SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue27Family cartography: rethinking social intervention with families in contemporary scenariosPolitical Science and Social Intervention: an incomplete relationship author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Prospectiva

Print version ISSN 0122-1213On-line version ISSN 2389-993X

Prospectiva  no.27 Cali Jan./June 2019

https://doi.org/10.25100/prts.v0i27.6637 

Artículos

Análisis fenomenológico aplicado a un caso de intervención de Trabajo Social

Phenomenological Analysis Applied to a Case of Social Work Intervention

Diana Marcela Murcia-Albañil1  * 

Ramiro Ignacio Rodríguez-Beltrán2  ** 

1 Fundación Universitaria San Alfonso. Bogotá, Colombia. Correo electrónico: dimmurciaal@unal.edu.co.

2 Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Bogotá, Colombia. Correo electrónico: rirodriguez@unicolmayor.edu.co.


Resumen

En el marco de la Fenomenología el presente artículo aborda la intervención como proyecto preconcebido en el tiempo, el cuerpo y la relación “nosotros”. El análisis de estas nociones se configura a partir de fragmentos del relato de la vida cotidiana, construido y presentado por trabajadoras sociales que dan cuenta de las prácticas de maternidad de madres de estratos populares en la ciudad de Bogotá en Colombia.

Palabras clave: Fenomenología; Trabajo Social; Vida Cotidiana; Intervención social

Abstract

Within the framework of phenomenology, this article deals with intervention as a project preconceived in time, the body and the relationship “we”. The analysis of these notions is based on fragments of the story of daily life, constructed and presented by social workers who give an account of maternity practices in mothers of popular strata in the city of Bogotá in Colombia.

Keywords: Phenomenology; Social Work; Everyday Life; Social Intervention

1. Introducción

Gran parte de la intervención en Trabajo Social, ha transitado entre esquemas con visos de cientificidad, desde que el positivismo optó por integrar al estudio de lo social, el método científico de las ciencias naturales. El desprecio por integrar variantes que no fueran reducidas exclusivamente a hechos, el hiato impuesto a la relación sujeto objeto, el abandono de la metafísica como etapa superada en el pensamiento humano, impidió la integración de otras nociones, tanto en las Ciencias sociales como en los discursos del Trabajo Social. La intervención se vio determinada por técnicas y procedimientos que tenían el sello de cientificidad, pero en el fondo eran técnicas de instrumentalización de la realidad y, en otras, la realización política de sujeción del individuo a sus condiciones existenciales.

Este artículo no pretende presentar nuevamente estos problemas ampliamente debatidos por el Trabajo Social, incluso con todo lo importantes que sean a la hora de elaborar un inventario sobre los desarrollos de la intervención; por el contrario, se plantea como un saber constituido por enunciados, proposiciones de lo que dicen en determinados momentos los fenómenos y los problemas sociales que aborda, y hace visibles objetos, cosas y realidades materiales.

Por otro lado, este nivel lógico-proposicional, conjuntamente con las realidades que visibiliza, depende de unos pre-fenómenos localizados en una línea de superficie de corte des-estratificado, y que concierne más a fuerzas que a formas.

Respecto a este pre-fenómeno de superficie donde se tratará de situar la intervención, la fenomenología ha dicho: “la característica que distingue a la acción es precisamente estar determinada por un proyecto que le precede en el tiempo” (Schütz, 1993). ¿Es entonces la intervención un fenómeno de superficie antes que fenomenológico- operativo - que desde la fenomenología implica un proyecto preconcebido?

Por consiguiente, se trata de situar la intervención en su afuera: en el tiempo y el cuerpo como sentido de la conciencia. Así, la fenomenología hace emerger lo trascendente -o el arriba- para situarlo en la superficie de la vida cotidiana. Allí donde la reflexión no opera, es decir en un nivel pre reflexivo. Los sujetos se viven, se experimentan como sucesos en un tiempo, espacio interior o interior del afuera. De allí que tengamos que referirnos a la intervención en el fluir del tiempo de la conciencia.

La referencia al sentido de conciencia fue consignada por Alfred Schütz a la sociología, en consonancia con la fenomenología trascendental de Husserl, en que la conciencia y el tiempo se constituían en experiencia originaria, es decir vivida en un flujo de conciencia (Ricoeur, 1995).

