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Historia y Sociedad

versão impressa ISSN 0121-8417

Hist. Soc.  no.30 Medellín jan./jun. 2016

https://doi.org/10.15446/hys.n30.52609 

ARTÍCULO DE REVISIÓN

 

DOI:  10.15446/hys.n30.52609

 

El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman

 

Anachronism in the writing of History: ¿Error or Possibility? Some reflections about the concept of time in Carlo Ginzburg, Marc Bloch and Georges Didi-Huberman

 

 

María Eugenia Chaves Maldonado**

** PhD en Historia por la Universidad de Göteborg. Profesora titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Medellín-Colombia. Correo electrónico: mechavezm@unal.edu.co

 

* Artículo recibido el 23 de agosto de 2015 y aprobado el 21 de septiembre de 2015.

 


Resumen

En su libro inconcluso y publicado póstumamente, Apología por la Historia, Marc Bloch entregó como legado a la posteridad una crítica fundamental al concepto de tiempo como objeto del análisis histórico. En las últimas décadas este tema ha conocido un renovado interés entre los estudiosos de la Historia. Dentro de dicho debate, en donde el tema del anacronismo ha venido a ocupar un rol protagónico, el historiador italiano Carlo Ginzburg y el historiador del arte y filósofo francés Georges Didi-Huberman, han hecho aportes muy sugerentes. En este artículo pretendo pasar revista a dos intervenciones de estos historiadores sobre el tema del tiempo histórico para mostrar que a pesar de que adoptan posturas diferentes con relación al anacronismo, ambos están profundamente influenciados por la obra de Marc Bloch, situación que abre una serie de preguntas sobre las divergencias y convergencias que podrían existir en el desarrollo de su crítica.

Palabras clave: anacronismo, tiempo histórico, Marc Bloch, Carlo Ginzburg, Georges Didi-Huberman.


Abstract

In his unfinished and posthumously published book Apologie pour l'histoire, Marc Bloch bestowed on future historians a seminal legacy of critical reflections on the concept of time as the object of historical analysis. During the last decades, the concept of time in History has experienced a renewed interest by professional historians, in particular in reference to the category of anachronism. The Italian historian Carlo Ginzburg and the French art historian Georges Didi-Huberman are among those engaged in this debate. This article offers a reading of two works by these historians with the purpose of underlying the fundamental influence that Marc Bloch's ideas on time had in Ginzburg and Didi-Hubermans' critical interventions.

Keywords: anachronism, historical time, Marc Bloch, Carlo Ginzburg, Georges Didi-Huberman.


 

En el año 2011 Carlo Ginzburg dictó en varios foros una conferencia titulada "Our Words, and Theirs: A Reflection on the Historian's Craft, Today"1. Como es bien sabido, entre 1960 y 1980 Ginzburg alcanzó reconocimiento mundial como historiador por su trabajo con archivos sobre brujería y herejía en las comarcas italianas del Friuli entre los siglos XVI y XVII. 2 Junto a otros historiadores italianos que también se concentraron en el estudio de casos excepcionales, dicho investigador estableció los contornos de una práctica histórica fundamentalmente experimental, que recibió el nombre de Microhistoria.3  Esta novedosa forma de historiografía ha sido considerada como un aporte significativo al conjunto de proyectos abocados a definir la nueva historia cultural,4 pues las reflexiones teórico-metodológicas que Ginzburg compuso a partir de los años ochenta, inspiradas en el intenso trabajo de archivo que da sustento a sus investigaciones y en su vasta erudición, constituyen a mi modo de ver, una contribución sustancial al debate que desde otras disciplinas, como la crítica literaria o la historia del arte, se ha desarrollado en relación a las posibilidades de la Historia para dar cuenta de su objeto de estudio.5

En su conferencia de 2011, Ginzburg toma como punto de partida uno de los problemas metodológicos de la investigación histórica ya anunciados con agudeza por Marc Bloch, el de la nomenclatura, es decir, la circunstancia propia de la Historia que, al carecer de un léxico especializado debe usar el lenguaje corriente para expresar los resultados de la investigación; lenguaje que muchas veces comparte con sus fuentes. Las reflexiones de Bloch a este respecto le permiten a Ginzburg dejar planteadas varias consideraciones sobre la objetividad de la escritura histórica, sobre el problema de la temporalidad en relación a la capacidad de significación del lenguaje, y sobre la mediación que inevitablemente atraviesa los testimonios con los que trabaja el historiador. Por último, hace una propuesta inspirada, como otras de sus reflexiones teórico-metodológicas, en las prácticas de la antropología.6

En este artículo pretendo hacer una lectura de estas reflexiones del investigador italiano para a continuación, concentrarme en un tema que resulta sugerente en su discurso, el del tiempo en la historia y en particular, el papel del anacronismo. En los últimos años, esta noción ha sido retomada por algunos historiadores con el propósito de hacer una nueva revisión crítica a los métodos de la disciplina. En mi criterio, la conferencia de Ginzburg hace un aporte interesante a dicho debate.7

 

1. Marc Bloch: los hombres, el tiempo, la nomenclatura

Ginzburg inicia su conferencia con la siguiente cita tomada de Apologie pour l'histoire ou métier d'historien: "[...] para desesperación de los historiadores, los hombres no tienen el hábito de cambiar de vocabulario cada vez que cambian de costumbres"8. A partir de aquí y siguiendo de cerca la obra del insigne historiador francés, Ginzburg examina las consecuencias de esta afirmación inicial.

Como es costumbre, presenta sus ideas divididas en acápites numerados, siendo nueve en total. Los primeros cuatro los dedica a estudiar la "ambigüedad semántica" que es inherente al lenguaje en general, pero que se convierte en un problema metodológico central en la investigación histórica debido a dos situaciones señaladas por Bloch; la primera, que la Historia, a diferencia de las ciencias exactas, no ha desarrollado una nomenclatura propia de su quehacer y utiliza el lenguaje cotidiano para expresar sus resultados; y la segunda, que gran parte del lenguaje de la Historia proviene de su objeto de estudio. Por ello Ginzburg recobra en este punto la siguiente cita de Bloch:

La Historia pues, recibe en su mayor parte su vocabulario de la materia misma de su estudio. Lo acepta ya desgastado y deformado por un dilatado uso; es además y por otra parte, ambiguo, como todo sistema de expresión que no sabe de un esfuerzo severamente concertado de los técnicos.9

Los problemas metodológicos que se desprenden de esta ambigüedad semántica, no solamente tienen que ver con una transposición de lenguajes como apunta Ginzburg, sino también con una transposición de temporalidades. Siguiendo a Bloch, el italiano recuerda que las palabras a lo largo de los siglos pueden mantenerse iguales, a pesar de que designan realidades totalmente diferentes, tal es el caso de las palabras historia y libertad.10 O al contrario en el devenir, estas pueden cambiar o desaparecer, sin que por ello la situación denotada por ellas haya cambiado o desaparecido. El historiador se enfrenta entonces a una permanente disyuntiva: utilizar el lenguaje que proviene de sus documentos o utilizar el leguaje de su propio tiempo aplicado a realidades ajenas a este.11 Según Ginzburg, para Bloch:

La primera alternativa [...] no lleva a ningún lado: a veces, la resistencia de palabras que son intrínsecamente ambiguas oculta el cambio en su significado; en otras ocasiones, una multitud de términos ocultan significados similares. Nos queda la segunda alternativa, que es riesgosa: términos como "sistema fabril" por ejemplo, pueden llegar a considerarse un buen sustituto para el análisis, promoviendo en consecuencia el "anacronismo: el más imperdonable de los pecados en una ciencia del tiempo"12.

Como vemos, Ginzburg termina esta interpretación de las ideas de Bloch con una cita textual que hace referencia al anacronismo. En este punto no sería superfluo preguntarse: ¿qué es el anacronismo en el texto de Marc Bloch y qué papel juega en el análisis histórico, tal y como lo concibe este historiador?

