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La Palabra

versión impresa ISSN 0121-8530

La Palabra  no.23 Tunja jul./dic. 2013

 

Escribo para Matar

I Write to Kill

J'ecris Pour Tuer

Tania Espitia Becerra**
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia Tunja, Boyacá, Colombia
taniaespitia@gmail.com

* Avance de investigación realizado dentro de la Maestría en Literatura en Literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
** Estudiante de la Maestría en Literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

Fecha de Recepción: 11 de marzo de 2013 Fecha de aprobación: 2 de mayo de 2013

Citar: Espitia Becerra, T. (Julio-Diciembre de 2013). Escribo para matar. La Palabra{23), 107-118.


Resumen

Este artículo es un avance parcial de la investigación realizada como Trabajo de Grado dentro de la Maestría en Literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Se desarrolla en dos partes. La primera de ellas se denomina Las caras de la opresión, y tiene que ver con algunas formas de opresión a las cuales tanto mujeres, como hombres, estamos sometidos. La segunda parte, titulada Formas de resistencia, expone diferentes salidas a la situación de sometimiento, dentro de las cuales se incluye la escritura femenina. El artículo termina con uno de los cuentos que hacen parte del Trabajo de Grado.

Palabras clave: Feminismo, sometimiento, silenciamiento, escritura femenina, autobiografía, patriarcado.


Abstract

This article is an advance of the research developed as thesis project in the Masters in Literature at the Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. It has four main parts. The first, called "Faces of the oppression", studies a series of forms of oppression which affect both women and men. The second part, called "Ways of Resistance", explains different ways of response to that submission. The third part, called "Literature in freedom", develops the way in which some literary forms can become paths to autonomy in the human being. The fourth and last part, presents a creative writing proposal about women murderers, ending with one of the stories that form part of the collection presented in the Masters Thesis.

Key words: Silencing, writing-in-the-feminine, autobiography, patriarchy, feminine crime.


Resumé

Cet article est un avance de la recherche faite comme travail en but d'obtention du diplôme, dans le cadre de la Maîtrise en Littérature de l'Université Pedagógica y Tecnológica de Colombia. II est développé en quatre grandes parties. La premiêre est dénommée Les visages de l'oppression, et a un rapport avec quelques formes d'oppression auxquelles sont soumis tant les femmes que les hommes. La deuxiême partie, intitulée Formes de résistance, expose de différentes issues à la situation de soumission. Dans la troisiême partie, dénommée Littérature en liberté, on développe le sujet des formes littéraires à travers lesquelles il est possible de trouver des chemins pour l'autonomie de l'être. La quatriême et derniêre partie expose une proposition de création littéraire sur des femmes assassines, et termine avec un des contes qui font partie du travail de la recherche.

Mots Clés: Féminisme, soumission, silencement, écriture féminine, autobiographie, patriarcat, crime féminin.


Introducción

Este artículo es un avance parcial de la Tesis de Grado elaborada para optar por el título de Magíster en Literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. En él se presenta tanto una parte ensayística como algunos apartes poéticos y se finaliza con uno de los cuentos que conforman la colección que hace parte de la tesis.

Pienso la vida como una obra de arte que necesita ser creada y reconstruida cada día, con los métodos y materiales encontrados en el camino. Es el acto de andar y de ir seleccionando los colores, formas, palabras, lo que podríamos llamar obra; no un producto terminado y listo para publicar, sino su proceso de elaboración. Este es uno de los pilares de la investigación-creación: una actitud hacia el conocimiento artístico en la cual la práctica artística constituye su único método y la obra es igual a su proceso (Márquez, 2011, pág. 2).

Este proceso de investigación parte de la necesidad de vincular el acto de creación con el método científico en un diálogo interdisciplinar que apunta hacia la construcción de conocimiento. Fue así como la práctica artística de la escritura vino a encaminarse en la academia hacia un proyecto investigativo que diera cuenta de las propias inquietudes y a la vez fuera capaz de producir un discurso artístico (Márquez, 2011, pág. 2).

La obra, en este caso, ha sido el cuerpo, la forma como éste percibe la realidad y los canales que crea para responder a ella. Se ha tratado de configurar la propia voz a partir de la práctica artística, dotarla de herramientas cognoscitivas para conseguir la solidez y congruencia de lo dicho, de lo escrito.

Entre los instrumentos de búsqueda está el método creativo-analítico desarrollado por Richardson (Richardson, 1994, pág. 520). Para ella, la escritura es un método de investigación, una forma de saber sobre nosotros mismos y los temas que nos inquietan. Es también una forma de conocimiento, descubrimiento y análisis. Dentro del contexto contemporáneo postmoderno, la escritura ha sido revisada, criticada y reorientada hacia formas más libres de presentarse, dirigidas a diversas audiencias. Es preciso abandonar los límites impuestos por la autoría, autoridad, verdad y confianza y deconstruir las prácticas tradicionales de escritura. (Richardson, 1994, pág. 523)

En este proyecto se utilizaron formas como la narrativa de sí mismo, una forma altamente personalizada en la cual el autor toma elementos de las propias experiencias vividas, conservando la pretensión de coherencia, verosimilitud e interés (Richardson, 1994, pág. 521). Así mismo, se han tomado elementos de la teoría de la autoficción, en la que

La escritura puede servirnos para construir nuestra propia personalidad y biografía. Podemos renunciar a tener una caótica relación con los acontecimientos de nuestra vida e intentar autocrearnos, modelar nuestro propio personaje y nuestra propia biografía para uso del lector, y para uso nuestro, por supuesto (Vila-Matas, 2012).

Los dos métodos han sido puestos en práctica tanto para la reflexión teórica como para la elaboración de la colección de cuentos.

Regresando a la necesidad de construcción de la vida como obra y al hecho de tener el propio cuerpo y las propias experiencias como materia prima, se hace preciso partir de mi condición de mujer para orientar desde allí la creación.

Por tanto este proyecto se nutre de los estudios feministas, en cuyo contexto parto de mi experiencia personal como mujer. De acuerdo con Broad, "lo personal es innegablemente político y viceversa. Este principio, que de ninguna manera es una idea nueva, constituye la columna vertebral de los estudios feministas" (Broad, 1999, pág. 11). Por este motivo, el presente trabajo es un recorrido por mis vivencias como escritora, y la forma como he venido descubriendo, a través de la escritura, formas de resistencia a algunas formas de opresión que pesan sobre nosotras y nos impiden el desarrollo como sujetos.

Las caras de la opresión

Soy un árbol. Como las mujeres antepasadas, me escondo tras el velo del silencio. No necesito, entrego. No pregunto, resuelvo. No hablo, escucho. Soy una excelente alumna en la escuela de la sumisión. Por no hablar, dejo a los otros decidir quién soy. Se han inventado etiquetas en donde cabe la silenciosa: piense de esta forma, responda así, no mueva las manos, sea hombre.

A ellas las aniquiló el silencio: la única pista que teníamos de mi abuela eran sus ojos de niña regañada. Cuando decía algo, su voz era casi inaudible, como de ángel. En las épocas de depresión de mi madre, cuando parecía estar acosada por fantasmas, prefería llorar y gritar que decirnos qué le estaba pasando. Era maestra de colegio, lidió durante treinta años con hordas de adolescentes. Murió joven: sus poemas se quedaron sin publicar, un cuadro al óleo con flores rosadas, sin terminar. Desde el silencio arbóreo, miro alrededor. Escucho las palabras masculinas amplificadas, dichas desde el pedestal. Veo a otras mujeres-árbol tragándose lo que quieren decir. Un día soy consciente: Este mutismo no es una elección, nos ha sido impuesto. Contiene una carga ideológica: no hablar equivale a ser la parte sometida, a no existir como sujeto político y social. Por eso los escritos se quedan guardados en cajas cuyo destino final es la basura, los cuadros, exhibidos en la sala para ser vistos únicamente por la familia. Como si el arte, por tener firma de mujer, estuviera condenado a quedarse en la casa, al lado de las medias sucias y los pantalones doblados.

En palabras de Mary Daly en su libro Gyn/Ecology:

The sacrificing of women requires the silencing of women, which takes place in myriad ways, in a maze of ways. A basic pattern of these ways is Self-splitting, which is initiated by the patriarchally powerful and which the victims internalize and continue to practice within the caste of women. Women are silenced/ split by the babble of grammatical usage. Subliminal and subtle Self-splitting is achieved by the very pronouns we are trained to use to desígnate our Selves (Daly, 1978, pág 16)1

El silenciamiento de las mujeres tiene entonces varias estrategias sutiles para lograr sus objetivos. La auto - desintegración impuesta por los hombres hace que tengamos un mecanismo interno de negación, una voz interna reprochando todos los intentos por traspasar los límites y asumiendo muy bien el papel de juezas de las mujeres que se atreven a hacerlo.

La forma de implementar esa desintegración son las palabras, armas que usamos todos los días en nuestra contra. Desde los mismos sujetos gramaticales, somos negadas. él, para referirse a toda la humanidad. Ella, solamente para las mujeres, como si tuviéramos que pedir permiso para existir.

Mis propias formas de silenciamiento: transcurrir la infancia rodeada de primos para quienes yo era el bicho raro, por ser niña no podía formar parte de sus hordas de guerreros invencibles. Recibir una educación basada en lo dicho, escrito, decretado por hombres. Desde el Evangelio inyectado a la fuerza con amenazas de arder en el infierno por parecerme más a una serpiente venenosa que a la Virgen del Carmen, hasta el canon literario en el cual existe escaso lugar para las autoras. Formas de anulación: Asignar nombres en donde no cabe la feminidad: estudiante, bachiller, abogado, escritor, caballero.

Como lo expone Brossard, en su libro The Aerial letter: "¿How can the woman who uses words daily (actress, journalist, writer, teacher) use a language which, right from the start, being phalocratic, works against her?" (Brossard, 2005, págs. 11,12).

Aunque soy un árbol, nunca estuve conforme con ese lenguaje minado. En mi forma personal de hablar, convierto en femenino todo lo posible. Incluso los nombres de mis familiares, ahora son de mujer: Petra, Elda, Diega, Miguela. Pero vuelvo a caer en la trampa: ellos se toman los nombres como un juego, y el estado de sometimiento continúa igual. Es una transgresión pequeña, se circunscribe a mi ámbito cotidiano y familiar. Sigo siendo inofensiva, como corresponde a mi condición de mujer.

Al decir de Despentes:

Yo pertenezco a ese sexo, el que debe callarse, al que todos acallan. Y que debe tomárselo con cortesía, una vez más, jugar a mantener un perfil bajo. A riesgo de que te borren del mapa. Los hombres saben mejor que nosotras lo que podemos decir sobre nosotras mismas. Las mujeres, si quieren sobrevivir, tienen que aprender a entender las órdenes (Despentes, 2007, pág. 115).

Dentro de este mismo horizonte de significación, traigo a colación este poema, escrito en el año 2009:

Una mujer
cuyo silencio ha sido impuesto
desde tiempos inmemorables
sirve a los hombres que la
rodean
los alimenta, limpia sus excrecencias,
les sonríe siempre.
El veneno que acumula
dentro termina
por matarla.

(Poema inédito).

Pertenezco al sexo que todos acallan, llevo encima las etiquetas. Siglos de encasillamiento en imágenes negativas: seres naturales, carentes de inteligencia, relegadas al trabajo doméstico. Como lo explica Brossard, hay tres imágenes de mujer dictadas por el discurso patriarcal. La primera de ellas es invisible:

Where there is Man, there are no women. The moment a woman transcends what is thought to be her nature, that is to say, when she is at her best, she, it is said, becomes like a man. This is gender erasure. Woman at her best is invisible as woman. Man as "symbol of universal wholeness, as a centre of the world of symbols" (Chevalier & Gheerbrandt, 1969), produces an effect of presence and precedence in each man, effects a plenitude which constitutes simultaneously his humanity and his superiority. Where there is humanity, woman is invisible. (Brossard, Accests to Writing, 1976, pág. 140)2

La segunda imagen es fatalmente presente. En el campo simbólico, en el cual la mujer es invisible, aún es posible encontrar su presencia amenazante, en la forma de sirenas, brujas, gorgonas, hadas que están presentes en cada mujer como un poder maligno que lleva a los hombres a la ruina. (Brossard, 1976, pág. 141) Desde la Biblia, la mujer es considerada un ser bestial, culpable de los males de la humanidad. Debido a esta imagen, para la sociedad es sorprendente que una mujer sea capaz de superar esa condición, y sea inteligente.

La tercera imagen es útilmente real: puesto que las mujeres no pueden ser eliminadas, esta especie que desgracia a toda la humanidad puede ser usada al precio que sea. Las mujeres que son "útilmente reales" representan la presencia actual de las mujeres en la vida diaria y las funciones que se les asignan: madres, esposas y prostitutas, todas dedicadas al trabajo de mantenimiento. (Brossard, 1976, pág. 141)

La cotidianidad a la que estamos acostumbrados es aplastante. Los sencillos oficios realizados cada día son como un lazo; si lo soltamos, todo alrededor se derrumba, las otras vidas entran en caos. Para una mujer es aceptable no pertenecer al sistema productivo como asalariada, pero soltar las cadenas de lo doméstico es condenado socialmente.

Estas imágenes que nos encasillan y condenan, son omnipresentes, marcan cada hora de nuestros días. Desde la vida cotidiana, hasta los medios de comunicación, la literatura y el cine, emplean de manera asfixiante esos estereotipos de mujer. Es tan efectiva la estrategia que acabamos por creérnosla y condescender. Ese encasillamiento es solamente una de las estrategias utilizadas para perpetuar la opresión. Otros métodos de mistificación más efectivos son la eliminación, la inversión, la falsa polarización y la división. En palabras de Mary Daly:

I have discussed four methods which are essential to the games of the fathers. First, there is erasure of women (The massacre of millions of women as witches is erased in patriarchal scholarship) Second, there is reversal(Adam gives birth to Eve, Zeus to Athena, in patriarchal myth). Third, there is false polarization(Male-defined "feminism" is set up against male-defined "sexism" in the patriarchal media). Fourth, there is divide and conquer(Token women are trained to kill off feminists in patriarchal professions). As we move further on in the metapatriarcal journey, we find deeper and deeper layers of these demonic patterns embedded in the culture, implanted in our souls (Daly, 1978, pág. 10)3

No solamente en la academia y la historia se elimina a las mujeres. La vida real utiliza herramientas como la violencia física y psicológica, la violación, el asesinato, la trata de blancas, la ablación, entre otras aberraciones. En el siglo diecisiete, las mujeres eran asesinadas en la plaza pública, con cientos de espectadores opinando sobre el aspecto de la víctima antes y después del degollamiento (Dumas, 1993, pág. 77) (Tani, 2003, pág. 50)4.

En nuestros días, estos crímenes ocurren tras los muros, con la aquiescencia silenciosa de la sociedad.

La negación del papel de la mujer, extiende sus efectos a la vida diaria. Es una práctica común reconocer a las mujeres por ser la esposa de, la hija de, la hermana de. Los méritos siempre serán de los hombres, o de Dios, sin importar la magnitud del trabajo intelectual realizado por la mujer.

Esta opresión instaurada mediante tantos mecanismos a través de la historia, tiene varias explicaciones. Traigo aquí la descrita por Woolf, complementada años más tarde por Despentes. Para ella, los hombres necesitan reflejarse en un espejo que los haga ver de tamaño doble del que realmente tienen para poder tener confianza en sí mismos, emprender guerras, dictar leyes, etc. Más exactamente:

Sea cual fuere su uso en las sociedades civilizadas, los espejos son imprescindibles para toda acción violenta o heroica. Por eso, tanto Napoleón como Mussolini insisten tan marcadamente en la inferioridad de las mujeres, ya que si ellas no fueran inferiores, ellos cesarían de agrandarse. Así queda en parte explicado que a menudo las mujeres sean imprescindibles a los hombres. Y también así se entiende por qué a los hombres les intranquilizan tanto las críticas de las mujeres; por qué las mujeres no les pueden decir este libro es malo, este cuadro es flojo o lo que sea sin causar mucho más dolor y provocar mucha más cólera de los que causaría y provocaría un hombre que hiciera la misma crítica. Porque si ellas se ponen a decir la verdad, la imagen del espejo se encoge; la robustez del hombre ante la vida disminuye. ¿Cómo va a emitir juicios, civilizar indígenas, hacer leyes, escribir libros, vestirse de etiqueta y hacer discursos en los banquetes si a la hora del desayuno y de la cena no puede verse a sí mismo por lo menos de tamaño doble de lo que es?... La imagen del espejo tiene una importancia suprema, porque carga la vitalidad, estimula el sistema nervioso. Suprimidla y puede que el hombre muera, como el adicto a las drogas privado de cocaína (Woolf, 1984, pág. 51)

La imagen en el espejo viene a suplir la necesidad de identificación de los hombres. Ante su ausencia, entran en crisis nerviosas o se estancan en la inutilidad. Esta es para ellos un arma de doble filo. Mientras su estabilidad dependa de la opresión a las mujeres, se estarán menoscabando como seres humanos, adquiriendo el status de rémora.

Complementando a Woolf, Despentes arroja una hipótesis según la cual los hombres están tan oprimidos por el sistema como nosotras:

El cuerpo colectivo funciona como un cuerpo individual: si el sistema es neurótico engendra inmediatamente estructuras autodestructoras. Cuando el inconsciente colectivo, a través de los instrumentos de poder de los medios de comunicación o de la industria cultural, sobrevalora la maternidad, no lo hace ni por el amor de la feminidad ni por bondad global. La madre investida de todas las virtudes es el cuerpo colectivo que se prepara para la regresión fascista. El poder que otorga un Estado enfermo es forzosamente un poder sospechoso (Despentes, 2007, pág. 24)

Así como el patriarcado tiene toda una maquinaria opresiva para las mujeres, también cercena a los hombres: los obliga a ocultar sus sentimientos, a obedecer la imagen del macho violento e irracional, especialmente en la cultura latina. En este punto se juntan los dos extremos de la cadena, la mujer y el hombre reducidos a su más simple expresión. Lo que hay en el intermedio, hombres con sentimientos que no necesitan oprimir a nadie para conseguir su estabilidad, mujeres independientes, alejadas del paradigma patriarcal, son realidades que no caben en el esquema. Para el sometimiento de una sociedad es necesario un núcleo familiar en el cual dos personas se opriman una a la otra y perpetúen este estado de cosas mediante la reproducción excesiva. Ese es el panorama dominante en los países del tercer mundo.

Así como es una mentira la pretendida superioridad de los hombres, también lo es la categoría de lo femenino. Desde el momento del nacimiento se les asigna a las personas una serie de paradigmas que las definen según sus órganos genitales. Las mujeres deben vestirse de rosado, jugar con muñecas, llevar adornos en la cabeza. Aunque un bebé no tiene capacidad para discernir el significado de esos símbolos, es una obligación obedecerlos. Durante la infancia, los juegos asignados a cada uno traen su correspondiente intención excluyente. Los niños no juegan a la casita, las niñas no juegan fútbol. Los cuentos y películas para niñas son historias de hadas y princesas que se verán realizadas cuando encuentren un príncipe. Los niños tienen permitido soñar con viajes estelares, tener súper poderes, conquistar el mundo.

De acuerdo con Butler, esa clasificación tan natural en apariencia, es parte de una estrategia de normalización, mediante la cual los individuos son integrados al sistema. De la misma forma que la escuela, el hospital o la cárcel, el encasillamiento en estereotipos de lo masculino o lo femenino tiene la función de eliminar las diferencias, homogeneizar a la humanidad en dos grupos bien definidos, dos extremos sin puntos intermedios, inscribirlas en el imperativo heterosexual. Quien no quepa dentro de la norma es considerado abyecto. La abyección la constituyen zonas inhabitables e indefinibles de la estructura social, pobladas por quienes no gozan de la categoría de sujetos (Butler, 2002, pág. 18).

Los símbolos impuestos en la infancia tienen su desarrollo en la edad adulta. La mujer debe vestirse de cierta forma, obedecer a normas como el maquillaje, la inversión de varias horas al día en la transformación de su aspecto, la obligación de sentirse miserables si no cumplen el ideal de belleza. Entre más transforme su cuerpo hasta los límites de la tortura, se considera más femenina. De acuerdo con Despentes, "nunca antes una sociedad había exigido tantas pruebas de sumisión a las normas estéticas, tantas modificaciones corporales para feminizar un cuerpo" (Despentes, 2007, pág. 19).

Este sistema fabrica cuerpos para ser exhibidos, figurines útiles para la venta de productos, o la exacerbación de la libido de los hombres. De nuevo, una forma de anulación, invisibilización y destrucción de las mujeres. Un ejemplo tomado del cine: En la película Requiem for a dream, la protagonista está tan obsesionada con bajar de peso para aparecer en la televisión, que se vuelve drogadicta y se deteriora hasta su destrucción. No es un caso solamente de película. Las vidas de muchas mujeres se desperdician sometiéndose a cirugías, obsesionadas con la idea de ser delgadas.

Formas de resistencia

Renunciar a los estereotipos es un paso hacia el reconocimiento de nuestra humanidad. Al quitarnos todas las máscaras, es posible iniciar un diálogo con nosotras mismas, un descubrimiento de nuestra fuerza vital y del camino libre que tenemos por recorrer.

En palabras de Despentes:

Existe una clase de fuerza, que no es ni masculina ni femenina, que impresiona, que enloquece, que da: seguridad. Una capacidad de decir que no, de imponer una visión propia de las cosas, de no ocultarse. Me da lo mismo que el héroe lleve falda y tenga dos tetas como melones o que la tenga como un toro y fume puros. Claro que es penoso ser mujer. Miedos, obligaciones, imperativos de silencio, llamadas a un orden que es el mismo desde hace tiempo, festival de limitaciones imbéciles y estériles. Siempre como extranjeras, haciendo los peores trabajos, suministrando la materia prima y asumiendo un perfil bajo... Pero, frente a lo que significa ser un hombre, eso parece una broma... Porque, al final, no somos nosotras las que tenemos más miedo, ni las que estamos más desarmadas, ni a las que les ponen más trabas. El sexo del aguante, de la valentía, de la resistencia, siempre ha sido el nuestro. De todos modos, tampoco hemos tenido elección (Despentes, 2007, pág. 121).

En mi caso esa fuerza viene de la escritura. Desde la infancia respondí con escritos al hecho de ser la única niña de la casa, me gustaba inventar cuentos de ositos y arcoíris. En la adolescencia desarrollé una inclinación hacia lo grotesco, me desagradaba ese mundo rosa y romántico al que debía pertenecer. Siempre encontré en las palabras las herramientas necesarias para enfrentarme al mundo y construir un lugar propio dentro de él.

Esos años fueron también de diálogo entre mujeres. Mis días alternaban las conversaciones literarias con mi madre, que también fue mi maestra; y las visitas a la casa de las abuelas. Reunirnos a hablar y reír en la casa vieja, llena de flores, era un acontecimiento, me daba la sensación de que el universo giraba alrededor de ellas, sus historias amenizadas por la taza de chocolate caliente, sus alegrías inquebrantables.

De ellas recibí dos legados, que solamente ahora, por la investigación realizada en literatura femenina, vine a reconocer. El primero de ellos es la importancia de las comunidades de mujeres como propiciadoras del arte y de una nueva forma de sociedad; el segundo es la riqueza del diálogo entre mujeres, tanto en la literatura y el arte; como en la vida cotidiana.

Mi diálogo con mujeres escritoras inició durante los estudios de Maestría. Empecé a escuchar y conectarme con otras mujeres que también encontraron en la literatura su forma de decir, de rebelarse contra el sometimiento. A pesar de provenir de países y contextos diferentes, nuestra situación como colectivo tiene similares fuentes de opresión, y genera similares formas de respuesta. A través de ese diálogo con autoras que tienen un largo camino recorrido, me reconocía como parte de un conglomerado y aceptar como válidas las exploraciones que había hecho en el campo de la literatura. En palabras de Forsyth: "Brossard uses words such us "complicity", "coincidence", "synchrony", "appreciation", to express that exciting sense of being on the same wavelength as other active feminists". (Forsyth, 1985, pág. 10)5

Comunicarme con ellas fue como haber encontrado un lugar de sintonía. Recibí una especie de aquiescencia, o vía libre para seguir escribiendo y reflexionando sobre los temas que me habían inquietado toda la vida y que son los mismos de muchas mujeres. Pero este diálogo no debe circunscribirse a la literatura, ni entablarse solo con las mujeres lectoras y escritoras.

Dentro de esa conversación existe la necesidad de reconocer también a las mujeres que no son lectoras, ni escritoras, a las mujeres humildes que trabajan veinticuatro horas al día para mantener a su familia. En palabras de Rich.

De uno a otro confín del mundo, hay mujeres que se despiertan antes del alba, en la oscuridad antes de la salida del sol; hay mujeres que se levantan antes que los hombres y los niños para romper el hielo, encender la estufa, preparar la papilla, el café, el arroz, planchar los pantalones, trenzar el cabello, sacar del pozo el agua del día, hervirla para el té, bañar a los niños para ir a la escuela, recoger las verduras y emprender el camino al mercado, correr para tomar el camión al trabajo, este sí remunerado. No sé cuándo duerme la mayoría de las mujeres. En las grandes ciudades, las mujeres regresan a casa al amanecer después de limpiar oficinas a lo largo de toda la noche, de encerar los vestíbulos de los hospitales o de atender a viejos, enfermos y deshauciados". (Rich, 1999, pág. 49)

A decir verdad, las mujeres que tenemos la oportunidad de dedicarnos a la escritura, somos minoría. Nuestro trabajo artístico debería incluir a las mujeres que no duermen, porque su doble jornada de trabajo no se los permite. Traerlas a la literatura es darles visibilidad dentro del imaginario colectivo. Pero, ¿qué significa escribir siendo una mujer?, ¿en qué consiste? El siguiente paso en mi recorrido, es la escritura en femenino.

Escritura - en femenino -

Para construir una definición de escritura en femenino, parto de mi propia experiencia. Para mí, escribir implica una forma diferente de ver las cosas, una crítica profunda a la sociedad, un lenguaje escueto, sin adornos. Contiene también la invención arbitraria y constante de palabras, la búsqueda de otras formas de decir, la sensación de que los sustantivos son estrechos y limitantes, una necesidad de desbordamiento de los límites, de tergiversación del sentido. Es por esto que una buena parte de mi escritura, o mi forma de hablar no caben dentro de la estructura formal, pertenecen a otro continente. Retomo lo dicho por Brossard:

For me, what is important at the present time is that woman write, aware that their difference must be explored in the knowledge of themselves who have become subjects, and further, subjects involved in a struggle. To explore this difference is necessarily to inscribe it in a language which questions the sexism of the tongues we speak and write. By that very fact we inaugurate new places for writing and reading; by that very fact we inscribe in culture a literature of the unspoken. An unauthorized and unspoken literature. (Brossard, 1976, pág. 12)6

La escritura de mujer viene siendo la creación de un lenguaje nuevo, que parta de nuestro papel como sujetos, cuestione el sexismo impuesto y hable según la necesidad de expresión de los cuerpos. En el momento en que comienza la escritura desde la libertad, desde la ausencia de estructuras definidas, se abre todo un universo en el que es posible preguntarnos qué somos y cómo queremos ser, utilizar las palabras ya no para anularnos, sino para volver a nacer:

La escritura en femenino tiene que ver con ese desbordamiento de los límites, con la construcción de un lenguaje que se salga de las limitaciones impuestas por el patriarcado. Además de establecer la imposibilidad de definir una práctica femenina de la escritura, la autora afirma que la escritura es de las mujeres: A diferencia del hombre, la mujer acepta al otro, se deja permear por él. (Cixous, 1995, pág. 46).

Esta sería una segunda característica de la escritura femenina: la apertura al diálogo, al reconocimiento de la otredad.

En este punto encontraría respuesta el primero de los interrogantes. Pienso que la escritura de mujeres, por tener esas características de rompimiento de estructuras, por pertenecernos como lugar de reconocimiento del otro, y por ser la categoría de lo femenino, una trampa impuesta por el mismo patriarcado; debe denominarse simplemente escritura. Por ser además, una palabra que ya viene en género femenino, nos incluye, al contrario de lo que ocurre con la mayoría de palabras que instituyen el androcentrismo. Por estos motivos, la aclaración tendría que hacerse en el otro sentido: escritura masculina.

Un tercer aspecto tiene que ver con la subversión relacionada con el rompimiento de los paradigmas, la desobediencia a las leyes que nos han definido. Tiene relación también con una escritura liberada, insurrecta, que permite llevar a cabo las rupturas y transformaciones necesarias para retornar al cuerpo que nos ha sido confiscado, y desde allí, acceder al inagotable imaginario femenino. (Cixous, 1995, pág. 62)

Para finalizar este artículo, y según lo anunciado en la Introducción, cito uno de los cuentos que conforman la colección presentada como Tesis de Grado, para mostrar así mi propia propuesta de escritura femenina:

El lugar está inundado de olor a cebolla. Hay tomates, papas, cilantro, perejil y gente que camina, corre y grita de un lado al otro. Todas las mujeres son robustas, a excepción de una anciana que vende maíz. La vejez ya la redujo a una entidad encorvada y silenciosa. Si acercamos la mirada, veremos cómo hay algo extraño entre las canastas que ella tiene ante sí. Ella misma no lo ha descubierto, pero en cuanto vea un dedo índice camuflado entre las mazorcas, gritará de espanto, persignándose y buscando apresurada alguna oración que la salve. Algo similar ocurrirá con las vendedoras de los otros puestos, cuando encuentren orejas, cabello, ojos escondidos entre la papa. Ver gusanos moviéndose entre las legumbres ya es algo común, pero esto es sencillamente inaudito.

Los dedos de Josefina han perdido toda la suavidad y delicadeza con que nacieron. Los costales, guacales y carretas los volvieron así: gruesos y deformes, la piel cuarteada de tanta resequedad. Tampoco las mejillas se salvan de las heladas: tienen un color morado oscuro, similar al del saco que tiene puesto hoy. La noche y parte de la mañana se le irán en cargar mercancía: fruta, arroz, papa, panela, lo que le encargue don Henry, el mayorista. Hace seis años que trabaja para él.

El hombre, sentado ante la mesa cubierta por un mantel de plástico verde con dibujos de duraznos y fresas, despacha un plato de cuchuco. En él sobresale un pedazo de cuerpo deforme, que chupa hasta desocuparlo. Se limpia la boca con el puño de la camisa y se dispone a recibir el plato de rellena, chorizo y papa criolla. Mientras lo sirven, se toma una Póker. Son las diez y media de la mañana, fin de la jornada de trabajo, comienzo de la tomata. Cuando el alcohol empiece a hacer su efecto, Josefina ya no estará en la plaza. Preparará carne con mazorca para su hija.

Mientras la madre llena la cocina de un delicioso olor a guiso de cebolla y tomate, la niña juega con su muñeca de plástico. Le quita las piernas, los brazos, la cabeza, la vuelve a armar y le pone su vestido azul. La desarma de nuevo, intenta poner los brazos en donde van las piernas, la cabeza rueda debajo del sofá. Ya está servido el almuerzo.

Josefina no duerme. Podría hacerlo en este fragmento del día en el que ya almorzaron, lavó la loza y los moscos se pegan con el sol de la ventana. Pero el cuerpo, privado del descanso de la noche, protesta quedándose en un sopor extraño, un limbo que no es sueño pero tampoco vigilia. Escucha al televisor: En otras noticias las autoridades en el departamento del Cesar investigan la muerte de Angélica Bello, una reconocida defensora de los derechos humanos que había sufrido en carne propia las atrocidades de la violencia en el país Josefina prepara la masa que utilizará para las empanadas que tiene contratadas en el Jardín donde estudia la niña. Revuelve con las manos harina de trigo, azúcar, sal, aceite, agua, hasta formar una pelota deforme el fin de semana apareció muerta en su casa, según las autoridades por un aparente suicidio. Josefina apaga el televisor -un aparente suicidio- repite en voz alta.

Mientras amasa la pelota, va recordando las mañas de Don Henry. -Usted aquí tiene buen trabajito y es mejor que lo conserve- le dice mostrándole todos los dientes que le quedan. Todavía siente sus manos contaminándole la piel, el aliento hediondo le impide respirar. El primer puño en la cara la deja aturdida, don Henry tiene las manos grandes y pesadas como panelas. Con el segundo, pierde el conocimiento. Cuando despierta en el cuartucho oscuro entre costales de papa, sabe que de nuevo la ha violado. Aprieta la masa con rabia. Cuando está lista, es hora de moler la carne. Va poniéndola por manotadas en el molino, gira la manivela y mira cómo va cayendo entre la taza, convertida en hilachas como gusanos. Cuando ya el aceite la ha convertido en otra cosa, arma las empanadas, las frita y alista para salir hacia el jardín con su hija.

Ya es costumbre ver gusanos entre las legumbres, pero esa carne que sobresale de los dedos es muy desagradable, los ojos siguen mirando a todo el que pasa por ahí. Hay muchas canastas volcadas.

Pepinos, repollos, manzanas, mango, uvas, tierra, orejas. Las mujeres se sobreponen al terror, deben encontrar el resto del cuerpo, es lo que les han dicho. Encuentran piernas, dedos de los pies, torso. Al final encuentran un gusano más grande y consistente que los otros. Con eso completan el rompecabezas.


Notas

1 El sacrificio de las mujeres requiere su silenciamiento. Este toma lugar en un sinnúmero, un laberinto de formas. Un patrón básico de estas es la auto-desintegración, la cual es iniciada por los patriarcalmente poderosos. Las víctimas la internalizan y la continúan practicando dentro del reparto de mujeres. Ellas son silenciadas / divididas por el balbuceo del uso gramatical. La sutil y subliminal auto-desintegración, se logra a través de los pronombres en cuyo uso somos entrenadas para designarnos. (La traducción es mía)
2 Donde hay un hombre no hay mujeres. El momento en el cual una mujer trasciende lo que se supone que debe ser su naturaleza, es decir, cuando está en las mejores circunstancias, ella, se dice, es como un hombre. La mujer en su mejor expresión es invisible como mujer. El hombre como "símbolo de un todo universal, como el centro del mundo de los símbolos", produce un efecto de presencia y precedencia en cada hombre, logra una plenitud que constituye simultáneamente su humanidad y su superioridad. Donde hay humanidad, la mujer es invisible. (La traducción es mía).
3 He discutido cuatro métodos que son esenciales en los juegos de los padres. Primero, está la eliminación de las mujeres (La masacre de millones de mujeres como brujas es eliminada en la escolaridad patriarcal) Segundo, hay inversión. (Adán le da nacimiento a Eva, Zeus a Atenea en el mito patriarcal.) Tercero, hay falsa polarización (El feminismo denominado por los hombres es contrapuesto al sexismo definido por los hombres en los medios de comunicación patriarcales.) Cuarto, hay divide y conquista. (Las mujeres-ficha son entrenadas para acabar con las feministas en las profesiones patriarcales.) Mientras más avanzamos en el viaje metapatriarcal, encontramos capas cada vez más profundas de estos patrones demoníacos insertos en la cultura, implantados en nuestras almas. (La traducción es mía).
4 En la primera parte del libro se relatan varios casos de asesinas que fueron ejecutadas en la plaza pública.
5 Brossard usa palabras como "complicidad" , "coincidencia", "sincronía", "apreciación", para expresar ese emocionante sentido de estar en la misma onda con otras feministas activas. (La traducción es mía).
6 Para mí, lo que es importante en el tiempo presente es que las mujeres escriban, conscientes de que su diferencia debe ser explorada en el conocimiento de ellas mismas que se han vuelto sujetos, y más allá, sujetos envueltos en conflicto. Explorar esta diferencia es necesariamente inscribirla en un lenguaje que cuestiona el sexismo de las lenguas que escribimos y hablamos. Por ese solo hecho, inauguramos nuevos lugares de lectura y escritura; por ese solo hecho inscribimos en la cultura una literatura de lo no hablado. Una literatura no hablada y no autorizada. (La traducción es mía).


Trabajos citados

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