La fenomenología concibe la indubitable presencia del mundo ante el hombre, dado que lo percibe desde una actitud natural que mira el mundo pre-científicamente, pre-predicativamente. En otras palabras, la fenomenología ha hecho surgir el mundo no como un dato de los sentidos, ni mucho menos un dato histórico, sino a partir de procesos intersubjetivos como el sentido mismo del mundo. Este mundo “se da como establecido en la realidad por los miembros ordinarios de la sociedad, en el comportamiento subjetivamente significativo de sus vidas. Es un mundo que se origina en sus pensamientos y acciones y que está sustentado como real por estos” (Berger y Luckman, 2006).

La intervención procede de esta conjunción, pero deviene acción en la medida que se preconcibe en proyecto, para luego terminar en acto. Acción y acto son procesos, no se limitan a simples enunciados, constituyen fenómenos una vez el otro es captado en alter ego, es decir en flujo de conciencia, cuyas actividades puedo captar por medio de mis propias actividades simultáneas” (Schütz, 1993).

De tal forma que la intervención, situada en la realidad de la vida cotidiana, pero vivenciada en la mente del trabajador social, se constituye en una experiencia social, no solo en lo relacionado a los procesos de conciencia donde se coefectúa en acción, sino donde pone a circular una relación social nueva, llamada por Schütz (1993) la relación nosotros. Dicha relación se da en profunda interacción con la situación cara a cara, a través de la cual, los actores de la intervención se reacondicionan intersubjetivamente.

Desde estas consideraciones, el artículo apunta a determinar el nivel pre-fenoménico que tiene la intervención, sin descuidar la referencia a un plano fenoménico. Es en este sentido que, recopilando el discurso producido por trabajadoras sociales en el documento “Sentí que se me desprendía el alma. Análisis de Procesos y Prácticas de Socialización”, se discute la aplicación del método fenomenológico tomando los puntos de vista subjetivo - objetivo, ya que la vida cotidiana está movida por ambos puntos de vista. El tiempo objetivo, con el tiempo inmanente de la conciencia. Así, lo interior, con lo exterior, y entre ambos la intervención tiene lugar.

En un primer apartado, se exponen las consideraciones fenomenológicas sobre el flujo interno de la conciencia, haciendo hincapié en el tiempo, como inmanente del curso de la conciencia. En otro apartado se presenta un análisis del cuerpo en la formulación del proyecto de intervención, como presentado por la conciencia, utilizando el concepto de apresentación.

La tercera división presenta la relación nosotros en el proyecto preconcebido de la intervención, en donde se puede identificar en la experiencia de simultaneidad la interacción cara a cara. Finalmente, se hará un análisis del curso de una vivencia -la maternidad- en el flujo de dos conciencias: la de una mujer que cuenta su experiencia y la de la trabajadora social que escucha. Se analizará el plano intersubjetivo al que llegan, la relación nosotros constituyente de la intervención en proyecto preconcebido.

2. El proyecto de intervención en el tiempo inmanente a la conciencia

El tiempo es intrínseco a la conciencia, ya sea que por una parte, la constituya en unidades temporales o quantum de flujos de conciencia, o por otra parte, la inserte en la dimensión del tiempo objetivo, en fracciones de unidades discontinuas diferenciales; en ambos casos se puede hablar de dos tipos de conciencia: una regida por las condiciones temporales espaciales externas, y otra por la corriente de conciencia interna, indivisible, continua, de fases transitivas entre un estar ahora a un nuevo estar ahora. Desde luego la conciencia, transita entre uno y otro nivel. En un instante, tiene la máxima atención puesta en el mundo, vive y piensa de acuerdo a la conciencia espacio temporal y en otro, puede quitarse de la aprehensión sucedida, para hundirse en la corriente de conciencia, entonces ya no es la conciencia reflexiva, puesta de cara al mundo objetivo, sino vuelta hacia un estado fluyente de vivencias.

