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La Palabra

versão impressa ISSN 0121-8530

La Palabra  no.24 Tunja jan./jun. 2014

 

La Construcción Social de la Identidad Femenina en el Proyecto de la Regeneración en Colombia: el Caso de Doña Bárbara Caballero y Alzate*

Social Construction of Feminine Identity in the Regeneration Project of Colombia: the Case of Doña Bárbara Caballero y Alzate

La Construction Sociale de L'identité Féminine Dans le Projet de la Régénération en Colombie: le Cas de Doña Bárbara Caballero y Alzate

Paola Fernández Luna**
Universidad Ean, Colombia
pfernandezluna@gmail.com

* Artículo de reflexión, avance de la investigación: "La mujer en la Literatura colombiana".
** Docente Investigadora de Literatura Colombiana, adscrita al programa de Lenguas Modernas de la Universidad EAN de Colombia.

Citar: Fernández Luna, P. (Enero - Junio de 2014). La Construcción Social de la Identidad Femenina en el Proyecto de la Regeneración en Colombia: el Caso de Doña Bárbara Caballero y Alzate. La Palabra (24), 25 - 32

Fecha de recepción: 22 de agosto de 2013 Fecha de aceptación: 10 de diciembre de 2013


Resumen

El objetivo de este artículo es demostrar que Doña Bárbara, personaje principal de la novela La Marquesa de Yolombó (1926), es una apuesta de Tomás Carrasquilla por la construcción de un persona jefemenino a partir de los principios discordantes de la ideología liberal y conservadora propios del proyecto de la Regeneración. Bárbara Caballero y Alzate es una mujer que, a pesar de su liberalismo progresista, su intento de emancipación y su consagración a las letras, no logra concretar un proyecto autónomo. La novela es escrita en el periodo del proyecto político regenerador, en el cual se consideraba que el liberalismo ateo había generado una crisis axiológica que debía ser puesta en orden a través de la reconstrucción social a imagen y semejanza del orden católico. En consecuencia, se origina una oposición radical en contra de los fundamentos del liberalismo; la jerarquía conservadora plantea que la conducta del católico debía ser obediente tanto a la autoridad divina como a la Iglesia. En este orden de ideas, Bárbara Caballero es una metáfora del "liberalismo conservador"; en ella se hace patente el conflicto religioso y moral que vivía la sociedad colombiana y, en particular, la mujer en el siglo XIX.

Palabras clave: novela en Colombia, la Regeneración, centralismo, federalismo, hegemonía conservadora, la mujer en el siglo XIX.


Abstract

The objective of this study is to demonstrate that Doña Bárbara, the main character of the novel La Marquesa de Yolombó (1926), is the attempt of its author, Tomás Carrasquilla, to create a paradigm feminine character based on the conflicting principles of the liberal and conservative ideologies of the Regeneration project. Bárbara Caballero y Alzate is presented as a woman who fails to materialize an autonomous project, in spite of her progressive liberalism, her effort towards emancipation and dedication to literature. The novel was written during a period known as the Regeneration period, in which it was considered that atheist liberalism had caused an axiological crisis, which could only be reestablished by a social reconstruction imperative based on the Catholic order. In consequence, a radical opposition against the founding principles of liberalism was originated; the conservative hierarchy dictated that appropriate Catholic moral conduct implied obedience to divine authority and the Church. Based on this context, Bárbara Caballero is a metaphor of this "conservative liberalism". In her character, the religious and moral conflicts of Colombian society, and particularly of women in the XIX century, come to life.

Key words: Colombian novel, Regeneration project, Centralism, Federalism, conservative hegemony, woman in the XIX century, liberalism, Catholic moral imperative.


Résumé

L'objectif de cet article est celui de démontrer que Doña Bárbara, personnage central du roman La Marquise de Yolombó (1962), est un pari de Tomás Carrasquilla pour la construction d'un personnage féminin à partir des principes discordants de l'idéologie libérale et conservatrice propres du projet de la régénération. Bárbara Caballero et Alzate est une femme qui, malgré son appartenance au libéralisme progressif, son essai d'émancipation et sa consécration aux lettres, n'arrive pas à concrétiser un projet d'autonomie. Le roman est écrit dans la période de la régénération dans laquelle on considérait que le libéralisme athée avait généré une crise axiologique qui devait être rangée à travers la reconstruction sociale à l'image de l'ordre catholique. Ainsi, on assiste à l'origine d'une opposition radicale contre les fondements du libéralisme ; la hiérarchie conservatrice détermine que la conduite du catholique devait être obéissante tant envers l'autorité divine, qu'envers l'église. Dans le même ordre d'idées, Bárbara Caballero est une métaphore du « libéralisme conservateur ». Il est évident chez elle le conflit religieux et moral qui vivait la société colombienne et, en particulier, la femme au XIXème siècle.

Mots clés: Roman en Colombie, la régénération, Centralisme, fédéralisme, hégémonie conservatrice, la femme au XIXème siècle.


Introducción

La novela La Marquesa de Yolombó, escrita en 1926 por Tomás Carrasquilla, se desarrolla en torno a un personaje femenino, doña Bárbara Caballero y Alzate, hija de padres aristócratas: don Pedro Caballero, alcalde de Yolombó y propietario de la mina Santa Polonia, y doña Rosalía Alzate, oriunda de España, quienes educaron a su hija menor para que pudiera satisfacer a su futuro esposo en todos los caprichos, pero Bárbara no recibió instrucción académica en letras y números por su condición de mujer. Ella quiere trabajar en el negocio de su padre, pero solo después de cuatro años de esfuerzo y trabajo le es permitido el arriendo de la cantera para que la administre.

Luego de estos años de trabajo Bárbara logra un lugar privilegiado en la sociedad antioqueña, pues, su dinero le permite traer cambios significativos: mejora las minas, levanta iglesias, crea escuelas, participa en las fiestas, logra la inclusión de los negros en las festividades religiosas, aprende a leer y escribir, recibe clases y, finalmente, se convierte en La Marquesa de Yolombó, título nobiliario dado por su nobleza y sus acciones.

No obstante, en una época cuya característica central era la posición privilegiada del hombre en relación con el nivel despreciable de la mujer, doña Bárbara desea casarse; un día llega un español, quien tras advertir este deseo en la mujer soltera, le propone matrimonio, se casan y la ella vende todo para irse a España. Este hombre la engaña, una vez en el puerto deciden descansar, el español se embarca con todas las pertenencias de la Marquesa. El desenlace de la novela es una imagen de doña Bárbara convertida en un alma en pena, una mujer fantasmal, sin vida.

El proyecto civilizador en Colombia a principios del siglo XIX

Cristina Rojas, en Civilización y violencia, sostiene que el periodo posterior a la independencia en Colombia (18491878) se caracterizó por el deseo civilizador de la élite criolla ilustrada. En el siglo XIX colombiano este deseo estaba íntimamente relacionado con el proyecto que buscaba la desaparición de los viejos sistemas de jerarquía y poder, y el surgimiento de nuevas formas cuyo modelo era el de la civilización europea (Rojas, 2001, p. 36). Este impulso se materializó en algunas prácticas económicas, ideales, educativas y religiosas. Predominó la promoción de una civilización moral cristiana; así mismo, se estableció un sistema de jerarquía basado en el sexo y en el color de piel (p. 71). Dicho sistema le otorgó un lugar privilegiado al hombre y relegó a la mujer de manera absoluta a la invisibilidad; además se inició un proceso de blancura cuyo objetivo consistía en ponerle fin a la heterogeneidad racial.

Así mismo, se estructuró en un orden jerárquico sustentado en la posición prelativa del hombre y el mérito de su representación, por el contrario, la subordinación femenina permeó la valoración social de la mujer; esta estaba constreñida de manera exclusiva a la norma, por ejemplo, la figura de la mujer constituye el modelo de reproducción, de la sumisión y devoción al hombre dentro de la comunidad doméstica. En suma, el orden se caracterizó por una estructura desigual, por una relación dispar entre hombre y mujer en el manejo de la autoridad, el poder y las decisiones a favor de la masculinidad.