En el acápite tercero de la parte cuarta de su texto, Marc Bloch habló del problema de "la nomenclatura", último punto en lo que ha sido su reflexión sobre el análisis histórico, y al que le asigna la tarea primordial de comprender los hechos que constituyen el objeto de la historia: los hombres en el tiempo.13 Tal comprensión solamente será posible aproximando lo semejante y discerniendo parentescos entre fenómenos humanos que le llegan al historiador como una maraña de sucesos del acontecer; en definitiva, encontrando lo que hay de común en una realidad plural y fragmentada que es la que define a los individuos y a las sociedades, para construir en el devenir, clasificaciones que pongan de manifiesto "líneas de fuerza de una eficacia capital". Bloch acepta que estas clasificaciones son abstracciones, sin embargo aboga por su uso pues los historiadores no pueden prescindir ni de la abstracción ni de la imaginación y advierte: "únicamente las clasificaciones que descansan en falsas similitudes serían funestas" porque, "si se olvidara ordenar racionalmente una materia que nos es entregada en bruto, solamente se llegaría a fin de cuentas, a negar el tiempo y, por ende, la historia misma"14.

Esta tarea de encontrar las similitudes veraces empieza por resolver una pregunta de considerables consecuencias: ¿qué lenguaje debe usar el historiador para expresar el resultado de su investigación, el lenguaje de sus fuentes, o un vocabulario abstracto que este introduce para dar significado a los hechos del pasado? Su respuesta es que si bien el historiador hace uso de ambas posibilidades, es imprescindible estar consciente de que las dos conllevan graves peligros: o bien postular falsas semejanzas o bien caer en el anacronismo.

En la primera alternativa, el uso del lenguaje que emana de las fuentes únicamente puede ser posible si se considera que el vocabulario de los documentos es a su manera, un testimonio, y como tal debe ser sometido a una rigurosa crítica:

Todo término importante, todo giro de estilo característico, viene a ser un verdadero elemento de conocimiento; pero únicamente tras haber sido confrontado con lo que lo rodea, vuelto a considerar en el uso de la época, del medio o del autor; bien defendido, cuando ha sobrevivido durante mucho tiempo al peligro siempre presente del contrasentido por anacronismo.15

En la segunda alternativa, el uso de vocablos que subsumen la pluralidad de lo social y del individuo en un término abstracto, implican la trasposición de un lenguaje a un contexto ajeno: "La trasposición a otra lengua hecha a semejanza de una sociedad diferente se transforma en una empresa llena de peligros ya que escoger un equivalente es postular una semejanza"16. Por otro lado, un vocablo abstracto, aunque puede ayudar al análisis corre el riesgo de anquilosarse y perder su carácter de "fantasma" para producir efectos funestos, pues aplicar palabras abstractas no es crear entidades  independientes:

Es, bajo un nombre expresivo, agrupar hechos concretos cuya similitud, que la palabra significa con rigor, es también una realidad. En sí mismas, estas rúbricas son legítimas. Mal escogido o aplicado demasiado mecánicamente, el símbolo (que no está ahí sino para ayudar a analizar) acaba por hacer innecesario el análisis. De ahí que fomente el anacronismo, el más imperdonable de todos los pecados, con respecto a una ciencia del tiempo.17

Por lo tanto, la tarea consiste en establecer semejanzas o similitudes que no sean falsas, una condición que referida a unos fenómenos en constante transformación, se cumple cuando el lenguaje usado por el historiador para expresar los resultados de su investigación, es el producto, por un lado, del análisis minucioso de los contextos históricos que definen los símbolos con los que una sociedad del pasado se expresa; y por otro, de la búsqueda de constantes que se mantienen a pesar del devenir y que se remiten a la unidad fundamental del sujeto y a los rasgos permanentes de una colectividad. Esta dialéctica es permanentemente puesta a prueba, como muestra la lectura que Ginzburg hace de varios de los trabajos en que Bloch presenta los peligros de adoptar una u otra perspectiva: la de las fuentes o la del investigador.18

Creo que es posible postular entonces, que la idea de anacronismo manejada por Bloch, y que Ginzburg recoge en su texto, no solamente califica un hecho temporal sino que relaciona de forma íntima la transposición de temporalidades y su paradójica constitución, con la adecuación o inadecuación de las similitudes y de las semejanzas, que el historiador debe buscar como fundamental acción del análisis histórico; una acción que se desarrolla en una continua dialéctica entre lo múltiple y lo concreto; lo permanente y lo fugaz. Pero también supone, como trataré de explicar más adelante, una concepción no lineal, es decir, no cronológica del tiempo histórico.

Para Ginzburg, el problema que plantea Bloch sobre la transposición de temporalidades en relación con el lenguaje, posee un matiz aún más complejo —y cuya resonancia ha inspirado profundamente su propia labor como historiador— que tiene que ver con el hecho de que la inadecuación de las palabras para reflejar la realidad no solamente define la interacción del historiador con sus fuentes, sino la que tiene lugar entre los actores históricos mismos.

 

2. Carlo Ginzburg: la palabra del historiador, la palabra de los "otros"

Las investigaciones de Bloch sobre la historia medieval llevan a Ginzburg a formular dos preguntas ulteriores: "¿cuál es la relación entre las categorías que usa el observador y las que usa el actor, estas últimas recuperadas de los documentos medievales?". Si los jueces de los tribunales medievales son observadores y actores al mismo tiempo: "¿Cuál sería la relación entre la representación de servidumbre que comparten los jueces y la representación de servidumbre que comparten los siervos?"19.

Para analizar el alcance metodológico de estas cuestiones, Ginzburg trae a colación su investigación publicada en 1966 sobre los benandanti, un conjunto de campesinos del Friuli que entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII fueron enjuiciados por los tribunales inquisitoriales, pues decían dejar sus cuerpos para luchar con brujas y demonios y así asegurar buenas cosechas. Benandanti, un término desconocido tanto para los jueces inquisitoriales como para el historiador, se había constituido durante cincuenta años en un campo de disputa semántica entre la visión de los inquisidores que lo asimilaron a brujería, y la de los acusados, que entendían su misión como positiva e indispensable a su comunidad. Finalmente, y por efecto de lo que Ginzburg denomina "un choque cultural impregnado de violencia", los campesinos benandanti terminaron aceptando la visión negativa impuesta por los jueces. Ginzburg nos recuerda que este trabajo se dirigió a mostrar "un fragmento de la cultura campesina que había sido lentamente distorsionado por la imposición de estereotipos inquisitoriales"20.

A partir de su lectura de Bloch y de la reflexión retrospectiva que hace de su propia labor, Ginzburg identifica una doble condición, a la vez de diferencia y de identificación, que subyace al análisis histórico. La diferencia es la que se establece no solamente entre los códigos culturales del juez y los de los acusados, sino entre el historiador y sus fuentes. La identidad, signada por el anacronismo, es la que se produce entre el historiador del presente y el inquisidor del pasado: "Con algo de vergüenza descubrí, a parte de mi identificación emocional con las víctimas, una problemática identificación intelectual con los victimarios"21. Este complejo juego de identidades y diferencias expresado en el lenguaje, obliga al historiador a encarar el hecho de que si en la escritura de la Historia intervienen emociones y permanentes conflictos de inteligibilidad y de temporalidades, resulta imprescindible buscar formas para estabilizar el lenguaje en el que se presentan los resultados de la investigación:

A la luz de la riesgosa contigüidad entre el lenguaje del historiador y el lenguaje de la evidencia, la esterilización de los instrumentos de análisis resulta más urgente que nunca —especialmente en casos que muestran una contigüidad entre el observador y los observadores-actores (el inquisidor como antropólogo, el inquisidor como historiador).22

La tarea es compleja en tanto implica hacerse cargo del hecho de que la escritura de la Historia será siempre un acto situado y, por lo tanto, atravesado por la realidad que define al historiador; además exige enfrentar los desencuentros entre los lenguajes y las temporalidades que separan "nuestras palabras de las de ellos".

