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La Palabra

versão impressa ISSN 0121-8530

La Palabra  no.31 Tunja jul./dez. 2017

https://doi.org/10.19053/01218530.n31.2017.7277 

Literatura Sociedad - Cultura

El erotismo como política de lo íntimo en el cuento "Valle Alto" de Yolanda Oreamuno*

Eroticism as Politics of the Intimate in the Short Story "Valle Alto" [High Valley] by Yolanda Oreamuno

L'érotisme comme politique de l'intime dans la nouvelle "Valle Alto" [Haute vallée] de Yolanda Oreamuno

Claudia Paéz Sandoval **  

** Profesora e investigadora de la Universidad de Chile, Chile. Magister en Estudios Latinoamericanos y Doctoranda en Literatura, Pon tificia Universidad Católica de Chile. clpaezs@ug.uchile.cl


Resumen

En este artículo analizo el cuento "Valle alto" (1946) de la escritora costarricense Yolanda Oreamuno (1916-1956) atendiendo al trata miento de la sexualidad femenina que realiza la autora en el marco general de los planteamientos feministas de la primera mitad del siglo XX en Latinoamérica, y en consideración de la problemática identitaria público-nacional que observaremos en la Generación del Cuarenta en Costa Rica. En este análisis veremos cómo esta pro blemática identitaria es cuestionada en el cuento de Oreamuno al presentar una subjetividad inserta en otra dimensión de existencia: lo privado-nacional.

Palabras claves: "Valle Alto"; sexualidad femenina; Generación del Cuarenta; público-nacional; privado-nacional

Abstract

This paper analyzes the short story "Valle alto" [High Valley] (1946) by the Costa Rican writer Yolanda Oreamuno (1916-1956), focusing on the treatment of feminine sexuality explored by the author, framed by feminist theories of the first half of the XX century in Latin America, and in consideration of the discussion on public-national identity that can be observed in the Generation of the Forties in Costa Rica. In this analysis we will observe how this issue of identity is questioned in Oreamunos short story, presenting a form of subjectivity inserted in another dimension of existence: the private-national.

Palabras claves: Valle alto [High Valley], feminine sexuality, Generation of the Forties, public-nation al, private-national

Résumé

dans cet article nous analyserons de quelle manière l'écrivain costaricienne Yolanda Oreamuno (1916 1956) construit dans la nouvelle "Valle alto" (1946) la sexualité féminine dans le cadre des idées fé ministes de la première moitié du XX siècle en Amérique Latine, et de la problématique identitaire publique-nationale que nous observons dans la Génération du Quarante au Costa-Rica. Nous étudierons comment cette problématique identitaire est remise en question dans la nouvelle d'Oreamuno en présen tant une subjectivité inscrite dans une autre dimension de l'existence: la privée-nationale.

Mots-clés: Valle alto; sexualité féminine; Génération du Quarante; publique-national; privé-national

Introducción

La modernización literaria, en tendida como un proceso poli morfo (Herrera, 2009), ha dado cabida a diversos movimientos literarios en Centroamérica. El realismo es uno de ellos. El costumbrismo, como tendencia realista, es fundamental para ingresar en los principios valóricos como la afirmación de la nacionalidad y la lucha de clases en la primera mitad del siglo XX en Costa Rica. En la medida en que este movimien to, compuesto por las ideas ilus tradas que privilegian la razón, la transparencia del lenguaje y la finalidad didáctica, valora la familia patriarcal y la nación, da cuerpo a una subjetividad que llamaremos público-nacional.

Márgara Russoto (2005) nos señala la modernidad como una esfera pública y masculina que asignó lugares y roles a cada sexo, determinando modelos de comportamientos, géneros lite rarios, temáticas, estilos y for mas. En ese sentido, se podría advertir que, pese a la importan cia política, artística y reflexiva de la producción literaria de las escritoras de la primera mitad del siglo XX en Hispanoaméri ca, su corpus no está considera do dentro del canon de la lite ratura latinoamericana porque las mujeres, según el principio de la familia patriarcal, no per tenecen al ámbito masculino. Por esa razón, la presencia de las mujeres en espacios que no les pertenecían o correspondían según el mandato social, era sinónimo de transgresión y sig nificaba un desprecio hacia los códigos sociales.

Su gesto se orienta hacia el logro de un cosmopo litismo letrado, más allá de pretendidas actuali zaciones dialectales, en realidad, deformaciones lingüísticas a veces cari caturescas, de perspectiva folklorista. Esta preocu pación ralla en ocasiones en cierto menosprecio, no solo de los lastres colonia les y provincianos en las prácticas culturales, sino hacia la nacionalidad mis ma, de la que es acérrima crítica (Zabala, 2009, p. 99).

Si seguimos la idea de Russoto sobre la modernidad como es fera público-masculina y pen samos el sentido de la literatura realista en relación con la for mación de las naciones hispa noamericanas de comienzos del siglo XX, podríamos inferir que hay allí un tipo de subjetividad que se desenvuelve en lo pú blico y que reflexiona en torno a la identidad nacional, que es antagónica de las subjetividades femeninas emergentes.

El canon literario hispanoame ricano, dinamizado por la pre gunta acerca de la identidad nacional y continental, y los problemas que suscita nuestra condición histórica de subalternidad, ha producido subjeti vidades en la primera mitad del siglo XX, exigidas por la cons titución nacional republicana que funciona produciendo de seos populares y "performance en el que se dramatiza la entra da de los pueblos sin historia en el contexto del occidentalismo" (Moraña, 2014, p. 60). En este marco, la subjetividad presen te en el canon está ligada a los roles públicos, institucionales e impersonales; que funcionan en la medida en que disminuyen y menoscaban el ámbito de lo privado, lo doméstico y lo per sonal.