Esta normativización del rol femenino obedeció, fundamentalmente, a los ideales conservadores de la élite criolla la cual propugnaba por una sociedad idealizada a partir de la exclusión de la mujer del espacio político y cultural.

Los liberales radicales no consiguieron unificar la nación porque su discurso fue clasista, promovió la democracia política y social, pero su práctica social y política fue conservadora y feudal, dado que fueron comerciantes urbanos que devienen terratenientes y hacendados exportadores. En la misma línea, Rojas señala que los colombianos de mediados de siglo XIX no pudieron inventar una nación, porque la sociedad apareció como fragmentada en términos históricos, geográficos y étnicos (2001, pp. 286-287). El ideal civilizatorio del blanqueamiento o del mestizaje que estas élites reivindicaron habría impedido la formación de una identidad común y las identidades de los indígenas, negros y mujeres habrían sido suprimidas.

La construcción del proyecto de nación desde dos perspectivas antagónicas: María y Manuela

El proyecto de nación de los radicales fue el proyecto de una élite cuyo ideal civilizatorio lo constituyó Europa, al considerar que la "barbarie" nacional era el obstáculo para construir la nación civilizada. Sin embargo, ese ideal fue asumido con la idea de unidad nacional en la que el horizonte era acabar con las diferencias internas de clase, étnicas y regionales, imposible en cualquier sociedad existente. Para Arias, la definición de la nación implica las diferencias y las fronteras entre las élites y el pueblo. En este sentido en el proyecto de nación de los radicales, los negros, los indígenas y las mujeres eran excluidos.

Los primeros debían pasar por un proceso civilizatorio, es decir, que dejaran de ser lo que eran, y en el caso de los segundos, las mujeres continuaron viéndose como seres no aptos para intervenir en el espacio público.

Estas diferencias se pueden evidenciar en la novela María de Jorge Isaacs a través de los ideales cristianos y blancos que encarnan tanto su personaje central como la familia de Efraín; por el contrario, la exclusión y el sometimiento de la mujer, el abuso a los campesinos y analfabetas son registrados en Manuela, novela escrita por Eugenio Díaz Castro, el personaje central es asesinado el día de la independencia. En estas dos novelas se configuran dos ideales de nación; en la primera, los de una élite patriarcal, ilustrada y católica. En la segunda, coexisten las diferentes clases en pugna y tensión, las regiones y creencias y, sobre todo, dialogan personajes de la cultura letrada con personajes analfabetas de la región que no abandonan su lucha. Su defensa la llevan hasta las últimas instancias, el caso de Manuela.

En el interludio axiológico de estos dos personajes se configura Bárbara Caballero y Alzate, una mujer blanca y aristócrata como María, pero con un proyecto emancipador como Manuela. Este personaje decide trabajar en la mina a sus 17 años, la primera respuesta de su padre es una negativa, pero ella lo convence. En la novela el rol del personaje femenino no está limitado a los tradicionales o normativos, sino que se convierte en un agente de cambio, de decisión y de cumplimiento. En este sentido, la mujer no cumple la función de instrumento de ejecución o de representación de pasividad absoluta, por el contrario trasciende en su poder de decisión. Pero dicha apuesta de Tomás Carrasquilla ha de costarle el sacrificio del personaje central femenino, pues ella se enfrentará a la derrota de su proyecto autónomo cuando se pliega a la mentalidad que impera en la época y a los valores tradicionales de la sociedad conservadora y católica de la república. Podríamos considerar la condena del personaje femenino por parte del autor como un castigo y ejemplificación, pues la mujer emancipada representa un obstáculo para la sociedad tradicionalista y patriarcal.

Por otra parte, el modelo femenino preponderante de la Regeneración fue el de la esposa y la madre, el cual, según Montes, estaba representado en la pintura por la imagen de la virgen María sosteniendo a su hijo en los brazos. A través de este ícono se conducía a la mujer católica a imitar a María como madre y como esposa sumisa (2007, p. 81). En 1880 la encíclica Arcanum de León XIII reivindica la dignidad de la mujer en el matrimonio, pero bajo la tutela del mando, allí se plantea que "el hombre es la cabeza de la mujer, como Cristo es la cabeza de la iglesia", "la esposa debe ser sumisa y obediente a su marido, no como una esclava, sino como una compañera, es decir, que la sumisión que la esposa le manifiesta al hombre sea toda de pudor y de dignidad" (2077, p. 82). Este programa moral y social explicita la forma cómo la Iglesia católica define a la mujer en relación con el hombre; la subordinación de la mujer al esposo. De modo que la dimensión moral de la mujer es concebida desde el pudor y la dignidad. Cualidades morales que atienden a la construcción de lo femenino en el siglo XIX y que serían formas de ejemplificar el deber de la mujer en el plano de lo público.

La construcción ideológica de lo femenino en América Latina: Doña Bárbara Caballero

En la construcción ideológica de lo femenino en América Latina, la religión católica ha cumplido un papel preponderante en el siglo XIX. En Colombia, particularmente cuando acababa de lograr la independencia de España, la Iglesia determinaba el deber ser moral de la mujer en la sociedad: salir de casa para ir a misa, enseñar el catecismo de la religión católica y rezar. De ahí que las lecturas sugeridas y permitidas para la mujer fueran aquellas que adoctrinaran o cumplieran la función de ejemplo de ideal de vida y, en especial, las lecturas de mayor difusión eran las que trataban de la vida de los santos. Todo esto, por una parte, con el objetivo de educar a la mujer para ser una buena esposa y madre; y, por otra, con el ánimo de dar instrucción para mejorar su desempeño en las labores domésticas.

La ideología católica considera que es propio de la naturaleza femenina el espacio interior- cerrado sujeto al cuidado del hogar, y el de la masculina impulsada al mundo exterior por la fortaleza y el trabajo para proveer en la casa. Esta división del espacio público y privado se define por la norma que durante siglos determinaría el rol social de la mujer: su desempeño en la sociedad quedaría, entonces, subordinado a la representatividad del hombre, y en este sentido la mujer le deberá la honra al marido y, por ello, habrá de profesarle sumisión.

En consecuencia, el deber ser de la moralidad femenina estaba legitimado por la normatividad y esta a su vez se deriva del matrimonio. Montes afirma que la norma sobre el matrimonio católico no solo rigió en España, sino también en la América Latina, que a pesar de haber logrado la independencia del régimen español, su religión, su lengua y parte de su cultura seguían siendo de la nación española (2007, p. 88). Bárbara Caballero no se distancia de la norma, sino por el contrario se pliega a ella. Por ello, este personaje encarna la contradicción del proyecto regenerador en Colombia, pues lejos de ser un programa liberal, se convirtió en el triunfo de la violencia simbólica de corte moral: una modernidad católica heredada de España1. En tanto que, la hegemonía conservadora le moldeó la personalidad a la nación colombiana y ejerció un particular dominio en la mentalidad femenina, pues, según Montes, en el siglo XIX las mujeres fueron sometidas por la sociedad patriarcal y por la Iglesia como institución y, en consecuencia, el matrimonio se constituyó en una forma de poder que sometía a la voluntad femenina (2007, p. 89).

Desde esta perspectiva de sometimiento, Foucault sostiene que:

El cuerpo está inmerso en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él.; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos. Este cerco político del cuerpo va unido de acuerdo con unas relaciones complejas. El cuerpo en buena parte está imbuido en relaciones de poder y de dominación (1976, p. 33).

El cuerpo se convierte en algo útil cuando es cuerpo productivo y sometido, en el caso de Bárbara, se evidencia un sometimiento de orden ideológico, pues su lugar en el mundo empieza a estar condicionado por la limitación de sus derechos y libertades individuales. La religión en este caso era considerada el elemento esencial de orden moral fundamentada en el respeto de las leyes. De ahí que el matrimonio fuese sinónimo de orden, porque la mujer en la sociedad patriarcal, jerárquica y católica, tiene un lugar y una función establecidos. Bárbara tendría que reconciliarse con su devenir histórico y preservar las buenas costumbres antioqueñas; el matrimonio podría ser el camino de la vuelta al orden, dado que este personaje ha logrado cierta transgresión en lo que tiene que ver con los roles pasivos de la mujer. Por el contrario, los roles activos, de creación, trabajo y se relacionaban con la virilidad. Bárbara pretende acceder a un universo simbólico y de poder que por su condición femenina le estaba vetado.

Ahora bien, la pregunta que nos podríamos plantear es ¿hasta qué punto Carrasquilla le permite posibilidades, a este personaje de extender el universo femenino? ¿Se le ofrece la posibilidad de salvarse del destino ineludible al que ha estado condenada la mujer del siglo XIX en la literatura? Por citar algunos casos, María y Dolores serán personajes femeninos que en cada caso contraen una enfermedad por herencia del padre; Manuela es asesinada en la iglesia el día de su matrimonio y Bárbara Caballero y Alzate termina loca y posteriormente muerta. Sandra Gilbert y Susan Gubar, figura en su estudio titulado La escritora y la imaginación literaria del Siglo XIX, plantean que la propensión a la enfermedad que muchas mujeres, en especial escritoras, padecieron durante el siglo XIX tiene su origen en las represiones a las que estaban sometidas. Valcke considera que "la mujer, al ser entrenada a la renuncia, es casi por necesidad de ser entrenada para una mala salud", ya que, en palabras de Soledad Acosta de Samper, el primer y más fuerte impulso del animal humano es su propia supervivencia, placer y afirmación (2005, p. 69). Quizá esa debilidad e incapacidad de lucha de lo femenino sea también la simbología de un lenguaje silenciado y reprimido: "Pues debajo de todo esto están las imágenes de sucesión, de paternidad o jerarquía" (Gilbert y Gubar, 1998, p. 19). La asociación a la enfermedad, muerte, destierro y locura es significativa y considero que puede obedecer a las definiciones patriarcales de lo femenino. La comprensión y mirada de la mujer reducida en una sociedad al silenciamiento forzado de su voz pública.

La locura y muerte de Bárbara es una renuncia de la mujer por pertenecer al mundo de lo público que no le ofrece opciones a su ser femenino, pues ella debe estar en casa mientras el hombre sale al mundo. Cristina Valcke sugiere que "el encierro es una condición que la sociedad patriarcal asigna a las mujeres" (2005, p. 68). En suma, la metáfora del silenciamiento de Bárbara es el registro de la anulación de la condición femenina que caracterizó el deseo civilizador en Colombia.

En conclusión, Tomás Carrasquilla enuncia una realidad singular del proceso de modernidad en América Latina y, particularmente, en Colombia, al destacar la mentalidad emancipada de Bárbara durante toda la narración y al desintegrarla en el desenlace por medio su deseo enajenado de casarse que la victimiza y la recluye. Aspecto que se conecta con los objetivos tempranos del programa de la Regeneración y el triunfo de una mentalidad conservadora y retardataria que fortaleció una nación intransigente y antimoderna. Esto último hace que el proyecto regenerador sea muy cuestionado, pues "En ningún lugar del continente se manifestó en forma tan abierta la conservatización del liberalismo latinoamericano como en Colombia, en Rafael Núñez -con su célebre frase de "regeneración administrativa, fundamental o catástrofe"-se confirma la compatibilidad con la iglesia y el catolicismo político, en su afán de adelantar una modernidad de corte tradicional" (Cruz, 2010, p. 47). En este sentido, la contradicción de dicho proyecto se encarna en la posición del autor a través del personaje central, pues este, luego de alcanzar cierta mentalidad moderna, se retrae hacia el fracaso de su propio proyecto al someterse al cumplimiento de unos roles específicos subordinados al poder masculino.

Coincidimos con la afirmación de Luís Restrepo en su estudio titulado Tomás Carrasquilla y la resistencia al proyecto centralista:

De esta manera vemos que al escribir sobre una villa rural durante la colonia, Carrasquilla también está reflexionando sobre asuntos contemporáneos. Es en este sentido que decimos que Carrasquilla entabla un diálogo con la historia, ya que visita el pasado para hablar del presente. La novela, como un género que explora los límites de la experiencia humana tanto como los límites de la experiencia lingüística, permite reconsiderar el valor de la narrativa para comprender el pasado histórico (2000, p. 75).

Bárbara negocia su autonomía y tras la ilusión de una falsa aristocracia renuncia a su proyecto emancipador. Un aristócrata advenedizo que "promete llevarla a España" la engaña. En este sentido, la lucha de Bárbara fracasa y su uso pleno de la razón queda reducido a una imagen abyecta de una mujer que en medio de su locura se desvanece en el pueblo minero.

Gilbert y Gubar sostienen que la mujer ideal que los autores masculinos sueñan con generar siempre es un ángel, por eso el modelo eterno de pureza femenina fue representado por un ángel de la casa (1998, p. 35), cuya atribución designa a la mujer al sometimiento, modestia y abnegación. Pues según esta mentalidad patriarcal "el poder de las mujeres no es para gobernar ni para la batalla, y su intelecto no es para la invención o la creación, sino para las dulces órdenes" (1998, p. 39).

Recordemos que el matrimonio, la familia y los hijos eran equivalencia de las buenas costumbres y el carácter moral de la mujer. Bárbara no podía seguir siendo soltera, pues dicho estado no era, ni es, bien visto socialmente, porque "se podría considerar que la mujer pretendía usurpar un campo tradicionalmente de dominio masculino" (Montes, 2007, p. 42). Así mismo, Gilbert y Gubar afirman que en la estética literaria se ha fortalecido a la casta mujer en su pasividad, la han convertido precisamente en el objeto de arte eternamente bello e inanimado que la estética patriarcal desea que sea una mujer (1998, p. 54). Por ello, Carrasquilla castigará en nombre de la cultura patriarcal los pequeños actos de desobediencia, sus intentos por la redefinición del ser femenino en su época y la búsqueda de autonomía. Sus actos reprobadores son condenados, el fin: una mujer loca. Locura que es la metáfora del carácter enfermizo y débil de la mujer: "es debilitador ser una mujer en una sociedad donde se advierte a las mujeres que si no se comportan como ángeles, deben ser monstruos (1998, p. 67). De ahí que el deseo de Bárbara por establecerse obedezca a un imperativo católico. Ella, a pesar de su lucha por la inclusión social de la mujer, termina aceptando la norma de lo femenino y es así como se regenera el orden establecido en la sociedad patriarcal.


Notas

1 A partir del triunfo militar y económico de los conservadores y los liberales independientes sobre los liberales radicales se configuró un régimen que otorgó amplios privilegios a la institución eclesiástica, en especial a la educación, y como contraparte fortaleció a la corriente más intransigente y antimoderna del catolicismo que venía haciendo carrera en el país desde 1870. Abiertamente intolerantes frente a los liberales, las doctrinas racionales, los protestantes y las disidencias estructuraron una mentalidad intransigente que comenzó a configurar la cultura política de la sociedad colombiana.


Referencias

Cruz, E. (2010). La nación en Colombia del radicalismo a la regeneración (1863- 1889). Una interpretación política. Bogotá: Pensamiento Jurídico.         [ Links ]

Foucault, M. (1976). Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI Editores.         [ Links ]

Gilbert, S. y Gubar, S. (1998). La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX. Madrid: Cátedra.         [ Links ]

Montes, P. (2007). Escritoras colombianas del siglo XIX. Cali: Universidad del Valle.         [ Links ]

Rojas, C. (2001). Civilización y violencia. Bogotá: Universidad Javeriana.         [ Links ]

Valcke, C. (junio, 2005). Dolores, una metáfora de la escritora en el siglo XIX. Poligramas, 22, 61-77.         [ Links ]