La solución que propone el historiador italiano está inspirada en el trabajo metodológico del antropólogo y lingüista estadounidense Kenneth Pike, quien en el estudio de sociedades indígenas mexicanas y de sus lenguas nativas propone establecer dos niveles de análisis: el de quienes hacen parte de esa cultura "otra" es decir los actores, un nivel que denomina emic; y el de quienes la estudian es decir los observadores, un nivel que se denomina etic. El análisis que hace el observador parte de su contexto cultural y aporta un punto de partida que, como tal, solamente arroja resultados parciales y tentativos. Estos primeros resultados deben refinarse a medida que ese examen vaya incorporando los elementos culturales del contexto del actor, es decir del contexto que es objeto de estudio. 23 Lo que Ginzburg rescata de este entramado teórico es la posibilidad de crear un sistema de equivalencias, una forma de traducción, en la que la diferencia entre "nuestras palabras y las de ellos" se convierta en una síntesis más acorde a la cultura "otra". Esta opción metodológica la resume en el siguiente postulado:

Los historiadores parten de preguntas formuladas usando términos que son inevitablemente anacrónicos. Con base en nueva evidencia, el proceso de la investigación modifica estas preguntas iniciales, rescatando respuestas que se articulan en el lenguaje del actor y que están relacionadas con las categorías propias de su sociedad, la misma que es totalmente diferente a la nuestra.24

Ginzburg hace una aclaración que me parece muy importante. Explica que al hablar de la inevitabilidad del anacronismo se hace eco de lo postulado por Marc Bloch: "Los documentos tienden a imponer su nomenclatura: el historiador si los escucha, escribe el dictado de una época cada vez diferente. Además, por otra parte, piensa según las categorías de su propio tiempo [...]"25.

Lo anacrónico, que Ginzburg entiende como el encuentro conflictivo del lenguaje del historiador con el lenguaje de las fuentes, propone considerarlo, siguiendo a Pike, como al nivel etic de la investigación. Este momento que él asocia a lo anacrónico estaría dirigido por interrogantes, es decir el acercamiento del historiador a sus fuentes pone a prueba, permanentemente, las certezas que lo constituyen como sujeto de conocimiento y convierte al análisis histórico en un proceso de traducción o interpretación que va alimentando un ejercicio de síntesis en constante transformación, dado que genera conclusiones siempre tentativas.

A partir de esta interpretación, el historiador italiano pone distancia de lo que considera han sido lecturas erróneas del papel del anacronismo en el análisis histórico: "Preguntas, no respuestas: una distinción que tienden a ignorar, quienes sin cuidado enfatizan la importancia del anacronismo en la investigación histórica, o lo desacreditan del todo como una categoría de análisis pertinente"26. En escueta nota al pie de página, el autor informa que su crítica va dirigida contra los historiadores Georges Didi-Huberman y Nicole Loraux, y contra el filósofo Jacques Rancière. Este distanciamiento, que anuncia cuestiones teóricas y metodológicas de trascendencia, no le merece, desafortunadamente, ningún desarrollo ulterior.

Para Ginzburg, el método de Pike le resulta atractivo por la posibilidad de una síntesis que no se cierra en sus conclusiones, porque permanece expuesta a un desencuentro de temporalidades y de significados que hace que los elementos etics no puedan ser eliminados del todo. Este residuo, producto del anacronismo, lejos de ser "la bestia negra del historiador", es para Ginzburg lo que permite integrar la tensión que provoca lo intraducible, en la medida en que incentiva una práctica fundamentalmente experimental que continuamente está modificando sus preguntas y sus respuestas; lo que a su vez, previene contra lo que el historiador italiano denomina empatía o ventriloquia, condición que supondría: "una insidiosa distorsión que resulta aún más peligrosa (por lo difícil de detectar) que la más anacrónica de las suposiciones"27.

Ginzburg cierra su artículo con una última reflexión. Nos recuerda, nuevamente citando a Bloch, que el acercamiento metodológico que ha propuesto requiere del historiador "años de análisis para un día de síntesis". Advierte sin embargo, que el análisis para servir a la síntesis debe enfocarse desde el principio en alcanzarla. En este sentido, la evidencia debe ser recolectada de acuerdo a una agenda cuyo objetivo sea un enfoque sintético: "En otras palabras, uno debe trabajar sobre casos que sean capaces de conducirnos a generalizaciones". Esta sería la estrategia que le aseguraría al historiador un trabajo directo sobre la evidencia, favoreciendo una interpretación capaz de refinar las preguntas iniciales de tipo etic en respuestas de tipo emic, pues "mientras más grande es la distancia con la evidencia primaria, más grande es el riesgo de ser atrapado por hipótesis formuladas sea por intermediarios o por nosotros mismos"28.

En este punto, Ginzburg rescata el aporte de la Microhistoria y el paradigma indiciario, en donde se destaca que este último funciona bajo una lógica del síntoma.29 Por su extrañeza, por su carácter anómalo y por su capacidad de desgarrar la superficie de lo aceptado como normal, los indicios funcionan como puntos de partida para arribar hacia una síntesis en la que las formas culturales de los actores del pasado pueden significarse.30 Los estudios de caso, en su cualidad de huellas y síntomas, tienen la facultad de provocar nuevas generalizaciones, pero a la vez nuevas preguntas y por lo tanto nuevas investigaciones: "Las preguntas emic generan respuestas etic y viceversa"31.

 

3. Paradigma de indicios y poder de la anomalía

El que Ginzburg termine su conferencia con una decidida reivindicación del paradigma indiciario, de la reducción de la escala de observación y del estudio de casos anómalos, se traduce en una reivindicación del método microhistórico. Esta posición resulta curiosa toda vez que el autor de El queso y los gusanos parecía haberse distanciado de estos supuestos metodológicos para concentrarse más en las tendencias de larga duración, en la búsqueda de elementos estructurales y en una serie de reflexiones teóricas y metodológicas.32 El retorno de Ginzburg a la estrategia metodológica de la microhistoria se produce como vimos, en la conferencia que aquí analizo y en el marco de una relectura de los postulados de Bloch sobre el tiempo histórico. Los estudios de caso, entendidos como indicios, son para Ginzburg el recurso más adecuado para hacer frente a una realidad histórica de tiempos, culturas y lenguajes múltiples y hasta cierto punto, intraducibles. Los casos anómalos, extraños y que no se explican en el contexto en el que aparecen, se constituyen en síntomas de estratos de relaciones profundos que son los que, en última instancia, explican lo singular. El estudio de casos mediante la reducción de la escala de observación responde a los postulados del paradigma indiciario y a la lógica del síntoma. A continuación explico la forma en que Ginzburg entiende estas categorías.

Huellas, indicios y síntomas, aunque no son sinónimos, remiten a un "modelo epistemológico común", que a pesar de haber experimentado transformaciones importantes, conserva rasgos estructurales de larga duración que se remontan a la habilidad del cazador de interpretar las huellas que va dejando su presa; a las prácticas adivinatorias en las que se incluyen las primeras formas de escritura; y a las técnicas de diagnóstico de la medicina. El suceso que más trascendencia tuvo en este modelo fue, según opina Ginzburg, la física galileana que al excluir del ámbito de las "ciencias" a los saberes que conservaban un margen "insuprimible de aleatoriedad", estableció una frontera entre los que podían trascender lo individual y contingente para formular leyes generales y abstractas, y aquellos que no podían desprenderse del estudio de lo particular.

