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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras

Print version ISSN 0122-2066

Anu.hist.reg.front. vol.19 no.2 Bucaramanga Jul./Dec. 2014

 


ACEVEDO ARANGO, Óscar Fernando, Geografías de
la memoria: Posiciones de las víctimas en Colombia en
el período de justicia transicional (2005-2010)
, Bogotá,
Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2012, 119 p.

Diego Andrés Escamilla Márquez*

* Historiador y archivista Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia


La memoria es un tema en boga hoy en Colombia. Su auge, tal como ha ocurrido en otros países con situaciones bélicas similares a las nuestras, está ligado a las medidas de reparación que dentro del marco transicional buscan mitigar los traumas del conflicto armado interno, especialmente en lo concerniente a los derechos de las víctimas. El período en el que se inscribe el libro, 2005-2010, señala precisamente una primera etapa de estos intentos de justicia transicional en Colombia marcados fundamentalmente por la Ley 975 de 2005.

El autor del libro, Óscar Fernando Acevedo Arango, es psicólogo de la Universidad de Antioquia y magister en Estudios Culturales de la Universidad Javeriana. Se ha desempeñado como promotor social en varias ONG, consultor del sector público, catedrático en varias universidades e investigador del área de memoria histórica en la extinta Comisión Nacional de Reconciliación y Reparación; su vida personal y familiar ha sido marcada por el conflicto. En Medellín, donde ha vivido la mayor parte de su vida, lidió desde su temprana adolescencia con la peligrosa confluencia de narcotraficantes, DAS, subversión urbana y paramilitares, en el sector de Belén, específicamente el barrio La Gloria. Este trasegar personal, pasando por el barrio y la familia, el colegio y la universidad, hasta llegar a las diferentes instituciones y organizaciones donde se ha desempeñado como profesional, explican lo que él llama, en el capítulo 1, una "arqueología emocional" o "razones para ser un investigador de la memoria", es decir, un análisis desde su propia intersubjetividad en la que expone de manera más íntima los motivos de su vocación académica por la memoria, especialmente la producida por las víctimas, y por medio del cual desarrolla la "interdiscursividad de lo concreto": propuesta metodológica donde entrecruza los discursos y las prácticas, las configuraciones y tratamientos, con sus elaboraciones personales1.

En el segundo capítulo, "Contextualizar las memorias en Colombia: nociones, posiciones y rutas", Acevedo señala un problema que muy poco se ha advertido, a saber, las tensiones y distancias en la producción de memoria entre las apuestas académicas y las políticas públicas. Estas tensiones, sin embargo, adquieren una mayor complejidad cuando entran en escena las víctimas, éstas pueden concebir y practicar la memoria de modos muy distintos a los cánones establecidos tanto por funcionarios públicos como por intelectuales. El objetivo central del libro, precisamente, es aproximarse a la cuestión de "cómo se producen, circulan, disputan y posicionan las prácticas de la memoria de las víctimas en la cultura política del país"2. Para este fin, el autor esbozará algunas nociones ya clásicas en los estudios de memoria, definirá lo que él llama la "cultura política" y su relación en el posicionamiento de las memorias y por último, propondrá un marco de enunciación que a modo de ruta dé cuenta de cómo las víctimas y otros actores sociales han venido produciendo la memoria del conflicto interno en el país.

En cuanto a las nociones, Acevedo parte de la divergencia entre olvido y pasado. El primero, como "el campo de lo innombrable, en donde la palabra y la imagen están silenciadas"; el segundo, a modo contrario, "presenta la posibilidad de ser recuperado", de ser recordado3. Ambas situaciones tienden a ser instrumentalizadas por quienes detentan el poder. El olvido, por ejemplo, puede inducirse en caso de querer esconder una injusticia; el pasado, por otro lado, se disputa para generar sentido a determinados modos de ser colectivos, que afirmen y legitimen una tradición o una dominación de clase4. Así, el texto define la historia como ese "conjunto de discursos y prácticas articuladas que producen el sentido mismo del pasado", definición que, por el peso que tiene el discurso oficial en el imaginario colectivo, no se desliga del viejo paradigma de que quien escribe la historia es el vencedor5. Esta percepción opone necesariamente entre sí a la historia con la memoria: la historia el producto de los vencedores y la memoria el de los vencidos, la historia cercana a la objetividad y la memoria a la subjetividad, la historia dentro de una temporalidad muerta (pasado) y la memoria dentro de una temporalidad viva (presente). Estas dicotomías Acevedo las resuelve, siguiendo en parte a Halbwach, colocando la historia en función de la memoria colectiva, reduciéndola a lo sumo como "memoria histórica" o, en otras palabras, como una memoria artificial "que teje puentes entre el pasado y el presente"6.

