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Cuadernos de Desarrollo Rural

versión impresa ISSN 0122-1450

Cuad. Desarro. Rural v.8 n.66 Bogotá ene./jun. 2011

 

Mutaciones en la Europa rural y límites de la política económica de desarrollo rural en la actualidad*

Transformations in rural Europe and restrictions of the current rural development economic policies

Mutations et limites de la politique économique de développement à l'Europe rurale à l'heure actuelle

Raúl de-Arriba**

*Este es un artículo de reflexión producto del proyecto de investigación "Identificación de mecanismos de reproducción económica en las zonas rurales. Implicaciones para la política económica", que tiene como objeto establecer los criterios que permitan identificar la importancia de la pluralidad de formas de integración existentes en el medio rural y las consecuencias para las políticas de desarrollo rural. Este proyecto está adscrito al Programa de Investigación del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Valencia.
**Phd. Profesor de la Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia (España). Correo electrónico: dearriba@uv.es
Cómo citar este artículo: De Arriba, R. (2011). Mutaciones en la Europa rural y límites de la política económica de desarrollo rural en la actualidad. Cuadernos de desarrollo rural, 8(66), 177-194.

Recibido: 2011-02-03, Aceptado: 2011-02-05, Evaluado:2011-03-10, Publicado: 2011-06-30.


Resumen

Las áreas rurales europeas están experimentando importantes mutaciones de diverso signo en la actualidad. Dada la pluralidad de espacios rurales, una visión del desarrollo rural centrada en las necesidades específicas cada zona requiere la elaboración de programas de Política Económica de Desarrollo Rural (PEDR) diferenciados. La reducción del diagnóstico sobre el medio rural al atraso relativo de la renta per cápita ha conducido a la PEDR a poner gran énfasis en acciones de estímulo del crecimiento económico, que se han mostrado ineficaces en muchas ocasiones. Una forma de profundizar en el conocimiento del mundo rural es identificar las formas de integración sobre las que las sociedades rurales organizan sus estrategias de reproducción, es decir, el intercambio, la redistribución y la reciprocidad. Este trabajo propone criterios para una revisión de la PEDR y explora las posibilidades de ampliación de sus contenidos más allá de los estímulos al crecimiento.

Palabras clave autor: desarrollo rural, política económica, formas de integración, Europa rural.

Palabras clave descriptor: Estrategias de ingresos, propiedad rural, capital social, mercado laboral estatal, políticas públicas rurales.


Abstract

Currently the rural areas of Europe are undergoing a wide variety of profound changes. Given the diversity of rural spaces, a rural development approach centered on the specific needs of each zone requires differentiated rural development economic policy programms (RDEP). The simplification of the diagnosis of the rural income gap has lead to the RDEP relying excessively on promoting only economic growth, this having been ineffective on many occasions. To deepen our knowledge of these rural environments, it is important to identify the forms of integration that explain the reproduction strategies of rural societies, these being exchange, redistribution and reciprocity. This work proposes criteria for reconsidering the RDEP and explores the possibilities of extending its ambit beyond the encouragement of growth.

Key words author: rural development, economic policy, forms of integration, rural Europe.

Key words descritptor: Income strategies, rural household, social capital, state labor market, rural public policies.


Résumé

À présent, les zones rurales europèenes expérimentent d'importantes mutations à signes divers. Étant donné la pluralité d'espaces ruraux, une optique du développement rural en fonction des besoins spécifiques de chaque zone exige l'élaboration de programmes différenciés de Politique Économique de Développement Rural (PEDR). Le diagnostic réduit au retard relatif des revenus par habitant, a conduit la PEDR à mettre l'accent sus les actions de stimulation de la croissance économique qui, dans la plupart des cas, se sont montrées inéfficaces. Pour bien approfondir la connaissance du monde rural, il est indispensable d'identifier les formes d'intégration des societés rurales organisées sur des strategies de réproduction ; autrement dit : l'échange, la rédistribution et la réciprocité. Cet article propose certains critères pour une révision de la PEDR et explore les possibilités d'élargissement de ses contenus au-delà des stimulus à la croissance.

