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Cuadernos de Desarrollo Rural

versión impresa ISSN 0122-1450

Cuad. Desarro. Rural v.6 n.63 Bogotá jul./dic. 2009

 

Territorios en mutación Crisis cafetera, crisis del café

Territories in mutation Crisis coffee, coffee crisis

Territoires en mutation Crise du café, café de crise

Béatriz Nates Cruz1, Paula Velásquez López2


1Antropóloga. Profesora e investigadora del Grupo de Investigación "Territorialidades" de la Universidad de Caldas. (http://www.territorialidades.com).
2Trabajadora Social. Profesora e investigadora del Grupo de Investigación "Territorialidades" de la Universidad de Caldas. E.mail: paula.velasquez@ucaldas.edu.co
3En esta investigación participaron, a parte de las autoras de este artículo, el sociólogo Diego Narváez Medina (coordinador del proyecto) y los antropólogos Gregorio Hernández Pulgarín y Luis Carlos Gil.

Recibido: 2009-05-16 Aceptado: 2009-09-20 Publicado: 2009-12-31


Resumen

Este artículo trata sobre las mutaciones de representaciones y prácticas sociales, culturales y económicas en torno a la crisis del café (del grano) y crisis cafetera (crisis socio-cultural) entre los años 1987 y 2003, en la región conocida como "Eje Cafetero Colombiano". El marco del contenido de este texto es una investigación titulada "Crisis cafetera y contexto regional en los departamentos colombianos de Caldas, Risaralda, Quindío y Norte del Valle del Cauca", que realizó el Grupo de Investigación Territorialidades de la Universidad de Caldas durante el año 20033.

Palabras clave: Eje Cafetero, crisis cafetera y crisis del café.


Abstract

This article deals with the mutation in social, economic and cultural representations and practices around the coffee crisis (of the grain) and coffee industry crisis (socio-cultural crisis) from 1987 to 2003, in the territory of the "Coffee Zone". The frame of the content of this text is a research titled "Coffee crisis and regional context in the departments of Caldas, Risaralda, Quindío and Northern Valle del Cauca" carried out in 2003 by the Research Group Territorialidades belonging to the Universidad de Caldas.

Key words: Coffee Zone, coffee industry crisis and coffee crisis.


Résumé

Cette article montre les différentes mutations des représentations et des pratiques sociales, culturelles et économiques au tour de la crise du café (du produit) et la crise cafétalière (crise socioculturelle) entre 1987 et 2003 dans la région connue comme «Eje Cafetero colombien». La source de ce texte c'est une recherche intitulé : «Crises cafetière et contexte régional aux départements de Caldas, Risaralda, Quindío, Norte del Valle del Cauca». Cette Recherche a été développe tout au long de l'année 2003 pour le Groupe de Recherche Territorialité de l'Université de Caldas.

Mots clés: Eje Cafetero, crise cafétalière y crise du café.


Introducción

La mutación del territorio puede ser abordada desde múltiples factores. Para nuestro caso, desde la economía del café analizada a partir de sus crisis: la crisis de la actividad socio-cultural que tal oficio implica y la crisis del grano4 . Desde allí abordaremos dicha mutación y sus repercusiones más marcadas. La guía del texto son las siguientes preguntas que actúan como apartados al interior del mismo: ¿cómo se definen y asumen la crisis cafetera y la crisis del café?, ¿cuáles son las dinámicas sociales más marcadas entre los años 1987 y 2003?, ¿cómo se dieron la distinción social y las escalas de manejo territorial?, ¿cómo asumieron la crisis cafetera los descendientes de caficultores?, ¿qué papel jugaron en las nuevas dinámicas y bifurcaciones que hubo menester crear para sostenerse en el "oficio de sembrar café"?, y finalmente, ¿cuáles son las propuestas de lineamientos en políticas cotidianas e institucionales que hay que implementar como una manera de concluir y proyectar el trabajo? El núcleo de esta problemática lo constituye la dinámica del sistema caficultor y las condiciones estructurales del mismo. Pero más allá de una objetivación de las implicaciones económicas, es decir, de lo que hemos llamado crisis del café, pretendemos enfatizar en la práctica cafetera, como dinamizadora de los estilos de vida, esto es, en la crisis cafetera, que involucra el replanteamiento del uso y manejo de los territorios, de los sentidos sociales y culturales históricamente construidos. Queremos dejar sentado que no hacemos énfasis en la caficultura, por considerarla una categoría que engloba el compendio del mundo cafetero, sus procesos, establecimientos, dinámicas y crisis.

Así, los apartados en que se divide este artículo son: "las crisis", "las dinámicas sociales y las tierras del café", "la crisis cafetera, distinción social y escalas de manejo territorial", "el cambio generacional y crisis"; finalmente, "lineamientos para políticas cotidianas e institucionales". Estos apartados son los que objetivan la discusión propuesta.

1. La crisis

Partimos de entender el concepto de crisis como un tiempo-espacio en mutación que revela y cataliza un cambio social que no afecta ni de la misma manera, ni en todas las dimensiones, a quien o quienes la viven. El ritmo que impone la crisis marca sin duda una nueva temporalidad que altera las redes sociales y las relaciones con el pasado y el futuro. A partir de este tipo de alteración, los campos de la memoria y de lo posible son reabiertos a nuevos principios de inteligibilidad a través de los cuales se afronta la transformación que se objetiva al final de toda crisis.

No obstante estas claridades de principio, no podemos olvidar que lo que comúnmente se asocia a toda crisis es el caos y la incertidumbre. Aquí proponemos, tanto teórica como práxicamente, ahondar en las ganancias de la crisis5 y el cuestionamiento a su impacto social y cultural en torno al café como producto y como práctica. Cuando se hace el rastreo de los textos escritos y se realiza la prospección etnográfica sobre la problemática en el trabajo de campo, aparece de forma evidente una amalgama cultural, social, política y económica sobre la crisis cafetera, que mezcla los contextos de producción y comercialización del grano con el proceso social propiamente dicho. Sin embargo, es de vital importancia hacer la distinción reflexiva entre "crisis cafetera" y "crisis del café", porque en general se tiende a mostrar desde los organismos oficiales que manejan la caficultura, que son los costos de producción (siembra, recolección, comercialización, etcétera) del café los que muestran la crisis y no los espacios y dinámicas sociales que éste genera. La primera, la "crisis cafetera", ha tenido una evidencia mayor con relación al producto, mientras que asumir la segunda, la "crisis del café", sería ver el fenómeno de forma generalizante, pues estaríamos haciendo referencia a una afectación total de las dimensiones cultural y social, e igualmente, se estaría reduciendo la cuestión sólo a un problema económico, cuando en realidad otras dimensiones sociales, culturales y políticas, como los conflictos y las violencias, están al orden del día. En este sentido, hablar de la caficultura es hablar de las relaciones y las prácticas que implica el cultivo de café, es decir, cuando hay referencias tanto institucionales como locales sobre crisis cafetera, no hacen referencia a crisis de las relaciones y de las prácticas, sino a los costos económicos de producción.

