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Cuadernos de Desarrollo Rural

Print version ISSN 0122-1450

Cuad. Desarro. Rural vol.10 no.72 Bogotá July/Dec. 2013

 

Mujeres rurales y trabajo en Chile central. Actitudes, factores y significaciones*

Rural Women and Work in Central Chile. Attitudes, Factors and meanings

Les femmes rurales et le travail au Chile central. Les attitudes, les facteurs et les significations

M. J. Fawaz-Yissi**
C. Rodríguez-Garcés***

*Este trabajo es producto del proyecto de investigación Trabajo femenino y vida familiar en el contexto de la modernización rural. Realidades y representaciones en la provincia de Nuble, Chile, financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt) número 1100506/10 y el proyecto DIUBB133324 2/R de la Universidad del Bío-Bío.
**Master of Arts por la Universidad de Pittsburgh. Profesora Titular del departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Educación y Humanidades, Universidad del Bío-Bío, Chile. Correo electrónico: mfawaz@ubiobio.cl
***Doctor en Multimedia Educativa por la Universidad de Barcelona. Profesor Asistente del departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Educación y Humanidades, Universidad del Bío-Bío, Chile. Correo electrónico: carlosro@ubiobio.cl

Recibido: 2013-02-28 Aceptado: 2013-03-05 Evaluado: 2013-05-28 Publicado: 2013-12-30


Cómo citar este artículo

Fawaz-Yissi, M. J. & Rodríguez-Garcés, C. (2013). Mujeres rurales y trabajo en Chile central. Actitudes, factores y significaciones. Cuadernos de Desarrollo Rural, 10 (72), 47-68.


Resumen

A pesar de la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, Chile registra una tasa baja de participación femenina, comparada con países latinoamericanos y con países de la OECD. Bajo la premisa de que las actitudes influyen en la decisión de trabajar, el artículo analiza los factores asociados con actitudes favorables o desfavorables hacia el trabajo femenino en el campo, que va en aumento de forma sostenida, a partir de una encuesta a mujeres rurales de la provincia de Nuble, Chile central. Los resultados destacan que tales actitudes están relacionadas con las prácticas laborales de las mujeres, en un perfil actitudinal que visualiza el trabajo como fuente de realización personal y valoración social, y no solo como instrumento de provisión de ingresos. Edad, vinculación urbana, ideas políticas y, en particular, la educación, apoyan actitudes positivas hacia la incorporación femenina en el mercado laboral.

Palabras clave autores: Trabajo femenino, actitudes, mujeres rurales.

Palabras clave descriptores: Chile, valoración social, mujeres en el desarrollo rural, prácticas laborales.


Abstract

Despite the increasing incorporation of women into the labour market, Chile records a low rate of female participation compared with Latin American and OECD countries. Based on the premise that attitudes influence the decision of working, the article analyzes the factors associated with favorable or unfavorable attitudes towards women's work in the field which, according to a survey administered to rural women from the Nuble province in Central Chile, is growing steadily The results highlight that such attitudes are related to women's labour practices in an attitudinal profile that visualizes work as a source of personal development and social value, and not just as an instrument for providing income. Age, urban connection, political ideas and, particularly education, support positive attitudes toward the incorporation of women into the labour market.

Key words author: Women's work, attitudes, rural women.

Key words plus: Chile, social value, women in rural development, labor practices.


Résumé

Malgré la croissante incorporation des femmes au marché de travail, le Chile registre un faible taux de participation féminine, en comparaison avec d'autres pays latino-américains et des pays de l'OCDE. Sous la prémisse qui dit que les attitudes influencent la décision de travailler, l'article analyse les facteurs associés à des attitudes favorables et défavorables à l'égard du travail féminin dans le domaine, qui ne cesse d'augmenter, à partir d'un sondage fait aux femmes rurales de la province de Nuble, au Chile central. Les résultats mettent en relief que ces attitudes-là sont liées aux pratiques de travail des femmes, dans un profile attitudinale qui visualise le travail comme une source d'épanouissement personnel et de valorisation sociale, et non seulement comme un instrument de provision de revenus. L'âge, les liens urbains, les idées politiques et, surtout, l'éducation, soutiennent des attitudes positives à l'égard de l'incorporation des femmes au marché de travail.

Mots-clés auteurs: Travail féminin, attitudes, femmes rurales.

Mots-clés descripteur: Chile, valeur sociale, femmes dans le développement rural, pratiques de travail.