A continuación, observaremos brevemente de qué manera la crítica literaria ha organizado estas premisas en consideración del fundamento cognitivo-posi-tivista. De inmediato, podemos dar un ejemplo de esta articu lación en un tipo de crítica que establece una diferencia entre la literatura comprometida y la li teratura intimista. Veamos.

Se trata de una diferenciación sexual entre una producción literaria que participa de las ideas universales, es decir, una literatura comprometida con el ámbito de lo social y los temas referidos a los problemas del campesin(ad)o y la lucha de clases, y una producción lite raria atada a las singularidades de la existencia1, vale decir, una literatura intimista que opera en las subjetividades y sus in teracciones dentro y fuera del espacio privado de la familia tradicional. Literatura compro metida y literatura intimista, en definitiva, nombrarían dos operaciones que organizan los modos de decir en cada sexo, según esta crítica. Al respecto, es interesante observar cómo, desde la psicología social crí tica feminista (Cabruja y Fernández-Villanueva, 2011), se ha cuestionado la base de esta diferenciación asociada al sexo.

Los modelos de desarrollo evolutivo, tanto el cogni tivo como el emocional, suelen describir una tran sición del apego al desa pego, de la dependencia a la autonomía, y terminan proyectando una imagen desvalorizada para las mu jeres. Estos conceptos que en principio parecen neu tros, se utilizan después para construir las diferen cias de género asociando lo femenino al apego y la dependencia y lo masculi no al desapego y la auto nomía (p. 91).

En este sentido, mientras el compromiso, ligado al sexo masculino, es la virtud de estar políticamente implicado en un proyecto nacional; lo intimis ta, ligado al sexo femenino, es la preocupación por lo perso nal y las cosas concretas de la experiencia humana, como el cuerpo, el goce, la sexualidad, la maternidad, la casa, etc. La inclusión de las mujeres a la di mensión humana de existencia, como afirma Simone de Beau voir (1949) en Segundo sexo, es una tarea urgente y de larga data en Latinoamérica; es una corriente subterránea movili zada por las escritoras a partir del siglo XIX, que tiene un im portante antecedente en el siglo XVII con la Respuesta a sor Filotea de la Cruz (1691) de la Juana Inés de la Cruz2, don de la poeta cuestiona la situa ción social y económica de las mujeres en una carta que José María de Cossío (2011) nombra como "Carta Magna de la liber tad intelectual de las mujeres en América".

Es interesante pensar que el in greso de la poeta a las monjas jerónimas resultó ser la condi ción de posibilidad para el de sarrollo de su deseo de estudiar y escribir. En ese sentido y para efectos de este trabajo, es su gestivo pensar que Sor Juana, a partir de 1669, como monja jerónima, logra producir un es pacio íntimo donde despliega -y defiende- su deseo. Se trata de un espacio de emergencia del yo de la sujeto, como escritora e intelectual a partir del cual ella prepara y potencia su participa ción en el ámbito de lo público.

La afirmación de humanidad de las mujeres se ha erigido, nece sariamente, cuestionando el or den de las cosas que las ha limi tado como ciudadanas. En ese sentido, esta afirmación de sub jetividad inevitablemente cues tiona los valores nacionales de la sociedad latinoamericana de la primera mitad del siglo XX. Magda Zabala (2009), en "El cuento que desafía: las narra doras costarricenses y el gesto de ruptura", afirma lo siguiente sobre esta problematización en relación a Oreamuno.

Su gesto se orienta hacia el logro de un cosmopo litismo letrado, más allá de pretendidas actuali zaciones dialectales, en realidad, deformaciones lingüísticas a veces caricaturescas, de perspectiva folklorista. Esta preocu pación ralla en ocasiones en cierto menosprecio, no solo de los lastres colonia les y provincianos en las prácticas culturales, sino hacia la nacionalidad mis ma, de la que es acérrima crítica (p. 99).

En otro ámbito de la obra de Oreamuno, Zavala destaca el surrealismo de algunos cuentos como "Insomnio" (1937) o "Va lle alto" (1946), y agrega que en ellos "se afirman las necesida des de la sexualidad femenina, más allá de lo límites institucio nales" (2009, pp. 100-101). Esta senda no comprometida con los temas de la literatura canónica de la literatura llamada intimis ta, que atiende a cuestiones de orden público-nacional, permite pensar otra modernidad, una no vinculada con el protagonismo masculino. Se trata de una mo dernidad que se ocupa de la pro blemática privado-nacional vin culada con un espacio íntimo y la escritura femenina3. Bajo esta idea, podríamos pensar que la especificidad de una escritu ra femenina tiene que ver con la práctica de la disidencia a la referencia paterna y masculina, al orden tradicional. Se trata de una especificidad que nace en lo heterogéneo y múltiple, y pro duce un yo que arruina al yo de la tradición épica y lírica4.

En coherencia con la diferen ciación sexual que establece la crítica para hablar de dos litera turas, la filósofa feminista Iris Marion Young (2000) propone suspender el cuestionamiento a la dicotomía público/privado para cuestionar el ideal de im parcialidad en sí. Más allá de oponer la ética de los derechos a la ética de los cuidados o, en este caso, de oponer la univer salidad de la literatura compro metida a la particularidad de la literatura intimista, la filósofa propone criticar el ideal de neu tralidad que anima todo contex to moral o simbólico.

En el caso del canon, que deja a la llamada literatura intimis ta fuera de la relevancia públi co-nacional por no caber en los parámetros que organizan di cha estructura, observamos un enmascaramiento por parte de las perspectivas del grupo de la universalidad a las produccio nes que se escapan de dicha or ganización dominante. Siguien do esta idea, la tarea a asumir es repensar los conceptos "com prometido" y "social" para sus pender aquella desvaloración histórica de lo privado que, di cho sea de paso, contribuye con la exclusión de las subjetivida des inscritas en otros marcos referenciales, como los desarro llados en el trabajo doméstico, de cuidados y de crianza.

