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La Palabra

versión impresa ISSN 0121-8530

La Palabra  no.23 Tunja jul./dic. 2013

 

Muñoz Fernández, R. (2012). Temas y problemas en la novela colombiana 1998-2008. Bogotá D. C.: Universidad Distrital Francisco José de Caldas/Colección Diálogos.

Clara María Parra Triana**
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Región de Valparaíso Chile
cparratriana@hotmail.com

Fecha de Recepción: 9 de abril de 2013 Fecha de aprobación: 22 de mayo de 2013

Citar: Triana Parra, C. M. (Julio-Diciembre de 2013). Muñoz Fernandez, R. (2012). Temas y problemas en la novela colombiana 1998-2008. Bogotá D.C.: Universidad Distrital Francisco José de Caldas/Colección Diálogos. La Palabra(23), 123-124.


La crítica es una insolencia de segundo grado y un último escollo en la vereda de los malos encuentros. Alfonso Reyes "Aristarco o anatomía de la crítica"

No es en vano que inicie esta reseña con un epígrafe de Alfonso Reyes, pues desde su conceptualización, el ejercicio de la crítica ha perdido de forma definitiva el carácter de ejercicio amable. Ejercer la crítica es -ha de ser, más bien- como invitar a alguien "a pasear en la nopalera"; el paseo promete nuevas aventuras, aunque estas nos puedan rasgar la piel y formar heridas.

Las implicaciones actuales de una lectura crítica de la novela colombiana, nos remiten a un ejercicio evaluativo no solo de la novela como producto estético, sino sobre todo de nosotros mismos como sujetos receptores, evaluadores y en el peor de los casos- como consumidores culturales. Leer novelas podría quedarse en el mero ejercicio hedonista de entrega al placer de leer unas páginas bien escritas que cuentan una historia entretenida. Si hiciéramos eso no ocurriría nada; la realidad seguiría su curso y nosotros nos consagraríamos como expertos devoradores de novedades bibliográficas.

Frente a esta dinámica placentera se pronuncian investigaciones como la de Rubén Muñoz Fernández, en torno a la escritura y la lectura de la novela colombiana publicada entre 1998 y 2008. Su procedimiento consiste en poner en diálogo a dos escritores, para desde allí indagar en sus poéticas en un sentido crítico, riguroso y propositivo. Cada una de las poéticas novelísticas se desarrollan en torno a problemáticas particulares, tanto de la tarea de novelar como de las exigencias que desde la ficción se pueden plantear a un mundo en crisis y sin respuestas claras ante los dramas humanos.

La selección crítica que hace Muñoz de las novelas del corpus no es laudatoria (labor, por cierto, ajena a la crítica). Luego de una ardua lectura de un gran número de novelas publicadas en el período en cuestión, Muñoz elige aquellas obras que por su calidad crítica y confrontacional exponen problemáticas que no se solucionan desde la inmediatez y el vicio posmoderno. Las novelas estudiadas constituyen verdaderas respuestas críticas a las falsas salidas que el mundo contemporáneo entrega a un ser humano vacío y vaciado del más mínimo sentido de la libertad y la trascendencia.

El autor parte de bases críticas fundamentales que se encuentran lejos de la afirmación de valores estéticos inmanentes, que incluso ponen en tela de juicio la seriedad con la que los escritores desempeñan su oficio, pues pareciera ser que el criterio mercantil o el temático inmediatista fueran las metas a alcanzar por los productores culturales. Frente a este panorama que parece inhóspito, Rubén Muñoz realiza una lectura sostenida en el reconocimiento de algunas obras que se niegan a caer en la mentira mercantil y buscan el valor auténtico de la escritura novelesca, mediante la reelaboración crítica de la realidad y de nuestra historia.

La poetización de la historia en Burgos Cantor y Ospina; la respuesta desesperanzada en Montoya y Rosero Diago; los ecos del desencanto en Kruz Kronfly y Ungar, y las narrativas del "decir verdadero" de Burgos y Vallejo nos ponen frente a un panorama novelístico de gran exigencia artística que resiste ante los embates propias de las poses de la fama y del entretenimiento. La literatura no es cultura entretenida, no puede serlo. Esta es ante todo confrontación, cuestionamiento, desgarramiento y ruptura; para decirlo con Reyes, es el paseo por la nopalera: con las espinas del nopal se abren las brechas de la crítica.

Los personajes de las novelas estudiadas por Muñoz responden a situaciones de destierro, de decepción frente a grandes proyectos, de deterioro con posturas lúcidas, lo cual resulta ser un gran alivio para la narrativa colombiana: los sujetos se niegan al autoengaño, por lo tanto son más proclives a las búsquedas auténticas que han de encarnar los hombres en esta hora del mundo. Estos sujetos abren los ojos aunque la luz les golpee el rostro. El precio de la lucidez es la soledad consciente y aceptada con madurez.

Con este libro Muñoz nos entrega una lección: el crítico ya no puede ser un "funcionario del sentido común". Su tarea es ardua y exigente. Primero porque su accionar no es una actividad finita, y porque el ejercicio del criterio del que se abandera en la realización de su oficio, le da la oportunidad de abrir brechas discursivas o de detener el curso de debates que siempre han de darse, cito a Muñoz:

No es exagerado afirmar que la crítica literaria se ha convertido en un verdadero malestar y, como consecuencia, se halla en una encrucijada que no se reduce sol a negar o probar su existencia, ni a defender su derecho a seguir emitiendo valoraciones, sino también en definirse en relación con las actuales circunstancias históricas. Lo que está en cuestión no es únicamente cuál es la función que debe cumplir, sino los espacios y las modalidades e que se puede llevar a cabo (p.106).

De este modo, tanto la novela colombiana como la crítica que la aborda experimentan problemas tangibles que es preciso tratar de cerca: la novela no puede estar al servicio de ciertos consumidores de escrituras fáciles, y la crítica literaria debe superar el estadio cientificista y academicista, sin sacrificar el rigor, por supuesto, integrando el debate socio-histórico que no ha de ser el del homenaje complaciente.

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