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Historia y Sociedad

Print version ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.28 Medellín Jan./June 2015

https://doi.org/10.15446/hys.n28.48180 

http://dx.doi.org/10.15446/hys.n28.48180

RESEÑA

 

Peter Linebaugh, The Magna Carta Manifesto. Liberties and Commons for All (Berkeley: University of California Press, 2008), 368 pp.1

 

Fernando Suárez Sánchez

Estudiante de Historia Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín Correo electrónico: zeraus.fernando@gmail.com

 

El libro de Peter Linebaugh muestra que la tradición puede desafiar los grandes retos sociales de la actualidad. En este sentido, el autor propone recuperar el valor de la Carta Magna (1215) como un documento de las libertades humanas y como fundamento de las organizaciones procomunales, esto es, aquellas que promueven el trabajo y el manejo de los recursos naturales para el beneficio común de todos. ¿Con qué fin se hace esto? Ante las desgracias producidas por la expansión del capitalismo y del mercantilismo se propone el mencionado documento como el arma para desa fiarlas: ''hay que recuperar la Carta Magna''. Pero ¿por qué se propone acudir a un documento vetusto para enfrentar los problemas de la actualidad cuando se tienen constituciones que hacen referencia a gran cantidad de derechos? Sobre este aspecto el autor argumenta el valor de la Carta Magna, y de su adición posterior, la Carta del Bosque (1217), no en su reducida dimensión histórica del mundo medieval, sino como un conjunto de leyes que hacen reconsiderar el mundo actual y la manera en que este puede convertirse en un mejor lugar para vivir. Para esto, Linebaugh elabora un amplio recorrido histórico comprendido en diez capítulos. En ellos se expone cómo en los momentos en que se luchó por la reivindicación de las libertades humanas, se apeló a los legados de la Carta Magna y de la Carta del Bosque para poner freno a las injusticias. De esta forma, el autor saca a las dos cartas de las gélidas islas británicas y las proyecta en el mundo como guardianas de las libertades humanas. Pero esta tarea propone retos, y uno de ellos está unido a la crítica que considera al pasado como un enemigo de la vida, que encierra a los individuos en una prisión de pesares y nostalgia y no los deja salir de ella, tal como lo llegó a afirmar Friedrich Nietzsche en su famosa segunda consideración intempestiva. Sobre esto, se puede asegurar que el planteamiento de Nietzsche es más acertado para las experiencias individuales que para las colectivas y el libro de Linebaugh es uno de los muchos ejemplos que pueden contradecir al filósofo alemán, porque muestra cómo el pasado puede auxiliar al presente, insuflándole fundamentos para combatir por el bien común, pues, aunque suene extraño, la tradición puede fundamentar las acciones del presente.

A continuación se propone una síntesis del recorrido que hace el autor en el libro, mostrando cómo la carta fue en unos momentos el baluarte de las libertades y derechos comunes, el instrumento de dominación imperial o, simplemente, un símbolo y un bello adorno.

Como se había mencionado antes, las constituciones de muchos países aluden a una gran cantidad de derechos, pero la idea de retomar a la Carta Magna nos recuerda que la lucha por las libertades humanas está fundamentada en un pasado más remoto, cuando se desafiaba a los complejos órdenes de dominio medieval, que inmiscuían los designios divinos como cómplices del poder real. A diferencia de la Bula de Oro (1222), otro documento similar y contemporáneo que se expidió en Hungría durante el gobierno de Andrés II, la Carta Magna fue un documento que aseguraba las libertades y derechos de varios estamentos sociales, incluidos los más bajos, y buscaba la nivelación de los poderes de estos. Como punto adjunto fue también principio de reivindicación de los derechos femeninos desde el mismo día de su creación al proteger los privilegios de las viudas. Su adición posterior, la Carta del bosque, quitó los bosques de la jurisdicción del rey y los puso en la comunal. Esto parece superfluo para nosotros, pero para el mundo medieval, como lo muestra Marc Bloch, el bosque era la fuente mayor de recursos, algo que podríamos asociar hoy con un pozo de petróleo u otras fuentes de combustibles y alimentos. Este aspecto muestra uno de los aportes más importantes de la Carta y uno de los completamente olvidados en la actualidad: el valor procomunal.

En este sentido la Carta también incluye algo que ninguna constitución política en el mundo tiene: el uso común de los recursos naturales. Esta característica es la que más le interesa a Linebaugh, porque acomete contra la violenta apropiación de los recursos y la privatización de estos; nos enseña una salida digna del dilema entre la propiedad común y la propiedad privada, ya que los principios de la Carta del Bosque no anulan ni lo uno ni lo otro, pero acrecientan el trabajo y la distribución común de los recursos, lo que da una salida diferente al problema de vieja data entre Platón y Aristóteles. Como dice Linebaugh, parafraseando una canción de Woody Guthrie, ''esta tierra fue hecha por ti y por mí'', haciendo referencia a cómo el trabajo común nos conduce a una preservación de la distribución común de los recursos para así entender que ''esta tierra fue hecha para ti y para mí''.

