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Prospectiva

Print version ISSN 0122-1213On-line version ISSN 2389-993X

Prospectiva  no.36 Cali July/Dec. 2023  Epub Apr 21, 2023

https://doi.org/10.25100/prts.v0i36.12488 

Artículo

Reflexiones sobre la masculinidad con los estudiantes de Trabajo Social: una apuesta ético política desde la intervención e investigación social en Manizales, Colombia

Reflections on Masculinity with Social Work Students: A Political Ethical Commitment from Intervention and Social Research in Manizales, Colombia

Juliana Saldarriaga-Tabares1 
http://orcid.org/0000-0002-3783-7643

1 Universidad de Caldas. Manizales, Colombia. Correo electrónico: julianatabares1799@gmail.com


Resumen

Este artículo es producto del proceso de intervención e investigación social denominado “Resignificando los sentidos de ser hombre en Trabajo Social” realizado en el año 2021-II y 2022-I en el programa de Trabajo Social de la Universidad de Caldas, en el cual se hizo una apuesta por visibilizar las masculinidades en una carrera históricamente feminizada y reconocer sus luchas, sus malestares y sus privilegios en este escenario académico. El propósito es motivar la reflexión sobre lo que implica ser hombres en Trabajo Social desde sus propias narrativas y entender cómo construyen su masculinidad y cómo la resignifican a partir del cuestionamiento a las dinámicas que se presentan en las aulas de clase, la problematización de sus formas de socialización y de crianza, así como el reconocimiento de las emociones y el cuidado de sí como parte fundamental de su subjetividad. Será la posibilidad de construir nuevas formas de ser hombres desde el escenario educativo, unas masculinidades enmarcadas en el buen trato, el cuidado y el respeto consigo mismos y con las demás personas.

Palabras clave: Masculinidad; Trabajo Social; Estudiantes Hombres; Nuevas Masculinidades

Abstract

This article is a product of the intervention and social research process called "Resignifying the meanings of being a man in Social Work" carried out in 2021-II and 2022-I in the Social Work program of the University of Caldas, in which a commitment was made to make masculinities visible in a historically feminized career and to recognize their struggles, their discomforts and their privileges in this academic setting.

The purpose is to motivate reflection on what it means to be men in Social Work from their own narratives, and to understand how they build their masculinity and how they give a new meaning by questioning the dynamics presented in the classroom, the problematization of their forms of socialization and upbringing as well as the recognition of emotions and self-care as a fundamental part of their subjectivity. It will be the possibility to build new ways of being men from the educational stage, masculinities focus on good treatment, care, and respect for themselves and others.

Keywords: Masculinity; Social Work; Male Students; New Masculinities

1. Introducción

El programa de Trabajo Social desde sus prácticas académicas ha dado lugar a nuevas apuestas formativas que contribuyan al reconocimiento de los estudiantes en cuanto a los asuntos de género, a fin de reflexionar sobre otras formas de ser y de habitar el escenario universitario. Es por ello que emerge la posibilidad de comprender el tema de las masculinidades, una cuestión poco discutida al interior de las aulas de clase, para reconocer qué significa ser hombres en Trabajo Social, cuáles son las situaciones, afectaciones y problemáticas por las que atraviesan en su formación académica desde su posición de género y la manera en que su masculinidad se ve configurada en una profesión históricamente feminizada.

En este sentido se construye el proyecto denominado “Resignificando los sentidos de ser hombre en Trabajo Social” cuyo objetivo busca resignificar la masculinidad con los estudiantes hombres del programa de Trabajo Social a través del acompañamiento socio-educativo, con el fin de aportar a la construcción de identidades críticas y reflexivas, así como el establecimiento de relaciones más respetuosas con ellos mismos y con las demás personas. Entendiendo que aun cuando ingresar y transitar la carrera les permite romper con muchos mandatos, estereotipos y roles sociales todavía hay algunos asuntos que los interpelan como hombres y que les generan malestar, tales como la represión emocional, la construcción identitaria desde el deber ser, la presión para conservar el estereotipo masculino y la discriminación, la burla y el cuestionamiento constante que reciben por parte de algunos estudiantes y docentes frente al hecho de haber elegido una “carrera de mujeres”.

Los estudiantes partícipes de este proyecto fueron siete1, los cuales se encontraban entre primero y décimo semestre de la carrera con edades entre los 20 y 33 años, dos de ellos realizando estudios de doble titulación y cuatro pertenecientes a diferentes organizaciones y movimientos sociales de la ciudad de Manizales. Estas circunstancias permitieron contar con posturas críticas y políticas sólidas para entablar conversaciones enriquecedoras, así como una gran diversidad cultural y una multiplicidad de pensares y sentires alrededor de un asunto que los confronta -el de las masculinidades- un tema que desde su perspectiva no solo los compromete ética, política y profesionalmente, sino que los interpela en su vida personal y en su tránsito formativo.

Los encuentros grupales e individuales mediados por el diálogo y la palabra fueron agentes movilizadores de posturas y formas de pensar sobre diferentes aspectos que configuran la masculinidad, y se convirtieron en la oportunidad para reflexionar, reconocer, escuchar y construir juntos desde lo común y lo divergente nuevos sentidos y significados respecto a ser hombre; por ello la teoría del construccionismo social de Kenneth Gergen tuvo un papel central en la fundamentación del proyecto. Esta teoría permite comprender la masculinidad como:

un proceso histórico concreto compuesto de significados que se construyen y operan mediante las distintas relaciones sociales. De esta manera la masculinidad no es estática ni atemporal, sino por el contrario, es histórica y socialmente constituida, y en este sentido está abierta a la posibilidad de transformarse, desarmarse, reconstruirse y tensionarse. (Meschi-Pizarro, 2018, p. 22)

El construccionismo social conduce a entender que aquellas características y atributos que se consideran propias de los hombres no son algo natural o biológico, sino que son construcciones sociales y, por lo tanto, son susceptibles de ser problematizadas, cuestionadas y transformadas. De esta manera, se adoptó la mirada del sujeto a partir de los postulados del enfoque de derechos y el enfoque humanista con el fin de destacar a un sujeto activo que interpela, cuestiona y participa en los diferentes asuntos que lo comprometen, pero también para dar cuenta de un ser transversalizado por emociones, experiencias de vida, historias y múltiples factores que lo afectan y lo configuran y cuya existencia en el mundo debe ser respetada.