Esta estructura temporal influye en la forma de las vivencias, ya que pueden ser tomadas como una multiplicidad viviente de estados del flujo, o pueden ser vistas como un fenómeno externo, característico de la conciencia reflexiva. En esta última dimensión, la vivencia es sacada de la inmediatez de la corriente y sometida a un examen en donde ya no es la vivencia en su plenitud cambiante, sino algo transcurrido, algo que ha terminado su curso.

Husserl, citado por Schütz (1993) lo plantea de la siguiente manera:

O consideramos el contenido del flujo en su forma fluida, es decir la serie de vivencias originarias, que es una serie de vivencias intencionales, conciencia de…; o dirigimos nuestra mirada hacia las unidades intencionales conscientes, como algo homogéneo en la corriente del flujo: en este caso tenemos una objetividad en el tiempo objetivo, el campo temporal auténtico, en oposición al campo temporal de la corriente de conciencia.

Esta estructura temporal de la conciencia tiene su correlato en la vida cotidiana, en la medida en que los sujetos deben sincronizar sus proyectos a estas condiciones temporales. Eso implica que toda vivencia que transcurre “está rodeada de orlas de retenciones y protenciones que la vinculan con lo que acaba de ocurrir y con lo que es previsible que ocurra inmediatamente, y se refiere a cogitaciones del pasado más distante mediante el recuerdo, y al futuro mediante las anticipaciones” (Schütz, 1995).

Este contenido de pasado y futuro que las vivencias adquieren, es implícito al proyecto de intervención. Concebido en acción, es porque las protenciones y retenciones lo estructuran, con un horizonte de futuro (el para qué del proyecto) o con vivencias que han pasado (el porqué del proyecto). A estos dos elementos Schütz (1993) llama los motivos del proyecto, en todo sentido vivenciales, que forman la consistencia ideal del proyecto indispensable para formalizarlo en acto. Husserl, citado por Schütz, lo señala en seguida:

Todo proceso primordialmente constituido, está animado por protenciones, que (…) constituyen e interceptan, lo que está viniendo, como tal, para llevarlo a su completamiento (Schütz, 1993).

Según estos presupuestos la intervención alcanza esa doble composición ideal. La imaginación vuelve a adquirir la antigua primacía que Comte le había negado, para colocar por encima la objetividad. La mente del trabajador social no queda supeditada a lo fáctico por cuanto diseña proyectos y no hechos. Una conjunción de pasado-futuro, de cuerpos intersubjetivos, surten el presente proyectivo en la intervención.

3. El cuerpo en la formulación del proyecto de intervención

La vida cotidiana es un mundo común a todos. En ella coexisten semejantes dotados de una conciencia temporal y de un cuerpo, conformando una indisociabilidad psico-física. En tanto que el cuerpo, materializa la conciencia en síntomas: “no está dada en presencia originaria sino en copresencia, no está presentada sino apresentada (Schütz, 1995). La primera función de la conciencia, es el apresentar, es decir, el acondicionar lecturas de lo que pasa en la mente y en el cuerpo. Por esta vía se abre un campo de múltiples intensidades, al que le siguen formas de interacción social, como formas de saber y de ver.

La apresentación, es expuesta por Husserl en la V Meditación Cartesiana (Husserl, 2005), en cuanto apareamiento o acoplamiento: “una apresentación se encuentra ya en la experiencia externa, en la medida en que la cara anterior de una cosa -la cara propiamente vista- apresenta siempre y necesariamente una cara posterior de la cosa y le prescribe un contenido más o menos determinado” (Husserl, 2005, p. 157). Ésta al percibir un objeto, obtiene una visión frontal de la cosa, simultáneamente intuye su aspecto oculto, el anverso de la cosa, es decir aquello que podría percibirse al dar un rodeo por su entorno. Esta forma de acoplamiento y de anticipación del aspecto no visible de las cosas, es lo que Husserl llama apresentación.

