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Historia y Sociedad

versão impressa ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.28 Medellín jan./jun. 2015

https://doi.org/10.15446/hys.n28.48181 

http://dx.doi.org/10.15446/hys.n28.48181

RESEÑA

 

Ximena Soruco (coord.), Wilfredo Plata y Gustavo Medeiros, Los barones del Oriente. El poder en Santa Cruz ayer y hoy (Santa Cruz de la Sierra: Fundación TIERRA, 2008), 283 pp.1

 

Carla Estefanía Cirelli

Estudiante de Historia, Universidad de Buenos Aires Correo electrónico: estefania_c@hotmail.com

 

A partir del año 2000, pero de manera más acabada después de los sucesos de 2003, conocidos como ''la guerra del gas'', en Bolivia comenzó a operarse un proceso de cambio político que no solo trastocó los mecanismos institucionales de alternancia en el poder y su juego de contrapesos partidarios, sino que puso fin a las formas tradicionales del sistema en su conjunto, ampliando el campo de participación y situando a la cabeza de los destinos de la nación por primera vez en la historia, a un presidente con ascendencia indígena. En este escenario se produjo la desarticulación de la clase política tradicional, la cual se mostró incapaz de construir un proyecto alternativo satisfactorio para la mayoría. En su lugar fue conformándose un sector de oposición y resistencia a las transformaciones en marcha, organizado en torno a una perspectiva localista de vieja raigambre y los intereses económicos de su élite: el bloque de poder cívico de la región oriental boliviana, con epicentro en el departamento de Santa Cruz de la Sierra. No obstante, en el año 2005 la élite cruceña fue derrotada en la contienda electoral por la hegemonía nacional. Como resultado, decidió replegarse y apostar al control en el interior de su espacio territorial, reivindicando antiguas demandas de descentralización política, autonomía y administración propia de los recursos naturales. De esta manera, transpoló la lucha de clases por el poder estatal en una ''lucha entre regiones'', respaldando el antagonismo con un discurso de carácter racial discriminatorio.

En este sentido, Los barones del Oriente. El poder en Santa Cruz ayer y hoy es una notable contribución para comprender los orígenes, naturaleza, contenidos, lógicas y contradicciones del proyecto sociopolítico de las facciones que lideraron este conflicto, y resulta de capital importancia al momento de develar los intereses que se ocultan detrás de su voluntad de representación regional. Los tres ensayos que componen la obra proponen un acercamiento a dicha problemática, abordando desde distintas disciplinas un recorrido que recupera la historia de la élite cruceña y su conformación como grupo de poder. Temas tales como la propiedad de la tierra, la especulación inmobiliaria, el modelo de exportación agroindustrial, el control de los recursos naturales y forestales, y la ampliación de la frontera productiva atraviesan toda la obra y son piezas fundamentales (aunque no únicas) para descifrar el sustrato del conflicto que enfrentó a la nueva Constitución Política del Estado (CPE) y el Estatuto Autonómico de Santa Cruz.

El primero de los capítulos que conforman el libro, ''De la goma a la soya: El proyecto histórico de la élite cruceña'' de Ximena Soruco, aborda el mencionado proyecto a partir de la hipótesis de que este sujeto colectivo no ha experimentado un proceso de renovación en su interior. Soruco sugiere que la élite surge como tal con el boom extractivo de la goma en Santa Cruz (1880-1915). Este primer momento de inserción en el mercado capitalista internacional definió el modo de ser de este grupo que se había desarrollado prácticamente sin cuestionamiento alguno por parte de otros sectores sociales, políticos o económicos regionales (movimientos populares, sector empresarial o clase media). Mientras que las élites paceñas enfrentaron diversas situaciones de ruptura, como por ejemplo la Revolución de 1952, y se vieron obligadas a concertar nuevos pactos políticos con las clases populares, en Santa Cruz las familias nacionales o extranjeras que se beneficiaban del poder desde antaño no habían vivido aún esta experiencia de interpelación nacional-popular. Esto permite entender el discurso racista, abiertamente darwinista, que mantienen, pero también su imposibilidad de generar un proyecto alternativo más allá del ámbito regional. El Oriente se forja como región a partir de su oposición con el Estado indígena y primitivo andinocéntrico, al que ha reprochado su ausencia y negado sistemáticamente injerencia alguna sobre los asuntos locales a lo largo de su historia.

Sin embargo, justamente la Revolución Nacional y su política agraria son para la autora, ''un momento fundamental para la reconstitución de esta élite''2 que, luego de la caída de la actividad gomera, encuentra en la promoción pública un nuevo impulso económico. Por un lado, la inversión en caminos, capital y tecnología, y por otro, la dotación en tierras que permite el instrumento legal de la reforma agraria, transformaron la estructura productiva cruceña, convirtiendo a la hacienda en la propiedad agraria con mayor superficie de la región y con mayores posibilidades de obtener créditos (que el estado nacional terminará licuando).

Producto de un exhaustivo examen del I Censo Agropecuario de Bolivia (1950), Soruco afirma que la promoción del desarrollo de la empresa agrícola en el Oriente boliviano fue una decisión política tomada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario, ya que hasta ese entonces la pequeña producción había demostrado ser más innovadora y dinámica que la gran propiedad. En consecuencia, fue el estado post-52 el que impulsó la creación de una burguesía agroindustrial en el Oriente, que más tarde los gobiernos de Hugo Banzer (1971-1978) y Jaime Paz Zamora (1989-1993) se encargarán de reforzar con el otorgamiento indiscriminado de extensiones aún mayores. No obstante, en opinión de la autora, la historia local borró la comunión de intereses entre la élite cruceña y el Estado central, para así sostener el mito del éxito de la iniciativa privada pujante, surgido a fines del siglo XIX con el boom gomero.

Pero con este mito nació también una mentalidad empresarial extractiva, fundada en ''la ganancia fácil y rápida, dependiente de las oscilaciones del mercado internacional y del apoyo estatal''3, y divorciada del crecimiento del mercado interno y del desarrollo socioeconómico nacional. Soruco prueba que es esta mentalidad la que posteriormente antagonizó de manera violenta e irracional con el gobierno de Evo Morales y los proyectos de redistribución de la tierra. El trasfondo que subyace a la demanda autonómica cruceña es la voluntad de control sobre el territorio y sus recursos naturales por parte de las pocas familias de la élite, que dominan la producción sojera para la exportación en gran escala y un millonario negocio de especulación inmobiliaria basado en la necesidad de expansión constante de la frontera agraria que este modelo extensivo requiere. En suma, se trata de ''proteger su modelo de acumulación y asegurar su sobrevivencia en el mediano plazo''4, aunque en esto se ponga en juego la economía de una nación, el bienestar de la mayoría de sus habitantes y la continuidad institucional de un gobierno democráticamente elegido.

En el capítulo dos, ''El discurso autonomista de las élites en Santa Cruz'' de Wilfredo Plata, el objeto de estudio se traslada al plano simbólico, tomando como eje de análisis la forma particular en que son interpretados los hechos históricos, en los que los polos de autonomía y separatismo siempre juegan un rol central. Así, Plata trabajará desarmando el discurso histórico regional construido por la élite cruceña para demostrar las tergiversaciones en las que incurre, tomando especialmente la producción de dos exponentes de su intelligentzia: el historiador José Luis Roca y el fundador de la agrupación Nación Camba, Sergio Antelo. A partir de este planteamiento, el autor remarca que el discurso de la cruceñidad tiene dos peculiaridades: la primera es hacer hincapié en el pretendido origen hispano de los primeros cruceños, a diferencia de la población restante de la zona andina de ascendencia colla: ''En la mentalidad subjetiva de las élites cruceñas –explica Plata– subyace la idea de que merecen un lugar especial en un país de indios''5. Según dicha interpretación, la expedición que funda Santa Cruz de la Sierra en el siglo XVI proviene de Paraguay (que es parte del Virreinato del Río de la Plata, no del Alto Perú) y es producto del espíritu independiente de unos aventureros que desobedecieron las órdenes del Estado colonial y decidieron emprender la conquista de las tierras orientales por su propia iniciativa. Aquí se plasma, entonces, la segunda particularidad de este discurso: la idea de que la autonomía departamental se funda en el supuesto antagonismo histórico contra el Estado afincado en la región andina, del que los cruceños nunca quisieron formar parte. En opinión del autor, este postulado es sostenido por tres argumentos: el aislamiento geográfico de la región en el pasado, la marginación de las decisiones políticas en el marco nacional (ya por el Estado colonial, ya por el republicano) y el actual avasallamiento de las tierras y recursos propios por parte de migrantes collas en acuerdo con el Estado. En suma, Plata concluye que ''el discurso hegemónico de las élites intelectuales y políticas contemporáneas consiste en atribuirse para sí el mérito de la conquista y ocupación del territorio oriental y particularmente de los recursos naturales, renovables y no renovables, existentes en ese territorio''6. Es una de las epopeyas mayores de la que se enorgullecen dichas élites.

Ahora bien, respecto de los numerosos pueblos indígenas que habitaban la región, el autor explica que, especialmente después de la expulsión de los Jesuitas, en cuyas misiones se hallaban reducidos, ocurre su casi completo exterminio. Mediante el sistema de ''enganches'' (trabajo forzado por deudas), los cruceños se apropiaron de los territorios indígenas al tiempo que se proveyeron de mano de obra barata. Paradójicamente, luego de diezmar a la población nativa y de borrarla de la historiografía local, en la década del cincuenta la élite cruceña recurre al apelativo de ''lo camba'' (aludiendo al indígena guaraní) para reforzar su regionalismo. El discurso de la Nación Camba, de fuerte contenido racista en contra de ''lo Colla'' y de la apropiación de los recursos naturales propios por parte de los indígenas del altiplano y su gobierno, es la vertiente cultural del proyecto político separatista liderado por el Comité pro Santa Cruz. Pero, en definitiva, detrás del discurso étnico-político construido por las élites cruceñas, se esconde el afán de un grupo de poder por mantener sus privilegios.

Para finalizar, el último capítulo, ''Evolución y características del sector soyero en Bolivia'' de Gustavo Medeiros, se trata de un ensayo de características técnicas en torno a la problemática actual de dicho sector. En un análisis pormenorizado, el autor examina las condiciones del mercado sojero internacional en el que Bolivia está considerada entre los ocho principales productores mundiales, aunque participe en él con menos del 1%. Luego aborda el desarrollo sojero de la región oriental desde su aspecto productivo y comercial, para concluir que si bien durante la década del noventa el sector vivió un boom económico (que nos recuerda el de la goma a fines del siglo XIX), hacia 2008 había alcanzado los límites de su propia lógica interna. Medeiros plantea que las dificultades que atraviesa este modelo son de índole competitiva, pero que además el sector enfrenta problemas inherentes a su propia forma organizativa, ya que al ser un modelo de producción extensivo basado en la baja inversión de capitales, depende de una constante y agresiva expansión de la frontera agraria. Esto provoca la creciente deforestación de la región y el aumento del daño ambiental, que a su vez repercuten en el equilibrio climático necesario para la reproducción del mismo sistema. Asimismo, esto incrementa la presión por la tierra, la especulación inmobiliaria y los conflictos violentos entre grandes, medianos y pequeños productores; entre cruceños, indígenas de las tierras bajas y colonizadores de la zona andina. La lucha por el control de la tierra vuelve al centro de la escena.

En definitiva, de la lectura de los tres ensayos puede concluirse que en la base del modelo económico extractivo de la región oriental y su garantía se encuentran algunos de los elementos que hace unos años provocaron el cruento conflicto entre la élite cruceña y el estado nacional. La hipótesis medular a partir de la cual estos se articulan y complementan es que detrás de la retórica del derecho a la autonomía de la Media Luna subyace el interés de una clase que se percibe amenazada en sus bases económicas, para la cual la pobreza, la división territorial y la crisis político-institucional de la sociedad boliviana no son atenuantes si lo que está en juego es la estructura de dominación que la sostiene.

 


1. Disponible en web: http://www.ftierra.org/ft/index.php?option=com_docman&task=doc_details&gid=127&Itemid=65

2. Ximena Soruco (coord.), Wilfredo Plata y Gustavo Medeiros, Los barones del Oriente. El poder en Santa Cruz ayer y hoy (Santa Cruz de la Sierra: Fundación TIERRA, 2008), XIV.

3. Ximena Soruco et al., Los barones del Oriente, 74.

4. Ximena Soruco et al., Los barones del Oriente, 91.

5. Soruco et al., Los barones del Oriente, p. 104.

6. Soruco et al., Los barones del Oriente, p. 119.