2. Metodología

La concepción metodológica del proyecto se basó en los postulados de Paulo Freire, quien considera que la educación como una práctica liberadora debe procurar interpelar y problematizar a los estudiantes, por ello la articulación entre acción y reflexión (praxis) fue fundamental en el marco del proceso y permitió abrir posibilidades a formas alternativas de habitar la masculinidad. En otras palabras,

La reflexión supone tomar distancia del objetivo, separarse de él, para tras contemplarlo desde fuera, poder obtener un conocimiento más exhaustivo y fidedigno del mismo. La acción se corresponde con la intencionalidad de la conciencia cuyo objetivo es, una vez conocido y reflexionado el objeto (aprendido), transformar dicho objeto, cambiarlo, modificarlo. (Viscarret, 2011, citado en Cochero-Chávez y Pérez-Jiménez, 2016, p. 49)

Igualmente, se tuvieron en cuenta las concepciones de Mondragón-Varela y Ghiso-Cotos, quienes consideran que las propuestas educativas orientadas a la construcción y la realización de lo humano deben retomar la vida cotidiana de las personas, la “praxis de vivir”, es allí donde se gestan, desarrollan y expresan los diferentes aprendizajes, sentidos, significados, acciones y relaciones que el ser humano construye. Por ello la participación de los estudiantes desde sus saberes particulares alrededor de la masculinidad, sus experiencias de vida y sus vivencias cotidianas, fueron fundamentales en las conversaciones y diálogos que se generaron con ellos. Como lo afirman los autores,

No hay conocimientos, valores, actitudes, habilidades ajenas o que se practiquen por fuera de los ámbitos de la vida cotidiana. Reconocer que la vida individual, grupal, comunitaria, institucional es el nicho en el que se genera y se da el diálogo, el encuentro, el intercambio cultural, la construcción de conocimientos, es darse cuenta de varias características y condiciones necesarias para desarrollar y afianzar estilos alternativos de querer, pensar, actuar, crear y hablar; de relacionarse con los otros y con el mundo, haciendo un ejercicio de poder por fuera de los patrones acostumbrados en un sistema marcado por la dominación y la exclusión. (Mondragón-Varela y Ghiso-Cotos, 2010, p. 50)

Teniendo en cuenta estos conceptos sobre la importancia de la reflexión, la subjetividad y la vida cotidiana, este proyecto se desarrolló basado en un enfoque cualitativo, en el que se consideraron los aportes de diferentes autores frente al tema de las masculinidades, pero sobre todo los intereses, los saberes y las apuestas de los propios participantes, quienes en el proceso se reconocían a sí mismos como aprendices, pero también como poseedores de conocimiento.

Durante el período de noviembre de 2021 a mayo de 2022 se realizaron 9 encuentros grupales y 3 individuales, para lo cual se convocó a estudiantes hombres del programa de Trabajo Social de primero a décimo semestre por medio de correos, saloneo y carteles en lugares estratégicos del programa, con el propósito de invitarlos a hacer parte del proyecto de acuerdo a su interés en el tema y su disponibilidad de tiempo; finalmente participaron siete estudiantes que mantuvieron su compromiso a lo largo de este tiempo. En cada uno de estos encuentros se trataron temas como el patriarcado, la masculinidad, los micromachismos, las emociones, el cuidado de sí y las nuevas masculinidades, a fin de darle un hilo conductor a la propuesta y en correspondencia con las categorías que emergían a lo largo del proceso. Asimismo, se utilizaron técnicas como la cartografía corporal, el mural de situaciones, la fotopalabra, videos, cuentos y noticias que permitieron abrir la conversación y promovieron la circulación de la palabra.

Por otro lado, la sistematización de experiencias como un proceso que se desarrolló a la par con el proyecto, fue un aliado muy importante para fortalecer los aprendizajes que surgieron de cada uno de los encuentros, pues permitió hacer análisis de la información que se grababa y transcribía (de manera consentida e informada) en cada uno de estos y de los diarios de campo que se realizaban semanalmente; a partir de la información recolectada se hizo la respectiva categorización y codificación por medio de la herramienta Excel, se profundizó en aquello que aparecía con mayor regularidad relacionado con las emociones, la construcción identitaria y la presión social, y se volvió a conversar con los participantes para verificar y ampliar la información en un proceso dialógico de ida y vuelta. Finalmente, se elaboró un informe en el que se presentaron los hallazgos y aprendizajes construidos durante el proyecto, algunos de los cuales se darán a conocer a continuación.

3. Hallazgos

3.1 Entre la deconstrucción y la afirmación de ser un hombre

El patriarcado2 como sistema de organización social, político, económico y cultural, ha favorecido un modelo de masculinidad hegemónico sustentado en la dominación y el privilegio de los hombres sobre otros géneros, y ha legitimado el establecimiento de discursos y prácticas que perpetúan el machismo, la violencia y las relaciones desiguales. Sin embargo, “además de constituir una forma de organización social caracterizada por relaciones de poder, ha constituido una manera de pensar y de actuar, que ha hecho daño tanto a los hombres como a las mujeres” (Campos-Guadamuz, 2007, p. 38). En ese sentido, atender a los mandatos de la masculinidad hegemónica no solo ha sido beneficioso para los hombres, sino que también les ha demandado construir su identidad a partir de la represión de sus emociones; la imposición de roles y estereotipos sociales les han limitado construir desde sus deseos e intereses.

Dar cuenta de la forma en que el patriarcado afecta a los hombres y los privilegios que les otorga, invita a repensar y a resignificar la masculinidad. Como lo expresa Berrio-Peña (2019) resignificar es “regresar al punto de partida de un proceso que requiere ser repensado para generar cambio o transformación” (p. 258). Transformar la manera como ha sido pensada la masculinidad permite abrirse a nuevas formas de relacionamiento de los hombres consigo mismos y con otras personas, y reconocer que es posible una organización social justa y equitativa. Teniendo en cuenta estas consideraciones, se propone realizar esta discusión con base en los cuatro momentos que orientaron el proyecto de intervención y su sistematización, para lo cual se articularán las narrativas de los estudiantes, de los autores y de la investigadora.

