realizar protestas en Tunja, Bucaramanga y Pamplona, en solidaridad con sus pares bogotanos, quienes venían denunciando la supuesta injerencia del comunismo en el manejo de los asuntos educativos del país (Figura 4).

Las protestas fueron ganando fuerza, y en una de las refriegas entre estudiantes y la policía en Tunja, el 24 de mayo resultó muerto el estudiante del Colegio Ortiz, Eduardo González, y un obrero de nombre Alfonso Borda. Fue precisamente en el asesinato de un estudiante conservador, cuando los seguidores de Laureano Gómez vieron la oportunidad que tanto estaban esperando para cobrar cuentas con el liberalismo. Por fin tenían su propio 8 de junio conservador, y como era de esperarse, pronto comenzaron a hacer uso de la muerte de Eduardo González, quien fue definido sin titubeos como el estudiante mártir50, y convertido en el nuevo referente de los estudiantes del país:

Eduardo González, fusilado por el régimen en una de las calles de Tunja, es el símbolo del estudiantado colombiano, que como respuesta a sus justos clamores, recibe una descarga de fusilería.

El nombre de este estudiante vivirá siempre en la memoria de sus actuales y futuros compañeros a modo de elocuente demostración de cómo actualmente se solucionan los problemas públicos y de cómo entiende este gobierno el respeto que le merece la inviolabilidad de la vida de sus ciudadanos51.

Y en una especie de pulso por las memorias, cuestionaba el comportamiento de la prensa liberal ante el suceso sangriento de Tunja: ''Esa prensa que a diario recuerda los sucesos de las Bananeras, que fueron un claro intento de subvertir el orden público, y la muerte de Gonzalo Bravo Pérez, cuando los sucesos del ocho de junio, ha preferido en esta ocasión enmudecer para no tener que censurar tan estéril como increíble asesinato''52.

Si bien la agitación estudiantil se inició los últimos días de mayo en Bogotá, para la segunda semana de junio el conflicto ya tenía una proyección nacional. Por ejemplo, entre el miércoles 13 y jueves 14 de junio, más de dos mil estudiantes de Bucaramanga realizaron desfiles por las calles en solidaridad con los estudiantes bogotanos y pronto los de la Universidad Católica Bolivariana de Medellín se sumaron a las protestas, realizando desfiles ''para manifestar su adhesión a los colegas de Bogotá en esta hora de represión de las fuerzas comunistas''53. Al día siguiente, los estudiantes del Colegio Provincial de Pamplona se fueron a la huelga, y lo mismo hicieron profesores y alumnos de colegios de Cúcuta.

Desde el 1 de junio el gobierno declaró turbado el orden público y concedió libertades a la policía nacional para garantizar la tranquilidad en la capital del país. Como ya se ha anotado, la razón de las protestas estudiantiles era luchar contra la supuesta influencia de las ideas comunistas en el campo educativo, un sofisma promovido con insistencia por el conservatismo para incomodar al gobierno liberal y estimular su salida del poder. Se trataba, según una editorial de El Siglo, de una cruzada de estudiantes liberales y conservadores por librar al país del comunismo:

Los estudiantes de todo el país han persistido en sus propósitos de lucha contra el comunismo. Bogotá marcó el comienzo de la campaña que ha repercutido con no menos fervor en Medellín, en Bucaramanga, en Cartagena, en Cúcuta y en Pamplona, y en todos aquellos lugares donde el estudiantado libre sigue siendo la esperanza de Colombia. Y una vez más también en la historia de la República, como en otras épocas memorables y lejanas, estudiantes liberales y conservadores han aparecido identificados en la razón de la lucha: impedir que el comunismo siga siendo una amenaza para la República54.

Y anunciaba la creación de un Comité Nacional Estudiantil Anti–Comunista que pronto sería activado en Bogotá, y que coordinaría ''las actividades anti bolcheviques del estudiantado en toda la nación''55. La agitación estudiantil empeoró la crisis política del gobierno liberal, llevando finalmente a la salida de López Pumarejo de la presidencia antes de terminar ese año, siendo reemplazado por Alberto Lleras Camargo.