Introducción

Dentro de los cambios y reestructuraciones que actualmente se observan en la sociedad chilena, destaca la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, lo que incide de manera significativa en las bajas tasas de desempleo que registra el país, situación a la que no es ajeno el mundo rural (Mideplan-Casen1, 20II; INE, 2012)2. En efecto, durante la última década, la población rural femenina ocupada se ha duplicado en un contexto de disminución de la población ocupada en la agricultura; así, ha aumentado la participación femenina como jefa de explotación, asalariada agrícola e, incluso, como mano de obra familiar. No obstante que la centralidad del trabajo, como fuente de seguridad, se ha puesto en cuestión en el mundo actual, muchos de los beneficios sociales fundamentales, como la generación de ingresos, la realización personal y el reconocimiento social, siguen fuertemente asociados con este. Esto explicaría que las mujeres rurales, que siempre han desarrollado un trabajo productivo no remunerado como parte de su rol tradicional de género, busquen incorporarse al trabajo remunerado pese al riesgo de tensiones y conflictos, pues a menudo significa salir del espacio doméstico, generar espacios de autonomía e incluso cuestionar las tradicionales relaciones de poder, instaladas en el mundo rural.

La decisión de trabajar o no fuera del hogar obedece a una combinación de factores motivacionales, actitudinales y estructurales. Dentro del actual contexto estructural, en Chile se ha calculado que la baja tasa de participación laboral femenina está influida, muy probablemente, por las actitudes predominantes en relación con la familia y el trabajo, en especial, el de jornada completa, en tanto se presume que este podría tener un efecto negativo en la familia y en los hijos pequeños, situaciones más evidentes en los sectores rurales (Fawaz y Soto, 2012; Izquierdo, 2008; Larrañaga, 2006; Lehman, 2003). El tema de las actitudes cobra importancia, entonces, como un factor de alta incidencia en la toma de decisiones laborales, por cuanto afecta la disposición a la acción que contribuye a propiciar o poner barreras al trabajo femenino. Además, la incongruencia entre actitudes y prácticas se traduce, por lo general, en insatisfacción y conflictos, los que pueden profundizar las tensiones que acompañan a menudo la incorporación de la mujer al mundo laboral (Fawaz y Soto, 20I2; Guadarrama y Torres, 2007; Jelin, 2006).

En este artículo se aborda el análisis de las actitudes que están asociadas con la participación laboral de las mujeres rurales y se identifican los factores que inciden en actitudes favorables o desfavorables en sectores rurales de Chile central. El análisis se hace a partir de los datos recogidos por medio de una encuesta aplicada entre enero y marzo de 20II a una muestra de 248 mujeres rurales de la provincia de Nuble. Hacemos, en primer término, algunas reflexiones teóricas y conceptuales en torno a la incorporación de las mujeres rurales al mundo laboral y a la relación entre actitudes y trabajo femenino. Luego, se describe la metodología utilizada y los antecedentes del área del estudio, para exponer al final los resultados y las conclusiones más relevantes.

1. La incorporación de las mujeres rurales al mundo laboral

El aporte de las mujeres al incremento de la población ocupada es creciente en el país (INE, 20I2), incorporación laboral que es disímil por estrato socioeconómico y nivel educacional. Las mujeres con alta educación elevan su participación laboral a cifras cercanas a los varones con nivel educacional similar, en tanto la participación laboral de las mujeres de estratos bajos o de bajo nivel educacional no supera el 30%. Confluyen en ello, además, las posibilidades de conciliación trabajo/familia y el acceso a redes de cuidado, así como factores culturales, ligados al patriarcado tradicional y a las formas de construcción de las identidades femeninas, principalmente asociadas con la función materna y el cuidado del grupo familiar, las cuales han permeado de manera contundente los sectores rurales (Castells, 1999; Montesinos, 2002; Valdés, 2007). En la sociedad actual, como señala Castells (1999), la familia patriarcal y el patriarcado como tal se ven desafiados por los procesos vertiginosos de la transformación del trabajo y de la conciencia de las mujeres, reforzados por la modernidad y los procesos económicos y sociales que la acompañan.

En este contexto se observa que la participación laboral de las mujeres rurales crece ostensiblemente en los últimos años, como también la población femenina ocupada en la agricultura (GORE, 20103; Mideplan-Casen, 2000; 2009). Si bien la mujer rural, por lo regular, ha desempeñado actividades productivas no remuneradas como parte de su rol doméstico tradicional, la incorporación a un trabajo remunerado contribuye a configurar prácticas laborales, relaciones intrafamiliares e imágenes de mujer y de familia distintas a las relacionadas con la división sexual del trabajo tradicional (FAO, 2007; Valdés, 2007; Deere, 2006; Campaña, 2005). Es, precisamente, la valoración económica del trabajo de la mujer lo que hace la diferencia, así como también salir del hogar y del espacio doméstico. Pero esto último crea tensiones con el papel asignado a la mujer rural en la división sexual del trabajo tradicional. Frente a la necesidad de compatibilizar trabajo remunerado y responsabilidades domésticas, las mujeres elaboran diferentes estrategias según los recursos del grupo familiar, sus propias preferencias y la posibilidad de acceder a redes o servicios de cuidado. En general, estas estrategias implican grandes esfuerzos para articular mundo doméstico y mundo público, en especial, por la escasa redefinición de las relaciones de género y de la división sexual del trabajo, en la que persisten desequilibrios tanto al interior de las familias como en el mundo laboral y en la sociedad rural (Fawaz y Soto, 20I2; Valdés, 2007; García y De Oliveira, 2006; Farah y Pérez, 2003; Sernam, 20044).

De este modo, el trabajo femenino tiende a alterar las tradicionales relaciones hombre/mujer, desafía estructuras sustentadas en el campo durante generaciones, lo que causa resistencias, conflictos y tensiones. Esta situación se profundiza debido a que el trabajo femenino, a menudo, se ejecuta en condiciones desventajosas de discriminación salarial, concentración en ocupaciones poco diversificadas y de baja cualificación, o como extensión de actividades domésticas como labores de cuidado, ayuda doméstica, o microemprendimientos basados en saberes tradicionales, frente a roles de género que se resisten a cambiar, en particular los roles masculinos (Fawaz y Soto, 2012; Anthopolou, 2010; Fernández, 2007; Jelin, 2006, Arriagada, 2004). Adicionalmente, la imagen de la "mujer trabajadora" en sectores rurales sigue rodeada de mitos: descuido del hogar, pareja e hijos o la reputación dentro de la comunidad, entre otros, por lo que ellas suelen vivir su nuevo rol en permanente tensión. No obstante, en alta proporción ellas mismas reconocen la relevancia que ha implicado asumir responsabilidades laborales y públicas, incluso para las relaciones dentro de la familia, que se ha visto influida de forma positiva por esta nueva manera de ser mujeres.

2. Actitudes y prácticas laborales

La decisión de trabajar o no trabajar fuera del hogar obedece a múltiples factores. Las actitudes son uno de ellos y cobran importancia en cuanto constituyen la disposición a trabajar. En efecto, una actitud es una predisposición aprendida para responder positiva o negativamente a cierto objeto o situación que contiene componentes cognoscitivos (representación formada por la información, creencias y percepciones), afectivos (emocionales y motivacionales, a favor o en contra) y conductuales, que inclinan a actuar de determinada manera (Roldán Santamaría, 2004; Rodríguez, I99I; Newcomb, I964). En este sentido, se trata de una disposición estable y duradera a la acción, o una respuesta particular hacia un objeto o situación determinada, que puede ser favorable o desfavorable y que cumple una función predictiva de la conducta. Se constipen en la experiencia social y son aprendidas desde la socialización primaria. Aunque tienden a persistir, pueden ser transformadas a la luz de nuevas experiencias e información o por relación con grupos o individuos con actitudes ya aprendidas, o debido a incongruencias entre los tres componentes de las actitudes (Roldán Santamaría, 2004; Solomon, I972; Krech y Crutchfield, 1962). Por tanto, las actitudes en el entorno rural, que podrían ser más tradicionales y conservadoras dado el contexto sociocultural en que se forman, tienden a ser modificadas con base en las reconfiguraciones socioespaciales y los nuevos vínculos que establece el mundo rural con lo urbano: por ejemplo, el acceso a la educación, a nuevas pautas de consumo, a la influencia de los medios de comunicación y la incorporación al mundo del trabajo (Fawaz, Rodríguez y Martin, 20I3).

Dentro de esta línea de argumentación, la literatura especializada sobre actitudes hacia el trabajo ha destacado que estas difieren entre territorios y grupos sociales y que están sometidas a una combinación de factores. Entre estos destacan las características demográficas y las competencias de los individuos; en estos últimos, recientemente han cobrado relevancia los rasgos psicológicos, que no habían sido considerados de manera suficiente, pese a que aportan capacidad explicativa y pueden complementar factores casi siempre tomados en cuenta (como género, edad y nivel educacional) en la comprensión de las actitudes que los individuos desarrollan frente al trabajo y su relación con el mercado laboral (García y García, 2008; Bauder, 2006; Groves, 2005). Se han considerado como factores psicológicos o sociosicológicos importantes la motivación, la autoestima, la orientación al logro y el locus de control, entendido este como la creencia en la mayor capacidad o incapacidad de logro de los esfuerzos propios frente a factores que no se controlan de modo autónomo, como la suerte, las circunstancias o factores estructurales y de poder (García y García, 2008; Burton, 2004; PNUD, 2002).