3.2 Momento 1: las masculinidades…un tabú para muchos hombres

Se realizó un primer acercamiento con los estudiantes interesados en participar en el proyecto buscando comprender qué significaba para ellos la masculinidad, cómo la habitaban en su propio cuerpo y espacio y cómo se reconocían siendo hombres en Trabajo Social. Para ello se convocó al total de estudiantes matriculados en el programa y quienes finalmente mostraron interés en vincularse fueron siete, el tema aún se considera un tabú para muchos hombres, un asunto que no les compete por estar en una cultura patriarcal y un tema que les implica ocuparse de sí mismos, problematizar y cuestionar su construcción identitaria y eso es algo con lo que aún están haciendo negociaciones.

A la pregunta ¿Qué significa la masculinidad? las respuestas de los estudiantes giraron en torno a la exigencia del medio cultural en el que se desenvuelven, así lo señalan los siguientes relatos:

La masculinidad es la forma con la que determinan a los hombres, el molde para hacer hombres de verdad, la antítesis de la feminidad que criminaliza toda forma de expresión diferente a ser un macho. (estudiante 1, encuentro grupal 1, 12 de noviembre 2021).

Para mí la masculinidad es algo impuesto por la sociedad, en el sentido de ponernos como hombres siempre en un lugar de privilegio en ámbitos familiares, laborales y sociales, pero creo que la masculinidad debe implicar una conciencia de igualdad y respeto por lo que significa en la individualidad ser hombre o mujer (estudiante 2, encuentro grupal 1, 12 de noviembre 2021).

A partir de estos relatos se evidencia que la masculinidad para los estudiantes supone la imposición de una única forma de ser hombres que, por lo general, está asociada al modelo hegemónico patriarcal en el que se expresa una triple negación, “Ser” hombre es “no ser” bebé, no ser mujer y no ser homosexual (Badinter, 1992 citada en Fondo de Población de las Naciones Unidas [FPNU], 2016). Este modelo se refuerza en los diferentes escenarios sociales en los cuales los hombres se insertan legitimando su posición de privilegio con respecto a otros géneros, pero también limitándolos para construirse desde su querer ser. De esta manera, los hombres se ven enfrentados a cumplir con una serie de atributos y estereotipos sociales que reafirmen su posición de género y alimenten su valoración social, tales como ser fuertes, resistentes, duros, arriesgados, proveedores, protectores, líderes, decididos, racionales, y siempre en negación de sus propios sentires como representación de su virilidad. Quienes no asuman dichos estereotipos se verán sometidos al juzgamiento y a la mirada de rechazo de la sociedad. Como se plantea a continuación:

El patriarcado define a un sujeto hegemónico (varón, blanco, heterosexual, sin discapacidad) y cuanto más nos “alejamos” de tales características, más bajo en la jerarquía social nos coloca. Cuando no respondemos a lo que se espera de nosotras/os y nos corremos de la “norma social” del estereotipo de género en el que deberíamos encajar, el sistema patriarcal busca aleccionarnos, disciplinarnos, usando incluso la violencia física. (Ministerio Público Fiscal de Argentina, 2018, p. 13)

Teniendo en cuenta lo anterior, el ingreso de los hombres a una profesión feminizada como lo es Trabajo Social representa todo un reto, puesto que no tributa al modelo de masculinidad hegemónico en el que se les piensa desde la dureza, la racionalidad y el pragmatismo y no se les considera desde ámbitos relacionados con lo social, el cuidado y la sensibilidad con el otro. Por ello la pregunta por su presencia en Trabajo Social es un asunto cotidiano en el tránsito de su formación, tal como se afirma en uno de los relatos:

Yo tuve que explicarle a mucha gente por qué mi interés de estudiar Trabajo Social. Si hubiese estudiado Antropología, a nadie le hubiese interesado el asunto, seguramente hubiesen dicho que se complementaba muy bien con el Derecho, pero como era Trabajo Social, siempre me he visto en la obligación de explicar el porqué, por qué Trabajo Social (estudiante 3, encuentro individual 1, 23 de marzo 2022).

Ingresar a Trabajo Social para los hombres conlleva hacer procesos de negociación con esas expresiones de la masculinidad hegemónica que les han sido legadas, y posicionarse en medio de las presiones en un espacio que no corresponde con lo que social y culturalmente se espera de ellos. Pero esto no ha sido fácil, pues les ha significado tener que enfrentarse a la burla, la discriminación y el cuestionamiento constante en el transcurso de su formación por haber ingresado a una carrera que desde el imaginario social representa a la feminidad y a la homosexualidad. Los estudiantes así lo manifestaron: “muchas veces me ha pasado, se me ha quedado ese estigma, esa etiqueta de ser gay o ser homosexual, usted estudia Trabajo Social ¿cierto? Yo no sabía que usted era gay” (estudiante 4, encuentro grupal 2, 17 de febrero 2022). El cuestionamiento por la orientación sexual de los estudiantes como un asunto manifiesto en diferentes escenarios sociales, hace parte de los prejuicios3 que algunas personas tienen sobre quienes estudian Trabajo Social, lo cual invita a reflexionar acerca de la manera en que tales prejuicios limitan a los hombres para que incursionen y permanezcan en carreras sociales como esta.

El ser hombres en un espacio ocupado mayoritariamente por mujeres y permeado por corrientes feministas, en ocasiones les implica enfrentarse a una sensación de incomodidad frente a las posturas y discursos que reivindican la posición de la mujer en demérito del sujeto masculino, lo que conduce a que su participación se vea limitada en asuntos que se consideran propios para las mujeres, y el tener que ser cuidadosos en sus palabras teniendo en cuenta en no decir algo que pueda considerarse machista y entre en tensión con sus compañeras o profesoras. Como lo expresó uno de los estudiantes: “más que una resistencia al feminismo es una resistencia a no caer en ese ideal de machismo, a que, por un pensamiento, por un comentario, lo vayan a tildar de que usted es machista” (estudiante 4, encuentro grupal 5, 4 de abril 2022). Es menester precisar que estas situaciones no representan para los hombres entrar en oposición con el feminismo, sino que hacen un llamado a reflexionar sobre las posturas y prácticas que se insertan en las aulas de clase y que sin darse cuenta niegan su presencia o acallan su voz.

