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Prospectiva

versión impresa ISSN 0122-1213versión On-line ISSN 2389-993X

Prospectiva  no.34 Cali jul./dic. 2022  Epub 01-Jul-2022

https://doi.org/10.25100/prts.v0i34.11565 

Artículo

La investigación sobre desarrollo cultural comunitario en Cuba: una mirada a sus aportes y desafíos

Research about Community Cultural Development in Cuba: Contributions and Challenges

1 Instituto Cubano de Investigación Cultural. La Habana, Cuba. Correo electrónico: bety.drake@gmail.com


Resumen

El acercamiento investigativo al desarrollo cultural tiene una amplia tradición en Cuba, tanto en el acompañamiento e impulso de experiencias comunitarias de transformación, como en la comprensión epistemológica de los procesos sociales y culturales, especialmente aquellos que tienen lugar en los espacios locales. El presente artículo pretende sistematizar los principales fundamentos conceptuales y metodológicos de la investigación sobre desarrollo cultural comunitario en Cuba, a partir de la producción científica del período comprendido entre 2010 - 2020. Se ha asumido la perspectiva cualitativa y la Teoría fundamentada, con el empleo del análisis bibliográfico y documental, y el análisis de contenido cualitativo. En cumplimiento a los objetivos específicos, se expone un panorama general de estos estudios, a partir de algunas de las instituciones y programas académicos que les han impulsado; se identifican supuestos teóricos y metodológicos para el análisis de la gestión del desarrollo cultural comunitario; y se destacan las principales contribuciones y desafíos de la investigación sobre el tema en el país.

Desde la visión de diversos autores, disciplinas y perspectivas teórico-metodológicas, se fundamenta una concepción del desarrollo cultural comunitario en articulación con las identidades locales, la gestión y participación comunitarias y los procesos de cambio que tienen lugar en los territorios. La sistematización de la amplia diversidad de investigaciones sobre experiencias particulares; la superación de visiones academicistas y elitistas en la gestión e investigación del desarrollo cultural comunitario, y la profundización en el análisis de su dimensión estructural, constituyen desafíos fundamentales de la investigación sobre el tema en Cuba.

Palabras clave: Desarrollo cultural comunitario; Ciencias sociales; Intervención sociocultural; Autodesarrollo comunitario; Gestión sociocultural

Abstract

Research on community cultural development has a long tradition in Cuba, both in promoting and accompanying community experiences of transformation and in the epistemological understanding of social and cultural processes, especially local ones. This article aims to systematize the main conceptual and methodological supports of research on community cultural development in Cuba, based on the scientific production of the period 2010 - 2020. A qualitative and Grounded Theory perspective has been adopted in the bibliographic and documentary analysis, and qualitative content analysis. An overview of these studies is presented, and it is based on some institutions and academic programs that have promoted it. Theoretical and methodological assumptions are identified for the analysis of the management of community cultural development. Furthermore, principal contributions and challenges of research on the subject in the country are highlighted.

A conception of community cultural development is constructed through the vision of various authors, disciplines and theoretical-methodological perspectives and in articulation with local identities, community participation and change processes that take place in the territories.

The systematization of the wide diversity of research about particular experiences; the overcoming of academic and elitist visions in the management and research of community cultural development, and the deepening of the analysis of its structural dimension, constitute some of the fundamental challenges of research on the subject in Cuba.

Keywords: Community cultural development; Social sciences; Sociocultural intervention; Community self-development; Sociocultural management.

1. Introducción

El análisis del desarrollo cultural desde la dimensión comunitaria, implica una concepción de la cultura que parte de una tríada importante que tiene que ver con el sujeto, la subjetividad y sus prácticas sociales (Plasencia, 2016). Siguiendo a la investigadora cubana Aymé Plasencia (2016), se trata del acercamiento a la construcción cotidiana del sujeto desde su realidad y la expresión de esas prácticas en los modos de vida, de relacionarse y en la construcción del tejido social que ocurre en cada uno de los ámbitos comunitarios, acompañado de un sistema de valores, creencias, conocimientos y capacidades que se despliegan en esas prácticas.

Desde estas concepciones, hablar de desarrollo cultural comunitario (DCC) supone la referencia a la articulación de procesos y proyectos endógenos que propician que la comunidad reflexione y accione sobre su propia realidad, en un ejercicio social participativo, dialógico, creativo y transformador. Esto conlleva a la promoción de las prácticas culturales de la propia comunidad, a través del reconocimiento y reafirmación de las identidades culturales, la protección de la diversidad cultural y la constante reconstrucción de saberes colectivos en un sentido creador, dinámico y movilizativo.

La investigación sobre DCC tiene una amplia tradición en Cuba, tanto en el acompañamiento e impulso de experiencias comunitarias de transformación, como en la comprensión epistemológica de los procesos sociales y culturales, especialmente aquellos que tienen lugar en los espacios locales. En tal sentido, la proliferación de estos análisis en las Ciencias Sociales cubanas se relaciona con el fortalecimiento en el país de un modelo de desarrollo local que otorga un fuerte protagonismo a la iniciativa municipal así como a los procesos de dirección y planificación territorial. Ello ha incentivado a indagar, desde la investigación social, acerca de cómo la gestión de los procesos culturales en los territorios puede contribuir a la socialización de las relaciones de poder, el ejercicio de la ciudadanía, la articulación de los actores sociales, y la movilización de la creatividad colectiva como parte de las iniciativas y esfuerzos de transformación.

En este escenario se inserta el proyecto de investigación que da lugar al presente trabajo, bajo el título “Identidades culturales en jóvenes de La Habana. Valoración de las contribuciones de proyectos socioculturales comunitarios” (Morales, González, Drake y Pelier, 2021), el cual opera bajo la premisa de que a través de la gestión del desarrollo cultural comunitario, que tiene lugar mediante el funcionamiento de proyectos socioculturales en las comunidades, se generan procesos de inclusión social que contribuyen a la consolidación de la cualidad comunitaria y al fortalecimiento y renovación creativa de las identidades culturales.

Si bien la investigación persigue valorar las contribuciones de proyectos socioculturales comunitarios a la configuración de las identidades culturales de jóvenes residentes en localidades habaneras, este resultado parcial, dirigido al examen del estado del arte sobre el tema en el país, se propone sistematizar los principales fundamentos conceptuales y metodológicos de la investigación sobre desarrollo cultural comunitario en Cuba, a partir de la producción científica del período comprendido entre 2010 y 2020. Para ello se definieron objetivos específicos dirigidos a: exponer un panorama general de la investigación sobre DCC en el país mediante la identificación de centros de estudio, líneas de investigación, autores y resultados de investigación en torno a esta área de estudios; identificar supuestos teóricos y metodológicos para el análisis de la gestión del desarrollo cultural comunitario; y destacar las principales contribuciones y desafíos de la investigación sobre el tema en el país. Para ello se empleó un diseño cualitativo y se usaron técnicas como la revisión bibliográfica documental y el análisis de contenido cualitativo.

Se considera que la utilidad del presente análisis trasciende el proyecto de investigación que le da origen, en tanto sistematiza una producción teórica y empírica, muchas veces dispersa y fragmentada. En este empeño se identifican líneas y tendencias de la investigación sobre el DCC en Cuba y se actualiza sobre el estado del arte. Al propio tiempo, se visibilizan categorías y conceptos que han servido como ejes de análisis, así como propuestas metodológicas, útiles para la intervención sociocultural en diferentes contextos. Al esbozar las contribuciones y desafíos de la producción académica cubana en torno al DCC, esta pesquisa conduce a la definición de nuevas líneas de investigación y sirve de orientación a otras experiencias de transformación social.

2. Metodología

Esta propuesta investigativa asume la perspectiva cualitativa, a partir de métodos de análisis y explicación que abarcan la comprensión de la complejidad, el detalle y el contexto (Mason, 1996). En tal sentido, se acude a la Teoría Fundamentada en aras de generar conocimientos, aumentar la comprensión de la realidad y proveer una guía significativa para la acción, a partir de los datos recolectados de manera sistemática (Strauss y Corbin, 2002).

Se emplearon como estrategias de análisis la codificación abierta, la axial y la selectiva, lo cual permitió realizar un ordenamiento conceptual y visibilizar las categorías esenciales, así como los vínculos entre ellas y, a partir de ahí, facilitar la elaboración teórica capaz de explicar el proceso o fenómeno colocado en calidad de problema de investigación (Hernández, Herrera, Martínez, Páez y Páez, 2011; Hernández-Sampieri, Fernández-Collado y Baptista-Lucio, 2014; Strauss y Corbin, 2002), en este caso, los rasgos de la investigación sobre DCC en Cuba.

La categorización abierta, proceso analítico de los datos por medio del cual se identifican los conceptos y se descubren sus propiedades (características generales o específicas o los atributos de una categoría) y dimensiones (localización de una propiedad en un continuo o rango), se realizó tomando en cuenta también aprendizajes generales de la metodología cualitativa (González-Reyna, 1994; Martínez-Miguélez, 2006; Rodríguez-Gómez, Gil-Flores y García-Jiménez, 2002). La categorización y comparación constante entre categorías, resultante del ordenamiento conceptual al que se hacía referencia, permitió avistar importantes elementos de consenso en las esencias de los conceptos desde la mirada de diferentes autores, posturas disciplinares y perspectivas teórico-metodológicas. En este sentido vale la pena destacar que, si bien el DCC fue la categoría de partida que condujo las primeras exploraciones, las indagaciones develaron la conexión con otras como gestión, promoción y animación socioculturales, así como el predominio de enfoques basados en la intervención sociocultural y el principio de autodesarrollo comunitario.

Las técnicas empleadas fueron el análisis bibliográfico documental y el análisis de contenido cualitativo. Se analizaron 130 trabajos, entre libros, artículos, tesis de posgrado y resultados de investigación de las tres regiones del país, correspondientes en lo fundamental al período comprendido entre 2010 y 2020, que representan los principales aportes de la producción científica cubana sobre este tema. También se trabajó con documentos institucionales de los centros de estudios identificados, contentivos de proyecciones de trabajo, líneas de investigación, resultados relevantes y propuestas de premios por la actividad científica.

3. Hallazgos

3.1 Panorama de los estudios sobre desarrollo cultural comunitario en Cuba

La investigación sobre DCC en Cuba tiene un pilar fundamental en el trabajo impulsado desde la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oriente (UO), en Santiago de Cuba. Al amparo de esta casa de altos estudios tienen lugar, en la década de los 80, las primeras investigaciones sobre desarrollo comunitario desde una perspectiva sociocultural.

En el año 1996 inicia en la Universidad de Oriente el Programa de Maestría en Desarrollo Cultural Comunitario, que tiene como antecedente un diplomado homónimo, y de esta forma se da continuidad a los estudios sobre los procesos socioculturales comunitarios que ya se venían realizando. A raíz de los resultados obtenidos en la propia maestría y la necesidad de fortalecer esta perspectiva en los análisis de las prácticas sociales, comienza en el año 2004 el Programa de Doctorado en Ciencias Sociológicas, desde el cual se continúa aportando sustantivamente al estudio de la cultura vinculada al desarrollo comunitario.

Las investigaciones impulsadas por estos programas académicos favorecen una comprensión del DCC desde las aristas:

  • Institucional: a través del análisis y perfeccionamiento de la gestión de instituciones comunitarias, instituciones culturales, medios de comunicación locales;

  • Formativa: a partir del trabajo realizado por promotores, gestores y animadores socioculturales, así como la formación de actores locales en estos temas;

  • Metodológica: mediante el desarrollo de metodologías y herramientas para diagnósticos locales, el trabajo comunitario y la gestión de proyectos socioculturales.

De igual forma han propiciado la divulgación científica de este conocimiento, su aplicación en las propias comunidades y su inclusión en las agendas de los gobiernos territoriales. Es importante señalar, además, el alto impacto de estos programas de formación de posgrado a partir de la colaboración que han establecido con instituciones, universidades y redes académicas del resto del país, Latinoamérica y Europa.

En torno al DCC, las investigaciones realizadas bajo la cobertura del Centro de Estudios Sociales Cubanos y Caribeños “Dr. C. José A. Portuondo” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oriente, han analizado importantes temas tales como el impacto de las relaciones cultura salud en las dinámicas comunitarias; los problemas medioambientales desde una perspectiva sociocultural; los medios de comunicación locales y su aporte al desarrollo cultural de sus comunidades; las expresiones artísticas, las prácticas culturales, la gestión cultural de las instituciones, la animación sociocultural y la gestión de proyectos socioculturales; los consumos culturales vinculados a las culturas juveniles, las instituciones culturales y los espacios de socialización comunitarios; y el desarrollo local, visto como el fomento de iniciativas locales desde las potencialidades culturales de los territorios. El patrimonio cultural, la participación y las políticas de desarrollo social y cultural también han estado en el foco de estos análisis.

En agosto del año 2006 comienza la primera edición del Programa de Maestría en Desarrollo Cultural Comunitario de la Universidad de Las Tunas. Este programa académico, gestionado desde el Departamento de Gestión Sociocultural para el Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de dicha universidad, ha contribuido a la formación e investigación de profesionales de esta provincia del país, así como de su vecina provincia de Holguín, dando respuesta a las demandas y necesidades de estos territorios.

