SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue38Systematization, a methodology for generating knowledge in Social and Human Sciences: bibliometric analysis of the scientific literature of Web of Science.Between prescribed work and real work: compensatory hyper acting as an expansive role of intervening professionals of the Familias program in Chile author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Prospectiva

Print version ISSN 0122-1213On-line version ISSN 2389-993X

Prospectiva  no.38 Cali July/Dec. 2024  Epub July 01, 2024

https://doi.org/10.25100/prts.v0i38.13387 

Artículo de investigación

La maternidad lacerada: duelo de madres que han perdido hijos en contextos de violencia sociopolítica en Cali, Colombia

Lacerated motherhood: mourning of mothers who have lost children in contexts of socio-political violence in Cali, Colombia

Diego Fernando Mercado-Lenis1  1
http://orcid.org/0000-0003-3763-1175

1 Universidad del Valle. Cali, Colombia. Correo electrónico: diego.mercado@correounivalle.edu.co


Resumen

La presente investigación exploró el duelo de un grupo de madres, pertenecientes a una asociación de víctimas de la ciudad de Cali-Colombia, que perdieron sus hijos en contextos de violencia sociopolítica. Para tal fin se adelantó una estrategia metodológica destinada a comprender la elaboración subjetiva de la pérdida en estas madres, indagar el papel que jugaron los aspectos socioculturales en sus procesos de duelo y analizar el papel de los procesos de verdad, reparación y justicia en su vivencia de la pérdida. Dicha estrategia metodológica de corte cualitativo tuvo un diseño fenomenológico, recurrió al muestreo por conveniencia y al análisis de contenido conforme a las categorías de análisis. Los resultados pusieron de relieve algunos elementos para comprender la singularidad de este tipo de duelos, como la necesidad de acudir a la noción de duelo traumático en tanto hay un sinsentido de la experiencia imposible de tramitar; la vivencia de un cuerpo sufriente, roto por la pérdida del vínculo madre-hijo; la experiencia de pérdida de la confianza básica en el otro contrastada con la comunión experimentada con otras madres y víctimas, lo que se convirtió en un potente elemento resiliente y, por último, la inoperancia de la justicia, el predominio de la impunidad que, por un lado, obstaculizaba los procesos de elaboración del duelo, pero, por el otro, propició que el escenario de investigación se convirtiera en un espacio en el que las participantes pudieron dar un testimonio que fue reparador y sanador.

Palabras clave: Duelo; Duelo traumático; Trauma; Violencia sociopolítica; Maternidad

Abstract

The present study explored the grief experienced by mothers belonging to an association of victims in the city of Cali, Colombia, who lost their children in contexts of sociopolitical violence. To this end, a methodological strategy was implemented to understand the subjective elaboration of loss in these mothers, investigate the role played by sociocultural aspects in their grieving processes, and analyze the role of truth, reparation, and justice processes in their experience of loss. This qualitative methodological strategy employed a phenomenological design, resorted to convenience sampling, and conducted content analysis based on analysis categories. The strategy described by as 'research scenarios' was employed to negotiate the researchers' needs with those of the victim group, resulting in the conception of workshops with specific themes through which relevant information was obtained, namely: the reconstruction of mourning in connection with the participants' biographies. The results highlighted several elements for understanding the uniqueness of this type of mourning, such as the necessity to resort to the notion of traumatic grief, given the senselessness of an experience impossible to process; the experience of a suffering body, broken by the detachment of the mother-child bond; the loss of fundamental trust in others contrasted with the communion experienced with other mothers and victims, becoming a powerful resilient element. Finally, the ineffectiveness of justice and the prevalence of impunity hindered the grieving process on one hand, but, on the other, facilitated the research setting to become a space where participants could provide testimony that was both reparative and healing.

Keywords: Grief; Traumatic grief; Trauma; Sociopolitical violence; Motherhood

1. Introducción

Yo he vuelto a parirte, con el mismo dolor, para que vivas un poco más, para que no desaparezcas de la memoria. Y lo he hecho con palabras, porque ellas, que son móviles, que hablan siempre de manera distinta, no petrifican, no hacen las veces de tumba. Son la poca sangre que puedo darte, que puedo darme. (Bonnett, 2013)

El conflicto armado en Colombia que arrastra ya varias décadas ha dejado pérdidas materiales, humanas y simbólicas difíciles de dimensionar. De acuerdo con el Registro Único de Víctimas (RUV, 2023) el Conflicto armado en Colombia ha dejado 9’423.138 de víctimas directas e indirectas. Entre estas, como lo sostiene el mismo informe, el hecho victimizante “homicidio” dejó un saldo de 274.343 víctimas directas y 812.689 víctimas indirectas. Por otra parte, un análisis sociodemográfico con perspectiva de género se revela que entre los sobrevivientes del conflicto armado en Colombia se encuentran más mujeres (87%), que hombres (13%) (Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz [IMP], 2007). Adicionalmente, de acuerdo con la Comisión de la Verdad (2022) se revela la gran desproporción entre las víctimas directas de homicidio: el 91% de las víctimas es de sexo masculino y el 9% de sexo femenino. Lo que equivale a 410.104 hombres y a 40.560 mujeres. En el mismo informe se hace referencia a los vínculos entre los sobrevivientes que denuncian los homicidios y las víctimas directas de estos; después de las compañeras sentimentales, se encuentra a las madres con un 18,1%.

En el informe de la IMP (2007) se describe a las sobrevivientes como “mujeres adultas en estado de pobreza que han perdido el soporte emocional y económico que puede representar un hijo o un cónyuge” (p.17). En las zonas rurales donde los hombres suelen sostener la economía familiar, los hogares de las sobrevivientes sufren un empobrecimiento. También es conocido que, en las familias rurales, los hijos suelen constituirse en el soporte económico de sus padres en la vejez, ya que estos no tienen un empleo formal que garantice su sostenimiento una vez que su condición física o su salud les impida seguir trabajando.

Para la Ruta Pacífica de las Mujeres (2013), muchas madres en zonas de conflicto viven su maternidad con mucha angustia, pues ver a sus hijos crecer supone un estado de zozobra y un miedo permanente, ya que los diferentes grupos armados ven en ellos nuevos combatientes y cualquier negativa al respecto podría tener como consecuencia maltratos, violaciones o incluso la muerte. Para muchas mujeres su situación se agrava cuando se amenaza la integridad de uno de sus familiares, en especial la de sus hijos. En algunos testimonios compilados por la Ruta Pacífica de las Mujeres (2013) estas sienten una mayor afección cuando se ve comprometido su papel de madres, puesto que asumen un mayor sentido de protección que corresponde al rol de género social de cuidadoras que han asumido.

