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La Palabra

Print version ISSN 0121-8530

La Palabra  no.36 Tunja Jan./Mar. 2020  Epub Oct 14, 2020

https://doi.org/10.19053/01218530.n36.2020.10640 

Dossier: La dimensión biográfica

Nuestros amigos los biógrafos Una genealogía de amores literarios

Our Friends the Biographers: A Genealogy of Literary Affairs

Julia Musitanoa 

a Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Rosario. Investigadora en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), profesora auxiliar de Análisis y Crítica II en la Universidad Nacional de Rosario y directora de la Revista Badebec. Publicó Ruinas de la memoria. Autoficción y melancolía en la narrativa de Fernando Vallejo, Un arte vulnerable. La biografía como forma junto con Nora Avaro y Judith Podlubne, y ensayos en diversas revistas especializadas. Instituto de Estudios Críticos en Humanidades/Universidad Nacional de Rosario/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina. musitanoj@gmail.com https://orcid.org/0000-0001-6638-6207


Resumen

La autora de este artículo le interesa pensar en una tradición emergente de biografías literarias en América Latina: biografías escritas por escritores actuales (1985-2016) que cuentan la vida de otros escritores contemporáneos (la producción biográfica de siete novelistas: Osvaldo Baigorria, Ricardo Strafacce, Fernando Vallejo, Carlos María Domínguez, Jorge Edwards, Santiago Roncagliolo y Rafael Gumucio). Específicamente, se propone analizar el proceso de construcción de una tradición, a partir de los lazos emocionales que unen a ciertos escritores con otros y que sirven de motivos para contar vidas ajenas. Entre biógrafo y biografiado (relación singular que responde a los contextos y procedimientos particulares de cada caso) se traza una línea de contigüidad fundada en la admiración literaria cuyos efectos son los de la contaminación, el contagio, la transferencia. Dos vidas se tensionan en la escritura y constituyen un espacio imaginario amoroso que pone en juego mecanismos y operaciones para apropiarse de recuerdos ajenos.

Palabras clave: América Latina; amor; biografía; vida

Abstract

My aim, in this paper, is to think about an emergent tradition of literary biographies in Latin America: biographies written by contemporary writers (1985 - 2016) about other writers' lives (the biographical production of seven novelists: Osvaldo Baigorria, Ricardo Strafacce, Fernando Vallejo, Carlos María Domínguez, Jorge Edwards, Santiago Roncagliolo y Rafael Gumucio). Specifically, this essay proposes to analyze the construction process of this tradition in regard to the emotional bonds that link certain writers with others and provide reasons to tell the life of others. The relationship between biographer and biographed shows a contiguity line founded in literary respect whose effects are contamination, transference and infection. Two lives are tensioned in the writing and formulate an imaginary and loving space where practices and mechanisms are put into place in order to appropriate someone else's memories.

Key words: Biography; Latin America; Life; Love

Se conoce algo sólo si se lo ama, como decía Elsa, "sólo quien ama conoce". En indoeuropeo, la raíz que significa "conocer" es homónima de lo que significa "nacer". Conocer significa nacer juntos, ser generado o regenerado por la cosa conocida. Y esto y no otra cosa significa amar. No obstante, precisamente un amor así es difícil de encontrar entre aquellos que creen conocer. Antes bien, con frecuencia sucede lo contrario: quien se dedica al estudio de un autor o de un objeto termina concibiendo por ellos un sentimiento de superioridad y casi una suerte de desprecio. Por este motivo es bueno quitarle al verbo "conocer" toda pretensión meramente cognitiva. En lo que me atañe, pienso que no puede tomarse un libro que se ama entre las manos sin sentir un vuelco en el corazón, ni conocer de veras una criatura o una cosa sin renacer en ella o con ella. (Agamben, 2018, p. 14)

