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Historia y Sociedad

versão impressa ISSN 0121-8417versão On-line ISSN 2357-4720

Hist. Soc.  no.41 Medellín jul./dez. 2021  Epub 28-Jul-2021

https://doi.org/10.15446/hys.n41.92029 

Dossier

Los "medio putos": masculinidades subalternas y dinámicas de género alternativas en la rural Pampa húmeda argentina (2014-2017)*

The "medio putos" (kinda faggy): Subaltern Masculinities and Alternative Gender Dynamics in the Rural Argentinean Pampas (2014-2017)

Os "medio putos" (meio bichas): masculinidades subalternas e dinâmicas de género alternativas nos pampas úmidos rurais da Argentina (2014-2017)

** Doctora en Antropología Social por École des Hautes Études en Sciences Sociales (París, Francia) y la Universidad Nacional de San Martín (Buenos Aires, Argentina). Profesora y becaria posdoctoral en la Universidad Nacional de San Martín, Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (Buenos Aires, Argentina). Coordinadora del Círculo de Estudios Maternidades y Maternajes en la misma institución https://orcid.org/0000-0001-9809-4196 jkunin@unsam.edu.ar


Resumen

En este artículo se indaga sobre las dinámicas de género en la Pampa húmeda argentina, centrándose especialmente en las masculinidades. Se realizó trabajo de campo etnográfico que incluye observación participante y entrevistas recolectadas entre 2014 y 2017 en un distrito rural, donde priman visiones de género muy conservadoras. Se concluyó que es central comprender la categoría émica "medio putos". Así son designados peyorativamente la minoría de varones que participan de iniciativas disidentes como el teatro comunitario y la producción de horticultura agroecológica. Comúnmente en Argentina se llama denigratoriamente "puto" al varón homosexual. El señalamiento en este caso no remite a la sexualidad de la persona en cuestión sino que designa su poca jerarquía social en un mundo fuertemente patriarcal. "Medio puto" pretende designar una corporalidad feminizada -que no demuestra cotidiana ni ruidosamente su virilidad- y que, aunque no asuma una identidad ni prácticas homosexuales, hace cosas "raras" que "los hombres de verdad no hacen". Este artículo, por lo tanto, muestra de manera empírica la heterogeneidad de posiciones ligadas con las masculinidades, especialmente las relativas a las subalternas para revelar cómo estas últimas pueden producir dinámicas de género, en cierta medida, alternativas a la hegemónica.

Palabras clave: masculinidad; género; ruralidad; pampa argentina; virilidad, homosexualidad; siglo XXI

Abstract

This article explores gender dynamics in the Argentinean Pampas, with a special focus on masculinities. Ethnographic fieldwork was conducted, including participant observation and interviews, between 2014 and 2017 in a rural district where very conservative gender views prevail. It was concluded that it is imperative to understand the emic category "medio putos" ("kinda faggy"). This is how minority males who participate in dissident initiatives such as community theater and agroecological horticulture production are pejoratively designated. Typically, in Argentina, a gay man is denigrated as a "puto" (faggy). The label in this case does not refer to the sexuality of the person in question, but rather to his low social hierarchy in a strongly patriarchal world. "Medio puto" is intended to designate a feminized corporeality (which does not demonstrate its virility daily or loudly) that, although it does not assume a homosexual identity or practices, does "weird" things that "real men do not do". This article, therefore, empirically shows the heterogeneity of positions linked to masculinities, especially those related to subaltern masculinities, in order to reveal how the latter can produce gender dynamics, to some extent, alternative to the hegemonic one.

Keywords: masculinity; gender; rurality; Argentine pampas; virility, homosexuality; XXI century

Resumo

Este trabalho pesquisa a dinâmica de género nos pampas úmidos argentinos, com foco principalmente nas masculinidades. O trabalho de campo etnográfico foi realizado, incluindo observação participante e entrevistas entre 2014 e 2017 em um distrito rural onde prevalecem visões de género muito conservadoras. Concluiu-se que é central o entendimento da categoria émica "medio putos". É assim que os homens pertencentes a minorias que participam de iniciativas dissidentes, como o teatro comunitário e a produção de horticultura agroecológica, são designados pejorativamente. Comumente na Argentina, o homossexual masculino é chamado de "puto" de forma denigrante. A afirmação, neste caso, não se refere à sexualidade da pessoa em questão, mas designa sua baixa hierarquia social em um mundo fortemente patriarcal. "Medio puto" tenta designar uma corporalidade feminizada (que não mostra sua virilidade cotidiana ou ruidosamente) e que, embora não assuma uma identidade ou práticas homossexuais, faz coisas "estranhas" que "homens de verdade não fazem". Este trabalho, portanto, mostra empiricamente a heterogeneidade de posições ligadas às masculinidades, especialmente aquelas relativas ao subalterno, para revelar como este último pode produzir dinâmicas de género, em certa medida, alternativas de género hegemónicas.

Palavras-chave: masculinidade; género sexual; ruralidade; pampas argentinas; virilidade, homossexualidade; século XXI

Introducción

Este texto analiza las dinámicas de género relativas a masculinidades subalternas en la Pampa húmeda argentina. Para ello se realizó trabajo de campo etnográfico entre 2014 y 2017 en un distrito rural con visiones de género muy conservadoras y signado por la producción agraria bajo el modelo hegemónico que combina herbicidas con capacidades biocidas y semillas transgénicas (OGM). Allí, los varones que participan de iniciativas disidentes como el teatro comunitario y la producción de horticultura agroecológica son minoría y han sido denominados peyorativamente en la localidad como "medio putos". En un contexto donde el temor a despertar sospechas de masculinidad "inadecuada" es omnipresente y cotidiano para los hombres, sus prácticas no-hegemónicas proponen una generización alternativa de los espacios públicos con el fin de que los varones aparezcan, o bien "por atrás" de las mujeres a la hora de la venta en los mercados y así demostrar que las mujeres "trabajan" y los hombres "ayudan", por ejemplo; o bien, siendo ellos mismos los que protestan frente estigmatizaciones discriminatorias a los habitantes de los barrios populares o frente a inequidades de género mediante el teatro u otras acciones culturales o artísticas creativas, en un lugar en el que las infrecuentes quejas públicas han sido a menudo protagonizadas por mujeres. Adicionalmente, al participar de prácticas agroecológicas los hombres rompen con las prácticas del agronegocio que con frecuencia sintonizan con nociones de género ultra conservadoras. La horticultura agroecológica implica la no utilización de pesticidas con el fin de conservar la salud de quienes cultivan y de quienes comen lo producido. No son pocos los peones rurales varones que utilizan pesticidas, obligados por la patronal, y asumen el hecho como una muestra de hombría propia por enfrentar un riesgo.

Las iniciativas sociales en las que los hombres aquí estudiados están inmersos son antirreproductoras de virilidad: se trata, casi en su totalidad, de espacios de homosocialidad femenina y esto localmente convierte a los hombres en débiles y los significa como sometidos; es decir, cumplen un rol que no es el que "naturalmente" les corresponde. Así, los varones resultan socialmente desjerarquizados. Si la reputación de las participantes con identidades femeninas se "salva" socialmente -debido a las prácticas de cuidado que se desarrollan a partir del teatro comunitario y la agroecología1- no hay "poder del cuidado" que "salve" la reputación de los varones participantes. Sin embargo, mediante sus tenaces e innovadoras estrategias de acción, estos proponen y crean discretamente otros modos alternativos de ser hombre en la pampa rural argentina.

Esta es la experiencia que trataremos a lo largo del texto. Para tal fin, a continuación se presentará la metodología utilizada y las actividades etnografiadas. Luego se describirá brevemente La Laguna, el distrito dedicado a la agroexportación en donde se realizó el trabajo de campo antropológico. A continuación se analizarán las prácticas y sentidos relativos a las masculinidades no hegemónicas identificadas en este estudio.

