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Cuadernos de Desarrollo Rural

versión impresa ISSN 0122-1450

Cuad. Desarro. Rural v.7 n.64 Bogotá ene./jun. 2010

 

Historia del ocaso de un cultivo de ladera: el algodón de la hoya del río Suárez*

History of mountainside farming downfall: cotton in the Suarez river valley

L'Histoire du coucher du soleil d'un culture du versant: coton du riviere Suárez valle

Pierre Raymond**


*El trabajo que se presenta a continuación es el producto de una larga relación del autor con la tradición textil de la hoya del río Suárez, en la cordillera oriental de los Andes colombianos. Cuando la fábrica textil de San José de Suaita cesó sus actividades en 1981, se realizaron unas entrevistas a trabajadores de esta empresa. Durante ese mismo año, se observaron las actividades de unas de las últimas tejedoras e hilanderas de algodón en los municipios de Ocamonte y Charalá y se entrevistaron agricultores que habían practicado el cultivo del algodón. En Charalá, un estudio de los archivos del municipio permitió descubrir varios documentos de importancia relativos a este cultivo. Igualmente, en 1999, se consultaron los Archivos de la Fábrica de San José de Suaita (AFSJ). Otras fuentes de información se encontraron en el Archivo General de la Nación donde se encuentra el archivo de la notaría quinta de Bogotá y en los relatos de viajeros y estudiosos de la problemática regional.
**Investigador independiente y profesor del postgrado de desarrollo rural de la Universidad Javeriana, Facultad de Estudios Ambientales y Rurales. Contacto: http://www.pierreraymond.net
Cómo citar este artículo: Raymond, P. (2010). Historia del ocaso de un cultivo de ladera: el algodón de la hoya del río Suárez. En Cuadernos Des. rural. 7 (64): 81-89.

Recibido: 2009-07-20 Aceptado: 2010-03-10 Publicado: 2010-06-30



Resumen

La hoya del río Suárez en Colombia fue, desde la época precolombina hasta avanzado el siglo XX, una importante zona de producción de algodón, con la particularidad de sembrarse en ladera y asociado a otros cultivos como la caña y el pan-coger. Se acompañaba de una importante producción casera de telas que entró en decadencia con la competencia de la industria textil inglesa. Un hacendado quiso modernizar estas producciones tradicionales instalando una fábrica textil en sus tierras pero sin lograr transformar el aspecto agrícola de la actividad. El artículo describe las técnicas de cultivo, la competencia por una reducida producción con otra empresa regional, los problemas de la comercialización, las dificultades relacionadas con la deficiente red de transporte y la incapacidad de este algodón de ladera para abastecer las necesidades de las fábricas regionales y para competir con la producción mecanizada de las tierras planas.

Palabras clave: Colombia, Departamento de Santander, Algodón, Cultivo de Ladera, Comercialización, Industria Textil, Industria Casera, Transporte.


Abstract

From pre-Colombian times until midtwentieth century, the Suarez river valley in Colombia was an important cotton production area characterized by its mountainside farming of crops such as sugar cane and other subsistence products. Such farming paralleled an important home-made textile production that had its downfall due to the competition from the English textile industry. A wealthy farm owner tried to update the state of the art of local textil industry in his lands, but he was unable to transform the agricultural aspect of the activity. The article describes farming techniques, competition from another regional enterprise for limited primary material, trading problems, difficulties emerging from a deficient transportation network, and the lack of capacity for this mountainside cotton to meet the needs of regional factories and to compete with the mechanical production of the flat lands.

Key words: Colombia, Santander Department, Cotton, Ladera Cultivation, Commercialization, Textile Industry, Transport.


Résumé

Depuis l'époque précolombienne et jusqu'au milieu du vingtième siècle, la vallée du río Suarez a été une importante zone de production de coton. Celui-ci se plantait à flanc de colline et s'associait à d'autres plantes telles que la canne à sucre et les cultures vivrières. Cette forme d'agriculture s'accompagnait d'une production artisanale de cotonnades. Un propriétaire foncier se proposa de moderniser cette activité en installant une usine textile au beau milieu de son hacienda, sans pour autant arriver a en transformer l'aspect agricole. L'article décrit les techniques de production du coton, la rivalité avec une autre entreprise régionale pour une ressource insuffisante, les problèmes de la commercialisation, les difficultés dues à un réseau de transport déficient et l'incapacité de cette agriculture de montagne à fournir les quantités requises par sa clientèle industrielle ainsi que les effets de la concurrence de la production mécanisée en plaine.

