Introducción
Y de todo lo que en la jornada ha sucedido damos aviso y rrelaçion a vuestra magestad suçisivamente puesto caso que del dicho lliçinciado Ximénez y de nosotros que alla vamos [...] se le dará más larga cuenta y podrá vuestra magestad quedar bien ynformado deste nuevo Reygno nuevamente conquistado... Lebrija y San Martín, Relación del Nuevo Reyno
El primer tipo discursivo con información detallada sobre las tierras muiscas que circuló en el entorno hispánico fueron las relaciones de las expediciones ibéricas que invadieron la zona, especialmente aquellas escritas por Gonzalo Jiménez de Quesada y los capitanes de su compaña entre los años 1539 y 1550, aproximadamente. Este fue el comienzo de un largo proceso de construcción imaginaria y apropiación concreta del Nuevo Reino de Granada, ese recodo de la América del Sur que varió su jurisdicción territorial conforme avanzaba la época colonial1. Tal proceso no fue lineal ni suave: en la escala macro, estuvo inmerso en las acres luchas políticas del periodo en torno de diferentes paradigmas de colonización; a escala micro, enfrentó diversos actores civiles y religiosos que pretendían cosechar mejores posiciones, reputación y control sobre mano de obra y recursos. Parto de tres hipótesis sencillas. En primer lugar, la escritura alfabética occidental, y más concretamente en su forma textual y manuscrita, fue un importante mecanismo en la construcción del Nuevo Reino como una entidad discernible dentro las Indias españolas, aunque no el único ni probablemente el más importante. En segundo lugar, el cronista real Gonzalo Fernández de Oviedo tuvo especial protagonismo como compilador y mediador de estas relaciones, varias de las cuales -o fragmentos de las mismas- incluyó en la segunda parte de su Historia general y natural de Indias, obra que a pesar de estar completa a mediados del siglo XVI permaneció inédita por casi trescientos años en su versión integral2. En tercer lugar, estos textos tempranos prefiguraron varios tópicos y representaciones discursivas que se consolidaron posteriormente en las crónicas locales más extensas, por ejemplo, sobre los grupos indígenas, los conquistadores y el territorio. El texto presenta la siguiente secuencia temática. Comienzo comentando las principales motivaciones de las relaciones de Indias hasta el reinado de Carlos V, a manera de contexto general; luego, resumo el proceso de construcción y circulación de estos documentos y sus autores; finalmente, examino los contenidos centrales de las relaciones y apunto pistas interpretativas para futuros estudios al respecto. Por razones heurísticas dejo por fuera otros tipos discursivos tempranos como las probanzas de méritos, las visitas de la tierra, los numerosos papeles judiciales y administrativos y las llamadas Relaciones geográficas de Indias posteriores a 1550, cuando se estableció la Real Audiencia de Santa Fe y el proceso de "conquista" y "pacificación" se completó nominalmente. Tampoco incluyo en el análisis las relaciones de otras regiones de la Real Audiencia, como Popayán y Cartagena.
La doble motivación de las relaciones de indias
Desde los comienzos de la expansión ultramarina, la Corona española promovió el envío de relatos e informaciones relativas a los lugares, costumbres y demás "cosas de Indias" a medida que avanzaba el proceso de reconocimiento e invasión de las tierras y que los mecanismos administrativos se tornaban más complejos3. Ya en la carta de los Reyes Católicos a Cristóbal Colón con indicaciones para su cuarto viaje (1502-1504) le ordenaban:
"Facer memória [sic] de todas las dichas islas, y de la gente que en ellas hay y de la calidad que son, para que de todo nos traigas entera relación"4. En la primera etapa de expansión, la Corona muchas veces se limitó a exhortar a los líderes de las expediciones a llevar el registro escrito de los bienes económicos conseguidos, y ellos a su turno podían hacer el mismo requerimiento a sus capitanes subordinados. Las personas encargadas de elaborar tal constancia material generalmente eran los escribanos -o letrados- que debían estar presentes en cada nueva invasión y fundación5. Un buen ejemplo es el documento con las instrucciones que Jiménez de Quesada recibió antes de emprender la jornada del Magdalena, en el cual el adelantado Pedro Fernández de Lugo le ordenaba verter al papel únicamente lo concerniente al lucro material6. Con todo, el propio Jiménez de Quesada y muchos otros conquistadores hicieron algo más: escribieron reportes dirigidos al rey o al Consejo de Indias, conocidos en la época como relaciones, que no se limitaban a una mera lista de las riquezas sino que describían otros aspectos de la tierra y los eventos vividos, resaltando las fazañas de sus autores y redes clientelares7. Las motivaciones personales que operaban en la redacción de tales documentos eran de diverso orden. Entre ellas destaca el propósito de solicitar rentas, títulos, vasallos o propiedades en consonancia con la economía de servicios y mercedes que gobernada el sistema social hispánico: a mayores servicios, mejores mercedes. También se utilizaron las relaciones para denunciar las injusticias de individuos rivales, tales como violencia contra los indígenas o agravios en la distribución de riquezas, cargos, tierras y seres humanos8.