No obstante lo anterior, no se puede postular una relación mecánica entre actitudes y comportamiento, dados los factores estructurales que influyen y contextualizan esa relación. Sin embargo, las actitudes constituyen disposiciones a la acción y puesto que la consistencia entre actitudes y prácticas deriva en satisfacción, mientras que su incongruencia produce insatisfacción y conflictos, la tendencia será tratar de compatibilizar ambas dentro de las potenciales limitantes estructurales. Por tanto, se puede plantear que la decisión de trabajar fuera del hogar puede obedecer a prefectos de realización personal y de construcción identitaria, a estrategias económicas familiares, a las nuevas expectativas de vida que instala la modernidad, a necesidades imperiosas de reproducción económica de la familia, sobre todo, en el caso de mujeres jefas de hogar, o a coyunturas sociales en las que surgen nuevas oportunidades, limitaciones o transformaciones en los mercados de trabajo, lo que se vincula con significaciones del trabajo también particulares (Fawaz y Soto, 2012; Godoy, Stecher y Díaz, 2007). Responder y adaptarse a nuevas situaciones, aprovechar oportunidades de un medio rural que se moderniza, decidir incorporarse o no al mercado laboral, requerirá a menudo de un cambio de actitudes y realizar acciones conducentes a mejorar las condiciones de empleabilidad. Profundizar en el estudio de los factores asociados con las actitudes hacia el trabajo remunerado nos proporcionará antecedentes empíricos sobre los que no existe suficiente información.

3. Antecedentes del área del estudio

La provincia de Nuble se ubica en la región del Bío-Bío, en la zona centro sur del país. Posee 461547 habitantes, y es una de las provincias con mayor proporción de población rural a escala nacional (INE, 2012). Se aprecian Κ)y mejores indicadores de calidad de vida y un aumento en la escolaridad de la población, tanto urbana como rural, aunque aún esta provincia presenta mayores porcentajes de pobreza en comparación con la región y el país (tabla 2). Producto de los procesos de globalización y modernización, el medio rural de la provincia está experimentando transformaciones significativas, que se expresan en una mayor integración y conectividad de lo rural-urbano, mejores condiciones de vida de la población y modernización de las actividades silvoagropecuarias, que transitan desde una agricultura tradicional y extensiva a una más intensiva y dinámica (Fawaz y Silva, 2005; INE, 1997; 2007).

El Estado y los municipios han desempeñado un papel importante en este proceso de modernización rural, mediante la identificación de oportunidades de negocios y apoyo con instrumentos específicos al desarrollo productivo y social, así como a la internacionalización de las economías rurales; incluso han desarrollado programas orientados de manera específica hacia la mujer. Sin embargo, no todos los productores pueden realizar esa transición modernizadora, un segmento mantiene prácticas cercanas a la subsistencia, debido al bajo potencial de sus predios. Esto ha significado que crezca la ocupación rural no agrícola, la pluriactividad y la incorporación de la mujer al mercado laboral, como asalariada, jefa de explotación o microempresaria, en una suerte de "feminización" de las labores agrícolas. Ello ocurre en forma paralela a una disminución de la ocupación masculina en la rama silvoagropecuaria, que se mantiene como actividad predominante en la provincia, aunque crecen con fuerza los sectores comercio y servicios comunales y sociales (Ministerio de Planificación, 1990; 2009).

4. Metodología

El objetivo de este trabajo es analizar las actitudes de las mujeres rurales hacia el trabajo femenino y los factores asociados con esas actitudes. Nuestra premisa es que la incorporación de la mujer rural al mercado de trabajo tiene efectos positivos en el plano personal, familiar y social, y que la modernización de la sociedad y del mundo rural en particular, induce transformaciones que favorecen actitudes más positivas hacia la incorporación de la mujer al mercado laboral. El análisis se hace a partir de los datos recolectados en una encuesta aplicada entre enero y marzo de 2011 a una muestra de 248 mujeres. El objetivo fue caracterizar la familia rural y el perfil ocupacional y actitudinal de las mujeres entrevistadas.

Las unidades de observación fueron mujeres rurales mayores de 24 años de edad, habitantes de la provincia de Nuble. El marco muestral se estableció con base en tres criterios de segmentación: territorial, etáreo y ocupación, con el fin de obtener una muestra representativa del contexto provincial rural, así como de los factores sociodemográficos específicos que, basados en las perspectivas teóricas asumidas y en las evidencias empíricas consultadas, inftayen en el objeto de estudio, esto es, actitudes hacia el trabajo en el mundo rural. El muestreo fue de tipo polietápico-estratificado por cuotas, definidas por criterios opináticos de expertos, lo que permitió la representatividad de los estratos, concentración de unidades muestrales y economía de tiempo y recursos, en comparación con otros tipos de muestreos probabilísticos. Una vez recopilados los datos, se prosiguió con el proceso de tabulación, depuración y análisis descriptivo inferencial, el que se realizó con el programa SPSS en su versión 16.0.

Para establecer el perfil actitudinal se elaboró un conjunto de reactivos compuestos por 13 ítems graduados que formaban tres dimensiones:

  1. Trabajo como fuente de desarrollo personal (DP): ítems que buscaban dimensionar la importancia asignada al trabajo, en cuanto al rol intrínseco en la generación de valoración personal, confianza y autoestima
  2. Trabajo como fuente de reconocimiento social (RS): ítems orientados a cuantificar la relevancia de la actividad laboral en cuanto al posicionamiento del sujeto en su entorno social inmediato.
  3. Trabajo como rol instrumental (RI): ítems que acceden a las propiedades extrínsecas del trabajo como fuente de generación de ingresos.

Con el fin de facilitar la labor de comparación entre las dimensiones, estas fueron estandarizadas a nivel de escala, y para cada una se elaboró un índice que transita de 0 a 100. Respecto de los factores que desde la literatura surgían como relevantes para explicar el perfil actitudinal, se estructuraron cuatro agrupaciones:

  1. Factores demográficos: edad y nivel educacional.
  2. Factores estructurantes del espacio doméstico: situación conyugal, presencia de hijos/as en el hogar.
  3. Factores estructurantes de espacios extradomésticos: situación laboral, exposición urbana.
  4. Cogniciones y rasgos de subjetividad: ideas políticas, percepción de autonomía personal, locus de control y confianza social.

Cada uno de estos factores, en específico los elementos que lo constituyen, fueron contrastados en cuanto a su capacidad para determinar con significancia estadística perfiles actitudinales diferenciados. Según los niveles categoriales que presentaban las variables de asociación, se utilizaron pruebas inferenciales paramétricas de contraste de hipótesis, tales como pruebas t para muestras independientes (tind) y anova. Ambos análisis se realizaron previa comprobación del cumplimiento de los requerimientos que este tipo de pruebas presuponen.

5. Resultados y discusión

5.1 Perfil actitudinal de la mujer rural hacia el trabajo

La valoración del trabajo experimenta diversos matices en razón de los atributos del sujeto, el tipo y naturaleza de la actividad laboral, el contexto socioeconómico y cultural, así como las representaciones e imaginarios predominantes. Estos elementos configuran un perfil actitudinal de las mujeres rurales de Nuble, definido desde una triple dimensión: como una fuente de reconocimiento social, de realización personal y como un instrumento de provisión de ingresos. Dentro de estas significaciones y predisposiciones psicológicas que ellas manifiestan, se constatan dos dimensiones emergentes de naturaleza subjetiva: el trabajo como fuente de realización personal y el trabajo como fuente de reconocimiento social, componentes intrínsecos de naturaleza expresiva que adquieren relevancia sobre la dimensión instrumental. La importancia asignada a la valoración expresiva, entendida como una respuesta afectiva a los atributos propios de la actividad laboral, ha sido reconocida como elemento asociado a un mayor desarrollo socioeconómico de territorios y países, que junto con la modernidad induce procesos de individualización, e incorpora demandas de mayor autonomía personal y búsqueda de autorrealización por medio del trabajo (Fawaz y Soto, 2012; Godoy et al., 2007; Guadarrama y Torres, 2007). De lo anterior podemos deducir que esta dimensión adquirirá expresiones particulares en el campo, acorde con el contexto rural y los procesos de modernización productiva y dinámicas culturales que allí se viven.

En el caso de las mujeres rurales, la autorrealización está estrechamente ligada a proyectos familiares y, en consecuencia, el trabajo adquiere una importancia gravitante como fuente de realización personal, lo que se constituye inclusive en motivo de orgullo por su aporte a los logros del grupo familiar. Por consiguiente, esta perspectiva estaría más asociada con los beneficios de bienestar familiar, que a un exclusivo proceso de individualización o al desarrollo de un proyecto de autorrealización personal.

Si bien la valoración extrínseca del trabajo pierde importancia relativa respecto de su significación como fuente de desarrollo personal, persiste su relevancia como fuente de generación de ingresos. Este rol instrumental se visibiliza con mucha mayor fuerza en contextos de precariedad económica y vulnerabilidad social, propios del mundo rural.

En síntesis, la valoración del rol instrumental y de realización personal asignadas al trabajo, al estar vinculadas de forma muy estrecha, en el caso de las mujeres rurales, a la búsqueda y logro del bienestar familiar, posicionan a la actividad laboral como aspiración, necesidad y derecho, pues genera beneficios económicos y de valoración personal, importantes para su desarrollo, pese a los costos en la relación de pareja o tensiones en el entorno social cercano que esta pudiese generar.

a) El trabajo: fuente de realización personal

Como se vio anteriormente, dentro del conjunto de significaciones relacionadas con el trabajo, destaca la valoración que las mujeres rurales le otorgan como medio de realización personal, con índices que lo sitúan por encima de la concepción tradicional del trabajo (mecanismo de obtención de ingresos).

En esta perspectiva, las mujeres conciben la realización de actividades remuneradas como algo que potencia su autoimagen, pues 96% de ellas afirma que trabajar en forma remunerada permite que la mujer se sienta más satisfecha consigo misma, les posibilita construir espacios de autonomía, al tener más posibilidades de decidir sobre su vida, y fortalece la autovaloración. De este modo, 85% de ellas se sitúa en planos de igualdad de género, al considerar que una mujer tiene las mismas capacidades que el hombre para realizar un trabajo. En el mismo sentido, restringir su hacer a las tareas exclusivamente domésticas, se percibe como un factor que inhibe o dificulta el desarrollo personal, aunque su preocupación por la familia y el cuidado del hogar está siempre presente en sus valoraciones.