Singularmente, el cuerpo es dado a la conciencia, al igual que otros entes materiales, en presencia originaria. Su conciencia no se presenta como algo dado directamente, sino que es copresentada, no está presentada sino apresentada, ello en razón a que solo es posible conocer los contenidos de conciencia, por mediación de acontecimientos que son externos a la mente, en otras palabras, por medio del cuerpo (Schütz,1995). Schütz afirma: “el objeto físico, el cuerpo del otro, los sucesos que se producen en este cuerpo, son aprehendidos como expresión del yo espiritual del Otro” (Schütz,1995). De esta manera, por observación directa del cuerpo, sus movimientos, gestos y demás acciones corporales, entre ellos el habla, se construye una serie de apresentaciones de lo que está ocurriendo en este instante por su mente, y al hacerlo así, no se toman como cosas exteriores, sino como sucesos de la vida interior. Lo que se experimenta, por vía apresentacional, es la accesibilidad indirecta de la vida consciente, y es lo que hace que sea un fenómeno característico de la vida cotidiana.

Lo que se constituye como “un ambiente comunicativo común, dentro del cual los sujetos se motivan recíprocamente en sus actividades mentales” (Schütz, 1995, p. 282), se constituye en un ambiente común, que se sucede, por comprensión apresentacional, lo cual solo es posible si los sujetos están colocados en una relación cara a cara. Es así como lo que implica una verdadera simultaneidad de dos conciencias, es lo que permite que se comparta un tiempo y espacio interior, y aquí en simultaneidad, es decir, como lo menciona Bergson: “dos corrientes de conciencia que desde el punto de vista de mi conciencia son indiferentes una o dos” (Schütz, 1993, p. 132)

El cuerpo descifra la conciencia, la advierte por síntomas para que pueda ser captada. Sin duda hay una base intersubjetiva en todo ello, como hay también una intencionalidad en esa aprehensión. La posibilidad que sobre ella se constituyan el conjunto de relaciones sociales, incluso interpretaciones y sentidos desde los cuales tiene su razón de ser, es lo que conforma la vida cotidiana.

Es suficiente señalar el carácter social del cuerpo mediante el cual “la subjetividad del otro me es accesible mediante un máximo de síntomas” (Berger y Luckman, 2006). Del mismo modo abre una serie de perspectivas o puntos de referencia, entre el modo de estar aquí, frente al cual el allí corresponde al estar del otro. Sin lugar a dudas, esta perspectiva se puede modificar por los movimientos del cuerpo, de tal modo que puede “convertir a todo allí en un aquí, o sea, que podría ocupar con el cuerpo vivo todo lugar en el espacio” (Husserl, 2005), lo que implica que al estar allí, pueda percibir las mismas cosas que estando aquí.

4. La relación nosotros en el proyecto de intervención

Se había considerado que la intervención, como cualquier otra acción, tenía su consistencia en un proyecto ideado, imaginado y concretado en la corriente de conciencia del trabajador social, pero no era la experiencia de una conciencia solitaria abstraída del mundo, o la de un yo en atonía con sus propias fantasías. Estaba inmersa en la vida cotidiana, eran sus referentes intersubjetivos, en las condiciones temporales y corporales, los que podían dar constancia de que el proyecto de intervención era en todo su curso un proyecto; y por tanto más en lo social, no como una variable de entrada, sino como el definitivo sentido. Ello explica entonces que la realidad de la vida cotidiana se presenta como un mundo intersubjetivo, tal como la señalaba Max Scheler, citado por Schütz

La realidad del mundo de los contemporáneos se da por sentada tanto en las esferas del- tú, como en las -esferas del - nosotros, ante todo respecto del conjunto de la naturaleza tanto viviente como orgánica, además la realidad del “tú” y de la comunidad se dan por sentadas antes que la realidad del “yo”, en el sentido del propio yo y de sus vivencias personales privadas (Schütz, 1993, p. 126).

Esta realidad en la que está prendido el proyecto de intervención, forma relaciones de proximidad: es el tú y el nosotros, de Scheler, o la relación de lejanía: un ellos en Schütz, que afectan notoriamente el proyecto; y sin duda el yo, deja de ser relevante, mientras se mantenga el horizonte de la vida cotidiana como algo común a todos, por encima del mundo privado de un yo.