A la manera de las vidas infames que se le presentaron a Michel Foucault (2014), las vidas de los poetas José Asunción Silva y Porfirio Barba Jacob irrumpieron de la mano del biógrafo Fernando Vallejo, a fines de los años 1980, para mostrar cierta sintonía entre existencias oscuras e infortunadas cuyos relatos producen una mezcla de belleza y espanto. De allí en adelante, se suman a la lista vidas que por la fuerza de su extrañeza fascinan a sus biógrafos y los atrapan en las redes de la emoción y del afecto. Como le ocurrió a Vallejo con los dos poetas modernistas, le sucedió a Ricardo Strafacce con Osvaldo Lamborghini, Osvaldo Baigorria con Néstor Sánchez, Carlos María Domínguez con Roberto de las Carreras, Jorge Edwards con Pablo Neruda, Santiago Roncagliolo con Enrique Amorim, Rafael Gumucio con Nicanor Parra, por nombrar algunos. Así sean personales o editoriales, los motivos que movilizaron a los biógrafos a embarcarse en la tarea de reconstruir vidas ajenas, se encontraron de súbito inmersos en la más potente admiración. Entre biógrafo y biografiado se traza una línea de contigüidad fundada en la admiración literaria cuyos efectos son los de la contaminación, el contagio, la transferencia. Dos vidas se tensionan en la escritura y constituyen un espacio imaginario amoroso que pone en juego mecanismos y operaciones para apropiarse de recuerdos ajenos.

Pongo sobre la mesa un conjunto de vidas ajenas que hace serie por varias razones: una, porque los biógrafos son escritores latinoamericanos y las escribieron entre fines de la década de 1980 y la actualidad; y dos, porque los biografiados son también escritores y porque son anómalos, diferentes. La serie se arma, pero no se une. ¿Dónde están los lazos? ¿Qué las liga? Después de ensayar diversas respuestas en términos de la emergencia de escrituras de vida en el continente, me atrevo a decir que las unen los lazos afectivos entre biógrafo y biografiado, que la incipiente tradición viene a mostrar una genealogía de amores familiares, amistosos y fraternos en el campo de la literatura latinoamericana. La biografía, explica Carlos Surghi, es un relato que cuenta la intimidad de un momento de fascinación; algo que la crítica o la teoría literaria no han podido contar, pero que ésta, al momento de hacer de la fascinación discurso, toma prestado de aquellas varios de sus materiales. Sin embargo, el comienzo biográfico tiene que ver con una distinción que opera sobre la subjetividad del biógrafo (2018, pp. 31-51).

Dos consideraciones antes de avanzar. La primera consideración se trata de biografías literarias no sólo porque biógrafos y biografiados sean hombres de letras, sino por un modo de relacionarse con la escritura y de configurar lo vivido en el interior del discurso. La relación entre vida y literatura se explica, en estos casos, menos por un yo irreductible o una subjetividad insumisa al impulso autobiográfico, que por lo vivido y la escritura se encuentran enlazados bajo el signo del afecto, a través de una tercera persona. La escritura en tanto escritura propia contaminada por la ajena, y lo vivido en tanto articulado entre la razón de los hechos y la razón de las ficciones, en términos de Rancière. Esta categoría de lo vivido no alude a los hechos, según Rancière, sino a aquello que los explica, a lo vivido de lo cual son presentados como la manifestación. Lo vivido se transforma en lógica de las acciones, y es allí donde se resume la paradoja constitutiva de lo literario (2011, pp. 247-268). La segunda consideración es que lo literario de esas vidas es proporcional a la rareza que cada una porta consigo: los biografiados son decadentes, excéntricos, enfermos, fanáticos, millonarios y pobres, anarquistas y anárquicos, abandónicos y exiliados; y los biógrafos, amparados por el espacio de lo imaginario, se encargan de resaltar el gesto y extremar lo anómalo. El biógrafo explota el vínculo que lo une al biografiado para exaltar allí los atributos que le interesan en una operación identificatoria, primero y distante más tarde; se sirve de la atadura que da inicio a la escritura para animarse a violentar al personaje. Y si el vínculo no existe, pues se lo inventa para poder contar. No importa cuán cerca estén uno del otro, en el momento de la escritura se produce el encuentro y del hechizo no hay vuelta atrás. Todos y cada uno de los siete biógrafos que nombré en un principio no pueden dejar de plasmar los lazos que los atan a sus biografiados, que muchas veces suelen ser literarios, pero la mayoría son personales e íntimos. De hecho, un capítulo de Vidas ajenas de Leon Edel (1990) se titula "Transferencia", en el cual señala la estrecha relación entre biógrafo y biografiado: "Un artista de la biografía está presente en su obra de la misma manera en que un pintor está presente en sus retratos" (p. 55). Fernando Vallejo, que encabeza la lista, no conoció personalmente a José Asunción Silva ni a Porfirio Barba Jacob, su producción literaria es poética y Vallejo jamás escribió un verso, pero no puede dejar de conmoverse por la poesía de José Asunción Silva como no puede dejar de encontrar similitudes en lo vivido1.

Uno de mis escasos amores es mi abuela, otro es mi padre. Hoy he vuelto a leer "Los maderos de San Juan" de Silva en que la abuela arrulla al niño, con las mismas lágrimas de cuando lo era. Prueba de que me he hecho viejo y no he cambiado. ¿O será que por la vejez ya me empezaron a llorar los ojos? Por lo que sea. Mi abuela y mi padre ya no están y yo habré envejecido mucho pero Silva nada y lo sigo viendo como siempre, con ojos de amor de niño. (Almas en pena, p. 259)

Continúa Edel: "Desde el momento en que un biógrafo satisface una necesidad secreta de su propia naturaleza está enredado en su relación emocional con su sujeto -está en problemas-" (1990, p. 57). Estar en problemas, para Edel, implica acercarse demasiado, perder la imparcialidad, que la transferencia vire a negativa y se convierta en una carga. El juego del yo y del no yo debe permitirle, en algún momento, al biógrafo separarse de su alter ego para que viva la vida como la vivió, "no como el biógrafo desea que la hubiera vivido" (1990, p. 75). En el caso de nuestras biografías, el encuentro originario se produce y de allí no hay salida, la emoción y el afecto acaparan la investigación sobre un personaje, para más tarde, convertirse en amor a la escritura y a la vida en su generalidad. Los deseos del biógrafo son ineludibles porque desde allí parte la potencia biográfica.

Las biografías de las que aquí hablamos están escritas en una primera persona que cuenta el proceso de investigación y que muestra los conflictos que se suscitan en un escritor cuando entra en intimidad con otro. Mecanismos de identificación y de diferenciación impulsan la contaminación no sólo de procesos autofigurativos, sino, y sobre todo, de experiencias literarias y de modos de definir lo literario. Pienso en el caso de Sobre Sánchez, una biografía particular, publicada en el 2012 por Osvaldo Baigorria, cuya clave es aquello que el biografiado ha dejado de hacer, la renuncia indeclinable a seguir escribiendo. Un día, Néstor Sánchez desapareció porque decidió irse a "vivir como croto"2 a Estados Unidos. Más allá de la intención de Baigorria de escribir una biografía sobre la vida de un escritor nómade, se encontró inmerso en tal fascinación con el personaje que, lo que deberían haber sido notas al pie3 sobre reflexiones propias, devinieron el relato de una vida arrastrada por otra, una forma de hacer literatura que, aunque ajena y distante, se convirtió en próxima4. Además, es notable que la escritura de la biografía arrastra parte de su obra anterior (escribió un libro de crónicas, Anarquismo trashumante (2008)j, en el que cuenta anécdotas de crotos y de linyeras empezando por la de su propio padre; un prologó titulado "Preferiría no escribirlo" de un libro de ensayos, Con el sudor de tu frente (1995), que reúne textos de Barthes, Adorno, Wilde, Stevenson, entre otros, sobre la pereza, la fiaca, el no hacer nada) e impacta directamente sobre su producción literaria posterior, podría decirse que Baigorria está atravesado por la figura de Sánchez cuando escribe Postales de contracultura unos años después (exactamente en 2018). Postales es un ensayo autobiográfico que se cruza con las notas de Sobre Sánchez y con la propia vida de Sánchez. Si en un principio las notas autorreferenciales parecían consumirse la vida del biografiado, ahora, la vida del biografiado parece deglutirse la propia.

El encuentro originario (ético) se produce y los enamorados se conmueven por la irrupción eterna del otro. Fascinarse, explica Giordano, es "caer rendido ante una presencia de la que ya no se puede apartar la vista, una presencia evidente pero misteriosa que se apropia a tal punto de la mirada que ya no lo deja ver (comprender)" (1999, p. 42). El momento de fascinación, por lo tanto, prohíbe el de la representación. Después del contagio, de la transferencia, cuando dos ya son uno, ¿cómo avanzar? Para escribir la biografía, hay que atravesar el primer momento.

No se trata de avanzar del amor al saber, sino de compensar en el saber el desposeimiento al que nos sometemos cuando se convierte al otro en objeto, se lo cerca dentro de los límites para que no nos trascienda. Para el enamorado todo es importante, entiende Finkielkraut (1985), porque "el rostro amado es un revoltijo de signos entre los cuales el enamorado pierde el poder de seleccionar y clasificar. En cambio, no hay arte sin esterilización, sin aptitud para borrar lo accesorio y conservar sólo lo significativo" (p. 44). No hay biógrafo sin la astucia de la selección. "De manera que el arte no es el derivado natural del amor" (1985, p. 45). El aspecto estético se hace presente cuando se anula esa diferencia y el otro queda sujeto a una ley común. Traicionarlo es la única posibilidad, todo vínculo amoroso supone cierta agresividad, "me identifico para poder contar y lo agredo para poder representarlo".

Herencia y genealogía

Los biógrafos arman tradición, se inscriben inevitablemente en una línea de filiación literaria, y así se enfrentan voluntaria o involuntariamente con el mandato de un pasado. Esto significa, para Gina Saraceni, ocupar el lugar del intérprete que no busca leer literalmente el texto que recibe para revelar una verdad, sino, más bien, para plegarlo a una nueva voluntad (2008, p. 18). Ese lazo que aparece en una primera instancia está sostenido por el par precursor-heredero. El biógrafo se inscribe en un árbol genealógico particular y escribe sobre la vida de un "padre literario" que lo guía en el mundo de la literatura. No elige la genealogía como ningún hijo elige a sus padres, pero al ingresar en una vida ajena ineludiblemente la convierte en propia. Así, dentro de un orden de filiación estructural, alegan Amado y Domínguez (2004) sobre que, la figura del padre pone en su lugar los procedimientos institucionales de la identidad, entendiendo la paternidad como ficción de principio para las referencias de legitimidad. Al subrayar lo familiar desde los lazos, se pone en evidencia el doble mecanismo de enlace y separación, de atadura y corte, que funda lo familiar en tanto proceso y en tanto máquina de producción de afectos y renovación de historia (2004, p. 14). Las biografías de Fernando Vallejo son paradigmáticas en este sentido, en tanto los respetados y célebres poetas José Asunción Silva y Porfirio Barba Jacob se ven transmutados por el carácter destructor de un escritor coterráneo que hace con esa herencia recibida, lo que le place. El saber del heredero Vallejo señala el quiebre que constituye su genealogía y la disolución inherente a todo árbol genealógico, un saber que fracasa en la medida en que no acumula conocimientos, sino que, al adquirirlos, sostiene Saraceni, los pone bajo sospecha con la certeza de la imposibilidad de poseer un bien como totalidad inquebrantable, en cambio, como promesa que se renueva a través de su incumplimiento (2008, p. 19).

Un heredero frágil, un heredero infiel, lo llama Derrida, sabe que la herencia transmitida no reestablece una continuidad con el pasado ni tampoco un lazo continuo y homogéneo, y que asume el fracaso de la interpretación crítica como un valor positivo. La mejor manera de serle fiel a una herencia es serle infiel, es decir, no recibirla como una totalidad, sino, más bien, pescarla en falta, captar su momento dogmático, nos enseña Derrida. Hacer hablar a las obras en el interior de sus fisuras sin tratar de aniquilarlas. Aquello que se pierde en el traspaso, produce ganancia en el porvenir. Herencia de lo que siempre está por venir porque nunca estuvo y nunca estará, la herencia como una forma de interpelación que reclama una lectura del secreto que atraviesa toda genealogía. En el caso de los biógrafos que no escriben sobre un muerto, que escriben sobre un familiar o sobre un precursor al que frecuentaron muestra aún más esta paradoja: Jorge Edwards escribió dos biografías, una sobre Pablo Neruda, su amigo, Adiós poeta en 1990, y otra sobre Joaquín Edwards Bello, su tío, El inútil de la familia en 2004. Y en el proceso de escritura de sus memorias, surge Descubrimiento de la pintura, una novela inspirada en un tío pintor, publicada en 2013. Adiós poeta, más que la historia de la vida de Pablo Neruda, relata el encuentro con un padre literario y los avatares de una amistad. Edwards se detiene para describir su propia entrada al mundo de la literatura de la mano de Neruda. Algo similar sucede con Rafael Gumucio que además de sus memorias reunidas en dos tomos (Memorias prematuras y La edad media), escribió la biografía de su abuela quien lo guía por el camino literario y lo ayuda a convertirse en escritor; además de la monumental biografía de Nicanor Parra con quien mantuvo una amistad de varios años (Gumucio, 2018). Ensayos familiares que recogen las vidas de dos tíos, una abuela y dos amigos para contar la propia, biografías que son consecuencia del trabajo exhaustivo con la memoria y de la excavación autobiográfica del autor. El vínculo entre Rafael y Nicanor es el nudo de la biografía, un vínculo filial y literario, dos escritores, dos padres, dos hijos eternos que no saben qué hacer con la presencia fantasmal del padre, dos prematuros que le tienen miedo a la muerte. Dos chilenos que se encontraron a edades muy disímiles, pero con la voluntad de hablar de literatura, de contarse intimidades, de hacerse compañía. A pesar de que los encuentros entre biógrafo y biografiado se sostengan en el marco de la escritura de una posible biografía, Gumucio logra el efecto literario y la construcción del libro es lo que menos importa, sobresalen ellos dos en plena conversación amorosa.

Debería bastar, pero no me basta, por eso escribo la vida de otro que no se me parece, pero que también soy yo. Esta no es una biografía de Parra, le explico a toda la gente que le explico el libro. Miento cuando digo eso, y digo la verdad. Esta no es una biografía de Parra. Esta es una biografía con Parra. Es una biografía contra Parra. Parra es en este libro un abrigo, una máscara más. (Gumucio, 2018, p. 164)

Heredar es haber sabido desprenderse, desposeerse. Heredar un legado puede ser accesible mediante un proceso de aprendizaje, no hablamos de una herencia como patrimonio compuesto de bienes que habría que administrar después de muerto el padre, sino de una herencia de logros humanos, de sentimientos, de emociones, de afectos, de un mundo espiritual (Oakeshott, 2009, p. 69). Heredar un nombre y un linaje es apropiarse de algo que el otro no tuvo. Para escribir sobre quién se ama, hay que saber meterse con lo mejor y lo peor del personaje, un acto que implica la agresividad: hay que amar, pero también saber traicionar.

El par precursor-heredero que se formuló en primera instancia se complejiza en cada búsqueda específica. Algunos de los biografiados que arman la serie parecen haber escrito con carácter póstumo esperando que una biografía los salve del olvido. Osvaldo Lamborghini, en tanto que escritor maldito, construyó el personaje y escribió desde un futuro post-mortem, "única clase de presente que posibilitaba esa escritura", dice Strafacce (2008, p. 482); y su biógrafo decide trabajar para el archivo buscando lógicas, subsanando inconsistencias e imponiendo sistematicidad a un material que, en definitiva, muestra lo inexplicable, lo irracional de cualquier subjetividad. Algunos momentos en que se sucede la fascinación biográfica, diría Surghi (2018), Strafacce parece dejarse llevar por el enamoramiento hacia su personaje, por la seducción que le generan los movimientos contradictorios que lo definieron. Desplazamientos íntimos que la traducción del archivo no puede argumentar. Sentencia Lila Caimari que, "de hecho, traducir el archivo a la escritura es, primero, renunciar", y es la misma escritura la que toma el lugar de lo descartado (2017, p. 13). Esos momentos son los más potentes de la biografía, en tanto biógrafo y biografiado se encuentran y lo muerto adquiere una voz. Enrique Amorim, millonario y poeta excéntrico, se encargó de dejar los rastros suficientes para que el linaje recupere la herencia. Roncagliolo no se dejó llevar por el amor a su personaje y prefirió la potencia vital que supone la escritura. A partir de la pregunta que se hace en la página 58: "¿podemos realmente fiarnos de Amorim?" (Roncagliolo, 2012), el biógrafo da pie a un proceso de corrección de fechas, datos y relatos que encuentra en los testimonios y documentos del uruguayo para mostrar la piel de camaleón profesional de la que ostentaba Amorim.

¿Cómo cumplir con el padre sin dejar al mismo tiempo de cumplir con uno mismo?, se pregunta Giordano (2006) cuando intenta representar al suyo. Arriesgarse a descubrir una forma de hacer que la escritura evoque, en el proceso de armarse y descomponerse, las asimetrías y las complementariedades entre esas dos vidas enlazadas definitivamente por los secretos y las trivialidades de lo familiar. La construcción literaria del padre es obra, en principio, de lo que el hijo puede saber de sí mismo y de la necesidad que tiene de inventarse un origen para ver verdaderamente lo suyo, lo que se heredó (2006, pp. 65-73).

Otros no actúan como predecesores porque en tanto son raros no constituyen herencia. Por fuera de la cultura y de la institución, por fuera de la patria y de la nación, José Asunción Silva, Porfirio Barba Jacob y Roberto de las Carreras (por nombrar alguno de los biografiados), dandis decadentes finiseculares, anarquistas y conservadores, no trazan lazos que habiliten la genealogía. Aman la soledad, pertenecen conjuntamente, y esa es su semejanza, al mundo de la soledad, de la singularidad, de la no pertenencia. Pero, en palaras de Derrida, "en este mundo singular de las singularidades, estos amigos jurados de la soledad están conjurados, han sido llamados incluso por un heraldo a conjurarse, por aquel que dice yo pero que no es necesariamente el primero" (Derrida, s.f., párr. 44). Surghi entiende que cuando la literatura, está en su fuga hacia adelante, no hace más que presentar vidas excepcionales; ahí entonces lo biográfico le presta voz a la vida (2018, pp. 31-51).

Nuestros amigos los biógrafos

Si pensamos que estos biógrafos y biografiados latinoamericanos vienen a armar una cartografía de lazos amorosos con miras a la institucionalización, podemos agregar que esas líneas no constituyen sino extensiones en el tiempo, fugas hacia adelante. Escritores que esperan ser conjurados en el porvenir por sus amigos los biógrafos; y biógrafos que buscan en el pasado una manera de sobrevivir en el futuro. El comentario, según Emmanuel Coccia (2007) (pero podríamos nosotros llamarle biografía), es el elemento mesiánico que colma dicha espera. El comentario no es la representación del pasado como pasado, sino la contracción de los tiempos, la actualización de un instante en el que todos los tiempos se cumplen. No es posible conocer algo en tanto simplemente pasado: en el instante del conocimiento todas las cosas renuncian a su rango cronológico, dejan de ser pasado, presente o futuro para hacerse simplemente contemporáneas a quien alcanza dicho conocimiento (Coccia, 2007). El gesto del biógrafo consiste, explica Coccia, por lo tanto, en la producción de una especie de tiempo sutil capaz de infiltrarse entre los tiempos en el que se acontece contemporáneamente con lo comentado y, a la vez, hace coincidir el tiempo de la creación con el de la redención. Agamben (2018) nos decía al comienzo, en el epígrafe, conocer es nacer juntos. En el instante originario de la escritura biográfica, en el que los tiempos se contraen, biógrafo y biografiado se conocen y renacen juntos. "Y esto y no otra cosa significa amar" (2018, p. 14), insiste Agamben.

Derrida sabe que los escritores apelan, convocan, de alguna manera, a sus biógrafos por venir, a sus amigos solitarios del futuro:

No por el hecho de que vendrán, si vienen, en el porvenir, sino porque estos filósofos del porvenir son ya filósofos capaces de [pensar el] porvenir, de llevar y de soportar el porvenir. [...] Estos filósofos del porvenir no los somos todavía, [...] pero somos ya de antemano sus amigos, y nos instituimos mediante este gesto de llamada, en sus heraldos y precursores. Esta precursividad no se detiene en el signo pre-cursor. Implica ya una responsabilidad sin fondo, una deuda. [...] Una comunidad de amigos solitarios, de amigos "celosos de la soledad", de su "propia y profunda soledad de medio día-media noche", que apelan a otros amigos por venir. [...] El porvenir precede al presente, a la presentación de sí del presente, es, pues, más "antiguo" que el presente, más "viejo" que el presente pasado; es así como a la vez se encadena a él mismo desligándose. (Derrida, s.f.)

Al conjurarse el porvenir de nuestros amigos los biógrafos y establecer de antemano una deuda con ellos, instalándose involuntariamente en el lugar del precursor, se origina el momento del encuentro entre biógrafo y biografiado. El dispositivo biográfico emerge de ese encuentro, en el nacer juntos del escritor del porvenir fascinado por mostrar los restos de la literatura de su personaje y ahondar en el tiempo histórico que la hizo posible. Surghi llama fascinación biográfica a aquello que emerge cuando no es posible leer la obra de un autor, tal como presupuso su época, y a esa "imposibilidad se le antepone una lectura de los resultados de la literatura" que implica leer al escritor como héroe, como personaje de una escritura biográfica (2018, pp. 31-51).

La serie de biografías que pusimos al principio sobre la mesa se arma y se une a través de los lazos temporales entre biógrafo y biografiado y formulan una genealogía de amores literarios. Una genealogía que vive de su propio cuestionamiento, en tanto quienes la constituyen no acatan la herencia en su totalidad, sino que, la ponen en crisis para así avanzar en el espacio tiempo de la legitimidad literaria. La cercanía del homenaje se transforma así en distanciamiento. "Ensaya el gesto de aceptar la lengua paterna para medirse con ella. No en el terreno teórico ni en el marco de sus principios ideológicos, sino en el ejercicio de un lenguaje que deposita en la estética de la memoria la clave de una subversión" (Amado y Domínguez, 2004, p. 75). Se trata de interrogar la condición misma de toda tradición, la paradoja imposible de hacer sobrevivir el pensamiento y los recuerdos del individuo que la produce. Por lo tanto, la verdad de la escritura biográfica no se debe a presentar los hechos tal como sucedieron o tal como se muestran en los documentos que los respaldan, sino, a la configuración de lo vivido en el discurso, al efecto de lo vivido del personaje en cuestión. La biografía no busca esclarecer la obra de un escritor, ni producir representaciones o explicaciones de una vida, en cambio, busca restituir una escritura a su sola inmanencia. Y eso se logra cuando la obra da un paso hacia atrás y habilita el encuentro entre biógrafo y biografiado en la próxima distancia del amor por la literatura. Esa es la biografía literaria que arma serie y que presenta a un conjunto de escritores, la que entiende que la verdad no es otra cosa que el grado de intimidad que tiene una escritura consigo misma, un aspecto interno, inmanente al lenguaje.

La tradición incipiente de biografías literarias latinoamericanas, de la que aquí me ocupo, viene a inscribirse en el vínculo entre la escritura y lo viviente a través de una tercera persona asignada por el afecto. La vida afectiva que tiende lazos entre biógrafo y biografiado se instala en el terreno de fuerzas e intensidades vivas gracias a la inmanencia del lenguaje, que pone en contacto la paradoja de los tiempos, que hace que precursor y heredero sobrevivan en la misma página. Pasado y porvenir enlazados en una misma persona y atravesados por la admiración literaria. Así, la biografía emerge en la penumbra de una amistad que aún no es.

Referencia

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González Otero, A. (enero-junio de 2017). El diario: La escritura autobiográfica en su dimensión sociocultural y sus posibilidades cognoscitivas y creativas. La Palabra, (30), 151-167. https://doi.org/10.19053/01218530.n30.2017.6961Links ]

1 Ver el último capítulo "Las biografías" del libro de mi autoría Ruinas de la memoria. Autoficción y melancolía en la narrativa de Fernando Vallejo, publicado por Beatriz Viterbo Editora en 2017.

2Croto, nómade, linyera, homeless, vagabundo y atorrante son términos para definir el anarquismo trashumante del que se hace cargo Osvaldo Baigorria en sus crónicas. Sin embargo, cada uno de los términos tiene su propia historia. "Sea como fuere, crotos fueron llamados todos los que se vieron acurrucados sobre los techos de los vagones de los trenes que surcaban el campo", crotos eran aquellos que buscaban trabajo esporádicamente en las cosechas de los campos, vivían en la intemperie a veces con y muchas veces sin trabajo.

3El tercer capítulo de la biografía se titula "Notas al pie". Por una decisión editorial esas notas no aparecen literalmente al pie del texto sino que constituyen un capítulo aparte y refieren a la vida de Baigorria o a aquello de la vida de Sánchez que le sirve de excusa a Baigorria para contar la propia.

4Ver artículo de mi autoría en titulado "Sobre Sánchez, biografía y abandono" Avaro, N., Musitano, J. y Podlubne, J. (comps.). (2018). Un arte vulnerable. La biografía como forma. Rosario, Argentina: Nube Negra.

Citar: Musitano, J. (enero-marzo de 2020) Nuestros amigos los biógrafos. Una genealogía de amores literarios. La Palabra, (36), 95-105. https://doi.org/10.19053/01218530.n36.2020.10640

Recibido: 03 de Mayo de 2019; Aprobado: 20 de Septiembre de 2019

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