Mots-clé: Développement rural, politique économique, formes d'intégration, Europe rurale.

Mots-clé descripteur: Stratégies de recettes, proprieté rurale, capital social, marché laboral de l'État, politiques publiques rurales.


Introducción

La crisis económica actual que se ha extendido a lo largo y ancho de las economías europeas, y que también ha afectado al medio rural, renueva la conveniencia de replantearse los objetivos y modos de intervención de la Política Económica de Desarrollo Rural (en adelante PEDR). La singularidad y la heterogeneidad del medio rural subrayan la necesidad de definir acciones de PEDR específicas en ese espacio. Aparte de las características objetivas referidas a la importancia de la agricultura, el uso del suelo o la estructura de la población existen otras peculiaridades referidas a la dinámica económica y a las estrategias de supervivencia presentes en el medio rural. Una posibilidad de profundizar en el conocimiento del mundo rural sería determinar hasta qué punto están presentes las distintas formas de integración a partir de las cuales las sociedades organizan sus mecanismos de reproducción económica, es decir, el intercambio, la redistribución y la reciprocidad. La combinación específica de estas tres formas o subsistemas deriva en una pluralidad de mecanismos de supervivencia que incluye, por ejemplo, la obtención de rentas a través del subsistema de mercado, los beneficios sociales obtenidos del subsistema de redistribución y el autoconsumo y los beneficios derivados de las redes de solidaridad característicos del subsistema de reciprocidad.

La reducción del diagnóstico sobre el medio rural al atraso relativo de la renta per cápita ha conducido a la PEDR a poner gran énfasis en acciones de estímulo del crecimiento económico. El objetivo del presente trabajo es proponer criterios para una revisión de la PEDR y explorar las posibilidades de ampliación de sus contenidos.

1. El medio rural europeo en la actualidad

Las zonas rurales en su conjunto constituyen una parte importante del territorio, la población, la producción y los recursos naturales en Europa. Según los datos de la Dirección General de Agricultura y Desarrollo Rural de la Unión Europea, 59% de la población habita en regiones predominantemente rurales e intermedias, que suponen 91% del territorio y donde se genera 48% del valor añadido (European Comisión, 2010). En todo caso, Rodríguez, et al. (2004) destacan que la importancia de las zonas rurales va más allá de su dimensión territorial, demográfica o económica. El espacio rural realiza unas funciones esenciales en nuestras sociedades, desde la producción de alimentos y otras materias primas esenciales (incluida el agua) hasta servicios ecológicos, recreativos, residenciales, culturales, etc. Sin embargo, las zonas rurales presentan problemas específicos y, en general, se hallan en una situación de atraso relativo respecto a los niveles de renta media. Efectivamente, en la Unión Europea la renta rural es 30% inferior a la renta media. Estas dos realidades justifican la importancia asignada a la cuestión del desarrollo rural en Europa desde hace años y la instrumentación de una PEDR que cada vez adquiere mayor importancia en la Unión Europea.

Habitualmente, se hace referencia al medio rural como una realidad particular con características propias que le hacen merecer un tratamiento diferenciado por parte de la política económica. Estas características se refieren a distintas condiciones objetivas como la importancia de la agricultura en su economía, el uso del suelo, la densidad de población y la dinámica demográfica, la periferialidad o incluso el atraso relativo en términos de renta. Todas estas variables permitirían establecer diferentes tipologías y caracterizar las zonas rurales. La más extendida es la proporcionada por la OCDE (OECD, 1994 y 2005), que utiliza el criterio de densidad de población (menos de I50 habitantes por kilómetro cuadrado1) para clasificar las zonas como predominantemente rurales, predominantemente urbanas e intermedias. No obstante, este tipo de definiciones tienen limitaciones importantes porque, en definitiva, precisan poco el contenido del espacio rural (European Commission, 2006). Además, hay que señalar que la elección de unos u otros criterios condiciona la visión sobre el objeto y, por tanto, los objetivos y las actuaciones de la PEDR. Por esta razón, existe en la comunidad científica una permanente preocupación no resuelta que alimenta la elaboración de distintas tipologías de las zonas rurales sobre la base de diferentes criterios objetivos. En esta dirección, se pueden destacar los trabajos de Copus y otros (2007), IAMO (2007), Pettersson (2001) o Labrianidis, et al. (2003), entre otros.