En el caso concreto de la memoria producida por las víctimas, el autor afirma, con respecto a Colombia, que no hay un campo unificado: "las tácticas de lucha, denuncia, silencio, fuga, ocultamiento, postergación y negación de la disputa son manifestaciones que se mueven entre la política y lo político"7. La política, para Acevedo, son "las prácticas del campo cubierto por el Estado, el sistema de partidos, las instituciones gubernamentales, no gubernamentales y de la sociedad civil organizada, el espacio de las disputas agonistas en el marco de la democracia". Lo político, por otro lado, lo define como hábitos sociales que no necesariamente entran en disputa en el campo de la política, en el que personas y comunidades deciden desde su cotidianidad sobre sus relaciones, sus bienes, sus espacios, su economía y su ética. La articulación de estas dos nociones es lo que Acevedo llama "cultura política"8, ámbito en el que se mueven y producen las memorias producidas por las víctimas en Colombia y una de las razones fundamentales de la diversidad y pluralidad de dichas memorias.

Para comprender esta pluralidad Acevedo propone cuatro rutas de enunciación: memorias oficiales, memorias agonistas, memorias sub/alternas y memorias reservadas. Las primeras se erigen desde las élites y el sector público del gobierno; se apoyan en discursos y técnicas de organismos internacionales y encuentran eco en los principales medios de comunicación. Se baten generalmente entre los objetivos judiciales y socioculturales propios de cada Estado, condición que dificulta, por los intereses que dicho Estado representa, el cumplimiento cabal de la legislación, convirtiendo a ésta, tal como afirma Acevedo, en un mero instrumento de retórica9. Las memorias agonistas, por otro lado, son "aquellos procesos de producción de pasado opuestos a la versión oficial", que pugnan por posicionar los recuerdos de los excluidos en la historia y la memoria nacional; cuentan con cierta capacidad mediática y le disputan a las memorias gubernativas el poder público central, es decir, "los privilegios de estar en una posición dominante dentro de la historia"10. Las memorias agonistas no son ni homogéneas ni todas contrahegemónicas. En el capítulo 3, "Memorias agonistas: poder y posibilidades de los memoriales de las víctimas de la izquierda democrática en Colombia", Acevedo analiza las prácticas de memorias de tres propuestas que él considera agonistas11, compara sus diferencias y puestas en común y concluye diciendo que a pesar de tener expresividades y posturas distintas, estas memorias se articulan en escenarios conjuntos, configuran comunidades de sufrimiento virtuales y reales, se vinculan a redes locales e internacionales y son solidarias entre sí12.

Las memorias sub/alternas y reservadas son el tema del último capítulo del libro. Acevedo define las primeras como aquellas que no hacen parte ni de los proyectos gubernativos ni agonistas, es decir, están "por fuera de la disputa por el poder dominante: son comunitarias, artísticas y religiosas, visibles en las prácticas de localidades periféricas, en sujetos colectivos distanciados de las redes de la sociedad política organizada"13. Estas memorias de y para las víctimas no buscan politizar el pasado sino dignificarlo, en otras palabras, convertirlo por medio de la conmemoración y la reconciliación en un "patrimonio intangible antes que un campo de luchas"14. Las memorias reservadas, por último, son aquellas que se encuentran silenciadas o en estado de latencia, esto puede deberse o a un exceso de miedo (memorias aterrorizadas) o a un exceso de vergüenza (memorias vergonzantes), sin embargo, sean lo que sean, estas memorias tienen el potencial de cambiar lo que hasta ahora se conoce de la memoria15.

Las distintas rutas de memoria no son una demarcación estática, como bien señala Acevedo para el caso de La Rochela, los ejercicios de memoria pueden hacer el tránsito de memorias reservadas a memorias sub/alternas y de ahí a memorias agonistas o memorias oficiales, incluso, pueden coexistir en sus distintas versiones de enunciación. La actual cooptación de las iniciativas sub/alternas de memoria en los vastos proyectos gubernamentales también da cuenta de esta circulación.

El texto, especialmente en lo relacionado a las distintas rutas de enunciación, es un aporte original para la comprensión de las prácticas actuales de memoria en Colombia. La propuesta de la interdiscursividad de lo concreto, pasando por la intersubjetividad del investigador, es otra interesante contribución toda vez que hace del proceso investigativo un ejercicio de mayor compenetración con la vida del científico social, valorando sus experiencias personales como un elemento vital dentro de la producción de conocimiento y no solo como meras suscitadoras de errores. Esta metodología de alguna manera nos advierte que la realidad social que estudiamos también es nuestra y que por lo tanto nos compete no ser indiferentes a ella. Lo más discutible del libro quizá sean las posiciones antagónicas entre memoria e historia y la subordinación de esta última a la primera, temas todavía irresueltos en el debate internacional y poco abordados por los intelectuales colombianos. En lo que respecta a las preocupaciones locales yo añadiría dos temas más que creo necesario advertir. Para empezar, si bien es inobjetable asir la memoria para reparar a las víctimas, máxime cuando un gran número de éstas ha sufrido y perdido todo por causa de la guerra, no hay que perder de vista que la memoria puede superar el contexto del conflicto armado. En este sentido, dadas la amplitud de la realidad social y las preocupaciones socio-históricas al respecto, la memoria como objeto de estudio tiene todavía un vasto camino que recorrer en nuestro país. El segundo tema es la inscripción de los estudios de memoria exclusivamente para el tiempo presente. Aunque los historiadores comparten maderamen con sociólogos y psicólogos en las iniciativas de construcción de memoria a nivel nacional, es notoria su ausencia no solo en las construcciones teóricas sobre la misma, sino también en la escasa producción historiográfica que dé cuenta de qué, cómo y por qué se recordaba en Colombia desde los análisis del pasado, para ver si alguna luz o crítica puede ayudarnos en las tareas de recordación del presente.


1 "Esta ha sido una de las dimensiones de mi vida, una en la que lo personal es histórico, en la medida que nací y crecí bajo condiciones específicas, situadas y singulares de la ciudad de Medellín; y donde lo histórico es personal, en tanto puedo configurar y dar cuenta de estas memorias bajo el estilo en que se anuda este yo narrativo al surgimiento de los fenómenos del sicariato, el narcotráfico, la autodefensa popular, la guerrilla urbana y el paramilitarismo. Así, no por casualidad acepté mi labor, a veces como asistente de investigación o como investigador de campo, otras como psicólogo social y pedagogo, y ahora como crítico propositivo de los mecanismos de producción de la memoria de las víctimas". ACEVEDO, Óscar, Geografías de la memoria: Posiciones de las víctimas en Colombia en el período de justicia transicional (2005-2010), Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2012, p. 43.

2 Ibíd., p. 15.

3 Ibíd., p. 46-47.

4 Ibíd., p. 53-54.

5 Ibíd., p. 53, 55.

6 Incluso, el autor señala que la historia es un "purificador" de la memoria: "la historia positiva destila la memoria colectiva dentro de un modo razonable y racional de narración del pasado, la 'purifica' de las cargas subjetivas y emotivas, presenta los hechos sin aliarse supuestamente a juicios de valor en torno a ellos". Ibíd., p. 51.

7 Ibíd. p. 58.

8 Ibíd., p. 56-57.

9 Ibíd., p. 62.

10 Ibíd., p. 59.

11 Proyecto Nunca Más Colombia (PNMC), Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) e Hijos e Hijas por la Memoria y Contra la Impunidad (HHMCI)

12 Ibíd., p. 78-94.

13 Ibíd., p. 68-69.

14 Para el caso de las memorias sub/alternas Acevedo examinará dos casos: las Promotoras de Vida y Salud Mental del oriente antioqueño (PROVISAME) y los familiares del caso La Rochela en Santander (Ibíd., 96-112).

15 Ibíd., p. 75, 95.