Los comentarios despectivos y machistas ejercidos por docentes de otros programas académicos también han sido motivo de malestar para los estudiantes, pues les recuerdan que su presencia en esta carrera es atípica y poco legitimada para su género. El estar en un espacio femenino que se asocia con el cuidado adquiere el imaginario de una poca exigencia académica y rigurosidad científica, lo que no corresponde con lo que se espera del hombre, situación que se refleja en un comentario de un participante del proceso quien escuchó de uno de sus profesores: “vos sos muy inteligente, te fuiste pa una carrera que está llena de mujeres, pues así muy fácil” (estudiante 3, encuentro grupal 3, 7 de marzo 2022). Discursos como este provocan la afectación emocional en los hombres no solo por el estigma social que se ha construido alrededor de la carrera, sino por la empatía que han logrado construir con sus compañeras mujeres que no les permite ser indiferentes a este tipo de expresiones que las minusvaloran y violentan.

Ser hombres en Trabajo Social es tener que enfrentarse a diversas situaciones que les generan malestar y en los que pareciera que hay una exclusión por su condición de género. Sin embargo, desde la perspectiva de los estudiantes ser minoría les implica ser el centro de atención aun cuando no lo quieren, pues generalmente se les exige que participen y que asuman postura frente a los temas que se discuten en las aulas de clase, como si desde allí también se les demandara cumplir con el mandato social de que “el hombre todo lo sabe”. Los espacios de reflexión provocaron una mirada diferente frente a esta situación, pues los estudiantes asumen este reconocimiento como un privilegio que se les brinda por el solo hecho de ser hombres, es decir que en las aulas también reafirman su posición social y de género. Como lo señalan los estudiantes:

¿Sabes qué me parece a mí muy complicado de comprender y que todavía me lo cuestiono? y es cómo en una carrera feminizada, cómo en una carrera que se ha construido desde la feminidad, mi voz tenga más valor que el de la gran mayoría de mis compañeras por el solo hecho de ser hombre (estudiante 3, encuentro individual 1, 23 de marzo 2022).

En clases, quienes generalmente hablamos sin importar la carrera suelen ser los hombres, quienes nos tomamos la vocería, quienes tenemos ese carácter, esa capacidad propositiva, adjudicarse responsabilidades, decir vamos y movimiento de masas y aquí fue, eso casi siempre lo tienen los hombres y eso responde claramente a dinámicas patriarcales (estudiante 5, encuentro individual 2, 24 de marzo 2022).

Sumado a lo anterior, es importante reconocer que el lenguaje utilizado para referirse a los y las estudiantes presentes en las aulas de clase, le da mayor prevalencia a lo masculino aun cuando son minoría en este espacio, situación que los cuestiona y de la cual consideran “lo que sí hay que reconocer es que en ese saludo de hola chicos cuando solo hay un hombre y el resto son mujeres, ahí se está reproduciendo un acto violento que hay que reconocerlo, además” (estudiante 3, encuentro grupal 5, 04 de abril 2022). Como lo reafirma Fraser (2011, citado en Reunión de Altas Autoridades sobre Derechos Humanos y Cancillerías del MERCOSUR y Estados Asociados [RAADH], 2018),

La increíble ausencia de la evocación directa de lo femenino en el discurso lingüístico no es algo de menor importancia, sino que implica una infravaloración social de la necesidad de una representación simbólica de las mujeres en privilegio de los rasgos asociados con la masculinidad. (p. 1)

Continúa RAADH (2018) expresando que “la invisibilización de lo femenino en el lenguaje responde a una discriminación más que refleja el estado social desigual, afectando la construcción de una sociedad paritaria” (p. 1).

Las situaciones anteriormente presentadas en donde se reflejan los malestares que experimentan los estudiantes a lo largo de la carrera y algunos de los privilegios que tienen por ser hombres en una profesión feminizada, llevan a cuestionar los discursos y prácticas que se inscriben en este escenario, pues desde allí aún se siguen legitimando los espacios asignados para cada género y se refuerzan los estereotipos y roles sociales que cada uno debería asumir. Por ello se considera que los principios de igualdad y justicia tan propios del discurso de Trabajo Social, deben ser asuntos que se promulguen no solo de cara a las poblaciones, sino que deben involucrar a la comunidad académica en los diversos espacios donde transitan los estudiantes, en la manera en que los y las docentes los enuncian y reconocen, y en la pregunta constante por los espacios de poder y por su democratización, bajo estos pilares se permitirá establecer un escenario más justo en el que la diversidad no sea un motivo para separar y hacer distinciones, sino para unir y vivir en la diferencia. Según Arias-Chamorro et al. (2019),

La universidad siendo un espacio académico que tiene como reto la formación profesional y personal de los estudiantes, representa un entorno en donde se construye y deconstruye lo masculino; aquí hombre y mujer deben repensar su manera de actuar y ser consigo mismo, con el otro, con las mujeres y con los mismos hombres (p. 15)

3.3 Momento 2: el deber ser…historias de renuncias y luchas

Un segundo momento se orientó a profundizar sobre la historia de vida de los estudiantes, sus formas de socialización, de crianza y cuidado y el modelo de hombre que les había sido demandado construir en sus escenarios familiares, comunitarios y escolares. Lo que se develó es que aun cuando las historias de vida de los estudiantes fueron diferentes, al igual que su constitución familiar, el modelo de hombre que aprendieron fue el mismo, lo que impactó su subjetividad y su identidad masculina. De esto se hablará a continuación.