 

3. Estimular el olvido al prohibir recordar

Como se indicó, desde 1930 los estudiantes realizaban actos conmemorativos cada 8 de junio, y generalmente, éstos tenían dos momentos: primero, una concentración en la Universidad Nacional en horas de la mañana, y, posteriormente, la peregrinación al Cementerio Central en horas de la tarde. No obstante, hubo ocasiones en que a los estudiantes bogotanos se les prohibió salir a las calles a conmemorar el 8 de junio. Lo anterior se dio especialmente bajo los gobiernos de Laureano Gómez y del militar Gustavo Rojas Pinilla56. En el primer caso, del cual se hará referencia aquí, las cosas se dieron en junio de 1952. En esa ocasión los estudiantes habían solicitado con anticipación el respectivo permiso, como era costumbre, para realizar la concentración y la peregrinación al cementerio. El programa de ese día, que incluía la participación del rector de la Universidad Nacional y de profesores y estudiantes de las distintas facultades, era el siguiente:

I. El domingo 8 de junio, a las 10 a.m., se efectuará una concentración de estudiantes de todas las Facultades que funcionan en la capital, en la Ciudad Universitaria.

II. A las 12 m. del mismo día se iniciará una peregrinación del universitariado (sic) hacia el cementerio central para colocar ante la tumba de Bravo Pérez sendas ofrendas florales y rendirle un homenaje de evocación a su memoria.

III. La dirección universitaria designó como oradores para el acto en la Ciudad Universitaria los señores doctor Álvaro Pérez Vives y José R. Duran; en el cementerio llevarán la palabra los señores Edmundo Rico y Alfredo García Gálvez, Eduardo David Morales y David Pabón. También hablará el rector, doctor Julio Carrizosa Valenzuela57.

Sin embargo, el gobernador Hernando Carrizosa, en carta dirigida a José R. Durán, representante de los estudiantes, negó el respectivo permiso58. En ella afirmó:

He estudiado con detenimiento la solicitud formulada por usted en esta fecha, a nombre de la junta organizadora de actos conmemorativos de la muerte del estudiante Bravo Pérez, que habrán de realizarse el próximo 8 de junio, consistentes en concentración de estudiantes en la Ciudad Universitaria y una peregrinación al cementerio central.

Habida consideración de las disposiciones legales vigentes, que rigen la celebración de esa clase de reuniones públicas, encuentro que el programa presentado por usted está reñido con el espíritu de aquellas disposiciones, y por tanto me veo en la penosa necesidad de comunicarle que el gobierno a mi cargo se abstiene de conceder la licencia solicitada, por considerar que se trata de reuniones públicas expresamente prohibidas por decretos nacionales en plena vigencia. Me suscribo muy atentamente, Hernando Carrizosa Pardo, gobernador de Cundinamarca59.

Por su parte, el director general de la Policía Nacional, general Miguel Sanjuán, emitió un comunicado donde daba las razones de la institución para prohibir ''toda clase de manifestaciones o reuniones populares''. Al respecto, advertía el comandante (Figura 5):

Que está prohibida toda clase de manifestaciones o reuniones populares, por hallarse en estado de sitio el territorio de la república. En consecuencia, la policía ha recibido instrucciones para impedir las que no se hallen autorizadas oficialmente.

El gobierno confía en la cooperación de los buenos ciudadanos para cumplir y ayudar a hacer cumplir el alcance de la presente prevención60.