En resumen, la elaboración de las relaciones era movilizada por dos grandes fuerzas: en primer lugar, una demanda oficial de información fidedigna o "noticias ciertas"9 para realizar un fin pragmático acorde con el adagio "conocer para gobernar mejor". Tal procura se hizo más asidua y sofisticada con el tiempo y dio lugar a las llamadas Relaciones geográficas de Indias: descripciones sincrónicas de las provincias y localidades americanas al estilo de la cosmografía renacentista, que se produjeron de forma masiva en el reinado de Felipe II como respuesta a un cuestionario estándar. Pero ya desde los años de su padre Carlos tal interés estaba presente, especialmente después de la invasión al Anáhuac10. Y, en segundo lugar, por la motivación personal de los autores, que buscaban realzar su papel individual en cada frente de expansión, así como el atractivo económico de los respectivos territorios para obtener favores por parte de la Corona. En ese sentido, las relaciones tienen elementos en común con la retórica judicial y con el espíritu caballeresco de las probanzas de méritos y servicios, una variedad documental que ha atraído cada vez más la atención de los investigadores por su potencial informativo y enorme abundancia en los archivos11. Las relaciones también fueron expresión de una embrionaria sensibilidad geográfica y etnográfica gestada al calor del saber cosmográfico y la literatura de viajes europea, género que floreció justamente entre finales del siglo XV y comienzos del XVI, sobre la base de informes de mercaderes, soldados, embajadores y emisarios eclesiásticos, entre otros12. En dicho corpus en formación se creó un lenguaje de curiosidad etnográfica atenta a las costumbres, creencias y formas de organización sociopolí-tica de los pueblos no europeos13. Paralelamente a esa tendencia de observación y descripción de cuño más "moderno", en la literatura etnográfica se perciben trazos de la fascinación por lo exótico y lo maravilloso asociado a lugares remotos, un sentimiento que estuvo alimentado por una larga tradición occidental de imaginar al otro de manera fantasiosa e impregnada de estereotipos culturales14. Tópicos como el país dorado, los antropófagos y las ciudades de oro formaban parte del bagaje cultural de los hombres y mujeres que vinieron a América, entre ellos Gonzalo Jiménez de Quesada y sus compañeros.
Las relaciones de los capitanes de Jiménez de Quesada y la mediación de Oviedo
Dos capitanes de infantería de la hueste de Jiménez de Quesada -Juan de San Martín y Antonio de Lebrija- que viajaban con él rumbo a la península ibérica en 1539 escribieron la primera relación dirigida al emperador sobre la entrada al Nuevo Reino de Granada, que fue enviada al Consejo de Indias a través de la Real Audiencia de Santo Domingo (Tabla 1)15. Carlos V fue notificado sobre esta a través de un resumen elaborado por el relator del Consejo y el cual mostró la primera percepción del centro imperial sobre ese recodo de los Andes, valorado especialmente como posible paso hacia el Perú16. San Martín y Lebrija eran conquistadores con cierta experiencia en las Indias y participaron en exploraciones por el río Magdalena antes de la expedición de Pedro Fernández de Lugo. Del primero se sabe que nació en Burgos y participó en las guerras de Italia antes de cruzar el Atlántico, un rasgo biográfico recurrente en los conquistadores. El segundo era extremeño y nieto de Elio Antonio de Nebrija, asesor real y uno de los principales humanistas castellanos, autor de la famosa Gramática castellana de 1492. Valdría la pena explorar más ese parentesco documentado por Pedro Martín Baños en dos artículos que no he visto citados en la historiografía colombiana17. Tanto San Martín cono Lebrija se quedaron en España y el segundo murió en 1540 o 154118.