Estas relaciones son formas de acentuar la permanencia de un tú o de un nosotros, desde el instante en que el proyecto de intervención empieza a efectuarse. Son vívidas exclusivamente. El otro se experimenta de múltiples maneras desde un cara a cara, hasta la anonimidad. Esta experiencia del otro es intensa, y se produce desde el instante en que hay una captación simultánea. La intersubjetividad designa esa simultaneidad cuando dos conciencias se encuentran en la dimensión temporal y espacial. Este entrar en lo intersubjetivo, sobrevuela al proyecto de intervención y determina sus condiciones de posibilidad. No es, por tanto, la presencia única del trabajador social, ni separado de los otros, como el proyecto llega a la mente del trabajador social; su concepción, su idealización transcurre en flujos de conciencia, en que el proyecto le pertenece aun nosotros, un tú, una comunidad de alteregos.

Compartir un sector del tiempo implica una genuina simultaneidad de nuestras dos corrientes de conciencia: mi semejante y yo envejecemos juntos. Compartir un mismo sector del espacio implica que mi semejante se me aparece en persona como él mismo y nadie más. Su cuerpo se me aparece como un campo unificado de expresiones, es decir de síntomas concretos, a través de los cuales su vida consciente se manifiesta de manera vívida. Esta inmediatez temporal y espacial es característica esencial de la situación cara a cara (Schütz, 1995)

La experiencia de simultaneidad en que el proyecto de intervención toma fuerza, implica esta suerte de situación cara a cara en que el término más importante es un nosotros vívido, pre-predicativo, una experiencia común constituida por la temporalidad y corporalidad que le cruza. Este nosotros originario, antecediendo toda forma, a un yo, define el estilo y las formas en que la intervención adquiere forma una vez es insertada en la realidad. Por ejemplo, el actuar sobre el otro, las definiciones de las situaciones, las intencionalidades, orientaciones, prácticas, etc., están influidas por el carácter de esta relación originaria.

Ciertamente la relación nosotros, determina el carácter del proyecto de intervención. La cercanía o lejanía en que se experimenta; indican a toda costa unos entrelazamientos de subjetividades que el profesional logra alcanzar. Más adelante, en los relatos obtenidos por las trabajadoras sociales, se podrá sentir de qué manera se experimenta esta interacción y el nivel de experiencia de un nosotros a que llega la intervención. Experiencia todavía libre de esquemas de significado, dado que la relación nosotros es experiencia pura (Schütz, 1993) y, como tal, base de toda predicación ulterior: “En este intercambio subjetivo ‘lo que él es’, se halla continuamente a mi alcance. Esta disponibilidad es continua y pre-reflexiva. En cambio, ‘lo que yo soy’ no está tan a mi alcance” (Berger y Luckman, 2006). Sin duda, esta relación nosotros pre-predicativa, conlleva la comunidad de espacio y tiempo desde el instante en que el otro, entra en una situación cara a cara. En términos del proyecto de intervención, es la experiencia más directa que se tiene del otro, es decir,

… en la manera en que tomó parte en la corriente común de nuestras experiencias. Si pienso y reflexiono acerca de nuestra experiencia, este carácter directo se rompe y debo interrumpir mi participación directa en la relación Nosotros, salir por así decirlo de la situación cara a cara. En el transcurso de la relación nosotros, yo estaba ocupado atendiéndolo a usted; para pensar en ella debo interrumpir la relación inmediata entre nosotros (Schütz, 2003, p. 37).

Y es que, en la concepción del proyecto de intervención, el conocimiento del otro, es prácticamente nulo. Solo en una etapa posterior, la intervención puede orientarse en forma significativa, al ordenar las vivencias trascurridas en contextos de significados. Pero no es del caso ahora, entrar a definir las construcciones de pensamiento que pueda alcanzar el proyecto de intervención una vez que ha sido superada la etapa vivencial, ya que desborda las intenciones de situar fenomenológicamente la intervención del trabajador social en un proyecto preconcebido, como es el objetivo tratado aquí.

Queda pues clara la fuerza del contexto vivencial, pre-predicativo alcanzado por la intervención, en el flujo de la relación nosotros y su incidencia en el futuro del proyecto, de otra manera la fenomenología no tendría sentido. La fenomenología conduce a una modificación de los esquemas de referencia del trabajador social, es decir que promueve el cambio de actitud hacia la profesión, hacia las cosas y hacia el mundo. Es que el sentido de la comunidad, de una orientación tú y de un nosotros, no son idealizaciones; son experiencias originarias, constituyentes del actuar en el mundo, y sin esta condición no podría idear proyectos, ni relaciones sociales nuevas. La fuerza original de este nosotros, que capta al otro como un semejante “de otro sí-mismo como ser humano vivo y consciente” (Schütz, 2003: 35), constituye la contracara del positivismo, la respuesta del Trabajo Social, a la reducción del sujeto a dato de una realidad económica, social, psicológica, que le impuso el modelo mecanicista. La respuesta no es tampoco y exclusivamente lograr un conocimiento de la realidad social para luego intervenirla, sino de encontrar el sentido que esa realidad tiene para la subjetividad alcanzar “las objetivaciones de los procesos (y significados) subjetivos por medio de los cuales se construye el mundo intersubjetivo del sentido común” (Berger y Luckman, 2006).

La conciencia no acontece únicamente en el cerebro, sino abarca la totalidad de la existencia. La conciencia existe también en el cuerpo y como cuerpo (Leib), pero con él y desde él, la conciencia impregna todo el entorno (Umwelt) en el que existe el sujeto y al cual le confiere un sentido determinado (Maldonado, 1999, pp. 117-118).

5. La relación nosotros en la experiencia del tiempo y del cuerpo en los relatos de prácticas de maternidad

Este nivel pre-fenoménico ha movido la intervención en múltiples engranajes en su sentido enteramente vivencial, o en la temporalidad subyacente a la conciencia, o en la apresentación del cuerpo sintomático. Ya en la captación de un nosotros, el de una comunidad intersubjetiva, la fuerza de la conciencia impregna la totalidad del proyecto de intervención, cubriendo la totalidad de la existencia. Lo demuestra la forma como se apresenta en los cuerpos, extendiendo la conciencia su principio generador -el tiempo y la corporalidad- hacia todos los entes existentes.

El proyecto de intervención alcanza por ese medio al mundo, y la relación nosotros análogamente a lo que hace el cuerpo, hace de la intervención una puesta en comunidad, de enlazamiento de subjetividades, las extrae de la anonimidad en que subsistían perdidas entre las demás cosas, para colocarlas en un plano intersubjetivo que posibilita un acceso al ser del otro, esta nueva relación con los otros, alienta el proyecto, lo dirige hacia el mundo en que este adquiere realidad.

La descripción siguiente, corresponde a un proyecto de intervención dirigido a mujeres, para dilucidar cuál era el sentido que en el discurso se otorga al uso de prácticas de maternidad, para ellas mismas, para otros sujetos, para la cotidianidad en que vivían. En un diálogo, con las trabajadoras sociales se obtuvieron unos relatos, esta forma de diálogo de acuerdo a Olga Lucía Vélez Restrepo (2003) permite a través de la intuición y los intercambios afectivos, la conexión de intersubjetividades.

A continuación algunos apartados de esos relatos:

Casi siempre que tuve hijos, me tocó sola. Ellos nacieron en la casa. Cuando iba a nacer la niña, recuerdo que al empezarme los dolores me alisté, puse un plástico, una cobija y muchas cosas en una sábana, y como ya entendía algo de maternidad, alisté unas tijeras, hilo alcohol, la ropita, agua hervida para bañarme, aguadepanela caliente con hierbabuena, manzanilla, canela; todo esto para tomármelo después de que naciera. La tuve a las tres de la mañana y a las seis ya me levanté para hacer el desayuno, arreglé la pieza y me puse a lavar todo lo que había ensuciado esa noche. Cuando la gente del inquilinato me veía me preguntaba qué había hecho la barriga y yo les decía que estaba en la pieza y como no me creían bajaban a ver si era cierto.

Después fui al médico y cuando le expliqué todo como había sucedido, me regañó porque decía que era peligroso, pero a mí no me pasó nada, porque yo me había colocado en una posición para no sangrar mucho y le había cortado bien el ombligo y como nació botando de una vez la fuente y la placenta, no tuve peligro, ni la niña tampoco. La bañé, la sequé y la abrigué bien, le di una aguadepanela y lo mismo hice conmigo. Yo pienso que el todo es que no le suceda nada grave ni a uno ni al bebé… (Barreto-Gama y Puyana-Villamizar, 1996, p. 116).

