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Revista de Derecho

Print version ISSN 0121-8697

Rev. Derecho  no.51 Barranquilla Jan./June 2019  Epub Mar 14, 2020

https://doi.org/10.14482/dere.51.327.1 

Artículos de investigación

Intereses geopolíticos de Israel en el conflicto armado en Siria

Israel's geopolitical interests in the Syrian armed conflict

Janiel David Melamed Visbal* 

*Universidad del Norte, Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Barranquilla, Colombia jmelamed@uninorte.edu.co


Resumen

Este artículo analiza el conflicto armado en Siria y sus principales consecuencias para Israel, especialmente, sus intereses geopolíticos y objetivos estratégicos. Israel se constituye como un protagonista sui generis de la guerra pues no es uno de los principales actores armados del conflicto, pero tampoco es un mero espectador pasivo y despreocupado.

El texto presenta, de manera descriptiva, una caracterización geopolítica de Siria y de sus históricas relaciones de conflictividad bélica con Israel. Adicionalmente, analiza algunas de las intervenciones militares que Israel ha desarrollado en Siria, determinando la clara existencia de elementos detonantes de su accionar. Esta postura obedece a planteamientos estratégicos y racionales que no buscan, necesariamente, la caída del régimen de Bashar Al-Assad.

Palabras clave: Siria; Israel; Irán; geopolítica; conflicto armado.

Abstract

This article analyzes the armed conflict in Syria and its main consequences for Israel, especially, its geopolitical interests and strategic objectives. Israel has a sui generis role in the war because it is not one of the main armed actors, but neither is a passive spectator.

The article presents a geopolitical characterization of Syria and its historical conflictive relations with Israel. Additionally, it analyses some of the military interventions that Israel has conducted in Syria, identifying the evident existence of trigger elements of its military actions. The level of military intervention obeys to rational and strategic considerations, which are not necessarily related to the fall of the Syrian regimen.

Keywords: Syria; Israel; Iran; geopolitics; armed conflict.

No hay duda de que si el régimen actual en Siria colapsa, habrá una fuerte tentación y una fuerte presión por parte de algunos países de la región hacia el establecimiento de un régimen sunita en la República Árabe Siria.

Serguéi Lavrov (2012)

Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia.

INTRODUCCIÓN

Un adecuado análisis sobre el origen y las implicaciones del conflicto armado en Siria debe considerar el entorno de inestabilidad política vivida en Medio Oriente como consecuencia de la "primavera árabe". Es en este contexto cuando en marzo de 2011 un grupo de jóvenes en la ciudad siria de Daraa fueron arrestados por pintar grafitis con consignas en contra del gobierno del presidente Bashar Al-Assad. Este episodio en particular, sumaría una tensión determinante a las ya evidenciadas manifestaciones populares que también se desarrollaron en contra del Gobierno sirio y llevaría a un punto de no retorno la poca tolerancia del régimen de Al-Assad a la crítica. Frente al temor de correr la misma suerte de otros dictadores en la región, el Gobierno sirio implementó una agresiva represión armada en contra de las revueltas populares que exigían mayores libertades políticas y civiles y reclamaban la excarcelación de los jóvenes.

Las movilizaciones que generaron dicha represión pronto empezaron a responder a la agresión estatal y dieron paso al inicio de un cruento conflicto armado interno que, dado el posicionamiento estratégico de Siria, rápidamente generó un desbordado nivel de violencia y barbarie con profundas implicaciones geopolíticas en la región.

En el desarrollo de todos estos acontecimientos se puede evidenciar en este punto que los resultados evidenciados en las aspiraciones y reclamaciones de distintos pueblos inmersos en la "primavera árabe" han sido ambivalentes y desiguales. Por un lado, tenemos en la región a líderes que debieron abandonar el poder tras un periodo de protestas relativamente corto, como ocurrió con Ben Ali en Túnez y con Mubarak en Egipto. En otros casos, la salida del poder de otros líderes de la zona estuvo antecedida de importantes y prolongados escalamientos bélicos, como ocurrió en Libia con Muamar Gadafi. Sin embargo, en este contexto Siria se constituye como un caso único, en el que ni las hostilidades propias de una guerra campante de varios años, ni el involucramiento de diversos actores internacionales han resultado elementos determinantes para finalmente derrotar al régimen y concretar la salida del poder de Bashar Al-Assad.

El régimen, en la actualidad parece más un espejismo de Estado, pues se encuentra políticamente debilitado y mantiene un control muy desigual de su territorio. Sin embargo, aún se mantiene en el poder. En el proceso, el país se ha sumergido en una cruda espiral de confrontación armada con grandes repercusiones a nivel humanitario, ocasionado cientos de miles de muertos y millones de víctimas. En virtud de los anterior, el conflicto armado en Siria ha sido catalogado por Zeid Ra'ad Al Hussein, como el peor desastre humanitario ocasionado por el hombre desde la Segunda Guerra Mundial, convirtiendo al país entero en una inmensa cámara de tortura, un lugar de salvajismos, descontrol y absoluta injusticia, con casi 7 millones de personas desplazadas, más de 400 000 muertos y cerca de 5 millones de ciudadanos que para huir de la violencia han solicitado asilo político en distintos países del sistema internacional (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 2017).

En este contexto, el papel de Israel, a través de las acciones del gobierno del Primer Ministro Benjamín Netanyahu, merece ser analizado. Hasta el momento, su gobierno ha sido un antagonista cauto y calculador en la dinámica de la confrontación armada, pues una mala estimación de sus acciones en el terreno tendría el potencial de liberar profundas fuerzas de hostilidad que complejizarían aún más el contexto de confrontación geopolítica en la zona.

Esto no debe ser entendido como un papel enteramente pasivo, pues cuando lo ha considerado necesario ha desplegado importantes acciones armadas en contra de sus enemigos. Hay que tener presente que Israel es un gran aliado político y militar del Gobierno de los Estados Unidos, tiene una situación de hostilidad declarada con Siria y representa el foco de atención armada por parte de Irán y grupos irregulares con enorme capacidad militar como Hezbollah y Hamas. Frente a esta coyuntura, este texto reflexiona alrededor de interrogantes como ¿cuál es la importancia geopolítica de Siria?, ¿cuáles han sido las raíces causales de las tensas relaciones existentes entre Israel y Siria?, ¿qué papel geopolítico desempeña la alianza militar entre Irán y Siria? y ¿cuáles son los imperativos geopolíticos de Israel en el conflicto armado sirio?

1. CARACTERIZACIÓN GEOPOLÍTICA DE SIRIA

Siria siempre se ha encontrado en una zona de múltiples complejidades. El país cuenta con una posición tanto estratégica como peligrosa, pues está situado en el cruce de caminos que entrelazan a Europa, África y Asia. Esta circunstancia ha hecho que la región sea tradicionalmente vulnerable, prácticamente desde todos los puntos cardinales, propensa a múltiples invasiones por parte de poderes regionales e imperios continentales con el interés de influir, las dinámicas de la zona (Phillips, 2010). Históricamente - aunque también se ha podido evidenciar a lo largo del último siglo - la región donde hoy se localiza Siria ha cumplido un papel geoestratégico de relevancia, no simplemente como zona de frontera entre Estados, sino como límite natural entre poderosos imperios, por lo cual ha generado antagónicos intereses de importantes actores políticos (Gil, James y Lorca, 2012)1.

Antes de la incursión de la guerra civil, una considerable parte de los países que conforman el bloque occidental solían asociar a Siria con un país en un casi perpetuo estado de beligerancia tradicional con Israel, con un régimen dictatorial de carácter hereditario y con unos cercanos y nocivos vínculos con la Unión Soviética (posteriormente Rusia) e Irán. Ahora bien, es necesario realizar una breve pero útil caracterización geopolítica de Siria, para que el lector pueda comprender más a fondo algunos de sus aspectos contemporáneos de mayor importancia.

Para empezar, vale la pena mencionar que la importancia geopolítica y estratégica de Siria se fundamenta en múltiples y variados elementos. Desde el punto de vista religioso, resulta particularmente interesante evidenciar cómo la ciudad de Damasco, su capital, es mencionada 35 veces en el Antiguo Testamento y unas 20 más en el Nuevo Testamento. Damasco tiene adicionalmente un interés religioso para el mundo islámico, pues fue la base del califato Omeya entre los años 661 al 750 (McHugo, 2015; Armstrong, 2014).

Desde el ámbito poblacional, es importante señalar que antes del actual conflicto armado interno Siria contaba con una población cercana a 22 millones de habitantes. No obstante, a causa de la violencia generalizada y sistemática que atraviesa el país, la población general se ha reducido aproximadamente a menos de 17 millones de ciudadanos (de los cuales más de la mitad vive en la zona costera del país). Con respecto a la población en Siria, es importante mencionar que es completamente diversa en cuanto aspectos étnicos y religiosos. Esta circunstancia se ve reflejada al considerar que cerca del 75 % de sus habitantes son musulmanes sunitas, mientras que aproximadamente un 13 % restante de individuos pueden ser agrupados en otras minorías, entre las cuales se pueden destacar los alauitas (quienes tradicionalmente han ostentado el control político y militar), los drusos y chiitas, mientras que el resto de la población es representada por una variedad de minorías cristianas (Starr, 2015; Van Dam, 2013).

Está variedad poblacional, sumada a la manera compleja como tradicionalmente ha sido distribuido el poder a nivel nacional, han ocasionado una profunda fractura en el tejido social que puede incluso justificar lo manifestado por Van Dusen (1972), al señalar que desde que Siria adquirió su independencia se convirtió en un Estado sin nación, donde históricamente ha sido muy difícil el desarrollo de elementos determinantes de cohesión entre sus habitantes.

Desde el punto de vista espacial, Siria es un Estado con un tamaño y una localización que le hacen vulnerable geoestratégicamente, pues carece de una profundidad territorial que le permita absorber apropiadamente potenciales ataques o amenazas. Adicionalmente, adolece de barreras naturales significativas, como grandes montañas o ríos difíciles de superar, que la dejan en franca exposición frente a diversos actores regionales (Hinnebusch, 2014).

Si bien el país tiene menos de 200 kilómetros de costas al este del mar Mediterráneo, está situado en una zona estratégica por su cercana localización a otros 4 grandes cuerpos de agua como son el Mar Rojo, el Golfo Pérsico, el Mar Caspio y el Mar Negro, lo cual ha sido determinante para su histórica consolidación como puente en el tráfico y comercio de bienes y servicios en la región.

Esta circunstancia permite en parte, entender por qué Siria tiene un alto grado de influencia como agente estabilizador no solo para aquellos países con los cuales tiene frontera, sino también para la región de Medio Oriente en general.

Es importante destacar que el territorio que constituye actualmente el Estado moderno sirio es tan solo una pequeña parte de una zona conocida históricamente como la Gran Siria. Esta designación, frecuentemente usada por emperadores, mercaderes, navegantes y gente del común en general para designar un área de territorio que comprendía desde el Monte Tauro al norte (actual Turquía), el Mar Mediterráneo hacia el occidente, la península del Sinaí hacia el sur (actual Egipto) y el vasto desierto hacia el oriente (Goujon, 2014).

Por ende, la Siria contemporánea es mucho más pequeña de aquella Gran Siria de antaño. En la actualidad, hace apenas referencia al conglomerado social, política y jurídicamente constituido sobre un área territorial de 185 180 kilómetros, y tal como se puede evidenciar en el siguiente mapa, con una división administrativa de 14 provincias (Quneitra, Dar'a, Suwayda, Damasco, Rif Damasco, Homs, Hama, Tartús, Latakia, Idlib, Alepo, Raqqa, Hasaka, Dayr az-Zawr).

Fuente: elaboración propia.

Mapa 1 Divisiones administrativas de Siria 

De acuerdo con los datos de la Agencia Central de Inteligencia (2019), a lo largo y ancho de su extensión, Siria posee 2363 kilómetros de fronteras territoriales con otros 5 grandes actores regionales. Al norte limita con Turquía (con 899 kilómetros de frontera), al este y al sudeste con Irak (con 599 kilómetros de frontera), al sur colinda con Jordania (con 379 kilómetros de frontera), mientras al sur occidente se encuentra con Líbano (con 403 kilómetros de frontera) e Israel (con 83 kilómetros de frontera), con que mantiene una disputa territorial por los Altos del Golán y un consecuente estado de hostilidad militar.

Pese a que su territorio comprende cadenas montañosas menores y desiertos, paradójicamente, Siria también posee un importante potencial para la agricultura, pues cerca del 25% de su tierra es arable (Banco Mundial, 2019). Este porcentaje es considerablemente elevado al compararse con la vocación agrícola de otros Estados vecinos. Tal circunstancia se deriva del importante número de fuentes hídricas con las que cuenta el país, entre las cuales destacan el Río Tigris (compartido con Irak y Turquía), el Río Orontes (compartido con Turquía y Líbano), el Río Khabur (compartido con Turquía), el Río Sajur (compartido con Turquía) y el Río Balikh, entre otros.

En este sentido, a partir de la notable interconexión que buena parte de sus más importantes ríos tienen con varios Estados de la región, puede afirmarse que Siria se encuentra en una compleja posición de interdependencia con sus vecinos. Esta relación no siempre se ha caracterizado por la cordialidad o la amable cooperación interestatal. Para mayor ilustración al respecto se puede analizar, por ejemplo, que Siria se encuentra en la mitad del recorrido entre los extremos del Río Eufrates, una de las principales fuentes hídricas de la región. Ahora bien, el punto de nacimiento de este río se encuentra en Turquía, lo cual genera vulnerabilidad en Siria frente a proyectos de infraestructura desarrollados en ese país y que tengan el potencial de afectar el normal cauce del río y, con ello, el suministro de agua. Por otra parte, la desembocadura del Río Eufrates al Golfo Pérsico se encuentra en Irak, por lo que este último también observa con desconfianza cualquier acción para reducir el cauce de esta fuente hídrica desde Siria, al punto de que ambos países estuvieron al borde de la guerra en 1974 como resultado de la construcción en Siria de una represa en Taqba (Cohen, 2009).

Ahora bien, en materia energética la importancia de Siria es excepcional. Se ha mencionado que Siria se encuentra en una región históricamente relevante por situarse en medio de una ruta vital de comercio y por ser centro de grandes imperios. Sin embargo, su relevancia contemporánea también deriva en buena medida de su localización estratégica en el corazón de una zona rica en recursos energéticos y de amplio interés para actores regionales y potencias globales (Dening, 1950).

Desde el punto de vista energético, es interesante considerar que antes de 2011 - cuando comenzaron las protestas en contra del gobierno de Bashar Al-Assad - Siria producía aproximadamente 383 000 barriles de petróleo al día. De esta producción exportaba aproximadamente la mitad, representando el 25 % de las rentas del gobierno y aproximadamente el 45 % del total de las exportaciones del país (Energy Information Administation, 2015). Estas cifras permiten concluir que su relevancia energética no radica exclusivamente en los recursos naturales que posee, los cuales son más bien discretos. Comparativamente, esta afirmación se fundamenta en el análisis de la cifra diaria de barriles de petróleo producida por Siria antes de la guerra, pues no representa mucho en relación con otras potencias energéticas de la región como, por ejemplo, Arabia Saudita - con una producción aproximada de 12 millones de barriles de petróleo al día.

En consecuencia, la importancia de Siria en materia energética trasciende la simple cuantificación de los yacimientos de petróleo encontrados en su territorio o su producción diaria de petróleo. Su verdadero papel protagónico está asociado con su posicionamiento estratégico como país de tránsito de este mercado energético, ya que por su territorio atraviesan de manera eficiente y barata varios oleoductos y gasoductos de carácter internacional que llevan una importante cantidad de gas y petróleo de la región a los mercados internacionales, especialmente europeos.

Dicho de otra manera, el control territorial de Siria resulta fundamental para la industria energética. Es decir, las riquezas energéticas de otros Estados de la región dejan mayor rentabilidad y proyectan mayor control geopolítico a nivel regional, al poder desplazarse a través del territorio sirio para poder ser comercializados en los mercados internacionales de mayor apreciación económica. Es Siria, en definitiva, quien posee el territorio que satisface por igual las necesidades estratégicas imperantes a nivel regional y global de los mercados e industrias tanto de productores como de consumidores de energía.

Ahora bien, como consecuencia del conflicto armado interno, es apenas lógico observar que muchas compañías petroleras han suspendido sus operaciones en el país, lo cual ha disminuido aún más la realmente modesta producción nacional de hidrocarburos. Adicionalmente, un considerable número de las instalaciones nacionales para la producción de petróleo han sufrido una compleja serie de averías o han sido capturadas por fuerzas rebeldes de oposición al régimen, adquiriendo con ello una importante fuente de riqueza y liquidez para estas organizaciones armadas a través del comercio ilegal de hidrocarburos y sus derivados. En virtud de lo explicado, estas circunstancias no deben ser interpretadas como el consecuente detrimento natural de la importancia de Siria en materia energética; por el contrario, deben ser entendidas como el resultado natural que ha ocasionado la violenta competencia multiactoral por el control y hegemonía sobre su territorio.

En este sentido, Siria no es la excepción a la conocida relación entre la dependencia global existente sobre el petróleo y el gas natural - fuentes aproximadas de cerca del 61 % de abastecimiento de energía primaria para el planeta - y la variedad de violencia y conflictos con la cual se asocia el control de esta industria (Klare, 2009). Este solo hecho permitiría, por sí solo, explicar por qué la gran mayoría de los países extranjeros involucrados en mayor medida en el conflicto armado en Siria son países con marcados intereses en el sector energético.

Algunos de estos países buscan mantener el statu quo derivado de su notable cercanía y entendimiento político con el régimen sirio y otros procuran todo lo contrario. Consecuentemente, estos últimos buscan promover un cambio de régimen y un nuevo liderazgo en aras de favorecer sus aspiraciones revisionistas, de tal manera que le sean otorgadas favorables concesiones para sus inversiones a futuro, de cara a consolidar y/o ampliar un papel hegemónico en el sector energético del país y de la región.

En términos generales, hay un asunto que resulta particularmente interesante frente al conflicto armado en Siria y es que gozaba de una estabilidad que había tenido vocación de permanencia en el tiempo. Los principales modelos de mediciones de riesgo político a nivel internacional fallaron en predecir la ocurrencia de la llamada "primavera árabe", y con ella, los nefastos hechos relacionados con el conflicto armado en Siria. Tal como se evidencia en la siguiente tabla, la "primavera árabe" tomó por sorpresa a todos centros de análisis de riesgo internacional, los cuales en su mayoría no tenían en sus listas a Siria, Egipto, Libia o Túnez como Estados sujetos a riesgos considerables para el periodo 2009-2010.

Tabla 1 Indicadores de riesgo político a nivel internacional (2009-2010)  

De hecho, aun cuando se empezaron a desenvolver los acontecimientos y, con ellos, la caída de varios hombres fuertes de Medio Oriente en sus respectivos países, la dirigencia política siria continuó desmeritando el impacto que esta nueva realidad geopolítica en Medio Oriente podría tener sobre el país. Al respecto, son bastante ilustrativas las declaraciones dadas por el presidente Bashar Al-Assad en una entrevista concedida al diario norteamericano Wall Street Journal2, donde afirmaba:

No estoy hablando aquí en nombre de los tunecinos o los egipcios. Estoy hablando en nombre de los sirios. (...) Tenemos circunstancias más difíciles que la mayoría de los países árabes, pero a pesar de eso, Siria es estable. ¿Por qué? Porque tienes que estar muy vinculado a las creencias de las personas. Este es el problema central. Cuando hay una divergencia entre la política y las creencias e intereses de la gente, tendrá este vacío que crea perturbación. Entonces las personas no solo viven de intereses; también viven de creencias, especialmente en áreas muy ideológicas. A menos que se comprenda el aspecto ideológico de la región, no se puede comprender lo que está sucediendo.

Frente a estas declaraciones habrá quien tilde de ingenuo al joven presidente sirio, sin embargo, según Gelvin (2012), varios expertos en la región coincidían en afirmar que Siria se mantendría inmune frente a la "primavera árabe", básicamente por 5 razones fundamentales. Primero, Bas-har Al-Assad gozaba de una imagen de reformista que se inclinaba por medidas de liberalismo económico. Segundo, tenía el prestigio de ser uno de los líderes más importantes del eje an-ti-americanista en la región, en lo que para muchos era el principal frente de resistencia contra los Estados Unidos e Israel. Tercero, el Gobierno sirio había demostrado en el pasado que no se andaba con rodeos para aplastar revueltas nacionales o movimientos yihadistas internos que supusieran una amenaza a su bienestar. Cuarto, Siria es un Estado heterogéneo que históricamente había disfrutado del respaldo de amplios sectores sociales bajo el entendido de que proporcionaba seguridad y evitaba la violencia sectaria. Por último, Cuando la "primavera árabe" ya había demostrado ser un elemento catalizador en la salida de importantes líderes de la región, las primeras demostraciones de protesta en contra del régimen fueron rápidamente sofocadas por sus fuerzas de seguridad y estas manifestaciones difícilmente tenían un importante nivel de convocatoria frente al conglomerado social en general. Sin embargo, el tiempo haría lo suyo y con rapidez demostraría cuán equivocados estaban estos pronósticos de paz y estabilidad.

2. LAS BASES DE LAS HOSTILES RELACIONES ENTRE ISRAEL Y SIRIA.

Las relaciones entre Siria e Israel han sido históricamente complejas. Esta difícil circunstancia puede ser evidenciada inclusive desde antes de la proclamación del Estado de Israel. En este sentido, Siria votó de manera negativa no solo al plan de partición promovido por la Resolución 181/1947 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU); a su vez, también votó de manera negativa al segundo intento de ingreso de Israel a la ONU el 17 de diciembre de 1948. Posteriormente, tan solo en su tercer intento Israel sería admitido a la ONU a través de la aprobación de la Resolución 273/1949, la cual también tendría el voto negativo sirio.

El simple antagonismo político evidenciado en la ONU entre Siria e Israel muy pronto escalaría. Con ello se daría paso a múltiples escenarios de aislados ataques militares, confrontaciones bélicas a gran escala y episodios con distintos niveles de hostilidad que han perdurado a lo largo de 70 años. Por lo tanto, podría afirmarse que desde 1948 existe entre ambos países un estado de guerra semi-perpetuo.

Así pues, el punto formal de partida de este antagonismo bélico se encuadra en 1948, en lo que sería conocido como la primera guerra árabe-israelí. Esta primera confrontación estuvo marcada por la movilización armada de importantes actores regionales, como Egipto, Siria, Jordania y Líbano. Esta guerra dejaría un enorme sinsabor en el mundo árabe, pues Israel no solo prevaleció sobre sus enemigos, sino que para 1949 había firmado varios armistícios con las principales potencias involucradas en la contienda militar (Neff, 1994). Para todos los vecinos árabes de Israel, especialmente para Siria, la inesperada derrota que significó la guerra de 1948 ante un diminuto y menospreciado Israel significó un severo golpe que alimentaría sentimientos de rencor, desconfianza, enemistad y recelo entre las partes y que alteraría profundamente las dinámicas políticas de aquellos Estados árabes derrotados (Ma'oz, 1999).

Está afirmación, resulta controversial. Sin embargo, puede ser sustentada al evidenciar que las dramáticas consecuencias de semejante derrota no se hicieron esperar y fueron cobrando una por una las cabezas de los líderes árabes que habían permitido semejante humillación.

Tal como lo señala Maalouf (2011), en menos de cuatro años, todos los líderes árabes que se avinieron al armisticio con Israel perdieron la vida o el poder, así: En Siria, Husni Al-Zaim, quien había fungido como jefe del estado mayor del ejército sirio durante la guerra y quien posteriormente ostentaría la presidencia tras lograr el poder en un golpe de estado, estaría tan solo seis meses al mando del país antes de ser derrocado y ejecutado el 14 de agosto de 1949. En Líbano, el exjefe de Gobierno Riad El-Solh, quien ocupaba la cartera de Asuntos Exteriores durante la guerra y el armisticio, fue asesinado en julio de 1951 por militares nacionalistas. En Jordania, el Rey Hachemita Abdallah, hijo del Jerife de la Meca, sería asesinado a las afueras de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén del este a finales de 1951. En Egipto también hubo una serie de sublevaciones y atentados que iniciaron con el asesinato del jefe de Gobierno Nokrashi Pacha y que continuarían hasta concretarse un golpe de estado promovido por los autoproclamados Oficiales Libres bajo el mando del General Mohamed Naguib. Este levantamiento militar ocasionó el derrocamiento del Rey Faruk en 1952, monarca con altos niveles de impopularidad por su manejo militar durante la guerra y una vida personal llena de lujos, excesos y controversias.

A lo largo de las siguientes décadas serían principalmente Siria, Egipto y Jordania los Estados árabes que estarían involucrados en nuevos escenarios de confrontación armada contra Israel. Algunos de los episodios bélicos más emblemáticos y significativos en la conformación actual del Medio Oriente incluyen, más no se limitan, la segunda guerra árabe-israelí (conocida también como guerra del canal del Suez, en 1956), la tercera guerra árabe-israelí (conocida también como la guerra de los Seis Días, en 1967), la cuarta guerra árabe-israelí (conocida también como guerra del Yom Kippur o guerra del Ramadán, en 1973).

Mucha de la dinámica militar favorable que Israel experimentó a lo largo de la segunda mitad del siglo XX se relaciona con las dinámicas geopolíticas que la región evidenció con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. En este orden de ideas, Medio Oriente experimentó profundas alteraciones derivadas en mayor medida de la creciente participación política en la zona tanto de los Estados Unidos como de la Unión Soviética. Ambos actores, tras convertirse en superpotencias en el periodo de la posguerra, empezaron a desplazar de sus posiciones de privilegio en la región a Francia y a Gran Bretaña. Es decir, después de la Gran Guerra, tanto los norteamericanos como los soviéticos se habían embarcado en una competencia antagónica, y por ello, cada uno se esmeró por construir una sólida red de alianzas y contraalianzas en aras de menoscabar la influencia del rival.

En aquel entonces americanos y soviéticos gozaban de mayor credibilidad frente a diversos movimientos árabes de índole nacionalista, así como de menor desprestígio que el acumulado por franceses y británicos. Por ello, desde entonces la belicosidad entre Siria e Israel también se vio profundamente influenciada por el juego geopolítico regional que encaraban a estas poderosas superpotencias, así como por la capacidad de financiamiento y apoyo militar que proporcionaban a ambos países.

En esta lógica, mientras Israel se convertiría en la punta de lanza de los intereses americanos en la zona, Siria haría parte de aquellos Estados que buscaban en la Unión Soviética contrarrestar el apoyo norteamericano a sus enemigos. Ahora bien, en la región las dinámicas propias de la Guerra Fría durante el siglo XX resultaron ambivalentes, pues tal como se ha mencionado, por un lado ayudaron a incrementar los niveles de hostilidad entre actores emblemáticos, sin embargo, también cimentaron las bases sobre las cuales se construyeron acuerdos de paz entre enemigos tradicionales. En este contexto, llama la atención que con el tiempo Israel lograría firmar la paz con dos de sus más importantes y tradicionales enemigos, Egipto (1979) y Jordania (1994). Sin embargo, esta realidad no ha podido ser replicada con Siria, el único de estos antagonistas tradicionales que desde 1948 aún mantiene un estado de hostilidad declarado con Israel.

En términos más contemporáneos, esta hostilidad manifiesta también puede ser evidenciada en la guerra del Líbano de 2006, en donde en efecto se presentó una confrontación armada entre las Fuerzas de Defensa de Israel y la milicia chiita de Hezbollah, apoyada por Siria e Irán (Kober, 2008). Adicionalmente, resulta pertinente mencionar el bombardeo en 2007 por parte de la Fuerza Aérea de Israel al reactor nuclear de Al-Kibar en Siria. Esta acción armada resultaría emblemática, pues reafirmaría la "doctrina de seguridad nacional Begin", así llamada en honor al Primer Ministro de Israel Menachen Begin, quien al considerar que ningún adversario hostil hacia Israel debería tener armas nucleares en Medio Oriente ordenó el bombardeo de las instalaciones nucleares de Osirak en Irak, en 1981 (Makovsky, 2012).

3. INTERESES GEOPOLÍTICOS DE ISRAEL EN SIRIA

Es importante establecer al inicio de esta sección que Israel no tiene la capacidad real ni la motivación necesaria para determinar o controlar el curso del conflicto armado en Siria o de sus eventuales resultados (Singer, 2018). Esta circunstancia puede explicarse básicamente a partir de tres premisas. Primero, de una manera u otra, el alto establecimiento político y militar israelí ha aprendido a interpretar al régimen de Bashar Al-Assad, logrando establecer entre las partes cierta mesura de racionalidad compartida y ponderan el viejo refrán "más vale viejo conocido que nuevo por conocer". Segundo, ninguna de las eventuales alternativas de reemplazo al régimen representa una garantía de estabilidad mayor a la actual, pues de llegar al poder buena parte de las organizaciones rebeldes o grupos fundamentalistas islámicos radicales seguramente intentarían desafiar militarmente al Estado hebreo en aras de consolidar su dominio y llenarse de legitimidad. Finalmente, esta consideración resulta pertinente en virtud de algunas dolorosas lecciones aprendidas de la guerra civil libanesa desarrollada entre 1975 y 1990. En aquel entonces el Gobierno de Israel intentó consolidar una ambiciosa apuesta en términos geopolíticos al promover el acceso a la presidencia del Líbano a Bashir Gamayel, un importante líder político y comandante paramilitar del "Frente de Fuerzas Libanesas" durante los primeros años de la Guerra Civil3.

Sin embargo, para Israel todas estas circunstancias no demeritan el hecho de que el conflicto armado en Siria ha inyectado inestabilidad en la región, amenaza a su frontera norte y ha propiciado la cercana conglomeración de diversos movimientos islamistas promotores de violencia radical. Todo ello genera, en consecuencia, especiales preocupaciones e intereses para Israel, el único Estado no musulmán en una zona que se extiende desde el Mediterráneo hasta la India.

Ahora bien, la mayoría de países occidentales mantienen también unos elevados niveles de preocupación respecto a cómo el panorama de violencia, sectarismo y extremismo evidenciados en el conflicto armado en Siria pueden repercutir negativamente en ellos. No hay que olvidar que el conflicto armado en Siria ha logrado atraer a miles de combatientes occidentales que podrían eventualmente regresar a sus países nativos, llevando consigo no solo su pasaporte y documento de identidad, sino también una ideología radical violenta, entrenamiento militar, experiencia bélica y la idea de perpetrar ataques o atentados contra su territorio, instituciones políticas y ciudadanos, afectando sus más relevantes intereses.

Sin embargo, en virtud de su cercanía territorial, las preocupaciones de Israel frente al conflicto armado en Siria son diferentes de las principales potencias occidentales. Sus preocupaciones son, quizás, de mayor sensibilidad. Por ejemplo, mientras Estados Unidos, Francia, Alemania y Gran Bretaña expresan preocupación por la influencia desestabilizadora de movimientos extremistas sunitas como Al-Qaeda o el Estado Islámico y la capacidad operativa de estas organizaciones para desarrollar ataques en sus territorios. Para Israel, el principal interés geopolítico en el conflicto en Siria se fundamenta en el grado de influencia y control territorial que allí puede ejercer Irán sobre el terreno (Hanauer, 2016).

Esta circunstancia plantea por sí sola un enorme dilema. Por un lado, a Israel le gustaría tener tranquilidad en la frontera con Siria, por lo tanto inmiscuirse a fondo en la dinámica de la confrontación allí y realizar un masivo envío de tropas para conseguir cierto control territorial y promover la eventual caída de Bashar Al-Assad resultaría perjudicial frente a este objetivo. Con este tipo de acciones atraería contra su territorio y sus ciudadanos el poder de fuego de aquellos actores armados (estatales y no estatales) que no estén dispuestos a tolerar su participación en la contienda. Si bien este tipo de medidas podría significar una derrota para el eje de hostilidad compuesto por Siria, Hezbollah e Irán, también es cierto que de salir mal podría traer consecuencias desfavorables a largo plazo, tal como ya se experimentó en Líbano y su guerra civil. Por otro lado, asumir una conducta completamente pasiva frente a un escenario bélico tan próximo a su territorio y en donde participan activamente varios de sus más consagrados enemigos, es una apuesta inaceptable en virtud de los enormes riesgos a su seguridad nacional.

En ambos casos, las amenazas para Israel son evidentes, más aun cuando se identifica la activa participación de Irán y su creciente y constante interés de apoyar el régimen de Bashar Al-As-sad. Este apoyo se manifiesta a través de su propio despliegue militar en el territorio y mediante la financiación y soporte logístico que proporciona a la milicia chiíta de Hezbollah, como brazo armado irregular de su alianza con Damasco.

En tal virtud, el alto establecimiento político y militar en Israel ha optado por mantener al mínimo su vinculación en el conflicto armado en Siria. Esta lógica no debe ser entendida de manera displicente frente a los acontecimientos sino con una racionalidad que estima que, pese a las dificultades, por el momento los intereses israelíes se ven mejor salvaguardados con la permanencia de Al-Assad en el poder, antes que el consecuente caos que su salida originaria (Rabinovich, 2015). Adicionalmente, una cosa es segura, el gobierno israelí no está dispuesto a ver el fortalecimiento militar del eje de apoyo al régimen sirio (Irán y Hezbollah), ni que estos se atrincheren peligrosamente en su frontera norte. Es decir, oficialmente el Estado de Israel mantiene una postura de neutralidad manifiesta en los eventos relacionados con el conflicto armado en Siria, sin embargo, una cosa es la postura oficial y otra la práctica en el terreno, donde no se comporta como un convidado de piedra o un simple y discreto espectador de los acontecimientos que allí se desarrollan.

En consecuencia, esta circunstancia ha determinado el establecimiento de unas líneas rojas imaginarias que al ser traspasadas provocan su inmediata reacción armada. Las líneas rojas a las cuales se hace referencia en este texto, por lo tanto, tienen una naturaleza defensiva y una connotación disuasiva, al definir claramente la intolerancia frente a una acción en particular y enviar un mensaje claro de retaliación frente a su comisión (Guzansky, 2013). Ahora bien, en la abundante bibliografía especializada sobre el tema, distintos autores incluyen o descartan muchas acciones dentro de esta categoría de líneas rojas o detonantes bélicos.

A juicio de esta investigación, estas líneas rojas, por lo menos, pueden ser evidenciadas frente a 3 hechos particulares en torno al conflicto armado en Siria. Primero, que el territorio israelí o sus ciudadanos sean atacados desde territorio sirio por cualquiera de los actores del conflicto. Esta circunstancia se ha presentado a lo largo de los años de contienda y determina la inmediata retaliación hacia el lugar de procedencia de dichos ataques, usualmente localizados cerca de la zona divisoria entre ambos países (Boms. 2017). El mensaje que se envía con este tipo de acciones retaliatorias es que no se permitirá que las hostilidades en Siria se desborden hacia territorio israelí ni que ellas pongan en peligro a sus ciudadanos.

Una segunda línea roja se determina a partir de la consolidación de la presencia militar Iraní en territorio Sirio. El antagonismo existente entre Israel e Irán se condiciona por un hecho geográfico que no puede omitirse, estos actores no comparten una frontera común. Por lo tanto, según Hanauer (2016), el desmedido acumulamiento de fuerza militar iraní en Siria, ya sea a través del despliegue masivo de tropas al territorio sirio o la consolidación de una capacidad armamentística suficiente para arriesgar la seguridad nacional israelí, es un hecho catalizador de la respuesta armada por si solo.

En este sentido, vale la pena resaltar que en mayo de 2018 el derribo de un drone iraní que entró a espacio aéreo israelí provocó el ataque sobre la base aérea en Siria desde donde este drone había despegado. Este hecho ocasionó la muerte de varios miembros de la guardia revolucionaria iraní y la consecuente retaleación persa con el disparo de más de 20 cohetes hacia objetivos israelíes en los Altos del Golán. Esta acción, a su vez, determinó una nueva respuesta armada por parte de Israel en la cual eliminaron múltiples puntos de inteligencia asociados con Irán, atacaron a Kiswah y el punto de abastecimiento de municiones iraníes en el aeropuerto de Damasco (Karmon, 2018).

Una tercera línea roja puede ser evidenciada en la nutrida participación militar que Israel ha desplegado en la medida que se encuentra frente a movimientos de armas avanzadas que puedan llegar a manos de Hezbollah y que puedan constituirse como un elemento diferenciador en el balance de poder militar entre las partes (Frisch, 2017). Permitir esta transferencias de armas a Hezbollah, que en principio probablemente estarían destinadas a apoyar la resistencia armada en favor del régimen de Bashar Al-Assad, no demerita el hecho de que puedan también ser utilizadas en un futuro para desafiar militarmente a Israel (Dassa, 2016; Murciano, 2017). En consecuencia, el envío de equipo militar como misiles avanzados terrestres o antiaéreos, al igual que cargamentos de armas químicas destinados a Hezbollah, han determinado la respuesta militar de Israel. En este sentido, tal como se evidencia en la siguiente tabla, en los últimos años de conflicto armado en Siria, Israel ha impactado en más de 200 oportunidades a las fuerzas armadas del régimen y a sus aliados de Hezbollah (Hadar, 2017; Dadouch y Heller, 2017).

Fuente: Elaboración propia con base en el Munich Security Report (2019)

Gráfica 1 Ataques Fuerza Aérea Israel sobre objetivos en Siria (2014-2018 

En tal medida, puede afirmarse que por el momento para Israel los intereses estratégicos de la guerra en Siria son más bien cortoplacistas. Mientras Estados Unidos, Rusia, Turquía, Irán e incluso Arabia Saudita están jugando un complicado juego geopolítico en la región, Israel concentra su atención en la consecución de beneficios tangibles inmediatos que no desborden en problemáticas futuras más complejas.

Mientras tanto, en la medida que continúe la guerra en Siria se desarrollará el consecuente debilitamiento de algunos de sus principales enemigos, como lo son Irán, Hezbollah, el ejército sirio y múltiples organizaciones extremistas sunitas. Todos estos actores, mientras estén concentrados en destruirse mutuamente, prestarán menor atención momentánea en dirigir esa capacidad de fuego hacia la destrucción del Estado de Israel (Tokmajyan, 2014; Hanauer, 2016).

CONCLUSIONES

El conflicto armado en Siria ha desencadenado una serie de complejas consecuencias en la región, al constituirse como el más reciente campo de batalla geopolítico para importantes actores regionales e internacionales. Si bien Israel no ha utilizado este escenario para lanzarse en una gran campaña militar en aras de condicionar los resultados de este escenario bélico, tampoco es adecuado afirmar que mantiene una postura indiferente frente al mismo. Esto en virtud a que las implicaciones de la guerra en Siria son de absoluta importancia para los intereses de seguridad nacional en Israel, con el que comparte no solo 83 kilómetros de frontera terrestre, sino además una disputa fronteriza alrededor de las reclamaciones territoriales por los Altos del Golán y un consecuente estado de hostilidad militar.

Adicionalmente, Siria se ha constituido como el epicentro del antagonismo existente entre Israel e Irán. Este hecho se condiciona por una realidad geográfica que no puede omitirse, estos actores conflictivos no comparten una frontera común. En virtud de esta realidad, Siria adquiere un valor estratégico de gran importancia, pues para efectos prácticos se constituye en un segundo frente indirecto de batalla de Irán hacia Israel, en adición al que ya tienen estableado en Líbano. De esta forma, el régimen de Teherán asegura un corredor de influencia chiita a través de Irak, Siria y Líbano, hasta el Mediterráneo, proyectando su influencia política y militar en la región.

Ahora bien, durante el periodo de duración del conflicto armado interno, el nivel de violencia, barbarie y desgaste ha golpeado a todos los enemigos del Estado hebreo que se han convocado en este tinglado. Esto significa que la movilización de recursos bélicos hacia Siria y la activa dinámica de confrontación allí presente han obligado a muchos de sus enemigos a postergar en alguna medida su agenda de acciones armadas tradicionales, en aras de lograr la consecución de objetivos estratégicos de mayor importancia.

Esta realidad puede parecer absolutamente favorable para Israel, en la medida que mientras sus más acérrimos enemigos están intentando destruirse mutuamente, desvían su atención frente al objetivo declarado de destruirlo. Sin embargo, de manera esporádica semejante nivel de violencia logra efectivamente traspasar las fronteras y amenazar a Israel tanto en su territorio como a sus ciudadanos. Por lo tanto, si bien el despliegue militar de Israel en el conflicto no puede equipararse al realizado por otros actores (como Turquía o Rusia), ha sido lo suficientemente claro para determinar que no se tolerarán acciones que afiancen la masiva presencia militar iraní en territorio sirio, que amenacen la integridad del territorio israelí o de sus ciudadanos y que determinen el traspaso de armas que alteren el balance de poder de Hezbollah.

Estas líneas rojas, sin embargo, no pueden ser vistas en términos absolutos e infalibles. No puede descartarse que en la medida que el conflicto armado en Siria entre en un nivel de favorabilidad para el régimen, Irán y Hezbollah intenten reactivar su frente de guerra contra Israel y, con ello, constituirse como elementos catalizadores de una nueva escalada de violencia en la zona.

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1En tal virtud, está región fue determinante en la configuración del Viejo Mundo antes de la irrupción conquistadora de Alejandro Magno en la historia de Oriente, y con él, el primero de un gran número de intentos significativos de dominio integral de la zona por parte de poderes occidentales a lo largo de más de dos mil años. Por lo tanto, el devenir político contemporáneo en esta región ha propiciado que durante mucho tiempo Siria sea más un país temido y cuestionado que un estado comprendido en medio del complejo entorno geopolítico presente en el Medio Oriente.

2Wall Street Journal (2011). Interview With Syrian President Bashar al-Assad. Recuperado de: https://www.wsj.com/articles/SB10001424052748703833204576114712441122894

3El Estado de Israel, así como el movimiento sionista que le precedió, siempre ha buscado aliados potenciales en medio del entorno hostil de mayoría árabe/sunita que le rodea (Olmert, 2013). Esta estrategia, de haberse concretado en términos absolutamente favorables, habría podido garantizar la existencia de un gobierno cristiano maronita aliado, capaz de impedir el atrincheramiento de milicias palestinas en el Líbano en aras de promover su lucha nacionalista y al mismo tiempo cortar la influencia que Siria ejercía en el país (Schiff, 1984). Los resultados, sin embargo, no fueron los esperados e Israel terminó envuelta en un despliegue militar en el sur del Líbano que se extendió desde 1985 hasta el 2000.

Recibido: 23 de Enero de 2018; Aprobado: 14 de Enero de 2019

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