El texto de Lebrija y San Martín fue copiado verbatim por Fernández de Oviedo, a la sazón cronista real y alcaide de la fortaleza de Santo Domingo, ávido de noticias frescas sobre todos los rincones del Nuevo Mundo. Además de esa versión, hay una copia en el Archivo General de Indias19. Al cotejarla con la transcripción de Gonzalo Fernández de Oviedo se constata que este autor reprodujo el texto original con bastante fidelidad. De igual modo, aquel recibió información a viva voz de otros dos participantes de esa entrada que citó como un solo testimonio: el capitán de infantería Juan del Junco y el capitán de bergantín Gómez del Corral20. Esos dos relatos de los cuatro capitanes fueron usados por el cronista madrileño en la confección de la segunda parte de la ya mencionada Historia general y natural de Indias21. Otra relación de la expedición de Jiménez de Quesada datada cerca de once años después (ca. 1550) es atribuida a un capitán de bergantín de la expedición del licenciado andaluz: el portugués Antonio Díaz Cardoso22. Esta se conoce como "Relación anónima" o "Relación de Santa Marta" y constituye otra fuente relativamente minuciosa sobre el proceso de intrusión ibérica23. Al parecer aquella no fue conocida por Fernández de Oviedo, permaneciendo inédita hasta 1916. Como Lebrija y San Martín, Díaz Cardoso llegó a las Indias antes de la armada de Lugo y tomó parte en varias entradas por el espacio costero de Santa Marta, pero en contraste con aquellos dos, se radicó en el Nuevo Reino y recibió encomiendas. Esta relación -tanto como la de Lebrija, la de San Martín y las de expedicionarios que recorrieron otras regiones de América- demuestra una competencia escrita baja propia de autores semiletrados pero que fueron atentos observadores y actores de una realidad nueva para ellos24.
Federmán, Oviedo y los manuscritos perdidos de Jiménez de Quesada
Amén de los mencionados capitanes, el propio Gonzalo Jiménez de Quesada y su concurrente Nicolás de Federmán también dejaron constancia escrita de sus respectivas jornadas al Nuevo Reino de Granada25. Ambos personajes se encuadran en el tipo del "conquistador-cronista", inaugurado en las Indias por Hernán Cortés y replicado por nombres como Bernal Díaz del Castillo, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Pedro Cieza de León. En el Nuevo Reino, aparte de Jiménez de Quesada y Federmán, hay que mencionar a Juan de Castellanos y más tarde Bernardo de Vargas Machuca, quienes fusionaban dos ideales caros al Renacimiento: el cultivo de las letras y el de las armas. Federmán narró su primera experiencia en la Provincia de Venezuela al final de la década de 1520 en un texto publicado póstumamente por su cuñado Hans Kiffhaber, con un título bastante curioso: HISTORIA INDIANA. Una preciosa y amena historia del primer viaje de Nicolaus Federmann, el joven, natural de Ulm, emprendido desde España y Andalucía a las Indias del mar Océano, y de lo que allí le sucedió hasta su retorno a España. Escrito brevemente y de amena lectura26. El manuscrito contiene información etnográfica de diversas "naciones" indígenas de la Amazonia venezolana, como los xideharas, ayamanes, cayones, xaguas, caquetíos, cuybas y otros grupos.