Preponderando la actividad cafetera por encima de otras múltiples diversificaciones que se vienen dando tanto en la finca como en el jornaleo, haremos ahora una distinción conceptual y social de la "crisis cafetera" y de la "crisis del café", retomando lo que implican los conceptos de riesgo y de decisiones, frente al cultivo y frente al oficio.

Con lo anterior no pretendemos desconocer otros estudios sobre los problemas sociales en varios órdenes, entre los que bien vale destacar el texto de MACHADO (1994). Lo que nos interesa retener no es que una (crisis del café) sea consecuencia de la otra (crisis cafetera), sino que pueden darse en el mismo contexto cultural, en momentos y circunstancias diferentes.

Equivalencias socio-culturales de riegos y decisiones

  • Si tenemos en cuenta que un problema nace de los efectos de ordenar de diversas maneras cuestiones de elección-riesgo-beneficio, entonces la crisis no puede ser estudiada como un "hecho social total", sino como una conjugación entre las incertidumbres y las probabilidades, de la cual se obtiene mayores o menores equivalencias de pérdidas y ganancias, según la posición en el mundo social de los tenedores (pequeño, mediano y grande caficultor) a partir de sus capitales6 . Aunque una de las escalas más comunes para medir la incertidumbre es la probabilidad, consideramos que son dos momentos distintos que pueden o no manifestarse en espacios diferentes. No podemos ignorar que como lo ha demostrado la física, cada individuo tiene en cuenta la información al alcance para cuantificar su incertidumbre con una medida de probabilidad, que tomará forma colectiva o individual desde los referentes culturales con que se cuente para ello.

    Así, distinguimos tres posturas básicas estrechamente ligadas, pero que se asumen distintas en la práctica social, sobre lo que es probabilidad e incertidumbre: 1) De tipo racionalista: La probabilidad como constituida por factores o condicionamientos que al ser puestos en evidencia proporcionan seguridad de elección frente a los costos riesgo-beneficio. La incertidumbre como una fluctuación social y cultural de todo orden (económico, político, simbólico, histórico) permite márgenes sobre las alternativas en función de la conveniencia relativa. 2) De tipo emotivo: la incertidumbre como temor y desconfianza impide plantear probabilidades, por tanto, la incertidumbre deviene propensión a un padecimiento sobre el cambio. 3) De tipo cognitivo: la incertidumbre tiende a aflorar o subsumirse, es un componente de las formas perceptivas de individuos y sociedades, y en ello lo que hacen las probabilidades es darle un manejo social. Esta relación tiene asideros económicos, políticos, simbólicos, territoriales e históricos.

  • La situación problemática es la que está gobernada por probabilidades conocidas. Si no se sabe suficiente sobre las probabilidades, estamos tratando con incertidumbres. La decisión se entiende como autonomía, es decir, como la capacidad libre o inducida de un actor social individual o colectivo -el tenedor- para optar entre diversas alternativas emanadas de las relaciones incertidumbre/probabilidad.
  • El riesgo está relacionado con el intento de convertir las incertidumbres en probabilidades (en el marco de lo ya expuesto) y por tanto en ganancias. Este se refiere a azares que se analizan activamente con relación a posibilidades futuras y que emanan de vivencias para afrontar sin ser buscadas necesariamente por quienes deben sopesarlas.

  • Los recursos con que se cuenta para afrontar la elección-riesgo-beneficio son todos los elementos de una cultura que hay que poner en juego para formular y realizar un propósito social. Estos pueden ser:

    • Materiales, que incluyen los naturales y los transformados
    • Recursos de organización, como capacidad para lograr la participación social y afrontar los cambios.
    • Recursos intelectuales, que son los conocimientos formalizados o no y las experiencias.
    • Recursos simbólicos y emotivos, la subjetividad como recurso indispensable.

Veamos a continuación cómo se esquematizan estas definiciones en corelación:

Ahora bien, los riesgos y las decisiones no sólo se toman teniendo en cuenta la probabilidad y la incertidumbre con respecto a la producción misma del café en este caso, sino teniendo en cuenta la diversificación del capital económico del tenedor del cultivo. Esto es lo que nos genera la diferencia de "resultados" entre el pequeño, el mediano y el grande caficultor, donde los recursos económicos y socialmente pertinentes y aprobados para la inversión y el disfrute permiten examinar el declive del valor psicológico del dinero en las tendencias a minimizar las probabilidades. De allí la razón por la que se asume la crisis del café como la amalgama de toda la sumatoria de las dimensiones (cultural, social, política y económica).

2. Las dinámicas sociales y las tierras del café

La gran mayoría de las fincas dedicadas al cultivo constituyen parcelas de un promedio de 3 ha por finca, motivo por el cual la caficultura es practicada principalmente por grupos familiares que se ocupan de realizar todo el proceso de producción. En fincas más grandes, de 15 ha en adelante, es frecuente el uso de la figura del agregado o capataz, persona a la que le corresponde poner en práctica las disposiciones del propietario o del administrador de la finca, dependiendo del caso. El agregado habita generalmente en la casa de la finca, dependiendo esto también del tamaño y de las características de la misma. Se observan fincas con casa principal (de uso exclusivo del patrón) y casa del agregado separada. También con la casa principal y la del agregado dentro de la misma estructura, pero divididas por un corredor, o por la cocina. En otras, la estructura principal es ocupada por el agregado y su familia, y el propietario o administrador dispone de una sola habitación a veces provisional. Estas características se relacionan con la extensión y la naturaleza de la propiedad de la finca.