El Suroccidente colombiano ha sido una de las zonas más afectadas por el conflicto armado, el Valle del Cauca, en particular, es un departamento que tiene municipios tanto receptores como expulsores, Cali es uno de ellos (Gobernación del Valle del Cauca, 2015). La población desplazada en Cali se caracteriza por un alto número de mujeres desplazadas, residentes, en su mayoría, en el oriente, en las comunas 21,14, 13 y 15, las cuales, a su vez, son las zonas más densamente pobladas de la ciudad (Gobernación del Valle del Cauca, 2015). También podemos decir que esta población se halla en condiciones de vulnerabilidad psicosocial debido a la precariedad económica, la violencia urbana, las necesidades básicas insatisfechas, entre otras; características de esta zona de la ciudad. También hay que destacar que gran parte de la población de estas comunas es afrodescendiente, es decir, proviene del litoral pacífico. En síntesis, en su retrato de la población desplazada en Cali, el documento dice lo siguiente:

Lo anterior implica que el clúster de desplazamiento ubicado en el oriente de Cali se caracteriza en su mayoría por ser solteros, separados o viudos, reconociendo la existencia de hogares donde en su mayoría las mujeres son jefes de hogar, se encuentran no comprometidas, son afrodescendientes y están a cargo de miembros secundarios. (Gobernación del Valle del Cauca, 2015, p. 20)

Aunque es muy difícil hallar datos precisos sobre cuántas madres han perdido hijos en contextos de violencia pues no existe una categoría como viudo/viuda para referirse a quienes tienen esta condición, es claro que, como la mayoría de las personas asesinadas en eventos del conflicto son hombres jóvenes y que las mujeres sobrevivientes, la gran mayoría desplazadas, han perdido tanto a sus cónyuges como a sus hijos o a aquellos (sobrinos, yernos, nietos) pueden considerarse como tales; concluimos que la pérdida del hijo en hechos violentos se constituye en uno de los eventos más frecuentes en el conflicto armado y una causa de sufrimiento psíquico de muchas mujeres en Colombia.

1.1 Antecedentes

Es difícil dimensionar los impactos subjetivos, sociales y culturales de las pérdidas en contextos de violencia. Lo que sí se puede afirmar, en tanto el duelo es la consecuencia psicológica usual de una pérdida significativa, es que esta es una de las problemáticas de salud mental de mayor relevancia en nuestro país. Dicho en otros términos, si bien el duelo es considerado como un fenómeno normal, en tanto reacción a una pérdida, cuando este se da en circunstancias violentas supone una serie de circunstancias extraordinarias que hacen que su evolución suela complicarse (Fernández-Liria y Rodríguez-Vega, 2000; Mercado-Lenis, 2017). Así mismo, la muerte del hijo ha sido considerada como particularmente dolorosa, por cuanto comporta una inversión de la lógica vital, entre otras cosas (Bonnett, 2013; Roitman et al., 2002 y Umpiérrez, 2015). Para comprender este fenómeno se revisaron algunos artículos concernientes a los duelos por la pérdida del hijo y aquellos en los que esta pérdida se da en contextos de violencia. Estos fueron seleccionados por afinidad disciplinar y por su relevancia geográfica y cultural, por lo cual están en el idioma español.

Las investigaciones sobre la muerte del hijo coinciden en varios aspectos. Por un lado, en lo que podríamos llamar el dolor. Por ejemplo, en su investigación, Jacinto-Alarcão et al. (2008) sostienen que las madres expresaron que “los sentimientos y el sufrimiento por la circunstancia de la muerte de los hijos son preservados y revividos en cada recuerdo. Inclusive cuando ocurrieron hace mucho tiempo” (p.4). Desde una perspectiva psicoanalítica se puede señalar el trabajo de Umpiérrez (2015), quien sostiene que hay un dolor característico en estas madres que siempre está presente, y que cada una de ellas transita por medio de sus propias herramientas a través de lo físico, psíquico y social. Roitman et al. (2002) señalan algo similar, se refieren a un dolor “puntual”, es decir, aunque el sufrimiento general haya disminuido con el tiempo, cada recuerdo o pensamiento asociado al hijo desencadena un dolor que se vuelve intenso rápidamente. Por su parte, en su trabajo de grado, Agudelo-Patiño y Sánchez-Villada (2013) encontraron que el dolor por la desaparición forzada del hijo continuaba muy vivo después de varios años de ocurridos los eventos, mientras que, en contraste, las compañeras sentimentales de los desparecidos prontamente lograban reconstruir sus vidas con otros hombres. Mercado-Lenis (2017) atribuye esta diferencia al vínculo narcisista (Freud, 1914) que suele ser característico de la relación madre-hijo.

Para Roitman et al. (2002) una forma más consciente del sentimiento de culpa es la sensación de haber fracasado como padres, la fidelidad a la memoria del hijo se constituye, de esta manera, en una forma de seguir amando al hijo y en un obstáculo para los intentos terapéuticos de mitigar el dolor y la tristeza. Díaz (2008) ilustra lo anterior con un fragmento de un poema del español Pedro Salinas (1994): “no quiero que te vayas dolor, última forma de amar”. Este vínculo tan fuerte con el hijo, incluso a través del dolor, es señalado por García-Hernández (2009) en su tesis de doctorado. Desde una perspectiva fenomenológica, en sus entrevistas, descubrió que los padres rechazaban la idea de separarse de sus hijos y que la conservación de este vínculo lejos de constituirse en una “negación” era algo que les permitía asimilar, a largo plazo, la pérdida. No sólo les permitía aceptarla sino “más aún, ordenarla e integrarla a su sistema cultural, en el que sus hijos pueden llegar a estar en todas partes” (García-Hernández, 2009, p. 329). Las diferentes imágenes que se vinculan al niño: la del niño en vida, su cuerpo muerto, las de los eventos que rodearon su muerte, así como su vida, las que se conservan en fotografías y vídeos, son mediadores de la memoria que “anclan el recuerdo, como huellas corporales o prolongación de sus cuerpos” (García-Hernández, 2009, p. 330).

Por supuesto, no hay unanimidad respecto a lo singular y catastrófico de la muerte del hijo, como lo señalan los ya clásicos estudios de Scheper-Huges, tal como es citada en Pérez-Sales (2004), en las favelas de Río de Janeiro, donde las madres que pierden a sus hijos a temprana edad ni siquiera asisten a su funeral pues no revisten el suficiente valor afectivo que las lleve a sufrir la pérdida. También vale destacar el trabajo, clásico también, del historiador francés Philippe Ariès (1988) en el que señala que el sentimiento hacia la infancia es un hecho relativamente reciente en la historia de Occidente.