Constituirse en sujetos activos del desarrollo familiar y social contribuye al empoderamiento de las mujeres rurales, y altera las tradicionales relaciones hombre/mujer en el campo. En efecto, la satisfacción personal que se deriva de contar con un ingreso económico personal y con derechos laborales propios, se ha identificado también como una fuerte motivación para realizar un trabajo remunerado extrapredial: las mujeres que disponen solo del dinero que reciben de sus parejas prefieren, por lo general, cubrir con este las necesidades básicas familiares y se sienten con poco derecho a decidir sobre usos alternativos de esos ingresos (Haugen y Blekesaune, 2005; Benería y Roldán, 1987). En este mismo sentido, Agarwald (1999) señala que el manejo de un fondo propio, aumenta el poder de negociación de las mujeres dentro de la familia, así como su capacidad de sobrevivencia fuera de esta.

b) El trabajo: fuente de reconocimiento social

El desarrollo de una actividad laboral constituye un poderoso mecanismo de visibilización en el espacio público y de reconocimiento social. En efecto, el trabajo visibiliza a las mujeres en el ámbito social como eficientes prestadoras de servicios y generadoras de productos con rentabilidad social y privada; esto, las habilita como agentes económicos, debido a que realizan transferencias monetarias a sus hogares. Así, el acceso al trabajo las valida en el aspecto social y ante su grupo familiar, refuerza su autonomía y rompe su aislamiento social, lo que amplía sus horizontes emocionales y cognitivos. Como destacan otros estudios, la capacidad de las mujeres para contribuir a financiar el gasto familiar incide positivamente en su reconocimiento social y empoderamiento (Anthopoulou, 2010; Fawaz y Soto, 2012; Mayoux, 1997).

La valoración social del trabajo no es independiente de la posición que se ocupa en la estructura ocupacional. Las mujeres rurales usualmente se incorporan a actividades de baja productividad y remuneración y, además, encuentran escollos y limitantes en el entorno familiar y social inmediato; por ello, la importancia que le asignan al trabajo como fuente de reconocimiento social resulta un tanto menguada en relación con las otras dos dimensiones evaluadas. La generación de ingresos las posiciona de manera favorable dentro de la estructura familiar; 82% las mujeres considera que al recibir una remuneración se logra más respeto de la familia. Aún así, persisten dificultades no resueltas que impiden que ellas puedan realizar un trabajo fuera del hogar sin sentimientos de culpabilidad o incluso victimización; en efecto, 70.3% siente que el trabajo menoscaba la responsabilidad en el cuidado de los hijos e incluso 27% está de acuerdo con que la familia no funciona bien si la mujer no está en la casa. Con respecto a la relación de pareja, casi la mitad de las mujeres considera que el trabajo fuera del hogar repercute de forma negativa en esta. Se suma a lo anterior la percepción de que los contextos laborales pueden ser constitutivos de situaciones de infidelidad y un factor de riesgo de incumplimiento del pacto implícito o explícito de exclusividad con la pareja, lo que aumenta, a juicio de 34% de las encuestadas, las posibilidades de infidelidad de la mujer.

En otras palabras, aun cuando perciben al trabajo como una fuente de autonomía y realización personal, el desarrollo de esta actividad fuera del hogar supuestamente expondría a la mujer a situaciones de infidelidad o de enjuiciamiento social, expresadas en "rumores' o "habladurías". Esta percepción es producto de una cuestionada visión patriarcal que conceptualiza a la mujer como propiedad sujeta a vigilancia y control, incluso en sus desplazamientos físicos, para no poner en riesgo el honor masculino (García y De Oliveira, 2006; Castells, 1999; Zaldaña, 1999). Esta situación de desconfianza, al ser internalizada también por las mujeres, inhibe su proceso de empoderamiento, y se constituye en un factor que restringe su autonomía, capacidad de decisión, confianza y seguridad en sí mismas (Vázquez, Tuñón, Zapata y Ajíús, 2002; Meza, Tuñón, Ramos y Kauffer, 2002). La amenaza de infidelidad de la mujer, cuando el hombre no está en control o está ausente del hogar, ha sido un rasgo de la cultura campesina tradicional, expresado en el imaginario colectivo tradicional en figuras como "Elpatas negras" o "Don Segundo", y esto es causante de tensiones, celos, agresión verbal e incluso violencia física.