El proceso de hacerse hombres para los estudiantes implicó vivir una crianza marcada por patrones patriarcales, conservadores e incluso, en algunos casos, permeados por la religiosidad, lo cual les conllevó a construir sus identidades desde el deber ser y enfrentar una historia de renuncias y luchas. Como lo expresaron los estudiantes: “en mi familia la exigencia era que yo fuera serio, o sea que fuera como mi papá… hasta cierta parte lo cumplí, pero fui muy infeliz” (estudiante 4, encuentro grupal 2, 17 de febrero 2022); “desde pequeño me tocó asumir el rol del adulto, del mayor. Un contexto complicado de exigencias que uno dice no quiero, no quiero para mi vida” (estudiante 6, encuentro grupal 4, 28 de marzo 2022); y escuchar constantemente los mandatos de la masculinidad tales como “el hombre no llora”, “el hombre debe ser fuerte” y “el hombre es quien manda”. Estas situaciones los llevaron a forjar su carácter a partir de lo que el medio les demandaba, y a ocultar sus necesidades afectivas como parte de los mandatos del modelo de la masculinidad hegemónica, la cual según Vásquez del Águila (2013),

tiene el poder simbólico de ser el modelo socialmente valorado, pues actúa como el referente frente al cual los jóvenes y adultos miden su masculinidad. Esta versión de masculinidad no es estática, sino que siempre hay tensiones y negociaciones en las relaciones que los varones establecen con otros varones, con las mujeres y consigo mismos. La masculinidad hegemónica no es un tipo de carácter fijo ni inmutable en todo lugar ni en todo tiempo, sino que es una posición siempre disputada, y los varones aprenden desde muy temprana edad que parte del largo viaje de hacerse hombres implica resolver las contradicciones entre el imaginario social y sus propias experiencias personales (p. 829).

Como se expresa en los relatos, este modelo de masculinidad hegemónico se reafirma en el cuidado y crianza que provee la familia, la cual les exige de diferentes maneras atender a las expectativas de la sociedad. Así lo manifiesta Guevara-Ruiseñor (2006),

La familia constituye una instancia primaria de socialización que contribuye definitivamente en la construcción de la masculinidad. Mediante sus prácticas cotidianas se consolidan visiones del mundo, identidades y modelos de cómo deben ser los hombres, al mismo tiempo que define las funciones y responsabilidades sociales de hombres y mujeres en la esfera doméstica y afectiva. (p. 18)

De acuerdo con lo anterior, el estudiante hombre llega a Trabajo Social con unas creencias culturales y unas demandas sociales que le exigen actuar en concordancia con un modelo hegemónico, donde debe atender a una serie de estereotipos para ser considerado un verdadero hombre. Sin embargo, ingresar a Trabajo Social le permite empezar a cuestionar aquello que le ha sido legado y distanciarse de sus encargos patriarcales, problematizando los modelos de crianza, de socialización y cuidado que el medio social y familiar le propone, cuestionando a sus referentes masculinos, reflexionando sobre sus privilegios de género y empatizando con las luchas y las reivindicaciones sociales de sus compañeras. Tal como lo manifiesta uno de los relatos:

Para mí ser hombre en Trabajo Social ha significado una contradicción permanente con lo que yo creía, con lo que yo había aprendido, con lo que pienso de mí, con lo que pienso de las mujeres, con mis posiciones políticas, éticas, creo que todo eso se ha venido alterando, tensionando, entrando en problematización (estudiante 1, encuentro grupal 7, 25 de abril 2022).

El programa de Trabajo Social ha sido para los estudiantes el punto de partida para repensar lo construido a lo largo de la vida y apropiar nuevas maneras de ser, de actuar, de relacionarse y de reconocerse a sí mismos y a los otros; esto se ha logrado a partir de los aprendizajes desarrollados en el transcurso de la carrera y en la posibilidad de interactuar con compañeras, docentes, y demás actores que integran el escenario formativo, con quienes construyen cotidianamente nuevas visiones del mundo. Trabajo Social les ha permitido desarrollar una postura crítica frente a las posiciones de género y cuestionar el orden social establecido sustentado en la desigualdad. Como se afirma en los relatos de los estudiantes:

Esos momentos de reflexión, esas críticas que hacemos desde Trabajo Social, todas esas teorías, esos conceptos, esas visiones que tiene el Trabajo Social frente a la sociedad, claramente puedo decir que son un fuerte protagonista al yo estar aquí en este momento de una forma no total, pero sí parcialmente trabajada frente al tema de género (estudiante 5, encuentro individual 2, 24 de marzo 2022).

Esta carrera, estos espacios y los compañeros le permiten a uno pensarse mucho qué es eso de ser hombre y también criticar y plantearse ideas y cambiar la mentalidad (estudiante 7, encuentro grupal 8, 02 de mayo 2022).

Por su parte, la experiencia de compartir con las mujeres en su cotidianidad ha sido un punto de quiebre importante para el cuestionamiento del patriarcado, lo cual les ha permitido desnaturalizar las violencias que las afectan y empatizar con sus luchas, por ello manifiestan que los patrones machistas y violentos que las degradan e inferiorizan no es algo que quieran seguir reproduciendo ni mucho menos ver legitimado en otros hombres, así que los piropos, los comentarios machistas, la exclusión en el lenguaje del término femenino y la asunción de lo negativo como algo propio de las mujeres, son asuntos que los interpelan y que les lleva a asumir reacciones como alejarse de los círculos de amigos con los que solían frecuentar, hasta mostrar su inconformismo con aquellas prácticas y discursos; uno de los relatos así lo evidencia: “yo he cerrado el círculo con hombres básicamente por eso, porque yo ya no tolero a un hombre con discursos machistas, con comentarios machistas, con ese tipo de cosas que a mí ya realmente me incomodan” (estudiante 2, encuentro grupal 4, 28 de marzo 2022).

Se puede concluir que transitar la profesión permite la crítica y el cuestionamiento al modelo de masculinidad hegemónico patriarcal que legitima el machismo, la violencia y la desigualdad, por ello los estudiantes empiezan a problematizar sus discursos y prácticas cotidianas y se enuncian desde unas masculinidades más críticas, reflexivas, empáticas y respetuosas. Además, esta carrera les implica moverse en un medio femenino que les exige posicionarse desde unos lugares más democráticos, lo que les permite reconocer y reconocerse de manera diferente. Como lo expresa un estudiante: “claramente Trabajo Social permite que seas una mejor persona. Trabajo Social permite que seas una mejor pareja, que seas un mejor hijo, que seas un mejor padre. Yo creo que eso es lo que ha generado Trabajo Social” (estudiante 3, encuentro individual 1, 23 de marzo 2022).

3.4 Momento 3: entre las emociones y el cuidado en un contexto patriarcal

En un tercer momento se abordó el tema de las emociones con los estudiantes partícipes del proceso, buscando comprender de qué manera se relacionaban con ellas y qué lugar ocupaban en la construcción de su masculinidad.

Las conversaciones sostenidas al respecto develaron un discurso muy bien construido frente a la importancia de expresar y reconocer sus emociones. Sin embargo, atravesarlas por el cuerpo y mostrarlas ante otros es todo un desafío. Esto se pudo develar a través de algunas prácticas enunciadas por los estudiantes que para ellos suponen dificultad, como la expresión saludable de sus emociones, hablar de aquello que les pasa, pedir ayuda cuando lo necesitan y expresar la tristeza con llanto, pues son prácticas que les obliga a ocuparse de sí mismos y mostrarse vulnerables ante los demás, lo que es opuesto a la construcción de masculinidad que les ha sido demandada en sus escenarios sociales. Como lo manifestaba uno de los estudiantes: “sin duda alguna, hablar de sí mismo, desde las emociones, desde el sentir, es difícil, es lo contrario a la construcción de masculinidad que hay en nuestro contexto” (estudiante 6, encuentro grupal 6, 18 de abril 2022).

Los hombres generalmente no son socializados para explorar sus necesidades afectivas, sus miedos e inseguridades, lo que provoca una dificultad para relacionarse de manera saludable con sus emociones de vulnerabilidad y expresarlas ante otros. Esto se ve reforzado a través de los mensajes que reciben desde muy temprana edad en sus familias y en el escenario educativo, en donde se reproducen estereotipos y mandatos sociales como que el hombre no llora y el hombre debe ser fuerte. A partir de estas ideas aprenden que deben corresponder con las emociones permitidas para su género, como la agresividad, la ira y la valentía, y negar las emociones de temor, inseguridad y tristeza, las cuales los asocian con la feminidad y la homosexualidad. Como lo manifiestan los siguientes relatos:

Nosotros nacemos y crecemos en un contexto cultural y socialmente marcado por eso, como porque ciertas emociones las tienen las mujeres y otras emociones las tienen los hombres, o sea, a los hombres siempre se les delega emociones como de ira, de odio, de mostrar su macho, su hombría, su masculinidad, mientras que a las mujeres sí se les permite abiertamente estar felices, estar tristes, estar angustiadas, tener miedo (estudiante 2, encuentro grupal 2, 17 de febrero 2022).

Como hombres nos privamos mucho de ese cariño, de ese yo me siento mal y quiero que me escuches, que quizá históricamente las mujeres sí se han dado la oportunidad de escucharse, de entenderse, y eso hace parte importante de una sociedad (estudiante 6, encuentro grupal 6, 18 de abril 2022).

Para algunos de los estudiantes, cumplir con los mandatos de la masculinidad hegemónica que les exigían negarse a reconocer sus emociones de tristeza, duda, inseguridad, temor y frustración, les generó en algún momento de su vida una especie de enojo con el mundo y consigo mismos, que les llevó a convertir su tristeza en agresividad, a aislarse de la sociedad y a minimizar sus sentimientos como parte de su subjetividad. Aun hoy, después de haber ingresado a Trabajo Social y aprender a gestionar mejor sus emociones, todavía hay asuntos que los confrontan, tal como se devela a continuación:

A uno le enseñaron a reducir los problemas y que uno es capaz con todo, y yo la verdad siempre me he sentido así, que soy muy capaz con todo, pero no me puedo estresar, no puedo llorar, no puedo tener esos momentos de tensión (estudiante 1, encuentro individual 3, 18 de mayo 2022).

Como lo evidencia el relato, a partir de los mandatos de la masculinidad que expresan que el hombre debe controlar sus emociones y el hombre es capaz con todo, los estudiantes aprenden a minimizar sus problemas y aquello que les aqueja, pues consideran que a estos hay que hacerles frente sin quedarse en el sentimiento de angustia o tristeza que puedan generar. Esto reafirma la idea de que a los hombres se les ha negado la posibilidad de reconocer sus emociones como parte fundamental de su subjetividad y de su construcción de hombres, pues como lo expresan De Keijzer y Ayala-Real (2010),

la posición social de poder que ostentan los hombres, sobre todo en las familias, impide que se vean a sí mismos críticamente y que hablen de ello. A los hombres se les enseña a hablar de los otros, para los otros y por los otros. Dicha experiencia abre una distancia en el contacto consigo mismo, impide contactar con las emociones y, en consecuencia, con el otro. (p. 27)

El cuidado de sí en los estudiantes también es otro asunto que los interpela en la construcción de su masculinidad, pues pocas veces se les ha permitido el reconocimiento de sus propios sentires, de su estado de salud física y mental y la valoración de su cuerpo como un territorio de atención y respeto.

Muy pocas veces nosotros los hombres intentamos trabajar estas concepciones o estas construcciones de nuestra masculinidad desde el valor de nuestro cuerpo, y como que a veces siente uno vergüenza hablar de esto, del sentir, de cómo se siente uno con la propia imagen y todo esto porque la sociedad le dice no cómo así, el cuerpo estético solamente es de la mujer (estudiante 4, encuentro grupal 8, 02 de mayo 2022).

Pedir disculpas para uno como hombre es complejo, es algo que cuesta. A mí me ha costado sobre todo pedirme perdón a mí mismo por mis propios errores, se me ha hecho más fácil decirles a mis amigos o a mi familia perdón por haberla cagado que perdón a mí mismo (estudiante 2, encuentro grupal 8, 02 de mayo de 2022).

Estos relatos llevan a los hombres a reconocer la importancia de pensar como sujetos de cuidados, pues posibilita que se asuman desde unos lugares más democráticos, sensibles y amorosos y adquieran prácticas que les permita relacionarse desde el buen trato hacia sí mismos, conectar con su cuerpo y su mente, y mejorar su autoconcepto y autoestima. Además, construir masculinidades cuidadoras permitirá disminuir los índices de violencia de género, al promover la conciencia de que el cuidado no es un asunto propio de mujeres, sino que convoca a todos y es importante apropiarlo en las relaciones que se construyen en el día a día. Finalmente, ¿qué significan las nuevas masculinidades sino los hombres que se cuidan, que se conocen a sí mismos, que se respetan, que se quieren, que se permiten expresar sus emociones y que son empáticos con otros y otras? Como lo propone Foucault (2002, citado en Lanz, 2012)

El cuidado de sí abarca tres aspectos fundamentales: en primer lugar, es una actitud con respecto a sí mismo, con respecto a los otros y con respecto al mundo. En segundo lugar, es una manera determinada de atención, de mirada. Preocuparse por sí mismo implica convertir la mirada y llevarla del exterior al interior; implica cierta manera de prestar atención a lo que se piensa a lo que sucede en el pensamiento. En tercer lugar, la noción de cuidado de sí designa una serie de acciones, acciones que uno ejerce sobre sí mismo, acciones por las cuales uno se hace cargo de sí mismo, se purifica, se transforma y se transfigura. (p. 40)

3.5 Momento 4: quiero ser un hombre que se ame a sí mismo.

En un último momento se dio una mirada retrospectiva a lo construido a lo largo del proceso, en un intento por reconstruir los aprendizajes y conocimientos elaborados alrededor de las nuevas masculinidades, y de poner en palabras de los participantes el modelo de hombre que quisieran hacer de sí mismos. Para ello se realizó una pregunta problematizadora que conllevó a la reflexión y la toma de postura de los estudiantes ¿Qué son para ustedes las nuevas masculinidades? los estudiantes respondieron lo siguiente:

El tema de las nuevas masculinidades lo podemos ver desde ese reconocimiento histórico, primero, de cuál ha sido el rol que hemos tenido y, segundo, un proceso de construcción en torno a lo que es ser hombre, a cómo me proyecto como hombre (estudiante 6, encuentro grupal 9, 09 de mayo 2022).

Además, implica la reflexión sobre los patrones impuestos por la sociedad que han permeado nuestra crianza y nuestras formas de socialización (estudiante 2, encuentro grupal 9, 09 de mayo 2022).

Transgredir lo que nos ha enseñado el patriarcado, luchar contra los micromachismos que se expresan en nuestra vida cotidiana (estudiante 7, encuentro grupal 9, 09 de mayo 2022).

Estos relatos dan cuenta de un posicionamiento crítico y reflexivo de los estudiantes con respecto a lo que son las nuevas masculinidades, las cuales no se asumen como un proceso acabado o un estatus asumido, sino que se construyen permanentemente a partir de la reflexión, la problematización y el cuestionamiento constante sobre su condición de hombres, sus discursos y prácticas patriarcales y sus formas de socialización y de crianza. Como lo afirma García (2015)

Las nuevas masculinidades se formulan como el cuestionamiento crítico permanente al poder patriarcal y a la masculinidad hegemónica, cuyo núcleo son las prácticas cotidianas. Es decir, las nuevas masculinidades no se hacen inteligibles en los discursos sino en las prácticas. (p. 203)

Esto es importante considerarlo, pues no solo invita a romper con el discurso políticamente correcto que sostienen los hombres en contra de la violencia, el machismo y la desigualdad, sino que supone el compromiso real para materializar en sus prácticas aquello que sostienen en sus discursos. Resignificar la masculinidad implica un trabajo constante y permanente, en el que los hombres se estén haciendo siempre la pregunta por el poder, por los espacios que se les asignan, por los privilegios que han asumido, por las relaciones que construyen en su día a día, por sus referentes masculinos y la manera en que el patriarcado los ha afectado. Es un trabajo exigente en todos los sentidos, pero que permite deconstruir poco a poco el modelo de masculinidad que siempre les han impuesto y que les limita para posicionarse desde sus sentires, pensares e intereses, y construir relaciones desde la igualdad, el respeto y la reciprocidad. Como lo expresa uno de los estudiantes:

Ya vimos que el patriarcado nos circunscribe en todo, entonces hay que identificar esas lógicas en las relaciones de pareja, en las relaciones filioparentales, de los amigos, del ser y estar en las relaciones de uno mismo con uno mismo. En esas relaciones con uno mismo debe ir pensándose las lógicas que quiere repetir o no repetir, es constante el cambio (estudiante 3, encuentro grupal 4, 28 de marzo 2022).

Desde la perspectiva de los estudiantes construir masculinidades que se enuncien diferente al modelo hegemónico no puede ser únicamente un trabajo individual de cada hombre, sino que requiere la corresponsabilidad de todos los géneros para reflexionar sobre el patriarcado y los mandatos y estereotipos que ha impuesto y que se han asumido y reproducido, pues solo de esta manera se podrá pensar en una sociedad menos violenta y más amorosa, libre y equitativa. En este sentido, el llamado es a que se generen este tipo de discusiones con otros hombres y también con mujeres del programa de Trabajo Social, pues como expresaba uno de los estudiantes, será “una manera de quitarnos ese velo de la masculinidad en lo femenino y que nos vean en una relación de horizontalidad que debe ser así” (estudiante 3, encuentro individual 1, 23 de marzo 2022). Si desde Trabajo Social no se asume el compromiso de abordar estos temas, difícilmente se podrán llevar a cabo transformaciones en otros escenarios.

En lo que sí estoy de acuerdo es que la sociedad se construye entre ambos sexos, entre ambos géneros, y es por ello que sería bueno como tener unos encuentros, unos encuentros donde hombres y mujeres podamos sacar reflexiones, conocimientos, y hasta acuerdos, porque es claro que mecanismos como el patriarcado nos afectan a ambos y si pensamos en una construcción de sociedad donde todos participemos de la mejor de las formas, tenemos que ir de la mano (estudiante 5, encuentro individual 2, 24 de marzo 2022).

