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La Palabra

Print version ISSN 0121-8530

La Palabra  no.24 Tunja Jan./June 2014

 

Hermenéuticas del Vacío: Antonio Porchia y la Brevedad Expresiva*

Hermeneutics of Emptiness: Antonio Porchia and Expressive Brevity

Hemeneuttiques du Vide: Antonio Porchia et la Breveté Expressive

Angélica González Otero**
Universidad de Viena, Austria
nubevioleta79@hotmail.com

* Este artículo de reflexión es el resultado de la investigación realizada para obtener el título de Profesional en Estudios Literarios en la Universidad Javeriana de Bogotá en el año 2004.
** Actualmente se encuentra estudiando alemán en la Universidad de Viena (Austria), donde también es candidata para el Doctorado en Literatura Comparada. Ha sido docente de cátedra de la Universidad Javeriana y docente de tiempo completo de la Universidad La Gran Colombia de Bogotá, Colombia.

Citar: González Otero, A. (Enero - Junio de 2014). Hermenéuticas del Vacío: Antonio Porchia y la Brevedad Expresiva. La Palabra (24), 69 - 77

Fecha de recepción: 11 de octubre de 2013 Fecha de aprobación: 6 de diciembre de 2013


Resumen

La apuesta por la escritura breve es la apuesta por el silencio narrativo, por hacer visible una realidad desnuda de retórica y adornos; el escritor se implica en un proceso de búsqueda de la palabra origen, de la frase contundente y universal. El libro Voces, de Antonio Porchia, está marcado por un lenguaje de simpleza, complejidad estilística y profundas reflexiones acerca de la existencia. El eje central de este artículo es rescatar el valor literario de esta obra y a la vez indagar por la visión de mundo su autor y su no convencional apuesta por la renuncia al sujeto yoico como vía para hacer posible un existir más honesto en el mundo y en la escritura.

Palabras clave: aforismo, brevedad, silencio, renuncia.


Abstract

The approach to short writing is a gamble in the direction of narrative silence, showing a reality stripped of rhetoric and ornaments. The writer engages in a search for the original word, the strong and universal sentence. The book Voces [Voices] by Antonio Porchia is characterized by a language of simplicity, stylistic complexity and profound reflections about existence. In this way, the central goal of this article is to emphasize the literary value of this work, at the same time as inquire into the world vision of its author, and his unconventional approach through the renunciation of the individual subject of selfhood, enabling a more honest existence in the world and in writing.

Key words: Aphorism, brevity, silence, renunciation.


Résumé

Le pari pour l'écriture brève est celui pour le silence narratif, pour qu'une réalité nue de rhétorique et d'ornements devienne visible. L'écrivain s'implique dans un processus de recherche du mot d'origine, de la phrase accablante et universelle. Le livre Voix , d'Antonio Porchia est marqué par un langage de simplicité, une complexité stylistique et de profondes réflexions sur l'existence. C'est ainsi que, l'axe central de cet article est celui de récupérer la valeur littéraire de cette œuvre, et simultanément enquêter sur la vision du monde de son auteur et son non-conventionnel pari pour la renonce au sujet ego ; et de cette manière, faire qu'il soit possible une existence plus honnête dans le monde et dans l'écriture.

Mots clés: Aphorisme, brevetée, silence, renonce.


"Pero, ¿cómo describir el mundo visto sin el propio yo? No hay palabras. Azul, rojo... incluso estas palabras desconciertan, incluso ocultan con su densidad en vez de dejar pasar la luz". Virginia Woolf (Las Olas)

El nombre de Antonio Porchia no es tan conocido como el de Jorge Luis Borges o el de Julio Cortázar; su nombre suena bajito y entre unos pocos conocedores. Antonio Porchia no es un autor que goce de privilegiados puestos en las listas de ventas o que se enseñe en las escuelas o universidades como parte de un periodo o una época importante. Su nombre es como un secreto que pocos se dignan a vociferar y, en el mejor de los casos, sus Voces se reservan como un obsequio para algún lector elegido.

Los objetivos primordiales de este artículo son redescubrir el valor literario de lo breve, la apuesta por lo esencial del lenguaje y por la renuncia al artificio narrativo, en el libro Voces de Antonio Porchia1, y analizar las temáticas reiterativas que se hallan expuestas en la obra.

