SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número28Ximena Soruco (coord.), Wilfredo Plata y Gustavo Medeiros, Los barones del Oriente. El poder en Santa Cruz ayer y hoy (Santa Cruz de la Sierra: Fundación TIERRA, 2008), 283 pp.1Rosana Vaca, Las reglas de la caridad. Las damas de Caridad de San Vicente de Paúl. Buenos Aires (1866-1910) (Rosario: Prohistoria, 2013), 168 pp. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Historia y Sociedad

versão impressa ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.28 Medellín jan./jun. 2015

https://doi.org/10.15446/hys.n28.48182 

http://dx.doi.org/10.15446/hys.n28.48182

RESEÑA

 

Andrey A. Schelchkov, La utopía social conservadora en Bolivia. El gobierno de Manuel Isidoro Belzu (1848-1855) (La Paz: Plural Editores, 2011), 302 pp.

 

 

Santiago Cabrera Hanna

Magíster en Estudios de la Cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador Estudiante de Doctorado en História Social de la Universidade de São Paulo Profesor del Departamento de Historia de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador Correo electrónico: santiago.cabrera@uasb.edu.ec

 

 

El estudio del siglo XIX andino recibe un nuevo aporte referido esta vez a la época belcista y sus implicaciones en la formación de la nación boliviana. La obra preparada por un investigador de origen ruso con amplio conocimiento de la historia del país andino, se propone iluminar las problemáticas socioeconómicas que Manuel Isidoro Belzu enfrentó, además de caracterizar su ''original'' proyecto de integración nacional. El argumento central del estudio gira en torno a la caracterización del régimen como un proyecto nacional sin precedentes para la época, que estableció inicialmente fuertes relaciones entre el poder político y las masas populares, co n las que organizó su base social. Este ejercicio interpretativo se desarrolla en cinco momentos.

La obra recompone inicialmente el panorama socioeconómico boliviano de mediados del siglo XIX a partir de un recuento de aspectos como la minería y la situación de la población campesina e indígena en el marco de los procesos de dominación hacendarios y las dinámicas de explotación agrícolas; el funcionamiento de las lógicas comerciales impulsadas en la época, oscilantes entre el proteccionismo y el libre comercio; la economía monetaria regional basada en la circulación del peso feble; el desarrollo urbano del país, así como la conformación de su aparato burocrático.

Esta descripción permite explicar, más adelante, la emergencia del caudillo en el escenario político boliviano, apoyado inicialmente por el sector cascarillero y luego por los artesanos y los cuerpos de la guardia nacional. El libro enfatiza en la continuidad de procesos sociales y culturales provenientes del mundo colonial y en la desarticulación regional, dos aspectos problemáticos que robustecen marcadas situaciones de dependencia y contradicciones internas.

Seguidamente, un examen sobre la economía minera boliviana de la primera mitad del XIX ilumina los procesos de nacionalización e internacionalización de la actividad extractiva, con el propósito de ilustrar el origen y la profundización de la dependencia del país en desmedro de otras actividades económicas, además de resaltar la cuestión social vinculada a la explotación de la mano de obra en el extractivismo (metalúrgico) y sus actividades complementarias. La descripción del funcionamiento de la economía cascarillera ilumina, a su vez, la emergencia de un significativo sector extractor de la planta y productor de quinina, que será la base inicial de apoyo político y social de Belzu.

En cambio, las relaciones de opresión en el mundo de las haciendas muestran las disparidades sociales entre los sectores criollos, mestizos e indígenas, así como la permanencia de formas de explotación coloniales a base de contribuciones forzosas y pongueaje. De ello emerge la imagen de un desarrollo urbano complementario al movimiento de las económicas rurales, dependiente de los circuitos que articulan las haciendas como espacio de una acentuada estratificación social cuya movilidad depende de la articulación entre las élites regionales, el clero y los artesanos.

Completa el panorama una aproximación a las relaciones de poder articuladas por las aglomeraciones urbanas y sus tensiones con el mundo rural: las élites paceñas, cruceñas y cochabambinas ante campesinos y artesanos, además de las presiones externas ejercidas desde Perú y Argentina, destinos de los adversarios políticos desterrados o autoexiliados por el belcismo. En este escenario, el autor enfatiza el papel de la prensa como actor determinante en la lucha política boliviana.

Esta lucha dejó dos herencias políticas: la consolidación de grupos de poder con una fuerte influencia local y pretensiones muy definidas por proyectar dichos emprendimientos en el panorama nacional, y el establecimiento de mecanismos administrativos estatales de incorporación y penetración de los mundos regionales por medio del sistema electoral, la creación de textos legales y normativas administrativas, y la conformación de cuerpos burocráticos capaces de traducir lo local en términos del poder central y viceversa. Y, finalmente, el establecimiento de enlaces internos que permitieron el acoplamiento regional por medio de mercados internos y vías de comunicación que garantizasen la integración del país al mercado mundial. Se extraña aquí un esfuerzo comparativo con la experiencia política dentro de un movimiento más amplio de ensayos estatales de orden liberal o conservador en los países de la región, en el mismo periodo: Rosas en Argentina, Castilla en Perú, Urbina en Ecuador o Mosquera en Colombia.

De acuerdo con la caracterización de Schelchkov, el poder central boliviano sentó sus bases en dos aparatos: el electoral y el ejército y la guardia nacional. Estos pivotes son, además, los escenarios más agudos de la lucha política boliviana de la primera mitad del XIX, en la medida en que concernían a la administración corporativa local: los municipios con los cuales el régimen belcista mantuvo complejas relaciones oscilantes entre su estímulo expresado en políticas de descentralización administrativa y esfuerzos de jalonamiento de corte centralizador.

Si bien las determinaciones locales marcaron no pocas veces el derrotero de la política belcista y fueron el escenario de los conflictos más agudos que enfrentó el régimen, el libro no ahonda en el funcionamiento de los poderes locales y sus relaciones con el poder central. Por el contrario, constriñe el análisis de estos conflictos a reacciones animadas por élites locales en favor de jefes militares y caudillos de prestigio. Lectura concordante con el enfoque general del libro que estudia la experiencia del régimen desde la perspectiva del Estado como estructura de poder. Una forma de examinar la formación nacional decimonónica que, desde hace ya algunos años, ha sido desplazada por el estudio de la construcción estatal en sus dimensiones institucionales o administrativas, o desde los aportes de la cultura popular a sus formas de funcionar y expresarse en él.

Luego, el libro acomete la estructura del régimen belcista considerando las reformas políticas y administrativas introducidas por el caudillo, su política económica, las acciones estatales ante la crisis de la quina, la postura gubernamental en torno al libre comercio y el proteccionismo y, finalmente, la reforma monetaria. Consigue mostrar la complejidad de la política económica del régimen, oscilante entre un proteccionismo a ultranza, en la primera parte de su administración, y acciones orientadas a fomentar la libre importación, en un segundo momento. Unas tensiones que tienen como epicentro las conflictivas relaciones con las empresas mineras, los circuitos de poder económicos articulados alrededor de las aristocracias del estaño, el delicado balance de poder regional entre el estado y las corporaciones locales, y las ambivalentes relaciones con el ejército y los sectores artesanales y campesinos.

Más adelante la obra examina las relaciones entre el gobierno y los sectores populares para discutir las nociones de igualdad social y justicia propugnadas por Belzu. Aquí el lector echa de menos un acercamiento más sostenido al problema de la igualdad, referido a los mecanismos de inclusión social de los sectores subalternos en la agenda política belcista. ¿En qué consistía la igualdad en términos de la utopía social conservadora? ¿En qué aspectos difería de las visiones liberales tempranas? ¿Las ideas de justicia e igualdad, de dónde provenían? Son interrogantes que surgen de la lectura.

Finalmente, la obra dedica sus páginas al declive del belcismo y a la clausura del temprano proyecto político social conservador por él propugnado. La frase que intitula el capítulo final, ''Bolivia se ha hecho incapaz de todo gobierno'', devuelve al lector al pre-texto de la obra, consignada en los primeros párrafos de la introducción: aquella idea de que el desgobierno, la anarquía y el caos de las naciones latinoamericanas obedece a una suerte de ''fallas de origen'' pertenecientes al convulsionado siglo XIX. Interpelando dicha aseveración, el libro ha puesto en perspectiva la existencia de un ensayo coherente de organización estatal en la Bolivia decimonónica, que consiguió, al menos durante siete años, definir contornos muy específicos de organización social, administración territorial y configuración de una economía nacional con fisonomía propia.