De acuerdo con los propósitos del programa, las investigaciones realizadas bajo su cobertura se han enfocado en el análisis de los procesos culturales de las comunidades: la implementación de las políticas, el quehacer artístico, la cultura popular tradicional, la labor cultural desempeñada por las instituciones locales; así como en la elaboración de propuestas que tributen al desarrollo cultural de las localidades. En este sentido, la revitalización y conservación del patrimonio cultural, el análisis de la identidad y las tradiciones, la promoción y la animación socioculturales y la preservación de la memoria cultural de los territorios, han constituido ejes de análisis de muchos de estos estudios. De igual forma, han sido analizados y elaborados instrumentos y propuestas de gestión cultural, tales como estrategias, proyectos socioculturales, sistemas de acciones y metodologías.

En estrecha correspondencia con esta visión del DCC, el propio Departamento de Gestión Sociocultural para el Desarrollo trabaja entre sus líneas de investigación las siguientes (Macías-Reyes, 2019):

  • Identidad y tradición: estudios de memoria cultural, cultura popular tradicional, creación artística.

  • Gestión para el desarrollo sociocultural comunitario: estudios de política cultural, estudios culturales de comunidades, alternativas para el trabajo cultural comunitario, investigaciones sobre la interrelación comunidad - entorno.

  • Patrimonio cultural: vías sustentables para su preservación.

Otros de los temas estudiados en torno al DCC son: la gestión de procesos comunicativos, la historia cultural local, la cultura ambiental, la elevación de la calidad de vida, la contribución de personalidades locales al desarrollo cultural de sus comunidades y el aporte de manifestaciones artístico literarias.

En adición, es importante señalar que mediante la divulgación científica de los resultados de investigación y su introducción en la práctica social, el programa académico de la Universidad de Las Tunas no solo ha tributado a la consolidación de una propuesta cubana sobre esta área de estudios, sino que además ha contribuido al desarrollo cultural de las comunidades protagonistas de sus indagaciones.

Desde otras provincias e instituciones del Oriente del país también se han llevado a cabo importantes pesquisas tomando el desarrollo cultural comunitario como categoría analítica fundamental. En tal sentido, la promoción y animación socioculturales han sido estudiados desde la Universidad de Granma (Tenrero, Villarreal y Pontón, 2019; Veloz-Malcolm, Iglesia-Pérez y Macías-Corrales, 2012). Desde la Casa de la Nacionalidad Cubana, radicada en esta misma provincia, se ha investigado la influencia del Consejo Popular, en tanto estructura local, en el desarrollo sociocultural de la comunidad (Guerra-Roblejo, 2019). La Universidad de Guantánamo ostenta resultados de investigación relativos a políticas y estrategias de desarrollo cultural, gestión cultural y formación de actores sociales (Isalgué-Reyes, 2017). Las contribuciones de la extensión universitaria al desarrollo sociocultural comunitario (Leyva-Fontes, García-Ondarza y Álvarez-Moya, 2018) y la formación de la competencia intervención comunitaria, desde el paradigma del autodesarrollo, como expresión de la pertinencia social de la universidad (Mejías-Hernández, Colunga-Santos y Soler-Herrera, 2021) han sido investigadas desde la Universidad de Camagüey.

Así como los programas académicos de la Universidad de Oriente y la Universidad de Las Tunas han tributado a la consolidación de una fuerte línea de investigación sobre el DCC, la Maestría en Desarrollo Social de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO, Cuba) de la Universidad de La Habana ha contribuido a los estudios de estos temas, con significativos aportes desde el enfoque de la equidad y las desigualdades sociales; para lo cual han sido fundamentales los vínculos establecidos con el Centro de Estudios Sociales Cubanos y Caribeños de la Universidad de Oriente y el Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana.

En cuanto a los aportes realizados por la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), es importante destacar los realizados en torno a la gestión sociocultural y a las habilidades profesionales del gestor sociocultural, mediante el diseño de la carrera Gestión Sociocultural para el Desarrollo, la cual se deriva del proceso de perfeccionamiento de la carrera Estudios Socioculturales. Como parte de la formación universitaria y preparación sistemática de este profesional, resultan significativas las contribuciones realizadas sobre la gestión sociocultural, vinculada a otros procesos como la gestión de la información y el conocimiento, la salud, la educación ambiental, el manejo de desastres, la prevención, la negociación y mediación de conflictos, el turismo, el marketing cultural, el patrimonio, la identidad, el consumo cultural, así como la gestión de políticas sociales.

En el campo teórico práctico que nos ocupa, constituye un aporte sustancial la concepción de autodesarrollo comunitario, ampliamente trabajada desde el Centro de Estudios Comunitarios de esta Universidad, impulsada además por sus programas de posgrado (Diplomados y Maestría en Desarrollo Comunitario y el Programa Doctoral en Desarrollo Comunitario). En adición a las construcciones teóricas realizadas alrededor de dicha categoría, sobresalen las propuestas de intervención sociocultural a partir de la Metodología de Autodesarrollo Comunitario y la propia teorización emergida de este centro de estudios acerca de la intervención sociocultural como concepto y recurso particularmente útil para entender y propiciar los procesos de transformación.

Desde el Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”, radicado en La Habana y adscrito al Ministerio de Cultura de la República de Cuba, se han realizado contribuciones teórico metodológicas a la investigación sobre el DCC, a través de la elaboración de indicadores para su estudio y medición (Bugallo-Romero, 2016) y la fundamentación de propuestas empírico conceptuales para el análisis de los vínculos entre televisión local y desarrollo cultural comunitario (Drake-Tapia, 2019; Drake-Tapia y Herrera-Barreda, 2018, 2019). Una mención aparte merecen los estudios sobre participación ciudadana en la cultura realizados por el Grupo de Trabajo sobre “Participación y consumo cultural” de la mencionada institución que, aunque asociados directamente en su mayoría a los comportamientos de consumo, permiten una visión del DCC a partir de los procesos de socialización vinculados a la participación cultural en ámbitos comunitarios y una comprensión más amplia de la relación entre cultura y sociedad en Cuba.

3.2 Ejes, contribuciones y desafíos de los estudios

3.2.1 La concepción de comunidad y desarrollo cultural en la investigación e intervención socioculturales

Adentrarse en las propuestas realizadas desde las ciencias sociales cubanas en función del DCC requiere, en primera instancia, avistar los posicionamientos desde los cuales se han formulado estos aportes; y ello requiere una mirada a las concepciones sobre comunidad y desarrollo cultural en las cuales se fundamentan las perspectivas de análisis y gestión.