Lo anterior no solo ha limitado y complejizado la entrada de las mujeres al ámbito político, sino que además las ha marginado del reconocimiento humano; ha prohibido su voluntad y agen cia, y anulado la posibilidad de autodefinirse y desenvolverse como sujetos históricos y de co nocimiento.

Mientras la mujer en su pasividad "femenina" es el Objeto del Deseo que, después del matrimonio, se convertirá en madre y suplemento hogareño para el hombre, éste, en sus fae nas productivas, participa activamente en el ámbito de los otros hombres. Así, en el caso de la nación, los hombres la viven y mo difican, de una relación de contigüidad mientras las mujeres, en su rol reproductivo, sólo tienen la función de engendradoras de dicha nación (Guerra, 2014, p. 199).

A partir de lo anterior, resulta de primera urgencia para las es critoras hispanoamericanas de la primera mitad del siglo XX combatir las perspectivas posi tivistas desde donde se afirma, por ejemplo, que "la energía gastada en lo intelectual [mer ma] la capacidad de reproduc ción biológica" (Guerra, 2014, p. 175) de las mujeres o que la política corrompería su moral. Contra estas ideas, es crucial para las mujeres vindicar el derecho a ser ciudadanas para erigirse como humanidad, pero también es urgente rehabilitar el espacio íntimo asociado al desarrollo del propio yo.

María Rosa Olivera-Williams (2012), en El arte de crear lo femenino: ficción, género e his toria en el Cono Sur, hace un estudio de la obra narrativa de escritoras del siglo XX pregun tándose en el primer capítulo "¿qué tipo de subjetividad año raban las nuevas ciudadanas?" (p. 29) durante las primeras dé cadas del siglo XX en conside ración de la lucha por la igual dad ciudadana. Esta pregunta es importante porque reinventa una subjetividad que no coinci de con la idea de nación como comunidad imaginada, pro puesta por Benedict Anderson (1983).

La nación como comuni dad imaginada tiene que tener límites, ser soberana, y sus integrantes deben constituir una sólida fra ternidad. Esta fraternidad tiene que estar dispuesta a defender con su vida la soberanía y los límites de la nación. Se trata de una fraternidad de ciudada nos-soldados, dispues tos a morir por su patria, como lo recuerda la letra del himno nacional de la "Tierra púrpura". No pue de haber fisuras en esa fra ternidad. De haberlas, la soberanía y los límites de la nación se ponen en pe ligro. Como lo notan Mary Louise Pratt y Francine Masiello, este concepto de comunidad no imagina a las mujeres como miem bros de la fraternidad ciu dadana (Olivera-Williams, 2012, p. 33).

En el mismo sentido que Olivera-Williams (2012), Patricia Alvarenga (2014) en su libro Identidades en disputa: las reinvenciones del género y la sexualidad en la Costa Rica de la primera mitad del siglo XX, reflexiona críticamente la cons trucción de la identidad femeni na en consideración del discur so del "honor" asociado a las mujeres. Al respecto, es intere sante la conclusión de la autora sobre esto en una conferencia impartida en el Centro de Inves tigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (Ciicla) de la Universidad de Costa Rica en el 2008, donde habla acerca de su libro Identidades en dispuesta, en proceso en ese entonces.

A través del honor, se pretende normar la socie dad, negando un espacio en el orden establecido a los deseos y aspiracio nes íntimas, en particular cuando se trata de las mu jeres. Las voces de Lola y Rosa, jóvenes de la década de 1910 que abogan por el derecho de la mujer a compartir placeres mascu linos, así como aquellas de los anarquistas defensores del amor libre, o sea del amor como fundamen to de la unión de pareja, son marginalizadas en los años venideros mediante la exaltación por parte de discursos alternativos de los valores del sacrificio y de la virtud femenina y, por otra parte, mediante el esfuerzo de las institu ciones hegemónicas por expandir el discurso del honor entre los sectores subalternos. Éste, al co locar el capital simbólico de la familia en el cuerpo femenino, lo convierte en un simple instrumento de negociación en el mundo patriarcal, desvalorizando cualquier propuesta que pretenda colocar en primer plano el derecho femenino a la búsqueda de la felici dad, la realización y la au tonomía.

La cita anterior es relevante por varios aspectos tratados hasta ahora, que vinculan nación y sexualidad. Tanto la igualdad ciudadana como la rehabilita ción de un espacio íntimo para la emergencia del yo, son re levantes para pensar el control que ejerce la sociedad sobre los cuerpos de las mujeres, quienes están obligadas a encarnar el capital simbólico de la socie dad y la familia. Justamente, el ámbito privado de existencia, estructurado bajo las ideas de la comunidad, es "un espacio al tamente codificado, provisto de lenguajes y jerarquías de poder específicas" (Cisterna, 2016, p. 230), que las mujeres como "su jetos históricamente margina dos de lo público" (Ibídem) van a deconstruir en la narrativa.

La politización de lo íntimo en la primera mitad del siglo XX

Las escritoras Gabriela Mis tral, Teresa de la Parra, Alfon sina Storni y Victoria Ocampo -por nombrar unas pocas- han problematizado la situación de las mujeres en relación con la maternidad, el matrimonio y la educación, atendiendo a la des igualdad social y económica y la exclusión del espacio públi co. En una reciente antología titulada Latinoamérica pensada por mujeres: trece escritoras irrumpen en el canon del si glo XX, coordinada por Mayuli Morales (2015), se compila a escritoras que desarrollaron el ensayo y amplificaron las pro blemáticas sociales en el cam po intelectual latinoamericano. A continuación, expongo cua tro artículos que forman parte del libro, y que nos permitirán comprender los temas que estas autoras desarrollan.

