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Prospectiva

versión impresa ISSN 0122-1213versión On-line ISSN 2389-993X

Prospectiva  no.25 Cali ene./jun. 2018

https://doi.org/10.25100/prts.v0i25.5973 

Reseña de libros

Trabajo Social Organizacional

Maira Judith Contreras-Santos1 

1Trabajadora Social, Magíster en Planificación y Administración del Desarrollo Regional, Doctora en Urbanismo. Docente del Departamento de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia Colombia.

Santos de Santos, Z. C. 2016. Trabajo Social Organizacional. Bogotá, Colombia: Centro Editorial Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, ISBN: 9789587759259.


El estudio resume 40 años de experiencia profesional de la autora. Entre ellos, 20 años en la Universidad Nacional de Colombia cumpliendo funciones de docencia, investigación y extensión en los sub-campos del trabajo social laboral y del trabajo social ambiental. Incluye aportes derivados de revisiones documentales y análisis colectivos adelantados con pares en distintos países de América y Europa. Está compuesto por cinco apartes.

En el primer capítulo, Contextualización, expone una síntesis del progreso del trabajo social, como disciplina-profesión en Europa y América hasta caracterizar su despliegue en Colombia con acento en la Universidad Nacional de Colombia.

Sostiene que tal contextualización es crucial para construir una visión global de la naturaleza del trabajo social porque, en dichos hemisferios, el desarrollo capitalista permite a las iglesias -protestante calvinista y católica- instituir una universidad orientada por principios corporativos, ligada a oficios de los gremios medievales y, consciente del ejercicio autónomo del espíritu de la ciencia en la cual, 600 años después, se gesta el trabajo social para intervenir en la solución de las exclusiones originadas por la expansión de los medios productivos que activan tales gremios 1 .

Anota que el capitalismo europeo demanda a la triada Estado-élite-iglesia encarar las secuelas de su difusión impulsando varias medidas. Entre ellas, crear escuelas en servicio social para formar profesionales dispuestos a reconciliar el progreso burgués con el retroceso obrero. Precisa que, en Ámsterdam, durante 1899, se implanta el Instituto de Formación para el Servicio Social de espíritu asistencialista, intercesor, privado y con un currículo al cual le agregan, sucesivamente, ciencia y reformas.

A su juicio, este acontecer del trabajo social es semejante al ocurrido en otros países europeos desde la centuria pasada. Anota que, con un vasto repertorio de posiciones frente al desarrollo capitalista, el trabajo social prosigue re-creando su comunidad científica en la cual coexiste el trabajo social organizacional.

Enuncia que Norteamérica preserva la influencia europea en tanto los inmigrantes fomentan iniciativas educativas de corte británico que prolongan el acumulado inglés, confesional y elitista al punto que, a finales del siglo XIX, Estados Unidos alberga 84 universidades mientras América Latina cuenta con 26.

En Estados Unidos realza a Mary Richmond, pionera del trabajo social quien, como producto de su singular actividad administrativa en la Sociedad de la Caridad de Baltimore, funda la primera escuela de trabajo social americana en 1905 produciendo conocimiento que, desde entonces, circula, por medios académicos, en múltiples lugares del planeta.

Señala que Latinoamérica tampoco desdeña tal ascendiente. Arguye que, dados su desarrollo regional y el dominio de Estados Unidos, crecen las iniquidades en todos los ámbitos de la vida humana y no humana, ante las cuales germinan ideas como la de Alejandro del Río quien instaura, durante 1925, la primera escuela de trabajo social en Chile. Esclarece que, desde ese tiempo, se robustecen academias, normas, eventos y métodos proclives al trabajo social adoptado, así como postulados que le impugnan hasta cristalizar en un movimiento reconceptualizador con epistemologías, métodos y organismos distintos a los convencionales.

Confirma que persiste la tendencia continental en Colombia puesto que María Carulla erige la primera escuela de servicio social para mitigar los efectos político-laborales causados por el desarrollo capitalista en 1936 y, a partir del lapso, surgen cátedras, normas, eventos, métodos e ideas que son (de-re)construidas sistemáticamente, desde los setenta del siglo anterior hasta hoy, conservando la vigencia del trabajo social laboral que, a su vez, ostenta re-constituciones en forma de espiral, tanto en los claustros universitarios como en sus contextos.

Revisa el caso en la Universidad Nacional de Colombia. Indica que, en 1965, incluye al trabajo social y lo asocia al Departamento de Sociología, mas su proyección le posibilita elevarse a unidad académica; y, en 1985, a Departamento de Trabajo Social adscrito a la Facultad de Ciencias Humanas.

Evidencia que la misión, los objetivos, los perfiles y las competencias del actual plan de estudios coinciden con los tópicos del trabajo social organizacional desentrañando fuentes inéditas de investigación e intervención. Agrega que esto aplica en los planes de estudio de la Especialización en Acción sin Daño y Construcción de Paz; la Maestría en Trabajo Social con énfasis en Familia y Redes Sociales; y, el diseño del Doctorado en Trabajo Social que la autora cristaliza durante su dirección en nuestra unidad académica básica.

En el segundo capítulo, El trabajo, expone conceptos esenciales para comprender esta categoría central del capitalismo; y su conexión con el trabajo social.

En concreto, señala: atributos de los paradigmas de las ciencias sociales; definiciones del trabajo social; principios y debates de la división social del trabajo con enlaces al trabajo social; conceptos y regulación colombiana del trabajo; relación del trabajo con la política social; nociones, componentes y polémicas sobre responsabilidad social empresarial con articulaciones al trabajo social; problemas recientes de los procesos de formación, de la inserción en la globalización, de la inclusión de la intervención, de la intervención en la globalización, de los principios y derechos fundamentales en el trabajo; y, problemas vigentes del trabajo tales como precarización, flexibilización, trabajo infantil, trabajo en las mujeres, pérdida de centralidad del trabajo en la interacción social y en la construcción de identidad, ingresos decentes, salario integral, trabajo y salud.

En el tercer capítulo, La formación en trabajo social laboral, enuncia elementos sobre su trayectoria.

Refiere que, durante los sesenta del siglo XX crece el interés por motivar al ser humano como principal medio de producción en Colombia. Esto se refleja en: el uso del vocablo “recursos humanos”; la participación de los trabajadores en los asuntos de la empresa; la asunción de estrategias de desarrollo organizacional por entidades pioneras; así como el interés por las personas y su desarrollo como factor clave de la productividad de “personal”.

Menciona que, desde los ochenta del mismo centenario, la gestión de personal es influida por la filosofía y la práctica japonesa -gerencia participativa, dinámica de los círculos de calidad y gestión total de calidad-. Manifiesta que las medianas y las grandes empresas cuentan con departamentos de recursos humanos o relaciones industriales enfocados a potenciar el desarrollo humano en tanto reconocen que los trabajadores son su activo primordial, pero en el sector informal de la economía se carece de ellos.

Revela que, en sus inicios, la intervención del trabajo social laboral fue parcial, pero elevó su complejidad por varias razones. Entre ellas, por la asunción de nuevos paradigmas, la formación académica, la sistematización de experiencias y la investigación desplegadas para implementar políticas, planes, programas y proyectos con el fin de mejorar las condiciones de vida de las y los involucrados en tal bucle.

En su criterio, el trabajo social laboral se reconceptualiza y potencia con el soporte de su ética profesional y normas, así como de sus organismos académicos y gremiales desde el siglo XX.

Pese a los avances, analiza cómo en los actuales planes de estudio de trabajo social existen debilidades del trabajo social laboral factibles de convertir en fortalezas. Señala: intereses y expectativas opuestos sobre el tema; reducción a un curso; pocos nexos de contenidos de la asignatura con los existentes en otras materias de la malla curricular; formación atomizada, sin acuerdos sobre paradigmas, teorías, métodos, perfiles y bibliografías requeridas para construir básicos deseables; déficit numérico de profesores de planta en la docencia, la investigación y la extensión respectivas.

A esto agrega limitaciones del trabajo social como disciplina en construcción que, en simultánea, favorecen al trabajo social laboral porque su teoría-práctica demanda la interacción de múltiples disciplinas sin las cuales es difícil comprender la complejidad de sus actores, espacios, tiempos, palabras, eventos y exclusiones.

Ante el conjunto, subraya que la ética es el componente intrínseco de la formación, la investigación y la intervención del trabajo social laboral resaltando que no se resuelve con la realización de cátedras, tal y como lo re-conoce un vasto número de colegas al revisar la trayectoria del trabajo social latinoamericano. Añade que no existe ética profesional sin ética individual si bien la primera exige, entre otras: excelencia para potenciar el ejercicio profesional; capacidad creativa para sugerir intervenciones cualificadas; y, superación de dilemas entre los principios de los otros y los propios.

En el cuarto capítulo, Hacia el trabajo social organizacional, plantea la evolución del trabajo social laboral hacia el organizacional con énfasis en el gerencial.

Indica que el surgimiento del trabajo social organizacional es el resultado del devenir del trabajo social que amplía sus horizontes en medio de incertidumbres, cambios y limitaciones latinoamericanas. A juicio suyo, es una propuesta de renovación para el trabajo social laboral que complementa el perfil gerencial del trabajador social ubicado en toda organización.

Precisa que tal perfil conjuga los usos del conocimiento científico y las tecnologías informáticas de la comunicación, tanto en la investigación como en la intervención, para re-crear funciones con las organizaciones de manera que cumplan su misión socio-humanista con familias y comunidades mediante el diseño y la puntualización de políticas sociales integrales, dirigidas a promover el desarrollo humano. Afirma que sostener este perfil implica la existencia de procesos de formación acompañados de tareas auto-co-hetero-evaluativas orientadas con parámetros de calidad en la docencia, la investigación y la extensión.

Anota que el trabajo social incluye a un reducido número de colegas con tal perfil gerencial por múltiples razones. Para ilustrar, porque: en los campos de las ciencias sociales no ha existido un perfil gerencial y el trabajo social no es la excepción; la gerencia se atribuye a expertos ignorantes de las dinámicas sociales; y, la formación en la materia es frágil siendo pocos los colegas con dominios puntuales en la misma.

Ante el panorama, plantea reconstituir la formación en tanto es un pilar esencial para formar trabajadores sociales con el perfil gerencial expuesto. Aquí considera clave: la conjugación de herramientas tradicionales y recientes del trabajo social con otras de distintas disciplinas; la actualización continua; la visión de largo plazo con mejora en la prestación de los servicios sociales; la sostenibilidad; la toma de decisiones encaminada al desarrollo social; y, la permanente auto-reflexión.

Esto sin olvidar que la educación superior en Colombia, enseña problemas de calidad, privatización, financiación, exclusión, inexistencia de herramientas tecnológicas e investigación. Pero, sobre todo, no cuenta con la participación vinculante de sus actores en su propia, deseable y situada re-formulación.

Asimismo, admite que el trabajo social viene incorporando saberes sobre el medio laboral -público, privado y solidario- a sus currículos para que el estudiante identifique sus roles como profesional. Si bien reconoce que este esfuerzo le confiere más identidad y fortaleza, estima fundamental transitar del ámbito laboral al organizacional hasta llegar al gerencial; principalmente, en las organizaciones del tercer sector, comunitarias y de servicios socio-humanitarios, carentes de profesionales con el perfil gerencial previsto, ubicadas en contextos signados por los efectos del modelo de desarrollo contemporáneo o “en un submundo de trabajo desprovisto de protección y de derechos laborales y sociales” (p.208).

Recuerda que la inclusión paulatina del trabajo social gerencial no ha estado exenta de polarización en la universidad ya que para unos docentes estrecha la relación de los y las profesionales con el sistema capitalista mientras para otros su pertinencia social es incontrovertible. En todo caso, define el trabajo social organizacional como el área del trabajo social que estudia tanto las organizaciones en general como sus dimensiones en particular, desde un enfoque sistémico, hermenéutico y holístico, con énfasis en sus tiempos, espacios, actores, relaciones, procesos, productos, ámbitos y áreas de desempeño.