Metodología y actividades estudiadas

Esta investigación se enmarca dentro de un proyecto más amplio sobre mujeres y agencia en la pampa húmeda argentina y cuyo trabajo etnográfico se realizó entre 2014 y 2017. El primer grupo estudiado fue el de teatro comunitario en donde se hizo seguimiento etnográfico, a algunas residentes de las áreas marginalizadas, quienes se juntaron desde 2004 convocadas por algunas del centro de La Laguna para construir colectivamente obras de teatro con temáticas que hablen sobre lo que consideran sus problemas. Algunas de estas obras han versado sobre la "identidad" de los barrios periféricos y sobre temas de género para presentar ideas distintas a las hegemónicas de la ciudad. Las vecinas-actrices y los vecinos-actores actúan en ambos lados de la ciudad y en otras partes del país. Curiosamente, en la cotidianidad, poco se piensa en el público o en las repercusiones públicas de la obra: más allá de que formalmente se diga que el teatro comunitario quiere transformar la sociedad, quienes han cambiado realmente son las y los actores aficionados que participan de la obra.

El segundo grupo estudiado fue el de apoyo a la agricultura familiar agroecológica. Si bien no es una estrategia novedosa, fue reticularmente implementada en los últimos quince años. Desde hace cuatro años fue creada una feria de venta de verduras agroecológicas2 en la plaza central del casco histórico de La Laguna3 y fue articulada a un grupo de huerteras, por coordinadoras técnicas del entonces Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y del Ministerio de Desarrollo Social. En este proyecto se propone que el agricultor familiar siga viviendo en su lugar de origen, y se incentivan las producciones regionales que permitan el autoconsumo y la comercialización. Se busca al mismo tiempo que esa producción se realice desde perspectivas agroecológicas en un marco donde la producción agraria hegemónica expulsa campesinos y los contamina con los agroquímicos utilizados4. Cada una de estas experiencias guarda sus particularidades, que son susceptibles de ser analizadas rigurosamente en otro trabajo. Sin embargo, como conjunto, estas ofrecen una puerta de entrada para analizar las masculinidades no hegemónicas en distritos rurales argentinos.

En los dos grupos estudiados se realizaron más de cien entrevistas formales y se registraron charlas informales con las coordinadoras y participantes de ambos espacios. En el contexto de la investigación, nos invitaron a actuar con el grupo de teatro comunitario, a viajar con ellos, a participar de eventos nacionales, negociaciones con funcionarios locales, presentaciones en público y ensayos. Con respecto al grupo de apoyo a la agricultura familiar, hemos presenciado durante dos años sus ferias quincenales en la plaza central y también se ha realizado observación participante en un curso de capacitación que duró un año. También se ha seguido por redes sociales y grupos digitales cerrados, las interacciones de los grupos. Especialmente con las coordinadoras, hemos participado de su vida social cotidiana en sus casas, en sus trabajos, en intercambios con diferentes actores sociales y en una variedad de eventos. De igual manera, se entrevistaron a otros actores que interactúan de diversas maneras con coordinadoras o participantes, como políticos, gobernantes, trabajadores sociales, sindicalistas, docentes y habitantes de áreas periféricas no participantes.

La Laguna: un distrito dedicado a la agroexportación

La Laguna es un distrito localizado a 260 km de la capital argentina (Buenos Aires), dedicado mayoritariamente a la actividad agroexportadora, y ubicado en el noroeste del interior de la provincia de Buenos Aires, en la zona núcleo de la llamada pampa húmeda, el área más fértil del país. Tiene en total 47 000 habitantes. Su ciudad cabecera se llama también La Laguna y tiene unos 36 000 habitantes. Además de esta, hay doce pueblos que componen el distrito. La población de cada uno no suele superar los 1000 o a veces los 100 habitantes. Desde los años de 1990, la pampa húmeda pasó de ser una zona emblemática con producción mixta de cultivos diversos combinados con ganadería, a ser una zona dominada por el monocultivo de la soja transgénica.

Tal como explican algunos investigadores5, el nuevo modelo agroalimentario se ha expandido a escala mundial de la mano de grandes empresas transnacionales agroindustriales.

Se ha acrecentado el uso de nuevos insumos y de tecnologías desarrollados o impulsados por esas grandes empresas, los cuales tomaron protagonismo a partir de 1996 con la soja RR, o sea aquella basada en semillas transgénicas, combinándose con la denominada siembra directa y la utilización del glifosato, el agroquímico exclusivo aplicable a aquella implantación. La justificación de esta modalidad se sustenta en que el aumento de la escala de producción debe ir acompañado de una agricultura más intensiva. Asimismo, se ha incrementado la concentración, extranjerización e integración vertical al interior del sistema agroalimentario del país y ha crecido la agricultura de contrato. Se trata de una producción que tiene dos consecuencias importantes: primero, contribuye significativamente a la desaparición de una serie de explotaciones agropecuarias; y, segundo, genera una producción orientada casi exclusivamente hacia la exportación que sustituye en gran medida la producción de alimentos básicos orientados hacia la demanda del sector interno.

Por ejemplo, en la campaña 2016-2017 en La Laguna se sembraron 293 000 ha (69 % de la superficie del distrito), distribuidas en 35 000 ha de trigo, 40 000 ha de maíz, 5000 ha de girasol y 205 000 ha de soja transgénica resistente al glifosato. Tal como expresaron en comunicaciones personales ingenieros agrónomos de la zona, para la soja se utilizan aproximadamente 8 litros/ha entre herbicidas e insecticidas: de esta manera, solo para el cultivo de soja se están aplicando aproximadamente 1 640 000 litros de pesticidas en el distrito. La desaparición de centenas de pueblos rurales, de establecimientos productivos pequeños y medianos y el éxodo y desempleo rural son algunas de las secuelas de este modelo que involucran una "agricultura sin agricultores"6. En esa medida, una de las formas de adaptación muy frecuentes fueron los pools de siembra. Estos consisten en agrupar una serie de productores para comprar insumos en cantidades mayores y a mejores precios y contratar servicios de terceros para una superficie mayor que abaratara el servicio. A su cargo terminaron fondos de inversión y un management que incluía administradores, consultores y bancos auditores. De esta forma, los medianos y pequeños productores se vieron en la necesidad u oportunidad de arrendar sus tierras y gradualmente numerosos agricultores familiares abandonaron la producción y se convirtieron en mini rentistas.

Los procesos descritos disminuyeron la demanda de mano de obra y, en consecuencia, se registró un movimiento poblacional del campo a la ciudad cabecera de distrito y a sus periferias. Hay distritos en los que la falta de trabajo local ha generado procesos de migraciones diurnas, donde los trabajadores (varones) se trasladan a localidades vecinas para desarrollar sus actividades laborales. Los padres, familiares o parejas de las mujeres con las que trabajamos en esta investigación han sido algunos de ellos. Tal como lo han expuesto otros investigadores, en La Laguna también existe una dimensión menos festejada del crecimiento sojero: la expansión de los barrios periféricos donde se fueron alojando los pobladores rurales desplazados por el avance de la soja y la mecanización del cultivo7. Los migrantes internos suelen evocar las duras condiciones de vida y de trabajo que experimentaron en su vida en el campo. Campesinos y pequeños propietarios se instalaron allí en los últimos veinticinco años con sus familias y han desarrollado su vida social y económica en la ciudad cabecera de distrito y en su periferia, como en el caso de La Laguna, para buscar nuevas oportunidades laborales y de vivienda.

Las mujeres, que solían dedicarse al trabajo reproductivo de la unidad doméstica en los campos y a realizar trabajo productivo no remunerado como "ayuda" al marido o, a la sumo, a realizar tareas de cocina y limpieza eventuales para los patrones de sus esposos, dejaron de hacerlo al irse a vivir a las aglomeraciones urbanas con sus hijos. Alternativamente, al estar las tierras en manos de pooles, ya no existían casi familias propietarias que vivieran en la unidad productiva para la cual la mujer pudiera trabajar ocasionalmente. Las mujeres también comenzaron a tener un contacto más fluido con paradigmas metropolitanos vía iniciativas sociales y de desarrollo como las que aquí estudiamos. Esta nueva dinámica habilitó, en parte, una transformación en la agencia de las mujeres, en sus perspectivas laborales y de formación y en las dinámicas familiares.

Los 12 000 habitantes de las periferias de este distrito viven en un territorio con infraestructuras públicas inexistentes o deficientes, donde hay ausencia de transportes públicos y de hospitales. En esta área, las calles no están asfaltadas y no existen bancos u oficinas de administración pública. Además, los habitantes del centro de la ciudad cabecera del distrito, pertenecientes a capas medias y altas de la localidad, suelen estigmatizar a la población que vive en los suburbios y tiene un nivel de ingresos mucho menor.