Mistral (1940) en "Madre: Obra maestra", asimila los esfuerzos y los aportes de la madre a los trabajos bajo el sol de los hom bres, manifestando su admira ción por el funcionamiento del cuerpo materno en relación con la lactancia; de la Parra (1930) en "Influencia de las mujeres en la formación del alma ame ricana", además de cuestionar el "bovarismo hispanoameri cano" por el que atraviesan las mujeres, afirma que en el marco del contrato legal del matrimo nio que establece la sumisión y la fidelidad unilateral de las mujeres, la ley de divorcio es una clave para liberarse de los servicios domésticos y sexua les a las que quedan obligadas por medio de este contrato; Storni (1920), por su parte, en "La complejidad femenina", re flexiona acerca de las diversas opresiones que sufren las muje res, quienes deben reprimir "sus instintos" en pos de salvaguar dar la estabilidad de la familia y del Estado; y Ocampo (1940) en "La mujer, sus derechos y sus responsabilidades", cuestio na que la diferencia entre hom bres y mujeres sea biológica, afirmando que son las prácticas educativas o procesos culturales los que inciden en la diferencia temperamental, social y econó mica de ambos sexos.

Como se aprecia, los abordajes de las escritoras contribuyen a reflexionar las condiciones sociales, económicas y políti cas que están en la base de la situación de las mujeres en La tinoamérica durante la primera mitad del siglo XX. Del mismo modo, Oreamuno, en su ensayo para el concurso del Colegio de Señoritas "Medios que usted sugiere al Colegio para librar a la mujer costarricense de la frivolidad ambiente" en 19335, ofrece un diagnóstico de los males sociales que afectan a las jóvenes costarricenses, aclaran do que "la frivolidad ambiente" es el resultado de las restriccio nes a las que han estado sujetas las mujeres desde los primeros años en el seno de sus familias.

Ser "hija de familia" equi vale a estar sujeta a la tu tela intelectual y moral de nuestros mayores, a perpetuidad; viene a ser como un descargo de res ponsabilidades en una per sona que se considera más capaz para asumirlas. La "hija de familia" es producto de un núcleo peque ño y cerrado -cerrado, esto es lo grave- al exterior y del que generalmente el padre es la puerta y la llave a la vez (Oreamuno citado en Mayuli, 2015, p. 326).

A partir de esta crítica, Oreamuno problematiza los objetivos de la educación de las mujeres, critica la autoridad del padre, la obediencia irrestricta, el fal so sentido de la ciencia y de la libertad, y el problema de la re distribución. Además, sostiene la tesis que para combatir "la frivolidad ambiente", las muje res requieren de educación se xual y política. De este modo, podrán conocerse a sí mismas y a los otros, y sensibilizarse con los problemas de la nación y del mundo. La autora se pregunta si acaso "¿se educa a nuestras muchachas para que sean bue nas señoras de casa, correctas esposas, y fuertes madres, o se las educa para que tomen una activa parte en el conjunto so cial, dentro y fuera del hogar?" (Oreamuno citado en Mayuli, 2015, p. 325). Como se aprecia, Oreamuno mantiene la misma posición de las otras escritoras, quienes problematizan el marco referencial de lo privado y lo doméstico, transformándolo en una problemática privado-na cional.

Es interesante consignar que, en medio de un corpus narrati vo de corriente regionalista en Centroamérica entre las déca das de 1930 y 1940, donde se representa un universo rural de violencia ejecutada por la oli garquía y por las inclemencias de la naturaleza, Oreamuno cuestiona duramente otra vio lencia: la que ejecuta la familia en la figura del padre y del es poso y que se reproduce en las instituciones, manteniendo a las mujeres al margen de la inci dencia nacional.

Después de la década de 1940 en Costa Rica, la situación lite raria ligada al pintoresquismo adquiere una postura distinta, más política. En esta renova ción, la Generación del Cuaren ta, compuesta por simpatizantes y militantes comunistas, donde incluimos a Oreamuno, es clave para pensar estos nuevos bríos. Sin embargo, las voluntades re novadas de la Generación van a operar con códigos tradicio nales compartidos con el sec tor conservador de la sociedad (Alvarenga, 2008) cuyo asunto es la identidad ligada a lo pú blico-nacional y la valoración de la familia patriarcal. A con tinuación, observaremos cómo este foco de la Generación cho ca con "la politización de lo ín timo" que desarrolla Oreamuno.

La subjetividad pública de la Generación del Cuarenta en Costa Rica

En Costa Rica6, la emergencia de la Generación del Cuarenta7 guarda relación con la ne cesidad de diferenciarse de los "escritores del olimpo" del si glo XIX (Guennec, 2011) que trabajaban para la oligarquía terrateniente del Valle Central ensalzando los valores tradi cionales de la familia y de la patria. En este marco, resulta comprensible que bajo el mode lo económico agro-exportador de las oligarquías terratenientes -enriquecidas con el modelo de trabajo forzado hasta la segun da mitad del siglo XX- exista la urgencia de incorporar una nueva idea de nación que releve al sujeto campesino, al indio y el asunto de la lucha de clases. Por esa razón, el problema de la distribución de la tierra, del capital extranjero y de la econo mía extractivista, encarnada en la Unit Fruit Company (1890 1970), son prioritarias para esta Generación.

Pero en esta línea público-na cional que se relaciona con el predominio de una "obediencia institucional al realismo social y al aparato revolucionario-par tidista" (Rodríguez, 2007, p. 28) de los integrantes de la Generación8, se pierden los ele mentos literarios vanguardistas, como observaremos más ade lante en el análisis del cuento "Valle alto". Hay que tener en cuenta que esta Generación, pese a su propuesta moderniza-dora, mantiene la valoración de la familia patriarcal y desatien de la politicidad de la literatura de Oreamuno que problematiza las relaciones de poder en las esferas privadas, cuestiona los roles sexuales tradicionales, y reafirma la libertad sexual y el componente erótico en la subje tividad de las mujeres.

Como sabemos, la construc ción adecuada de mujer a partir del siglo XIX, se perfiló des de el espacio público hacia el privado por medio de revistas, folletines y reuniones sociales. Esta situación fue nociva para las mujeres, pues no solo se las mantenía marginadas del ejer cicio político, sino que además de una parte relevante del espa cio privado: el espacio íntimo. Contra la exclusión de los espa cios público e íntimo, el cuento "Valle alto" se opone al manda to social que incluye el control del cuerpo y la sexualidad de las mujeres.

La relevancia política de "lo íntimo" antes de ser problema tizado por las feministas radica les de la segunda ola a finales de la década de 1960 en Estados Unidos, es relevado por las es critoras hispanoamericanas de la primera mitad del siglo XX, quienes no solo lo hacen explo tar como dimensión estética, sino que también lo proponen como espacio para el desarrollo del propio yo. El compromiso con lo íntimo va a ser realza do como problema social por parte de las escritoras, por ser una dimensión política clave a salvaguardar para suspender la marginación tanto del reconoci miento (espacio público) como de la configuración autónoma del yo (espacio íntimo). En este sentido, propongo que lo políti co emerge en la literatura de las escritoras, justamente, cuando se abre el núcleo cerrado del hogar del que habla Oreamuno, y cuando se cuestiona el poder que ejerce el padre y el esposo al interior de la familia.

A continuación, observaremos una subjetividad opuesta a la idea tradicional de la "hija de familia" que referimos el apar tado anterior. La protagonista de "Valle alto" realiza su objeti vo ligado al cumplimiento de su deseo erótico fuera del ámbito institucional del matrimonio, de la reproducción y de la mater nidad, provocando no solo una suspensión de los roles sexua les hegemónicos, sino también una transgresión a los modos habituales de ser y estar de las mujeres de la primera mitad del siglo XX.

Una subjetividad libre en el cuento "Valle alto"

El tema del erotismo y las sen sualidades femeninas, ha sido despreciado por la cultura hege mónica. Ya lo planteó Kate Mi llet en Política sexual (1969), donde sostiene que el "sexo" es una categoría social política. Li lian Barraza (2013) en su artícu lo "Erotismo femenino en (Des) encuentros (Des)esperados de Andrea Maturana", afirma que han sido las voces narrativas fe meninas las que han integrado el erotismo a las historias perso nales como elemento propio de la naturaleza humana. Es decir, estas voces o subjetividades han naturalizado el erotismo. Esta naturalización opera al mismo tiempo como apertura, produc ción y politización de lo íntimo. Esta emergencia plural en la na rración, amplía la problemática social asociada a las formas de dominación entre los sexos. En ese sentido, al lado de la "cla se", las escritoras van a incluir el "sexo" como categoría polí tica que amplifica la problemá tica social al incluir las relacio nes de poder entre hombres y mujeres en la familia y fuera de ella. Oreamuno en la voz narra tiva femenina del cuento "Valle alto", da forma a una subjetivi dad femenina libre; una viajera que vive una experiencia eróti ca en conjunto con la naturaleza y un hombre.

La narración comienza en Ciu dad de México, con una narra dora describiendo las sensa ciones de las inclemencias del clima en la protagonista. La narradora -cómplice de la pro tagonista- nos dice que hace varios días se mantenía la ame naza de una lluvia caliente que resultaba peor que el inquietan te calor. En medio de estas altas temperaturas, la protagonista lleva prisa por llegar a su des tino: el alto valle. Apresurada y decidida a llegar a tiempo, de cide tomar la única opción que le permite continuar su plan; y entonces resuelve compartir un taxi con otro viajero. En el ca mino, ella lo observa y escucha la conversación que sostiene con el chofer, un indio analfa beto.

Durante la escucha, se explicita en la narración que la conver sación entre estos hombres no satisface las ideas acerca de la tierra y los indios que tiene la protagonista. Lejos de las su persticiones del chofer, para ella, el paisaje de la tierra ape la a otro sentido. La narrado ra dice: "[...] esos cerritos del alto valle, lucían extrañamente desnudos e infantiles en compa ración con los violentos picos nevados del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl" (Oreamuno, 2011, p. 133). Luego, la narradora expresa lo siguiente sobre la protagonista: "abrumada por el monótono paisaje, lentamente, con la lentitud minuciosa con que todas las cosas se hacían esos días, dibujó una parábola con la mirada desde el blanco horizonte [.] hasta el cuello del hombre" (pp. 133-134).

La protagonista queda extasiada con la forma de ese paisaje mas culino. Tanto el paisaje de la tie rra -en el nivel narrativo- como el paisaje del hombre -en el ni vel afectivo- funcionan como catalizadores del deseo sexual de la mujer. Ella intenta "entrar en razón", pero no logra escapar a las necesidades de su cuerpo. La narradora nos cuenta sobre el cuerpo de la protagonista que "todo en él palpitaba. No sabía por qué. Sentía el recorrido de su propia sangre, la vibración febril de sus sienes, el aletear de su nariz; sintió que tenía abierta la boca y que aunque quisiera no podría quitar de esta ese ges to anhelante" (p. 137).

Al caer la noche, el auto en el que viajan el hombre y la mujer, sufre un desperfecto. El chofer decide iniciar el viaje a la ma ñana siguiente, por lo que la mujer, en concordancia con su deseo de llegar pronto más el deseo que le despierta el hom bre, decide continuar el cami no a pie por la carretera con él. "¡Qué natural le parecía, bajo el cobijo ardiente del calor, ir por un camino raro con un hombre cuyo nombre ignoraba!" (p. 138). Y entre los ruidos de la noche y los aromas de la tierra, caminaron juntos interpretando el paisaje que recorrían.

