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Cuadernos de Desarrollo Rural

Print version ISSN 0122-1450

Cuad. Desarro. Rural vol.8 no.67 Bogotá July/Dec. 2011

 

Calidad de vida, ocupación, participación y roles de género: un sistema de indicadores sociales de sostenibilidad rural (Chile)*

Quality of life, occupation, participation and gender roles: a social indicators system for rural sustainability (Chile)

Qualité de vie, la profession, la participation et le sexe: un système d'indicateurs sociaux de la durabilité rurale (Chili)

Julia Fawaz-Yissi**
Rosana Vallejos-Cartes***

*Este artículo se hace en el marco de los proyectos Fondecyt No. 1100506 y 091824/R de la Dirección de Investigación de la Universidad del Bío-Bío (Chile). Ideas preliminares se expusieron en el III Seminario de Cooperación y Desarrollo en Espacios Rurales Iberoamericanos, Universidad de Almería/AECID, junio 2009.
**Master of Arts, Universidad de Pittsburgh. Socióloga, Pontificia Universidad Católica de Chile. Académica del Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Educación y Humanidades, Universidad del Bío-Bío, Chile. Correo electrónico: mfawaz@ubiobio.cl
***M.Sc. Planificación y Desarrollo Rural, Universidad de Guelph. Licenciada en Historia y Geografía, Universidad de Concepción. Profesional del Centro de Investigación y Desarrollo en Agronegocios, Departamento de Gestión Empresarial, Facultad de Ciencias Empresariales, Universidad del Bío-Bío (Chile). Correo electrónico: rosana.vallejos@gmail.com
Cómo citar este artículo: Fawaz, J., Vallejos, R. (2011). Calidad de vida, ocupación, participación y roles de género: un sistema de indicadores sociales de sostenibilidad rural (Chile). En Cuad. Desarro. Rural. 8 (67): 45-68.

Recibido: 2011-03-05, Aceptado: 2011-03-08, Evaluado: 2011-07-15, Publicado: 2011-12-30.


Resumen

La preocupación por la sostenibilidad de los procesos de desarrollo se ha acrecentado en los últimos años, acompañada por la definición de indicadores o sistemas de indicadores de sostenibilidad para su seguimiento y control. En Chile, esta preocupación ha estado más bien ligada a la dimensión ambiental y sectores urbanos. No obstante, frente a las profundas transformaciones de los territorios rurales producto de los procesos de globalización y modernización, ha aumentado la inquietud por la sostenibilidad de los espacios rurales y de la pequeña producción agropecuaria. En este artículo se presenta una propuesta de un sistema de indicadores de sostenibilidad de los espacios rurales, con especial énfasis en la dimensión social. Este sistema de indicadores, orientado al nivel local, se construyó a partir de una metodología que combinó aproximaciones cuantitativas y cualitativas. Se compone de cinco dimensiones y de subtemas e indicadores simples para cada una de ellas. El estudio base se realizó en una comuna rural de Chile Central.

Palabras clave autor: indicadores, sostenibilidad rural, desarrollo local, pequeños productores

Palabras clave descriptores: desarrollo rural, indicadores socioeconómicos, calidad de vida, participación social, mujer y desarrollo.


Abstract

Concerns about the sustainability of development processes have increased in recent years as well as the definition of sustainability indicators. In Chile, these matters have been principally connected with environmental dimension and urban sectors. However, faced to profound transformations of rural areas today, concerns about the sustainability of rural areas and small farming practices have also increased. This article presents a system of sustainability indicators for rural areas with special emphasis in the social dimension. This system of indicators was built using to methodology that combined qualitative and quantitative approximations and suitable for the local level. The proposal was designed around five dimensions, subjects and indicators and was applied in a rural community in Central Chile.

Key words author: indicators, rural sustainability, local development, small farmers.

Key words plus: rural development, socio-economic indicators, quality of life, social participation, women and development.


Résumé

La préoccupation concernant la durabilité des processus de développement a augmenté ces dernières années, accompagné par la définition des indicateurs ou des indicateurs de durabilité pour la surveillance et le contrôle. Au Chili, cette préoccupation a été plutôt liée à des espaces environnementales et urbaines. Cependant, par rapport aux transformations profondes des espaces rurales produites par le processus de mondialisation et de modernisation, a été une préoccupation croissante au sujet de la durabilité des zones rurales et la petite production agricole. Cet article présente une proposition pour un système d'indicateurs de durabilité des espaces rurales, avec un accent particulier sur la dimension sociale. Ce système d'indicateurs, visant à l'échelle locale, a été construit en utilisant une méthodologie qui combine des approches quantitatives et qualitatives. Il se compose de cinq sous-dimensions et des indicateurs simples pour chacun d'eux. L'enquête initiale a été menée dans une communauté rurale au centre du Chili.

Mots-clés auteur: indicateurs, la durabilité rurale, le développement local, les petits producteurs

Mots-clés descripteur: développement rural, indicateur socio-économique, qualité de la vie, participation sociale, femme et développement


Introducción

La preocupación por la sostenibilidad de los procesos de desarrollo se ha acrecentado notablemente en los últimos años. Diferentes países están entregado orientaciones al respecto, asumiéndola como una responsabilidad que atañe tanto a las autoridades como a la sociedad civil. Asimismo, se ha avanzado en el diseño de mecanismos que permitan su evaluación, seguimiento y control, a través de la definición de indicadores o sistemas de indicadores de sostenibilidad.