El relato se inicia, desde el instante en que la trabajadora social, toma conciencia de la persona que tiene en frente, y se orienta hacia ella, como un Tú, al que vivencia como un ser que tiene vida y consciencia. Este estar ahí de ella, no implica necesariamente que capte sus características personales o sociales, ni tampoco se propone elaborar un juicio; simplemente la reconoce como un semejante, como lo hace cualquier ser humano con otro, cuando se encuentran cara a cara.

Esta experiencia pre-predicativa, es recíproca, incluye captar a la trabajadora social, en las mismas condiciones de existencia y semejanza. Ambos sujetos, están conscientes uno del otro, ambos tienen una orientación “Tú” correspondiente y ambos se dirigen como si el otro fuera su igual, de otra manera habría sido imposible, porque no existiría reciprocidad de perspectivas, en donde la trabajadora social, pudiera recuperar la experiencia de maternidad y crianza, de la manera tan amplia como lo hizo María1, en todo el proceso de su relato.

Resultado de la mutua orientación, surge la relación nosotros, o relación directamente vivenciada, carente todavía de contenido, pero lista a ser concretizada en mayor grado, en procesos intersubjetivos posteriores.

Esta relación nosotros, se allega desde el momento en que la mujer estando al habla, vivencia la experiencia de la maternidad a la trabajadora social quien escucha. No estando esta experiencia separada como un recuerdo que se transfiere a la mente de la otra, sino en la forma de una auténtica comunidad, en la que el nosotros se vivencia en toda su extensión, ya fluyendo en simultaneidad en el tiempo interior o por apresentación que se establece entre los cuerpos.

El relato continúa:

Cuando nació el tercero, yo había contratado una partera, pero solo llegó después de que ya había parido: como lo dolores eran tan fuertes me acostaba y me levantaba, de pronto pegué un grito y el niño nació, entonces bajó una vecina y me metió una cebolla larga por la boca y salió la placenta, ahí llegó la partera y me atendió y ya quedé bien. Lo que más recuerdo del nacimiento de mis hijos, es que el papá no estaba muy presente; él era muy distante, parecía que los hijos no fueran de él. (Barreto-Gama y Puyana-Villamizar, 1996, p. 117)

De la crianza de mis hijos me encargo yo, el papá siempre dice que es mi deber. Él es más bien indiferente con ellos y soy yo la que responde por lo que hagan y por lo que les pase. El a veces es como egoísta con sus hijos, pero más con las hijas mujeres porque a ellas no las deja salir, ni oír música, en cambio a los hijos hombres sí; a veces los lleva a que los acompañen. (Barreto-Gama y Puyana-Villamizar, 1996, p. 117).

En un nosotros, podemos identificar varios elementos, por un lado un cuarto de inquilinato, y en él la cama, en donde ella siente los dolores. El pensamiento dolor está en cada una de las mentes, aunque no se puede asegurar que este pensamiento del dolor o como lo esté viviendo sea igual para la trabajadora social, ya que cada una, subjetivamente le está dando un sentido diferente, sin embargo, lo que importa es que la vivencia del hecho dolor, lo experimentan simultáneamente, por efecto de que sus conciencias están sincronizadas con respecto al mismo suceso. Entonces cuando hay esta coordinación, cuando ambas mujeres están viviendo el hecho del dolor, se puede decir que era el nosotros que lo vivían, no la mujer solitariamente, ni tampoco la trabajadora social por su lado, juntas experimentaron el dolor en la simultaneidad de sus conciencias, y así el grito, el nacimiento del niño, para dar paso a la llegada de la vecina alarmada por el grito. Todo el acento vivencial está puesto en la descripción del “gajo de cebolla, que lleva en la mano y que introduce por la boca y luego la expulsión de la placenta”, la cual contiene la esencia de un nosotros enteramente vívido.