A partir de lo anterior, se puede concluir que construir nuevas masculinidades requiere un proceso de reflexión constante de los hombres sobre su condición de género, sus privilegios, y la manera en que el patriarcado los ha afectado para relacionarse afectivamente consigo mismos y con los demás. Pero además implica la puesta en práctica de esas reflexiones en la expresión de sus emociones, el cuidado de sí y el hacer ruptura de los mandatos que les han impuesto para que puedan empezar a asumirse desde sus propios sentires e intereses. Esto permitirá que los hombres construyan su identidad y su proyecto de vida desde lo que desean para sí y establecer relaciones más horizontales, equitativas y de reconocimiento en sus escenarios familiares, comunitarios y educativos.

Para cerrar este momento, es importante considerar las expresiones de los estudiantes frente a la pregunta ¿Qué hombre quieres ser contigo y con otros? la cual fue muy significativa pues dio cuenta de los deseos más profundos de los participantes, a quienes se les ha negado la posibilidad de hablar desde el sentir y de conectar con lo que quieren ser.

Yo quiero ser un hombre que se ame a sí mismo, que ame lo que es, lo que ve, lo que siente, lo que hace (estudiante 2, encuentro grupal 9, 09 de mayo 2022).

Un hombre consciente, reflexivo, crítico, un deconstructor, pero al mismo tiempo un constructor (estudiante 6, encuentro grupal 9, 09 de mayo 2022).

Un hombre que se pueda permitir tener ese miedo, tener esas dudas, tener ese dolor, por cómo la sociedad nos ha pensado o nos ha dicho que debemos ser (estudiante 7, encuentro grupal 9, 09 de mayo 2022).

Un hombre consciente de sus constantes prácticas y discursos, una persona que constantemente se evalúa, andar en coherencia con lo que soy, con lo que siento (estudiante 4, encuentro grupal 9, 09 de mayo 2022).

4. Conclusiones

Los estudiantes de Trabajo Social construyen su masculinidad a partir de las relaciones que establecen con la familia, la sociedad y la comunidad educativa, las cuales les exigen actuar en correspondencia con un modelo de masculinidad hegemónico asociado al poder, la dominación, la dureza y la represión de las emociones. Sin embargo, el ingreso de los hombres a esta profesión les ha dado la posibilidad de repensar aquello que les ha sido legado y distanciarse de esos mandatos patriarcales, gracias a la interacción permanente con compañeras y docentes, y la apertura a nuevas teorías y visiones de mundo. Además, el estar en un medio que les invita a ser más sensibles, empáticos y cuidadores les ha hecho cada vez más conscientes de que no solo es importante promover mejores discursos, comportamientos y prácticas con las demás personas, sino mejorar la relación consigo mismos desde la expresión de sus emociones y el cuidado de sí mismos, aun cuando esto genere dificultad y el enfrentarse a una vulnerabilidad para algunos desconocida. Resignificar la masculinidad, sin duda alguna, implica encontrarse consigo mismos y reconocerse en medio de la fragilidad, de los miedos, las dudas, pero también de las certezas, y comprender que todos se reconocen distintos y que es válido, no hay una sola forma de ser hombres, hay múltiples expresiones de serlo.

Abordar el tema de las masculinidades al interior de las aulas de clase se debe asumir como un compromiso ético, político y profesional para la formación de trabajadores y trabajadoras sociales, pues en estos espacios se abren posibilidades de reflexión crítica a los modelos hegemónicos de masculinidad y se construyen y deconstruyen los prejuicios, estereotipos e imaginarios sociales del ser hombre y mujer. Por ello es necesario recuperar la escucha, el diálogo y el debate alrededor de este asunto, que permita posicionar a los hombres desde unos lugares más democráticos, sensibles y reflexivos y construir masculinidades en plural que se permitan sentir, pensar y actuar a partir de sus propios mandatos, desde la conciencia del respeto, la igualdad y la no violencia.

Las reflexiones aquí expuestas quedan en puntos suspensivos, pues la invitación es a que los y las estudiantes pertenecientes a Trabajo Social continúen construyendo apuestas formativas que posibiliten el reconocimiento del otro, la apertura de espacios de participación y de encuentro y el diálogo sobre asuntos que realmente los mueven y los convocan. Esto permitirá contribuir a procesos formativos movilizadores que promuevan el pensamiento crítico y la transformación social desde las prácticas cotidianas, todo ello encaminado a posicionar los principios de igualdad, justicia y reconocimiento en nuestro propio terreno, Trabajo Social.

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Notas:

1El total de hombres matriculados para el año 2022-1 fue de 88, por lo tanto, el 7,9% participó en el proceso.

2Según Fernández-Carballo y Duarte-Cordero (2006) “el patriarcado se convirtió en una expresión de dominio y opresión que promueve, reproduce y consolida en todos los campos, una visión del mundo, una perspectiva de ideales e imágenes, en que hombres y mujeres se autointerpretan e interpretan a sus congéneres desde ese modelo abiertamente patriarcal” (p. 146).

3“Los prejuicios son, por lo tanto, ideas que adquirimos de los demás sin experimentarlas, y que empleamos, como cualquier otro tipo de ideas, para elaborar categorías que nos permitan predecir el comportamiento de los elementos que integran dichas categorías, y orientar nuestra conducta en consecuencia” (Del Olmo, 2005, p. 16).

Notas:

4Este artículo es derivado del proyecto de investigación “Resignificando los sentidos de ser hombre en Trabajo Social”, desarrollado en el marco del Plan de acción del Programa de Trabajo Social de la Universidad de Caldas como fundamento de la reacreditación

Recibido: 19 de Septiembre de 2022; Aprobado: 15 de Febrero de 2023

Autor de correspondencia: Juliana Saldarriaga-Tabares. Universidad de Caldas. Manizales, Colombia. Correo electrónico: julianatabares1799@gmail.com

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