En todo caso, parece incuestionable que hay que hablar de pluralidad de áreas rurales que, por una parte, comparten características comunes y merecen la atención de las PEDR y que, por otra parte, presentan importantes diferencias que subrayan la necesidad de desplegar intervenciones diferenciadas. Se pueden distinguir, por ejemplo, zonas rurales que están integradas en regiones urbanizadas, en áreas costeras o montañosas atractivas para el turismo, zonas con una economía diversificada, zonas donde la agricultura es la actividad dominante o zonas de difícil accesibilidad (Lennert, 2008). En todo caso, como afirma Viladomiu (2003), el mundo rural es heterogéneo y presenta distintas evoluciones demográficas y económicas, unas en declive y otras más dinámicas, aunque parece que depende cada vez menos de la agricultura, como muestra la disminución del empleo agrario. Efectivamente, entre 2000 y 2005 la importancia relativa del sector primario en la economía de las áreas rurales europeas disminuyó 6,3% en términos de empleo (European Commission, 2008a).

Por otra parte, muchas zonas están atrayendo cada vez más recursos humanos y económicos urbanos aumentando la conexión urbano-rural. También han mejorado los niveles de bienestar en el medio rural y las tasas de paro suelen ser menores que en las zonas urbanas (European Comisión, 2010). Aunque la renta per cápita sea también menor, el coste de la vida también es inferior (sobre todo gracias al menor precio de la vivienda) y la calidad de los servicios públicos puede ser mejor que la de los servicios urbanos muchas veces saturados. Por último, en la actualidad el medio rural está menos aislado y ha mejorado considerablemente la accesibilidad gracias al desarrollo de los transportes y las comunicaciones.

2. Límites de la política económica de desarrollo rural

Los poderes públicos tienen la oportunidad de intervenir en la economía rural con el objetivo de modelar los procesos y los resultados del mercado ya sea para corregir problemas de atraso y pobreza (Rickman, 2007) o para proteger la multifuncionalidad o diversidad de servicios que los espacios rurales ofrecen al conjunto de la sociedad en forma de externalidad positiva2. En todo caso, la PEDR tiene la oportunidad de intentar gestionar los desafíos que representan los cambios que se están produciendo en la Europa rural contemporánea. La visión del mundo rural tradicional se corresponde con pueblos más o menos desconectados de la dinámica urbana y estructurados económica y socialmente en torno a la actividad agraria o pesquera. Hoy este dibujo es distinto y la realidad actual está condicionada por diversos fenómenos que imponen importantes retos para la PEDR.

La globalización impacta sobre el medio rural y afecta de forma distinta en función de las características locales. La exposición de las zonas rurales a la competencia de las economías en desarrollo afecta, sobre todo, a la viabilidad de la agricultura y de ciertas industrias manufactureras tradicionales. La liberalización de las inversiones extranjeras directas incide sobre las economías rurales a través de los fenómenos de deslocalización de las actividades intensivas en mano de obra y recursos naturales y, cada vez más, de los sectores con mayor contenido tecnológico también.3

El desarrollo de las infraestructuras de comunicación y los cambios en la industria del transporte global, incluido el fenómeno low-cost, están facilitando un aumento vertiginoso del número de desplazamientos nacionales e internacionales y de las actividades turísticas. La demanda turística potencial se ha incrementado enormemente y el fenómeno de las segundas residencias está vinculado no ya solo con ciudadanos nacionales, sino también con extranjeros que pueden alcanzar su segunda residencia en pocas horas con un coste muy reducido. Estos procesos están produciendo una presión urbanizadora en muchas zonas rurales y una transformación del paisaje muy significativa, sobre todo en el sur de Europa.