Mots-clé: Colombie, Santander (département), coton, agriculture tropicale de montagne, commercialisation, industrie textile, artisanat textile, transport.


Introducción

Si un colombiano de hoy piensa en industria textil, le viene a la mente la ciudad de Medellín. Si piensa en cultivo del algodón, se remite a la Costa o el Tolima. Probablemente no se le viene a la mente Santander o Boyacá, ni para industria ni para cultivo. Sin embargo, la hoya del río Suárez, cuya ubicación incluye a estos dos últimos departamentos, fue una de las mayores zonas de cultivo del algodón en Colombia y cuna de un inesperado desarrollo industrial textil.

Estas actividades se remontaban a las civilizaciones precolombinas, las cuales cultivaban variedades autóctonas de algodón y tejían sus mantas, exportando además estos productos a las tierras frías. Durante la colonia, la industria casera de lienzos y el cultivo del algodón proporcionaron prosperidad a la región. Pedro Fermín de Vargas escribió hacia 1800 que: "sus habitantes viven gustosos. Atribuyo esta diferencia a la fábrica de lienzos que asegura el sustento al tejedor, a la hilandera y al labrador que siembra el algodón, que le es su verdadera mina." Indica que estos lienzos "son llevados a Antioquia, Popayán, Neiva, Mérida, etc. y es el único renglón por donde entra algún dinero" (Vargas, 1800, [1944, p.55]).

Esta prosperidad se vino a menos en el transcurso del siglo xix con la competencia de las telas inglesas, a causa de la ínfima productividad de la actividad manual frente a los procesos industriales. Pocos años después de lo observado por Pedro Fermín de Vargas, un viajero advirtió en 1824 que "los obreros son pobres; en efecto, una hilandera no gana ni un real por día, una pieza de algodón de sesenta y cuatro varas no deja al tejedor una ganancia ni siquiera de siete reales. Sólo el comerciante se enriquece; lleva los textiles del Socorro a cambiarlos por oro y tabaco en Girón, por cacao en Cúcuta, por sal y tejidos ingleses en Zipaquirá" (Mollien, 1823 [1944, p.92]).

Sin embargo, la región mantuvo hasta el siglo XX cierta producción de telas toscas, debido a que muchos campesinos preferían para su ropa de trabajo el lienzo de la tierra, debido a su mayor resistencia.

En 1899, un gran hacendado de la región, Lucas Caballero, lamentaba que pareciera imposible desarrollar en el país la producción algodonera y su procesamiento en hilados y tejidos. Observaba, refiriéndose al sur del departamento de Santander, que, aunque esta es la región "donde esta industria ha tenido mayor desarrollo y existencia más larga, apenas la miran los agricultores como recurso colateral de plantaciones de maíz y cañas, porque una experiencia casi secular demuestra que aún con los más altos precios no alcanza a reintegrar los gastos que demanda su exclusiva producción" (Caballero, 1899, p.48).

Tal como lo sugiere este texto, el algodón no era un monocultivo: se sembraba en asocio con los productos de pan-coger y la caña y, en las vegas del río Suárez, se combinaba con el cultivo del arroz y, de esa manera, los rendimientos no eran altos. Varias fuentes estiman una producción entre 200 y 350 kilogramos de fibra por hectárea (Raymond, 2008, pp.43-48). Este cultivo lo realizaban campesinos y aparceros de las haciendas, en cuyo caso, según las variaciones que existían en los contratos de aparcería, entre la sexta parte y las dos terceras partes le correspondían al aparcero (ver al respecto: Raymond y Bayona, 1987, pp.40-41).

A pesar del escepticismo que manifestaba sobre el futuro del algodón en el sur del departamento Santander, el mismo Lucas Caballero fue quien tomó la iniciativa de emprender el establecimiento de una fábrica textil en la hacienda de su familia, en San José de Suaita. Los aspectos fabriles y agrícolas de este proyecto se detallan en el libro "Mucha tela que cortar". Se presentan aquí algunas de sus características relativas al algodón.

Se consideraba que la variedad existente en la región, el algodón Lengupá,1 era de buena calidad, de fibra corta, gruesa y resistente. En 1924, se aseveraba que "las muestras mandadas a Manchester llamaron la atención de los fabricantes que las juzgaron la mejor materia prima para la fabricación de hilos finos" (Revista de Industrias, 1924, No. 4, Bogotá). En 1944, el agrónomo Jorge Ortiz indicó que "la calidad del algodón es magnífica y sobre ello ya ha emitido concepto el Laboratorio Tecnológico de Fibras del Ministerio de Economía Nacional" (Ortiz, 1944).

Cuando se inició la producción textil, la producción de algodón ya había sufrido a causa del retroceso en la producción casera de lienzos, causado por la competencia de las telas inglesas. Sin embargo, el hecho de que existiera en Samacá una fábrica de hilados y tejidos había creado cierta demanda para esta materia prima. Esto evitó que la producción de algodón de la hoya del río Suárez se viera demasiado afectada por la decadencia de los lienzos caseros. Esta región se mantuvo como una de las principales zonas algodoneras del país. En 1924, un observador manifestó que la "producción [es] tan abundante, que en la época de la cosecha los campos parecen estar cubiertos de nieve" (Revista de Industrias, 1924, No.4, Bogotá). En 1926, una misión algodonera inglesa de visita en el país estimó que el algodón regional tenía un futuro promisorio: "la mejor perspectiva para el desarrollo del algodón se encuentra en los departamentos de Boyacá, Santander y Antioquia, y quizá en el Valle del Cauca" (Arno Pearse, 1926).2

En estas condiciones, en 1914 la administración de la fábrica de San José estimó que lo más conveniente era "comprar todos los algodones que se pueda en la comarca porque a ello nos obligan primero su excelente calidad; segundo, la conveniencia de su precio; tercero, la proximidad a las fábricas; cuarto la conveniencia de fomentar cultivos y quinto, la necesidad de no permitir que de nuestras propias fábricas vayan a proveerse nuestros competidores" (AFSJ, 28 de marzo de 1914).3 En 1915, Lucas Caballero expresó su deseo de "estimular y desarrollar los cultivos de la comarca" (AFSJ, 1 de octubre de 1915). La fábrica estaba en condiciones para procesar el algodón regional ya que incluía desmotadoras y una hilandería.

Si bien, la presencia de la fábrica de Samacá permitió que se mantuviera el cultivo del algodón, su demanda por materia prima representó por muchos años una temible competencia para la empresa de San José. Samacá era un comprador afianzado, con su red de agentes dotados de desmotadoras y bien aceptados por los cultivadores. En 1915 los recursos de algodón del oriente de Boyacá estaban en manos de la competencia: "Samacá es actualmente dueño del mercado de Miraflores, en donde el año pasado se cosecharon 20.000 arrobas de algodón" (ASFJ, agosto de 1915).

Uno de los aspectos que más limitaba el abastecimiento regional de algodón era la manera como se cultivaba en la hoya del río Suárez, ya que, como lo comentamos, no se trataba de plantaciones: seguía las pautas que tenía cuando se limitaba a satisfacer las reducidas demandas de la industria casera.

Además de comprar algodón en la región, la fábrica también disponía de cultivos propios, los cuales no alcanzaban a representar ni una mínima parte de sus necesidades. Extrañamente, la sociedad no le dio un especial impulso a las siembras. A finales de 1916, de 447 hectáreas de "plantíos", tan solo 43 eran de algodón. Sin embargo, según el concepto de un ingeniero agrónomo, se hubieran podido cultivar unas 300 hectáreas.4 Además, a pesar de sus pretensiones modernizadoras, la Sociedad no salía de los derroteros de la tradicional economía de hacienda: encargaba los cultivos a varios arrendatarios, los cuales contrataban a su vez sus propios subarrendatarios o aparceros, que eran los cultivadores directos de las tierras.

La empresa entregaba la tierra en enero y cuando iniciaba la época de lluvias se realizaba la "siembra de año" asociando el algodón con una variedad arbustiva de fríjol. También se sembraba algodón en la época de las fiestas de San Juan, en este caso, sin mezclarlo con otras plantas. Se trataba principalmente de la variedad regional, pero se mencionan intentos de adoptar variedades exóticas: en 1921, se compran dos kilogramos de semilla de algodón en Egipto; en 1936, se adquieren, en Armero, semillas de un algodón llamadas "dormilón". Se practicaban dos deshierbas con azadón y un macaneo con peinilla. Se celebraban arriendos de un año de duración y luego se dejaba descansar la tierra por dos o tres años antes de volver a arrendar un mismo lote. En esta región, las principales épocas de cosecha eran los meses de enero y junio. La recolección se hacía en cuatro pasadas, siendo generalmente la segunda y tercera las de mayor abundancia. Los cosecheros se amarraban a la cintura un talego llamado chácara, donde amontonaban las motas. Luego, el algodón se apisonaba y se empacaba en las "mochilas de taimes", que eran empaques ralos de fique, de llave ancha, aptos para envolver bultos de cuatro arrobas para una carga de ocho arrobas cien kilos. Se evitaba la salida de las motas por las llaves, forrando las mochilas con hojas de caña y de otras matas. Y así lo transportaban las mulas a la fábrica. Una vez terminada la última recolección, se arrancaban las varitas de las matas, se amontonaban y quemaban (Raymond y Bayona, 1987, pp. 35-39).

Un documento de 1922 suministra datos sobre los gastos de mano de obra que exigía una hectárea de algodón. Eran 12 jornales para la rocería, 8 para la limpia y siembra, 14 para el primer desyerbo y revuelta, 12 para las dos siguientes desyerbas, 24 para la recolección el documento precisa que son jornales de mujeres en este caso y 2 para el transporte de la cosecha (AFSJ, 29 de abril de 1922).

En cuanto al algodón regional, después de cosechado, los campesinos lo llevaban a los puestos de compra. Se señalan frecuentes casos de fraude en estas transacciones. Los campesinos mojaban el algodón o introducían piedras y ramas en las mochilas para que pesaran más. Los negociantes no se quedaban atrás: los agricultores "dicen haber comprobado diferencias de más de dos o tres libras por arroba entre las ´pesas´ de un comprador y las de la fábrica de San José" (Ortiz, 1944, p.55). Mario Galán Gómez considera también que entre los intermediarios "el fraude en la pesada es constante" (Galán, 1947, p.337).

Por mucho que se colocaran las esperanzas en el "algodón comarca", no existía la seguridad de que este cubriera la demanda de las fábricas de Samacá y San José. Para evitar el riesgo de padecer de escasez de materia prima, desde el inicio de la fábrica, se compró algodón en otras partes del país, particularmente en la Costa Atlántica. Se abrió un puesto de compra en Puerto Wilches, sobre el río Magdalena y se tomó contacto con una casa comercial en Barranquilla. Se conseguía también hilaza importada. Un inventario de las existencias de 1916 da una idea sobre los orígenes de los algodones para este año: los algodones regionales representaban un 33% de las existencias de algodones no tejidos, el algodón costeño desmotado sumaba 66,4% y las hilazas extranjeras el 0,6% restante (AFSJ, 31 de diciembre de 1916). Se puede observar que predominaban algodones de procedencia externa a la región, lo cual confirma la relativa debilidad de la producción local. Otros documentos confirman esta tendencia. En 1918, Estados Unidos solicitó cinco toneladas de middling en pacas de 500 libras, lo cual obligaba a re-empacar la fibra en bultos adaptados a su transporte a lomo de mula hasta llegar a la fábrica.5 En 1920, se realizó un pedido de diez toneladas de hilaza, que más adelante se anuló porque, la región pudo suministrar el algodón en cantidad suficiente. En 1926, se detecta otra compra en los Estados Unidos, siempre con el inconveniente de recibir pacas que no se podían transportar a lomo de mula.

A finales de los años treinta, el gerente de la fábrica, Christian Du Rivau, se aterró de que la empresa se encontrara "en la necesidad de traer el algodón a lomo de mula durante días innúmeros y por caminos de herradura intransitables"; opinó que se debía "fomentar el entusiasmo del cultivador de los municipios circundantes para la producción del algodón". Estimó que gracias a su gestión se pudo lograr este propósito y que se obtuvieron resultados "grandemente benéficos no solamente para la empresa sino para toda la comarca, el departamento y hasta la Nación, porque de este pequeño centro de San José de Suaita ha brotado el principio de la política proteccionista del gobierno en materia algodonera" (AFSJ, 1938). En 1942, afirmó que la Sociedad había comprado "algodón nacional en una proporción del 93% de su consumo total en los diez últimos años". Sin embargo, los archivos de la fábrica revelan importantes compras en el exterior y en otras regiones del país, pero siempre fue necesario complementar con el algodón de la comarca.

Entonces, las afirmaciones del señor Du Rivau no corresponden a la realidad, pues los datos analizados corroboran la constante tendencia a la baja de la producción departamental: en términos de algodón desmotado, pasó de 1.250.000 kilos en 1930 a 1.056.000 en 1943, 720.000 en 1942, 704.400 en 1945 y 600.000 en 1946.6

En fin, a pesar de sus repetidas proclamaciones, la empresa no fue siempre fiel a los cultivadores de la hoya del río Suárez ni pudo cumplir con el sueño que se tuvo, en el inicio de la historia de la fábrica, de abastecerse exclusivamente de algodón regional. Tal lealtad, en el fondo, no tenía lógica empresarial y la fábrica recurría, por motivos de precios, a algodones de otras proveniencias. Las afirmaciones contrarias tenían motivos políticos: la sociedad se encontraba entonces acosada por la familia Caballero,7 y fingía un patriotismo nacional y regional para ganarse adeptos en su enfrentamiento con los fundadores de la empresa. Así pues, no es fidedigna la siguiente afirmación de una publicidad elaborada en 1935 y destinada a los consumidores locales: "Telas de San José, elaboradas exclusivamente con algodón de Boyacá y Santander. Incomparables en precio y calidad. Haga la prueba y se convencerá" (AFSJ, 4 de noviembre de 1935).

Los algodones de tierras planas y mecanizables le ganaron la batalla al algodón de las laderas de la hoya del río Suárez. Su eliminación de las montañas de Santander corre parejo a la desaparición del pan de azúcar, otro producto típico de las haciendas de la región, igualmente desbancado por las planicies del Valle del Cauca y su producción de azúcar centrifugado (Raymond, 2003). Estas evoluciones cuestionan la evolución y vocación a largo plazo de la agricultura de ladera, a la que frecuentemente se le sustituyen por la ganadería extensiva o descuidados rastrojos.8

Pie de página

1Se trata de Gossypium Barbadense, var. Vitifolium A. Dugand. Sus fibras miden en promedio una pulgada de largo, lo cual implica menos rendimiento al hilar que las variedades de fibra media o larga estas últimas tienen un largo de 11/8 pulgada, pero tienen un grosor mayor lo que permite obtener un hilo de mayor resistencia.
2Arno Pearse, "El desarrollo de la industria del algodón en Colombia", en Revista de Industrias, Bogotá, No. 23, 1926. De paso, esta predicción nos permite apreciar a qué punto los mejores expertos se pueden equivocar.
3Archivo de la Fábrica de San José de Suaita (AFSJ).
4Según documento de la Notaría Quinta de Bogotá (escritura 2.418 del 10 de octubre de 1944, folio 605).
5Traer algodón de la Costa o del exterior implicaba un largo viaje por el río Magdalena hasta Girardot, luego un transporte en ferrocarril hasta Zipaquirá o Nemocón y un transporte en carruajes, balsas y a lomo de mula hasta la fábrica. Las pacas de algodón, después de ser transportadas en ferrocarril, se tenían que desarmar para reacomodar el producto en bultos aptos para el transporte por las acémilas. Tal fue la situación durante toda la fase inicial de las fábricas de San José de Suaita; el ferrocarril alcanzó Barbosa solo en 1935, año en que también llegó la Vía Nacional del Noroeste a las puertas de la fábrica, pero con fuertes limitaciones por la falta de capacidad de los puentes para aguantar el paso de camiones pesados.
6Ver varias ediciones de Valderrama, B., E., Santander y su desarrollo económico en el año de 1929, Bucaramanga, Imprenta del Departamento, varios años, y Mario Galán Gómez, Op. cit.
7Tal como lo relata el libro Mucha tela que cortar (Raymond, 2008), la fábrica de San José de Suaita conoció varios conflictos de importancia, en particular entre los inversionistas francobelgas y los fundadores colombianos.
8Se puede completar visualmente la información de este artículo visitando los museos de San José de Suaita Museo del Algodón y Fábricas de San José de Suaita y de Charalá Economuseo del Lienzo de la Tierra.


Bibliografía

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