Los saberes indiciales sin embargo, no desaparecieron, sino que en el siglo XIX conforman lo que el historiador italiano denomina un "modelo epistemológico" o "paradigma" que encuentran un espacio propicio de acción en tres ámbitos: el psicoanálisis, la práctica de atribución de las obras de arte o connoisseurship, y la literatura; esta última expresada a través del desarrollo de la novela realista y de la novela policial. Tres personajes condensan las interrelaciones entre estos ámbitos: Giovanni Morelli, Arthur Connan Doyle y Sigmund Freud; personajes que además eran médicos. El primero desarrolló un método de atribución de las obras de arte fundado en detalles aparentemente banales; el segundo inventó los métodos con que el famoso detective Sherlock Holmes a través de seguir indicios, resuelve casos de homicidios; y el último descubrió el inconsciente a partir de detalles que parecían intrascendentes.33

El síntoma es para Ginzburg el elemento básico del paradigma indiciario, y su característica principal es la de ser un rasgo involuntario que, en relación al conjunto de signos culturales en el que emerge, parece no tener trascendencia. En el caso de la connoisseurship en las obras de arte, ya desde el siglo XVII se había planteado que "en los rasgos individuales se encuentran detalles caracterizados por la velocidad del trazo o más alejados de la representación de lo real que dependen más de la fantasía del ejecutor"34. En el siglo XIX Morelli habría fundado su método de atribución en este supuesto. Ginzburg, además sugiere que Freud se inspiró en el método de Morelli.35 Aunque no llega a expandir esta explicación, el historiador italiano ya había manifestado que las categorías de análisis que llama huellas, indicios y síntomas no son sinónimos; sin embargo, bajo su esquema los síntomas se caracterizan por ser expresiones del inconsciente, y lo sintomático se constituye en el elemento articulador del paradigma indiciario, es decir, de todos los otros elementos que definen los saberes indiciales en general.

¿Cuál es el sentido de retornar al paradigma de indicios y síntomas como estrategia metodológica para refinar la síntesis histórica que parte de preguntas de tipo etic, es decir anacrónicas, y busca llegar a respuesta emic, es decir propias del contexto de los actores históricos que se estudian? La respuesta nuevamente está en una de las proposiciones más interesantes de Introducción a la Historia: "hemos aprendido que también el hombre ha cambiado mucho" dice Bloch, y añade:

Su atmósfera mental se ha transformado profundamente, y no menos su higiene, su alimentación. Pero a pesar de todo, es menester que exista en la naturaleza humana y en las sociedades humanas un fondo permanente, sin el cual ni aún las palabras "hombre" y "sociedad" querrían decir nada. ¿Creemos, pues, comprender a los hombres si solo los estudiamos en sus reacciones frente a las circunstancias particulares de un momento? La experiencia será insuficiente incluso para comprender lo que son en ese momento. Muchas virtualidades que provisionalmente son poco aparentes, pero que a cada instante pueden despertar muchos motores más o menos inconscientes de las actitudes individuales o colectivas, permanecerán en la sombra. Una experiencia única es siempre impotente para discriminar sus propios factores y, por lo tanto, para suministrar su propia interpretación.36

El paradigma indiciario, que parte del estudio de indicios y síntomas, funciona porque se postula la existencia de un nexo profundo que explicaría los fenómenos individuales y porque, aunque ese nexo profundo no sea accesible mediante un conocimiento directo, los indicios y los síntomas permiten descifrar sus contornos; en este aspecto el paradigma se acercaría, según opina el italiano, a la labor psicoanalítica.37 Estudiando el caso de la cosmogonía de un molinero del Friuli que a fines del siglo XVI le llevó a ser víctima de la inquisición, Ginzburg encuentra que los discursos de Menocchio, son "como una grieta en el terreno" de la que aflora "un estrato cultural profundo tan insólito que resulta casi incomprensible", un "remanente irreductible de cultura oral"38.

De esta manera, vemos que el carácter sintomático del paradigma indiciario como lo entiende este autor, funciona en lo particular, es decir, se aparta de la búsqueda de leyes derivadas de la repetición de fenómenos similares, y más bien se concentra en aquellos rasgos que tienen la capacidad de conducir la investigación a detallar características contextuales que no han sido explicadas, y en última instancia a redefinir esos contextos. Por tanto el caso funcionará como herramienta de análisis siempre y cuando tenga la capacidad de ser un síntoma. Sin embargo para el italiano, no existe caso totalmente extraño, ya que siempre es capaz de remitir a una serie, solamente que esta serie, este contexto explicativo, no es evidente.39 Es en dicho sentido que Ginzburg establece que el análisis debe construirse teniendo en cuenta la síntesis.

Con este corolario, la pregunta sobre el papel del anacronismo aunque se ha planteado no queda resuelta. Para Ginzburg el anacronismo puede tener efectos ambivalentes en la práctica del historiador, pues si bien despierta una actitud de prevención, la tensión de la confluencia de tiempos que lo constituye abre, al mismo tiempo, la posibilidad de nuevas preguntas para avanzar en el conocimiento del pasado. Por otro lado, Bloch en una de sus reflexiones sobre el carácter del tiempo histórico —que como veremos, ha resultado tener importantes repercusiones en la disciplina hasta la actualidad— estableció que la convergencia de temporalidades, o "solidaridad de los tiempos", no es lo que compromete el análisis histórico sino las falsas semejanzas, o la aplicación de un concepto de tiempo histórico lineal, reducible a una exacta cronología, errores que él asimiló a la idea de anacronismo. Este detalle en la aguda observación de Bloch, le sirve a Ginzburg para discutir la posibilidad de la traducción —entendida como interpretación— que el historiador debe hacer de las realidades del pasado, mediante el encuentro complejo de lenguajes atravesados por temporalidades traslapadas que las hacen a la vez familiares y diferentes. Lo anterior también constituye el telón de fondo sobre el que se despliega el discurso del historiador del arte Georges Didi-Huberman quien reinterpretando los postulados de Bloch sobre el tiempo histórico, anuncia una redefinición de los fundamentos epistemológicos de la Historia como disciplina, al enunciar desde la imagen en calidad de síntoma, la irrupción de tiempos complejos.

A continuación presentaré mi lectura del artículo con que Didi-Huberman abre su hermoso libro Ante el Tiempo. En esta "Apertura" en la que el eco de Bloch es permanente, se ponen a consideración una serie de argumentos que recuerdan los que han acompañado las sendas teóricas y metodológicas abiertas por Carlo Ginzburg, una confluencia que parece natural en vista de su común admiración por Bloch y la reivindicación que ambos historiadores realizaron de pensadores que emergieron en el contexto de influencia germana de fines del siglo XIX, entre ellos el historiador del arte Aby Warburg.40

 

4. Didi-Huberman: el anacronismo, la memoria, el síntoma

Singularidades pictóricas, como el fresco "de manchas erráticas" sobre el que se aprecia otro fresco representando la "Santa Conversación", ambos pintados por Fra Angelico a mediados del siglo XV, funcionan para Georges Didi-Huberman como una aparición y como un desgarramiento temporal, que le abren la posibilidad de plantear una exigencia epistemológica de importantes consecuencias: la de explicar la razón por la que este detalle, tan visible y evidente, haya sido pasado por alto en toda la historia del arte que se ha ocupado del Renacimiento. Este silencio es para el autor francés una "voluntad de no ver" y "de no saber" que requiere una arqueología del saber sobre el arte y sobre las imágenes que debe proceder mediante una triple crítica: a la historia del arte como disciplina humanista; a la idea de "objeto de arte"; y al concepto de tiempo como objeto de estudio de la historia. Aunque sus esfuerzos en este libro están enmarcados en la historia del arte, su convicción es que esta triple crítica tiene el potencial de transformar el esquema epistemológico de la disciplina histórica misma.41 En oposición a los historiadores franceses de los Annales —marcados por la impronta de Lucien Febvre— y apoyándose permanentemente en Marc Bloch, la "Apertura" de Didi-Huberman está dedicada a definir uno de los instrumentos críticos de esa posible transformación epistemológica, el anacronismo. En lo que sigue me concentraré en exponer su definición del anacronismo, subrayando la huella dejada por las reflexiones de Bloch sobre el tiempo histórico, en la propuesta de este historiador del arte.42

La "aparición" del muro de Fra Angélico le revela a Didi-Huberman que la imagen no solo tiene una historia, sino que condensa tiempos complejos y traslapados que la convierten en "un extraordinario montaje" de anacronismos.43 El muro manchado no se explica en relación a las fuentes históricas que le son más o menos contemporáneas, ni tampoco como efecto del corpus de saberes del Renacimiento temprano en el que se produjo, pues en el muro estos saberes conviven con una estructura de significación del mundo que hunde sus raíces en la Edad Media y la cual, según Didi-Huberman, abre la posibilidad de entender el significado de dicho fresco. Esta complejidad temporal de la imagen, este "montaje de tiempos", aparece entonces como un síntoma para el análisis crítico solamente cuando el elemento histórico que ha producido la imagen se "dialectiza" gracias al elemento anacrónico que contiene.44 En este sentido, el anacronismo, como lo entiende Didi-Huberman, tendría dos características básicas: por un lado, atraviesa todas las temporalidades, es decir elimina la concordancia entre los tiempos; y por otro, sería el modo temporal de expresar la sobredeterminación de las imágenes.45 Es así que el autor postula una triple relación de determinación epistemológica entre imagen, historia y temporalidad. Como consecuencia, la crítica del Arte debería nutrirse de los fundamentos epistemológicos de la Historia y viceversa. No obstante, Didi-Huberman duda que los instrumentos de análisis que hasta el momento ha desarrollado la disciplina de la Historia sirvan para responder de forma efectiva a este reto, cuya primera tarea es la de redefinir el concepto de tiempo histórico y por ende, establecer una epistemología del anacronismo.46 En lo que sigue de su artículo, el autor intentará explicar estas hipótesis.