En una finca pequeña, por ejemplo 3 ha, la naturaleza de la propiedad estaría relacionada con la estructura familiar, es decir, con una cabeza de familia que, en compañía de su mujer, sus hijos y en algunos casos familiares cercanos, se encargan de todo el proceso de producción del café. Todos participan de las labores, de la recolección, entre otros oficios. Antes de la "bonanza cafetera"7 era muy usual que los dueños de las fincas "partieran" con el agregado, es decir, este se encargaba de asumir todos los costos de producción y le entregaba el cincuenta por ciento de las ganancias al dueño. De esta manera, los grandes y medianos terratenientes se daban el lujo de vivir en el pueblo sin interesarse por lo que pasara en sus fincas y preocupados por otro tipo de actividades de carácter social, cultural o comercial. Tal como lo han mostrado PALACIO (1983) y PARSONS (1979). A partir de la bonanza, cuando la caficultura es percibida como un excelente negocio, este tipo de sociedad se disuelve, pues muchos de los agregados lograron acumular capital suficiente para convertirse en medianos y grandes terratenientes. A esto se le suma lo que sucedió en varias partes del Colombia con tradición cafetera (Santander del Norte y del Sur, Cundinamarca, Huila, Tolima, Cauca y Nariño), que muchos comerciantes, profesionales o funcionarios del gobierno local, al ver la caficultura como un excelente negocio, invirtieron sus ahorros en fincas cafeteras.

Las fincas se encuentran generalmente en terrenos pendientes, lo que excluye el uso de la mecanización en las labores de cultivo. Esto es altamente condicionante dado que el trabajo en el cafetal se hace esencialmente a mano, desde la preparación del terreno y la siembra hasta la recolección del grano. Esto le da un carácter de particularidad a la caficultura colombiana, ya que es en lo riguroso y artesanal del procedimiento de producción en donde el café colombiano encuentra su calidad y reconocimiento. Este proceso de producción ha tendido, a pesar del cambio en algunas variedades (Típica y Borbón por café Caturra y variedad Colombia), a mantenerse casi intacto por más de 70 años. Y es por esto también que la distribución del capital económico producto de las exportaciones de café, es más que democrática. Un buen recolector en época de buena cosecha podía en tiempos de bonanza, obtener hasta unos tres o cuatro salarios mínimos mensuales. En las parcelas pequeñas la mano de obra es eminentemente familiar y sólo se contratan jornaleros para épocas de cosecha. En las fincas de mayor tamaño se cuenta con una nómina regular todo el año que se encarga de las labores del mantenimiento de los cafetales.

Aunque existen sin duda otros espacios socio-económicos (tradicionales como pastos o introducidos en distintos frutales y verduras, por ejemplo), sostenemos que bien sea como una disposición simbólica o como una objetivación práctica, el café lo representa todo, es como si hubiera copado todos los espacios, espacios que son sociales, culturales y económicos. La dinámica socio cultural del "Eje Cafetero" fue permeada por el café en todo las aspectos. Las plazas de los pueblos son un lugar que evidencia la trayectoria de la dinámica histórica y territorial, es como el centro de poder desde donde se desarrollan las dinámicas territoriales. Desde estos centros se expanden las redes territoriales, que también son permeadas por el café, con Juan Valdez representando el logotipo de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia -FNC- e indicando que este camino o tal obra es producto del café.

3. La crisis cafetera, distinción social y escalas de manejo territorial

La optimización del manejo incertidumbre/riesgo está dada por el uso estratégico que el caficultor, como cualquier campesino, hace de las variantes estructurales (estructura y volumen de los capitales) en la puesta en juego de los capitales, esto es, en la decisión/apuesta. Es necesario tener en cuenta que un cambio de escala social o de las regularidades y las contingencias del campo supone un cambio en la relación que se tiene con el territorio en su acepción escalar. En este sentido, se pretende dar una mirada a las estrategias utilizadas por los caficultores y las personas involucradas en la producción para afrontar la crisis, teniendo en cuenta dos puntos de vista complementarios:

  • A un nivel de escala social, es decir, tratar de entender la crisis de acuerdo con los distintos niveles de jerarquía social (posiciones diferenciales al interior del espacio social).
  • A un nivel de escala territorial, teniendo en cuenta las distintas formas de manejo del territorio frente a la crisis de acuerdo con las posiciones ocupadas dentro de la escala social.

Estos dos parámetros definen las variables que evidencian las escalas territoriales en la práctica cafetera. La movilidad social está definida por un desplazamiento vertical, es decir, el ascenso en la escala social dentro del mismo campo caficultor supone la modificación del volumen de la especie del capital dominante en la estructura del capital patrimonial. En este sentido, al poner en práctica la caficultura se acumula capital económico que es reinvertido en tierras, y la acumulación de tierras potencializa la reproducción del capital económico que es reinvertido en más tierras; además, claro está, en la bifurcación económica hacia otras fuentes de ingreso8. Esta estrategia es seguida dentro de trayectorias sociales individuales, pero dadas las características de las estructuras de transmisión del patrimonio en la práctica cafetera, se da una perpetuación de esta estrategia de reconversión que es aplicada generación tras generación. El éxito en la aplicación de esta estrategia depende en gran parte de atributos subjetivos de los agentes sociales como son "ser un buen caficultor" o "ser un buen negociante". Esta reinversión es vista de la siguiente manera por uno de los notarios del pueblo de Calarcá, quien hace una narración de la bonanza (1976) citada más arriba: "Yo personalmente como notario diría que él [Arsecio Domínguez] fue el hombre que más fincas tuvo en el Quindío (...) empezó a comprar fincas, a comprar fincas de una forma tan espectacular (...) él todo lo que le vendían lo compraba; además, el tipo era muy buen negociante, él era muy vivo para negociar, (...) él llegaba y recorría una finca que le gustaba y le mandaba a ofrecer al cliente (...) la valorizaba en un precio y tenían que dársela por eso o si no, no la compraba (...) llegó a tener unas cuatro mil cuadras en café; él conservaba a sus agregados en cada una de las fincas, solamente tenía que ser muy pequeña para unirla a otra (...) dejaba las casas principales y los montajes principales y los montajes grandes y ahí recogía el café de todas las fincas". (Cita No. 1).

De esta forma, "hacer toda la historia del café" comporta recorrer una trayectoria social vertical que implica desplazarse por las distintas instancias de la escala cafetera, estas instancias se recorren desde las escalas de la intimidad hasta las escalas de la alteridad. Es decir, desde la finca como territorio esencial de la familia cafetera o desde del cultivo del café hasta la jurisdicción más alocentrada, más lejana9, del nivel organizativo institucional de la caficultura: el Comité Nacional de Caficultores.

De forma interrelacionada, entre escalas institucionales, político-administrativas y de territorialización local, encontramos que la finca está suscrita a lo que se conoce como vereda, que comprende otras características infraestructurales específicas: la escuela, la fonda, entre otros lugares. Las distintas veredas están circunscritas a un Comité de Cafeteros que tiene una jurisdicción municipal, y en esta escala territorial se reconocen las cooperativas de caficultores, las compras de café particulares, las trilladoras, los almacenes de caficultores, etc. Los Comités Municipales se encuentran circunscritos al Comité Departamental, y estos a su vez al Comité Nacional de Caficultores.

Estas distintas instancias nos remiten a lo que MONNET (2000) llama las escalas territoriales, las cuales definen los territorios de acuerdo con los distintos niveles de organización socio-espacial, dependiendo del espacio físico. Estas escalas están definidas por el autor de la siguiente manera:

  • "La apropiación física reactualizada permanentemente en una pequeña extensión; esta escala conformaría los territorios de la intimidad" (MONNET, 2000: 119). En esta incluiríamos el territorio de la finca, es decir, un espacio que se configura a partir de la apropiación física que hace su dueño, apropiación que realiza a partir de una planificación, esto es, a partir del conocimiento de la práctica cafetera.
  • "La apropiación de una extensión mayor, mediante las trayectorias repetidas que encierran el espacio en una red de usos y hábitos. Esta sería la escala de los territorios de la familiaridad". En esta escala se circunscribe la vereda, constituida por lugares como "la fonda" o tienda y los caminos veredales que conectan las fincas con los centros urbanos.
  • "La apropiación de una extensión mayor, apoyada sobre la experiencia directa pero no usual, de algunos lugares concretos, estos son los territorios de la gobernabilidad, que constituyen generalmente los niveles básicos de gobierno y organización política de una sociedad y permiten articular las escalas de la familiaridad (la calle, el pueblo, los campos, los barrios) y la alteridad (esferas de la existencia de lo alterno, pero lejano)". Dentro de esta se incluyen la jurisdicción de los comités municipales y departamentales de caficultores.

Teniendo en cuenta las distintas escalas de la territorialidad que se definen entre la intimidad y la alteridad, es importante recordar que estas escalas territoriales se ven condicionadas por la escala social, es decir, por las distintas trayectorias divergentes seguidas por los actores sociales. De esta manera, no se puede olvidar que las percepciones sobre la crisis varían de acuerdo con la posición del agente social al interior del espacio social, y esta posición social está asociada a una determinada posición al interior del espacio geográfico.

Para continuar con el análisis de la movilidad social en la escala cafetera, es necesario también conocer los cambios en la escala territorial, esto es, definir las distintas escalas sociales involucradas en la producción cafetera, teniendo en cuenta las diferentes formas de ver las crisis que se presentan.

En el contexto de lo expuesto, el negocio es percibido (principalmente por los caficultores más grandes) como algo más rentable, dado que no se invierte dinero en mano de obra, además de que se generan ingresos extra cuando el predio no absorbe la totalidad de la mano de obra familiar. Cuando no hay trabajo en la finca familiar, los hombres se desplazan a jornalear a fincas vecinas. Dentro de las entrevistas realizadas con pequeños propietarios, se hace evidente el profundo arraigo de la caficultura, y aunque el negocio ande mal, es claro para la mayoría de ellos que no existen alternativas rentables.

A pesar de que el pequeño predio caficultor tiene menos gastos, la crisis se hace más evidente en ellos, dado que en la mayoría de los casos no se cuenta con el capital económico necesario para invertir en insumos y en la renovación de los cafetales. Por lo tanto, y como lo pudimos constatar en el terreno durante el periodo de estudio, el pequeño caficultor en lo que concierne casi que exclusivamente con esta práctica, debe mantener una relación de dependencia con la FNC, en el sentido de que debe adquirir deudas con Bancafé para poder solventar los gastos de producción. Es importante insistir que es en esa esfera, porque el caficultor, pequeño, mediano y grande, tiene otros medios de vida.

Así se construye la relación entre la escala social y la escala territorial, entre más abajo se esté en la escala social, más íntima será la relación con el territorio. El pequeño caficultor está inmerso en su finca, territorio de la familiaridad por excelencia en la práctica cafetera, en él opera una territorialidad más reactualizada. La relación menos frecuente con otra escala territorial (espacios de la gobernabilidad, en términos de no participar como movimiento organizado, sino como tendencias individuales) sólo se define por sus relaciones comerciales y bancarias con las cooperativas, pero más allá de esa escala, su relación con el mundo, con los mercados que determinan el precio de su producto, es una relación que se establece a partir del discurso de la FNC, que le es inculcado en los comités, las cooperativas o a través de los medios de comunicación.

Para el periodo estudiado en los discursos de FNC, es claro que la única forma de que la caficultura sea rentable es implementando la tecnificación y la optimización de la administración. Muchos caficultores, especialmente los de más tradición, culpan a la tecnificación de la crisis y la ilustran así: "Lo que hizo el comité fue implementar ese cuento, para poder vendernos todos esos insumos ellos mismos, pa' sacarnos más plata fuera de los que le sacan al café, en la época del arábigo, uno si acaso, mantenía limpio el cafetal, con buen sombrío y en vez de químicos se regaba la cacota". (Cita No. 2).

Al momento de enfrentar la crisis, las estrategias son diversas, el pequeño caficultor tradicional es conciente de que la manera de salir adelante es aplicando una buena administración sobre su predio; por eso, ha tenido que aprender a llevar cuentas y a ser muy organizado. Antes de la crisis actual esto no era casi necesario, dado que "la finca se manejaba casi sola", es decir, las utilidades eran tan buenas que no era necesario aplicar mucho control.

En el caso de los pequeños caficultores, se da una alta concentración de roles (función y lugar), es decir, el mismo propietario del predio es a la vez administrador, agregado y recolector.

El mediano caficultor tiende a vivir en el pueblo y se dedica también a otros oficios, bien sean profesionales o comerciales, alternando este tipo de actividades con el manejo de la finca. Se presentaron muchos casos de profesionales y empleados públicos que, en la época de la bonanza del café, invirtieron sus ahorros en fincas cafeteras, que fueron encargadas a administradores. Hoy día, en épocas de crisis, muchas de estas fincas han comenzado la transición hacia otros cultivos, principalmente de plátano, yuca y cítricos. Los propietarios con más capital han invertido en ganadería.

Los caficultores no tradicionales, es decir, aquellos que llevaban una trayectoria social vertical en algún otro campo y decidieron invertir en la caficultura, presentan una trayectoria social transversal, porque se dio una estrategia de reconversión del capital económico, para ingresar al campo caficultor. Por lo general, estas fincas son manejadas por administradores, dado que el conocimiento, aunque pueda ser adquirido vía FNC, no tiene el mismo carácter al del caficultor de tradición. La caficultura en este sentido no es percibida como una vocación, es más un negocio, una estrategia de acumulación de capital económico, por lo que este tipo de agentes son los que inician de forma más rápida la transición hacia otro tipo de cultivos, o también venden sus fincas tratando de recuperar algo del capital económico invertido.

Para el caso de los grandes caficultores, su posición privilegiada en la escala social determina una relación más frecuente con la alocentralidad de la escala cafetera. Por lo tanto, en ellos la crisis es de otro carácter, dado que no están restringidos a las constricciones de la FNC y manejan su propio capital en las inversiones que se realizan en la finca. Muchos de ellos tienen el suficiente capital para poder realizarse como exportadores, por lo tanto, se puede decir que en cierto modo pueden escapar de la lógica de la FNC, del modelo paternalista y desarrollista y tienen más libertad a la hora de diseñar estrategias para solventar la crisis. Al constituirse como exportadores o tostadores, completan todo el ciclo del café. Esta estrategia puede hacerse evidente en Sevilla (Valle), donde algunos grandes caficultores se asociaron para completar todo el ciclo: cultivo, trilla y tostado.

Bien vale citar aquí dos textos que apoyan nuestra postura del papel que asignamos a la FNC: "Durante los últimos quince años [1985-2000] se han venido incrementando las críticas al desempeño de la FNC. El primer cuestionamiento de su estructura que no permite procesos de participación realmente democrática, tanto en el acceso a los distintos comités, como en la toma de decisiones. El segundo, hace referencia a la forma como se invierten los recursos provenientes del trabajo de los caficultores". (NARVÁEZ MEDINA, 2001: 136).

Respecto al segundo punto, ROBLEDO (1998) afirma que sólo el 21,8% de los recursos para 1990-1996 se destinaron a fomentar actividades relacionadas con labores cafeteras y agrícolas, mientras que para obras consideradas como gasto público se destinó el 78,8%.

Continuando con el ciclo, evidenciamos que para los no propietarios la escala social comienza con los jornaleros, quienes constituyen la base de toda la industria. Por un lado, están los trabajadores permanentes de la finca encargados de realizar todas las labores de mantenimiento de los cafetales en épocas de no cosecha -la apropiación de los jornaleros se da desde la experiencia directa de pequeñas extensiones de tierra, que constituyen la finca, lo cual se conoce en la caficultura como "tajos"-. En la misma escala social de los trabajadores permanentes, se encuentran los recolectores o "cosecheros". A partir de la crisis cafetera, gran parte de estos trabajadores itinerantes se desplazaron hacia las zonas cocaleras del país. La mejor oferta laboral que ofrece este negocio ha suscitado el hecho de que gran parte de la mano de obra que se ocupaba en la caficultura se haya desplazado hacia otros lugares.

Continuando con la escala, se encuentran los "buenos jornaleros", presentados localmente como hombres de una capacidad extraordinaria para cosechar café y que por tanto ganaban más dinero. En esta escala social el manejo territorial está definido por la apropiación que se hace de lugares específicos en una extensión mayor de espacio (diferentes zonas cafeteras); el ser un buen jornalero, además de requerir una considerable destreza manual, implica un conocimiento detallado de la administración adecuada que se debe hacer del entorno, es decir, conocer las zonas con mejores cosechas y aprender a reconocer los mejores "tajos" para trabajar. En este sentido, el conocimiento de estrategias adecuadas de acceso a recursos es lo que permite al buen jornalero la optimización del acceso al capital económico.

En la escala social siguen los "agregados", que son los encargados de responder ante el patrón o el administrador por los trabajos realizados. Estos, casi sin excepciones, viven con su familia en la finca. Además de poner en práctica las disposiciones del patrón, el agregado cumple también con labores propias de los jornaleros. Los agregados sostienen una relación más reactualizada con la escala más intima del territorio.

Después siguen los administradores, que son los encargados de llevar a cabo la planificación de las labores en la finca cafetera. En esta escala, la concepción del manejo del territorio parte del hecho de que dicho manejo busca hacer satisfactorio el uso del territorio, buscando la reducción de las limitaciones y aumentando la instrumentalización positiva de los recursos territoriales (MONNET, 2000). En este sentido, lo que hace concretamente el administrador es "manejar la finca".

Hasta aquí podemos concluir que existen distintos niveles de percepción de crisis de acuerdo con las distintas posiciones que se ocupen en el espacio social y en el espacio territorial, teniendo en cuenta que distancias espaciales se traducen en distancias sociales. En otras palabras, se construye un espacio en dos dimensiones a partir de estos dos tipos de atributos. La relación alo y egocentrada que se tenga con el territorio, depende de variables dependientes de las condiciones iniciales de existencia relacionadas con la trayectoria de la clase modal de un determinado agente social. La movilidad social es determinada por la acumulación o por la reconversión de capitales específicos, es decir, es la modificación de las estructuras que componen el habitus (en el sentido que BOURDIEU (1991) da a este concepto), lo que permite el cambio de escala dentro de una perspectiva territorial.

4. El cambio generacional y las crisis

Aunque en las modalidades perceptivas, apreciativas y representacionales, la llamada crisis tiene un efecto innegable entre los caficultores, proyecto cultural/social de vida relativo a las condiciones imperantes en el contexto de producción de café, también se ha visto afectado por los flujos migratorios que está dejando a la preconizada "familia cafetera" sólo con los abuelos.

Esto nos plantea dos alternativas. Por un lado, vemos que las probabilidades de perpetuar sólidamente un conocimiento local constitutivo de lo tradicional en cuanto a la producción del café y de "lo caficultor", es virtualmente imposible ante la abundancia de gentes mayores en las fincas y la recurrencia de situaciones expresadas discursivamente con frases como "¿los hijos?, no… estudiando en el pueblo", lo que es un acto contradictorio dado el arraigo por la tierra de la mayoría de los campesinos y su adscripción a ella: que la representan como algo sagrado o la producción más directa de Dios: "Dios y la tierra [el campo]" o "mi Diosito hizo el campo, lo más sagrado". Por otro lado, vemos que de acuerdo con lo manifestado por los agentes institucionales, se dificulta más incorporar en estricto los cambios técnicos entre las personas mayores, en especial cuando son propietarios de pequeñas extensiones de tierra y no administradores o agregados10. En este sentido, la crisis es percibida externamente -no por los productores locales- como resultante de los niveles de cotización interna y principalmente externa del café, pero de igual forma como parte de prácticas culturales que no permiten la maximización de las ganancias del negocio del café en general, debido a algo así como "asimilaciones espurias" de las recomendaciones que pueden fundarse en el desconocimiento de técnicas o su lenta asimilación por parte de caficultores que no son tan receptivos, como serían, por ejemplo, los jóvenes que están emigrando en busca de otras alternativas a los pueblos o a las ciudades cercanas. Y aunque "salir del campo" es recurrente en varios contextos y zonas rurales (estudios, trabajo en la ciudad, en otras zonas rurales, etc.) debemos subrayar que en el fenómeno estudiado es bien notable.

Aquí hay que mencionar, no obstante, que la migración de las nuevas generaciones no es resultado sólo de los precios bajos del café en los años 90, que hicieron ver el campo como una alternativa poco rentable en concordancia con las aspiraciones mantenidas por las familias. De hecho, en los tiempos de bonanza, la situación era algo similar con los hijos de adinerados caficultores que estudiaban en universidades fuera del pueblo (o del país), quienes en la mayoría de los casos no volvieron a las fincas.

El que los jóvenes, sin importar si son hijos de grandes, medianos o pequeños propietarios, y por lo tanto posean o no más dinero, estén buscando otras alternativas en las ciudades o fuera del país, tiene relación con las valoraciones que se hacen de la actividad agrícola y con la colonización de imágenes de progreso y de ciudad que constantemente están llegando por múltiples medios a las fincas, las veredas y los pueblos, que es donde están por excelencia sus lugares de socialización. Aquí la alusión frecuente de algunos caficultores: "esto está muy malo", es una concreción de la forma en que es percibida más inmediatamente lo que se ha llamado crisis, pero que no siempre es reconocida como tal. El decir aquello de: "está muy malo", en situaciones de no posesión inmediata de tierras en propiedad y con una historia de vida en la que no se supone la incorporación de normas que ahonden un sentido de adscripción al café, al "tajo", es decir, principalmente entre hombres y mujeres más o menos jóvenes, implica el sometimiento de tal categoría en contraste con otras posibilidades que adquieren forma en las imágenes de diferentes espacios susceptibles de ser apropiados económicamente, aunque esto implique un desplazamiento. Entre quienes no quieren dejar el campo, alternativas hacia algunas regiones del país relacionadas con el cultivo de coca o amapola, ante la idea de que "por allá está mejor", aparecen como viables y rentables, pues ellas supondrían un ascenso en la posición social personal que puede ser mejor a la del caficultor en momentos de bajos precios, donde la producción del grano es apenas suficiente para la subsistencia familiar, aunque inhibe, como en otros tiempos, la acumulación de más capital o la adquisición de bienes suntuarios o de estatus entre los practicantes caficultores.

En lo relativo al desplazamiento a otras ciudades del país, hay mayor divergencia en considerarlo como una alternativa realmente rentable. La situación económica se ve como un claro síntoma, aunque a su vez causa, de una situación precaria del país: "Es que imagínese si los caficultores estamos mal, sabiendo que es el café el producto que ha movido el país, qué va a pensar uno de esas ciudades donde no ve en las noticias sino cómo hablan de desempleo. Mire Bogotá, eso ya no sirve ni siquiera pa'l rebusque, Calí está muy malo, yo conozco de muchos neiranos que han echao es pa' Santa Marta y como que les ha ido medio bien (…) ahora lo que uno tiene que hacer es si le dan el chance echar pa' España, yo conozco mucha gente de por aquí que se ha ido pa'lla". (Cita No. 3).

Las ciudades de la región no representan ese atractivo económico ni fascinante por lo novedoso. Los pueblos ofrecen muchas veces los posibles atractivos ofrecidos por ciudades como Manizales, Armenia y Pereira, pero también escasas veces, posibilidades de solventar la situación económica que se atraviesa por los bajos precios del café. Las imágenes de rentabilidad, de escalamiento social y económico, recaen sobre el desplazamiento a otros países y sobre el pensar en la posibilidad de incursionar en el cultivo de productos más rentables, sin detenerse a reflexionar sobre si es o no lícito.

Hay casos en los que la situación se torna crítica, la realización de sus proyectos económicos se endilga a una cantidad indefinida de actores nebulosos, entre los que "el gobierno" adquiere mayor nitidez como causante. A éste se le atribuye en cierto sentido el manejo de la FNC ante el desentendimiento sobre el funcionamiento de la estructura burocrática de esta entidad. Esto tiene implícita una significación sobre el legitimar la cercanía con la FNC, la relación paternal que ha existido, y cobrar al aparato estatal, por el contrario, las relaciones tan distantes que han generado tensiones con los caficultores: "(…) nosotros lo que necesitamos es que nos suban los precios pero ellos [el gobierno], cuando era de quitar sí, pero ahora lo que nos quieren es acabar. -¿Y la Federación que papel está jugando en todo esto?- lo que pasa es que ellos también están llevando del bulto con esta situación, es más, han tenido que mermar la ayuda, fíjese pues que antes el técnico nos visitaba cuando uno lo llamada, ahora como que'sque mantiene ocupado y no hay gente allá para que se encargue de nosotros, además antes nos hacían más programas, como que nos trataban mejor, pero con lo de ahora no han podido por la misma situación". (Cita No. 4). Es necesario anotar que lo que algunos caficultores llaman "el gobierno", no necesariamente comprende a instituciones de las alcaldías municipales; en general, tal categoría no tiene por qué ser acorde con la compleja y multidimensional estructura del Estado. Es de anotar, de acuerdo con la entrevista, que en el 2002 la institución cafetera inició su apoyo pagando a los caficultores un valor asignado a cada carga.

La cuestión va más allá de una "discusión por la tradición" y lo que se debe o no conservar de los conocimientos que son apropiados por los caficultores e incorporados en sus acervos de acción ejecutados mediante la práctica, el sentido y el significado inherentes a esta, aun cuando es de carácter económico (SAHLINS, 1997). Es necesario considerar que los aspectos que hacen parte del habitus de los productores son difícilmente trasmutables, cuando no hacen parte de procesos que involucran una dimensión temporal amplia y no comporten una illusio (interés) más o menos colectiva.

No es pues cuestión de azar o de irracionalidad el que los caficultores, no obstante los bajos ingresos con la situación actual de los precios, no piensen abandonar la actividad, es un asunto de arraigo cultural y de representaciones sociales. Si bien es cierto que la estructura de comercialización del café es sui generis en el país al permitir a los productores vender todo el café que producen, también es un hecho que el sentirse caficultor va desde la utilización alternativa identitaria de objetos tipificados como "Juan Valdez", hasta el establecimiento de vínculos subjetivos que marcan la afectividad del productor por sus paisajes de frecuentación o el simple hecho de no saber "hacer otra cosa, porque mi vida es el café y la finca". Todo esto representa manifestaciones de la definición de elementos culturales incorporados a la práctica, que han venido sedimentando y ofreciendo formas particulares de vivir el espacio, no obstante las constricciones.

5. Lineamientos para políticas cotidianas e institucionales

Sobre el planteamiento de lineamientos para políticas cotidianas e institucionales, hemos reflexionado sobre lo que implica epistemológicamente avizorar un cambio colectivo frente a una crisis (social, política, económica, entre otras). En esta medida, retomamos los conceptos de escala territorial y escala social. En la primera, el sistema territorial debe regularse desde la región, departamento o municipio. Con la escala social se busca, por su parte, regular la reproducción de una entidad mucho más abstracta constituida por un campo de actividades tales como: la educación, la organización, el trabajo solidario, las redes institucionales o alternativas. En un contexto de acción y seguimiento, la primera escala manifiesta la relación entre la representación física y el poder administrativo como foco de atención de la intervención del Estado. La segunda sugiere una relación entre lo social y sus implementaciones. En esta última, el sentido de pertenencia se construye desde dentro y, por tanto, sus unidades componenciales que para nuestro caso son las fincas, el lote, la cuadra, el tajo, cobran más sentido de pertenencia que la lógica geográfica del municipio.

A partir de las claridades anteriores, veamos los espacios socio-políticos y económicos sobre los cuales consideramos se deben avizorar las propuestas de políticas tanto en el nivel del quehacer cotidiano como en el de los mandatos institucionales. Como pérdida o como ganancia, los procesos que han antecedido y las realidades contemporáneas constituyen la materia prima que hay que tener presente en cualquier elaboración de propuestas.

a. Estrategias pedagógicas y didácticas

  • Asimilar una imagen del caficultor como un cuerpo incorporado en la economía del café, abordada desde las prácticas sociales y culturales. Esta propuesta debe ser implementada con el pequeño y mediano caficultor. La tradición muestra que las imágenes tipificadas como la de Juan Valdez, por ejemplo, no hacen sino crear estereotipos que han servido a la FNC como estrategias de "venta" de un modelo para seguir y de la comercialización de un producto, pero que en momentos de crisis dicho modelo, aunque como "empuje social" ha funcionado y pudiese seguir haciéndolo (por aquello del arquetipo), presenta fisuras simbólicas y sociales por su misma idealización e instrumentalización, de tal manera que hoy en nada contribuye a la incorporación cotidiana del caficultor. La propuesta es generar vías de incorporación preformativa que permitan, desde la vida cotidiana, ver a un caficultor igualmente cotidiano, que debe enfrentarse a las temporalidades favorables o no, de una economía que no le repliegue en un ideal de gran exportador, cuando en realidad es tan sólo un eslabón que nutre los gruesos de una secuencia de un sistema productivo.
  • Implementar una pedagogía de relevo generacional en el campo de los grandes y medianos propietarios. La pedagogía del relevo generacional permitirá mediante estrategias familiares incorporar a la responsabilidad de la producción del café a las generaciones más jóvenes, quienes deben asimilar la trascendencia del significado de ser agricultor. En la economía del café, donde las generaciones posteriores sólo participan como usufructuantes del producto (todos los derivados del capital económico), la proyección de dicha economía tiende a desaparecer, puesto que en el caso de estos propietarios, el resguardo social debe apoyarse como pilar base en los descendientes consanguíneos. Es la falta de una política cotidiana frente al relevo generacional, lo que quizá mayormente ha ocasionado una enajenación de los campos socio-productivos del café, en las generaciones que hoy no terminan de asimilar la "mengua" en el usufructo de dicho capital.
  • Concienciar sobre el resguardo social que debe tener la caficultura. Es decir, los propietarios y los instrumentalizadores de la práctica cafetera asumen políticamente, en el sentido de la adscripción, que la decisión de un monocultivo no solamente repercute en las ganancias y pérdidas sobre la población inmersa en el proceso, sino también sobre los microcosmos circundantes, esto es, sobre quienes entran en la representación de lo que se ha llamado figurativamente el Eje Cafetero.
  • Examinar las crisis a la luz de las ganancias, capitalizando una de las mayores crisis de su historia11. En esta medida, planteamos re-direccionar los mecanismos didácticos que se han utilizado en las bonanzas, tales como "las escuelas del cafetero" y los talleres a través de los cuales se incorporan reglas del "buen cafetero". El ejercicio debe estar dirigido a incluir dichas didácticas en lo que ha implicado históricamente asumir como alternativa de desarrollo socio-económico la agricultura. Esto implicaría entrar en las bonanzas y en las crisis como contextos paralelos dentro de los cuales se producen capitalizaciones a distintos niveles. Esta estrategia didáctica permitirá mantener la práctica de la caficultura en proyección económico-política y social, puesto que contará con las herramientas cognitivas para amortiguar colectivamente los pesos y consecuencias, tanto de las ganancias estándar como de la sobre-tasa y de los desbordes del haber en los resultados de los ingresos.

b. Mecanismos culturales en las dimensiones socio-agrícolas

  • Apoyar el desarrollo del agroecosistema cafetero. Esto consiste en explorar posibilidades que vuelvan viable una lógica de productos asociados donde el café pudiese sembrarse más balanceadamente en términos de extensión con otros productos tradicionales o introducidos que permitirán, además de un margen de solventar crisis, mantener en mayor salvaguarda el medio ecológico circundante, como soporte futuro del uso y manejo de la tierra.
  • Consolidar el proceso de los cafés especiales (de origen, orgánicos y sociales), que ya es una realidad como campo y contexto de convergencia agrícola e identitaria. Este proceso debe ser avizorado como un sistema en el sentido de estructuras co-relacionales que permitan generar propuestas desde el conocimiento local, alrededor de una organización comunal que garantice su sostenimiento para lograr la certificación, circulación y mantenimiento en el mercado del café como producto final.
  • Canalizar las propuestas de cultivos alternos para potenciar otras dinámicas sociales encaminadas a revitalizar las organizaciones de base y los principios generadores de valores locales, con incidencia en el cambio de las dinámicas de la relación social. El cambio de una forma agrícola a otra, no es la instrumentalización física de un cultivo, sino la articulación social y cultural de los actores individuales y colectivos, que bajo las nuevas perspectivas agrícolas, generan nuevos sentidos (relaciones instituidas y vividas) de vida cotidiana.
  • Reestructurar la propiedad en las zonas cafeteras como lo plantea la Comisión de Ajuste y, por tanto, crear las condiciones necesarias para que las familias cafeteras adquieran al menos 5 ha, extensión de tierra mínima indispensable para satisfacer las necesidades básicas de los miembros de la familia. Varios de los caficultores y mayordomos empleados coincidieron en que 5 ha es la cantidad de tierra que puede manejar un buen trabajador sin necesidad de mano de obra permanente.
  • A partir de los análisis históricos de las diversas crisis que el café ha vivido, consolidar un proyecto de planeación que involucre propuestas multidimensionales a largo plazo, cuyos responsables históricos y políticos deben ser la FNC, el Estado y las Organizaciones de Base. Esto permitirá crear políticas públicas, capitalizando los problemas generados por las crisis, y no asumir la lógica de un "país sacrificial", que busca el problema, la catástrofe, la avalancha, el terremoto, entre otros, para potencializar ganancias.

La articulación de perspectivas regionales, nacionales e internacionales - de ser el caso- deben atravesar las estrategias pedagógicas y didácticas señaladas, y la canalización de prácticas agrícolas paralelas, que posibiliten la capitalización de las concomitantes culturales: frente a una inversión, el avizoramiento de un riesgo; frente a una bonanza, una crisis potencial. Todo esto, en la claridad de que la solvencia sólo la posibilita un cuerpo incorporado en la economía del café y un real resguardo social y familiar de éste.


Pie de página

4La primera crisis fue durante la guerra de los mil días, la segunda, más profunda que la anterior, ocurrió durante la segunda guerra con su pico más bajo en 1940 (Pizano y Junguito). En la primera, entre julio de 1989 y abril de 1994, el precio internacional se sitúa por debajo del dólar. En la segunda etapa, entre mayo de 1994 y diciembre de 1999, el precio toma la tendencia al alza, con fluctuaciones, alcanzando dos picos importantes, en septiembre de 1994: 2,31 dólares, y en mayo de 1997: 2,62 dólares; y una baja entre los 2 y 1,17 dólares en enero de 1996. En la tercera etapa, entre diciembre de 1999 y noviembre de 2004, el precio inicia una tendencia descendente y en agosto de 2000 la libra baja el umbral del dólar alcanzando; en agosto de 2002 se da el nivel más bajo de la historia cafetera del país: 56,79 centavos de dólar. En la cuarta etapa, a partir de diciembre de 2004, el precio remonta nuevamente el dólar, oscilando muy poco entre 1,0 y 1,35 dólares. (Narváez, 2007).
5Ver para otros casos de las oportunidades que plantean las crisis: Tobasura (2005), Aguilar Zambrano (2003), Deugd (2003), Narváez Medina (2001) y Central de Cooperativas Cafetaleras de Honduras (1997).
6Capitales sociales: Tipo de adscripción institucional (FNC), pertenencia a otros colectivos alternos. Capitales culturales: Tradición de la práctica, saber/conocimiento frente a los tipos de explotación: tradicional/tecnificado. Escolaridad. Capitales económicos: Extensión de la tierra, precio de la tierra, variables geográficas y topográficas, capital en dinero, calidad del montaje.
7La "bonanza cafetera" a la que hacemos referencia es aquella que se produce hacia 1976.
8Es de anotar que aunque en algunos casos y entre 1993 y 1997 (y con cierta mesura quizá también en la actualidad) se haya podido encontrar más fincas y más caficultores, se acopla en ellos la diversificación y la bifurcación económica.
9Es decir, "centrado sobre la alteridad fuera el ego con contraste con los territorios ego-centrados". (Monnet, 2000: 118).
10Esto puede deberse a un asunto tanto cultural de resistencia al cambio, así como a un asunto de envejecimiento de la unidad productiva.
11Tal como lo expresa Narváez Medina (2007), a pesar de que la caficultura, así como otros productos agrícolas, ha conocido bajos y altos, bonanzas y depresiones, jamás se había llegado a los niveles de crisis como los aquí referenciados.


Bibliografía

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Referencias entrevistas

Cita No. 1: Elkin. Calarcá. Entrevista de terreno, 2002.        [ Links ]

Cita No. 2: Albeiro. Sevilla. Entrevista de terreno, 2002.        [ Links ]

Cita No. 3 Carlos. Santuario. Entrevista de terreno, 2002.        [ Links ]

Cita No. 4: Carlos. Chinchiná. Entrevista de terreno, 2002.        [ Links ]

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