Es una pena que el autor no haya dejado un relato de su paso por el territorio muisca comparable a la Historia indiana. El único registro que se conserva está mediado por la criba de Oviedo, poco afecto al aventurero tudesco. Se trata de una carta redactada por Federmán en agosto de 1539 en la isla de Jamaica, dirigida al oidor de la Audiencia de Santo Domingo, Francisco Dávila, sobre su jornada en los Andes septentrionales, copiada, mediada por Oviedo en la segunda parte de la Historia general27. La misiva del "hombre pluma" muestra su deseo de volver al Nuevo Reino, que según él hacía parte de la Provincia de Venezuela y cuya riqueza era sin comparación: "La más rica tierra de oro y piedras esmeraldas que hay en lo descubierto, tanto por tanto, aunque es chico rincón"28. En cuanto a Jiménez Quesada, gracias al mayor dominio de la escritura por su educación formal en leyes, este pudo elaborar varias relaciones y crónicas sobre el Nuevo y el Viejo Mundo. No obstante, ninguno de esos textos fue publicado en vida y casi todos están perdidos29. La única obra manuscrita que se conserva con atribución autoral suficientemente comprobada es el Antejobio30. Al parecer fue redactado en la Audiencia de Santa fe hacia 1567. Consiste en una narrativa polémica de historia contemporánea europea, con el objetivo de rebatir las apreciaciones antiespañolas de uno de los best-seller de su época, la monumental Historiarum sui Temporis (1553-1560) de Paolo Giovio (1483-1552), humanista italiano perteneciente al círculo del papa León X y enemigo declarado de Carlos V31. La transcripción del Antejobio fue publicada en la segunda mitad del siglo XX por el americanista sevillano y biógrafo de Jiménez de Quesada, Manuel Ballesteros-Gaibrois32. Se puede inferir por referencias intertextuales que Gonzalo Jiménez de Quesada también compuso por lo menos un texto de carácter general sobre las Indias españolas y varios acerca del Nuevo Reino33. La intervención de Fernández de Oviedo, una vez más, aseguró la transmisión de uno de ellos. En efecto, al volver a España en 1539, Jiménez de Quesada escribió o llevó consigo una relación de la invasión a las tierras muiscas que prestó a Oviedo por algunas semanas34. El manuscrito original desapareció pero fragmentos resumidos del mismo fueron incluidos, comentados y con bastante probabilidad retocados por Oviedo -con indicación de procedencia- en el libro XXVI de su Historia general, al cual llamó "gran cuaderno de subcesos [sic]"35. La densidad de la descripción etnográfica y de los pormenores de la invasión presente en el texto de Jiménez de Quesada mediado por Oviedo fue aún mayor que en las otras relaciones de los capitanes de la expedición. Sin embargo, discrepo de Jorge Gamboa cuando afirma que el cronista imperial "tomó el cuaderno que le prestó Quesada y lo copió fielmente. Se podría incluso separar esta parte y publicarla bajo el nombre de Quesada sin cometer una arbitrariedad"36. Desde mi punto de vista la mediación de Oviedo no puede ser obliterada en este caso, a diferencia de la relación de Lebrija y San Martín37. Algunos pasajes de otro manuscrito de Gonzalo Jiménez de Quesada sobre el mismo tema, conocido como "Compendio historial de las conquistas del Nuevo Reyno" fueron usados por sucesivos cronistas locales a lo largo de los siglos XVI y XVII. Por ejemplo, Lucas Fernández de Piedrahita alegó haber encontrado una copia de este en una de las "librerías de la corte" en la década de 1660, e incluyó citas con indicación de procedencia en algunos capítulos de su Historia general de las conquistas del Nuevo Reyno de Granada38. El "Compendio historial" sería, entonces, una narrativa fundacional perdida39.
El "Epítome" y Jiménez de Quesada
Otra relación atinente a los muiscas y al Nuevo Reino es el "Epítome de la conquista del Nuevo Reyno de Granada". Esta fue redactada entre 1547 y 1550 en España40 y pese a su corta extensión ha suscitado considerable interés desde que el bibliófilo Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898) lo incluyera en 1889 como anexo de su obra sobre Juan de Castellanos41. Tres elementos han llamado la atención: su estilo, la información etnográfica que provee y el "enigma" de su autoría, merced a la semejanza total o parcial que presenta con varios fragmentos del "Gran cuaderno"42, que llevó a pensar en distintas hipótesis. Para no mencionar sino las más recientes, Juan Friede y Demetrio Ramos argumentaron que el autor exclusivo de ambos documentos era el licenciado andaluz. Para este último autor, lo que nos llegó es una versión trunca y resumida por el cronista real Pedro Mexía43. Recientemente, Carmen Millán de Benavides propuso de forma convincente que el artífice del documento fue Alonso de Santa Cruz (1505-1567), cosmógrafo mayor de Carlos V y Felipe II, con base en apuntamientos de varios conquistadores. Según Millán, Santa Cruz usó el "Epítome" como material de trabajo para una gran obra de geografía indiana. Desde esa perspectiva, se trataría menos de una relación de la "conquista" que un antecedente de las Relaciones geográficas de Indias del periodo filipino, ya que su eje no son los eventos militares sino la descripción del territorio y sus habitantes44. La profesora Millán hace un brillante análisis del contexto intelectual del "Epítome" y su génesis textual, pero me parece que no llega a resolver dos puntos: la repetición de pasajes que también figuran en el "Gran cuaderno" y la marcada exaltación de la figura de Jiménez de Quesada como agente exclusivo de la conquista muisca, que no se percibe, por ejemplo, en la relación de Lebrija y San Martín, más comedida en la ponderación de las acciones de Gonzalo Jiménez de Quesada, ni menos aún en la "Relación de Santa Marta", que deja relucir un tono crítico con el licenciado, da más relieve a los capitanes de la expedición e inclusive menciona ocasionalmente el papel de los indígenas aliados o enemigos. Por tal razón, pienso en una hipótesis a medio camino entre las anteriores: el principal artífice tal vez fue Santa Cruz, pero la mayor parte de los insumos usados para la redacción seguramente procedían de manuscritos quesadistas, validando su pretensión de convertirse en gobernador del Nuevo Reino.
Principales ejes temáticos
Como hemos visto, las relaciones de Jiménez de Quesada y sus capitanes fueron los primeros documentos con información circunstanciada sobre el Nuevo Reino. Estas constituyen un corpus relativamente pequeño que abarca los años 1539-1550 aproximadamente. Esta larga década marcó el final del reinado de Carlos V y fue especialmente turbulenta en materia de política indiana. Ávidos de asegurar sus privilegios, los conquistadores dejaron constancia de sus acciones. Pero ninguna de estas relaciones fue impresa en la época, ni siquiera por la vía indirecta de su principal compilador, Fernández de Oviedo, de forma que los primeros retratos impresos del suelo de los muiscas y de los panches serían las obras generales de dos cronistas imperiales: La historia de las Indias de Francisco López de Gómara y la Brevíssima relación de la destruición de las Indias (1552) de Bartolomé de las Casas. El verdadero redescubrimiento de las relaciones del Nuevo Reino, así como de otras partes de la periferia imperial tuvo lugar en el siglo XIX por obra de eruditos hispanoamericanos como Joaquín Acosta y Marcos Jiménez de la Espada -cuyos apellidos resuenan llamativamente con el conquistador andaluz-, relevados más adelante por los miembros de la Academia Colombiana de Historia en busca de los prohombres fundadores de la patria. Las relaciones pueden estudiarse desde prismas analíticos muy diversos que resalten sus aspectos intratextuales, intertextuales, contextuales o la recepción que han tenido en la tradición cultural e colombiana e hispanoamericana. A continuación repaso los ejes temáticos nodulares, estableciendo puentes con investigaciones ya efectuadas e invitando a formular nuevas preguntas y abordajes45. Primero, la tierra. El contraste entre las increíbles dificultades del viaje por la ribera del Magdalena y el arribo a una tierra llana y de clima frío es un denominador común de las primeras relaciones que perpetuarían los cronistas coloniales, y que en algunos casos adquirió connotaciones de llegada a una tierra prometida46. El entorno natural del altiplano, tan diferente del "infierno verde" de las regiones bajas, agradó a los intrusos que caracterizaron la región como una tierra "buena", abundante en mantenimientos y apta para "poblar"47. Aquellos fueron prolijos en detalles sobre la producción de sal, los animales criados por los muiscas y la fertilidad de sus comarcas. En los textos se notan también indicios de la separación binaria entre las regiones más bajas, llamadas tierra caliente, y las más altas, denominadas tierra fría. Cada una de ellas constituía un universo particular en clima, vegetación, recursos y habitantes, aunque eran interdependientes entre sí48.