Por su parte, el desarrollo de las infraestructuras de transporte y el acceso relativamente fácil al coche privado en Occidente posibilitan una mayor movilidad y el fenómeno del commuting, por el cual muchas personas fijan su residencia en un pueblo y viajan todos los días a su centro de trabajo ubicado en un núcleo urbano relativamente cercano. El establecimiento en áreas descongestionadas fuera de las aglomeraciones urbanas resulta igualmente atractivo para las empresas que pueden deslocalizarse en busca de suelo y espacios más barato (Léon, 2005). Los avances tecnológicos en los sistemas de telecomunicación e información también facilitan estos fenómenos al tiempo que abren nuevas posibilidades de desarrollo en las áreas rurales.

En la actualidad las políticas agrarias y las PEDR incorporan cada vez más las cuestiones medioambientales, como es el caso de la Unión Europea (European Commission, 2008b), y revalorizan la dimensión multifuncional de los espacios rurales. En el caso de los espacios rurales del sur de Europa las consecuencias que el cambio climático pueda tener sobre la escasez y calidad del agua, la desertificación y la disminución del área cultivable son de especial relevancia.

Paralelamente, se están produciendo transformaciones estructurales importantes en la agricultura: la presión liberalizadora del comercio agrario impulsado por la Organización Mundial de Comercio; la reducción del apoyo público al sector agrario y el cambio de los mecanismos de intervención que se están produciendo en la Política Agraria Comunitaria de la Unión Europea; la aceleración de los procesos de innovación tecnológica aplicados a la agricultura; la introducción progresiva de exigencias medioambientales en las prácticas agrarias; etc. Estos fenómenos están produciendo un cambio en las estructuras agrarias caracterizado, por una parte, por la concentración de las explotaciones, que buscan el aprovechamiento de las economías de escala y mecanismos de integración vertical, y por otra, por el declive agricultura familiar. Este proceso se traduce en una reducción paulatina del empleo agrario y el abandono de la tierra por parte de muchos pequeños agricultores4. Al mismo tiempo, se está produciendo en muchas zonas rurales una diversificación significativa de las actividades en un proceso de terciarización de la economía, muchas veces relacionado con el desarrollo de servicios públicos.

Por último, el medio rural tiene que gestionar dos fenómenos demográficos diferenciados. Por un lado, unas zonas continúan padeciendo un proceso despoblación y envejecimiento que impone restricciones importantes sobre su futuro. Por otro, algunas zonas de gran atractivo turístico o cercanas a núcleos urbanos se enfrentan a la presión urbanística derivada del aumento de nuevos pernoctantes estacionales (en segundas residencias) o permanentes (commuting) que demandan más viviendas y presionan hacia cambios más o menos bruscos en los usos del suelo. Las dos situaciones son muy distintas y la respuesta de la PEDR también tiene que serlo.

En economía existe una tendencia a resolver los problemas con crecimiento. Las ventajas del crecimiento son bien conocidas y están relacionadas con el aumento de bienes y servicios y con el incremento de la renta de las familias que posibilita sus compras. La razón última de esta simplificación radica en la identificación automática de bienestar con crecimiento, dejando a un lado sus costes y sesgo distributivo. También en el caso de las PEDR, y a pesar de la pluralidad de situaciones existente, el diagnóstico de los problemas suele derivar en la recomendación de desplegar distintos estímulos al crecimiento. Y en este caso, en muchas ocasiones los esfuerzos se dirigen al desarrollo del sector turístico. Sin embargo, los programas de promoción del turismo rural y la inversión en infraestructuras hoteleras absorben muchos recursos y su rentabilidad es dudosa la mayor parte de las veces, más allá de las experiencias exitosas en algunos lugares muy delimitados con gran atractivo (Hoggart & Paniagua, 2001). Además, hay dudas acerca de la calidad de los empleos generados por el turismo rural (Marcouliller, 2007). En su mayor parte se trata de empleos de baja cualificación y muy estacionales, ocupados muchas veces por jóvenes pertenecientes a familias rurales que vuelven a sus pueblos durante las vacaciones y aprovechan ese momento para trabajar.