Jacinto-Alarcão et al. (2008) postularon las siguientes categorías de análisis en su investigación:

momificando el hijo en la memoria; muerte y publicidad: recorriendo dos caminos; soportando el dolor de la muerte de un hijo: apego a la espiritualidad; complicidad materna: madres de hijos asesinos y madres de hijos asesinados y justicia versus impunidad. (p. 3)

Respecto a la primera categoría, la momificación no responde tanto a la “negación” de la pérdida, como a un apego intenso a la memoria del hijo y a la preservación de un vínculo saludable con él, tal como lo vimos en el trabajo de García-Hernández (2009). En relación con la segunda categoría, las autoras destacan el carácter sensacionalista de algunos medios que banalizan la tragedia e invaden la privacidad de las madres, mientras que otros sirven para denunciar los crímenes y se convierten en aliados en la búsqueda de la justicia. Respecto a la tercera categoría, las autoras señalan la importancia de la religiosidad para estas madres que les permite soportar la vivencia de un mundo terriblemente injusto y cruel. En cuanto a la cuarta categoría revelan un dato sorprendente y es la solidaridad y compasión de estas madres con las madres de los asesinos de sus hijos, pues estas, a su juicio, también perdieron un hijo “para el mundo del crimen” (Jacinto-Alarcão et al., 2008. p. 6). Y, por último, en la categoría justicia vs impunidad las autoras destacan cómo la búsqueda de la justicia y el investimiento de ese ideal, pues no se trata solo de reclamarla para ellas, sino para otras madres, para que algo así nunca vuelva a suceder; se convierte en algo que da sentido a sus vidas tal como lo hallado en la investigación de Fernández-Liria y Rodríguez-Vega (2000).

Jiménez (2005), en su trabajo con madres de hijos asesinados en la comuna 13 de Medellín, encuentra, al contrario que Jacinto-Alarcão et al. (2008), que para estas madres no hay nada que pueda dar sentido a estas muertes. Sienten que es algo para lo que no hay palabras, que difícilmente podrán superar, algo semejante a la muerte propia. No logran encontrar ni siquiera en la justicia o en las acciones del Estado algo que pueda resarcir el daño. En este sentido, y ante la ausencia de recursos simbólicos para tramitar la pérdida, algunas buscaron justicia a través de la venganza, bien sea por cuenta propia, pues tenían la intención de vengar a su hijo, pero no lo lograron, otras mandaron a matar al asesino de su hijo y otras cumplieron su deseo cuando los victimarios fueron asesinados por otros. Quienes no tuvieron una respuesta violenta fueron las madres, tal como en la investigación de Jacinto-Alarcão et al. (2008), que se identificaban con las madres de los asesinos y no deseaban infligirles el mismo dolor, o porque sus principios religiosos las constreñían a concederles el perdón. Un caso excepcional fue el de una madre que había recibido apoyo terapéutico y ello le llevó a adoptar una posición no violenta frente a la violencia de la que fue víctima.

1.2 Referentes conceptuales de la muerte del hijo en contextos de violencia

Si bien hay una larga tradición teórica en psicología sobre el duelo, desde la escritura del famoso trabajo de Freud (1917) “duelo y melancolía”; nos adherimos a dos perspectivas en particular, la psicoanalítica y la constructivista.

Fernández-Liria y Rodríguez-Vega (2000) examinan todas las complicaciones que puede tener el trabajo de duelo en situaciones de guerra y conflictos armados. Para ello retoman el modelo de tareas propuesto por Worden (2013) que contrasta con la reconocida versión por etapas (Kubler-Ross, 1969). Una de las tareas, por ejemplo, es “aceptar la realidad de la pérdida” que suele complicarse por la ausencia de cadáver, pero, sobre todo, por la imposibilidad de que los ritos funerarios tengan lugar. La energía del sobreviviente es reclamada para cuidar de otros sobrevivientes más vulnerables y, además, los referentes de realidad están tan distorsionados, que crean una sensación de irrealidad abrumadora frente a la muerte misma (Fernández-Liria y Rodríguez-Vega, 2000).

La ausencia de una “prueba de realidad” (Freud, 1917) ha sido largamente analizada por Zorio (2011) y Díaz (2008) como factor que obstaculiza, pero no imposibilita del todo, la elaboración de la pérdida del ser amado en contextos de violencia. Para Díaz (2008), en su examen de los casos de desaparición forzada, el ritual facilita, gracias a su eficacia simbólica, la tramitación de un proceso que, de otro modo, quedaría atascado. Es claro que muchas veces los rituales son la consecuencia de una elaboración individual o colectiva previas, pero en otras, son movilizadores del trabajo de duelo (Mercado-Lenis, 2017). Para Fernández-Liria y Rodríguez-Vega (2000) el ritual no tiene la función solamente de apoyar al doliente, sino de estructurar una comunidad que ha sido amenazada. En este sentido, las dificultades para llevar a cabo estos rituales no tienen efectos solamente en el sobreviviente, sino en las posibilidades de reconstrucción de la comunidad, de “reorganizar la vida para la paz” (Fernández-Liria y Rodríguez-Vega, 2000, p. 9).

En cuanto a la tarea “experimentar las emociones vinculadas a la pérdida” Fernández-Liria y Rodríguez-Vega (2000) señalan que habitualmente las culturas disponen de “instrumentos” para expresar los sentimientos asociados a la pérdida y hacer un balance. Las manifestaciones de dolor, habitualmente proscritas, son permitidas durante los ritos funerarios a los dolientes e incluso ciertas manifestaciones colectivas de llanto y dolor son inducidas como es el caso de las plañideras. Luego, se les facilita un relativo aislamiento de la comunidad para que puedan experimentar su sufrimiento. Otra de las tareas consiste en “desenvolverse en un mundo donde el ser amado ya no está”. De manera similar a la tarea anterior, los autores señalan que las culturas ofrecen ciertos dispositivos formales o informales para ayudar a las personas a afrontar los problemas básicos de la vida a los que se ven abocados sin su ser querido. En contextos de guerra las redes de apoyo social suelen estar trastornadas, la familia disgregada y las instituciones ausentes (Fernández-Liria y Rodríguez-Vega, 2000). En síntesis, para ambas tareas los mecanismos tanto sociales como simbólicos que suelen ser coadyuvantes del trabajo de duelo están cercenados en virtud de la lógica y dinámica mismas de la guerra.

La cuarta tarea ha sido denominada: “hallar una conexión perdurable con el fallecido al embarcarse en una vida nueva” (Worden, 2013, p. 68) y se asemeja a lo que García-Hernández (2009) planteaba en su tesis doctoral de cómo los padres seguían sosteniendo un vínculo a través del tiempo con sus hijos fallecidos que, lejos de ser signo de una “negación”, les permitía tramitar el dolor de la pérdida. Worden (2013) se refería a esta tarea en un sentido muy próximo al de Freud (1917) cuando hablaba de cómo el Yo quedaba liberado para poder investir de nuevo al mundo. Se trata tanto de una hallar una conexión perdurable con el ser querido en el psiquismo, como de una reconstrucción de ese mundo que había perdido sentido a partir de la posibilidad de amar otros “objetos”. Para Fernández-Liria y Rodríguez-Vega (2000) la guerra “facilita objetos de amor alternativos” (p. 19), pero es “pródiga en fetiches que requieren toda la energía que uno es capaz de generar” (p.19). Los autores se refieren aquí al hecho de que las personas invisten la tarea de ayudar a otras víctimas o a los más desvalidos y que ideales como la patria, la victoria o la venganza son los que ocupan ese lugar de objetos alternativos. Para Díaz (2008) la venganza no facilitaría el trabajo de duelo, pues constituiría un tratamiento de “lo real por lo real” (p. 10); la tramitación de lo real por lo simbólico tendría lugar a través del ritual y la justicia, por supuesto, cuando esta es eficaz.