Segundo, La riqueza. La riqueza vista, poseída o imaginada constituye el principal eje temático de las relaciones. Los elementos materiales del Nuevo Reino que más llamaron la atención de los invasores fueron el oro y las esmeraldas. Los autores coinciden en indicar que los muiscas, y en particular los señores o caciques, poseían grandes cantidades de aquellos minerales y que los valoraban en alto grado49. Tal atención se explica porque el oro y las esmeraldas eran muy preciados en la Europa del siglo XVI, aunque los imaginarios sobre los mismos diferían bastante entre indígenas y cristianos50. Las relaciones proveen la primera descripción de una mina de esmeraldas reportada por testigos presenciales en el contexto renacentista, localizada en la jurisdicción del cacique Somondoco. Estas sirvieron como un complemento discursivo de las muestras de piedras y oro que Jiménez de Quesada, Lebrija y San Martín llevaron a Europa. Como señaló Hermes Tovar, hasta agosto de 1537 el botín colectado no era considerable. Las reducidas cantidades de oro y esmeraldas recibidas como regalo o raptadas en las aldeas -incluidas las minas de Somondoco- dejaron insatisfechos a los españoles. Sin embargo, en ese mes, los intrusos se toparon con el cercado del Tunja y su vecino, el cacique de Sogamoso, donde arrebataron por primera vez una jugosa cantidad de oro y gemas51. Antonio de Lebrija era tesorero oficial de la expedición y junto con San Martín reportaron la suma de 140 000 pesos de "oro fino", 30 000 de "oro bajo" y "algunas piedras" como fruto del pillaje del Tunja; y 40 000 pesos de "oro fino", así como un poco de "oro bajo y piedras" en el poblado de Sogamoso52. Según Michael Francis, probablemente fue el segundo mayor botín indiano del siglo XVI después del proverbial saqueo del Perú53. No obstante, la percepción de tales lucros por parte de los capitanes de Quesada no fue muy alentadora. Lebrija y San Martín escribieron que lo recaudado en el cercado del Tunja ¡era "poco"!54 La "Relación de Santa Marta" también es bastante lacónica al calificar los botines de Tunja y Sogamoso. De forma parecida, en el "Epítome" leemos: "Fue grande la rriqueza [sic] que se tomó en la un provincia y en la otra [Bogotá y Tunja] pero no tanto como lo del peru con muncho"55. De acuerdo con esa misma fuente, las esmeraldas del Nuevo Reino marcaron la diferencia: "Pero en lo de esmeraldas, fue esto del nuebo rreino [sic] mayor no solo que las que se hallaron en el peru en la conquista del peru mas que en este articulo se ha oydo jamás desde la creaçion del mundo"56. Tal línea de razonamiento, que señala la primacía del Nuevo Reino en virtud de sus esmeraldas, se repetirá en la probanza de Jiménez Quesada y otras obras de la biblioteca colonial que ameritan mayor consideración57.
Tercero, los conquistadores. Al sobrevalorar la "lucha" contra las fuerzas naturales, las relaciones recurren al tópico caballeresco y religioso de los padecimientos para alcanzar la gloria58. No por azar Jiménez de Quesada escribió en su probanza que al "descubrimiento" del Nuevo Reino: "Se le da el primer lugar de desventuras espantosas y de trabajos nunca vistos y de otras calamidades nunca pensadas en la imaginación de los hombres indianos"59. Tal caracterización se repite en las demás relaciones, la Historia general de Oviedo y otras probanzas contemporáneas. Pero es claro que Gonzalo Jiménez de Quesada exageraba. Recordemos que en la misma época ya circulaba el relato de travesías más impresionantes, como la de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que atravesó a pie buena parte de América del Norte60. Por otra parte, las relaciones transmitieron convenientemente la noción de que la "conquista" del Nuevo Reino estaba finalizada en 1539, pero paradójicamente -como llamó la atención Manuel Lucena Salmoral- tal proceso se completó con muy poco derramamiento de sangre, visión que impugnó poco tiempo después fray Bartolomé de las Casas con notable éxito en su Brevíssima relación (1552)61. En general, los documentos también presentan a Jiménez de Quesada como el principal "conquistador" del Nuevo Reino. Si Cortés ya estaba ligado simbólicamente a la conquista de los mexicas y Pizarro a la de los incas, Jiménez de Quesada quedó asociado perdurablemente en la memoria colectiva a la región intermedia entre esos dos "imperios", en gran medida, gracias a las relaciones. Empero, Lebrija y San Martín, y más aún el autor de la "Relación de Santa Marta" fueron mucho más cautos y críticos a la hora de evaluar sus hazañas. En esta última, Gonzalo Jiménez de Quesada "repartió la tierra da[n]do a cada uno como se le antojó"62 y se destacó la participación de Díaz Cardoso en varios hechos puntuales, como la exploración de los caminos que ascendían por la cordillera Oriental desde la Tora.