Los problemas de identificar crecimiento con desarrollo son conocidos. El primer tipo de problemas hace referencia al reparto de los beneficios del crecimiento y la dimensión social del desarrollo. Por una parte, a pesar del crecimiento de la renta per cápita, puede existir una parte de la población en situación de pobreza como consecuencia de una distribución desigual de la renta. El segundo tipo de problemas hace referencia al impacto medioambiental del crecimiento económico y también es conocido5. Como señala Tomás (2008), el crecimiento puede producir efectos medioambientales negativos como: contaminación del aire, el suelo y el agua; cambio climático de consecuencias imprevistas; aumento de la producción de residuos; agotamiento y degradación de recursos naturales y del paisaje; y disminución de la biodiversidad e inestabilidad de los ecosistemas. El tercer tipo de problemas afecta incluso a la relación inestable existente entre crecimiento y calidad de vida6. En este sentido, es bastante probable que algunos efectos colaterales del crecimiento como los fenómenos de aglomeración, el aumento del tráfico, el estrés, la disminución del tiempo de ocio, etc., puedan deteriorar la calidad de vida de las personas.

Una limitación general de la PEDR tiene que ver con su impotencia para controlar los procesos económicos y sociales, especialmente en el contexto actual de globalización. Las PEDR europeas actuales confían demasiado en la creación de oportunidades de empleo como mecanismo para evitar la emigración de los jóvenes a las ciudades. En muchas ocasiones el resultado es decepcionante, pues muchos jóvenes desean viajar a las ciudades en busca de un modo de vida distinto sin prestar demasiada atención a esos nuevos empleos. El resultado puede ser la coexistencia de escasez de mano de obra en algunas zonas rurales y el aumento de la oferta de trabajo en los mercados urbanos. Finalmente, a pesar de estas buenas intenciones, los problemas de las zonas rurales más despobladas continúan generando despoblación.

Por último, hay que recordar que las intervenciones de política económica no son gratuitas. Al contrario, tienen un coste para el presupuesto público y este no es ilimitado. Esta restricción presupuestaria plantea la necesidad de valorar minuciosamente el coste de oportunidad de las opciones de la PEDR, especialmente en el contexto europeo actual de crisis económica y desequilibrios presupuestarios.

3. Implicaciones para la política económica de desarrollo rural

Los programas actuales de PEDR en Europa no resuelven de forma satisfactoria los objetivos marcados como problemas básicos, es decir, reducir la brecha con el medio urbano en términos de renta y frenar la despoblación. La mejora de la eficacia de la PEDR requiere diagnósticos de la realidad acertados que permitan comprender la dinámica del desarrollo económico en el medio rural. Persson y Westholm (1994) sostienen que para comprender mejor la evolución de los espacios rurales resulta conveniente introducir variables extraeconómicas como valores, comportamientos y aspectos culturales. Efectivamente, hay que acercar el foco para comprender mejor algunas cuestiones. La primera de ellas acerca de los objetivos de las personas que viven en el mundo rural. Por supuesto, estas personas persiguen objetivos monetarios como aumentar la renta, estabilizar los ingresos o acumular capital. Pero también pueden tener otros objetivos no monetarios como la mejora de su bienestar a través de bienes no materiales, la salud o el acceso a determinados servicios. La búsqueda de un estilo de vida conectado con el mundo rural o la consolidación y extensión de redes sociales también pueden convertirse en objetivos muy valorados en los espacios rurales. Incluso garantizar la propia seguridad alimentaria o realizar un uso sostenible de los recursos pueden igualmente ser otros objetivos deseables.

En segundo lugar, los tipos de comportamientos o formas de integración económica es otro aspecto que precisa también una perspectiva más amplia. Ellis (2000) subraya la importancia determinante del capital social (redes sociales, relaciones de autoridad y de confianza, costumbres, etc.) en el desarrollo de las actividades económicas de las familias rurales. En la misma dirección apuntan Dufhues, Buchenrieder y Fischer (2006), Lee, et al. (2005) y Traikova, et al. (2007). De acuerdo con Polanyi (1944), las personas establecen relaciones económicas no solo a través del intercambio de mercancías, sino que existen otras formas de integración como la redistribución y la reciprocidad7. El intercambio proporciona rentas y por tanto la posibilidad de comprar bienes y servicios para satisfacer las necesidades familiares. Los individuos pueden vender su fuerza de trabajo en el mercado y recibir un salario o desarrollar una actividad de autoempleo y vender bienes y servicios. La reciprocidad implica traspasos de bienes y servicios que se efectúan a modo de dones gratuitos que se espera sean pagados de alguna forma algún día, aunque no necesariamente por el mismo individuo. En este caso, no aparece la ganancia como móvil del comportamiento ni el trabajo remunerado. La reciprocidad juega un papel importante en la familia y las redes sociales y contribuye a asegurar la producción y la subsistencia familiar. Este tipo de relación implica confianza mutua entre los miembros de un colectivo. Y la redistribución significa reunir y distribuir desde un centro, en virtud de la costumbre, de una ley o una decisión central ad hoc8.