La sociabilidad hegemónica tanto del centro de la ciudad como de sus periferias está marcada por los espacios de la casa y del trabajo. Por las tardes es habitual ir a la casa de familiares o amigos. En las fiestas cívicas es común ir a la plaza central o a los pueblos del distrito para comer, bailar o ver espectáculos: los hábitos metropolitanos de realizar actividades por fuera del hogar o del trabajo en tiempo que es clasificado como ocio no están muy instalados. Tampoco lo está realizar manifestaciones públicas de protesta casi por ninguna causa.

Los "medio putos", los "proxenetas" y los que "ayudan": los varones que sí participan

En las historias presentadas a continuación se describirá cómo se han naturalizado las ideas de que la mayoría de los hombres "solo trabajan". Ellos temen quedar asociados con las actividades de teatro y agroecología, por el "miedo a la cargada" y al qué dirán. Además suelen ser percibidos como más "pasivos" frente a las dificultades de la vida y suelen ser pensados como personas menos capaces de encontrar alternativas o soluciones ante los problemas. Por eso se entiende émicamente8 que, por lo tanto, les cuesta más "salir adelante". Sin embargo, describimos dentro de ese marco un conjunto de masculinidades subalternas que sí participa de diversas formas de las actividades estudiadas en este artículo.

Liliana, del grupo de horticultura agroecológica, asegura que a la mayoría de los hombres de La Laguna les da "vergüenza" participar en las actividades. Las que se "queman"9 públicamente son mujeres. "Quemarse" significa exponerse en términos negativos, es decir que, según ella, quienes se atreven a exponerse en público (quienes no le temen al fuego público) son las mujeres. Ellas, asegura, "la pueden dibujar10" más, pueden disimular su "excesiva" exposición, ya que para su propia mirada y la visión hegemónica local están o se están "cuidando"11. "Los hombres no participan para no quedar pegados"12. "Quedar pegados"13 tiene un significado similar a "quemarse", en cuanto a que connota exposición pero, además, "quedar pegado" implica quedar asociado a alguien o algo, adherirse a otra cosa, idea o persona En la expresión de Liliana, los hombres temen ser asociados a las actividades comunitarias y a quienes las realizan: no poder quitar o desadherir su reputación o su imagen ante los ojos de la comunidad.

No querer "quedar pegados" los lleva a no participar y a realizar una sobrecompensación masculina; es decir, reaccionan a la inseguridad masculina demostrando su masculinidad de maneras extremas, anticipándose a lo que perciben como amenazas (sean reales o ausentes) para su estatus viril14. El temor a despertar sospechas de masculinidad "inadecuada" es un temor omnipresente y cotidiano para los hombres15. Como indican las investigaciones sociológicas, la sobrecompensación masculina es más pronunciada en contextos donde la masculinidad se define de manera más estrecha, sus ideales son más inalcanzables y es valorada más que la femineidad16, como ocurre en La Laguna. Otra forma de leer estas prácticas es entender la no participación masculina como una estrategia de hipermasculinidad. Esta implica un ideal de hombría exagerado, vinculado al rol del guerrero, donde se resalta la dominación, la violencia, la fuerza física y la heterosexualidad obligatoria; y se reproduce siempre en oposición a las formas de femineidad17. La hipermasculinidad sería, así, una híper-no-femineidad que debe ser continua, decidida y obligatoriamente declamada18.

Desde esta perspectiva, las prácticas que no habilitan el ejercicio de la fuerza, la dominación y la violencia -como las estudiadas en este trabajo- son entendidas hegemónicamente como actividades que impiden la reproducción de la masculinidad. En relación al régimen de impedimentos y obstáculos, También se Kimmel habla del rol de los hombres como policías del género y describe la homofobia como el miedo a que otros hombres detecten su masculinidad insuficiente19. Ese miedo de sentirse insuficientemente masculino es vergonzoso y debe ser cubierto de manera defensiva con demostraciones intensas de masculinidad que incluyen la retracción de espacios como el estudiado, puesto que pondrían en riesgo una masculinidad siempre vulnerable.

En este punto, debemos recordar que las masculinidades no son identidades, esencias o formas de la personalidad, sino posiciones dentro de la trama de relaciones de género y poder, siempre diversas20. Así, las posiciones que adopta la masculinidad no solo tienen una dimensión intergénero (entre hombres y mujeres), sino también intragénero (entre hombres) y ambas dimensiones se configuran siempre de manera contextual y múltiple, y están atravesadas por diversas estructuras de desigualdad21. La cara pública de la masculini-dad hegemónica no es lo que los hombres poderosos singular e individualmente muestran ser, sino que su imagen arrastra todo aquello que los sostiene en el poder, y aquello que el resto de los hombres está acostumbrado a apoyar. En ese sentido, esta postura resulta afín a la noción gramsciana de hegemonía, que implica una alta cantidad de consentimiento. Pocos hombres son Bogarts o Stallones, pero muchos colaboran en sostener esas imágenes con sus prácticas, su deseo y su admiración22. Indudablemente, es pequeño el número de hombres que cumple con los patrones hegemónicos de manera completa23. Sin embargo, los hombres se benefician social y económicamente con el sistema patriarcal; cuentan con la innegable ventaja de la subordinación general de las mujeres24.

Las prácticas y discursos de los varones que coordinan y participan de los dispositivos aquí estudiados se relacionan a posiciones de masculinidad subalternas25. Y esto es así porque, en un mismo contexto, múltiples representaciones o modelos de masculinidad coexisten, muchas veces oponiéndose entre sí26. En La Laguna se pueden señalar analíticamente tres tipos de masculinidades subalternas presentes en los grupos comunitarios investigados: los "medio putos", los que "ayudan" y los "proxenetas". A continuación se presentarán las historias de diversos hombres participantes de los dispositivos para mostrar de qué modos las masculinidades subalternas se relacionan entre sí, y -al igual que en las relaciones intergénero- las relaciones intragénero son problemáticas y tienen su peso específico en el entramado de agencia y cuidados comunitarios.

Marcelo vive en Nueva Ciudad, el área periurbana marginalizada del distrito que aloja a los campesinos expulsados por la soja o a sus descendientes. Comenzó a participar del grupo de teatro comunitario cuando tenía 13 años. La directora del grupo lo conoció en un centro de apoyo escolar para jóvenes "complicados" y lo invitó a acercarse. Hoy en día, con 32 años, trabaja como coordinador en la Escuela de Arte Comunitario del grupo y recibe un sueldo por su tarea. Siente que, a diferencia de sus amigos de juventud, "no ha hecho nada de su vida". Inseguro en su forma de hablar, manifiesta bajito que le gustaría ser más parecido a como era su abuelo: "Era una persona trabajadora", explica en un tono con señales de frustración. Su abuelo vivía en el "barrio" que en ese entonces era "todo campo", en el ranchito de su hermano hasta que se construyó su casa apilando ladrillos los fines de semana. Hacía 5 km todos los días en bicicleta para trabajar en una granja. Pero Marcelo no se siente como su abuelo, sino como su padre:

Soy como el reflejo de mi papá, que no trabaja. Me gustaría trabajar más. Estoy quedado27 en el tema laboral. Otra gente de mi edad no se encuentra en la misma situación. Ellos ya crecieron trabajando. A mí me gusta andar de vago28. Yo no trabajo bajo patrón. Eso me costaría.29

Para Marcelo "hacer algo de su vida" implicaría trabajar "más", "tener patrón" o trabajar en algo no relativo al teatro comunitario; es decir, sus actividades teatrales no las reconoce como "trabajo". Él no ha crecido "trabajando", como sus amigos, sino actuando y estando en contacto con otras organizaciones culturales del país lo que, más que traerle orgullo, le trae incomodidad e inseguridad. La directora del grupo de teatro y sus colegas piensan que acercar el teatro al barrio es "darles otras oportunidades a los chicos del barrio"; para Marcelo, sin embargo, eso lo hace "menos hombre". Terminó la escuela secundaria en 2018, con 32 años, y ha logrado insertarse en un rubro laboral distinto al de la mayoría de los varones que lo rodean, que trabajan en la construcción o en trabajos estacionales u ocasionales en el campo. Otros de sus amigos están en prisión. Él, a pesar de estar en libertad y de poder dedicarse al teatro, que es lo que le gusta, asegura sentirse descontento. El trabajo con el grupo de teatro lo vuelve "vago" ante los ojos de sus vecinos y ante sus propios ojos.

Marcelo suele sacarse fotos "provocadoras", de acuerdo con los valores de la moral hegemónica de la zona: en campañas del grupo de teatro comunitario por la igualdad entre el hombre y la mujer, se lo ve orgulloso en las fotos usando pollera. Es uno de los pocos hombres que vocifera muy fuerte (y en solitario) por el "Ni una menos"30 en el barrio, tema al que se acercó a través de las actividades propuestas por el grupo de teatro. En obras de teatro, como Descolgados, donde se habla de la opresión sistémica hacia las mujeres, Marcelo interpretó al personaje principal: actuaba de hombre con masculinidad hegemónica, borracho, subestimando y gritándoles a las mujeres. Era curioso verlo en ese papel. Le cuesta imaginarse que un varón "común" pueda estar en el grupo de teatro: "¿Cómo se adaptaría a compartir con una mujer y hacer las cosas todos juntos? Igual..., se aprende", dijo. Marcelo no suele frecuentar muchos espacios de homosociabilidad masculina. Vive con su padre -con lo que gana en el grupo de teatro le costaría vivir solo-, no tiene pareja ni hijos a una edad donde ya es frecuente contar con una familia consolidada en La Laguna. Le encanta actuar, tal vez es por eso que no deja el grupo más allá de la frustración que, en parte, le trae no tener un trabajo que considere "de verdad".

La segunda historia que presentaremos, antes de analizarlas conjuntamente, es la de Federico. Él tiene 40 años y también es parte del grupo de teatro comunitario desde hace cuatro años. Como Marcelo, a menudo soporta que lo acusen por lo alto o por lo bajo de ser "medio puto". Nació en La Laguna en una familia de clase media y a los 18 años viajó a Buenos Aires a estudiar Ciencias Políticas. Allí militó en organizaciones de izquierda, dio clases de sociología y ciencia política en la Universidad de Buenos Aires y en una escuela primaria pública a la que asisten muchos chicos de barrios marginalizados urbanos en la capital argentina. Se casó con una asistente social con la que tienen tres hijas. Hace cuatro años regresó a La Laguna con su familia, entusiasmado porque veía que, por primera vez, había "movida"31 en el barrio. Se acercó al grupo de teatro, a dar talleres de género para las y los adolescentes del grupo y a participar con los adultos de la escritura de las dramaturgias. Su madre, en reiteradas ocasiones, se vio en la obligación de aclarar que Federico no es homosexual, en respuesta a los rumores que asocian su trabajo "no productivo" (y, para más, sobre temas de género) con una supuesta falta de virilidad.

Encima usa barba y pelo por los hombros, ambas cosas muy infrecuentes en La Laguna. "Hijo, ¿vos bien32 de qué trabajas?", le preguntó una vez su progenitora. "¡Pero mamá yo ya te dije!". "¡Sí!, pero la gente me pregunta y yo no sé qué decirle. ¿Qué les digo cuando me pregunten?". "¡Que soy docente!". Federico no trabaja de 8 a 12 y de 16 a 20, como muchos hombres en La Laguna. Da capacitaciones virtuales a distancia en temas de género para la Policía de la provincia de Buenos Aires, y ya lo ha hecho para otras fuerzas de seguridad. "Lo que no es trabajo pesado, empresario o chacarero se desprecia. Aunque el trabajo pesado también es denostado. Tu lugar [como hombre] es laburar, no perdiendo tiempo haciendo pavadas", reveló. "¿Tu hijo es gay, que está en toda esa movida?", le preguntaron nuevamente a la madre de Federico cuando él promocionaba en medios locales el festival para sexualidades disidentes en La Laguna. Federico explica que:

El arte transita o toca el lado sensible de las cosas, y acá el lado sensible está más vedado para los varones que en ningún otro lugar que yo estuve en mi vida. En cambio, la mujer sí puede [acercarse a lo sensible]. Cuando digo que es una ciudad conservadora lo digo por esas cosas. El hombre tiene que sufrir. Hasta en lo estético. Si sos lindo, sos puto. Tuve compañeros de secundaria rubios con ojos celestes y, por eso, para nosotros eran putos.33

Federico habla fuerte con los chicos del barrio, con mucha o demasiada elocuencia. Como "dando cátedra"34 en la universidad. Se siente libre y esperanzado en los barrios, mucho más que en el centro de la ciudad. En las elecciones internas de agosto de 2017, de manera inédita, salió victorioso como candidato a primer concejal del distrito por el Partido Obrero pero finalmente no consiguió un escaño. En palabras de Federico, "medio puto" es quien "no encaja en lo machirulo35 y las otras miradas masculinas lo detectan. Aunque se sepa que es heterosexual, es medio putito, ¿no?". Federico dice no sufrir por la matriz hegemónica de masculinidades la-gunenses. Tal vez porque ha estado en contacto con otros paradigmas y maneras de entender las masculinidades hegemónicas. Sus "duelos" y demostraciones públicas de masculinidad no suelen ser físicas, sino que, como se pudo observar, su virilidad pasa por demostrar potencia intelectual, "dando cátedra". Para los lagunenses, sin embargo, eso no le quita lo "medio puto". A Federico, en parte, le divierte aquella designación porque para él es marca de su superioridad y crecimiento frente a sus conciudadanos. Es amigo de muchas mujeres, muchas de ellas son las coordinadoras del grupo de teatro, y de los amigos o parejas de ellas, sobre todo los que no son originarios de La Laguna. Sus compañeros de la escuela secundaria no suelen querer frecuentarlo pero él parece no extrañarlos tampoco. Su madre, mientras tanto, no encuentra especial satisfacción en que sospechen que su hijo es "medio puto".

Por último, presentaremos a Gonzalo de quien podemos decir que es "medio puto" en potencia. Tiene 30 años y trabaja en una fábrica de ladrillos para la construcción, realizando tareas de elaboración con barro. Los fines de semana tiene otro trabajo pago: se dedica a la locución y trabaja como presentador de fiestas populares locales y de "cumpleaños de 15"36. Sus padres trabajan como caseros de una estancia en un pequeño pueblo del distrito, donde Gonzalo fue criado. Actualmente Gonzalo está en pareja con una de las coordinadoras del grupo de teatro. "Yo antes era el que bajaba la ventanilla del auto y le gritaba 'puto' a uno medio afeminado, pero venir al grupo con ella [mi pareja] me cambió"37. Cuando dijo esto estábamos en un encuentro de sexualidades disidentes en el centro comunitario, organizado por el grupo de teatro. Las travestis, transexuales, lesbianas y gays no sabían si reír de la ternura o darle una trompada a Gonzalo, que visiblemente conserva formas corporales, sentido común y humor un poco "machirulo".

Su padre -un "hombre de campo", trabajador rural "de toda la vida", bombero voluntario en su pequeña localidad-, seguramente no supiera que él estaba ahí. Si no, se hubiera avergonzado y lo habría golpeado, como lo hizo tantas otras veces. Hoy con un hijo de 3 años, Gonzalo revé críticamente cómo lo ha criado su padre, sobre todo en lo relativo hacia la violencia física. Gonzalo tampoco cuenta nada sobre su participación en esta reunión en los espacios sociales tradicionalmente masculinos por los que circula, como la fábrica. Si lo hiciera, posiblemente lo cuestionarían. Comúnmente en Argentina se designa denigratoriamente como "puto" al varón homosexual; pero en este caso el señalamiento no remite a la sexualidad de los varones, sino a su comportamiento social y a la condición de varón dominado en la que supuestamente caen los "medio putos". Como se ve, en las experiencias de Marcelo, Federico y Gonzalo, "medio puto" es una idea que condensa una acusación o sospecha de no poseer hombría "completa". Designa un borramiento de los límites simbólicos entre lo masculino y lo femenino. Implica, a ojos de la comunidad, poseer una corporalidad feminizada que no alcanza a compensar la masculinidad socialmente exigida y, aunque la persona así señalada no tenga necesariamente identidad ni prácticas homosexuales, resulta "evidente" que hace cosas "raras" que "los hombres de verdad no hacen"38, como participar de las actividades aquí estudiadas.

En este sentido, las actividades comunitarias suspenden la reproducción de las masculinidades hegemónicas, son antirreproductoras de virilidad. Los espacios comunitarios estudiados, al ser considerados socialmente como femeninos están, en consecuencia, parcialmente desvalorizados; así, los varones que los frecuentan resultan completamente desjerarquizados. La reputación de los varones y sus muestras de masculinidad caen en la jerarquía social junto con la caída simbólica de estos espacios (por femeninos). Integrar estos espacios, que casi en su totalidad son de homosocialidad femenina, convierte a los hombres en débiles, les quita la hombría y los significa como sometidos: cumplen un rol que no es el que "naturalmente" les corresponde. Como los "pollerudos" de Ferraudi-Curto39, los "medio putos" de este trabajo son una farsa de lo varonil y, a pesar de no dejar de ser "hombres", son etiquetados como una desviación de la masculinidad legítima.

Tal como indican algunas investigaciones40 mientras que los hombres son clasificados de acuerdo con grados de masculinidad, las mujeres son categorizadas de acuerdo a su comportamiento moral. La masculinidad parecería ser continua: se es más o menos hombre. Ser "medio puto" corresponde a una masculinidad subalterna con bajo gradiente en esa escala. Por ejemplo, en el caso de los barrabravas del fútbol argentino, los hombres que no hacen de la violencia su marca distintiva no son considerados del todo hombres41. Así se identifica lo masculino no solamente como contrapuesto a lo femenino, si no, sobre todo, como contrapuesto a lo homosexual: el "otro" es un "puto"42. Los hombres "no machos" se caracterizan por su carencia. Aquellos que biológicamente comparten sus características sexuales pero que no poseen la misma identidad masculina, ya que sus representaciones corporales y sus prácticas son distintas no son incluidos dentro de la categoría valorada de "macho", considerándolos como "putos"43.

De las experiencias de Marcelo y Federico previamente descritas, es clave señalar el fracaso sentido por el primero y la elección manifestada por el segundo, al no priorizar el alto rédito económico a la hora de desempeñarse laboralmente. De acuerdo con el peso de la noción del varón proveedor44, y la presión social que siente la mayoría de los hombres por cumplir con las expectativas económicas de género asociadas, quien no le da tanta importancia al dinero que se espera que obtenga (o quien no logra ganarlo) se vuelve "medio puto". Esto explica la presión y la frustración que siente Marcelo como habitante del barrio ante la imposibilidad de cumplir con el rol masculino hegemónico, tanto porque gana poco dinero como por el tipo de trabajo que hace. Federico parece, al menos exteriormente, burlarse de las acusaciones de "incompletud", inferioridad y desvalorización que recibe de quienes considera "atrasados", en la que percibe como su "ciudad chata". Gonzalo, por su parte, se está integrando de a poco al grupo y corre el riesgo potencial de ser expulsado de su círculo masculino de origen.

Ahora se presentará la historia de Eugenio para introducir otro modelo de masculinidad alternativa, la de "los que ayudan". Eugenio es el marido de Estelita, una de las participantes del grupo de promoción de la horticultura agroecológica. Eugenio es parquero de una estancia y ha sido también tambero. Ambos tienen menos de 30 años y un hijo en común. Cada quince días, los sábados temprano a la mañana, Eugenio lleva a su mujer desde el campo en el que viven -propiedad de sus patrones- hasta la plaza central. Carga en cajas las verduras que ella cosechó -y él nunca come, es un hombre de "la carne"-, y las descarga frente a la Municipalidad. Toma los mates que Estelita ceba y la secunda en el puesto. No habla con nadie, ni con clientes ni con feriantes. Quizás se ríe de algún chiste de otro "marido piola que va a ayudar"45, como dicen las coordinadoras. Pero deliberadamente, se muestra como alguien de afuera de la feria; no es un huertero con todas las de la ley. De hecho las únicas que cumplen todos los requisitos para integrar el grupo son mujeres. Eugenio no va a las capacitaciones ni a las reuniones quincenales que organizan las coordinadoras. No usa delantal verde en la feria como las huerteras que venden. Se justifica diciendo que tiene otro trabajo; como si desconociera que Estelita también tiene otro trabajo y que, además, cuida al hijo de ambos y "se ocupa de la casa".

Para Estelita, ser huertera es una parte constitutiva de su identidad. Habla con cada cliente que se acerca a su puesto, le indica por qué es sano eso que está comprando y recibe pedidos en su teléfono celular de personas que le hacen reservas, porque no pueden ir a comprar a la plaza. Al final de la mañana, cuando termina la feria, Eugenio lleva a Estelita a entregar esos pedidos. "La ayuda", solapadamente, pero ese no es "su trabajo". La horticultura, si bien implica un circuito económico de compra y venta, no se considera en La Laguna como un "trabajo" sino como parte de los quehaceres hogareños femeninos. De acuerdo a la división sexual tradicional del trabajo, el hombre "trabaja" y la mujer "ayuda" en el ámbito rural. La promoción de la horticultura agroecológica invierte -o intenta invertir- en público esa división al mostrar que "trabajan" las mujeres y "ayudan" los hombres. Hay una suerte de exposición de lo que siempre se mantiene oculto: el "detrás de escena" típico, en el que las mujeres siempre "ayudan", parece ponerse en cuestión "delante de todos", en la calle.

La rigidez de la división sexual del trabajo se torna alevosa y torpe al demostrar la inversión de los roles tradicionales que acontece en la feria y en todo el sistema de organización que la rodea. En cuanto a esta inversión de roles, a la mujer parece permitírsele mayor flexibilidad: se le permite trabajar gracias a la actividad huertera. Pero para los hombres el permiso no existe: si un hombre "ayuda" en algo relativo a la huerta o a feria, se expone a la ridiculización y a la humillación46. Eugenio desde su discreto rol secundario (y con el silencioso solapamiento que ya describimos) está corriendo altos riesgos sociales al "ayudar" a Estelita en su venta de verduras "sanas". La horticultura agroecológica implica la no utilización de pesticidas con el fin de conservar la salud de quienes cultivan y quienes comen lo producido. Tal como señalan varios autores, no son pocos los peones varones que en el campo utilizan pesticidas, obligados por la patronal, y asumen el hecho como una muestra de hombría propia por enfrentar un riesgo47. Los trabajadores rurales no reconocen que sus jefes no les dan elementos para protegerse ni que los exponen al peligro. Solo dicen que usar esos "trajes de astronautas", necesarios para manipular correctamente los agroquímicos, es de "putos". Este marco laboral, que emplea cada vez menos hombres en los campos y deja a muchos sin trabajo ni identidad asociada, hace que se desprecien los riesgos presentes con total o parcial conocimiento del peligro como forma de mostrar coraje y virilidad y, al mismo tiempo, como forma de minimizar o negar los riesgos.

Los que siguen las normas de seguridad son tildados de "afeminados" o "débiles"48. En ese sentido, otros investigadores han señalado, de hecho, que más que comunicar en campañas públicas el riesgo a largo plazo de contraer cáncer ligado al uso de pesticidas, se debería informar sobre los efectos de los agroquímicos en la reducción de esperma y consecuentemente en la reproducción sexual49, ya que sería una campaña con mayor resonancia en los valores machistas involucrados en todo el contexto sociolaboral. "La principal función de esta ideología defensiva sería propiciar al trabajador la supervivencia en un ambiente de trabajo injurioso, por medio de la constitución de un valor simbólico donde el trabajador domina al peligro y no viceversa"50. La explicación de estas estrategias defensivas es que si bien aumentan la vulnerabilidad, principalmente, de la población masculina en el campo, hacen posible que este grupo soporte un proceso de trabajo dañino y arriesgado51.