Estas vivencias tienen una duración en el fluir del tiempo interior. Estados, indiferenciados, indivisibles transcurren desde un ahora sí a un nuevo ahora sí, y por ende fluyen indiscriminadamente, intensamente a lo largo del relato. Un fluir del tiempo entre dos conciencias, puestas en simultaneidad, dando curso a un nosotros, a la comunidad vivencial y al hacer del tiempo un elemento común. Significa que ambas conciencias experimentaban el mismo suceso, el nosotros definitivo, por la conexión a un mismo suceso. Tiempo original constituyente de la relación nosotros de manera pura y punto de conexión para toda experiencia de una relación nosotros llena de contenido.

Esta temporalidad para el nosotros, coordina ambos cuerpos. Un primer paso: captar el estar ahí, esa persona, ese individuo particular, por semejanza, de tener conciencia y cuerpo. Un segundo paso, el cuerpo es captado por referencia a los síntomas que presenta. Lectura vivencial, sin predicación, coordinada únicamente por el tiempo. Esta apresentación presenta las dos conciencias, logra que tanto la trabajadora social como la mujer del relato, puedan captar en gestos, miradas, expresiones, movimientos, la singularidad de las cosas que están pasando por sus mentes.

En el pasaje del nacimiento, este proceso se mueve en dos niveles. La trabajadora social, recoge cada palabra, cada expresión, cada gesto como vivencias de la otra persona, aunque le es imposible vivirlas como si fueran las de ella, experimenta al otro desde su esfera intersubjetiva, o sea sus vivencias corresponden a percepciones que tiene del cuerpo del otro, inmediatamente captadas por apresentación de la conciencia. Un segundo nivel, las dos corrientes dejan de fluir en el tiempo subjetivo. Ya las palabras no representan vivencias, sino objetos y están sujetas a interpretación. El tiempo es objeto analítico del mundo exterior.

En síntesis, el Otro se presenta como una corporeidad surcada por el tiempo interior, al dejar un sinnúmero de vivencias fluir en ese presente viviente. Lo que hace la trabajadora social, es conllevar este proceso apresentativo, que le revela la subjetividad del otro. Proceso sin duda primario, en que pasa cualquier ser humano, antes de alcanzar un segundo nivel de captación, selectivo de vivencias, recogidas a lo largo de la permanencia de un nosotros para ser integradas en una lógica distinta, la de una conciencia pensante. La intervención, tendría el mismo proceso de constitución: la del tiempo inmanente de la conciencia en que se vivencia, o la del tiempo objetivo donde se piensa.

6. Referencias Bibliográficas

Barreto-Gama, J. y Puyana-Villamizar, Y. (1996). Sentí que se me desprendía el alma. Análisis de Procesos y Prácticas de Socialización. Bogotá: Unilibros. [ Links ]

Berger, P. y Luckman, T. (2006). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu. [ Links ]

Husserl, E. (2005). Meditaciones cartesianas. México: Fondo de cultura económica. [ Links ]

Maldonado, C.E. (1999). Perspectivas de la Fenomenología. Praxis Filosófica. Nueva Serie. (10-11). [ Links ]

Ricoeur, P. (1995). Tiempo y narración. México: Siglo veintiuno editores. [ Links ]

Schütz, A. (1993). La construcción significativa del mundo social. Barcelona. Paidós. [ Links ]

Schütz, A. (1995). El problema de la realidad social. Buenos Aires. Amorrortu Editores. [ Links ]

Schütz, A. (2003). Estudios sobre teoría social. Buenos Aires: Amorrortu Editores. [ Links ]

Vélez-Restrepo, O.L. (2003). Reconfigurando el trabajo social. Medellín: Espacio Editorial. [ Links ]

1María es nombre ficticio, utilizado en este artículo para el análisis.

Recibido: 05 de Julio de 2018; Aprobado: 08 de Noviembre de 2018

Autor de correspondencia: Diana Marcela Murcia-Albañil. Fundación Universitaria San Alfonso. Correo electrónico: dimmurciaal@unal.edu.co.

Trabajadora social. Mg en Trabajo social. Mg. en Investigación social interdisciplinaria. Estudiante de Doctorado en Ciencias Humanas y Sociales. Investigadora y docente de la Fundación Universitaria San Alfonso. Correo electrónico: dimmurciaal@unal.edu.co.

Sociólogo. Mg. en Filosofía. Investigador y docente del programa de Trabajo Social de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Correo electrónico: rirodriguez@unicolmayor.edu.co.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons