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Prospectiva

Print version ISSN 0122-1213On-line version ISSN 2389-993X

Prospectiva  no.28 Cali July/Dec. 2019

https://doi.org/10.25100/prts.v0i28.8052 

Artículos

La participación comunitaria como vía para el empoderamiento de encargadas del programa Comedores Comunitarios en Culiacán, México

Community participation as a way for empowerment in charge of the Comedores Comunitarios program in Culiacán, Mexico

Luz Mercedes Verdugo-Araujo1  1
http://orcid.org/0000-0002-0589-9778

Leonor Tereso-Ramírez2  2
http://orcid.org/0000-0003-1511-5815

Teresita del niño Jesús Carrillo-Montoya3  3
http://orcid.org/0000-0002-8990-8722

1 Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, México. Correo electrónico: luzmercedesverdugo@hotmail.com.

2 Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, México. Correo electrónico: leonorteresoramirez@hotmail.com.

3 Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, México. Correo electrónico: teresita.carrillo.montoya@gmail.com.


Resumen

El artículo analiza la experiencia de mujeres participantes en un programa social que tiene como finalidad abatir el hambre. Ellas se han convertido en mediadoras de la localidad y por tanto en el enlace entre el aparato institucional y los beneficiarios. Asimismo, se han posicionado como actoras protagónicas en la comunidad y si bien han logrado alcanzar cierto grado de empoderamiento mediante la participación comunitaria, en el terreno político enfrentan circunstancias que limitan su pleno desarrollo. El objetivo de este trabajo es la reflexión sobre la construcción del proceso de empoderamiento que se genera en la cotidianidad de las mujeres líderes del programa Comedores Comunitarios, identificando sus estrategias políticas, sociales y culturales producto de su acción social. La ruta metodológica está basada en un análisis hermenéutico-interpretativo que se desprende de los discursos de 27 mujeres que operan el programa Comedores Comunitarios en el municipio de Culiacán, Estado de Sinaloa, México. Se concluye que el empoderamiento no es un proceso que pueda darse a otras personas, es más bien, un proceso individual, de auto confrontación, de auto cuestionamiento la situación en que se encuentran cada mujer y cada hombre dentro de una comunidad.

Palabras clave: Participación comunitaria; Política social; Empoderamiento; Mujeres

Abstract

The article analyzes the experience of women implementing a social program that aims to reduce hunger. They have become mediators of the locality, being the link between the institutional apparatus and the beneficiaries. They have also positioned themselves as protagonists in the community and, although they have managed to reach a certain degree of empowerment through community participation, in the political arena, there are circumstances that limit their full development. The objective of this work is to reflect about the construction of the process of empowerment that is generated in the daily life of the female leaders of the Comedores Comunitarios program, identifying their political, social and cultural strategies as a result of their social action. The methodological route is based on a hermeneutic-interpretative analysis that emerges from the discourse of 27 women who operate the community dining program in the municipality of Culiacán, in the State of Sinaloa, Mexico.

We conclude that empowerment is not something that can be given to another person, but rather an individual process of self-confrontation and self-questioning regarding the situation that each person finds him/herself in within the community.

Keywords: Community participation; Social policy; Empowerment; Women

1. Introducción

Históricamente, las mujeres han trabajado en la implementación de los programas sociales desarrollando acciones que buscan fomentar la participación ciudadana. En este camino van tejiendo una red de relaciones sociales en la comunidad que les permite consolidarse como actoras protagónicas del cambio social en las localidades, pero también en piezas claves para la política social. Estas interacciones les han permitido arribar a varias dimensiones de la participación social. Por una parte, en lo económico-social les ha servido como una estrategia de sobrevivencia para ellas y sus familias, a su vez, en la dimensión de liderazgo les ha permitido desarrollar habilidades como gestoras-organizadoras y, en la dimensión cultural y democrática a fomentar el sentido de identidad comunitaria y tomar decisiones para el bien común. Si bien estas dimensiones de la participación han hecho que puedan alcanzar un grado de empoderamiento, en el espacio político existen obstáculos que limitan su actuación.

Las operadoras de los comedores comunitarios son la parte esencial para el desarrollo del programa alimentario pues en estos implementan habilidades para el involucramiento en la comunidad, actividades de cooperación, toma de decisiones, compromiso comunitario y logran despertar la conciencia social. Las mujeres en la comunidad se reconocen como conocedoras de las determinantes contextuales de la región y las dimensiones socioculturales de la alimentación que utilizan para lograr éxito en el programa. Ser parte de la comunidad les ha permitido conocer la sabiduría popular alimentaria y los puntos de vista de los beneficiarios; todos estos elementos permiten que la operadora se convierta en una líder comunitaria.

El objetivo de este trabajo es la reflexión sobre la construcción del proceso de empoderamiento que se genera en la cotidianidad de las mujeres líderes del programa Comedores Comunitarios, identificando sus estrategias políticas, sociales y culturales producto de su acción social. La ruta metodológica está basada en un análisis hermenéutico- interpretativo que se desprende de los discursos de 27 mujeres que operan el programa comedores comunitarios en el municipio de Culiacán, en el Estado de Sinaloa, México (Verdugo-Araujo, 2017).

2. Metodología

El trabajo estuvo enmarcado desde una postura hermenéutica-interpretativa que buscó analizar el grado de empoderamiento que desarrollan las mujeres operadoras del programa social Comedores Comunitarios, abordando las estrategias que utilizan durante su acción social para hacer frente a las tensiones que enfrentan en el espacio político y que limitan su participación comunitaria. Por lo cual la interrogante fue ¿cuáles son los discursos de las mujeres operadoras del programa social sobre su participación dentro del programa social y los obstáculos que afrontan para alcanzar algún grado de empoderamiento?

Se parte desde un enfoque cualitativo, el cual para Alguacil (2011), se preocupa por los aspectos simbólicos y subjetivos que constituyen comportamientos sociales y que mueven a la sociedad desde el punto de vista de los significados que los sujetos y los grupos dan a su vida en sociedad. Este enfoque trabaja el lenguaje y, por tanto, los discursos que expresan las cualidades que los sujetos dan a los fenómenos sociales que ellos experimentan. Utiliza la conversación con la intención de profundizar en lo subyacente de los comportamientos sociales, ya que son los que construyen el mundo social. Desde esta mirada se rescataron los discursos, experiencias y vivencias que las líderes de los comedores comunitarios tienen sobre su propia acción dentro del espacio y cómo se dan las relaciones con los beneficiarios; así como las estrategias que utilizan para fomentar la participación activa.

Desde ese posicionamiento se utilizó una hermenéutica crítica para abordar los contenidos del lenguaje, no solo con fines de comprensión y comunicación, sino también como medio de dominio y poder. Habermas (1987) señala que la hermenéutica crítica queda representada a través de la acción comunicativa, la cual está centrada en la filosofía del lenguaje, el entendimiento subjetivo y el aspecto cognitivo instrumental. La acción comunicativa es donde las acciones de los sujetos implicados en ella se coordinan no mediante cálculos egocéntricos, sino para lograr la comprensión. En este sentido, Díaz-Montiel (2007) considera que las representaciones y simbolizaciones contenidas en los códigos lingüísticos se exponen a un proceso fáctico de comprensión que se logra por medio de las palabras en los discursos que se generan en las relaciones y es, a través de esto, que el lenguaje alcanza su sentido.

La hermenéutica critica de Habermas, a su vez, permitió encontrar esos obstáculos que están presentes y condicionan el empoderamiento generado en las relaciones de poder que se ejercen en el terreno del proyecto político con las implementadoras del programa social. Lo anterior significa abordarlo desde una postura crítica para comprender cómo históricamente las políticas sociales han impuesto prácticas hegemónicas basadas en categorías como el control social y el poder, las cuales se reproducen a través del lenguaje. A diferencia de la hermenéutica clásica que considera el lenguaje solo con fines de comprensión y comunicación, la crítica considera que el dominio y el poder son medios. Por lo tanto, esta postura permite encontrar cómo las mujeres hacen frente a tensiones y desafíos cuando tienen un rol protagónico en el programa social, en un contexto marcado por las relaciones de poder que cotidianamente enfrentan.

Por otra parte, cabe resaltar la importancia que la hermenéutica tiene en los estudios de las mujeres y los estudios con perspectiva de género, debido a que son escasos los estudios que abordan este método. Entre las autoras más representativas están Serret (1999) que lo considera ideal para comprender e interpretar la voz de las mujeres. Por otra parte, Lara-Chávez (2012) precisa que la hermenéutica en los estudios sobre mujeres permite reflexionar sobre los referentes culturales desde los cuales las mujeres dan significado a la vida propia y a la relación que establecen con los demás. Asimismo, permite la indagación sobre los beneficios que los hombres, el sistema económico e instituciones públicas reciben de las interpretaciones que realizan las mujeres desde la construcción patriarcal de la feminidad.

También se utilizó la entrevista semiestructurada con respuestas abiertas para rescatar las opiniones, expresiones, obstáculos y sugerencias de las implementadoras. En este sentido, la entrevista es una conversación que tiene una estructura y un propósito, la cual permite comprender el mundo desde la perspectiva de las entrevistadas y los significados de sus experiencias. A las mujeres operadoras del programa se les preguntó sobre las vivencias que han tenido en el desarrollo del programa, sus satisfacciones, sus limitaciones, su experiencia de vida a partir de la incorporación al proyecto político, los cambios que ha representado para ella y sus familias. Asimismo, se utilizó la técnica de la observación, la cual fue abordada como un proceso que permita caracterizar el escenario, las interacciones de los actores, la comunicación no verbal y los distintos diálogos empleados en los discursos. La observación se llevó a cabo en el momento en que se implementaba el programa permitiendo escuchar los diálogos que se generan y las acciones que se desarrollan en el espacio.

Participaron en el estudio 27 mujeres que tiene entre 28-55 años de edad que operan el programa, la mayoría tiene aproximadamente dos años trabajando al interior del espacio comunitario y son amas de casa. Se les denomina en este artículo como mediadoras comunitarias, por ser precisamente la parte intermedia entre los implementadores oficiales y los beneficiarios. Para el análisis de la información se utilizó un análisis crítico de discurso desde la propuesta metodológica de Sayago (2014), proceso de codificación consistente en el etiquetamiento y la desegregación de pasajes textuales de acuerdo con la categoría buscada. Este proceso de etiquetamiento, desegregación y reagregación es impulsado por una tarea de interpretación que debe ser altamente reflexiva para evaluar de manera constante diferencias y semejanzas, el cual debe esmerarse para encontrar sesgos valorativos con el fin de construir matrices de sentido que articulen las distintas variedades discursivas.

3. Antecedentes del programa alimentario

La principal estrategia que tiene México para atender la inseguridad alimentaria es la Cruzada Nacional contra el Hambre que opera principalmente a través del Programa Comedores Comunitarios (PCC), el cual se implementa desde la coordinación de dos instituciones: la Secretaria del Desarrollo Social (SEDESOL) y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (SNDIF). El PCC inició su operación en septiembre de 2013 a nivel nacional y ha presentado una expansión notable de su cobertura y presupuesto a partir de entonces. De acuerdo con los lineamientos específicos para el Programa de Comedores Comunitarios en el marco de la Cruzada para el ejercicio fiscal 2015, su objetivo general es desarrollar, fortalecer y consolidar una estrategia de atención alimentaria y nutricional, proporcionando alimentos nutritivos de calidad y cantidad suficientes a grupos poblacionales con problemas de desnutrición, en riesgo de padecerla y en inseguridad alimentaria, a partir del fomento de la participación comunitaria, y con ello, contribuir a abatir la carencia por acceso a la alimentación. Sus beneficiarios deben ser sujetos que vivan en condiciones de pobreza extrema ubicados en zonas de atención prioritaria sean urbanas como rurales para que tengan acceso a la alimentación.

La perspectiva oficial ve el comedor como un espacio físico y social del quehacer comunitario para la preparación y consumo de alimentos entre la población. Las personas que asisten a los comedores cuentan con soluciones a sus necesidades prioritarias, como el acceso al consumo de alimentos y la transformación de hábitos alimentarios. Desde la visión institucional, los comedores conjuntan factores de identidad comunitaria que permiten fomentar lazos de convivencia y unión. En el marco de lineamientos específicos del programa se aprecia que la calidad de atención de las operadoras es la parte medular para el funcionamiento del programa. Las operadoras de los comedores deben buscar que el espacio sea un lugar incluyente en donde se fomente la relación familiar, la sana convivencia, la comunicación, el encuentro y la participación, ya que son atributos básicos de la cohesión social. El programa busca que la implementadora se empodere y asuma un liderazgo crítico donde se tome en cuenta la opinión de los ciudadanos en todo el proceso de implementación para que estos a su vez se sientan parte importante de la política y participen activamente. Con todo esto se busca que el programa sea exitoso y erradique la situación de inseguridad alimentaria.

4. Mujer y participación comunitaria

En la actualidad, el papel de la mujer ha sufrido cambios importantes tanto al interior de las estructuras familiares como fuera de ellas. Las mujeres tradicionalmente participaban en el espacio privado, hoy se observa que están acercándose a distintas plataformas del espacio público. Si bien, el trabajo no remunerado que comprende principalmente los quehaceres del hogar, el cuidado de los hijos, la preparación de alimentos, la administración de recursos, entre otras actividades, no les había permitido el reconocimiento ni las oportunidades para dialogar con los espacios públicos-políticos, actualmente han utilizado otras herramientas para poder arribar a esos dominios. Un instrumento para buscar dicho reconocimiento ha sido la participación que, de acuerdo con Giménez (2002), es un proceso que enlaza a sujetos y grupos e implica estar presente, ser parte de las decisiones, involucrarse y responsabilizarse, volverse coagente, cooperante.

Precisamente las mujeres han utilizado como mecanismo la participación comunitaria como un trabajo donde desarrollan habilidades y destrezas. En este sentido, la participación comunitaria desde la conceptualización de García y Oliveira (2006), se considera como el conjunto de tareas o actividades reproductivas que son necesarias para la reposición y manutención de la fuerza de trabajo (trabajo doméstico y cuidado de los hijos), como las actividades productivas orientadas hacia el mercado. Dicho trabajo no se retribuye, pero se vuelve una posibilidad para que las mujeres establezcan diálogos con el exterior y aprehendan a ver el mundo estratégicamente, volviéndose protagonistas del cambio social en sus propios contextos. De acuerdo con lo anterior, la participación de las mujeres representa una serie de actividades que directa o indirectamente inciden en las decisiones para las políticas sociales. Es también, un instrumento para conseguir algo que beneficie a todas las personas inmersas en los espacios donde se lleva a cabo dicha participación. En el caso de las mujeres, el desarrollo de capacidades y estrategias que posibilitan formas distintas de afrontar sus miedos y atreverse a darle valor a sus propias voces.

La participación comunitaria ha sido un eje fundamental para lograr el cambio social en los sectores más desfavorecidos de la sociedad. El concepto de participación comunitaria es definido por Tello-Peón (1996), como una acción intrínseca a la naturaleza del ser humano, resultado de sus sentimientos de cooperación, solidaridad y deseo constante de crecimiento y desarrollo. Su esencia se caracteriza por un compromiso e identificación en un fin social, representa un proceso que implica acciones de sensibilización para propiciar cambios de actitudes y de responsabilidad colectiva; además, su objetivo se dirige a resolver necesidades y problemas básicos de sectores sociales. Para Cunill (1991), la participación comunitaria está vinculada con el desarrollo comunitario, cuya intencionalidad, está dirigida a fomentar la iniciativa de los propios individuos respecto a la solución de problemas, a orientar su acción hacia objetivos de desarrollo y a hacer valer su interés social.

En este sentido, podemos precisar que la participación comunitaria es una capacidad para establecer relaciones colectivas que permitan resolver necesidades sociales en las comunidades. Es una fuerza al interior de las localidades que permite realizar acciones de gestión para la mejora de la calidad de vida. Desde esta mirada, las mujeres han sido actoras protagónicas que han logrado movilizar a los habitantes de las comunidades en la gestión de sus propias necesidades. La mayoría de ellas se han convertido en piezas claves para los programas sociales por el conocimiento que tienen sobre el entorno y el dominio para lograr aglutinar a grandes masas. El caso del programa de Comedores Comunitarios no es la excepción, ya que son mujeres las encargadas de operar el programa social. La mayoría de ellas han sido líderes de sus comunidades o agentes de acción informal. Esta ruta las ha llevado a posicionarse como el centro de la acción política y a dibujar líneas de análisis que permiten comprender cómo la participación comunitaria puede ser una vía para generar algún grado de empoderamiento en las mujeres que operan los Comedores Comunitarios.

4. Construcción del empoderamiento

A pesar de que el concepto de empoderamiento ha sido utilizado en los últimos tiempos para explicar el posicionamiento y poder que adquieren o desarrollan las personas, principalmente las mujeres en espacios públicos, es necesario precisar que desde la teoría aún existen debates sobre su definición. Asimismo, Tereso-Ramírez (2017) señala que debido a las características del sistema patriarcal y el sistema heteronormado donde los principales protagonistas son los hombres, es difícil aun considerar que las mujeres logran empoderarse de forma integral, es decir, en todos los espacios en que se movilizan y en todos los grados posibles, dígase: afectivo, familiar, dialógico, laboral, económico, político y legal. No obstante, sí se puede considerar que muchas mujeres acceden a espacios en donde se crean posibilidades que pueden favorecer el desarrollo de este proceso.

Desde los estudios de mujer y desarrollo hay aportes significativos que permiten interpretar las vivencias y experiencias de las mujeres y apreciar cómo logran irse posicionando en espacios público-políticos que anteriormente eran escenarios masculinizados. Asimismo, el término empoderamiento está ligado al de poder, incluso teóricas como Batliwala (1997)a lo definen como una suma de poderes cuya lógica es que no solo quienes lo adquieren se beneficien. En esta lógica, Rowlands (1997) distingue cuatro tipos de poder: el poder desde, que radica en el desarrollo de la autoestima y la valoración de la persona misma; poder entre, que consiste en construir fuerza colectiva con otros y otras; poder para, para transformar y darle forma a la vida, la sociedad y al mundo; poder sobre, que tiene que ver con la exclusión, desvalorización, desprestigio y marginación de las mujeres, sus problemas, organizaciones y agendas. Esta última forma de poder no entra en esa suma de poderes.

Por lo anterior, y dado que el concepto de empoderamiento representa un entramado de concepciones y alcances, es necesario estudiarlo desde un enfoque que le saque mayor ventaja, esta es precisamente la perspectiva de género. Así, el empoderamiento representa un proceso por medio del cual las mujeres incrementan su capacidad de configurar sus propias vidas y su entorno, una evolución en la concientización de ellas sobre sí mismas, en su estatus y en su eficacia en las interacciones sociales (Schuler, 1997). En esta idea, se ha de considerar el empoderamiento como un proceso que no es lineal, sino en espiral ya que parte de una autoconfrontación que las mujeres hacen antes de atreverse a cruzar la frontera que divide los espacios privado/doméstico y público/político. Este cruce de fronteras -que muchas veces es invisible dado que en la mayoría de las ocasiones los trabajos desempeñados por las mujeres en los espacios laborales remunerados es tan solo la ampliación de actividades en lo doméstico- dificulta que ellas se den cuenta que son parte de espacios donde se dan luchas de poderes coercitivos o de control, como lo son los espacios comunitarios donde se implementan políticas públicas que, por una parte, dan cierto protagonismo a las líderes, y por otra, como toda política son también mecanismos de control social y político y por tanto, de género.

Cuando las mujeres participan en la comunidad es vital reconocer primeramente su condición de opresión. Una vez que hay conciencia de su situación, las mujeres experimentan cambios que se van mostrando en lo individual y representando en lo colectivo. Por tanto, la colectividad de las mujeres y la creación de redes de apoyo les permiten hacerse visibles y tomar decisiones en conjunto y en torno a sus necesidades y a las problemáticas de sus comunidades. Para las mujeres, asociarse significa tener voz e invitar a otras mujeres a comenzar a dialogar y confrontar el sistema que subestima sus potencialidades e invisibilizan su presencia en el espacio comunitario.

Es claro que el empoderamiento como proceso iniciado por cada persona tiene dos momentos importantes: uno individual y otro colectivo. El momento en que se da esta transición es una línea tan delgada que puede en ocasiones pasar desapercibido, pero en sí, representa el momento más importante porque se da una ruptura entre los espacios de movilización, en este caso de las mujeres trabajando en sus propias comunidades; es por esto que Batliwala (1997)b decía que la familia es la última frontera de cambio en las relaciones de género y se sabe que el empoderamiento ha ocurrido cuando se cruza el umbral del hogar. Desde luego, es un momento de paradojas entre el aislamiento en lo privado y la movilidad en lo público a lo desconocido, y donde los pactos y negociaciones no siempre son a favor del bien mismo y eso se debe tener presente.

Resulta considerable pensar que el empoderamiento de las mujeres en todos los espacios de alguna manera coadyuva al empoderamiento de los hombres, quienes se ven liberados de la carga tradicional que ha sido impuesta sobre ellos, atreviéndose así a enriquecer las propuestas para construir espacios corresponsables. En esta lógica, las mujeres fortalecen el impacto de los movimientos políticos dominados por los hombres, no exactamente por numerosas, sino por proporcionar nuevas energías, discusiones, liderazgos y estrategias (Batliwala, 1997)a. A la vez que las mujeres al participar en la vida social adquieren recursos, conocimiento, crean redes y mejoran sus discursos que puede administrar en favor de su persona, de sus familias y de sus comunidades beneficiando directamente a todos lo que se involucran en estos procesos.

A largo plazo, lo que se espera es el desarrollo social de los espacios comunitarios al mismo tiempo que se refleja en mejores condiciones para las familias aumentando así su calidad de vida. Bedoya-Calvo y González-Neira (2008) precisan que el desarrollo debe entenderse como un proceso de transformación que persigue mejorar las condiciones de calidad de vida y dignidad de las personas. Esta transformación exige la participación de la población, identificando necesidades y satisfaciéndolas.

6. Hallazgos. Las dimensiones de la participación ciudadana para el empoderamiento colectivo

6.1. Dimensión económica-social

Esta dimensión implica los mecanismos que utiliza la operadora para satisfacer sus necesidades, pero también las de su entorno e implica acciones de sobrevivencia. Esta dimensión es un primer nivel de participación, ya que las mujeres se acercan al programa político como un medio que les permite satisfacer sus necesidades primordiales y esto les posibilita mejorar sus condiciones de vida. Aproximadamente un 70% de las encargadas de los comedores comunitarios son madres solteras jefas de familias, por lo que sus acciones dentro del programa se han convertido en estrategias de sobrevivencia. Las madres solteras han tenido que crear y recrear estrategias para generar capacidades y tener habilidades que les permitan posicionarse al frente de los comedores comunitarios en donde se gestan relaciones de poder que por su condición de género deben sobrellevar. Regularmente suele considerarse a las madres solteras como un grupo social vulnerable por la sobrecarga de trabajo que tienen al interior de sus familias, así como fuera de estas tratando de obtener ingresos para solventar los gastos familiares y necesidades en general. Sin embargo, es oportuno considerarlas como agentes de su propio devenir histórico al poner en evidencia sus capacidades para conciliar sus diferentes espacios de movilización, logrando ser protagonistas en este caso en la implementación de la política social.

El comedor comunitario significa un espacio que les ha permitido obtener un ingreso para el sustento económico de ellas y sus familias. En este sentido, el comedor es un lugar de trabajo que se reditúa en alimentos para sus hijos. El estar liderando un comedor les permite estar trabajando por la comunidad sin tener que dejar las actividades de cuidado en el hogar. Se puede observar que también ponen a la venta distintos productos que generan un ingreso extra a sus bolsillos. Asimismo, para la mediadora el comedor significa un espacio que sirve como referencia para obtener otros recursos de diversas instancias “Aquí todo el mundo te conoce y te identifica y es bueno porque uno nunca sabe cuándo pueda llegarle oportunidades” (EMC14).

El comedor se muestra como un espacio de oportunidad que le permite obtener reconocimiento social para generar otros recursos y satisfacción de necesidades.

El comedor comunitario se ha convertido en una fuente para sobrevivir porque tengo que mantener a mis hijos puesto que soy mamá sola, les doy alimento, pero a su vez aprendo cosas como administrar un lugar y ser la encargada, y la verdad, se siente muy bien (EMC7).

Por otra parte, el comedor comunitario le posibilita poder resolver las necesidades alimentarias de los habitantes, pero también otras que salen en el calor de las interacciones. El poder gestionar otras necesidades ante algunas dependencias solo es posible por el papel que juegan en los comedores comunitarios.

Cuando quieren otorgar cualquier apoyo social para los habitantes, llegan al comedor, las mismas personas los mandan para acá, pues saben que conozco muy bien a todos (EMC2).

Desde que estoy en el comedor les he resuelto otras necesidades a las personas más necesitadas de la comunidad: he gestionado una silla de ruedas a un adulto mayor abandonado, despensas alimentarias a las personas migrantes que viven a las orillas del canal. Todo esto no fuera posible si no estuviera en esta posición (EMC8).

El comedor comunitario representa para ellas un lugar de desarrollo personal y laboral, ya que el poder obtener un ingreso contribuye a mejorar las condiciones de vida de sus familias y también les permite ser proveedoras en el hogar. Esta situación solo puede lograrse a través del despliegue de sus potenciales en la comunidad, mediante el diálogo y la interacción. Dentro de sus discursos relatan cómo su liderazgo les ha permitido poder gestionar necesidades para miembros de sus comunidades consolidando aún más la credibilidad que tienen en ellas los colonos, la cual se desarrolla en la siguiente dimensión.

6.2. Dimensión de liderazgo y credibilidad

Esta dimensión se define en el nivel de confianza y liderazgo que las mediadoras comunitarias generan con los actores sociales que están alrededor del programa. En este espacio ellas generan un marco de confianza que permite que sean las que busquen alternativas de organización. Por otra parte, se aborda el liderazgo como la capacidad que tienen los individuos de conducir, atraer, dirigir, comunicar, organizar, coordinar y asesorar. Las mujeres operadoras del programa establecen acciones de liderazgo que las posiciona como mediadoras que conducen situaciones particulares en el contexto del comedor, orientando procesos de comunicación, hacia el logro de metas específicas. Las mediadoras comunitarias se encuentran insertas en un espacio político que sirve de punto de reunión donde la comunicación constante con beneficiarios de las comunidades les permite establecer vínculos para desarrollar actividades de acción colectiva.

La mediadora en el espacio social se muestra como la tejedora del proyecto de gobierno; su rostro muestra la capacidad de autoridad pequeña, pero efectiva, controlando con su mirada el efecto del comedor. Ser mediadora la coloca como la intermediaria entre las autoridades institucionales y los beneficiarios. Trae consigo toda la carga de ser la responsable del funcionamiento del programa, pues tiene que rendir cuentas al gobierno, pero también a su comunidad, pues es la actora que los representa. Tiene que mostrar distintas habilidades para dirigir de manera adecuada el espacio y que éstas le permitan capacidad de convocatoria al comedor comunitario. Desde esta mirada, la encargada del comedor desarrolla un liderazgo que le permite su permanencia en el programa. En esta dimensión la mediadora comunitaria se perfila como una agente de representación comunitaria, organizadora social y la administradora de los recursos.

En este sentido, Drucker (1975)7 señala que las personas que realizan estas actividades dan dirección a sus organizaciones, proporcionan liderazgos y deciden cómo usar los recursos organizacionales para lograr las metas. Desde esta visión, la líder comunitaria optimiza los recursos que entran al Comedor Comunitario y realiza funciones de gestión social ante otras dependencias, lo que le permite obtener otros recursos que contribuyan para el mantenimiento del comedor y garantizar su permanencia. La líder acuerda con los encargados de los campos agrícolas y con instituciones para que sus empleados asistan frecuentemente al comedor.

Tengo que ver dónde consigo recursos para poder echar andar el comedor; pido crédito en el mercado de abasto para la verdura o en ocasiones voy al banco de alimentos, pero ya no quieren ayudarnos; por eso tengo que dar más caro el alimento, hasta 30 pesos, porque la gente quiere un plato bien servido (EMC3).

Estas características que posee la mediadora comunitaria es un capital social importante para los implementadores en el proyecto, porque les garantiza una estructura de organización social que les permite utilizarla para fines particulares en un momento determinado. Estas habilidades que desarrolla la mediadora comunitaria hacen que los habitantes de las comunidades tengan confianza en ellas para el logro de mejores niveles de calidad de vida.

Estando al frente del comedor me siento parte de la comunidad, la gente me busca y me pide ayuda para cualquier gestión y trato de apoyarlos, la gente me respeta (EMC4).

Las operadoras del programa sienten que estar al frente del comedor les ha servido para ganar autonomía, desarrollar capacidades y poder tomar decisiones para el bien colectivo.

Desde que estoy a cargo del comedor han cambiado muchas cosas en mi vida: siento que soy capaz de tomar decisiones, de llegar a acuerdos con otras instancias para buscar mejoras para mi propia gente, incluso de poder alzar la voz cuando algo no me gusta del funcionamiento del programa (EMC6).

Esto resulta importante, las mujeres deben sentir que han sido ellas mismas las agentes de la transformación y que han ganado estos espacios para las acciones por sí mismas y no solo que son un instrumento del Estado. Deben comprender, además, que cada paso asumido es con el propósito de obtener un mayor control sobre sus vidas, pero que también derivarán otras necesidades y otras contradicciones que se irán resolviendo a medida que logren sumar otros poderes (Young, 1997)22. El objetivo es que generen un potencial con múltiple transformación, por un lado, que se vuelvan agentes de cambio y, por otro, mejorar su condición y posición, resolviendo sus propios intereses.

La idea es que las mujeres que trabajan juntas aprendan también a identificar aliados y a forjar alianzas cuando sean necesarias, que resuelvan problemas basándose en el ensayo y en el error y eso las conducirá al empoderamiento individual y colectivo. Las mujeres frecuentemente involucradas en los esquemas orientados al bienestar social a través de su lucha colectiva cuestionan activamente su posición social (Guzmán, Portocarrero y Vargas 1991).10 Resulta interesante pensar que el escenario comunitario también es un escenario político, donde las mujeres se enfrentan a una lucha de poderes coercitivos, con intereses estratégicamente politizados; sin embargo, es también un espacio de oportunidad para que ellas se conviertan en un grupo de presión y tratar de incluir sus intereses de género en la agenda gubernamental.

6.3. Dimensión democrática y cultura de participación

En esta dimensión se visualizan acciones como la democracia en la toma de decisiones y la cultura de la participación que son elementos importantes para el desarrollo y entendimiento para una participación comprometida y consciente. Desde esta postura la participación de las mujeres implica una serie de acciones sociales que buscan construir una sociedad con identidad colectiva y arraigo social, capaz de ser partícipes en todo el ciclo de los programas sociales desde la planeación, toma de decisiones, ejecución, supervisión y evaluación. Desde este posicionamiento las mujeres que operan el programa buscan que los beneficiarios formen parte de las decisiones que se toman al interior del comedor y puedan poner su punto de vista en los cambios donde van implicados. Asimismo, para generar lazos de cooperación y cohesión social desarrollan actividades culturales para generar sentimientos de identidad al programa.

En este sentido el comedor se visualiza como un lugar de encuentro social para desarrollar actividades de colectividad y un espacio de identidad cultural al celebrar distintas festividades entre los miembros de la comunidad.

El comedor es un espacio que todas las personas ubican; por ello, cuando se ocupa para informar a la comunidad de distintas cosas, lo usamos como espacio de reunión y también aquí hacemos celebraciones (EMC5).

El comedor es un punto de reunión donde las mediadoras organizan a la comunidad para celebraciones como el día del niño, de las madres o posadas navideñas; es un espacio de identidad comunitaria que fomenta la convivencia social. La convivencia que se genera es un proceder político de organización social que sirve como adiestramiento de recursos humanos para fines partidistas en determinada época electoral. Por tanto, mediadora y beneficiarios establecen en el proyecto rasgos culturales y políticos que se reflejan en sus interacciones e intercambio de discursos. Estas actividades de acción cultural se establecen también en acciones políticas, ya que, si bien dichas actividades impactan a la población para la construcción de una sociedad con identidad colectiva, sirven también para otros fines políticos. Esto se convierte, a su vez, en un obstáculo para el logro de un empoderamiento comunitario.

De acuerdo a lo anterior podemos decir que las actividades culturales fomentan la cultura de la participación y el sentido de la colectividad. Este tipo de acciones donde se tiene una estructura integrada de personas activas en las comunidades representa un capital social importante para los implementadores en el proyecto, porque les garantiza una estructura de organización social que les permite utilizarla para fines particulares en un momento determinado, sobre todo los relacionados con campañas políticas. En este sentido las líderes comunitarias no pueden ejercerse libremente en el terreno del comedor comunitario pues están supeditadas el poder y control social de los implementadores de la política, así como otros agentes comunitarios que tienen algún poder político en la comunidad. Debido a esto, las mediadoras comunitarias se subordinan a los grupos de poder en la política para permanecer frente a la organización del comedor “Me anda queriendo quitar el comedor un mentado Valente, porque según me vio platicando con otro partido; es que esto es del PRI, pero a mí me gusta portarme bien con todos” (EMC9).

Desde estos discursos emana la dimensión de control y poder donde se encuentran relaciones de tensión entre las mediadoras comunitarias y otros actores de la localidad que tienen algún estatus político en la comunidad y que están controlando su participación en el comedor, y si no se sujetan a normas políticas con tinte partidista pueden perder su trabajo. Debido a lo anterior encontramos que el control social está presente en los comedores comunitarios. Asimismo, desde esta arista se muestra cómo las mediadoras comunitarias desean permanecer al frente del espacio comunitario y tienen miedo a perderlo. Esto lo explica Habermas (2002),12 al señalar que los actores viven situaciones de tensión, lo cual genera temor a las sanciones y constituye una amenaza directa. Debido a esto, las mediadoras comunitarias se subordinan a los grupos de poder en la política para permanecer frente a la organización del comedor.

Desde esta perspectiva, se utiliza un discurso político amenazante que utiliza su propagación, como señala Ibáñez (1988)13, a través del control social que se mantiene funcionando con base en un lenguaje genético. La comunicación es la parte que permite reforzar y reproducir esos discursos mediante una estructura institucional que emite la legitimación de los componentes del discurso. Los actores sociales que tienen una cuota de poder en las comunidades están constantemente monitoreando la acción social de la mediadora en los comedores comunitarios. Por lo anterior emana una categoría, como son las normas políticas simbólicas. Esto significa que, aunque son normas políticas que no están estipuladas en un decreto oficial, son normas políticas que están sobrentendidas en el campo de la subjetividad del proyecto político.

De manera contradictoria, se puede observar que si bien en el discurso político menciona la necesidad de empoderar a las mujeres, en la realidad se visualizan estrategias mediáticas de carencia ética que relacionan el poder y el control social. El espacio público sigue estableciendo reglas muy rígidas que no permiten la fácil incorporación de las mujeres es espacios como el trabajo remunerado. Las limitantes en la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado son representadas por las instituciones mismas.

Sin embargo, desde la propuesta multigradual del empoderamiento de Tereso-Ramírez (2017), 20en donde los grados son el afectivo, familiar, dialógico, laboral, económico, político y legal, las mujeres que participan en las comunidades sí logran desarrollar el grado de empoderamiento dialógico, el cual se entiende como aquella interacción que se hace entre distintos actores sociales, pero también entre espacios donde el poder en su forma coercitiva se hace presente como medio de control. En esta lógica, las mujeres aprenden a establecer dichos diálogos entre los espacios familiares y domésticos y los espacios comunitarios y políticos.

El empoderamiento dialógico es un grado que representa una conexión entre los diálogos personal, familiar, social y político. Es el que muestra a las mujeres el panorama real de la sociedad en el que se insertará y en el que se desenvolverá. El diálogo para sí misma y para los demás pondrá al límite sus capacidades estratégicas, de negociación y asociación con otras mujeres con realidades similares o distintas, pero también con un sistema que la oprimirá mediante la exclusión y la vulnerabilidad y en la que tendrá que valerse de sus habilidades para lograr su autonomía e independencia.

7. Consideraciones Finales

Si bien, para las líderes de los comedores comunitarios es difícil desarrollar ciertos grados de empoderamiento, como el laboral, económico político, no significa que no puedan lograrlo dado que la misma movilización provoca que ella se vuelva una actora cuya voz se hace escuchar al dar propuestas, puntos de vista, generar discusiones en torno a las necesidades contextuales. Es por estas interrelaciones continuas que aprende y aprehende acerca de conocimientos múltiples que la llevan a ser agente de cambio, visionando posibilidades de mejora no solo a nivel personal, sino familiar y comunitario.

Pero sin lugar a dudas, uno de los grados de empoderamiento que justamente le permiten crear conexión entre sus espacios privados-domésticos y públicos-comunitarios es el empoderamiento dialógico. Mismo que se ve fortalecido al trabajar en colectividades, que le permiten tener un acercamiento crítico de cómo se generan las interacciones entre la sociedad y el Estado. No obstante, las relaciones de poder ocasionan que el empoderamiento de las mujeres esté limitado y no les permite avanzar más allá por los mecanismos de control social del espacio político. Por lo que se insiste en que no se puede hablar de un empoderamiento integral.

Es por lo anterior que la participación comunitaria está impregnada de voces, formas, discursos y significados que generan resistencias para darle significado a la voz de las mujeres, a interpretar su lenguaje, a leer sus cuerpos y a proveer las formas para que ellas expongan sus necesidades y las de su contexto. Esto obliga a considerar que las condiciones entre mujeres y hombres, en lo que respecta a participación comunitaria, generan pendientes que deben abordarse desde una perspectiva integral que se preocupe en potencializar las capacidades de las personas inmersas en el proceso de desarrollo comunitario.

La participación de las mujeres en la comunidad hace que tengan un involucramiento cercano con las necesidades de los habitantes de las localidades y por ello se comprometen racionalmente en el desarrollo de estrategias para satisfacerlas. Asimismo, asumen un papel activo en la definición de logros y objetivos con la propia estructura del programa social, logrando a través de su dinamismo social la mejora del proyecto político. Establecen relaciones de cooperación a través de la ayuda tomando decisiones y acciones cotidianas para mantener la organización. Esta toma de decisiones comprende acuerdos y consensos que les permite tener un panorama general en el análisis de problemas sociales y políticos para proponer alternativas de solución.

El compromiso comprende pactos consientes con todos los actores que participan en el programa social con la finalidad de lograr objetivos, metas, intereses individuales, pero también para el entorno comunitario. Este compromiso forma parte de las cualidades que posee la mediadora comunitaria como un rasgo que le permite rendir cuentas a los otros, de las acciones que asume y que están íntimamente relacionadas con el logro de objetivos. Despertar esa concientización conlleva el ser y el hacer tomando en cuenta a los participantes, el compromiso que tienen con el proyecto, pero también con resolver la situación de inseguridad alimentaria que viven los beneficiarios.

Desde estas acciones, a la líder comunitaria se le denomina mediadora porque es la intermediaria entre la voz oficial y el pueblo, es decir ella está constantemente entre el conflicto y el consenso. Desarrolla lazos de autonomía aun cuando existan limitaciones, lo cual le permite llevar la batuta en el proyecto político desarrollando un grado de empoderamiento colectivo de ese empoderamiento que se genera a través del diálogo, de la cooperación y que le permite posicionarse en la comunidad. Estas actividades trascienden al terreno individual sobre todo en el espacio del hogar ya que consideran que el comedor les ha servido para sentirse seguras con ellas mismas y tener relaciones armónicas de igualdad y equidad en el espacio familiar. La posibilidad de llevar un ingreso extra al hogar como una estrategia de sobrevivencia, el desarrollar lazos de cohesión en la comunidad, mediar para la resolución de necesidades, establecer trabajo en equipo, poder distribuir apoyos sociales que llegan al comedor, ser tomada en cuenta en decisiones que beneficien a la comunidad, establecer acciones para la mejora del programa, sin duda representan elementos que ayudan a posicionarse como promotoras de la comunidad, gestoras de cambio para sus vidas y las de sus pueblos.

Se concluye enfatizando en que el empoderamiento no es un proceso que pueda darse a otras personas, es más bien, un proceso individual, de autoconfrontación, de cuestionar la situación en que se encuentra cada mujer y cada hombre, para después atreverse a criticarlo y mejorarlo. Una vez atendido el plano individual, este cobra sentido en lo colectivo, con plena conciencia de lo que se busca mejorar, se dialoga con otros escenarios, con otros actores y con otros niveles en las estructuras a fin de beneficiarse la sociedad bajo la lógica del respeto a los derechos humanos de las mujeres y los hombres.

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3Este artículo es resultado de la investigación Las contradicciones en el proceso de implementación de la Cruzada Nacional contra el Hambre como estrategia de seguridad alimentaria, caso: Comedores Comunitarios de la Ciudad de Culiacán, Sinaloa, realizada en el Doctorado de Trabajo Social con acentuación en Estudios de Género y Sistemas de Salud en la Facultad de Trabajo Social, Culiacán de la Universidad Autónoma de Sinaloa, México (2014-2017)

1Doctora en Trabajo Social, profesora en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, México y Miembro nivel C del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

2Doctora en Trabajo Social. Profesora en la Facultad de Trabajo Social Culiacán de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, México y Miembro nivel C del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

3Doctora en Educación. Profesora investigadora de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, México, con estancia posdoctoral en el posgrado de Estudios del Desarrollo Global de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California, Miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, e integrante dela Red Iberoamericana de ciencia, tecnología y género.

4Abreviación que se utilizó para identificar a las mediadoras comunitarias que aparecen en el artículo (Entrevista a Mediadora Comunitaria 1, y así sucesivamente).

Recibido: 25 de Enero de 2019; Aprobado: 30 de Mayo de 2019

Autor de correspondencia: Luz Mercedes Verdugo-Araujo. Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, México. Correo electrónico: luzmercedesverdugo@hotmail.com

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