Describe los falsos dilemas de la relación investigación-formación con alternativas de superación asumiendo que la generación de conocimiento en el trabajo social organizacional conlleva retos epistemológicos, conceptuales y metodológicos. Para ilustrar, juzga relevante analizar los aportes al desarrollo humano del sector informal de la economía, así como estudiar las expresiones de la globalización en el medio laboral que, con nuestras reflexiones disciplinares, son sustancia de interpretación crítico-propositiva a circular y aplicar tanto en las aulas como fuera de ellas.

En el quinto capítulo, Tarea, resume las actividades a realizar para incluir el trabajo social organizacional en los currículos de trabajo social. Declara que la propuesta es concreta: “reemplazar, donde existe, o incluir en el currículo el área del trabajo social organizacional por el área de trabajo social laboral” (p. 243) y dotar a los estudiantes de trabajo social de las competencias indispensables para lograr la reasignación de la gerencia social y su sostenimiento ya que perdura en poder de profesionales que no son “dolientes del sector social” y, por lo tanto, no se afectan con sus fracasos.

Asume que tal reasignación debe responder a la gestión de resultados implicada y preservar el conocimiento para la vida; así como fortalecer la identidad profesional, la autoestima, las competencias básicas ciudadanas y, la gobernabilidad. En su criterio, es clave la conciencia sobre la actualización del trabajo social que, como todos los dominios, debe ser pertinente porque de lo contrario puede conducir a su extinción.

Ofrece su análisis como una contribución para avanzar en construcciones colectivas de los componentes del trabajo social organizacional una vez se inscriba en los currículos del trabajo social.

En síntesis, tal y como lo pretende la autora, en el libro no sólo describe, analiza e interpreta el subcampo de trabajo social laboral, sino que propone una secuencia de referentes éticos y conceptuales para promover su tránsito al trabajo social organizacional en cada escala del mundo occidental.

Por esta vía, el texto simboliza un aporte relevante, pertinente y significativo tanto para nuestra disciplina-profesión como para otras disciplinas científicas. De hecho, aborda categorías centrales de la contradictoria relación capital-trabajo que, a su vez subsume en diversas triadas, situadas en complejos contextos, donde son legítimas la investigación y la intervención, así como la permanente formación para la vida, guiada por una ética profesional correspondiente con la ética individual.

En cuanto al trabajo social en general ofrece un conjunto de elementos que facilitan visualizar cómo la cuestión sociolaboral no sólo le signa su origen sino que le impulsa a producir, circular y aplicar conocimientos en materias y métodos de investigación e intervención, tradicionales y recientes, que parecieran distar de este subcampo pero que coexisten, más de lo que nuestros prejuicios nos permiten comprender, siendo condiciones para su potenciación como campo científico al servicio de la sociedad en armonía con la naturaleza.

Puestas así las cosas, el texto nos conduce a reflexionar sobre nuestras constantes fracturas. Con intensidad, sobre las contradicciones y las dispersiones del trabajo social laboral. Pero no se queda ahí. Sistematiza para extraer aprendizajes. Todavía más, para visualizar posibilidades y convertirlas en hechos docentes, investigativos e interventivos. En efecto, reconceptualiza para fomentar la construcción compartida de un campo que si bien es inédito no abandona sus raíces.

De ahí que debamos asumir la tarea. Especialmente, quienes cumplimos funciones de docencia, investigación y extensión para lograr que nuestras y nuestros colegas en formación traspasen las confusiones gremiales, así como las restricciones disciplinares y profesionales registradas con suficiencia en el libro

1 Explica que esta herencia se concreta en América Latina al crear la universidad con defectos similares a los de sus pares continentales. Agrega que, también, la formación se adopta como dispositivo de poder para administrar la cosa pública y el pensamiento religioso de la sociedad. Apunta que Colombia no escapa a dicha situación pues la universidad irrumpe por iniciativa religiosa, con orientación escolástica, de carácter dogmático, elitista y especulativo, para el servicio de propietarios y comerciantes urbanos.

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