Meert, et al. (2005) señalan la importancia que tienen las formas de relación económica distintas al intercambio, como la redistribución y la reciprocidad, en el ámbito rural y ofrecen un repaso de los tres modos de integración con ejemplos aplicables a la diversificación de actividades de las familias agrarias. En definitiva, la conjunción de la pluralidad de objetivos y de formas de integración puede derivar en una diversidad de mecanismos de supervivencia que obliga de nuevo a ampliar el foco del análisis del desarrollo rural. Varios autores han subrayado la importancia que adquiere en el medio rural el desarrollo de formas de supervivencia plurales, como Barret, et al. (2001), Benjamín y Kimhi (2006), Efstratoglou-Todoulou (1990), de Janvry y Sadoulet (2001), Ellis (1998) y Hoogeveen (2001). En definitiva, todas ellas se podrían agrupar en dos grandes grupos como formas mercantiles y formas no mercantiles. Dentro de las primeras, se encuentran las siguientes: el desarrollo de la agricultura comercial; la obtención de rentas no agrarias mediante la utilización de recursos agrarios (por ejemplo, agroturismo) o con independencia de ellos; la obtención de otras rentas como alquileres, intereses, dividendos, etc.; y las actividades mercantiles ilegales (como el tráfico de drogas, el contrabando, etc). Dentro de las actividades no mercantiles están: la agricultura de autoconsumo; las actividades de autoconsumo no agrarias (como caza, pesca y otras); la participación en redes sociales que significa la obtención de bienes y servicios de forma gratuita a modo de regalos; las remesas procedentes de familiares y amigos; las prestaciones sociales y ayudas públicas y las ayuda caritativa; y las actividades ilegales no mercantiles (como el robo o la corrupción). En definitiva, como se ve, existe un amplio espectro de formas de supervivencia que van más allá de las propias del subsistema mercado que pueden ser determinantes para la satisfacción de las necesidades de la población rural.

4. Conclusiones

Las áreas rurales de la Europa actual están experimentando distintas e importantes transformaciones de diverso signo que van desde el declive agrario y la despoblación, en una zonas, al aumento de la presión urbanizadora y el deterioro medioambiental, en otras. Dada la pluralidad de espacios rurales, una visión del desarrollo rural centrada en las necesidades específicas cada zona requiere la elaboración de programas de PEDR diferenciados.

En determinadas ocasiones estos programas no requieren la incorporación de acciones específicas de estímulo del crecimiento. A este respecto, hay que considerar los costes que supone intentar reproducir programas de crecimiento de forma indiscriminada así como sus impactos redistributivos, medioambientales y paisajísticos. Además, el Estado no puede (ni probablemente debe) hacer todo y en todas partes; al contrario, tiene que priorizar sus actuaciones. Por otra parte, los habitantes de las zonas rurales pueden perseguir objetivos no monetarios, desarrollar modos de integración económica distintos al intercambio (como la redistribución y la reciprocidad) y mantener formas de supervivencia no mercantiles que aconsejen otras formas de intervención pública distintas a las políticas de crecimiento. Una caracterización más detallada de la realidad rural a partir de esta pluralidad de formas de integración y estrategias de supervivencia debe facilitar una ampliación del contenido de las PEDR. Así, junto con las acciones de estímulo del crecimiento y el empleo justificas por la debilidad del subsistema de mercado, y manifestada a través del desempleo y la renta, pueden desplegarse otras acciones que fortalezcan las condiciones de desarrollo de los otros subsistemas (de redistribución y de reciprocidad) y que influyen de forma determinante en las condiciones de vida en el medio rural.

Teniendo en cuenta todas estas consideraciones se podrían diferenciar modos de aproximación de la PEDR, algunos de los cuales convierten los programas de estímulo del crecimiento en prescindibles. En primer lugar, es poco discutible que las zonas rurales dinámicas sin problemas de exclusión social, un medio ambiente bien conservado y cuya población está satisfecha con su forma de vida no precisan la movilización de un programa de crecimiento. En estas condiciones, la PEDR debería preocuparse por garantizar la sostenibilidad del modelo de desarrollo.

En segundo lugar, en algunas zonas rurales atrasadas la población podría estar satisfecha con la forma de vida y oportunidades existentes en su medio. El nivel de satisfacción estará en función de su esquema de prioridades y objetivos personales y de las oportunidades de desarrollo de formas de supervivencia no mercantiles como las descritas anteriormente. En estos casos también es cuestionable la oportunidad de implementar programas de crecimiento de forma indiscriminada. Esto no significa que el Estado no tenga ninguna función que realizar en estas áreas. Al contrario, su papel consiste en regular para garantizar la continuidad de las formas de vida existentes. Por ejemplo, mediante una ordenación equilibrada de las actividades económicas o garantizando el mantenimiento de la agricultura de subsistencia y las redes sociales de apoyo, así como otras formas de supervivencia no mercantil.

En todo caso, no todas las zonas rurales dinámicas presentan un panorama tan armonioso. Existen otras situaciones que requieren la realización de programas de activos que incluyan el impulso del crecimiento en sectores capaces de generar nuevas oportunidades de empleo. Ese sería el caso de las zonas atrasadas cuya población reclama soluciones para mejorar sus niveles de renta con el objetivo de poder realizar su proyecto de vida en el medio rural.


Pie de página

1La Unión Europea sitúa el umbral en 100 habitantes por km2.
2Este argumento es subrayado por Garzón (2005) refiriéndose al caso concreto del apoyo público a la agricultura. La sociedad ha disfrutado tradicionalmente de los servicios proporcionados por la agricultura de forma gratuita como externalidades positivas de la producción agraria. El problema aquí se centraría en determinar el precio que la sociedad está dispuesta a pagar para seguir beneficiándose de aquellos. Este argumento bien puede ser extendido a la PEDR, teniendo en cuenta las funciones que desarrollan estos espacios.
3Los efectos derivados de la liberalización comercial y de capitales también afectan a la dinámica de crecimiento urbano y de ahí se propagan de nuevo al medio rural a través de las conexiones de la economía rural con el sistema productivo urbano.
4Entre 2000 y 2005 el número de empleos descendió en 2,7 millones de personas (European Commission, 2008a).
5Al menos desde hace casi 40 años tras la publicación en 1972 de Los límites del crecimiento de D. L. Meadows.
6La calidad de vida es un concepto ambiguo. Sin entrar en precisiones que se alejarían demasiado del objetivo de este trabajo, se puede asociar la calidad de vida con salud, seguridad, confort, libertad, placer, sentimiento de realización personal y sentimiento de no discriminación.
7En cuanto a la caracterización de las distintas formas de integración económica existentes, los trabajos pioneros de Polanyi (1944 y 1957) se centran en el análisis de su importancia para la creación de la economía de mercado. Los trabajos sobre la aplicación de las categorías de Polanyi al estudio del mundo rural son muy escasos. Se puede mencionar a Meert, et al. (2005) que estudia el desarrollo de la diversificación de actividades de los agricultores o el trabajo de De Arriba (2007) que analiza la reforma agraria en condiciones de transición. En todo caso, todavía no existen trabajos relevantes que permitan cuantificar la importancia que cada forma de integración tiene para el desarrollo del medio rural ni criterios definidos para la identificación de estas formas.
8Polanyi define en The Great Transformation (Polanyi, 1944) una cuarta forma de integración, la administración familiar. Sin embargo, más adelante, en The Economy as Instituted Process (Polanyi, 1957), esta forma pasa a considerarse una variante de la reciprocidad.


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