Antonio Porchia murió el 9 de noviembre de 1968, pero sus mismas palabras lo recuerdan: "Cuando me muera, no me veré morir por primera vez" (1992, p. 22). De su nacimiento se sabe que fue lejos de este continente: Porchia nace en 1886 en un pueblo italiano llamado Confleti, que pertenece a la provincia de Catanzo (Calabria); hizo parte de esa legión de europeos que emigró a la Argentina a principios del siglo pasado, esta fue su patria desde la adolescencia. Ese viaje sería el único que realizaría en su vida; cuando en su vejez se le propuso viajar a Europa lo rechazó con radicalidad: "Las distancias no hicieron nada, todo está aquí" (p. 20). En última instancia el viaje exterior puede llegar a ser una utopía cuando el espíritu recorre constantemente innumerables distancias: "¿Cómo he podido volver tantas veces aquí, sin moverme de aquí?" (p. 45).

En 1943, Antonio Porchia, a los 57 años de edad, publica por primera vez su texto Voces, la edición pasa 98sin ningún reconocimiento; pero el destino es una rueda misteriosa. Los ejemplares que yacían sin uso en la sede del grupo Impulso estorbaban a sus miembros, por lo que le piden a Porchia que se lleve los libros. Este no encuentra otra alternativa que enviarlos a las bibliotecas públicas de todo el territorio argentino. Alguien descubre el texto, lo transcribe a máquina y lo envía a Roger Caillois, que se encuentra trabajando para la revista Sur, quien al leerlo dice: "por estas líneas yo cambiaría todo lo que he escrito" (González, 1999, p. 7)2. Con esta afirmación se abre el camino para que la obra de Antonio Porchia sea conocida en el mundo. Gracias a la traducción al francés que le hizo Roger Caillois al libro Voces, el nombre de Porchia comenzó a conocerse en Europa. Con el reconocimiento francés vienen sucesivas ediciones entre 1966 y 1974. El texto viaja a otros países: Bélgica, Alemania, Estados Unidos, entre otros3.

Porchia fue un hombre solitario, no tuvo hijos ni esposa; según él, conoció el amor dos veces en la vida, pero que la última vez que amó fue imposible la unión, ella era prostituta y su "dueño" lo amenazó si no se apartaba, por estola vida de ella corría peligro. Siempre tuvo empleos modestos, fue apuntador en el puerto y trabajó en una imprenta; estuvo al frente de su familia después de la muerte de su padre, de la cual afirma: "Mi padre al irse, regaló medio siglo a mi niñez" (1956, p. 34)

Alrededor de Porchia, sobre todo en sus últimos años de vida, cuando las "voces" ya eran conocidas, no solo en Buenos Aires sino en muchas partes del mundo, se agrupaba un gran número de personas, entre ellas muchos jóvenes, un público que siempre ha sido lector constante de su obra; iban a su casa en la calle Mala-ver como asistiendo a una cita inaplazable, todos con la finalidad de conversar con él o de escucharlo recitar alguna de sus "voces"4.

Entre toda esa pequeña población que comenzaba a comprender y a admirar las "voces" estuvieron los amigos constantes, aquellos que notaron que detrás de esas expresiones cotidianas se encontraba una gran riqueza que merecía ser expuesta al mundo. Durante toda su vida Porchia fue cercano a muchos pintores, la mayoría de ellos pertenecían a la agrupación "Impulso", que tenía su sede en el barrio La Boca, uno de sus barrios preferidos, pero fueron sobre todo Miguel Camino y José Pugliese quienes más insistieron en que publicara.

Entre los amigos más cercanos de Porchia se encuentran algunos poetas y escritores de la época, personajes que hoy en día son fuente de testimonio acerca de su vida. Entre ellos figura, en primer lugar, Roberto Juarroz, quien se convirtió en el mayor difusor de su obra; también están León Benarós, Daniel Barrios, Emma Cardoso, Alejandra Pizarnik, Inés Malinow, Libero Badíi, Margarita Durán, Enrique Molina, entre otros, quienes lo conocieron, lo visitaron continuamente y estuvieron presentes hasta su muerte.

Las "voces"

En 1964, Inés Malinow le hace una entrevista a Antonio Porchia; su intención era lograr una entrevista formal, de esas que se le hacen a cualquier escritor, y le pregunta: "¿Por qué lo llama Voces?"; él responde: "Es difícil decirlo. Todo se escucha. Y se escucha de todo". Se expresa en forma epigramática: "no creo estar en el surrealismo, no sé definirme porque nunca soy yo (...) uno es una infinidad de cosas (...) la certeza ¿quién la tiene?" Y concluye: "Mi libro Voces es casi una biografía. Que es casi de todos" (Benarós, 1976, p. 36).

"Todo se escucha. Y se escucha de todo", responde Porchia cuando le preguntan por el nombre de su libro, lo dice como si él fuera solo un receptor, un medio por el que se filtran los mensajes de sus "voces", no se toma a sí mismo como un autor que a voluntad escoge los elementos de su escritura. Porchia se resta toda la importancia, no se siente un escritor en el sentido estricto de la palabra, un escritor que se sienta a planear e imaginar los temas de sus libros.

Más bien lo que se escucha es la traducción verbal de un estado, voces que llegan sin esfuerzo en medio de la cotidianidad, sencillas y profundas reflexiones, verdades muy suyas que la escritura vuelve universales, y para esto no es necesario tener una mesa de escritor ni buscar afanosamente los temas, las palabras adecuadas o el estilo que desea utilizar. Para Porchia, muy seguramente, hay algo de inevitable en sus "voces". Ya decía Ernesto Sábato que la elección de los temas en la literatura no existe, pues son los temas quienes eligen al escritor, temas como obsesiones, como símbolos reiterativos del vivir.

No está muy claro lo relacionado con las influencias en Porchia; se sabe que fue un hombre de escasa cultura formal, él mismo afirma: "he leído poco y desordenado. He tenido sugerencias de las cosas" (Benarós, 1976, p. 37); por esto quizá afirme que no sabe ubicarse a sí mismo: "Porque no soy nunca yo". En Porchia desaparecer es una constante, aun en medio de un aforismo, desaparecer como personalidad, como identidad. Esto no contradice su decir: "mi libro es una biografía", puesto que no son anécdotas ni historias lo que expresan las "voces"; lo que Porchia designa como biográfico se acercaría más a lo que se extrae de la experiencia vital como sustancia esencial y no como rótulo histórico y prosaico. Sus aforismos hacían parte de su habla cotidiana, nacen de ahí, con naturalidad.

Laura Cerrato, en el prólogo a la edición de Voces abandonadas, comenta dos anécdotas que recrean la difusión que los aforismos de Porchia han tenido en Argentina después de su muerte; estas ocurren a principios de los setenta, en mitad del terrorismo: "Llego un día a mi clase de Literatura Inglesa en un colegio privado de Buenos Aires y encuentro una "voz" sin mención de autor en el pizarrón" (Cerrato, 1992, p. 6). Después de averiguar, comenta Laura Cerrato, descubre que los aforismos de Porchia circulan entre los jóvenes, muchos de ellos hijos de Mayo del 68.

La otra historia todavía es más sorprendente, por lo que tiene de consuelo, de compañía. Diez años más tarde, encuentra, con su esposo Roberto Juarroz, una revista que incluía entre sus páginas relatos de torturas del proceso militar argentino, en esta halla una tarjeta de navidad que una reclusa le envía a otra reclusa embarazada, ambas desaparecidas. Antes de la nota personal del mensaje, encabezándolo, dice: "El amor que no es todo dolor, no es todo amor" (Cerrato, 1992, p. 6). Otra "voz" de Antonio Porchia difundida sin su nombre, ahora sirviendo de apoyo en la cercanía con la muerte.

Lenguajes y orígenes: un acercamiento al silencio

Muchos autores se niegan a darle un nombre específico al lenguaje de Porchia, se niegan a llamarlo aforismo, aunque pueda conservar rasgos de este género; también se le halla similitudes con las formas presocráticas, donde se conjuga poesía y filosofía. El mundo tarda en rescatar las "voces" de Porchia, en ubicarlas en el valor mismo de su unicidad, esto por su incomprensión y su desfase formal. Sobre este tema el poeta Roberto Juarroz comenta:

¿Cómo llamarlas? No me animo a llamarlas de una u otra manera. Él les dijo: "Voces" y, bueno, tal vez sean eso. Pero no las voces del sonido externo, sino esas Voces que vienen de las profundidades interiores. Ahora, ¿cómo se llama eso en literatura? Lo que hizo Porchia no es literatura, es otra cosa, algo que va más lejos, acercándose a los extremos de lo humano (...) creo que su obra es excelente ejemplo de uno de los fenómenos expresivos más interesantes de la Literatura moderna. Ciertas obras rompen el cerco de los géneros, excede esa zona difícil, y es como si alcanzáramos un género único (1975, p. 47).

El lenguaje de Porchia es una forma del aforismo, de la poesía, de la metafísica. Toda forma "original" es ambigua y renuente a las clasificaciones y la poesía, como dice el mismo Porchia: "es como un origen, es cosa recién nacida" (1976, p.39). La poesía hace intimidad con los nacimientos, es ella misma principio fecundo, es natural que invente sobre el lenguaje, que lo transfigure y lo sorprenda.

Conocemos el silencio como desgarramiento o como armonía, siempre reclamando un lugar, un sitio dónde permanecer, ubicarse y ser; su expresión desconfía y teme de las muchas palabras, conoce la imposibilidad original que guarda el lenguaje y sus límites que no logran abarcar los estremecimientos más íntimos: "Te depuras, te depuras (...) ¡cuidado! Podría no quedar nada" (Porchia, 1956, p. 46). En Porchia el reconocimiento del silencio como espacio fundamental es total; existe en él una voluntad de callar, de no extenderse: "Y seguiré eliminando las palabras que puse en mi todo, aunque mi todo se quede sin palabras" (p. 35). El ser se expande y las palabras van reduciéndose.

La expresión, lo mismo que el amor, pensaría Porchia, es fruto de una debilidad: "Cuando digo lo que digo, es porque me ha vencido lo que digo" (1956, p. 33). La tensión entre la palabra y el silencio se hace evidente y nunca tiene un término, son dos mundos paralelos en la escritura de Porchia, quien preferiría guardar, olvidar la palabra; el silencio es la verdad contenida. Sin embargo, muy a pesar de sí mismo, la tensión termina en expresión, en palabra, en verdad manifiesta. Lo breve se alimenta del silencio y es la prueba que brota en la superficie de ese estado mudo. En lo breve el miedo al silencio es menor, lo breve incluye el silencio, lo justifica, le da un espacio.

La desaparición: una oportunidad para el absoluto

¿Cómo leer a Porchia? ¿Desde dónde leerlo? Preguntas que surgen en medio del laberinto sombreado que es Voces. La temática, no obstante, no es del todo confusa o dispersa; en Voces existen recorridos reiterativos, ejes primordiales de significación a los cuales Porchia vuelve una y otra vez, estados fijos no solo dentro de la escritura sino también dentro de su vida como sujeto.

Un fuerte principio de lectura para Voces es la pérdida del sujeto autor, del sujeto hombre, del sujeto yoico, y todo lo que desencadena en su autor, en los ámbitos personal y escritural, una experiencia como esta. Porchia trata de ubicarse en "otro lugar" distinto a su nombrada personalidad, en muchos de sus aforismos se ve una intención de ocultamiento que deja huérfanas las voces, un escribirse ausente, una total y parcial desaparición del sujeto-autor. ¿Quién es el sujeto que escribe? ¿Existe realmente el carácter de lo individual o es otra invención del hombre que busca reafirmarse en el mundo?

La individualidad es meramente un aspecto de la existencia; en el pensamiento, separamos a un individuo de otro y en realidad todos también parecemos distintos y separables. Pero cuando reflexionamos sobre la cuestión más de cerca, descubrimos que la individualidad es una ficción, pues no podemos fijar sus límites, no podemos averiguar su extensión, sus fronteras se funden sin dejar rastros indelebles entre los denominados individuos (Zusuki, 1976, p. 28).

Siempre han existido distintos e innumerables cuestionamientos acerca del concepto de lo individual, nos hemos acostumbrado a sentirnos y a nombrarnos desde lo diferenciado. Luchamos y nos introducimos en diversas búsquedas durante toda una vida solo por encontrar una diferencia, una singularidad que nos salve, que nos proteja.

Ahora bien, reafirmada la identidad ¿hay algo más allá de ella? En Porchia nos revaluamos todo de una manera implacable y las preguntas con las cuales empezaríamos a cuestionarnos serían: ¿Qué somos? ¿Somos algo? Al parecer pueden haber dos opciones para el yo: aislar al hombre o conectarlo, ser una obstrucción o un camino; el hombre avanza sobre el camino de su individualidad, de sus múltiples identidades, pero llega un momento en que siente la opresión y el peso que estas le generan: "Cómo me hice no volvería a hacerme. Tal vez volvería a hacerme como me deshago" (Porchia, 1956, p. 22).

En Porchia se hace evidente un distanciamiento del núcleo yoico y una búsqueda fuera del centro de lo personal individual. La función de la forma cambia, el deshacerse es una creación, también hay una forma que emerge del vacío: "Lo que antes que yo y lo después que yo casi se han unido, casi son uno solo, casi se han quedado sin yo" (1956, p. 13). Alguien se observa en su propia ausencia, el Porchia idéntico a sí mismo ha desaparecido, pero continúa existiendo como Ser: "Mi yo ha ido alejándose de mí. Hoy es mi más lejano tú" (p.12).

Interiorizado el yo hasta su desaparición, quien emerge es un observador que se nombra y que ve toda la fenomenología cambiante del afuera; el yo es ahora un lejano tú, inferior y obtuso. Este yo testigo y escritural tiene otras propuestas, otras funciones dentro del Ser: "No estoy de más en ninguna parte, porque no me encuentro en ninguna parte" (Porchia, 1956, p. 57); ya no es una misión de personalidad, de cualidades afirmativas o negativas, de instancias duales, de soy esto o soy lo otro. Este yo testigo es el camino más allá, es en sí mismo una ausencia, sin embargo se escribe, pero se escribe precisamente en esa ausencia: "Estoy tampoco en mí, que lo que hacen de mí, casi no me interesa" (p. 78).

Desechada y aniquilada la potencialidad del ego, esta muerte metafísica que transforma al ser lo hace nuevamente renacer en una levedad sin velo, el hombre ya consciente de su despojamiento afirma su inexistencia, reconoce que él, al igual que todas las cosas, es ilusión.

¿Qué consecuencia trae atacar y abolir de esta manera la identidad? Sobre todo una ruptura con la "historia personal"; el hombre deja de ser unos hechos, deja de ser pasado, recuerdos, se avanza en el despojamiento del vestido social. La muerte de la identidad apela inmediatamente a una transformación. Porchia es recurrente en ese desnombrarse, en ese dejar de ser, que es la entrada en el misterio de su espíritu; tan solo ahora se pueden rastrear las huellas de lo que deja a su paso, de lo que niega y cuestiona a través de estas voces subversivas con lo individual.

En búsqueda de una metafísica: el absoluto durable

La ausencia es el más del Ser, es el camino sin obstáculos, la nada positiva que no incluye negación sino, por el contrario, imprime un espacio de acogida. Y es, precisamente, esa ausencia del yo la mayor apertura; lejos del egoísmo, el escritor, antes fragmentado y disuelto en lo mundano, se dona en su pérdida al universo. Sin obstáculos, sin reticencias nominales, sin historias que falseen la verdadera esencia gana en supremacía todo lo que une: "Donde no eres nada, quédate contigo, y eres todo." (Porchia, 1956, p. 20). "Para llegar a ser lo que soy, una cosa casi no visible, he necesitado mucho, mucho más que todo el universo" (p. 27).

Porchia ubica, o mejor desubica, las asignaturas del poder; la mirada desde el vacío es distinta, tiene otras categorías. Acostumbrados a nombrar las jerarquías, los movimientos del orden social, nos es difícil pensar que llegar al puesto más pequeño indique esfuerzo o grandeza: "Se va igualando todo. Y es así como acaba todo: igualándose todo" (Porchia, 1956, p. 67). Todas las ventajas del poder exterior son ilusorias, para Porchia la anulación del yo genera una nueva clase de poder, pues las raíces se sostienen en el hábitat del vacío.

Porchia discierne entre la confusión, entre la potencia de los estallidos, un mundo siempre en búsqueda de lo máximo, de lo visible y de expresiones poderosas; sabe cuánto lleva de apariencia tanta grandeza, cuán vulnerable es la fuerza adscrita en el exterior: "En mi viaje por esta selva números que llaman mundo, llevo un cero a modo de linterna" (1956, p. 78). Todo lo que es creación hacia fuera quiere poder. En Porchia hay grandeza, hay poder, pero son grandezas y poderes hacia el interior.

El esfuerzo ya no es un ego sostenible sino la amplitud carente de nominaciones. "Esa vez me hallaba casi junto al mar y casi junto al cielo. ¡Oh cuán cerca estuve de mí esa vez!" (Porchia, 1956, p. 74) ¿Dónde encontrarnos? Ya no en la afirmación del yo, en una forma de ser, en principios y justificaciones, sino a través del astro animado, de la vida palpable de las cosas del universo, el hombre volviendo a ser un latido más del universo. El hombre mar, el hombre cielo y él mismo más que nunca: "Este vacío, para Porchia, está unido a un sentimiento de universal simpatía con todo lo que existe, esa fraternidad en la impermanencia con hombres, animales y plantas, como ha observado Paz al profundizar en el budismo" (Juarroz, 1980, p. 59).

Porchia apela a una unificación trascendiendo el escepticismo siempre amigo del yo, halla gratificaciones, posibles encuentros donde el hombre, separado de su entorno y de sí mismo, se reúne nuevamente en comunión con el mundo y todo lo que le rodea.

Conclusiones

Después de realizado este breve recorrido hermenéutico es posible concluir que en el libro Voces se instala una cierta forma de misticismo que ubica a su autor dentro de una visión de mundo que abraza la renuncia, pues se le da un valor en su vida y en la estética de su escritura. Esta renuncia se manifiesta en distintos aspectos: una renuncia a sí mismo y la búsqueda, a través de esta renuncia, de una conexión más genuina con los fenómenos y los seres del mundo.

Por otra parte, su renuncia lo conduce hasta el aspecto formal de su escritura; renuncia a la extensión y descubre la "palabra de su situación", como diría Georges Gusdorf, dentro de lo breve, estilo formal que permite exponer lo íntimo sin obstaculizar el devenir de su vida, lo breve en su ausencia de artificios retóricos propicia el testimonio de lo intenso, de lo instantáneo.

Igualmente, en Voces hay pensamiento filosófico, pues se rastrea un intento por encontrar los límites y las dimensiones del Ser. Todo esto enmarcado dentro de la tradicional tensión existencial del Ser y del No Ser, asunto que constituye un punto fundamental para comprender esta obra. Son dos las fuentes de esta tensión: por un lado, la negación metafísica: "Donde no eres nada, quédate contigo, y eres todo" (Porchia, 1956, p. 59), y, por otro lado, la afirmación de una constante visión compasiva y sagrada con la vida y sus seres: "Hasta el más pequeño de los seres lleva un sol en los ojos" (p. 62).

Las "voces" guardan el espíritu ascético, la visión contemplativa, casi mística, de su autor. Porchia, de tanto padecer lo humano, de tanto introducirse en la vida, logra la distancia suficiente para mostrárnosla nuevamente en su escritura como una "realidad nueva", como un "otro lugar". Creo que aquí está la supremacía de su obra, en que siempre está resguardando la profundidad de la vida, una salida al ahogo de nuestras superficialidades y un generar en el lector, buscador de tesoros, una saciedad, una calma.


Notas

1 Este artículo tiene como base la edición de Voces realizada en 1956 por la editorial Sudamericana de Buenos Aires, veintiséis años antes de la muerte de Porchia; todas las citas textuales son tomadas de esta edición.
2 Roger Caillois relata a Roberto Juarroz: "Hallé la obra de Porchia en Buenos Aires cuando revisaba los libros que nos enviaban los autores para comentarios en Sur. Claro, mandaban tantos que yo los revisaba superficialmente para seleccionar aquellos que merecían comentario. De súbito veo un libro muy humilde, y no sé qué fuerza hace que me detenga y comience a examinarlo. No lo quería creer, y no pude detenerme hasta terminar de leerlo" (González, 1999, p. 7).
3 "Hachette publica en Sudamérica una selección de Voces en 1966, cuyas sucesivas re-ediciones se agotan prontamente (con el agregado de nuevas Voces a partir de 1974). Mientras tanto, otros idiomas entran en la trama: Fernand Versen incluye a Porchia en una antología publicada en Bélgica: Poésie vivante en Argentine (1962); en París aparece una selección en la "Nouvelle Révue Francaise" (enero de 1964); Federico Weiniger traduce otra entrega al alemán (revista Humboldt, Núm. 32, Munich, 1962) y en Estados Unidos, el poeta W.S. Merwin vierte al inglés y prologa su propia selección de Voces (Bigtable Publishing, Chicago,1969)" (González,1999, p. 9).
4 "Fue la presencia a la que acudíamos en peregrinaje, quizá para curarnos o consolarnos de tanta exhibición de ausencias. Con él aprendimos cómo la soledad puede ser lo contrario del aislamiento y también la condición vertebral de una obra (Juarroz, 1980, p. 56).


Referencias

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