 

4. Cambiar el día es cambiar la historia

En 1954 la historia de la conmemoración del 8 de junio tuvo un giro especial. Nuevamente desde la institucionalidad, en este caso, desde el Consejo Directivo de la Universidad Nacional, se pretendió transformar el sentido original de la fecha, trasladando el día natural de la celebración para el 1º de abril. Desde hacía algunos años —en tiempos de la República Liberal — y a través del artículo 343 de los Estatutos de la Universidad Nacional, se había consagrado la fecha del 8 de junio como fiesta del estudiante. Sin embargo, el Consejo Directivo de la Universidad Nacional, mediante Acuerdo No. 85 de 1953, derogó el artículo 343 de los Estatutos y señaló el 1º de abril como la fecha de celebración de la fiesta del estudiante61.

La medida buscaba de forma arbitraria que los estudiantes celebraran el inicio de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (1 de abril de 1783), y la sanción de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional, ocurrida el 1 de abril de 1936, y no el 8 de junio, como era tradición. Desde luego la decisión de las directivas de la universidad generó un profundo malestar en los estudiantes, que vieron en ella un evidente intento de supresión de la memoria colectiva. ''Y allí fue el rasgarse las vestiduras, allí el mesarse los cabellos, allí el alzar gritos y descontento'', advirtió un testigo de los hechos.

En nota editorial del 1º de abril, el diario El Espectador, como si hablara a nombre de los estudiantes, cuestionó la arbitrariedad de la medida:

Hablamos del 8 de junio, hoy 1 de abril, porque en la Universidad se ha pretendido cambiar aquella fecha inolvidable por ésta que nada dice a los estudiantes.

Es la de hoy, sin duda, una fecha que merece especial respeto desde el punto de vista que corresponde, como acontecimiento histórico de decisiva influencia en la evolución de la ciencia en Colombia y, particularmente, de la Expedición Botánica, presidida por la gloria inmortal de José Celestino Mutis.

Pero esa circunstancia no justifica, desde luego, el cambio de la fecha en que tradicionalmente y con emoción renovada los estudiantes conmemoran cada año —el 8 de junio — el sacrificio de uno de los suyos, del universitario Gonzalo Bravo, abatido en 1929, cuando se desplomó con el corazón agujereado en la plaza donde su figura de caudillo juvenil, de caudillo puramente estudiantil, se había erguido en defensa de una causa que nadie se atrevía a calificar de innoble62.

Como era de esperarse, la disposición institucional no tuvo la más mínima aceptación de los estudiantes, quienes, siguiendo con la tradición, se aprestaron a organizar los preparativos para la nueva conmemoración, en junio siguiente.

 

5. La transformación de la fecha: la masacre estudiantil de junio de 1954

El 8 de junio de 1954 se cumplían veinticinco años del asesinato del Gonzalo Bravo Pérez y los estudiantes de la Universidad Nacional y la Universidad Libre de Bogotá, siguiendo la tradición, se aprestaron a realizar diversos eventos para conmemorar el suceso. La programación contemplaba un conjunto de actividades que generalmente se preparaban con anticipación, para no dejar pasar por alto ningún detalle. En esos espacios reinaba el entusiasmo, la fraternidad y la alegría entre los universitarios, ya que la conmemoración se mezclaba con la realización del carnaval estudiantil, pomposa fiesta con elección de reina estudiantil a bordo, la cual también era celebrada desde décadas pasadas.

Sin embargo, el Régimen militar intentó entorpecer el ritual conmemorativo y el carnaval de los estudiantes en varias ocasiones, como ya lo vimos, con el fin de dar mayor realce a la celebración del 13 de junio, día en que los militares habían llegado al poder. Era este un caso evidente de lucha por la primacía de las memorias políticas63.

Desacatando la orden del gobierno, que había prohibido cualquier tipo de movilización acudiendo a la existencia de un complot comunista, los universitarios iniciaron los actos conmemorativos el 7 de junio en la Universidad Nacional. Allí, varios dirigentes evocaron en emotivos discursos la figura de Gonzalo Bravo Pérez y relievaron el significado del 8 de junio como fecha simbólica para los estudiantes del país. Al día siguiente, en horas de la mañana, un numeroso grupo de personas encabezado por las candidatas al reinado estudiantil, inició la tradicional peregrinación al Cementerio Central, acompañados de flores y coronas para adornar la tumba del joven sacrificado64.

Sin embargo, al llegar a las inmediaciones del cementerio los estudiantes observaron que las puertas de éste se encontraban cerradas y había presencia de la Policía impidiendo la entrada al lugar. Al preguntar la razón del cerramiento, los agentes adujeron que estaban cumpliendo órdenes del gobierno, hecho que indispuso a los universitarios, quienes de inmediato obstaculizaron la Calle 26. Luego de un breve tiempo, los estudiantes pudieron ingresar al cementerio y dar cumplimiento a los actos programados ante la tumba de Gonzalo Bravo Pérez. Acto seguido se pronunciaron enérgicos discursos en donde se plasmó la protesta contra el gobierno y las fuerzas policiales por la afrenta que habían recibido.

 

5.1. Asesinato del estudiante Uriel Gutiérrez Restrepo

Al filo del mediodía, luego de celebrados los actos en el Cementerio Central, los estudiantes regresaron a la Universidad Nacional para retomar sus actividades académicas y participar en el carnaval. En momentos en que eso ocurría una patrulla militar se estacionó en la entrada sobre la Calle 26, y seguidamente sus ocupantes ingresaron a los predios en actitud provocadora. Evidentemente, tal comportamiento generó reacciones en los estudiantes65, creándose un clima de tensión que se agudizó al conocerse la orden de desalojo dada por la administración de la universidad y la llegada a las inmediaciones del centro educativo de un bus con policías. De repente comenzaron a escucharse disparos, provocando que muchos estudiantes se lanzaran al suelo para protegerse.

Uno de los disparos acabó con la vida del estudiante de Medicina y Filosofía, Uriel Gutiérrez Restrepo, quien para la fecha contaba con veinticuatro años de edad y había hecho parte del comité de preparación de los eventos conmemorativos del 8 de junio. Minutos después de su asesinato, sus compañeros con evidentes muestras de dolor untaron sus pañuelos y corbatas con la sangre del estudiante caído, alzándolas como banderas y luego ''cubrieron el cuerpo del compañero con el Pabellón Nacional y montaron guardia hasta la llegada del juez Permanente''66.

5.2 La masacre del 9 de junio

Desde tempranas horas del miércoles 9 de junio (Figura 6), estudiantes de diversas universidades (Libre, Externado, Gran Colombia, América) comenzaron a llegar a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, a tributar homenaje a Uriel Gutiérrez. El escenario sirvió para que dirigentes estudiantiles pronunciaran discursos que transmitían dolor y rabia, y condenaban al gobierno militar y al rector de la Universidad por los hechos del día anterior. Sobre las diez de la mañana una multitudinaria marcha salió de la Universidad Nacional por la Calle 26 en dirección al Palacio de San Carlos, con la intención de exigir justicia por la muerte del estudiante. Con banderas enlutadas, coronas de flores y gritos de rechazo al gobierno y vivas a Uriel Gutiérrez, los marchantes arribaron a la Calle 13 con Carrera Séptima, donde fueron impelidos a detenerse por un destacamento de soldados adscrito al Batallón Colombia. Los estudiantes decidieron entonces sentarse en aquel lugar y oír los discursos que sus colegas empezaban a pronunciar.

Transcurrido un tiempo, un disparo rompió la tranquilidad del acto, dando motivo para que en seguida los militares descargaran sus fusiles contra los estudiantes, produciendo una tragedia de grandes proporciones. Por lo menos ocho estudiantes — la cifra varía de acuerdo a los testimonios — fueron asesinados: Jaime Moore Ramírez y Hernando Morales Sánchez (Química), Hugo León Velásquez, (Medicina), Carlos J. Grisales (Economía), Álvaro Gutiérrez Góngora (Medina), Elmo Gómez Lucich (estudiante peruano), Rafael Sánchez Matallana (Colegio Virrey Solís) y Hernando Ospina (Veterinaria). El gobierno evadió la responsabilidad por lo sucedido y acudió a las inoperantes comisiones de la verdad para investigar el asesinato de los estudiantes. Los militares terminaron finalmente asumiendo la investigación, y meses más tarde emitieron un concepto que ejemplificaba el cinismo al acudir —nuevamente — al recurso del imaginario anticomunista para evadir su responsabilidad. En esa oportunidad afirmaron: ''Puede sentarse como tesis general que la causa próxima de los sucesos de junio fue la provocación en extremo grave y agresiva que algunos estudiantes hicieron a la policía el día 8, y al ejército el 9. Y como causa remota, la instigación de gentes enemigas del orden y que buscan a todo instante el producir el cambio brusco de las actuales instituciones''67.

A diferencia del entierro de Gonzalo Bravo Pérez, en donde se registró una masiva participación, el sepelio de los estudiantes asesinados el 8 y 9 de junio de 1954 fue realizado de manera individual y sin la mayor difusión. La prensa liberal no actuó como lo había hecho en junio de 1929. Sin duda, eran otros los tiempos. Lo cierto es que los sangrientos sucesos de junio de 1954 marcaron profundamente a los estudiantes colombianos de la época, alentándolos a construir una organización de carácter nacional, la Federación de Estudiantes Colombianos,68 y despertando en ellos un sentimiento anti militarista de profunda raigambre en su cultura política69. Desde luego, la fecha se convirtió en un nuevo punto de referencia para la comunidad estudiantil: además del día 8, el 9 de junio fue asumido desde entonces como un lugar de memoria. Desde 1954 ya no se conmemoraría más el Día del Estudiante, sino el Día del Estudiante Caído. Comenzaba así la invención de otra tradición política que se proyectará varias décadas después, y que incluso aún hoy perdura en los ambientes universitarios y de secundaria del país.

 

A modo de conclusión

En este trabajo se abordó el proceso de configuración de un lugar de memoria. En términos generales, el análisis de los procesos de construcción colectiva de las identidades políticas y culturales de ciertos sectores —en este caso de los estudiantes —, y las dinámicas de reivindicación que, impulsadas por ellos, contribuyeron a la preservación de la memoria social.

Lo anterior ha permitido mostrar la importancia de las memorias y de las iniciativas de los grupos sociales para mantenerlas presentes en los escenarios cotidianos. Además, señalar que las memorias se construyen y reconstruyen permanentemente, de acuerdo a los intereses y necesidades inmediatas de los grupos sociales y políticos que las reivindican. En el caso del 8 de junio se pudo constatar cómo se construyeron en un espacio de 25 años, distintos relatos sobre lo sucedido aquel día de 1929, siendo característico que los liberales tuvieran una lectura propia, y los conservadores igual. Así mismo, se ha mostrado la transformación del sentido de la fecha asignado inicialmente por los estudiantes, a raíz de los hechos sangrientos de junio de 1954, cuando se produjo la masacre de varios universitarios en Bogotá. De ese modo, se ha querido destacar la importancia de la memoria histórica en la construcción de las identidades estudiantiles.

 

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Notas al pie

* Una versión preliminar de este trabajo se presentó en el IV Seminario Internacional Vendimia, Tunja–Villa de Leyva, noviembre de 2010. Expreso mis agradecimientos al historiador Jorge Cote por los oportunos comentarios al texto que amablemente me compartió.

1. Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural? (Barcelona: Paidós, 2007), 87. Algo parecido piensa Enzo Traverso cuando afirma que la obsesión memorialista tiene como contexto ''un mundo que ha perdido sus referentes, ha sido desfigurado por la violencia y atomizado por un sistema social que borra las tradiciones y fragmenta las existencias''. Ver Enzo Traverso, El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política (Barcelona: Marcial Pensamiento, 2007), 16.

2. Juan Sisino y Eduardo Manzano, Memoria histórica (Madrid: CSIC, Catarata, 2010), 23.

3. José Colmeiro, Memoria histórica e identidad cultural. De la posguerra a la postmodernidad (Barcelona: Anthropos, 2005).

4. Pilar Calveiro, ''Los usos políticos de la memoria'', en Sujetos sociales y nuevas formas de protesta en la historia reciente de América Latina, comp. Gerardo Caetano (Buenos Aires: Clacso, 2006), 377.

5. Pilar Calveiro, ''Los usos políticos de la memoria'', 377.

6. Elizabeth Jelin, comp. Las conmemoraciones: Las disputas de las fechas ''in-felices'' (Madrid: Siglo XXI, 2002), 2.

7. Elizabeth Jelin, Las conmemoraciones: Las disputas de las fechas ''in-felices'', 245.

8. Para este apartado me he apoyado en el ensayo de mi autoría ''Crisis administrativa, económica y social en Bogotá. Las protestas de junio de 1929'' (inédito).

9. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1954, 12.

10. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1954, 12.

11. El Diario Nacional, Bogotá, 12 de junio de 1929, 1.

12. Beethoven Zuleta, Discursos estudiantiles y analítica del poder (Medellín: Colección Autores Antioqueños, 2000).

13. José A. Díaz Jaramillo, ''Estudiantes, política y memoria: tres momentos de lucha estudiantil en Colombia'', Revista CEPA Vol: 1 No. 10 (2010).

14. Mundo al Día, Bogotá, 10 de junio de 1929, 8.

15. El Fígaro, Bogotá, 11 de junio de 1929, 11.

16. Mundo al Día, Bogotá, 10 de junio de 1929, 8. De acuerdo con el proyecto del Concejo, el monumento debía erigirse en el lugar donde reposaban sus restos, es decir, en el Cementerio Central. La idea del monumento como lugar de memoria, afirma Marc Auge, se corresponde con el interés por construir la memoria oficial de los hechos. Ver Marc Auge, Las formas del olvido (Barcelona: Gedisa, 1998), 102.

17. El Fígaro, Bogotá, 13 de junio de 1929, 8. Nótese que no se habla de fiesta estudiantil, sino de fiesta municipal.

18. Mundo al Día, Bogotá, 10 de junio de 1929, 17. El grado de participación de Gonzalo Bravo en las protestas de junio no ha podido establecerse con certeza. Por lo menos su nombre no aparece registrado en la prensa sino hasta el momento de su muerte, a diferencia del de otros universitarios como Joaquín Tiberio Galvis (militante del Partido Socialista Revolucionario), Manuel Conde y Rafael Zarate, quienes desde el principio animaron efusivamente las protestas.

19. Ese manoseo de la figura de Gonzalo Bravo tenía de cuando en vez cuestionamientos de ciertos sectores políticos del país. Por ejemplo, un diario de Cali, molesto por la tergiversación que hacían permanentemente los círculos liberales de los hechos de junio de 1929, anotó veinticinco años después (1954) del suceso: ''El supuesto héroe de la jornada, estudiante de derecho, el joven nariñense Gonzalo Bravo Pérez [...] para nada había tomado participación en los mítines de ese día. Su muerte se debió a una bala que vino a herirlo de rebote cuando transitaba hacia su habitación''. Y agregaba: ''Le tocó venir a figurar como 'el soldado desconocido' cuya memoria se utiliza y explota desde ciertas redacciones capitalinas, con fines banderizos y no pocas veces aviesos''. Ver ''El 8 de junio tergiversado y explotado'', El Relator, Cali, 9 de junio de 1954, 4.

20. Mundo al Día, Bogotá, 10 de junio de 1929, 8. Nuevamente recordamos aquí lo dicho por Marc Auge al respecto: ''[...] la memoria oficial necesita monumentos: estetiza la muerte y el horror''. Ver Marc Auge, Las formas del olvido, 102.

21. Mundo al Día, Bogotá, 17 de junio de 1929, 4.

22. Mundo al Día, Bogotá, 12 de junio de 1929, 2.

23. 8 de junio (1929): 9, 10. En la década del setenta del siglo XX existió una editorial especializada en la publicación de literatura de izquierda, y que precisamente se denominó 8 de Junio. La fecha hacía referencia al 8 de junio de 1973, día en que fue asesinado el estudiante Luis Fernando Barrientos en la Universidad de Antioquia. Desde luego el nombre de la editorial era un lejano eco del 8 de junio de 1929. Ver Juan Guillermo Gómez G., Cultura intelectual de resistencia. Contribución a la historia del libro de izquierda en Medellín en los años setenta (Bogotá: Ediciones desde abajo, 2005), 133.

24. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1950, 4.

25. El Tiempo, Bogotá, 9 de junio de 1950, 3. En aquella ocasión la eliminatoria se realizó en el Aula Máxima de la Facultad de Derecho.

26. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1950, 4.

27. El Tiempo, Bogotá, 9 de junio de 1951, 1 y 17. Incluso para el 8 de junio de 1950 se programó la eliminatoria para el concurso internacional de oratoria que se realizaría en ciudad de México el mismo año.

28. Mundo al Día, Bogotá, 9 de junio de 1930, 7.

29. Jornada, Bogotá, 6 de junio de 1947, 5.

30. El Tiempo, Bogotá, 9 de junio de 1951, 1 y 17.

31. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1950, 4.

32. Jornada, Bogotá, 6 de junio de 1947, 5. Quienes organizaban el baile afirmaban que a este irían ''destacadas personalidades del alto mundo social, político y profesional de la capital de la República''. De lo anterior se puede establecer que con el paso de los años la fecha no sólo sirvió para recordar, sino además, para establecer distinciones sociales entre los habitantes de la ciudad.

33. De acuerdo con Calveiro, la memoria es un acto que ''se conecta casi invariablemente con la escritura''. Pilar Calveiro, ''Los usos políticos de la memoria'', 377. En el caso que venimos estudiando, los editoriales de la prensa liberal, conservadora y estudiantil permiten identificar las distintas lecturas que se construyeron sobre el 8 de junio.

34. Ver los testimonios de Diego Montaña Cuellar en sus Memorias (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1996); y Carlos Arango Z., Forjadores de la revolución colombiana (Bogotá: Editorial Colombia Nueva, 1983).

35. En ese sentido, y siguiendo a J. B. Pontalis, para el liberalismo recordar el acontecimiento tenía sentido, siempre y cuando permitiera asociar el recuerdo con una realidad que se consideraba inédita o, por lo menos, especial, en este caso, el nacimiento o existencia de la República Liberal. La referencia de Pontalis, para quien ''recordar es menos importante que asociar'', en Marc Auge, Las formas del olvido, 31.

36. Ver ''La asamblea saluda al pueblo de Bogotá con motivo del 8 de junio'', El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1937, 7.

37. Ver ''Para hoy decretó el gobierno día cívico'', El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1943, 1. La medida permitió que desde las 8 a.m. de ese día, las actividades de los ministerios y de las oficinas públicas quedaran suspendidas, para garantizar la participación de los empleados en el carnaval estudiantil que también se iniciaba aquel 8 de junio.

38. Ver ''Marcha de antorchas habrá esta noche para celebrar el 8 de junio'', El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1936, 3.

39. El Liberal, Bogotá, 8 de junio de 1946, 4.

40. En el sentido que le da Pilar Calveiro a esa expresión, cuando afirma que ''son los peligros del presente los que convocan a la memoria, en tanto forma de traer el pasado como relámpago, como iluminación fugaz al instante del peligro actual''. Ver Pilar Calveiro, ''Los usos políticos de la memoria'', 378.

41. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1947, 5.

42. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1947, 5.

43. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1947, 5.

44. ''8 de Junio'', El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1953, 5.

45. ''Gonzalo Bravo Pérez'', El Tiempo, Bogotá, 9 de junio de 1952, 5. Al respecto, vale la pena recordar la nota editorial de El Relator del 9 de junio de 1954, que aparece referida en la cita 15 del presente escrito.

46. Ver ''Hoy inauguran la convención de los universitarios del Partido'', El Liberal, Bogotá, 8 de junio de 1946, 1 y 7.

47. Jornada, Bogotá, 9 de junio de 1949, 8.

48. Lo que aquí se describe lo venimos estudiando con mayor detalle en nuestro ensayo “La revancha conservadora: protestas estudiantiles y crisis política a finales del segundo gobierno de Alfonso López Pumarejo. Mayo–junio de 1945”, (inédito).

49. ''Conmemoraciones inoportunas'', El Siglo, Bogotá, 9 de junio de 1937, 4.

50. Desde un principio, la prensa liberal puso en duda la responsabilidad de la policía en la muerte del estudiante y el obrero. La prensa conservadora, por su parte, tenía gran interés en promover esa acusación y trató de hacer parecer lo más que se pudiera lo sucedido en Tunja en 1945 con lo ocurrido en Bogotá en junio de 1929. Por eso, el manejo dado a la noticia por los conservadores evocaba la forma como los diarios liberales habían registrado la muerte de Gonzalo Bravo Pérez en junio de 1929. Llama la atención que el estudiante asesinado no hiciera parte desde entonces del martirologio estudiantil, y, por ende, no hubiese sido reivindicado posteriormente por las nuevas generaciones estudiantiles. De hecho, hoy su nombre es completamente desconocido, a diferencia del de Gonzalo Bravo Pérez. El asunto tiene que ver, desde luego, con los criterios políticos de selección y construcción de la memoria social.

51. Ver ''El estudiante Eduardo González'', El Siglo, Bogotá, 27 de mayo de 1945, 5.

52. Ver ''El estudiante Eduardo González'', El Siglo, Bogotá, 27 de mayo de 1945, 5.

53. El Siglo, Bogotá, 16 de junio de 1945, 5.

54. ''Acción anticomunista'', El Siglo, Bogotá, 16 de junio de 1945, 5.

55. El Siglo, Bogotá, 16 de junio de 1945, 5.

56. Aunque también los liberales acudieron a tal prohibición en la coyuntura de junio de 1945. El Tiempo, Bogotá, 8 de junio de 1945, 1 y 17.

57. El Tiempo, Bogotá, 5 de junio de 1952, 1.

58. El Tiempo, Bogotá, 7 de junio de 1952, 9. Por su parte, el alcalde Santiago Trujillo Gómez emitió una resolución en donde prohibía ''los espectáculos públicos con fines políticos, en sitios de propiedad municipal''. La medida implicó la cancelación de una corrida de toros que había programado la dirección nacional del liberalismo.

59. El Tiempo, Bogotá, 7 de junio de 1952, 9.

60. El Tiempo, Bogotá, 7 de junio de 1952, 9.

61. Abraham Fernández de Soto, Quién llamó a la policía? (Bogotá: Editorial Minerva, 1954), 33.

62. Ver ''El 8 de junio'', El Espectador, Bogotá, 1 de abril de 1954, 4.

63. Elizabeth Jelin, Las conmemoraciones: Las disputas de las fechas ''in-felices'', 245.

64. Ciro Quiroz, La Universidad Nacional en sus pasillos (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2003), 125.

65. Jorge Serpa Erazo, Rojas Pinilla. Una historia del siglo XX (Bogotá: Editorial Planeta, 1999), 221.

66. Ciro Quiroz, La Universidad Nacional en sus pasillos, 126.

67. Pedro Luis Belmonte, Antecedentes históricos del 8 y 9 de junio (Bogotá: Imprenta Nacional, 1954), 114.

68. Manuel Ruiz Montealegre, Sueños y realidades. Procesos de organización estudiantil, 1954–1966 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002).

69. José A. Díaz Jaramillo, ''Estudiantes, política y memoria: tres momentos de lucha estudiantil en Colombia'', 76.