Estas valoraciones subjetivas del trabajo no solo dan cuenta de mitos y creencias basadas en un patrón de roles de género tradicionales en el campo, sino que responden también a una base de realidad objetiva. De hecho, el trabajo fuera del hogar profundiza las dificultades para resolver tareas de cuidado de los hijos y del hogar, sea como resultado del debilitamiento de redes familiares y de compadrazgo que caracterizaron al sector rural en el pasado, por insuficiente presencia de instituciones de apoyo a las tareas de cuidado, como también por la escasa redefinición de los roles de género dentro del hogar; todo lo cual resulta en una doble jornada para la mujer y escaso involucramiento de la pareja o marido en las labores domésticas. En esta perspectiva, los trabajos en el sector informal y el microemprendimiento son más accesibles para las mujeres, dado que el trabajo asalariado y sujeto a contrato suele ser más rígido y menos compatible con las tareas de cuidado familiar (Fawaz y Soto, 2012; García y García, 2008; GEM5, 2007).

c) El trabajo: su rol instrumental como fuente de ingresos

Si bien las estrategias laborales femeninas son resultado de una compleja combinación de factores, la actitud positiva hacia el trabajo ha estado tradicionalmente asociada con su rol instrumental, es decir con la provisión de ingresos. El perfil de esta dimensión se evidencia en la constatación de que el aumento de las mujeres rurales ocupadas ocurre en forma paralela a la disminución de la participación laboral masculina, lo que sugiere que las mujeres trabajan para complementar el presupuesto familiar, aumentarlo o reemplazarlo, al asumirse como jefa de hogar, fenómeno en aumento en las últimas décadas (Fernández, 2007; Fawaz y Soto, 2012; Mideplan-Casen, 2009). No obstante lo anterior, subsisten concepciones que serían expresión de patrones tradicionales; en concreto, un porcentaje importante de mujeres considera que el trabajo es una actividad para desarrollar de preferentemente dentro de los espacios domésticos, lo que se articula como estrategia extrapredial en situaciones de crisis o estrechez económica. Mientras que para un grupo también importante, casi 15% de las encuestadas, opina que está reservado prioritariamente a los hombres.

5.2. Actitudes de la mujer rural hacia el trabajo y factores asociados

Desde diferentes vertientes teóricas y constataciones empíricas se concluye que la valoración del trabajo experimenta diversos matices en razón de los atributos del sujeto, el tipo y naturaleza de la actividad laboral, el contexto socioeconómico y cultural así como las representaciones e imaginarios predominantes. Para efectos del análisis, estos factores están en relación con atributos basales demográficos de las mujeres y su grupo familiar, con el espacio extradoméstico y, finalmente, con rasgos que operan desde la subjetividad, los cuales configuran un perfil psicológico e ideológico particular.

Dentro de los atributos demográficos, la literatura especializada releva como importantes la edad y el nivel educacional alcanzado. En la medida en que las actitudes son predisposiciones aprendidas de carácter persistente aunque modificables por la experiencia, las personas jóvenes y más educadas, precisamente por su proceso de socialización, son más permeables a las influencias del entorno extrafamiliar en que viven o se educan; esta situación provoca que su perfil actitudinal esté en mayor sintonía con las ideas de la modernidad dominantes. En efecto, nuestros datos informan que la predisposición actitudinal hacia el trabajo mejora de forma significativa conforme las mujeres alcanzan mayor escolaridad (F:23,9; α<.00) y pertenecen a grupos etáreos menores (F:19,11; α<.00), tanto en lo referente a la actitud general como en cada una de las dimensiones que la componen. Esto es concordante con otros estudios que identifican el aumento del nivel educacional como el factor más importante para explicar la creciente participación laboral de la mujer (Izquierdo, 2008; Larrañaga, 2006; Haugen y Blekesaune, 2005). A medida que la población más joven evidencia mayor movilidad espacial derivada del trabajo y del acceso a la educación, se encontraría más expuesta a una mayor apertura de las fronteras que definen lo rural, así como de los sistemas de creencias que configuran las actitudes hacia el trabajo. Esto es, que recibirían a la vez la influencia del contexto urbano, en que se ubican las oportunidades educacionales y laborales, así como de la modernización que implica el acceso al conocimiento mismo.

Un segundo conjunto de factores condicionantes estaría representado por elementos que estructuran los espacios domésticos familiares, tales como la situación conyugal y la presencia de hijos en el hogar. Como respuesta probable a patrones tradicionales presentes desde siempre en el mundo rural, y a la dificultad de acceder a redes de cuidado, tanto la existencia de pareja (tind2,55; a<.01) como de hijos en el hogar (tind:3,91; α<.00) se constituyen en elementos obstaculizadores para el desarrollo de actitudes favorables hacia el trabajo. Las mujeres rurales en esta situación familiar presentarían una menor cercanía con el mundo laboral, por consiguiente, carecerían de la influencia que este tendría en la modificación de sus ideas y creencias tradicionales asociadas con el trabajo.