Cuarto, Los indígenas. Ciertos elementos de la cultura material muisca llamaron la atención de los autores de las relaciones, principalmente los cercados de los gobernantes, comparados con los alcázares de la península ibérica, pese a ser construidos con materiales perecibles y poco "nobles", pero el asombro que suscitaron estaba lejos de rivalizar con las dos ciudades amerindias más admiradas en el siglo XVI: Tenochtitlán y Cuzco63. Los caciques muiscas fueron calificados como señores de numerosos vasallos y sus politeias como señoríos, reinos o provincias. La categoría de "reyes" indígenas era bastante común en la época, inclusive para caracterizar grupos nativos del Caribe, considerados menos sofisticados. Aun así, coincido con otros autores en que hay indicios de los muiscas como un grupo indígena poderoso y extenso, que en el siglo XIX condujo a su idealización como tercera civilización americana, en marcado contraste con las demás sociedades nativas de la Real Audiencia de Santa Fe, que no dejaban de ser behetrías64. Los muiscas fueron descritos en oposición con su antítesis cultural, los panches, que han recibido mucha menor atención académica. Esa contraposición se basó en una malla de opuestos binarios inaugurada por Colón al oponer los indios buenos-mansos con los indios malos-caníbales de las Antillas. Pero los panches, más aguerridos y temibles, tampoco ofrecieron una resistencia digna de mucha recordación en la óptica de los improvisados escritores de las relaciones, ni más adelante, salvo contados ejemplos de Juan de Castellanos y otros cronistas65. En resumen, los indígenas del Nuevo Reino, al contrario de los incas, los mexicas o los mapuches, no destacaron a ojos de los ibéricos por ningún atributo cultural demasiado llamativo. Y tampoco fueron vistos como enemigos de valía66. Al contrario, en el corpus estudiado los muiscas fueron retratados como seres mansos, pero de una mansedumbre que no llegaba a ser particularmente ejemplar. Hasta su redescubrimiento a fines del siglo XVIII, no dejaron de ser una suerte de indígenas anónimos, al igual que muchos de sus conquistadores.
Consideraciones finales
Dirigidas al rey o al Consejo de Indias y sumadas a otros documentos como procesos judiciales y cartas de misioneros, las relaciones de Gonzalo Jiménez de Quesada y sus compañeros circularon rápidamente en el entorno regio entre conquistadores, funcionarios reales, miembros del clero, cosmógrafos y cronistas, y sirvieron para diferentes fines: informar, imaginar, dar contorno a un territorio desconocido hasta entonces y, sobre todo, justificar las acciones individuales y demandar mercedes. Ellas presentan al Nuevo Reino como una tierra fértil, rica en oro y esmeraldas y densamente poblada por grupos indígenas pacíficos que fácilmente podían obligarse a ser tributarios. Pero, a pesar de sus atractivos, esta tierra no dejo completamente satisfechos a los intrusos y las relaciones también dan cuenta de todos los vagabundeos por la cordillera Oriental para encontrar regiones más prósperas, sin duda impulsados por la proverbial riqueza del Perú. Hasta que otras dos expediciones europeas se aproximaron y fue necesario conformarse con lo hallado e intentar protegerlo. Por eso, la figura individual que sobresale es la de Jiménez de Quesada, validando así su pretensión sobre el Nuevo Reino frente a Federmán y Sebastián de Belalcázar. Aunque de poco le valió, el licenciado contó con el estratégico beneplácito de Oviedo, un personaje central en todo este proceso, que no se limitó a recopilar y transmitir la información recibida, como se ha argumentado, sino que fue un activo mediador. El verdadero "descubrimiento" de las relaciones del Nuevo Reino tuvo lugar durante el siglo XIX, de la mano de la erudición patriótica que floreció tanto en las repúblicas hispanoamericanas como en la antigua metrópoli, ligada a la consolidación de las historiografías nacionales67. El documento que ha recibido más atención en ese contexto fue el "Epítome", pero se requieren estudios detenidos de otras relaciones neogranadinas. Merecen ser revisitadas, bien sea individualmente o como un corpus textual. Así se podrán desentrañar nuevos sentidos acerca de esta importante etapa de asentamiento del poder español en el actual territorio colombiano.