Respecto a la muerte del hijo, algunos autores han destacado el carácter irrepresentable e innombrable de esta (Bonnett, 2013 y Roitman et al., 2002). Estos últimos señalan cómo no hay una denominación para aquel que pierde a un hijo, mientras que las culturas proporcionan los términos viuda, huérfano, por ejemplo, para quienes pierden a su ser querido. Para Roitman et al. (2002) la muerte del hijo es nada más y nada menos que el paradigma del duelo.

Lo que se pude reafirmar a partir de lo anterior es que la muerte del hijo se convierte en el paradigma del duelo y, podríamos anticipar, del duelo no resuelto, porque los hijos se han convertido en Occidente, por lo menos en el último siglo, en lo que Freud (1914) denominó His majesty the baby, es decir, en el centro de interés, mimos y atenciones por parte de los adultos en las familias occidentales. Lo contrario, el hecho de que la muerte del hijo sea intrascendente, es cuando se da en condiciones extremas de pobreza y violencia por las cuales esta no adquiere el suficiente valor afectivo sino cuando el niño ya ha logrado sobrevivir a cierta edad. Es la excepción y no la norma.

Como es conocido en la teoría psicoanalítica, las relaciones humanas están marcadas por la ambivalencia odio-amor (Freud, 1917). Y las relaciones padres-hijos son un claro ejemplo de ello pues los padres suelen ser fuente de grandes frustraciones para su prole, mientras que la parentalidad supone, a su vez, un conjunto de sacrificios y renuncias nada desdeñable. En este sentido, la culpa se incuba en una dinámica en la que los sentimientos hostiles reprimidos se vuelven contra sí mismo tras la pérdida (Freud, 1917) y esto no aplica solo para los duelos patológicos, “melancólicos”, como lo señalaba Freud, sino para muchas formas consideradas “normales” (Leader, 2012; Mercado-Lenis, 2017).

Allouch (1995, citado por Umpiérrez, 2015) sostiene que la pérdida de un ser querido implica una pérdida de una parte de sí. Esto se relaciona con el hecho de que muchas madres viven a sus hijos como una parte de sí mismas, aún después del parto, y también con la constitución narcisista del Yo, en la que el otro juega un papel decisivo. Si bien el autor no es explícito en este sentido, hace referencia a la emergencia del Yo en el estadio del espejo propuesta por Lacan, ya que se habla de esta dimensión narcisista de la pérdida vivida como un “descenso a los infiernos”, como “la prueba máxima que un ser humano puede vivir” (Umpiérrez, 2015). Hay una vivencia de vacío y una necesidad de reconstruirse a partir de diálogos y encuentros que sólo son posibles a partir del nombre del hijo. Algo similar a lo que señalaba García-Hernández (2009). Roitman et al. (2002) también indicaban la dimensión narcisista de este duelo en cuanto supone la ruptura de la “continuidad generacional” de la idea (inconsciente) de “inmortalidad del Yo” pues los hijos contribuyen, en cierta medida a sostener esa idea en tanto son una proyección narcisista de los padres y, por ende, un consuelo ante la propia muerte. A su vez, la identidad parental se sostiene por la existencia de un hijo, terminada esta, dicha identidad se diluye y sobrevienen angustias de desintegración y pérdida de la continuidad temporal.

Debido a la relevancia contextual ya señalada, así como a los hallazgos de otras investigaciones podemos concluir que el duelo de madres de personas asesinadas en contextos de violencia se constituye en una de las problemáticas psicosociales y de salud mental más relevantes de nuestro país, no solo por el impacto inmediato y a mediano y largo plazo en individuos y comunidades sino por lo que puede significar, incluso, a nivel intergeneracional. La comprensión de este problema puede proveer a los profesionales y las instituciones herramientas para el abordaje psicosocial de las mujeres que han sufrido la pérdida de sus hijos; también puede proporcionar pistas a las instituciones y a los entes gubernamentales, sobre qué tanto contribuyen las formas de reparación a la salud mental y al bienestar psicosocial de las víctimas de la violencia en Colombia.

Así las cosas, el propósito de esta investigación fue comprender los procesos de duelo de madres que perdieron hijos por hechos de violencia, pertenecientes a una asociación de víctimas del conflicto armado de la ciudad de Cali; para lo cual se adelantó una estrategia metodológica destinada a 1. Comprender la elaboración subjetiva de la pérdida por muerte violenta en estas madres. 2. Indagar el papel que juegan los aspectos socioculturales en sus procesos de duelo y 3. Analizar el papel que juegan los procesos de verdad, reparación y justicia en su vivencia de la pérdida.

2. Metodología

Esta investigación adoptó claramente una epistemología cualitativa en la que el conocimiento tiene un carácter constructivo-interpretativo (González-Rey, 2006). Esto quiere decir que la investigación no se concibe como un proceso destinado a develar una realidad que está ahí, presta a ser aprehendida, sino que, a través de la práctica investigativa misma, se producen zonas de sentido que permiten una mayor inteligibilidad de lo estudiado. Este tipo de investigación al que nos afiliamos también reivindica el valor de lo singular como objeto válido de estudio y de la subjetividad como objeto de estudio de la psicología (Cano, 1988; Gilliéron, 1988; González-Rey, 2006).

Siguiendo a Vygotsky (1978) la subjetividad, si bien hace referencia a lo individual, se gesta en las matrices interindividuales, es decir, sociales. Este intercambio es posible gracias a los artefactos que nos brinda la cultura, particularmente los símbolos. Para González-Rey (2006) los procesos simbólicos y emocionales que dan lugar a la subjetivación de la experiencia humana no pueden comprenderse a través de procesos estandarizados que están fuera de los espacios donde se producen, es decir, del intercambio social. Es por esto por lo que propusimos inicialmente un acercamiento grupal y no individual.

Para este propósito recurrimos al tipo de muestreo por conveniencia (Mendieta-Izquierdo, 2015) y contactamos a una asociación de víctimas de la ciudad de Cali ubicada en el Distrito de Aguablanca. En ella esperábamos encontrar el tipo de perfiles que necesitábamos, a saber: madres de hijos asesinados en hechos de violencia sociopolítica. Una vez que fuimos conociendo el grupo y las historias de vida de los y las participantes nos vimos obligados a ampliar nuestra noción de maternidad pues la mayoría respondía al perfil en la medida que habían perdido no solo hijos biológicos, sino a otros seres queridos que concebían como tales: un sobrino, un yerno y el bebé no nacido de una compañera de cautiverio. El grupo estuvo compuesto por un número variable de participantes de entre 8 y 10 personas, la mayoría mujeres que asistieron regularmente a las reuniones y en las que participaron eventualmente dos hombres y una joven transgénero. No nos pareció conveniente excluir a los varones pues el intercambio de experiencias desde diferentes posiciones subjetivas nos pareció sumamente valioso.

En el acercamiento al grupo tuvo lugar inicialmente lo que González-Rey (2006) denomina la fase de “escenarios de investigación”. Es decir, hicimos unas reuniones iniciales, primero con la líder del grupo, luego con el grupo en pleno, nuestra intención no era presentarles lo que “íbamos a hacer” sino el propósito de nuestra investigación y hacerles partícipes de esta. Es así como en este escenario se discutieron las temáticas que iban a tener las reuniones de manera que respondieran tanto a nuestras necesidades como investigadores, así como a las de ellas como grupo.

Así las cosas, las temáticas que se definieron por consenso fueron: 1. Trauma y Resiliencia. 2. Árbol genealógico y cuerpo. 3. Migraciones y geografías 4. Violencias, duelos y pérdida. 5. Emociones y autocuidado: orientar y ayudar sin lastimar. 6. Primeros auxilios psicológicos 7. Justicia, rituales y reparación. Cada una de las temáticas respondía tanto a las necesidades de la investigación, como a las expresadas por el grupo o, a ambas. Por ejemplo: las temáticas 1, 2, y 4 respondían a la necesidad de comprender la vivencia subjetiva de la pérdida, las temáticas 2 y 3 a los aspectos socioculturales del duelo y la temática 7 al papel que juegan los procesos de verdad, reparación y justicia en su vivencia de la pérdida. Mientras tanto, las temáticas 1, 4, 5 y 6 a las necesidades expresadas por las participantes. Una vez realizados los talleres, sin embargo, se pudo comprobar que todos brindaron información relevante para el objeto de la investigación.

Dichas reuniones fueron realizadas en ese orden bajo la modalidad de taller. Cada uno fue facilitado por el investigador principal, un coinvestigador y uno o dos estudiantes en práctica o pasantía de investigación que rotaron en cada taller. Cada taller duró aproximadamente dos horas y media y la frecuencia fue semanal y en ocasiones quincenal dada la disponibilidad del grupo. En total, la fase grupal duró 3 meses pues algunas temáticas requirieron más de una sesión.

Para desarrollar cada temática se usaron metodologías variadas: dibujos, sketches, juegos de roles, trazos de trayectorias de vida en un mapa de Colombia, discusión a partir de crónicas de violencia, etc. El propósito de estas fue facilitar la palabra de las participantes, la expresión de las emociones asociadas a sus vivencias y el intercambio de experiencias y opiniones sobre los diferentes temas tratados. El rol de los facilitadores fue, en principio, de introducir algunos elementos teóricos o técnicos cuando era necesario, pero, sobre todo, de poner a circular la palabra y brindar algunos elementos de elaboración subjetiva y grupal de lo que el grupo expresaba a partir de preguntas, paráfrasis, reflejos empáticos, recapitulaciones y, muy eventualmente, de interpretaciones.

Por lo anterior, el diseño de la investigación fue fenomenológico pues buscó comprender y describir los fenómenos desde el punto de vista de cada participante, así como de aquel construido colectivamente (Salgado-Lévano, 2007). A partir de la escucha de los discursos grupales e individuales, los investigadores intentaron capturar el significado de la experiencia de las participantes, ateniéndose a sus habilidades y su experticia clínica.

2.1 Consideraciones éticas

En cuanto a las implicaciones éticas huelga decir que éramos conscientes de que en algún momento se iban a abordar temas que podrían tener un impacto emocional en las participantes pues implicaba traer a la memoria recuerdos dolorosos. En conversaciones previas con la lideresa del grupo, esta fue advertida de esa posibilidad. Así mismo, se realizó el respectivo consentimiento informado en el que nos comprometíamos a brindar contención emocional si este fuese necesario. Sin embargo, el diseño de los talleres tuvo el propósito de evitar la revictimización, pues estos no pretendían ser solo un medio de expresión, sino de reflexión en el que, además, se les brindaba herramientas para el cuidado emocional propio y recíproco. También se les ofreció la posibilidad de tener sesiones individuales en caso de que lo consideraran necesario, alternativa a la que ninguna recurrió. La metodología de los talleres propendió por el cuidado de la estabilidad emocional del grupo y de sus integrantes. Al final de la fase grupal, gracias a la retroalimentación del grupo, pudimos comprobar que el espacio fue considerado positivo, enriquecedor y sanador.

3. Hallazgos

3.1 El duelo traumático

En primer lugar, para comprender los relatos de las participantes, tuvimos que recurrir a la categoría de duelo traumático (Lachal et al., 2003). Todas hablaron de un sinsentido, una imposibilidad de aprehender el evento, de ponerlo en palabras. También mencionaron, en el plano emocional, un dolor imposible. Por ejemplo, Ana2 sostenía que eso (la muerte de su yerno a quien consideraba un hijo) “se encerró en mi mente, no se me borra, me quedó marcado como el ganado” (Ana, comunicación personal, 2 de julio de 2022); también, respecto a la muerte de su sobrino (quien padecía una discapacidad cognitiva), decía: “es una experiencia inexplicable” (le entregaron su cuerpo en una cajita, en pedacitos). Diana, por su parte, decía, respecto al asesinato de su hijo: “el pasado no se borra, esto marcó un antes y un después” (Diana, comunicación personal, 2 de julio de 2022). Estos elementos reflejan con mucha claridad las nociones de trauma, tanto las clásicas que la conciben como un desborde emocional, un desequilibrio energético o afectivo producto de la efracción del psiquismo (Freud, 1920) y a otras más recientes que se refieren a una confrontación con lo real de la muerte (Lebigot, 2009). Esa experiencia de estar cerca de ella, de la propia o la de un ser querido, entra en el psiquismo como un dato bruto, sin una representación que la acoja o que la transforme (Lebigot, 2009).

En esta misma dirección y en la medida en que esta experiencia queda enquistada en el psiquismo sin nexo con otras representaciones, no sufre las transformaciones propias de la memoria, por eso, cuando las madres hablan del evento, lo sienten como si “hubiese sido ayer”. Las ideas alrededor de la muerte del hijo son fijas, repetitivas e invasivas.

Una vez instalada en la memoria, la imagen traumática puede durar algunos días, meses, años o toda la vida (Lebigot, 2009). Por ello las madres se refieren a ello como algo que no pasa, que continúa anclado en el pasado, “como el primer día”.

3.2 Un “dolor imposible”

Muchas de las participantes padecían de afecciones médicas, algunas crónicas, otras que revestían cierta gravedad. Pero el común denominador era el dolor. Ceciliadecía: “Él salió y le dispararon en la cabeza. Eso no tiene nombre, ese dolor es imposible, es como si uno caminara en el aire” (Cecilia, comunicación personal, 14 de mayo de 2022) Ana decía: “Él (su hijo) tomó el camino equivocado y en el Caguán lo mató la guerrilla. Pero nunca tuvimos el cuerpo. En este momento no sé si él está muerto o vuelve a aparecer. Desde entonces me duele todo el cuerpo” (Ana, comunicación persona, 28 de mayo de 2022). Cecilia Agregaba: “No soy capaz de mirar la foto de él. Pasó hace 4 años, pero es como ayer, el primer día. ¿Quién puede curar eso? Es como si me hubieran arrancado las entrañas” (Cecilia, comunicación personal, 28 de mayo de 2022). Lucía Es un caso especial, sufrió dos accidentes cerebro vasculares, uno en la época que estuvo cautiva por un grupo armado y el otro recientemente. Sin embargo, este dolor físico, vinculado con el psíquico, no podía atribuirse a una sola de las violencias, ni de las pérdidas sufridas. Lucía, a quien le mataron, además, a sus padres y a un tío, decía: “Es como si sintiera el dolor de todos, un dolor múltiple de los pies a la cabeza” (Lucía, comunicación personal, 11 de junio de 2022). Las metáforas relacionadas con la muerte del hijo, expresadas por las madres al instante de haber recibido la noticia o de haber recuperado sus restos, nos ayudaron a comprender la vivencia del cuerpo referida a esa pérdida en particular. La de un cuerpo vaciado pues le “arrancaron las entrañas” (Julia, comunicación personal, 28 de mayo de 2022), una vivencia de vacío de un cuerpo que levita, que “camina en el aire” (Ileana, comunicación personal, 14 de mayo de 2022) o un cuerpo, por el contrario, pesado, que pierde su sostén y se desploma. La referencia de las participantes habla de una conexión íntima, muy orgánica, narcisista a la vez, con el hijo, como una extensión del cuerpo de la madre; el duelo como la resultante de la ruptura de la intercorporeidad (Freitas & Michel, 2014). Expresiones como “nacido del seno” o “carne de tu carne” hacen referencia a ese imaginario cultural que vincula a la madre con el hijo más del lado biológico que de la cultura (Freitas & Michel, 2014).

3.3 El otro enemigo y la pérdida de la confianza básica

El otro victimario reviste al menos dos dimensiones: está el ser humano concreto que produjo un daño irreparable, imposible de perdonar. Lucía decía, en un espacio de reconciliación con su verdugo: “No soy capaz de perdonar, él (el paramilitar) es el demonio en persona; le dije: Usted mató a mis padres cuando tenía 8 años, no me olvido de usted, si tuviera un arma lo mataría ahora mismo” (Lucía, comunicación personal, 25 de junio de 2022). Por otra parte, también aparecía en los relatos de las madres en una dimensión interiorizada, omnipresente en todas las situaciones de conflicto y de tensión. El enemigo podía estar en cualquier lado, podía ser cualquiera, decían: “no se puede confiar en nadie”. Las acciones de los violentos eran impredecibles y arbitrarias, ese otro se veía como omnipotente, por lo cual había una zozobra permanente. En las sesiones abundaron narraciones de las acciones de los violentos que impedían que la vida pudiera desenvolverse de manera “normal” en el campo social. Dicho en otros términos, es lo que Benyakar (2016) denominó “entornos disruptivos”, una sucesión de hechos disruptivos que terminan distorsionando el entorno y limitando las capacidades de las personas para tomar decisiones y agenciar la vida.

Si bien este enemigo no solo era el asesino del hijo, sino que englobaba a aquellos que las han violentado a ellas y a otras personas; los relatos de violencias que afectaron el vínculo madre hijo eran particularmente espeluznantes y causaban horror en el grupo. El grupo narró el caso de una madre a la que le hicieron comer la carne de su hijo, o el de otra madre que fue asesinada, degollada y cuya cabeza fue exhibida como un “regalo” para su hijo. La matanza de varios jóvenes (hijos) en Buenaventura o los múltiples relatos de cuerpos desmembrados y los falsos positivos. También el hecho de que no dejaran recuperar los cuerpos o que impidieran que fueran velados. Todo esto responde a lo que hemos llamado en otro trabajo (Mercado-Lenis, 2017) “técnicas de traumatización” pues atacan los pilares de la constitución psíquica humana y también los apuntalamientos psicoculturales que permiten afrontar la tragedia. La mutilación del cuerpo, por ejemplo, retrotrae al sobreviviente a un momento anterior al estadio del espejo, antes de la constitución imaginaria del Yo (Sampson, 2000). Dado ese grado de sacralidad que reviste el vínculo madre-hijo, su perversión, por ejemplo, el “canibalismo forzado”, atenta contra las bases más profundas de lo humano. Estos relatos de horror con los que se identificaban, las unían en una comunidad de madres sufrientes.

Lachal et al. (2003) menciona cómo hay una identificación fundamental a la especie humana, basada en el proceso de humanización tanto ontogenético como filogenético. Esta identidad es reforzada a lo largo del desarrollo, pero en contextos como el que estamos describiendo, dicha identidad se encuentra amenazada. Mientras que los victimarios pretenden “destruir la humanidad en lo humano” (Lachal et al., 2003), lo que logran posiblemente es fracturar la confianza básica en el otro, garante del lazo social. En el acercamiento inicial a estas madres no fue fácil romper esa desconfianza generalizada, esta fue reforzada por la forma como fueron tratadas por la comunidad receptora y las instituciones cuando fueron desplazadas.

3.4 Cómo lo humano surge de la inhumanidad

Esta pérdida de la confianza básica, evidente con los extraños, es contrastada radicalmente por una fuerte identidad endogrupal con los miembros de la asociación y también con quienes comparten su condición de víctimas: Decían “estamos unidas por el mismo dolor”. Entre estas identificaciones con otras víctimas se destacan aquellas con las madres que han perdido hijos. Observamos un sentimiento de profunda empatía, en su versión afectiva, que las llevó a sentir el dolor de otras madres como propio. Esta fuerte identificación con otras madres víctimas también es encontrada en las investigaciones de Jacinto-Alarcão et al. (2008) y Jiménez (2005), cuyas participantes decidieron no tomar venganza para no causarle el mismo dolor a las madres de los asesinos. Esta identificación se transformó en acciones y actitudes concretas, pues muchas de las participantes que evidenciaron un grado elevado de altruismo y abnegación que tuvo un efecto reparador.

Es en esta dimensión y en la fuerza del grupo que hallamos un proceso resiliente asombroso, porque, a pesar de esa humanidad que ha sido profundamente lacerada, las participantes han sabido reinvertir el amor en otros “objetos” que han sufrido desgracias. En cuanto a la tarea de duelo “hallar una conexión perdurable con el fallecido al embarcarse en una vida nueva” (Worden 2013, p. 68), ellas han podido investir fuertemente el ideal del altruismo, de la ayuda al más necesitado. Fernández-Liria y Rodríguez-Vega (2000) decían al respecto:

La guerra no facilita objetos amorosos alternativos. Pero sí es pródiga en fetiches que requieren toda la energía que uno es capaz de generar. A veces es la ayuda a otras víctimas, a veces la salvación de personas más débiles que dependen de uno, pero sobre todo cosas como la patria, la victoria, los nuestros o la venganza son candidatos idóneos para ocupar ese lugar. (p. 201)

3.5 La reparación fallida y el valor del testimonio

Los relatos de las madres sobre su vivencia del conflicto reflejan lo que Benyakar (2016) denominó “entornos disruptivos”, es decir, contextos donde las reglas que regulan lo cotidiano están invertidas y se desfiguran las relaciones entre las personas y el mundo social. Como lo relatan las participantes, los grupos armados son amos y señores en los territorios e imparten las normas de manera arbitraria. Hay un desierto institucional y quienes deberían proteger a la sociedad civil muchas veces también ejercen la violencia o fungen de cómplices de los grupos ilegales. En su calidad de víctimas han percibido los procesos de reparación insuficientes y sienten que los crímenes de los que fueron objeto quedaron impunes. Las negociaciones de paz han sido vistas como un premio para los violentos y los encuentros de reconciliación con los victimarios un teatro donde impera la hipocresía pues no creen en su arrepentimiento. Lucía decía: “No vi sinceridad en los espacios de reconciliación, odio al gobierno. Ninguna de las ayudas compensa, odio los acuerdos políticos, ellos (los grupos armados) recibieron beneficios a cambio del desarme” (Lucía, comunicación personal, 25 de junio de 2022).

Este panorama desolador no favorece que se pueda tramitar lo real por lo simbólico (Díaz, 2008), sino que, por el contrario, la condición de víctima puede adquirir un estatuto ontológico, una condición de vida. Cuando la justicia no opera o se corrompe, es un factor de victimización y ayuda a perpetuar el dolor y los duelos (Mercado-Lenis, 2017).

Sin embargo, en las sesiones grupales observamos cómo las participantes se explayaban en los relatos sobre las violencias de las que fueron víctimas que iban acompañados de quejas, indignación y reclamos. Entendimos que en ese espacio encontraron una forma de denuncia y testimonio, aunque estos no tuvieran una consecuencia fáctica ni jurídica. Fuimos destinatarios, en tanto externos al grupo, de aquello que no había sido escuchado o que había sido soslayado. Para Lachal et al. (2003) los testimonios son relatos que, por su intensidad humana, exigen respuestas, principalmente de consuelo, en el sentido activo del término. Según Leader (2012) para que una pérdida devenga duelo debe ser registrada y por registro entendimos ofrecerles una escucha empática que recogiera y diera a sus relatos un justo lugar, sobre todo, que las reconociera como víctimas de violencias atroces; algo que las instituciones no les han ofrecido.

Como lo señala Lira (2010) en su trabajo con víctimas de la dictadura, el testimonio suele tener un valor terapéutico relevante en las víctimas de violencias, sobre todo en la elaboración de emociones como la rabia cuando los crímenes de los que han sido objeto no son reconocidos como tal en la sociedad. En nuestro caso, descubrimos que este espacio resultó sanador y consolador para las madres.

4. Conclusiones

Nuestra investigación exploró el duelo en dos condiciones por las que, de acuerdo con las investigaciones precedentes, suele tener una evolución complicada; a saber: la pérdida del hijo y las pérdidas en contextos de violencia. Estas investigaciones han arrojado hallazgos que coinciden con los nuestros, sin embargo, consideramos que hay elementos que estas han soslayado y es la dimensión de lo traumático. En cuanto a la elaboración subjetiva de la pérdida por muerte violenta en estas madres concluimos que no se puede aprehender la dimensión subjetiva de dichos duelos sin acudir a la noción de duelo traumático que permitió comprender la ausencia de sentido, lo inefable y la calidad de presentismo (actualidad) que acompaña esta vivencia. También es importante considerar la vivencia corporal marcada por esa ruptura de la intercorporeidad (Freitas & Michel, 2014) que deja a ese cuerpo vacío, desentrañado, sufriente. Si bien en otros duelos la culpa juega un papel importante como forma de hostilidad hacia sí mismo, en estos duelos está claramente ubicada en el otro (enemigo) que a veces deviene una alteridad interiorizada, fuente de una desconfianza básica hacia el otro, al extraño y, prácticamente, hacia toda la institucionalidad. Respecto a los aspectos psicosociales lo anterior contrasta con una fuerte identidad endogrupal y un sentimiento de común humanidad y hermandad con otras víctimas y especialmente con otras madres que han perdido hijos; lo cual coadyuvó a un proceso resiliente. La potencia reparadora del grupo de víctimas, en cabeza de una lideresa que lucha por sus derechos, los actos altruistas en pro de los más necesitados a pesar de contar con pocos recursos, se constituyeron en esos ideales que invistieron fuertemente y que les han permitido lidiar con el horror. Vale la pena destacar el valor de la dinámica grupal realizada en la investigación que funcionó a manera de testimonio que, aunque sin efectos legales, permitió una escucha empática y reparadora de las penas sufridas. Por último, en cuanto al papel que juegan los procesos de verdad, reparación y justicia, como posibles coadyuvantes de sus procesos de recuperación emocional hay que decir que, tal y como han sido vividos por las madres, no las han llevado sino a ahondar su sensación de desesperanza y desolación. Esto nos lleva a pensar en sus múltiples fallas en nuestro país y en cómo los procesos psicosociales pueden contribuir, cuando se realizan de manera genuina, bienintencionada y abstraídos de las lógicas burocráticas, no solo a la reconstrucción de las vidas de quienes han sufrido violencias atroces., sino que sirven para dar voz a las víctimas en la dimensión del testimonio.

5. Referencias bibliográficas

Agudelo-Patiño, L. F., y Sánchez-Villada, P. A. (2013). Exploración del proceso de duelo en familiares de personas víctimas de la desaparición forzada en el Valle del Cauca [Trabajo de pregrado, no publicado]. Universidad del Valle, sede Buga. [ Links ]

Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz [IMP]. (2007). Análisis sociodemográfico de las víctimas del conflicto armado: brechas de género. Corporación Casa de la Mujer Trabajadora. [ Links ]

Ariès, P. (1988). El niño y la vida familiar en el antiguo régimen. Taurus [ Links ]

Benyakar, M. (2016). Lo disruptivo. Biblos [ Links ]

Bonnett, P. (2013). Lo que no tiene nombre. Alfaguara. [ Links ]

Cano, F. (1988). La subjetividad como objeto de la psicología y los modos de investigación. Cuadernos de psicología, 9(2), 87-111. [ Links ]

Comisión de la Verdad. (2022, 11 de julio). Cifras de la Comisión de la Verdad presentadas junto con el Informe Final. Comisión de la Verdad. https://web.comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/principales-cifras-comision-de-la-verdad-informe-finalLinks ]

Díaz, V. E. (2008). Del dolor al duelo: límite al anhelo frente a la desaparición forzada. Revista Affectio Societatis, 5(9), 1-20. https://doi.org/10.17533/udea.affs.5323Links ]

Fernández-Liria, A., y Rodríguez-Vega, B. (2000) Trabajo de duelo o trastorno por trauma: Modelo para la actuación en situaciones de guerra o violencia política. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 20(74), 189-2005. https://www.revistaaen.es/index.php/aen/article/view/15692Links ]

Freitas, J., & Michel, L. (2014) A maior dor do mundo: o luto materno em uma perspectiva fenomenológica. Psicologia em Estudo, Maringá, 19(2), 273-283. https://doi.org/10.1590/1413-737222324010Links ]

Freud, S. (1914). Introducción al Narcisismo. Amorrortu. [ Links ]

Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. Amorrortu. [ Links ]

Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. Amorrortu. [ Links ]

García-Hernández, M. A. (2009) El significado de perder un hijo. La construcción discursiva de padres y madres [Tesis doctoral, Universidad de La Laguna]. Archivo digital. https://riull.ull.es/xmlui/handle/915/9788Links ]

Gilliéron, C. (1988). La validez en psicología ¿Primera, segunda o tercera persona? Cuadernos de psicología, 9(1), 1-33. [ Links ]

Gobernación del Valle del Cauca. (2015). Desplazamiento Forzado en las Comunas de Santiago de Cali: Análisis Espacial de Efecto Vecindad. Departamento Administrativo de Planeación. https://www.valledelcauca.gov.co/loader.php?lServicio=Tools2&lTipo=viewpdf&id=28753Links ]

González-Rey, F. L. (2006). Investigación cualitativa y subjetividad. Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala-ODHAG. [ Links ]

Jacinto-Alarcão, A. C., De Barros-Carvalho, M. D., y Pelloso, S. M. (2008). La muerte de un hijo joven. Comprendiendo la vivencia de la madre. Revista Latino-Americana de Enfermagem, 16(3), 341-347. https://www.scielo.br/j/rlae/a/JYbmHvhHc3jkDgm6bdjCjgp/?format=pdf&lang=esLinks ]

Jiménez, B. I. (2005) La muerte violenta de un hijo: ¿Continuar o romper con el ciclo de la violencia? Trabajo Social, (7), 33-46. https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/8474/9118Links ]

Kubler-Ross, E. (1969). On Death and Dying. Macmillan. [ Links ]

Lachal, C., Ouss-Ryngaert, L., & Moro, M. R. (2003). Comprendre et soigner le trauma en situation humanitaire. Dunod. [ Links ]

Leader, D. (2012). La moda negra. Duelo, depresión y melancolía. Sexto Piso. [ Links ]

Lebigot, F. (2009). Le traumatisme psychique. Stress et trauma. 9(4), 201-204. [ Links ]

Lira, E. (2010) Trauma, duelo, reparación y memoria. Revista de Estudios Sociales, (36), 14-28. https://www.redalyc.org/pdf/815/81514696002.pdfLinks ]

Mendieta-Izquierdo, G. (2015). Informantes y muestreo en investigación cualitativa. Revista Investigaciones Andina, 17(30), 1148-1150. https://revia.areandina.edu.co/index.php/IA/article/view/65Links ]

Mercado-Lenis, D. F. (2017). El duelo en contextos de violencia. Aportes desde el psicoanálisis y la perspectiva transcultural. Revista Lumen Gentum, 1(1), 35-43. https://doi.org/10.52525/lg.v1n1a3Links ]

Ruta Pacífica de las Mujeres. (2013). La verdad de las mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia. Ruta Pacífica de las Mujeres. https://rutapacifica.org.co/documentos/versionresumidacomisiondeverdadymemoria.pdfLinks ]

Pérez-Sales, P. (2004). Psicología y psiquiatría transcultural: bases prácticas para la acción. Desclée de Brouwer. [ Links ]

Registro Único de Víctimas [RUV]. (2023, 31 de enero). Víctimas por Hecho Victimizante. https://cifras.unidadvictimas.gov.co/Cifras/#!/hechosLinks ]

Roitman, A., Armus, M., y Swarc, N. (2002) El duelo por la muerte de un hijo. Aperturas Psicoanalíticas. Revista Internacional de Psicoanálisis, (12). https://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000216Links ]

Salgado-Lévano, A. C. (2007). Investigación cualitativa: diseños, evaluación del rigor metodológico y retos. Liberabit, Revista Peruana de Psicología 13(13), 71-78. http://www.scielo.org.pe/pdf/liber/v13n13/a09v13n13.pdfLinks ]

Salinas, P. (1994). Poesía. Alianza [ Links ]

Sampson, A. (2000). Reflexiones sobre la violencia la guerra y la paz. En A. Papachini, D. Henao y V. Estrada (Eds.), Violencia, guerra y paz. Una mirada desde las ciencias humanas (pp. 71-99). Universidad del Valle. [ Links ]

Umpiérrez, G. (2015). El duelo en madres que pierden hijos [Trabajo de pregrado, Universidad de la República del Uruguay]. Archivo digital. https://sifp.psico.edu.uy/sites/default/files/trabajos_finales/archivos/tesis_-_duelo_en_madres_que_pierden_hijos_-_gaston_umpierrez.pdfLinks ]

Vygotsky, L. S. (1978) El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Grijalbo. [ Links ]

Worden, W. (2013). El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia. Paidós Ibérica. [ Links ]

Zorio, S. (2011) El dolor por un muerto - vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada. Desde el Jardín de Freud, (11), 251-266. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27261/27536Links ]

Notas:

2Todos los nombres aquí usados son seudónimos con el objeto de preservar la identidad de las participantes

¿Cómo citar?: Mercado-Lenis, D. F. (2024). La maternidad lacerada: duelo de madres que han perdido hijos en contextos de violencia sociopolítica en Cali. Prospectiva. Revista de Trabajo Social e intervención social, (38), e20613387. https://doi.org/10.25100/prts.v0i38.13387

Financiación: El artículo es producto del proyecto de investigación “Proceso de duelo en madres de personas asesinadas en contexto de violencia Sociopolítica” desarrollado en la Universidad del Valle. El autor declara que no recibió recursos para la escritura o publicación de este artículo

Contribuciones del autor: Diego Fernando Mercado: conceptualización, Investigación, Metodología, Análisis formal, Escritura (borrador original), Escritura (revisión del borrador y revisión/corrección)

Implicaciones éticas: El autor no tiene ningún tipo de implicación ética que se deba declarar en la escritura y publicación de este artículo

Recibido: 26 de Noviembre de 2023; Revisado: 16 de Abril de 2024; Aprobado: 30 de Abril de 2024

Correspondencia: Diego Fernando Mercado-Lenis. Universidad del Valle, calle 13 # 100-00 sede Meléndez, Cali, Colombia. Correo-e: diego.mercado@correounivalle.edu.co

1

Magíster en Desarrollo, psicopatología y psicoanálisis, clínica transcultural. Psicólogo

Conflictos de interés:

El autor declara que no tiene ningún conflicto de interés en la escritura o publicación de este artículo

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons