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Historia y Sociedad

versão impressa ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.27 Medellín jul./dez. 2014

https://doi.org/10.15446/hys.n27.44654 

http://dx.doi.org/10.15446/hys.n27.44654

DOCUMENTO

 

El curandero, por Luciano Trespalacios S., 1916

 

 

 

Jorge Márquez Valderrama

Doctor en Enseñanza y Difusión de las Ciencias y las Técnicas de la Universidad de París XI-Orsay-Francia Profesor titular de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín Dirección de contacto: jmarquezvalderrama@gmail.com


 

 

Presentación Luciano Trespalacios Santos, curandero y secretario

No sabemos todavía por qué vía o razón llegó allí, pero el borrador mecanogra- fiado de un tratado titulado ''El Curandero'', firmado por Luciano Trespalacios Santos, fechado en 1916, pertenece al archivo privado del político y empresario antioqueño Gonzalo Restrepo Jaramillo, conservado en las colecciones patrimoniales de la Universidad de Antioquia.

A comienzos del siglo XX, Trespalacios ejercía el oficio de curandero en la población de Cáceres, Antioquia, y su intención explícita era la de publicar su disertación como un libro de divulgación sobre el arte de curar las picaduras de toda clase de culebras, pero parece que esto nunca se cumplió. En ese momento, Luciano Trespalacios también planeaba publicar una segunda parte, en otro volumen, que titularía ''La voz del curandero''.

En los primeros folios de su ''tratado'', se presenta a sí mismo como ''abogado'', ''comisionista'' y ''profesor de medicina (sin grados)''. Subraya su formación autodidacta: ''16 años de práctica en la profesión de medicina, sin grado, sin útiles propios a la profesión, sin maestro, sin dinero y por último sin libros sonsultores (sic).'' Publicita su experiencia en los negocios civiles: ''10 años como abogado y 6 años como comisionista, con regular éxito en ambos empleos'' (folios 1 y 2). En su ''tratado'', Trespalacios manifiesta su propósito de dirigirse al público en general:

Cuántos casos hanse visto que por falta de un curioso o propiamente dicho, un raicero o curador de culebras, se pierda un ser querido y estimado de todos —que aun teniendo las plantas en las manos— no se le pueda dar la salvación, y es por esto por lo que me atrevo a publicar este pequeño libro. (...) He procurado pues, facilitaros, mis queridos lectores, una información sencilla y acertada, dándoos así mayores medios para asegurar o prolongar vuestra salud y evitar la muerte en ciertos casos; si aprobáis mis humildes consejos descritos en este pequeño libro, os sabré agradecer altamente.1

En la manera como él mismo se presenta y por el respeto y deferencia que expresa hacia sus congéneres, es claro que Trespalacios se incluye él mismo entre los curanderos. Pero al igual que otros oficiantes de artes de curar sin diploma, contemporáneos suyos, prefiere presentarse como ''profesor de medicina (sin grados)''. Asevera que una motivación filantrópica lo hizo salir del anonimato en que se había mantenido hasta ese momento: ''(...) en busca de un bien general, de un alivio común para la humanidad entera''. Y su forma de ayudar al prójimo consistía en dar a conocer los secretos del arte de los curanderos para curar las mordeduras de culebras:

Diez años de práctica y el estudio constante de los resultados de las plantas, sustancias minerales y partes animales, me han impulsado a dar un paso más sobre el bien que se le debe hacer a la humanidad, que en la mayor parte de nuestra América es analfabeta, y por consiguiente, víctima de los especuladores sin máscara, que, cubiertos con el velo del fanatismo y la hipocresía, se hacen déspotas con el sencillo saber de varios secretos misteriosos, y con un egoísmo demarcado, dejan morir a un individuo; quedando de consiguiente, satisfechos por el triunfo esclarecido de su obra.2

Es la práctica la que, según él, le autoriza el ejercicio de ambos oficios, el de médico y el de abogado. Esto no es nada extraño para esa época, en la cual los llamados ''médicos de experiencia'' o ''médicos tolerados'' podían ejercer con una licencia gubernamental, siempre y cuando no hubiera médico graduado en el distrito en el que despachaban sus negocios. En cuanto al oficio de abogado sin diploma, Trespalacios era uno más de tantos legos autodidactas que dominaban la lengua castellana y los formulismos jurídicos, y a los que se les permitía desempeñar varios oficios propios de gentes letradas.

Pero Trespalacios era sobre todo un curandero, y llaman la atención los argumentos con los cuales defendía este oficio: el altruismo contra el egoísmo y la revelación de verdades contra las imposturas y el monopolio de fórmulas secretas. Como era frecuente entre los oferentes de salud de la época, este ''profesor de medicina (sin diploma)'' se apropiaba así de gestos y actitudes de los médicos universitarios. Por ejemplo, utilizaba recursos retóricos de los médicos, como el de la denuncia contra los ''charlatanes'' y el de la protección de las ''masas ignorantes''. En el lenguaje de este curandero los primeros se llaman ''especuladores sin máscara'' y las segundas son nombradas como ''la humanidad, que en la mayor parte de nuestra América es analfabeta''. Lo que diferencia sutilmente su discurso con respecto a ese otro, consuetudinario, de la denuncia médica del charlatanismo es el estatuto de detentadores de secretos y verdades que Trespalacios otorga a los curanderos. Pero el recurso retórico es el mismo de los médicos graduados, enemigos declarados de los empíricos. Así como los médicos en sus discursos sobre los sin-diploma toleran y hasta cierto punto protegen del escarnio público a los demás médicos y a los ''médicos tolerados'', de ese mismo modo Trespalacios respeta y defiende a sus colegas curanderos.3

Como él mismo lo afirma, no era solamente un curandero, también ejercía como ''abogado''. Las fuentes permiten afirmar que no tenía título de médico, aunque sobre su título de abogado no hay certeza; en todo caso sabía leer y escribir. Y así como ejercía la medicina por su formación autodidacta, se puede suponer que esa misma vía usó para volverse diestro en el manejo de la ley, los códigos, los protocolos, los memoriales. En tanto lego, sabía cómo dirigirse a una autoridad. Como secretario de la alcaldía de Cáceres era el encargado de redactar y escribir de su propio puño y letra la documentación oficial. Las fuentes nos indican que muy probablemente Trespalacios poseía una caligrafía de experto en la elaboración de documentos. Esto es evidente cuando aparece firmando como secretario de la alcaldía en varias ocasiones entre 1915 y 1917, y una vez como secretario interino del Concejo municipal de Cáceres en 1915.4 Aunque eran funciones modestamente remuneradas, solamente podían ejercerlas personas de confianza que supieran leer y escribir. Los cargos públicos no eran atractivos como medio de subsistencia. El acicate que movía a ciertos individuos a ocuparlos era alcanzar el círculo de poder del municipio y conquistar relaciones, respetabilidad y posibles recomendaciones para otras posiciones.

Se puede suponer que Trespalacios, quien se consideraba a sí mismo médico y abogado, autor de un tratado médico y con alguna clientela en la región como escribiente y como curandero, en un momento coyuntural en el cual los médicos graduados de las universidades colombianas se radicalizaban en su lucha contra los empíricos, necesitara de relaciones en las altas esferas para no ser molestado ni como empírico en medicina ni como lego en derecho.

Algunos detalles de los informes del alcalde de Cáceres en 1916, Pedro A. Gallego R., ilustran la situación económica y sanitaria del municipio. El alcalde, responsable del orden público, justifica el estado y la cantidad de los sumarios criminales en su poder: pocos sumarios y muchos de ellos archivados, gracias al carácter sumiso y ordenado de los habitantes del distrito. Cuando se refiere a la embriaguez, el delito más frecuente, minimiza su impacto y señala la costumbre de los bailes de Paquete como única ocasión mensual de producirla. Este alcalde se había posesionado diez meses atrás, en marzo de 1916, y asevera nunca haber recibido quejas de los ciudadanos en contra del gobierno, sino más bien elogios, con lo que subraya que no había amenazas de rebelión.

La ordenanza n.o 8 de 1912 de la Asamblea departamental de Antioquia determinó una nueva división territorial para el municipio de Cáceres en cuatro corregimientos: Purí, Cacerí, Cruces de Cáceres y Guarumo.5 Purí, el corregimiento más importante por sus minas de oro (con catorce minas declaradas y activas a noviembre de 1916)6, contaba con un inspector de policía respetado por la comunidad. Ubicado en el cruce de caminos que parten hacia los demás corregimientos y hacia la cabecera municipal, con templo, cura y misa los domingos y con ''una buena escuela alternada'', es el único corregimiento del municipio ''que no está mal de caminos'', ''progresa bastante materialmente, y aumenta sus habitantes, es el mejor corregimiento del municipio'' 7. En cuanto a Guarumo: ''En esta fracción no hay minas establecidas, únicamente unas treinta y cinco mujeres que varequean (sic) en las playas y que sacan término medio unos doscientos castellanos mensuales''8. Por su parte, Cacerí tenía varias minas establecidas. Allí operaban dos minas de la empresa Topacio, una de aluvión y otra de filón. El promedio mensual de oro en bruto producido alcanzaba unos 800 pesos, había treinta trabajadores para las dos minas, la de filón se llamaba ''Las dos hermanas''. ''Hay además otras minas de veta de propiedad del mismo Dr. Farlei o Farle''9. La otra empresa dueña de minas activas en el corregimiento era Mainero y Truco y Ca.10

Un tendero del corregimiento de Cruces de Cáceres, el señor Jesús María Sánchez, vendía medicamentos en su tienda. El alcalde informa que le encontró varias sustancias prohibidas tales como ''morfina, Calomel, ácido fénico, polvorrojo, yodoformo, láudano, tintura de yodo, Zolimán''; dice que las marcó con etiquetas rojas y obligó al tendero a separarlas. Este tendero era también el dueño de las tres minas más importantes del corregimiento.

Es muy paradójico que en su informe el alcalde muestre la riqueza del municipio y que, al mismo tiempo, este informe, como los del visitador general, señale la miseria del tesoro municipal: carencias materiales como falta de locales, falta de papel para ejercer las funciones públicas y pésimas remuneraciones. Un ejemplo crítico de esto es el de la función de personero municipal, remunerado, en 1917, tan solo con 10 pesos oro. El alcalde afirmó que esa era la causa de la deserción continua en ese empleo: ''Ese empleo de personero ha recaído sobre personas del todo ignorantes y si se quiere analfabetas por ello sin ninguna competencia''11.

En Cáceres, entre 1915 y 1918, había una veintena de minas de oro funcionando, unas de veta y otras de aluvión. A pesar de eso sorprende la miseria de la administración municipal y la de los habitantes. Las regalías por petróleo y minas se pagaban directamente al gobierno nacional que concedía las licencias de explotación. Quizás por eso esas actividades no afectaban directamente el tesoro municipal.

Según el alcalde, los habitantes de Cáceres daban mucha importancia a su comercio con la vecina población de Santa Rita de Ituango, porque de ella recibían, por la vía llamada ''camino departamental n° 1'', algunos productos provenientes de Yarumal. Además, los cacereños podían exportar hacia Ituango sal, harina y petróleo.12 De ahí que solicitaran constantemente recursos para el mantenimiento de esa vía terrestre.

En cuanto a higiene y salubridad, el alcalde no encontraba solución para el constante desaseo de la cabecera municipal. Ponía multas a infractores y la mayoría de ellos no estaba en capacidad de pagarlas. Tampoco podía el alcalde someterlos a que pagaran sus infracciones a la higiene mediante días de cárcel, como lo indicaba el código de policía, pues el distrito no tendría cómo sostenerlos en calidad de reos.13 Respecto a las epidemias, decía: ''En este municipio, debido a la incuria en que vivimos sus moradores son endémicas las epidemias de gálica, sífilis, bubas, tisis y la lepra tuberculosa, o sea el mal de San Lázaro, se han presentado varios casos de disentería epidémica, pero debido a las inyecciones de emetina se han salvado los pacientes''14. Al finalizar 1916, en el informe anual del alcalde, el secretario Luciano Trespalacios escribió:

Los abitantes (sic) hijos de esta región por naturales sumisos y respetuosos de las leyes y las autoridades las que acatan, respetan y obedecen: son muy pacificos y sobrios en la bebida de licores embriagantes de tal modo que son raros los casos de embriaguez y eso el dia dos de cada mes en los Paquetes especie de feria y cambio de oro que se celebra en ese dia y baile por la noche.15

La cita es pertinente no por su contenido, sino porque algunos de los pasajes del informe de 1916 están repetidos casi textualmente en el informe anual del alcalde Callejas de 1918 (Alcaldía municipal de Cáceres, 1918, f.130), pero con otra caligrafía menos elegante. Es seguro que Trespalacios fue secretario de la alcaldía durante dos años, pero no se sabe si en 1918 auxiliaba todavía al alcalde ad honorem, o si sus textos anteriores eran retomados ritualmente por el nuevo alcalde para presentar sus informes. Es muy posible que las anotaciones de los informes, del visitador y del alcalde, sobre higiene, salubridad, medicamentos y epidemias fueran de Trespalacios, quizás el único conocedor del lenguaje de la higiene en un pueblo sin médico y sin boticas. En todo caso, el hecho de que su redacción oficial fuera citada o fusilada revela que su huella en la administración pública del distrito no fue débil.

La otra huella que se encontró de la vida de Luciano Trespalacios fue una carta fechada en Cáceres, Antioquia, el 9 de diciembre de 1945, en la que el curandero le escribió al entonces presidente de Colombia, Alberto Lleras Camargo, para contestar una alocución presidencial en la que el primer mandatario pidió al personal de la Policía Nacional y a las Fuerzas Armadas que trabajaran por la unidad y la paz entre los colombianos. Trespalacios expresa su acuerdo con una parte del discurso de Lleras, y apoya la idea según la cual la autoridad del gobierno colombiano proviene de la conducta de todos los empleados públicos, independientemente de su rango. He aquí unos apartes de la carta de Trespalacios citados por Osher Douglas, historiador norteamericano en su tesis de doctorado (2003):

(...) [E]s cierto Señor Presidente, que la mayor parte del cuerpo armado de todos los Departamentos de Colombia, a cula [sic] mas [sic] a cual menos, tratan a sus semejantes como a individuos extraños, como si fueran de otras Naciones [sic];, tanto a la autoridad paramientes [sic], en el gravisimo [sic] perjuicio que se les causa, tanto a la autoridad que representa, como a la respetable ideologia [sic] que está en poder.

(...) No hay verdades tan bien dichas y ajustadas en la razon [sic] para los Gobiernos del siglo X.X. sobre todo en este nuestro humilde pueblo de Cáceres... En ese triste y abandonado terruño que me vio nacer, estamos sin garantias [sic], sin amparo, de ninguna especie, por esa respetable institucion [sic] que está llamada a velar dia [sic] y noche, para favorecer la vida, honrra [sic] y bienes de los ciudadanos amparar y hacer respetar resiprocamente [sic] los derechos individuales, sin miramientos de razas, ni colores politicos [sic] de ninguna especie.

(...) Ahora sí moriré tranquilo Señor Presidente, porque ya me parece que se van a cumplir y a cimentar en base solida [sic] y estables, DOS COSAS, que yo anhelaba ver antes de mi muerte. (El reconocimiento de los derechos que nos legaron nuestros antepasados. Y la estabilidad perperua [sic] en el poder del gran partido LIBERAL COLOMBIANO.) AMEN.''16

Escribe un hombre que parece estar en el ocaso de su vida, que subraya su ideología liberal y que una vez más muestra su dominio del lenguaje correcto para dirigirse ritualmente al poder. Aunque la carta está fechada en Cáceres, no sabemos si el curandero había permanecido en su pueblo durante esos últimos treinta años, pero el texto nos indica que una vez más tomaba la palabra en nombre de sus conciudadanos, los cacereños.

 


Notas al pie

1. Luciano Trespalacios S., ''El curandero'', 1916. Documento mecanografiado del archivo privado de Gonzalo Restrepo Jaramillo, Colecciones patrimoniales de la Universidad de Antioquia. GRJ/108, doc. 1, ff. 1-22, (f. 5).

2. Luciano Trespalacios S., ''El curandero'', f. 4.

3. Estas apreciaciones sobre la identidad profesional médica en Colombia provienen de una investigación cuyos resultados se han publicado en otros lugares. Remito especialmente a: Jorge Márquez, Víctor García y Piedad Delvalle. ''La profesión médica y el charlatanismo en Colombia en el cambio de siglo XIX al XX'', Quipu, Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología Vol: 14 n.º 3 (2012), 331-362.

4. Firma el Acta n.º 3 de la visita practicada por el visitador general a la oficina del alcalde de Cáceres, el 11 de agosto de 1915; Archivo Histórico de Antioquia (AHA), Fondo Gobierno Municipios GM, 1915, t. 192, f. 11. Oficia como secretario interino del concejo municipal y firma el acta n.º 3 de la visita del mismo visitador al concejo municipal, el 13 de agosto de ese año; AHA, GM, 1915, t. 192, f. 17. El 31 de diciembre de 1916 firma el informe anual que el alcalde municipal de Cáceres presenta al gobernador del departamento; AHA, GM, 1916, t. 207, f. 45. También firma como secretario el Acta n.º 4 de la visita practicada por el visitador general a la oficina del alcalde de Cáceres, el 24 de febrero de 1917; AHA, GM, 1917, t. 217, f. 79. En septiembre de 1917, el alcalde sigue siendo Pedro A. Gallego R. y el secretario de la alcaldía Luciano Trespalacios Santos; AHA, GM, 1917, t. 217, f. 107r.

5. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 38.

6. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 39v.

7. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 39r.

8. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 40r.

9. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 40v y f. 41r.

10. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 41r.

11. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 42r. El mismo alcalde ganaba unos 40 pesos, y un jornal en la época para un trabajador analfabeta (mano de obra rasa) oscilaba entre 0,75 y 1 peso oro. O sea que un peón de finca podía ganar 30 pesos al mes, y ni qué decir de los mineros que superaban con frecuencia los 60 pesos.

12. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 44r.

13. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 44r.

14. AHA, GM, 1916, t. 207, ff. 44v-45r.

15. AHA, GM, 1916, t. 207, f. 38

16. Luciano Trespalacios Santos, carta a Alberto Lleras. Archivo de la Presidencia de la República, Caja 539, septiembre, 1945: Cáceres, Antioquia, 9/12/1945. Citada en: Osher Sofer Douglas, ''El Pueblo and La Rosca: A Political Dialogue in Colombia, 1944-1958'' (Dissertation Presented to the Faculty of the Graduate School of the University of Texas at Austin for the Degree of Doctor of Philosophy, Supervisor: Aline Helg, May. 2003). http://repositories.lib.utexas.edu/bitstream/handle/2152/959/soferdo032.pdf?sequence=2