Este principio de la Carta fue el que se olvidó más rápido, ya que desde el siglo XVII había desaparecido de la memoria del pueblo, quedando en el pasado lejano ''del hombre de las cavernas''. Sin embargo, la ilusión de un mundo más justo y equitativo ha estado en todas las épocas y Linebaugh muestra en cada uno de los capítulos las formas que se luchó por lo procomún y la manera en que la Carta volvía a la vida en su dimensión más valiosa.

Al seguir el recorrido que hace el autor, encontramos que en el siglo XVII la Carta adquirió dimensiones atlánticas al instalarse en las colonias británicas, y pasó de ser un documento medieval raramente citado, a una base legislativa moderna que se relacionaba de manera perfecta con las nuevas libertades que se estaban originando en esa época. El artículo XXXIX fue el más importante, pues dio origen al derecho internacional del habeas corpus que evitaba las torturas y castigos físicos, que eran formas punitivas comunes en la edad media; en este sentido, la Carta Magna comenzó a erigirse en el símbolo de la defensa de la vida. Pero este progreso del derecho tiene su lado oscuro. Durante esta época el imperio británico tuvo una pujanza en el comercio de esclavos africanos y los problemas sociales del pueblo se hicieron más vívidos con la revolución de Cromwell, lo que llevó a un movimiento que tomó las bases de la Carta para reclamar los derechos que les correspondía y se les negaba.

El tema de la esclavitud no fue indiferente para los pensadores británicos. Los debates de Putney, en el mismo siglo XVII, la atacaron con dureza, y en el siglo XVIII los revisionistas de la Carta encontraron que era contraria a los derechos del pueblo inglés. Estos fundamentos fueron más tarde retomados por Frederick Douglas (1854) al decir: ''dejen que la maquinaria de la Carta Magna golpee contra los Muros de la esclavitud de Jericó, y no será necesario que los cuernos de carnero soplen durante siete días''. Sin embargo, otros argumentos crearon una marca permanente de la esclavitud sellada en el color de la piel de los africanos, descartándolos de una igualdad genética con los seres humanos. Pero no solo se necesitó que se creara una idea de distinción biológica con los esclavos, porque los derechos de propiedad que se encontraban en la Carta se tornaron en principios sagrados, y los esclavos eran propiedad de los amos, y si se decretaba la liberación de estos se hacía un ataque a la libertad de propiedad. En este momento la Carta Magna, según Linebaugh, pasaba de ser el baluarte de las libertades, a ser un instrumento de dominación.

La dimensión de la Carta es más compleja aún cuando fue asumida por las colonias británicas. Thomas Paine daba por hecho, cuando publicó Common Sense (1776), la independencia de las trece colonias, pues era un derecho que les pertenecía. Pero no expuso todas las dimensiones de la Carta, porque los principios de la Carta del Bosque no aparecían en ninguno de sus escritos y su concepto de lo procomún no llegó más lejos que a la idea de que el país de cualquier persona es propiamente su recurso común. Tampoco incluyó en los derechos y libertades a las otras partes de la población del territorio norteamericano: a los negros e indios.

En la India, la Carta, como instrumento de dominación, dirigió un oscuro episodio de la historia de la humanidad. El imperio británico se hizo dueño de los bosques (1802) y los que trataran de extraer algo de ellos eran castigados violentamente por atentar contra la propiedad privada. Las hambrunas y enfermedades atacaron a la población de la colonia y ante tal injusticia la Carta tomó otra interpretación que condujo a la publicación de la ley del bosque de 1893, en la que se permitía el acceso a los recursos. Como reflejo a estas problemáticas Rudyard Kypling publicó The Jungle Book (1894), libro en el que su protagonista, Mowgli, vivía en un estado infante de lo procomún y llegaba a su adultez trabajando en el Departamento Forestal de la India, la gran superestructura de la descomunización. Una imagen y un presagio pesimista de la forma en que se estaba conduciendo el mundo.

En el mundo político norteamericano, la Carta se convirtió en un símbolo y un adorno. Era un principio legislativo remoto que se citaba para dar pompa y erudición a los discursos presentados en el congreso. En este sentido, Linebaugh muestra la transformación de un documento de gran valor en un simple ''icono e ídolo'', cambio que aparece en el siglo XX y que se puede sintetizar con la construcción del edificio de la Suprema Corte en Washington, que tiene en su fachada grabada el episodio de la Carta Magna. Con esto se puede dar por entendido que gran parte de los derechos que se encontraban en este documento quedaban petrificados y casi inertes en las piedras de dicho edificio.

En resumen, el libro de Linebaugh es un ejemplo maravilloso de cómo la historia nos puede ayudar en el presente. Además de eso, la forma en que está escrito y los ejemplos usados para ilustrar son variados y excelentes. El autor se apoya en películas, canciones, obras de arte y literatura para enseñar de manera clara la importancia del tema que expone en su trabajo. Aquellos que disfrutaron leyendo La Hidra de la revolución, encontrarán aquí otro excelente libro que muestra la supervivencia oculta de las acciones humanas por la justicia.