La manipulación diaria de plaguicidas sin los recaudos y controles suficientes y necesarios -práctica habitual en la zona- podría tratarse, a su vez, de un bien simbólico del "aguante"52, de relevancia ya que instaura a los sujetos como "verdaderos hombres" y les confiere honor y prestigio, y, en el marco de una vida que se ha vuelto precaria, los hombres son las primeras víctimas del mandato de masculinidad53. Asimismo, en el caso de trabajadores petroleros en la Patagonia argentina, los hombres terminan siendo prisioneros de una disciplina que se vale de la masculinidad para garantizar un trabajador resistente, resolutivo y supuestamente invulnerable54. La actual falta de empleo en el campo, la inestabilidad de los pocos empleos que aún hay y la permanencia de un sistema de valores que le confiere sentido a la identidad masculina a través del trabajo son suficientes para explicar por qué la agroecología y su promoción resultan ser factores que suspenden o detienen la reproducción de la virilidad: son expulsores y anfitriones "a distancia" -no como "protagonistas"- de hombres "que ayudan" y están "detrás". "Bastante que las dejan venir y hacer, o que vienen con ellas"55, explicó una de las coordinadoras una vez, aludiendo a cierta potestad de los varones sobre las mujeres.

Las relaciones de La Laguna presentan similitudes a las de otro par de casos ya que en La Laguna también se despliegan oposiciones generizadas respecto al eje trabajo/ayuda. En uno de ellos se describen los procesos de trabajo al interior de la unidad económica campesina en una zona de Brasil que tiene la particularidad de ser, al mismo tiempo, unidad de producción y de consumo56. Allí la categoría "trabajo" asume un carácter diferente del que se acostumbra a atribuir. No todas las actividades, que en otro contexto se considerarían "trabajo", aparecen caracterizadas como tal, ya que esta categoría refiere un tipo específico de actividades. El trabajo doméstico en la "casa" es aquel conducido por la mujer y en el que participan los hijos. Los integrantes de la unidad no reconocen tales tareas como trabajo. Sin embargo, cuando el hombre lidera y organiza las actividades rurales sus tareas sí son reconocidas como trabajo.

Beatriz de Heredia analiza la relación de oposición entre "unidad de producción" y "unidad de consumo" (o, en otros términos, la oposición casa/plantación) y con ello hace visible otros contrastes y/o mediaciones que se encuentran interrelacionadas entre sí: trabajo/ no-trabajo; masculino/femenino; mayor/menor; plantación/plantacioncita. El primer par, trabajo/no-trabajo, hace referencia a los diferentes sentidos atribuidos a las actividades y tareas realizadas en el seno de la unidad57. Al mismo tiempo el par pone de relevancia la oposición masculino/femenino, que expresa, además de la división de tareas, la distribución de espacios y objetos por sexo en el seno de la unidad. A partir de este último par, se articulan y cobran vigencia los papeles/roles de los miembros del grupo familiar, manifestándose las diferentes esferas de autoridad.

Se considera que la mujer no trabaja y este principio se mantiene aun cuando ella, en ciertas ocasiones, realiza tareas en la plantación de mandioca. Las tareas que allí se realizan, en la medida que sean efectuadas por mujeres, pierden el carácter de trabajo. Podría suceder que, las mujeres que realizan trabajo con la mandioca fueran consideradas "masculinas" o masculinizadas, pero no: esas mismas tareas que en otras circunstancias son pensadas como trabajo, cuando las realizan mujeres pasan a ser consideradas "ayuda". En La Laguna, sucede otra relación frente al valor y significado de lo que se considera trabajo: allí la plaza del mercado y su feria son espacios exteriores a la unidad doméstica y son espacios públicos pero femeninos. En el caso brasilero, la feria era un espacio masculino. Por otro lado, en La Laguna las mujeres feriantes "no trabajan", pero los hombres que acompañan "ayudan". Es decir, mientras que en el caso brasileño estudiado por De Heredia opone trabajo/ayuda, en el presente trabajo vemos cómo es posible oponer no-trabajo/ayuda.

El otro caso en esta línea de análisis plantea el valor moral de la autosuficiencia y la ética del trabajo arduo en una comunidad rural empobrecida de Estados Unidos. Allí se analiza cómo los discursos morales tienen funciones protectoras, pues proveen a los varones de herramientas emocionales para adaptarse a un mercado laboral cambiante que resulta amenazante para su identidad masculina. Mientras que las mujeres se muestran en general flexibles y con voluntad de ocupar nuevos roles, los hombres tienen más dificultades de adaptación a la situación actual, en la que han dejado de ser los únicos proveedores de las familias. Así, la paternidad juega un rol importante porque les permite a los hombres, descritos como "flexibles", rehacer su imagen de masculinidad: la paternidad activa reemplaza lo que antes los constituía como sostén de familia58. En cambio, los hombres "no flexibles" perpetúan formas relacionadas con su rol de sostén de familia aun cuando están sin trabajo estacional. No es que se pasen sus meses sin empleo haciendo trabajo doméstico, sino que van a los bosques con sus amigos, cazan, pescan y juntan leña hasta que vuelven a conseguir trabajo.

Las mujeres trabajadoras y rurales mantienen su sentido de la feminidad tradicional: le restan importancia a sus contribuciones, trabajan en ocupaciones feminizadas y dicen que trabajan solo "por necesidad económica". En algún sentido, de manera similar al caso que analizamos, las mujeres son más flexibles frente a normas de género cambiantes. En el ejemplo estadounidense, en una cultura que valora mucho el trabajo y la ética del trabajo, las trabajadoras rurales estadounidenses están ganando de esa forma autoridad moral paulatinamente. En cuanto a las lagunenses, es precisamente esa relativa flexibilidad y cambio en simultáneo con permanencia de roles dentro de la división sexual del trabajo lo que les permite abocarse a tareas comunitarias en general (y laborales en particular, en el caso de las huerteras) donde cuidan a otras personas y al ambiente, por ejemplo. Estas tareas, a su vez, implican enmascaramientos respecto de la importancia de su trabajo (como el hecho de que su labor no se categorice abierta o inicialmente como "trabajo" a ojos de la comunidad).

A continuación se presentará el tercer modelo de masculinidad subalterna que identificamos en La Laguna: los "proxenetas", para continuar analizando la constitución y las funciones grupales generizadas dentro de los espacios comunitarios en La Laguna. Julio es el marido de Andrea, otra huertera agroecológica. Ambos viven en un terrenito heredado del padre de él, en un pueblo del distrito de 500 habitantes. Él realiza trabajos ocasionales en el campo de otros. A diferencia de Eugenio, Julio no secunda a Liliana en su puesto. No le gusta que la gente lo vea ahí. Por eso da vueltas a la plaza central de la ciudad mientras su esposa vende. "Es como mi proxeneta", me dijo Liliana una vez, con tono de chiste, como queriendo proteger la virilidad de su marido. Consideramos de interés pensar la posición de Julio como masculinidad subalterna, porque su actitud, de "dar vueltas" a la plaza, difiere de lo que podría ser una ausencia total o una actitud donde no le "permitiera" a su mujer que participe. Tarde o temprano alguien podría verlo descargando los cajones de verdura de su camioneta: el riesgo social de ser asociado a la feria siempre está y él es consciente de eso y por eso se esconde.

Conclusiones

Teniendo en cuenta que casi la totalidad de los varones -salvo las excepciones descritas- no participa en ningún sentido de las actividades comunitarias estudiadas, se puede pensar en el mandato de masculinidad o la ideología del macho, explicada brillantemente por Rita Segato59. Para esta autora, la humanidad del sujeto masculino está tan comprometida por su virilidad, que un varón no se considera una persona digna de respeto si no reviste atributos de algún tipo de potencia o fuerza. En ese sentido, las actividades que estudiamos quitan potencia masculina en distintas maneras. Primero, en potencia moral: las iniciativas los feminizan y eso los desjerarquiza en esta comunidad con visiones de género muy dicotómicas; segundo, en potencia económica: los salarios de los trabajadores en estas actividades son menores que los que implican trabajo físico (rural o de la construcción) o managerial del agrobusiness; tercero, en potencia física: realizar actividades hortícolas son actividades consideradas femeninas, que no se asocian en el imaginario social al esfuerzo físico, aunque concretamente lo impliquen o puedan implicarlo; cuarto, en potencia política: quienes participan son vistos como quienes "solo se quejan"60 con el teatro o como "ecologistas" no realistas sobre la economía "real"; los "verdaderos políticos" son quienes "gestionan" y "están al mando"61 en el poder ejecutivo, judicial o legislativo local, provincial o nacional; y, quinto, en potencia intelectual: el teatro comunitario o la promoción de la agroecología están asociados al desborde emocional o a la "locura". Este último punto presenta como faltos de sensatez a quienes, por ejemplo, tienen discursos y prácticas agroecológicas y no tienen en cuenta que "el campo [de agricultura convencional] da de comer al país"62 según dicen a menudo los medianos y grandes actores del agronegocio.

Los hombres descritos con los que convivimos durante el trabajo etnográfico son víctimas del mandato de masculinidad: no se les permite cuidar ni cuidarse si no es con altos costos sociales (la "muerte viril"63). Deberían hacer un "espectáculo" de su masculinidad para no perder prestigio y no lo hacen. El mandato de masculinidad es algo que simultáneamente le da una investidura a aquellas personas que cargan un cuerpo masculino y, al mismo tiempo, para mantener esa investidura tienen que hacer una lista grande de sacrificios, y uno de ellos "es titularse diariamente, nunca caer en la sospecha de sus padres, de sus cofrades, del grupo corporativo, nunca caer en la sospecha de que se han degradado un poquito en su masculi-nidad"64. Con la socialización los hombres aprenden desde pequeños sobre las exigencias de indiferencia ante el dolor ajeno, un bajo nivel de empatía, y alto nivel de capacidad de crueldad, de capacidad de desafiar los peligros. Más allá de las variaciones culturales e históricas para la autora esto implica las consecuencias del mandato del ser hombre.

Por lo tanto, debido al mandato de masculinidad65, a la presión social de hipermasculinizarse66, a la sobrecompensación masculina exigida67, y a la exigencia que obliga a los varones a probar constantemente su virilidad68, debido a todo esto, quienes osan acercarse a los espacios considerados localmente femeninos sufren consecuencias definitivamente negativas sobre su reputación. Acercarse a estos espacios inmediatamente, en su comunidad, los feminiza y, como ya se describió, lo feminizado y lo femenino, en general, tiene una valencia inferior a lo masculino69. Como sostienen investigaciones clásicas sobre el tema, el género es el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder70. Así los modos siempre generizados en que hombres y mujeres pueden o no "animarse" y participar de diferentes espacios dan cuenta de muchos significados acerca de las relaciones sociales, las prácticas generizadas de etiquetamiento y la capacidad, mayor o menor, para la participación en el espacio público.

Los "hombres de verdad", los "medio putos", "los que ayudan" y "los proxenetas" son etiquetas de cuatro formas más o menos reconocibles de masculinidad. Cada una adquiere sentidos específicos en interacciones concretas, a partir de interrelaciones y prácticas situadas. Es notable resaltar que si bien las masculinidades -y las feminidades- en los sectores populares pueden pensarse como homogéneas, también es cierto que la comprensión de lo social implica divisiones sutiles que, dentro de conglomerados más amplios, nos recuerdan que lo social siempre es complejo y relacional71. Al respecto podemos concluir que "hacer género"72 es una actividad principalmente interaccional e institucional73 y no es menor el lugar que los dos dispositivos de intervención social estudiados tienen en la construcción y puesta en práctica de masculinidades subalternas como horizonte de posibilidad en un contexto con visiones de género radicalmente dicotómicas. Los varones, a través de estas formas particulares, también "participan". Con todo, podemos afirmar que los varones que participan de los dispositivos comunitarios analizados, se feminizan, lo que les quita potencia masculina.

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* Artículo de investigación resultado de la tesis doctoral "El poder del cuidado: mujeres y agencia en la pampa sojera argentina/Le pouvoir du care: l'agentivité des femmes dans la pampa argentine au temps du soja OGM", financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) (Buenos Aires, Argentina).

1Johana Kunin, "El poder del cuidado: mujeres y agencia en la pampa sojera argentina/Le pouvoir du care: l'agentivité des femmes dans la pampa argentine au temps du soja OGM" (tesis de doctorado, École des Hautes Études en Sciences Sociales y Universidad Nacional de San Martín, 2019).

2La agroecología se basa en la producción de alimentos a partir de una mirada integral del ecosistema, que evita el uso de insumos químicos. Se producen así alimentos mucho más saludables que con la agricultura convencional.

3Hemos decidido cambiar el nombre de nuestros informantes y de la región donde trabajamos para preservar su anonimato, ya que conocemos el peso social local que tienen las reputaciones. Entendemos la sociabilidad de este tipo de aglomeración como aquella en donde los vínculos entre sus habitantes están regidos por un fuerte conocimiento o al menos "reconocimiento" mutuo entre corresidentes, quienes suelen encuadrar a los demás y a ser encuadrados por ellos a partir de largas "cadenas de reputación" que frecuentemente se remontan a eventos y a relaciones históricas entre personas y familias. El corolario de este fenómeno es la gran dificultad que tienen los habitantes para erigirse como "anónimos". En efecto, las personas suelen saber quiénes son los otros, a qué familia pertenecen y a qué se dedican, aunque sea de manera aproximada. Si se preserva el nombre real de las personas, pero no del distrito, todos allí sabrían quién es cada uno a pesar de haber utilizado pseudónimos. Ver Rosane Prado, "Cidade pequena: paraíso e inferno da pessoalidade", Cadernos de Antropologia e Imagem, no. 4 (1998): 31-57; y Manuela Blanc, "'Para além das suas fronteiras': pessoalidade, conduta pública e trajetórias pequeno-urbanas", Revista Brasileira de Sociologia da Emoção 15, no. 45 (2016): 78-88.

4Para un análisis de la peligrosidad probada de agroquímicos como el glifosato en el campo argentino, ver Johana Kunin et al., "Desigualdad medioambiental en la pampa húmeda argentina: metodologías cualitativa y cuantitativa para evaluar la exposición a pesticidas de estudiantes de una escuela rural", L'Ordinaire des Amériques 225 (2019), https://doi.org/10.4000/orda.5351

5Norma Giarracca y Miguel Teubal, "Democracia y neoliberalismo en el campo Argentino. Una convivencia difícil", en La construcción de la democracia en el campo latinoamericano, ed. Hubert Grammont (Buenos Aires: CLACSO, 2006), 69-94.

6Giarraca y Teubal, "Democracia y neoliberalismo", 81.

7María-Soledad Córdoba y Valeria Hernández, "La solidaridad del agronegocio llega al barrio: tramas sociales en un pueblo chaqueño", Desarrollo Económico 56, no. 219 (2016): 179-205.

8La distinción emic/etic se usa en las ciencias sociales para referirse a dos tipos diferentes de descripción relacionadas con la conducta y la interpretación de los agentes involucrados. Se entiende generalmente emic como el punto de vista del nativo —es decir de la persona o grupo estudiado— y etic como el punto de vista del analista.

9Término coloquial que significa "poner a alguien en evidencia".

10Término coloquial que significa "disimular".

11Kunin, "El poder del cuidado", 222.

12Johana Kunin, cuaderno de campo, noviembre de 2016.

13Término coloquial que significa "quedar expuesto y asociado".

14Robb Willer et al., "Overdoing Gender: A Test of the Masculine Overcompensation Thesis", American Journal of Sociology 118, no. 4 (2013): 981, http://doi.org/10.1086/668417

15Willer et al., "Overdoing Gender", 983.

16Willer et al., "Overdoing Gender", 1012.

17Varda Burstyn, The Rites of Men: Manhood, Politics, and the Culture of Sport (Toronto: University of Toronto Press, 1999), 4.

18Michael Kimmel, Amy Aronson y Amy Kaler, eds., The Gendered Society Reader (Nueva York: Oxford University Press, 2008), XIV.

19Michael Kimmel, "Masculinity as Homophobia: Fear, Shame and Silence in the Construction of Gender Identity", en Theorizing Masculinities, eds. Harry Brod y Michael Kaufman (Thousand Oaks: Sage, 1994), 132.

20Raewyn Connell, Masculinidades (Ciudad de México: Programa Universitario de Estudios de Género -Universidad Nacional Autónoma de México, 2003).

21Santiago Morcillo, Estefanía Martynowskyj y Matías de Stéfano Barbero, "'Negros, mafiosos y ortivas': masculinidades y proxenetas en los relatos de varones que pagan por sexo en Argentina", Cuestiones de Sociología, no. 23 (2020), http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.12162/pr.12162.pdf

22Raewyn Connell, Gender and Power: Society, the Person and Sexual Politics (Nueva Jersey: John Wiley and Sons, 2013), 185.

23Erving Goffman, Stigma. Notes on the Management of Spoiled Identity (Nueva York: Simon and Schuster, 1970), 128.

24Raewyn Connell, Masculinities (Cambridge: Polity Press, 2005), 509.

25Connell, Masculinities, 139. Esto no quita que, sin embargo, el mismo varón pueda ubicarse en una u otra posición de masculinidad dependiendo con quién se relacione o qué otras personas estén presentes. En este sentido, quienes son considerados como representantes de "masculinidades subalternas" en el artículo podrían adoptar posiciones hegemónicas en otras relaciones, contextos y circunstancias. El desarrollo de este tema excede, no obstante, el alcance del presente trabajo.

26Claudia Fonseca, Familia, fofoca e honra: etnografia de relaçôes de gènero e violencia em grupos populares (Porto Alegre: Universidade Federal do Rio Grande do Sul, 2000), 70; María-Cecilia Ferraudi-Curto, "De machos y pollerudos: formas de la identidad masculina", en Juventud, cultura, sexualidad. La dimensión cultural de la afectividad y la sexualidad de los jóvenes de Buenos Aires, ed. Mario Margulis (Buenos Aires: Biblos, 2003), 287.

27No tener iniciativa.

28Tener una vida de holgazán.

29Marcelo (coordinador en la Escuela de Arte Comunitario en La Laguna), entrevistado por Johana Kunin, 6 de julio de 2015.

30"Ni una menos" es una consigna que dio nombre a un movimiento feminista surgido en Argentina en 201S. Es un colectivo de protesta que se opone a la violencia contra la mujer y los feminicidios.

31Animación grande con un gran ambiente de diversión, artístico o intelectual.

32Específicamente.

33Federico (integrante del grupo de Teatro Comunitario de La Laguna), entrevistado por Johana Kunin, 16 de junio de 2015.

34Dando clase.

35Término que se usa en la jerga del feminismo argentino contemporáneo para definir al hombre con poder que no tiene problema con ser machista abiertamente. Surge de la mezcla entre "machista" y "chulo", como llaman a los proxenetas en algunos países de Iberoamérica.

36Tradicional ritual que se realiza en diversas capas sociales para festejar el cumpleaños número 15 de las adolescentes.

37Gonzalo (trabajador de ladrillo y animador de fiestas en la Laguna), entrevistado por Johana Kunin, 19 de noviembre de 2016.

38Johana Kunin, cuaderno de campo, 14 de octubre de 2017.

39Ferraudi-Curto, "De machos y pollerudos", 290.

40Marti Melhuus y Kristi-Ann St0len, Machos, putas, santas. El poder del imaginario de género en América Latina (Buenos Aires: Antropofagia, 2007).

41José Garriga-Zucal, "'Soy macho porque me la aguanto': etnografía de las prácticas violentas y la conformación de identidades de género masculino", en Hinchadas, Pablo Alabarces et al. (Buenos Aires: Prometeo, 2005), 39-58.

42Garriga-Zucal, "'Soy macho'", 7.

43Garriga-Zucal, "'Soy macho'", 12.

44Beth Rushing, "Breadwinner", en Men and Masculinities: A Social, Cultural, and Historical Encyclopedia, eds. Michael Kimmel y Amy Aronson (Santa Bárbara: ABC-CLIO, 2003), 109.

45Eugenio (parquero), entrevistado por Johana Kunin, 23 de noviembre de 2016.

46Kristi-Anne St0len, La decência de la desigualdad:géneroy poder en el campo argentino (Buenos Aires: Antropofagia, 2004), 166; Michael Kimmel y Amy Aronson, Men and Masculinities: A Social. Cultural, and Historical Encyclopedia (Santa Bárbara: ABC-CLIO, 2003), 352.

47Frederico Peres, Brani Rozemberg y Sérgio-Roberto de Lucca, "Percepcao de riscos no trabalho rural em uma regiao agrícola do Estado do Rio de Janeiro, Brasil: agrotoxicos, saude e ambiente", Cadernos de Saúde Pública 21, no. 6 (2005): 1836-1844, http://doi.org/10.1590/S0102-311X2005000600033; Marina Gasparini y Carlos Freita, "Rural Work, Health and the Environment: Narratives of Flower Growers in the Face of Social and Environmental Risks", Ambiente & Sociedade 16, no. 3 (2013): 23-44, http://doi.org/10.1590/S1414-753X2013000300003; Julia Guivant, "Pesticide Use, Risk Perception and Hybrid Knowledge: a Case-Study from Southern Brazil", International Journal of Food and Agriculture, no. 11 (2003): 41-51; Renata Menasche, "Capinar: verbo conjugado no feminino? Notas de pesquisa sobre gênero e percepções de risco na agricultura familiar", Cuadernos de Desarrollo Rural 1, no. 53 (2004): 25-36, http://hdl.handle.net/10554/23698

48Peres, Rozemberg y De Lucca, "Percepcao de riscos", 1841.

49Guivant, "Pesticide Use", 49.

50Peres, Rozemberg y De Lucca, "Percepcao de riscos", 1842.

51Peres, Rozemberg y De Lucca, "Percepcao de riscos", 1843.

52Garriga-Zucal, "'Soy macho'", 1.

53Alejandra Ojeda-Garnero, "Entrevista a Rita Segato, antropóloga e investigadora. 'Una falla del pensamiento feminista es creer que la violencia de género es un problema de hombres y mujeres'", rebelion.org, 26 de febrero de 2020, https://rebelion.org/una-falla-del-pensamiento-feminista-es-creer-que-la-violencia-de-genero-es-un-problema-de-hombres-y-mujeres-2/

54Hernán Palermo, "'Machos que se la bancan': masculinidad y disciplina fabril en la industria petrolera argentina", Desacatos, no. 47 (2015): 100-115.

55Coordinadora (feria de huerteras agroecológicas), entrevistado por Johana Kunin, 22 de noviembre de 2017.

56Beatriz de Heredia, La morada de la vida: trabajo familiar de pequeños productores del noreste de Brasil (Buenos Aires: La Colmena, 2003), 5.

57De Heredia, La morada de la vida, 68.

58Jennifer Sherman, Those Who Work, Those Who Don't: Poverty, Morality, and Family in Rural America (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2009), 23.

59Rita Segato, La guerra contra las mujeres (Madrid: Traficantes de Sueños, 2016).

60Johana Kunin, cuaderno de campo, 15 de julio de 2014.

61Johana Kunin, cuaderno de campo, 23 de abril de 2017.

62Johana Kunin, cuaderno de campo, 20 de mayo de 2015.

63Josefina Edelstein, "Por qué la masculinidad se transforma en violencia [especial con Rita Segato]", La Voz, 4 de mayo de 2017, https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/por-que-la-masculinidad-se-transforma-en-violencia/

64Nelsy Lizarazo, "Rita Segato: 'La masculinidad es un título, la feminidad no'", Pressenza. International Press Agency, 17 de septiembre de 2018, https://www.pressenza.com/es/2018/09/la-masculinidad-es-un-titulo-la-feminidad-no-rita-segato/2018

65Segato, La guerra contra, 93.

66Kirby Schroeder, Hypermasculinity. Masculinities: a Social, Cultural and Historical Encyclopedia, 1 (Ann Arbor: University of Michigan, 2004), 417-418.

67Willer et al, "Overdoing Gender", 980.

68Garriga-Zucal, "'Soy macho'", 12.

69Françoise Héritier, Masculin/féminin: la pensée de la différence (París: Odile Jacob, 1996), 46.

70Joan Scott, "El género: una categoría útil para el análisis histórico", en El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, ed. Marta Lamas (Ciudad de México: Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, 1996), 265-302.

71Ferraudi-Curto, "De machos y pollerudos", 9.

72Sherry Ortner, Making Gender: The Politics and Erotics of Culture (Boston: Beacon Press, 1996).

73Candace West y Don H. Zimmerman, "Doing Gender", Gender & society 1, no. 2 (1987): 125-151.

Cómo citar / How to Cite Item: Kunin, Johana. "Los 'medio putos': masculinidades subalternas y dinámicas de género alternativas en la rural Pampa húmeda argentina (2014-2017)". Historia y Sociedad, no. 41 (2021): 69-92. https://doi.org/10.15446/hys.n41.92029

Recibido: 30 de Noviembre de 2020; Aprobado: 15 de Marzo de 2021

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