La sostenibilidad de los espacios rurales hace referencia a la permanencia en el tiempo de los logros de desarrollo que se van alcanzando en un territorio determinado. Ello requiere una serie de condicionantes que en definitiva se asocian a una mayor probabilidad de que esa sostenibilidad o permanencia se concrete. Para establecerlas, es necesario definir indicadores medibles de sostenibilidad, ya sea de carácter cuantitativo, o de carácter cualitativo, más aún en situaciones tan dinámicas como las actuales, que permanentemente generan desequilibrios y desigualdades. En esta perspectiva, un sistema de indicadores de sostenibilidad sería un conjunto ordenado y cohesionado de indicadores que permite la evaluación, el seguimiento y el control de la sostenibilidad económica, social y ambiental de los procesos de desarrollo en una o varias áreas geográficas (Gallopín, 2006, Lastra et ál., 2008).

En Chile, los programas de desarrollo rural no incorporaron en el pasado mecanismos adecuados para asegurar un desarrollo sostenible y territorialmente equilibrado; estos temas se encontraban más bien ligados a la dimensión ambiental y a sectores urbanos. En las últimas décadas, ante las profundas transformaciones rurales y en el marco de enfoques territoriales del desarrollo rural, se manifiesta con fuerza la inquietud por el sentido, valor y sostenibilidad de lo rural y de las formas de vida y de trabajo de sus habitantes, algunos de los cuales se sienten amenazados por las nuevas tendencias derivadas de los procesos de globalización y modernización.

En esta "nueva ruralidad", polifuncional, compleja y heterogénea, la agricultura, aunque mantiene su importancia central en la mayor parte del país, comparte el espacio rural con otras actividades económicas, instalándose así nuevas vinculaciones del campo con la ciudad. En él confluyen distintos sectores económicos y actores sociales, los que se articulan, negocian o enfrentan para construir un territorio que posibilite un desarrollo sostenible y equitativo (Berdegué y Schejtman, 2007, Loewy, 2008, Fawaz, 2007).

En este marco, la sostenibilidad de los espacios rurales está estrechamente ligada a un conjunto de componentes sociales e institucionales tan relevantes como los considerados en las conceptualizaciones tradicionales. Para lograrla es fundamental un proceso participativo de definición, seguimiento y evaluación de indicadores de sostenibilidad en sus diversas dimensiones: ambiental, social, económica e institucional. Un papel primordial se ha ido otorgando a la dimensión social, relevando el rol de las comunidades, de las instituciones locales y de la agricultura familiar, esencial esta última por su aporte a la seguridad alimentaria y a la dinámica económica, comercial y social de los territorios locales. Las comunidades e instituciones, por su parte, insertas en su entorno local, pueden percibir mejor los desafíos para una gestión integrada y sostenible del territorio (Chiappe et ál., 2008). Estos desafíos no sólo están ligados a la agricultura, el uso de la tierra o el manejo de recursos rurales, sino también a relaciones humanas, formas de organización, instituciones, conocimientos y capacidades.

En este artículo se presenta una propuesta de indicadores de sostenibilidad a nivel local, con especial énfasis en la dimensión social, en el marco de la realidad rural actual. El ámbito de la propuesta es local y orientado a espacios donde predominan pequeños productores agropecuarios. Puede servir de base para el establecimiento de un sistema de indicadores complejos de sostenibilidad, con la participación de los actores locales. La propuesta se construyó a partir de un estudio realizado en la provincia de Ñuble, Chile Central1.

Nueva ruralidad, modernización y desarrollo sostenible

En la actualidad se percibe una resignificación del concepto de lo rural, dado que la realidad a la que alude está experimentando cambios significativos, destacándose su creciente vinculación e intercambios de bienes, servicios y manos de obra con los sectores urbanos; la disociación entre lo rural y lo agrícola; la disminución de la población ocupada en la agricultura; el aumento del empleo rural no agrícola y de la participación laboral femenina; y mutaciones en la vida cotidiana y familiar.

En el caso chileno, en la última década se observa una disminución de la pobreza rural y un incremento de los niveles educacionales, y en lo productivo, significativas reestructuraciones hacia una agricultura más intensiva, articulada a la agroindustria y a mercados dinámicos, lo que exige una reacomodación de la institucionalidad ligada al desarrollo rural. Desde un punto de vista teórico, la conceptualización en torno a la "nueva ruralidad" apunta a dar cuenta de esta nueva realidad, polifuncional y más heterogénea, social y productiva que la ruralidad tradicional (Teubal, 2001, Gómez, 2002, Pérez, 2005, Fawaz, 2007, Gobierno Regional, 2010).

Si bien lo rural cumple funciones económicas, sociales y ambientales para toda la sociedad, debe ser funcional a los sujetos que lo sustentan. Por tanto, la sostenibilidad de los espacios rurales remite a la calidad de vida de su población, asumiendo temas como la pobreza y la equidad una jerarquía creciente. De este modo, el concepto de calidad de vida, entendido como la satisfacción de las necesidades de los habitantes de un espacio determinado, es parte fundamental del desarrollo sostenible, al incorporar componentes como esperanza de vida, educación, acceso a servicios básicos, vivienda, salud, empleo, ingreso, capital social y participación; incluso variables psicosociales para incorporar la comunidad y la percepción de las personas (Sepúlveda et ál., 2008, PNUD, 2008, Olave y Fawaz, 2008).

Estudios recientes argumentan que el desarrollo rural en Latinoamérica debe asumir un enfoque territorial y apuntar a resolver la persistencia de situaciones de pobreza e inequidad para lograr sostenibilidad. Esta nueva visión del desarrollo rural sostenible lo concibe como un proceso de transformación productiva, social e institucional en un determinado espacio rural, orientado principalmente a reducir la pobreza rural. La transformación productiva busca articular competitiva y sustentablemente la economía del territorio a mercados dinámicos y el desarrollo institucional se orienta a estimular y facilitar la concertación entre actores sociales locales, la potenciación del capital social y las redes, además de incrementar la equidad en el acceso a las oportunidades y programas. Se trata de una visión integrada del territorio, que lo considera tanto una construcción social de los distintos sectores y actores que lo conforman, como una realidad geográfica y física, y que reconoce sus características socioeconómicas, ambientales y culturales propias (Berdegué y Schejtman, 2007, Llambí y Pérez, 2007, Chiriboga, 2003).

En Chile, a partir de la transición democrática en 1990, se potencian las políticas agrarias focalizadas hacia la agricultura familiar campesina, con el propósito de enfrentar la pobreza y establecer condiciones para una agricultura rentable, sustentable y capaz de integrarse competitivamente a los mercados. Se aprecia hoy que una agricultura moderna y capitalizada coexiste crecientemente con formas de producción más tradicionales, que aún prevalecen en la agricultura familiar, evidenciándose situaciones de asimetría social y territorial, e incluso nuevos criterios de diferenciación entre los pequeños productores. En efecto, algunos segmentos han sido capaces de innovar y acoplarse a las oportunidades que se abren, en tanto que otros se mantienen como productores de subsistencia, se asalarizan, emigran o desarrollan estrategias laborales pluriactivas.

Se reconoce así que la sostenibilidad de la pequeña producción agropecuaria tiene que ver con su capacidad para adecuarse a las nuevas condiciones y generar los ingresos necesarios para la reproducción de la familia y de la unidad productiva (Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), 2005; Fawaz, 2007, GORE, 2010). Esto significa inversión, innovación y nuevas formas de gestión, y en su implementación, los programas de fomento productivo del Estado, los municipios y la agroindustria tienen un papel central, al acercar la información de mercados, la innovación y la capacitación a los productores.

La vida privada y familiar también se transforma junto a la modernización de la sociedad y, acompañada del tema de equidad de género, se instala en los programas orientados a la ruralidad en Chile2. La literatura especializada apoya esta temática como dimensión necesaria para evaluar la sostenibilidad rural, aún más en un mundo que ha cuestionado la organización patriarcal de la familia y la sociedad. Como señalan varios autores, las mujeres en cuanto sujetos fueron incorporadas más tardíamente a la modernidad, la que ha avanzado en función principalmente de la realidad, intereses y necesidades de los hombres, lo que ha condicionado las estructuras y dinámicas familiares, la incorporación de la mujer al trabajo, a la ciudadanía y a la vida política, lo que evidencia los géneros como construcciones culturales (Castells, 1998, Valdés, 2007, Farah, 2008).

De hecho, en las últimas décadas se aprecian cambios visibles en la situación de las mujeres, al adquirir derechos civiles, sociales y políticos, como también transformaciones significativas en las dinámicas familiares y en las visiones sobre el rol de mujeres y hombres en la vida privada y en la sociedad. Estos procesos han sido más lentos en el campo que en la ciudad, operando más fuertemente también ciertos factores de reproducción de desigualdades de género. En la esfera privada, la familia tradicional ha jugado un papel al legitimar, como señala Bourdieu, una determinada división sexual del trabajo. Otras instituciones, agentes y campos (institucional, educacional, religioso) han contribuido desde la esfera pública, de distinta manera en diferentes épocas, a mantener esa visión. Un papel central ha jugado en ello el Estado y las políticas que ha ido implementando (Bourdieu, 2002, Valdés, 2007)

En el ámbito público, la equidad de género y las mutaciones familiares están asociadas a la incorporación de la mujer a la educación, a la vida política y al trabajo. Este último tiene una especificidad particular en el mundo rural, en cuanto la mujer desarrolla trabajo productivo tanto en el ámbito privado como en el público. El trabajo productivo doméstico forma parte de su trabajo reproductivo habitual, el que no ha sido social ni económicamente reconocido como trabajo productivo, permaneciendo invisibilizado como tal a nivel familiar, incluso frente a ellas mismas, y en las estadísticas. Consecuentemente, esta dimensión aparece como relevante para evaluar la sostenibilidad de los espacios rurales en el contexto de la nueva ruralidad.

Participación y construcción de indicadores de sustentabilidad rural

La diversidad de actores que conviven en los espacios rurales pone en primer lugar el tema de su participación en la definición y seguimiento del desarrollo rural, considerando que los actores locales tienen la capacidad de ser activos participantes, y no simples beneficiarios, de dicho proceso. Así, la participación constituye un medio a través del cual la población local ejerce influencia y control sobre decisiones que la afectan, y los grupos desfavorecidos se movilizan en pos de sus demandas. Se trata así de un empoderamiento de actores y comunidades locales, incluso en un contexto social que se orienta a una profundización de las conexiones globales (Morrissey, 2000).

No obstante, la sola participación no garantiza un desarrollo sostenible. Incluso desde algunas vertientes teóricas se ha criticado la extendida creencia de que la participación es siempre positiva, argumentándose que puede llegar a veces a constituirse en una verdadera "tiranía" o imposición, manipulable o legitimadora de decisiones tomadas en otros contextos (Cooke y Kothari, 1998). Sin embargo, la evidencia empírica muestra que el éxito de los programas de mejoramiento productivo y del bienestar está ligado al fortalecimiento de la participación, del capital social y de organizaciones locales capaces de movilizar recursos y alianzas estratégicas.

Así, el aporte de los agricultores a la definición, priorización y solución de sus problemas es clave en la adopción de estrategias adecuadas a la realidad local, asumir un compromiso con el desarrollo local y evaluar el impacto de las políticas de desarrollo (Fawaz y Vallejos, 2008, Loewy, 2008). En la actualidad, los campesinos enfrentan grandes desafíos en términos de manejo de información, innovación, posicionamiento en los mercados, gestión de variables ambientales y sostenibilidad de la actividad agroproductiva; su participación en organizaciones locales puede ser una vía efectiva para responder a ellos y mirar el desarrollo desde las fortalezas endógenas del territorio.

Los indicadores de desarrollo sostenible en Chile

Para una propuesta de indicadores de sostenibilidad a nivel local es importante considerar las definiciones hechas en el país. La Comisión Nacional del Medio Ambiente (Conama) ha estado generando desde 1997 un sistema de indicadores de desarrollo sostenible para cada región del país, a fin de apoyar la toma de decisiones en política ambiental. Se avanzó primero en la definición de indicadores regionales de desarrollo sostenible (IRDS), con base en una metodología participativa que incorporó a grupos locales y regionales.

Los IRDS respondieron a la institucionalidad ambiental y a la Ley de Bases del Medio Ambiente, que considera el desarrollo sostenible como un proceso de mejoramiento sostenido y equitativo de la calidad de vida, fundado en la protección del medio ambiente. Para que los indicadores nacionales reflejaran una mirada transversal e integradora del país, se consideró necesario la incorporación de otras dimensiones inspiradas en un esquema que relaciona la biósfera y el subsistema social y económico humano (Blanco 2001, Quiroga, 2001).

Los IRDS se estructuraron en un eje común para todas las regiones e indicadores específicos por localidad, acompañadas de estadísticas demográficas, físicas y climatológicas. El eje común incluyó indicadores como producto interno bruto, producto regional de alto valor agregado, tratamiento de aguas servidas, disposición de residuos sólidos, desocupación, índice de desarrollo humano, pobreza, presupuesto ambiental regional/producto interno bruto regional y participación ciudadana en evaluaciones de impacto ambiental. Indicadores específicos de la región en estudio son la diversificación de las exportaciones, el control de riesgos naturales y antrópicos, las formaciones vegetales biodiversas y la gestión sostenible de las pesquerías. Congruente con las prioridades de una región en donde la elaboración del bosque y la madera, la pesca y las exportaciones afines constituyen su principal base económica, las temáticas rurales quedaron fuera de esta definición y se abrió un espacio para incorporarlas a nivel local.

Metodología

Nuestra propuesta de indicadores sociales se sustenta en una aproximación metodológica que combinó aproximaciones cualitativas y cuantitativas. Sigue parcialmente el Sistema de Indicadores de la Unión Europea, estructurado en un marco ordenador de tipo jerárquico, y comparte la finalidad de su Estrategia de Desarrollo Sostenible, cual es mejorar la calidad de vida y el bienestar para las generaciones presentes y futuras. Además, consideramos los Indicadores de Desarrollo Sostenible Badesalc, de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Cepal, que siguen el sistema socio-ecológico, el cual incluye las esferas social, económica, institucional y ambiental (Gallopín, 2006, Lastra et ál., 2008, Olave y Fawaz, 2008).

El diseño metodológico abarcó dos etapas. En la primera se revisaron los planteamientos teóricos vigentes sobre nueva ruralidad y desarrollo sostenible e indicadores, las definiciones de indicadores de sostenibilidad en el país y la disponibilidad de información a nivel local. Con base en lo anterior, construimos una matriz de indicadores de sostenibilidad rural, definiendo cinco dimensiones amplias y subtemas e indicadores simples para cada una de ellas. La segunda etapa consistió en la evaluación empírica de dicha matriz, a través de un estudio en un municipio rural.

El análisis incluyó la recopilación de información disponible a nivel local, una encuesta a una muestra de productores familiares para obtener información cuantitativa o cualitativa no disponible, pero considerada necesaria en la etapa anterior, y por último, poner a consideración de expertos (un investigador especialista en desarrollo rural, un directivo de una empresa asociativa campesina, un dirigente de una asociación campesina y un funcionario municipal especialista en desarrollo rural) la matriz de dimensiones, subtemas e indicadores, con el objeto de reducir estos últimos a un número manejable, pero significativo, de indicadores. Producto de este proceso, se construyó la propuesta de indicadores de sostenibilidad para espacios rurales en los cuales predominan pequeños productores agropecuarios que se presenta en este artículo.

La comuna seleccionada para nuestro estudio fue Ránquil, región del Bío-Bío, Chile Central. Se trata de un municipio rural, agrícola y forestal, con una extensión territorial de 300 kilómetros cuadrados, cuyo centro urbano, Ñipas, concentra sólo el 25% de la población comunal, que alcanza los 5791 habitantes (Mideplan, 2009). El suelo presenta alta erosión y en su mayor parte se destina a uso forestal; en menor medida a rubros como viña, frutales o ganadería en lomajes suaves con erosión leve o media, y una porción minoritaria, de suelos planos, al cultivo de cereales y hortalizas. Las pequeñas propiedades constituyen el 95% del total y ocupan sólo el 50% de la superficie total, siendo un municipio con altísima proporción de productores familiares.

La modernización se hace sentir a través de los programas de fomento productivo del Estado y del municipio y por la instalación de uno de los complejos forestales-industriales más importantes del país, cuyos efectos en la actividad agropecuaria, especialmente en viñas y frutales, fueron ampliamente debatidos a nivel local y nacional. El municipio ha orienta al apoyo de la pequeña producción el programa de compensaciones negociado con el complejo forestal.

Resultados

Como resultado de la primera etapa del estudio construimos una matriz de indicadores que consideró cinco dimensiones: tendencias de la población, calidad de vida, participación social, producción y empleo y equidad de género. Luego, se definieron subtemas relevantes e indicadores simples que se corresponden con cada una de ellas, matriz que se presenta en el cuadro 1.

A continuación se exponen los resultados obtenidos en la segunda etapa descrita en la metodología, consistente en el estudio realizado en la comuna de Ránquil, tendiente a evaluar esta matriz y validar sus indicadores, proceso que finalmente dio origen a un sistema de indicadores sociales de sostenibilidad rural.

Dimensión Cambios demográficos

Si bien se ha producido un acercamiento entre los sectores urbanos y rurales en varios indicadores, los sectores rurales tienen dificultades para retener a su población. Es lo que sucede en Ránquil, comuna que disminuye sostenidamente su población, situación que es aún más evidente entre los pequeños productores agropecuarios (INE, 1992, 2002, Mideplan, 2003, 2009). Al analizar esta realidad y los tres indicadores propuestos en la matriz de indicadores del cuadro 1, consideramos que la tasa de crecimiento de la población puede dar cuenta de los otros dos, dado que hay suficiente evidencia para sostener que migran principalmente los más jóvenes y educados, y eso se reflejará en la estructura de edad de la población.

Se puede argumentar incluso que una baja tasa de crecimiento de la población, o más aún un crecimiento negativo, es la expresión directa de bajas condiciones de sostenibilidad. El resto de las dimensiones definidas en la matriz representan en esta perspectiva condiciones para una mayor sostenibilidad, que pueden inducir procesos de retención o ralentización de los procesos migratorios.

Dimensión Calidad de vida

Cinco subtemas resultaron relevantes en esta dimensión: pobreza, habitabilidad, educación, conectividad y percepción del bienestar. En relación con la pobreza rural3, hay que destacar que en los tres últimos años disminuyó más que la urbana, aunque todavía hay rezagos en otras dimensiones de calidad de vida4. No obstante, la incidencia de la pobreza es mayor entre los pequeños productores, y casi el 50% de los encuestados declararon percibir un ingreso por debajo de la línea de pobreza, situación que alcanza a alrededor del 20% en la comuna.

En relación con habitabilidad y equipamiento básico, hay políticas de vivienda rural que otorgan subsidios para su construcción y mejoramiento. Un indicador relevante es la propiedad de la vivienda, por constituir una sentida aspiración de la población. Al respecto, 85% de los encuestados declararon tener vivienda propia. Otros indicadores propuestos en la matriz son el hacinamiento y los materiales de la vivienda, en general relacionados con el nivel de ingreso. En el área del estudio el sismo de 2010 fue bastante destructivo, especialmente en las viviendas de adobe, antiguo material a base de barro y paja. El tema entonces es crucial, pero debe adaptarse a las situaciones locales específicas.

En cuanto a servicios básicos, hay amplia cobertura en electrificación, cercana a un 100%. La red de agua potable rural, en cambio, no cubre la totalidad de la demanda del sector, pero se complementa con pozos bombas. El tratamiento de aguas servidas es deficitario y sólo un 20% de los encuestados cuenta con baño dentro de la vivienda, lo que influye negativamente en su percepción del bienestar. El equipamiento del hogar es un indicador incluido en todas las mediciones oficiales sobre calidad de vida y ha tenido una expansión significativa en la última década, especialmente en electrodomésticos y telefonía. Entre los pequeños productores entrevistados se aprecia también esta tendencia, aunque sin alcanzar los niveles urbanos. Por su parte, la disposición de la basura ha mejorado: 60% de ésta es recolectada por servicios del municipio.

El tercer subtema es la conectividad, que alude al tradicional aislamiento rural. Si bien la red vial y la locomoción pública han mejorado notablemente y el uso de vehículos privados ha crecido, los productores sienten que aún hay déficits que cubrir. Tienen amplio acceso a información general a través de televisión y radio, y en menor medida, periódicos; un tema pendiente es el uso de tecnologías digitales en la actividad productiva y en la vida cotidiana; sólo un 27% posee computador y no más de un 5% está conectado a Internet, herramientas hoy fundamentales para el conocimiento, potenciar capacidades de innovación y de participación y mejorar la gestión. Consecuentemente, definimos tres indicadores: movilidad de desplazamiento, sujeto a la calidad de la red vial y disponibilidad de medios de movilización, acceso a medios de comunicación y conectividad digital.

El cuarto subtema relevante es el nivel educacional. No obstante el aumento de la escolaridad y la disminución del analfabetismo a nivel rural, los niveles todavía son deficientes comparados con la ciudad, lo que tiene un impacto en la calidad de la mano de obra. En efecto, el 70% de la población ocupada en el área del estudio sólo tiene educación básica, lo mismo que los productores encuestados, que además utilizan poco las oportunidades de capacitación y educación no formal que ofrecen los organismos públicos y los municipios.

Por último, en la perspectiva de desarrollo sostenible asumida es esencial considerar la satisfacción de las personas con su vida actual. Un estudio sobre desarrollo humano en el sector rural chileno identificó tres grupos al respecto: a) los conformes, un 34%, en general personas adultas y mayores con baja carga de responsabilidad; b) los insatisfechos, 28%, principalmente personas con alta carga de responsabilidad económica y baja disposición de recursos para enfrentar situaciones críticas; y c) "los que aspiran a más", 38%, mayoritariamente personas jóvenes y adultas (PNUD, 2008). Nuestro estudio muestra una percepción aún más positiva en los pequeños productores: el 54% afirma estar mejor que diez años atrás, sólo un 25% siente que su situación es más deficiente y el 21% restante considera que ésta no ha cambiado significativamente.

Dimensión Participación

La evidencia empírica muestra que el nivel de participación rural es alto, especialmente en las organizaciones de desarrollo local (Fawaz y Vallejos, 2008, Mideplan, 2009). Sin embargo, habría que establecer si esta participación se reduce a una mera formalidad o logra ser una participación efectiva, es decir, que tenga influencia en las decisiones y programas que los afectan.

Nuestro estudio en Ránquil abordó la participación desde el tipo de organizaciones presentes en el territorio, el nivel y formas de involucramiento de los productores en ellas y la generación de capital social. Los pequeños productores bajo estudio superan la participación de la población rural en su conjunto, ya que el 90% pertenece a alguna organización de desarrollo local, aunque la mayor parte se limita a asistir a reuniones de información respecto a programas o proyectos. Sólo un 63% de los encuestados participa en instancias productivas; también asisten a jornadas de capacitación.

En este escenario, una participación efectiva requeriría prácticas y mecanismos tendientes a fortalecer el capital social y cultural y el aprendizaje organizacional, para superar la participación centrada en los intereses individuales e incorporar necesidades de la comunidad y del entorno. Los expertos sugirieron indicadores como la capacidad de articulación con otros actores y organismos presentes a nivel local y la vinculación a redes nacionales o internacionales. Por último, los productores que participan en organizaciones son más jóvenes, educados e innovadores que quienes no lo hacen; así, la vinculación entre innovación y participación aparece sustentada en la labor desplegada por distintas instituciones a nivel local.

Estructura productiva y empleo

Las transformaciones productivas recientes se asumen más lentamente en comunas como Ránquil, con rezagos sociales importantes y además con recursos de agua y suelo deficitarios; pero aun en esta situación restrictiva, la actividad agropecuaria transita hacia rubros más intensivos y rentables. Ello requiere inversión, incorporación de innovaciones y nuevas formas de gestión, lo que ha sido recogido por la institucionalidad pública en programas de riego, capacitación y financiamiento para acompañar la diversificación productiva; esto se refleja en el cambio del uso del suelo que se observa en la última década (INE, 1997, 2007).

El uso del suelo entonces apareció, también a juicio de los expertos, adecuado para evaluar la orientación de la estructura productiva de la pequeña producción agropecuaria, lo mismo que la inversión predial y el tamaño de la propiedad. Ellos resumen otros indicadores definidos en la matriz construida en la primera etapa del estudio (cuadro 1), como el acceso a agua de riego, una gestión predial eficiente, la incorporación de buenas prácticas agrícolas y la oferta de programas de fomento productivo, en cuanto los requieren y los expresan.

Los municipios y la institucionalidad pública apoyan enfáticamente la incorporación de innovaciones, programas "amarrados" a la participación en organizaciones productivas y a capacitación. El impacto es claro, puesto que casi un 85% de los productores que participan en organizaciones dicen haber realizado algún tipo de innovación productiva. No todos los productores logran integrarse a esta dinámica de modernización, por lo que se configuran nuevos parámetros de diferenciación que han llevado a distinguir entre pequeños productores "innovadores" y "tradicionales" o de subsistencia, según sean capaces o no de responder a los nuevos contextos y generar ingresos suficientes con su actividad predial.

En el caso de los productores tradicionales, crece la incidencia del trabajo extrapredial en el ingreso familiar, que se complementa con jubilaciones y subsidios, como pensiones asistenciales, de invalidez, entre otros. Un 65% de los encuestados recibe algún tipo de subsidio; llama la atención que el resto declare no recibir subsidio alguno, dado que los últimos gobiernos han establecido un sistema de protección social para atender a la población más vulnerable del país.

El empleo en la agricultura ha disminuido en algo más del 10% en la última década, lo que se ha visto acompañado de un decrecimiento en la proporción de hombres y un aumento en la de mujeres ocupadas en la rama silvo-agropecuaria. No obstante, en Ránquil la agricultura sigue siendo el sector que más contribuye a la generación de empleos, representando el 50% de la ocupación de la comuna (INE, 1997, 2002). Estas realidades deben también expresarse en los indicadores de sostenibilidad.

Desarrollo sostenible, vida privada y equidad de género

En el análisis de la literatura especializada, tres subtemas surgieron como relevantes para abordar esta dimensión: el trabajo femenino, las dinámicas familiares y las dinámicas comunitarias. El primero alude en el sector rural tanto a la esfera pública como a la vida privada, en tanto el trabajo productivo de la mujer, remunerado o no, se realiza en el hogar o fuera de él. La segunda dimensión alude a la esfera privada y la tercera al espacio público o comunitario.

En Chile, el tema laboral es particularmente importante, primero, porque comparado con países de desarrollo similar, la participación laboral femenina es baja, alcanzando en 2009 a 39%, y sólo 27% en los sectores rurales, con una importante brecha de género, pero con una fuerte tendencia a aumentar (INE, 2007). En segundo término, porque se advierte un cambio en el carácter del trabajo femenino. Éste se concentró en el pasado en trabajo productivo no remunerado a nivel doméstico, fortaleciendo el imaginario tradicional basado en la también tradicional división sexual del trabajo: hombre/mujer, trabajo productivo/trabajo reproductivo.

Hoy se observa una suerte de feminización de la agricultura, en tanto aumenta la visibilidad de la mujer como jefa de explotación, asalariada agrícola y microempresaria, lo que evidencia estrategias productivas y laborales necesarias de profundizar. Lo nuevo, entonces, no es realizar un trabajo productivo, sino salir del espacio del hogar y/o recibir una remuneración (Deere, 2006, Fawaz y Soto, 2007, Valdés, 2007).

Ligado a los nuevos roles femeninos, en el ámbito privado es importante considerar indicadores respecto a dinámicas familiares y representaciones de los actores. En sus aspectos fundamentales, la familia tradicional campesina se reestructura; en efecto, disminuye su tamaño, aumentan las jefaturas de hogar femeninas, los hogares unipersonales, las separaciones y las convivencias y disminuye el matrimonio como base para constituir familia, entre otras tendencias que la acercan a la familia urbana. Nuestro estudio de terreno mostró tendencias similares en los pequeños productores entrevistados, que siguen esos parámetros, aunque con rezagos. Avanzar en las dinámicas familiares, incorporando indicadores ligados a la conciliación trabajo y familia y a los procesos de toma de decisiones al interior de la familia, se revela de la más alta relevancia (Farah, 2008, Gubbins et ál., 2003).

Las representaciones sociales y las construcciones culturales alrededor del trabajo femenino son ambivalentes. Por una parte, diversos estudios muestran que se considera positivo que la mujer pueda incorporarse a un trabajo remunerado, por mejorar su autoestima, su autonomía, y por la contribución económica a la familia. Pero, por otra parte, si ella trabaja por una remuneración, se reconoce que ello significa una doble jornada laboral, en la medida que los roles masculinos no se han transformado a nivel doméstico. Más aún, las mujeres no sólo enfrentan una recarga de trabajo, sino también el frecuente rechazo de los esposos o parejas si el trabajo asumido implica salir del hogar; lo que va acompañado, a menudo, de estrés y sentimiento de culpa por parte de la mujer (Fawaz y Soto, 2007, Valdés, 2007, Farah, 2008). En parejas más jóvenes y más educadas, como también en ciclos familiares tardíos, el hombre "ayuda" más en las tareas domésticas y apoya el trabajo doméstico de la mujer. En este punto, de acuerdo con los expertos, se incorporó como indicador de equidad de género no sólo la incorporación al mercado laboral, sino también el reconocimiento familiar y social del trabajo productivo no remunerado de las mujeres rurales.

Por último, nuestro estudio muestra que no hay brechas de género en la participación de hombres y mujeres en las organizaciones de desarrollo local; tampoco en organizaciones productivas cuando la mujer trabaja y su actividad lo exige. Más aún, las mujeres son capaces de asumir roles de liderazgo, incluso arriesgando algún grado de conflicto al interior del hogar. Para el cuidado de los hijos recurren a redes familiares, de "compadrazgo" y vecinales, y también a redes sociales cuando existen. Las mujeres mayores, por su parte, se incorporan cada vez más como microempresarias, en grupos organizados. La dinámica del capital social que estas redes significan es un indicador de sostenibilidad necesario de incorporar.

Un sistema de indicadores sociales de sostenibilidad rural

Producto del estudio realizado, se construyó un sistema de indicadores sociales de sostenibilidad, el cual se presenta en el cuadro 2. Puede servir de base para evaluar el desarrollo sostenible en espacios rurales en los que predominan los pequeños productores agropecuarios, manteniendo las dimensiones propuestas, pero a nuestro juicio adecuando los indicadores a las realidades locales, a través del juicio de expertos y la disponibilidad de información.

Conclusiones

El desarrollo rural sostenible requiere sistemas de seguimiento y monitoreo que evidencien los logros y desafíos pendientes en el alcance de los objetivos trazados. En este contexto, este artículo propone un sistema de indicadores sociales de sostenibilidad para espacios rurales en los que predominan pequeños productores agrícolas, combinando información cuantitativa y cualitativa. Creemos con ello haber aportado las bases para un sistema de monitoreo y evaluación del desarrollo sostenible en localidades con las características indicadas.

La propuesta fue producto del análisis de una matriz de indicadores de nivel local construida a partir de una revisión bibliográfica sobre el tema, un estudio de aplicación en un municipio rural y el juicio de expertos para los indicadores, subtemas y dimensiones consideradas.

Una primera constatación relevante es que empíricamente se reitera que la construcción social del territorio conjuga elementos cuantitativos y cualitativos. Esto fundamentó la aproximación metodológica asumida para el sistema de indicadores propuesto. Respecto al tema cualitativo, se acogen conceptos como calidad de vida, estrategias productivas, vida privada, percepciones y representaciones y equidad de género, que al ser transformadas en indicadores proporcionan nuevos contenidos significativos al análisis de la sostenibilidad de los espacios rurales.

En segundo lugar, se constató existencia de información actualizada a nivel local, proporcionada por los censos de población, vivienda y agropecuarios. Para períodos intercensales intermedios existe información recogida por encuestas periódicas hasta el nivel municipal. Esta información nos permite monitorear el comportamiento de varios indicadores, principalmente de carácter cuantitativo.

No obstante, dichos indicadores no dan cuenta de los procesos de carácter cualitativo que acompañan al desarrollo local; es el caso específico de indicadores como conectividad digital, percepción del bienestar, trabajo femenino remunerado y no remunerado y el nivel de satisfacción asociado a dichos indicadores. Por tanto, es necesario generar ese tipo de información con estudios de terreno que permitan acceder a la subjetividad de los actores locales, a información sobre situaciones de grupos o entidades de población particulares, o a temáticas no consideradas en las estadísticas generales.

En tercer lugar, estos indicadores incorporan la dimensión de género en su ámbito cuantitativo y cualitativo, no siempre presente en la consideración de la sostenibilidad de los espacios rurales. Avanzar en la equidad de género aparece como un elemento indispensable en la perspectiva de un desarrollo rural sostenible y mejoramiento de las oportunidades que se abren a las familias rurales. Dentro de esta dimensión, es necesario destacar la importancia de la incorporación de la mujer al mercado laboral, sin desconocer por ello lo que ha significado el trabajo productivo no remunerado al ingreso familiar y a la producción nacional, tradicionalmente invisibilizado en las estadísticas oficiales.

Finalmente, en el marco del análisis realizado, podemos concluir que los indicadores simples propuestos permiten abordar los temas centrales de cada una de las dimensiones consideradas en el sistema de indicadores sociales propuesto. Ello permitirá abordar desde una perspectiva más integral el desarrollo rural, al poner énfasis en dimensiones sociales no siempre incorporadas en las políticas sociales.

Para terminar, es importante reiterar que una adecuación cuidadosa a las realidades locales es imprescindible para que una propuesta de esta naturaleza no se traduzca en una nueva imposición ajena a los actores y a las comunidades rurales. La participación efectiva constituye en este sentido un pilar fundamental para la sostenibilidad y la evaluación de sus logros y desafíos. La sostenibilidad no podrá alcanzarse sin la participación efectiva de todos los actores y sectores productivos que confluyen en un espacio rural determinado, como tampoco sin la decisión y el concurso de las autoridades y organizaciones que operan a nivel local.


Pie de página

1La recolección de datos en terreno se realizó en 2007 y 2009.
2En Chile, el género ha sido incorporado como uno de los componentes de los Programas de Mejoramiento de la Gestión (PMG) de la institucionalidad pública.
3En Chile, la pobreza e indigencia se miden por el método de ingreso, de modo que se considera población pobre aquella cuyos ingresos no son suficientes para satisfacer sus necesidades básicas, valoradas en función de una canasta de satisfactores (Mideplan, 2009).
4En el caso de Chile y de la Región del Bío-Bío, indicadores de salud como tasa de mortalidad o problemas de salud no discriminan entre distintas comunas. En general, los indicadores biomédicos son muy positivos tanto a nivel rural como a nivel urbano, por lo que no fueron incluidos en la propuesta.


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