Para empezar, este historiador del arte define el espacio de producción histórica del que pretende distanciarse y contra el cual dirigirá la crítica de su propuesta epistemológica. Dicho espacio está conformado por un grupo de historiadores, todos ellos asociados a la Escuela francesa de los Annales y continuadores de las tendencias historiográficas desarrolladas por Lucien Febvre, quien mantuvo una firme posición en contra del anacronismo en el análisis histórico. Didi-Huberman opina que esta influencia que estigmatizó al anacronismo, no solo fue perniciosa y de larga duración, sino que impidió que se consolidara una crítica del tiempo histórico ya anunciada por Marc Bloch, a quien el investigador francés le reconoce el mérito de haber sido quien "introdujo el clavo de este anacronismo estructural" en la reflexión sobre los métodos de la Historia.47 Efectivamente, la crítica pionera de Marc Bloch al concepto de tiempo histórico aporta las notas fundamentales que a lo largo de la "Apertura" sostendrán como un bajo continuo, las variaciones que sobre el tema presenta Didi-Huberman. Las ideas de Bloch sobre el tiempo histórico como objeto de estudio de la Historia se pueden resumir en los siguientes puntos: primero, que el objeto de la historia no es el pasado, sino el tiempo: "[...] una realidad concreta y viva abandonada a su impulso irrevertible, es el plasma mismo en que se bañan los fenómenos, algo así como el lugar de su inteligibilidad"; segundo, que este tiempo histórico no es un transcurrir lineal o cronológico que pueda ajustarse a medidas exactas, sino que es, a la vez, un continuo y un cambio perpetuo"48; y tercero que la "solidaridad de las edades" que es el tiempo histórico, tiene tal fuerza que "los lazos de inteligibilidad entre ellas tienen verdaderamente doble sentido. La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente"49.

Apoyado en una larga cita y en comentarios extendidos a estos temas, Didi-Huberman expande su argumento en las dos direcciones que cree anunciadas en la obra del maestro. Bloch había postulado que el objeto de la Historia no es el pasado sino el tiempo, pero el historiador del arte, propone además, que este tiempo atravesado por el anacronismo que conlleva, se convierte en un elemento impuro, en un "montaje no histórico" al que llama memoria. Por lo tanto, el tiempo complejo de la Historia, al que se refería Bloch, no sería otra cosa que la memoria. Por otra parte, el planteamiento de Bloch sobre el peso que en el análisis histórico tienen la palabra y el arte de la escritura, apuntaría a que la Historia depende de un "montaje no científico del saber" y que este montaje es una poética.50

En este sentido, el anacronismo debería dejar de considerarse como la frontera ante la cual se "cierra la Historia" diferenciándose de la escritura de ficción, para transformarse en el elemento que "abre la Historia" a fin de permitirle complejizar el tiempo en su escritura.51 Una epistemología del anacronismo requiere por lo tanto, de un esfuerzo de apertura teórica hacia la filosofía y hacia el psicoanálisis. Es en este sentido que Didi-Huberman considera que los historiadores por su "vocación cronológica" y por su rechazo tradicional a la filosofía, están poco capacitados para asumir esta intervención teórica.

Hasta aquí y siguiendo a Bloch, el autor ha definido el anacronismo como un elemento que contamina y desorganiza. Desorganiza el tiemplo lineal y lo muestra en su carácter "impuro", es decir como memoria; desorganiza la escritura cronológica y la convierte en una poética.52 Para Bloch, por su parte el anacronismo es una anomalía producida por una falsa similitud, o por la aplicación de un criterio de tiempo histórico que no toma en cuenta las trasposiciones temporales que le constituyen.53 Su reflexión por lo tanto, si bien instituye la complejidad de los tiempos históricos como el principal problema metodológico en el análisis histórico, no usa la palabra "anacronismo" para definir esta complejidad temporal. De esta manera, Didi-Huberman encuentra que tal situación instaura una paradoja que ha impedido que el anacronismo "estructural", descubierto por Bloch, sea utilizado por los historiadores posteriores como una herramienta de análisis importante:

[...] se dice que hacer la historia es no hacer anacronismo; pero también se dice que remontarse hacia el pasado no se hace más que con nuestros actos de conocimiento que están en el presente. Se reconoce así que hacer la historia es hacer –al menos—un anacronismo.54

Con esta constatación, el autor desplaza el "anacronismo estructural" que encuentra en Bloch, de su sentido negativo a su sentido positivo y lo convierte en el concepto que no solamente engloba todos los temas ya desarrollados en la Introducción a la Historia con respecto al tiempo histórico, sino que abre un más allá epistemológico. Con este movimiento, Didi-Huberman aspiraba a expandir tanto el análisis teórico como la crítica a los métodos de la historia, iniciados por Bloch y, que según su opinión, no pudieron continuar porque la psicología histórica y la historia de las mentalidades desarrolladas siguiendo la influencia perniciosa de Lucien Febvre, pusieron cortapisas a la posibilidad heurística del anacronismo.55 Con reluctancia, sin embargo, y sin dedicarles más que una referencia escueta, el francés reconoce que algunos historiadores como Roger Chartier, Reinhart Koselleck, Paul Veyne, Michel de Certeau o Nicole Loraux han roto con esta tradición realizando importantes aportes teóricos.56 No obstante, estos esfuerzos no le parecen suficientes para transformar el aspecto negativo del anacronismo —su "parte maldita"— en una posibilidad heurística efectiva.57 En ausencia de un historiador que pueda servirle de apoyo en esta tarea, Didi-Huberman recurre al filósofo Jacques Rancière, de quien opina: "Tiene razón en concluir que 'la multiplicidad de las líneas de temporalidades, de los sentidos mismos del tiempo incluidos en un mismo tiempo es la condición del hacer histórico"', y se pregunta: "¿No es el anacronismo la única forma posible de dar cuenta, en el saber histórico, de las anacronías de la historia real?"58. Ahora bien resulta sorprendente que la conclusión de Rancière citada por el autor, recuerde vívidamente una de las más interesantes ideas de Bloch:

La probabilidad vive pues en el porvenir, pero la línea del presente ha sido, en cierta manera imaginariamente retirada hacia atrás, de modo que es un porvenir de antaño construido con un fragmento de lo que actualmente es, para nosotros el pasado.59

Sin embargo, Didi-Huberman considera que la mediación de la filosofía es imprescindible para hacer una relectura de la crítica de Bloch al concepto de tiempo histórico:

"Es la idea misma de anacronismo como error acerca del tiempo, lo que debe ser deconstruido" escribe Jacques Rancière: modo de decir que el problema es, ante todo, de orden filosófico. Algo que el historiador positivista tendrá cierta dificultad en querer admitir. Lo que no carece por otra parte de una cierta manera filosófica de plantear las preguntas que el propio Marc Bloch habrá reflexionado respecto del estatuto de su práctica histórica.60

La única Historia posible, sería entonces una Historia anacrónica, y el tiempo que le corresponde a esta disciplina es un objeto complejo de doble faz, a la vez cronológico y anacrónico; a esta cualidad paradójica del tiempo Didi-Huberman propone llamarla síntoma.61

Esta posición sobre el significado del tiempo histórico, que impacta por su potencia crítica, conserva bajo la mediación de Rancière, el eco de las reflexiones de Bloch y, su desarrollo, está inspirado directamente en la observación que el maestro francés legó a la posteridad como una tarea pendiente:

Ahora bien, este tiempo verdadero es, por su propia naturaleza, un continuo. Es también cambio perpetuo. De la antítesis de estos dos atributos provienen los grandes problemas de la investigación histórica. Este, antes que otro alguno, pues, pone en tela de juicio hasta la razón de nuestros trabajos.62

Encontramos entonces, que un elemento constituyente del concepto de síntoma es la relación paradójica entre la repetición y la diferencia también planteada por Marc Bloch.63 Didi-Huberman, entre tanto, expandirá el campo heurístico de esta relación; es por esta razón que su concepto de síntoma adquiere sentido tanto en relación al tiempo, como en relación a la imagen. En relación al tiempo, y por efecto del anacronismo, el síntoma interrumpe el curso de la historia cronológica; en relación a la imagen, interrumpe el curso normal de la representación. Estas interrupciones no anulan ni el tiempo cronológico, ni la representación, pues ambas siguen siendo los soportes fundamentales del síntoma. En este sentido, el autor establece que el síntoma-tiempo y la imagen-síntoma son, en última instancia, el "inconsciente de la historia" y el "inconsciente de la representación" y, como tales, obedecen a una "ley subterránea" que desafía la observación superficial.64 Resulta entonces evidente el interés de Didi-Huberman por integrar en el análisis histórico tanto la filosofía como el psicoanálisis, un desafío para el cual no podrá contar, según ha venido expresando a lo largo del artículo, con el trabajo de sus colegas historiadores. La "Apertura" que propone sin embargo, no está huérfana de antecedentes teóricos. Didi-Huberman encuentra que entre fines del siglo XIX y la primera mitad del XX surgió un grupo de autores alemanes cercanos a la historia del arte y contemporáneos de Sigmund Freud, que formaron lo que llama una "constelación del anacronismo". Su labor filosófica habría transformado la "episteme" de la disciplina histórica tomando en cuenta la relación entre la imagen y el tiempo histórico, definida por el anacronismo. Entre estos historiadores ocupa un lugar relevante Aby Warburg.65

La "Apertura" —un título que por lo demás funciona como una metáfora de los efectos que la imagen-síntoma y el tiempo-síntoma ejercen en el análisis histórico— parte de una singularidad pictórica: el muro manchado de Fra Angelico en el Convento de San Marcos, Florencia, que sugiere una crítica epistemológica al concepto de tiempo histórico. El anacronismo será el elemento fundador de esta crítica y del síntoma, el cual desde la complejidad de los tiempos, interrumpe la temporalidad en la Historia y la representación en la imagen. Esta "Historia anacrónica" que se manifiesta a través del síntoma, responde a un montaje, o dicho en otras palabras, a una lógica particular que en el caso de la temporalidad anacrónica, corresponde a la memoria; y en el caso de la palabra anacrónica, corresponde a una poética.

En este punto podemos decir que Carlo Ginzburg, quien reflexiona sobre la relación compleja entre el lenguaje del historiador y las temporalidades traslapadas que producen anacronismos, está moviéndose del lado de la palabra anacrónica. Como hemos visto, en las observaciones hechas por el historiador italiano sobre la relación compleja entre el lenguaje del historiador y su temporalidad, y el lenguaje de sus fuentes y la temporalidad que les es propia, este autor sugiere aplicar un método de interpretación de fuentes inspirado en la antropología y la lingüística. Esta alternativa más que resolver el debate, integra la ambigüedad que desde Marc Bloch caracteriza la idea del anacronismo. La "Apertura", por su parte, devela la condición paradójica de este "anacronismo estructural" del tiempo histórico, y lo convierte en el eje de un proyecto epistemológico fundado en el poder de las imágenes como síntomas.

Para Ginzburg, la estrategia metodológica que propone como una forma de prevenir, pero a la vez integrar la condición paradójica del anacronismo, descansa en el estudio de casos particulares que funcionan en el marco de un paradigma indicial, al que llama también sintomático, y se resuelve en un método que tomado de la antropología, establece una diferencia, en última instancia irreductible, entre los códigos culturales y el lenguaje académico del historiador y los de los sujetos históricos que estudia. La irreductibilidad que marca esta distancia puede salvarse en parte, mediante el ejercicio de síntesis que resulta de la traducción y que transforma el peligro del anacronismo en un residuo que en su irreductibilidad, es el que genera las preguntas que permiten seguir refinando la síntesis.

Para Didi-Huberman, la transformación de la "parte maldita" del anacronismo en una apertura epistemológica, descansa en la fuerza teórica del síntoma, un concepto que a diferencia de lo que plantea Ginzburg, se resolverá en el espacio de la teoría psicoanalítica y de la filosofía.

 

Conclusiones

El tema del anacronismo en el análisis histórico ha generado intervenciones de trascendencia como las de Georges Didi-Huberman, Carlo Ginzburg, Nicole Loraux y Jacques Rancière. En el presente artículo se han delineado algunas ideas preliminares para iniciar una lectura de los dos primeros autores y sus meditaciones sobre este tema. Mi objetivo ha sido mostrar que un importante punto de partida para ambos historiadores, fueron los postulados que sobre el tiempo histórico desarrolló Marc Bloch, un autor que por lo demás, inspiró de forma importante a Loraux y a Rancière. Dada entonces esta referencia común, se podía intuir la existencia de coincidencias y divergencias que resultan ser muy significativas a la hora de entender las consecuencias de su crítica para la práctica de la Historia como disciplina. Didi-Huberman y Ginzburg, a pesar de que parecen ignorarse mutuamente, se mueven alrededor de saberes y formas de decir que en ciertos sentidos resultan discordantes y en otros convergentes, bien sea porque retoman la idea de síntoma o porque su crítica tiene antecedentes en una "constelación" de pensadores que surgen a fines del siglo XIX asociados al psicoanálisis y a la crítica de arte; o bien porque ambos autores adjudican una gran importancia al estudio de casos particulares y anómalos, por cuanto éstos remiten a un contexto profundo, que no es evidente. La pregunta sobre hasta qué punto es posible establecer el alcance de estas convergencias y la formulación del análisis necesario para comprender la importancia de las divergencias, son temas que quedan abiertos a emprendimientos intelectuales futuros que rebasan, no solamente los alcances de este artículo, sino las herramientas analíticas de las que puedo servirme por el momento. Por tales motivos mi texto se constituye, ante todo, en un punto de partida más que de llegada y como tal, no pretendo tanto mostrar un camino recorrido, cuanto perfilar a grandes rasgos la ruta hacia un horizonte posible.

 


1 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs: A Reflection on the Historian's Craft, Today", en Historical Knowledge. In Quest of Theory, Method and Evidence, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen (Cambridge: Cambridge Scholars Publishing, 2012), 97-119. Aquí utilizo la siguiente versión: Carlo Ginzburg, "Our words, and Theirs: A reflection on the historian's craft, today", Cromohs Vol: 18 (2013): 58-79. http://www.fupress.net/index.php/cromohs/article/view/14122/13124. DOI: http://doi.org/74d.

2 En particular dos de sus libros, Carlo Ginzburg, Brujería y cultos agrarios entre los siglos XVI y XVII (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2005); y Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, 3a edición (Barcelona: Muchnik Editores, 1999).

3 Sobre el contexto intelectual en el que nace la Microhistoria, ver Julio Serna y Anaclet Pons, "Microhistoria: instrucciones de uso" en Cómo se escribe la microhistoria, eds. Julio Serna y Anaclet Pons (Valencia: Universidad de Valencia, 2000), 231-273; y Carlos Aguirre, "Contribución a la historia de la microhistoria italiana", Contrahistorias Vol: 1 n.° 1 (2004): 35-74. http://www.contrahistorias.com.mx. http://issuu.com/revistacontrahistorias/docs/revistacontrahistorias?e=3061989/2720652.

4 Sobre la nueva historia cultural y los contornos que la definen, ver Lynn Hunt, "Introduction: History, Culture and Text", en The new cultural history, ed. Lynn Hunt (Berkeley y Los Ángeles: University of California Press, 1989), 1-25.

5 Para conocer el estado de dicha discusión en el contexto de la historiografía francesa hasta la década de los años sesenta, ver Françoise Dosse, La historia en migajas. De Annales a la "nueva historia" (México D.F.: Universidad Iberoamericana, 2006). Sobre la crítica que desde los estudios literarios se dirigió en contra de los métodos y el objeto de la Historia, ver Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX (México: Fondo de Cultura Económica, 2010); y Paul Ricoeur, Tiempo y Narración I: Configuración del tiempo en el relato histórico (México: Siglo XXI Editores, 2009). Un libro que ha sido fundamental para esta crítica, por su investigación sobre el realismo en la literatura europea y su relación con el concepto de tiempo es Erich Auerbach, Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental (México: Fondo de Cultura Económica, 2011). En cuanto al trabajo de Ginzburg, son dos los textos que compilan la mayor parte de su propuesta teórico-metodológica, Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia (Barcelona: Gedisa, 1989) [original en italiano, 1979]; y Carlo Ginzburg, El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010) [original en italiano, 2006]. Para conocer la reacción de Ginzburg a la obra de White, ver Carlo Ginzburg, "Microhistoria, dos o tres cosas que se de ella", en El hilo y las huellas, Ginzburg, 297-326; y Carlo Ginzburg, "Unus testis", en El hilo y las huellas, Ginzburg, 351-394.

6 Eulalia Hernández, "Microhistoria italiana, antropología y archivos judiciales", Historia y Sociedad n.° 30 (2015).

7 Para ampliar estas consideraciones desde la disciplina histórica, ver Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (Barcelona: Paidós, 1993); Reinhart Koselleck, "Historia conceptual e historia social" en Futuro pasado, Koselleck, 105-140, ver página 129 para profundizar su idea de anacronismo; y Reinhart Koselleck, "Historia conceptual/historia social", en Futuro pasado, Koselleck, 105-126, en particular 123. Ver también Nicole Loraux, La guerra civil en Atenas. La política entre la sombra y la utopía (Madrid: Akal, 2008). Su trabajo es un ejemplo del uso del "anacronismo controlado" para estudiar los elementos de la guerra civil poniendo en relación la Grecia clásica con la Comuna de París. Desde el punto de vista filosófico Jacques Rancière identifica a propósito de los momentos de revolución política y en una reflexión que recuerda a la de Marc Bloch, la emergencia de una transposición de temporalidades y de formas de nombrar que hablan del exceso que caracteriza al lenguaje, ese anacrónico que desorganiza las temporalidades y el discurso y, que según Rancière, ha sido domesticado por la Ciencias Sociales, eliminando la fuerza desarticuladora del anacronismo. Tales ideas se desarrollan en el artículo Jacques Rancière, "Le concept d'anachronisme et la verité de l'historien" citado tanto por Ginzburg como por Didi-Huberman, y al que desafortunadamente no he tenido acceso. Para complementar, ver Jacques Rancière, Los nombres de la historia. Una poética del saber (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1993), en particular, 35-54. Para estudiar la discusión desde la Historia del Arte, ver Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte como disciplina anacrónica" en Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Didi-Huberman (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2008), 31-97.

8 Esta obra de Bloch cuenta con dos traducciones al español: Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador, traducido por María Jiménez y Danielle Zaslavsky, 2a edición revisada (México: Fondo de Cultura Económica, 2001); y Marc Bloch, Introducción a la Historia, traducido por Pablo González y Max Aub, 3a reimpresión (México: Fondo de Cultura Económica, 2003). Cabe apuntar que Ginzburg convierte al inglés, las citas tomadas directamente del francés. De otro lado, a pesar de que la versión propuesta por Étienne Bloch (Apología para la historia), recupera todos los detalles e inflexiones del manuscrito original, aquí he optado por usar la traducción española de Pablo González y Max Aub, quienes retoman la edición que Lucien Febvre hizo de la obra en 1949, debido a que el lenguaje en esta traducción me parece más claro. Considero que los pasajes aquí estudiados no sufren transformaciones que puedan afectar mi argumento. Ver: Marc Bloch, Introducción a la Historia, 38.

9 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 153.

10 Es interesante constatar que esta apreciación de Marc Bloch parece también hacer eco en algunas reflexiones centrales del historiador alemán Reinhart Koselleck, a pesar de que este no cita al maestro francés. Al respecto, ver Reinhart Koselleck, "Historia, historias y estructuras formales del tiempo", en Futuro Pasado. Koselleck, 127-140; y Reinhart Koselleck, historia/Historia, traducido por Antonio Gómez (Madrid: Trota, 2004).

11 Estas ideas están desarrolladas en Marc Bloch, Introducción a la Historia, 153-159 y 163-168.

12 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 98: "The former alternative [...] leads nowhere: at times, the resilience of intrinsically ambiguous words conceals the change in their meanings; at others, similar meanings are concealed by a multiplicity of terms. We are left with the other alternative, which is risky: terms like 'factory system' for instance, may seem to be a substitute for analysis, hence promoting 'anachronism: the most unpardonable of sins in a time-science". Sobre los párrafos que inspiran esta interpretación de Ginzburg, ver Marc Bloch, Introducción a la Historia, 162 y 167.

13 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 50.

14 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 143.

15 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 162. Cursivas añadidas por la autora.

16 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 144 y 157.

17 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 167. Cursivas añadidas por la autora. A propósito de los términos abstractos definidos como fantasmas, este autor dice: "Luego, el homo religiosus , el homo oeconomicus, el homo politicus, toda la retahíla de hombres en us, de la que se podría alargar la lista hasta el infinito, son cómodos fantasmas, y el peligro sería grave si los tomáramos por otra cosa", Marc Bloch, Introducción a la Historia, 147.

18 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 100-101.

19 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 101.

20 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 102. Se refiere a su libro, Carlo Ginzburg, Los benandanti. Brujería y cultos agrarios entre los siglos XVI y XVII (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2005) [original en italiano, 1966]. Ver en particular 100-129.

21 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 106: "With some embarrassment I discovered, apart from my emotional identification with the victims, a troubling intellectual contiguity with the persecutors". Al respecto ver, Ginzburg, "El inquisidor como antropólogo", en El hilo y las huellas, Ginzburg, 395-411. La diferencia de símbolos o lenguajes que conviven de forma compleja en una sociedad, en lo que llamó "un bilingüismo jerárquico", así como la incapacidad del lenguaje de reflejar completamente la realidad, fueron también señaladas por Marc Bloch, Introducción a la historia, 159-161.

22 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 104: "In the light of the risky contiguity between the historian's language and the language of evidence, the sterilization of the instruments of analysis is urgent than ever especially in cases that display a contiguity between observer and observers-actors (the inquisitor as anthropologist, the inquisitor as historian)".

23 Para una revisión de la genealogía de estos conceptos tanto en la lingüística, como en la antropología cultural, ver Thomas Headland, "A dialogue between Kenneth Pike and Marvin Harris on emics and etics" en Emics and etics: the insider/outsider debate, eds. Thomas Headland, Kenneth Pike y Marvin Harris (California: Sage Press, 1990). Versión electrónica:    http://www-01.sil.org/~headlandt/eticemic.htm.

24 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 105: "Historians start from questions using terms that are inevitably anachronistic. The research process modifies the initial questions on the grounds of new evidence, retrieving answers that are articulated in the actor's language, and related to categories peculiar to their society, which is utterly different from ours". Cursivas añadidas por la autora.

25 Ginzburg toma la cita directamente del original en francés. Para la traducción al español, ver Marc Bloch, Introducción a la Historia, 155-156.

26 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 105: "Questions, no answers: a distinction which has been missed by those who either carelessly emphasized the role of anachronism in historical research, or dismissed anachronism altogether as a pertinent category. One stars from etic questions aiming to get emic answers".

27 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 106.

28 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 108-109: "In other words, one has to work out cases, which will lead to generalizations [...] The greater the distance from the primary evidence is, the greater the risk of being caught out by hypotheses put forward either by intermediaries or by ourselves actually becomes. In other words, we risk finding what we are looking for and nothing else".

29 Carlo Ginzburg, "Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales", en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 138-175.

30 El argumento de este autor se apoya en el concepto de punto de partida (Ansatzpunkt) desarrollado por Auerbach para dar cuenta, en un análisis sintético, de la enorme diversidad de la literatura mundial. En definitiva, esta propuesta aboga por llegar a una conclusión general en la que no se pierda la diversidad y multiplicidad que define el objeto de estudio. Esta posición fue criticada fuertemente por Perry Anderson, en Perry Anderson, "The force of the anomaly", London Review of Books Vol: 34 n.° 8 (2012), http://www.lrb.co.uk/v34/n08/perry-anderson/the-force-of-the-anomaly. (consultado el 18 de julio de 2015).

31 Carlo Ginzburg, "Our Words, and Theirs", en Historical Knowledge, eds. Susanna Fellan y Marjatta Rahikainen, 109: "Yet, microhistory, based on analytic (and thus first-hand) research, aims at generalization: a word which is usually, and wrongfully, taken for granted [...] Emic answers generate etic questions, and viceversa".

32 Muestras de este cambio de curso en Carlo Ginzburg, Historia nocturna. Un desciframiento del aquelarre (Barcelona: Muchnik Editores, 1991). Ver también Carlo Ginzburg y Trygve Riiser Gundersen, "On the dark side of history. Carlo Ginzburg talks with Tryve Riiser Gundersen", entrevista, Samtiden (2003), versión electrónica en inglés: http://www.eurozine.com/pdf/2003-07-11-ginzburg-en.pdf.; y las compilaciones, Carlo Ginzburg, El hilo y las huellas; y Carlo Ginzburg, History, Rhetoric and Proof (Hanover y Londres: University Press of New England, 1999).

33 Carlo Ginzburg, "Indicios. Raíces", en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 138-175. Este Capítulo puede considerarse una forma en la que el italiano da cuenta del método conjetural con el que construyó su libro El queso y los gusanos. Al respecto, consultar: Julio Serna y Anaclet Pons eds., Cómo se escribe la microhistoria, 146-163.

34 Carlo Ginzburg, "Indicios. Raíces", en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 152.

35 Carlo Ginzburg, "Indicios. Raíces", en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 140-143. Didi-Huberman, en una nota a pie de página, rechaza las conclusiones de Ginzburg en este artículo. En particular la imagen de "un Freud ávido de detalles e 'investigador policial', cercano en cierto modo a Sherlock Holmes". Ver: Georges Didi-Huberman, Ante la imagen. Pregunta formulada a los fines de una historia del arte (Murcia: CENDEAC, 2010), 208. Desafortunadamente, no expande las razones de su desacuerdo.

36 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 46-47.

37 Carlo Ginzburg, "Indicios. Raíces", en Mitos, emblemas e indicios, Ginzburg, 162-163.

38 Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, 98-99. Paola Zambelli hizo, en su momento, una dura crítica a Ginzburg, en Paola Zambelli, "From Menocchio to Piero Della Francesca: The Work of Carlo Ginzburg", The Historical Journal Vol: 28 n.° 4 (1985): 983-999.

39 Carlo Ginzburg, "Microhistoria: dos o tres cosas que se de ella", en El hilo y las huellas, Ginzburg, 351-394.

40 A pesar de estas coincidencias importantes, ambos autores se citan solo marginalmente para implicar desacuerdos profundos. Al respecto, ver Georges Didi-Huberman, Ante la imagen, 208. Sobre la relación entre el trabajo de Carlo Ginzburg y el de Aby Warburg, ver Federico Ardila "Entre el nachleben y el paradigma indiciario: Carlo Ginzburg y el método warburgiano en la historia del arte", Historia y Sociedad n.° 30 (2015).

41 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 49 y 50. Como lo puntualiza el autor estos asuntos ya fueron propuestos por él en su trabajo anterior, Georges Didi-Huberman, Ante la imagen, 21-72.

42. Para una lectura que enfatiza la influencia ejercida por la obra de Walter Benjamin, Aby Warburg y Jacques Rancière en esta concepción de la relación entre el anacronismo del tiempo histórico y la imagen, ver Carlos Mario Fisgativa, "Imágenes dialécticas y anacronismo en la Historia del Arte (según Georges Didi-Huberman)", Filosofía UIS Vol: 12 n.° 1 (2013): 155-180.

43 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 39-40.

44 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 41-42.

45 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 39-40. Jacques Rancière había mostrado que el anacronismo es una forma en que se expresa la sobredeterminación de las palabras. Ver: Jacques Rancière, Los nombres de la historia, 42.

46 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 50.

47 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 54.

48 Marc Bloch, Introduccióna la historia, 31-32. Para la referencia al "el ídolo de la falsa exactitud" ver 176.

49 Marc Bloch, Introducción a la historia, 47.

50 En este punto Didi-Huberman recoge las reflexiones de Rancière, en Jacques Rancière, Los nombres de la historia, 57-69.

51 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 59-63.

52 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 59.

53 Marc Bloch, Introducción a la historia, 167.

54 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 55.

55 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 55. Es interesante constatar que Carlo Ginzburg dedicó una crítica similar a las conclusiones obtenidas por Lucien Febvre en su texto El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais. Al respecto, ver Carlo Ginzburg, "Prefacio", en El queso y los gusanos, Ginzburg, 21-22.

56 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 64-66. De Nicole Loraux, rescata el interés por reivindicar el valor heurístico del anacronismo. Ver: Nicole Loraux, "Elogio del anacronismo", en La guerra civil en Atenas, Loraux, 201-217. Profundamente inspirada por las reflexiones de Marc Bloch sobre la complejidad del tiempo histórico, Loraux propone una "práctica controlada del anacronismo" que en definitiva aboga por un proceso experimental de trasladar cuestiones del presente para entender los hechos políticos del pasado, en la convicción de que lo anacrónico tiene que ver con la "atención a lo repetitivo", lo que a su vez no puede desligarse de la interacción entre las pasiones y el poder.

57 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 64-66. Esta aseveración debe ser contrastada con un artículo en el que François Dosse discute los aportes que algunos historiadores, en su mayoría franceses han hecho para pensar la complejidad de los tiempos históricos incorporando elementos teóricos tanto de la filosofía, como del psicoanálisis. Ver: François Dosse, "De l'usage raisonné de l'anachronisme", EspacesTemps Les Cahiers n.° 87-88 (2005): 156-171; y Fina Birulés, "Usos del anacronismo: memoria y contemporaneidad", ponencia, XV Congreso Nacional de Filosofía de la Asociación Filosófica Argentina, Buenos Aires, diciembre de 2010, quien hace una lectura de lo que ha sido el tratamiento realizado por historiadores y filósofos a la idea de anacronismo, haciendo en buena parte, una revisión del citado artículo de Dosse.

58 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 56.

59 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 123.

60 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman ,57-58.

61 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 62-71.

62 Marc Bloch, Introducción a la Historia, 32.

63 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 63-66. El autor se refiere en este punto, a la historiadora de la Antigüedad Nicole Loraux y al filósofo Jacques Rancière, quienes, al igual que él, retoman la fundamental propuesta de Bloch de que el tiempo histórico es una compleja conjunción entre lo que permanece y lo que se transforma, entre la diferencia y la repetición.

64 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 63-64.

65 Georges Didi-Huberman, "Apertura: Historia del arte", en Ante el tiempo, Didi-Huberman, 71-78.


 

 

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