Desde el Centro de Estudios Comunitarios de la UCLV, la investigadora Anabel Díaz-Hurtado (2017) explicita las bases sociológicas sobre las que se asienta la concepción de comunidad planteada en el principio de autodesarrollo comunitario trabajado por este centro. De tal forma, ubica la producción científica de la institución como parte de la tradición de los estudios sociológicos cubanos, comprometidos con examinar la realidad propia desde una postura dialéctica que promueva la idea emancipadora del desarrollo como proyecto de vida colectiva (Díaz-Hurtado, 2017).

En este empeño, la autora establece algunas de las nociones sobre comunidad subyacentes en el principio de autodesarrollo comunitario:

  • La comunidad como grupo social donde la participación y cooperación de sus miembros posibilita proyectos dirigidos a la transformación de su realidad.

  • Lo comunitario como un tipo de relación social que se estructura a partir de los vínculos de simetría social existentes entre sus miembros. (Con ello se considera lo comunitario como cualidad del desarrollo).

  • La comunidad como espacio donde se producen prácticas transformadoras de las problemáticas sociales y otras reproductoras del estado de cosas que generan tales problemáticas.

Sobre este último aspecto apunta Díaz-Hurtado (2017) que: “la intervención social adquiere así una nueva esencialidad, pues permite gestar comunidad entre los sujetos implicados en las problemáticas, de modo que devienen en protagonistas de sus propias prácticas que se convierten de reproductivas a transformadoras” (p. 29).

Para cualquier ejercicio de revisión sobre el concepto de comunidad, convendría establecer los aspectos en los que radican los énfasis de las diferentes perspectivas. A principios de este siglo, un equipo multisectorial y multidisciplinar, liderado por la socióloga Aurora Vázquez-Penelas (2005), examinó parte importante de la producción del momento, e identificó algunos de los elementos más aceptados para definir comunidad:

  • Se constituye como grupo humano.

  • Comparte un determinado espacio físico-ambiental o territorio específico.

  • Tiene una permanencia en el tiempo apoyada en una o en un conjunto de actividades económicas, sobre todo en su proyección más vinculada a la vida cotidiana.

  • Desarrolla un amplio conjunto de relaciones interpersonales.

  • Integra un sistema de interacciones de índole sociopolítica.

  • Sostiene su identidad e integración sobre la base de la comunidad de necesidades, intereses, sentido de pertenencia, tradiciones culturales y memoria histórica (y la diferenciación respecto a sistemas sociales externos: otras comunidades, la sociedad...)

  • Es parte de sistemas sociales mayores.

Más recientemente, desde la psicología comunitaria, la investigadora Claudia Caballero (2021) identifica dos ejes que guían la producción científica nacional en torno a la comunidad. Al respecto plantea que “unido a la demarcación territorial, el otro énfasis se coloca en la elaboración subjetiva colectiva: reconocerse como parte integrante del lugar, aportar a su mantenimiento y desarrollo y tejer relaciones que favorezcan la satisfacción a necesidades” (Caballero, 2021, p. 10). Al plantear que para que una comunidad sea considerada como tal, estos elementos no necesariamente deben manifestarse en su máxima expresión o en un estado ideal, la autora defiende la postura que asume una perspectiva transformadora de la comunidad, y asigna a la psicología comunitaria la función de fortalecer dichas construcciones subjetivas, como condición que puede propiciar mejores condiciones de vida y bienestar para la localidad.

Este énfasis en las subjetividades se conecta con uno de los pilares de la investigación social cubana sobre el DCC, y es la noción que concibe a la comunidad como sujeto de la cultura. En tal sentido, desde la UCLV el prolífero académico cubano Manuel Martínez-Casanova (2011a) destaca los rasgos socioculturales que le configuran, como son la participación en torno a tareas comunes, las relaciones de cooperación y la implicación de sus miembros en todo ello. En consonancia con esta perspectiva, Rafaela Macías-Reyes (2013b) -impulsora de los programas de posgrado sobre DCC en la Universidad de Las Tunas- subraya factores inherentes a la naturaleza sociocultural del concepto, tales como el entramado de interacciones y representaciones simbólicas que determinan la existencia y los límites de la comunidad, más allá de sus demarcaciones espaciales.

A modo de resumen, resultan sumamente útiles los aspectos sistematizados por las destacadas investigadoras María Isabel Romero y Marta Rosa Muñoz (2014) alrededor de la conceptualización de comunidad:

  • Es un grupo social con relaciones y lazos comunes, que comparte determinados intereses y participa de algún objetivo o interés común.

  • Se caracteriza por la interacción social sostenida, cooperación y participación social en un contexto determinado.

  • Le es inherente la identidad que incluye el sentimiento o conciencia de similitud y pertenencia, que hace que la gente se perciba y sea percibida como parte de una red de relaciones que la identifican con la comunidad de la que forma parte.

  • Es una unidad histórico-social manifiesta en la presencia de costumbres, valores, estilos de vida, tradiciones y símbolos compartidos.

  • Le define la acción social vinculada a la satisfacción de necesidades, solución de problemas cotidianos y el desempeño de funciones sociales relevantes.

  • Es una forma histórica de relación social que produce instituciones y valores tales como la solidaridad, el servicio, el compartir bienes materiales y espirituales, entre otros.

Posicionadas también en el principio de autodesarrollo comunitario, las autoras destacan:

(…) lo imprescindible de asumir a la comunidad como sujeto de transformaciones sociales, la necesidad de analizarla en perspectiva histórica, de caracterizar los elementos que la conforman, de identificar el sistema de contradicciones que actúan como fuerza motriz del desarrollo; todo lo cual requiere de procesos de formación a fin de que se constituya como comunidad en emancipación. (Romero y Muñoz, 2014, p. 87)

Todos estos elementos se encuentran en la base de las perspectivas de desarrollo cultural. Sobre el tema y a partir de las sistematizaciones realizadas, Macías-Reyes y Nápoles-González (2018) señalan algunos de los aspectos que son considerados por la comunidad académica en el análisis y gestión del desarrollo cultural:

  • La comunidad constituye eje protagónico del proceso.

  • Se asume al ser humano como sujeto del desarrollo cultural, y se busca fomentar la equidad, la participación y la creatividad.

  • Se asienta en un concepto amplio de cultura.

  • Se potencia la identidad cultural sobre la base del reconocimiento de la unidad y diversidad culturales.

  • Se basa en un proyecto de futuro ajustado a las capacidades, posibilidades y potencialidades existentes.

  • Contribuye a satisfacer las necesidades de la población y la calidad de vida.

  • Presta especial atención a la formación y capacitación de los actores sociales en el cumplimiento de sus fines.

  • Descansa en un sistema de evaluación que permite valorar los procesos, resultados e impactos de la acción cultural.

Al amparo del Centro de Estudios Sociales Cubanos y Caribeños de la Universidad de Oriente, la docente e investigadora Alicia de la Caridad Martínez Tena y el profesor Elpidio Expósito, definen el desarrollo cultural comunitario como “un concepto que refiere a relaciones comunitarias generadoras de prácticas culturales y brinda herramientas a los actores locales para hacer de la cultura un recurso del desarrollo. Es a su vez un método y un proceso que favorece los diagnósticos con marcada participación en la búsqueda de iniciativas” (Martínez-Tena y Expósito-García, 2019, p. 130) Desde esta institución académica, las investigaciones lideradas y asesoradas por estos académicos contribuyen a encontrar en la cultura los resortes para abordar los retos de las comunidades y agregar valor a las políticas de desarrollo.

3.2.2 Trabajo cultural comunitario: la intervención sociocultural y el autodesarrollo comunitario como recursos de transformación

Uno de los ejes que ha guiado la investigación sobre DCC en Cuba, ha sido el trabajo cultural comunitario, entendido como una de las fuentes principales del desarrollo cultural y de potenciación de transformaciones a partir de la cultura. De igual modo, existe consenso al concebirle como un proceso de transformación de las condiciones socioculturales y las relaciones sociales (Macías-Reyes, 2013b; Yañez-Pérez, 2009), a partir de la participación activa de los actores sociales como protagonistas de los procesos de cambio; de lo cual se deriva su valor en la identificación y resolución de problemas comunes (Macías-Reyes, 2013b; Martínez-Casanova, 2011a, 2011b) y mejoramiento de las condiciones de vida (Macías-Reyes, 2013b; Yañez-Pérez, 2009).

Su estudio ha estado vinculado a la gestión cultural comunitaria (Martínez-Casanova, 2011a, 2011b, 2015, 2018; Guzmán-Góngora, 2020), el arte comunitario (Yañez-Pérez, 2009), la promoción cultural (Martínez-Casanova, 2011b; Veloz-Malcolm et al., 2012), la animación sociocultural (Góngora-Trujillo y Labrada-Santos, 2012; Macías-Reyes y Nápoles-González, 2018; Martínez-Casanova, 2011b), la extensión universitaria (Corrales, 2019; Leyva-Fontes et al., 2018), la gestión del patrimonio cultural inmaterial (Gil, 2019), la educación ambiental (Borges-Machín, Zurbano-Cobas y Castro-Acevedo, 2019), la gestión de procesos comunicativos (Vega, Marín y Santiesteban, 2019), la teorización sobre la dimensión cultural del desarrollo (Martínez- Rodríguez, 2018), así como a la propuesta de metodologías para su realización (Hierrezuelo-Alvarado y Tardo-Fernández, 2017; Macías-Reyes, 2013a, 2013b; Martínez-Casanova, 2011b, 2018).

Si bien una buena parte del desarrollo teórico, metodológico y práctico sobre el trabajo comunitario en Cuba ha estado sustentado en la intervención sociocultural como recurso de transformación, algunos autores (Guzmán-Góngora, 2020; Mejías-Hernández et al., 2021; Romero y Muñoz, 2014) alertan sobre la necesidad de establecer la diferencia entre las propuestas de carácter interventivo de corte asistencialista y una comprensión del trabajo comunitario que pone el énfasis en la función educativa del mismo; para lo cual constituyen pilares importantes la formación y establecimiento de condiciones para la participación, el autorreconocimiento crítico proveniente del diálogo y la movilización ciudadana para la transformación social.

De igual modo resulta imprescindible formar a la comunidad para que se constituya en sujeto protagonista de los cambios, de manera tal que se auto-organice y auto-gestione la solución de las diversas problemáticas que le afectan, que pueda prescindir de actitudes asistencialistas o interventivas de agentes externos y contribuya a la construcción de relaciones de poder ajenas a toda forma de opresión social (Romero y Muñoz, 2014, p. 85).

La mayor parte de las experiencias y proyectos de transformación en las comunidades, parten de propuestas de carácter interventivo, y demeritan el papel participativo por excelencia de las acciones contenidas en toda propuesta de trabajo comunitario, cuyo objetivo primordial es el establecer las condiciones que propicien la participación, asociadas al: saber, querer y poder participar. (Guzmán-Góngora, 2020, p. 193)

En este sentido, apunta Yañez-Pérez (2009), que en ocasiones “intervención, concertación y participación activa se superponen o constituyen las diferentes fases de un mismo proyecto” (p.27). El elemento distintivo está marcado principalmente por el paradigma del cual se parte (positivista asistencialista o cualitativo emancipador), pues la intervención que se asume desde la perspectiva del autodesarrollo comunitario desafía el paternalismo tradicional en este ámbito y promueve acciones que permitan la transformación autogestionada de la realidad (Mejías-Hernández et al., 2021).

Para Macías-Reyes (2013a), tampoco existe contradicción entre la intervención y el necesario carácter endógeno del DCC. De acuerdo con la autora, el desarrollo comunitario debe ser autogenerado, lo cual implica que sea una empresa deseada, comprendida y asumida por la propia comunidad en lugar de un esfuerzo definido, respaldado, aplicado y evaluado desde afuera; sin embargo, destaca que esto no debe interpretarse como una exclusión de elementos externos, pues continúa siendo una acción de la comunidad aun cuando se requiera de diferentes formas de asistencia técnica.

No obstante, ya sea que se ponga el énfasis en la intervención o en la autogestión comunitaria, existe consenso sobre el hecho de que es la participación activa de los actores sociales lo que conducirá a verdaderos procesos de transformación; por lo que prima una concepción de la intervención sociocultural como la facilitación de estos procesos a partir de la formación de capacidades y la movilización de la creatividad colectiva para la transformación social. Para Martínez-Casanova (2011b), constituye un recurso de corrección a partir de la noción de que algo no funciona bien en una comunidad o grupo determinado y que tal disfunción no puede ser corregida espontáneamente o por formas cotidianas de actuación. La intervención sociocultural tiene entonces su razón de ser en la necesidad de generar procesos de dinamización social, o estructurarlos y fortalecerlos cuando aún son frágiles e insuficientes, promoviendo con esto iniciativas y acciones diversas que no sólo permitan enfrentar ciertos problemas presentes, sino cambiar la colectividad misma, haciéndola más capaz de conducirse eficazmente ante estos y otros problemas (Martínez-Casanova, 2011b).

Es por ello que, siguiendo esta manera de entender el proceso interventivo, se apuesta por un enfoque sociocultural con énfasis en el autodesarrollo comunitario, lo cual implica el protagonismo consciente de dichas comunidades, entendiéndolas como sujeto y no como objeto de la intervención. Desde esta perspectiva, una buena parte de la investigación desarrollada en el país ha seguido la Metodología de Autodesarrollo Comunitario elaborada por el Centro de Estudios Comunitarios de la Universidad Central de Las Villas, relativa a las diferentes etapas o fases de la intervención sociocultural1.

Siguiendo a los destacados académicos cubanos Alonso, Riera y Rivero (2013), la Metodología del Autodesarrollo Comunitario se concreta en procesos potenciadores del autodesarrollo tales como:

  • La promoción de una conciencia crítica como premisa subjetiva de la disposición al cambio y una nueva actitud ante la realidad; lo que requiere generar espacios de reflexión y de cuestionamiento a las asimetrías sociales, para descubrir en estas las contradicciones de donde proceden los propios malestares de vida cotidiana, de modo que quienes las padecen puedan construir proyectos de autodesarrollo para su solución.

  • La organización comunitaria de las fuerzas sociales implicadas en acciones de autodesarrollo; lo cual significa integrar y dar coherencia a la acción conjunta de sujetos colectivos, en función del proyecto comunitario construido desde sus propias necesidades, intereses y capacidades.

  • La dirección de la transformación comunitaria para el logro de la emancipación posible. La acción coordinada de fuerzas sociales supone, desde una perspectiva comunitaria, el establecimiento de vínculos simétricos entre dirigentes y dirigidos, de modo que las personas encargadas de la función directiva no se conviertan, en el ejercicio del rol dirigente, en reproductores de prácticas autoritarias.

De acuerdo con esta propuesta, el autodesarrollo comunitario se erige como una concepción de investigación y acción comunitaria centrada en lo endógeno, fundada en las posibilidades materiales y espirituales de la propia comunidad, al asumir que la principal fuerza motriz del cambio social son las propias personas que padecen los malestares cotidianos procedentes de las contradicciones sociales (Díaz-Hurtado, 2017; Romero y Muñoz, 2014). En tal sentido se potencia la acción colectiva para la transformación social, al favorecer los vínculos de simetría social fortalecidos en la cooperación y la integración en función de la búsqueda de soluciones a los problemas comunes. De ahí que la participación, la articulación y la colaboración en torno a objetivos y estrategias comunitarias resulten trascendentales en esa búsqueda y consecución del proyecto colectivo, el cual constituye otro elemento característico de los vínculos comunitarios.

Precisamente, entre los principales aportes de esta concepción del autodesarrollo comunitario se encuentra la relativa a los niveles de desarrollo de la cualidad comunitaria en función de las manifestaciones de la cooperación, la participación y el proyecto en cada grupo concreto. Si estas manifestaciones se encuentran en estado latente se trata de una comunidad en sí; si frente a las condiciones de opresión adquieren conciencia de su identidad y luchan por sus intereses, pero sin considerar a otros, se trataría de una comunidad para sí; si el grupo social se plantea una solución donde la emancipación es un asunto social general y no particular, sería una comunidad en emancipación (Alonso et al., 2013). El hecho de transitar de la comunidad en sí a la comunidad en emancipación implica desarrollo de la relación social simétrica y es por tanto de desarrollo comunitario. Con ello se trasciende una visión de la comunidad en tanto lugar para comprenderla como un entramado de relaciones sociales entre personas y grupos humanos en el que “transcurren procesos de cooperación y participación en torno a un proyecto colectivo” (Alonso et al., 2013, p. 2).

Resumiendo, pudiéramos acotar que la reflexión académica cubana sobre el trabajo cultural comunitario se sustenta en importantes premisas en torno al DCC, entre las cuales destacamos las siguientes:

  • La perspectiva cultural es imprescindible para comprender los procesos de desarrollo.

  • El espacio comunitario resulta trascendental en el análisis de la dimensión cultural del desarrollo.

  • La concepción de la comunidad como sujeto de su propio desarrollo debe ser explícitamente incorporada en las políticas públicas.

  • La sustentabilidad constituye un eje esencial del desarrollo comunitario, a partir de la educación para la participación, la potenciación de los recursos locales y la preparación para la autogestión y la sostenibilidad.

  • La gestión del DCC tiene un alcance estratégico, lo cual se conecta con el papel del Estado en la conducción del desarrollo local y en los avances hacia el autogobierno social; concretado este en la descentralización territorial, la autonomía comunitaria y la participación ciudadana en la toma de decisiones.

  • El DCC requiere procesos formativos que potencien la conciencia crítica sobre las realidades a transformar, el fortalecimiento de capacidades para la gestión y la participación, y la creación de estrategias colectivas e iniciativas locales que conduzcan a los procesos de cambio.

  • El principio de autodesarrollo comunitario permite entender lo comunitario como cualidad del desarrollo, y a su vez comprende lo comunitario como el vínculo de simetría social presente en las relaciones sociales; lo cual implica la acción colectiva como forma real de participación y cooperación en torno a un proyecto común y asumir a la comunidad como sujeto de las transformaciones sociales.

3.2.3 La gestión sociocultural: la promoción y la animación socioculturales en la gestión del desarrollo cultural comunitario

En estrecha relación con el trabajo cultural comunitario y las propuestas metodológicas para llevarlo a cabo, se erigen la gestión, la animación y la promoción socioculturales como alternativas de transformación comunitaria, así como la figura del profesional de estos campos de acción.

En tal sentido, la investigación en torno a estas temáticas ha estado ligada a la gestión de: los procesos identitarios (Rojas-Molina, 2015), el patrimonio cultural (Avalo y Montero, 2019; Durán, Núñez, Reyes y Rodríguez, 2018; Gil, 2019; Pérez, 2015; Sarduy-Melendes, 2020), el medio ambiente ( Castro-Acevedo y Borges-Machín, 2015), el turismo (Borges-Machín, 2015; Borges y Pérez, 2018; Castro y Sánchez, 2018; Martínez-Casanova, 2018) la información y el conocimiento (Garcés, 2015; Martínez-Casanova y Mena, 2018; Mena, 2015); la ciencia, la tecnología y la innovación tecnológica (González y Martínez-Casanova, 2015), la prevención en salud (Martínez-Casanova e Izquierdo, 2015; Villarreal, 2018), la prevención y enfrentamiento a desastres (Martínez-Casanova y Sánchez, 2015); los proyectos socioculturales (Bugallo-Romero, 2016; Macías-Reyes, 2013a; Macías-Reyes y Nápoles-González, 2018); así como al proceso de formación del profesional de estos campos de actuación (Borges-Machín, 2020; Borges-Machín et al., 2019; Hierrezuelo-Alvarado y Tardo-Fernández, 2017; Martínez-Casanova, 2015, 2018).

Aun cuando existe una concepción extendida de la gestión cultural como todo aquello que concierne a los procesos de la administración cultural (planificación, coordinación, control, evaluación, dirección) y a las dimensiones del quehacer cultural (creación, producción, promoción, comercialización, preservación) que asegura un adecuado y eficiente desenvolvimiento de las políticas, tanto en los sistemas macrosociales como en aquellos relacionados con el comportamiento de entidades, programas o proyectos específicos del sector cultural (Guédez, 1995); desde la academia cubana los investigadores Martínez-Casanova (2018) y Borges-Machín (2020) proponen una visión de la gestión sociocultural como proceso de acompañamiento y gestación de cambios (y no solo como proceso gestionador), con lo cual se pone el énfasis en la acción creativa y en la gestación de procesos colectivos, a partir de la participación protagónica de todos los implicados. De acuerdo con Martínez-Casanova (2015), esta manera de entender la gestión sociocultural es necesariamente desalienante, estimuladora de la participación y de un carácter cuestionador y de enfrentamiento a las asimetrías sociales.

Desde esta perspectiva, en la reflexión que sobre el tema se ha desarrollado desde Cuba, existe consenso sobre el hecho de que la intervención, la concertación y coordinación hacia la promoción de transformaciones comunitarias, son inherentes a la gestión sociocultural. En tal sentido, destacamos la visión de Borges-Machín (2020) que resume:

La gestión sociocultural se ejecuta como proceso que se organiza, planifica y, coordina, utilizando los recursos culturales existentes para generar el cambio y a partir de la transformación que logre, gestar desde la participación, cooperación e implicación de las personas y grupos involucrados, para contribuir al desarrollo social, a escala local y comunitaria. (p. 6)

Esta mirada extensa para concebir la gestión sociocultural transciende el histórico encargo de la gestión cultural, generalmente vinculada al cumplimiento práctico de las políticas públicas, al desenvolverse en un campo mucho más amplio y heterogéneo que desborda las instituciones culturales y se inserta en las comunidades para potenciar el desarrollo local o comunitario.

De tal forma se entiende la gestión cultural, además, como una de las claves para conectar las políticas culturales con las prácticas locales y las identidades. De acuerdo con los académicos cubanos Martínez-Tena y Expósito-García (2011), la gestión cultural se centra en las prácticas culturales de la vida cotidiana que lleven a la concertación, al reconocimiento de la diferencia, de la alteridad, a la invención y recreación permanente de las identidades y al descubrimiento de razones para la convivencia social. En otro orden de aspectos, sostienen que la gestión cultural dialoga con los actores aún invisibilizados por las políticas culturales y con su accionar proporciona el desarrollo, al tiempo que propicia los diálogos y la confrontación de saberes.

En cuanto a la promoción y la animación socioculturales, la revisión de la reflexión académica sobre estos temas permite entenderlos como alternativas del trabajo cultural comunitario que constituyen:

  • Herramientas para el fortalecimiento de la identidad y difusión del patrimonio cultural.

  • Estructuras mediadoras entre la creación y los valores culturales existentes.

  • Instrumentos de la política cultural del país para la difusión de la cultura y el desarrollo de capacidades.

  • Alternativas para promover la participación de los actores sociales en la elaboración de estrategias que tributen al mejoramiento de su calidad de vida.

  • Vías para propiciar el cambio de los actores sociales y su entorno.

Desde esta perspectiva es posible afirmar que la promoción y la animación socioculturales constituyen modalidades de la gestión sociocultural que en definitiva tributan al desarrollo cultural de las comunidades. Ello permite abordar el DCC como un proceso que se gestiona, “intencionado desde prácticas orientadas a dinamizar procesos de participación social y a fortalecer sentidos de pertenencia e identidades sociales y culturales” (Bugallo-Romero, 2016, p. 12). En este particular, entra a jugar un rol fundamental la ciudadanía y su papel sustancial en la conformación de identidades. Se trata precisamente de las prácticas cotidianas que autentifican a los grupos en relación con su sistema de valores, creencias, costumbres y tradiciones.

De ahí que la generación de procesos de participación y autogestión ciudadana, la preservación y socialización de la cultura popular y tradicional, el fortalecimiento de identidades culturales, la promoción de valores y prácticas éticas emancipadoras, la capacitación de actores, y la potenciación de la creatividad como premisa para la implementación de las iniciativas locales de transformación social, sean las apuestas fundamentales del desarrollo sociocultural comunitario. (Bugallo-Romero, 2016, p. 10)

3.2.4 Algunas contradicciones y desafíos

Hasta este punto, queda claro que la investigación sobre DCC en Cuba ostenta significativos aportes tanto desde lo teórico metodológico como desde la labor comunitaria que la propia academia ha favorecido, convirtiéndose así en artífice fundamental de la gestión del desarrollo cultural de muchas comunidades. Sin embargo, tal producción científica no está exenta de contradicciones y desafíos.

En primer lugar, si bien existe una amplia variedad de investigaciones puntuales acerca de territorios y experiencias específicas, es también una realidad la casi ausencia de sistematizaciones que permitan producir conocimientos generalizables sobre ellas y una compresión profunda de tales prácticas de transformación social. Constituye un reto entonces desarrollar estudios integradores y articuladores a partir de las experiencias empíricas particulares que, aunque no necesariamente tienen que conllevar a la generalización de los resultados, podrían posibilitar abordar el fenómeno en Cuba desde un punto de vista que trascienda lo empírico y se sitúe en una perspectiva propiamente epistemológica.

En adición, es apreciable que muchas de las acciones desarrolladas en las comunidades se caracterizan por un elevado nivel de empirismo, por lo cual no siempre son tomados en cuenta los principios fundamentales para desarrollar procesos verdaderamente participativos y emancipadores. Pero, por otra parte, existe un grupo de investigaciones que, contrario a los propios postulados que sostienen, al iniciar procesos de intervención en las comunidades se enmarcan en un enfoque academicista y elitista que pondera una visión de la ciencia que se centra en políticas de investigación centralmente diseñadas y no en las demandas o necesidades reales de las comunidades. Sobre este punto y refiriéndose precisamente a la investigación concerniente a proyectos de desarrollo comunitario en la Isla, el investigador cubano Yankiel Sarduy-Melendes (2020) plantea algunas causas y síntomas del enfoque academicista en este campo, entre los cuales resumimos los siguientes:

  • El proceso de institucionalización de la ciencia en Cuba se ha centrado más en el trabajo con las instituciones que con las personas de las comunidades.

  • El hecho de concebir un proyecto de investigación sobre la base de las inquietudes investigativas de los profesionales, determinados lineamientos institucionales o sobre las propuestas temáticas de un programa nacional, sin existir una demanda de intervención por parte de una comunidad o comunidades, excluye a los “beneficiarios” del diseño del proyecto y limita la participación que se propone fomentar.

  • En la socialización de los resultados de investigación se le atribuye mayor relevancia a la divulgación científica entre la comunidad de pares (publicación de libros, ponencias, artículos y similares), que a la proyección hacia la comunidad.

De acuerdo con este autor, la propia organización de la ciencia en Cuba actúa como mediador determinante de la investigación y da cuenta además de un constreñimiento social por parte de las estructuras que rigen la actividad científica, toda vez que existe “una notable hegemonía del conocimiento y del poder de transformación social que se reserva a las instituciones y es velado por las políticas nacionales dejando un rango de actuación mínimo a las personas” (Sarduy-Melendes, 2020, p. 109). En tal sentido es oportuno precisar que si bien la concepción nacional, en términos de políticas de ciencia e innovación, constituye un pilar estratégico en el fomento de la investigación social, la introducción de los resultados científicos en la toma de decisiones, la actualización de políticas públicas y la práctica social en general, es necesario enfatizar en las intenciones referidas al abordaje desde el espacio local, de manera que se visibilice a los miembros de las comunidades como sujetos del desarrollo y auténticos protagonistas de los procesos de transformación.

En otro orden de aspectos, aun cuando desde algunas de las propuestas teórico-metodológicas cubanas en torno al DCC se plantea el cuestionamiento a las asimetrías sociales como condición necesaria del autodesarrollo comunitario, y una parte de la investigación se ha dedicado a las políticas públicas y a las estrategias y programas impulsados desde el Estado en pos del desarrollo cultural de las comunidades, de manera general es posible afirmar que en la reflexión académica desarrollada en el país no se explicita suficientemente cómo operan las relaciones entre hegemonía y poder en el espacio local y específicamente en la gestión del desarrollo cultural comunitario. En cierto sentido, desde la producción científica nacional en esta área de estudios, pareciera en ocasiones que los promotores, animadores y gestores socioculturales en general, tienen total autonomía en la gestión del desarrollo cultural de las comunidades, sin la influencia determinante de estructuras que condicionan, expanden o constriñen su accionar. El papel del Estado en la coordinación y el control de estos procesos no queda suficientemente explicitado, ni se tiene en cuenta en la justa medida que “las condiciones de desarrollo de cada territorio y del conjunto del sistema están afectadas por cómo se estructuran las relaciones entre los grupos de poder local y los grupos de poder central del Estado” (Oliva-Velas e Isunza-Bizuet, 2008, p. 1).

Esto nos conlleva a afirmar que uno de los desafíos de la investigación sobre este campo en el país es prestar mayor atención a la dimensión estructural del DCC, las relaciones de poder en el espacio comunitario y la capacidad estratégica de la gestión del DCC para generar procesos endógenos y emancipadores que tributen a la autogestión ciudadana en el mejoramiento de la calidad de vida de todos los habitantes de la comunidad.

4. Conclusiones

Aun cuando la casi inexistencia en el país de bases de datos especializadas y repositorios disponibles, orientadores y contentivos de la producción científica nacional sobre determinados temas, dificulta sobremanera el acceso a las investigaciones, así como cualquier esfuerzo de sistematización sobre las mismas, la revisión de una parte de la reflexión científica cubana sobre el DCC nos ha permitido constatar el compromiso de la academia en el país con las prácticas culturales comunitarias y el desarrollo social en general.

Es significativamente constatable que las universidades han tenido un rol preponderante en el estudio de estos temas, y en ello han evidenciado un protagonismo notable las universidades de Oriente (UO), Las Tunas y Villa Clara (UCLV), así como los respectivos centros de investigación adscritos a estas a partir de sus programas de posgrado, los cuales han dirigido el foco de sus análisis precisamente al desarrollo comunitario y la necesaria perspectiva cultural de tales aproximaciones; y han impulsado bajo su amparo un considerable volumen de investigaciones que a través de diversos temas, disciplinas y enfoques metodológicos, han permitido abordar el DCC no solo como un campo de estudio; sino, fundamentalmente, como propuesta de transformación de los actores sociales, las comunidades y la sociedad en el sentido más amplio.

Es apreciable un predominio de los enfoques orientados al trabajo comunitario desde los recursos y perspectivas de la intervención sociocultural. En tal sentido, ha primado el principio del autodesarrollo comunitario como concepción teórica, metodológica y de acción comunitaria para la transformación social. En la misma medida, desde la producción científica nacional, el estudio del desarrollo cultural comunitario es comúnmente asociado a temas afines como la gestión, la promoción y la animación socioculturales y la figura del profesional de estos campos, desde la formación de sus competencias hasta su actuación profesional en los espacios comunitarios.

La investigación sobre DCC en Cuba está atravesada además por un conjunto de desafíos, como son la necesaria sistematización de la amplia diversidad existente de estudios sobre experiencias y prácticas concretas, que tribute a la producción de conocimientos generalizables sobre las mismas; la superación del empirismo en las acciones de trabajo comunitario, así como de concepciones academicistas y elitistas de la ciencia, y la atención a la dimensión estructural del DCC y a cómo operan las relaciones con el poder hegemónico en la gestión del desarrollo cultural.

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Notas:

1 De acuerdo con la propuesta metodológica del Centro de Estudios Comunitarios de la UCLV, el proceso de intervención sociocultural debe cumplir con las siguientes fases o etapas: (1) intercambio inicial con el sujeto demandante, (2) exploración del escenario, (3) proceso de diagnóstico y búsqueda de soluciones, (4) evaluación y (5) sistematización (Martínez-Casanova, 2011b, pp. 45-57).

Notas:

3El artículo es un resultado parcial del proyecto en ejecución Identidades culturales en jóvenes de La Habana. Valoración de las contribuciones de proyectos socioculturales comunitarios, del Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”.

Recibido: 30 de Agosto de 2021; Aprobado: 04 de Abril de 2022

Autor de correspondencia: Beatriz Drake-Tapia. Instituto Cubano de Investigación Cultural. La Habana, Cuba. Correo electrónico: bety.drake@gmail.com

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Máster en Ciencias de la Comunicación. Licenciada en Comunicación Social. Investigadora del Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”.

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