En consistencia con lo anterior, factores asociados al espacio extradoméstico, tales como la inserción laboral y la exposición a influencias urbanas, marcan tendencias diferenciadoras del perfil actitudinal frente al trabajo de las mujeres rurales; las mujeres que desarrollan alguna actividad laboral remunerada (tind: 4,41; α<.00), especialmente extrapredial, así como aquellas que en sus trayectorias vitales han experimentado una mayor vinculación con el mundo urbano (F:12,12; α<.00), manifiestan también una mejor predisposición al trabajo femenino en todas y cada una de las dimensiones analizadas.

Las actitudes hacia el trabajo, entendidas como creencias aprendidas y relativamente duraderas, no existen en el vacío sino que forman parte de un conjunto mayor de cogniciones y valoraciones de carácter interno que organizan coherentemente la subjetividad del individuo, lo que se vincula con otros rasgos de personalidad. Este cuarto conjunto de factores, constituido por la concepción de autonomía personal, confianza en los otros y confianza en sí misma, a diferencia de las ideas políticas, operan como elementos que condicionan disposiciones actitudinales claramente diferenciadas. En efecto, la concepción de un mayor dominio personal sobre los acontecimientos que definen su vida o locus interno (tind2,74; a<.01), así como la percepción de un mayor nivel de autonomía personal (tind:3,96; α<.00) y una mayor confianza en los otros (tind3,77; a<.01) tributan a la formación de una predisposición más positiva hacia el trabajo femenino fuera del hogar en las mujeres rurales. Esta tendencia sería expresión de la búsqueda de una necesaria armonía interna entre los sistemas de ideas, creencias y emociones, que minimice fuentes de perturbación o incongruencia de cogniciones simultáneas y disímiles, evidentes en un contexto como el rural, que se mueve entre lo tradicional y lo moderno.

6. Conclusiones

El análisis realizado posibilita extraer a modo de conclusión y síntesis algunas reflexiones relevantes: en primer término, en Chile la incorporación de la mujer al mundo laboral es relativamente bajo, comparado con otros países de América Latina y de la OECD. Si bien, como demuestra la literatura especializada, Hay un conjunto de factores estructurales ligados a esta situación, las actitudes hacia el trabajo femenino y los efectos que puede tener para la propia mujer, su familia y su entorno afectan también en forma significativa la decisión de la mujer a este respecto.

Un segundo elemento destacado, es que el perfil actitudinal de las mujeres rurales hacia el trabajo es caracterizado desde una triple dimensión: como una fuente de reconocimiento social, de realización personal y como un instrumento para la provisión de ingresos. Constatamos como un hallazgo significativo un estado de transición en las concepciones asociadas con el trabajo, las cuales, en particular para las mujeres rurales, estuvieron centradas por tradición en el rol instrumental del trabajo, es decir, como fuente de generación de ingresos; sin embargo, en la actualidad se han instalado significaciones que además relevan los aspectos expresivos e intrínsecos, en especial, componentes subjetivos vinculados al desarrollo personal. No hay duda, por último, que el desarrollo de una actividad laboral para las mujeres constituye un poderoso mecanismo de visibilización en el espacio público y de reconocimiento social.

En tercer término, hay que insistir en que las actitudes son el resultado de una compleja combinación de factores que condicionan de modo diferencial tanto la actitud general frente al trabajo, como los componentes dimensionales que lo constituyen (desarrollo personal, reconocimiento social, rol instrumental). Estos factores se vinculan con atributos sociodemográficos del sujeto y su grupo familiar de referencia, con la configuración y exposición a los espacios extradomésticos, así como con rasgos psicológicos e ideológicos que operan desde la subjetividad. Es interesante destacar que todos ellos tendieron a mostrar asociaciones significativas con las actitudes hacia el trabajo en general, así como con cada una de las dimensiones consideradas. La excepción la constituye el componente ideológico, evento suscitado quizás por factores relativos a la muestra, así como la capacidad de discriminación del ítem. Sería deseable en futuros estudios profundizar el análisis de este elemento, toda vez que la literatura informa que orientaciones políticas conservadoras o liberales estarían asociadas con perfiles actitudinales diferenciados.

En síntesis, si bien la incorporación de las mujeres rurales al mundo laboral está condicionada por factores estructurales que manifiestan especificidades territoriales y de género (cuya modificación requiere el accionar de políticas públicas y sociales que tiendan a la modernización productiva y del mercado laboral), la manifestación de actitudes favorables hacia el trabajo desempeña también un papel significativo. Dado el vínculo entre actitud y conducta del estudio realizado, se concluye que la predisposición favorable al trabajo fuera del hogar posibilita una mayor inserción de las mujeres rurales al mercado laboral, espacio que habitualmente le ha sido esquivo.


Pie de página

1Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen), Ministerio de Planificación (Mideplan).
2Los resultados del Censo 2012 están en revisión en este momento, pero se calcula que son referentes oficiales y no distan significativamente de cifras de otras fuentes oficiales de carácter muestral.
3Gobierno Regional.
4Servicio Nacional de la Mujer.
5Global Entrepreneurship Monitor.


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