En este cuento, Oreamuno re significa lo íntimo; apela a la vida afectiva y sexual de una mujer afuera del espacio tra dicional establecido para los afectos. Además, modifica las relaciones intersubjetivas tradi cionales en un espacio temporal narrativo en el que se confun den los roles sexuales. La auto ra trata el deseo de una mujer y un hombre (así son nombrados los personajes), pero hace girar la narración en torno al goce se xual femenino.

Antes de decidir continuar el viaje caminando, la narradora nos cuenta y comenta las ob servaciones de la mujer sobre el cuerpo del hombre.

Debajo de esa piel gruesa, de color moreno, un poco rojo, se mueven fuertes tendones y juegan fieros músculos [...] Ha de tener una dureza consoladora ese cuello al tacto. Ha de ser estupendo sentir bajo los dedos la tensión de los músculos jugar escurridi za.

[…]

Después de haber visto el cuello, de haber sentido el brazo, ya ella, presa del relajamiento horrendo del día, quería presentirlo y saberlo todo. Con una ur gencia extraña necesitaba mirar la cara del hombre, oír su voz dirigiéndose a ella, y se sentía capaz de hablarle para lograrlo (pp. 134, 135).

En conexión con su cuerpo y su deseo, la mujer decide seguir el viaje con el hombre, decíamos. En esta decisión se aprecia un tratamiento diverso al de nues tra tradición, que relaciona el deseo y la sexualidad con el pe cado y el poder (Millet, 1969). Antes de abandonar el auto para seguir el camino a pie, la narra dora nos explicita las acciones/ sensaciones de la mujer.

Dejó caer la cabeza hacia atrás y contra su voluntad, oyó el jadear de su propia respiración y presumió que un aire volcánico entraba en los pulmones hacién dola asfixiar. Y sin embar go, esta asfixia lenta no le producía angustia, lo que le daba era la sensación de transmutarse, de no ser ella, de irse poco a poco de su conciencia y entregarse ya sin combates al calor, a la irresponsabilidad y a la locura (pp. 136-137).

La transmutación con la natu raleza y el hombre, escenifican una horizontalidad que se va a mantener durante todo el en cuentro. La narradora explicita que cuando el hombre toma del brazo a la mujer para salir del auto y caminar juntos por la ca rretera, ella no percibe ni corte sía ni profanación, sino "princi pio de una comunión" (p. 140). A partir de aquí y durante la caminata, se va produciendo un espacio ambiguo de transmu tación entre el deseo de ambos y la naturaleza encarnada en la tierra, los aromas y la lluvia. De este modo, en el camino, la mu jer le dice al hombre que huele su aroma, y él muy próximo le contesta lo siguiente:

Tiene el pelo suave, como yo la quería, y los ojos cla ros y la boca grande. Tiene manos fuertes y piernas largas y caderas llenas, como yo la quería. Cuando sonríe se entrega. Cuando mira hay puntillos ama rillos y diabólicos en sus ojos; cuando toca, es suave como una mañana, como la más matinal de las ma ñanas. Toda es como yo la quería. Será fértil como la tierra que revienta después de la primera lluvia. Será buena como la sonrisa de un niño; y brava como río en montaña; y hostil con el hombre extraño, como el techo ajeno. Toda es como yo la quería (p. 141).

Posteriormente, la narradora nos aclara que él no la toca. Sin embargo, el espacio del deseo prolifera en la imaginación de la narradora, al desarrollar una erótica metonimia entre el sexo, el goce y el funcionamiento vi tal de la naturaleza.

La enredadera buscaría el tronco para trenzarlo, y crecería alocada por al canzar su cumbre. El mus go avanzaría sobre la raíz para cubrirla con la mansa e inexorable fuera de la ola, y se metería en sus más recónditos pliegues, y atesoraría la dulce hume dad que sólo él, el musgo, en su apretada contextura, podría frente al calor rete ner para ella; y ella, la raíz, no estaría tan desnuda ni tan sedienta. Los pétalos de la orquídea, jugosos y profanos, se ofrecerían abiertos a la cópula del po len y el insecto; y estarían blancos, pero encendidos en los bordes con un rubor violeta [...] Y todo, desde la tierra seca hasta la últi ma hoja tierna que toda vía atesoraba (para ella, la pequeña, la recién nacida) la última gota de savia, te nían un deseo fecundo de ser, de existir y reproducir se (pp. 141-142).

En la mixtura de los cuerpos hu manos y de la naturaleza que se solicitan al ritmo de la imagina ción y el deseo en la narración, se observa una clara posición de la narradora que naturaliza la consumación del deseo femeni no.

Los seres humanos, en una noche así, dejaban de exis tir como unidades aparte y pasaban a constituir parte del todo natural. No había en la noche pesada lujuria ni concupiscencia, había realización de hechos que la civilización, la mente y la lucha por la vida, han deformado hasta hacerlos parecer anormales. Y todo, como un río va al mar, vol vía a caer, en una noche así, en la ley natural de la naturaleza. Caía el árbol, y la raíz, y la flor, y la tierra, y el animal, y el hombre (p. 142).

El disfrute de la sexualidad, lo íntimo del goce sexual de la mujer, se mezcla con el ritmo necesario de la naturaleza. En la narración, la descripción te lúrica de transmutación de ele mentos vivos y la lluvia, graban el encuentro porque el hombre le dice a la mujer que al llover dejaran de ser hombres para entrar en armonía con la natura leza, entonces si el árbol se es tremece también ella lo hará y "él, uno con la tierra, con la tor menta y el árbol, sólo obedecía los grandes acordes del concier to natural, y se inclinaría sobre ella cuando se inclinara la rama bajo el peso del agua" (p. 144).

Había llovido tanto, tan to, la noche pasada. Ha bía llovido tanto que ella, acostada no sabía por qué en aquella camita angos ta de la fonda, ignoraba cómo había llegado. ¿Pero a quién se lo podía preguntar?

Un melancólico razona miento que la molestaba, hoy como nunca antes, ha bía vuelto a su conciencia. [...] Después que vio por la ventana que los cerros estaban lavaditos, que las flores se habían abierto in usitadamente en el jardín del hotelillo, que un como remedo de hierba parecía querer romper la superfi cie de la tierra -dando por suficiente en su desazón aquel cuadro somero de su situación geográfica-, sa lió del cuarto para tratar de encontrar, con un mínimo de preguntas, el lugar don de se hallaba y la ruta que tenía que seguir. El jardín endomingado trajo a su mente una frase absurda: "suave como una mañana" (pp. 144-145).

A la mañana siguiente, la mujer viajera de paso en el "hotelillo", evoca subrepticiamente el espa cio ambiguo de goce de la no che anterior. "Suave como una mañana" había sido descrita por el hombre en aquella dimensión suspendida en el espacio del sueño, y que insiste a primera hora del día en el pensamiento de la viajera.

Este tratamiento del cuerpo, el goce y la sexualidad, tiene un propósito distinto al de los escritores contemporáneos a Oreamuno. Patricia Alvarenga (2009) cuando estudia la sexua lidad, la corporalidad y la etnia de hombres y mujeres en Cuen tos de barro de Salarrué (1933), Gentes y gentecillas de Fallas (1947) y Hombres de maíz de Asturias (1949), concluye que la utilización del cuerpo en es tas narraciones sirve para "en sayar la parodia, el sarcasmo y la burla, dispositivos llamados a sancionar a quienes escapan de modelos éticos y estéticos idea les prevalecientes en el mundo de su época" (p. 343). Además, en todas estas narraciones que pertenecen a la Generación del Cuarenta, también, las mujeres figuran como lo otro inabarca ble y peligroso cuando evaden los patrones establecidos. El tratamiento del cuerpo en estos autores, contribuye a normali zar el sometimiento de las mu jeres a la sociedad patriarcal.

Es relevante considerar que esta utilización del cuerpo se pro duce en un período en el que el aparato estatal integra a las etnias y a los sectores subalter nos, para conformar una cultura nacional. De este modo, estas narraciones sirven a la hegemo nía, al establecer una identidad nacional que va a contribuir con el proyecto nacional, que esta blece como "natural" ciertos patrones sexuales de comporta miento y sanciona aquellas mo dalidades sexuales que salgan de la norma.

No está de más recordar, a partir de los estudios sobre la sexuali dad y el poder de Michel Fou cault (1977), que la normaliza ción de los patrones sexuales de las mujeres exigió la exhaustiva medición (y medicalización) de su cuerpo y de su sexo en "nom bre de la responsabilidad que les cabría respecto de la salud de sus hijos, de la solidez de la institución familiar y de la salvación de la sociedad" (p. 168). En ese mismo sentido, el "dis curso del honor" que planteaba Alvarenga en la conferencia del Ciicla en el 2008, apunta al disciplinamiento del cuerpo de las mujeres que debían responder al mandato social del honor. Se trata de los cuerpos de las mu jeres entendidos como capital simbólico de la familia y la so ciedad, a la vez que utilizados como instrumento de negocia ción en el mundo patriarcal. Dicho en palabras de Foucault y en el marco de las moderni zaciones de principios del siglo XX en Latinoamericana, los cuerpos de las mujeres fueron explotados aumentando sus fuerzas en términos económicos (para el trabajo doméstico y de cuidados), y disminuyendo las mismas fuerzas en términos po líticos. El cuerpo de las mujeres como capital simbólico de nues tra "sociedad de sexualidad", es el blanco de los mecanismos de poder que se dirigen a la vida para dominarla o utilizarla.

Como hemos visto luego del análisis del cuento, Oreamuno va a introducir ideas que se en caminan hacia una modernidad que no encarna los patrones se xuales vigentes hegemónicos. Es central en su escritura -afir ma Maureen Shea (2009)- el radical rechazo a esta posición de sometimiento de las mujeres, que apenas pueden educarse y elegir su futuro. Además, y en concordancia con Joaquín Gu tiérrez que toma distancia de "los cánones del realismo" (Ro dríguez, 2007, p. 231), nuestra autora va a cuestionar la deca dencia de la literatura que se ex presa en los esencialismos, folclorismos o costumbrismos de la literatura nacionalista de su período. Vale recordar su ensa yo "Protesta contra el folclor", publicado en 1943 en Reperto rio Americano, donde expresa lo siguiente:

El ciclo de literatura fol clórica americana escala cumbres de magnitud in sospechada, se extiende poderoso por muchas dé cadas [...] Cada naciona lidad ha sentido el impe rativo histórico de lanzar la verdad dolorosa que penan, respectivamente, el indio, el cholo, el campe sino, el mestizo, el criollo. El léxico se hincha con palabras de mucho atl, iztl [...] Al calor de este grito desgarrador se ha sacudi do la conciencia [...] Pero yo estimo que el clímax de saturación ha llegado y acuso a la literatura fol clorista de unilateralidad (2011, pp. 63-64).

Una vez superado el ciclo de esta literatura, la escritora invita a escribir sobre las consecuencias de la industrialización, "progre so inmisericorde" mayor que el ejecutado por el criollo explo tador o el capataz incivilizado. Es la vida urbana del continente el lugar que exige una atención literaria; donde está el emplea do, la burocracia y el arraigo de tendencias "muy yanquis". De lo contrario, si se insiste en el folclor, afirma Oreamuno, se alimenta la mirada exotista del extranjero opresor.

Para concluir, quisiera destacar que tal como feminismo radical del movimiento feminista en Estados Unidos, teorizado por Kate Millet (1969) y Shulamith Firestone (1970), los plantea mientos feministas hispanoa-mericanos9 de la primera mitad del siglo XX han contribuido a la problematización de la es tructura familiar y la sexualidad femenina en el continente, al volver lo íntimo un asunto po lítico que permite cuestionar las relaciones de poder insertas en los marcos excluidos de lo pú blico y la relevancia nacional. Es ese sentido, y al interior de una sociedad heteronormativa que privilegia y valora el falo como agente de la sexualidad, la fecundidad y el goce, la pro puesta de Oreamuno se con vierte en una matriz contestata ria de la decodificación sexista y hegemónica literaria de esta Generación, al romper con una figura clave de la formación de las naciones latinoamericanas: el "ángel del hogar".

En ese sentido, y en conside ración de las contribuciones que Oreamuno ha realizado a la literatura costarricense, la ta rea de la crítica es realizar una relectura del canon literario de la Generación del Cuarenta en Costa Rica, para redefinir "lo social" y "lo comprometido" como exigencias que devienen, en el caso de Oreamuno y sus contemporáneas latinoameri canas, en obras con una plas ticidad estética y política más compleja que el realismo social y el costumbrismo, ya que invo lucra un tema no visitado por la literatura canónica de la década de 1940: el erotismo de las mu jeres.

La realidad poliédrica que nos presenta Oreamuno no solo en este cuento, sino también en el ensayo (y en su obra total) donde crea y reflexiona diver sas subjetividades que interac-túan en el campo de lo privado, se presenta como un potente y atractivo pasaje textual de un corpus literario feminista que nos señala, en su conjunto, otro proyecto de modernidad lati noamericana.

Referencias

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* Artículo de reflexión que se inscribe en el marco del Pro yecto FONDECYT n° 1150254 "Exilio, diáspora y peregrinaje cultural: escritores de las (post) vanguardias en México y los Estados Unidos" (2015-2018), investigador responsable Leo nel Delgado Aburto.

Citar: Páez Sandoval, C. (julio-diciembre de 2017). El erotismo como política de lo íntimo en el cuento "Valle Alto" de Yolanda Oreamuno. La Palabra, (31), 161- 175. doi: https://doi.org/10.19053/01218530.n31.2017.7277.

1Mary Louise Pratt (2000) en "'No me interrumpas': las mujeres y el ensayo latinoamericano", nos cuenta que "en un nove -doso e iluminador estudio sobre el ensayo, el crítico estadounidense David William Foster plantea el tema de la ensayística de las mujeres en un breve capítulo final dedicado a los Testimonios de Victoria Ocampo, cuya principal característica -en opinión del crítico- es la evidente insignificancia de los temas abordados. Aunque Foster se afana por proponer una lectura seria de los Testimonios, su análisis no abandona el punto de vista tradicional de que las mujeres están fuera del ámbito verdaderamente intelectual" (73).

2"En el año 1974 México dio a Sor Juana Inés de la Cruz el título de Primera Feminista de América. Es un dato que no te nemos por qué soslayar, si bien, como mujeres, queremos puntualizar cuál es ese feminismo de Juana", afirma el Grupo Feminista de Cultura en el Prólogo del libro Respuesta a sor Filotea de la Cruz, publicado en 1991 por Editorial Fontana, México.

3Es interesante tener presente los estudios que realizaron las intelectuales y escritoras feministas de la década de 1980 en Latinoamérica, cuando se preguntaron por la especificidad de la "escritura femenina" (Richard, 1993), concluyendo que tiene que ver con desestructurar/reestructurar el código narrativo hegemónico, violentando el universo referencial y las identifi caciones femenino-literarias. Como productividad textual y juego de representaciones (1993, 130), la escritura femenina es tema y forma, significado y significante del texto.

4Ya en 1838, con la publicación de Peregrinaciones de una paria de Flora Tristán en París (en Lima, 1839), observamos por primera vez en la literatura, un "yo moderno"; una viajera en búsqueda de su autonomía económica y social que va transfor mándose en una consciencia política que reflexiona sobre las mujeres y las minorías en la sociedad peruana postindepen dencia (1833-1834).

5En 1938, es publicado en Repertorio Americano, revista editada por Joaquín García Monge.

6En Costa Rica, el panorama político literario a partir del siglo XIX intenta definir una literatura nacional describiendo el mundo agrícola, específicamente el mundo del campesinado. En ese marco encontramos el héroe nacional Juan Santamaría, ar quetipo de campesino costarricense que toma las armas y sacrifica su vida para defender a la patria del enemigo extranjero (Guennec, 2005).

7A esta Generación también pertenecen Fabián Dobles, Carlos Luis Fallas y Joaquín Gutiérrez.

8Militantes del Partido Comunista de Costa Rica, creado en 1931.

9Mayuli Morales (2015) en "Trece ensayistas latinoamericanas irrumpen en el canon del siglo xx. Una introducción" del libro Latinoamérica pensada por mujeres: trece escritoras irrumpen en el canon del siglo xx, expone el problema de la ausencia de escritoras en el campo literario y el canon ensayístico hispanoamericano de la primera mitad del siglo xx y recopila sus ensayos más significativos en el ámbito del pensamiento feminista. Las autoras reunidas son: Gabriela Mistral, Teresa de la Parra, Victoria Ocampo, Alfonsina Storni, María Wiesse, Camila Henríquez Ureña, Nilita Vientós Gastón, Margot Arce, Mirta Aguirre Carreras, Yolanda Oreamuno, Fina García Marruz, Rosario Castellanos y Carmen Naranjo.

Recibido: 15 de Julio de 2017; Aprobado: 09 de Septiembre de 2017

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